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TRATADOS HIPOCRÁTICOS
TRATADOS
HIPOCRATICOS
JURAMENTO • SOBRE LA CIENCIA MÉDICA.
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA • SOBRE LA
ENFERMEDAD SAGRADA • EL PRONÓSTICO.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES • SOBRE
LA DIETA EN
LAS ENFERMEDADES AGUDAS.
SOBRE LA DIETA
INTRODUCCIÓN GENERAL DE
CARLOS GARCÍA GUAL
TRADUCCIÓN Y NOTAS DE
M. D. LARA NAVA, C. GARCÍA GUAL,
J. A. LÓPEZ FÉREZ Y B. CABELLOS ÁLVAREZ
BIBLIOTECA BÁSICA GREDOS
BIBLIOTECA BÁSICA GREDOS
C EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2000
MY D. Lara Nava ha traducido Juramento y Sobre la medicina
antigua, C. García Gual Sobre la ciencia médica, Sobre La enfermedad sagrada, El pronóstico y Sobre la dieta, J. A. López Férez
Sobre los aires, aguas y lugares y B. Cabellos Álvarez Sobre la
dieta en las enfermedades agudas.
Quedan rigurosamente prohibidas, bajo las sanciones establecidas
por la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, así como su distribución
mediante
alquiler o pt~stamo público sin la autorización
escrita de los titulares del copyright.
Diseño: Brugalla
ISBN 84-249-2481-9.
Depósito Legal: B. 15589-2000.
Impresión y encuadernación:
CAYFOSA-QUEBECOR, Industria Gráfica
Santa Perpétua de la Mogoda (Barcelona).
Impreso en España - Printed in Spain.
INTRODUCCIÓN GENERAL
1 LA MEDICINA HIPOCRÁTICA Y SU CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL
La mayoría de los escritos que componen el llamado Corpus Híppocraticum fueron
Compuestos en los últimos decenios del siglo y y los primeros del IV a. C. De ninguno
de todos esos tratados médic:os atribuidos al famoso Hipócrates de Cas —que vivió entre
460 y 380 a. C. aproximadamente, contemporáneo de Sócrates y de Tucídides—
podemos asegurar con exactitud que realmente fuera compuesto por su mano magistral.
Pero es muy probable que algunos de los libros más famosos de esa biblioteca profesional procedan de su enseñanza directa, e incluso algunos de su propia escritura. En
todo caso, la variedad de los textos~ y de su temática no excluye una clara coincidencia
de miras en los aspectos más generales de la medicina como téchne, y en la concepción
del médico como profesional al servicio de los hombres.
Ya muchos siglos antes de Hipócrates se practicaba la
medicina en Grecia y los médicos gozaban de una reputación alta como demzourgo(. Bastará recordar el papel
que tienen Macaón y Podalino en la Ilíada, o algunas inscripciones arcaicas que honran la memoria de un médico
ilustre. Hubo escuelas de medicina en varias ciudades
griegas y del sur de Italia, pero fue la de Cos, la isla donde
nació y ejerció el gran Hipócrates. la que logró a fines del
siglo y a. C. la reputación más sólida ligada al recuerdo de ese maestro en el arte de la
curación. Allí se formó la
primera biblioteca de escritos médicos, esa colección de
textos atribuida pronto al maestro —ya en el siglo iv y
luego en el ni recogida y comentada en Alejandría—. Nos
importa subrayar que los grandes autores de esos primeros textos médicos pertenecen al pleno período clásico.
Esos médicos habían leído las obras de varios autores presocráticos y algunos estaban influidos por los sofistas, y
escriben antes que Platón.
Hay en la Colección Hipocrática textos de autores posteriores, como el tratado Sobre el corazón y el tratado Sobre la naturaleza del hombre, atribuido con buenas razones a Pólibo, yerno de Hipócrates. Y hay alguno que, por
sus propias indicaciones, conviene adjudicar a alguna escuela de doctrina y prácticas algo distintas, como es el
caso del llamado Juramento hipocrático. Algún texto menor, como el llamado Sobre la decencia, es ya del siglo u d. C.
Pero en conjunto, nos hallamos ante un grupo de escritos
médicos —unos más técnicos y otros más generales y de
divulgación— que ofrecen una perspectiva bastante homogénea en cuanto a su concepción del saber médico en
una época bien definida. Quiero insistir en que esto no
significa que no haya divergencia de opiniones entre algunos de esos tratados —así, por ejemplo, en cuanto a la
relación con las ideas filosóficas sobre los componentes
esenciales de la naturaleza del hombre, las hay muy notables entre los textos de Sobre la medicina antigua, Sobre
la dieta y Sobre la naturaleza del hombre—.
Por otra parte, para cuestiones como la que vamos a
ver aquí, conviene recordar que la medicina hipocrática
se constituye —con afán de ser una téchne que puede dar
cuenta de sus fundamentos teóricos y no sólo prácticos—
en la época de la Ilustración helénica, lo que significa que
en sus aspectos más generales tiene que tomar posición
ante la filosofía como saber de los principios últimos de
las cosas. Este de las relaciones entre la filosofía y la medicina es un tema muy amplio, sobre el que se han escrito
muchos comentarios, y que apenas podemos rozar ahora.
Nos limitaremos sólo a mencionar que el gran pensador y
médico Alcmeón de Crotona (nacido hacia el 500 a.
que descubrió el papel del cerebro como centro del pensamiento y el sistema nervioso, y que definió la salud Como un equilibrio de fuerzas y la enfermedad como un excesivo predominio de una de ellas (es decir, la salud como
isonomía y la enfermedad como monarchia, utilizando una
muy sugerente metáfora política), parece haber abierto una senda muy transitada por los
hipocráticos. Podemos
recordar también que en Sobre la naturaleza del hombre
parece clara la influencia de la teoría de Empédocles sobre los cuatro elementos cósmicos (también Empédocles
fue médico, aunque tal vez poco ortodoxo), así como la
de Heráclito en Sobre la dieta y la de Diógenes de Apolonia en Sobre los vientos. Algún texto médico de tono divulgador, como el Sobre la ciencia médica, bien pudo ser
redactado por un sofista, y en este caso se ha sugerido el
nombre de un enciclopedista como Hipias de Élide, al que
Platón ha caricaturizado estupendamente.
Por otro lado, sabemos que la medicina como un saber técnico influyó en otros autores de la época clásica,
como Tucídides o Platón. Es precisamente Platón quien
en su Fedro menciona con elogio y como ejemplar el método de Hipócrates, siendo nuestra fuente clásica mgs antigua sobre el amplio prestigio de su contemporáneo. No
hay, en cambio, huellas en nuestros textos hipocráticos
de la teoría socráticoplatónica del alma como principio
de vida trascendente a las funciones del cuerpo. La palabra psyché aparece muy pocas veces en los tratados del
Corpus (p. e. en el Sobre la dieta) y no tiene un sentido
importante. El hombre es, para estos médicos, un cuerpo,
sano o enfermo, cuyos trastornos psíquicos tienen también un origen corporal. También conviene recordar que
será Aristóteles, hijo de un médico de la corte macedonia, quien desarrolle en sus
tratados sobre los animales una
primera anatomía comparada, que algunos médicos helenísticos, posthipocráticos, sabrán aprovechar.
Basten estas breves indicaciones de introducción sobre el lugar y momento en que se desenvuelve el pensamiento hipocrático. Esta medicina pionera se desarrolló
con talante científico, aunque con medios terapéuticos muy
limitados, con evidentes lagunas básicas en su visión general de la enfermedad (recordemos, por ejemplo, que los
griegos ignoraban la existencia de los microbios, carecían
de una química elemental y tenían un instrumental médico rudimentario y una farmacopea muy reducida). El nivel de la ciencia hipocrática, por citar el titulo de un libro
de R. Joly, debe estimarse más que por sus logros concretos por sus afanes racionalistas y sus objetivos. Es cierto
que subsisten en esos textos antiguos ciertos restos de
creencias populares (aunque la crítica de la superstición
es muy fuerte en algunos textos básicos~ y que a veces se
impone una tendencia —muy propia del pensamiento griego antiguo— a teorizar sin sólida base experimental. Sin
embargo, conviene, pensamos, evaluar esa <hazaña científica» no tanto por sus logros concretos como por sus
planteamientos y sus anhelos. Y recordar cuántos siglos
habrán de pasar para que esos métodos terapéuticos y
esos esquemas teóricos sean desplazados por una medicina más experimental y más capaz, y, sobre todo, por
una medicina estimulada por otras técnicas de exploración del interior humano y una más amplia farmacopea.
LA MIRADA DEL MÉDICO
Como hemos subrayado ya, el médico hipocrático .se
considera un profesional, que aplica su téchne al cuidado
de los enfermos. La therapeía del cuerpo del enfermo constituye su objetivo. Con su
tratamiento profesional, objetiyo, racionalizado, pretende devolver a éste la salud perdida. De modo que los conceptos de salud y enfermedad resultan básicos para comprender su actuación. Pretende
mediante su cuidado médico hacer que el enfermo recupere su salud natural, el buen orden de su cuerpo, el equilibrio interno —recordemos el símil de Alcmeón de la
isonomía de los elementos— que ha sido perturbado por
algún agente dañino. Todo debe funcionar de acuerdo con
la naturaleza, kat& physin. Vencer a la enfermedad significa recomponer o reconquistar la propia physis eliminando los factores dañinos que la descompensaban. Por tanto conviene saber qué es la naturaleza propia del cuerpo y
cómo está éste compuesto, a fin de intervenir en el proceso de curación.
Notemos, por lo pronto, que la atención del médico
—a diferencia de la teoría del filósofo— está enfocada a
un objetivo práctico. Saber qué es el hombre, en abstracto, indagar las archal de la corporeidad humana, es algo
importante, pero aquí está subordinado a una actuación
práctica, terapéutica, del médico.
De ahí que haya una cierta dependencia de las teorías
filosóficas, y también una polémica en cuanto la medicina quiere prescindir de las hipótesis de algunos presocráticos, tal como veremos en el tratado Sobre la medicina
antigua. El autor de este texto sostiene que la medicina
tiene más que ver con la alimentación bien programada
que con las hipótesis filosóficas acerca del ser último del
hombre.
La enfermedad, nósos, es, pues, el concepto central en
la perspectiva hipocrática. El hombre es, en esta perspectiva médica, ante todo un ser sujeto a las enfermedades, y
luego a la muerte. El cuerpo humano es así visto como un
recipiente complejo y un tanto misterioso, cubierto por la
piel y articulado por el esqueleto, que puede ser afectado
por heridas externas y desequilibrios internos. (La idea de que el cuerpo funciona como
un organismo, como una
máquina, y que los componentes del mismo son instrumentos, árgana, coordinados al servicio del conjunto no
está expresa en el Corpus Hippocraticum. El término
mismo de órganon, instrumento, aparece en contados casos y sin relieve especial. Hay en este punto notables diferencias respecto a la concepción aristotélica, que resulta
mucho más avanzada y moderna.) Detectar la enfermedad, prever su desarrollo, combatir su avance, y tratar de
restaurar la salud en el cuerpo dañado, tales son los afanes del médico como technítes al servicio de la sociedad.
La iatriké es una téchne y no una epistéme, y como tal arte
o ciencia aplicada debe definir bien sus objetivos y métodos para obtener sus resultados. Es un saber empírico, en
todo caso, que requiere una teoría previa, pero que debe
ser revalidada justamente en su praxis terapéutica habitual, mediante experimentos y comprobaciones metódicas. En ese sentido al hipocrático le importa menos saber
qué es el hombre que observar y comprender cuándo y
cómo enferma, y cómo puede ser devuelto a su salud natural, a su equilibrada naturaleza.
El médico hipocrático tiene unos medios de observación muy limitados. Como indica un estudioso moderno,
«La actitud ante la enfermedad era racional, pero los medios empíricos para su posterior conocimiento estaban
ausentes, ya que ni la estructura celular del cuerpo ni los
microbios que lo invaden podían ser vistos ni estudiados»
(Phillips). No tenían nada del complicado instrumental
moderno, por supuesto. Ni microscopios, ni estetoscopios,
ni rayos X. Acostumbraba el médico a servirse de sus facultades de observador, poniendo en juego todos sus sentidos y su práctica clínica. Todavía pasa por alto alguna
manifestación importante: no toma el pulso al enfermo,
por ejemplo. Para conocer el aspecto de las enfermedades
examina al enfermo buscando las manifestaciones externas de su mal. Hace honor a la sentencia de Anaxágoras ópsiS adélon ta phainómena,
«a partir de lo que se muestra debe ver lo oculto». A partir de los síntomas, t¿l sémeia, debe inducir los padecimientos internos y pronosticar el proceso morboso. Toda una semiótica se despliega
ante los ojos del médico, ininteligible al profano, reveladora para el profesional. El texto más significativo y claro
al resp&to es el comienzo del Pronóstico, que bien podría
estar escrito por el mismo Hipócrates. (Y el de Epidemias
1 23, que citaremos luego.)
El médico debe leer, por así decir, en el rostro y en la
postura del enfermo su dolencia. Y luego prever y profetizar el desarrollo de la misma y proveer con sagaz terapéutica a un éxito favorable. El pronóstico y no el diagnóstico es lo característico de ese saber médico, que ve al
enfermo como paciente de un proceso, en el que el cuerpo es como el campo de batalla de factores enfrentados.
El médico hipocrático no tiene un cuadro médico de muchas enfermedades con nombres específicos al que referirse, y dispone, por otra parte, de una farmacopea muy
pobre. De modo que trata de colaborar con los elementos
benéficos de la propia naturaleza del paciente, a fin de que
el decurso de la enfermedad tenga un buen éxito. Pronosticar ese desarrollo resulta prioritario, y la habilidad en el
pronóstico define al médico. Excelente observador en
muchos casos, anota los cambios del mal, atiende especialmente a los momentos decisivos, las crisis, y orienta,
por decirlo así, el proceso hacia un buen final. Pero muchas veces el médico se encuentra con la imposibilidad de
salvar al enfermo, cuando el daño es ya irreparable o imprevisible el remedio. (En algún texto del CH se recomienda al médico que no acepte tratar a los enfermos incurables o terminales, para no ser dañado en su prestigio
profesional, tan importante en el oficio.) Las historias
clínicas recogidas en los siete libros de las Epidemias revelan muy bien este proceder del médico, que registra y
anota día a día, minuciosamente, los síntomas del proceso morboso y en muchos casos
asiste al final, sin una actuación decidida ni un veredicto claro, a la muerte del
paciente. Estos documentos de los casos observados por
el médico, que viaja y estudia a los enfermos a lo largo de
sus días de enfermedad, muestran muy bien, en su sucinto
estilo, la capacidad de observación a la par que el temple
anímico de estos profesionales. El médico —atendiendo
al principio de ophelefn ¡cal me bláptein— apenas interviene en algunos casos, o no nos dice cómo ha intervenido,
sino que asiste al combate del enfermo con su dolencia
como un atento y refinado testigo.
EL OSCURO INTERIOR DEL CUERPO HUMANO
Los médicos griegos de la época clásica no practicaban la disección de cuerpos humanos, por razones de respeto religioso. Más tarde sabemos que sí la conocieron los
alejandrinos, e incluso se dice que en la Alejandría del siglo nI a. C. algunos audaces investigadores llegaron a practicar alguna vivisección humana experimental (sobre varios criminales convictos). Sí es probable que algunos hipocráticos diseccionaran animales, como lo hizo más tarde
Aristóteles y, desde luego, Galeno. De tal modo, el conocimiento que tenían del interior del cuerpo humano era
bastante vacilante e hipotético. Por otra parte, como ya
advirtió Aristóteles, el observar el interior de un cuerpo
muerto sin una debida preparación no permitía advertir
muchos elementos importantes de su funcionamiento, ya
que éste había dejado de comportarse como en el ser viyo. Fue la anatomía comparada aristotélica la que permitió avanzar en este terreno, pero aún en ella perduraron
muchos errores anteriores.
El interior del cuerpo, negado a una sensación directa, lejano a esa aísthesis toú sómatos que un famoso texto invoca como el criterio
fundamental del conocimiento
médico (la sensación que el médico tiene del cuerpo del
enfermo), es pensado como un largo recipiente en el que
están instalados los órganos fundamentales —corazón,
pulmones, estómago, etc.— y por el que circulan unos
fluidos mutantes, como la sangre, el aire, el agua, la bilis,
etc., es decir, lo que los médicos de la segunda generación
hipocrática llaman los «humores». En ese espacio hueco
interior, en el que los huesos forman el armazón esquelético, revestido luego por las carnes y los nervios, existen
además unos conductos que transportan esos humores y
los distribuyen por el cuerpo, aunque las ideas sobre sus
conexiones (con el cerebro, el corazón, los pulmones, el
estómago, etc.) varían bastante. Suelen distinguir nuestros
autores los «nervios» o tendones, neurd, y los tubos huecos por donde circulan los humores, sin separar las venas
de las arterias hasta una fecha algo posterior. (Tanto unas
como otras son llamadas phlébes.) Se discute si los hipocráticos conocieron la circulación de la sangre, en cualquier caso sus nociones sobre todos esos conductos interiores y su función están bastante alejadas de lo real. Más
tarde daremos algunas precisiones sobre estos elementos,
pero ahora quiero sólo indicar que la idea vaga y general
del interior del cuerpo está fundada en una concepción
imaginativa, y no en conocimientos anatómicos relevantes. De hecho, se ha dicho con razón que la medicina hipocrática es todavía preanatómica. Y la representación
del cuerpo en su interior carece de un esquema claro de
sus órganos y vasos.
Citaré al respecto unos párrafos de M. Vegetti, un buen
conocedor de estos textos:
<El paradigma más difundido y dominante —como
ha mostrado Robert Joly— comporta una concepción del
cuerpo como recipiente hueco, dentro del cual circulan
fluidos que se combinan, s~ encuentran y reaccionan entre sí; los órganos internos, en los casos raros en que son tomados en cuenta, son
considerados como canalizaciones o como bombas aspirantes y evacuantes respecto al
fluir de esos líquidos.
Cuando, excepcionalmente, ánthropos viene pensado
en su acepción antropológiCa complexiva —y esto acaece
siempre por efecto de una presión teórica externa a la
medicina, que se origina en el campo de la filosofía de la
naturaleza— el concepto viene constantemente reducido
a los elementos que llenan el recipiente. Eso sucede de
modo ejemplar al comienzo del De natura honíinis: el
hombre no es únicamente uno de los fluidos comprendidos en el cuerpo, pero si es correcto afirmar que ‘el cuerpo del hombre tiene en si sangre, flegma, bilis amarilla y
negra’>’.
<El materialismo médico antiguo es coherente —sigue diciendo Vegetti algo más adelante— en la concepción del hombre como un recipiente in-formado de los
materiales que ingresa, y capaz de transformarlos en fluidos que en él discurren hasta la evacuación, normal o
patológica. El alma misma está concebida en Sobre la
dieta como un fluido espermático, compuesto de agua y
fuego (1 7, 25), que penetra en el cuerpo, y circula en él a
través de poros y vasos (1 360), y se alimenta del humor,
hygrón, corpóreo (II 60-61). En Naturaleza de! hombre 6,
donde psyché mantiene el valor arcaico de principio vital,
ésta viene relacionada —por los médicos adversarios de
nuestro autor— a la sangre, cuya pérdida determina la
muerte. (En otros lugares, particularmente en Sobre los
aires, aguas y lugares, psyché tiene el valor psicológicoantropológico de ‘carácter’ de los individuos o pueblos.)
La imagen más difundida, que atraviesa textos de
inspiración metódica y doctrinal muy diferentes, es la
que representa el cuerpo como un campo de batalla, o
más bien como un terreno neutro en el que se desarrolla
la lucha por el poder entre elementos diversos...>’ (M.
Vegetti, <Metafora politica e immagine del corpo>’, en
Tra Edipo e Euclide, págs. 45-48).
El médico no tiene una idea clara de los procesos interiores del cuerpo, aunque sabe de algunos, como el de la respiración y el de la cocción
de los alimentos —pépsis—, y tiene una vaga idea de la conversión de éstos en
sustancias incorporadas en parte al mismo, y en parte
eliminadas por evacuación. De ahí la enorme importancia
que se concede a la dieta en su sentido más amplio y por
autores muy distintos, como son el que escribió Sobre la
medicina antigua (donde los comienzos de la medicina
auténtica coinciden con los descubrimientos de la alimentación conveniente al hombre) y el autor del Sobre la dieta.
El médico hipocrático presta gran atención a las cualida•des de los alimentos ingeridos, así como también estudia
las deyecciones del enfermo para informarse del decurso
de la enfermedad. Los excrementos, el sudor, el flato, el
aliento, muestran los síntomas del proceso morboso.
En cuanto al órgano central que dirige el conjunto de
todos esos cambios y movimientos internos, en el tratado
Lugares en el hombre se dice que «no hay ninguna arché
del cuerpo» (cap. 1), mientras que tanto Enfermedad sagrada como Naturaleza del hombre asignan un papel relevante en la dirección y origen de estos procesos al cerebro
y a la cabeza, respectivamente. En el Sobre el corazón se
sitúa el principio vital en el vetrículo izquierdo del corazón (cap. 10). Pero éste es un texto algo tardío, que supone
un avance en sus esbozos anatómicos, como se ha señalado a menudo. Según M. Vegetti y otros han comentado,
el pensamiento organicista sobre el cuerpo comienza con
Platón y con Aristóteles, y es éste quien en sus estudios
sobre los animales lleva hacia ~adelante la visión anatómica de los varios órganos del cuerpo, y de éste como una
estructura orgánica, con una perspectiva muy distinta a
la de los hipocráticos. Galeno intenta combinar luego ambas teorías.
Pero, así como la observación clínica del médico antiguo parece limitada a analizar lo que entra y lo que sale
de ese cuerpo humano, de cuyo interior sabe poco con
precisión, su atención a los factores externos que pueden afectar al equilibrio
natural del paciente le lleva a consi.
derar muy ampliamente el ambiente en el que vive y actúa. De ahí que la dietética se amplíe a un estudio del
ambiente y de las condiciones de vida de los pacientes. El
ser humano como individuo está condicionado por ese
entorno físico y climático. (La atención a esos factores externos es bien visible en textos un tanto programáticos
como Aires, aguas y lugares, pero también en muchas historias clínicas de las Epidemias.)
Predomina, en toda esta concepción del enfermo y la
enfermedad, una visión del hombre como organismo físico, que en gran parte se apoya en una idea previa de base
filosófica. Las relaciones entre la medicina y la filosofía
en Grecia son complejas, y hubo desde muy pronto influencias reciprocas, aunque la medicina es una de las
primeras ciencias en conquistar una plena autonomía
metódica. El escrito Sobre la dieta es, a este respecto, muy
interesante. Son numerosos los escritos médicos que exponen en un comienzo ideas generales sobre el hombre y
el cosmos, para luego avanzar hacia un tratamiento concreto de sus temas médicos. Pero la atención al conjunto
del ser humano, a la ph>isis que es la norma de la salud,
caracteriza a la mayoría de los textos más antiguos.
•
LA CIENCIA MÉDICA Y SU CONTEXTO HISTÓRICO
La medicina hipocrática se configura en un horizonte
histórico e intelectual que podemos delimitar con precisión. Los tratados más significativos del CH (El pronóstico, Sobre la medicina antigua, Epidemias 1 y m, Sobre la
dieta en las enfermedades agudas, Sobre la enfermedad sagrada, Sobre los aires, aguas y lugares, Sobre la dieta, etc.)
están escritos en los últimos decenios del siglo y o a comienzos del siglo IV a. C. Son obra de Hipócrates o de otros médicos de su generación.
Esto es lo que nos interesa destacar: estos profesionales de la medicina pertenecen a un
momento muy bien caracterizado de la cultura griega, el del apogeo de la ilustración y del
racionalismo.
Tienen un patrimonio tradicional, en cuanto technítai de
la curación y demiourgo4 formado por un repertorio de
observaciones y experiencias adquiridas en la práctica
propia y en la enseñanza recibida de sus maestros y precursores en el arte, médicos ambulantes, y también maestros de gimnasia y educadores de atletas. Pero, bajo el influjo de la teoría filosófica
acerca de la regularidad de la
naturaleza, estos escritores médicos tratan de explicitar
los fundamentos teóricos de su arte y de confirmar la validez de su ciencia
exponiendo sus principios generales.
•
Siempre sin perder de vista el objetivo final: combatir las
dolencias y devolver al hombre la salud, su condición natural. Se empeñan en demostrar que la medicina, como
ciencia real, téchne eoúsa, no sólo es una práctica benéfica, sino también un saber operativo acerca del hombre y
del mundo en el que vive y perece. La hazaña intelectual
de estos médicos ha pervivido como impulso hacia el co•
nocimiento del hombre, más allá de sus limitados logros
en motivos concretos de su dominio científico.
Uno de los pocos datos firmes que tenemos sobre Hipócrates es el de su nacimiento en Cos hacia el 460 a. C.
Esto quiere decir que era un estricto coetáneo de Demócrito de Abdera y que era unos diez años más joven que
Sócrates. Bien pudo escuchar, como señala la tradición
biográfica, al famoso Gorgias, y tomar lecciones de su
hermano, el médico Heródico de Selimbria, reputado por
sus tratamientos dietéticos. Sabemos también que ejerció
la actividad médica en el norte de Grecia (en Tesalia y en
Tracia, como el autor de Epidemias 1 y III) y en la isla de
Tasos y cerca del Ponto Euxi no, y que murió en Larisa a
una edad avanzada. Debió de gozar pronto de prestigio
como profesional ilustre, a juzgar por la referencia de Platón en el Protágoras (31
Ib) que lo nombra como ejemplo de un maestro en su oficio, dispuesto a enseñar a
otros mediante salario. (El Protágoras fue escrito hacia el
395 a. C., y sitúa el coloquio allí narrado unos treinta
años antes.)
Era uno de los Asclepiadas, es decir, uno de los descendientes de Asclepio, el héroe fundador de la medicina.
Al remontar su genealogía hasta el sabio hijo de Apolo,
los médicos de Cos sólo destacaban el carácter gremial y
familiar de su oficio, lo mismo que los rapsodos de Quíos,
los #Homéridas», remontaban la suya hasta el patriarca
‘de l~ épica, Homero. También sus hijos fueron médicos,
Tésalo y Dracón, y a su yerno Pólibo le atribuyeron algunos autores antiguos el tratado Sobre la naturaleza del
hombre.
La Antología Palatina (X’II 135) nos ha transmitido un
hermoso epitafio honorífico, que le rinde alabanzas como
a un noble guerrero, y que pudo estar grabado sobre su
tumba en Larisa:
El tesalio Hipócrates, de linaje coico, aquí yace,
que, nacido del tronco divino de Febo, trofeos múltiples
erigió derrotando a las enfermedades con las annas de Higiea,
y consiguió inmensa gloria no por azar, sino con su ciencia.
Pero en ese combate «con las armas de Higiea», que
logra sus victorias no de la casualidad, sino del saber técnico, ou t~chei allá téchnei, Hipócrates no era, sin duda,
un guerrero solitario. Su actividad profesional se inscribe
en una tradición larga dentro de la historia social griega,
ya que desde los poemas homéricos está atestiguado el
prestigio de algunos médicos. (Cf. fiada XI 514; Odisea
XVII 383.) Sabemos, luego, de la estimación y altos emolumentos de destacados médicos, como Democedes de
Crotona, que trabajó en Egina, en Atenas, y en la corte del
tirano Policrates en Samos (según cuenta Heródoto, m
131), o como Ctesias de Cnido, que lo hizo en la corte persa de Artajerjes II, o como
Onasilo y sus hermanos, a
los que alude una inscripción chipriota de Edalion (de
mediados del siglo y) prometiéndoles una elevada suma o
tierras por atender a los heridos en un asedio de la ciudad. Tanto en la guerra como en la cotidiana práctica de
la vida ciudadana, el médico era un demiurgo necesario y
apreciado, un «artesano» itinerante, hábil en su oficio, en
una praxis que requiere la habilidad manual y el ejercicio
constante de la inteligencia. Ya desde mucho antes de
Hipócrates la medicina griega se había desarrollado sobre
unos supuestos empíricos y técnicos, al margen de la medicina religiosa y de la superstición popular.
La distinción entre el médico que cura heridas de guerra mediante la cirugía y diversos cauterios, y el médico
de enfermedades internas, está ya en la épica, según unos
versos de Arctino en su poema El saco de Troya (compuesto a fines del siglo vm a. C.), que se refiere a Macaón y
Podalirio, hijos de Posidón aquí (o de Asclepio, según la
versión homérica):
Su padre, el ilustre Sacudidor de la tierra, les concedió sus dones a ambos, pero a uno lo hizo más glorioso
que al otro. A uno lo dotó de manos más ligeras para sacar dardos de la carne, y para cortar y aprontar remedios
a todas las heridas. Al otro le infundió en el pecho todo
lo preciso para reconocer lo escondido y para curar lo
incurable. Él fu~ el primero en advertir los relampagueantes ojos y la abotargada mente de Áyax enloquecido.
Volviendo a ello, es importante destacar que la medicina griega se había desligado, desde muy antiguo, de cualquier vinculación con las prácticas religiosas y con la magia. Ya en Homero hay testimonios de ese médico que
actúa al margen del sacerdote purificador. Es el caso de
Macaón, hijo de Asclepio, que «vale como médico por muchos hombres» y sabe «extraer los dardos y aplicar suaves
remedios a las heridas» (11. XI 5 14-5). Aunque en Grecia perduraron con éxito los
santuarios y templos donde, bajo
el patrocinio de Asclepio, se operaban milagrosas curas, y
la medicina popular que recurría a prácticas mágicas y a
remedios supersticiosos siguió contando siempre con numerosos adeptos, la medicina científica discurrió por caminos propios, bien diferenciados de los frecuentados por
magos, adivinos, curanderos de varios tipos y trazas, y adivinos de diversa catadura. Tanto el autor de Sobre la enfermedad sagrada (1, 2, 17) como el de Sobre los aires, aguas y
lugares (que bien pudiera ser el mismo) expresan su desdén
hacia los practicantes de esos turbios remedios, y manifiestan su confianza en que todas las enfermedades son naturales y deben tratarse por medios naturales.
Por otro lado, la deificación de Asclepio no parece un
proceso demasiado antiguo. Según L. Edelstein, se produjo
a fines del siglo vi a. C., cuando, en la tendencia a personalizar la relación religiosa del enfermo con la divinidad curadora, se habría desplazado a Apolo, el Sanador por excelencia, Péan, en favor de Asclepio, el héroe, hijo del dios y
de la ninfa Corónide. El culto a Asclepio, atestiguado en
Epidauro hacia el 500 a. C., se introdujo en Atenas hacia el
420 a. C. y en Cos a mediados del siglo iv. Es decir que en
Cos no existía ni el templo ni el culto en tiempos de Hipócrates, cuando la escuela de medicina era ya famosa. Con
este dato queda rechazada la hipótesis de E. Littré, que
pensaba en una influencia de los casos recogidos en los
anales y tablillas votivas de los templos en las notas de los
médicos (en Prenociones de Cos y Predicciones 1). El culto
es posterior y subsistió en buenas relaciones con las prácticas de los médicos, que podian enviar a sus enfermos deshauciados a visitar los templos como último recurso.
Ya antes de Hipócrates había médicos y escuelas médi-
cas en diversas ciudades griegas; las había en el sur de Italia, donde Crotona fue, en el siglo vi, la escuela más prestigiosa, en Cirene, en Cnido y en Cos. Hipócrates es un
heredero de técnicas y saberes que él y sus contemporáneos harán avanzar mediante
una mayor conciencia metódica y con una teoría mucho más ambiciosa en cuanto a su
visión de la medicina como un saber causal en torno a las
enfermedades y la salud. Para este progreso, la medicina
recibió un impulso decisivo de la filosofla presocrática, de
esa physiologla jónica que aspira a describir una concepción del mundo ordenado según unos principios fundamentales inmanentes a los procesos naturales. Y tampoco
fue Hipócrates de los pioneros en pretender expresar una
concepción filosófica de la enfermedad y la salud, o del
hombre como un organismo complejo sometido a la acción
de diversos factores naturales. A una generación anterior
pertenecen Alcmeón de Crotona, y Empédocles de Agrigento, y Diógenes de Apolonia, por citar los nombres de tres
influyentes pensadores del período presocrático. En el CH
hay huellas de diversas teorías filosóficas, pero hay también un empeño por destacar la autonomía del saber médico respecto de esas teorías generales. En este punto se
inserta, creemos, el empeño hipocrático de fundamentar
la medicina como saber, como téchne ejemplar, en una
cosmovisión racional de las últimas causas del acontecer
humano; pero, a la vez, en una serie de prescripciones
para la actuación del médico con una bien definida finalidad: la de velar por el mantenimiento de la salud y la de
alejar las dolencias del cuerpo.
La concepción de la salud como un equilibrio interno,
y de la enfermedad como un excesivo predominio de un
elemento sobre otros, fue expuesta por Alcmeón y recogida por los médicos hipocráticos. También la teoría de que
el cerebro es el centro de la actividad mental procede de
él; así como la teoría acerca del pneúma vital procede
de Diógenes. Pero lo que define a la medicina hipocrática no
es tanto la aceptación de estos conceptos, como su aprovechamiento. El conocimiento de la naturaleza, y en especial de la naturá!”za del hombre, por parte del médico
tiene una finalidad práctica: la conquista de la salud, la restauración del equilibrio
somático. El afán especulativo
por conocer las causas de los procesos naturales se combina, en la actividad médica, con la observación y la experiencia clínicas. Esta combinación es lo que otorga un sello característico al saber hipocrático. Aun en los autores
que recriminan el uso de postulados filosóficos o de hypothéseis (como el autor de Sobre la medicina antigua) encontramos una gran dosis de especulación. Y en los escritores más especulativos, como el autor de Sobre la dieta,
encontramos constantes referencias al dato sensible y a la
observación de los síntomas específicos. La medicina encuentra en la «sensación del cuerpo», aísthesis toú sómatos, el criterio fundamental para la verificación de la teoría. Atento a los síntomas, el hipocrático interpreta una
semiótica que le conduce a un empirismo muy concreto.
Los signos corpóreos son la base de la terapia, las indicaciones por las que se rige el pronóstico y la medicación.
Hipótesis, observación de los síntomas, conjetura de las
causas morbosas, medicación, son etapas de un proceso
metódico en el que se complementan la experiencia sensible (aísthesis) y la reflexión (logismós) para aplicar los
recursos de la ciencia (téchne siempre y no epistéme) en
favor del paciente. La naturaleza, el médico y el enfermo
han de colaborar en esa reconquista de la salud. Y el conocimiento del médico es el instrumento fundamental, aunque limitado, para obtener la victoria.
Una gran importancia en esta concepción tiene el haber identificado la enfermedad como un proceso morboso que afecta al organismo en su conjunto; es más, como
un proceso determinado por causas concretas que se desarrolla con síntomas típicos y predecibles en un curso regular. El médico hipocrático sabe predecir ese curso, como
sabe, desde un momento definido del mismo, conjeturar
el pasado del mismo, y emitir su juicio a partir de los síntomas presentes y el recuento de los anteriores: eso es el
pronóstico.
La enfermedad presenta en su decurso unos momentos decisivos. Son las crisis, en las que se decide el rumbo
del proceso patológico, bien hacia la salud (mediante la
evacuación o el depósito o apóstasis de los elementos datimos), o bien hacia una muerte irremediable. Junto con
este concepto es también interesante la cOncepción de
que los elementos morbosos sufren una especie de cocción (pépsis, pepasmós) por la que pierden su carácter datimo y quedan, por así decir, digeridos por el organismo.
Hay días críticos y momentos en que la intervención del
médico puede ser decisiva. El médico debe estar atento y
actuar aprovechando el kairós, ya que el tiempo es un factor incuestionablemente valioso en toda terapia.
Por lo demás, el médico hipocrático parece advertir de
antemano que la enfermedad es una abstracción y que lo
que él tiene ante sí es siempre a un enfermo, a un hombre
sufijente al que ha de salvar con unos medios muy limitados. Muchas veces, ante las enfermedades más graves el
médico se ve obligado a prescribir una dieta que ayude al
enfermo a mantenerse con fuerzas para resistir y a procurar no exacerbar las dolencias. Son escasos los medicamentos que el médico tiene a mano, y los conocimientos de fisiología y anatomía tampoco le proporcionan una ayuda
eficaz en el tratamiento de las enfermedades agudas. Por
ello se confina en la observación minuciosa y atenta.
En los libros 1 y III de Epidemias se nos cuentan cuarenta y dos casos cinicos, de los que veinticinco (un 600/o)
concluyen con la muerte del paciente. Son raras las referencias a los tratamientos aplicados, mientras que la atención se concentra en los síntomas del enfermo. Estos casos historiados son una muestra del talante científico con
que el médico periodeuta, probablemente el mismo Hipócrates, atiende a los enfermos más graves. Sin ambages, en algunos textos se aconseja al médico no tratar los
Casos desesperados (sin duda, para evitar posibles cenSuras posteriores).
Para diagnosticar un caso son múltiples los factores
que el médico debe observar, como advierte un texto citado con frecuencia (Epidemias 123):
En lo que respecta a las enfermedades, las reconocemos a partir de los siguientes datos, teniendo en cuenta la naturaleza humana universal y la particular e individual, la de la dolencia, la del paciente, las sustancias
que se le administran, quién se las admiistra — si a partir de esto el caso se presenta de soluc¡óft más fácil o
más arduo —, la constitución atmosférica general y la de
los astros y cada terreno en particular, y lo que respecta
a los hábitos, el régimen de vida, las ocupaciones, y la
edad de cada uno, con sus palabras, gestos, silencio, pensamientos, sueños, insomnios, pesadillas, cuáles y cuándo,
y sus tics espasmódicos, sus picores, sus llantos, junto
con sus paroxismos, deposiciones, orinas, esputos, vómitos, y todo aquello que indica las mutaciones de la enfermedad y sus depósitos en un sentido crítico o mortal:
sudor, tensión, escalofríos, tos, estornudos, hipo, re~piración, eructos, ventosidades, silenciosas o ruidosas, hemorragias, hemorroides. Hay que atender a todo esto y a
lo que con estos síntomas se indica.
La observación detenida del paciente en su contexto doméstico y en su situación más general requiere del
practicante de esta medicina un enorme esfuerzo de atención, al que el médico presta todos sus sentidos: <Es una
tarea el examinar un cuerpo. Requiere vista, oído, olfato,
tacto, lengua, razonamiento», dice una sentencia de Epidemias (VI 8) (TÓ sóma ¿rgon es tén sképsin dgein, ópsis,
ako~, ns, haph~, glóssa, logismós). Hay que tener en cuenta — como remacha en Sobre el dispensario m¿dico 1—
<lo que es posible ver, y tocar y escuchar. Y lo que es posible captar (aisthésthai) por la vista, el oído, el tacto, el
olfato, la lengua, y la reflexión (gnómei), cuantas cosas es
posible conocer con todos nuestros medios».
Los reproches que al comienzo de Sobre la dieta en
las enfermedades agudas se hacen a los tratamientos terapéuticos de la escuela cnidia
nos ayudan a precisar
aquellos puntos en los que el autor estaba orgulloso de
la superioridad de su perspectiva. Allí se centra la crítica a la doctrina de las Sentencias cnidias en tres puntos:
los cnidios dan poca importancia al examen prognóstico
del enfermo y se guían sólo por las declaraciones del paciente, como podría hacerlo un profano; sus tratamientos son rígidos y usan unas cuantas recetas demasiado
estereotipadas de antemano; en su afán por clasificar y
denominar las enfermedades se fijan demasiado en pequeñas distinciones, a veces irrelevantes para la tipología, y creen que la denominación distinta requiere un
tratamiento distinto. Frente a estos trazos, el médico
hipocrático se fija menos en dar nombre a las enfermedades y mucho más en el estado general del enfermo y
en la evolución del proceso morboso; atiende a la dieta
con cuidado de evitar cambios bruscos, a la vez que procura no debilitar demasiado al paciente con un régimen
alimenticio severo o contraproducente; su examen profesional de los síntomas le conduce a emitir un pronóstico sobre la evolución del enfermo.
El escaso interés por la nomenclatura y por el diagnóstico diferencial es característica notable del autor de El
pronóstico y de Sobre la dieta en las enfermedades agudas.
En su comparación del hombre sano con el enfermo, que
es una regla básica para el juicio médico, el hipocrático
atiende al conjunto orgánico dañado más que a los órganos
concretos afectados; deja un tanto de lado los diagnósticos
locales para atender al cuadro sintomático general. Y, del
mismo modo, atiende al curso de la enfermedad más que al
estado momentáneo del paciente. Cada paciente presenta
al cuidador su historia clínica, recogida en los casos narrados en Epidemias, y aludida en El pronóstico. Pero el sujeto
de esa historia no es la enfermedad (en cuanto realización
de un tipo abstracto), sino el paciente con su naturaleza
individual y su organismo humano.
Los autores del CH tenían escasos y rudimentarios conocimientos de anatomía, ya que no practicaban la disección de cuerpos humanos (sin duda por motivos religiosos y legales). Desconocían el sistema nervioso. Tenían
una vaga y errónea idea del sistema vascular y de la circulación de la sangre. (Los textos en que se reconoce al corazón como centro del sistema son postaristotélicos.) Su fisiología se centraba en la explicación de la función de los
humores (flegma o flema, y bilis, amarilla y negra), la mez-
cla de éstos (la lcrásis, esencial para la salud y de la que dependía el temperamento determinado de una persona), la
circulación interna del aire vital (el pne¡2 ma) y de la sangre
y el agua, junto con los humores ya citados. Los mutuos
impedimentos eran el agente de numerosas dolencias. Las
causas de las mismas estaban fundamentalmente en la alimentación inadecuada — que produce residuos superfluos
difíciles de eliminar (perissómata) o gases (ph5sai) —, o en
• los trastornos producidos por el ambiente, que es especialmente perturbador en los cambios de estación y que
afecta al organismo de muy diversos modos. Sin conocimientos de química, especulaban sobre las reacciones del
organismo humano ante factores elementales: lo cálido y lo
frío, lo seco y lo húmedo, y lo amargo y lo dulce, lo crudo y
lo cocido, etc. Las explicaciones pueden variar, y son de
hecho bastante variadas, pero todas ellas pueden reducirse
a unos esquemas etiológicos muy similares. Por otro lado,
el instrumental médico era muy limitado (excepto en cirugía, donde las intervenciones eran más efectivas y precisas)
y los remedios de la farmacopea antigua muy sencillos. «La
actitud ante la enfermedad era Racional, pero los medios
empíricos para su posterior conocimiento estaban ausentes, ya que ni la estructura celular del cuerpo ni los microbios que lo invaden podian ser vistos ni estudiados». (E. D.
Phillips, Greek Medicine, Londres, 1973, pág. 34).
Calibrar el nivel de la ciencia hipocrática es difícil.
Calificar esta medicina como «precientifica» nos parece inadecuado e injusto. Es una
ciencia incipiente, con un esfuerzo metódico y sistemático por alcanzar la condición de una ciencia positiva, basada en principios objetivos y en una percepción ajustada y minuciosa de la realidad. Desde sus comienzos tiende a servirse de postulados
generales y, a la vez, a desligarse de las especulaciones
filosóficas, en su afán por obtener un conocimiento del
hombre y su entorno que le permita una actuación eficaz.
Desde luego, no logra prescindir de esas especulaciones
arriesgadas, ni comprueba sus hipótesis mediante la experimentación. Los experimentos son casi inusitados y la
tecnología apenas se desarrolla. Como señala R. Joly, «el
médico griego quiere atenerse a la observación estricta;
incluso cree atenerse, pero en realidad, a menudo proyecta sobre los hechos que observa unos a priori inconscientes que los recubren o los enmascaran completamente».
Pero, ¿es que acaso podíamos esperar que sucediera de
otro modo? Todo nuevo saber, todo avance científico, se
inscribe en el marco de un sistema de ideas y creencias
precedentes; las generalizaciones, que en parte heredó de la
physiolog(a presocrática y en parte construyó ella misma,
condicionaron y limitaron la objetividad científica de la
medicina hipocrática. A pesar de su denodado empeño de
observación y experiencia, los médicos griegos no pudieron
liberarse de tales concepciones erróneas, sino que encasillaron sus datos empíricos en esos esquemas de explicaciones vagas y poco adecuadas. Ph5sis philei kr>$ptesthai, <la
naturaleza gusta de ocultarse», como decía Heráclito, y el
proceso de desvelamiento (que es lo que etimológicamente
significa el término alétheia «verdad») es arduo. La medicina hipocrática camina, creemos, por el sendero que conduce a la ciencia médica moderna, pero dista largo trecho de
la ciencia actual. Ello no resta interés a su estudio. Al contrario, apreciando bien la distancia, se pueden justipreciar
mejor sus méritos y admirar con justicia su audacia.
JURAMENTO
Juro por Apolo médico, por Asclepio, Higiea y Panacea, así como por todos los dioses y diosas, poniéndolos
por testigos, dar cumplimiento en la medida de mis fuerzas y de acuerdo con mi criterio a este juramento y compromiso:
Tener al que me enseñó este arte en igual estima que
a mis progenitores, compartir con él mi hacienda y tomar
a mi cargo sus necesidades si le hiciere falta; considerar
a sus hijos como hermanos míos y enseñarles este arte,
si es que tuvieran necesidad de aprenderlo, de forma
gratuita y sin contrato; hacerme cargo de la preceptiva,
la instrucción oral y todas las demás enseñanzas 2 de mis
hijos, de los de mi maestro y de los discípulos que hayan
suscrito el compromiso y estén sometidos por juraménto
a la ley médica, pero a nadie más ~.
Haré uso del régimen dietético para ayuda del enfermo, según mi capacidad y recto entender: del daño y la
injusticia le preservaré.
No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco
letal, ni haré semejante sugerencia ~. Igualmente tampoco proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo ~.
En pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte ~.
No haré uso del bisturí ni aun con los que sufren del
mal de piedra: dejaré esa práctica a los que la realizan ~.
cia A cualquier casa que entrare acudiré para asistendel enfermo, fuera de todo agravio intencionado o corrupción, en especial de prácticas
sexuales con las personas, ya sean hombres o mujeres, esclavos o libres ~.
Lo que en el tratamiento, o incluso fuera de él, viere
u oyere en relación con la vida de los hombres, aquello
que jamás deba trascender, lo callaré teniéndolo por
secreto.
En consecuencia séame dado, si a este juramento fuere fiel y no lo quebrantare, el gozar de mi vida y de mi
arte, siempre celebrado entre todos los hombres ‘~. Mas
si lo trasgredo y cometo perjurio, sea de esto lo contrario.
NOTAS AL TEXTO
Salvo en casos excepcionales, la enseñanza de la medicina en Grecia no era gratuita, como tampoco lo era su ejercicio. Hipócrates cobraba por enseñar (PLATÓN, Pro¡agoras 311 b-c) y. probablemente, también
por ejercer, ya que toda profesión tenia derecho a un salario y la medicina no era excepción; pero es dificil saber las cantidades percibidas, pues
los textos que nos hablan de ello son de épocas posteriores, cuando ya
algunos médicos hacían fortuna (E. L¡TTRÉ, Oeuvres complé¡es d’Hippocra¡e, iv, París, 1861, pág. 613). Entre los médicos hipocráticos sólo se
rechaza el afán de lucro, como aparece, principalmente, en Sobre la decencia y en Preceptos. Unas breves y precisas indicaciones pueden verse
en P. LAIN ENTRALGO,La medicina hipocrazíca. Madrid, 1970. págs. 388-9.
En este compromiso de Juramento, K. DC¡cHGRABER(.Die árztliche Standesethik des hippokratischen Eídes~, Que!!. u. Siudien z. Geschích¡e d.
Naturwissenscha fien u. d. Medízin 3 [1933], 102 [cit., en adelante, .Standesethik,J) ve una manifestación de la defensa de los intereses de famílía o de gremio, que también se písarna en la obligación de compartir la
hacienda con el maestro, en la de subvenir a sus necesidades y en la de
atender a la educación de sus descendientes.
2 Juramenío señala tres tipos de enseñanza: parangellíé (preceptiva)
designa el conjunto de reglas y preceptos relativos a la actuación del médico en el ejercicio de su profesión; akro¿sis es la enseñanza oral, cualquiera que sea su nivel y aunque esté tanibién explicada en libros; loipE
mdth~sis es el resto de los conocimientos médicos, las cuestiones particulares, tanto teóricas como prácticas, que se presentan en el ejercicio
médico y que el alumno aprende en su contacto con el maestro o en la
asistencia a los enfermos. Algunos autores han entendido que parange1,1 se referia a escritos esotéricos, pero con ello se violenta arbitrariamente la acepción común del vocablo (Lírr~É, Oeuvres..., lv, págs. 613-5).
JURAMENTO
5
W.
H. S. JONES considera esta división de la enseñanza como algo curioso e inhabitual, probablemente porque no le encuentra paralelos coetáneos (The Doctor’s Oa¡h, cambridge, 1924, pág. 43, n. 1). Por el contrarío, L. EDELSTEIN (The hippocratíc Oarh. Texí, Transiation and In¡erpre¡a¡ion, Baltimore, 1943 [= Anciení Medicine. Selec¡ed Papers of Ludwig
Edeistein, ed. poro. y c. L. TEMKIN, Baltimore, 1967, pág. 47]). siguiendo
su datación tardía de Juramento, la remite a textos del pitagórico ARIsTóXENO (58 D l-D 9, DK).
3 En la antiguedad existían familias de médicos, en donde la enseñanza se transmitía de padres a hijos como una herencia. La Grecia de
los siglos vi y y presenta a Asclepio como el padre y fundador de la familia médica, en cuyo seno se conserva y se transmite el arte; los biógrafos de Hipócrates nos dicen que su abuelo, su padre, sus hijos y sus nietos fueron también médicos; Platón menciona a Acumeno y a su hijo En-
ximaco, ambos de profesión médica, y el médico más representativo del
s. iv, Diocles de canísto, fue también hijo de médico. La existencia de estas familias fue un hecho corriente en la antiguedad (cf. DEICHORABER,
.Standesethik,,, pág. 101). Por testimonio de GALENO, en su escrito Sobre
las operaciones a~’atÓmicas 11 280-281 K., sabemos que, en esas familias,
los hijos aprendían desde pequeños no sólo a leer y escribir, como en el
resto de las familias, sino también los conocimientos médicos, incluida
la disección. El mismo Galeno piensa que, en un principio, esas familias
médicas constituían un clan cerrado al que ningún extraño tenía acceso;
pero no existen documentos que lo avalen, ya que los que se nos han conservado son coetáneos de Juramento (cf. LITTRÉ, Oeuvres..., IV, págs.
611-12). De ser así, la situación cambió con el tiempo: PLATÓN (Prolagoras
31 ib) afirma que también los extraños eran admitidos por Hipócrates
como alumnos; GALENO lo confirma de la familia de los Asclepiadas (11
281 K.). Ambas posibilidades, pues, existían entre los asclepiadas de cos
en el último tercio del s. y. También Juramento muestra que era posible
incorporarse a la profesión médica aun no perteneciendo a una de esas
familias, que estaban abiertas a los extraños.
Dianéma designa, principalmente, el regimen alimenticio, pero en
la antiguedad comprendía también otros tratamientos, como los baños
y determinados ejercicios, según se ve en Sobre la medicina antigua. El
hecho de que se mencione aqui en primer lugar la dietética y luego se
aluda a la farmacología y a la cirugía sirvió a EDELSTEINAnCIenI Medicine..., pág. 22) de argumento, junto a otros, en lavor del origen pitagórico
de Juramento. Según L¡rTR~(Oeuvres..., IV, pág. 622). esta división de la
medicina en tres ramas es conocida sólo desde tiempos de Herófilo (cl.
cELso, II). ARÍSTÓxENO (58 D 1, DK) la atribuye a los pitagóricos, quienes
creían, sobre todo, en la eficacia de la dietética, confiaban menos en la
larmacología y ponían en último lugar la cirugía y las cauterizaciones
(cf. también PLATÓN Timeo 87c-89d). Pero hay que tener en cuenta que
6
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
r
una valoración similar de estos tres campos se encuentra en la escuela
medica llamada ~empírica.. (K. DEICHGRABER, Die griechzsche Empirikersc,tíuíe, Berlín-Zurich, 1965, pags. 120 y 289). Por otro lado, en el mismo
CH un libro está consagrado a regular la alimentación en caso de enfermedades agudas; Sobre la medicina antigua ve en el descubrimiento de
la dieta adecuada un hecho capital, origen de la ciencia médica, y en
los dernas escritos nosológicos la dicta ocupa siempre el primer lugar
en el tratamiento de los enfermos, antes que la farmacología y la cirugía. Juramento sigue, en este punto, la tendencia general de la medicina
de la época (ct. H. L)ILLER, Kleine Schri fien zur antiken Medizin, BerlínNueva York, 1973, pag. 211).
Los medícos hipocraticos tenían en su poder medicamentos, algunos de naturaleza senenosa, que ellos mismos preparaban o que pedían
al larmaceútico (p/aarmakopólés). En cualquier caso, los médicos debían
conocer los componentes con su dosificación y administrar los remedios
(cl. Sobre la decencia 9). En opinion de DE¡cHoícsaER(.Standesethik~, págs.
107-8), no se trata aquí de la eutanasia, que no ofrecía problema en la
antiguedad, sino del envenenamiento y, como caso especial, del suicidio.
Tambien EoecsTeís<Ancient Medicine..., pág. 8> piensa que aquí se alude
al suicidio, rechazado por los pitagóricos como muestra la actitud de Filolao (PLATOS, Fedon 61e Ss.). Para entender esta prohibición LITTRE(OeOvres..., IV, pág. 622) evoca la situación en la antiguedad, donde el envenenamiento era difícilmente detectable y perseguible, al no existir la práctica de la autopsia ni el análisis químico; dado que los casos de envenemiento eran frecuentes, Juramento habría querido reforzar la justicia
en un punto cii el que contaba con débiles recursos. Edelstein piensa,
por el contrario, que los griegos antiguos tenían conciencia de poder detectar el envenenamiento y disponían de medios poderosos para hacerlo, como la t(>rtiira; por ello invoca aquí nuevamente el influjo de la ética
pitagoríca. — En el CH no parecen existir Otros pasajes que aludan a este tema. Pero, de hecho, Juramento recoge leyes generalmente conocidas, y codificadas en el derecho ático, que prohibían el envenenamiento
y consideraban el suicidio como un crimen (DEICHGRÁBER, .Standesethík.,
pág. i08 y nn. 34 y 35). También los médicos, en general, ponían especial
cuidado en la administración de fármacos venenosos. Es significativo,
al respecto, el testimonio de Ctesías de Cnido, que, hacía el año 400, fue
médico del rey de Persia Artajerjes II. ~ dice que, en tiempos de
su abuelo y de su padre, sólo excepcionalmente se administraba el eléboro, porque se conocía su peligrosidad, pero no la dosis terapéutica que
había que administrar (G. HARIG-J. KoLLEscH, .Der híppokratísche Eid.
Zur Entstehung der antíken mediziníschen Deontologie., Philologus
122-123 [1978-79], 62, n. 25; y W. ARTELT, Studien zur Geschich¡e der Begrille ~.Heilmitteh und ~Gift.. (Jrzei¡-Homer-Corpus Hippocraticum (Studien zur Geschichte der Medízin. 23], Leipzig. 1937, pág. 95). A pesar de
j
JURAMENTO
este testimonio, que describe la situación en la época hipocrática, D. W.
AMUNDSEN afirma que la prohibición de proporcionar venenos es propia
de Juramento y atípíca en la medicina antigua (‘.The Líability of the Physician in classícal Greek Legal Theory and Practíce~, Journ. Hisí. Medie.
32 [19771, i93).
6 El aborto estaba sancionado en muy pocas ciudades de la Grecia
antigua y sólo se conoce una prohibición en Tebas y en Mileto (cf. DE¡cHORABER, ,Standesethik., pág. 108). Se puede afirmar que, a partir de la
sofística, fue una cuestión frecuentemente debatida en Atenas y que la
mayoría de los filósofos no sólo lo admitían, sino que incluso lo recomendaban. PLATÓN lo considera una institución propia del Estado ideal
(Republica 46 le; Leyes 740d) y admite que las comadronas puedan practicarlo silo consideran conveniente. Aun sin razones niedícas es también
admitido por ARISTÓTELES (Política 1335b 20 ss.), quien ve en él una de
las mejores maneras de mantener la población dentro de los límites deseables. Sin embargo, las opiniones sobre el momento en que puede ser
practicado no son unánimes: si Aristóteles aconseja que se realice antes
deque el feto tenga vida animal, Platón, los estoicos y la mayoría de filosofas y científicos piensan que puede realizarse durante todo el embarazo; sólo los pitagóricos, en opinión de EOELsTEIN(Ancient Medicine..., pag.
¡7), disienten del resto y niegan la licitud del aborto en cualquier momento. El aborto terapéutico era tambien admitido por los médicos hipocráticos y, así, vemos que Enfermedades de las mujeres habla, con toda naturalidad, de los diversos preparados abortivos para eliminar los
letos muertos, paralizados o a medio desarrollar; pero hasta ahora sólo
se ha podido aducir un caso de aborto no terapéutico en el CH: el de Sobre la naturaleza del niÑo 13, donde el autor describe cómo hizo abortar,
de manera un tanto grotesca, a una bailarina dedicada a la prostitución.
Otros casos aducidos por R. HA,,NEL(.Der kunstliche Abortus im Altertum., Arch. Gesch. der Med. 29 [1937], 224 Ss.) y retomados tambien por
Edeistein como prueba de que Juramento mantiene en este punto una
actitud radicalmente opuesta a la del resto del CH, no demuestran que
el aborto no terapéutico fuese también practicado por los médicos hipocráticos: en sólo dos de esos casos se trata de expulsión del embrión, que,
por lo demás, o ya estaba muerto o ponía en peligro la vida de la madre
(cl. 1. M. LoNIE, The Hippocratic Treatises .On (3eneration~. .On tite nature of tite Child.. .~Diseases ¡Vs, Berlín, De Gruyíer, 1981, pág. 165 y
n. 301.
Los términos hagn¿5s y hósiós pueden entenderse de varías maneras. Junto con la justicia, la santidad y la pureza son ideales aplicados
aquí al médico, pero que, en general, se pueden aplicar también a cualesquiera acciones humanas. Sí bien Deíchgraber enfatíza la importancia que tiene, en Juramento, el concepto de justicia (incluso el de la antigua díké griega), para Edelstein, cuya interpretación se da siempre a la
1
r
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TRATADOS HIPOCRÁTICOS
luz de la doctrina pitagórica, esta exigencia de pureza y santidad responde
al elevado ideal de vida de los adeptos a esa doctrina.
El tratamiento del mal de piedra parece haber sido una práctica
muy antigua en Grecia. Aquí se le da la suficiente importancia como pa-
ra mencionarlo expresamente y ser objeto de juramento. Por ello, algunos autores antiguos vieron en este pasaje una alusión a la castración,
de considerables repercusiones sociales; pero la mayoría ha entendido
que con esta enfermedad se designaba a la cirugía en general, que estaría ya claramente diferenciada de la medicina interna y seria practicada
por un grupo especial de médicos. Esta tesis lue puesta en cuestión por
Andreae y rechazada taxativamente por LITTRÉ(Oeuvres..., IV, págs. 615
y sigs.), para quien esa pretendida separación no resiste una confrontación con los textos del CH, donde los internistas son a la vez cirujanos
(cf. LAIN ENTRALGO, La medicina hipocratica, pág. 345). DEiCH6RÁDER(.Staxídesethik., pág. 109> admite también como hecho histórico esa distinción,
pero no aduce pruebas; aunque no menciona opiniones antiguas que vieran, en este pasaje, una referencia a la castración, piensa que Juramento
pretende garantizar la capacidad reproductora del hombre, dejando en
manos de especialistas la delicada operación de vesícula. EDEcsTE¡N(Ancient Medicine.... pág. 30), por su parte, acepta igualmente la distinción
de ambas especialidades, pero piensa que aquí se rechaza no sólo una
operación concreta, sino la cirugía en general, en consonancia con la tradición pitagórica que también las distinguía y que consideraba la labor
del cirujano como de rango inferior; seria, por otro lado, normal que un
dogma que rechazaba todo tipo de sacrilícios cruentos rechazara también el uso del cuchillo para aquel que quería mantener su vida y su of icío en pureza y santidad. Sin embargo, tampoco Edelstein aporta la prueba
positiva de su tesis: que en el s. mv, donde él sitúa a Juramento, existiera
ya un grupo especial de cirujanos (cf. DILLER, Kleine Schn ¡ten,,., pág. 221).
La interpretación de este texto es, pues, oscura y quizás sólo contenga
una llamada a la prudencia, como pensaba Littré. JONES ve en él una de
las posibles adiciones posteriores con que se fue engrosando Juramento
(Hippocrates 1, Loeb Class. Libr., Londres, 1923, págs, 295 y 296. n. 2).
Los votos sobre el comportamiento del médico con sus pacientes
son tan generales que difícilmente se puede ver en ellos algo característico de Juramento. Con todo, EDELSTEIN í’Ancient Medicine..., págs. 34 y
sigs.) los compara con algunas prescripeiones de Sobre el médico, en donde
se descubre un fuerte acento utilitarista, en contraste con el rigor ético
que aquí se expresa y que no distingue entre hombre y mujer ni entre
libre o esclavo.
O El deseo y la búsqueda de la justa fama es tema Irecuentemente
tratado en el CH y, de modo especial, en Sobre la decencia. DEICHORADER
<Der hippokratische Eid. Stuttgart, 1955, págs. 25-6 y 41) advierte en este pasaje de Juramento un deseo de fama utilitarista: el médico mira por
JURAMENTO
9
su reputacion y ésta sólo se logra sí actúa como es debido. EDEL5TEIN~An
cieut Medicine..., págs. 5 1.2) cree que aquí no se busca el buen nombre
para aumentar la clientela, sino la fama y el renombre inmortales (la misma opinión defiende J. H. WOLF, .Der Wílle zum Ruhm. Meditationen
uber den letzten Satz des hippokratischen Eides., en Melemata. Festschr.
W.
Leibbrand, ed, por J. SCNIJMACHER, Mannheim, 1967, págs. 233-47). Es
consciente Edefstein de la aspiración al prestigio que se detecta en toda
la medicina hipocrática; pero resalta que, en este pasaje, hay un intento
de superar esa realidad un tanto prosaica. La aspiración de Juramento
expresaría. incluso con las mismas palabras, la de SOLÓN (1 3-4) por alcanzar un nombre entre las generaciones luturas. en recompensa por lo
que había hecho y escrito. La gloría lutura entrelos hombres era, en efecto,
una aspiración general entre los griegos.
SOBRE LA CIENCIA MEDICA
Hay quienes han convertido en propia ciencia el difa- 1
mar las ciencias; si bien no creen dedicarse a lo que yo
digo, sino hacer una demostración pública de su saber
personal. Pero a mí el llegar a descubrir algo de lo desconocido, cualquier cosa que resulte de mayor provecho
inventada que ignorada, me parece que es afán y tarea propios de la inteligencia, e igualmente, el realizar hasta su
conclusión lo que estaba hecho a medias, En cambio, el
empéñarse en desprestigiar con palabras maliciosas lo halIado por los otros con un método científico, sin corregir
nada, sino difamando los descubrimientos de los entendidos ante los ignorantes, no me parece afán y tarea de
la inteligencia, sino, más bien, maledicencia natural o
torpeza.
Pues, desde luego, sólo a los faltos de una preparación
científica les es adecuada esa actividad, propia de gente
ambiciosa, pero incapaz en todo, de utilizar su mezquindad para calumniar los trabajos de sus vecinos, siles salen bien, y en mofarse de ellos, si les salen mal. A quienes
íncurran en semejante conducta respecto a las demás profesiones, que los rechacen los que las dominan, los que
tengan interés en ello y en los puntos que les interesen.
El discurso que ahora presento va a oponerse a quienes
de tal modo comercian con la medicina, y está envalentonado a causa de la gente a quien censura, bien equipado
12
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
por la ciencia que viene a socorrer, y muy capacitado por
la sabiduría en la que recibió su educación.
2 Ahora bien, me parece que no hay, en absoluto, ninguna ciencia que no sea real. Porque también es absurdo juzgar que cualquiera de las cosas que son no existen. Pues
de las cosas que no existen, ¿quién podría observar su entidad y enunciar cómo son? Porque, si Fuera posible ver
lo que no existe, de igual modo que lo que existe, no sé
cómo alguien podría considerar no existentes esas mismas cosas que puede ver con sus ojos y percibir en su entendimiento que son. Pero no hay cuidado de que sea así.
Al contrario, siempre se ven y se conocen las cosas que
son, y lo que no existe ni se ve ni se conoce
Se conocen, en efecto, los objetos de las ciencias ahora constituidas, y no hay ninguna que no se vea establecida sobre un modelo real 2 Y yo opino que también tomaron ellas sus nombres de los objetos. Pues sería absurdo,
e imposible, considerar que los objetos surgieron de los
nombres. Los nombres son convenciones sobre la naturaleza, y los objetos no son convenciones, sino productos
naturales ~.
Todo este párrafo tiene un marcado tono filosófico, que responde al principio eleático de que sólo lo que es puede pensarse y percibirse, mientras que de lo no existente nada puede decirse. Este eco de las
dilundidas tesis de Parménides llevó a A. E. Taylor a postular que el autor
del tratado pertenecería a la escuela eleática.
2 Traduzco por ~modelo. el término griego eidos (que luego utilizará, técnicamente. Platón con un uso propio para designar la idea o forma esencial de los objetos) y también por .objetm.. En este uso preplatónico (también en Sobre la medicina antigua 15). ya se percibe un cierto
rigoren su sentido: alude al aspecto visible, reconocible, y. por lo tanto,
base del conocimiento y la experiencia, de lo real. La raíz de eldos es la
que tenemos en el verbo latino video, y la conexión con el .ver~ estaba
muy clara para un griego.
Nuestra traducción intenta recoger el orden de palabras en los
manuscritos, a riesgo de repetir la referencia a la naturaleza. El término
physios, que va en ellos tras nomothetAmata, fue trasladado por Gom-
perz al final de la frase, tras blast~mata, en una conjetura excelente; peSOBRE LA CIENCIA MÉDICA
13
Pues bien, sobre estos temas, si alguno no se entera 3
suficientemente por lo dicho, podrá instruirse más claramente en otros estudios. Acerca de la medicina, pues sobre ésta es mí charla, voy ahora a hacer mi disertación;
y en primer término voy a definir lo que considero que
es la medicina: el apartar por completo los padecimientos de los que están enfermos y mitigar los rigores de sus
enfermedades, y el no tratar a los ya dominados por las
enfermedades, c9nscientes de que en tales casos no tiene
poder la medicina. Cómo, pues, actúa, y cómo es capaz de
actuar continuamente, sobre eso va a versar el resto de
mi exposición. Y en el curso de mi disertación sobre esta
ciencia refutaré al mismo tiempo los argumentos de los
que piensan menospreciarla, en aquel punto en que crea
cada uno de sus detractores que anda acertado.
El comienzo de mi exposición es algo que será, cierta- 4
mente, admitido por todos. Que algunos de los tratados
por la medicina se curan, está reconocido. Pero no todos.
Y en esto ya se hacen reproches a la ciencia, y aFirman
los que dicen lo peor que entre los afectados por las enFermedades los que escapan a ellas escapan por casualidad, y no por la ciencia. Yo no voy a privar, yo no, a la
suerte de ninguna influencia, pero creo que en aquellas
enfermedades que son mal tratadas las más de las veces
se presenta la mala suerte, mientras que las bien tratadas consiguen buena suerte ~. Además, ¿cómo es posible
roque es claramente una lectío Iacilíor. — Hay aquí una alusión a la doc.
trina protagorica sobre la convencionalidad de los nombres (que tambien
puede remontar hasta Parménides), que Platon volverá a trata! en su Cratilo. Frente a los onómata, frutos de la convención, los eídea serían fru.
tos naturales, blastémata, literalmente ~brotes’~ (como los vegetales) de
la naturaleza Lo 4ue funda la ciencia es, precisamente. ese carácter de
estar dirigida no hacia los nombres convencionales (nomothet~mata, si~
no hacia los obje.tos mismos en su manifestación visible (eídea.i.
Acerca de la oposición t’,ché 1 téchn¿. casualídad~ 1 4cíencia~,
véase Sobre la medicina antigua (MA) 12.
14
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
a quienes han recobrado la salud acharcarlo a alguna otra’
causa sino a la ciencia médica, si utilizándola y sirviéndose de ella se han curado? Pues no quisieron contemplar
el mero rostro de la Fortuna, y por ello se entregaron a
sí mismos a la ciencia, de forma que están liberados de
una dependencia de la suerte, pero no, sin embargo, de
una dependencia de la ciencia. Y con esa medida se entregaron y confiaron en ella, y de tal modo admitieron su
realidad y reconocieron su eficacia al ver realizado su
efecto.
5 Dirá ahora mi oponente que también muchos enfermos
se han curado sin acudir a un médico, y yo no voy a desconfiar de su palabra. Pero me parece que es posible servirse de la medicina sin acudir a un médico, no en el sentido de saber lo que es correcto o lo no correcto en ella,
sino en lo de conseguir éxito tratándose a sí mismos del
mismo modo como los hubieran tratado de haber acudido a médicos. Precisamente eso es un gran testimonio en
Favor de la realidad de la ciencia, de que existe y es grande, que se vea que incluso los que no creen en ella se salvan gracias a ella.
Pues es muy necesario que incluso los que no acudieron a médicos, que estaban enfermos y se curaron, sepan
lo que hicieron o no hicieron para curarse. Porque recobraron su salud medicándose con el ayuno o abundante
alimentación, con abundante bebida o con sed, o con baños o con abstenerse de ellos, con ejercicios o con reposo, con sueños o con insomnio, o bien con una mezcla de
todo eso. Y al haber experimentado mejoría les es muy
necesario haber conocido qué fue lo que les benefició, y
cuando sufrieron daño qué fue lo que les dañó al experimentar el daño. Que no todo el mundo es capaz de conocer lo que se distingue por ser beneficioso y lo que le es
dañino. Si, por lo tanto, el que pasó una enfermedad sabe
elogiar y censurar algo de los tratamientos del régimen
con eí que recobró la salud, todo eso hallará que es pror
SOBRE LA CIENCIA MÉDICA
15
pio de la medicina. Y no menos los errores que los aciertos son pruebas de la existencia de tal ciencia. Pues lo que
le ha beneficiado le benefició al serle administrado correctamente, y lo que le causó daño le dañó por no serle administrado correctamente. Ahora bien, donde tanto lo correcto como lo incorrecto tienen uno y otro su definido
límite, ¿cómo no ha de haber una ciencia? ~. Pues yo afirmo que esto es lo propio de la ausencia de ciencia: que
no haya nada correcto ni incorrecto. Pero donde existen
lo uno y lo otro, eso no puede ser ya obra del azar, sino
de la ciencia.
Aún más: si, en efecto, sólo por medio de medicamen- 6
tos, purgativos y astringentes, lograran la curación la medicina y los médicos, pudiera ser débil mi argumento. Pero el caso es que se ve claramente que los médicos de más
prestigio curan mediante dietas y otros tratamientos, que
nadie negará, no sólo un médico, sino tampoco un particular inexperto que los haya escuchado, que provengan
de su ciencia. Nada hay, pues, ineficaz en lo que prescriben los buenos médicos y la medicina misma, y en muchísimas cosas de las que crecen o se preparan están presentes las propiedades esenciales de las curas y los medicamentos, de modo que tampoco a ninguno de los que se
curan sin médico le es posible achacarle el mérito al azar
espontáneo con un razonamiento justo. Pues lo espontáneo no aparece por ningún lado apenas se examina la cuestión. Porque todo lo que acontece puede mostrarse que
Semejante punto de vista está expresado en el comienzo de MA.
El criterio de la orthótjs y lo orthón es uno de los básicos para postular
la existencia de una técnica real, que se atiene a unas reglas y normas fijas.
6 Tó autómaton, do que se produce por sí mismo, lo espontáneo.,
es algo distinto del mero azar, o de la fortuna, tyché~ en cuanto que pare.
ce subrayar lo mecánico y sin objeto del proceso por el que aparece tal
fenómeno; tych¿ indica, más bien, la irresponsabilidad, y alcanza una proyección más amplia. La palabra aparece ya en DEMÓCRITO (fr. B ¡82) y.
Probablemente, también en Anaxágoras (a juzgar por PLATÓN, Fedón 98b-c>.
j
16
TRATADOS HIPocRÁTICOS
sucede por algo, y en este <por algo» se ve claro que lo’
espontáneo no tiene ninguna realidad, sino que es sólo un
nombre. Y la medicina, tanto en esos resultados <por algo» como en los actos de previsión, se ve y se ha de ver
siempre que tiene una realidad.
Esto o algo así podría, pues, decirse frente a quienes
atribuyen la salud recobrada al azar, y se lo escatiman a
la ciencia. En cuanto a los que niegan la ciencia por las
muertes desdichadas de algunos enfermos, me admira qué
notable argumento esgrimen para sostener que el inforturno de los que han muerto está falto de culpa, y que la
culpable es la inteligencia de los que practican la medicina. Arguyen que los médicos pueden haber prescrito medicinas inconvenientes, y que los pacientes no pueden haber desobedecido sus prescripciones.
Ahora bien, es mucho más lógico que los enfermos sean
incapaces de cumplir lo que se les ha prescrito que el que
los médicos prescriban lo que no debieran. Los unos actúan con sano entendimiento y con cuerpo saludable, tomando en consideración el caso presente y aquellos otros
del pasado que se le presentaron con iguales síntomas, de
modo que pueden decir cómo se pusieron a salvo los que
trataron en otras ocasiones. Pero los otros no saben lo que
padecen ni por qué padecen, ni lo que va a suceder a partir de su situación actual, ni lo que suele pasar en los casos semejantes a esos, y reciben las prescripciones del médico, aquejados por el dolor presente, temerosos del futuro, llenos de enfermedad, vacíos de alimentos, ansiosos
de recibir algo contra la enfermedad más que lo conveniente a su salud; sin deseos de morir, pero incapaces de
soportarlo con firmeza. En tal situación, ¿qué es lo proEn tói did ti tenemos una expresión sustantivada de un giro pre.
posicional para indicar la causa, en lugar del nombre absiracto. Si leemos ese ti con acento: ¡o dia ti. .el porqué», la expresión nos recuerda
una categoría aristotélica.
