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LA FILOSOFÍA HELENÍSTICA 1. CONTEXTO POLÍTICO Y SOCIOCULTURAL El periodo denominado “helenístico” posee unas características bien definidas. Su duración suele fijarse entre dos acontecimientos históricos de primera magnitud: la muerte de Alejandro Magno (323 a. C) y la batalla de Actium (31 a. C), en la que Octavio derrotó a Marco Antonio. A partir de esta victoria se instauró el imperio romano. Alejandro Magno había forjado un vastísimo imperio, que a su muerte se desmembró, dando lugar a las grandes unidades políticas que se conocen con el nombre de monarquías helenísticas. Esto trajo consigo consecuencias enormes de todo tipo: a) En primer lugar, el imperio de Alejandro había terminado definitivamente con la polis como Estado soberano. El imperio asumió todo el poder, arrebatándoselo a las ciudades-Estado. Para los griegos, en general, la participación activa en el gobierno de su propia polis era una dimensión esencial de su vida. Al desaparecer esta dimensión (las grandes ciudades como Atenas quedaron reducidas a una “capital de provincia”), muchos griegos debieron comprender que había que replantearse el sentido de la vida y de su felicidad, y eso es lo que hicieron los epicúreos y los estoicos. b) Es también digno de señalarse, como fenómeno cultural, que el nuevo mapa político de las monarquías absolutas hizo posible la extensión de la cultura griega hacia otras áreas geográficas, en las cuales floreció con pujanza. Alejandría y Rodas, por ejemplo, superaron pronto a Atenas en todas las ramas de la cultura y del saber, excepto en la filosofía, que, aunque también se cultivó en otros lugares, siguió teniendo su centro en Atenas. Desde el punto de vista filosófico, el periodo helenístico supuso un nuevo “giro antropológico”. El hombre, especialmente en relación con el tema moral, se convirtió en el objeto central de la reflexión filosófica (aunque, ciertamente, los filósofos continuaban ocupándose del problema del conocimiento y del tema de la naturaleza). La filosofía solía dividirse en esta época en tres partes: lógica, física y ética. Pero el estudio de las dos primeras se subordinaba al de la ética. 2. LA FILOSOFÍA El periodo helenístico vio surgir en Atenas dos nuevas escuelas, que fueron a sumarse a la Academia platónica y al Liceo aristotélico: el Jardín de Epicuro (341-270 a. C) y la Stoa (de donde viene “estoicismo”), fundada por Zenón de Citio (335-263 a. C). Por lo que se refiere a sus doctrinas destacaremos lo siguiente: 1) El epicureísmo y el estoicismo ofrecen ideales morales opuestos. La ética de Epicuro es hedonista: la felicidad consiste en la consecución del placer sabiamente administrado junto al alejamiento del dolor. Para Epicuro llegamos a la felicidad a través de la “ataraxia” (la ausencia de preocupaciones o imperturbabilidad del ánimo). No todos los placeres son iguales: los hay naturales y necesarios, vinculados a la conservación de la vida (comer, beber, abrigarse, etc.); hay otros que son naturales pero no necesarios (comer y beber exquisiteces, etc.), pues no eliminan el sufrimiento y, además, el poco placer adicional que podamos obtener una vez satisfecho el apetito difícilmente compensará las complicaciones que se derivan del hecho de obtenerlo; y hay otros placeres, que no son ni naturales ni necesarios, ligados a la vanidad (fama, gloria, etc) de los que hay que huir, pues no contribuyen de modo alguno al reposo interior. De los placeres, pues, solo los necesarios, y aún estos con mesura. 1 - Para librarnos del dolor nos ofrece el cuádruple remedio (tetrafarmakon): El temor a los dioses no debe inquietarnos porque estos, si es que existen, no se preocupan de las cosas y asuntos de los hombres. No hay que temer a la muerte porque, mientras vivimos, ella no existe para nosotros, y cuando morimos no tenemos vida para sufrirla o sentirla. No hay que temer al destino, que no existe, sino decantarse por la indeterminación. No debemos sufrir por las necesidades naturales y los males, porque ambos son fáciles de evitar o satisfacer. Para el estoicismo, por el contrario, la auténtica felicidad solo puede consistir en la virtud, en el autodominio y la fortaleza de ánimo, que hacen al sabio imperturbable frente a la desgracia y el destino. Los estoicos llegan a la felicidad a través de la “apatía” o ausencia de pasiones. Hay que desembarazarse de ellas. Si a esto unimos que para ser virtuoso había que tener todas las virtudes comprenderemos que el ideal del sabio estoico era difícil de conseguir a temprana edad. No encontraremos tanto rigor moral hasta que en el siglo XVIII llegue Kant con su moral del deber. 2) También sus concepciones del universo son distintas: Epicuro retoma el atomismo de Demócrito, en el que introduce algunas modificaciones peculiares, mientras que el estoicismo se inspira en Heráclito para afirmar la existencia de una razón o logos universal y divino que se identifica con el fuego, sustancia primordial del universo. 3) El epicureísmo no admitía el determinismo: no ha de tenerse miedo al destino, puesto que el destino no existe, Por el contrario, el estoicismo predicaba el más riguroso determinismo: todo está determinado y nada puede hacerse, por tanto, para cambiar el curso de los acontecimientos; de ahí que la verdadera sabiduría consista en aceptar serenamente el destino. Hubo, además, otras escuelas helenísticas a las que también les preocupó más la felicidad que la verdad: - Los escépticos, liderados por Pirrón, decían que no podemos saber nada con certeza. Es más un talante que una posición teórica, pues esta se autorrefutaría con esta primera máxima que hemos escrito en negrita. Por ello aconsejaban la incredulidad con las personas, con las cosas e incluso con las leyes que gobiernan el mundo. Para ser felices había que practicar la “epojé” o abstención del juicio. Se trata de no adherirse a ninguna tesis, de no buscar seguridades que se revelan finalmente ficticias. Esta posición les lleva en moral al relativismo y recomiendan atenerse a la opinión mayoritaria para evitar el enfrentamiento con las costumbres o las leyes. - Los cínicos, de “kynós” (perro), cuya figura más representativa es Diógenes, que optó por reivindicar, por medio del escándalo, la independencia de los bienes materiales y de las convenciones sociales. Para él se llega a la felicidad viviendo de acuerdo con la naturaleza, que para él es vivir de acuerdo con los instintos. El camino de la felicidad no era el incremento de los bienes sino la eliminación de las necesidades. Defienden el ideal del sabio autárquico que no depende de nada del exterior. Vestían harapos y llevaban una vida de perro, haciendo en público aquellos actos que la gente, por pudor, suele hacer solo en privado, provocando con ello una mezcla de sonrisa y de incomodidad entre sus conciudadanos. Cuentan que Alejandro se le acercó y le preguntó si necesitaba alguna cosa de él, Diógenes se limitó a solicitar que se hiciera a un lado y que no le tapase el sol. 2