SOBRE LA CIENCIA MÉDICA
17
bable: que ellos hagan lo que les prescribieron los médicos, o que hagan otras cosas que las prescritas? ¿O que
los médicos prescriban a quienes se hallan en esa condición que mi relato ha aclarado hace un momento, cosas
que no debieran? ¿Es que no es mucho más verosímil que
los médicos den las prescripciones convenientes, y que los
otros naturalmente sean incapaces de obedecerles, y al no
obedecerles se precipiten en la muerte, cuya causa los que
no razonan rectamente la atribuyen a los no responsables
en nada, liberando a los culpables?
Hay algunos que hacen reproches a la medicina tam- 8
bién por motivo de los que no quieren tratar a los ya dominados por la enfermedad, diciendo que se medican
aquellos casos que por si mismos se curarían, pero los que
necesitan de importante socorro no los toman en sus manos, y que sería preciso, si fuera una ciencia la medicina,
que los medicara a todos por igual.
Pero los que dicen eso, siles reprocharan a los médicos que, cuando hacen esas afirmaciones, no los cuidan
a ellos como a locos, les harían reproches más razonables
que al reprocharles lo otro. Pues si alguno reclama a la
ciencia lo que ni puede la ciencia, o a la naturaleza lo que
la naturaleza no produce naturalmente, desconoce que su
Ignorancia es más afin a la locura que a la incultura ~‘.
Pues para aquello que podemos dominar por medio de recursos naturales o por instrumentos de la ciencia, en eso
nos es posible ser profesionales ~, pero en lo demás no es
La frase, en la que se contrastan el poder de la phys¿s y el de la
¡echn~ es importante. Los límites marcados por la naturaleza son algo
fijado, según el pensamiento antiguo, para siempre. La frase está también muy cuidada desde el punto de vista estilístico: ej gar liS C téchnen
~S ha m~ techné ~ ph9sin es ltd m~ ph>~sis péphyken, axiescie d>inas¡hai,
agnoel ógnoáan armózonsan maní& mallon ~ ama¡hzgi.
Los dimiourgoí dominan los objetos por medio de ‘los instrumentos de las artes. (tois¡ te t6n physu5n ¡ots¡ te tón ¡¿ch n¿On organois epakratein). La relación entre <dominio» e instrumental técnico es sugestiva.
18
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
posible. Cuando una persona sufre algún mal que es superior a los medios de la medicina, no se ha de esperar,
en modo alguno, que éste pueda ser superado por la
medicina.
Así, por ejemplo, de los cáusticos empleados en medicina, el fuego es el que cauteriza en extremo, pero hay muchos otros menos fuertes que él. Lo que se resiste a los
cáusticos menores todavía no es evidente que sea incurable. ¿Pero cómo no va a ser incurable lo que se muestra
superior a los más potentes? Aquellos casos en que se recurre al fuego como reparador y que no se dejan someter
por él, ¿acaso no muestran que necesitan otra ciencia, y
no de ésta en la que el fuego es un instrumento? Mi razonamiento es el mismo acerca de los demás recursos de que
se sirve la medicina, que de todos ellos afirmo que, en los
casos que el médico no los aplica con éxito, hay que echarle la culpa al poder de la dolencia, no a la ciencia.
Los que hacen reproches a los que no tratan a los casos perdidos les exhortan a tomar en sus manos tanto
aquellos enfermos a los que no conviene como a los que
es conveniente tratar. Al hacer esas exhortaciones reciben
la admiración de los que son médicos de nombre, pero son
tomados en broma por los que lo son también de oficio.
Desde luego que los expertos de esta profesión no necesitan ni los reproches ni las alabanzas de gente tan insensata, sino los de quienes han reflexionado en qué sentido
son satisfactorias las actuaciones de los profesionales bien
cumplidas, y de qué andan faltas si defectuosas, y en esos
fallos, cuáles deben achacarse a los profesionales y cuáles a los propios pacientes.
9 Lo que atañe a las demás cienéias se dirá en otra ocasión y en otro discurso, pero las cosas pertinentes a la medicina, cómo son y cómo deben juzgarse, unas el discurso ya desarrollado, y otras el presente va a enseñarlas. Desde el punto de vista de quienes tienen. bastantes conocimientos en esta ciencia existen dos clases de enfermedaSOBRE LA CIENCIA MÉDICA
19
des: unas que se presentan en lugar bien visible y que no
son muchas, y las otras, que están en lo no aparente y que
son numerosas ‘~. Las primeras brotan en la piel, con
erupciones, o cambio de color, o hinchazones en lugar visible. Permiten, pues, mediante el examen ocular y el palparías, percibir su dureza y su humedad, y si están frías
o calientes, y cómo son tales por la presencia y ausencía
de lo uno y lo otro. En todos estos casos los remedios deben ser infalibles, no porque sean fáciles, sino porque están descubiertos. Han sido descubiertos y están al alcance ciertamente no de los que quisieran, sino de quienes
están capacitados en ellos. Y tienen tal capacidad quienes no carecen de formación y no andan escasos de habilidad natural.
Con que respecto de las dolencias manifiestas debe es- 10
tar así bien provista la ciencia; y, no obstante, tampoco
ha de andar desprovista frente a las menos manifiestas.
astas son las que están referidas a los huesos y a la cavidad interior.
Y el cuerpo tiene no sólo una cavidad, sino varias más.
Hay, por una parte, dos que reciben el alimento y lo expulsan, y, luego, otras más, distintas de éstas, que conocen quienes se interesan por estas cosas. Pues los miem-.
bros que tienen carne que los envuelve, lo que llaman músculo, todos poseen una cavidad interior. Porque cualquier
miembro suelto, ya esté recubierto por piel o por carne,
está hueco. Y, cuando está sano, está lleno de aire; y, cuando está enfermo, de un líquido turbio “. Desde luego tienen esa carne los brazos, la tienen los muslos, la tienen
las piernas Pero, además, incluso en los sectores faltos
de carne existen cavidades como éstas que se han indica-
~
La distinción entre medicina externa y medicina interna es de príInera importancia incluso desde la óptica del profano.
O
bien ~ La palabra griega es ich~r, poco técnica en tal
Sentido
20
TRATADOS. HiPOCRÁTICOS
do en los provistos de carne. Así el llamado ~<tórax» ‘~, en
el que está albergado el hígado, la esfera de la cabeza, en
donde está el cerebro, y la espalda, junto a la que están
los pulmones; ninguna de estas partes hay que no esté hueca, llena de muchos intersticios, a los que nada impide
ser recipientes de muchas cosas, de las que algunas dañan algo a su poseedor y otras en cambio le son muy provechosos. Además de estos intersticios hay muchos conductos sanguíneos y nervios, no sueltos en medio de la carne, sino extendidas a lo largo de los huesos, ligamento conjunto de las articulaciones, y en cierta medida las mismas
articulaciones, en las que giran los extremos ensamblados de los huesos dotados de movimiento. De éstas justamente no hay ninguna que no resulte porosa y tenga en
torno unas celdillas, que pone en evidencia el líquido
turbio ‘~ que emana de las mismas cuando se las abre, y
sale en cantidad y causando muchos dolores.
II Desde luego que nada de lo dicho le es posible saberlo
a nadie por verlo con sus ojos. Por ello he denominado
«oscuras» ‘~ a estas cosas y así han quedado juzgadas por
la ciencia. No es que nos tengan bajo su dominio por ser
oscuras, sino que han sido sometidas en la medida de lo
‘~ Hó te gar th6r~x kaleómenos. Todavía se percibe el origen metalórico de la denominación del tórax, ya que el t/zt,ffx es la pieza de la
armadura, o coraza, que recubre el tronco. Es este uno de los primeros
ejemplos del uso metafórico (junto con EUR., Her. br. 1095> del término
para aludir a lo que nosotros, con otra metáfora, llamamos el ~tronco”
humano.
>
De nuevo el término es ichtr. Cf. L~m~ ENT RALGO, La »,edwiuía Iiipocrauca, pág. 147. Esta palabra comenzó por significar el liquido claro
que corría por las venas de los dio~es, en lugar de la sangre propia de
los mortales. En su decurso diacrónico su sentido se ha degradado, a partir
de la oposición entre ich6r y sangre normal, hasta ese signilicado de
•turbio líquidos, ~humor” o .pus blanquecino’ que aqui tiene. Para más
precisión, véase el art, de M.-P. DIJMINIL, .Le sens d’ich¿Jr dans les textes
hippocratiques~. en Corpus H¿ppocraticum. Actes du Coil. hipp. de Mons,
Mons. 1977, págs. 65-76.
~
Ad~1a significa ~‘no evidentes~., ~imposibles de mostrar”.
SOBRE LA CIENCIA MÉDICA
21
posible. Y es posible en la medida en que las naturalezas
de los enfermos admiten el ser objeto de examen y las de
los que investigan estén dispuestas a tal investigación.
Cierto que se conocen con mucho más esfuerzo y con mucho más tiempo que si pudieran verse con los ojos.
El caso es que las enfermedades que escapan al examen de los ojos quedan sometidas al examen de la
inteligencia.
Por lo demás, de cuanto sufren los enfermos por el hecho de no ser observados rápidamente, no son culpables
los que los atienden, sino la naturaleza del paciente y la
de la enfermedad. El médico, ya que no le ha resultado
posible ver lo que causa el daño ni enterarse de oídas, lo
aborda con su razonamiento. Porque, ciertamente, lo que
los paciente~ de enfermedades internas intentan relatar
de sus dolencias a los que les atienden, lo notifican más
sobre la base de sus conjeturas que sobre sus conocimientos. Pues si conocieran sus enfermedades, no habrían caído en ellas. P9rque.es propio de la misma inteligencia
el conocer las causas de las enfermedades y el saber atender a ellas con todos los cuidados que impiden que los
padecimientos se hagan mayores.
Así que cuando no.es posible escuchar un informe fiable de lo que se le cuenta, el médico ha de recurrir a otro
medio de observación. Y de la lentitud consiguiente no es
culpable la ciencia, sino la naturaleza de los cuerpos humanos. La ciencia, pues, considera oportúno intentar la
cura después de informarse, examinando cómo curará no
con audacia, sino con entendimiento, y más bien con sua5 Tés auzes synesios. El conocer y el curar son dos aspectos fundamentales de la conciencia del médico. Synesis significa eso: .comprenSiÓn...conciencia. y .,entendimiento~. Para tal conocimiento, el médico
atiende a las informaciones orales de los pacientes, pero sobre todo, más
allá de esas confesiones, a su observación de los síntomas, como indicará Pronóstico
22
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
vidad que por medio de violencia. Y la naturaleza humana, si es capaz de someterse a examen, también es capaz
de ser curada. Pero si en el tiempo en que es examinada
resulta vencida (por el mal) a causa de que el paciente acude tardíamente al médico o bien por la rapidez de la enfermedad, se producirá la muerte.
Pues si la enfermedad avanza desde un mismo punto
de salida que la cura, no es más rápida que ésta, pero si
le toma adelanto inicial es más rápida. Y le toma ventaja
a causa de la densidad de nuestros cuerpos, en los que las
enfermedades habitan en terreno no fácil de observar, y
a causa de la negligencia de los propios enfermos. Que suele ocurrir. Pues quieren curarse no al ser atacados, sino
estando ya invadidos por sus dolencias.
12 Desde luego, el poder de la ciencia es más digno de admirar cuando produce el restablecimiento de alguno de
los enfermos de dolencias internas que si tratara a los
incurables ‘>.
No hay en ninguna de las profesiones descubiertas una
pretensión semejante. Sino que entre éstas aquellas que
realizan su oficio por medio del fuego, cuando éste no está presente están inactivas, y sólo activas cuando se ha
encendido el luego. Y todas aquellas artes que ejercen su
oficio con materiales que pueden rectificarse: unas, con
maderas, otras, con cueros; otras por pintura (o grabado)
en bronce, hierro, y otros elementos semejantes a éstos,
y así son la mayoría de los oficios, siendo los objetos producidos por esas artes y trabajados en esos materiales fáciles de conformar y rectificar, y con todo, no atienden
en su trabajo tanto a la rapidez como a la corrección. Y
sin excederse, siempre que les falta alguno de sus instrumentos, cesan. Y aunque también en ellas la lentitud es
‘~ Gomperz supone una laguna en el texto a partir de este punto. Jones cree que el párrafo siguiente se halla bastante corrupto.
SOBRE LA CIENCIA MÉDICA
23
inconveniente a su interés y provecho, sin embargo se la
prefiere.
La medicina, que está privada, tanto en lo referente a, 13
los abscesos purulentos como en lo del hígado y los riñones, y en lo de todas las afecciones de la cavidad interior,
de ver algo con la mirada, con lo que todos ven todos sus
•
objetos del modo más cabal, ha encontrado, sin embargo,
otros medios para actuar. Con que por la claridad o la aspereza de la voz, por la precipitación o lentitud de la res-
piración, y por cada una de las secreciones, que suelen evacuarse a través de las salidas que están destinadas a cada
una de ellas, de sus olores, colores, unas veces, y de su
fluidez y espesor otras, la medicina toma sus medidas y
conjetura de qué son síntomas tales indicios y qué partes
son las afc ctadas o las que pueden serlo.
Cuando esto no se revela, y la naturaleza por sí misma
no envía al exterior tales indicios, ha encontrado medios
de obligarla, con los que la naturaleza, forzada sin daño,
los da. Y, en cuanto ella los emite, indica con éstos a los
expertos de la ciencia lo que debe hacerse. Por ejemplo,
se ve obligada por medio de la acidez de alimentos y bebidas a expulsaría flema ~. De ese modo, al quedar a la
vista algo, permite conjeturas sobre aquellas partes que.
están en un lugar cuya visión es imposible. En otros casos se fuerza la respiración, por medio de marchas, carreras, y subidas en cuesta, a que revele aquello que puede indicar. Produciendo sudores por los tratamientos antedichos, por las emanaciones de líquidos cálidos por la
fiebre se obtienen indicios de lo que tales síntomas indican. Hay también secreciones de la vejiga que son mucho
más suficientes para expresar la enfermedad que las que
se eliminan a través de la piel.
>7
Tó phlegma, .flema, o ~pituita~, es uno de los cuatro humores
básicos en la teoria antigua. No se olvide, por otra parte, que nuestro
autor no es un profesional y que su lenguaje no es, en estos ejemplos,
¡¡¡Uy técnico.
24
TRATADOS HIPOCL(TICOS
Además (la ciencia médica) ha inventado bebidas y alimentos tales, que, al resultar más calientes que los elementos causantes de la fiebre, los derriten y los hacen fluir
hacia afuera, a ellos que, de no sufrir ese trato, no se disolverían. Con que, unas veces por unos medios y otras
por otros, son diversas las secreciones y los síntomas proporcionados, de modo que no es extraño que las desconfianzas se hagan duraderas y los intentos de curación más
lentos, cuando los signos que han de interpretarse se presentan ante el entendimiento del médico a través de diversas interpretaciones ‘~.
14 Por lo tanto, que la medicina posee en sí misma eficaces razonamientos para sus curas, y que con justicia puede negarse a atender las enfermedades que no tienen clara solución, y que puede tratar enfermedades sin cometer errores, lo demuestran las palabras ahora dichas y las
actuaciones públicas de los entendidos en la ciencia, que
lo evidencian con sus obras, despreocupándose de los discursos, porque consideran que la gente tiene una confianza más natural por los hechos que ven que por lo que puedan oír >~.
>~ Todo este capitulo es muy interesante desde el punto de vista de
la concepeión del método de la medicina, basado en la con jetura <¡ekmaí~
res¡hai) y en la interpretación <he rm¿neia) de los signos y síntomas que
se al recen a su comprensión terapéutica <¡en ¡he rapeuousan synesin~t A
partir de los indicios externos, él diagnostica sobre las causas no Visibles de la enfermedad y les busca remedio.
>9
.Los ojos son testigos más exactos que los oídos. decia HEutÁcLIio(tr. lOla), y una sentencia popular dice: ‘los oídos suelen ser menos
dignos de fe que los ojos., según recoge HERÓDoTo, 1 8.
SOBRE LA. MEDICINA ANTIGUA
Los que han pretendido hablar o escribir de medicina 1
basando su explicación en postulados como <lo caliente
y lo frío», <lo húmedo y lo seco» o cualquier otro, cometen error’s de bulto en muchas de sus afirmaciones por
querer reducir al mínimo la causa de las enfermedades
y de la muerte del hombre, atribuyendo a todas el mismo
origen, en base a uno o dos postulados>. Pero son toda¡ Es éste el ataque de un hombre de ciencia que se opone firmemen.
tea la aplicación de métodos filosóficos en medicina. La unión filosoliamedicina se dio por primera vez entre los pitagóricos; entre los filósofos
jonios, kue Empédocles el máximo exponente de esa unión, como ya se
ha dicho. Pero, así como a línales del s. y la tilosolía seguía sus propios
derroteros, al margen de la medicina, ésta estaba aún hipotecada por aquélía y sulria cada vez más su influjo. El método que el autor ataca ea el
de las hypo¡hese ja. El término hypó¡hes,s no equivale aqui a lo que la ciencia moderna entiende por ‘hipótesis., que debe estar respaldada por los
datos y depender siempre de la experimentación. Aqui es una premisa
que debe ser aceptada a pnon y que en ningún momento necesita ser de¡Riostrada ni verilicada; equivale, pues, a lo que para nosotros es un postuladoo axioma El término po’Jna haberse introducido en el campo de
la medicina procedente de cosmólogos y geómetras, y por ello, entre otras
razones G. E. R. LLOYD sugiere que el autor se dirige contra el pitagóriCO Fílolao 1 Who is attacked in On Ancien¡ Medicine?., Phrones,s 8(19631
121.126>; pero lo cierto es que no aparece en ningún texto claramente anterior a MA (para su uso en Platón y su relación con nuestro tratado, cf.
A. J. FESTu6I~ss Hippocra¡e L’Ancíenne Medecine, Paris, 1948, págs. 25-26,
Y LLOyn, op. ci:., pág. 121, donde se resumen los principales puntos de
26
TRATADOS HIPOcRÁTIcOs
vía más criticables porque se equivocan en un arte que
ya existe 2, un arte del que todos se sirven en momentos
cruciales y por el que sus practicantes y profesionales
expertos son tenidos en gran estima.
vista). En cualquier caso, la doctrina jonia de los elementos no utiliza
este término, que implica un conocimiento relinado de la lógica: los filósofos jonios hablaban de archE, con el doble sentido de .postulado lógico. y de .principio..
2 Se introduce aquí un tema central en el conjunto del tratado: el
de la medicina como arte o saber técnico. Aunque, en un principio, una
¡échn¿ era un arte manual, un olicio artesanal, poco a poco las diferentes ¡écl¡nai lucran adquiriendo gran importancia social y. en el s. y, eran
ya objeto de reí lexión teorica. La ¡echni se distinguía de la ep¿s¡Étn¿, porque no era una realidad puramente teórico-deductiva, y de la empeiria,
porque suponía un sistema de reglas y categorías sólidamente estructurado. A lines del s. y y principios del y, existían diversas ¡echnai ya constituidas, provistas de unas reglas y un método, ricas en observaciones,
que se tradujeron en manuales metódicos sobre distintas materias, como retórica, dietética, arquitectura, armonía, cocina, pintura, etc. En este
contexto cabe situar este pasaje y la interpretación dada a amphi ¡echn~s eoús¿s. ya que el autor pone el acento en el hecho deque la medicina
tiene unas reglas; es decir, en que está constituida como un arte. Esta
afirmación, que volverá a repetírse a lo largo del escrito, se fundamenta
en el conocimiento médico ya adquirido en tiempos del autor: la ciencia
médica adquiere, por primera vez, conciencia de su propia existencia y
calidez.
Traducimos cheiro¡ec/¡n~s por .practícante.. El término significa,
literalmente, .experto en su ti-abajo con las manos’. Se reliere al artesano y comprende a escultores, como Fidias y Policleta, o a herreros, zapateras y otros obreros manuales. En Platón suele tener una connotación
peyorativa, que indica un cierto desprecio por la actividad manual y téc~
nica Irente a la intelectual (Apología 21b ss.). En el CH, por el contrario,
no hay nada de peyorativo en el uso de la palabra, que equivale a .practícante de la-medicina’; tal es la importancia que en el CH se conc~de
a la destreza manual en el médico: unas líneas más abajo los médicos
buenos se dilerencian de los malos por su inteligencia (ka¡h gn3rn~n) Y
por su habilidad manual <ka¡á cheira) Por su parte, demiourgás, traducido aquí por .prolesional’, es, literalmente, ‘el que trabaja para el pueblo’. Se reí lere a la persona instruida en cualquier profesión y que ejerce ésta como servicio póblico. En este sentido se opone al profano o idí~
tis (cf. cap. 21).
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
27
Hay, en efecto, profesionales; algunos son malos, pero otros son excelentes; y esto seria imposible si no huhiera en absoluto un arte médico o éste no hubiese investigado ni descubierto nada, ya que todos los médicos serían entonces igualmente inexpertos e ignorantes y todo
lo relativo a la enfermedad estaría regido por el azar
Pero esto no es así y en la medicina sucede igual que en
las demás artes, donde los profesionales difieren mucho
entre sí por su destreza manual y por su inteligencia. Por
ello no creo que tenga necesidad de postulados vacuos ~,
como las cosas invisibles y oscuras en las que si hay que
recurrir a ellos para explicarlas. Temas, por ejemplo, como los celestes o los subterráneos 6, donde, si uno afirma
El ator, como se verá más adelante, se propone demostrar, en la
primera parte del escrito, que la medicina está ya constituida como ¡echn&
Aquí antícipa los puntos centrales sobre los que va a apoyar su demostración: a) existe una investigación que ha dado lugar a descubrimientos
válidos; b) en la base de esa investigación se encuentran, íntimamente
ligados, experiencia (etnpeiria) y saber (epís¡¿mi); c) gracias a ellos se ha
logrado reducir el campo de la ¡ychl, ampliando el de la ¡echn~ que se
le contrapone. En los caps. 12 y 14 se habla de logísmos como del procedimiento propio de la medicina, que incluye esos dos momentos complementarios de la observación atenta y. a la vez, reflexiva; solo así la medicina empírica adquiere la categoría de ¡échn~ como conjunto de conocimientos.
En contra de la lectura lcain¿s, propuesta por Heíberg y adoptada por FESTOGIÉRE en su traducción (pág. 33, n. 12). basándose en el paralelismo con ka man tropon de comienzos del cap. 13, preferimos entender con iones que aquí no se había de un nuevo postulado; el rechazo
Clarísímo de todo tipo de postulados en medicina, que el autor acaba de
manifestar, así lo ayala. Se trata, más bien, de lo inútil que resultaría
Un postulado vacío de contenido real, cuando se somete a verificación
aqitello de lo que se habla. Sólo en la esfera de lo no constatable tienen
cabida las hypo:heseis.
•
Las meteára, en el s. y, comprenden tanto-los cuerpos celestes coMo los fenómenos meteorológicos; la distinción entre astronomía y meteorología no se introduce hasta el s. iv. Tanto el estudio de los meteóra
Como el de ‘las cosas subterráneas’ es característico de la filosofía na-
¡Ural de jonios y sicilianos (cf. J. BURNET, Plato ‘s Euthyphro, Apology and
Cnt0, Oxford, 1924, págs. 76-77). El término mete>5rológos tiene un matiz
28
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
conocer cómo son, no hay evidencia de que sean verdaderos o falsos ni para el que habla ni para los que escuchan.
Y es que no existé el punto de referencia que tiene que
haber para conocer la verdad ~.
2 La medicina hace tiempo que tiene todo lo que necesita para ser un arte ~, y ha descubierto un punto de partida y un método con el que se han conseguido a través
a veces despectivo; así, el autor de Sobre los aíres, aguas y lugares 2 se
ve en la obligación de defenderse contra posibles detractores de su doctrina: ‘y sí a alguien le parece que esto son cosas del cielo...’. Nuestro
pasaje lleva una gran carga de ironía, definiendo estos temas como
aphanea y aporeámena (cf. la ridículización a que es sometido el Sócra¡es aristofánico de las Nubes 188 y 228).
Esta frase resume la crítica que hace el autor a todos aquellos que
desvirtúan la ciencia, usando métodos que le son ajenos. Al mismo tiempo, viene a ser un sumario de la razón científica a la que permanecerá
fiel en toda su exposición. Con frecuencia le veremos defender la validez
de los descubrimientos realizados, sin los que no se puede seguir adelante (caps. 2 y 9). o poner ejemplos de la vida ordinaria (capa. 16, 18 y
20). o reterirse a la observación del mundo visible y cercano (cap. 22).
El concepto básico de tal razón científica es el de la ais¡hes,s toú s6n,a¡os del cap. 9.
La polémica sobre el valor científico y la eficacia operativa de las
¡echnai se avivo en la segunda mitad del siglo v,cuando la lilosofía eleata, y en especial Melisso (fr. B 7-8. DK) negaron que la experiencia y los
sentidos pudieran ser fuente de conocimiento. Dentro del CH. el tratado
Sobre la ciencia médica polemiza abiertamente contra los que niegan que
la medicina sea una tech ni; en MA no es éste el tema central, pero ocupa
un lugar importante. Ambos escritos parten de un concepto de techni
ya elaborado. Nuestro tratado no desarrolla este concepto y sólo insiste
en dos aspectos (a rch* y hodós) que le sirven en su polémica con los .innovadores’; pero, en su época, se consideraban requisitos de una technl
los siguientes: ser útil para algo, tener una tarea especílica. reposar sobre un conocimiento capaz de ordenar todos los medios a un objetivo
común y poder ser enseñada (F. HEiNIMANa, ‘Eme vorpíatoniache Theoríe der Techne’, Mus. Helv. 18 [1961]. 105-106). — Todo ello apunta a una
doctrina científica elaborada ya por la sofística, en cuya esfera de influencia está claramente inmerso el autor de MA. Un estudio del debate sobre
la cientificidad de la medicina puede verse en M. VEGETTI. ‘Technaí e fi
lusolia nel Peri ¡echnes pseudoippocratico~. en Atti d. Accad. d. Sc. ¡1.
Tormo 98 (1964). 1-73.
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
29
de los años muchos y valiosos descubrimientos. Y los demás se irán consiguiendo en el futuro, si el que está capacitado y conoce lo ya descubierto parte de ahí en su investigación. Pero el que, rechazando y despreciando todo
eso, intenta investigar con otro método y otros esquemas,
aunque asegure que ha descubierto algo está equivocado
y se engaña a sí mismo, ya que esto es imposible. Intentaré demostrar por qué forzosamente es así, explicando y
demostrando qué es este arte. De ahí resultará evidente
que es imposible lograr descubrimientos de cualquier otra
manera que no sea ésta.
Es fundamental, en mi opinión, que el que habla de este
•
. arte diga cosas inteligibles para los profanos ~, ya que no
le compete ni investigar ni hablar de algo distinto a las
dolencias 4:.íe ellos mismos padecen y sufren. Ciertamen-~ te que a ellos, por ser profanos, no les resulta fácil comprender sus propias enfermedades, cómo se producen y
cesan y por qué causas crecen o disminuyen; pero si es
otro el que lo ha descubierto y se lo explica, les es comprensible porque cada uno, al escuchar, no tiene más que
recordar lo que le sucede a si mismo. Y si se falla en hacerse comprender por los profanos, y no se les pone en
tal disposición, se está fuera de la realidad. De ahí que no
haga falta para nada un postulado.
En cuanto a su origen, ni la medicina habría sido des- 3
cubierta ni siquiera hubiera sido objeto de investigación
(pues no habría habido necesidad de ella), si a los enfermos les hubieran convenido en sus dietas y alimentación
Como experto en medicina y en el conocimiento de la naturaleza
humana, el médico hipocrático se siente en el deber de enseñar al prof a110. Este, a su vez, por su situación en la poíís tiene obligación de acceder
a la cultura Los autores hipocráticos tienen en cuenta frecuentemente
a los prof anos (cf. Sobre la dieta en las enfermedades agudas 6. 8; Sobre
las Ventosidades 1; etc.). Para la obligación de hacerse entender por ellos,
~- W. JAEGER, Paideia: los ideales de la cultura griega, trad. española, J.
XiaAiJw Rocas, México, 1957, págs. 791 y sigs.
30
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
las mismas cosas que comen y beben los sanos, o las que
éstos tienen en su régimen de vida, y si no hubiera habido otras mejores. De hecho, fue la necesidad ~o la que llevó a los hombres a buscar y descubrir la medicina, puesto que la alimentación de los enfermos no requería lo mismo que la de los sanos, como tampoco ahora lo requiere.
Yendo, incluso, más atrás en el tiempo, creo que la dieta y la alimentación que usan hoy los hombres sanos no
hubiera sido descubierta, si el hombre hubiera podido beber y comer plantas, frutos, ramas o hierbas como hace
un buey, un caballo o cualquier otro animal. Porque éstos no sólo se alimentan de esas cosas y crecen con ellas,
sino que incluso viven sin daño y no necesitan para nada
de otro tipo de alimento.
Sin embargo, yo estoy convencido de que al principio también el hombre usaba esos alimentos y que sólo
con el paso lento del tiempo se ha llegado a descubrir y
elaborar las dietas actuales. Porque a causa de una dieta
fuerte y propia de animales, al tomar crudas y no equilibradas cosas que tenían grandes principios activos “, los
~i La idea de progreso de la humanidad, simbolizada en la figura de
Prometeo. estaba muy enraizada en el siglo y. Aparece frecuentemente
en poetas (Esquilo, Sófocles), filósofos (Demócrito, Protágoras), médicos
y científicos vinculada al desarrollo de fas technai, que proporcionaban
al hombre un control cada vez mayor de la naturaleza. Protágoras (Pí~TON. Protdgoras 320-322) y PRÓDICO (B 5, DK), entre los sofistas, veían el
origen del progreso en la ‘necesidad., que había empujado al hombre
a organizar 1 as instituciones sociales y a descubrir las artes. Pero ya antes ANAXAGORAS afirmaba que el hombre salió de su estado puramente
natural por medio de la experiencia, la memoria, cl saber y la ¡echnE(B
21 b, DK). Esta corriente doctrinal suponía una .secularización. del pensamiento griego y chocaba 1 rontalmente con la mitología cíclica del eterno
retorno. En esta corriente hay que encuadrar a MA. Su autor hace con
la historia de la medicina algo similar a foque Tucídides. en su Arqueologia, había hecho con fa historia ético-política.
II
En esta breve historia dc la dietética, en cuyo descubrimiento 5t
túa el autor el nacimiento de fa medicina, se introducen ya conceptos
básicos para la propia teoría sobre el origen de la enfermedad. Ákrlta
se aplica aquí a los alimentos tomados por el hombre cuando su dieta
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
31
hombres padecían dolores, sufrimientos terribles y muertes fulminantes, como también hoy padecerían. Sin duda
en aquellos tiempos era natural que sufrieran menos por
la costumbre, pero de todas formas también sufrían enormemente. Y la mayoría de ellos, al tener constituciones
demasiado débiles, era natural que murieran, resistiendo más tiempo los más robustos; igual que ahora, que unos
se liberan fácilmente de los alimentos fuertes, pero otros
no sin muchos dolores y sufrimientos. Por esa razón, creo
yo, es por lo que también ellos buscaron una alimentación
adecuada a su naturaleza y encontraron la-que actualmente utilizamos. Así que a partir del trigo, tras haberlo remojado, aventado, molido, cernido y mezclado,cociéndolo después elaboraron pan ¡2; de la cebada también hicieera ‘fuerte y propia de animales.. Más adelante (cap. 14), se precisará
su sentido de alimentos que contienen distintos humores —salado, amargo, ácido, etc.— que no están bien equilibrados o temperados. La falta
de lcr¿sis (mezcla) de esos humores será la causa de la enfermedad.
D~nan,is, por su parte, es el concepto más vital para el autor en su comprensión de la naturaleza, y sobre él elabora la teoría de la enfermedad
>
la salud. La base de todo el pensamiento médico de MA se encuentra
en la afirmación de que ‘hay en cada cosa grandes principios activos.,
completada (cap. 14) con la deque ‘de ellos depende la vida del hombre
sano.. Esta idea general, tomada de la medicina empirica de períodos
más antiguos, se hace extensiva, en MA. a una interpretación fisiológica
más precisa y se aplica a la propia teoría médica. El término dynamis
se traduce, generalmente, por ‘cualidad., ‘propiedad. o ‘poder.; noso¡los preferimos traducirlo por ‘principio activo’, que corresponde mejor
a la idea de una entidad simple y real, caracterizada por una actividad
que provoca en el organismo efectos específicos observables (cf. H. W.
MILLER, ‘Dynamís and Physis in On Ancient Medicine., iraus. aud Proc.
i~f ¡he American Phil. Ass., 83 [¡952], ~ss.).
teodicea de las Suplica
EuRÍPIDEs (195-218), el desmabrímiento del pan figura por prime entre las aportaciones de la
ttvilización. CANTaaaLc~(.Incivilime¡sano dal Prometeo all~Antigo‘e Con una nota su Eurípide Supp. 18 e la datazione del De Antíla Medicina. Ann. Fac. di Let¡ere3solia di Trieste 3 [¡966-1967],
!42) piensa que Eurípides ha tom idea de nuestro tratado y conduye que éste fue publicado h~
32
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
ron torta y, sometiéndola a otras muchas manipulaciones,
la hirvieron y la cocieron; mezclaron y equilibraron así
los elementos fuertes con otros más débiles, adaptándo-
los todos a la naturaleza y capacidad del hombre, guiados por la idea de que si los comían siendo fuertes su organismo no podría asimilarlos ‘~ y causarían dolores, enfermedades y muerte; y que, por el contrario, aquellos
que pudiera asimilar redundarían en nutrición, crecimiento y salud.
A este hallazgo y a su búsqueda ‘~, ¿qué nombre se le
podría dar más justo y adecuado que el de medicina? Porque, ciertamente, se descubrió con vistas a la salud, para
salvaguarda y nutrición del hombre, en sustitución de
aquella dieta de la que se seguían padecimientos, enfermedades y muertes.
4 No deja de ser comprensible que a éste no se le considere un arte; porque no parece adecuado llamar a alguien
experto en un arte en el que nadie es profano y que todos
conocen ‘X debido a su imprescindible uso. Pero el hallazgo en sí es importante y requirió mucha observación
y conOCimientO técnico. Incluso hoy en día los que se ocu~
Literalmente ‘dominar’ <lcrateein. epikrateein). Aquí se trata del
.dominio’ que el hombre ejerce sobre los alimentos que ingiere, por lo
que abarca todo el proceso de digestión y metabolismo. El término epiIcrateia fue introducido en la medicina por Alcmeón de Crotona y, a partir de entonces, tuvo una enorme importancia en ella. El concepto está
particularmente ligado a la teoría humoral, en la que la enfermedad se
explica como .predomínio’ de un humor sobre los demás.
‘~ De este modo queda descrita la medicina en su doble vertiente
de .investigación’ y de .patrimonio de saber adquirido’.
‘~ Aquí Festugiére. siguiendo a Gomperz. modifica el texto mediante
la inclusión de es ti (‘en alguna medida’). El matiz que pretende añadir
esta conjetura me parece innecesario, ya que aquí no se habla del conocimiento específico de la medicina en su estadio posterior y técnico, ~
no del conocimiento más general, que tiene el hombre, de la dieta que
habitualmente usa. Tin chrésin te kai anankln es suficiente precisión del
sentido que se da a epistttn~.
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
33
pan de los gimnasios y de los ejercicios físicos siguen continuamente investigando, con ese mismo método, qué alimentos y bebidas puede el hombre asimilar mejor y cuáles pueden hacerle más fuerte.
Analicemos también la medicina reconocida como tal, ~
la que se ha descubierto para los enfermos, la que tiene
un nombre y unos profesionales. Veamos si también ella
tiene esos mismos objetivos y cuál fue en su momento el
punto del que partió.
Por mi parte, como dije al principio, creo que nadie
hubiera investigado sobre el arte de la medicina, si las mismas dietas hubiesen sidoadecuadas para los enfermos y
para los sanos. Todavía hoy los que no disponen de un arte médico, los bárbaros y algunos griegos siguen por placer la misma dieta que los hombres sanos, y no se abstendrían ni reprimirían de ningún deseo. Los que investigaron y descubrieron la medicina, guiados por idéntica mentalidad que aquellos de los que he hablado antes, en primer lugar —creo— rebajaron la cantidad de esos mismos
alimentos y, en vez de muchos, los redujeron a unos pocos. Y luego, al ver que eso ayudaba a ciertos enfermos
pero no a todos (porque había algunos cuya constitución
no permitía asimilar ni siquiera unos pocos alimentos y
parecían necesitar algo más suave), descubrieron las papillas, mezclando con mucha agua algunos de los elementos fuertes y suprimiendo así su fuerza mediante la mezcla y la cocción. Y a aquellos que ni siquiera podían digerir papillas se las quitaron también; y llegaron a las bebidas, vigilando que estuvieran convenientemente medidas
en su mezcla y cantidad y administrándolas ni más ni menos temperadas de lo preciso.
Debe quedar claro que a algunos enfermos las papillas 6
no les convienen, sino que al tomarlas se les agudizan las
fiebres y los dolores; y es obvio que lo que se les ha administrado, al ser alimento y crecimiento para la enfermedad, viene a ser destrucción y debilitamiento para el cuer-
34
TRATADOS tIIPOCRÁTICOS
po. Pues bien, todo aquel que en ese estado recibiera alimento sólido como torta o pan, aunque fuera en cantidad
mínima, sufriría diez veces más y de forma más ostens¡ble que si hubiera tomado papilla; y ello se debe a que el
alimento es demasiado fuerte para el estado del enfermo.
Además, a quien conviene tomar papilla en vez de sólido
le haría mucho más daño comer más cantidad que menos,
e incluso comiendo poco lo pasaría mal.
Todas las causas de los males nos llevan a lo mismo ‘~: los elementos excesivamente fuertes y dominantes
dañan al hombre, tanto al que está sano como al enfermo.
7 ¿Dónde está, pues, 1a diferencia de intención entre
aquel que llamamos médico y reconocemos como practIcante, que descubrió la dieta y nutrición para los enfermos, y aquel Otro que por primera vez descubrió y elabo-
ró para todos los hombres la alimentación que ahora tomamos, tan distinta de aquella otra dieta salvaje y propia de fieras? Porque a mí el razonamiento me parece el
mismo, y único e idéntico el hallazgo. Ambos pretendieron lo mismo: uno intentó suprimir aquellos alimentos que
una naturaleza sana no podía asimilar, por su brutalidad
y estado puro; el otro los que un hombre no puede sopor‘~ Algunos críticos consideran que el autor hacc aquí una simplili~
caclón de las causas de la enfermedad, semejante a la que combate en
el cap. l (FEsTUiiERE,Hippocrate: LAncienne..., pág. 40, n. 33; M. VEui~sTi, Ippocrate Opere, Turín, 1965, pág. 168, n. 17). Pero no hay tal contradicción; lo que el autor hace, en realidad, es formular la conclusión lógica que se desprende de las experiencias y hallazgos de la medicina empírica antigua. El siguiente capitulo, que sirve de resumen al apartado dedicado al examen de los primeros pasos de la téchne ¡~trik~ (caps. 2-6),
aclara el sentido dc la frase es tú autó anagetai: ‘el razonamiento me parece el mismo, y unico e idéntico el hallazgo~. Por lo dcmás, es éste un
estadio de la medicina que el autor ha superado: ‘el asunto cs mucho
más complejo y requiere mayor precísión~ (cap. 9). Al final del escrito
queda más claramente definida su postura con respecto a las causas dc
la enfermedad, que pueden ser diversas: .hay que saber también qué entermedades son causadas por los principios activos y cuáles por las estructuras ínternas~ (cap. 22).
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
35
tar, a causa del estado de salud en que accidentalmente
se encuentra. Realmente, ¿en qué se diferencian ambas
cosas, sino en que esto tiene más facetas, es más complejo y requiere más dedicación, mientras que aquello es el
punto de partida, que se dio antes en el tiempo?
Equiparar la dieta de un enfermo a la de un hombre 8
sano no es menos perjudicial que equiparar la de éste a
la de las fieras y demás animales i7~ Tomemos, por ejemplo, a un enfermo con una dolencia no grave ni incurable
pero tampoco totalmente benigna, sino de aquellas en que
un error dejaría sentir claramente su efecto; imaginemos
que quisiera comer pan y carne o cualquier otra cosa que
un hombre sano come con provecho; y que no lo hiciera
en gran cantidad, sino mucho menos de lo que podría comer estando bien. Tomemos, por otra parte, a un hombre
sano, de constitución no muy débil pero tampoco fuerte;
pongamos olle come cebada o cosas similares, con las que
un buey o un caballo se beneficiaria y se pondría fuerte;
y que tampoco lo hace en grandes cantidades, sino mucho menos de lo que podría comer. Pues bien, este hombre
sano, obrando así, no sufriría ni arriesgaría menos su salud que el otro, que estando enfermo tomó indebidamente pan o torta. Todo esto es testimonio de que, investigando con este mismo método, el arte de la medicina se podría descubrir en su totalidad.
Si hubiera sucedido simplemente, como se piensa, que 9
todo lo que era demasiado fuerte perjudicaba y todo lo
ligero beneficiaba y nutría al enfermo y al sano, la cosa
hubiera sido relativamente fácil: tomando un gran margen de seguridad, hubiera bastado con tender hacia lo más
~
El texto griego es oscuro y ha dado lugar a diversas correcciones
en los manuscritos y a conjeturas de los editores. Nuestra traducción se
ajusta lo más posible a la lectura que propone la edición que seguimos.
A Pesar de la oscuridad del texto, el sentido del pasaje es claro y queda
suficientemente explicado con el ejemplo que aduce el autor.
36
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
suave. Ahora bien, no es menor error ni perjudica menos
al hombre administrarle cantidades de alimento inferiores y más pobres de lo que necesita, ya que la violencia
del hambre afecta muchísimo a su constitución, lo debilita y llega a causar su muerte. Muchos males, distintos pero
no menos terribles que los causados por el exceso de alimentación, proceden igualmente del ayuno. Por ello, el
asunto es mucho más complejo y requiere mayor precisión, pues hay que apuntar a una cierta medida. Y la única medida, número o peso válido al que uno podría referirse para conocer qué es lo preciso es la percepción sensible del cuerpo humano
Por esto, resulta una gran empresa adquirir el dominio de una ciencia con tal precisión que no puedas equivOCarte minimamente aquí o allá; y yo, por mi parte, aplauit Metrou zínós stochasasthai. En el prólogo del escrito (cap. 1). el
autor, frente al método acritico de los postulados, ha reclamado para la
ciencia médica un criterio objetivo con el que poder verificar que se está
en lo cierto. Para definir este criterio. MA recurre a la norma aritméticogeométrica (m¿Eron, aríthmds, s¡ath más) de origen pitagórico y ya común
en la época. M. PoHLENz(’Hippokrates de Prisca Medicina’, Hermes 53
119181, 415) recuerda que Eurípides en las Ranas de ARisTOPANE5(v. 797),
quiere someter la technl trag¡kt a un stathmos y a un ,net ron. Unas referencias al mismo tema en Platón y Jenofonte pueden verse en Fe.sruo¡gRE(HippoCrate: LAncienne..., pág. 41, n. 4l), quien concluye resaltando
el hecho de que la noción de ciencia exacta estaba ya determinada con
precisión en el último período del s. y. En el campo médico, y dentro del
mismo CH. la doctrina del met ron-a rjthmos-stathmos se encuentra tam-
bién en el tratado Sobre la dieta, para cuyo autor ‘habría que descubrir
la medida de los alimentos y el número exacto de los ejercicios adecua’
dos a cada tipo de constitución’ (1 2). MA concretará este criterio objetivo en la aisthEsis toú sOmatas, que hay que entender como todo aquello
que se deja sentir en el cuerpo humano, en el doble sentido de sensaciones que experimenta el propio cuerpo y que son perceptibles a los sentidos del médico. Sobre el sentido de la expresión aís¡h¿sís tou sómatos,
véase P. LAIN ENTRALGO, La medicina hápocrdtaca, Madrid, 1970. págs.
239-40, y .Quaestiones hippocraticae dísputatae tres’, en La collection
h¿ppocratáque et son róle dans Ihistoire de la niedecáne, vol. 11. Leiden.
1975, págs. 305-lO.
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
37
diría calurosamente al médico cuyos errores fueran los
mínimos. Pero es muy difícil discernir dónde está la certeza absoluta. En realidad, a la mayoría de los médicos
me parece que les ocurre lo que a los malos pilotos: los
errores que éstos cometen, estando el mar en calma, no
son advertidos; pero en el momento en que les coge un
fuerte temporal o un viento contrario, si pierden la nave,
todos se dan cuenta de que ha sido por ignorancia e impericia. Del mismo modo, cuando los malos médicos, y son
mayoría, tratan a enfermos que no tienen nada grave y
a los que no perjudicarían las más grandes equivocaciones (tales enfermedades son numerosas y atacan al hombre mucho más que las peligrosas), los profanos no advierten sus errores; pero cuando tienen que enfrentarse con
una enfermedad virulenta y peligrosa, entonces sus fallos
y su ignorancia resultan obvios a todos. Y es que las consecuencias, en ambos casos, no se hacen esperar mucho:
se presentan inmediatamente.
Se puede compr~ader sin dificultad por qué el ayuno 10
inoportuno causa tantos daños como el exceso, tomando
como ejemplo el caso del hombre sano.
Hay algunos a quienes sienta bien comer una sola vez
al día y tienen esto como norma, porque les conviene ~.
Por lo mismo, otros tienen necesidad, además, de un al9 Este pasaje y lo que viene a continuación guarda un paralelismo
con los caps. 28 y ss. de Sobre la dieta en las enfermedades agudas y ello
llevó a E. LiTTitÉ a creer que ambos tratados eran obra del mismo autor
<Oeuvres completes d~Hippocra te, vol. 1, Paris. 1861, págs. 315 y sigs.). Hoy
apenas se acepta ya esta tesis, aunque se opina comúnmente que MA está dentro del área de influencia de ese tratado (R. JoLY, Híppocrates, VI-2.
París, 1972, pág. 23. n. 3). — La diferencia entre comer una sola vez al
díao añadir además,-un almuerzo aparece también en So>,re las afecciolies 20, Enfermedades de la mujer 41. líO, y Sobre la dieta III 81. que nos
da una muestra del interés de la medicina hipocrática por la dieta preventiva; es decir, para hombres sanos. Cabe señalar, por lo demás, que
en la Atenas del s. y el almuerzo matinal era todavía un lujo (cf. ARísTÓPANES, Nubes 416).
38
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
muerzo, porque les sienta bien. Hay, incluso, algunos que
siguen una de las dos costumbres por placer o por otra
coyuntura. Y es que para la mayor parte de los hombres
no suele haber diferencia entre seguir una norma u otra,
si están habituados a hacer una sola comida o a añadir
el almuerzo. Pero hay algunos que si se salen de su norma no se librarían fácilmente de sus consecuencias y padecerían lo indecible con alterar su régimen un solo día,
y si me apuras ni siquiera completo. En el caso de los que
hicieran un almuerzo no habitual, porque en seguida se
sentirán cargados y abotargados física y mentalmente, llenos de somnolencia, amodorrados y sedientos; si por añadidura cenan, tendrán flatulencias, retortijones y el vientre suelto. Para muchos, ése es el principio de una entermedad seria, aunque la cantidad de alimento fuera la misma y no mayor que la que tenían costumbre de consumir
en una sola vez. En el caso del que suele tomar además
un almuerzo, y eso le va bien, en cuanto pasa su hora sin
tomarlo siente una gran debilidad, temblor y desvaimiento. Tendrá también ojeras, la orina más pálida y caliente
y sabor amargo de boca; le parecerá que se le revuelven
las entrañas y sentirá vértigo, desmayo y desfallecimiento. Es más, si intenta cenar, el alimento le resultará desagradable y no podrá tomar lo que normalmente cena los
días que ha hecho su almuerzo habitual: esos mismos
alimentos, al ir bajando con retortijones y ruido, provocan ardor de estómago y son causa de insomnio y sueños
agitados. Para muchos, ése es también el comienzo de una
enfermedad.
11 Hay que analizar por qué causa les han sucedido esas
cosas. En el caso del que suele comer una vez al día, creo
que es porque no aguardó el tiempo suficiente para que
su estómago terminara de digerir la última comida, la hubiera asimilado y hubiera tenido reposo después de haberse vaciado; en lugar de eso, en plena digestión, ingirió
nuevos alimentos. Los estómagos de estas personas digieSOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
39
ren muy lentamente y necesitan reposo e intervalos mayores.
En cuanto al que tiene la costumbre de tomar un almuerzo, la caúsa está en que su organismo necesitaba alimento tan pronto como consumió el de la anterior comida, sin ningún descanso, y ese alimento no le llegó a tiempo. En realidad, lo que le pasa es que se debilita y consume por causa del hambre, a la que yo atribuyo todos los
males que padece, según he dicho. Es más, afirmo que
cualquier hombre sano que permanece dos o tres días sin
comer tendrá los mismos síntomas que he descrito en los
que prescinden del almuerzo.
En mi opinión, estas constituciones que acusan mucho 12
y rápidamente los errores son más débiles que las demás;
el más parecido a un hombre de condición débil es el enfermo y éste es más débil aún y con más motivo tiene que
padecer por apartarse de lo que es oportuno.
Siendo tal la precisión requerida por el arte, es difícil
que éste alcance en todos los casos la máxima exactitud.
Y eso que en muchos de sus aspectos 1a medicina llega
a conseguir esa precisión. De ello se hablará. Lo que digo
es que no se puede rechazar la medicina antigua como
inexistente ~ o que no ha investigado correctamente, por
no ser exacta en todas sus modalidades. Más bien creo que,
por lo muy cerca que pudo llegar de la verdad partiendo
de una gran ignorancia, son dignos de admiración sus descubrimientos, alcanzados mediante el razonamiento, por
II
el camino correcto y no por azar
20 Aquí está el colofón a la primera parte del escrito y. por ello, el
Biltor insiste en algunas ideas básicas, ya desarrolladas. como la exisWncia de una technl médica (caps. 1 y 2).
21 En este resumen final queda de maniliesto dónde sitúa el autor
el nacimiento de la medicina: en el momento en que, por medio del logisNtds, se reduce el campo de acción de la tychl y ésta ya no domina sobre
Ienlermedad. La agnoszi, al igual que la lalía de empeiría y de episttml
del cap. í,• implica aquí la presencia de la tychl. En otro tratado del CH
40
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
13 Quiero volver a la teoría de los que investigan el arte
al nuevo estilo, es decir partiendo de un postulado 22~
Si son lo caliente o lo frío, lo seco o lo húmedo los que
dañan al hombre, es preciso que el que cure correctamente
lo haga valiéndose también de lo caliente contra lo frío
y de lo frío contra lo caliente, o de lo seco contra lo húmedo y de lo húmedo contra lo seco. Pues bien, pongamos
el ejemplo 23 de un hombre que no sea de constitución
fuerte, sino débil. Supongamos que come trigo tal y como sale de la era, crudo y sin elaborar, que come carne
sin guisar y que bebe agua. Con semejante dieta estoy seguro de que padecerá muchó: tendrá dolores, su organismo se debilitará, el estómago se le estropeará y no podrá
vivir mucho tiempo. ¿Qué tratamiento habrá que poner
al que se encuentra en este estado: lo caliente, lo frío, lo
seco o lo húmedo? Porque es obvio que habrá de ser algo
de esto, ya que si el mal lo causa alguno de los elementos
de esos dos pares, según el razonamiento de aquéllos habrá que curarlo con el elemento contrario 24, De hecho, el
se dirá que ..el médico que conoce así la medicina no se apoya en el azar
y. con fortuna o sin ella, tendrá éxíto~ (Sobre los lugares en el hombre
46). Para la oposición téchn¿-tych~. y. F. HEINIMANN, .Eine vorpíatonische Theorie...., pág. 107. n. II, y pág. 108, n. IB.
22 Comienza ahora la revisión de la medicina que se basa en postulados lilosóficos y su confrontación con la propia teoría del autor. A la
doctrina de los cuatro elementos se contrapone la de los humores, y ésta
se desarrolla a medida que se refuta aquélla. Sobre el tema de la innovación del método de los postulados, véase lo dicho en n. 1.
23 El autor, fiel a su idea de que el médico debe decir cosas familiares a los profanos (cf. cap. 2) va a aducir numerosos ejemplos para hacer comprensible su doctrina. En esta segunda parte del escrito se haFá
uso de pruebas, testimonios y comparaciones que el público pueda comprender. Con el ejemplo propuesto, el autor inicia la refutación de la teoría
de los cuatro elementos, ciñéndose, naturalmente, al terreno de la dieta.
24 Se trata aquí del método de la alopatia. o tratamiento por los contrarios, que ocupa en el CH un lugar importante entre los diversos modos de curar. Aforismos II 22 formula clara y rotundamente el principio
de que, en general, los contrarios son curados por los contrarios. También se encuentra de distintas formas en Aforismos II 25 y 34. Sobre las
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
41
remedio más seguro y claro es suprimir al enfermo la dieta
que seguía, dándole pan en vez de trigo, carne guisada en
lugar de cruda y vino como bebida. Con este cambio es
imposible que no se ponga sano, a no ser que esté ya consumido por el mucho tiempo que siguió la otra dieta.
¿Qué decir? ¿Era que su mal lo causaba lo frío y se
curó al administrarle las cosas calientes, o afirmaremos
lo contrario? Creo yo que el que así fuera interrogado se
vería en un gran aprieto, porque quien hizo el pan ¿qué
fue lo que quitó al trigo: lo caliente, lo frío, lo seco o lo
húmedo?; y porque lo que se ha entregado al fuego y al
agua, y además en su elaboración han intervenido otras
muchas cosas que tienen su virtualidad y naturaleza propias, ha perdido algunos de sus componentes, pero se ha
combinado y mezclado con otros.
Sé, por supuesto, que no es lo mismo para el organis- 14
mo humano el pan de harina fina que el de harina sin cernir, hecho con trigo solo o también con salvado, mezclado con mucha o con poca agua, bien amasado o sin amaalecciones 6 y Epidemias VI 6, 2. Esta doctrina supone que hay una adaptación del organismo al medio ambiente y, más en concreto, una reacción del cuerpo a los estímulos externos. Esa reacción tiene lugar porque las cosas que son contrarias se atraen, se suscitan. se engendran y
se sustituyen unas a otras. La teoria de los contrarios se basa en determinadas experiencias médicas (p. ej.. la fiebre), pero es también reflejo
de la filosofía, que veía en el movimiento la esencia de todas las cosas,
como es el caso de los físicos jonios y. en especial, de Anaxímenes. Anaximandro y Tales. A la escuela de Mileto le servía para explicar la salida
y puesta de los astros, la evaporación del agua del mar, la lluvia, el desarrollo del embrión, la sucesión de las generaciones. las transformaciones de las especies, etc. — Opuesta a la teoría de los contrarios estaba
la de los semejantes o afines, que se encuentra también en algunos lugares del CH (Semanas 46, Sobre la naturaleza del hombre 8). Según ella,
los efecto del organismo y del medio exterior se acumulan y van en el
mismo sentido: el calor aumenta el calor, el frío aumenta el trío y, en
general, las cosas que son semejantes se provocan y refuerzan unas a otras.
Esta teoría está en la base de la cosmología pitagórica y es recogida por
Empédocíes y Alcmeón.
42
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
sar, muy cocido o casi crudo, y otras muchas cosas más.
Y lo mismo pasa con la torta de cebada. Hay en cada cosa
gíandes principios activos muy distintos entre sí. El que
no se da cuenta de esto o no lo hace objeto de conocimiento al observarlo 25 ¿cómo podrá siquiera conocer algo de
los padecimientos en el hombre? Pues éste se resiente y
sufre alteraciones, en un sentido u otro, por la influencia
de cada uno de esos principios, y de ellos depende la vida
del hombre sano, la del que se recupera de una enfermedad y la del enfermo. De ahí que conocer estas cosas, y
no otras, sea sin duda lo más imprescindible y útil, sabiendo además que fue, al investigar correctamente y con razonamiento aplicado a la naturaleza humana, como las
descubrieron los pioneros de un arte que consideraron digno de ser atribuido a un dios, como comúnmente se
piensa 2~ Pues no creyeron que lo que dañaba al hombre
fuera lo seco o lo húmedo, lo caliente o lo frío, ni que necesitase nada de esto. Pensaron, por el contrario, que lo
que le perjudicaba era la fuerza de cada cosa y lo que había en ella de excesivo para la naturaleza humana, que no
25 Nuevamente, la unión de experiencia y ciencia es resaltada por
cl autor, para quien ya está dado el paso entre una medicina puramente
empírica, que se limíta sólo a observar, y otra ya constituida como tech nl.
26 Durante mucho tiempo la medicina estuvo en Grecia vinculada a
los templos de Asclepio, y todavía en el s. y se designaba con el nombre
de Asclepíadas a los médicos. Este hecho llevó a algunos críticos a pensar que las corporaciones médicas procedían de la casta sacerdotal de
cste héroe mitológico; pero los estudios de Edelstein han mostra’do lo
infundado de esta tesis. En cualquier caso, la primitiva medicina griega
hundía sus raíces en la mitología y veía en Asclepio al héroe sanador de
muchas y variadas enfermedades —como le llama Píndaro— y del que
Quirón había aprendido el uso correcto de los pharmaka (Piticas III 5-7,
45-46; IV 271; Nemeas III 55). Para PLATÓN (República 407c ss4 Asclepio
sigue siendo el inventor del arte de la medicina. Sin embargo, la medicí.
na racional o .laica~ no nació de la medicina religiosa. sínode las obsersaciones y rellexiones de los lilósolos, corno ya se ha dicho en la intioducción. La medicina hipocrática, sobre todo, siguió un canino contrapuesto al de la antigua medicina religiosa.
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
43
lo podía asimilar; y eso fue lo que trataron de suprimir.
De lo dulce lo más fuerte es lo más dulce; de lo amargo,
lo más amargo; de lo ácido, lo más ácido, y, en fin, de cada componente, su grado máximo ~‘.
Y es que veían también que esos mismos elementos formaban parte del hombre y le perjudicaban. Y así es: en
el organismo se encuentran lo salado, lo amargo, lo dulce, lo ácido, lo astringente, lo insípido y otros muchos elementos más, dotados de principios activos distintos en
cantidad y fuerza. Mezclados y combinados unos con
otros, pasan inadvertidos y no perjudican al hombre; pero en el momento en que alguno se disgrega e individualiza, entonces se deja sentir y causa sufrimiento al hombre 26~
En el caso de los alimentos que son inapropiados y nos
sientan mal al comerlos, cada uno de ellos es amargo, salado, ácido o con algún otro humor intemperado y fuerte,
que provoca el trastorno, junto con los factores que se disgregan en nuestro organismo. Por el contrario, es claro
que los alimentos que solemos comer y beber contienen
27 El lenguaje de este pasaje es muy ambiguo. Habría que entender
que lo dulce, cuando está niás concentrado y sin mezcla de otro componente, predomina y es lo mas fuerte. A nivel teórico, cada componente
podría quizás existir en su estado de mayor concentración y en él seria
mas poderoso (MILLER, .Dynamis and Physis..... pág. 184).
~
Esta es la expresión de la doctrina lisiológíca de MA sobre las
causas de la enlermedad. Sus antecedentes se encuentran en Alcmeón.
que fue a la vez lilósofo y médico. Dentro de la corriente filosófica de
los elementos, Alcníeón no limitaba éstos a los cuatro que generalmente
se aceptaban; para él. su número era indelinido. La salud consistía en
una ísonomía (equilibrio) de los elementos, mientras que la mona rchía
tpredominio) de uno de ellos era la cau ,a de la enlermedad (Fr. B 24, DK).
Esta doctrina ejerdó un gí-an inílujo cmi la escuela de Cos y en la teoría
médica en general. — Lo salado, lo amargo, lo dulce. etc., no son, en MA.
mas que ejemplos de humores, cuyo número queda, así, indelinido. En
la krés,s (mezcla) de estos humores estriba la salud, y en la apókrisis (día.
gregación) de alguno de ellos, la enterníedad. El lenguaje y la terminología dc este pasaje son eco de Anaxágóras.
44
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
en poquisima medida ese humor intemperado y dominante; me refiero al pan, la torta y sus derivados, alimentos
habituales para el hombre y que, al margen de los elaborados para el placer y el hartazgo, son los que éste consume cotidianamente. En general, tales alimentos ni provocan trastornos al hombre ni disgregación de los principios
activos de su organismo, sino vigor, crecimiento y nutrición. Y la razón no es otra que el hecho de estar bien combinados, sin ningún elemento intemperado y fuerte, sino
formando todo el conjunto una unidad simple 29
15 Lo que no entiendo es de qué manera, con sus supuestos, curan a los hombres los que mantienen aquella teoría, desviando el arte de este método hacia elde los postulados. Porque no creo que ellos hayan descubierto algo
que por sí mismo 30 sea <lo calientes, alo fríos, <lo seco»
o alo húmedos, sin que sea copartícipe con algún otro tipo de principio. Pienso, por el contrario, que emplean los
mismos alimentos y bebidas que utilizamos todos y que
a lo uno le atribuyen el ser caliente, a lo otro frío, y a lo
de más allá seco o húmedo. Porque recomendar a un enfermo que tome algQ caliente sin más no conduciría a nada, ya que inmediatamente le preguntará qué cosa, con
lo que se verá obligado a divagar o tendrá que recurrir
a alguna de las que son corrientes.
29 Los Mss. anaden kai ischyron (‘y fuerte»), lectura que adopta Heiberg. Debido al contrasentido que esto supone con lo dicho anteriormente.
Littré lee lcaí mP íschyron. Jones, siguiendo a Kuhlewein, suprime este
linal.
~
»Por sí mismo’, ‘en estado independiente, autó ephheoutoó, ha
sido ya aplicado, en el capítulo anterior, a lo dulce, lo salado, etc. Estos,
a los que se acabará denominando ‘humores» (cap. 24). sí pueden darse
aislados, al contrarío que el frío ~ el calor; pueden concebirse, y el autor
así lo hace, como substancias simples en estado independiente. El autor
expone su propia doctrina en los mismos términos en que refuta la doctrina de los cuatro elementos, aplicada a la medicina. Los términos se
toman de doctrinas como la de Anaxágoras (B 12, DK).
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
45
En realidad, si hay algo que sea a la vez caliente y astringente, o caliente e insípido, o caliente y flatulento (ya
que hay muchas cosas calientes que tienen otros principíos activos opuestos entre si), seguro que habrá diferencia entre administrar lo caliente y astringente o lo caliente e insípido; o también lo frío y astringente (que eso es
igualmente posible), o lo frío e insípido. Pues entiendo que
cada uno de estos pares produce el que le es totalmente
opuesto y que esto sucede no sólo en el hombre, sino en
un pedazo de cuero, en la madera y en otras muchas cosas menos sensibles que él. Y no es lo caliente lo que lleva el principio dominante, sino lo astringente, lo insípido
y los demás elementos que he mencionado. Esto es así en
el hombre y fuera del hombre: en lo que come, en lo que
bebe y en lo que se aplica externamente, sea unguento o
emplasto.
Mi opinión es que, de todos los principios activos que 16
hay en el organismo, son el frío y el calor los que menos
influencia tienen, por las razones que expongo a continuación. Mientras están combinados el frío y el calor no perjudican, debido a que el calor se equilibra y atempera con
el frío, y el frío con el calor. Cuando uno de ellos se disgrega, entonces perjudica. Pero precisamente en el momento en que el frío sobreviene y hace daño al hombre,
lo primero que en seguida acude es lo caliente que, debido al propio frío, brota del sujeto de modo espontáneo y
sin necesidad de ayuda o tratamiento. Esto ocurre así en
los hombres sanos y en los enfermos. Por ejemplo: si un
hombre sano desea refrescarse en invierno con un baño
de agua fría o de otra manera, cuantas más veces lo haga,
siempre que no haya dejado congelar su cuerpo, tanto más
se calentará al vestirse y ponerse al abrigo; por el contrarío, si quiere calentarse con un baño bien caliente o po-
niéndose muy cerca del fuego y recogerse después al mismo abrigo de antes vestido de igual manera, se advertirá
que pasa más frío y que tinta mucho más que cuando se
46
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
había refrescado. O bien, si uno que está sofocado de cabr se abanica y de esa manera se procura algo de fresco,
cuando deje de hacerlo, su calor y sofoco serán diez veces
mayores que si no se hubiese abanicado. Y todavía un
ejemplo aún más significativo: aquellos a quienes se les
hielan los pies, las manos o la cabeza al haber caminado
por la nieve o por otro sitio muy frío, ¡qué mal lo pasan
durante la noche al arroparse y ponerse al calor, por causa del ardor y de la comezón! Incluso hay algunos a los
que les salen ampollas como si se hubieran quemado con
fuego. Y esto no les pasa hasta que no se han calentado.
¡Tan rápidamente acude cada uno de esos elementos al
lado del otro! “. Podría dar miles de ejemplos.
En cuanto a los enfermos, ¿ no es cierto que a los que
les entran escalofríos les sube mucho la fiebre?; ¿y que
ésta no es virulenta, sino que cesa en seguida, sin más consecuencias por lo general y manteniendo el cuerpo caliente
mientras dura? Además, tras recorrer todo el cuerpo, el
calor suele terminar en los pies, que es donde el temblor
y el frío eran más intensos y duraron más tiempo. A su
vez, el frío, al brotar el sudor y desaparecer la fiebre, es
mucho mayor que si ésta no hubiese tomado el comienzo.
Por consiguiente, ¿qué daño serio o importante podría
ocasionar aquello a lo que con tanta presteza acude su
opuesto para contrarrestar automáticamente su influjo?;
¿cuál es el gran remedio que necesita?
17 Alguien me podría replicar que en los causones, las perineumonías y otras enfermedades virulentas.32 no hay
31 Adviértase, en todo este pasaje, corno Irlo y calor se interpretan
como substancias que, al ser activas y manilestarse en esa actividad, se
convierten en dyndmeís; es decir, en ‘principios activos» o ‘poderes..
En este tipo de indicaciones se manifiesta el penetrante espíritu científico del autor.
32 En MA son escasísimas las veces que se da el nombre de una enfermedad. Las que aqul se mencionan entran dentro del grupo que el CH
denomina. frecuentemente, con el término genérico de .enfermedades
5OBRE LA MEDICINA ANTIGUA
47
alternancia de lo caliente y lo frío, ni los enfermos se libran pronto de la fiebre. Para mí, ése es el mejor ejemplo
de que los hombres no tienen fiebre simplemente por culpa de lo caliente y que ésta no sería la única causa de la
enfermedad: la misma cosa es a la vez caliente y amarga
o caliente y ácida o caliente y salada y así sucesivamente;
de igual modo también lo frío se combina con otros principios activos. Estos son los causantes del mal; junto a
ellos está también lo caliente, cuya fuerza será tanta cuanta sea la del principio dominante, se acentuará y aumentará con la de él, pero sin tener ninguna influencia mayor
que la que le es propia.
Que esto es así lo veremos claro por lo indicios siguien- 18
tes, comenzando por lo más visible, de lo que todos muchas veces ya hemos tenido y tendremos experiencia.
Cuando tenemos catarro de nariz y ésta empieza a destilar, la mucosidad es, en general, más acre que la que se
producía antes y salía por las fosas nasales corrientemente; produce inflamación y notas que la nariz se irrita y se
pone muy roja, site tocas con la mano. Y sí el catarro es
prolongado incluso se ulcera la zona descarnada y dura.
El ardor en la nariz no cesa cuando empieza a salir la mucosidad y hay inflamación, sino cuando aquélla fluye más
espesa y menos acre, cocida y más mezclada con la ante-~
rior. Entonces es cuando cesa también el ardor.
Pero en los casos en los que manifiestamente la causa
del catarro es sólo el frío, sin que haya ningún otro factor
concomitante, en todos ellos la curación es la misma: se
ha pasado del frío al muchísimo calor y del calor al muchísimo frío, rápidamente y sin ningún tipo de cocción.
Todos los demás casos, cuyas causas estén en la exacerbación y falta de fusión de los humores, yo sostengo que
se producen de la misma manera y se restablecen una vez
cocidos y temperados éstos.
agudas». En sobre la díew en las enlermedades agudas 5 se las delíne
como las más funestas.
48
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
19 De otra parte, los flujos de humores que van a los ojos,
al tener todo tipo de acidez y humores fuertes, ulceran los
párpados y a veces corroen las mejillas y la zona de las
ojeras por donde baja el flujo; incluso rasgan y corroen
la membrana que cubre la pupila. Los dolores, el ardor
y la hinchazón son tremendos hasta el momento en que
los humores, al cocerse, se vuelven más espesos y se forma la legaña. La cocción es el resultado de la mezcla y fusión de unos humores con otros, al haber fermentado
juntos ~>.
Otro ejemplo: los flujos de humores que van a la garganta, que producen tos y anginas, ¿risipelas y perineumonías, salen al principio salados, líquidos y ácidos, siendo éste el momento en que las enfermedades alcanzan su
máxima virulencia; cuando, por el contrario, se hacen más
espesos y están más cocidos y sin ninguna acidez, es el
momento en que cesan las fiebres y los otros males.
Sin lugar a dudas hay que interpretar que, en todos
estos casos, el origen del mal está en los factores cuya presencia da lugar necesariamente a esa situación concreta
y cuyo cambio en otra combinación le pone fin. En consecuencia, los males producidos por lo caliente o lo frío aisladamente, sin estar combinados con ninguna otra cualidad, cesarían con el solo cambio de calor a frío y viceversa, lo que sucede de la manera que ya he dicho antes ~.
33 En los caps. 18 y 19 de nuestro tratado tenemos la explicación
más completa de cómo la medicina antigua concebía el fenómeno de la
‘cocción». En este pasaje el concepto está claramente definido como la
acción de combinar de tal modo los humores que dé como resultado la
perfecta kresís de todos ellos. El autor presenta tres tipos de enfermedad —el catarro normal, la oftalmía y la perineumonía— y demuestra que
la mejoría está en relación directa con el hecho deque la secreción o mucosidad se ha hecho menos acre y más espesa como resultado de la
pepsis. En realidad, la ‘cocción’ equivale a nuestra digestión, pero en
un sentido más amplio: una buena digestión conduce a un comportamiento
de los humores que es garantía de salud. Precisamente por ello, el autor
dedica tanta atención a los problemas de alimentación y dietética.
~
Queda, así, rechazada la aplicación de la doctrina de los cuatro
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
49
En los demás casos, todo el ma! que padece el hombre
se debe a las cualidades. Así, por ejemplo, cuando en el
cuerpo se ha expandido un elemento amargo, concretamente el que llamamos bilis amarilla, ¡qué náuseas, ardores y desgana se apoderan de nosotros! Al liberarnos
de él, a veces incluso limpiándose el propio organismo de
modo espontáneo o con ayuda de una purga, si esto sucede en el momento oportuno, claramente desaparecen los
dolores y la fiebre; sin embargo, ningún remedio los hace
cesar, mientras esos elementos estén sueltos, sin cocer ni
atemperar. Igualmente, ¡qué irritaciones y espasmos en
las entrañas y el pecho, y qué angustia sienten aquellos
•en los que hacen presa acideces fuertes y agudas! Y nada
de ello cesa hasta que éstas no se han purgado, atemperado y mezclado con el resto de los humores. Ahora bien,
para cocer y mutarse, para volverse más fluido o espeso
hasta formar un determinado humor, pasando por otros
de todo tipo (y de ahí la importancia .en estos casos de los
períodos de tiempo y de las crisis 35), quienes realmente
menos aptitud tienen son lo caliente y lo frío, ya que, en
cualquier caso, no podrían fermentar ni espesar. Pues ¿cómo podríamos decir que ellos modifican su cualidad según los elementos con los que se combinan, si el calor sólo en combinación con el frío pierde su cualidad de calienelementos a la medicina. Con ello, el autor rechaza, igualmente, la aplicación inmediata y mecánica de procesos 1 isicos al campo biológico.
~
Krís¡s es la ‘determinación de la enfermedad» de modo similar
al de un veredicto judicial. El momento de la ‘cocción» era decisivo para
el resultado de la enlermedad, ya luera éste la recuperación, la agravación o la muerte. La crisis se producia en lo que se llamaron ‘días críticos», según la creencia común de que la enlermedad tendia a llegar a su
crisis en un día fijo a partir de su comienzo. Aunque Galeno atribuyó esla doctrina a Hipócrates, se piensa que hay en ella una pervivencia del
Pítagorism0 para el que los números tenían poderes místicos (Jorn~s, HípPocra,es, vol. 1, Londres, 1923, págs. LIV-LV). Seguir la enlermedad a través
de sus distintas etapas era fundamental para el médico hipocrático.
50
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
te, y el frío sólo con el calor? ~. Sin embargo, los demás
elementos que se dan en el hombre son más favorables
y mejores cuanto más numerosos son los factores de que
se componen. El estado más saludable del hombre es aquel
en que todos los elementos están cocidos y en equilibrio,
sin que ninguno deje que se destaque su principio activo
particular. Creo que esto ha quedado ya probado.
20 Dicen algunos médicos y sabios ‘~ que no sería posible
saber medicina sin saber qué es el hombre; que, por el contrario, eso es algo que debe aprender el que quiera curarlo correctamente. Tiende su lenguaje hacia la filosofía 3,
como es el caso de Empédocles y otros quJen sus trata-
dos Sobre la naturaleza ~‘ han descrito desde el origen
36 Pasaje de texto incierto y de dilícil interpretación. Probablemente
tenga razón JONES(ibid.. págs. 50-1) al considerarlo como una interpolación.
~ El término sophísia¡ no tiene todavia el sentido peyorativo de
»profesor de sabiduría’ o »solista» que le darla Platón. Se refiere, simplemente, al lilósoto. aunque no deje de percibirse una cierta ironía en
todo cste pasaje.
~
En estas primeras lineas ha vuelto a aparecer el tono polémico
con el que el auto,- suele introducir sus temas. Comienza aquí la tercera
parte del escrito en la que se cxpone el método correcto de la investigación médica. El autor entra en materia con un tenis polémico que le da.
rá pie. enírentándose a doctrinas conocidas, para resaltar la propia como única válida. — La palabra phulosop/iii aparece ya con su sentido preciso de »lilosolía» y no el más general de »sabiduría» o ‘alán de saber’.
Por el contexto puede apreciarse que el autor se refiere a la lilusofia natural de los jonios. No hay datos para precisar si el término técnico se
debe a Sócrates, a la sofística o si nace, precisamente. en escritos médicus como el nuestro (FESTUGIÉRE. Háppocrale..., pág. 57).
~» Los críticos no están de acuerdo en si hay aquí un ataque directo contra Empédocles y su doctrina, o si la mención del filósofo jonio es
simplemente ilustrativa. Creemos con JAEGER (Paídeía.., pág. 800, n. 40>
que la alusión solo sirve para ilustrar el significado de la palabra philosoph¡l. FESTtJGIÉRE toma esa alusión como la principal evidencia para fechar nuestro tratado entre 440 y 420 a. C. <Híppocrate.... pág. 58, n. 69>,
por ser en esa época cuando la lilosofia de Empédocles fue particularmente influyente. — Entre los autores que escribieron algún tratado Sobre la naturaleza destacan Zenón, Anaxáguras. Arquelao, Diógenes de APo
lonia, Pródico y Gorgías.
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
51
qué es el hombre, cómo llegó a existir y de qué fue formado. Pienso, por mi parte, que todo aquello que los sabios
y médicos han dicho y escrito sobre la naturaleza se ajusta menos al arte de la medicina que al de la literatura ~
y creo, además, que sólo a partir de la medicina es posí- ble conocer algo cierto sobre la naturaleza ~‘. Aprender- lo será posible cuando se haya abarcado aquélla correctamente y en su totalidad 42; y para esto me parece que
aún falta mucho. Me refiero a esa investigación que consiste en conocer con exactitud qué es el hombre, por qué
causas llega a existir y todo lo demás. Porque a mí al me~> Graphik~ que nosotros traducimos por literatura, es, en el s. y
a.
C., tanto el arte de la escritura como el de la pintura. Cualquiera de
las dos ínterpretaciona del término es válida, lo mismo si se quiere ver
aquí una alusión a Empédocles —que comparaba la formación de todos
los seres a partir de los cuatro elementos con el trabajo de un pintor que,
con unos pocos colores, representa todos los seres que quiere (B-23. DK)—,
como si se preliere ver una relerencia al atomismo de Leucipo y Demócrito, que comparaban las diversas combinaciones de átomos para for-
mar los seres con las de las letras que componen la palabra (A 6, DK).
La idea del autor es que las elucubraciones de los tratados sobre la naturaleza son tan inútiles en medicina como puedan serlo en el arte graphíke. Es notable su habilidad, al relerirse, precisamente, a un arte ya constituido y admitido desde antiguo y que no había necesitado de la filosofía para desarrollarse Con ello refuerza su tesis de que tampoco la medicina lo necesita.
~
Afirmación revolucionaria, extraña a un mundo donde las doctrí‘mas médicas eran adaptaciones de teorías lilosólicas. El autor de MA no
en su empeño de desligar la medicina de la fílosolia. Hay que notar
1 Insistencia en distinguir entre ‘escribir sobre la naturaleza» y ‘conocer algo cierto» sobre ella. Véase el final del capítulo primero donde el
contraste se da entre decir algo ‘sobre las cosas oscuras e invisibles»
‘conocer la verdad» <eidenai tó saphesI.
~
Este pasaje ha sido señalado, desde Líttré, como el -Punto de rerencía de PLATÓN, cuando afirma <Fedro 270b-e) que Hipócrates y la raIII nos enseñan que no se puede conocer el cuerpo sin conocer la totalímd, según se ha dicho en la introducción. — Para el autor de MA. iníluenpor el escepticismo del movimiento sofístico, la naturaleza del hom~consiste en su individualidad, en la suma total de sus reacciones parculares al alimento y la bebida.
52
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
nos me parece que las cosas que un médico debe necesariamente saber sobre la naturaleza y esforzarse en aprender, si quiere actuar correctamente, son qué es el hombre en relación con lo que come y bebe, qué es en relación con sus demás hábitos y qué le puede pasar a cada
individuo a partir de cada cosa concreta ~. Y no decir
simplemente cosas como que el queso es un alimento nocivo porque perjudica al que se atiborra de él. Lo que hay
que decir es qué tipo de mal, por qué motivo y a qué ele.
mento del organismo no le conviene, porque hay otros muchos alimentos y bebidas nocivas que no afectan siempre
de la misma manera a la salud del hombre. Por tanto, digamos algo así como que «el vino puro, bebido en cantidad, afecta en tal sentido al hombre», y todos los que conozcan esto sabrán que ése es el principio activo del vino
y que él es el causante ~. Sabemos entonces, al menos, enqué elementos del organismo humano influye más.
~
El autor, consciente de que los fenómenos existentes son únicos
en un momento dado, y preocupado por el problema de abarcarlos dentío dc una teoría general, rechaza todo reduccionismo. Concorde con ello
está su crítica a los que limitan al mínimo las causas de la enlermedad
(cap. 1). De ahí también que en el cap. 19, en las líneas donde enuncía
su propia teoría sobre el origen de la enfermedad, no concrete éste en
tal o cual factor, sino tan sólo enuncie las condiciones generales en las
que cualquiera de ellos puede ser individualizado como causa.
~
Este pasaje ofrece algunas dilicultades. Para Jones. que propone
algunas correcciones, contradice el argumento general. al decir que el
vino mismo es el culpable, ya que la opinión del autor es que ningún alimento en sí es causante de males y sólo perjudíca en determinadas condiciones. Para salvar esta contradicción. Jones propone cambiar h~it¿t5
(ésa, ése) por towute (»tal» o »cual») e introducir la negación ouk a’ite
autos. De esta forma, su interpretación sería: »tal o cual dynaníis del vino es la culpable, y no simplemente el vino en si». Sin embargo, creemos
con FEsTUGIERE <Hippocra¡e.., pág. 65, n. 76) que el texto puede mantenerse sin correcciones. La contradicción que ve Jones desaparece, si Se
tiene en cuenta que aquí se trata del vino akrCtos (puro); es decir, en eSe
condición hay un principio activo de un humor que no está atemperado
y.. solo así» es como perjudica.
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
53
Realidades de este orden son las que me interesa que
queden claras en todo lo demás. Porque el queso, por poner un ejemplo que ya hemos utilizado, no daña a todos
por igual, sino que hay quienes hartándose de él no sufren ningún daño. Al contrario, a los que les sienta bien
les proporciona un extraordinario vigor, mientras que
otros lo eliminan con dificultad. Y es que sus Constituciones físicas son distintas y se diferencian en que el organismo contiene un factor que es hostil al queso y que se
ve atacado y movilizado por él. Aquellos en los que ese humor se encuentra en mayor cantidad y es predominante
padecen naturalmente más. Si fuese perjudicial a toda naturaleza humana, a todos les sentaría mal. Y eso, si uno
puede saberlo, no lo padecería.
Por ejemplo: en la convalecencia, y todavía más en en- 21
fermedades largas, se producen muchos desarreglos, unas
veces sin causa externa y otras debido a cosas que se toman ocasionalmente. Si resulta que ese mismo día el enfermo ha hecho algo inhabitual, como bañarse, dar un paseo o tomar un alimento distinto, aunque sea mejor hacer estas cosas que no hacerlas, sé que la mayoría de los
médicos, igual que los profanos, le atribuyen sin más a
alguna de ellas la causa; y, como realmente la desconocen, suprimen algo que hubiera sido quizás muy conveniente.
No debe ser así, sino que hay que saber qué consecuencias puede tener un baño o un esfuerzo realizados en un
momento inoportuno. Porque el daño que causan uno y
Otro es cada vez distinto, como también lo es el de un exCesoo el de cualquier alimento. De manera que el que no
sabe la relación que guarda cada cosa con el individuo no
odrá conocer los efectos que produce en él ni utilizarla
orrectamente ~.
~
El autor propone su propio procedimiento de investigación, al
se ha llegado partiendo del método de la medicina antigua. único válípara él (cf. cap. 2). La expresión, aquí, es inversa a la propuesta de
54
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
22 En mi opinión, hay que saber también qué enfermedades son causadas por los principios activos y cuáles por
las estructuras internas. Por principio activo entiendo el
grado máximó en intensidad y fuerza de cada uno de los
humores 46; por estructura, los órganos internos del
hombre ~. De éstos, unos son cóncavos y van de lo ancho
a lo estrecho o están completamente abiertos, otros son
duros y redondos, otros amplios y colgantes, otros extendidos, otros alargados, otros compactos, otros abultados
y de tejido poco consistente y otros, finalmente, esponjosos y porosos.
Según esto, ¿atraer hacia sí y absorber un líquido de
otra parte del cuerpo lo harán mejor las estructuras cóncavas y abiertas, o las duras y redondas, o las cóncavas
que se van estrechando? Yo pienso que estas últimas, que
a partir de una cavidad ancha se van estrechando. Esto
la que partió: hay que saber »qué es el hombre en relación con lo que
come y bebe y qué es en relación con sus demás hábitos»; a la vez. complementa el »qué le puede pasar... a partir de cada cosa» del cap. 20.
~« Clara definición de dynamis, que tiene el doble valor de fijar el
concepto central de la teoría lisiológica del autor (cl. nn. II y 27) y establecer la dilerencía entre fisiología y anatonima como dos ¡amas de la
medicina.
~
Con la niención dc los sch¿nw¡a (estructuras) como causantes
también de la enfermedad, el autor atenúa su afirmación anterior (cap.
19) deque todas las enfermedades vienen de los principios activos. Algunos autores, extrañados por esta mención, piensan que el escrito concluye en el cap. 21 y que los capítulos restantes son un añadido posterior.
Nosotros no sólo vemos en estos capítulos finales una total coherencia
con el resto dcl tratado, sino que los considerarnos, ademas, importafl
tes en el conjunto dc la obra. En primer lugar, esa atenuación a la que
acabamos de relerírnos amplía el contenido de una ¡echn~ que, para el
autor, »en muchos de sus aspectos... llega a conseguir... precisión» (ct.
polla e idea, »muchos de sus aspectos», del cap. 12); en segundo lugar, uno
dc los objetivos del escrito es demostrar que el método que propone Cl
autor es el válido y. con estos capítulos sobre los órganos internos, Se
está poniendo a prueba la validez de este método en otros campos de la
medicina; finalmente, el cap. 24 es un claro epilogo del escrito.
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
55
hay que entenderlo observando lo que nos es visible ~‘.
Por ejemplo, con la boca completamente abierta no podrás absorber ningún líquido, pero si sacas para afuera
los labios juntándolos y apretándolos y, luego, pones entre ellos un tubo, con facilidad absorberás lo que quieras.
Éste es el caso de las ventosas, que tienen un estrechamiento y están ideadas, precisamente, para extraer y succionar los líquidos de la carne, igual que otros instrumentos de este tipo. Los órganos internos del hombre que
tienen una estructura semejante son la vejiga, la cabeza
y el útero femenino; éstos son evidentemente los que más
capacidad de absorción tienen y siempre están llenos del
líquido que han absorbido. Los órganos cóncavos y abiertos son los que mejor acogen el líquido que fluye hacia
ellos, pero no lo pueden absorber como los anteriores. Los
duros y redondos ni lo absorben ni lo pueden retener, porque el líquido les resbala y no tiene donde posarse. Los
esponjosos y porosos como el bazo, los pulmones y las mamas se empaparán de liquido, si éste afluye, y además se
endurecerán y aumentarán de tamaño. Pues a estos últimos no les sucede como al estómago, que retiene el líquidoy lo elimina a diario, sino que al absorberlo y recibirlo
llenan totalmente sus poros y espacios huecos, volviéndose
duros y compactos en lugar de blandos y porosos, ya que
no pueden digerir ni evacuar. Esto sucede por la naturaleza de la estructura.
Cuando hay algo que provoca en el organismo gases
y flatulencias, es en los órganos cóncavos y bien abiertos
Como la cavidad abdominal y el tórax donde naturalmenEl método que propone el autor consiste en conocer lo invisible
U partir de lo visible; partir de lo que ya está claro y es conocido por todos para llegar, por analogía, a lo que no lo es. Este procedimiento, atestiEtlado ya por Anaxágoras y de uso generalizado, es puesto en práctica
también en nuestro tratado (cf. el comienzo del cap. 18, donde el autor
SC Propone explicar por qué el calór y el frío son irrelevantes para la en-
~Ttfledad, acudiendo a pr&6n naln ep¿ al phaner&eiu, es decir, »comen2ando por lo más visible»).
56
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
te produce ruido y murmullo. Porque cuando un órgano
no se ha llenado lo suficiente como para quedar inmóvil,
permite al gas cambios de posición y desplazamientos, que
forzosamente provocan ruido y movimientos perceptibles.
En los órganos carnosos y blandos produce endurecimiento y obstrucciones, como es el caso de los estrangula• mientos.
Cuando los gases encuentran un órgano grande y que
ofrece resistencia chocan contra él; al no tratarse de un
órgano de naturaleza fuerte como para resistir el choque
sin sufrir daño, ni tan blando y poroso que pueda recibir
el gas y ceder a su empuje, sino que es muelle y abultado,
lleno de sangre y compacto como el hígado, sucede lo siguiente: por su densidad y extensión, el órgano ofrece resistencia y no cede, mientras que el aire aumenta, se hace más fuerte y redobla su empuje contra el obstáculo;
por su blandura y por estar lleno de sangre, no puede dejar de sufrir daño. Como consecuencia de todo ello, se producen en la zona dolores muy agudos y frecuentes, así como abscesos y muchos tumores. También sucede esto bajo el diafragma, aunque con mucha menos violencia, porque su superficie es grande y ofrece resistencia, pero su
naturaleza es más musculosa y más fuerte. Por eso es una
zona menos sensible al dolor, aunque también ahí se producen dolores y tumores.
23 Hay dentro y fuera del cuerpo otros muchos tipos dc
estructuras, con grandes diferencias unas de otras en relación con los padecimientos del enfermo y del que esta
sano: existen cabezas pequeñas o grandes, cuellos fino:
o gruesos, largos o cortos, vientres alargados o redondeados, torsos anchos o estrechos y otros muchos, cuyas diferencias hay que conocer para que se puedan tomar
debidas precauciones, sabiendo de antemano las causas
de cada situación ~.
En este pasaje se encuentran algunos de los puntos esenciales del
pensamiento del autor. Por una parte, la preocupación por distinguir,
SOBRE LA MEDICINA ANTIGUA
57
En cuanto a los principios activos de los humores, hay 24
que investigar qué influencia tiene cada uno de ellos en
cl organismo, como ya he dicho antes, y también la reíaque guardan unos con otros. Es decir, si un humor
~e cambia de naturaleza y se hace distinto, no por fucon otros, sino porque él mismo se sale de su estado
mal, ¿en qué humor se convertirá primero: en amar>, salado, astringente o ácido? Yo opino que en el ácido.
bien, si el humor que menos conviene administrar
~s el dulce, el más inadecuado entre los restantes debe ser
tI ácido ~.
Si uno pudiera de este modo investigar con éxito el
undo externo, podría elegir siempre lo mejor. Y lo meir es siempre lo que se aparta más de lo inadecuado.
analizar, por atenerse a los datos de la experiencia, que no permite
neralizaciones simplificadoras. Por otra, la obligación de hacer objeto
conocimiento todo aquello que se observa, acudiendo a las causas.
almente, la idea de que el médico que ha comprendido todo eso acU correctamente.
~
El texto es oscuro y ha sido objeto de diversas conjeturas e iii>retaciones. Festugiére y Vegetti, siguiendo el texto de Heiberg, interfan que el humor ácido es el último que se deberla administrar, en el
lo de que el más conveniente fuera el dulce. Aquí respetamos el texto
Iones y estamos de acuerdo con su interpretación, porque nos parece
far más de acuerdo con el método de investigación del autor de MA.
~án la máxima que sirve de colofón al escrito, »lo mejor es siempre lo
SC aparta más de lo inadecuado»; ahora bien, en el ejemplo dado se
l~na al humor ácido como el más próximo al dulce, no como el más
do de él. Nuestro autor no está dando soluciones, que sólo valdrían
~uao6 concretos, sino proponiendo un método a seguir. el que esté de
maerdo y quiera continuar en esa línea, deberá ir buscando de humor
• humor hasta encontrar el que más se aleje del que es inconveniente o
~ecuado.
SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
Acerca de la enfermedad que llaman sagrada sucede 1
lo siguiente. En nada me parece que sea algo más divino
ni más sagrado que las otras, sino que tiene su naturaleza propia, como las demás enfermedades, y de ahí se origina. Pero su fundamento y causa natural lo consideraron los hombres como una cosa divina por su inexperiencia y su asombro, ya que en nada se asemeja a las demás.
Pero si por su incapacidad de comprenderla le conservan
ese carácter divino, por la banalidad del método de curación con el que la tratan vienen a negarlo. Porque la tratan por medio de purificaciones y conjuros.
Y si va a ser estimada sagrada por lo asombrosa, muchas serán las enfermedades sagradas por ese motivo, que
yo indicaré otras que no resultan menos asombrosas ni
monstruosas, a las que nadie considera sagradas. Por
ejemplo las fiebres cotidianas, tercianas y cuartanas no
me parecen ser menos sagradas ni provenir menos de una
divinidad que esta enfermedad. Y a éstas no les tienen adIfliración. Y, por otro lado, veo a personas que enloquecen y deliran sin ningún motivo evidente y que realizan
muchos actos sin s~ntído; y sé de muchos que sollozan y
gritan en sueños, de otros que hasta se ahogan, y otros
que se levantan deprisa y se escapan fuera de sus casas
y desvarían hasta que despiertan, y que luego están SaDOs y cuerdos como antes, quedando pálidos y débiles, y
tSo no sólo una vez, sino muchas. Hay otros muchos ca-
60
TRATADOS HIPOcRATICOs
sos y muy varios, que hablar de cada uno haría prolija la
charla.
2 Me’ parece que los primeros en sacralizar esta dolencia fueron gente como son ahora los magos, purificadores, charlatanes y embaucadores 2, que se dan aires de
ser muy piadosos y de saber de más. Éstos, en efecto, to-
maron lo divino como abrigo y escudo de su incapacidad
al no tener remedio de que servirse, y para que no quedara en evidencia que no sabían nada estimaron sagrada esta afección- Y añadieron explicaciones a su conveniencia,
y asentaron el tratamiento curativo en el terreno seguro
para ellos mismos, aduciendo purificaciones y conjuros,
prescribiendo apartarse de los baños y de un buen número de comestibles que serían comida inconveniente para
los enfermos. De entre los pescados de mar (prohibieron)
el salmonete, la raya, el mújol y la anguila —éstos son,
por lo visto, los más mortíferos 3~ entre las carnes, las
He preferido adoptar la numeración en capítulos de Iones, que se
diferencia de la de Littré (seguido este autor también por Wilamow¡tz,
y Grensemann) por subdividir en cuatro el primer capitulo de éste. En
la numeración de Littré este primer parágrafo, muy amplio, encierra el
ataque del autor contra los magos y purificadores, como un prólogo de
polémica general, con una clara unidad de composición, subrayada por
la frase que clausura el periodo final. Pero ese capitulo tan extenso resulta demasiado largo en comparación con los demás; la división de Iones es, en este aspecto, más regular y permite una precisión mayor en
las citas. (Conviene que el lector recuerde esta doble numeración de los
capítulos, ya que es frecuente que las referencias se hagan en una o cii
otra.)
2 Sobre los milgo¡, karharta¡, ag9rta¡ y aldzones, pueden leerse las
págs. 40 y sigs. de G. LANATA, Medicina magíca e religione popolare mn GiScia lino al!’ eut d’ Ippocrale, Roma, 1967. Los kathartal trataban de ClI~
minar o purificar la enfermedad, considerada como una <mancha., rní¿~~
ma, mediante sus ritos y conjuros. De algún modo estaban más especit
lizados que los demás <curanderos. mencionados, que tienen en comúl’
su condición vagabunda y su ambigua reputación. Falta en esta lista tUI
nombre griego. el del taumaturgo o hechicero: gó¿s.
Doy un sentido fuerte al adjetivo epikirótatoz, para que resalte la
ironí a del autor, al hacer estos comentarios marginales.
61
SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
de cabra, ciervo, cerdo y la de perro —éstas son, pues, las
carnes más alborotadoras del estómago—; de las aves, el
gallo, la tórtola y la avutarda —que se considera que son
durísimas—; entre las hortalizas, la menta, el ajo y la cebolla —ya que lo ácido no es nada adecuado para un
convaleciente—. En cuanto al vestido (prohibieron) llevarlo negro —porque lo negro alude a la muerte—; y (prescribieron) no yacer sobre pieles de cabra ni llevarlas; y
no estar con un pie sobre el otro, ni mano sobre mano
—ya que todo eso son actitudes prohibitivas a—. Eso lo
ordenan de cara a lo divino, como si tuvieran un saber superior, y formulando otros motivos, de modo que, si el en-
fermo llegara a curarse, de ellos sea la gloria y la destreza, y si se muere, quedara a salvo su disculpa, conservando la excusa de que de nada son ellos responsables, sino
sólo los dioses, ya que no les dieron ningún medicamento
para comer o beber ni los trataron con baños de modo que
pudieran ser culpables de algo.
Yo supongo que de los libios que habitan en el intenor de su país ninguno puede andar sano, si viven a base
de pieles y carnes de cabra, porque lo que es allí no tienen ni manta ni vestido ni calzado que no sea de cabra.
Pues no tienen más ganado que cabras.
Y si el comer y llevar eso produce y desarrolla la enfermedad, y el no comerlo la cura, tampoco entonces es
divinidad 6 la responsable, ni son de provecho las purificaciones, sino que lo que cura y lo que daña son los
>mestibles, y se esfuma el influjo de lo divino.
~
En todos estos tabúes hay, como se ve, una amalgama de creenla supersticío~as, mezcladas ocasionalmente con algún consejo dieté~. L. GIL, Therape,a La medicina popular en el mundo cldsico, Madrid,
9, págs. 340-48, recuerda algunos otros .,remedios de la epilepsia, en
medicina popular antigua.
Por ‘libios. se entienden los habitantes de los desiertos del N. de
Tica; no se trata de aludir a un pueblo en concreto.
‘ Al emplear los términos de theds o tó the fon el escritor se refiere
lo divino en conjunto, sin individualizarlo en un dios.
62
TRATADOS HIPOCRATICOS
3 Así que, a mí al menos, me parece que quienes intentan por este procedimiento curar esas enfermedades no
las consideran sagradas ni divinas. Pues, cuando por medio de tales ritos purificatorios y semejante tratamiento
se obtiene un alejamiento del mal, ¿qué impide que, por
otros artilugios semejantes a ésos, les sobrevenga y se
atraiga sobre las gentes? De modo que ya no es culpable
lo divino, sino algo humano. Porque quien es capaz de
apartar tal dolencia actuando como purificador y como
mago, ése también podrá atraerla con sus maquinaciones,
y en este manejo se desvanece lo divino.
Con sus palabrerías y maquinaciones fingen saber algo superior y embaucan a la gente recomendándoles pu-
rificaciones y expiaciones, y el bulto de su charla es invocación de lo divino y lo demoniaco. Aunque a mí me parece que no construyen sus discursos en torno a la piedad,
como creen ellos, sino, más bien, en torno a la impiedad
y a la creencia de que no existen los dioses, y que su sentido de lo piadoso y lo divino es impío y blasfemo, como
yo voy a demostrar.
4 Pues si pretenden tener conocimientos para hacer bajar la luna y ocultar el sol, y para producir la tormenta
y la calma, lluvias y sequías, y dejar el mar insoportable
y la tierra estéril, y toda una serie de trucos por el estilo,
y aseguran que, bien sea por medio de ritos o por algún
otro ingenio o práctica, es posible lograrlo, a mí me parece que los que se dedican a esto cometen impiedad y piensan que no existen los dioses ni tienen ningún poder, ni
siquiera para impedirles nada de sus actos extremos, porque no tienen temor de los dioses. Ya que, si un hombre
actuando como mago o por medio de sacrificios hiciera
desaparecer la luna y OCultar el sol, y produjera tempestad y calma, yo ya no creería que ninguna de éstas era una
cosa divina, sino humana, si es que el ámbito de lo divino
estaba dominado y esclavizado al poder de un hombreSOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
63
Pero tal vez no sucede esto así, sino que hombres que
carecen de un medio de vida se las ingenian y se inventan
muchos y varios trucos en cualquier asunto, y en esta enfermedad achacándole la culpa a un dios en cada manifestación de la dolencia. Porque no inculpan a uno solo,
sino a varios. Con que si uno imita a una cabra, o si ruge
y si sufre convulsiones por el lado derecho, dicen que la
responsable es la Madre. de los Dioses. Si grita de modo
más fuerte y más agudo, lo asimilan a un caballo y afirman que el responsable es Poseidón ~. Si se le escapa algún excremento, lo que sucede muchas veces a los que están dominados por la enfermedad, se le aplica el sobrenombre de la diosa Enodia’; pero si es más repetido y
menudo, como los pájaros, el de Apolo Nomio. Si echa espuma por la boca y da coces, Ares tiene la culpa. Los que
tienen terrores nocturnos, espantos y delirios, y dan saltos de la cama y se escapan fuera de sus casas, dicen que
sufren ataques de Hécate y asaltos de los héroes’. RecuLas manifestaciones de los ataques sugieren, según los curanderos, qué dios es el responsable: la Madre de los Dioses, señora de bestias
selváticas, como las cabras y los leones (recuérdese su representación sobre un carro tirado por éstos, como el de Cibele), o Poseidón, señor del
caballo, o Apolo, especialmente vinculado a los pájaros, o el furioso
Ares que infunde la rabia y la ferocidad en el combate, tienen, sí, su parcela de influencia definida por los variados síntomas en que se manifiesla la epilepsia.
Enodia, <la de los caminos<, es calificativo de Hécate, diosa nocIlvaga y terrorífica, y de la agreste Anemia, o de Perséfone, la diosa infanal. (En Eui, lón 1049, la invoca el coro para que patrocine un envenenamiento: <Enodía, hija de Deméter. tú que dominas los asaltos nocturnos, y también los diurnos... <)
Hécate era la diosa de los fantasmas y terrores nocturnos, asociada a práctic~ má~cas y, hechizos (cf. Eui, Mcd. 396, etc.). Los héroes
eran, en la creencia popular, figuras de los muertos que podian reaparecer, maliguos y peligrosos, en momentos especiales, para <atacar. con
cePanto y vehemencia, a los vivos. Para este aspecto de los <héroes., coUOCSpíntus de los difuntos, cf. E. RonDa, Psique, 1. trad. esp., Barcelo1973, págs. 161 y sigs.. y A. Baaucmi, Gil ¿roí greci, Roma, 1958, págs.
y sigs.
64
TRATADOS HIPOCRATICOS
rren a purificaciones y a conjuros, y realizan una acción
muy impía y sacrílega según} a mi me parece.
Porque purifican a los poseídos por la enfermedad con
sangre y otras cosas semejantes, como si tuvieran alguna
mancha de sangre, o fueran criminales, o hechizados por
otros hombres, o hubieran cometido algún acto sacrílego. Y deberían hacer lo contrario con ellos, hacer sacrificios y rogativas y llevarlos a los templos para suplicar a
los dioses.
Pero no hacen nada de eso ahora, sino que efectúan sus
purificaciones y los residuos purificados unos los esconden bajo tierra, otros los echan al mar, y otros los llevan
a los montes adonde nadie los toque ni los pise. Pero sería necesario llevarlos a los templos y ofrendarlos a la divinidad, si es que la divinidad es la responsable. No creo
yo, sin embargo, que el cuerpo de un hombre sea mancillado por la divinidad; lo más sometido a la muerte, por
lo más santo. Por el contrario, incluso si resulta manchado o dañado en algo, es la divinidad quien puede purificarlo o santificarlo, más que mancharlo con impurezas
Porque de los mayores y los más impios delitos es la
divinidad lo que nos purifica, y santifica, y es nuestra protecciónlobí; y nosotros mismos fijamos límites claros a
los santuanos y los terrenos consagrados a los dioses, para
que nadie los transgreda si no va puro, y nosotros al entrar hacemos abluciones, no en la sospecha de que nos
manchamos (al entrar), sino por si tenemos alguna impu¡O Sobre la mentalidad popular y las nociones tradicionales de
<mancha. o<mancilla. y purificación, y sus relaciones con lo divino, puede verse elexcelente libro, de 1951, de E. R. DoDDs, Los griegos y lo ir?~
cionaL trad. esp., Madrid, 1960 (reimp. 1980), y los ya citados de G. LAJUTA. Medicina magica e religione..., y L. GIL. Therapeia..., espec. págs. 137
y siga.
¡Obí. Prefiero la lección iryma del MS. M. con la lección rh~’fl”’~
adoptada por Iones y Grensemann, el sentido sería: <lo que nos limpiv
SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
65
reza de antes, vernos purificados de ella. En fin esto es
lo que opino acerca de lo que pasa con las purificaciones.
La enfermedad ésta en nada me parece que sea más 5
divina que las demás, sino que tiene su naturaleza como
las otras enfermedades, y de ahí se origina cada una. Y
en cuanto a su fundamento y causa natural, resulta ella
divina por lo mismo por lo que lo son todas las demás.
Y es curable, no menos que otras, con tal que no esté ya
fortalecida por su larga duración hasta el punto de ser más
fuerte que los remedios que se le apliquen.
Tiene su origen, como sucede también en otras enfermedades, en la familia”. Pues si de un flemático nace un
flemático, y de un bilioso un bilioso, de un tísico un tísico, y de un esplénico un esplénico, ¿que impide que cuando el padre o la madre tenían la enfermedad también la
tenga alguno de los descendientes? Porque el semen proviene de todas las partes del cuerpo, sano de las sanas,
y enfermizo de las enfermas. Y otro testimonio de que en
nada es más sagrada que las restantes enfermedades es
que ataca a los flemáticos por natural constitución, pero
no se da en los biliosos ¡2 Ahora bien, si fuera más divina que las demás, sería preciso que la enfermedad ésta
se presentara por igual en todos, y que no discrimanara
entre el tipo bilioso y el flemático.
Pero el caso es que la causa de esta dolencia está en 6
‘el cerebro, lo mismo que la de las demás enfermedades
“ Katá génos, <en la familia., es decir, <por herencia.. Sobre las
Creencias griegas en torno a la herencia, véase el estudio de E. Las¡cy,
Ole Zeugungs. und Vererbungslehren der Antike, Wiesbaden, 1951.
¡2 La distinción entre el individuo <flemático. <phlegmatódes) y el
<bilióso. (cholódEs), según que predomine uno u otro humor. i. e., phlég‘neo chólos, en su organismo, pertenece al primer hipocratismo. — En
CUanto a la noción de que <el semen (gónos) procede de todo el cuerpo.,
eflcon tramos un claro paralelo en Sobre los Gires, aguas y lugares 14. <ef.
Otios Pasajes del CH discutidos en el estudio recién citado de E~ Las¡cy,
Pégs. 76 y sigs.)
66
TRATADOS HIPOCRATICOS
de mayor gravedad. De qué manera y por qué motivo se
origina lo expondré yo claramente.
El cerebro humano es doble, como también el de los
otros animales. Una sutil membrana lo divide por la mitad. Por eso no siempre se siente dolor en la misma parte
de la cabeza, sino a veces sólo a uno de los dos lados, y
otras en toda.
Hacia él se dirigen venas de todo el cuerpo, muchas
y finas, y dos gruesas, la una procedente del hígado, y la
otra del bazo. La que procede del hígado se presenta de
esta manera: una parte de la vena se dirige hacia abajo
por el costado derecho bordeando el riñón y por la región
lumbar hacia el interior del muslo, y llega hasta el pie,
y es denominada vena cava. La otra sección se dirige hacia arriba a través del diafragma y el pulmón del costado
derecho. Y se escinde a la altura del corazón y del brazo
derecho. Y el conducto restante continúa hacia arriba a
través de la clavícula por el lado derecho del cuello, junto a la misma piel, de modo que llega a ser visible. Al llegar junto al oído se oculta y allí se escinde; y el conducto
más grueso, más denso y más hueco concluye en el cerebro, mientras otro va al oído derecho, otro al ojo derecho
y otro a la nariz. Eso, en lo que respecta a las venas que
proceden del hígado. La vena que sale del bazo se extiende por el costado izquierdo, también hacia arriba y hacia
abajo, como la del hígado, pero es más fina y más débil.
7 Por estas venas precisamente recogemos la mayor parte del aire, ya que ellas son los respiraderos de nuestro
cuerpo, al atraer hacia ellas el aire exterior; y luego lo distribuyen por el resto del cuerpo a través de las venas menores, y lo refrescan y de nuevo lo expelen. Pues el aire
introducido no puede detenerse sino que se mueve hacia
arriba y hacia abajo. Pues si se detiene en algún punto Y
se queda retenido, aquella parte donde se detiene viene
a quedar paralizada. La prueba es que cuando uno está
echado o sentado y tienen oprimidas unas venas menores,
SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
67
de modo que el aire interno no puede circular por el conducto venoso, en seguida le viene un entumecimiento. Eso
es lo que pasa con la~ venas “ Esta enfermedad se presenta en los flemáticos, y no 8
en los biliosos. Comienza a producirse en el embrión aún
en el útero materno. Porque también el cerebro, como las
otras partes del cuerpo, se purifica y desarrolla antes de
nacer. Si en esta purificación se limpia bien y mesuradamente, y fluye de él ni más ni menos de lo debido, el nacido tendrá una cabeza sanisima ~. Pero si fluye de más a
partir de todo el cerebro y se crea una excesiva delicuescencia, tendrá al crecer una cabeza enfermiza y llena de
ruido y no soportará ni el sol ni el frío. Y si se produce
(el flujo) de un ojo solo o de un oído, o alguna vena queda
contraída, resulta dañada esa parte, en la medida en que
le afecte la fluidez.
•
Pero si no se produce la purificación, sino que (el flujo) se concentra en el cerebro, entonces forzosamente (el
niño) será flemático. Y a aquellos que de niños les salen
úlceras en la cabeza, en los oídos y en la piel, y que les
“ Las ideas griegas sobre la circulación de la sangre están bien estudiadas en su desarrollo histórico en el libro de c. R. 5. Hsaais, The Mean
sad the Vascular System in Ancient Greelc Medicine. From Alcmaeon to
Gaien, Oxford, 1973, que dedica varias páginas a nuestro tratado, como
se ve, el esquema que presenta es muy simple. No distingue entre venas
y arterias (que tampoco distingue Aristóteles, aunque parece que la disUnción la descubrió el médico Praxágoras de cas), sino sólo entre las veama mayores y las menores (ph Ubes y plddbia, respectivamente). El aire
respirado es el pneú ma, frente al aEr, que designa al aire sin más. La de5osninación de <vena cava< es la traducción latina de la ko<M phUbs~ Tamresulta evidente que la noción de la respiración que tiene nuestro
concede a los pulmones ningún papel, como tampoco se lo conM4e al corazón en la circulación de la sangre.
‘~ Esta idea de una purificación ~c4¡harsss) del cerebro se encuenfrs también en Sobre ¡os aíres, aguas, lugares 9. como indica GUÉNSEMM¿N,
1flppokrausche Schn ft..., pág. 94, parece que el médico Abas habla
Iticado toda su teoría de las enfermedades sobre este punto: una puriión excesiva producía el mal, una mesurada mantenía la salud.
68
TRATADOS HIPOCRATICOS
brotan abundante saliva y mocos, esos tienen un pasar
muy saludable al avanzar su edad, pues de esa manera expulsan y eliminan la flema que hubiera debido ser purificada en el útero materno. Y los que se han purificado
así no llegan a verse atacados por esta enfermedad en su
gran mayoría. Pero aquellos niños que son puros, y en los
que no se presentan ni heridas ni mucosidad ni abundancia de saliva, ni han experimentado purgación en el útero
materno, éstos corren el peligro de ser dominados por esta enfermedad.
9 Si el flujo desciende hacia el corazón, sobrevienen palpitaciones y asma ~ y el pecho queda dañado, e incluso algunos se vuelven jorobados. Porque cuando la flema
fría avanza hasta el pulmón y el corazón, la ~angre se enfría. Las venas, al enfriarse violentamente, baten contra
el pulmón y el corazón, y el corazón sufre palpitaciones,
de modo que a causa de esta violencia se crea el asma y
la sensación de ahogo. Porque no entra todo el aire que
desea (el enfermo), hasta que el flujo queda dominado y,
una vez caldeado, se pone a circular por las venas. A continuación cesan las palpitaciones y el asma. Cesan en la
medida en que cesa el agobio. Si baja el flujo más abundante, más despacio; si es menor, más deprisa. Y silos
flujos descendentes son frecuentes, tanto más frecuente
resulta atacado el enfermo. Así que eso es lo que sufre
cuando (el flujo) le llega al pulmón y al corazón; cuando
le llega al vientre, le produce diarreas.
10 Si (la flema) se encuentra cerrados estos caminos, y el
flujo va en descenso por las venas que antes dije, (el afectado) se queda sin voz y se ahoga; y le sale espuma por
15 El flujo descendente (katdtroos) produce <pálpitos. (palmós, término que servirá para indicar el <pulso., en médicos posteriores) y dsthma (<asma, dificultades respiratorias.). — Desde aquí hasta el final del
§ 12 se exponen los efectos del flujo interno y descendente de la flema
(katdrroos tos2 phlégmatos), enfrentado a la acción del aire y de la sal’gre. — El médico hipocrático ignora el sistema nervioso y su función.
SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
69
la boca, le rechinan los dientes, agita espasmódicamente
los brazos, sus ojos se extravian y pierde la razón, y a algunos se les escapan los excrementos. Estas manifestaciones se dan unas veces en la parte izquierda; otras en
la derecha, otras, en fin, en ambas. Cómo padece cada uno
de estos síntomas, yo voy a explicarlo.
Se queda sin voz cuando de repente la flema, al penetrar en las venas, le cierra el paso al aire y no le permite
el paso hacia el cerebro ni hacia las venas cavas ni hacia
los intestinos, sino que impide la respiración. Pues cuando el hombre toma por la boca y las narices el aire (al res-
pirar), éste va prímero al cerebro, y luego en su mayor parte hacia el vientre, y una parte va al pulmón, y otra a las
venas. A partir de aquí se dispersa hacia los demás miembros por las venas. Y toda la porción que llega al vientre,
ésa refresca el vientre, y no sirve para nada más. Y lo mismo la que va al pulmón. Pero el aire que penetra en las
venas se distríbuye por las cavidades [y el cerebro], y de este modo procura el entendimiento y el movimiento a los
miembros, de manera que, cuando las venas quedan obturadas por la flema y no pueden recibir el aire, dejan al
individuo sin voz y sin razonamiento.
Los brazos quedan inertes y se agitan convulsivamente al estar detenida la sangre y no estar en circulación,
como acostumbraba. Y los ojos le dan vueltas, al obturarse
las venas menores y tener pulsaciones. Por la boca se derrama una espuma que sale de los pulmones; ya que, al
no llegar a ellos el aire, espumean y bullen como a punto
de morir. Y el excremento cae hacia abajo por la violencia del ahogo. Se produce el ahogo al oprimirse el hígado
y la parte superior del vientre contra el diafragma y al hallarse interceptada la entrada del estómago “. Y presio~
Aparece aquí, por vez primera en ese sentido, el término stóma.
chas, designando el orificio de entrada o el conducto superior del estófisgo (tés gastrós). En el CH no hay un término propio para el estómago,
PAra el que se usan los de gast¿’r y ko¡lí¿~ que aluden al <vientre, en gene-
70
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
nan cuando el aire no entra en el cuerpo como tenía por
costumbre. El enfermo da patadas cuando el aire se encuentra encerrado en estos miembros y no es capaz de salir hacia afuera a causa de la flema. Precipitándose a través de la sangre hacia arriba y abajo produce convulsiones y dolores, y por eso el individuo cocea.
Sufre todo eso cuando la flema fría afluye a la sangre,
que está cálida. Pues enfría y detiene la sangre. Si el flujo
es mucho y denso, al punto provoca la muerte, pues somete con su frío a la sangre y la congela. Pero si es menor, la domina por unos instantes impidiendo la respiración, pero luego cuando en breve plazo se dispersa por las
venas y se mezcla con la sangre que es abundante y cálida, si queda así dominado, las venas vuelven a recibir el
aire y recobran el entendimiento (los pacientes).
11 De los niños pequeños que son atacados por esta enfermedad, la mayoría muere, si el flujo se les presenta copioso y al soplar el viento del Sur. Pues sus venas menores, que son finas, no pueden acoger la flema, por su espesor y abundancia, sino que la sangre se les enfría y se
congela, y de ese modo se mueren. Si es poco y hace su
curso descendente no por ambas venas, sino por una u otra
de éstas, sobreviven, pero quedan marcados. Pues se les
queda distorsionada la boca, o el ojo, o la mano, o el cuelío, según por donde la vena menor al llenarse de flema
sea dominada y oprimida. Por tanto, a causa de esa vena
menor, necesariamente esa parte del cuerpo, la dañada,
es más débil y más deficiente. Pero a la larga y con el tiempo resulta beneficioso, en conjunto. Porque ya no es propenso a los ataques una vez que está señalado por este motivo: a causa de esa opresión las demás venas están dañadas y se van comprimiendo en cierta proporción, de modo que reciben el aire, pero la corriente de flema ya no
ral. Sólo más tarde stómachos (derivado de stóma, <boca.) se usará par5
el estómago propio (ejs. en Plutarco y en Galeno).
SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
71
puede circular por ellas. Con que es natural que esos
miembros sean más débiles, estando dañadas las venas.
Aquellos que sufren el flujo con viento norte y en pequeña proporción y por el lado derecho sobreviven sin quedar marcados. Pero hay riesgo de que (la enfermedad) crezca y se desarrolle con ellos, de no ser tratados con los remedios oportunos. Con que esto es lo que sucede con los
niños, o algo muy próximo a esto.
A los mayores (la enfermedad) no los mata, al atacar- 12
los, ni tampoco los deforma. Ya que sus venas son anchas
y están llenas de sangre cálida, por lo que no puede imponerse la flema ni enfriar la sangre tanto como para congelaría, sino que resulta vencida y se mezcla con la sangre pronto. Y de este modo las venas reciben el aire, y el
entendimiento se mantiene, y los síntomas antedichos se
presentan menos a causa del vigor (del individuo).
Pero cuando la dolencia ésta ataca a los más ancianos,
los mata o los deja parapléjicos, por este motivo: porque
las venas las tienen vacías y su sangre es escasa, ligera
y acuosa. Así que si el flujo desciende en abundancia y, en
invierno, los mata. Porque impide la respiración y congela la sangre, si es que el flujo desciende por ambos lados.
Y si viene por uno solo, lo deja parapléjico. Ya que la sangre no puede imponerse a la flema, al ser (la sangre) ligera, fría y escasa, sino que resulta vencida y se congela, de
forma que aquellas partes por donde la sangre quedó alterada quedan impedidas.
El flujo desciende más por la derecha que por la iz- 13
quierda, porque por allí las venas son más capaces y más
flumerosas que en el costado izquierdo. El flujo desciende y se licua sobre todo en los niños, cuando se les ha caía cabeza, sea por efecto del sol o de un fuego, y
de repente se les hiela el cerebro, ya que entonces se se~ra la flema. Se derrite a causa del calentamiento y la
ailatación del cerebro; y se segrega a causa del enfriamiento y la contracción, y así comienza a fluir hacia abajo.
72
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
En unos casos esa es la causa, en otros resulta cuando
de pronto, tras vientos del Norte, irrumpe el viento del
Sur, y el cambio afioja y relaja el cerebro contraído y enfermizo, hasta el punto de que la flema rebosa, y de ese
modo se produce el flujo.
Se derrama el flujo también a causa de un terror oscuro o si uno se asusta ante el grito de otro, osi en medio
del llanto no es capaz de recobrar pronto el aliento, cosas
que íes ocurren a menudo a los niños. Si ocurre cualquiera de estas cosas, en seguida el cuerpo es presa de escalofríos, y (el paciente), quedándose sin voz, no recobra la respiración, sino que su respirar se detiene, y el cerebro se
contrae, y la sangre queda detenida, y así se segrega y se
desliza hacia abajo el flujo de flema. En los niños éstas
son las causas del ataque de la enfermedad en su comienzo.
Para los ancianos el mayor enemigo es el invierno. Pues
cuando al lado de un gran fuego se les ha recalentado la
cabeza y el cerebro, y luego se encuentra con el frío y se
queda helado, o bien llega desde el frío a un cálido interior y junto a una abundante fogata, sufre la misma experiencia y le sobreviene el ataque de acuerdo con lo antes
dicho. Incluso en primavera hay un gran riesgo de padecer eso mismo, si la cabeza se recalienta al sol. En el verano muchísimo menos, ya que no hay esos cambios súbitos.
Cuando uno ya pasa de los veinte años, ya no le ataca
esta enfermedad, a no ser que le sea congénita desde niño; sino que se presenta en muy pocos casos o en niguno-
Porque entonces las venas están llenas de sangre abur’dante, y el cerebro está compacto y firme, de modo que
no sale ningún flujo hacia las venas. Y en caso de que afl’Jya, no domina a la sangre, que es abundante y cálida.
14 Pero a aquel que desde niño ha crecido y se ha desarrollado con la enfermedad, se le hace costumbre el sU
friria durante los cambios de los vientos, y le sobrevienen
SOBRE L.A ENFERMEDAD SAGRADA
73
ataques en la mayoría de éstos, y sobre todo cuando sopía el viento del Sur. Y le es difícil librarse. Pues su cerebro está más húmedo de lo natural, y rebosa por efecto
de la flema al punto de que resultan más frecuentes los
flujos, y la flema ya no puede separarse ni el cerebro recobrar su sequedad, sino que está empapado y permanece húmedo.
Se puede conocer esto muy precisamente en algunos
animales atacados por la enfermedad y muy en concreto
en las cabras. Pues ellas son afectadas muy a menudo. Si
le abres a una la cabeza, encontrarás que su cerebro está
húmedo y rebosante de líquido hidrópico y maloliente, y
en eso reconocerás de modo claro que no es la divinidad
la que infecta el cuerpo, sino la enfermedad ‘~
De ese modo le ocurre también al ser humano. Pues
cuando la enfermedad se ha prolongado en el tiempo, ya
no resulta curable. Pues el cerebro es corroído por la enfermedad y se licua, y la parte derretida se vuelve acuosa, y envuelve el cerebro por fuera y lo sumerge. Y por
este motivo se vuelven más propensos a ataques frecuentes y más fáciles. Por eso, además, la enfermedad deviene muy duradera, ya que el liquido que baila y circunda
el cerebro es ligero en su abundancia, y pronto es dominado por la sangre y se calienta en contacto con ella.
Los que ya están habituados a la enfermedad, presien- 15
ten de antemano cuándo van a sufrir un ataque, y se apartan de la gente, a su casa, si tienen su vivienda cerca, y
si no, a un lugar solitario, donde sean muy pocos los que
17 Abrirle el cráneo a una cabra es lo que hizo Anaxágoras para confundir al adivino Lampón (según la anécdota que cuenta PLUTARCO Cfl Vada de Perwles 6) y mostrar que la deformación del mismo no era motivo
de presagio, sino efecto de una malformación interna. Aquí se propone
un experimento semejante, como muestra de la teoría; pero no se le
ocurre al autor su¡erir que se contraste el cerebro de una cabra loca con
cl de una normal (como observa R. JoLY, Le rnveau de la scíence h¡ppoC?atique, París, 1966, pág. 214) para confirmar su tesis.
74
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
los vean caer, y al punto se esconden (bajo su manto>. Y
eso lo hacen por verguenza de su enfermedad y no por terror, como muchos piensan, de lo divino. Los niños pequeños al principio caen donde sea a causa de su inexperiencia. Pero cuando ya han sido atacados varias veces, una
vez que lo presienten, se refugian junto a su madre o junto a algún otro al que conozcan muy bien, por temor y miedo a su dolencia. Pues todavía desconocen el sentimiento
de la verguenza.
16 En los cambios de los vientos sobrevienen los ataques
por lo que voy a decir, y especialmente al soplar los del
Sur, y luego en los sopíos del Norte, y después con los demás vientos. Porque esos dos son mucho más fuertes que
los otros vientos y de lo más opuesto uno a otro por su
constitución y su actividad ‘.
El viento del Norte condensa el aire y aparta lo neblinoso y húmedo y deja la atmósfera límpida y diáfana. Del
mismo modo actúa sobre los demás factores que se originan del mar y de las otras aguas. Pues de todo despeja lo
húmedo y turbio, incluso de los mismos seres humanos,
y por ello es el más saludable de los vientos.
El viento del Sur hace todo lo contrario. En primer lugar, comienza por humedecer y dispersar el aire condensado, de modo que no sopla fuerte al pronto, sino que en
un comienzo provoca la calma, porque no puede imponerse de repente sobre el aire, que antes estaba compacto y
condensado, pero con el tiempo lo disuelve. De igual modo actúa sobre la tierra, y sobre el mar, los ríos, fuentes,
pozos, y sobre las plantas y en aquello en lo que hay algo
húmedo. Y lo hay en cualquier ser, en uno más, yen otro
menos. Todas estas cosas perciben la presencia de este
IC Es interesante constatar los paralelos entre lo que se dice de las
influencias de los vientos, y el calor y la humedad, con lo que se advierte
en Sobre los aires, aguas y lugares.
SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
75
viento, y se vuelven turbias en vez de claras, y de frías se
hacen cálidas, y de secas se tornan húmedas, Las vasijas
de barro que hay en las casas o que están enterradas, llenas de vino o de algún otro liquido, todas ellas perciben
la presencia de este viento y alteran su aspecto en otra
forma. Y presenta al sol, a la luna, y a los demás astros
mucho más borrosos de lo que son naturalmente.
Puesto que incluso de tal manera domina a cosas que
son tan grandes y fuertes, es natural que domine en gran
modo a la naturaleza humana y que el cuerpo lo perciba
y que cambie. Por eso, con las alteraciones de estos vientos, forzoso es que bajo los sopíos del Sur se relaje y humedezca el cerebro, y las venas se harán más flojas; mientras que bajo los sopíos del viento norte se condensa lo
más sano del cerebro, y se segrega lo más enfermizo y más
húmedo, y lo baña por fuera; y de tal modo sobrevienen
los flujos en estas mutaciones de los vientos. Así se origina la enfermedad, y se desarrolla a partir de lo que se agrega y se desagrega. y en nada es más imposible de curar
ni de conocer que las demás, ni es más divina que las otras.
Conviene que la gente sepa que nuestros placeres, go- 17
zos, risas y juegos no proceden de Otro lugar sino de ahí
(del cerebro), y lo mismo las penas y amarguras, sinsabores y llantos. Y por él precisamente, razonamos e intuimos, y vemos y oímos y distinguimos lo feo, lo bello, lo
bueno, lo malo, lo agradable y lo desagradal~le, distinguiendo unas cosas de acuerdo con la norma acostumbrada, y percibiendo otras cosas de acuerdo con la conveniencia; y por eso al distinguir los placeres y los desagrados
según los momentos oportunos no nos gustan (siempre)
las mismas cosas.
También por su causa enloquecemos y deliramos, y se
nos presentan espantos y terrores, unos de noche y otros
por el día, e insomnios e inoporturnos desvaríos, preocupaciones inmotivadas y estados de ignorancia de las cir-
76
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
cunstancias reales y extrañezas ~9. Y todas estas cosas las
padecemos a partir del cerebro, cuando éste no está sano, sino que se pone más caliente de lo natural o bien más
frío, más húmedo, o más seco, o sufre alguna otra afección contraria a su naturaleza a la que no estaba acostumbrado.
Así, por ejemplo, enloquecemos a causa de su humedad. Pues cuando está más húmedo de lo natural, forzosamente se mueve, y al moverse, no permanecen estables
ni la visión ni el oído, sino que unas veces vemos y oímos
unas cosas, y otras veces otras, y la lengua expresa las cosas como las ve y oye en cada ocasión. Pero durante todo
el tiempo en que el cerebro está firme, todo ese tiempo
razona el individuo.
18 La corrupción del cerebro se produce a causa de la flema y de la bilis. Reconocerás una y otra causa por los siguientes rasgos: los que enloquecen a causa de la flema
están tranquilos, y no son gritones ni alborotadores, los
(que desvarían) a causa d~ la bilis van gritando y son peligrosos e inquietos, y siempre están haciendo algo absurdo. Si enloquecen de modo continuo,, ésos son los motivos.
Pero si se presentan espantos y temores, (eso sucede)
a causa de una alteración del cerebro. Se altera al calentarse. Y se calienta a causa de la bilis, cuando se precipita hacia el cerebro a través de las venas sanguíneas, procedente del cuerpo. Y el temor se mantiene hasta que de
nuevo se retira hacia las venas y el cuerpo. Entonces cesa.
El paciente se angustia y se deprime sin motivo al enfriársele el cerebro y condensársele más de lo habitual.
Eso lo sufre a causa de la flema. A causa de esta afección
sufre también olvidos. Por la noche grita y chilla, cuando
de repente se le recalienta el cerebro. Esto lo padecen los
~‘ En lugar de aethlai, lectura del MS. e, aceptada por Littré y Jones, Grensemann prefiere la variante Uthé; se tratana entonces no de
‘actos extraños’, ‘inhabituales,, sino de ‘olvido..
SOBRE [A ENFERMEDAD SAGRADA
77
biliosos, los flemáticos no. Se recalienta precisamente
cuando la sangre llega al cerebro en cantidad y allí echa
a hervir. Llega en abundancia por las venas antes dichas
cuando el hombre ve en sueños una imagen aterradora y
está dominado por el terror. En efecto, del mismo modo
que a un hombre que está despierto se le enciende el rostro y se le enrojecen los ojos, cuando se aterroriza y su
mente concibe realizar alguna mala acción, así también
le sucede durante el sueño. Pero en cuanto se despierta
y vuelve en si y la sangre de nuevo se reparte por las venas, cesa.
De acuerdo con esto considero que el cerebro tiene el 19
mayor poder en el hombre. Pues es nuestro intérprete,
cuando está sano, de los estímulos que provienen del aire.
El aire le proporciona el entendimiento. Los ojos, los
oídos, la lengua, las manos y los pies ejecutan aquello que
el cerebro apercibe. Pues en todo el cuerpo hay entendimiento, en tanto que hay participación del aire, pero el
cerebro es el transmisor de la conciencia.
Pues cuando el hombre recoge en su interior el aire
que respira, éste llega en primer lugar al cerebro, y luego
se reparte el aire en el resto del cuerpo, habiéndole dejado en el cerebro lo~x¿nejor de sí, y lo que le hace ser sensato y tener inteligencia. Pues si llegara primero al cuerpo
y en segundo lugar al cerebro, después de haber dejado
en las carnes y en las venas su poder de discernimiento,
iría al cerebro estando caliente y ya impuro, estando mezdado con el humor de las carnes y de la sangre de modo
que no seria ya límpido. Por eso afirmo que el cerebro es
el intérprete de la comprensión ~.
20 Aunque la capacidad de sentir (tó aisthdnesthai) y aun de cierto
entendimiento (ph rónésis) se encuentra repartida por el cuerpo, gracias
al aire, es el cerebro el receptor primero, el intérprete único y el difusor
de ese entendimiento Tiene como funciones propias no sólo el discrimiBar los estímulos procedentes del exterior y el pensar. sino también el
Ser la sede de todas las emociones, y el órgano de la intelección, median-
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
20
El diafragma, singularmente, tiene un nombre adquirido por el azar y la costumbre, pero que no está de acuerdo con su naturaleza 21 No sé yo qué capacidad posee el
diafragma en relación con el pensar y reflexionar; a no
ser que, si una persona se alegra en exceso o se angustia
inesperadamente, (el diafragma) se estremece y da saltos
a causa de su finura, precisamente por estar tensado al
máximo dentro del cuerpo, y porque no tiene ninguna cavidad en la que haya de acoger un bien o un mal que le
caen encima, sino que por uno y otro se queda perturbado por la debilidad de su complexión natural. Puesto que
no percibe nada antes que los d~emás órganos del cuerpo.
En fin que tiene ese nombre y su referencia sin motivo,
al igual que las llamadas <orejasa ‘~ del c9razón, que en
nada contribuyen a la audición.
Dicen algunos que pensamos con el corazón y que éste es el (órgano) que se aflige y se preocupa ~. Pero no es
te el que tenemos comprensión (syneszs) y conciencia, y también juicio
racional (d¡agnószs). Hay en este capitulo una notable riqueza de términos intelectuales. Por otro lado, en el papel que tiene en los procesos mentales el aire, parece reflejarse la influencia de las tesis de Diógenes de
Apolonia.
21 El nombre del diafragma, haz phr~nes (aunque se utiliza también
el singular phr¿~n~l está en relación etimológica con el verbo phrondd~ .pen-
sar, meditar.. En un principio, en Homero, p. ej., las phr~nes han estado
vagamente localizadas en el pecho, y eran consideradas como la sede de
las emociones y del pensamiento, el lugar del thymós o ánimo; posteriormente se localizaron más precisamente en el diafragma. (Para la concepción primitiva, véase R. B. ONIANS, The orgzns of zndoeuropean thought,
cambridge. 1951, págs. 23 y sigs.). — La discusión sobre silos nombres
se impusieron <por naturaleza. (ph>~sei) o <por convención. (nómó:) es
uno de los temas destacados en la reflexión de los sofistas sobre el lenguaje (recuérdese, p. ej., el Crdt¡lo de Platón).
22 Tanto el término ‘aurículas, como la forma corriente <orejas’
proceden del diminutivo del nombre que en latín designa la oreja: aunsSe trata, pues, de una metáfora ya fosilizada en la actual denominación.
23 La tesis de que el corazón es el órgano del pensamiento parece
haber sido defendida por EMP8DOCLES DE AGRIGENTO. Afirmaba que en él
reside el pensamiento (nó¿ma), alimentado por la sangre. <La sangre que
SOBRE [A ENFERMEDAD SAGRADA
79
así; lo que pasa es que tiene convulsiones, como el diafragma y, más bien, por las mismas razones. Pues de todo el
cuerpo tienden hacia él venas y está congregándolas de
modo que puede sentir si se produce algún esfuerzo penoso o alguna tensión en el individuo. Forzosamente el
cuerpo se estremece y se pone tenso al sentir una pena,
y experimenta lo mismo en una gran alegría, cosa que el
corazón y el diafragma perciben con especial sensibilidad.
No obstante, de la capacidad de comprensión no participan ni uno ni otro, sino que el responsable de todo eso
es el cerebro 24
Con que, así como percibe el primero entre los órganos del cuerpo la inteligencia (procedente) del aire, así
también, si se produce algún fuerte cambio en el aire debido a las estaciones, y el aire mismo se altera, el cerebro
es el primer órgano que lo percibe. Por eso, justamente
afirmo que las dolencias que atacan a éste son las más agudas, las más graves, las más mortales y las más difíciles
de juzgar por los inexpertos.
rodea el corazón es para los hombres el pensamiento., dice un famoso
verso del filósofo (fr. B 105, DK: haima gór anzhrdpo¿s perikdrd,ón esta
Plóema). El pitagórico F¡LoLAo afirmaba que <la cabeza es (el principio
o el órgano) del pensamiento; el corazón, de la vida y la sensación. (fr.
B 13, OK). (cf. las notas y trad. de C. EGOERS Las¡, en Los filósofos presocréticos, III, Madrid, 1980, págs. 125-28.) Hay notables puntos de contacto entre algunas ideas de Filolao sobre la sangre cálida y la flema y nuestro texto. También él afirma que la flema es fría, en contra de la etimololía del término, que ya observa el autor del Anónimo Londinense: phlégItIO proviene de la misma raíz del verbo phUgó, <inflamar, encender..
24 Alcmeón de crotona habla señalado que <sentir’ (aisthdnesthai)
Y ‘entender. <xynienai) son actividades diferentes; la primera es común
5 todos los animales, la segunda es específica del ser humano y radica
el cerebro. Nuestro autor insiste en esa misma tesis de que a~szhesis
VPhTónesis son distintas y que esta última es función del cerebro. La telis de que sensación y pensamiento están unidos la defendió EmpádolCs (según testimonia ARISTÓTELES en Met. IV 5, 1009b fr. 31 B 106,
contra quien parece dirigida la polémica aquí.
78
80
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
21 Esa enfermedad que llaman <la enfermedad sagrada»
se origina a partir de las mismas causas que las demás,
de cosas que se acercan y se alejan, es decir, del frío,
del sol, y de los vientos que cambian y que nunca son estables. Ésas son cosas divinas, de modo que en nada hay
que distinguir a esta dolencia y considerar que es más divina que las restantes, sino que todas ellas son divinas y
humanas. Cada una tiene su naturaleza y su poder en si
misma, y ninguna es desesperada ni intratable.
La mayoría pueden remediarse mediante esas mismas
cosas en las que tienen su origen. Porque una cosa le ~s
alimento a otra, pero en otras ocasiones es su destrucción.
Eso, desde luego, debe saberlo el médico, de modo que,
distinguiendo el momento oportuno de cada cosa, dé y
aumente el alimento en un caso, y se lo disminuya y niegue en otro. Es preciso, pues, tanto en ésta como en las
otras enfermedades, no aumentar las dolencias, sino ehminarías, administrando lo más contrario a la enfermedad en cada caso, y no lo más afín. Pues con lo afin se
desarrolla y aumenta, y por efecto de lo contrario se consume y extingue 26,
Aquel que sabe producir lo seco y lo húmedo, lo frío
y lo caliente entre los hombres, mediante la dieta, ése pue-
~
El consejo de <conocer el momento oportuno. para intervenir es
tema recurrente en el Cli (cf. P. LAIN ENTRALGO, La medicina hipocrética,
Madrid, 1970, pág. 317 con nota). El kairós es importante para el éxito
en cualquier empresa humana, como destaca el pensamiento griego tradicional y también algún sofista, como el ret¿~rico Gorgias, pero es especialmente recomendable conocerlo (díag:guóskein tón kagrón) en el tratamiento médico, donde el tiempo es un factor vital. En la referencia a
los cambios de ambiente, confróntese el cap. 2 de Sobre los aires, aguas
y lugares.
26 El método alopático es típico de la medicina hipocrática en general. También subyace aquí la idea alcmeónica de que la enfermedad
está producida por un exceso o preponderancia de cierto elemento y de
que la salud puede restaurarse mediante la vuelta a la isonomia, ayudando
a los elementos deficientes en el conflicto.
SOBRE LA ENFERMEDAD SAGRADA
81
de curar también esta enfermedad 27, si reconoce los
tiempos oportunos para los tratamientos adecuados, sin
purificaciones ni magia, ni toda la charlatanería de ese
estilo 28
27 La dietética es el recurso más seguro para el médico antiguo. La
importancia de la misma está bien expuesta en la teoría de Sobre la medicina antigua.
28 Todo este capítulo final tiene un claro tono de colofón que repite y resume las tesis básicas del texto, a Costa de reiterar los consejos
fundamentales, incluso dentro del mismo capitulo.
EL PRONÓSTICO
Que el médico se ejercite en la previsión me parece ex- 1
celente. Pues si conoce de antemano y predice ante los en-.
fermos sus padecimientos presentes, los pasados, y los
futuros’, y si les relata por completo incluso los síntomas que los pacientes omiten contar, logrará una mayor
confianza en que conoce las dolencias de los pacientes, de
manera que las personas se decidirán a encomendarse a
si mismas al médico. Y así dispondrá del mejor modo el
tratamiento, al haber previsto lo que va a ocurrir a partir
de la situación actual.
Desde luego que el devolver la salud a todos los enfermos es imposible. Esto sería mucho mejor, en efecto, que
el predecir lo que va a suceder. Pero el hecho es que los
hombres mueren —unos fallecen antes de llamar al médico, a causa de la violencia de su enfermedad, otros en
seguida, después de haberlo llamado, algunos sobreviviendo un día, y otros un breve tiempo más—, antes de que
el médico se enfrente a combatir con su ciencia contra la
enfermedad que sea. Hay que conocer, pues, las caracteNo hay contradicción lógica en el hecho de que el médico prediga
el pasado de la dolencia; se trata de que, de antemano, puede conocer,
antes o sin que el paciente se las refiera, esas experiencias, deduciéndolas del estado presente. Que el médico no debe depender sólo de los relatos de los enfe¡-mos se indica también en la crítica contra los cnidios al
comienro de Sobre la dieta en las enfermedades agudas.
84
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
rísticas naturales de estas dolencias, en qué medida es- tán por encima de la resistencia de los cuerpos humanos, y, al mismo tiempo, si hay algo divino en estas
enfermedades 2, y aprender a prever estos casos. De esa
manera conseguirá uno un justo prestigio y se hará un
buen médico. Respecto de aquellos que tienen posibilidad
de recobrarse, podrá atenderlos con más garantía cuanto más tiempo tenga de antemano para sus decisiones en
cada caso; y, conociendo previamente y prediciendo quiénes van a morir y quiénes van a salvarse, se eximirá de
responsabilidad.
2 En las enfermedades agudas hay que observar atentamente esto: en primer lugar, el rostro del paciente, si es
parecido al de las personas sanas, y sobre todo si se parece a sí mismo ~. Esto sería lo mejor, y lo contrario de su
aspecto normal lo más peligroso. Puede presentar el aspecto siguiente: nariz afilada, ojos hundidos, sienes deprimidas, orejas frías y contraídas, y los lóbulos de las orejas desviados, la piel de la frente dura, tensa y reseca, y
la tez de todo el rostro amarillenta u oscura.
2 Esta referencia a <algo divino. (ti the fon) en las enfermedades ha
suscitado múltiples comentarios desde tiempos de Galeno. Kúhlewein,
seguido por Iones, llega a atetizar la frase. Lain Entralgo entiende que,
por <divino., el autor se refiere a algo que está más allá de lo tratable,
como si dijera <algo fatal.. Sobre el problema de la noción de <lo divino. en éste y otros textos, véase el claro art. de A. THIVEL, <Le divin dans
la Collection hippocratique., en el vol, col. La Collection hippocratiqUl
et son róle dans l’histoire de la médecíne, Leiden, 1975, págs. 57-76. como él destaca (pág. 60), el reconocimiento de algo divino significa aquí
que la medicina positiva reconoce un limite, de ningún modo un reproche al alcance científico de la medicina. Sobre este residuo de lo <dlvi’
no. en las enfermedades no vuelve a tratarse en este escrito.
Es decir, si tiene su aspecto habitual. Nótese que el médico hipocrático no toma la temperatura ni el pulso del enfermo. En primer lugar
observa. La descripción siguiente del paciente de una enfermedad aguda es la famosa descripción de la llamada facies hippocratica (reflejo. generalmente, de un síntoma disentérico).
85
EL PROHÓSTICO
Si al comienzo de la enfermedad el rostro está así, y
todavía no es posible hacer predicciones por los demás
sintomas, hay que preguntar si el paciente ha tenido insomnios, o si tenía la tripa muy suelta, o si tiene hambre.
En el caso de que la respuesta sea afirmativa a cualquiera de estas cuestiones, se puede considerar menor el peligro. El caso se resuelve4 en un día y una noche, si el rostro estaba así por esas causas. Si ninguna de ellas se confirma, ni se restablece en el tiempo antes dicho, hay que
saber que esto es un indicio mortal.
Pero si la enfermedad ya tiene más de tres días y el
rosiro tiene ese aspecto, preguntar acerca de lo que antes he indicado, y examinar los demás síntomas, en todo
el cuerpo y en los ojos. Si acaso rehúyen la luz, o lagrimean involuntariamente, o bizquean, o el uno se hace más
pequeño que el otro, si lo blanco se mantiene rojo o lívido, o si aparecen venillas negras en ellos, o Iegaftas en torno a las órbitas, o están inquietos, saltones o fuertemente hundidos, o si la color del rostro en general está alterada, todo eso son indicios malos y funestos.
Hay que observar también los resquicios de los ojos
durante el sueño. Pues si se deja ver algo del blanco por
debajo de los párpados cerrados, no siendo por efecto de
una diarrea o de una purga, o que sea costumbre del paCiente el dormir así, el sintoma es maligno y bastante
mortal.
Si se ponen curvos o lívidos los pátpados, o los labios,
la nariz, junto con alguno de los demás síntomas, hay
que saber que se avecina la muerte. [También es indicio
de muerte el tener los labios entreabiertos, colgantes, fríos
Y muy blanquecinos]’.
<Se resuelve. o <hace crisis., kdnetaL El concepto de <crisis., que
larca el punto culminante y el comienzo de la solución del proceso pa~lógico, es muy importante en el CH.
‘ La frase, que Littré y iones recogen, es considerada por B. Alexan515on un suadido.
86
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
3 El médico debe encontrar al paciente echado sobre el
costado derecho o el izquierdo, teniendo el cuello, los brazos, y las piernas, un poco doblados y todo el cuerpo tumbado relajadamente. Pues de ese modo suelen estar echados la mayoría de los que tienen salud. Las mejores posturas de estar acostado son las más parecidas a las de los
sanos. Estar tumbado de espaldas con los brazos y las piernas estiradas es menos bueno. Y si el yacente se va hacia
adelante y se escurre hacia abajo a los pies de la cama,
es aún peor.
Si se le encuentra con los pies desnudos y que no están muy calientes, y los brazos y las piernas en posiciones violentas, [y descubiertos,] malo, porque es indicio de
agitación.
También es indicio de muerte que duerma con la boca
abierta siempre, y que, estando echado de espaldas, tenga sus piernas fuertemente apretadas o muy separadas.
Estar echado boca abajo, en quien no tiene tal costumbre
de dormir cuando está sano, indica un cierto desvarío, o
bien dolor en torno al vientre. Que el enfermo quiera sentarse cuando la enfermedad está en su momento álgido
es malo en todas las dolencias agudas, pero es malísimo
en los casos de neumonía.
Rechinar los dientes en los accesos de fiebre, entre
quienes no tienen esa costumbre desde niños, es señal de
delirio y de muerte. Y si desvaría al tiempo que lo hace,
ya se presenta decididamente mortal.
Si sucede que el paciente tenía ya por casualidad una
herida o se ha hecho una llaga durante la enfermedad, hay
que saberlo. Porque si el hombre va a morir, antes de la
muerte ésta se pondrá lívida y seca, o amarillenta y seca.
4 Respecto de los movimientos de las manos sé lo Si-
guiente: en todos aquellos casos de fiebres agudas, o de
neumonía, y en ataques cerebrales y cefalalgias en que las
agitan ante el rostro, o bien cazan en el aire, o arrancan
hilos de las mantas, o recogen briznas de paja y arrancan
EL PRONÓSTICO
87
pajitas de las paredes, todos esos movimientos son síntomas malos y mortales.
Una respiración apresurada señala que hay dolor o in- 5
flarnación en las partes de más arriba del diafragma. Una•
profunda respiración y con largos intervalos indica delirio. Si se espira aire frío de las narices y de la boca resulta ya un indicio funesto. Hay que considerar que la buena respiración tiene una influencia muy importante para
la recuperación en todas las enfermedades agudas que van
acompañadas de fiebre y hacen crisis en cuarenta días.
Los sudores mejores en todas las enfermedades agu- 6
das son aquellos que sobrevienen en los días críticos y que
eliminan por completo la fiebre. Benéficos son también
los que se producen por todo el cuerpo e indican que el
paciente sobrelleva más fácilmente la dolencia. Los que
no se presentan con estos caracteres no son provechosos.
Los peores son los fríos y que ocurren sólo alrededor de
la cabeza y en el cuello. Pues ésos, acompañados de fiebre aguda, indican muerte; y con una más suave, una larga enfermedad.
En el hipocondrio lo mejor es que esté sin dolor, blan- 7
do y terso tanto por el lado derecho como por el izquierdo. Pero si se hincha y presenta dolor, o está tenso, o en
disposición desigual de la parte derecha en comparación
con la izquierda, todo eso debe reclamar atención y cuidado. Si es que, además, se presentan latidos en el hipomdrio, eso indica agitación o desvarío. Entonces es preo escrutar a fondo los ojos de tales pacientes. Pues si
IS pupilas se mueven continuamente, hay probabilidad
que el enfermo se vuelva loco.
Una hinchazón en el hipocondrio que es dura y dolo~sa es malísima si se extiende por todo el hipocondrio.
~ro si está sólo en un lado, es menos peligrosa si está en
izquierdo 6. Pues semejantes tumores al comienzo (de
iones señala que ésta parece la primera alusión a la apendicitis
h la literatura médica griega.
88
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
la enfermedad) indican un peligro de muerte en breve plazo. Pero si la fiebre persistente sobrepasa los veinte días
y la hinchazón no cede, deriva a la supuración. Tienen estos enfermos en el primer período también hemorragias
nasales y esto les es muy benéfico. Además conviene preguntarles siles duele la cabeza o si pierden vista. Si sucede algo de eso, avanzará por ahí el caso. La hemorragia
suele darse más en los más jóvenes de treinta y cinco años.
Los tumores blandos e indoloros y que ceden a la presión del dedo hacen sus crisis más tarde y son menos peligrosos que los anteriores. Si sobrepasa los sesenta días
con fiebre y la hinchazón no cede, indica que habrá supuración. Y lo mismo se aplica a cualquier tumor en el resto del vientre- En fin, todos los que son dolorosos, duros
y grandes indican muerte en breve plazo, y cuantos son
blandos, indoloros y ceden al ser presionados por el dedo
son más duraderos.
Los tumores en la región del vientre provocan menos
abscesos que los de la zona hipocondríaca, y los que se
presentan por debajo del ombligo son los menos propensos a la supuración. Y la hemorragia es más probable en
los de las regiones superiores. Y de todos los tumores que
perduran en esas regiones hay que esperar supuración.
En cuanto a los depósitos de pus hay que examinarlos
con estas indicaciones: de todos los que salen hacia afuera, los mejores son [los que son pequeños y] los que más
sobresalen y que acaban en punta; y los que son grandes.
anchos y que apenas concluyen en punta son los peoresDe los que revientan en el interior, los mejores son los que
no comunican en ningún punto con la parte externa, sinO
que están extendidos y son indoloros y toda la zona ofrece un color uniforme. En cuanto al pus el mejor es el blanco, ligero, (homogéneo] y mínimamente de mal olor, el peor
es el contrario al de este tipo.
8 Las hidropesías resultantes de las enfermedades agudas son todas malignas; pues no eliminan la fiebre y 501
EL PRONÓSTICO
89
muy dolorosas y mortales. La mayoría comienza en los
flancos [y en la espalda,] y otras incluso en el hígado. A
aquellos, en efecto, en que comienzan en los flancos [y en
la espalda], se les hinchan los pies y les entran diarreas
muy largas, sin que desaparezcan sus dolores en los flancos y la espalda, sin que se les vacie y ablande el vientre.
A aquellos a los que se les producen a partir del hígado,
les entran ganas de toser y esputan de modo insignificante, y se les hinchan los pies y el vientre no les funciona,
a no ser con deposiciones duras, dolorosas, y de modo forzado, y en el vientre les salen hinchazones, unas a la derecha, otras a la izquierda, que persisten o van y vienen.
Que la cabeza, las manos y los pies estén fríos cuando 9
está caliente el pecho y el vientre es malo; pero es muy
bueno que todo el cuerpo esté cálido y blando por igual.
El paciente debe darse la vuelta con facilidad y estar
ligero en sus cambios de postura. Si se viera que está pesado en todo su cuerpo y en los brazos y las piernas es
bastante peligroso. Si, además de la pesadez, se le ponen
lívidos las uñas y los dedos, la muerte es de esperar en
seguida. Si los dedos se le ponen negros por completo y
también los pies, es menos funesto que si están lívidos.
Pero es preciso examinar también los demás síntomas.
Pues si el enfermo parece que soporta mejor la dolencia
o muestra alguno de los síntomas que indican mejoría,
además de los indicados, puede esperarse que la enfermed se resuelva en un absceso, de forma que el paciente
reviva, aunque pierda las partes ennegrecidas de su
¡erpo.
Que los testículos y las partes genitales sufran espasRos indica dolor o muerte.
En cuanto al sueño, según lo acostumbrado por natu- 10
aleza entre nosotros, debe estar despierto durante el día
dormir de noche. Si esto va cambiado, resulta peor. Y
dañará mínimamente, si duerme por la mañana temaflo hasta un tercio del día. Pero los sueños que sobre-
90
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
pasan este tiempo son más malignos. Lo peor es no dormir ni durante el día ni durante la noche. Que puede ser
insomnio a causa de dolor o de angustia, o que se derive
delirio de este síntoma.
11 La deposición mejor es la blanda y consistente, y a la
hora en la que acostumbraba a evacuar cuando estaba sano y en cantidad proporcionada a los alimentos ingeridos.
Pues siendo así la deposición, el bajo vientre suele estar
sano. Si el excremento es líquido, conviene que salga sin
ruidos, y no en deposiciones frecuentes y escasas. Pues
si el paciente se fatiga por el tener que levantarse de contin~¡o tendrá insomnio. Y si hiciera muchas veces deposi-
ciones copiosas, hay peligro de que se desmaye. Pero es
necesario que haga sus deposiciones de acuerdo con la
cantidad de los alimentos ingeridos, dos o tres veces de
día y una sola de noche, y que evacue lo más abundante
por la mañana, como es lo normal en un individuo sano.
Conviene que las deposiciones se hagan más densas al
llegar la enfermedad a su crisis. Que sean rojizas y no demasiado malolientes. Es conveniente, además, que se expulsen lombrices redondas con las heces al acercarse la
enfermedad a su crisis. Es preciso que en cualquier enfermedad el vientre esté relajado y con volumen normal.
Hacer deposiciones muy acuosas, o blancas, o muy amarillas, o espumosas, resulta todo ello malo. Y también es
malo que sean escasas, viscosas, blancuzcas, amarilloverdosas y lisas. Pero más funestas que ésas son las negras
o untuosas o lívidas [o de color herrumbroso] y fétidas.
Las variadas son indicios de una enfermedad más larga,.
pero no menos mortífera. [Son las que contienen partículas orgánicas mezcladas, y que son biliosas, de color verde o negruzco, que se evacuan unas veces conjuntamente, y otras en parte.]
En cuanto a las flatulencias lo mejor es que salgan sin
ruido y sin ventosear. Pero es mejor que salgan incluso
con ruido, que el que sean retenidas allí [y se acumUlefl
EL PRONÓSTICO
91
en el interior]. Aunque en caso de salir así, indican que
el individuo sufre algo o bien está fuera de sus cabales,
a no ser que el hombre actúe así de buen grado al expeler
su flatulencia.
Los dolores e hinchazones en el hipocondrio, cuando
son de poco tiempo y sin inflamación, se resuelven con’
un rumor de tripas, y muchas veces se evacuan con orina
y heces. Y si no, se eliminan por sí mismos. Resulta benéfico que desciendan a las partes bajas.
La mejor orina es la que deja un sedimento blanqueci- 12
no, liso y uniforme a lo largo de todo el período hasta que
hace crisis la enfermedad. Pues indica seguridad (en la curación) y que la dolencia será de breve duración. Pero si
es intermitente (el sedimento) y unas veces la orina es
transparente, y otras veces deja un sedimento blanquecino, liso y uniforme, la enfermedad será más duradera y
menos firme la curación.
Si la orina es de color rojizo y deja un sedimento rojizo y liso, la dolencia será más duradera que la anterior,
pero muy cierta la curación. Sedimentos como de harinas
gruesas en las orinas son malos, y aún peores los escamosos. El sedimento liviano y blanco es muy mal indicio; peor
aún es el que se parece al salvado. Si hay nubecillas en
suspensión en las orinas, las blancas son buenas, las ne-
gruzcas malas.
En tanto que la orina es sutil y de un rojo claro, indica
que la enfermedad no ha madurado; en caso de que la enfermedad sea ya de larga duración y la orina tenga ese aspecto, hay riesgo de que el paciente no pueda resistir hasta
que la enfermedad quede digerida. Pero más indicadoras
de muerte son, entre las orinas, las acuosas, pestilentes,
negras y densas. Pára las mujeres y los hombres las pésimas son las negras; para los niños, las acuosas. Aquellos
que mean orinas ligeras y crudas durante mucho tiempo,
aunque ofrezcan otros síntomas de recuperación, están
92
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
propensos a un absceso en las regiones inferiores al
diafragma.
También hay que recelar de las que presentan manchas
grasientas, en forma de telas de araña, flotando por encima. Porque son indicios de consunción.
Hay que examinar en las orinas las nubecillas que se
dan en ellas, si se presentan en la superficie o más abajo,
y qué clase de coloración ofrecen. Y las que se mueven
hacia abajo con los colores que antes hemos dicho que son
favorables, hay que estimarlas buenas, y, de otra parte,
hay que recelar de las que emergen con los colores que
se ha dicho que son malos. Pero no te dejes engañar si,
estando con una enfermedad la vejiga sola, emite orina
con esas características; pues no será un síntoma de todo
el cuerpo, sino sólo de la propia vejiga ~.
13 El vómito más beneficioso es cuando está compuesto
de flema y bilis en gran medida y no se vomita (ni] espeso
[ni mucho] en demasía. Los peores son los menos mezcIados.
Si lo vomitado resulta de color verde puerro o lívido
o negro, sea cualquiera de estos colores, hay que reputarlo maligno. En caso de que el mismo paciente vomitara
de todos estos colores, entonces ya resulta muy gravemente funesto. Muerte rapidísima indica el vómito lívido, si
huele con mal hedor. Todos los olores a podrido y con pestilencia son malos en los vomitados de cualquier clase.
14 En todas las afecciones del pulmón y los costados es
conveniente que el esputo se expectore fácil y rápidamente, y que lo amarillo aparezca fuertemente mezclado con
el esputo. Pues en caso de que se expectore mucho desSe suele subrayar lo atinado de esta apreciación que, por otro
do, destaca que lo que le interesa al autor es la atención a la patología
general del cuerpo en su conjunto como un organismo vivo, y no se 005pa de las afecciones particulares que sólo dallan a tal o cual miembro
concreto del mismo.
EL PRONÓSTICO
93
pués del comienzo del dolor y el esputo sea amarillento
o rojizo, o acompañado de mucha tos, o no muy mezclado, resulta peor, ya que el esputo amarillento y no mezclado es peligroso, y el blanco, viscoso y redondo, nocivo.
También es malo el que es muy verdoso y espumoso; si
además está poco mezclado, hasta el punto de parecer negro, éste es mucho más terrible que los anteriores.
[También es malo que el pulmón no se limpie ni expectore nada, sino que se encuentre lleno y el catarro burbujee en la garganta.]
Que se presenten al comienzo o más tarde, catarro y
estornudos en todas las dolencias del pulmón es mal sintoma; sin embargo, en todas las otras enfermedades mortales los estornudos son provechosos. Un esputo amarillento mezclado a un poco de sangre en los casos de neumonía, cuando se expectora al comienzo de la enfermedad, es signo muy indicativo de restablecimiento. Pero si
sucede al séptimo día o después, ya es menos seguro. Todos los esputos son malos si no hacen cesar el dolor. Los
peores son los negruzcos, como ya se ha descrito. Mejores son todos los que hacen cesar el dolor al expectorar.
Todas las afecciones de estas partes que no concluyen 15
en eliminaciones mediante esputos, ni en evacuación de
las tripas ni en sangrías ni por medio de purgas y tratamientos dietéticos, hay que saber que acabarán supurando. Las supuraciones, todas cuantas se empiezan a supurar cuando el esputo es aún bilioso, son muy funestas, tanto si lo bilioso se expulsa aparte del pus como si sale conjuntamente. Especialmente si el absceso comienza a supurar tras unos esputos de este tipo, al contar ya siete días
la enfermedad, hay que esperar que el enfermo muera al
decimocuarto día, a no ser que se le presente algún buen
Síntoma.
Los indicios favorables son los siguientes: que soporte con facilidad la enfermedad, que respire bien, que quede.
libre de dolor, que expectore fácilmente el esputo, que to-
94
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
do su cuerpo esté por igual caliente y relajado, y que no
tenga sed, y que sus orinas, deposiciones, sueños y sudores sean buenos, según cada uno se ha descrito; si todos
estos síntomas se presentan así, no va a morir el paciente. Pero si suceden algunos sí y otros no, aunque viva más
•de catorce días puede morirse.
Son malos los síntomas contrarios a éstos: que soporte penosamente la dolencia, que su respiración sea profunda y frecuente, que no haya cesado el dolor, que expectore a duras penas el esputo, que esté muy sediento,
que su cuerpo esté dominado de forma desigual por la fiebre, y tenga así el vientre y los costados calientes, y la frente, las manos y los pies fríos, y que la orina, deposiciones,
sueños y sudores, sean malos, según se ha descrito cada
uno de ellos. Si alguno de estos síntomas se añade al esputo ya indicado, el enfermo morirá seguramente antes
de llegar a los catorce días, en el noveno o el undécimo.
Hay que conjeturar, pues, que este esputo es muy mortal, y que no consiente la supervivencia hasta los catorce
días. Reflexionando sobre los indicios buenos y malos que
sobrevengan, y a partir de ellos, hay que formular las predicciones. Pues de tal modo dirás la verdad más precisamente.
Los demás abscesos, en su mayor parte, revientan unos
a los veinte días, otros a los treinta, algunos a los cuarenta, y los hay que llegan a los sesenta días.
16 Hay que prestar atención al comienzo del absceso, calculándolo a partir del día en que el enfermo empezó a tener fiebre o en el que tuvo escalofríos y en el que puede
declarar que en el lugar donde sentía la dolencia, experimenté pesadez en lugar de dolor. Pues eso es lo que sucede en los comienzos de los abscesos. Con que a partir de
ese momento hay que esperar que se produzcan las expulsiones del pus en los intervalos ya dichos.
Si el absceso puede estar en un lado sólo, hay que [hacer que el paciente se dé la vuelta sobre uno y otro, e] iIi
EL PRONÓSTICO
95
formarse de si siente dolor en el costado. Y si uno está
más caliente que el otro, reclinándolo sobre el costado sano, preguntarle si siente como un peso suspendido desde
la parte de arriba. Y si sucediera esto, sólo a ese lado está
el absceso, en aquel costado en el que se origina la
pesadez ~.
Conviene advertir todos los abscesos por estos sínto 17
mas: en primer lugar la fiebre no remite, sino que se mantiene más ligera de día, y más intensa por la noche; se presentan sudores abundantes; tienen ansias de toser y no
expectoran apenas nada; y los ojos se les quedan hundido~ y las mejillas presentan rojeces, y las uñas de las manos se curvan y los dedos se ponen calientes, sobre todo
en las puntas; les salen hinchazones en los pies y pústulas por el cuerpo, y no tienen apetito.
Los abscesos que se prolongan presentan todos estos
síntomas y hay que confiar de firme en ellos. Pero también los que son recientes se manifiestan con éstos; si bien
aparecen, además, aquellos síntomas que ocurren en los
comienzos, y al mismo tiempo el paciente encuentra mayor dificultad en respirar.
Los que van a reventar más pronto o más tarde hay que
reconocerlos por los siguientes indicios: si el agobio sobreviene desde el comienzo, y la tos y la dificultad respiratoria y la expectoración se mantienen, hay que esperar
la supuración a los veinte días o aun antes. Si la fatiga
es más leve y los demás síntomas en proporción, hay que
esperar el reventón más tarde. Es necesario que tanto el
dolor como la dificultad en respirar y la expectoración precedan a la salida del pus.
Sobreviven aquellos, sobre todo, a los que la fiebre
abandona el mismo’ día, tras la apertura del absceso, y
Pronto tienen ganas de comer y quedan liberados de su
como adviene Iones, no está claro el sentido del experimento. Tal
VCz haya una laguna en el texto.
96
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
sed, y su vientre evacua poco y compacto; y su pus es blan..
co, liso, y uniforme al salir, y privado de flema, y lo eliminan sin fatiga ni tos. Así se libran de la enfermedad del
modo mejor y más rápido. Y si no, tanto mejor cuanto más
semejante a esto resulte.
Mueren aquellos a los que la fiebre no abandona el mismo día, sino que, pareciendo abandonarlos, de nuevo reaparece y vuelven a estar calientes, y tienen sed, no sien-
ten ganas de comer, su tripa está suelta, y su pus es amarillo y lívido, o con flema y espumoso. A quienes les ocurre todo esto, mueren. A quienes les ocurren unas cosas
si, pero otras no, algunos de ellos mueren, y otros con largo tiempo se recuperan.
Pero hay que hacer el pronóstico basándose en todos
estos indicios en estos casos y en todos los demás.
18 Aquellos a los que se les forman abscesos procedentes de enfermedades pulmonares junto a los oídos, que les
supuran hacia las partes de más abajo y les producen fis.
tulas, ésos se restablecen. Hay que conjeturar tales casos
por estos síntomas: si la fiebre se mantiene, y el dolor no
se retira, y la expectoración no se expele de modo normal,
y las deposiciones no son biliosas ni se deshacen fácilmente ni están bien mezcladas, y la orina no es abundante ni
deja un sedimento muy espeso y abundante, pero el paciente se encuentra asistido de todos los demás indicios
de restablecimiento, en esos casos hay que esperar que
habrá abscesos de ese tipo. estos se les presentan en las
partes inferiores a quienes les sobreviene algo de flema
en torno al hipocondrio; y otros, arriba, a aquellos que tienen el hipocondrio relajado y sin dolencias. Y el paciente, después de estar un tiempo con mala respiración, deja de estarlo sin otra caúsa evidente.
Los abscesos en las piernas en los casos de pulmonía
grave y peligrosa son todos favorables, y los mejores sofl
los que se producen cuando ya está modificándose el C5~
puto. Pues si la hinchazón y el dolor se produjeran al tielil
EL PRONÓSTICO
97
po que el esputo se hace purulento en lugar de amarillo
y es evacuado fuera, en tal caso parece segurisimo que el
hombre va a recuperarse y el absceso va a desaparecer
muy pronto sin dolor. Pero si el esputo no se evacua bien,
y no se ve que la orina deje un buen sedimento, hay riesgo de que la articulación quede lisiada o que presente muchas dificultades.
Si desaparecieran los abscesos sin que se evacue el esputo y manteniéndose la fiebre, malo. Pues hay riesgo de
que el enfermo enloquezca y muera. De los abscesos que
derivan de las dolencias pulmonares mueren, sobre todo,
los más viejos. En los restantes abscesos perecen más los
más jóvenes.
Los dolores acompañados de fiebre en la región lum- 19
bar y en las zonas de abajo, si se apoderan del diafragma,
y dejan la parte inferior, son muy funestos. Con que hay
que aplicar la atención a los demás síntomas, de modo que
si también alguno de los demás indicios se muestra maligno, el caso es desesperado. Pero si, asaltando la enfermedad el diafragma, los demás síntomas no se presenta-
ran malignos, hay muchas esperanzas de que ésta derive
a un absceso.
Dureza y dolor en la vejiga son siempre malos. Los más
funestos son los que se acompañan con fiebre continua.
Pues entonces los dolores de la misma vejiga son capaces
de matar por sí mismos, y en tales casos los intestinos no
cvacuan [, a no ser deposiciones duras y a la fuerza]. El
mal se diluye al mear una orina purulenta, que deja un
sedimento blanco y liso. Pero si la orina no pasa y la vesícula no se ablanda y la fiebre es continua, es de esperar
que el paciente muera en los primeros períodos de su enratedad. Este tipo de mal ataca especialmente a los nios desde los siete años hasta que cumplen quince.
Las fiebres tienen sus crisis en los mismos días en 20
uanto a su número, tanto las que permiten recobrarse
98
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
a los pacientes, como las que son mortales’. Así que las
más benignas de las fiebres y que han avanzado con los
síntomas más seguros cesan al cuarto día o antes. Las más
criminales de las fiebres y que se desarrollan con los más
graves síntomas matan al cuarto día o antes. El primer
ataque febril concluye ahí; el segundo llega hasta el séptimo día, el tercero hasta el onceno, el cuarto hasta el día
catorce, el quinto hasta el diecisiete, y el sexto hasta el
veinte. Estos (períodos de fiebre) se cumplen [en las enfermedades agudas] cada cuarto día, por añadidos, hasta
el día veinte. Pero nada de esto se puede calcular exactamente contando por días enterós. Que ni siquiera el año
y los meses están ajustados a cuenta por días enteros. Después, según el mismo modo de cálculo, por adición sucesiva, el primer periodo es de treinta y cuatro días, el se‘o
gundo de cuarenta días, y el tercero de sesenta días
‘ Sigue ahora una exposición sobre los días críticos que, si bien difiere en los detalles, tiene una correspondencia con la doctrina admitida
por el autor de Epidemias 1 y III, y en general, en otros tratados del CH.
Quisiéramos recordar una importante observación de M. D. GRMEK al respecIo: .Si la doctrina de los días críticos puede ser razonablemente interpretada como el resultado del deseo de introducir el número en la ex-
plicación de la naturaleza, esfuerzo del que Pitágoras es un representante ejemplar, no es menos verdad que tal opinión estaba particularmente
bien indicada para el país donde la mayor parte de los enfermos tenían
ya el paludismo, ya la neumonía. Los accesos de la fiebre terciana o de
la fiebre cuartana se suceden con una regularidad perfecta que depende
del ciclo biológico del parásito; los enfermos que sufren de una franca neismonia padecen una crisis justamente al cabo de una semana de fiebre.
Un médico de las regiones nórdicas no habría elaborado jamás una teoría de las fiebres agudas comparable a la que uno encuentra en los escritos de Hipócrates. (en .Réalité nosologique au temps d’Hippocrate’. ~
el vol, col. La Col!. h¿pp. et son róle..., págs. 237-55, la cita en pág. 240)lO Según W. H. 5. ioNEs, Hippocrates, vol. II, Londres~cambrid5,
1923, pág. 43, la serie de los días críticos aquí expuesta parece ser así:
1.
4, 7, 11, 14, 17, 20, (24. 27, 31), 34, (37), 40, (44, 47. 51, 54, 57), 60. La
atención a los días críticos en el tratamiento de una enfermedad está bien
documentada en varios casos descritos en Epidemias 1 (caps. 15-27), aUW
EL PRONÓSTICO
99
En sus comienzos es dificilisimo pronosticar las fiebres
que harán crisis en un tiempo más amplio, porque los comienzos de unas y otras son muy semejantes. Pero hay que
reflexionar sobre ello desde el primer día y examinar cada cuarto día en la adición, y no pasará inadvertido adónde se dirige (el curso de la fiebre).
También la constitución” de las cuartanas viene de
este ordenamiento. Las que van a hacer crisis en un tiempo muy breve son más fáciles de conocer, pues son desde
un comienzo muy grandes los síntomas que las diferencian. Los que van a reponerse están con buena respiración
y sin dolores, y duermen por las noches y presentan los
demás síntomas muy favorables. ~n cambio,. los que morirán están con respiración dificultosa, sin dormir, delirantes y con todos los demás malisimos síntomas. De modo que, conociendo de antemano esto, hay que hacer las
conclusiones de acuerdo con la duración y la suma de días
en aquellas enfermedades que progresan hacia la crisis.
De acuerdo con el mismo cálculo tienen las mujeres sus
crisis después del parto.
Dolores de cabeza fuertes y continuos acompañados 21
de fiebre, si se les añade alguno de los síntomas mortales, son algo muy funesto. Pero si, sin síntomas de esa nat~¡raleza, el dolor sobrepasara los veinte días [y continuara la fiebre], hay que aguardar una hemorragia nasal u
otro derrame hacia las regiones de más abajo. En caso de
que el dolor sea reciente hay que esperar una hemorraa a través de la nariz, o una supuración, especialmente
las fechas concretas de los días críticos no coinciden del todo con
leflalados aquí, como destaca Alexanderson. Por otra parte, en el opús-
Sobre los días cnticOs, incluido en el CH. tenemos otro apunte soft la cuestión.
“ La palabra katdstasis, .constitución~, se usa en el CH para desigun tipo de enfermedad bien caracterizado o una condición climática
O
tipificada, especialmente en Epidemias 1. Es un término bastante
eciso en esta incipiente terminología científica.
100
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
si el dolor está en las sienes o en la frente. La hemorragia
es más de esperar en los más jóvenes de treinta y cinco
años, y la supuración en los más viejos.
22 El dolor agudo del oído con fiebre continua y fuerte
es malo. Pues hay peligro de que el paciente caiga en delirios y de que muera. Como, en efecto, este tipo de mal es
engañoso, hay que aplicar la atención a todos los demás
síntomas desde el primer día. Los enfermos más jóvenes
mueren al séptimo día, y aun antes, de esta dolencia; los
ancianos mucho más tarde. Es que las fiebres y los ataques de delirio les sobrevienen menos a ellos, y sus oídos
se &delantan por ello a supurar. Siñ embargo, a esas edades las recaídas de la enfermedad que se dan matan a la
mayoría. Los jóvenes, antes de expulsar el pus, perecen.
Pero una vez que el pus blanco fluye fuera de la oreja, hay
esperanza de recuperación para el joven, si además se añade algún otro buen síntoma de restablecimiento.
23 La garganta ulcerada, con fiebre, mal signo. Con que
si además se añade algún otro síntoma de los ya considerados malignos, hay que predecir que el enfermo está en
peligro. Las anginas son muy terribles y prontisimamente mortíferas, en todos aquellos casos en que no producen ningún daño visible en la garganta ni en el cuello, pero causan un tremendo dolor y ahogo respiratorio. Pues
éstas pueden causar asfixia el mismo día, o el segundo,
el tercero [o el cuarto]. Todas las que se presentan con semejantes síntomas y causan dolor, e inflaman y producen
enrojecimiento en las gargantas, ésas son muy funestas,
pero más duraderas que las de antes. En aquellos casos
en que se extiende la rojez conjuntamente por el cuello
y la garganta, ésas son más duraderas, y de ellas en general suelen reponerse los pacientes, siempre que el cuello
y el pecho conserven el enrojecimiento y no retroceda hacia dentro la erisipela.
Pero si la erisipela no desaparece en los días críticos
ni siquiera mediante la formación de un absceso en la ZOEL PRONOSTICO
101
na externa, ni el pus se expectora de manera fácil o sin
dolor, eso indica muerte o una recidiva del enrojecimiento. Lo más seguro en un enrojecimiento es que se vierta
al exterior lo más posible. Si se dirige hacia los pulmones,
provoca delirios y de estos casos generalmente se derivan
abscesos.
Es peligroso seccionar u operar la campanilla, cuando está enrojecida y grande. Pues en esas intervenciones
se producen inflamaciones y hemorragias. Por lo tanto,
en tales casos hay que intentar reducirla por todos los
otros medios durante ese tiempo. Pero cuando ya se ha
constituido lo que llaman <grano de uva. ‘~, y está la
punta de la campanilla gruesa y redondeada, y lo de más
arriba más delgado, ése es el momento oportuno para operar con seguridad. Es mejor además atender a la operación después de haber vaciado la tripa del paciente, si el
tiempo lo permite y el hombre no está ahogándose.
En los casos en que cesen las fiebres sin presentarse 24
síntomas de mejoría ni en los días críticos, hay que esperar una recaída en ellas. En aquella fiebre que se prolonga estando el enfermo aliviado, y no teniendo dolor por
causa de una inflamación ni por ninguna otra causa aparente, en ésta hay que esperar un derrame con hinchazón
y dolor hacia alguna de las articulaciones, y, más probablemente, hacia las de abajo.
Tales abscesos se producen más frecuentemente y en
menor tiempo en los más jóvenes de treinta años. Hay que
sospechar directamente algo de absceso si la fiebre se
mantiene y sobrepasa los veinte días. Se dan menos en los
¡2 El término gríego staphyl¿ es sentido aún como metafórico. Es la
metáfora luego fosilizada en~el término .~úvula., recogido a partir del
latin, en muchos idiomas modernos. — Este párrafo fue excluido por Erinerins y Kúhlewein, por la razón de que no trata del pronóstico, sino
de una precisa intervención quirúrgica. Pero ésa no parece una razón convincente, ya que nada impedía al autor introducir algún añadido o digresión ocasional en su escrito, sin extenderse demasiado en ella.
102
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
más viejos, por muy duradera que sea la fiebre. Hay que
esperar tal absceso si la fiebre es continua, y se transformará en cuartana si es intermitente y se agarra de manera diversa, y lo hace en la proximidad del otoño. Como los
abscesos acaecen en los menores de treinta años, así las
cuartanas son más frecuentes en los de treinta años y más
viejos. Hay que saber que los abscesos se forman más y
son más lentos en curar en invierno, pero son menos propicios a las recaídas.
Cuando alguien con una fiebre no mortal confiesa que
le duele la cabeza y que se le presenta ante los ojos una
mancha sombría, y a eso se añade una opresión en la boca del estómago, pronto se presentará un vómito de bilis.
Si, además, tiene escalofríos y la zona de debajo del hipocondrio está fría, aún se presentará más pronto el vómito. Y si bebe o come algo durante ese tiempo, vomitará
muy rápidamente.
De estos casos, aquellos en los que el dolor se produce
el primer día, se encuentran agobiados al máximo el cuarto y el quinto. Y al séptimo se ven liberados. Sin embargo, la gran mayoría comienzan a sentir dolores al tercer
día, y se hallan muy atormentados el quinto. Se ven liberados de ellos al noveno o al onceno día. Los que empiezan a sufrir dolores al quinto y todo lo demás les acontece según la proporción de lo antes dicho, su enfermedad
alcanza su crisis al día catorce. Estos síntomas se presentan muy frecuentemente en las fiebres tercianas de honibres y mujeres. A los más jóvenes se les presentan también en éstas, pero sobre todo en las fiebres continuas y
en las tercianas genuinas.
Quienes con una fiebre de este tipo sienten dolor de
cabeza, pero en lugar de ver ante los ojos una mancha oscura, tienen disminución de la visión o ven chispas de luz,
y en lugar de ardor de estómago sienten a derecha o izquierda una tensión en el hipocondrio, sin dolor ni inflamación, en éstos es probable una hemorragia por la naEL PRONÓSTICO
103
riz en lugar del vómito. En tal caso precisamente en los
jóvenes hay que esperar más la hemorragia; y menos en
los treintañeros y mayores; en éstos, en cambio, hay que
esperar los vómitos.
Los niños tienen convulsiones si la fiebre es aguda y
su vientre no evacua, y sufren insomnio, y están aterrorizados, y están llorosos, y cambian de color y lo toman amarillo, pálido o rojo.
Les ocurre eso con mucha facilidad a los niños más pequeños, hasta los siete años, mientras que los niños ma-
yores y los hombres ya no se ven atacados por espasmos
en las fiebres, a menos que sobrevenga alguno de los sintomas más violentos y dañinos, como sucede en los casos
de frenitis.
Quiénes van a reponerse y quiénes a perecer, de los niños y de los demás, hay que deducirlo por todos los
síntomas ‘~, como han quedado descritos en cada uno de
los casos. Y eso lo digo a propósito de las enfermedades
agudas y de lo que de ellas se deriva.
Aquel que va a hacer su pronóstico correctamente so 25
bre quiénes van a sobrevivir y quiénes van a morir, y en
qué casos va a permanecer más días la dolencia y en cuáles menos, ha de tener capacidad para juzgar, después de
haberse aprendido todos los síntomas, reflexionando las
influencias de unos frente a otros, tal como se han expuesto tanto en el caso de los esputos y las orinas como de los
demás, y cuando a la vez va a expectorarse el pus y la bilis.
Ha de advertir, además, las tendencias de las enfermedades endémicas rápidamente, y no pasar por alto la disposición de la época del año. No obstante debe tener buenos conocimientos acerca de los signos y los demás sínto¡3
tDeducirlo por todos los síntomas. (lekmalres¡hai ¡oisi sympas¡
$¿meíoLsin)es una recomendación en la que el autor insiste una vez más,
destacando la atención necesaria al conjunto de éstos y a cada uno, según los ha descrito.
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
mas, y que no le pase por alto que en cualquier año y en
cualquier región los malos significan algo malo y los favorables algo bueno, puesto que tanto en Libia como en
Delos y en Escitia son verídicos los indicios antes descritos.
En fin, conviene saber que no es nada asombroso que
en unos mismos lugares se alcance el éxito en la mayoría
de los casos, siempre que uno, habiendo hecho su aprendizaje, sepa juzgarlos y considerarlos correctamente. No
hay que echar en falta el nombre de ninguna enfermedad
que no se encuentre aquí registrado ~. Pues todas las dolencias que presentan su crisis eh los tiempos antes indicados, las reconocerás por dichos síntomas.
~
En contraste con los autores de cnido, el médico de cos quiere
sefialar que no es muy importante el precisar los nombres de las enfermedades, sino el cuadro general para su análisis. No se trata de fijar un
diagnóstico, sino de atender a la patología general.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
Quien quiera estudiar perfectamente la ciencia mé- 1
dica debe hacer lo siguiente: en primer lugar, ocuparse
de los efectos que puede ocasionar cada una de las estaciones del año, pues no se parecen en nada mutuamente, sino que difieren mucho no sólo entre sí, sino
también en sus cambios 2 Después, ha de conocer 105
¡ orth¿5s zetein. El adjetivo orthós (.derecho., ‘recto.) se convirtió en un término técnico (.correcto., .exacto.) entre los sofistas, que
lo emplearon especialmente en sus estudios sobre el lenguaje. Protágoras, por ejemplo, llamaba art hoé peja, término que podríamos traducir por ‘corrección lingi.Éistica., al uso exacto y riguroso de formas
y géneros gramaticales (A 26 DK).— orrhos disfrutó de singular aprecia, como sinónimo de .exacto., en otros campos científicos. durante
los últimos decenios del siglo y a. c. Pensemos en Tucídides, por citar
sólo el caso más conspicuo. Por su parte, zetein (<investigar., <hacer
una pesquisa.) es muy utilizado entre los oradores, como término jurídico, y también en la obra de Tucídides.
2 merabolal Galeno comenta que metabolt, vocablo muy frecuente en este tratado hipocrático, significa no sólo el cambio de una•
estación a otra, sino también cada una de las alteraciones que experi-.
menta una estación durante su transcurso. Realmente, a lo largo de
nuestro escrito, elementos de alta importancia en la producción de
enfermedades y en la constitución y modo de ser de las gentes de una
ciudad o país son, no tanto las estaciones del año, como los cambios
que en ellas acontecen: Por otra parte, de lo que se nos dice, en el
cap. 2, respecto de la alteración experimentada por los órganos internos al compás del cambio de las estaciones, se desprende que un buen
médico ha de ser, ante todo, un experto conocedor de la meteorología,
especialmente en lo que se refiere a la climatología de una ciudad o
104
106
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
vientos, calientes y fríos, especialmente los que son comunes a todos los hombres, y, además, los típicos de
cada país. También debe ocuparse de las propiedades
de las aguas, pues, tal como difieren en la boca y por
su peso ‘~, así también es muy distinta la propiedad de
cada una.
Así, cuando se llega a una ciudad desconocida, es
preciso preocuparse por su posición: cómo está situada
con respecto a los vientos y a la salida del sol. Pues
no tiene las mismas propiedades la que mira al Norte que la que da al Sur, ni la orientada hacia el sol
saliente, que la que mira al Poniente. Hay que ocuparse
de eso de la mejor manera, y, además, de qué aguas
disponen los habitantes: si consumen aguas pantanosas
y blandas, o duras y procedentes de lugares elevados
y rocosos, o saladas y crudas.
Respecto del suelo, hay que saber si es pelado y seco, o frondoso y húmedo, y si está encajonado y es sofocante, o elevado y frío. Además, hay que enterarse de
qué tipo de vida gozan los habitantes: si son bebedores,
toman dos comidas al día 6 y no Soportan la fatiga, o
región concreta. Cf. Aforismos III 1, a propósito de la influencia decisiva del cambio estacional y de las bruscas variaciones de temperatura
en el curso de las afecciones.
dyndm¿es. Son, tanto las <cualidades.’, <propiedades.’, <virtudes.,, como los .‘principios activos, que, en este caso, las aguas provocan dentro del organismo humano. Cf. P. LAIN ENTRALGO, La medicina
hipocrdtica, Madrid. 1970, págs. 72 y sigs., con abundante bibliografía.
~ stathmós, palabra de gran riqueza semántica: <establo.’, <columna.’, <peso.’. Corresponde a la raíz de híst~mi <poner.’, <colocar.’. Ya
desde Homero tiene los valores de <balanza.’ y <peso.’.
Así traducimos Bor¿as <viento del Norte.’, <Norte.’. En rigor, no
es el Norte geográfico. sino, más bien, el NE. Cf. K. NIELsEN, <Remarques sur les noms grecs et latins des vents et des régions du del’,
Class. and Mediaev. 7 (1945), 1-113.
6 artst~ds es, propiamente, quien toma el driston o <comida de
la mañana., <almuerzo.’. Así pues, se aplica a quien hace dos comidas
al día: <almuerzo.’ (ariston) y <cena< (de fpnon), que se tomaba a la caíSOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
107
si aman el ejercicio físico y el trabajo, comen bien y
beben poco.
Partiendo de estos puntos, hay que ocuparse de cada 2
dato por separado. Pues si uno los conociera perfecta-mente —mejor todos, pero, si no, los más posibles—,
no ignoraría, al llegar a una ciudad que desconoce, ni
las enfermedades locales, ni cuál es la naturaleza de las
afecciones comunes, de suerte que ni andaría confuso
en el tratamiento de las enfermedades, ni cometería errores, cosa que es natural que suceda, si se medita en
los datos concretos, sin conocerlos de antemano.
Según transcurre el tiempo y pasa el año, podrá decir cuántas enfermedades generales van a atacar la ciudad en verano o en invierno, y cuántas enfermedades
particulares es de temer que le ocurran a cada uno
a causa de un cambio en su dieta Pues quien conoce
los cambios de las estaciones y la salida y ocaso de los
astros, a la vista de cómo ocurre cada uno de esos hedios, podrá prever cómo va a ser el año. Al reflexionar
y prever de este modo, conocerá perfectamente la ocasión oportuna de cada caso, conseguirá curar en la ma-
da de la tarde y era, en general, más copiosa que la que se tomaba
por la mañana. El sistema de comidas entre los griegos antiguos era
muy variado, según épocas y lugares. En Homero, por citar un caso
relevante, se habla de tres comidas: driston (desayuno), defpnon (comida) y dórpon (cena).
idia <particulares.’, ‘individuales.’, por oposición a pdnko¡na
.‘generales<, <comunes<. Que los cambios climáticos producen enfermedades generales, mientras que, en cambio, la modificación de la
dieta acarrea afecciones individuales es una idea corriente en los escritos médicos que estudiamos. Cf. Sobre los flatos 6 y Sobre la naturaleza del hombre 9, entre otros.
La <dieta.’ (díaita), no sólo se refiere a la alimentación (comidas y bebidas), sino también a los ejercicios físicos y al descanso. Verter el término por <tipo de vida<, seria dar una idea aproximada del
concepto
108
TRATADO5 HIPOCRÁTICOS
yor parte de las ocasiones y obtendrá un éxito grandísi.
mo en la ciencia médica.
Si alguien pensara que esos datos son propios de la
meteorología ~, en caso de cambiar de criterio, sabrá
que la astronomía contribuye a la medicina, no en poquisima, sino en grandísima medida. En efecto, los órganos internos ‘~ les cambian a los hombres juntamente con las estaciones.
3 Voy a decir yo claramente cómo hay que observar
y comprobar cada uno de los puntos citados.
La ciudad que está expuesta a los vientos calientes
—éstos soplan entre los puntos de salida y puesta del
sol en invierno— “, cuando recibe esos vientos como
habituales y está al amparo de los vientos del Norte,
en esa ciudad es forzoso que las aguas sean abundantes, algo saladas y estén a flor de tierra, calientes en
verano y frías en invierno; que sus habitantes tengan
la cabeza húmeda y llena de flema, y se les trastornen
frecuentemente los intestinos 12 a causa de la flema
‘ El autor se defiendé, en este punto, de todo ataque contra una
pretendida orientación teórica de la medicina. Para algunos estudiosos, los vocablos <meteorología.’ y <astronomía.’ tienen aquí el mismo
alcance. Otros, en cambio, piensan que la astronomía debe entenderse
como una parte de la meteorología, Cf. J. MANaFELO, <Plato and the
method of Hippocrates.’, Greek Rom. and Byz. Stud. 21, 4 (1980), 338.
lO kotlíai. Son las dos cavidades: la superior o tórax y la inferior
o intestinos. Littré traduce por <órganos digestivos.’.
En el mundo jonio de fines del siglo y a. C, había varios sistemas para designar los vientos, pero ninguno de ellos logró imponerse
sobre los demás. Según NIELSEN, <Remarques...., pág. 21, dentro de
una elemental rosa de los vientos, el curso del sol en invierno habría
que situarlo en los 300 42~ Sur. Así, pues, el punto de salida del sol
en invierno estaría situado entre el E.-SE. (Este-Sureste) y el SE.; la
puesta, entre el 0.-SO. (Oeste-Suroeste) y el SO.
12 Puede pensarse que, en los caps. 3 y 4, junto a múltiples y precisas observaciones de primera mano, encontramos, asimismo, huellas
de un sistema teórico y preconcebido que no cuadra bien con los presupuestos de otros tratados hipocráticos. Así, la afirmación de que
5OBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARE5
109
que fluye hacia ellos procedente de la cabeza; que posean un aspecto bastante flojo, por lo general, y que
no sean buenos comedores ni bebedores. Efectivamente, los que tienen la cabeza débil no pueden ser buenos
bebedores, pues la borrachera les ataca más.
Las enfermedades típicas de aquí son las siguientes:
en primer lugar, las mujeres son enfermizas y propensas a flujos, y, además, muchas son estériles por enfermedad, no por naturaleza, y abortan con frecuencia. A
los niños les sobrevienen espasmos, asmas y la afección
que, según se cree, la causa una divinidad ~ y es salas ciudádes expuestas a vientos calientes favorecen la flema, parece
desprenderse de que esos vientos traen la lluvia, lo que vendría a coincidir, a su vez, con la condición húmeda de tal humor. Pero no deja
de haber un cierto contrasentido, si comparamos el pasaje con otros
escritos donde se nos dice que la flema es el humor más frío. Cf. Sobre
la naturaleza del hombre 7.
~ Muchos editores. a partir de ZWINGER (Hippocratís vzg¡nti duo
commentarii Theodori Zwingeri studio et conatu, Basilea. 1579, páginas 239-258), aceptan la conjetura tó theion <la divinidad.’, en vez de
la lectura de los manuscritos tó paidion. En todo caso, es evidente
la referencia a la epilepsia. LITTRÉ (Oeuvres completes dHíppocrate.
10 vols.. 1839-1861, vol. II [1840], págs. 18-19), manteniendo la lección
de los códices, traduce <le mal des enfants.’, aduciendo, en defensa
de su postura, las palabras de Galeno a propósito de este lugar: <La
enfermedad (Cs decir, la epilepsia) se llama paidion, como lo ha mostrado Hipócrates en Sobre los aires, aguas y lugares.’. G. LANATA, Medicina magica e religione popolare in Grecia fino all’eté di Ippocrate, Roma, 1967, págs. 23-26, ha manifestado que, paradójicamente, el tratado
que más encarnizadamente combate la teoría de la posesión demónica
como causante de los fenómenos morbosos, haya contribuido, el que
más, a divulgar el nombre de <enfermedad sagrada.’ (hiré noúsos). sin
haber propuesto para tal afección ningún nombre específico, sino nombrándola como <esa enfermedad.’, <esta afección.’, etc. En estos casos,
el adjetivo hierós, más que entenderlo como ‘divino<, cabe verlo como
todo lo que revela una actividad o poder prodigiosos y mágicos, por
encima de la capacidad de comprensión humana. Así, una enfermedad
hir~ lo es porque viene causada por fuerzas misteriosas e inexplicables.— Dentro del CH, donde aparece también el término epilepsia (en
plural, por ejemplo, en Aforismos III 22), que responde a la idea de
110
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
grada; a los hombres, disenterías, diarreas, escalofríos,
fiebres crónicas de invierno, muchas pústulas nocturnas y hemorroides en el asiento.
En cambio, no se producen, por lo común, pleuritis,
perineumonías, causones, ni las que son consideradas
enfermedades agudas. No es posible, realmente, que estas enfermedades tengan fuerza donde los intestinos son
húmedos.
Sobrevienen oftalmías húmedas, no graves, de corta
duración, a no ser que predomine una enfermedad general a causa de un gran cambio.
Cuando las personas pasan - de los cincuenta años,
unos flujos procedentes del cerebro las dejan parapléjicas, si de repente les da el sol en la cabeza o pasan frío.
Ésas son las enfermedades endémicas que les sobrevienen. Y, además, si prevalece alguna enfermedad general a causa del cambio de estación, también la padecen.
4 Las ciudades que, al revés de las anteriores, están
expuestas a los vientos fríos que soplan entre los pun-
tos de puesta y salida del sol en verano 14, en tales ciudades, que tienen esos vientos como habituales y están
al amparo del viento del Sur y de los vientos calientes,
ocurre como sigue. En primer lugar, las aguas son, por
lo común, duras, frías y dulces. Los habitantes son, por
fuerza, vigorosos y flacos, y, en su mayoría, tienen la
cavidad inferior cruda y seca, pero la superior les fluye
mejor. Son más biliosos que flemáticos. Tienen la cabeza sana y dura, y están expuestos, generalmente, a roturas internas.
<ataque.’, <golpe.’, encontramos otras maneras de designar tal enfermedad. Se la llama <enfermedad de Heracles.’ en Sobre las enfermedades de la mujer 1 7, por citar un caso interesante; en otros lugares
se la titula <la gran enfermedad.’.
‘~ Respectivamente. 0.-NO-NO. y E.-NE.-NE.
SOBRE LOS AIRES, AGUA5 Y LUGARES
111
Entre ellos se dan las siguientes enfermedades: muchas pleuritis y las consideradas enfermedades agudas.
Es natural que sea así, siempre que sus cavidades sean
duras. Se producen muchos empiemas por cualquier motivo- La causa de eso es, tanto la tensión del cuerpo,
como la dureza del vientre. Pues la constitución seca
y la frialdad del agua los exponen a roturas internas.
Es forzoso que tales naturalezas sean comedoras y
no muy bebedoras, pues no es posible que sean a la vez
muy dados a la comida y a la bebida. Al cabo de algún
tiempo 15 surgen oftalmías que son secas y fuertes, e,
inmediatamente, se forman heridas 16 en los ojos.
En los que tienen menos de treinta años se producen fuertes hemorragias por la nariz en verano; las enfermedades llamadas sagradas son raras, pero violentas. Como es natural, esas personas son de vida más
larga que otras. Sus heridas ni se inflaman, ni se convierten en malignas. Su carácter 17 es más salvaje que
apacible.
~
DILLER, Ueber die Umwelt (De aere, aquis, locis). Corpus Medícorum Graecorum, 1, 1, 2, Berlin. 1970, pág. 31, traduce: <de forma
pasajera.’, siguiendo al parecer a W. J. VERDENIUS, <Notes on Hippocrates Airs, waters, places.’, Mnemosyne 8 (1955), 14-24, partidario de
entender el giro preposicional, no como <tras un tiempo.’, sino por
<durante un corto tiempo.’. El texto griego es diá chrónou.
lO LimÉ, Oeuvres~., II, pág. 21: .‘et produisent rapidement la fonte
de loeil<.
7 ethea (en singular, ¿thos). Con vocalismo breve tenemos ~thos,
que es la forma nominal corriente y significa <costumbre.’, <hábito.’.
Recuérdese la forma verbal eí5tha <tengo por costumbre.’. En relación
con estas palabras está la raíz de pronombre reflexivo swe- <suyo.’,
<de él.’, y el verbo hístpmi (raíz dhE-) <poner.’, <establecer.’.— ~thea
sirve, desde Homero, para designar el paradero habitual de los animalCs. En Heródoto lo éncontramos referido al lugar donde habitan los
pueblos. Pero, aparte de este uso, se aplica ya desde Hasroto (Trabajos
y días 67) al comportamiento de una persona.— A partir de Aristóteles
el adjetivo gthikós, que, precisamente, sirve para dar título a dos tratados aristotélicos, introduce la novedad de distinguir entre zthikd y
112
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
Entre los hombres, ésas son las enfermedades propias de aquí, y, además, cualquier otra enfermedad general que predomine a causa del cambio de estación.
En lo tocante a las mujeres, en primer lugar, muchas resultan estériles 18 a consecuencia de las aguas,
que son duras, crudas y frías. Efectivamente, sus menstruaciones no son las apropiadas, sino escasas y dolorosas. Además, dan a luz con dificultad y rara vez abortan. Cuando dan a luz, son incapaces de alimentar a
sus hijos, pues se les seca la leche a causa de la dureza
y crudeza de las aguas. Les -sobrevienen tisis, con frecuencia, después de los partos, pues, por la violencia
de los mismos, sufren desgarramientos y convulsiones.
A los niños se les forman hidropesías en los testículos, mientras son pequeños, pero, después, al avanzar
la edad, les desaparecen. En esta ciudad los niños llegan a la pubertad bastante tarde.
5 Pues bien, con respecto a los vientos calientes y
fríos y a esas ciudades, ocurre tal como queda dicho.
Pero, en las ciudades que están expuestas a los vientos
que soplan desde la zona comprendida entre las salidas
del sol en verano e invierno 19, y también en aquellas
politiká, esto es, lo referido al comportamiento personal y lo pertinente al Estado.
IB stériphai. Así DILt.as&, Lleber..., pág. 30. Los manuscritos ofrecen
diversas lecciones: steriphnaí o striphna¡ Hemos de pensar en un sufijo -phos, relacionado con ciertos nombres de animales, cf. daphos <ciervo.’, y además, en una palabra indoeuropea sterysz, que en griego da
steira, <estéril.’, Cf. lat. sierílis.— Que las aguas duras y frías producen
esterilidad en las mujeres lo leemos tambien en ARISTÓTEI-HS, Sobre
la generación de los animales IV, 2, 767a33-35, quien puntualiza, soste-
niendo que, en ocasiones, en vez de esterilidad, tales aguas favorecen
el nacimiento de mujeres (tó th~lykotían). En la misma línea de pensamiento sostiene el filósofo, en otro lugar, que el esperma poco espeso.
frío y húmedo es infecundo o no sirve más que para engendrar mujeres (Sobre la generación de los animales II 7 747a3-5, e HistoriaS de
los animales VII 1, 582a29-32).
“ Es decir, E.-NE.-NE., y E-SE-SE.— La contraposición entre 51SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
113
que ocupan una posición opuesta a las anteriores, ocurre como sigue.
Las que están orientadas hacia la salida del sol son,
como es natural, más sanas que las que miran hacia
el Norte y que las orientadas hacia los vientos calientes, aunque sólo haya un estadio 20 de separación entre
ellas. Pues, en primer lugar, el calor y el frío son más
moderados, y, además, todas las aguas orientadas hacia
la salida del sol son, por fuerza, claras, de olor agradable y blandas. No se produce niebla 21 en esa ciudad,
pues lo impide el sol, cuando se levanta y resplandece.
Efectivamente, por la mañana domina aquél por lo general 22
Los habitantes, por su aspecto, gozan de buen color
y vigor, más que en cualquier otro sitio, si no lo impide
alguna enfermedad. Tienen la voz clara y son mejores
en actitud 23 e inteligencia que los orientados hacia el
Norte, del mismo modo que son también mejores los
demás seres que nacen en este lugar.
tuación hacia el Este, buena y sana, y orientación hacia Poniente, siempre mala y nociva, está de acuerdo con la oposición polar típica del
pensamiento arcaico y precientifico.
20 El estadio media 177,6 m. Equivalía a seiscientos pies (un
pie = 0,296 m. De ser una medida de longitud, pasó a designar, en
los juegos gimnásticos, la carrera de velocidad, cuyo recorrido oscilaba entre uno y cuatro estadios.
21 réra te m¿ es una conjetura antigua que aparece ya en Galeno.
Los manuscritos ofrecen erateinds <agradables.’.
22 El pasaje está corrupto. La última oración es el resultado de
secluir <niebla.’, siguiendo el criterio de DIU.ER, Veber..., pág. 32. De
aceptar la presencia en el texto de tal elemento y leer con los manuscritos, tendríamos que traducir: <Pues por la mallana se esparce la
niebla, por lo general.’. Es un lugar muy discutido, con diversas conjeturas y enyniendas, según los diversos editores y comentaristas.
23 orgt es el <movimiento natural.’, <temperamento.’, <actitud.’,
pero también, <cólera.’, <pasión.’. Cf. orgízomai ‘encolerizarse.’, y orRasmós <excitación..— La aplicación del vocablo a la esfera del comPortamiento y manera de ser es algo que se remonta a Hastono (Trabajos y Días 304).
114
TRATADOS HIPOcRÁTIcOS
La ciudad así orientada se parece muchísimo a la
primavera por la moderación del calor y del frío. Las
enfermedades son menos numerosas y más flojas y se
parecen a las que sobrevienen en las ciudades orientadas hacia los vientos calientes. Las mujeres son allí muy
fecundas y dan a luz con facilidad.
6 Tal sucede por lo que respecta a las ciudades anteriores. Las que están mirando hacia la puesta del sol,
a cubierto de los vientos que soplan desde el Oriente,
e, incluso, de los vientos calientes y los fríos, procedentes del Norte, pasan de largo por ellas, esas ciudades
están, por fuerza, en una posición muy malsana. Pues,
en primer lugar, sus aguas no son claras. La razón de
ello es que por la mañana predomina generalmente,
la niebla, que, al mezcíarse con el agua, le quita la transparencia, pues el sol no brilla antes de haberse elevado
a lo alto.
En verano soplan por la mañana brisas frescas y
cae rocío, y, durante el resto del día, el sol, en su marcha hacia la puesta, abrasa especialmente a las personas. Por ello, como es natural, son éstas de mal color
y débiles; participan de todas las enfermedades mencionadas, sin que ninguna les esté especialmente reservada. Como cabe esperar, tienen la voz grave y ronca a
24 allí,
consecuencia del aire que es en general, impuro
y malsano. En efecto, ni siquiera es limpiado del todo
por los vientos del Norte, pues estos vientos no se acercan. Y los que se acercan a esas ciudades y allí dominan son muy húmedos, pues lo son los vientos de Occidente.
24 atr sirve para designar la niebla a partir de Homero- Junto 8
ese valor, desde los presocráticos. adquiere la acepción de .aíre.’, referido al que está junto a los hombres y es respirado por ellos, por opOsición a aithtr <parte alta de la atmósfera.’, <éter.’.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
115
Tal situación de una ciudad se asemeja muchísimo
al otoño, respecto de los cambios del día, porque hay
una gran diferencia entre la mañana y la tarde.
Así sucede en lo relativo a los vientos que son fa- 7
vorables o desfavorables. Quiero explicar, a propósito
de las aguas, cuáles son malsanas, cuáles muy saludables, y cuántos males y bienes es natural que se produzcan a causa del agua, pues ésta contribuye muchísimo
a la salud 25
Las aguas quietas, pantanosas y estancadas son, por
fuerza, en el verano, calientes, gordas 26 -y fétidas, porque no fluyen, pero, como las alimenta el agua de lluvia, siempre nueva, y las calienta el sol, son, necesariamente, de mal color, nocivas y productoras de bilis; en
invierno, son heladas, f rías y turbias a causa de la nieve
y los hielos, de suerte que ocasionan, con gran facilidad, flema y ronqueras. Quienes las beben tienen siempre el bazo grande y contraído 27 y el vientre duro, delgado y caliente. Se les quedan delgados los hombros,
clavículas y Ja cara, pues las carnes se consumen al irse
25 Que las aguas y los lugares podían ser causa de enfermedades
es una teoría que encontramos ya en ALCMEdN (B 4 DK): <se producen
~sc., enfermedades) también por causas externas: cualidad de las aguas.
país, fatigas, necesidad, y otros motivos por el estilo.’.
26 pach9s-efa-~ <gordo.’, referido a las aguas es sinónimo de .‘durol-a,, es decir, que tienen gran cantidad de sales disueltas. Recorde‘3505 otros calificativos del agua en donde se utilizan; referidos al gualo, adjetivos correspondientes, previamente, al campo semántico del
I8Cto: malakds <blando.’ (cf. lat. mollis), skl~ros, <duro.’, etc.— Obsér~C5e, por otra parte, la diferencia entre los vientos (calientes. favore~en la flema; fríos, propician la bilis, en caps. 3 y 4 respectivamente)
las aguas (el calor del sol las vuelve propensas a causar bilis; el
lo, las hace apropiadas para ocasionar flema).
~ tnemy~ménous, participio perfecto medio de m9~ <cerrar.’,
‘contraer.’ De la misma raíz que myst¿s <iniciado en los misterios.’
, más exactamente <el que cierra o mantiene en posición cerrada.’,
Itgún unos, los ojos, según otros, la boca, cierta importancia tiene
¿libién la palabra myops <que contrae los ojos.’, <miope.’.
116
TRATADOS HIPOcRÁTIcOS
hacia el bazo. Por ello, esas personas son delgadas. Tales hombres son comedores y tienen mucha sed; sus ca-
vidades, tanto la de arriba como la de abajo, están muy
secas, de manera que necesitan remedios 28 un tanto
fuertes.
Esa afección les acompaña en verano e invierno. Además, sobrevienen hidropesías, numerosísimas y mortales en grado sumo. Efectivamente, en verano, se dan
muchas disenterías, diarreas y fiebres cuartanas de larga duración. Esas enfermedades, al prolongarse, hacen
caer en hidropesía a las personas de tal constitución
y acaban con su vida.
asas son las afecciones que les ocurren en verano.
En invierno, a los más jóvenes les sobrevienen perineumonías y achaques de locura 29; a los de más edad, fiebres ardientes a consecuencia de la dureza del vientre;
a las mujeres, hinchazones y leucoflegmasia ~. A duras
penas conciben, y dan a luz con dificultad. Los recién
nacidos son grandes y están hinchados; después, con la
alimentación, se quedan consumidos y enclenques ~
~ pharmakon es, para el médico hipocrático, toda susíancia extenor capaz de producir una modificación en el enfermo. Tal vocablo
sirve para denominar desde una comida especial hasta un purgante.
DILLER, Veber..., pág. 37. lo traduce, con reservas, como <purgantes.’.
29 maniltdea noseumata. El adjetivo maniódes, empleado para designar notas típicas o propias de la locura, aparece a mediados del
siglo y a. C. Por su parte, manté significa <locura, desde HaitóooTO
(VI 112). Los dos términos están relacionados con maínomai <enfurecerse.’, y con ménos <ardor combativo.’, <furor.’.— En el CH encontramos la descripción de algunas enfermedades mentales y neurológícss
frenítis, letargo, melancolía, epilepsia, etc.— A su vez, en la medicina
popular, la locura se interpretaba como un miasma, castigo de los dioses o consecuencia de la pasión amorosa, cf. L. GIL, Therapeia- La medicina popular en el mundo clásico, Madrid, 1969, que ofrece varios
ejemplos.
~ También llamada <inflamación blanca.’ o .‘anasarca<. cf. Aforismos VII 29.
31 De entender pondrás en sentido activo, cabría traducirlo por
.~causan problemas.’ o <fatigas.’. Así lo entiende DILLER, Ueber..-, pág. 37SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
117
En las mujeres la menstruación no se presenta bien tras
el parto. A los niños se les forman, especialmente, hernias, y a los hombres, varices y úlceras en las piernas,
de suerte que no es posible que personas de tal naturaleza sean de larga vida, sino que envejecen antes que
les llegue el momento. Además, las mujeres creen que
han concebido, y, cuando llega el parto, desaparece la
plenitud de su vientre. Eso sucede, cuando la matriz
tiene hidropesía.
Pienso que las aguas de ese tipo son malas para todo
uso. En segundo lugar, están aquellas cuyas fuentes salen de rocas —pues, por fuerza, son duras—, o de la
tierra, donde hay aguas termales o se obtiene hierro,
cobre, plata, oro, azufre, alumbre, asfalto o nitro. Efectivamente, todos éstos se forman a causa de la fuerza
del calor. Por tanto, de una tierra de tal tipo no es posible que se produzcan aguas buenas, sino duras, ardientes, difíciles de eliminar por la orina y contrarias a la
evacuación del vientre. Las mejores son las que manan
de lugares elevados y de colinas de tierra, pues son dulces, transparentes y aptas para mezcíarse con un poco
de vino 32 Durante el invierno resultan calientes, y, en
verano, frescas. Son así cuando proceden de fuentes muy
profundas.
Hay que elogiar, sobre todo, aquellas aguas cuyos
manantiales brotan en dirección a la salida del sol, es32 Es decir, que basta mezclarlas con poca cantidad de vino para
obtener una bebida agradable. Es bien conocida la costumbre griega
de mezclar el vino con el agua. HoMaRo da por sabida la proporción
en que deben combinarse esos elementos y no la comenta; sí habla,
en cambio, de la vasija reservada para tal mezcla (krettr). Vino puro,
sin embargo, le da Ulises al Cíclope en la Odisea (IX 347 ss.), consiguiendo emborracharlo al poco rato.— En cuanto a la costumbre de
dar de beber vino a los niños (cf. pág. 59), los poemas homéricos, eterno manual educativo de los griegos durante toda la Edad Antigua, nos
muestran cómo Aquiles, siendo niño de corta edad, bebía de la copa
de Fénix, que se la ofrecía gustoso (Ilíada IX 487).
118
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
pecialmente la correspondiente al verano. Por fuerza,
son bastante claras, de buen olor y ligeras. En cambio,
de las que son saladas, crudas y duras ninguna es buena para beber, pero hay algunas constituciones y enfermedades a las que resulta conveniente el beber tales
aguas, asunto sobre el que hablaré en seguida.
A propósito de estas aguas, ocurre también lo siguiente: aquellas cuyas fuentes dan hacia la salida del sol,
ésas son las mejores del grupo; después, las que están
en situación intermedia entre la salida y la puesta del
sol en verano, especialmente las orientadas hacia la salida; en tercer lugar, las que quedan entre las puestas
del sol en verano e invierno; y las peores, las orientadas
hacia el Sur, entre la salida y la puesta del sol en in33
vierno. Esas aguas son muy dañinas para los del Sur
y mejores para los del Norte.
Conviene usar las aguas de la siguiente manera: el
que está sano y fuerte no haga ninguna distinción, sino
beba en cada ocasión la que se le presente. Pero el que,
por causa de una enfermedad, quiere beber la más conveniente, logrará la salud, de la mejor manera, si obra
como sigue: a todos aquellos cuyo vientre es duro y tiende a inflamarse, convienen las aguas muy dulces, muy
ligeras y muy claras. A cuantos tienen el intestino blando, húmedo y flemático les convienen las aguas muy
duras y algo saladas, pues así es como más se les secarán los intestinos,
Efectivamente, todas las aguas que son las mejores
para cocer y muy disolventes ~, ésas, como es natural,
son las que más sueltan el vientre y lo relajan. En caITI~
Así, DILLER, Veber..., pág. 39, que lo atribuye a los habitantes.
Otros entienden <con vientos del Sur.’. Por ejemplo, Liri~ag, OeuVres,
vol. II, pág. 31.
~
takerós, de la misma raíz que ttlcj <fundir.’. <disolver.’ (cf. latín tabes <putrefacción.’). Algo más abajo encontramos, en nuestra traducción, <relajan.’. que vierte a diat¿kÓ.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
119
bio, todas las que son crudas, duras y, en modo alguno,
buenas para cocer, ésas contraen el vientre y lo secan”. Realmente, los hombres, por su inexperiencia,
están en un error a propósito de las aguas saladas, porque las consideran buenas para evacuar, cuando son contrarias, en grado sumo, a la evacuación. En efecto, son
crudas y malas para cocer, de tal suerte que, por obra
de ellas, también el vientre resulta estreñido, más bien
que suelto.
Así sucede en lo relativo a las aguas de fuente. Res- 8
pecto de las aguas de lluvia y de todas las que proceden
de nieve, voy a explicar qué ocul-re.
Las aguas de lluvia son muy ligeras, muy dulces, muy
finas y muy claras ~. Pues, ante todo, el sol se lleva y
arrebata del agua la parte más fina y ligera. Lo demuestran las sales. En efecto, el componente salino se queda
allí, a causa de su densidad y peso, y se producen sales,
pero el sol arrebata la parte más fina a consecuencia
de su ligereza. Se lleva tal componente, no sólo de las
aguas estancadas, sino también del mar y de todos los
cuerpos en que hay algo de humedad. Y la hay en todo
elemento”.
~
x~raínei. La noción de x~rós ‘seco.’, (opuesta a hygrós ‘húmedo.’), en el caso que nos ocupa, alude al carácter estreñido del vientre.
Cf. Aforismos II 20 y III 17. Por otra parte, xErós entra en el mismo
campo semántico que aúos ‘seco.’ (cf. auaín?J <resecar.’), pero, a diferencia de este último, comporta una connotación especial de <dureza<.
~
ARISTÓTELES usó, con fines biológicos, estas notas físicas del
agua. Así, cuando escribe: ‘en los que tienen una vejiga, una vez evacuado el excremento, queda en los conductos un depósito salado (halmyrís) y terroso, pues la parte dulce y potable, a causa de su ligereza
(lcouphótata,>, pasa a las carnes.’ <Partes de los animales IV 1, 676a33-36).
Por cierto, los dos términos que colocamos entre paréntesis parecen
haber sido tomados directamente del tratado hipocrático que estudiamos. Parecida influencia de pensamiento encontramos en MeteorológiCoS II 2 334b29-33, en lo tocante a la formación de las aguas de lluvia.
~
La teoría de la evaporación se remonta a ANAxAGoa.&s (A 90 DK).
Según este pensador, el liquido estancado al principio, tras haber sido
120
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
También de los propios hombres se lleva el sol la
parte más sutil y ligera de su humedad. He aquí la mejor prueba: cuando un hombre se pasea o se sienta en
el sol con un manto, la parte de la piel a la que da el
sol no suda ~‘, pues el sol arrebata el sudor que aparece. Pero las partes que están recubiertas por el manto o por alguna otra cosa sudan. Efectivamente, el
sudor es eliminado por la acción directa del sol y es
rechazado, pero se conserva bajo la ropa, hasta tal punto que no desaparece bajo los efectos del sol. Pero cuando esa persona llega a la sombra, todo el cuerpo suda
de la misma manera, pues el -sol ya no brilla encima.
Por otra parte, el agua de lluvia es la más rápida
en corromperse, y tiene mal olor por lo siguiente: porque es resultado de la reunión y mezcla de muchísimas
aguas, de manera que se corrompe inmediatamente.
Aparte de eso, cuando el agua es arrebatada y llevada hacia arriba, mientras da vueltas y queda mezclada
con el aire, su parte turbia y oscura se separa, se aparta y se convierte en niebla y . bruma ~. En cambio, la
parte más clara y más ligera se queda y se endulza al
ser quemada y cocida por el sol. También las demás
calentado por el sol y haberse evaporado su parte más fina, se convir-
tió, para lo sucesivo, en salado y amargo.
38 El autor, llevado de un planteamiento excesivamente teórico,
parace ignorar el sudor producido cuando uno se expone al sol. Tanto
aquí como en otros pasajes, hallamos un contraste evidente entre el
afán por sistematizar y sacar conclusiones de validez universal, nota
dominante en el escrito que leemos, y la realidad misma de los hechos,
que no siempre coincide con las teorías.
~
El sujeto está elíptico en el texto griego. Tal construcción, así
como la mucho más generalizada elipsis del objeto, es propia del lenguaje científico, pues el lector avisado, u oyente atento, sabe perfectamente de qué se trata en cada momento, sin necesidad de que el escfltor, o hablante, se lo esté recordando continuamente.
~
omíchlé. Según A¡USTÓTEI-ES (Meteorológicos 1 9. 346b33), es menos espesa que una nube (náphos, nephéfr¿ Ya HOMERO nos cuenta como sale Tetis del mar a manera de <bruma~ (¡liada 1 359).
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
121
sustancias que son cocidas se vuelven siempre más dulces
Pues bien, mientras el agua 42 está esparcida y todavía no se ha concentrado, se mueve por las alturas.
Pero, cuando se concentra en algún lugar y se condensa
en un solo punto bajo el impulso de los vientos que repentinamente se oponen entre sí, entonces revienta por
donde casualmente hay más condensación. Pues, como
es natural, eso sucede, especialmente, cuando un viento
contrario y otras nubes chocan de repente contra las
nubes que, reunidas por el viento, se ponen en marcha
y avanzan ~. En ese instante, la primera parte de la
nube se condensa allí mismo; la que le sigue llega a continuación, y, de esta forma, se espesa, ennegrece, se condensa en un mismo punto, revienta a causa del peso
y se produce la lluvia.
Estas aguas son las mejores, como cabe esperar, pero requieren ser hervidas y purificadas ~ De lo contra41 Cf. ARISTÓTELES, Sobre la generación de los animales V 6,
786a16-17: <la cocción vuelve dulce a cualquier cosa; es el calor el
que realiza la cocción.’.
42 Como en n. 39, elipsis del sujeto en griego. L¡rrU, Oeuvres..,
vol. II, pág. 35 piensa que se trataría, en este caso, de <la parte ligera—AtusTÓTELES (Partes de los animales II 7. 652b33 55.) recoge y amplia la teoría aquí expuesta sobre el origen de la lluvia. Nos habla
el estagirita del vapor de agua que se eleva desde la tierra, llevado
hacia arriba por su propio calor y condensado en lo alto por la acción
del aire frío que hay encima de la tierra; entonces se produce la lluvia
a consecuencia del enfriamiento del vapor de agua. Cf. la misma teoría
en Meteorológicos 1 9. 346b24-32 y II 347b12-20.
~
Así entienden el texto los distintos editores y, ya antes, la tra-
ducción latina Pero el número del verbo podría inducir a tomar <las
flubes, como sujeto,, en vez de entenderlas como objeto directo.
~
apos4,estha¡. Este verbo significa normalmente ‘corromperse.’.
El texto ha planteado varias dificultades de comprensión. Lmssg (Oeuvres, vol. II, pág. 35) traduce: <mais u faut la faire bouíllir pour en
Prévenir la corruption.’, diciendo, en la nota correspondiente, que ha
dejado el texto sin modificar, pero ha traducido <según el sentido ge-
122
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
rio, tienen mal olor y, a quienes las beben, les sobrevienen ronquera, tos y voz bronca.
Las aguas que proceden de nieve y hielo son todas
nocivas, pues, cuando se hielan una vez, ya no vuelven
a su antigua naturaleza, sino que la parte clara, ligera
y dulce se separa y desaparece, pero queda el componente más turbio y pesado
Puedes observarlo de la siguiente manera. Efectivamente, si quieres, cuando sea invierno, echa agua en
un vaso con una medida y expónla a la intemperie, donde más se hiele; después, al día siguiente, llévala al sol,
donde más se deshaga el hielo, y, cuando se haya licuado, mide el agua: comprobarás que es bastante menos.
Ésta es la prueba de que, a causa de la congelación,
desaparece y se seca la parte más ligera y sutil, pero
no, desde luego, la más pesada y densa, pues no podría
hacerlo ~
neral.’. A. Cos.~v, Traité d’Hippocrate des Airs, des Eaux et des Lieux,
París. 1800, mantiene la lección de los códices, pero traduce ‘filtrar.’.
En cambio, en la segunda edición de su obra (Paris, 1816), propone
leer apos¿’thesthai <filtrar.’, lectura que ya fuera recogida por A Foasn,s (Magni Hippocratis opera omnia., Francfort, 1595). DILLER, Ueber....
pág. 43, respeta el texto y traduce: <debe... quitársele la corrupción’,
aunque se muestra partidario, en el aparato critico, de la lectura recomendada por Foesius.
‘~ Pasaje singular, en que, de un examen de las formas lingúísticas, pueden sacarse jugosas conclusiones sobre el pensamiento que
las anima. Los subjuntivos con hótan (‘siempre que.’, ‘cada vez que.’)
nos indican que nos encontramos ante hechos repetidos en tiempo indefinido, es decir, manifestaciones permanentes. punto de partida necesario para poder establecer leyes universales. En suma, se trata del
método heurístico, el que persigue la prueba tekm~rion) para avalar
la teoría expuesta. Cf., en esta misma línea, el juicio de Tucfo¡oEs sobre el método científico que debe aplica?se en historia (1 20. 1 y 21,
1).— Nos llama la atención la insistencia del autor en señalar la desaparición del elemento más ligerQ y claro del agua, para lo que no duda
en acudir a un planteamiento equivocado. Efectivamente, nos es difícil
de aceptar una evaporación abundante cuando las temperaturas son
tan bajas como las descritas en el texto. Una vez más, el planteamiento
teórico no resulta confirmado por los hechos visibles.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
123
Pues bien, en ese sentido creo que las aguas procedentes de nieve y de hielo, y, además, las parecidas a
éstas, son nocivas para cualquier utilización.
Así sucede en lo referente a las aguas de lluvia y 9
a las que proceden de nieve y hielo.
Por su parte, las personas padecen, en sumo grado,
de cálculos”, sufren nefritis, estranguria y ciática ~ y
además se les forman hernias 48, cuando be ben aguas
de todas clases, e, incluso, de grandes ríos en que desembocan otros, o de un lago al que llegan muchas aguas
de todo tipo. También, cuando consumen aguas traídas
de fuera, conducidas desde larga distancia y no desde
cerca. Efectivamente, no es posible que un agua se parezca a otra, sino que unas son dulces, otras saladas
y astringentes, y otras manan de fuentes termales.
Al mezcíarse unas con otras en el mismo lugar, rivalizan entre sí y, en cada ocasión, vence la m~s fuerte”.
Pero la fuerza no la tiene siempre la misma agua, sino
“ Sobre l¿thos ‘piedra.’, encontramos el verbo denominativo Iithiañ, ~‘padecer cálculos.’, <tener el mal de piedra.’. También el sustantivo lith(asis. Cf., respectivamente, Aforismos IV, 79 y III, 26.
~‘ strangourí~ significa exactamente la acción de ‘orinar fouré~)
gota a gota stránx)<. Esta última palabra añade una connotación interesante, pues indica <gota a gota que sale a presión.’ (cf. lat. stringó
‘apretar.’, ‘comprímir.’, y esp. ‘estricto.’). Por su parte, ¡sch¡tldes ‘ciática.’, indica la afección propia del isch(on ‘caderas.’.
“ Los códices leen k¿lai ‘hernias’, lectura que respetamos. Tal
vocablo sirve para designar también, a partir del siglo y a. C., la joroba de personas o animales. Por su lado, k~Iétai ‘herniados’, es una
conjetura de Coray. recogida por Díller.
~
La idea de que el predominio de unas potencias (monarchía tón
dynóme~n> sobre Otras es causa de enfermedades la hallamos bien expuesta en ALcMEÓN Da CROTONA (B 4 DK), en el último tercio del siglo
vi a. C. Los conceptos de predominio e igualdad <isonom La) los tomó
Alcmeón del vocabulario político de su época. También en el texto que
nos ocupa hay ciertas resonancias del campo politico, concretamente
de las luchas de partidos: ‘entrar en discordia.’ (stasidzein), ‘vencer.’
(kratetnj, ‘tener el poder.’ (ischyein). etc.
124
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
una distinta en cada momento, según los vientos. Pues
a una le da fuerza el Bóreas ~, a otra, el Noto; y, respecto de las demás aguas, la misma explicación.
Pues bien, con aguas de tal clase se depositan, por
fuerza, lodo y arena en las vasijas, y, por haberlas bebido, sobrevienen las enfermedades mencionadas. Por qué
no se dan éstas en todas las personas sin distinción,
voy a explicarlo.
Todos aquellos cuyo vientre funciona bien ~‘ y está
sano, cuya vejiga no es propensa a inflamarse y en donde la salida de la vejiga no está excesivamente cerrada,
ésos orinan con facilidad y ño se les concentra nada
en la vejiga. Pero en todos aquellos cuyo vientre está
inflamado, la misma inflamación le acontece por fuerza
a la vejiga. En efecto, cuando ésta se calienta más de
lo normal, se inflama su salida, y, cuando le ocurre eso,
no suelta la orina, sino que la cuece y calienta dentro
de sí misma, y la parte más fina y pura de la orina se
separa, pasa y sale con la micción, pero la más densa
y turbia se concentra y espesa: al principio es algo pequeño; después, se hace más grande.
Efectivamente, al ser agitado por la orina, el elemento
que se condensa se combina consigo mismo, y así crece
y se endurece; en cada micción, forzado por la orina,
choca contra la salida de la vejiga, impide orinar y causa un fuerte dolor, de tal suerte que los niños que padecen de cálculos frotan y estiran sus partes sexuales, porque les parece que allí está la causa de la micción-
~
Vientos del NE. y SO., respectivamente, es decir, diametralmente opuestos. El Noto traía a Grecia la lluvia y la humedad, por lo que
los términos de él derivados comportan connotaciones referentes a 18les efectos causados. Así, notios equivale a ‘meridional’, pero también
a ‘húmedo.’, ‘lluvioso.’.
51 euroos es, propiamente, ‘que fluye bien.’. La noción de .‘flwdez.’ (eurroia) —de los humores, del pneuma, del vientre, etc.— es sinónima de salud y equilibrio.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
125
He aquí una prueba de que ocurre así. En efecto,
los que padecen de cálculos expelen una orina clarísima, porque la parte más densa y turbia de ella se queda
en la vejiga y se concentra.
Así se forman la mayor parte de los cálculos. Pero
también se produce una piedra 52 a causa de la leche,
si ésta no es saludable, sino caliente en exceso y biliosa,
pues calienta los intestinos y la vejiga, de suerte que
a la orina, como se calienta al mismo tiempo, le acontece lo que hemos dicho.
Además, afirmo que es mejor darles el vino a los niños, mezclado lo más posible con agua, pues así quema
y reseca menos las venas.
En las mujeres, sin embargo, no se forman piedras
igualmente, pues su uretra es corta y ancha, de suerte que la orina se expele con facilidad. Efectivamente,
ni se frotan el sexo, como ocurre en los varones, ni se
tocan la uretra, pues tienen un conducto que les llega
hasta el sexo. Ahora bien, en los hombres, tal conducto
52 pOros ‘tufo.’, o ‘toba’, es la piedra caliza, muy porosa y ligera, utilizada, especialmente, para cimientos. Término técnico de arquitectura, empleado por los médicos para designar los cálculos vesicales
o nefríticos. pdpvsis es el vocablo específico que indica la formación
de un cálculo.
~ E. LasKy, ‘Zur Lithiasis-Beschreibung in Peri aérOn, hyddt¿sn,
tOpan.’, Wien. Studien 63 (1948), 69-83, ha señalado con qué precisión
expone sus argumentos el médico hipocrático. Salvo algún detalle que
corregiría hoy la ciencia —por ejemplo, sabemos desde hace tiempo
que los que padecen cálculos no emiten una orína más clara que la
de los sanos estas palabras siguen siendo, a veinticinco siglos de
distancia, válidas para nosotros. Ello es tanto más relevante, cuanto
que son especulaciones y conclusiones extraídas por vía analógica, dado que, a la sazón, los médicos no practicaban la anatomía. A mayor
abundancia y precisión del texto, Lesky ha indicado que la uretra femenina. en efecto, mide tres o cuatro centímetros, frente a los quincediecisiete de la masculina.
126
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
no es directo ~, y aparte de eso, su uretra no es ancha.
Por otro lado, las mujeres beben más que los niños ~
10 Pues bien, en lo relativo a esos puntos, la situación
es así o muy parecida. Pero, con respecto a las estaciones, se puede determinar cómo va a ser el año —ya malsano, ya saludable—, si se reflexiona como sigue. Efectivamente, si las señales que ocurren a la puesta y la
salida de los astros acontecen como es normal, se producen lluvias en otoño, el invierno es moderado, ni demasiado benigno, ni excesivamente frío, y, en primavera y verano, las lluvias son oportunas, es natural que,
de esa forma, el año sea muy saludable.
En cambio, si el invierno transcurre seco y con viento del Norte, y la primavera lluviosa y con viento del
Sur, el verano es, por fuerza, abundante en fiebres y
causa oftalmías- Pues, cuando sobreviene repentinamente el calor sofocante, mientras la tierra está húmeda
a causa de las lluvias de primavera y del viento del Sur,
el calor es, por fuerza, el doble: porque la tierra está
mojada y caliente, y porque el sol quema. Además, las
personas no tienen firme el vientre, ni seco el cerebro
—pues no es posible que, cuando la primavera es de
tal condición, dejen de tener empapados el cuerpo y la
carne—, de suerte que les sobrevienen a todas ellas fiebres agudísimas, pero, sobre todo, a las personas flemáticas. Como es natural, padecen disenterías las mujeres y los de constitución muy húmeda.
Si a la salida de la canícula ~ se producen lluvia y
~
Según LESKY, ibid., pág. 74, a consecuencia de la curvatura subpúbica, que está fijada en el trtgonum urogenital.
~
Esta última frase es secluida por bastantes editores, Diller entre ellos. Otros han querido leer ‘orinan’, en vez de ‘beben.’
~
La constelación del Can~ Perro o Perrita, también conocida como Sirio, que es la estrella más importante del grupo, se mostraba,
en época clásica, en los días en que los calores estivales eran más
fuertes: del 23 de julio al 2 de septiembre. Se la llamó Canícula o Pe
rrita porque, en la antigúedad, Sirio aparecía al mismo tiempo que
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
127
tempestad y, además, soplan los vientos etesios ~ es
de esperar que cesen las enfermedades y que el otoño
sea saludable. Pero, de otro modo, hay peligro de que
sobrevengan casos de muerte entre los niños y las mujeres; pero muy pocos, en cambio, entre los ancianos;
y, asimismo, es de temer que quienes sobrevivan terminen por contraer fiebres cuartanas y, después de las
cuartanas, hidropesía.
En cambio, si el invierno transcurre con viento del
Sur y es lluvioso y benigno, y la primavera, con viento
del Norte, es seca e invernal, cabe esperar, ante todo,
que aborten todas las mujeres que estén embarazadas
y cuyo parto sea para la primavera. Por su parte, las
que dan a luz tienen unos hijos canijos y enfermizos,
de tal suerte que éstos, o se mueren d~ inmediato, o
viven desmirriados, débiles y enfermizos.
~so en cuanto a las mujeres. A las demás personas,
les sobrevienen disenterías y oftalmías secas 58 y, a algunas, catarros ~‘> que descienden desde la cabeza hasel sol en los primeros días de agosto, a manera de perrito al lado de
un dueño más voluminoso (aparentemente y a simple vista, se entiende). Tal hecho acontece, hoy día, a finales de agosto.— En otro orden
de cosas, advertimos en todo el capitulo la presencia de las cuatro
propiedades: frío-caliente, húmedo-seco. El exceso de humedad, por
ejemplo, produce enfermedades en las naturalezas húmedas: mujeres
y flemáticos; el frío seco pone en peligro a las naturalezas biliosas, etc.
~ et~síai ‘vientos etesios’, formado sobre dtos ‘año.’ (cf. latín
uetus). Aplicase a los que cambian en determinada época del año. Entre los griegos, se daba tal apelativo a los que soplaban desde el NO.,
especialmente durante el verano.
~
ophthalmiaí es el término especifico para designar las inflamaciones de los ojos: las secas (x~raí) son peores que aquellas en que
el ojo está húmedo o lagrsmea.
~
katdrroi <flujo que desciende.’. Es un concepto bastante amplio
en los tratados médicos. Cualquier humor puede experimentar movimientos hacia arriba o hacia abajo. El buen médico sabe controlar,
provocar o reducir esaa corrientes mediante los recursos de su arte.
128
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
ta los pulmones”. Por tanto, es natural que a los flemáticos y las mujeres les sobrevengan disenterías, porque, a causa de la humedad de su constitución, la flema
les baja fluyendo desde el cerebro; que a los biliosas
se les produzcan oftalmías secas a consecuencia del calor y la sequedad de su carne, y a los ancianos, catarros, por causa de la delgadez y desgaste de sus venas,
hasta el punto de que, unos mueren de repente, y otros
quedan parapléjicos ~‘ del lado derecho.
Ciertamente, cuando, durante un invierno caliente y
dominado por el viento del Sur, ni el cuerpo ni las venas adquieren consistencia ‘~, al presentarse una primavera con viento del Norte y, además, seca y fría, entonces, el cerebro, en el preciso instante en que, con la
llegada de la primavera, debía relajarse y limpiarse
bajo los efectos de la coriza y las ronqueras, en ese momento se condensa y adquiere consistencia, de tal suerte que sobrevienen las mencionadas enfermedades, cuando se presentan de improviso el verano y el calor, y se
produce, por tanto, un cambio de estación“ pneumón <pulmón’ (otros manuscritos dan pleúmón). La primera lectura, la más corriente en los escritos hipocráticos, y precisamente en singular, es un intento de aproximar tal órgano al concepto
de pneúma.— La etimología, desde luego, exige pleumOn (cf. Ial. pubitofis; otros derivados son en el CH: pleumonía, peripleumonía, pleumó.o,
etc.). Es de la misma raíz que pU~ <navegar.’, ‘flotar’, en cuanto que
los pulmones ‘flotan’ en el liquido que los recubre.
61 parapl~k tol. Abundan en los diversos libros del CH los derivados de pMssG <golpear.’, <herir’, <afectar’. parapl¿x significa en Hosicio <golpeado de costado por las olas’ (Odisea V 418). A su vez, parapl~kro1 conlíeva la acepción poética de ‘loco.’ (cf. Sórocias, Ayante 230),
y la de afectado de parálisis, como sucede en el tratado que estud~amos. Otros términos de la misma familia frecuentes en el CH son: <iipO-)
pl¿xís, pliktikos, etc. En cambio, himípllgia n~ aparece hasta el méds
co Pablo de Egina, en el vn d. C.
62 Las lecciones de los códices están muy alteradas en este pasaje. Seguimos el texto fijado por Diller.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
129
Las ciudades que están bien orientadas respecto del
sol y los vientos y gozan de buenas aguas notan menos
tales cambios; pero las que tienen aguas pantanosas y
estancadas y no disfrutan de buena orientación con referencia a los vientos y al sol, ésas los sienten más.
Si el verano es seco, las enfermedades cesan bastante pronto, pero, si es lluvioso, son de larga duración.
Además, existe el peligro de que, por cualquier motivo,
se formen úlceras cancerosas 63, si se produce una herida”. Al final de las enfermedades, sobrevienen lienterías 65 e hidropesías, pues los intestinos no se secan
fácilmente.
Si el verano es lluvioso y con viento del Sur, e, igualmente, el otoño, es forzoso que el invierno sea malsano
y cabe esperar se les produzcan fiebres ardientes a los
flemáticos y a los de más de cuarenta años, y pleuritis
y perineumonías a los biliosos.
Si el verano es seco y con viento del Norte, y el otoño lluvioso y con viento del Sur, es natural que, para
el invierno, se den cefalalgias, y esfacelos de cerebro”,
y, además, toses, ronqueras y corizas, y, en algunas personas, tisis.
63 phag~dainai <úlcera cancerosa’, ‘cáncer’ (cf. P. CHANTRAINE,
Dictionnaire éíysnologíque de la langue grecque. Paris, 1980, pág. 1.167).
El significado etimológico es el de enfermedad ‘que devora’ (cf. phagefn <comer.’, ‘devorar.’, y esp. <antropófago.’).
~
hélkos es <herida en vivo.’, ‘úlcera’, por oposición a la lesión
causada por corte o golpe (plqt, oult, Irá ma). A veces, h~lkos se aplica
a cualquier tipo de herida visible. Se nos habla incluso, en ocasiones,
de <heridas internas.’.
65 lejeníerlal es la afección en que el intestino (éníeron) resulta
liSO o unido (le los). Se manifiesta por la deposición diarreica de alimentos mal digeridos.
“ sphókelos sirve para designar la. gangrena y la caries ósea. En
4foriSnsos VII 50, se advierte que los que padecen esfacelo en el cerebro mueren al cabo de tres días. En oportuno comentario, Galeno sostiene que no se trata de gangrena total, sino de gangrena inminente.
130
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
Si el verano transcurre con viento del Norte y es seco, y no se produce lluvia ni a la salida del Perro, ni
a la de Arturo 67, es conveniente, sobre todo, para los
de naturaleza flemática, los de constitución húmeda y
las mujeres, pero tal circunstancia es enemiga, en grado sumo, de los biliosos. Efectivamente, se secan en
demasía y se les producen oftalmías secas y fiebres agudas y de larga duración; y, también, a ciertos individuos, se les produce melancolía”, porque la parte más
húmeda y acuosa de la bilis se seca y agota, pero se
queda la parte más densa y agria. También, en lo referente a la sangre, sucede de acuerdo con la misma explicación. Por tales motivos les ocurren estas enfermedades.
En cambio, todos esos aspectos son saludables para
los flemáticos, pues se secan y llegan al invierno, no
empapados, sino a punto de secarse.
[Si el invierno transcurre con• viento del Norte y es
seco, y la primavera con viento del Sur y lluviosa, se
producen durante el verano oftalmías violentas y, en los
niños y mujeres, fiebres] 69,
67 Arturo es la primera estrella de la constelación del Boyero o
Bootes. Significa ‘el que cuida de la Osa... Arturo tiene su orto heliaco
entre el 5 y 15 de septiembre.
“ melancholiai, de mélas <negro.’ y chol~ ‘bilis.’, es decir .‘bilis
negra.’. Corresponde a la afección denominada hoy hipocondría. En
las Cartas pseudo-hípocraticas encontramos una buena descripción de
los síntomas de la melancolía, atribuidos, en este caso, al comportamiento de Demócrito: los melancólicos, se nos dice, son taciturnos,
solitarios y buscan lugares desiertos (L¡rrR~, Oeuvres..., vol. IX, páginas 330-332).
“ Muchos comentaristas y editores (Baqueo, Zwinger. Coray, Littré, Diller..) secluyen este pasaje por entenderlo como una repetición
de lo dicho al comienzo de este mismo capítulo. En cuanto al capítulo
siguiente, EDRLSTR1N, Pero a~r5n..., pág. 24, piensa que está interpolado.
Sostiene el estudioso que la única finalidad de la obra que estudiamos
era dar indicaciones teóricas sobre el pronóstico de las enfermedades,
y, dado que este capitulo se refiere a ciertas prohibiciones respecto
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
131
Si uno reflexiona y observa de acuerdo con esas nor- 11
mas, puede prever la mayor parte de lo que ha de suceder a consecuencia de los cambios de estación. Es preciso vigilar, sobre todo, los cambios más importantes
de las estaciones, y no dar purgantes a discreción, ni
cauterizar 70 en la región del vientre, ni cortar, hasta
71
que pasen diez días o mas
Las fechas más importantes y peligrosas son las siguientes: ambos solsticios 72, especialmente el de verano, y los dos llamados equinoccios ~, en particular, el
del tratamiento, habría que pensar que está fuera de lugar. En cambio, DILLER, Wanderarzr..., págs. 14-15, demostró la estrecha relación
de este capitulo con el final del segundo, así como su papel de resumen y enlace con todo lo anterior.
70 Algunos editores modifican la lección de los códices (kaíein
<quemar.’, .cauterízar~), leyendo kinefn ‘remover.’, <purgar~, o kathai rein <purgar.’.
~
Vemos, en estas líneas, la actitud prudente y mesurada del hipocrático conocedor de su arte. Diez días serian un plazo prudente
de expectativa, antes de decídirse a terapéuticas normales (purgar).
o comprometidas (cauterizar y cortar).
72 h~liou íropw, literalmente ‘cambios o giros del sol.’. En nuestros días suceden, del 21 al 22 de junio, el de verano (momento en
que el sol se sitúa en el Trópico de Cáncer), y el 21 o 22 de diciembre
el correspondiente al invierno (el sol se sitúa en el Trópico de Capricornio). Entre los griegos del siglo y a. C., el solsticio de verano ocurna el día 1 o 2 de julio; el de invierno entre el 26 de diciembre y
el 3 de enero. Cf. D. R. DícKs, Early Greck Asíronomy lo Anistotie, Nueva York, 1970, págs. 36 y 31.
~ is~meríai. El momento en que la duración de los días es igual
a la de las noches en toda la tierra acontece, en nuestros días, del
20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre. Cf. D¡cKs, Early...,
pág. 15, que, aun no diciendo nada de la fecha concreta en que suceden, insiste en que el aspecto del cielo es muy diferente hoy del que
podían observar los griegos del siglo y a. C., precisamente a causa
de la precesión de los equinoccios. Esta es la razón por la que se va
anticipando, poco a poco, la llegada de las estaciones, pues el punto
de intersección del ecuador con la eclíptica —momento de los
equinoccios.... se desplaza continuamente hacía Occidente, unos 50 segundos por año, de suerte que en 25.000 años se completa el circuito
de la eclíptica. Por poner un ejemplo ilustrativo: ahora, la Estrella Po-
132
TRATADOS HIPOCRATICOS
de otoño. Hay que vigilar también la salida de los astros, sobre todo, la del Perro, y, a continuación, la de
Arturo, y, además, el ocaso de las Pléyades ~ En efecto, las enfermedades hacen crisis ~, especialmente, en
estos días: unas causan la muerte; otras cesan, y todas
las demás se modifican bajo otra forma y aspecto 76
12 Así están las cosas sobre esas cuestiones. Por otra
parte, a propósito de Asia y Europa, quiero mostrar
cuánto difieren mutuamente en todo; y, con referencia
al aspecto de sus pueblos, en qué se distinguen y, además, que no tienen ningún parecido entre sí. Sería largo un discurso sobre todos sus pueblos, pero acerca de
los más importantes y distintos voy a decir cómo me
parece a mí que son.
Afirmo que Asia es muy distinta de Europa en la naturaleza de todos los productos de la tierra y, también,
en la de sus hombres. Efectivamente,, en Asia todo es
más hermoso y mayor; el país está más cultivado y el
carácter de sus habitantes es más dulce y sosegado ~
lar, o Alfa de la Osa Mayor, está a menos de un grado del Polo Norle;
en cambio, en los días de Hiparco de Nicea, ilustre astrónomo del siglo u a. C., distaba 120 24’ de tal punto.
~
Ocurre entre el 5 y el 11 de noviembre.
~
Sobre los conceptos .‘crisis’, ‘hacer crisis’, cf. Sobre la medicina
antigua 19 y n. 35.
76 methistataí eis háteron efdos ka( hetér~n katd.stasin. Sobre etdos y
katdstasis, cf. Sobre los humores 1. eldos pasa, de referírse al aspecto físico de los seres, hacia un acontecimiento lógico (‘clase’, .‘forma de los
fenómenos.’). ¡Qué distintas son las palabras del autor de Sobre los flatos
2, cuando sostiene que “todas las enfermedades tienen una sola forma’
(¿dan)!
~
éthea ~pió¡era kat euorg~tótera. Respecto a Éthea véase la n. 17.
Por su lado, tpios ‘moderado’, <bondadoso’, dicese de un padre, de
las palabras y, asimismo, de la virtud de un medicamento. También
se atribuye a la temperatura de un país o al carácter de sus habitailtes: <moderado’, <templado.’. Por último, euorg~tós (cf. n. 23 a propósito de orgt> aparece aquí por primera vez dentro de la literatura griega.— Al hablar de Asia, el autor apunta, sobre todo, a Asia Menor.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
133
La causa de eso es la mezcla de las estaciones ~, porque Asia está situada en medio de los lugares de salida
del sol ~ mirando hacia Oriente y bastante lejos del
frío. Crecimiento de las cosechas y aptitud para el cultivo los ofrece en grado sumo, siempre que no haya nada que predomine de forma violenta ~, sino que el
equilibrio prevalezca en todo.
Ahora bien, en Asia no se dan las mismas condiciones en todos sitios, sino que toda la parte del país situada entre el calor y el frío, ésa es la de mejores frutos
y árboles, la más templada y la que goza de las mejores
aguas, tanto caídas del cielo, como nacidas de la tierra.
En efecto, ni está excesivamente abrasada por el calor
ni se reseca a causa de la sequía y la falta de agua,
ni sufre la violencia del frío, ni resulta húmeda 52 y
empapada a consecuencia de las muchas lluvias y la nieve. Naturalmente, las cosechas son abundantes allí, tanto
las nacidas de semillas, como las de plantas que ofrece
~
kt kr&sis tón horé6n. Sobre el concepto de kr¿sis puede verse lo
dicho en Sobre la medicina antigua 14 y n. 28. — Si la cocción (pépsis)
de los humores ha sido la adecuada, éstos permanecen en equilibrio, sin
que ninguno de ellos prevalezca sobre los demás. Aquí se aplica la teoría
del temperamento (temperancia o templanza) a las estaciones, en el sentido de que ninguna impone sus rigores o notas dominantes sobre las
demás.
~
Tanto en verano, como en invierno, para un habitante de Asia
Menor, el sol sale siempre por territorio asiático.
50 Léxico tomado del terreno político. Cada partido ~aqul elementos, estaciones o rasgos de una estación) tiende a preaominar (ep¿kratefn) violentamente (bíaíós) sobre los demás. 51 Nos encontramos aquí con otro término sacado de la esfera política: isomoir¡i~ que alude al hecho de tener igual participación política o los mismos derechos que los demás (cf. TUCÍDIDES, VI 39, y VII
75). Cuando, contrariamente, una facción política se impone violentamente sobre las demás, termina por incurrir en insolencia (h$ibnis) o
en ambición (pleonexía) (cf. Tuctomas, 1 17, y III 82-83).
S2 El texto griego resulta incierto en este punto. Unos editores
Sustituyen noti~ <propia del viento del Sur.’, <húmeda.’, por epeí dé
‘.y dado que.’; otros, añaden Oút~ ‘ni.’, etc.
134
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
la tierra de por sí misma. Los hombres consumen los
frutos de estas últimas, convirtiéndolas en cultivadas,
en vez de silvestres, y transpíantándolas a lugar conveniente.
Los animales que allí crecen son magníficos, como
cabe esperar, y, sobre todo, paren mucho y alimentan
muy bien a sus crías. Los hombres son robustos, muy
hermosos de aspecto, muy altos y muy poco diferentes
entre si en aspecto y estatura.
Naturalmente, esa situación es muy parecida a la primavera, por su propia naturaleza y por la templanza
de las estaciones. La valentía, el aguante en las fatigas,
el denuedo ante el esfuerzo y el brío no pueden darse
en una naturaleza tal ~ ~, ni de la misma raza ni de
raza distinta, sino que prevalece el placer. Por ello, son
múltiples las formas que se dan entre los animales.
13 Pues bien, así me parece que están las cosas con
referencia a egipcios y libios. Tocante a los que habitan
a la derecha de la salida del sol en invierno hasta la
laguna Meótide —éste es, en efecto, el límite entre
Europa y Asia—, ocurre lo siguiente: estos pueblos son,
83 Postulan la existencia de una laguna en este lugar Zwinger, Coray y Diller, entre otros. Algunos prefieren verla después de donde
traducimos <placer.’. Así hacen Líltré, Jones, Vegetti, y otros, siguiendo el texto citado por Galeno. En todo caso, es opinión extendida que,
en este lugar, se habría hecho referencia a los egipelos y libios, a los
que menciona al comienzo del cap. 13. El contenido de tal laguna habría sido el polimorfismo de los animales en Libia y Egipto.— A juicio
de algunos estudiosos, Aristóteles se habría basado en la parte perdida al redactar, en sus Historias de los animales, concretamente el pasaje correspondiente a VIII 28, 6061,20-22, donde, para explicar la gran
variedad de las bestias salvajes, dice que, en razón de la falta de agua.
parece que los animales se unen, cuando se encuentran en los lugares
donde hay agua, y que se aparean <incluso no siendo de la nuslea
especie.’ (kai ta m~ homáphyla).
~
Otras veces transcrita como Mayátide. Es el Mar de Azov, en
el que desemboca el río Tanais (hoy, Don).
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
135
en tal comarca, más diferentes entre si que los antes
mencionados, a consecuencia de los cambios de las estaciones y por causa de la naturaleza de la región.
Sucede con el país lo mismo que con los hombres
en general. Efectivamente, donde las estaciones sufren
cambios muy grandes y muy frecuentes, allí la tierra
es muy salvaje y desigual, y verás que hay muchísimas
85
montañas boscosas, llanuras y praderas
En cambio, donde las estaciones no se diferencian
gran COSa, allí la tierra es muy llana. Y ocurre así, también, con respecto a los hombres, si se quiere meditar
en ello. Realmente, hay naturalezas parecidas a montañas boscosas y ricas en agua; otras, a lugares pelados
y sin agua; otras, a parajes con praderas y pantanos;
otras, a la llanura y la tierra desnuda y seca. Pues las
estaciones que modifican la índole de la forma son diferentes. Si son diferentes entre sí en gran medida, también en su aspecto se producen diferencias bastante numerosas.
Dejaré a un lado los pueblos que difieren poco, pero 14
respecto de los que son muy diferentes, o por la naturaleza o por la costumbre, diré en qué condiciones están,
86
refiriéndome en primer lugar a los macrocéfalos
Desde luego, no existe ningún otro pueblo que tenga
unas cabezas parecidas. En efecto, al principio fue la
costumbre la mayor responsable de la longitud de la
85 En verdad, más que una dependencia del relieve respecto del
clima, acontece al revés.
86 Los macrocéfalos (makrokephaloi) son mencionados ya por ANTIPONTE (B 46 DK), quien no da más noticias sobre ellos. Lo más probable es que el autor de nuestro tratado no conociera directamente a
este pueblo legendario, del que se había ocupado la historiografía jónica, y al que se le solía situar en un lugar incierto en torno al Mar
Negro. Los antropólogos saben hoy que, efectivamente, tales deformaciones del cráneo tenían lugar, a la sazón, entre ciertos pueblos del
Cáucaso
136
TRATADOS HIPOcRATICOS
cabeza, pero, ahora, también la naturaleza se une a la
costumbre.
Piensan que los que tienen la cabeza más grande son
los más nobles. En cuanto a la costumbre, ocurre lo
siguiente: tan pronto como nace el niño, modelan con
las manos su tierna cabeza, cuando todavía está blando, y la obligan a crecer en longitud aplicándole vendajes e instrumentos adecuados, bajo cuyos efectos se
rompe la forma redonda de la cabeza y aumenta, en cambio, la longitud.
De este modo la costumbre consiguió, al principio,
que la naturaleza fuera de tal tipo, pero, transcurriendo el tiempo, el rasgo entró en la naturaleza, de tal suerte que la costumbre no impone ya su fuerza87 En efecto, el semen procede de todas las partes del cuerpo ~:
87 Vemos, en este pasaje, claramente expuesta la teoría de que la
costumbre (nómos) puede modificar la naturaleza (physis), de tal suerte que los rasgos adquiridos pasan a formar parte de la constitución
genética de los individuos y, por tanto, a convertirse en un rasgo hereditario. Por lo demas, es nota común de los tratados hipocráticos más
antiguos del CH la armonía y cooperación entre la naturaleza y la costumbre. Es ilustrador el pensamiento de Demócrito, para quien <la
naturaleza (ph>tsis) y la enseñanza (didach~) son algo parecido (parapltsion), pues también la naturaleza altera el ritmo del hombre y, al alterarlo. crea naturaleza (metarythmoúsa de physiopoief).’ (B 33 DK). Cf.
J. A. LÓPEZ Fáuutz, <La idea de ph9sis en Demócrito y su utilización
en el CH., Cuad. Filol. Clás. 8 (1975), 209-218.
8~ Entre los presocráticos hallamos numerosas lucubraciones sobre el origen del esperma, la formación y alimantación del embrión,
la diferenciación entre los sexos, etc. Cf. el exhaustivo trabajo de E.
LE5KY, Die Zeugungs- und Vererbungslehren der Antike und ihr Nachwirken, Wíesbaden, 1950. Concretamente, referido al CH, de la misma
autora puede verse también <Die Samentheorien in der híppokratis
chen Schriftensammlung’, en Festschrift zum 80 Geburtstag M. NeU
burgers, Viena, 1948, págs. 302-308. A grandes rasgos, encontramos lo
siguiente: EMPÉDOcLEs opinaba que si el semen encontraba un ambiente cálido. nacía un varón, y sí frío, una mujer (B 65 DK); otros creiS1~
que el <sexo masculino procede especialmente del lado derecho, y Cl
femenino, del izquierdo.’ (cf. Aforismos V 38 y 48); ANAXÁGORA5 (A 13
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
137
de las partes sanas, el sano; de las enfermas, el enfermo. Por tanto, si, por lo general, de padres calvos nacen
hijos calvos, de padres de ojos azules hijos de ojos azules 89, de padres bizcos hijos bizcos, y el mismo razonamiento sobre el resto de la figura, ¿qué impide que
también de un macrocéfalo nazca un macrocéfalo? Pe-
ro, ahora, ya no se dan, igual que antes (las cabezas
alargadas), pues la costumbre ya no tiene fuerza, a causa del trato con otros hombres.
Pues bien, creo que así están las cosas respecto a 15
éstos. Opinaré, ahora, sobre los que habitan junto al Fa90
SíS
Esta comarca es pantanosa, calurosa, húmeda y boscosa. Durante cualquier estación se producen allí muchas y violentas lluvias. Los habitantes viven en los
pantanos, y sus viviendas, de madera y caña, están construidas en medio de las aguas; pasean poco por la ciudad y el mercado, pero navegan por todas partes en embarcaciones construidas con un solo tronco, pues hay
muchos canales.
DK) y DEMÓcRITO (B 32 y 124) sostenían que el semen procede de todo
el cuerpo. Esta última teoria, llamada pangenética, aparece en varios
lugares del CH: Sobre la enfermedad sagrada 5, y, con ciertas variantes, en Sobre la naturaleza del niño y Sobre las enfermedades IV. Citando por la edición de LITTRÉ, respectivamente. VII 470, 474, 480 y
542. No obstante, en el CH advertimos varias modificaciones respecto
a Demócrito, especialmente la presencia de la teoria de los humores
y la diferenciación entre los distintos espermas individuales en razón
de sus cualidades: denso ¡ligero, sólido ¡fluido.
89 glaukoí <azul claro.’. Referido a los ojos, suele oponerse a <negro.’ (mélas) y a <claro.’ (cha ropós). Los médicos hipocráticos crearon
el verbo glaukóomai <padecer glaucoma.’, afección que toma el nombre a partir del color que adquiere el fondo del ojo. Cf. glaúk~ma y
glau&asis.
~ Es el río más oriental del Mar Negro. Atraviesa la región del
extremo este de dicho mar, al sur del Cáucaso. Tal comarca era la
Cólquide. El río Fasís era considerado como uno de los limites naturales entre Asía y Europa.
138
139
TRATADOS HIPOCRÁTIcoS
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
Beben aguas calientes y estancadas, corrompidas por
el sol y aumentadas por las lluvias. El propio Fasis es
el más lento de todos los ríos y fluye muy manso. Los
frutos que se producen allí carecen todos ellos de desarrollo, están blandos y sin sazón, a consecuencia del exceso de agua, razón por la que tampoco maduran. Una
gran niebla procedente de las aguas cubre el país.
Precisamente por esos motivos, los que viven junto
al Fasis tienen un aspecto distinto al del resto de los
hombres. En efecto, son de elevada estatura y excesivamente gruesos; no se les nota ninguna articulación ni
vena; tienen color amarillo, como los que padecen ictericia; poseen la voz más fuerte entre los hombres, pues
no disfrutan de aire transparente, sino brumoso y húmedo, y son, de nacimiento, un tanto perezosos para
las fatigas corporales.
Las estaciones no cambian mucho, ni en lo referente
al calor ni en lo tocante al frío. Lós vientos, en su mayor parte, son húmedos, a excepción de una brisa propia del país. esta sopla a veces fuerte, violenta y caliente. A este viento le llaman Cencrón 9l~ El viento del
Norte no llega apenas allí, pero, cuando sopla, es débil
y suave..
16 Así están las cosas en lo referente a las diferencias,
en naturaleza y forma, entre los habitantes de Asia y
los de Europa
Respecto a la indolencia y cobardía de sus habitantes, y, concretamente, de que los asiáticos sean menos
~‘ Se ha relacionado etimológicamente con kérchnos <ronquera.’.
En los escritos médicos se encuentra, asimismo, el adjetivo kerchal¿OS
<seco.’, <ronco.’.
92 Algunos editores secluyen <y los de Europa.’, basándose en que
varias traducciones latinas omiten la cita, y en que el escritor .‘fl~
ha hablado todavía de Europa.’. Así lo hace Lzmg, Oeuvres..., Vol. II,
pág. 62. Pero, en realidad, al comienzo del cap. 12, se ha aludido Y
a la diferencia entre los habitantes de Asia y los de Europa.
belicosos que los europeos y de carácter más pacífico,
las responsables son, sobre todo, las estaciones, porque
no ocasionan grandes cambios, ni en calor ni en frío,
sino que son parecidas. Efectivamente, no se producen
conmociones de la mente ni perturbación violenta del
cuerpo, motivos por los que es natural que el carácter
se vuelva rudo y tenga un componente mayor de irreflexión y apasionamiento que cuando está siempre en las
mismas circunstancias.
Los cambios en todos los aspectos son, en efecto, los
que despiertan la inteligencia del hombre y no le permiten estar inactivo. Por esos motivos me parece a mí que
carece de vigor el pueblo asiático y, además, a causa
de sus instituciones ~ pues la mayor parte de Asia está gobernada por reyes.
Donde los hombres no son dueños de sí mismos ni
independientes, sino que están bajo un señor, su preocupación no es cómo ejercitarse en las artes de la guerra, sino cómo dar la impresión de no ser aptos para
el combate. Los riesgos, en efecto, no son iguales: los
vasallos, como es de esperar, van a la guerra, sufren
fatigas y mueren, por fuerza, en defensa de sus amos,
lejos de sus hijos, su mujer y demás seres queridos. Con
los méritos y hazañas que los vasallos realizan, los amos
aumentan su poder y se encumbran, mientras que aquélíos obtienen como fruto los peligros y la muerte.
Aparte de eso, la tierra de unos hombres de tal condición se encuentra, por fuerza, abandonada a causa de
~
Tras cada uno de los motivos (prophdsies) naturales, el autor
acude a las instituciones políticas (nómoi), como explicación adicional
de la debilidad de los asiáticos. nomos, sustantivo formado sobre la
raíz de némó <repartir según el uso o la conveniencia.’, designa lo que
está do acuerdo con la norma y el uso. Desde comienzos del siglo y
a. C., se especialíza en designar las leyes, tanto las no escritas, como
las fijadas por la escritura.
140
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
las guerras ~‘ y la ociosidad, de tal suerte que, aunque
uno sea por naturaleza valiente y animoso, se ve apartado de su manera de pensar por obra de las institucio..
nes.
Gran prueba de ello es que, cuantos habitantes de
Asia, griegos o bárbaros, no están gobernados por un
señor, sino que son independientes y soportan las fatigas en su propio interés, ésos son los más combativos
de todos. Pues desafían los peligros en su propio bien
y obtienen personalmente tanto los premios por su valentía como el castigo por su cobardía.
Verás, además, que los asiáticos son diferentes entre sí, unos, mejores, y otros, peores. De esto son responsables los cambios de las estaciones, tal como queda dicho por mí en lo que precede.
17 Así están las cosas respecto de los que viven en
Asia. Por otra parte, en Europa habita el pueblo de los
escitas ~ que vive en torno a la laguna Meótide y es
distinto de los demás pueblos. Se les llama saurómatas ~. Sus mujeres montan a caballo, disparan con el
arco, arrojan dardos desde los caballos y luchan contra
los enemigos, mientras son virgenes. No pierden la vir-
~
Los manuscritos leen hypó apolem¡<5n .por la falta de guerras.,
lo que crea probk~mas de contexto. Se han propuesto varias soluciones. Littré, Jones y Diller aceptan polem iOn <por las guerras..
~
Con este nombre se calificaba a todos los pueblos nómadas que
habitaban en las estepas, especialmente en lo que hoy conocemos Como Ucrania. Para más detalles sobre los escitas, véase HERÓDOTO, IV
1-144; allí hay una cumplida información sobre: origen (5-15), etnografía (16-35) y costumbres (59-82).
~
Este pueblo, después llamado <sármata., habitaba una región
extendida desde el este del río Tanais (Don) hasta el Volga, según sabemos por HERÓDOTO (IV 116). Era distinto del escita, aunque habíaIs
la misma lengua con ciertas peculiaridades. En todo caso, la identidAd
entre saurómatas y sármatas es asunto polémico ya desde la antiguedad, pues, incluso dentro de un mismo autor, no siempre se mantiefl
el mismo criterio. PLINIO EL VIEJO, por citar un autor singular, Dra lo
identifica (Historia Natural IV 80), ora los diferencia (VI 16).
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
141
ginidad hasta que han matado a tres enemigos, y no se
casan antes de haber celebrado los sacrificios impuestos por la costumbre.
La que toma marido, deja también de montar a caballo, hasta que no se presenta la necesidad de una expedición militar en masa. Carecen del seno derecho,
pues, cuando son niñas, aún de corta edad, sus madres
les aplican al seno derecho un aparato de bronce, construido con tal finalidad, tras haberlo puesto al rojo; el
pecho se quema, de suerte que se anula su desarrollo
y transmite todo su vigor y plenitud al hombro y brazo
derechos ~
Sobre la figura de los demás escitas, en lo referente 18
a que se parecen entre si y no a ningún otro pueblo,
vale la misma explicación que la relativa a los egipcios,
salvo que unos padecen inclemencias a causa del calor,
y los otros, bajo los efectos del frío.
La llamada estepa escita es llana y abundante en prados; carece de árboles y tiene suficiente agua, pues hay
grandes ríos que sacan el agua desde las llanuras.
Habitan allí los escitas. Se llaman nómadas ~, porque no tienen casas, sino que viven en carros. Los carros son, los más pequeños, de cuatro ruedas, y los otros,
de seis; están protegidos en derredor con fieltros y preparados con ingenio a manera de casas. Unos, con una
sola habitación; otros, incluso con tres. Son, además,
impermeables al agua, la nieve y los vientos.
Es propio del pensamiento precientifico sostener que una fuerza natural, si es bloqueada, encuentra salida y manifestación adecuada por otra parte. Más que con una realidad contrastada,, nos encon-
tramos ante un postulado de carácter mágico, al estilo de los que suelen ofrecer, especialmente, ciertos tratados de orientación cnidia.
‘~ nomddes (singular nomos). Propiamente, <que apacientan., de
donde <pastores.. Es un derivado de ném6~ ya visto. Cf. el sustantivo
1IOP52ÓS <pasto., <alimento., y, con acentuación distinta, nómos, que
acabamos de ver.
142
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
Tiran de los carros, ya dos, ya tres yuntas de bueyes
sin cuernos. En efecto, no tienen cuernos a causa del
frío.
Pues bien, en esos carros viven las mujeres. Los hombres,por su parte, van montados a caballo. Les siguen
sus rebaños ~ y, además, la vacas y caballos. Permanecen en el mismo lugar durante todo el tiempo en que
hay suficiente pasto para sus animales, pero, cuando
no lo hay, se van a otra comarca. Comen carne cocida,
beben leche de yegua y degustan «hípaces>. Esto es queso de yegua.
19.
Así es lo referente a su manera de vivir y costumbres. En relación con las estaciones del año y con el
aspecto de las personas, sucede que el pueblo escita es
muy diferente de los demás hombres; ofrece un parecído dentro de sí mismo, al igual que el pueblo egipcio;
es muy poco fecundo; y el país cría animales salvajes
muy exiguos en tamaño y número, pues está situado
en el Norte mismo, al pie de los montes Ripeos ‘~, desde donde sopla el Bóreas.
El sol llega muy cerca, al final de su curso, cuando
alcanza el solsticio de verano, y entonces calienta durante poco tiempo y no con fuerza. Los vientos que soplan desde zonas cálidas no llegan allí, salvo en pocas
ocasiones y débiles, pero soplan continuamente, proce~
próba la, que desde Homero venía aplicándose al ganado y los
rebaños en general, pasa en ático a referirse a las ovejas. En el caso
que nos ocupa, nos decidimos por entenderlo como <ganado menor’.
lOO Ya en Homero leemos que el limite septentrional de la Tierra
está formado por una alta cadena de montañas. Para nuestro autor,
los montes Ripeos (relacionados etimológicamente con rípW .lanzar.)
serian el borde norte de la Tierra, más allá del cual sólo habría mar.
No se hace mención, en cambio, del mítico pueblo de los hiperbóreos.
es decir, los que habitaban al norte de las montañas desde donde soplaba el Bóreas. Cf., para la cuestión, J. DESAUTELS, .Les monts Rlphées et les hyperboréens dans le traité hippocratique Des airS, des
eau.x el des lieux.’, Rey. Erud. Grec. 84 (1971). 289-296.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
143
dentes del Norte, vientos fríos a causa de la nieve, el
hielo y las muchas aguas. Los vientos jamás abandonan
las montañas, que, por obra de ellos, son inhabitables.
La niebla ocupa, durante la mayor parte del día, las
llanuras en donde viven los escitas, de suerte que siempre es invierno, mientras que el verano dura pocos días,
y, aun durante ésos, no en demasía. Las llanuras son
altas y peladas, y no están coronadas de montañas, salvo por el Norte.
Allí, tampoco los animales son grandes, sino apropiados para guarecerse bajo tierra, pues les impiden crecer tanto el invierno como la desnudez del país, ya que
no existe refugio ni guarida.
Los cambios de las estaciones no son grandes ni violentos, sino que éstas son parecidas y poco diferentes.
Por ello, también los habitantes son parecidos de aspecto entre sí, y, además, por tomar siempre la misma comida y usar la misma ropa en verano e invierno, por
respirar un aire húmedo y denso, por beber aguas procedentes de nieve y hielo, y por evitar la fatiga. Pues
no es posible que ni el cuerpo ni el espíritu soporten
las fatigas, donde los cambios de las estaciones no son
violentos.
Por estos motivos, su aspecto físico es grueso, carnoso, sin articulaciones aparentes, húmedo y flojo ~
Su cavidad intestinal es la más húmeda de cuantas existen, porque no es posible que se seque el vientre en tal
región, naturaleza personal y condición del clima, sino
que, a consecuencia de su grasa y su cuerpo sin pelo,
se parecen entre sí, los varones con los varones, y las
mujeres con las mujeres.
101 ARISTÓTELES recoge la explicación sobre el temperamento húmedo de los escitas (hvgroi~ según él), pues, en su opinión, también
es húmedo el aire que los rodea (ha periéch~n autaus atr hygrós); cf.
Sobre la generación de los animales V 3, 782b33.35.
144
TRATADOS HIPOCRÁTICO5
Pues, cuando las estaciones son parecidas, no se producen ni destrucción ni deterioro en la coagulación del
semen ‘~, de no ser en caso de alguna necesidad forzosa o enfermedad.
20 Ofreceré una gran prueba respecto a la humedad.
Efectivamente, comprobarás que los más de los escitas,
precisamente todos los que son nómadas, tienen cauterizados los hombros, brazos, muñecas, pecho, caderas
y riñones 103 por ningún otro motivo que por la humedad y blandura de su naturaleza. Pues no son capaces
ni de tender el arco ni de impulsar el dardo con su hombro a consecuencia de su humedad y relajamiento. Pero, cuando son cauterizados, se seca el exceso de humedad, que sale de las articulaciones, y el cuerpo se les
104
pone más vigoroso, más robusto y mejor articulado
Son pernituertos y rechonchos ‘~. En primer lugar,
porque no se ponen fajas, como en Egipto, pues no las
usan, con vistas a la equitación, a fin de tener buenas
asentaderas. Y, además, por su vida sedentaria. Realmen102 en l¿i ioú gónou xyrnptxei. El tecnicismo x»np~xis alude a que
el liquido seminal se condensa. adquiriendo una forma compacta. Cf.
ptgnymi .coagular<, <solidificar..
103 En la cauterización practicada a los escitas, si es que no se
trata de tatuajes como insinúa Diller en su traducción, encontramos
la oposición de agua (la humedad que comportan las articulaciones)
y fuego (el hierro candente que se les aplica).
104 Es decir, con articulaciones más robustas y de mejor aspecto.
Áríhron .articulación’, en general, y aríhróñ aparecen, en los escritos
médicos, aplicados a la perfecta unión de los miembros (brazos y piernas) con el resto del cuerpo y al correcto funcionamiento de cada miembro por separado. Cf. ararískó .ajustar<, .adaptar<, <encajar’. El famoso escrito Sobre los articulaciones (Peri árlhr?ln), en donde muchos
quieren ver la pluma de Hipócrates, es un magnifico exponente del
alto grado alcanzado por los hipocráticos en materia de cirugía y terapéutica traumática.
lOS DILLER, Ueber..., pág. 71. traduce por <hinchados. (gedunsen).
al aceptar la corrección propuesta por Wilamowitz: bladea. en vez de
plaléa.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
145
te, los varones, mientras no son capaces de montar a
caballo, permanecen sentados en el carro la mayor parte del tiempo y caminan poco a consecuencia de sus
emigraciones y viajes a la redonda. En cuanto a las mu-
jeres, es de admirar qué pernituertas y flojas de aspecto son.
El pueblo escita es rubicundo a causa del frío, ya
que el sol no es intenso. La blancura es quemada por
el frío y se vuelve rubicunda.
No es posible que gentes de tal naturaleza sean muy 21
prolíficas. Efectivamente, al varón no se le presenta un
gran deseo de unión sexual por efecto de la humedad
de su naturaleza y de la blandura y frigidez de su vientre, motivos por los que no cabe esperar, ni mucho me-’
nos, que el hombre esté dispuesto para el comercio carnal. Además, al ser zarandeados continuamente por los
caballos, se quedan débiles para la unión sexual.
En los hombres se dan esos motivos. En las mujeres,
la grasa y humedad de su carne. En efecto, las matrices
ya no pueden retener el semen. Por otra parte, la menstruación no les viene como es debido, sino en poca cantidad y con retraso, y la entrada de la matriz está cerrada como resultado de la grasa y no recibe el semen. Las mujeres son indolentes y gordas, y su vientre es
frío y blando.
Por estas razones de fuerza, el pueblo escita no es
muy prolífico. Gran prueba de ello la dan las esclavas.
Efectivamente, tan pronto como se juntan con un varón, conciben en su vientre, en virtud de sus fatigas y
de sus carnes enjutas ~.
106 Ciertos escoliastas entienden que las esclavas son delgadas a
consecuencia de sus trabajos y fatigas. Pero, quizá, debamos inclinarnos por ver aquí, sencillamente. dos razones que justifican la fecundidad de tales esclavas: su trabajo y su cuerpo enjunto, por oposición
a sus amas, que evitan las fatigas y, encima, están gordas. ARISTÓTELES
recoge la teoría de que el exceso de gordura es causa importante de
146
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
22 Hay, además, numerosisimos impotentes ‘~ entre los
escitas; hacen trabajos femeninos y hablan lo mismo que
mujeres. Los de tal condición son llamados Anarieos ‘~.
Pues bien, los indígenas le echan la culpa a la divinidad, veneran a estos hombres y se arrodillan ante ellos,
temiendo cada uno por su propia persona. Sin embar-
go, personalmente, me parece que esta afección es divina como todas las demás, y que ninguna es ni más
divina ni más humana que otra, sino que todas son paesterilidad, al decir que, en los hombres y mujeres bastante gruesos,
el residuo seminal (ló perillñma ló spermaíikón) es gastado para provecho del cuerpo, en vez de dar lugar, respectivamente, al semen y
las menstruaciones (Sobre la generación de los animales II 7, 746b25-29).
107 eunouchías, es decir, <que se comporta como un eunuco’. El
vocablo eunoúchos alude al que se ocupa (~ch6) del lecho (eunt) o, en
sentido amplio, de la habitación. Como es sabido, se castraba, por cautela, a los encargados de la vigilancia y cuidados de las mujeres, de
donde eunouchíz~ <castrar” (MATEO, XIX 12).— Cuando hombres, o
mujeres, padecen de nacimiento alguna deformidad en los órganos genitales resultan estériles, leemos en ARISTÓTELES (Sobre la generación
de los animales II 7. 746b24), que destaca el aspecto barbilampiño de
los eunucos.
m0~ anariefs <afeminados’, <no belicosos’; adjetivo formado sobre
an- ‘sin’, ‘falto de” y Ár~s <dios de la guerra’ y ‘la guerra misma’.
Es una conjeturE de Gomperz, aceptada por Díller y antes por Heiberg. Los manuscritos leen anandrieis ‘no varoniles’ (B), lección recogida por Littré, y andriefs (V).— HERÓDOTO (1105) cuenta cómo los escitas que cometieron sacrilegio al saqueár el templo de Afrodita padecían la <enfermedad femenina’, y eran llamados enarées (o endrees),
es decir, <afeminados’. Frente a la enfermedad como castigo, tal como
se nos presenta en Heródoto, en el tratado hipocrático tenemos una
explicación racional basada en motivos <prophdseis) y en la impeflOsE
necesidad (anánkr). Destaquemos, además, la insistencia del historiador en calificar de divinos por obra y gracia de Afrodita a los afectados de tal enfermedad. En cambio, en el escrito que estudiamos, 51
son los más nobles y ricos los que sufren esa dolencia, ello se debe,
sencillamente, a la práctica continua de la equitación, entre otros motivos.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
147
recidas y todas divinas. Cada una tiene su propia naturaleza y ninguna acontece sin causa natural lOO
Como -me parece a mi que se produce esta enfermedad, voy a explicarlo. A causa de la equitación, les dan
dolores articulares líO por llevar colgando continuamente los pies desde los caballos; y, después, se quedan
cojos e, incluso, padecen úlceras en las caderas los
que enferman en serio.
Tratan de curarse a sí mismos de la siguiente manera: cuando comienza la enfermedad, cortan una vena
- por detrás de cada oreja. Cuando sale la, sangre, les entra sueño a causa de la debilidad y se duermen. Después, despiertan: unos, curados; otros, no. Pues bien,
me parece que con estas curaciones se destruye el se109 dneu ph>~sios. En pasajes como éste hemos de ver en ph~sis.
no sólo el ‘origen< o la <explicacíón< de la enfermedad, sino también
el ‘orden regular< de la naturaleza.— Frente a HERÓDOTÓ (1 105. y IV
67) que achaca la enfermedad mujeril de los escitas a un castigo divino, el autor hipocrático da como razón etiológica el corte sufrido en
las venas de detrás de las orejas, pero subrayando con un ‘me parece<
(emol doke 1), repetido dos veces en corto espacio, que se trata de una
opinión personal. Pero la misma teoría la encontramos también en Sobre los lugares en el hombre 3, Sobre la generación 2 y Sobre los enfermedades II 1, tratados, todos ellos, en los que se sostiene, de algún
modo, la teoría pangenética, es decir, el postulado de que el semen
procede de todas las partes del cuerpo. Por último, la teoría de que
el semen procede de la cabeza y llega a los órganos sexuales a través
de unos vasos que pasan por detrás de las orejas, surge en el siglo y y la encontramos en varios escritos médicos: Sobre la generación
habla en tres ocasiones de esas venas portadpras de semen. (Cf. L¡TTRÉ, Oeuvres, vol. VII, págs. 470, 472 y 506.)
líO la kédmaía es un término oscuro, utilizado sólo en plural. Definido como ‘enfermedad crónica de las articulaciones’, por Erotiano
en su léxico. No sabemos nada cierto sobre la etimología del vocablo.
‘“ helkoúníai di Ischia, donde helkoúníai es conjetura de JERÓNIMO Maicuaz~u, editor de Hipócrates en griego y latín (Venecia, 1588).
Tal lectura viene apoyada por una traducción latina (uulneran4urj),
del siglo x.— Los códices leen hdkonrai, lección seguida por Littré,
que traduce: ‘occasioner... la dístension de la hanche’.
j
148
TRATADOS HIPOCRATtCOS
men, porque a lo largo de las orejas hay unas venas
y, cuando se las corta, quedan estériles los que han recibido el corte. Me parece a mi que cortan esas venas.
Después de eso, cuando se llegan a las mujeres y
no son capaces de unirse con ellas, al principio no se
preocupan, sino que están tranquilos, pero, cuando, a
pesar de intentarlo dos, tres e, incluso, muchas veces,
no obtienen ningún resultado mejor, tras pensar que han
cometido alguna falta contra la divinidad a la que echan
la culpa 112, se ponen atuendo femenino, se acusan a sí
mismos de falta de virilidad, actuan como mujeres y
trabajan al lado de éstas en lo mismo que ellas hacen.
Les ocurre esto a los escitas ricos, no a los más bajos, sino a los más nobles y poseedores del mayor poder, por efecto de la equitación; a los pobres, en cambio, les sucede menos, pues no montan a caballo. Ahora
bien, sería preciso que, de ser esa enfermedad algo más
divina que las demás, no les sobreviniera solamente a
los escitas más nobles y ricos, sino a todos por igual
e, incluso, más a los que poseen poco, sies que los dioses se complacen en ser honrados 113 y admirados por
los hombres, y, a cambio de eso, les otorgan sus favores.
Pues, como cabe esperar, los ricos hacen muchos sacrificios a los dioses, les dedican ofrendas, porque tienen dinero, y los honran, pero los pobres, a causa de
su indigencia, los honran menos y, además, les hacen
112 epaitidotnai es <inculpar de algo a alguien< (cf. HERÓDOTO, II
121; TucíDiDEs, VI 28). En general, para la relación entre pecado cometido y dolencia padecida, véase P. LAIN ENTRALGO, Enfermedad y pecado, Barcelona, 1961.
113 En la lectura de nuestro tratado (timómenoi dé ei chaz rousin
hoi theoi kai thaumazómenoi hyp ‘anthrópÓn) puede, verse un reflejo
del pensamiento y de la letra de EURIPIDES, quien, en el prólogo de
Hipólito, hace decir a Afrodita respecto de los dioses: timómenoi chatrousin anthrdptln h>2po, es decir, ‘gozan cuando son honrados por los
hombres’. La tragedia fue representada en el 428 a. C.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
149
reproches, porque no les conceden dinero, de suerte que
el castigo por faltas de esta índole más bien lo pagan
quienes tienen poco que los ricos.
Por tanto, como he dicho antes, esta afección es divina de igual manera que las demás, y cada una en particular sobreviene de acuerdo con la naturaleza. Esta
enfermedad les ocurre a los escitas por un motivo de
índole semejante al que acabo de referir.
De forma parecida ocurre también entre los demás
hombres. En efecto, donde la gente cabalga más y con
gran frecuencia, allí numerosisimas personas padecen
dolores articulares, ciáticas y podagras 114, y están muy
poco capacitadas para el trato sexual. Estas afecciones
se dan entre los escitas. Son las personas más impotentes por los motivos expuestos, y, además, por el hecho
de llevar siempre pantalones 115 y estar a caballo la mayor parte del tiempo, de tal manera que no tocan su
sexo con la mano, y, de resultas del frío y el cansan-
lío
cío , olvidan el deseo sexual y la unión carnal; y no
sienten ninguna excitación antes de haber perdido su
virilidad 117
114 ‘La gota< es en griego podagra. En nuestro texto tenemos el
adjetivo podagriós, esto es, ‘lo pertinente a la afección de la gotas.
Etimológicamente es una <trampas o ‘cepo’ para atrapar animales
(perros, caballos, etc.) por las patas (cf. JENOFONTE, Ciropedia 1 6, 28).
Metafóricamente se aplicó también a la enfermedad que atenaza e impide el funcionamiento normal de los pies (o de las manos, cheirúgra).
Asimismo, el término dgra ‘caza’ sirvió para designar una serie de
instrumentos quirúrgicos apropiados para sacar dientes (odontégra;
cf. Sobre el médico 9) o astillas de algún hueso ostégra; cf. GALENO,
X 449 KtIION).
115 anaxyrídes. Prenda usual en los pueblos asiáticos (cf. HERÓDOTO, 1 71, y V 79; JENOFONTE, Anabosis 1 58, etc.), pero impropia, a la
Sazón, del atuendo griego.
116 hypó kópou. También podría traducirse ‘del traqueteo’. ‘del
Zarandeo, propio del cabalgar.
117 Después tampoco, naturalmente. O sea, los escitas carecen de
deseo sexual desde antes de haber perdido la virilidad. No obstante,
150
TRATADOS HIPOCRATICOS
23 Así están las cosas en lo tocante al pueblo escita.
Los demás habitantes de Europa se distinguen entre si,
tanto en estatura como en figura, por obra de los cambios de estación, porque éstos son grandes y frecuentes; y, además, se producen calores violentos, inviernos
rigurosos, muchas lluvias, y, por el contrario, sequías
largas y vientos, causas por las que acontecen cambios
numerosos y de todo tipo.
Como cabe esperar, eso lo nota también ‘la generación en el momento de la coagulación del semen, y resulta distinta e, incluso en el mismo individuo, no es
la misma en verano que en invierno, ni con tiempo lluvioso, que con seco.
Por esta razón, creo yo, el aspecto de los europeos
es más variado que el de los asiáticos y su estatura es
muy diferente, en consonancia con cada ciudad. Efectivamente, los daños experimentados en la coagulación
del semen son más numerosos cuando los cambios de
las estaciones son frecuentes, que cuando éstas son parecidas e, incluso, iguales “a.
Con respecto a sus costumbres vale la misma explicación. La actitud fiera, intratable y fogosa se da en
la braquilogía del texto ha dado lugar a interpretaciones diversas: ‘y
no se excitan hasta que pierden la virilidad’ (DILLER, Ueber..., página
77); .pe~rdiendo su virilidad antes de sentir ningún impulso’ (JONEs,
Hippocrates, vol. 1, pág. 131); ‘en el momento en que lo intentan, han
perdido ya su potencia viril’ (LITTRá, Oeuvres... vol. II, pág. 83).
lIS Magnifico ejemplo de la teoría que sostiene la influencia del
medio ambiente sobre la constitución humana, a consecuencia de la
alteración experimentada por el semen en el momento de la fecundación. Ciertamente, el texto hipocrático nos habla de la condensación
<toú gónou en téi symptxei) del germen fecundador. En tal momento
van a darse los factores decisivos para decidir la forma física y el
talante psíquico de las personas. phthor~ que nosotros traducimos por
‘daño’ o .destrucción’ (cf. caps. 19 y 23), suele verterse también como ~corrupción’. A nuestro entender, cabe ver en el vocablo la noción
de ‘mezcla’ que posee en Otros contextos más tardíos.
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
151
naturalezas de tal clase, pues las perturbaciones, cuando son frecuentes, producen la ferocidad del carácter
y terminan con el comportamiento civilizado y bondadoso. Por este motivo, pienso que los habitantes de Europa son más animosos que los de Asia, pues, donde el
ambiente es siempre el mismo y semejante, se dan los
comportamientos indolentes, pero, donde experimenta
cambios, las fatigas del cuerpo y del alma. Con descanso e indolencia crece la cobardía; con el esfuerzo y los
trabajos, las actitudes viriles.
Por eso, son más combativos los habitantes de Europa, y, también, a causa de sus instituciones, porque no
están gobernados por un rey, como los asiáticos. Verdaderamente, donde los hombres están bajo un rey, allí
son, por fuerza, sumamente cobardes. Lo he dicho ya
antes. En efecto, sus almas están esclavizadas y no quieren, de buen grado, correr peligros al azar en defensa
de un poder ajeno; en cambio, los hombres independientes eligen los peligros en su propio interés y no en el
de otros, están dispuestos voluntariamente y marchan
ante el peligro, pues recogen en persona el premio de
su victoria. De esta manera, las instituciones contribuyen, y no las que menos, al valor.
Así está la situación, en lineas generales, con res- 24
pecto a Europa y Asia. También en Europa hay pueblos
que difieren unos de otros en estatura, aspecto y valen-
tía. Las diferencias son las mismas que acaban de decirse a propósito de lo anterior, pero voy a explicarlo
aún con más claridad.
Todos los que habitan en un país montañoso, escabroso, elevado y rico en agua, donde los cambios de las
estaciones resultan muy diferentes,’ son, como es natural, de elevada estatura y de constitución bien dotada
para las fatigas y la valentía. Tales naturalezas comportan, en medida no pequeña, salvajismo y fiereza.
152
TRATADOS HtPOCRATICOS
A su vez, los que viven en regiones encajonadas, ricas en prados y sofocantes, están expuestos a los vientos calientes en mayor medida que a los fríos y consu¡‘9
men aguas calientes, ésos no son altos ni espigados
sino de constitución propensa a la anchura, carnosos,
de cabellos negros, de tez más oscura que blanca y menos flemáticos que biliosos. La valentía y el aguante no
se dan en su alma, de conformidad con la naturaleza,
pero pueden producirlos las instituciones políticas, st
colaboran en ello.
Si hay en el país ríos que ~acan de la comarca el
agua estancada y la de lluvia, sus hombres están más
sanos y con la tez más brillante. Pero, si no hay ríos,
y beben aguas de manantial y, asimismo, otras estancadas y pantanosas ¡20, tales personas, por fuerza, muestran un gran vientre y bazo inflamado.
Los que viven en una cdmarca elevada, llana, ventosa y rica en agua son de elevada estátura, parecidos entre sí y de carácter poco viril y un tanto bondadoso.
~ kanoníaí significa, literalmente, ‘hombres altos como una caña’. Vocablo que sólo aparece.en este lugar. Relacionado con kanO~o
‘caña’ y. de ahí, .regla~, ‘modelo’. GREN5EMANN (‘Das 24 Kapitel...’.
págs. 426 y sigs.) piensa ques se alude aquí al canon de PoucLaTo,
famoso escultor de Argos que había dedicado un escrito (Kanón) a la
adecuada simetría del cuerpo humano. El tipo atlético, al que correspondería tal canon, sería el ofrecido por el famoso Doriforo del que
nos han llegado copias de época romana. Por lo demás, GALENO men-
ciona varias veces la importancia de Policleto en medicina (1 343, IV
606 y 744-5, V 499, VI 126 KtJHN).
‘~ krlnaíd te kai stó,sima pínoíen kai helódea. Entendemos el texto
de forma parecida a la versión de Líttré. El escollo lo ofrece la lectura
krenaia ‘de manantial’, ‘de fuente’, aportada por los mejores manuscritos, pero que parece estar en contradicción con el carácter malsano
que se le atribuye aquí. A la vista de ello, ciertos editores aceptan
la lectura limnala .lacustre’. .palustre’, formada sobre Iímni (así.
JONES, HíppocrateS. vol. 1. pág. 135); otros tienen problemas en la traducción: ‘beben agua estancada procedente de cisternas y pantanos’
(DILLER, Ueber..., pág. 81, que, no obstante, mantiene los manuscritos).
SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES
153
Los que viven en zonas pobres, sin agua y peladas,
que no resultan temperadas en los cambios de estación,
son, como es de esperar, de figura seca y vigorosa, más
rubios que morenos, y, en cuanto a carácter y temperamento, orgullosos y tercos. En efecto, donde los cambios de estación son muy frecuentes y muy distintos entre si, allí también encontrarás formas, caracteres y
naturalezas muy diferentes.
Y bien, tales son las diferencias más importantes de
la naturaleza humana. Pero, además, está la tierra en
que uno se desarrolla, y las aguas, pues comprobarás
que, en general, el aspecto y las costumbres de los hombres se acomodan a la naturaleza del país 121 Por tan.
to, donde la tierra es fértil, blanda y abundante en agua,
donde las aguas están a flor de tierra, de suerte que
son calientes en verano y frías en invierno, y donde la
situación es buena respecto de las estaciones, allí los
hombres son carnosos, de articulaciones poco destacadas, húmedos, nada sufridos y de espíritu cobarde, en
general. La pereza y la somnolencia reinan entre ellos;
para las artes son bastos, carentes de finura y sin
agudeza.
En cambio, cuando el país es pelado, pobre en agua
y escabroso, azotado por el invierno y abrasado por el
sol, allí los habitantes son duros, secos, bien articulados, vigorosos y velludos. Notarás que en naturalezas
de tal índole radican la extrema laboriosidad y la acti¡21 ARISTóTELES parece tener en cuenta este texto cuando, refiriéndose a las abejas, sostiene que ‘los lugares comportan, también, diferencias en las costumbres’ (ustorios de los animales IX 40, 624b28.30).
El filósofo hace extensivas a los animales las notas de salvajismo y
ferocidad que en el texto hipocrático caracterizan a los hombres de
las montañas (Historios de los animales VIII 29, 607a10-12). S. BYL,
Recherches sur les grands traités biologiques d’Aristote: sources éc rites
Ct pr~jugés, Bruselas, 1980, ha subrayado cómo se repite, en el último
pasaje citado, el vocabulario de nuestro tratado.
TRATADOS HIPOcRÁTIcOs
tud vigilante; que, por su carácter y comportamiento,
son orgullosos y obstinados; que tienen más de salvaje
que de civilizado; que son peculiarmente agudos e inteligentes para las artes y bastante aptos para la guerra,
y que todo lo demás que se produce en la tierra está
en consonancia con el país.
Así son las naturalezas y aspectos más opuestos entre si. Si te vales de estas pruebas para estudiar lo demás, no cometerás errores.
SOBRE LA DIETA EN LAS ENFERMEDADES AGUDAS
Los autores de las denominadas Sentencias cnídias 1
describieron con precisión las experiencias que sufren los
afectados por cada enfermedad y la manera de resolverse alguna de ellas. Y hasta ese punto incluso alguien no
profesional en medicina podría describirías sin error, si
los enfermos le informasen adecuadamente de las experiencias que sufren. Pero cuantos datos necesita conocer
el médico profesional sin que el enfermo se lo diga, de éstos muchos no los tienen en cuenta; síntomas, que son importantes de cara a un diagnóstico, y variables según los
casos.
Cuando analizan los síntomas y dicen cómo ha de tra- 2
tarse cada caso, en este punto opino de manera muy diferente a la suya. Y no sólo por eso no estoy de acuerdo, sino también porque utilizaron un número reducido de remedios. En la mayoría de los casos, si se exceptúan las
enfermedades agudas, prescriben administrar purgantes
y dar a beber suero y leche durante una temporada.
Si estos remedios fuesen válidos y adecuados para las 3
enfermedades que prescribieron, serían mucho más dignos de aprobación, pues pese a ser pocos, serían suficientes. Pero actualmente no es así.
Quienes han revisado posteriormente los tratados, examinaron con un criterio más propio de médicos lo que hay
que aplicar a cada caso. Pero resulta que tampoco sobre
la dieta los antiguos autores escribieron nada digno de
mención, ni tuvieron en cuenta su importancia. Desde lue154
156
TRATADOS HIPOcRATIcOS
go que algunos no desconocían la amplia tipología y las
múltiples formas de cada enfermedad, pero al querer establecer con claridad el número de cada una, se equivocaron. Pues es difícil darlo si la dolencia de los enfermos
se determina por diferencias insignificantes entre los síntomas, y se estima que no es la misma enfermedad si no
tiene exactamente la misma denominación.
4 A mi, en cambio, me gusta prestar atención a toda la
práctica médica. Pues cuanto es bueno o aceptado hay que
hacerlo con precisión y exactitud; lo que requiere rapidez
hay que hacerlo sin demora; cuanto exige una aplicación
adecuada, realizarlo con propiedad; lo que hay que tratar sin causar dolor, hacerlo de forma que cause el menor posible, y todo lo demás de este tipo, preciso es ha5 cerlo con miras de superación, tratando de aventajar a los
colegas.
Yo elogiaría de forma especial al médico qu.e, precisamente en esas enfermedades agudas, que son las que producen la muerte a la mayoría de los hombres, superando
en algo a los otros colegas, los aventajase’. Enfermedades agudas son las que los antiguos denominaron pleuritis, perineumonía, frenitis, causón 2, y todas sus derivadas, en las que las calenturas son constantes por lo general. Pues cuando no se extiende de forma epidémica un
tipo de enfermedad infecciosa, sino que las enfermedades son esporádicas, mueren víctima de las dolencias de
esta clase un número igual o mayor de enfermos que de
todas las otras juntas.
6 Los particulares no distinguen en absoluto a los médicos cuya actuación en estos puntos aventaja a la de sus
colegas, y aprueban o censuran sobre todo las curaciones
extraordinarias. Pues, desde luego, lo que voy a referir es
El autor propugna para el profesional en la ciencia médica un
ideal competitivo, y con los términos diapherón:os tón dilón, e¡e epi ¡6
b~l¡wn exhorta a una aretE individual; no hay que ser sólo un buen médico, sino tratar de ser el mejor.
2 cadsos .fiebre alta..
SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
157
una clara señal de que el vulgo es absolutamente torpe
para comprender cómo hay que tratar estas enfermeda-
des: precisamente en ellas, el que no es un profesional de
la medicina, parece serlo, ya que es bastante fácil aprenderse los nombres de lo que se suele prescribir a los enfermos en estos casos; si alguien nombra el jugo hervido
de cebada ~, o el vino de tal o cual clase, o la hidromiel,
a la gente le parece que tanto los médicos buenos como
lo menos competentes, dicen en todo ello exactamente lo
mismo. Y no es así, sino muy al contrario: las divergencias entre unos médicos y otros son muy grandes en este
tema.
A mí me parece importante reseñar cuantas cuestio 7
nes los médicos desconocen y tienen aún por resolver pese a lo necesario que es saberlas, e importante también
apuntar todo aquello que procura una utilidad o un perjuicio grande. Por ejemplo, no se sabe siquiera por qué
en las enfermedades agudas unos médicos pasan todo el
proceso administrando tisana de cebada sin colar y estiman estar dando el tratamiento adecuado, y por qué otros,
en cambio, consideran primordial que el enfermo no trague ningún grano al bebérsela, pues piensan que es altamente nocivo; al contrario, administran el jugo hervido
de cebada pasándolo antes por un paño. Algunos médicos
por su parte, no darían ni tisana pastosa, ni el jugo cociAparece aqui la típica distinción hipocrática entre el profesional
médico designado con el término ¡etrós y los particulares no profesionales aludidos como idiórai, demótai y mEi~¡rós. La distinción implica también la exigencia de una clase médica profesional cargada de profundos
conocimientos causales, que es lo que el vulgo o el particular no poseen.
Los términos pdsdne y chylos plantean problemas de traducción.
Hay en el tratado una distinción clara entre bebidas sin hervir, pOma,
y bebidas hervidas, rdphema. Los términos aludidos al principio aparecen englobados dentro del segundo grupo y como dos tratamientos claramente diferenciados. Hemos interpretado pti.sdn¿ como tisana de granos de cebada, y chylós como jugo hervido de cebada, o caldo de cebada.
158
TRATADOS HIPOCRATICOS
do, otros lo harían al séptimo día, y otros al final, cuando
la enfermedad entra en su fase crítica.
8 Los médicos carecen por completo de la costumbre de
plantearse tales investigaciones; y quizá, ni cuando se las
plantean, dan soluciones. Pero, sin embargo, la gente hace recaer sobre toda la ciencia la falsa y grave acusación
de que la medicina parece que no existe en absoluto.
Ciñéndonos a las enfermedades agudas, si los que practican la profesión van a diferenciarse tanto unos de
otros, que lo que uno aplica por considerarlo lo mejor, el
otro piensa que es malo, desde luego que, por cosas así,
casi se podría decir que la medicina es igual a la mántica;
pues también los adivinos piensan que una misma ave, si
está a la izquierda, es favorable, y si está a la derecha, un
mal augurio, y hay algunos de estos que opinan lo contrario; y también en el arte de la observación de vísceras ocurren cosas de igual tipo, y variaciones según los casos.
9 Afirmo que la reflexión precedente es muy importante, y que afecta directamente a la mayoría de los asuntos
de la medicina y a los más decisivos temas. Pues a todos
los enfermos les puede aportar algo importante para su
salud; a los que gozan de ella, para conservarla, a quienes practican un deporte, para mantenerse en forma, y,
en general, para lo que quiera cada uno.
10 El elegir la tisana de cebada entre los derivados de los
cereales para el tratamiento de tales enfermedades, me
parece que es una decisión acertada, y doy mi aprobación
y elogio a quienes lo hicieron.
Pues su gluten es suave y pastoso, denso, saludable,
contiene la fluidez y humedad necesarias, y, además, no
da sed y es fácil de evacuar, si es que en el tratamiento
se requieren estas últimas propiedades. Tampoco es astringente ni produce alteraciones violentas, ni hinchazón
El término cheirónax, que aparece dos veces en el tratado, es de
difícil traducción; parece referirse al médico en calidad de demiurgo de
la comunidad, incidiendo en su aspecto artesanal y práctico.
SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
159
de vientre, pues al cocerse ya queda hinchado al máximo
posible.
Cuantos toman en estas enfermedades la tisana de ce- 11
bada, no deben, por así decirlo, abstenerse de ella ni un
solo día, sino seguir el tratamiento sin interrupción, a menos que, a causa de un purgante o lavativa, se requiera
hacer un intervalo. A los que suelen hacer dos comidas
al día, hay que administrarles dos veces la tisana, y a quienes suelen hacer una, una vez y antes de comer; aunque
también a estos últimos, si parece conveniente aumentar
la dosis, se les pueden ir dando paulatinamente dos veces.
En cuanto a la cantidad, basta con que desde el principio del tratamiento no se dé ni mucha tisana ni excesivamente concentrada, sino la que habitualmente admita
el paciente, y evitar que se produzca una gran sensación
de vacio.
Respecto al aumento de cantidad de liquido hervido, 12
no hay que ampliar la dosis en el caso de que la enfermedad sea más seca de lo previsto, sino tomar, antes de la
bebida hervida, vino o hidromiel, lo que parezca conveniente. Lo adecuado a cada tipo de enfermedad, se expondrá más adelante.
Pero si la boca se pone húmeda y las secreciones pulmonares marchan como es debido, para dejar dicho lo fundamental, hay que aumentar la cantidad de bebida hervida. Pues una humectación abundante y bastante rápida
es indicio de que la fase crítica se producirá en breve, y
una humectación más lenta y en menor cantidad apunta
a una crisis más lenta.
Se hablará más adelante de muchos otros aspectos im- 13
portantes en los que hay que basarse para emitir un diagnóstico y que ahora no se han tratado. A maydr evacuación, corresponde un aumento de dosis hasta la fase crítica. Es muy importante sobre todo que los enfermos en
los que se prevé que la crisis se produzca el quinto, el
séptimo o el noveno día, continúen el tratamiento dos días
160
TRATADOS HIPOCRATICOS
después, para calcular previamente el día par e impar.
Luego, hay que dar por la mañana bebidas hervidas, y por
la tarde, cambiar a una dieta de sólidos.
14 Este tipo de normas es válido para los que, la mayoría
de las veces, usan desde el principio un tratamiento de
tisana con los granos de cebada. Pues en los enfermos de
pleuritis los dolores cesan solos, justo en el momento en
que empiezan a expectorar en cantidad apreciable y a evacuar. Las deposiciones son bastante más completas y la
supuración menor que si lleva otro tipo de dieta, y las fases criticas son menos complicadas, más claras y con menores posibilidades de recaída.
15 La tisana debe hacerse con cebada de la mejor calidad
posible y darle una cocción esmeradísima, sobre todo si
no se piensa usar solo su jugo hervido. Pues aparte de
otras propiedades, su fluidez hace que, aunque se trague
algún grano, no cause ningún perjuicio, ya que al bajar
por el tórax, no se adhiere ni se fija a ningún punto. Una
cebada hervida en las mejores condiciones, contiene todas las propiedades necesarias: es muy fluida, no da sed,
y es muy digestiva y ligera.
16 Pues bien, si no se exige que el modo de cocción de estas bebidas cumpla cuantas condiciones se requieren, podría producir grandes daños.
El administrar bebidas a enfermos con el intestino obstruido por alimentos sólidos sin hacerlos evacuar previamente, agudizaría el dolor que ya sufren, y si no lo tienen,
puede provocárselo. El ritmo respiratorio aumentaría, y
eso es nocivo, pues se produce desecación pulmonar, y fatiga en los hipocondrios, bajo vientre y diafragma.
Por ejemplo, el caso siguiente: si hay un dolor continuo de costado rebelde a las cataplasmas, los esputos no
salen, sino, al contrario, se ponen totalmente viscosos; Si
el dolor no se consigue eliminar disminuyendo la tensión
intestinal, o haciendo una flebotomía, la solución que mejor parezca de las dos, y se administra una tisana en tales
SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
161
condiciones, la muerte sobreviene rápidamente a estos
pacientes.
Así, por estas causas y otras semejantes, algunos que 17
siguen tratamientos continuos de tisanas suelen morir al
séptimo día o en menos tiempo. Unos con la mente trastornada, otros ahogados por el asma o los estertores. Los
antiguos pensaban que estos enfermos habían recibido un
golpe, basándose sobre todo en que al morir, su costado
se halla lívido, totalmente igual que si los hubieran golpeado. Pero el motivo es que mueren antes de que se les
quite el dolor, pues rápidamente surgen problemas respiratorios.
Como ya queda dicho, los esputos viscosos y sin cocer
a causa de la respiración rápida e intensa, no pueden subir; antes al contrario, al estar retenidos en los bronquios
pulmonares, producen estertores. Y cuando se llega a este punto, es síntoma muy frecuente de muerte. Pues el esputo mismo, como está retenido, dificulta la entrada de
aire y le fuerza a que salga rápidamente, y ambas cosas
se agravan entre si. Pues los esputos retenidos aumentan
el ritmo respiratorio, y un ritmo respiratorio alto los hace viscosos e impide que salga. Esto ocurre no sólo si se
toma la tisana fuera del momento oportuno, sino más todavía, si se ingiere o se bebe algo menos adecuado que la
tisana.
Las recomendaciones para quienes siguen un trata- 15
miento de tisana de cebada con sus granos o de su jugo
hervido son en todo muy similares. Los que no usan ninguna de estas dos, sino sólo bebidas sin hervir, deben tomar otro tipo de precauciones un poco diferentes.
Lo que hay que hacer es, en esencia, lo siguiente:
Si la fiebre empieza cuando se está recién comido y 19
no se ha evacuado el intestino, haya dolor o no, hay que
cortar la dosis de líquido hervido hasta que se considere
que el alimento se encuentra ya en la región intestinal inferior. Si hay algún dolor, entonces hay que administrar
162
TRATADOS HIPOcRATICOS
una bebida sin hervir, la oximiel 6, caliente en invierno y
fría en verano; si se produce mucha sed, hidromiel y agua
sola. Luego, si duele o aparece algún síntoma de peligro,
y las fuerzas del enfermo lo permiten, hay que dar a beber al séptimo día la tisana hervida, en pequeñas dosis y
no muy concentrada. Cuando al enfermo recién comido
no se le consigue hacer bajar el alimento citado antes, si
está pujante en edad y fuerzas, hay que purgarle, y si está débil, administrarle un supositorio, a menos que la evacuación se produzca por si misma.
20 Desde el comienzo del proceso de la enfermedad y a
lo largo de todo él, hay un momento importante en la administración de bebidas hervidas al que hay que estar especialmente alerta: cuando los pies están fríos. Hay que
cortar en ese momento la dosis y, sobre todo, abstenerse
también de las bebidas sin hervir. Cuando el calor baje
a los pies, entonces hay que darlas.
Considerad que este momento es muy importante en
todas las enfermedades, pero más aún en las agudas y, especialmente, en las que comportan un estado febril. Hay
que administrar sobre todo la infusión de jugo de cebada
y luego la tisana, según el examen detallado de los síntomas descritos antes.
21 No está fuera de lugar que el dolor de costado, tanto
si aparece al principio como si aparece después, trate de
eliminarse primero con fomentos calientes; la más efectiva de tales aplicaciones es agua caliente en un odre, vejiga o en un recipiente de barro o bronce. Hay que poner
antes sobre el costado algo blando como lenitivo.
Es bueno también aplicar una esponja grande y blar’
da, con el agua caliente bien escurrida. Es preciso, asimismo, recubrir la parte superior de la esponja caliente, pueS
6 La oximiel es una mezcla de miel y vinagre, clasificada como
ma o bebida sin hervir. Su uso se expone ampliamente en el cap. 58.
SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
163
valdrá y se mantendrá más tiempo, además de que así se
evita que el vapor vaya a la respiración del enfermo; excepto si esto parece útil en algún sentido, pues hay veces
que por algún motivo es necesario hacerlo así. También
están la cebada y la arveja; hay que aplicarlas mezcladas
con vinagre más ácido que cuando es para beber y en bolsas hervidas. Y el salvado, de la misma manera. Las cataplasmas secas más adecuadas son las sales y el mijo tostado en bolsas de lana, pues es ligero y lenitivo.
Un tratamiento de este tipo a base de remedios emo 22
lientes, resuelve también los dolores de clavícula. La fíeboto¡~iía, sin embargo, no hace remitir el dolQr lo mismo,
a menos que no sea de clavícula. Pero si el dolor es rebelde a las cataplasmas, no hay que aplicar calor por mucho
tiempo, pues se produce la desecación pulmonar ya referida y supuración. Ahora bien, si el dolor aparece en la
clavícula, o con pesadez de brazos o alrededor de las
mamas, o sobre el diafragma, hay que hacer una flebotomía de la vena interna del codo, y no dudar en eliminar
mucha sangre hasta que fluya de un rojo más intenso, o
bien, en vez de roja y limpia, blanquecina, pues los dos
casos se dan.
En cambio, si el dolor aparece sobre el diafragma y no 23
se manifiesta en la clavícula, hay que aliviar el intestino
con eléboro negro o con euforbio. Con el eléboro negro
hay que mezclar, pastinaca, seseli, comino, anís o cualquier otra planta aromática, y con el euforbio, jugo de silfio. Estas plantas, aunquese mezclen unas con otras,
tienen unas propiedades muy semejantes. El eléboro negro es mejor y más eficaz que el euforbio, pero éste hace
evacuar mejor los gases que el eléboro. Ambos hacen cesar el dolor, aunque también otros muchos purgantes lo
mitigan, pero los más efectivos que conozco son ésos, dado que también los purgantes que se administran en las
bebidas hervidas son válidos, al menos todos tos que no
son excesivamente desagradables, bien porque amarguen,
164
TRATADOS HIPOcRÁTIcOS
o
porque produzcan alguna repugnancia, por la dosis
abundante, el color o por algún reparo que susciten.
24 Cuando se toma el remedio, hay que beber inmediatamente la tisana de cebada, y administrarla en la proporción habitual, sin aumento especial, ya que es también razonable no dar ningún líquido hervido en mitad del proceso del purgante; cuando el efecto pase, entonces el paciente debe rebajar la dosis habitual, y luego, si el dolor
ha ido cesando y nada lo contraindica, que aumente la
cantidad.
25 Mi presc¡Ipción es esta misma en el caso de que haya
que usar jugo hervido de cebada. Pues afirmo que es mucho mejor, en términos generales, empezar inmediatamente a tomar bebidas hervidas que, tras estar a dieta previamente, hacerlo al tercero, cuarto, quinto, sexto, o séptimo día; a menos, desde luego, que la enfermedad manifieste su fase crítica durante ese período. Las normas a
seguir en su preparación, son iguales a las que quedan
dichas.
26 Pues bien, tal es mi opinión sobre la toma de líquidos
hervidos. Pero también sobre las bebidas sin hervir. la que
se quiera tomar de las que voy a indicar, mi opinión es,
en general, la misma. Conozco a médicos que actúan de
la manera más opuesta a como hay que hacerlo. Pues quieren todos, tras un proceso de deshidratación de dos, tres,
o más días, al principio de la enfermedad, suministrar en
ese estado líquidos hervidos y sin hervir. Quizá les parece verosímil que, si se opera un gran cambio en el organismo, se produzca una fuerte reacción en sentido contrario.
27 El producir un cambio es un logro no desestimable. Sin
embargo, hay que efectuarlo bien y con seguridad; y, desde luego, es mejor aún la ingestión de alimentos a raíz de
él. Si el cambio no se operase de la manera adecuada, p0
dna ser muy perjudicial a quienes suelen tomar tisanas
de cebada con los granos, pero también a los que sólo toSOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
165
man bebidas sin hervir y a quienes beben únicamente la
infusión de jugo de cebada, aunque a éstos en menor
medida.
Los conocimientos adquiridos que sean útiles hay que 28
aplicarlos incluso en la dieta de los que gozan de buena
salud. Pues bien, si ya en los que están sanos un determinado tipo de dieta presenta grandes diferencias con otro
tipo, sobre todo durante los cambios, ¿cómo no va a presentarlas en las enfermedades, y las más acusadas en las
agudas?
Pero, además, es fácil comprender que una dieta de comida y bebida de mala calidad y de poca variación es en
sí misma siempre más segura para la salud, en términos
generales, que si se cambia de repente a otras cosas. Y que
tanto en los que suelen hacer dos comidas diarias, como
en los que suelen hacer una, los cambios repentinos producen daño y debilidad.
También a quienes no tienen costumbre de comer a mediodía, si lo hiciesen, el cambio les produce al momento
pesadez en todo el cuerpo, y los hace débiles, lentos y sin
fuerzas. Y si añadiesen la comida de la tarde, se les produciría ardor de estómago. A algunos, incluso, les daría
diarrea, porque, en contra de lo habitual, el intestino acostumbrado a tener intervalos de sequedad, a no llenarse
dos veces y a no digerir alimentos dos veces, se encuentra cargado.
Es útil en estos casos compensar el cambio. En efec- 29
to, es necesario que duerman tras la comida vespertina
como si fuese de noche, en invierno sin frío, y en verano
sin calor. Pero si no pueden conciliar el sueño, deben
dar un paseo largo y lento, sin pararse; no tomar por la
noche más que un poco de comida y que no les cause trastorno, y menos aun beber nada, incluso lo que no sea acuoso. Una persona en tal estado sufrirá más aún si comiese
tres veces al día hasta saciarse, y más todavía, silo hiciese más veces. No obstante, hay muchos, los que están acos-
166
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
tumbrados a ello, que desde luego llevan muy bien el hacer al día tres comidas abundantes.
30 Ahora bien, también los que tienen la costumbre de hacer dos comidas al día, si no comen a mediodía, están débiles, faltos de fuerzas, bajos de rendimiento en cualquier
actividad y con dolor de cardias. Pues tienen la sensación
de que llevan las tripas colgando, su orina es caliente y
de un tono verdoso amarillento, y los excrementos totalmente consumidos. A algunos la boca se les pone amarga, los ojos hundidos, las sienes les palpitan y las extremidades se les enfrían. La mayoría, por no hacer la comida del mediodía, no puedeh hacer la de la tarde, y si la
hacen, se les produce pesadez intestinal y duermen mucho peor que si hubieran comido antes.
31 Pues cuando esto ocurre en personas sanas por un cambio de la dieta del mediodía, es evidente la utilidad de no
aplicar ni suprimir nada contra la norma habitual.
32 Además, esta persona que toma una sola conlida al día,
en contra de su costumbre, si después de estar en ayunas
el día entero comiese en la cena la cantidad habitual, es
lógico que, si ya entonces se sentía mal y débil por estar
sin comer y luego por la tarde pesado tras haber comido,
se sienta ahora mucho más. Por supuesto que, si estuviese en ayunas un periodo todavía mayor de tiempo y comiese después de repente, la pesadez sería aún mayor.
33 Conviene que el que contra sus costumbres pasa el día
en ayunas, lo compense de la siguiente manera: que no coja frío ni calor, ni se fatigue, pues todo esto lo soportaría
mal; que haga la comida de la tarde bastante menos copiosa de lo que suele y a base de alimentos que no sean
secos, sino que contengan bastante humedad; que no beba nada acuoso ni en proporción menor a los alimentos,
y al día siguiente, comer poco al mediodía, de forma que
se llegue paulatinamente a lo habitual.
34 De todos estos enfermos, los que padecen bilis amarga en la región superior son quienes toleran peor tales
SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
167
cambios. Los afectados por flemas en las zonas superíores toleran, en general, bastante mejor el hacer dieta en
contra de sus costumbres, de forma que el comer una sola vez al día frente a su norma, podrían soportarlo más
fácilmente.
Lo expuesto es indice suficiente de que los cambios 35
muy fuertes que se producen en nuestra naturaleza y nuestros hábitos orgánicos crean muchísimas enfermedades.
Por lo tanto, no se pueden hacer ayunos severos fuera del
momento oportuno, ni aplicar nada cuando la enfermedad está en su fase más aguda y presenta inflamaciones,
ni se puede de repente cambiar todo el tratamiento en ningún sentido.
Se podrían decir también muchas otras cosas relacio 36
nadas con las anteriores sobre el aparato digestivo: por
ejemplo, lo bien que se toleran los alimentos a los que se
está acostumbrado aunque no sean buenos naturalmente, y lo mal que se admiten los que no se tiene costumbre
de tomar aunque no sean malos. Y exactamente igual, las
bebidas.
El ingerir, sin tener costumbre, mucha carne, ajo, o sil- 37
fio, sea el tallo o el jugo, o cualquier otro alimento de
este tipo que contiene fuertes propiedades particulares,
causa tantos trastornos, que uno debería extrañarse menos de que provoque más dolores intestinales que otros
alimentos.
Ahora bien, si se tuviese la información correcta, se
sabría cuántos problemas intestinales causa el comer pan
de cebada al que suele comer de trigo: hinchazón de vientre, flato, cólicos agudos, y la pesadez y alteraciones in-
testinales que producen el pan de trigo a quien habitualmente come el de cebada. Se sabría también la sed que
da el propio pan de trigo comido caliente, por lo seco que
es y lo lento de su digestión; y si se come, sin ser el hábito
alimenticio, pan de harina demasiado pura, o pan con mezcla de harina de varias clases, se sabría qué diferencia se
168
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
da entre uno y otro, y con el chusco de cebada comido
seco, o húmedo, o pegajoso, contra la costumbre, y el trastorno que causa la harina de cebada fresca a quienes no
tienen hábito de ella, y los que originan las harinas de
otras clases a quienes tienen costumbre de la fresca.
Y lo mismo, un cambio repentino en los hábitos de beber vino o agua. El beber, sin tener costumbre y de repente, vino rebajado va a causar en la región intestinal superior un estado de humedad, y en la región inferior, flato.
Y el beber vino puro, palpitaciones en las venas, dolor de
cabeza y sed. El vino blanco y el tinto, aun siendo fuertes
los dos, producen a los que alteran su uso habitual muchos trastornos en el cuerpo, de manera que uno diría que
es menos extraño que el vino dulce y el fuerte, si se cambian de repente, no causen el mismo efecto.
Hay que admitir el siguiente punto en favor de la opinión contraria: que el cambio de dieta se realiza en los casos vistos sin alteraciones somáticas de fuerza o debilidad, que precisarían aumentar la alimentación en el primer caso y suprimirla en el segundo.
38 Para emitir un diagnóstico hay que considerar, además, el tipo de cada enfermedad y su fuerza, la naturaleza del individuo y la dieta de alimentos y bebidas del enfermo. Hay que tender mucho menos a aumentar la alimentación que a suprimirla, ya que la supresión total vale, al menos, en muchos casos,. cuando el enfermo puede
resistir hasta que la enfermedad llegue a su punto culminante por un proceso de maduración ‘. Más adelante quedará expuesto en qué casos hay que actuar así.
39 Se podrían escribir también muchas otras cosas directamente relacionadas con lo que se ha dicho, pero lo que
voy a indicar, es con mucho la prueba más fehaciente.
pepanth¿i indica el momento en que se ha cumplido el proceso de
.~cocción’. (pepasmós. pépS¿S), que favorece la .crisis. de la enfermedad.
Cf. P. LAfN EslTmsLGo,La medicina hipocratíca. Madrid, 1970, págs. 211-13.
SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
169
Pues no sólo atañe a la actividad a la que he dedicado la
mayor parte de mi exposición, sino que el hecho mismo
es muy oportuno e instructivo. En los pacientes que inician un proceso agudo, se da el que unos toman alimentos el mismo día en que empieza la enfermedad, otros al
día siguiente, otros se toman la infusión que tienen a mano, y otros beben «ciceón>’’. Todo esto es más nocivo que
si siguieran otra dieta. Los errores acarrean mucho más
perjuicio en ese momento, que si los dos o tres primeros
días se hiciese una dieta absoluta, y al cuarto o quinto se
siguiese ya este régimen.
Y resulta aún más grave si, tras haber ayunado durante
esos días, se hiciese en los sucesivos la dieta aludida sin
que la enfermedad haya llegado a su fase de maduración.
Pues de esta forma se produce claramente la muerte de
la mayoría de los enfermos, a menos que la enfermedad
sea totalmente benigna. Los errores iniciales tio son tan
irreparables como éstos, sino mucho más fáciles de subsanar. Creo, pues, que la enseñanza más importante que
se puede sacar es que, no hay que privar de un determinado caldo hervido durante los primeros días a quienes poco después van a utilizarlos, o bien van a seguir una dieta
sólida.
Los que siguen tratamientos de tisana de cebada des- 40
conocen, por completo y de base, por qué las tisanas les
dañan cuando empiezan a tomarlas sin ayunar antes dos,
tres, o más días. Ni tampoco los que usan la infusión de
jugo hervido saben por qué les perjudica cuando no la empiezan a tomar de forma correcta. En cambio, lo que tratan de evitar y sí saben es que resulta muy nocivo el que
el enfermo que suele usar jugo de cebada beba, tisana antes que la enfermedad llegue a su fase de cocción.
a ~ciceón~ (kykedn): bebida que consiste en una mezcla de varios ingredientes (cebada, queso rallado, vino, acaso miel, etc.) en diversas
proporciones
170
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
41 Todo esto es prueba sólida de que los médicos no llevan bien los tratamientos de sus pacientes. Al contrario,
mandan ayunar a afectados por enfermedades que no lo
requieren cuando se va a seguir una dieta de líquidos hervidos, y en las enfermedades en que no hay que pasar del
ayuno a los líquidos, en éstas, prescriben el cambio. Y por
lo general, lo hacen justo al revés, en el momento preciso
en que, si la enfermedad está en su fase más aguda, lo que
conviene es ir pasando de líquidos hervidos al ayuno.
42 A veces estos tratamientos hacen bajar de la cabeza
sustancias crudas, y de la región torácica, sustancias biliosas. El insomnio les sobreviene a estos pacientes, y, por
ello, la enfermedad no madura. Los enfermos se ponen
irritables, deprimidos, fuera de juicio; sus ojos chispean,
sus oídos están llenos de ruidos, las extremidades se les
quedan frías, y la orina sin cocer. Los esputos son ligeros, salados, pequeños y de un color puro; les suda el cuelío, están inquietos, la respiración es intensa o demasiado profunda por las dificultades que encuentra el aire al
subir; se les frunce el ceño, les dan unos desmayos terribles, se arrancan las ropas del pecho, las manos les tiemblan y, a veces, también el labio inferior. Cuando estas cosas aparecen al principio, evidencian un delirio violento,
y, generalmente, mueren. Los que superan este estado es,
bien mediante un absceso, una hemorragia nasal, o expectorando mucho pus, no por otros medios.
43 Pues no veo siquiera que los médicos sean expertos en
cómo reconocer los diferentes estados de debilidad en las
enfermedades: la debilidad producida por el ayuno, la provocada por alguna otra irritación, o por lo penoso o agudo de una enfermedad, ni observo tampoco que tengan experiencia en cuantas afecciones y variantes de todo tipo
nuestra naturaleza y el hábito originan en cada individuo,
pese a que su conocimiento o ignorancia producen la salud o la muerte.
SOBRE LA DIETA EN LAS ENE. AGUDAS
171
Si en un estado de debilidad cuya causa es lo penoso 44
o agudo de la enfermedad se prescribe un aumento de sólidos o líquidos hervidos o sin hervir, por creer que la debilidad obedece a la dieta, el daño es mayor. Pero también
no reconocer un estado de debilidad producido por el ayuno, y forzar al paciente con la dieta, es vergonzoso. Este
error supone un riesgo, aunque menor que el otro, pero
provoca mucha más hilaridad. Pues si otro médico o profano que llega, y, tras informarse de la situación del enfermo, le prescribe beber o comer lo que el otro le prohibió, claramente se verá que su actuación le beneficia. La
gente vitupera esta manera de actuar de los profesionales prácticos, pues les parece que el médico o particular
que llega el último, por así decirlo, hace levantarse a un
muerto. Dejaré expuestos, respecto a este asunto, los indicios por los que hay que diferenciar cada caso.
Parecidas a las precisiones sobre el intestino son las 45
que voy a hacer a continuación: si el cuerpo entero reposa durante mucho tiempo sin tener costumbre de ello, no
va a quedar de inmediato fortalecido del todo. Si, tras hacer un reposo mayor aún, vuelve luego de manera brusca
a áctividades que fatigan, está claro que va a sentirse en
baja forma. Lo mismo ocurre también con cada parte del
organismo, pues a los pies y a las otras articulaciones les
pasaría igual si, al no tener hábito de realizar un esfuerzo, se ponen de repente y a ratos a realizar una actividad
que lo requiera. Los dientes, los ojos y todos los órganos
sin excepción sufrirían también eso, puesto que incluso
usar cama dura o blanda sin estar acostumbrado produce trastornos molestos, y el dormir al aire libre, cuando
no se suele hacer, endurece el cuerpo.
Bastará con dar un ejemplo de todo esto. Pongamos 46
por caso quien tiene en la pierna una úlcera, ni grave ni
benigna en exceso, ni de curación especialmente fácil o
difícil, y que este paciente desde el comienzo mismo permaneciese tumbado y sin mover para nada la pierna, tal
172
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
enfermo presentaría menor inflamación y sanaría más rápido que si, durante el periodo de tratamiento, la hubiese movido al andar. En cambio, si el quinto, sexto, o los
días posteriores quisiera levantarse y echar a andar, entonces le costaría más esfuerzo que si, desde el principio,
hubiese seguido el tratamiento andando. Si sufriese de repente mucha fatiga, le seria mucho más penoso que el fatigarse lo mismo que en esos días siguiendo aquel tratamiento. Todos estos hechos atestiguan entre sí que cualquier cambio repentino y desmesurado, sea en el sentido
que sea, es muy perjudicial.
47 Los perjuicios intestinales son mucho más serios si, en
una dieta severa de ayuno, se aumenta la alimentación por
encima de la medida apropiada. Respecto al resto del cuer~
po, 51 de repente se pasa de un estado de gran tranquili-
dad a un esfuerzo bastante considerable, se va a producir un daño mucho mayor que si se pasa de una alimentación abundante a la inanición; y, desde luego, el organismo de estos individuos necesita reposar.
Y si de un estado de gran esfuerzo se cae de pronto en
la inactividad y laxitud, también en este caso el intestino
requiere un descanso en la alimentación copiosa. De lo
contrario se produce en todo el cuerpo fatiga y pesadez.
48 La mayor parte de mi exposición está consagrada a los
cambios en sus distintos aspectos. Bueno es, desde luego, conocerlos todos, pero especialmente porque en las enfermedades agudas se pasa del ayuno a una dieta de bebidas hervidas, tema sobre el que versó mi exposición. Los
cambios hay que hacerlos como yo indico, y luego no dar
infusiones hervidas hasta que la enfermedad llegue a su
fase de cocción, o se manifieste en el intestino o los hipocondrios algún otro indice de vacio o irritación, síntomas
que ya dejaré expuestos.
49 El insomnio pertinaz dificulta la digestión de sólidos
y líquidos, y un cambio en el otro sentido produce flojedad en el cuerpo, agotamiento y pesadez de cabeza.
SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
173
Es preciso establecer cómo hay que usar en las enfer- 50
medades agudas el vino dulce y el seco, el tinto y el blanco, la hidromiel, el agua y la oximiel, señalando lo siguiente: el vino dulce es menos pesado y se sube menos a la cabeza que el seco, es más laxante para el intestino que el
otro, y provoca hinchazón del bazo e hígado. No es recomendable más que para los que sufren de bilis amarga,
pues les da sed. Produce también flato en el intestino superior, aunque desde luego al inferior no le perjudica en
proporción a los gases. Sin embargo, el flato que produce
el vino dulce no tiene casi tendencia a salir, sino que se
queda detenido alrededor del hipocondrio. Este vino dulce es también, por lo general, menos diurético que el blanco seco, pero, en cambio, favorece más que el otro la salida de esputos. Cuando da sed al beberlo, su acción expectorante es de mayor eficacia que la del blanco seco, y si
no da sed, mayor.
La mayor parte y lo sustancial de los elogios y repro- 51
ches del vino blanco seco ya quedan expuestos en la descripción detallada del vino dulce. Siempre es más beneficioso en las enfermedades agudas, por tener mayor tendencia a desplazarse a la vejiga, ser diurético y laxante.
Pues si en otras cosas es por naturaleza menos recomendable que el dulce, en cambio, la evacuación de vejiga queorigina produce un alivio si se opera como es debido. Estas buenas pruebas sobre la utilidad y perjuicio del vino,
las desconocían mis predecesores.
En las enfermedades agudas se podría usar el vino 52
blanco claro y el tinto seco para los siguientes casos: si
el vino no se ha subido a la cabeza, ni hay en ella pesadez;
si la expectoración no tiene dificultades de salida, ni hay
retención de orina, y si las heces están bastante húmedas y contienen briznas, convendría, en estos casos y otros
parecidos, beber los vinos citados y dejar de tomar el blanco. Hay también que tener en cuenta que, si está rebajado con agua, va a producir menos daño a las partes supe-
174
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
riores y a la vejiga, y si es puro, favorecerá más al intestino.
53 El beber hidromiel durante todo un proceso agudo es
menos recomendable a los que sufren de bilis amarga e
hinchazón de vísceras, que a quienes no padecen esto. Da
menos sed que el vino dulce, pues ablanda el pulmón, favorece la expectoración en medida conveniente y apacigua la tos, por contener alguna sustancia que da a los esputos la viscosidad necesaria. La hidromiel es también
bastante diurética, si no encuentra alguna dificultad en
las vísceras, y favorece la evacuación de sustancias biliosas por el aparato excretor, deposiciones que, a veces, tienen buen aspecto y, a veces, un color más oscuro de lo que
debe, apareciendo espumosas. Esto se da, sobre todo, en
los que padecen bilis e hinchazón de vísceras.
54 La hidromiel rebajada propicia la expulsión de esputos y ablanda el pulmón. La hidromiel pura favorece más
que la rebajada la evacuación de heces espumosas, más
calientes y biliosas de lo necesario. Los excrementos de
este tipo conllevan otros grandes daños, pues no calman
el dolor del hipocondrio, sino que, al contrario, lo exacerban, y ocasionan angustia y agitación de miembros, además de ulcerar el ano y el intestino. Ya dejaré escritos los
remedios contra esto.
55 Quien utiliza en estas enfermedades agudas la hidromiel sin bebidas hervidas o sin hervir, se encontraría bien
casi siempre, y mal pocas veces. Lo sustancial de a quiénes hay que darlas, a quiénes no, y por qué no hay que
hacerlo, está ya dicho.
56 La gente acusa a la hidromiel de consumir a quienes
la toman, y de ahí la creencia de que provoca rápidamen-
te la muerte. Esta opinión negativa viene de los que se dejan morir de hambre, pues algunos usan sólo la hidromiel,
y en seguida ya se le achaca esto. Pero en absoluto es así.
Al contrario, la hidromiel, si se bebe sola y no causa problemas intestinales, tiene mucha más fuerza que el agua.
SOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
175
En algunas cosas es más fuerte que un vino ligero, flojo
e inodoro, y en otras menos. Las diferencias de fuerza entre el vino y la miel pura son grandes. Si uno bebe de vino
puro doble de la cantidad de miel que ha tomado, si no
le causa problemas de vientre, la miel le fortalecerá sin
duda mucho más, pues evacuaría en abundancia. Si bebe
tisana hervida y además hidromiel, se sentirá harto en exceso, con flato y molestias en las vísceras de la zona del
hipocondrio. Si la hidromiel se toma antes de las bebidas
hervidas, no daña igual que si se bebe después; al contrario, presta una cierta utilidad.
La hidromiel cocida tiene mucho mejor aspecto que la 57
cruda, pues se pone brillante, fina, blanca y transparente. No puedo añadirle ninguna propiedad diferente a la
cruda, pues ni siquiera es más dulce aunque la miel sea
de buena calidad. Desde luego es más floja y produce menos deposiciones, aunque no necesita el apoyo de estas
propiedades. La hidromiel hay que herviría, sobre todo
si la miel es de mala calidad, impura, negra y no tiene buen
olor, pues la cocción hace desaparecer casi todos los defectos de su mal aspecto.
La bebida denominada oximiel resultará útil muchas 58
veces en esas enfermedades agudas, pues hace expectorar y respirar bien. Es oportuno usarla en los siguientes
casos: la oximiel muy ácida sería bastante efectiva contra los esputos que no suben fácilmente, ya que, al hacer
subir a los esputos que producen carraspera, lubrica y limpia la traquea como si pasase una pluma, calmaría un poco el pulmón, pues es lenitivo, y si esto ocurre, producirá
un beneficio grande. Sucede a veces que la oximiel muy
ácida no logra hacer salir los esputos, sino que los pone
pegajosos, y esto es nocivo. Especialmente sufren esto los
que por otros motivos también están en trance de muerte, y no pueden toser, ni expeler los esputos que tienen
dentro. En estos casos también hay que tener en cuenta
la fuerza del enfermo, y, si hay esperanza, dársela. Y si
176
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
se le da la oximiel, hay que administrársela templada, en
pequeña dosis y poco a pOCG.
59 La oximiel poco ácida humedece la boca y la faringe,
hace salir los esputos y no da sed. Es buena para el hipocondrio y las vísceras próximas. Dificulta la acción nociva
de la miel al equilibrar las sustancias biliosas que contiene, hace expulsar los gases, estimula la orina y produce
briznas en los excrementos. A veces sucede que en estas
enfermedades agudas esto es perjudicial, sobre todo porque dificulta el paso del aire y lo hace retroceder. Puede
también debilitar y enfriar las extremidades, y éste es el
único problema digno de mención que la oximiel puede
producir.
60 La oximiel hay que beberla de noche, en cantidad pequeña, en ayunas y antes de una bebida hervida, aunque
nada impide tomarla mucho después. No es conveniente
que usen oximiel sola los que siguen únicamente una dieta a base de líquidos sin hervir. El motivo es el siguiente:
ante todo, las úlceras e irritaciones intestinales, pues al
estar en ayunas, la oximiel agravaría el estreñimiento que
hay, y depués, porque quitaría a la hidromiel su fuerza.
Si parece que es útil administrar oximiel en grandes dosis a lo largo de toda la enfermedad, hay que poner poco
vinagre, lo preciso para que se note el sabor; pues, de esta manera, los efectos nocivos perjudicarían muy poco y
los efectos beneficiosos prestarían la utilidad que deben.
61 Para resumir, la ácidez del vtnagre es más útil a los
que sufren de bilis amarga que a quienes padecen de bilis negra, pues disuelve los humores amargos y transforma en flemas los humores haciéndolos subir; los humores negros en cambio, los fermenta, los desplaza hacia arriba y los multiplica, pues el vinagre favorece la expulsión
de bilis negras. En general, daña más a las mujeres que
a los hombres, pues produce dolores de matriz.
62 No puedo decir nigún otro efecto que obre el agua en
estas enfermedades agudas. Pues no mitiga la tos, ni haSOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
177
ce expectorar a los enfermos de perineumonía; al contrario, si se usa durante toda la enfermedad, su acción es menor que la de otras bebidas, pues provoca cierto flujo. Sin
embargo, si además se toma un poco de agua entre la oximiel y la hidromiel, favorece la expectoración por el cambio de propiedades de las bebidas, pues provoca un cierto flujo. Pero si se usa de otra manera, ni siquiera calma
la sed, sino que la estimula, pues el agua es biliosa para
una naturaleza biliosa, y nociva para el hipocondrio. Pe-
ro si se toma en un estado de vacio total, es cuando más
dañina, biliosa y extenuante resulta. Además, también hincha el higado y el bazo cuando ya están inflamados, se
mantiene flotando y no baja; pues, como es un poco fría y
no se digiere con facilidad, sigue un curso lento, y no es
laxante ni diurética. Y perjudica también porque por naturaleza produce estreñimiento. Y si se toma cuando los
pies están fríos, cualquier trastorno que origine de todos éstos perjudica muchísimo más. Ahora bien, si además se toma un poco de agua entre la oximiel y la hidromiel, favorece la expectoración por el cambio de propiedades de las bebidas, pues provoca un cierto flujo.
Sin embargo, cuando en estas enfermedades agudas se 63
piensa que el vino se sube a la cabeza, o produce en ella
mucha pesadez, hay que retirarlo. En tales casos hay que
usar agua o bebidas acuosas, y dar vino blanco totalmente rebajado y sin nada de olor, y después de beberlo, dar
un poco de agua, pues así el vino se subiría menos a la
cabeza y trastornaría menos el juicio. Los casos en que
hay que usar especialmente agua, cuándo hay que hacerlo en cantidad o con moderación, y cuándo caliente o fría,
unos ya quedaron dichos antes, y los otros se dirán en su
momento oportuno.
Según esto, también sobre las otras bebidas, por ejem- 64
Pío las que se hacen de cebada, de hierbas, de uvas secas,
de orujo, de trigo, de alazor, de mirto, de granada y de
otras cosas, y sobre el momento oportuno de tomarlas, ya
178
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
quedará dicho en la enfermedad en cuestión, e igualmente lo de los remedios compuestos.
65 A muchos de los enfermos que toman baños, lo hagan
de forma continua o no, eso puede beneficiarles. Pero ocurre que algunas veces hay que recomendarlos menos, porque en pocas casas la gente dispone de las condiciones,
medios y personas como es debido. Y si el baño no se toma en óptimas condiciones, sería muy perjudicial. Pues
se requiere una habitación sin humos, agua abundante, y
meterse varias veces pero sin demasiada brusquedad, a
no ser que se necesite así. Y lo más importante, no hm1
piarse friccionando, y si se hace, utilizar agua caliente y
una cantidad mucho mayor de lo que se suele usar con•
jabón, y verter mucha durante la limpieza y después de
ella.
Es preciso también que la bañera esté cerca, y que se
pueda entrar y salir de ella con facilidad; quien se baña
debe estar tranquilo, en silencio y sin hacer nada, que le
froten y le echen el agua otros. Se necesita tener preparada mucha agua templada y echársela rápidamente por encima. Hay que usar esponja en vez de cepillo y dar en el
cuerpo aceite antes de que se seque. La cabeza sin embargo, hay que secarla en seguida con una esponja escurrida, y no dejar que se enfríen ni ella, ni las extremidades,
ni el resto del cuerpo. No hay que bañarse estando recién
comido o cuando se acaba de beber líquido hervido, ni
tampoco comer ni beber nada inmediatamente después.
66 Hay que consertírselos al enfermo en gran medida, si
goza de buena salud, si le gustan mucho los baños y está
acostumbrado a tomarlos. Pues los enfermos que los piden, se sienten bien después ellos, y mal si no se bañan.
En general, va mejor a la perineumonía que al causón.
Pues el baño mitiga el dolor de costado, de pecho y de la
zona dorsal, cuece los esputos, los hace salir, favorece la
respiración y no fatiga. Suaviza las articulaciones y la epiSOBRE LA DIETA EN LAS ENF. AGUDAS
179
dermis, es diurético, quita la pesadez de cabeza y humedece la nariz.
estos son los efectos positivos que procura el baño, y 67
todos ellos necesarios. Si embargo, si hay alguna deficiencia en la preparación de uno o de varios requisitos, se corre el riesgo de que el baño no beneficie, sino que perjudique. Pues cualquier pormenor que los servidores no preparen como es debido produce mucho daño. Es muy poco oportuno que se bañen quienes, en estas enfermedades, tienen el intestino más húmedo de lo debido, y muy
inoportuno también para los que padecen un estreñimiento más fuerte de lo que conviene y no han evacuado antes. Tampoco tienen que bañarse los que están débiles,
sienten náuseas o vómitos, quienes vomitan bilis y tienen
hemorragias nasales, excepto si el flujo es menor de lo debido; y ya se sabe qué es lo debido en estos casos. Si es
así, hay que bañarles sólo la cabeza, o el cuerpo entero,
si es útil en otros aspectos.
Si los preparativos están bien hechos y el paciente es- 68
tá dispuesto a recibir el baño, hay que bañarlo todos los
días. A los que les gusta bañarse, nada les perjudicaría ni
que lo hiciesen dos veces al día. Los baños pueden tomarlos mucho más los que usan la tisana de cebada en granos que los que utilizan sólo su jugo hervido, aunque tam-
bién éstos pueden hacerlo a veces. En cambio, a los que
toman sólo bebidas casi nunca les conviene bañarse; sin
embargo, hay veces que pueden hacerlo. Es preciso que,
por las razones que quedan expuestas, se conjeture a qué
enfermos va a serles útil el baño en cada tipo de dieta, y
a qué enfermos no. Pues a los que necesitan alguno de
cuantos beneficios opera el baño, hay que bañarlos por
cuanto le sacan provecho; y a los que no necesitan ninguno de ellos y hay, además, algún indicio de que el baño
no les conviene, no bañarlos.
j
SOBRE LA DIETA
LIBRO 1
Si yo considerara que alguno de quienes me han pre- 1
cedido en escribir acerca de la dieta humana adecuada
a la salud había expuesto en sus escritos, en conjunto
y en detalle, conociéndolo correctamente, cuanto le es
posible abarcar a la inteligencia humana, a mí me bastaría, tras el trabajo realizado por otros, con reconocer
lo que es atinado y valerme de estos resultados en la
medida en que cada uno de ellos me pareciera ser útil.
Ahora bien, son muchos los que ya han escrito sobre
estos temas’, pero ninguno aún supo bien cómo debían tratarse por escrito. Unos acertaron en un punLa insistencia en que muchos ya han escrito o compuesto tratados sobre el tema —ya que el verbo repetido varias veces por el
autor, syngrdph6. puede tener en la época este preciso sentido— resalta que la literatura sobre dietética era abundante a comienzos del
s.
iv a. C. (si aceptamos la fecha más habitualmente admitida para
este tratado). En el CH nos quedan unas pocas muestras de ésta, en
Sobre la dieta en los enfermedades agudas, Sobre la dieta saludable,
y en Sobre las afecciones (caps. 3941). No solo médicos, sino también
preparadores de gimnastas estaban muy interesados por el tema, tal
era el caso de un Herodico de Selimbria. La postura que nuestro escritor adopta frente a sus predecesores le caracteriza como un ecléctico
consciente y crítico, que presume de culminar con su obra de conjunto
y su visión amplia una tarea tradicional, cf. W. D. SMITH, .The Developmení of Classical Dietetic Theory~, en Hippocra¡ica. Paris, 1980, páginas 439-448.
182
TRATADOS HIPOCRATICO5
to, otros en otro; pero en el conjunto todavía no lo hizo
ninguno de mis predecesores. No obstante, no es justo
hacerte reproches a ninguno de ellos por no haber podido completar sus descubrimientos; más bien hay que
elogiarlos a todos por haber emprendido tal investigacion.
Con que no vengo dispuesto a censurar lo que no
se ha dicho acertadamente, sino que mi intención es confirmar con mi asentimiento lo que está bien entendido.
Porque todo cuanto mis predecesores han expuesto acertadamente no me es posible describirlo de manera diferente si lo describo correctamente. En cuanto a lo que
han escrito de modo equivocado, con sólo rechazarlo
y decir que no es así, nada concluiré. Con exponer lo
que me parece acertado en cada tema dejaré claro cuál
es mi propósito.
Y hago estas observaciones iniciales por la razon siguiente: que la mayoría de la gente, una vez que han
oído al primero que dio explicaciones sobre algo, no
aguardan a los que luego comentan sobre el tema, sin
advertir que es propio del mismo proceso intelectual 2
reconocer lo dicho acertadamente y descubrir lo que
aún no estaba enunciado.
Yo pues, como dije, confirmaré con mi aprobación
lo que esté expuesto acertadamente, y en cuanto a lo
dicho inexactamente mostraré cómo es en realidad. Y
todo aquello que ninguno de los anteriores intentó explicar, yo indicaré también cómo se presenta.
2 La oración es muy interesante y merece ser citada en griego:
ou gignóskontes hóti t¿s aulés esti dianoí¿s gnónai ¡a orthós eir~ména,
exeurein te la m¿pd eir~mena. Traduzco dianola por .proceso intelectual., como hace R. Joly.
El autor insiste, con varios verbos, en la importancia de su aportación: de un lado confirmará lo dicho, de otro mostrará algo nuevo
y dará su demostración (egO... prosomolog~sO. d~lOs6..., cgt epidCI.zL~)
Todo este prólogo está muy cuidado; en cambio, el párrafo final de
SOBRE LA DIETA
183
Afirmo que quien pretende componer acertadamen- 2
te un escrito sobre la dieta humana debe, antes que nada, reconocer y discernir la naturaleza del hombre en
general; conocer de qué partes está compuesto desde
su origen y distinguir de qué elementos está dominado.
Pues si no reconoce la composición fundamental, será
incapaz de conocer lo que de ella se deriva. Y si no discierne qué es lo dominante en el cuerpo, no será capaz
de procurarle lo conveniente al ser humano ~. Por tanto, esa debe conocerlo el autor de tal escrito y, juntamente con ello, la cualidad de todos los alimentos y
las bebidas con las que nes mantenemos, qué propiedad tiene cada uno, tanto si proviene de su misma naturaleza, como si es debida a la ocasión forzada y a la
técnica del hombre. Pues es preciso saber cómo hay que
disminuir la influencia de las cosas que son fuertes por
su naturaleza y cómo hay que potenciar el vigor de las
la obra, en que vuelve a insistir en su aportación, parece un tanto
apresurado.
Este párrafo en que se sostiene que, para escribir de dietética,
hay que conocer y discernir previamente la naturaleza del hombre en
general (próton mén pantós physin anzhrópou gnónai kai diagnónai)
ha sido objeto de múltiple atención, por su afirmación de un fundamento filosófico y por su cercanía a la alusión platónica al método
hipocrático en un famoso pasaje del Fedro platónico.
Traduzco aquí dynamis por .cualidad., mientras que m~s adelante utilizo también el término .influencia.. Me parece imposible recoger en un solo vocablo la amplitud semántica del término griego;
del mismo modo que resulta imposible recoger siempre su relación
con djynamai .poder.. La traducción del término por .potencia~. como
en los textos aristotélicos, resultaría impropia; d9namis se hace un
término técnico más preciso en la filosofía de Aristóteles; pero ya en
los textos hipocráticos tiene una notable importancia como categoría
fundamental y concepto general; así, p. ej., podemos recordar sus usos
en Sobre la medicina antigua. Para más detalles, cf. H. W. MILLER .The
concept of Dynamis in De vicíu*, Trans. Amer. Philol. Assoc., 90 (1959),
147-64, y G. PLAMBÓCK, Dynamis im Corpus Hippocraricum, Mainz, 1964.
184
TRATADOS HIPOCRATICOS
débiles, por medio de la técnica, cuando quiera que se
presente el momento oportuno para lo uno y lo otro.
Los que ya conocen lo dicho ahora todavía no poseen con ello el tratamiento completo para medicar al
hombre, ya que no puede el ser humano mantenerse sano sólo comiendo, sino que tiene además que practicar
ejercicios. Pues presentan influencias opuestas entre sí
comidas y ejercicios, pero se complementan con vistas
a la salud. Porque los ejercicios - físicos producen naturalmente un gasto de lo acumulado, mientras que los
alimentos y bebidas restauran lo vaciado ~
Conviene, según está admitido, discernir la influencia de los ejercicios físicos, tanto de los naturales como
de los violentos, y cuáles de ellos proporcionan un
aumento de las carnes y cuáles una disminución; y no
sólo esto, sino además las relaciones convenientes de
los ejercicios con respecto a la cantidad de alimentos,
la naturaleza de los individuos, y las edades de los cuerpos, y su adecuación a las estaciones del año, a las variaciones de los vientos y a las situaciones de las localidades en que se habita, y la constitución del año. Hay
6 La relación entre ejercicios (pónoi) y comidas (sita) y bebidas
(poid) es uno de los ejes sobre los que pivota todo el tratamiento dietético. La consideración de las dyndmeis de alimentos y ejercicios en
contraposición ocupa la mayor parte de los libros II y III. La descomposición del equilibrio saludable entre unos y otros es la causa de
las enfermedades, que pueden curarse mediarte un apropiado régimen dietético- Aquí aparecen los conceptos un tanto elementales de
<gasto. y de <repleción del vacio, en los que se funda la explicación
de los procesos fisiológicos básicos en la dieta. La oración alude, pues.
a los procesos de kenósis y de pl¿rósis que constituyen el movimiento
alternado en el que se basa el funcionamiento saludable del cuerpo,
siempre que se da la proporción justa de uno y otro (tas symmetflas
rón pón~n pros ¡o pléihos tón s¡Wn). Pónoi lo traducimos por <ejerci-
cios físicos.; pero pónos en griego supone siempre la noción de un
esfuerzo considerable, fatigoso Ponoi ,nen gar pephykasi analósai ¡¿1
hyparchonta sí ta de kai pota ekpl~rósai ¡a kenó¡hen ¡a. así se enuncia
este postulado básico.
SOBRE LA DIETA
185
que conocer las salidas y las puestas del sol, de modo
que se sepa prevenir los cambios y los excesos de las
comidas y bebidas, de los vientos y del universo ente•
7
ro , de todo lo que, ciertamente, les vienen a los se~
res humanos las enfermedades.
Y con haber analizado todo eso aún no queda completa la investigación. Si, además de esto, pudiera hallarse, en cada caso, la proporción de alimentos y el
número ajustado de ejercicios que no ofrecieran un desequilibrio ni por exceso ni por defecto, así se descubriría de manera exacta la salud para los individuos. Aliora bien, mientras que todo lo dicho anteriormente está
investigado y descubierto, tal como es, esto es imposible descubrirlo.
Cuando uno está presente y puede observar a un
hombre que en el gimnasio se desviste y realiza sus ejercicios físicos, puede conocerlo de forma que puede mantenerlo sano, privándole de algunas cosas y complementando su dieta con otras. Pero si uno no esta presente,
le resulta imposible prescribir con exactitud alimen-.
La importancia de los factores meteorológicos, como los cambios de estación, orientación de los lugares, los diversos vientos y climas, etc., es algo que el médico hipocrático suele tener en cuenta; ver,
p.
ej., Sobre los aires, aguos y lugares, en general, o Sobre la dieta
en las enf. agudos, caps. 28, 35, 45-8. La expresión ¡oa~ hólou kósmou
<del universo entero. no parece tener aquí un significado preciso (como más tarde, en cap. 10), sino tan sólo un sentido vago y general,
refiriéndose a ‘todo el ambiente., las circunstancias en las que se produce la enfermedad.
La exactitud, aknbeia, es algo imposible en un terreno como
éste, donde la ciencia está siempre referida a un conocimiento de lo
individual. La teoría no es, por si misma, suficiente, de modo que el
análisis de lo general no conduce a una investigación completa o autosuficiente (Tad¡a de pdnía diagndnti oupO auulr&zes 10 heúr¿m¡1 estin).
Es un tema que ya está advertido en Sobre la medicina antigua 9 y
12. En cuanto ¡echni, la medicina no alcanza una exactitud absoluta,
sino que está limitada por su propio objeto. <Con exactitud., es akribeian, sólo puede actuar el médico en casos concretos; las prescripciones generales tienen una limitada imprecisión.
186
TRATADOS HIPOcRÁTIcOS
tos y ejercicios. Por otra parte si, aunque sea en muy
pequeña dosis, los unos resultan inferiores a los otros,
forzoso será que con el paso del tiempo el cuerpo se
vea vencido por el exceso y caiga enfermo. Así que con
esto queda dicho lo que me parece que es posible investigar.
Mis predecesores, en efecto, han emprendido la investigación hasta este punto, pero ni siquiera estas cosas las han enunciado correctamente. En cambio, yo las
he expuesto hasta el fondo, y además he descubierto
el diagnóstico previo ~, que indica antes de que el individuo caiga enfermo por efectos del exceso en qué sentido se producirá el desequilibrio. Porque las enferme.
dades no les atacan a los hombres de improviso, sino
que se incuban poco a poco para declararse luego de
golpe O, Yo he descubierto a fondo lo que sufren los
pacientes y cómo hay que recompensar esto para recobrar la salud, antes de que lo sano en el hombre sea
derrotado por lo enfermo. Con que se añada esto a lo
ya escrito concluye la tarea objeto de mis propósitos.
3 Los seres vivos, tanto el hombre como todos los
demás, están constituidos por dos elementos, diferentes
El concepto de prodiagn.~sis es el descubrimiento fundamental,
el <hallazgo”. heur~ma, del autor de este tratado, y en éste asienta
su orgullo como investigador. A diferencia del pronóstico. tal como
se delimita en el tratado de ese nombre, esta prodidgn~sis o <diagnósticoprevio” se orienta no a definir la dolencia mediante una atención
al curso de la misma, sino a prevenirla y evitarla. Tenemos aquí el
concepto de un tratamiento preventivo, que trata de evitar la enfermedad buscando recobrar el equilibrio perdido a partir de los síntomas
iniciales de la misma, sin permitirle un pleno desarrollo. Mantener
la salud, amenazada por un exceso, es el objetivo: proka¡alambdnein
¡~n hvgieian, como dirá luego; para ello hay que estar prevenido mediante un saber de la dieta conveniente.
LO Alía ka¡a mik ron syllegomenai a¡hroos ekpha¡nontai (hai noI2soi,i. Este desarrollo latente de las enfermedades es lo que hace posible
la actuación presentiva subsiguiente a la prodiágnósis, que opera sobre los primeros indicios o síntomas del mismo, como base semióticaSOBRE LA DIETA
187
en cuanto a su propiedad esencial, pero complementa-
rios en su funcionamiento “: fuego y agua. Ambos
aunados son autosuficientes frente a todos los demás
y para sí mismos; pero cada uno por si, separadamente,
no lo es ni para si mismo ni ante ningún otro.
En cuanto a su propiedad natural cada uno posee
esto: el fuego puede moverlo todo en cualquier circunstancia y el agua nutrirlo todo en cualquier caso I2~ A
su vez, por turnos, cada uno domina y es dominado hasta lo más amplio y lo mínimo en lo posible. Porque ninguno puede imponer su dominio totalmente por la razón siguiente: al fuego, al avanzar sobre lo último del
agua le falta la nutrición; de modo que se retira adonde
encuentra de qué nutrirse; y al agua, al avanzar sobre
lo último del fuego, le falta movimiento, con que en eso
se detiene, y cuando se detiene ya no es potente, sino
que ya se consume en alimento del fuego que la ataca.
Por eso ninguno de los dos puede imponer su dominio de un modo absoluto. Si alguna véz quedara vencido cualquiera, el que fuera, de los dos, nada de lo que
existe seria tal cual es ahora; pero mientras sea así, los
seres continuarán siempre siendo los mismos, y ninguno de estos principios ni ambos a la par se extinguirán.
Diaphóroin ¡~n d~namin, symphóroin tÉn chr¿sin, que podríamos verter como <divergentes por su cualidad, convergentes por su
utilidad., si quisiéramos conservar algo del juego de palabras, buscado por el autor. En su funcionamiento, los dos elementos, pontrapuestos polarmente. originan una tensión que es armónica y vital, muy
de acuerdo con las teorías de ciertos filósofos presocráticos.
~
La actuación contrapuesta del fuego y del agua como principios cósmicos fundamentales (aunque derivados del aire) la expuso Arquelao, discipulo ateniense de ANAXÁGORAS (cf. KIRK-RAVEN, Los filósolos presocrd¡icos, trad. esp’. J. GAEcLA FERNÁNDEZ, Madrid, 1969, páginas 551 y sigs.), y también Hipón de Regio (ibid., pág. 131). Que el
agua es nutrición para el fuego se dice también en Sobre los carnes,
cap. 6, y en Acerca del alma de ARISTÓTELES (II 4, 8, 416a), y es negado
en Sobre las enfermedades IV.
188
TRATADOS HIPocRÁTICOS
De modo que el fuego y el agua, como dejo dicho, son
autosuficientes en todo y para todo igualmente para un
máximo y un mínimo.
4 A cada uno de ellos, respectivamente, se le asocian
estas cualidades: al fuego lo cálido y lo seco; al agua
lo frío y lo húmedo. Pero cada uno retiene algo del otro:
el fuego del agua lo húmedo; pues existe humedad en
el fuego; y el agua del fuego lo seco; pues hay sequedad
en el agua ~ Siendo así estos principios, de uno y otro
se segregan muchas y varias formas, tanto de simientes
como de seres vivos, que no son nada semejantes entre
sí ni en su aspecto ni en su modo de actuar. Porque
como los elementos no se fijan jamás en un mismo punto, sino que continuamente están mudándose hacia esto
y lo otro, por necesidad resultan distintos los seres que
se originan segregándose de ellos.
En realidad nada perece de todas las cosas ni nada
nace que ya antes no existiera ~ Sólo varian <los
seres> combinándose y disgregándose. Pero los humanos estiman que lo que crece viene a nacer desde el Hades a la luz, y que lo que mengua desde la luz al Hades
perece. Pues clan más crédito a sus ojos que a su entendimiento, cuando no son capaces siquiera de juzgar sobre lo visible. Yo en cambio explico estas cosas de acuerdo con la razón O, Seres vivos, en efecto, los hay tanto
~3 Las cuatro cualidades fundamentales se encuentran ya en la
teoría cosmológica de Empédocles; pero la presencia de cualidades
diversas en los elementos contrapuestos puede relacionarse con la concepción anaxagorea de la materia, quizás a través de Arquelao. (Cf.
R. Joiv, Recherches sur le trair~ pseudo-hippocratique Du r~gime. PSris, 1961. pág. 21.)
14 Esta sentencia y las siguientes parecen ecos de las teorías de
EMPÉDOCLES (frs. 9, 17) y de ANAXÁGORAS (frs. 17 y 21), especialmente
de éste.
lO Aqui tenemos la oposición entre lo ,~visible’., té horeámefla, y
lo que se juzga por la .razón., gn6m¿, que es característica de algunos
pensadorcs presocráticos, pero que resulta menos usual en un médico.
SOBRE LA DIETA
189
aquí como allí. Y no es posible que algo, si está vivo,
muera a no ser junto con todo. ¿ Pues adónde irá a morir? Ni tampoco que lo que no existe se origine, pues
¿de dónde vendría a existir? Lo que sucede es que todo
aumenta y disminuye hasta el máximo y el mínimo de
sus posibilidades.
Lo que en mi charla llamo <nacer» o <perecer. lo
describo así de acuerdo con la gente, pero aclaro que
se trata de que eso se mezcla y se disgrega. Lo que sucede es de este modo: nacer y perecer es lo mismo; mezclarse y disgregarse, lo mismo; aumentar y disminuir,
lo mismo; nacer y mezcíarse, lo mismo; morir y sepa-
rarse, lo mismo; cada ser frente a todos y todos frente
a cada uno, lo mismo, y nada de todo ello es lo mismo.
Pues la convención es contraria a la naturaleza respecto de todo esto.
Todas las cosas, divinas y humanas, se mueven cam- 5
biando arriba y abajo. El día y la noche se mueven hasta un máximo y un mínimo. Como la luna va hasta un
máximo y un mínimo, asaltos del fuego y del agua, así
también el sol va hasta lo más largo y lo más breve,
y todo es lo mismo y no lo mismo. Luz para Zeus, oscuridad para Hades; luz para Hades, oscuridad para Zeus;
lo de allí viene aquí, y lo de aquí va allá; en cualquier
época, en cualquier lugar contrarrestan aquellas cosas
la función de éstas y, a la par, éstas de aquí la de aquéllas.
Pero <los hombres> no saben lo que hacen, mientras
que creen saber lo que no hacen, y desconocen lo que
ven. Sin embargo todo les sucede por una divina necesidad, tanto lo que quieren como lo que no quieren. Al
Este uso de gndma .razón., es interesante, y se da en otros pasajes.
En las lineas siguientes se detecta un cierto «pastiche. del estilo de
Haráclito en las contraposiciones y antítesis. Sin embargo, como indica Joly, la influencia anaxagórea es más profunda que la del efesio
(cf. Jo¡.y, Recherches..., págs. 21.26).
190
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
presentarse acá las cosas de allá, y al ir allí las de aquí,
mezclándose unas con otras, cada una cumple el destino asignado, en su aumento y su disminución. A todas
les viene la destrucción, a unas de otras, a lo mayor
de lo menor y a lo menor de lo mayor; y se desarrolla
lo mayor a partir de lo menor, y lo menor a partir de
lo mayor.
6 Todas las. cosas, así el alma del hombre, y el cuerpo igual que el alma, están implicadas en un orden ~
En el ser humano se introducen partes de partes, conjuntos de conjuntos, que presentan una combinación de
fuego y de agua, los unos para tomar, los otros para
dar. Los que toman causan disminución, los que dan
aumentan. Unos hombres sierran un madero: el uno empuja, el otro tira. Hacen lo mismo, disminuyendo aumentan I7~ Tal es la naturaleza del hombre: lo uno empuja,
lo otro tira; lo uno da, lo otro recibe; y a lo uno se lo
da y a lo otro se lo toma; y le da a esto tanto más y
le toma a esto tanto menos. Cada parte conserva su espacio propio; las unas, al disminuir, se separan yendo
a ocupar un espacio menor; las otras, al progresar hacia lo mayor, se mezclan y pasan a una disposición superior. Las partículas extrañas, heterogéneas, son expulsadas de un lugar que les es ajeno.
‘~ De esta oración: Té de díla pánta, kaí pysch~ an¡hrdpou kal sOma hoko fon he psych~. diakosmeftai, se han dado varias interpretaciones. Me parece que hay aquí una huella de las teorías de Anaxágoras
acerca del orden impuesto sobre el mezcíarse y disgregarse de los elementos radicales en las cosas. Pánta d¡ekosmlse notas dice el filósofo
en su amplio fr. 12, que explica ese orden cósmico por la acción de
la Mente, noús, que, en cambio, queda sin mencionar en nuestro texto,
silencio que me parece significativo. Al autor de Sobre la dieta sólo
le interesa resaltar que hay un orden natural, no quién fue el ordenador del mismo.
~
La imagen de los dos trabajadores con la sierra, en una acción
aparentemente opuesta pero concorde. le habria gustado. sin duda,
a HERÁcLITo (cf. sus frs. 59 y 60). Otras dos veces, en los caps- 7 y
16, repite nuestro autor el ejemplo.
1
SOBRE LA DIETA
191
Cada alma, que tiene sus partes mayores y menores,
circula por sus propias partículas, sin necesitar de la
adición o de la supresión de partes, sino que tan sólo
requiere un espacio de acuerdo con el aumento y la disminución de sus componentes; cumple sus funciones en
cualquier espacio al que llega y acoge lo que le sobreviene ‘~. Lo que no es del mismo género no puede quedarse en lugares que le son inconvenientes, y así vaga
sin rumbo y al azar; en cambio los elementos que se
juntan unos a otros conocen a qué se agregan; porque
se agrega lo conveniente con lo conveniente, mientras
que lo inconveniente guerrea y combate y se distancia
lo uno de lo otro. Por eso el alma del hombre crece
en el ser humano y en ningún otro más; y del mismo
modo ocurre en los demás grandes animales. Cuando
sucede de otro modo, se producen separaciones violentas de lo demás ‘~
Ahora voy a dejar de tratar de los demás seres vi- 7
vos, y me explicaré acerca ,del hombre. Pues bien, en
el ser humano penetra un alma que contiene una combinación de fuego y agua, y es una parte del cuerpo
humano 20~ Sus partes, tanto masculinas como femeninas, se forman muchas y variadas, y aumentan con el
~ La concepción del ‘alma. (psychE~ es claramente materialista.
Principio de vida que impregna, podríamos decir, el cuerpo animándo-
lo, necesita un espacio adecuado en un cuerpo adecuado. Hay algo
universal en el alma, pero hay algo específico en cada una, es decir,
cada tipo de alma corresponde a una especie animal.
19 Sobre la influencia de Anaxágoras. cf. JoLX, Recherches..., pá•
ginas 26-35, y C. W. MOLLaR, Gleiches zum Gleichem, Wiesbaden, 1965,
págs. 122-26.
•
20 En estos párr;fos la concepción de la psych¿ como spérma se
nos presenta de un modo muy rápido. Probablemente la idea era conocida. Había sido mantenida por Hipón de Regio, según apunta MosTOTELEs (en Acerca del alma 1 405 b), y la recoge también PLATÓN en un
pasaje del Tímeo 73b-c. Para mayores explicaciones sobre esta concepción embriológica, véase JoLY, op. cit., págs. 29 y sigs.
192
y
TRATADOS HIPocRÁTIcOs
régimen de vida adecuado al hombre. Forzoso es que
las partes del hombre contengan todos sus constituyentes, pues de aquel que no hubiera desde un principio
una partícula no podría desarrollarse ni recibir nutrición, sea mucha o poca, ya que carecería de base para
su posterior crecimiento.
Conteniéndolos todos, cada parte crece en su propio
espacio, recibiendo la nutrición que proviene de un agua
seca y de fuego húmedo, introduciéndose algunos elementos a la fuerza y expulsando otros. Del mismo modo que los carpiI~tcros sierran un madero, el uno tira
y el otro empuja, y hacen lo mismo; y al presionar hacia abajo se desliza hacia arriba, ya que no admitiría
bajar fuera de su momento, y si se lo fuerza todo se
estropea. Así la nutrición humana: lo uno tira, lo otro
empuja; forzando hacia adentro sale afuera, y si se hace violencia a contratiempo todo va al traste.
8 Cada parte mantiene su propia disposición durante
tanto tiempo como,su espacio lo admite, y cuando ya
no y tampoco recibe suficiente nutrición para el desarrollo máximo de sus posibilidades, entonces cambia a
un espacio más amplio, tanto las partes femeninas como las masculinas, impulsadas del mismo modo por
fuerza y necesidad- Las que primero cumplen el destino
asignado, éstas se separan primero, y al mismo tiempo
se combinan unas con otras. Pues cada parte primero
se separa, y luego se combina de nueve.
Una vez que han cambiado de lugar y consiguen insertarse en un sistema armonizado según relaciones musicales exactas, en el que aparecen las tres consonan-
cias, cuarta, quinta y octava, viven y se desarrollan con
los mismos ingredientes que antes. Pero si no consiguen
alcanzar este acuerdo armónico, y no resultan acordados los graves con los agudos en el primer intervalo
o en el segundo o en la octava, si un solo tono falla,
todo el acorde queda malogrado, como que no podría
—u
SOBRE LA DIETA
193
servir de acompañamiento al canto 2I~ Entonces cambian de lo mayor a lo menor antes del momento asignado, porque desconocen lo que hacen.
Acerca de machos y hembras, de por qué nacen unos 9
y otras daré mis explicaciones al avanzar el escrito. Pero cualquiera que sea el sexo de la parte que avanza
y consigue la armonía, ésta se mueve, siendo húmeda,
por efecto del fuego. Al moverse se inflama y consigue
su nutrición de los alimentos y del aire respirado que
penetran en la mujer; así al comienzo en todo igualmente, en tanto que es algo tierno. Pero por efecto del movimiento y del fuego se seca y se solidifica; y al solidificarse se endurece en toda su superficie. Entonces el
fuego, que queda encapsulado, ya no puede obtener suficiente nutrición ni expulsa el aire interno a causa de
la dureza de la capa envolvente. De modo que consume
la humedad del interior.
En cuanto a las partes duras y secas por naturaleza
en el organismo, éstas no se consumen en nutrición del
fuego, sino que se hacen más sólidas y se quedan compactas al faltarles la humedad, y son las que se denominan huesos y tendones. El fuego, a partir de la humedad combinada y agitada por él, organiza el cuerpo de
acuerdo con la naturaleza y según el destino asignado
de este modo: a través de las partes duras y secas no
pueden forjarse pasajes duraderos, porque ahí no obtiene nutrición, lo que sí puede en las partes húmedas y
blandas, ya que éstas le sirven de sustento. Pero también en éstas hay una sequedad que no es consumida
por el fuego, y estas partes se cohesionan unas con otras.
El fuego que está encerrado en lo más dentro es el
más abundante y consigue hacerse una salida más amplia, porque lo húmedo era por allí más abundante, y
~
Es muy probable la inspiración pitagórica en este pasaje sobre la proporción armónica del alma; acaso a través de Filolao.
y
194
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
eso es lo que llamamos «vientre» 22• De alh salió hacia
afuera, una vez que se encontró falto de alimento, y se
fabricó conductos para el aire respirado y la obtención
y distribución de los alimentos. La parte encerrada, que
era la más húmeda del fuego, produjo en esos espacios
interiores del resto del cuerpo tres conductos, que son
lo que se llaman «venas cavas». Y entre éstas, lo que
resta del agua se concentra y se densifica sólidamente
23
en lo que se llaman las «carnes»
10 En resumen, el fuego todo lo ha organizado por si
mismo en el interior del cuerpo, a imitación del universo, acordando lo pequeño con lo grande y lo grande con
lo pequeño 24, La cavidad estomacal es como el órgano
más amplio, recipiente para el agua seca y húmeda, a
fin de proporcionaría a todo el resto y recibir de todo
lo demás, a la manera del mar, nutridor de los animales
adaptados a él y destructor de los inadaptados. En torno a esta <cavidad estomacal> produjo el fuego una condensación de agua fría y húmeda, conducto para un aire
interior frío y caliente, a imitación de la tierra, que transforma todo lo que cae sobre ella. Y al consumir esto
y desarrollar lo otro, ha logrado una dispersión de agua
22 koilW, la .cavidad. central, por asi decir, del cuerpo.
23 sdrkes. Por .venas cavas, he traducido koflai phUbes.
24 Es muy interesante, esta formación del feto, en la que el principio activo es el fuego, que asume también el papel de .ordenador.,
como era el no¿~.s en el kósmos de Anaxágoras. De nuevo aparece el
verbo díakosm~o. con el sentido de .organizar. u .ordenar., grato a
Anaxágoras. He,u dé lógt5i pónta di¿ kosm~saro karé tropon autó heéu¡di ¡ti en ¡di sOrnan té p9r, apomim!smn ¡ot2 hólou, mikrti prós megdla
kai megdla pró~ mzkrd es una sentencia solemne, que anuncia la comparación del microcosmos y el macrocosmos, que luego reaparecerá
en otro contexto. Se ha comentado que, tal vez, haya aquí algún eco
de doctrinas orientales, pero no parece justificado. La comparación
es antigua en el pensamiento griego. JOLY (Recherches..., págs. 39-52)
que comenta con amplitud el pasaje, prefiere pensar en influencias
pitagóricas.
SOBRE LA DIETA
195
ligera y de fuego aéreo, invisible y visible, secreción de
lo compacto, en lo que se mueve cada elemento para
llegar a hacerse visible en el momento prefijado. En el
interior el fuego ha formado tres circuitos, que se corresponden entre si tanto por dentro como por fuera:
el uno en las cavidades de lo húmedo, a la manera de
la luna, el otro en la capa sólida circundante, a la manera de los astros, y el circuito medio que alcanza tanto
el interior como el exterior, a la manera del sol.
El fuego más cálido y más intenso, que domina todo,
que todo lo dirige de acuerdo con la naturaleza, inaccesible a la vista y al tacto, es aquel del que depende el
alma, la inteligencia, el pensamiento, el crecimiento, la
disminución, el movimiento, la alteración, el-sueño, el
estar despierto. Éste lo gobierna todo en todo momento, tanto lo de aquí como lo de allí, sin vacilar jamás.
Los hombres no saben observar lo invisible a partir 11
de lo visible 25, Porque usan técnicas semejantes a la
naturaleza humana y lo ignoran 26, La providencia de
los dioses” les enseñó a imitar sus propias funciones,
sabiendo lo que hacen pero desconociendo lo que imi~ L.o invisible se manifiesta a través de lo visible, como se dice
en la famosa sentencia de ANAxÁGo¡c&s: ópsis ad~I431¡ té phainomena
lo aparente es visión de lo invisible (21A). Este es un principio muy
importante para el médico, que por los síntomas aparentes reconoce
dolencias internas. .mediante la visión de la inteligencia., ¡¿í ¡¿5 ~flÓm¿s opse¡. según decía el autor del Peri UchnEs.
26 Pero la mayoría, los hombres en general, desconocen tal hecho:
ho¡ dé an¡hrépoi ek tón phanerdn ¡a aphan¿a skep¡esthaí ouk epistan¡aí. ¡echn¿isi gar chredmenoi homoi~¡sa an¡hr6pín~i ph~sEi ou gignóskous¡n. He aquí un tema propio de Heráclito: el desconocimiento con
que deambulan cual sonámbulos los humanos. Las lineas siguientes
evocan con su estilo brevilocuente y antitético las sentencias densas
de Heráclito. Sobre la imitación de la naturaleza en las artes y técnicas humanas, véase lo que dice ARISTiTELES. en su Física II 8.
27 Theón nóos es una expresión que encaja en la mentalidad religiosa tradicional que parece sustentar el autor, como se ve luego en
algunos textos del libro IV.
196
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
tan. Pues todo es semejante siendo distinto, concertado
siendo divergente, dialogante sin entrar en diálogo, po-
seedor de razón siendo irracional. Opuesto es el modo
de ser de unas cosas y otras, concertándose entre sí.
Porque convención y naturaleza, con las que actuamos
en todo, no andan de acuerdo, concordando 25,
Los hombres han establecido ellos entre si lo convencional, aunque ignoran sobre qué bases lo establecieron; pero la naturaleza de todo la ordenaron los
dioses. Lo que los hombres establecieron jamás se mantiene en los mismos términos ni correcta ni incorrectamente, pero cuanto los dioses déterminaron persiste justamente. Tanto se diferencia lo recto y lo no recto.
12 Yo voy a demostrar que las artes conocidas son similares a los procesos experimentados por la naturaleza humana, tanto visibles como internos. Así en el caso
de la <técnica> adivinatoria 29 Por los signos visibles
conoce lo invisible y por lo invisible lo visible, y por
lo que es conoce el futuro, y por los muertos lo vivo,
y por los hechos irracionales comprenden los adivinos,
el que es sabio siempre de modo acertado, el que no
es sabio unas veces si y otras no. Eso es un simulacro
de la vida y la naturaleza del hombre. Un hombre, tras
25 Esa oposición entre physis y nómos (ya aludida al final del capítulo 4) es un tema tópico en la época de la sofistica. nomos .convención~ o .ley~’, es lo que los humanos han dispuesto (di¿thesan), mientras que la .naturaleza” la ordenaron los dioses (¡heoi diekósrnlsan).
29 La mántíca es la primera entre las varias ¡echnai que el autor
presenta (caps. 12-24) como ejemplos de la mimisis inconsciente, con
la que las artes parodian procesos naturales. Como se ve. se guarda
de negar el valor de la adivinación, aunque sugiere que algunos adivinos se equivocan (de modo parecido se expresa a propósito de la adivinación de los sueños, en el comienzo del libro IV). Sabre el tema de
la mím~sis en el pensamiento griego de la época, véanse los textos
que cita Joiy, Recherches.... págs. 53-75, así como sus precisiones 50bre lo peculiar de nuestro texto, en el que la influencia más probable
es la pitagórica, aunque un tanto difusa.
5OBRE LA DIETA
197
haberse unido a una mujer, engendra un niño. Por lo
visible conoce lo invisible, cómo será. La razón humana, que es invisible, conociendo lo visible avanza desde
el niño hasta el hombre; por el presente conoce el futuro. No es similar el muerto al vivo; pero por el cadáver
se conoce al ser viviente. El estómago carece de entendimiento, pero con él entendemos que tenemos sed o
hambre. Las mismas experiencias están en la base del
arte adivinatoria y de la naturaleza humana. Para quienes las conocen están siempre correctas, para los que
no las conocen de manera permanente, unas veces sí
y otras no.
Los artesanos funden el hierro con el fuego, presio 13
nando al fuego con el sopío del aire; le sustraen el alimento que tenía, y volviéndolo maleable lo baten y lo
moldean. Y con el alimento de otra agua <el hierro>
se hace resistente. Lo mismo hace con el hombre el maestro de gimnasia: le sustrae mediante el fuego la nutrición de que disponía, presionándolo mediante la respiración. Y cuando se ha vuelto maleable <el individuo>,
lo golpea, lo moldea, y lo purga; y éste con una aportación de aguas de otra parte se vuelve resistente.
También los bataneros hacen eso: pisotean, baten, 14
estiran, y con rudo tratamiento fortalecen, cortando lo
que sobresale y recosiendo embellecen los tejidos. Lo
mismo le ocurre al hombre con ese tratamiento.
Los zapateros cuartean lo entero en trozos y de los 15
trozos hacen piezas enteras; cortando y taladrando lo
que está pasado las recomponen en buen estado. También eso le pasa al ser humano. De sus conjuntos se
cuartean trozos y de estos trozos ensamblados se originan conjuntos nuevos; sometidos a punzadas y cortes
por los médicos en lo que tienen deteriorado, recuperan la salud. Y esto es lo propio de la medicina: rechazar lo que causa dolor, y al eliminar lo que motiva el
dolor devolver la salud. La naturaleza por sí misma lo
198
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
sabe: hace incorporarse al que está echado y reposar
al que está en agitación, y también otros trazos de la
medicina los posee la naturaleza.
16 Los carpinteros sierran: el uno empuja, el otro tira,
y ambos están haciendo el mismo trabajo; al empujar
sube un lado y desciende el otro. Al hacer menor hacen
mayor. Imitan la naturaleza del hombre. La respiración
expele el aire y lo atrae; hace lo mismo en ambos casos.
Por un lado oprime, por otro impulsa hacia arriba. De
una sola alma, al dividirse, resultan otras, más o menos
numerosas, más o menos grandes.
17 Los arquitc~ctos construyen sus obras conjuntadas de
materiales diversos, humedeciendo los secos, secando
los húmedos, troceando las piezas enteras y ensamblando las troceadas. De no ser así no resultaría lo que debe
ser. Imitan la dieta del hombre: humedeciendo lo seco,
secando lo húmedo, <los seres humanos> trocean lo entero y recomponen lo troceado. Todo eso, que- es diverso, se armoniza18 Las composiciones musicales no son idénticas a partir de los mismos tonos, de los agudos y de los graves,
similares en el nombre, pero desiguales en su son. Los
que más difieren mejor se acuerdan, y los que muy poco difieren muy poco se ajustan. Y si uno compone todo
en un solo tono, elimina el placer. Los cambios más amplios y más varios son los más placenteros.
Los cocineros les preparan a la gente platos de manjares varios, distintos, que se combinan de varios modos, y de los mismos ingredientes resultan cosas diferentes, alimento y bebida para el hombre. Si todo lo
hicieran igual, no habría en ello deleite. Ni si en el mismo plato lo combinaran todo tampoco estaría bien.
Los instrumentos de percusión en música dan unas
notas altas y otras bajas. La música imita a la lengua
~ Aceptamos la corrección al texto propuesta por H. KoLLER (en
Die Mimesis in der Antike. Berna. 1954. pág. 66) y por JOLY (op. Cii..
SOBRE LA DIETA
199
que distingue lo dulce y lo ácido de lo que se le da a
gustar, lo desacorde y lo acorde. Y da los sonidos altos
y bajos, y no es correcto dar los altos bajos ni los bajos
altos. Cuando la lengua está bien afinada hay placer en
el acorde y disgusto en lo discordante.
Los curtidores tensan, frotan, peinan, lavan; del mis- 19
mo modo se trata a los niños. Los canasteros dando vueltas al cesto lo trenzan, y partiendo de un comienzo concluyen volviendo al mismo comienzo. Lo mismo acaece
en el ciclo del cuerpo: donde comienza ahí viene a concluir.
Trabajan otros el oro: lo baten, lo lavan, lo funden. 20
Al fuego suave, pero no al violento, se solidifica. Y, una
vez que lo tienen trabajado lo utilizan para todo. El hombre sacude el trigo, lo lava, lo muele, y lo utiliza cociéndolo al fuego; pero no se aglutina en el cuerpo con un
fuego violento, sino con uno suave.
Los escultores hacen una imitación del cuerpo sin 21
alma, y forman seres no dotados de razón, a partir de
agua y tierra, humedeciendo lo seco y secando lo húmedo; recortando lo que sobra y añadiendo lo que falta,
desarrollando (sus obras> de lo más pequeño a lo más
grande. Lo mismo sucede en el hombre: va creciendo
de lo más pequeño a lo más grande, eliminando lo que
sobra, añadiendo lo que falta, humedeciendo lo seco y
secando lo húmedo.
Los alfareros hacen girar el torno, y éste no se des- 22
plaza ni adelante ni atrás, y al moverse en los dos sentidos a la vez imita la rotación del universo. Y con la
misma rueda que voltea sobre sí fabrican variados cacharros, nada semejantes uno a otro, a partir de los mismos materiales y con los mismos instrumentos. Lo mismo les pasa a los hombres y al resto de los animales.
pág. 57). Los manuscritos dicen que ‘la lengua imita a la música..
Todo este párrafo sobre música suena a pitagórico.
y
200
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
En el mismo ciclo son modelados todos, de los mismos
materiales y con los mismos órganos, tornando seco lo
húmedo y húmedo lo seco, y no son semejantes en nada.
23 Un caso parecido es el de la escritura: combinación
de figuras, signos de la voz humana, capacidad de rememorar los hechos pasados, y de indicar lo que debe
hacerse ~ El conocimiento se construye con siete figuras. Todo eso lo ejecuta el hombre, tanto el que sabe
de letras como el que no sabe. A través de siete estructuras también se construyen las sensaciones del hombre: el oído en contacto con los sonidos, la vista con
lo visible, las narices con el olór, la lengua con el sabor
de lo gustoso y lo desagradable, la boca con el habla,
el cuerpo con el tacto, los conductos interiores y exteriores con el aire cálido o frío. Gracias a estos sentidos
le llega al hombre el conocimiento.
24 El esfuerzo competitivo, el aprendizaje gimnástico
es algo así por el estilo: <los maestros de gimnasia> enseñan a transgredir las normas según una norma, a ser
injustos justamente, a engañar, hurtar, robar, cometer
actos violentos, a lo peor de la mejor manera 3Z~ El que
31 Es interesante recordar aquí los términos griegos, que resultan más amplios que su traducción castellana, p. ej., grammatikt .escritura.. o schtmata .figuras.. .signos gráficos. y .letras. (y aquí
sólo los signos vocálicos). Dice así el texto: Grammatik~ ¡oió,sde. schEmdWn synrhesis. semeia phonis aníhropín~s, dynamis d paroichómena
mrWmoneúsai, tá poi~t~a dflósai. La relación entre las siete vocales
(o signos vocálicos. schtmata) y los siete sentidos (también schtmaia
.estructuras.) es, evidentemente, mucho más convencional de lo que
•
el autor advierte. La referencia al número siete ha hecho pensar en
una relación con el texto de Sobre las semanas, caps. 8 y 19. W. Kranz
ha sostenido la existencia de una fuente común a ambos; tampoco puede descartarse una influencia directa de uno en otro.
32 Es interesante este ataque del dietético contra los que se dedican a la ag&nii~ la paidotribía, y. pocas líneas después, a la hypokrztik¿. Desdén hacia posibles competidores y recelos críticos de un ilus
•
trado. acaso con algún eco sofistico en tal actitud. Este ataque excluye,
SOBRE LA DIETA
201
no hace eso es malo, y el que lo hace bien bueno. Una
muestra de la insensatez popular. Admiran eso, y consIderan que entre todos <los participantes> sólo uno es
bueno, y todos los otros malos. Muchos son los que admiran, pocos los que entienden.
Las gentes que acuden al mercado hacen lo mismo.
Los hombres practican el engaño comprando y vendiendo. Y el que más engaña, ése recibe admiración. Bebiendo y enfureciéndose hacen lo mismo. Corren, pelean,
combaten, roban, engañan, y uno solo de todos es premiado. El arte del actor embauca a los .espectadores.
Dicen unas cosas y piensan otras; los mismos entran
y salen que no son los mismos. Propio-del hombre es
decir esto y hacer aquello, y que la misma persona no
sea la misma, y sostener unas veces un juicio y otras
otro. Así que todas las artes tienen algo en común con
la naturaleza humana.
El alma humana que, como ya dejé dicho, presenta 25
una combinación de fuego y agua y las partes del ser
humano, se introduce en todo ser vivo que respira, y
ciertamente en cualquier humano, sea joven o viejo. Pero no en todos se desarrolla del mismo modo, sino que
en los cuerpos más jóvenes, donde la circulación es rá-.
pída y el cuerpo está creciendo, se inflama y se consume ligera en el desarrollo del cuerpo. En cambio, en
los de más edad, cuando la circulación ya es lenta y
el cuerpo está más frío, se gasta en la mengua del
individuo.
Pero todos los cuerpos <humanos> que están en su
plenitud y en las edades de procreación pueden nutriría y desarrollarla. Un guerrero que puede dar comida
a numerosos hombres es un jefe poderoso, pero cuando
éstos le abandonan se ve más débil. Así es también para
según Joly, que el autor fuera el pedotríba Heróclíco de Selímbria,
de cuyas enseñanzas, sin embargo, hay algunas huellas en el tratado.
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TRATADOS HIPOCRÁTICOS
cada cuerpo. Los que pueden nutrir muchísimas almas
ésos son los más fuertes, y a medida que éstas les abandonan son más débiles ~~.
26 Lo que penetra en otro terreno no se desarrolla,
tan sólo lo que penetra en la mujer se desarrolla si encuentra las condiciones favorables. Entonces todos sus
miembros se distinguen y se desarrollan a la vez, y ninguno con anterioridad o retraso sobre otro ~ Los mayores por su condición natural se hacen visibles antes
que los menores, sin haber nacido antes ninguno.
No todos los seí-es se estn¡cturan en el mismo tiempo, sino que unos van más deprisa y otros más despacio, según como consiga cada uno el fuego y la nutrición. El caso es que algunos alcanzan a ser visibles a
los cuarenta días, lo otros a los dos meses, y los otros
a los cuatro. Y del mismo modo llegan al nacimiento:
unos más aprisa, a los siete meses, completamente formados, y los otros, más lentamente, a los nueve meses
se muestran a la ltjz por completo con la composición
que mantendrán a lo largo de su vida.
27 Con que machos y hembras se originan regularmente, en lo posible, de este modo. Las hembras, que son
más afines al agua, se desarrollan a partir de comidas,
bebidas y hábitos fríos, húmedos y blandos; los machos,
más próximos al fuego, de los alimentos secos y cálidos
~
El alma (psychE) aparece como spérma, que puede penetrar en
cualquier ser vivo, pero sólo desarrollarse en el cuerpo apropiado; es
decir, el alma humana sólo se desarrolla en el cuerpo humano. Mientras que los muy jóvenes y los viejos consumen con su extremado calor o frío ese germen vivificador, el hombre y la mujer adultos tienen
poder de aumentar esta alma —similar—, y así pueden multiplicarla
y procrear. A ello parecen aludir las últimas palabras, poco claras~
En oposición a otros, que sostienen que, en el embrión o feto,
se desarrolla antes alguna parte privilegiada <así, según Empédocles.
es el corazón lo primero en formarse), aquí se sostiene un desarrollo
embriunal homogéneo de todas las partes, lo cual puede muy bien remontar a la teoría de Anaxágoras.
SOBRE LA DIETA
203
y de una dieta semejante. De modo que si se quiere engendrar una hembra hay que adoptar un régimen afin
al agua, y, si un varón, hay que mantener una pauta
afín al fuego. No sólo al hombre le conviene hacerlo,,
sino también a la mujer.
Porque lo que se desarrolla no es sólo <el germen>
segregado por el hombre, sino también el de la mujer,
por lo siguiente ‘~. Ninguna de las dos partes tiene de
por si suficiente movimiento a causa de la abundancia
de lo húmedo y por la debilidad del fuego para consumir el flujo y volverlo sólido. Pero cuando ambos
<gérmenes> se encuentran convergiendo en un mismo
lugar, se suman uno al otro, el fuego con el fuego y
el agua con el agua del mismo modo. Si entonces han
caído en lugar seco, se produce el movimiento y el fuego domina al agua confluyente, y desde este encuentro
se desarrolla el fuego, hasta el punto de no ser apagado
por el flujo que sobreviene, sino que resiste su avance
y lo solidifica sobre la base ya formada. Pero si caen
en húmedo, enseguida desde un comienzo <ambos
gérmenes> se apagan y se disuelven en el proceso de
mengua.
Sólo en un día de cada mes pueden solidificarse unidos y dominar los flujos que les sobrevienen, y eso siem~ La opinión de que ambos padres segregan la semilla —spérma
y ps-vch~— del recién nacido fue sostenida por Parménides, Empédocíes, Demócrito, Anaxágoras, y Epicuro. Pero hay un testimonio de
Aristóteles (De gen animal. IV 1, 763b) en contra de la atribución de tal
tesis a Anaxágoras: .Dicen algunos que en los fetos existe en seguida
la oposición (de sexos), como dicen Anaxágoras y otros de los fisiólogos. Porque la simiente (spérma) viene del macho, y la hembra ofrece
sólo el lugar (de recepción), y en los machos está a la derecha y en
hembras a la izquierda.~ Censorino (V 4) es quien incluye a Anaxágoras con los otros precursores de la tesis mantenida en Sobre la dieta,
y dice más: .Anaxágoras autem eius parentis faciem referre liberos
iudicavit qui seminem amplaus contulisset’. (VI 8).
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TRATADOS HIPOCRÁTICOS
pre que resulte que han convergido en un mismo lugar
al mismo tiempo desde ambos lados ~.
28 Pueden cohesionarse mutuamente lo femenino y lo
masculino porque en uno y otro de los progenitores se
nutren uno y otro ~ y porque el alma es lo mismo en
todos los seres vivientes, aunque el cuerpo de cada uno
sea diferente. En efecto el alma siempre es idéntica, tanto en el más grande como en el más pequeño; porque
no se altera ni por su condición natural ni por presiones, en tanto que el cuerpo nunca es el mismo, ni por
naturaleza ni a la fuerza, ya que algo de él se disgrega
en todo y algo se mezcla con todo.
En el caso de que las partes segregadas por ambos
progenitores sean masculinas, se desarrollarán según su
fundamento, y de ellas nacerán hombres brillantes por
su espíritu y fuertes de cuerpo, con tal de que no les
perjudique su régimen de vida posterior ~ En el caso
de que lo procedente del hombre sea masculino, y lo
de la mujer femenino, y que se imponga lo masculino,
el alma más débil se funde con la más fuerte, ya que
no tiene adónde retirarse que le sea más apropiado en
lo que está a su alcance. Pues lo menor se dirige a lo
mayor y lo mayor converge con lo menor. Y juntamente
dominan lo que tienen a su disposición. El cuerpo varonil se desarrolla, en tanto que lo femenino disminuye
y se aleja en pos de otra suerte. Y esos individuos son
menos brillantes que los anteriores; sin embargo, al im~
Una alusión curiosa al ciclo de fecundidad femenino, aunque
la reducción del período fértil a un único día resulta chocante~
También esta idea de que ambos progenitores pueden segregar
un semen de uno u Otro sexo es original (en la medida que nosotros
conocemos las teorías embriológicas antiguas). Se encuentran sólo en
el Peri gonés, caps. 6 y 7.
~
A partir de aquí se esboza, en breves trazos, un sistema de caracteres basados en la combinación seminal, que distingue seis tipos.
Probablemente hay un influjo de Empédocles. pero a la vez una adaptación importante de nuestro autor en tal teoría.
SOBRE LA DIETA
205
ponerse lo masculino proveniente del hombre, son varoniles y reciben con justicia tal apelación.
Pero silo masculino proviene de la mujer y lo femenino del hombre, y se impone lo masculino, esto se desarrolla del mismo modo que lo de antes, mientras que
lo femenino mengua. Los que nacer4 sobre esta base son
afeminados, y se les llama así con razón. Estas tres son,
pues, las maneras de formarse los hombres, que se distinguen en que lo son más o menos <hombres>, por la
combinación del agua y del fuego, de sus elementos y
sus alimentos, crianzas y usos. Me explicaré al avanzar
el tratado también sobre estos puntos.
El ser femenino se origina de la misma manera. 29
Cuando lo femenino se segrega de ambos progenitores,
nacen las hembras muy femeninas y muy hermosas. Si
lo femenino proviene de la mujer, y lo masculino del
varón, y se impone lo femenino, resultan unas mujeres
más bravas que las anteriores, pero también éstas son
moderadas. Mas cuando lo femenino viene del varón,
y lo masculino de la mujer, y domina lo femenino, éste
se desarrolla según el mismo modo, pero de ahí salen
unas mujeres más bravas que las anteriores y las llaman masculinas.
Si alguno no cree que el alma se fusiona con el alma, que observe los carbones ~‘. ¿ Acaso al echar los no
encendidos a los ya ardientes, fuertes sobre débiles, y
darles así el alimento, no forman todos un cuerpo homogéneo? Y allí no puede distinguirse uno de otro, sino
que se inflaman en un mismo montón, y el conjunto es
semejante al final. Y cuando se han gastado el alimento
de que disponían se disuelven en lo invisible; eso es lo
que sufre también el alma humana.
~
La imagen da una noción muy clara de la condición material
de esa psych¿ - spérma que se funde y cohesiona dentro del cuerpo.
206
TRATADOS HIPOCRTICOS
30 Acerca del nacimiento de gemelos la explicación lo
aclarará del siguiente modo: en lo fundamental la causa está en la matriz de la mujer ~. Pues si a uno y a
otro lado del orificio de entrada ambos costados se han
desarrollado por igual, y están receptivos de igual manera, y se han secado tras la menstruación, resulta capaz de dar nutrición a las simientes que recibe del hombre, en caso de que se escindan a ambos lados de la
matriz por igual. Si la simiente es abundante, pues, por
parte de ambos progenitores y se desprende fuerte, pue~de desarrollarse a ambos costados, porque consigue la
nutrición conveniente. En otro caso no nacen gemelos.
Cuando lo segregado por ambos progenitores es masculino, resulta forzoso que se origine un varón en ambos costados, y cuando es femenino, de uno y de otro,
que nazcan hembras. Y cuando uno es femenino, y otro
masculino, aquel de los dos que se impone, ese sexo se
desarrolla. Los gemelos nacen parecidos entre sí por es-
tas razones: en primer lugar, porque se desarrollan en
idénticos lugares; luego, que ambos han sido segregados al mismo tiempo; luego, qúe se desarrollan con los
mismos alimentos, y que salen conjuntamente en el parto
a la luz.
31. La superfetación resulta del modo siguiente: cuando
la matriz está cálida y seca naturalmente, y lo mismo
la mujer, y el esperma llega seco y cálido, no hay ya
en la matriz ninguna humedad que domine la simiente
que allí cae. Por eso desde un comienzo ésta se consolida y vive, pero no puede perdurar, sino que incluso viene a destruir el embrión ya existente, porque no les sirven a ambos las mismas cosas.
32 El agua más ligera y el fuego más suave, al conseguir su combinación en el cuerpo humano, dan como
resultado la constitución más saludable por los motivos
Algo parecido se dice en Sobre la naturaleza del niño 31.
SOBRE LA DIETA
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siguientes: en las mayores variaciones de las estaciones
del año ni la una ni el otro se condensan hasta su extremo, ni el agua llega a lo más denso en los aflujos del
agua, ni el fuego en los del fuego, ni en los Cambios
de las edades ni con los usos de comidas y bebidas. Pues
ambos <tal agua y tal fuego> pueden admitir muy colmada generación y plenitud. El bronce más dúctil y suave admite la mezcla más firme y resulta el más bello.
Y el agua más ligera y el fuego más suave al entrar
en combinación resultan del mismo modo. Así que los
que tienen esa constitución natural viven en estado saludable todo el tiempo, hasta los cuarenta años, y algunos hasta la extrema vejez. Y a aquellos a los que les
ataca alguna enfermedad después de los cuarenta años,
no suelen morir.
Todos los cuerpos que tienen una combinación del
fuego más fuerte y del agua más densa son fuertes y
vigorosos, pero requieren mucho cuidado. Pues tienen
muchos cambios en uno y otro sentido, y tanto en los
aflujos del agua caen en dolencias enfermizas como en
los del fuego, de un modo semejante. A tal individuo,
para enfrentarse a las estaciones del año, le conviene
utilizar un régimen de vida afín al fuego, al sobrevenir
el aflujo del agua, y cuando sea el aflujo del fuego utilizar un régimen dietético afín al agua, variándolo paulatinamente de acuerdo con la estación.
Cuando el agua más espesa y el fuego más ligero
1
se encuentran combinados en un cuerpo, se dan tales
efectos que hay que diagnosticar una naturaleza fría y
húmeda. Estos cuerpos son más enfermizos en invierno
que en verano, en la primavera que en otoño. Respecto
de las edades, los más sanos son los niños; en segundo
lugar, los adolescentes; y muy enfermizos son los más
viejos y los de edades próximas. Y estas naturalezas envejecen rápido. A éstos les conviene mantener una dieta
de todo aquello que calienta y seca, tanto en alimentos
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TRATADOS HIPOCRÁTICOS
como con ejercicios, y realizar los ejercicios que afectan al exterior del cuerpo más que al interior.
Si el fuego más húmedo y el agua más densa logran
su combinación en el cuerpo, hay que reconocer una
naturaleza húmeda y cálida por los siguientes síntomas:
tales personas enferman sobre todo en primavera, y muy
raramente en otoño, porque en la primavera hay un exceso de la humedad, y en el otoño una Justa proporción
de sequedad. De sus edades la más enfermiza es la juventud. Los cuerpos se desarrollan deprisa y están propensos a los catarros. Les conyiene llevar una dieta de
aquello que enfría y seca, tanto de comidas y bebidas
como de ejercicios, y en cuanto a estos ejercicios físicos
les conviene más realizar los que afectan al interior del
cuerpo.
Si se combinan el fuego más fuerte y el agua más
ligera, la naturaleza será seca y cálida. En estos individuos la enfermedad se presenta durante los aflujos del
fuego, y la salud en los del agua. Cuando están en su
edad de plenitud, en la buena disposición de su carne,
son más propensos a las enfermedades, y los más sanos
son los viejos, y de igual modo en las edades próximas
a una y otra. Les convienen dietas que enfrían y humedecen, y aquellos ejercicios físicos que, calentando y consumiendo un mínimo, procuren muchísimo refresco. Los
de tal condición natural son de larga vida y logran una
bella vejez.
Si se da una combinación del fuego más suave y del
agua más seca, la naturaleza resultante es fría y seca,
enfermiza en el otoño, saludable en primavera, y se comporta de ese modo en las épocas cercanas a una y otra
estación. Su edad enfermiza es en torno a los cuarenta
años, y los más sanos son los niños. De modo parecido
sucede en las cercanías de uno y otro período. Las dietas (que le convienen) son las que siendo cálidas humedecen, y ejercicios que, adoptándose paulatinamente~
SOBRE LA DIETA
209
calientan con suavidad, sin consumir mucho de las reservas naturales.
Así que acerca del diagnóstico de la naturaleza humana esto es lo que hay que discernir al considerar la
constitución fundamental ~
En cuanto a las edades, por si mismas presentan las 33
siguientes características 42~ El niño está formado con
una combinación de elementos húmedos y cálidos, porque está compuesto por ellos y con ellos se desarrolla.
En efecto, lo que está muy próximo al nacimiento es
muy húmedo y muy cálido, y crece al máximo, y de igual
manera lo que está más cercano. El joven es una mezcla de elementos cálidos y secos, cálidos porque la aportación de fuego se impone sobre el agua; y secos porque
la humedad de la infancia ya se ha consumido, una parte gastada en el crecimiento del cuerpo, otra en el movimiento del fuego, y en parte por los ejercicios físicos.
El hombre, cuando su cuerpo detiene su crecimiento,
es seco y frío, porque el fluir de lo cálido ya no se impone, sino que queda detenido, y al aquietarse el cuerpo
en su crecimiento se queda enfriado. Pero aún le resta
lo seco de la edad anterior, y aún no tiene la humedad
de la edad siguiente y del aflujo de agua <de la vejez>,.
y por eso está dominado por elementos secos. Los viejos son fríos y húmedos, a causa de la retirada del fuego, y del aflujo del agua, es decir, distanciamiento de
lo seco y constitución de lo húmedo.
En todos los seres vivos los machos son más cálidos 34
y secos, y las hembras más húmedas y frías por los mo41 La oración parece recoger, a modo de cláusula que cierra un
amplio capítulo, uno de los temas generales apuntados en el cap. 2,
con carácter programático: así hay que .discemir la constitución fundamental. diagigndslcein tés ex arch&~s sysrdsios.
42 Las características de las cuatro edades se explican por la mezcla de las cuatro cualidades básicas: lo cálido y lo frío, lo seco y lo
húmedo.
210
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
tivos siguientes. Desde un comienzo cada uno <de los
sexos> se originó con tales caracteres y se desarrolla
gracias a ellos, y tras el nacimiento los machos se sirven de unos hábitos de vida más esforzados, de manera
que se calientan y se secan, mientras que las mujeres
llevan un régimen de vida más húmedo y más tranquilo, y llevan a cabo una eliminación del calor de su cuerpo cada mes.
35 A propósito de la llamada inteligencia del alma y
de la necedad sucede lo siguiente. El fuego más húmedo y el agua más seca al lograr su combinación en un
cuerpo consiguen su mayor inteligencia, ya que el fuego retiene del agua la humedad y el agua del fuego la
sequedad ~. Cada uno de ambos es así de lo más autosuficiente. Ni el fuego muy necesitado de alimento va
a buscarlo lejos, ni el agua falta de movimiento se queda inerte. Así que cada uno es muy autosuficiente tanto
solo frente al otro como en la mezcla con él. Pues lo
que menos necesita de sus circunstancias, eso se aplica
más y mejor a lo presente, el fuego que se mueve minimamente a no ser por obligación, y el agua que se mueve lo más posible no siendo retenida por la fuerza. El
alma que tiene la combinación de estos elementos es
la más sensata y la más memoriosa. Y si por algún influjo cualquiera de éstos creciera en exceso o se agostara, resultaría la más estúpida”, porque es, con estas
cualidades, de lo más autosuficiente.
Si se da una combinación del fuego más puro y del
agua <la más pura>, y el fuego resulta ser algo inferior
~
La mezcla más completa es la que proporciona una mejor inteligencia (ph ronesis psych~s). HERÁcLITo (fr. 74) y Diógenes de Apolonia habían sostenido que ‘el alma seca es la mejor., y nuestro autor
señalará más adelante que, siendo el fuego el elemento activo y el agua
el pasivo, la estupidez es más propia de aquellos en que predomina
lo húmedo. Pero lo mejor es una buena krds¿s, equilibrada. Para huellas de teorías de Empédocles, cf. TsoFs.ssTo, De sen.su 6 55.
“ La corrupción de lo melor es la pésima.
SOBRE LA DIETA
211
al agua, también salen individuos inteligentes, pero ín‘~
feriores a los de antes, ya que al ser dominado el fuego
por el agua y al hacerse lento su movimiento, se dirige
más torpemente hacia las sensaciones. Son considerablemente constantes tales almas en lo que se aplican.
Y si se sigue una dieta correcta, puede <el tal individuo>
resultar más inteligente y agudo de lo que prometía su
natural ~. Le conviene a éste utilizar los tratamientos
afines al fuego, sin hartazgos ni de comidas ni de bebidas. Por lo tanto le conviene practicar carreras de velocidad, para que el cuerpo se vacie de lo húmedo y que
lo húmedo se condense más pronto. Luchas, friegas, y
ejercicios gimnásticos semejantes no le conviene practicar, para que los poros no se hagan más amplios y se
colmen de exceso, pues en ese caso seria fatal que el
movimiento del alma se hiciera pesado. Conviene dar
paseos, tanto después de comer como de mañana y después de las carreras. Después de comer, para que el
alma reciba un alimento má~ seco que los alimentos ingeridos; de mañana, para que los conductos se vacíen
de humedad, y no se obstruyan los poros del alma; tras
los ejercicios físicos, a fin de que las secreciones producidas por la carrera no se queden en el cuerpo, ni se
mezclen al alma, ni obstruyan los conductos ni se altere el alimento. Y conviene recurrir a los vómitos para
purificar el cuerpo, en caso de que los esfuerzos físicos
lo hagan insuficientemente, y tomar alimento tras los
vómitos aumentándolo poco a poco durante cuatro días
al menos, o más. Es más conveniente tomar friegas que
baños, y tener trato sexual con más frecuencia al producirse los flujos de agua, y con menor frecuencia en
los del fuego.
Sobre la constitución somática operan los beneficios de la dieta apropiada. Ahora entra el autor en terreno propio, y da indicaciones claras, referidas a los hábitos y ejercicios usuales.
212
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
Si en uno se presenta la potencia del fuego inferior
a la del agua, forzosamente su alma será más lenta, y
éstos son los que llaman bobos. Al ser, por tanto, lento
el movimiento circular del alma, en un breve punto la
alcanzan las sensaciones, que son rápidas, y en poco
se mezclan a causa de la lentitud del movimiento circular. Pues las sensaciones del alma, las que vienen por
la vista o el oído son rápidas, y las del tacto más lentas
y más fáciles de aprehender. Por eso tales individuos
perciben éstas no menos que las demás personas, es decir las de frío, calor y otras por el estilo. Pero todas
aquellas que hay que percibir por la vista o el oído, que
no se saben de antemano, no son capaces de captarlas.
Pues si el alma no es agitada por el fuego que la impulsa, no puede percibir qué sucede.
Tales almas no lo experimentan por su tosquedad.
Pero si siguen un buen régimen, también éstos pueden
mejorarse. Les conviene un tratamiento como el del caso anterior, con ~los alimentos más secos y en menor
cantidad, y con ejercicios más abundantes y más vivos.
También les conviene tomar baños de vapor, y tener vómitos después de estos baños, con un aumento de la
alimentación tras los vómitos en un periodo más largo
que en el caso anterior. Y si se hace esto puede mejorar
su salud y su inteligencia.
Si en mayor medida resulta dominado el fuego por
el agua presente, tenemos esos individuos que llaman
necios unos y otros idiotas. La locura de éstos deriva
a una mayor torpeza y lentitud. estos lloran sin ningún
motivo, temen lo que no es terrible, se duelen de lo que
no es penoso, y no perciben en realidad nada de lo que
deben percibir los sensatos. Les conviene tomar baños
de vapor y purgarse a fondo con eléboro” después de
“ Uno de los pocos lugares (junto con los caps. 67, 73 y 76) CfI
que se recomienda recurrir a una droga: es muy poco partidario de esto.
SOBRE LA DIETA
213
los baños, y seguir la dieta recomendada en el caso anterior. Necesitan delgadez y sequedad.
Si el agua obtiene una potencia inferior a la del fuego que ofrece una combinación pura, en los cuerpos con•
buena salud el alma de esta clase es inteligente y percíbe prontamente lo que le afecta, y no ofrece muchas
alteraciones. Por tanto la naturaleza de esta clase es
de un alma buena. Pero también este individuo puede
hacerse mejor con una dieta correcta, y peor con una
mala. A éste le conviene un régimen de vida más bien
afín al agua, evitando los excesos de comidas, bebidas
y ejercicios, y con carreras de fondo y díau los y lucha
de palestra y todos los, demás ejercicios gimnásticos,
haciéndolos sin ningún exceso. Pues si conserva su cuerpo en disposición saludable y no está alterado por nada, la combinación de su alma es inteligente.
Si la potencia del agua está aún más dominada por
el fuego, es forzoso que esta alma sea más vivaz en tanto en cuanto se mueve más deprisa, y que atiende más
deprisa a las sensaciones, pero que sea menos estable
que las anteriores, puesto que selecciona más deprisa
los datos que se le presentan y se dirige hacia más objetos por su rapidez. A éste le conviene un régimen dieté-~
tico más afín al agua que en el caso anterior; y tomar
pan de cebada más que de trigo, y mejor pescados que
carnes, y una bebida más aguada, y tener menos relaciones sexuales; y en los ejercicios físicos servirse sobre todo de los naturales y en gran número, y de los
víolentos servirse sólo en caso de necesidad, y pocos.
Y de vómitos sólo tras los hartazgos, para que se vacíe
el cuerpo, pero que se caliente lo mínimo. A estos tipos
les conviene ser flacos para ser inteligentes, pues de la
abundancia de carnes es fatal que se origine una inflamación en la sangre. Y cuando esto le ocurre a un alma
semejante, se instala en la locura, al quedar dominada
214
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
el agua y extendido el fuego. Les conviene a éstos dedicarse a sus ocupaciones después de haber comido más
que en ayunas, ya que su alma está más asentada al
estar impregnada de la alimentación conveniente que
al estar falta de alimento.
Si aún más el agua está dominada por el fuego, semejante alma es demasiado vivaz y es forzoso que tenga
pesadillas. A éstos los llaman maniáticos, puesto que
están muy próximos a la locura. Pues con una inflamación corta y a destiempo enloquecen, ya sea en momentos de embriaguez o de abundancia de carne o en una
comilona de carne. Por tanto un individuo de este tipo
debe abstenerse de todo eso y de cualquier otro hartazgo, y de los ejercicios gimnásticos violentos; debe consumir pan de cebada de harina gruesa, y verduras hervidas, a excepción de las laxantes, y pequeños pescados
en salmuera; y lo mejor es que beba agua, si lo soporta,
y si no, lo más parecido a esto, a base de un vino blanco
y suave. Además muchos paseos matinales, y después
de comer sólo para mantenerse en pie, a fin de que los
alimentos no se sequen con estos paseos de después de
la comida, y que el cuerpo se vacíe por la mañana. Y
tomar baños completos de agua tibia mejor que darse
unciones. Les conviene también en verano recurrir a siestas cortas durante el día, no muchas, de modo que el
cuerpo no se deseque por causa de la estación. Es provechoso en primavera que se purguen con eléboro después de haber tomado baños de vapor, y luego recurrir
a una dieta sedante, y tampoco este individuo debe dedicarse a sus trabajos en ayunas. Con estos cuidados
el alma de este tipo puede ser la más inteligente.
36 Con que acerca del alma, de que sea inteligente o
insensata, la causa es esta combinación, como queda aquí
descrito por mi. Y mediante la dieta puede hacerse mejor o peor. Cuando domina el fuego en sus cursos, tal
vez es posible aumentar el agua, y cuando domina el
SOBRE LA DIETA
215
agua en la combinación acrecer el fuego. Con esto se
47
hacen las almas más inteligentes o más insensatas
De los siguientes caracteres no es causa la combinación dicha: el irascible, el indolente, el artero, el simple, el malévolo, el benévolo. De todos éstos la causa
está en la naturaleza de los poros a través de los que
se mueve el alma. Pues según cómo sean los conductos
por los que el alma circula y a los que el alma se lanza
y en los que se mezcla, así se forma el carácter. Por
eso no es posible variar tales disposiciones mediante
la dieta, porque no es posible moldear de nuevo una
naturaleza oculta.
De igual modo también de cómo sea la voz son causantes los pasos por donde se mueve el aire respirado. Según cómo sean aquellos por los que el aire se mueve y a los que el aire encuentra, tal será forzosamente
la voz. Y a ésta es posible volverla mejor o peor porque
se pueden hacer más suaves o más ásperos los pasos
del aire inspirado, pero lo anterior es imposible cambiarlo mediante la dieta.
LIBRO II
La situación de las regiones y la naturaleza de cada 37
una hay que considerarla del modo siguiente ~. En ge~‘ Este párrafo clausura rápidamente el tema. A continuación se
mencionan ciertos rasgos de carácter de los que no es responsable
la combinación seminal, y en los que no tiene papel la dietética.
~
Traduzco así el término póroz. También esto puede ser un eco
de teorías de Empédocles. (Cf. el ya citado resumen de Teofrasto.)
~
El auto¡~ sigue la exposición de los puntos prometidos en su
programa introductorio, pasando ahora a ocuparse de .das situaciones
de las regiones~ (théseís tón ch6ru3n) y de las .variaciones de los vientos~ (merabolós ¡On pneuPnarón), que había anunciado en 1 2. Estos
dos capítulos (37-38), que hablan brevemente de los factores ambientales, le sugieren al lector actual una relación con el tratado de Sobre
y
216
TRATADOS H ¡t’ocRÁTícOS
neral puede decirse esto: la que está en zona meridional
es más cálida y seca que la situada hacia el norte, ya
que está más cerca del sol. En estas regiones es necesario que tanto las razas de los humanos como los vegetales de su suelo sean más secos, más cálidos y más fuertes que los de los paises contrarios. Así, por ejemplo,
la raza de Libia en comparación con la del Ponto y las
más próximas a una y a otra.
Consideradas en si mismas las regiones se presentan
así: las altas y áridas y situadas hacia el mediodía son
más secas que los llanos con l~ misma orientación, porque tienen menos humedad, ya que aquéllas no pueden
retener el agua de lluvia, y éstos si pueden. Las lacustres y pantanosas humedecen y calientan. Recogen calor, porque son cóncavas, están abrigadas y no las baten los vientos. Humedecen porque las plantas de su
suelo —de las que se nutren los hombres— son más húmedas, y el aire que respiramos es más denso a causa
del agua en su estancamiento.
Los valles que no tienen tales aguas resecan y caldean. Caldean porque son cóncavos y están protegidos;
y resecan a causa de la sequedad de los alimentos, y
porque el aire que respiramos, siendo seco, atrae la
humedad de los cuerpos para su propio alimento, no
teniendo nada más húmedo a su disposición como nutrición. Cuando en tales regiones los montes están orienlos aires, aguas y lugares. Puede discutirse si esa es una influencia directa. como sostuvo M. Pohlenz, o bien, como prefiere R. Joly, una coincidencia parcial —que no excluiría una lectura distante de ese tratado
por parte del autor de Sobre la dieta—. La influencia de los factores
ambientales —disposición de los lugares y variación de los vientos y
de las estaciones— ha sido, sin duda, algo aceptado por la generalidad
de los profesionales de la medicina hipocrática. Y nos parece que no
mucho más puede extraerse de este breve apartado. muy distinto al
resto del libro II por su temática. Frente al estilo de Sobre los aires,
aguas y lugares, el de nuestro tratado es bastante dogmático y esquemático.
SOBRE LA DIETA
217
tados hacia el sur, soplan en ellas los vientos del sur
abrasadores e insalubres. Pero cuando los montes están
orientados al norte, los sopíos del Bóreas acarrean perturbaciones y producen enfermedades.
Cuando estos valles orientados al norte están vecinos a los poblados, o bien tienen enfrente una isla en
el mar, esa región resulta cálida y enfermiza, ya que
ni el Bóreas soplando ofrece una aportación de viento
saludabl¿, ni se refresca con los vientos veraniegos.
En cuanto a las islas, las cercanas a la tierra firme
son de inviernos más duros, y las situadas en alta mar
tienen más caldeado el invierno, ya que las nieves y hielos quedan retenidos en la tierra continental y de allí
envían los vientos fríos a las islas cercanas, mientras
que las de alta mar no tienen tal demora <de nieves y
hielos> en el invierno.
Acerca de los vientos, de cuál es la naturaleza y la 38
potencia que presenta cada uno, hay que distinguirlas
del modo siguiente. Todos los vientos tienen la capacidad natural de humedecer y enfriar los cuerpos de los
animales y las plantas por estas razones: forzosamente
esos vientos soplan desde la nieve y el hielo, de terrenos helados, de ríos y lagos y de un suelo húmedo y
frío. Y los más fuertes vientos proceden de condiciones
más fuertes y más potentes, los más débiles de condiciones menos duras y más débiles. Así pues como hay
aire en el interior de los animales ~, así también lo hay
en todos los demás seres, en unos menos y otros más,
~ Esta doctrina puede evocar el panneumatismo de Diógenes de
Apolonia, pero debía de ser un tópico muy aceptado en esta época.
Confróntese, en el CH. Sobre los vientos 3, y Sobre la naturaleza del
niño 12. con respecto al nivel de estas teorías, ver R. Joiv. Le niveau
de la sc¡ence hippocrarique, París, 1966. págs. 87-97. Tanto para designar el viento como para el aire interior de los cuerpos, el autor utiliza
el mismo término de pnedma (que en otros textos se opone al aire
exterior. arr).
218
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
según su tamaño. Por naturaleza, pues, todos los vientos pueden enfriar y humedecer. Pero según la disposición de las regiones y lugares a través de los que se
originan los vientos en cada terreno, resultan diferentes unos de otros: más fríos, más cálidos, más secos,
más húmedos, más enfermizos, más saludables.
Respecto a la causa de cada uno hay que conocer
lo siguiente: el Bóreas sopla frío y húmedo, porque proviene de tales regiones y discurre por lugares tales que
el sol no los alcanza y no les sorbe la humedad, desecando el aire. de modo que <el viento> llega a la tierra
habitada conservando su potencia propia, siempre que
la disposición de la región no lá destruya.
Y para los que habitan muy cerca resulta muy frío,
y mucho menos para los que habitan mucho más lejos.
El viento del sur sopla desde lugares semejantes por
su naturaleza a los del viento norte. Pues soplando desde el polo sur, surgiendo de la abundante nieve, el hielo
y las zonas duramente congeladas, forzosamente será
para los que habitan por allí cerca de éste tal cual es
para nosotros el Bóreas. Pero no llega igual a cualquier
región. Porque al soplar a través de los accesos del sol
y a través de la zona meridional su humedad es absorbida por el sol. Al desecarse se hace más ligero, por
lo que necesariamente llega aquí seco y cálido 5l•
En las zonas de muy cerca necesariamente desarrolla tal potencia, cálida y seca, como la que muestra en
Libia: abrasa las plantas y, sin que se advierta, deseca
a los humanos- Puesto que, en efecto, no puede absorber humedad ni de la mar ni de un río, sorbe lo húmedo de los hombres y de las plantas del todo. Y cuando
cruza el mar, como es cálido y ligero, colma de humeSI Sobre las causas de los vientos, mencionando su desplazamiento
desde el polo, había escrito ANAxÁGos~&s, interesado en explicar los cambios atmosféricos (cf. fr. A 42, en Los filósofos presocraticos, II, Madrid. 13. C. G., 1979, pág. 376).
Y
5OBRE LA DIETA
219
dad abundante la región a la que aboca. Fatalmente el
Noto es cálido y húmedo, de no ser que las posiciones
de los terreno~ sean causas <de otra cosa>. De un modo
semejante se presentan las cualidades de los otros
vientos.
Según cada una de las regiones los vientos son del
modo siguiente. Los vientos que desde el mar van hacia
las tierras, o bien desde la nieve, los hielos, o las lagu•
nas o los ríos, todos humedecen y refrescan tanto a
vegetales como a animales, y procuran salud a los cuerpos, siempre ~ue no se excedan en su frialdad. Entonces éstos causan daños, porque producen grandes cambios de calor y de frío en los cuerpos. Esto lo sufren
quienes habitan en terrenos pantanosos y cálidos cerca
de fuertes ríos. Pero los otros vientos que soplan desde
los lugares antedichos son beneficiosos, al aportar el
aire puro y sereno y ofrecer humedad al principio cálido del alma.
Todos los vientos que soplan hacia el interior de la
tierra son necesariamente más secos, porque se van desecando a causa del sol y del suelo. No pudiendo extraer su nutrición de otra parte, los vientos atraen lo
húmedo de los seres vivos, y dañan tanto a las plantas
como a los demás seres vivos. Y todos los que por encima de las montañas llegan a las poblaciones, no sólo
desecan, sino que además perturban el aire que respiramos, y también los cuerpos de los humanos, de manera
que producen dolencias. Con que hay que distinguir la
naturaleza y la potencia de cada uno de ese modo; y
cómo hay que precaverse ante cada uno de ellos lo mdicaré al avanzar en el tratado.
De alimentos y bebidas hay que distinguir la cua- 39
• lidad fundamental de cada uno, sea natural o bien artificial, de esta manera siguiente. Todos cuantos han
intentado expresarse de modo general acerca de la cualidad básica de las cosas dulces o saladas o grasas o
r
220
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
sobre alguna otra sustancia del mismo tipo, no andan
bien informados 52, Porque no tienen la misma cualidad
unas que otras todas las cosas dulces, ni las grasientas,
ni ninguna de las demás por el estilo. Pues muchas cosas dulces son laxantes, y otras son astringentes, unas
desecan y otras humedecen. De igual modo sucede con
todas las demás. Hay algunas que son astringentes y
otras laxantes, unas son diuréticas y otras nada de eso.
De igual modo sucede con las cosas que-rescaldan y las
demás semejantes: tiene una una cualidad y otra tiene
otra. Así que no es posible acerca de todas en conjunto
52 Se anuncia el catálogo de alimentos al que se dedican los capítulos sigs. (40-46) de este libro. Se indica que existen otros textos
en la literatura especializada de la época, pero nuestro autor pretende
ser más completo y sistemático que sus precursores. No tenemos suficientes elementos de juicio para confirmarlo, pero podemos fiarnos
de su aserto. El catálogo de los alimentos, bastante amplio, parece
recoger datos tradicionales y es notoriamente más completo que cualquier otra noticia conservada, lo cual tampoco es decir mucho. Por
otra parte, en su insistencia sobre lo complejo de las influencias de
los alimentos, y en la búsqueda de la d9namis esencial de unos y otros,
encontramos un rasgo de realismo critico, semejante al del famoso
pasaje de Sobre la medicina antigua 14-16, donde se polemiza contra
opiniones demasiado esquemáticas o .metafisicas~, acerca de los principios fundamentales. Mientras que en el libro 1 de Sobre la dieta encontrábamos una afirmación de principios filosóficos sobre la constitución última del organismo —fuego y agua, humedad y sequedad, calor y frío, como en otros testimonios de filósofos presocráticos—, aquí
parece imponerse un cauto sentir próximo al principio de observación
empírica del profesional hipocrático.— Sobre el valor científico de los
caps. siguientes es difícil pronunciarse. Cf. .IOLY, Le niveau..., páginas
100-115. Sólo otros dos textos en eICH dan algunas listas semejantes.
aunque mucho más breves: el Apéndice a ,.Sobre las enfermedades agudas” en notas sueltas, y Sobre las afecciones 39-61. La comparación
de los textos revela coincidencias que se explican por la referencia
a una tradición abierta de esos conocimientos, medio populares medio
profesionales. Es probable que en los escritos dietéticos aludidos por
nuestro autor, y perdidos para nosotros, abundaran este tipo de listasEl mérito de estos caps. estrib: en su esfuerzo por dar una lista amplia y de conjunto.
SOBRE LA DIETA
221
demostrar que son de tal o cual manera. De cada una
en particular yo enseñaré la cualidad que posee.
La cebada es por naturaleza algo frío y húmedo, y 40
deseca. Contiene también algo purgativo procedente del
jugo de la cáscara. La prueba es que si quieres hervir
los granos de cebada sin mondar, el zumo resulta fuertemente purgativo. En cambio, si la mondas, <el zumo>
es, más bien, refrescante y astringente.
Pero cuando la tuestas, lo húmedo y purgativo desaparece por efecto del fuego, y lo restante es frío y seco.
En cuantas ocasiones haya que refrescar- y desecar, la
harina de cebada puede lograrlo así, usándola en cualquier tipo de masa. Tal es la efectividad que tiene el
pan de cebada. Las harinas no bien cribadas dan menos
alimento, pero son más laxantes. Las puras son más alimenticias y menos laxantes. El pan de harina amasado
de antemano, humedecido, basto, resulta ligero, y es laxante y refresca. Refresca porque se humedeció cOn agua
fría, es laxante porque se digiere pronto, y ligero porque una gran parte del alimento se separa y se expulsa
con el aire respirado. Pues como los conductos son muy
angostos para tal alimento al sobrevenir más no pueden aceptarlo, y una parte, que se ha aligerado, la expulsan con el aliento, y otra, al quedar dentro, produce
flatos. Y ésta es ya expulsada por arriba en eructos,
ya por abajo con las heces. Así que una gran parte del
alimento se pierde fuera del cuerpo.
Pero si te propones dar el pan de cebada apenas recién .amasado, esa masa resulta astringente; ya que, al
estar seca la harina y no habiéndose aún impregnado
de agua, al caer en el vientre atrae la humedad de éste,
que está caliente. Pues resulta por naturaleza que lo caliente atrae lo frío, y lo frío lo caliente. Y al consumirse
la humedad del vientre es forzoso que éste se reseque,
y que por el agua que ha penetrado junto con la masa
de cebada lo que allí está se enfrie. Con que en todos
222
TRATADOS HIPOCRÁTIcOs
los casos en que conviene refrescar o desecar a uno que
está con diarrea o con alguna otra inflamación, un pan
de este tipo actuará eficazmente.
En cambio, un pan seco, de harinas bien molidas,
no es tan astringente al estar muy condensado, pero da
más alimento al cuerpo, ya que los conductos acogen
el alimento que se disuelve tranquilamente. De modo
que’hace su recorrido lentamente, pero sin producir gases ni eructos. El pan de cebada bien molido, amasado
con anterioridad, alimenta menos, es más laxante y produce más gases.
41 El ciceón ~ hecho con harinas de cebada sólo con
agua enfría y alimenta, y con vino alimenta, calienta
y es astringente; con miel calienta menos y alimenta,
y es más laxante, siempre que la miel no sea pura; en
ese caso, es astringente. Con leche, todos los ciceones
son alimenticios, pero si la leche es de vaca ~ es astringente, y si es de cabra mas bien laxante, mientras
que el de leche de oveja lo es menos, y resulta más laxante con leche de yegua o de burra.
42 Los trigos son más fuertes y más alimenticios que
las cebadas, pero menos laxantes, y lo mismo su jugo.
El pan basto reseca y es laxante, el blanco alimenta más,
pero es menos laxante. Entre los tipos de panes el que
tiene levadura es ligero y laxante; ligero, porque la humedad la consume el ácido de la levadura, a la que sirve de alimento; y es laxante porque pronto es digerido.
El pan sin levadura (ácimo) es menos laxante y más nutritivo. El que está amasado con su zumo es muy ligero,
~
Sobre el cycedn, cf. A. DELATTE, Le cyce6n, breuvage rituel des
tnysteres d ‘Eleusis, París-Bruselas, 1955.
S4 Seguimos a Joly, que toma la lectura de O: báeion, en lugar de
óion (dde oveja~~) que dan otros manuscritos. También ARIsTÓTEI-Es. en
Hist. anim. III 20, 52 Ib, señala: .la leche menos densa es la de camello,
seguida por la de yegua, y en tercer lugar la de burra; la leche más
densa es la de vaca.~ Cf., sobre la carne, cap. 46.
SOBRE LA DIETA
223
pero suficientemente nutritivo, y resulta laxante. Alimenta porque es blanco, pero es ligero porque está amasado con una sustancia muy ligera y tiene de ella su levadura y está cocido al fuego. Resulta laxante porque lo
suave y laxante del trigo se le mantiene agregado.
En cuanto a los panes mismos, los más nutritivos
son los más grandes, porque su humedad queda menos
consumida por el fuego. Y los horneados son más nutritivos que los cocidos sobre el hogar o con un asador,
ya que están menos abrasados por el fuego. Los cocidos
en el cubano o bajo las cenizas son los más secos;
los segundos por la ceniza, los otros a causa del barro
cocido que absorbe la humedad. Los hechos con la flor
de la harina son los más fuertes de todos ellos, y aún
más los de la flor del grano, y son muy nutritivos, si
bien no son igualmente laxantes.
La harina pura, embebida de agua además, refresca,
como la infusión de ese agua pasada por el fuego. Una
infusión hervida de esas harinas bastas resulta ligera
y laxativa. Las harinas hervidas en leche son más laxantes que las hervidas en agua, a causa del suero, y sobre
todo en el caso de las’<leches> laxantes. Todas aquellas
harinas que se cuecen o se tuestan con miel o aceite
calientan y provocan eructos; son provocadoras de eructos porque siendo alimenticias no son de fácil digestión,
y son caloríferas porque contienen en la misma sustancia grasas y materias dulces mal avenidas entre sí que
reclaman una cocción distinta. La flor de la harina y
el grano, hervidos, son fuertes y sustanciosos, pero no
laxantes.
La espelta es más ligera que el trigo, y los derivados 43
de ella son parecidos a los del trigo, pero más laxantes.
~
El kltbanos es un recipiente de barro en el que se cocía el pan
por el calor de los tizones encendidos en torno.
Y
224
1 RATADOS HIPOCRÁTICOS
La avena humedece y refresca, tanto si se come como
si se bebe en un caldo.
44 Las harinas de cebada y de trigo recién cocidas son
más secas que las viejas, por estar más cercanas al fuego y a la preparación. Cuando envejecen, lo cálido se
evapora y lo frío penetra en ellas. Los panes calientes
resecan, los tríos menos, y aún menos los del día pasado, y provocan una cierta delgadez.
45 Las habas son algo sustancioso, pesado y flatulento.
Flatulento porque los conductos no pueden acoger el
alimento que les llega en masa, y pesado porque tiene
pocos residuos en su nutrición. Los guisantes dan menos gases, y son más digestivos. Los blanquecinos y los
alargados son más laxantes que los otros, y menos f latulentos, siendo nutritivos. Los garbanzos blancos son
laxantes, diuréticos y nutritivos; su parte carnosa alimenta, la dulce es diurética, y la salada resulta laxante.
El mijo —en grano o en salvado— es seco y astringente.
Junto con los higos es fuerte para los que trabajan. El
mijo solo, hervido, es nutritivo, pero no se digiere fácilmente. Las lentejas producen calores y perturbaciones,
sin ser laxantes ni astringentes. La arveja es pesada y
fuerte; engorda y llena y da al hombre buen color. El
grano del lino es nutritivo y astringente; y tiene algo
de refrescante también.
Las semillas de salvia tienen efectos muy parecidos.
La almorta es por naturaleza algo fuerte y cálido, pero
mediante la preparación resulta más ligera y refrescante y es laxante. El jarámago humedece y es laxante. La
semilla de pepino actúa más de diurético que de laxante. El sésamo no lavado es laxante, llena y engorda; resulta laxante a causa de la cáscara externa, y llena y
engorda por su parte carnosa. Lavado es menos laxante,
pero llena y engorda más; y seca y abrasa a causa de
su sustancia grasa y oleaginosa. El cártamo es laxante.
La amapola es astringente, sobre todo la negra, pero
5OBRE LA DIETA
225
también la blanca. Sin embargo, es nutritiva y fuerte.
Los jugos de todas estas plantas son más laxantes que
sus granos. Por lo tanto hay que cuidar en la preparación, en todos los casos en que quieras resecar, de extraerles el zumo y utilizar sólo la pulpa; y en los que
quieras purgar aprovechar más el zumo y menos la pulpa, y ésta más jugosa.
Acerca de los animales que comemos conviene hacer 46
las siguientes precisiones. La carne de bovino es fuerte,
astringente y de difícil digestión para el estómago, ya
que este animal es de sangre densa y abundante. Así
que sus carnes son pesadas para el cuerpo, y tanto la
carne misma como la leche y la sangre. En cambio la
leche de oveja es ligera e igualmente la sangre, y la carne por el estilo. La carne de cabra es más ligera que
las anteriores y es más laxante.
Las carnes de cerdo dan al cuerpo más fuerza que
ésas, y son bastante laxantes, porque <el cerdo> tiene
las venas finas y con poca sangre, y mucha carne. La
carne de cordero es más ligera que la de oveja, y la
de cabrito más que la de cabra, ya que son menos sangrientas y más húmedas. Porque incluso los animales
que son secos y fuertes por naturaleza, cuando son tiernos, son laxantes, y cuando crecen lo son menos.
Y de igual modo las de ternera en relación con las
de vaca. Pero las de cochinillo son más pesadas que las
de cerdo, pues por naturaleza este animal es abundante
en carne y de poca sangre, y tiene un exceso de humedad mientras es joven. Así que, cuando los poros no aceptan la nutrición que les llega, ésta queda retenida, calienta y perturba el intestino. Las carnes de asno son
laxantes, y la ‘de los asnillos aún más, y también las
de los caballos, aún más ligeras. Las de perro resecan
y calientan y dan vigor, pero no son laxantes. La de los
cachorros humedece y es laxante y más diurética. La
de jabalí reseca y da fuerza y es laxante. La de ciervo
y
226
TRATADOS HIPOCRÁTICO5
reseca, es menos laxante, y es más diurética. La de liebre es seca y astringente, y produce alguna orina. La
de zorro es más húmeda, y también diurética. También
la de erizo terrestre es diurética y humedece.
47 En cuanto a las aves, pasa lo siguiente. En general
todas son más secas que las de los cuadrúpedos. Pues
todos los animales que no tienen vesícula carecen de
orina y de saliva, ya que a causa del calor del vientre
se consume la humedad procedente del cuerpo en el alimento para el elemento cálido, de modo que no tienen
orina ni saliva. Y en quien está falto de tal humedad,
es forzoso que la carne sea seca. La más seca es la de
la paloma torcaz, en segundo lugar la de la perdiz, y
en tercero las de la paloma, la gallina y la tórtola. La más
húmeda es la de la oca. Las que se nutren de granos
son más secas que las otras. Las carnes de pato y de
las demás aves que viven en los pantanos o sobre las
aguas son todas húmedas.
48 De los pescados los más secos son éstos: la escorpena, el «dragón», el «caliónimo», el salmonete, el «glau-
co», la perca, el sábalo. Los peces de roca son casi todos ligeros, como, p. ej., el tordo marino, el merlo, el
gobio, y el «elefitis.’. Estos peces son más ligeros que
los que son viajeros, porque al estar tranquilos presentan una carne suave y ligera. En cambio, los que van
errantes y batidos por las olas, fortalecidos por el esfuerzo, tienen una carne más firme y pesada. Rayas, angelotes, platijas y los semejantes son ligeros. Cuantos
tienen su alimento en lugares fangosos o pantanosos.
como róbalos, mújoles, anguilas, esos peces son más pesados, porque encuentran su alimentación entre el agua
fangosa y lo que crece en tales lugares, de donde incluso el aire respirado que un hombre inhala le daña y
le abotarga.
Los peces de río y de laguna son aún más pesados
que éstos. Los pulpos, las sepias y los de especie seme
5OBRE LA DIETA
227
jante ni son ligeros, según parece, ni laxantes, y debilitan la vista; en cambio los caldos hechos con ellos son
laxantes. En cuanto a los moluscos, por ejemplo, las ostraperías, lapas, púrpuras, bocinas, y ostras, su pulpa
es astringente, mientras que su caldo es laxante. Los
mejillones, las pechinas, y las telinas son más laxantes
que los anteriores, y lo son sobre todo las ortigas de
mar. Los peces cartilaginosos hidratan y son laxantes.
Los huevos de erizos y el jugo de langosta son laxantes,
como el «arkos>., y también los cangrejos, sobre todo
los de río, pero también los marinos, y son diuréticos.
Los pescados en salmuera hacen adelgazar y resecan. Los grasos son en buena medida laxantes. De los
puestos en salazón, los más secos son los marinos, y
luego los de río, mientras que los de lago son los más
húmedos. De los pescados en salazón aquellos que son
los más secos <de por sí> lo son también en salmuera.
De los animales domésticos los que pacen en los bos- 49
ques y los campos son más secos que los que se crían
bajo techado, porque en sus ejercicios al aire libre se
secan bajo el sol y con el frío, y viven respirando un
aire más seco. Son más secos los animales salvajes que
los domésticos, y los que comen poco que los que comen mucho, los que comen heno más que los que comen hierba, los que comen frutos más que los que no
los comen, los que beben poco más que los que beben
mucho, los que tienen mucha sangre más que los que
tienen poca o ninguna, los adultos más que los muy viejos o los jóvenes, los machos más que las hembras, los
no castrados más que los castrados, los negros más que
los blancos, y los velludos más que los lampiños. Los
contrarios son más húmedos.
De los animales por sí mismos las carnes más fuertes son las más sometidas a esfuerzos, y las más abundantes en sangre y las del costado por donde se recuestan <los animales>. Las más ligeras son las que menos
228
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
se fatigan, y las de poca sangre, y las que quedan a la
sombra, y todas las más interiores del animal. Entre
las desprovistas de sangre el cerebro y la médula son
las más fuertes; y las más ligeras son cabezas, pies, sexos y tendones. De los peces las carnes más secas son
las de la parte dearriba, y las más ligeras las de bajo
el vientre, y las cabezas son más húmedas a causa de
la grasa y del cerebro.
50 Los huevos de las aves son un alimento fuerte, nutritivo y flatulento. Fuerte, porque están muy cerca del
origen de la vida; nutritivo, porque eso es la leche para
el recién nacido, y flatulento, porque de un pequeño volumen se desarrollan enormemente.
51 El queso es fuerte, ardiente, nutritivo y astringente. Fuerte, porque está muy cerca del origen de la vida;
nutritivo, porque es el residuo sólido de la leche; ardiente, porque es graso; y astringente, por estar concentrado con zumo <de higuera> ~ y con cuajo.
52 El agua es fría y húmeda; el vino, caliente y seco,
y tiene de su poso algo laxante además. De los vinos,
los tintos y ásperos son mas secos, y no son ni laxantes
ni diuréticos ni expectorantes. Resecan por su calor, al
consumir la humedad del cuerpo. Los tintos suaves son
más húmedos, y producen gases y son más laxantes. Los
tintos dulces son más húmedos y más débiles, y producen gases al introducir humedad. Los blancos ásperos
calientan, pero no resecan, y son más diuréticos que
laxantes. Los vinos jóvenes son más laxantes que los
otros, por estar más cerca del mosto y son más nutritivos, y también los aromáticos más que los que no tienen aroma, por ser más maduros, y más los gruesos
que los ligeros. Los ligeros son más diuréticos. Y los
blancos y los ligeros dulces son más diuréticos que laSé Se trata, según Littré, del zumo de la higuera, con el que solían coagular la leche.
SOBRE LA DIETA
229
xantes, y refrescan, adelgazan y humedecen el cuerpo,
y debilitan la sangre, desarrollando en el cuerpo el prin57
cipio rival a la sangre
El mosto produce gases y causa perturbaciones y vacía la tripa. Causa gases porque calienta, vacía como
con una purga el cuerpo, y causa perturbaciones al fermentar en el estómago, y es laxante. Los vinos ácidos
refrescan, adelgazan y humedecen. Refrescan y adelgazan al producir la evacuación de la humedad del cuerpo, y humedecen a causa del agua que penetra en el
cuerpo con el vino.
El vinagre es refrescante, porque gasta y consume
la humedad que hay en el cuerpo, y es más astringente
que laxante porque no es nutritivo y sí agrio. El mosto
hervido calienta, humedece y evacua. Calienta por ser
vinoso, humedece por ser nutritivo, y produce evacuaciones por ser dulce y encima estar hervido. El vino
de últimos residuos humedece, produce evacuaciones y
es flatulento, como el mosto.
La miel pura calienta y seca, pero con agua humede- 53
ce y es laxante para los biliosos, y es astringente para
los flemáticos. El vino dulce es más laxante para los
flemáticos ~‘.
En cuanto a las hortalizas ~ sucede lo siguiente. El 54
ajo es cálido y laxante y diurético, bueno para el cuerpo, dañino para los ojos W• Porque, al efectuar una purga enorme del cuerpo, debilita la vista. Es laxante y diu~
De las varias propiedades de los vinos se habla también en Sobre la dieta en las enfermedades agudas 50, 51 y 52.
~‘ Como advierte R. ioIy, esta mención de los “flegmáticos. es
un tanto rara, ya que nuestro autor no suele aludir a los varios humores (tan sólo lo hace en IV 89 y 93). Y la nueva mención del vino dulce
está fuera de lugar. O bien se sigue aquí otro texto, o se ha introducido un añadido marginal.
~
Traduzco por «hortalizas. láchana, en francés «légumes..
~
Opinión popular. Cf. Aais~róp»ass, AsambleIstas 404, y Pluto 718.
230
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
rético, a causa de sus efectos purgantes. Cocido es más
suave que crudo. Produce gases por la retención del aire
interno. La cebolla es buena para la vista, pero mala
para el cuerpo, porque es cálida y ardiente y no es laxante. Pues no le da alimento al cuerpo ni le ayuda.
Al calentarlo le seca por efecto de su jugo. El puerro
caliente menos, y es diurético y laxante. Tiene también
algo de purgativo; humedece y hace cesar la acidez de
estómago. Hay que comerlo al final. El nabo humedece,
disolviendo el flegma con su aspereza; pero las hojas
en menor medida. Para la artritis es dañina la raíz, que
permanece en el estómago’ y es de difícil digestión. Los
berros caldean y disuelven la carne, y coagulan el flegma blanco, hasta llegar a producir estranguria. La
mostaza es cálida. También ella es laxante y produce
dificultad en la orina. También el jaramago provoca efectos semejantes a esos. El coriandro es cálido y astringente, y calma los ardores de estómago, y si se come
al final produce además sueño. La lechuga es más fría
antes de que tenga su jugo; a veces causa debilidad en
el cuerpo. El eneldo es cálido y astringente, y detiene
los estornudos cuando se huele. El apio es más diurético que laxante; pero sus raíces son más laxantes que
la planta misma. La albahaca es seca y astringente. La
ruda es más diurética que laxante, y tiene algo coagulante, y si se bebe antes sirve de alivio contra las pócimas venenosas. El espárrago es seco y astringente. La
salvia es seca y astringente. La hierba mora refresca
e impide las poluciones nocturnas. La verdolaga fresca
refresca, pero seca calienta. La ortiga purga. La caía-.
minta calienta y purga. La menta calienta y es diurética
y detiene los vómitos; y si uno la come a menudo, derrite el semen hasta producir pérdidas, e impide la erección y deja el cuerpo débil ~. La acedera, que caliené~ La menta tiene una varia influencia. Como condimento tuvo aIT’plio uso. Cf. A. C. ANDREWS, .The Minís of the Greeks and Romans
SOBRE LA DIETA
231
ta, es laxante. El armuelle es húmedo, sin embargo no
es laxante. El bledo es cálido, no laxante. La col calienta, y es laxante, y evacua las sustancias biliosas. El zumo de acelgas es laxante, pero la planta es astringente;
las raíces son más laxantes que las hojas de acelga. La
calabaza calienta, humedece y es laxante, pero no es
diurética. El nabo es ardiente, y humedece y perturba
el cuerpo, pero no es laxante, y provoca disuria. El poleo calienta y es laxante. El orégano calienta, y evacua
los humores biliosos. La ajedrea actúa de modo seme-
jante. El tomillo es cálido, es laxante y diurético, y evacua los humores flegmáticos. El hisopo calienta y evacua los humores flegmáticos.
Entre las hierbas salvajes, las que en la boca son
cálidas y bienolientes, ésas calientan y son más diuréticas que laxantes. Aquellas que tienen una naturaleza húmeda, fría e inconstante u olores pesados, son más laxantes que diuréticas. Las que son acres o ásperas son
astringentes. Las que son picantes y de buen olor, son
diuréticas. Las que son picantes y secas en la boca, resecan. Las que son ácidas son también refrescantes. Son
diuréticos los zumos del hinojo marino, del apio, las infusiones de ajo, de citiso, de hinojo, de puerro, de culantrillo, de hierba mora. Y son refrescantes éstos: el
escolopendrio, la menta, el seseli, la achicoria, la pimpinela, el hipérico, las ortigas. Laxantes y purgantes son
los caldos de guisantes, lentejas, cebada, acelgas, col,
mercurial, saúco, cártamo, Estas plantas son más
laxantes que diuréticas.
and their condimentary Uses”, Osiris (1958), págs. 127-49: Tuvo también su mitología, que está relacionada con sus efectos en lo erótico
y sexual; véase el sugestivo capítulo .Las desdichas de la menta~ de
M. DETIENNE, en Los jardines de Adonis [trad. esp. por C. BERMEJO,
Madrid. 19831, págs. 153-88. También la lechuga entró en ese sistema
semimítico. por sus propiedades anafrodisiacas.
1
232
TRATADOS HIP~RATICO5
55 En cuanto a la fruta pasa lo siguiente. Las frutas
en sazón son más laxantes, y las verdes más que las
secas. Vamos a exponer la propiedad natural de cada
una.
La mora calienta, humedece y es laxante. Las peras
maduras calientan, humedecen y son laxantes. Las duras son algo astringente. Las peras silvestres de invierno maduras son laxantes y limpian el vientre. Pero las
verdes son algo astringente. Las manzanas dulces son
difíciles de digerir; las ácidas maduras lo son menos.
Los membrillos s~n astringentes y no laxantes. Los caldos de manzanas sirven para detener los vómitos y son
diuréticos. Incluso su olor va bien contra los vómitos.
Las manzanas silvestres son astringentes; cocidas son
más laxantes. Contra el asma los zumos y las mismas
manzanas bebidas son benéficas.
Las serbas, los nísperos, los frutos de cornejo y los
demás por el estilo son astringentes y bloquean la tripa. El jugo de la granada dulce es laxante, y tiene algo
ardiente. Las granadas vinosas son flatulentas, y las
agrias son más refrescantes. Los granos de todas ellas
son astringentes. Los pepinos crudos son cosa indigesta; los melones son diuréticos y laxantes, pero dan gases.
Las uvas son cálidas y húmedas, y son laxantes, sobre todo las blancas. Cierto que las dulces calientan bastante, porque guardan ya mucho calor. Las verdes calientan menos, pero si se toman en bebida purgan. Las
pasas son algo ardiente, pero son laxantes.
Los higos verdes humedecen, son laxantes y dan calor. Humedecen por ser jugosos, calientan y son laxantes por su zumo dulce. Los primeros higos son los peores, porque son los de más leche, y los últimos son los
mejores. Los higos secos son ardientes, pero son laxantes.
Las almendras son un alimento ardiente, pero nutritivo. Ardiente por su aceite, nutritivo por su pulpa. Las
SOBRE LA DIETA
233
nueces redondas son semejantes. Las anchas, maduras,
son nutritivas, y si están peladas son laxantes, y producen gases. Las pieles, en cambio, son astringentes. Las
bellotas de encina, de roble, y los hayucos son astrigentes, crudos o tostados; cocidos, menos.
Las carnes grasas son ardientes, pero laxantes. Las 56
carnes conservadas en vino resecan y alimentan; resecan a causa del vino, y alimentan por la carne. Conservadas en vinagre calientan menos a causa del vinagre,
y alimentan bastante. Conservadas en sal las carnes son
menos nutritivas, por quedar privadas de la humedad
por la sal; adelgazan, resecan y son bastante laxantes ~
De cada uno de estos alimentos conviene disminuir
o aumentar sus propiedades específicas del modo siguiente, en el conocimiento de que todo, tanto animales
como plantas, está compuesto de fuego y agua, y con
esto aumenta y en esto se resuelve. Así que a los alimentos fuertes se les priva de su propiedad cociéndolos
y enfriándolos varias veces; a los húmedos se les arrebatá la humedad pasándolos por las brasas y tostándolos; y a los secos <se les cambia su propiedad> mojá.idolos y rociándolos; a los salados se los moja y se cuecen; a los amargos y ácidos se los mezcla con los dulces, y a los astringentes con los grasientos. Y de todos
los demás conviene tomar noticia por lo ya dicho.
Todo lo que está pasado por el fuego y tostado es
más astringente que lo crudo, porque el fuego le ha arrebatado la humedad, el zumo y lo grasiento. Así que cuando cae en el estómago, atrae hacia sí la humedad de
la cavidad, y obtura los orificios de los conductos venoé2 Este capítulo concluye el catálogo de los alimentos; trata de
cómo, mediante la preparación, se pueden estimular o disminuir las
propiedades naturales de cada uno. Dia ,~chnJs queda modificada la
cualidad que tienen unos u otros kata phys¡n.
u
234
TRATADOS HIPOCRTICOS
sos, secando y calentando, de manera que contiene los
desagues de la humedad.
Todos los alimentos que provienen de las zonas áridas, secas y tórridas, son más secos y más caloríferos
y aportan mayor vigor al cuerpo, porque son más pesados, más densos y más nutritivos, con el mismo volumen, que los que vienen de regiones húmedas, lluviosas
y frías. estos son más húmedos, ligeros y fríos. Por lo
tanto no sólo hay que conocer la cualidad específica de
los cereales, de las bebidas, y de los animales, sino también sus lugares de origen. Cuando, en efecto, se quiera
procurar al cuerpo un alimento más fuerte de los mismos comestibles, habrá que recurrir a los que procedan
de regiones áridas, tanto en cereales como en bebidas
y en carnes. Y cuando se quiera una nutrición más ligera y más húmeda, recurrir a los de regiones más
lluviosas.
Las cosas dulces, picantes, saladas, amargas, ásperas y carnosas dan naturalmente calor, tanto las que
son secas como las húmedas. Pero todas las que tienen
una parte predominante de sequedad en su interior, éstas resecan y calientan. Cuantas tienen una parte mayor de humedad, todas ésas a la vez que dan calor humedecen y son más laxantes que las secas. Pues al dar
más alimento al cuerpo, provocan una revulsión en el
vientre, y al traer humedad resultan laxantes. Todo lo
que, aportando calor, reseca, ya sea comida o bebida,
y que no provoca ni sálivación ni orina ni deposiciones,
reseca el cuerpo por lo siguiente: al calentarse el cuerpo se vacía de la humedad, en parte por los mismos
alimentos, y en parte porque lo humedo se consume en
alimento para el calor del• alma, y en parte porque, calentándose y haciéndose más sutil, se evapora a través
de la piel.
Las sustancias dulces y las grasas y las oleaginosas
dejan repleto, porque se derraman a partir de un pe-
—u
SOBRE LA DIETA
235
queño volumen. Al calentarse y al derramarse colman
el calor del cuerpo y causan una sensación de plenitud.
Las sustancias ácidas, picantes, astringentes, ásperas, bastas, o secas, no llenan, porque dejan abiertos
y limpian los orificios de los conductos venosos. Que
los unos secando, los otros mordiscando y contrayendo,
hacen que se agite y se concentre en un pequeño volumen la humedad que hay en la carne, y se hace grande
el vacío en el cuerpo. Con que cuando quieras saturar
con pocos alimentos o vaciar con más, utilizar unos u
otros.
Todos los alimentos frescos dan más vigor que los
demás por esta razón, que están más cerca de lo vivo.
En cambio los viejos y pasados son más laxantes que.
los frescos, porque están más cerca de la corrupción ~.
Los alimentos crudos provocan cólicos y eructos, porque aquello que debe efectuarse con ayuda del fuego,
eso lo lleva a cabo el estómago, que es más débil que
los alimentos ingeridos. Los platos que se preparan con
salsas son ardientes y húmedos, porque tienen ingredientes grasos, cálidos, y con propiedades diversas unas
de otras en un mismo guiso. Los preparados en salmuera o en vinagre son mejores y no ardientes.
Respecto a los baños pasa lo siguiente. El agua 57
potable humedece y refresca, pues da humedad al cuerpo. El baño salado calienta y reseca, ya que teniendo
un calor natural atrae fuera del cuerpo la humedad. Los
baños calientes en ayunas adelgazan y refrescan, pues
por el calor arrebatan la humedad del cuerpo; y al verse privada la carne de la humedad, el cuerpo se enfría.
Después de la comida calientan y humedecen, al desparramar lo húmedo que hay en el cuerpo en un volumen
~
Un punto de vista muy claro para una mentalidad precientifica, como señala Joly, es éste que pone en relación fuerza y vida, y
corrupción y excrementos.
236
TRATADOS HIPOCRATICOS
mayor. Los baños fríos lo contrario: al cuerpo en ayunas le dan algo de calor y humedad, y al que ya ha comido se lo quitan, estando húmedo, y, al ser algo frío,
lo llenan de la sequedad que conllevan. La abstinencia
de baños reseca, al consumirse lo húmedo; y la privación de unguentos otro tanto.
58 El darse unguentos calienta, humedece y ablanda.
El sol y el fuego resecan por esta razón: que, siendo
justamente calientes y secos, atraen la humedad del cuerpo. La sombra y los fríos moderados humedecen, pues
dan más que toman (humedad). Todos los sudores, al
salir, adelgazan y resecan, al abandonar la humedad el
cuerpo. El coito adelgaza, humedece y calienta; calienta
a causa del ejercicio y de la secreción de lo húmedo,
adelgaza por la evacuación, y humedece a causa de lo
que queda en el cuerpo de lo licuado” a causa del
ejercicio.
59 Los vómitos adelgazan a causa de la evacuación de
la comida, sin embargo no resecan, a no ser que al día
siguiente se adopte el tratamiento adecuado; sino que
humedecen más bien, a causa de la repleción y del derretimiento de la carne producido por el esfuerzo. Pero
si al día siguiente uno deja que esto se consuma en alimento de lo cálido y se va aumentando la dieta de modo paulatino, desecan. El vómito libera la tripa estreñida, y estriñe la que está más suelta de lo oportuno, al
humedecer aquélla y contraer esta otra. Por tanto, si
uno quiere producir un efecto astringente, hay que producir el vómito muy deprisa tras haber comido, antes
de que el alimento que es húmedo descienda hacia abajo, y servirse sobre todo de alimentos astringentes y de
los picantes. En cambio, si se quiere soltar el vientre,
~“ La noción de que por medio de los ejercicios se produce una
licuación interior, s’,~n~exis, de las carnes, algo asE como lo que podria~
mos considerar un ,‘sudor’ o .~humor. interno, está en otros párrafos.
cf. II 40 y III 78. Reaparece en Otros textos del CH.
SOBRE LA DtETA
237
conviene retener los alimentos <en el vientre> el mayor
tiempo posible, y recurrir a alimentos y bebidas ásperos, salados, grasos y dulces.
Los sueños, en ayunas, adelgazan y enfrían, si no 60
son largos, pues eliminan la humedad natural <en el
cuerpo>. Pero si son prolongados, al calentarla derriten
la carne y relajan el cuerpo y lo dejan débil. Después
de la comida al calentar humedecen, esparciendo la comida por el cuerpo. Tras los paseos matutinos es cuando el sueño reseca en grado máximo.
El no dormir tras las comidas daña, al no dejar al
alimento que se disuelva; al que está sin comer le procura un cierto adelgazamiento, pero le daña menos. La
inactividad humedece y deja el cuerpo débil, pues el alma que está inactiva no consume la humedad originada
en el cuerpo. El ejercicio reseca y pone el cuerpo fuerte.
Una única comida <al día> adelgaza, reseca y estriñe
el vientre, porque lo húmedo del estómago y de la carne
es consumido por el calor del alma. El desayuno consigue los efectos contrarios a la comida única. El agua
caliente como bebida adelgaza en todo y de igual modo
el agua fría. El frío excesivo tanto en el aire respirado
como en la comida y en la bebida congela la humedad
del cuerpo y estriñe el vientre por el frío y la solidificación. Pues domina a la humedad del alma. También los
excesos de calor solidifican <lo húmedo> de modo que
así tampoco hay difusión de éste. Todo lo que al calentar el cuerpo, sin aportarle alimento, vacía de humedad
la carne sin producir un exceso, causa en el hombre
un enfriamiento; pues al evacuarse la humedad existente, se enfría a medida que se llena del aire que penetra
de fuera.
En cuanto a los ejercicios hay que apreciar la 61
cualidad que tienen del modo siguiente. Hay, en efecto,
~
Tras haberse ocupado de la alimentación, el autor va a hablar
de los ejercicios, pónoi, que constituyen el otro tema fundamental de
Y
238
TRATADOS HIPOCR~TICO5
unos que son naturales, y otros violentos. De ellos los
naturales son el ejercicio de la vista, del oído, de la voz,
y del pensamiento”.
Así pues, el ejercicio de la vista tiene esta propiedad: aplicándose el alma a lo que observa se mueve y se
calienta; y al calentarse se seca, porque se vacía de lo
húmedo. A través del oído, cuando le llega un ruido, el
alma se agita y se esfuerza, y con este esfuerzo se calienta y se seca. En todo lo que el hombre piensa, se
agita su alma, se caldea y se reseca, por esos esfuerzos,
trabaja gastando su humedád, vacía las carnes, y enflaquece al individuo. Todos los ejercicios de la voz, sean
discursos, lecturas o cantos, todos ellos agitan su alma.
Y al agitarse se caldea y se reseca, y gasta su humedad.
62 Los paseos son, desde luego, naturales, y lo son mucho más que los demás ejercicios, pero tienen algo de
violento. La cualidad propia de cada uno de ellos es la
siguiente. El paseo de después de la cena - reseca el
vientre y el cuerpo, y no deja que el estómago acumule
grasa por lo siguiente: al moverse el hombre, se calienla dieta. Los caps. 57, 58, 59 y 60, sobre los efectos de los baños, las
unciones, los vómitos y los sueños (de dormir y no de soñar se habla
aquí), constituyen una transicion. Los cinco capítulos dedicados a los
ponor concluyen este libro II.
“ Como los alimentos, también los ejercicios resultan o bien naturales, kara phy’~in, o bien artificiales o .violentos’, dió bí~s, que son
los que obligan a un esfuerzo extraordinario. Es curioso que hasta
la actividad de los sentidos sea considerada un pónos. E incluso el
pensamiento, en cuanto que supone un movimiento del alma —que
no es mero espíritu, ni mucho menos, sino que se reseca y humedece.
como el resto del cuerpo—, es un ejercicio. Se ha recordado, a este
respecto, la frase que puede leerse en Epidemias VI 5: .el pensamiento
de los humanos es un paseo de su alma” (psychés peripatos phrontís).
Ya Anaxágoras había considerado que .toda sensación va acompañada
de esfuerzo’ (fr. A 94 D K).
~ Traduzco por “cenar” y, otras veces, simplemente por .comi
da” la palabra defp”ion, que era la comida fuerte que los griegos ha
cían por la tarde.
SOBRE LA DIETA
239
tan los alimentos y el cuerpo, de modo que la carne
atrae lo líquido y no permite que se concentre en torno
al estómago. Así que el cuerpo se llena, y el estómago
adelgaza. Se reseca por lo siguiente: al moverse y calentarse el cuerpo, lo más ligero de la nutrición se consume, una parte por el calor congénito”, y otra se pierde con la respiración hacia el exterior, y en parte también se va a la orina. Y queda como resto lo más seco
de los alimentos dentro del cuerpo, de modo que se resecan el estómago y la carne.
Los paseos matutinos adelgazan, dejan la cabeza despejada y alerta, y el oído vivaz, y liberan el estómago.
Adelgazan porque el cuerpo, al moverse, se calienta, y
la humedad disminuye y se elimina, en parte mediante
la respiración, y parte al sonarse y al escupir, y en parte se gasta en alimento para el calor del alma. Liberan
el estómago, porque al penetrar desde arriba en éste,
que está caliente, el aire frío, el calor se retira ante el
frío. Dejan despejada la cabeza por la razón siguiente:
cuando el vientre se vacía, al estar caliente, atrae hacia
si lo húmedo del resto del cuerpo y de la cabeza. Y al
vaciarse <de humedad> la cabeza, se purifican la vista
y el oído. Y se póne uno alerta. Los paseos después de.
los ejercicios físicos dejan los cuerpos purgados y flacos, al no permitir que la exudación de la carne producida por el esfuerzo se concentre, sino que la eliminan.
De las carreras, las dobles y de fondo 69, aumen- 63
tadas paulatinamente, al calentar la carne pueden cocerla y fundirla, y así aumentan por digestión la potencia de los alimentos en la propia carne, y dejan los cuerpos más lentos y más firmes que las carreras sencillas.
“ Esta noción del .calor vital, es muy importante también en la
biología aristotélica, cf. F. SOLM5EN, .The vital heat, the inborn pneu.
ma and the aether., en Journal of HeII. Studies 77 (1957), págs. 119-23.
69 Como apunta JoLY, esta terminología de las carreras resulta un
tanto difícil de traducir (cf. sus Recherches..., págs. 115-20).
240
TRATADOS HIPOCRATICo5
Son más convenientes a los que comen mucho, y más
en invierno que en verano.
Las carreras con vestidos tienen la misma propiedad, pero como calientan más deprisa dejan los cuerpos más húmedos, si bien con menos color, porque el
aire puro que se recibe no purifica (el cuerpo), sino que
éste se mueve en el mismo aire durante el ejercicio. De
modo que esto les conviene a los individuos secos y a
los de abundante carne que quieren perder peso, y a
las personas de edad por la frialdad de su cuerpo.
Los díaulos y los dobles díaulos consumen menos la
carne, y secan más, porque los esfuerzos que se producen en las partes internas del alma extraen lo húmedo
de la carne y enflaquecen el cuerpo y lo secan. Las carreras simples consumen menos la carne, pero resecan
y contraen al máximo la carne y el vientre, ya que, al
necesitar una respiración muy rápida, atraen la humedad hacia esos esfuerzos.
64 Los ejercicios gimnásticos agitados con brusquedad
son, para los individuos enjutos, inconvenientes. Pues
producen desgarramientos por lo siguiente. Estando caliente el cuerpo, adelgazan mucho la piel, condensan la
carne menos que las carreras, y vacían la carne de su
humedad. Las flexiones y elevaciones de brazos caldean
mucho menos la carne, y aguzan el cuerpo y el alma,
y evacuan el aire.
La lucha libre y el frotamiento ofrecen en mayor medida el ejercicio a las partes externas del cuerpo, y calientan, endurecen y hacen que se desarrolle la carne
por lo siguiente. Por un lado las partes por naturaleza
duras se hacen más compactas al ser frotadas, y las huecas se desarrollan, como es el caso de los conductos
venosos. Porque al calentarse y secarse atraen hacia sí
el alimento a través de los poros, y luego aumentan.
.La lucha de cuerpo a tierra tiene unos efectos semejantes a los de la lucha libre, y reseca más a causa del
SOBRE LA DIETA
241
polvo, y desarrolla menos carne. La lucha de manos y
dedos reseca y atrae las carnes hacia arriba, y efectos
similares logran la lucha con el saco y la gimnasia de
brazos 7O~ La retención de la respiración fuerza los poros (a abrirse) y adelgaza la piel y puede expulsar la
humedad de la piel.
Los ejercicios gimnásticos en el polvo y los del 65
cuerpo untado en aceite difieren en lo siguiente. El polvo es frío, el aceite cálido ~í. Durante el invierno el
aceite ayuda al desarrollo, porque impide que el frío
arrebate nada al cuerpo. Durante el verano el aceite,
que produce un exceso de calor, hace que se funda la
carne, cuando se recalienta a causa de la estación, del
aceite y del esfuerzo. El polvo de los ejercicios gimnásticos favorece el desarrollo durante el verano, pues al
refrescar el cuerpo no deja que se recaliente hasta el
exceso. En cambio en invierno enfría y congela. Quedarse en el polvo después de los ejercicios durante un
rato breve en el verano es provechoso, porque refresca;
pero si es mucho tiempo reseca demasiado y deja los
cuerpos duros y secos como leños. El frotamiento de
aceite mezclado con agua reblandece e impide un peligroso recalentamiento.
En cuanto a las torceduras y tensiones 72 que se 66
producen en el cuerpo, ocurre lo siguiente. Las perso70 El akrocheirismós. según indica su nombre griego, era un tipo
de combate que se hacia fundamentalmente con las puntas de los dedos. La korykomachíe .lucha con el saco” era el entrenamiento con
el korykos, el saco de cuero, generalmente relleno con granos, harina
o arena, con el que se ejercitaban los púgiles, una veces para la lucha
libre, tratando de asirla o sostenerlo, o bien para golpearlo practicando golpes de boxeo. El saco a bolsa podía ser más o mtnos grande
y colgar más o menos alío. según lo requiriera el entrenamiento.
~‘ Resulta notoria la importancia del aceite u óleo. daion, en las
prácticas gimnásticas de la Antiguedad.
72 .Torceduras y tensiones. o .luxaciones’., traduce kdpoí. Como
indica ioíy. la noción de .hábito. es muy importante en los tratamíen-
242
TRATADO5 HIPOCRATICOS
nas que no tienen hábito de hacer gimnasia se lastiman
en cualquier ejercicio. Pues ninguna parte de su cuerpo
está entrenada para ningún esfuerzo. Los cuerpos ejercitados, por su parte, pueden lastimarse por los ejercicios desacostumbrados; e incluso se lastiman por los
ejercicios habituales, si los practican con exceso. esos
son, en efecto, los tipos de los achaques.
La propiedad característica de éstos es la siguiente.
Quienes no están entrenados, teniendo la carne húmeda, al esforzarse en los ejercicios, en cuanto el cuerpo
se les calienta, sufren un enorme derretimiento de su
carne. Lo que entonces se exuda o se elimina con la
respiración no causa fatiga sino a la parte del cuerpo
vaciada así contra lo habitual. Pero lo que queda de esa
licuefacción causa fatigas no sólo a la parte vaciada del
cuerpo de modo inhabitual, sino también a la que recibe esa humedad. Porque no es un liquido73 connatural
al cuerpo, sino muy contrario. Pues no se acumula por
igual en las partes desprovistas de carne <y en las otras>,
sino que se concentran en las carnosas, hasta el punto
de provocar dolencia en éstas hasta que se expulsa. Puesto que desde luego no tiene circulación, quedando en
reposo, se recalienta ella y lo que se le añade.
Si la secreción es abundante, se impone incluso sobre lo que está sano, de modo que recalienta en exceso
todo el cuerpo, y resulta el principio de una fuerte fiebre. Pues al ponerse la sangre caliente y ser atraída,
acelera la circulación que se da en el cuerpo, y por metos dietéticos, y en la medicina griega en general. cf. Sobre la dieta
en las enlermedades agudas 19 y ss., Sobre la medicina antigua lO.
~
La traducción de fo hygrón por ~humeur~ que encontramos en
Littré puede conducir a una precisión errónea. Al producirse con el
calor una ~fundición. (syntexis) de las carnes, hay una secreción (10
apokrzrhén) interna, que resulta, en parte, evacuada al exterior con
el sudor y la respiración; pero ese líquido no es un ~humor. en el
sentido más estricto que tiene el término en otros tratados del CH.
SOBRE LA DIETA
243
dio de la respiración se purifica todo el cuerpo; y el•
humor concentrado, al calentarse, se aligera y se expulsa de la carne hacia afuera a través de la piel, que es
lo que se llama <sudor cálido». Una vez segregado éste,
la sangre se reafirma en su movimiento natural, y la
fiebre remite, y la fatiga cesa, en general, al tercer día.
Estos achaques, pues, hay que tratarlos del modo siguiente: disolviendo lo acumulado mediante baños de
vapor y baños calientes, y con paseos no forzados, de
modo que <los pacientes> queden limpios, y recuperen
la disminución de la carne con ayuda de breves alimentos y adelgazando.
Conviene, además, untarse con aceite sosegadamente durante un buen rato, para no recalentarse con el
esfuerzo, y frotarse con unguentos sudoríparos y emolientes, y dormir en cama blanda.
A quienes ya tienen hábito de ejercicios el achaque
les viene de esfuerzos desacostumbrados por los motivos siguientes. Sea cualquier ejercicio al que el cuerpo
no esté entrenado, forzoso es que la carne esté húmeda
en relación a este punto, en el que no está acostumbrado a esforzarse, como es el caso de los que no practican
la gimnasia en cualquier ejercicio. Entonces necesariamente la carne se fundirá, se disgregará y se acumulará
como en el ejemplo anterior. Conviene seguir este tratamiento: acudir a los ejercicios habituales, para que el
humor concentrado calentándose disminuya y se purgue, y el resto del cuerpo no se humedezca ni se quede
inactivo. Conviene recurrir a los baños calientes también en este caso, ya unguentos de igual modo que en
el caso anterior. Pero no necesita para nada de los baños de vapor, ya que los ejercicios calentándolo suficientemente disminuyen y eliminan el liquido amontonado.
Las luxaciones <o lesiones> producidas por los ejercicios habituales se originan del modo siguiente. De un
244
TRATADOS HIPOCRÁTICO5
ejercicio moderado no proviene ninguna tensión. Pero
cuando se esfuerza uno más de lo oportuno, reseca demasiado su carne. Así que ésta se vacía de su humedad,
y se caldea y sufre dolor, se estremece y cae en una
fiebre bastante prolongada, a no ser que uno la trate
correctamente. En ese caso, en primer lugar hay que
bañar al enfermo en un baño ni demasiado caliente ni
demasiado abundante, luego darle a beber después del
baño un vino suave, y que coma de cena muy varios
y muchos alimentos, y como bebida que tóme un vino
aguado y suave, y en abundancia, y luego que conserve
mucho tiempo en el estómago <la comida> hasta que
los conductos venosos se llenen y se hinchen. Luego,
que vomite, y después de un breve paseo que se acueste
blandamente. Luego conviene aumentar lentamente los
alimentos y los ejercicios habituales durante seis días,
y en éstos disponer al individuo en su régimen acostumbrado de comida y bebida ~
Este tratamiento tiene la siguiente propiedad: puede
rehidratar el cuerpo resecado en exceso sin caer en exceso. Si, desde luego, fuera posible, conociendo cuál es
la causa de la dolencia, curarla mediante la dosis conveniente de alimentación, bien estaría así. Pero eso es
imposible, y lo otro es fácil. Porque el cuerpo reseco,
al recibir todo tipo de alimento atrae de cada alimento
lo conveniente a cada parte del cuerpo, que queda llena
y humedecida, y, tras vaciarse el estómago por el vómito, rechaza el exceso. El vientre, al quedar vacio, se revuelve. Entonces, la carne regurgita la humedad que le
sobra, y no suelta la que le es adecuada, a no ser por
~ Estos consejos son como una fórmula resumida de los que sC
darán con mayores distingos y precisiones en el libro siguiente- Ya
aqui nos encontramos las nociones fundamentales de ,,vaciamICnto~
y ~repleción., y eí rechazo del perturbador .exceso’. <hyperbolt) quC
son loa factores determinantes de la enfermedad que puede medicarse
con una dieta ajustadaSOBRE LA DIETA
245
violencia bien de medicamentos o de ejercicios o por
alguna otra revulsión. Acudiendo a un tratamiento progresivo reconducirás el cuerpo a su anterior régimen
de vida suavemente.
LIBRO III
En lo que respectá a la dieta humana, como ya he 67
dejado dicho antes ~, no es posible tratar por escrito
con exactitud hasta el punto de establecer la justa proporción de los ejercicios frente a la cantidad de los alimentos. Pues son muchos los impedimentos ~ En pri-
mer lugar, las constituciones naturales de los hombres,
que son diferentes. Ya que incluso las de por sí secas,
lo son más y menos, tanto respecto de si mismas como
en contraste de las unas con las otras; y lo mismo las
húmedas y todas las demás. Después, resulta que las
edades tienen diversas necesidades; además están las
disposiciones de los paises, y los cambios de los vientos, las variaciones de las estaciones, y las características del año.
En los alimentos mismos hay una enorme variedad.
Difieren unos trigos de otros, y un vino de otro vino,
y lo demás que nos sirve de alimento, de modo que,
7S Cf. cap. 2.
~
Este párrafo inicial suscita el recuerdo del célebre aserto de
Protágoras, a comienzo de su escrito Sobre los dioses (fr. 4 DK: .Respecto a los dioses no puedo saber ni qué son ni qué no son ni cómo
son en su aspecto; pues son muchos los impedimentos: la oscuridad
¡del tema] y lo breve que es la vida humanas). Admitiendo aquí un
posible eco de la frase del sofista, destaquemos se insiste en la imposibilidad de .redactar por escrito con exactitucL. (syngrdpsai es aknbeian,j,
incidiendo de nuevo en esa noción de lo escrito (siempre el verbo syngrdphein) que está en los dos primeros caps. del tratado.
y
246
TRATADOS HIPOcRATIcOS
siendo todo diverso, eso impide que sea posible darle
un tratamiento escrito con exactitud ~ Con todo, los
análisis 7~ que yo he descubierto sirven de diagnóstico
sobre los factores dominantes en el cuerpo, sobre si los
ejercicios dominan a los alimentos, o si los alimentos
a los ejercicios, y de cómo hay que remediar cada caso,
y prevenir la salud, de modo que no se aproximen las
enfermedades, a no ser que uno cometa muy grandes
errores y a menudo. En esos casos ya se requieren medicamentos, y hay casos en que ni con medicamentos
se puede restaurar la salud. En la medida, pues, en que
puede avanzarse en los descubrimientos, yo he llegado
muy cerca del límite, pero la exactitud no está al alcance de nadie.
68 En primer lugar, pues, en interés de la mayoría de
la gente escribiré con qué medios pueden ayudarse
~
La idea se encuentra tambien en Sobre la medicina antigua 12,
14.
~
Emplea el t~rmino d¡agnósies (pero el manuscrito M da prognOsies) para referirse a sus ,reconocimientos’~, mientras otras veces
el término preciso de su descubrimiento es el de prodidgnosis. La dífercncia entre ambos está expresa en el cap. 69: ~Diagnóstico previo al
enfermar, diagnóstico de lo que ocurre a los cuerpos... (esti de prodiagnósis men pro toó kanznein, diagnosis de tón snma fon ti peponthe...). Advirtiendo un desequilibrio corporal por los indicios o sintomas que testimonian un exceso de alimentos o de ejercicios, el autor
puede aplicar un tratamiento ajustado al caso. Es una noción diferente de la del c.pronóstico’.. que hace de nuestro autor, el padre de la
llamada hoy medicina preventiva. Aunque la idea es corriente a fines
del s. y, él la expone y sistematiza. como señala Joly, siendo tal vez
el introductor del término prodia gnosis, tal vez de su invención. Mientras que el pronóstico hipocrático atiende al desarrollo de la enfermedad, este diagnóstico previo trata de atajar su evolución a partir de
los primeros síntomas de un desarrollo.
~
Por lo que aquí se dice, parece que el autor se dirigiera a la
masa de los hombres, a los trabajadores, a aquellos que tienen que
andar sometidos a las duras condiciones de su labor cotidiana y no
disponen, por lo tanto, del ocio necesario para estar disponible para
unos cuidados especiales de higiene ni tiempo libre para un régimen
SOBRE LA DIETA
247
quienes toman las comidas y bebidas ocasionales, entre
trabajos obligados, viajes forzados por sus necesidades,
y travesías por mar en busca de sustento, expuestos al
sol en contra de lo conveniente, sometidos al frío al margen de lo útil, y recurriendo a un régimen de vida de
lo más inestable. Para éstos, pues, de acuerdo con las
circunstancias, resulta conveniente adoptar la dieta que
vamos a exponer ~.
Con que divido el año en cuatro secciones, que es
lo que la mayoría reconoce precisamente: invierno, primavera, verano y otoño. El invierno va desde el ocaso
de las Pléyades al equinoccio de la primavera; la primavera, desde este equinoccio al surgir de las Pléyades;
el verano, de las Pléyades hasta la salida de Arcturo;
el otoño, desde Arcturo al ocaso de las Pléyades.
de vida deportivo y refinado en su dieta alimenticia, como si así se
pudiera hacer frente a las criticas que Platón expone en República
III 406a-e, Realmente la distinción entre dos públicos diversos desde
el punto de vista de su situación social es algo que nuestro autor olvida enseguida, y es un rasgo más interesante desde el punto de vista
literario que desde la propia significación social (cf. JoLY, Recherches...,
págs. 127.36). La crítica de B. FARRINGTON en su art. .,La mano en el
arte de curar., que dedica unos párrafos a nuestro texto (en Mano
y cerebro en la Grecia Antigua, trad. espa, Madrid, 1974, págs. 81-83),
recalca esa falsedad de las pretensiones de este autor. Esta intención
se queda en mero artificio literario. Aquí nos da unas normas muy
generales, variando el régimen de vida según la estación del año, que
difícilmente son de utilidad para quienes andan forzados a trabajos
duros, así como lo que se dice de las comidas. En el cap. siguiente
habla de que su heurima, la invención de un régimen dietético acomodado, es para quienes están más libres en su tiempo y más dotados
de recursos.
~ El régimen variable según la época del año no es un descubrimiento propio del autor. También en Sobre la dieta saludable 1. encontramos unoa consejos semejantes, sólo que más simples. La relación
entre ambos textos ha sido discutida. Mientras Fredrich pensaba en
una influencia de Sobre la dieta saludable en nuestro texto, Joly piensa que, en caso de admitir una influencia, seria la contraría, y que
Sobre la dieta es el texto más antiguo de los dos.
248
TRATADOS HIpocRATIcos
Durante el invierno, pues, para oponerse a la estación, fila y dura, conviene adoptar los hábitos de vida
siguientes. En primer lugar hay que acostumbrarse a
una sola comida, a no ser que uno tenga el vientre seco,
y en tal caso, desayunar un poco. Y tomar alimentos
secos y astrigentes, cálidos, variados y sin mezcla, mejor comidas con pan, y mejor asados que hervidos, y
para beber tintos bastante puros y en menor cantidad;
las hortalizas convienen muy poco, a no ser de Las caloríficas y secas, y hervidos y caldos muy pocos. Y muchos ejercicios de toda clase; y carreras de fondo, aumentándolas paulatinamente~ y lucha libre prolongada, con
el cuerpo aceitado, a lo que uno se forzará despues de
entrenamientos ligeros. Y paseos rápidos tras los ejercicios gimnásticos~ lentos y al sol después de la comida,
y muchos paseos matutinos, comenzando poco a poco
y progresando a un ritmo vivo, y concluyéndolos de manera sosegada.
Conviene también descansar en lechos duros, y darse caminatas y carreras nocturnas ‘. Porque todo eso
adelgaza y calienta. Y friccionarse con unguentos mas
a menudo. Cuando uno quiera bañarse, si se ha esforzado en la palestra; que tome un baño frío; pero si ha
practicado cualquier otro ejercicio, le es más provechoso
el caliente. Practicar el trato sexual con mayor frecuen~
cia en esta estación, y los mayores más que los más
jóvenes. Acudir también a los vómitos, las personas de
constitución más húmeda tres veces al mes, y los más
secos dos, después de comidas muy variadas. Tras los
vómitos retornar poco a poco a la alimentación habitual en un plazo de tres días, y durante este tiempo practicar ejercicios más ligeros y menos numerosos. Hay que
vomitar después de <haber comido> carne de vaca y de
si como señala .Joly, no parece que sean éstos los conSejoS más
adecuados a braceros y trabajadores que tienen que ganarse su vida.
SOBRE LA DIETA
249
cerdo y de las otras que producen un excesivo hartazgo;
y también conviene vomitar tras el hartazgo de queso
y de alimentos dulces y grasos desacostumbrados. También después de una borrachera y de una variación de
alimentación y de un cambio de región es mejor vomitar.
Puede uno abandonarse al frío con plena confianza,
a no ser después de las comidas y ejercicios gimnásticos; sí en los paseos matutinos, cuando el cuerpo empieza a entrar en calor, tanto en las carreras como en
el resto del tiempo, guardándose del exceso. Pues no
es bueno para el cuerpo no exponerse al frío invernal;
que ni siquiera los árboles, de no quedar expuestos al
invierno, pueden producir sus frutos en su sazón, ni mantenerse vigorosos ~ Y practicar muchos ejercicios durante esta estación, de toda clase. Pues no resultan excesivos, a no ser que se produzcan lesiones.
astas son las indicaciones que doy a los profanos.
Por qué es así lo diré ahora. Siendo la estación fría y
dura, también los seres vivos se ven afectados por algo
parecido. Forzoso es, pues, que el cuerpo entre en calor
lentamente con el ejercicio, y que sólo una pequeña porción de la humedad interna sea evacuada. Además, el
espacio de tiempo que se dedica al ejercicio es breve,
y mucho el que se dedica al reposo. Porque es corto
el día, y larga la noche. Por esa razón ni la duración
<de los ejercicios> ni el ejercicio presentan exceso. Así
que es preciso llevar ese régimen de vida durante esta
estación, desde el ocaso de las Pléyades al solsticio, cuarenta y cuatro días. En torno al solsticio conviene estar
alerta muy precisamente, y tras el solsticio conservar
la misma dieta durante otros tantos días.
Después de éste, es ya el momento en que sopla el
céfiro
y la estación es más suave. Entonces hay que adap2 La comparación con el mundo vegetal parece asumir fuerza de
prueba (aunque en casos como éste se basa en una opinión popular.
pero incierta), ~f. JoLY, Le niveau..., págs. 73 y sigs., y n. ad loc.
250
TRATADOS HIPOcRÁTIcOS
tar la dieta a la estación durante quince días. Luego
viene el surgir de Arcturo, y es el tiempo en que aparece la golondrina. En el período siguiente ya conviene
vivir con un régimen más variado hasta el equinoccio
treinta y dos días. Conviene, por lo tanto, acompañar
el cambio de estación con los hábitos dietéticos, variándolos con comidas y ejercicios más suaves y ligeros, acomodándolos poco a poco a la primavera.
Cuando llega el equinoccio, entonces son los días más
suaves y más largos, y más cortas la noches, y la estación que se aproxima es cálida y seca, y la que transcurre alimenticia y temperadal Por consiguiente conviene
que, así como los árboles, que no tienen entendimiento,
se preparan en este tiempo una protección de cara al
verano, en su desarrollo y su sombra, así también lo
haga el ser humano. Puesto que él tiene entendimiento,
debe procurarse un desarrollo saludable de su carne.
Es preciso, pues, para no cambiar de repente el régimen dietético, dividir el tiempo en seis períodos de ocho
días.
En el primer periodo, pues, es preciso reducir ejercicios y realizar más mitigados los que se mantengan,
y tomar alimentos más suaves y más puros, y bebidas
más aguadas y más blancas, y practicar la lucha de palestra con aceite al sol. En cada estación hay que variar
cada uno de los habitos dietéticos poco a poco. Por ejempío, de los paseos, suprimir los más de después de las
comidas y los menos de los matutinos. Y servirse de
los chuscos de cebada más que de los panes de trigo,
añadir legumbres hervidas, y equilibrar los platos hervidos con los asados, tomar baños, y desayunar también un poco; y menos relaciones sexuales, y menos vómitos: en principio reducirlos de tres a dos, y luego que
sean a mayores intervalos, para que el cuerpo se afirme
bien provisto de carnes y con una carne limpia, y que
la dieta sea suave durante este tiempo hasta la aparición de las Pléyades.
SOBRE LA DIETA
251
Entonces viene el verano, y conviene ya adaptar el
régimen de vida a éste. Con que, una vez que se alcen
las Pléyades, acudir a alimentos más suaves, y más puros, y en menor cantidad; luego a pan de cebada más
que al de trigo, bien amasado y de harinas gruesas, y
a bebidas suaves, blancas, acuosas; con un almuerzo frugal, y breves sueños tras el almuerzo; con hartazgo de
comida en muy escasos momentos, y tomar abundante
bebida durante la comida. A lo largo del día beber lo
menos posible, a no ser que el cuerpo se vea afectado
por una sequedad apremiante. Habituarse a legumbres
hervidas, a excepción de las ardientes y secas, y tomarlas también crudas, a excepción de las que dan calor
y son secas. No recurrir a los vómitos, a menos que
se produzca un hartazgo. Muy poco de relaciones sexuales, y darse baños templados. La fruta de la estación es demasiado fuerte para la naturaleza humana;
mejor, pues, es abstenerse de ella. Pero si uno la toma,
tomándola después de las comidas se perjudicará menos.
En cuanto a los ejercicios, conviene entrenarse en
carreras sencillas, pocos díaulos y durante corto tiempo, y paseos a la sombra, y lucha libre sobre el suelo
a fin de recalentarse mínimamente. El revolcarse por
el suelo es mejor, desde luego, que las carreras, pues
estas resecan el cuerpo vaciándolo de la humedad. No
salir de paseo después de la cena, a no ser lo justo para
relajarse. Recurrir a los paseos de mañana. Y cuidarse
del sol, y de los fríos matutinos y, al atardecer, de los
que exhalan ríos, lagos o nieves.
Continúese con este régimen de vida hasta el solsticio, de modo que durante este tiempo se suprimirá todo
lo que es seco, cálido, negro, y sin mezcla, y los panes;
a no ser un poco (de pan) que se tome por placer. Y
en el tiempo siguiente se nutrirá de alimentos suaves,
húmedos, refrescantes, blancos, y puros, hasta la aparición de Arcturo y el equinoccio, noventa y tres días.
L
252
TRATADOS HIPocRATIcOS
A partir del equinoccio hay que llevar la dieta siguiente, acomodándola gradualmente en otoño para el
invierno, previniéndose de los cambios de fríos y de sol
con un vestido grueso. Durante este tiempo, tras hacer
vestido los ejercicios preliminares, practicar las fricciones y la lucha untados de aceite, adaptándose poco a
poco. Y darse los paseos al sol. Tomar baños calientes,
suprimir los sueños durante el día, y tomar alimentos
más cálidos, y menos húmedos y puros; y bebidas más
oscuras, suaves y no aguadas, y hortalizas secas en menor medida, y continuar así en toda la dieta suprimiendo los alimentos de verano; y adoptar los de invierno
pero no en extremo, a fin de acercarse lo más posible
a la dieta invernal en cuarenta y ocho días, desde el
equinoccio hasta el ocaso de las Pléyades.
69 Esto es lo que recomiendo a la mayoría de las gentes, a todos los que por necesidad tienen que proseguir
su vida azarosamente, y no pueden desentenderse de lo
demás para dedicarse a cuidar de su salud. Pero para
quienes eso es accesible y que ya han reconocido que
ningún beneficio hay en las riquezas ni en los demás
bienes al margen de la salud 83, para éstos he descu83 cree Joly que puede haber aquí una alusión al poema de Arífrón de Sición. que bien pudo publicarse hacia el 400 a. c. Es un Peán
a la Salud, personificada como Higiea y representada, a veces, como
compañera de Asclepio en centros ligados a su culto. Dice así en la
trad. de F. R. ADR-snos (en Lírica Griega Arcaica, Madrid, 1980, B. c. G.,
pág. 455)
¡Salud, la más venerable de los felices para los mortales,
ojalá viva yo en tu compañía durante el resto de mi vida y tú
estés benévola a mí lado! Pues sí hay alguna felicidad en la
riqueza, o en los hijos, o en el mando real que es para los hombres igual a ser un dios, o en los deseos que intentamos cazar
con las redes ocultas de Afrodita. o si existe algún otro placer
enviado por los dioses a los hombres o algún descanso en los
trabajos, sólo en unión de ti. oh feliz Salud, florece y brilla
en el trato con las Gracias: sin ti nadie es feliz.
SOBRE LA DIETA
253
bierto una dieta que se aproxima lo más posible al mayor grado de verdad. Ésta es la que voy a exponer, en
efecto, avanzando el escrito.
Este hallazgo es hermoso para mi, que lo he hecho,
y útil para quienes lo aprendan. Ninguno de los de antes intentó nunca comprenderlo, y frente a todo lo demás juzgo que esto es algo de gran valor.
Se trata de un diagnóstico previo al enfermar, diag-
nóstico de lo que les ocurre a los cuerpos, de si el alimento prevalece sobre los ejercicios, o si los ejercicios
sobre los alimentos, o si están acomodados unos a otros.
Pues las enfermedades se producen por el predominio
de uno cualquiera de esos dos factores. Del andar equilibrados unos y otros viene la salud. Ahora voy a tratar
de esos casos, e indicaré cómo son y cómo acontecen
en personas que parecen gozar de salud, comen a su
gusto, pueden hacer ejercicios, y están bien de cuerpo
y de color.
Las narices se llenan sin motivo evidente después 70
de la comida y del sueño”, y parecen estar llenas, pero sin moqueo. Sólo al empezar el paseo de mañana y
los ejercicios, entonces se moquea y se escupe. Al avanEl aprecio por la salud está manifestado también en el conocido
canto de banquete (7D) que la considera el primer bien:
Tener salud es lo mejor para un mortal.
Lo segundo es haber nacido hermoso por naturaleza.
Lo tercero, ser rico sin engaños.
Y lo cuarto gozar de la juventud con los amigos.
comienza aquí la descripción del primero de los quince casos
que el autor distingue para aplicarles el tratamiento adecuado según
su prodiagn~sis. Todos provienen de un desequilibrio entre alimentos
y ejercicios. E,n los nueve primeros dominan los alimentos, y en los
seis últimos (caps. 79-84) dominan los ejercicios. Las nociones de .rcpleción. (pl~smon¿) y de .vaciamiento. <lcene~sis) son fundamentales
en esta concepción del desequilibrio. Para el tratamiento de conjunto
y la sistematización de estos quince casos, véase el comentario de iOLY,
en Recherches..., págs. 138-67.
254
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
zar el tiempo, también los párpados se tienen pesados,
y se apodera de la frente como una comezón; y no se
tienen ganas de comida, y menos capacidad para beber
<que de ordinario>, y con esto sobrevienen palideces,
y se desencadenan catarros o temblores febriles, según
la zona a donde se desplace el hartazgo ocasional.
A lo que el paciente se encuentre haciendo en ese
momento se le echan las culpas, pero eso no es culpable. Es que en él los alimentos se imponen a los ejercicios, y el hartazgo, acumulándose poco a poco, le ha
empujado hacia la enfermedad. Pero no hay que dejarlo
llegar hasta este punto. Sino que, apenas uno reconozca
los primeros de esos síntomas, ya hay que advertir que
las comidas predominan sobre los ejercicios y que poco
a poco se está acumulando el hartazgo. Porque el moqueo y la salivación indican va la crisis de la saciedad.
Al encontrarse el cuerpo tranquilo, bloquean las salidas
de la respiración, por ser enorme el hartazgo. Pero si
<el cuerpo> se calienta con el ejercicio, <esa destilación>
se hace más ligera y se segrega.
A un paciente semejante hay que curarlo del modo
siguiente. Que se ejercite a fondo con las prácticas gimnásticas habituales evitando lesionarse, y que dándose
un baño caliente vomite a continuación de una comida
de alimentos muy variados. Después de la vomitona que
se enjuague la boca y la garganta con un vino astringente para que los orificios de las venas se obturen y
no sean absorbidos ningunos restos de los producidos
por el vómito. Luego levantarse y dar un breve paseo
por el soí. Al día siguiente, que haga los mismos paseos:
y los mismos ejercicios, pero en menor número y más
ligeros que antes. Y que se quede sin almorzar, si es~
verano; y si no es verano, que coma un poco; y en
la cena que reduzca a la mitad lo que acostumbra a~
cenar. Al tercer día que recobre todos sus ejercicios
bituales y sus paseos, y que aumente poco a poco
SOBRE LA DIETA
255
alimentos a fin de volver al quinto día después del vómito a la cantidad de comida acostumbrada. En fin, si
tras esto se encuentra bastante bien, que se medique
en lo demás con comidas menos abundantes y con mas
ejercicius.
Pero si no han menguado los, síntomas de la saciedad, dejando pasar dos días después de haber vuelto
a la comida habitual, que vomite de nuevo y que se readapte según las mismas indicaciones. Y si es preciso,
también una tercera vez, hasta que se vea libre de su
hartazgo.
Hay algunas personas que, cuando los alimentos do- 71
minan a los ejercicios, se ven afectadas del modo siguiente. Comenzando la saciedad les sobrevienen sueños largos y agradables, y se echan a dormir algún rato
durante el día. El sueño se produce al humedecerse la
carne, y se desparrama la sangre, y se serena dispersándose también el aire respirado. Pero cuando el cuerpo no soporta ya la saciedad, provoca una secreción interna por efecto de la violencia -de la circulación que,
al enfrentarse a la nutrición que viene de los alimentos,
produce perturbaciones en el alma. Entonces ya no son
agradables los sueños, sino que forzosamente perturban
al individuo, y éste se imagina que combate. Pues tales
cuales son las sensaciones que sufre el cuerpo, tales son
las cosas que ve el alma, aunque le falte la vista ~
Así que, cuando el paciente llega hasta este punto,
ya está cerca de la enfermedad. Pero cuál enfermedad
le alcanza, es algo incierto. Pues según sea la secreción
que sobrevenga y en qué lugar se imponga, eso determina la dolencia. Pero el que es sensato no ha de dejar
que avance, sino que apenas reconozca los primeros síntomas ha de medicarse como el enfermo anterior, si bien
necesita más tiempo y un ayuno más severo.
85 Este aserto está muy en consonancia con lo que dirá luego sobre los sueños en el libro IV.
256
TRATADOS HIPocRÁTIcOs
72 También son síntomas de saciedad los siguientes.
El cuerpo está dolorido, en unos casos todo él, en otros
una parte del cuerpo cualquiera. El dolor se asemeja
a la fatiga. De modo que creyéndose estar fatigados, <los
afectados> se medican con descansos y repleciones hasta que abocan a la fiebre. Y ni aun entonces se dan cuenta de su situación. Sino que tomando baños y comidas
trasforman su enfermedad en una pneumonía, y se colocan en un peligro extremo.
Ahora bien, conviene tomar precauciones antes de
llegar a las enfermedades, y remediarse según el modo
siguiente. Lo mejor es ponerse a transpirar mediante
baños de vapor suaves, y si no, bañándose con agua
abundante y caliente, relajando el cuerpo lo más posible; y recurriendo a alimentos en primer lugar ácidos
y abundantes, y luego a los demás, vomitar bien, y al
levantarse dar un paseo de breve duración al sol, y luego echarse a dormir~ Por la mañana hacer muchos paseos aumentándolos poco a poco, y además los ejercicios gimnásticos ligeros y en progresión semejante a lo
anterior. Ese paciente necesita un muy considerable adelgazamiento y caminatas.
En caso de que, por no haberlo previsto, uno llegue
a un estado febril, que no tome sino agua durante tres
días, si es que la fiebre le cesa durante éstos; en otro
caso, medicarlo con un caldo de cebada. Escapará en
cuatro o siete días y echará a sudar. Es bueno recurrir
a unguentos sudoríficos cuando las crisis. Porque fuerzan el sudor.
73 Algunos a causa de la saciedad padecen los síntomas
que voy a describir. Les duele y sienten pesada la cabeza, los párpados les caen después de las comidas y se
‘~en perturbados en sus sueños, y les parece tener fiebre, y a veces el vientre se queda detenido. En las relaciones sexuales parece que uno está más ligero por el
momento, pero luego se encuentra más pesado. En esSOBRE LA DIETA
257
tos pacientes la cabeza atrae la saciedad por revulsión,
con ello hace que el vientre se retenga, y es ella la que
se siente pesada. Graves riesgos amenazan, y allí en donde irrumpe la saciedad, eso se corrompe.
Por tanto, hay que precaverse del modo siguiente.
Si uno quiere dar un tratamiento más rápido, dar primero un baño de vapor y luego purgar con el~boro; luego acudir a alimentos ligeros y suaves durante diez días;
y a platos laxantes, a fin de que el bajo vientre domine
a la cabeza mediante una revulsión por abajo. Y paseos
lentos y matutinos, bastantes, y lucha en la palestra y
con el cuerpo aceitado. Que tome el almuerzo y una siesta después del almuerzo que no sea larga. Después de
la cena levantarse sólo para un breve paseo. Y bañarse,
y darse fricciones con unguentos —pero bañarse con
agua templada—, y abstenerse del coito. Este es el tratamiento más rápido.
Si uno no quiere tomar bebidas medicinales ‘~, que
tome un baño caliente y que vomite después de tomar
alimentos ácidos, húmedos, dulces y salados, y que después del vómito salga a dar tan sólo una vuelta; y que
por la mañana practique los paseos suaves y los ejercicios prescritos progresivamente durante seis días. Al séptimo, depués de un hartazgo, provocar otro vómito de
esos mismos alimentos, y continuar con el mismo método. Seguir con estos tratamientos durante cuatro semanas, pues es generalmente en este tiempo en el que se
opera el restablecimiento. Luego aumentar alimentos y
ejercicios, y provocar los vómitos con mayores intervalos, y aumentar en menor espacio los alimentos, a fin
de que el cuerpo se recupere, y restablecer la dieta en
su forma habitual poco a poco.
“ Es decir, el eléboro citado antes. Se ha hecho notar la poca
simpatía del autor por la administración de drogas. Incluso en las pocas veces que alude al eléboro propone un tratamiento alternativo más
lento para evitar su recurso.
L
258
TRATADOS HIPOcRÁTIcOs
74 Nacen también de una saciedad los síntomas siguientes. Cuando el vientre digiere los alimentos y las carnes
no los admiten, la nutrición que se queda produce flatulencia. Cuando se almuerza, se retiene; pues lo más
ligero es expulsado por lo más fuerte, y los pacientes
parecen haberse liberado (de todos los restos). Pero
esto reaparece mucho más fuerte al día siguiente. A medida que se aumenta día a día se hace más fuerte, y
domina lo retenido a lo que se introduce, y provoca recalentamientos, y perturba todo el cuerpo, y provoca
diarrea. Ése es el nombre que se aplica cuando sólo es
expulsada por abajo la nutrición corrompida.
Cuando, al recalentarse el cuerpo, la purga se hace
violenta, los intestinos son arañados, y quedan ulcerados y se producen deposiciones sangrientas, eso es lo
que se llama disentería, enfermedad penosa y peligrosa. Entonces hay que tomar precauciones y suprimir el
almuerzo y un tercio de la cena. Disponerse a más ejercicios, a luchas de palestra y a las carreras y caminatas, después de las prácticas gimnásticas y de mañana.
Cuando se cumplan diez días, añadir a la comida la mitad de lo restado, y provocar un vómito y aumentar el
alimento durante cuatro días. Cuando se cumpla otra
decena de días, añadir el resto de la comida y provocar
otro vómito, y al aumentar la comida lo dejarás sano
en este espacio de tiempo. No tengas miedo de oprimir
al paciente con los ejercicios.
75 Se dan también los siguientes síntomas. Al día siguiente se devuelve la comida cruda sin un ardor de
estómago; el vientre evacua, menos que en proporción
a los alimentos ingeridos, pero bastante sin embargo,
y no se produce ninguna molestia. En estos individuos
el vientre, al ser frío, no puede digerir el alimento du-
rante la noche. De modo que, al ponerse en acción, se
vomita el alimento crudo. Por tanto conviene que en esSOBRE LA DIETA
259
te caso se le dé calor al vientre por medio de la dieta
y de los ejercicios.
En principio, por tanto, hay que recurrir a pan caliente y fermentado, mojándolo en vino negro o en caldo de cerdo. Y a pescados hervidos en salmuera picante, y tomar además trozos de carne, por ejemplo pies
de cerdo hervidos, y cerdos grasos asados, pero no muchos cochinillos, ni carne de perrito ni cabritillo. En
cuanto a hortalizas: puerros, ajos hervidos o crudos, acelgas hervidas y calabazas. Bebidas más bien puras, y sueños largos, y el primer día pasarlo sin el almuerzo.
Dormir después de los ejercicios gimnásticos, carreras
dobles, aumentándolas de poco en poco, lucha ligera y
con el cuerpo untado de aceite, pocos baños, y más frecuentes unguentos, muy numerosos los paseos de mañana, y pocos después de la comida. Precisamente los
higos son buenos en la cena, acompañados de vino puro. Con este tratamiento se reponen unos más aprisa,
y otros más despacio.
Otros experimentan los padecimientos siguientes. 76
Pierden la color y, en cuanto comen, vomitan al poco
rato materias ácidas, y la acidez les sube hasta la nariz.
Los cuerpos de estos individuos no están limpios, y a
causa del esfuerzo la parte que se funde de la carne
es mayor que la que se elimina por medio de la circulación. Entonces este remanente se opone a la nutrición,
y la empuja violentamente y la pone ácida. Con que el
alimento es vomitado, y ese humor es rechazado bajo
la piel, y causa en el individuo la falta de color y enfermedades semejantes a la hidropesía.
Así que hay que tomar precauciones del modo siguiente. El tratamiento más rápido es dar a beber cIéboro aumentándolo gradualmente, como he dejado descrito antes. Pero la curación más segura es por medio
del tratamiento dietético siguiente. En primer lugar, hay
que producir un vómito después de un baño caliente,
260
TRATADOS HIPOcRÁTIcOs
luego aumentar la comida durante siete días hasta alcanzar lo habitual. Al décimo día tras el vómito que vomite de nuevo, y que se reanude el tratamiento según
la misma progresión. Hasta por tercera vez hágase de
este modo. Que practique carreras sencillas, pocas y rápidas, y saltos y flexiones de brazos, y fricción, con una
larga permanencia en el gimnasio y lucha por el suelo.
Numerosos paseos después de los ejercicios, y también
después de comer, y muchísimos de mañana. Que se dé
fricciones recubierto de polvo. Cuando quiera bañarse,
que tome un baño caliente, y que persista sin almorzar
durante todo este tiempo. Y si se repone en un mes,
que luego se trate con el método conveniente hasta el
restablecimiento total. Y si persiste algún resto, continuar con los tratamientos.
77 Hay algunos que tienen ardores de estómago al día
siguiente de una noche en que se les origina secreción
de un hartazgo. Así que, al agitarse el cuerpo después
del descanso nocturno, tomando una respiración de ritmo más frecuente, se expulsa forzadamente con el aire
expirado algo caliente y ácido. De esto se originan dolencias a no ser que uno actúe con precaución. A estos
pacientes les conviene también ser medicados como los
del caso anterior. Pero que practiquen más ejercicios.
78 A algunos les suceden estos síntomas siguientes. En
individuos que tienen cuerpos de carne densa, cuando
los alimentos se recalientan y se disuelven durante el
primer sueño, al calentarse la carne por efecto de los
alimentos y por el sueño, se produce una abunj:lante secreción de la carne, que es húmeda. Entonces la carne,
que es densa, no acepta el alimento, y el humor segregado de la carne, oponiéndose a la nutrición y rechazándola, ahoga al paciente y lo recalienta, hasta que
vomita. Luego comienza a encontrarse más ligero. Ninguna tensión se presenta visible en el cuerpo, pero hay
falta de color. Al avanzar el tiempo se presentan ya fatiSOBRE LA DIETA
261
gas y enfermedades. Éstos sufren algo parecido a aquelíos que, no habiendo practicado la gimnasia, de pronto, se lanzan a los ejercicios, y provocan una violenta
y abundante licuefacción de la carne.
A tales individuos hay que tratarlos del modo siguien-.
te. Suprimirles un tercio de sus alimentos; recurrir a
comidas ácidas, secas, astringentes, bien olientes y diuréticas, y a muy numerosas carreras de fondo con la
ropa puesta, y a los díau¡os y carreras sencillas desnudo, y a friegas y un poco de lucha libre: pelea de manos
<tanto la pelea de manos como el golpear el saco de
boxeo son de lo más conveniente>. Y muchos paseos des-
pués de los ejercicios, y también matutinos y después
de la comida. El ejercicio de la voz resulta oportuno,
pues provocando una evacuación de la humedad aligera
la carne. Conviene pasarse sin almuerzo. Recurrir a estos hábitos durante diez días; luego recobrar la mitad
de la comida que se había eliminado en el plazo de seis
días, y producir un vómito, y después del vómito aumentar gradualmente la comida durante cuatro días. Cuando se cumplan los diez días a partir del vómito, que
se recobre toda la comida suprimida. Que continúe con
los ejercicios y los paseos y se encontrará sano. Una
naturaleza semejante requiere mayor dosis de ejercicio
que de alimentación.
Padecen algunos los siguientes síntomas ~ En sus 79
deposiciones evacuan el alimento húmedo, sin digerirlo, no por causa de una enfermedad como la lientería,
ni tampoco les causa esto ninguna molestia. Sino que
padecen esto sobre todo los que tienen vientres fríos
y húmedos. En efecto, a causa de la frialdad no llegan
a digerir del todo, y a causa de la humedad eVacuan.
~
com¡eui~a,~ aquí los seis casos de predominio de los ejercicios,
en contraste con los anteriores donde predominaba la repleción por
exceso de alimentos.
L
262
TRATADOS HIPocRÁTIcOS
Por consiguiente, el cuerpo se consume, al no recibir
la nutrición conveniente, y las tripas se corrompen y
caen en un estado enfermizo.
Con que hay que tomar precauciones. Le conviene
a este paciente suprimir la tercera parte de sus alimentos. Su alimentación ha de consistir en panes de harinas gruesas, sin levadura, cocidos en el cubano, o bajo
las cenizas, calientes y mojados en un vino astringente;
en cuanto a los pescados <que tome> las partes del lomo y de la cola, pues las de la cabeza y del bajo vientre
son más húmedas; ya sean hervidos en salmuera, o bien
a la plancha en vinagre. También carnes conservadas
en sales o en vinagre, y carnes de perro hervidas. También carne de paloma torcaz y aves parecidas, hervidas
o asadas. Hortalizas lo menos posible. Y vino tinto, bastante puro y astringente.
Que también se aplique a los paseos, muchos, después de la comida y al alba, y que se eche a descansar
•tras el paseo. Y carreras de fondo, con progresión calculada. Que se dé muchas fricciones; y luchas cortas,
tanto con el cuerpo untado como por tierra, a fin de
que la carne, recalentándose, se reseque y rechace por
revulsión la humedad que le viene del vientre. Friccionarse con unguentos es mejor que bañarse. Pasarse el
día sin almorzar. Cuando se cumplan siete días, recupérese la mitad de la comida suprimida, y provóquese un
vómito, y aumentar la alimentación en cuatro días. En
otra semana que vuelva todo a lo habitual. Y tras hacer
de nuevo un vómito continuar con el mismo método.
80 A algunos otros les suceden los síntomas siguientes.
Las deposiciones se evacuan sin digerir, y el cuerpo se
les consume al no aprovechar los alimentos; éstos con
el curso del tiempo enferman. Sus tripas están frías y
secas, y, por tanto, cuando no usan de alimentos ni ejercicios gimnásticos adecuados padecen esos trastornos.
En efecto les conviene a éstos tomar panes de harina
SOBRE LA DIETA
263
pura y cocidos al horno, y pescados hervidos con salsa,
carnes de cerdo hervidas, pies de cerdo bien cocidos,
y carnes grasas asadas, y de las cosas ácidas y saladas
aquellas que humedecen, y salazones. Y vinos tintos dulces, y uvas e higos en las comidas. Conviene también
que almuercen un poco.
Que practiquen pocos ejercicios gimnásticos, carreras largas en gradación, y al final carreras sencillas,
y lucha tras la carrera con el cuerpo untado en aceite.
Pero no muchos paseos después de los ejercicios; tras
la comida sólo para desentumecerse. Pero recurrir a más
frecuentes paseos al alba. Darse el baño con agua caliente. Darse fricciones de unguento. Que tenga un sueño más largo y descanse sobre blando. Coviene que tenga algunos contactos sexuales. Suprimir un tercio de
los alimentos. En doce días reconducirle a la alimentación habitual.
Hay quienes tienen unas deposiciones húmedas y 81
putrefactas, pero que en lo demás están sanos y hacen
ejercicios, y no sienten dolores. Y algunos se desentien-
den de sus ocupaciones. Al pasar el tiempo, el vientre
con su calor atrae entonces las carnes, y provoca dolor.
Se niegan a comer, el vientre se les ulcera y entonces
resulta difícil estreñirlo. Así que es preciso tomar precauciones antes, al advertir que el vientre está caliente
y húmedo más de lo normal, y que se está produciendo
en él un exceso de esfuerzos inconvenientes. Hay, en
efecto, que refréscarlo y resecarlo por medio de la dieta.
Con que primero hay que suprimir la mitad de los
ejercicios gimnásticos, y una tercera parte de los alimentos. Hacer uso de pan de cebada amasado bien, de
harinas gruesas, y de los pescados más secos hervidos,
no de los salados ni de los grasientos; pueden tomarse
también a la brasa. En cuanto a las carnes de ave, tomar cocidas las de paloma torcaz y pichón, y asadas
sin condimentos las de perdices y de gallinas; las de
L
TRATADOS HIPocRÁTICOs
SOBRE LA DIETA
265
liebre que sean hervidas en agua. De las hortalizas silvestres todas las que son refrescantes, y las acelgas hervidas y con vinagre. El vino tinto, como astringente.
Como ejercicios gimnásticos carreras rápidas. Que
no se dé muchas fricciones, sino pocas, y tampoco haga
lucha. La lucha con las manos, el movimiento de brazos, el golpear el saco, y el revolcarse por el suelo resultan convenientes, pero no en cantidad. Que practique los paseos especialmente después del gimnasio, bastantes y en proporción con el ejercicio, y muchos más
después de comer en proporción con la comida, y de
mañana de manera ajustada ‘a su disposición personal.
Y que se bañe tranquilamente en agua tibia. Después
de haber llevado este régimen de vida durante diez días
recupérese la mitad de la comida y el tercio de los ejercicios. Y provocar un vómito tras haber comido cosas
secas y astringentes, y sin retener un rato la comida,
sino que vomite lo más pronto posible. A partir del vómito, auméntese gradualmente la comida durante cuatro días, así como la bebida y los ejercicios, poco a poco. Cuando se cumpla la decena añádase lo restante de
la comida <habitual> y algo menos de los ejercicios y
tras provocar un vómito, continúese con el mismo tratamiento. Durante esta época conviene hacer una sola
comida al día hasta que se reponga.
82 A otros les sucede que tienen una deposición seca
y quemada, y la boca reseca, y al pasar el tiempo se
les vuelve también amarga, y se les para el vientre y
la orina. Pues cuando el intestino no tiene humedad,
se hincha en torno a los excrementos y tapona las salidas, causa dolor y produce fiebre, y se vomita todo cuanto se come o se bebe. Al final vomita incluso las heces.
Cuando se llega a tal extremo, ya no se puede sobrevivir.
Por lo tanto, hay que precaverse antes advirtiendo
que tal persona está dominada por una sequedad caliente. Conviene, por tanto, que este paciente se alimente con pan de cebada bien amasado y humedecido, y
pan de alforfón fermentado en caldo de salvado, y tomar verduras frescas a excepción de las ácidas y secas,
hervidas; de los pescados tomar los más ligeros hervidos, incluso las cabezas de peces y crustáceos; y mejíllones, erizos de mar y cangrejos, y caldos de almejas
y las mismas almejas, que sean de las más húmedas;
y pies de cerdo delanteros, hervidos; y carnes de cabrito, de cordero y de perro pequeño, hervidas. [En cuanto
a pescados, los de ríos y lagos hervidos] U El vino dulce, aguado.
Los ejercicios ni muchos ni rápidos, sino que todos
moderados. Use de los paseos al a!ba, suficientes según
su disposición personal y después del gimnasio acordes
con el esfuerzo realizado. Después de la cena que no
pasee. Que tome baños, y unos sueños en blando y aluerzo. Tras el almuerzo una siesta no larga. Que se
sirva fruta que humedece tras las comidas. Y guisantes
verdes, o secos, mojándolos en agua.
Que en sus ejercicios suprima también este paciente
un comienzo la mitad de los que hacía anteriordesde
ente. Luego que haga un vómito tras tomar alimentos
dulces, grasos, salados y oleaginosos, pero que los retenga el mayor tiempo posible en el estómago antes del
vomitado. A continuación que vaya aumentando la alimentación durante tres días y que no prescinda del almuerzo. Cuando se cumplan los diez días que se aplique progresivamente a los ejercicios en mayor número.
Si se le presenta repleción tras la comida o desarreglos
en el estómago, que vomite. Si no, que continúe con es-
te tratamiento el tiempo restante.
Aparecen también los síntomas siguientes. Tienen es- 83
calofríos después de los paseos de la mañana, y sienten
U Esta mención resulta incoherente, Con Joly, parece mejor considerarla como una .glosa aberrante..
264
266
TRATADO5 HIPocRÁTICOs
pesadez de cabeza en la medida en que los paseos son
superiores a la medida adecuada. Al vaciarse el cuerpo
y la cabeza de la humedad se sienten escalofríos y pesadez. Al avanzar el tiempo, se cae en una fiebre que da
tiritona. Con que no conviene dejar que avance hasta
este punto, sino tomar medidas de antemano de este
modo. Tan pronto como se presente alguno de los síntomas, uno se dará fricciones y unguentos, un poco, almorzará más de lo acostumbrado, y beberá bastante
vino suave, y se dará una buena siesta después de la
comida. Por la tarde, después de los ejercicios gimnásticos y de darse un baño ¿aliente, cenará lo acostumbrado. No darse ningún paseo tras la cena, sino sólo
entretenerse un rato. Al día siguiente suprimir un tercio de todos los ejercicios y de los paseos, y tomar los
alimentos tal como se tenga por costumbre. Darse un
baño de agua templada y untarse de aceite mientras se
esté en el agua. Descansar durmiendo en blando, y en
cinco días aumentar los ejercicios poco a poco.
84 Hay algunos que tienen temblores durante los ejercicios gimnásticos, desde que se desvisten hasta que se
encuentran en ellos. Pero en cuanto se enfrían se estremecen de nuevo, y entrechocan los dientes, y están
somnolientos. Cuando están despiertos del todo, bostezan muchas veces, y tras el sueño sienten los párpados
pesados. Con el paso del tiempo les sobrevienen fuertes
fiebres, y deliran. Por tanto hay que precaverse y no
dejar que se llegue hasta ese punto, sino tomar el régimen de vida siguiente.
Desde el principio que se supriman la mitad de todos los ejercicios. En todas sus comidas que tomen alimentos bastante húmedos y frescos, y bebidas suaves
y más bien aguadas. Cuando se llegue a los cinco días
que recupere un tercio de los ejercicios suprimidos, y
que tome los mismos alimentos. Al otro quinto día que
añada la mitad de los restantes ejercicios. Y, de nuevo,
5OBRE LA DIETA
267
al quinto tras ése recobre, todos los ejercicios, más ligeros y menos prolongados, a fin de que no se presente
de nuevo el exceso.
En los que padecen estos síntomas, los ejercicios 85
son superiores a los alimentos. Así que hay que equilibrarlos S9 Algunos no los padecen todos, sino unos sí,
y otros no. Pero en todos estos casos los ejercicios predominan sobre los alimentos, y el tratamiento ha de ser
idéntico. Les conviene a estos individuos bañarse caliente, dormir en blando, emborracharse una vez o dos, pero sin exceso, tener relaciones sexuales tras de haber
bebido un poco, y relajarse en cuanto a los ejercicios,
con excepción de los paseos.
UBRO IV
Respecto a los signos que aparecen en los sueños, 86
quien tenga un recto conocimiento <de ellos> advertirá
que poseen una gran influencia de cara a cualquier asun<to. Pues el alma, en tanto que está al servicio del cuer~ La conclusión se aplica sólo a los seis últimos casos. Como en
otros párrafos, da la impresión de que se cierra de una manera un
tanto apresurada el asunto, como si nuestro autor quisiera despacharlo deprisa, sin más recapitulaciones.— En este libro el autor ha expuesto, de manera muy precisa y ordenadamente sus prescripciones
dietéticas, basadas en su teoría y en el diagnóstico previo sobre unos
-determinados síntomas. Hay en él un afán de ser sistemático y completo en estos puntos, como nos lo había anunciado en los capitulos
de prólogo del libro 1, para destacarse así y culminar la obra de algunos precursores en el campo de la medicina dietética. Lo expuesto
aquí está de acuerdo con lo expuesto en el libro II sobre las propiedades de los alimentos y los ejercicios. Como se ve, cada libro tiene su
propia unidad. Y, teniendo en cuenta la manera de componer de estos
prosistas, hay que advertir que encontramos una composición bastante cuidada, en su conjunto. El libro siguiente, el IV, viene a ser un
apéndice, donde se trata un tema un tanto marginal, pero interesante
por cuanto los sueños son también sintomas del proceso vital.
268
TRATADOS HIPocRÁTICOs
po despierto, dividiéndose en muchas atenciones no resulta dueña de si misma, sino que se entrega en alguna
parte a cada facultad del cuerpo: al oído, a la vista, al
tacto, al caminar, a las acciones del cuerpo entero. La
mente no se pertenece a si misma. Pero cuando el cuerpo reposa, el alma, que se pone en movimiento y está
despierta, administra su propio dominio, y lleva a cabo
ella sola todas las actividades del cuerpo.
Así que el cuerpo no se entera, pero el alma despierta lo conoce todo, ve lo visible y escucha lo audible,
camina, toca, se apena, reflexiona, quedándose en su breve ámbito. Todas las funciones del cuerpo o del alma,
todas ellas las cumple el alma durante el sueño ~. De
modo que quien sabe juzgar estas cosas rectamente posee buena parte de la sabiduría ~‘.
87 En cuanto a todos los sueños que son divinos y que
anuncian, sea a las ciudades o a los particulares, bienes
o males, hay personas que tienen’ el arte de interpretarlos. También aquellos en los que el alma indica de antemano padecimientos del cuerpo, un exceso de plenitud
o de vaciedad de las sustancias naturales o una evolución de elementos desacostumbrados, también ésos los
juzgan. Y unas veces aciertan, y otras se equivocan, y
~ Ya Fredrich demostró que la atención a los sueños como síntomas de afecciones corporales era una idea extendida en la época
en que se redactó nuestro tratado. Pensaba, además, que las coincidencias que se hallan entre este textó y el escrito de Artemidoro acerca de la interpretación de los sueños podrían deberse a la utilización
por ambos de un tratado anterior Sobre los sue,ios, perdido luego. A.
Palm. por su parte, señaló que la concepción de la actividad del alma
durante el sueño parece ser de origen pitagórico. En tal sentido M.
DETIENNE (en La notion de .daímon~ dans le pythagorísnte ancien, París, 1963, págs. 71 y sigs.) mostró que este párrafo recuerda algunas
expresiones del Fedón platónico (65c, 67e, 70a, 80e. 81b-c, 83a), de esa
provenicncia. En cuanto al valor semiótico de los sueños, véase el comienzo del tratadillo aristotélico Acerca de la adivinación por los sueñOS.
91 Como señala ~oly, este ~ de sophia resulta más propio del
s. y que del iv.
SOBRE LA DIETA
269
en ninguno de los casos conocen el por qué de lo que
sucede, ni cuando aciertan ni cuando se equivocan, sino
que dan consejos a fin de precaverse de que no ocurra
algún daño. Mas no enseñan, desde luego, cómo hay que
precaverse, sino que recomiendan rezar a los dioses.
Cierto que invocar a los dioses es bueno; pero conviene
invocar a los dioses y ayudarse a sí mismo92.
Con esto sucede lo siguiente. Todos los sueños que 88
durante la noche reproducen las acciones diurnas del
individuo o sus intenciones, que se le presentan como
fueron hechas o pensadas durante el día, a propósito
de un asunto digno, ésos son buenos para el individuo.
Pues indican la salud, ya que el alma persiste en sus
proyectos diurnos, sin estar dominada por la repleción
ni por la vaciedad ni por ningún otro impedimento llegado del exterior. Pero cuando los ensueños se enfrentan a las acciones del día y se presenta entre ellos sea
una batalla o disputas, eso indica una perturbación en
el cuerpo. Y si es fuerte, un daño fuerte, y si floja, uno
más débil. Sobre si entonces conviene renunciar a la
acción o si no, no lo juzgo. Pero aconsejo que se cuide
el cuerpo. Pues se ha producido, a partir de una repleción existente, una secreción, y ha perturbado el alma.
Con que, silo que la obstaculiza es fuerte, conviene
provocar un vómito y acudir durante cinco días a alimentos ligeros y recurrir a los paseos matutinos, muchos y rápidos, de acuerdo con una gradación, y practicar ejercicios gimnásticos proporcionados al gradual
aumento de los alimentos. Si lo que se opone es más
débil, suprímase el vómito y un tercio de los alimentos;
92 Postura cauta la del autor, que distingue entre sueños de origen divino y sueños de origen corpóreo, y que no niega el valor de
la mántica como ¡~chn~, pero define un ámbito específico a la interpretación médica. La máxína final es una muestra de su actitud. Lo
de <invocar a los dioses. es consejo que reaparece al final del capitulo
siguiente (con distinto verbo: epikaleisthai y euchesthai).
L
270
TRATADOS HIPOCRÁTICOS
y aumenta gradualmente y poco a poco éstos otra vez
a lo largo de cinco días. Además insistir en los paseos,
y practicar los ejercicios de la voz, y rogar a los dioses,
y la perturbación pasará.
89. Ver el sol, la luna, el cielo y las estrellas, puros y
radiantes, cada uno en su aspecto ordinario, es buen
síntoma. Pues con todos estos signos se indica la salud
del cuerpo. Así que conviene velar por mantener esa disposición con la dieta que se siga. Si sucediera algo contrario a esto, indica alguna enfermedad para el cuerpo,
con signos más violentos más violento, y más flojo con
signos más débiles.
Así que la órbita exterior es la de las estrellas, la
intermedia la del sol, y la de la luna es la que da a
las cavidades internas ~. Siempre que alguna de las estrellas se ve alterada o desaparece o es detenida en su
giro por una bruma o por una nube, se trata de un signo más bien débil. Pero si lo es por agua o por granizo,
más fuerte. Indica que se ha producido en el cuerpo
una secreción húmeda y flegmática ‘~ que se ha introducido en el circuito exterior.
A tal paciente le conviene esforzarse en las carreras
con vestido, muchas, que aumenten a partir de poco,
a fin de que exude lo más posibe, y también que haga
muchos paseos a la salida del gimnasio, y que se mantenga sin desayunar. Después de haber suprimido un
tercio de sus alimentos que lo reponga gradualmente
en cinco días. Y si pareciera que <el obstáculo> es más
violento, que se sirva también de baños de vapor. Conviene, pues, que la eliminación se haga a través de la
piel, puesto que el daño está en el circuito exterior. Los
‘~ La comparación del cuerpo con el cosmos estaba ya en el capitulo 10, con la referencia a las tres órbitas (per<odoi) de los astros~
El autor de nuestro tratado raramente emplea el término de
.flegmátíco<. así como el de .hilioso., que viene luego. Tal vez aqt.i
se inspire en alguna fuente con estos términos.
SOBRE LA DIETA
271
alimentos tomarlos secos, ácidos, astringentes, puros,
y en los ejercicios practicar los que desecan al máximo.
Si es la luna la que sufre alguno de esos procesos,
conviene provocar la revulsión hacia dentro, recurrir
a un vómito después de alimentos ácidos, salados y emolientes, y a carreras veloces y a paseos, y a ejercicios
de la voz, y a suprimir el almuerzo, y a privarse de la
comida y a recobrarla gradualmente del mismo modo.
Hay que hacer la revulsión hacia dentro por este motivo: porque el daño se mostró cerca de las cavidades del
cuerpo.
Si es el sol el que sufre algo semejante, entonces eso
es más violento y más difícil de eliminar. Hay que hacer la revulsión en ambos sentidos; practicar las carreras largas y las cortas, los paseos y todos los restantes
ejercicios, y la supresión de alimentos y su recuperación gradual del mismo modo. Enseguida, tras haber
vomitado, aumentar de nuevo en cinco días.
Si los astros se ven oprimidos, estando el cielo sereno, y parece que están débiles, <el paciente> está domínado por la sequedad del circuito y <esto> indica riesgo
de caer en enfermedad. Entonces hay que eliminar los
ejercicios, adoptar un régimen de vida más húmedo y
suave, con baños, abundante reposo, y mucho dormir,
hasta reponerse.
Si lo que se opone parece ser fogoso y cálido, indica
una secreción de bilis. Si estos accidentes dominan, indica enfermedad. Si los astros vencidos desaparecen, hay
riesgo de que de la enfermedad se llegue a la muerte.
~Y si lo que se opone pareciera haber sido puesto en
fuga, y huir rápidamente, y que los astros lo persiguen,
hay riesgo de que el paciente enloquezca, a nó ser que
sea curado. A todos éstos les conviene sobre todo que
sigan un régimen hasta el final, tras haberse purgado
con eléboro. De no ser así, conviene que sigan una dieta
con agua, y que no beban vino, a no ser blanco, ligero,
272
TRATADOS HIPOCRÁTIcOs
suave y aguado. Que se abstengan de alimentos calientes, ácidos, resecantes, y salados. Que <el paciente> practique muchísimos ejercicios naturales y muchísimas carreras con vestido. Que no haya ni fricción, ni lucha,
ni revolcarse por el suelo. Que duerma mucho y en blando. Que mantenga reposo, al margen de los ejercicios
naturales. Que pasee después de las comidas. Es bueno
también que tome baños de vapor. Y que vomite después del baño de vapor. Que durante treinta días no
se llene (en las comidas). Que cuando se llene, vomite
tres veces al mes tras ingerir alimentos dulces, aguados
y ligeros.
Siempre que un astro va errante de un lado a otro
sin necesidad, eso es indicio de una perturbación causada por la inquietud. A este paciente le conviene reía-
jarse. Que vuelva su alma hacia los espectáculos, sobre
todo los cómicos, y si no, hacia lo que más se regocije
en contemplar, durante dos o tres días, y se repondrá ~ De lo contrario, hay riesgo de que caiga enfermo.
Si alguna de las estrellas parece precipitarse fuera
de su órbita, siempre que sean puras y brillantes y caigan hacia oriente, es indicio de salud. Cualquier cosa
que, siendo pura, es secretada fuera del circuito de
acuerdo con la naturaleza de oeste a este, está bien. Pues
también lo que se segrega en el vientre y lo que se vierte en la carne sale todo fuera del cii cuito. Pero si <el
astro> es negro y turbio y parece que se desplaza hacia
el oeste, o hacia el mar o hacia la tierra o hacia arriba,
eso indica enfermedades. Los que van hacia arriba derrames en la cabeza; los que van hacia el mar dolencias
de vientre; y cuantos van hacia tierra, indican sobre todo tumores que se producen en la carne.
‘~ Curioso consejo psicoterapéutico.
SOBRE LA DIETA
273
En estos casos conviene reducir un tercio de la alimentación, y después de vomitar aumentarla gradualmente en cinco días, y en otros cinco recobrar toda la
alimentación habitual Y tras hacer un nuevo vómito
recuperarla con la misma progresión.
Cuando te parezca que un cuerpo celeste se establece sobre ti, si es puro y húmedo indica que tienes salud,
puesto que lo que se introduce en el hombre desde el
éter es puro, y así lo ve el alma tal cual penetra. Pero
si es algo negro, impuro y opaco, indicio es de enfermedad, no por repleción ni por vaciedad, sino por intervención de algo exterior. A este individuo le conviene
practicar carreras sencillas veloces, a fin de que la fusión del cuerpo sea la mínima posible y que al servirse
de una respiración muy rápida se expulse el influjo extraño. Después de las carreras <conviene darse> paseos
rápidos. La dieta que se adopte ha de ser suave y ligera
durante cuatro días.
Cualquier cosa que parezca que se recibe pura de
la divinidad pura es buena para la salud. Pues indica
que las cosas que penetran en el cuerpo son puras. Cuando parece que se ve lo contrario de esto, no es bueno.
Pues indica que algo enfermizo ha penetrado en el cuerpo. Es preciso, entonces, que también este paciente sea
tratado como el del caso anterior.
Si parece que está lloviendo con una lluvia suave en
un día sereno, y que no diluvia fuertemente ni hay gran
tempestad, buen síntoma. Pues indica que el aire respirado que viene del aire externo es adecuado y puro. Si
es lo contrario a eso, que llueve mucho y hay tormenta
y vendaval con agua turbia, es indicio de enfermedad
procedente del aire ingerido. Es preciso que también
esta persona sea tratada de la misma manera, pero con
muy pocos alimentos en conjunto.
Con estos conocimientos sobre los signos celestes,
en efecto, hay que tomar precauciones y seguir un régiL
274
TRATADO5 HIPOCRÁTICOS
men, y rogar a los dioses; dando gracias por los buenos
presagios a Helios, a Zeus Celeste, a Zeus Protector del
hogar, a Atenea protectora del hogar, a Hermes, a Apolo, y en los casos contrarios a los que apartan los males, a Gea, y a los Héroes, para que todos los elementos
dañinos sean apartados ~.
90 Son indicio de salud también estos signos: ver y oír
agudamente lo que sucede sobre tierra, caminar con firmeza y correr con seguridad y rapidez sin miedo, ver
la tierra lisa y bien trabajada, y los árboles florecientes, y cargados de frutos y bien cuidados, y ríos que
fluyen con normalidad y con agua clara ni más ni menos de la conveniente, y las fuentes y los pozos por el
estilo. Todo eso indica salud en el hombre, y que el cuerpo y sus circuitos y las aportaciones del exterior y las
secreciones están en orden.
Pero si se viera cualquier cosa contraria a éstas, indica algún desarreglo en el cuerpo. Si están dañados
la vista y el oído, es indicio de una enfermedad en la
cabeza; entonces hay que dar muy numerosos paseos
por la mañana y después de la comida, además del régimen de antes. Si sonlas piernas las afectadas, hay que
provocar una revulsión con vómitos, y hay que recurrir
a la lucha libre con mayor frecuencia además del régimen indicado en el caso anterior.
Una tierra abrupta indica que la carne no está limpia. Hay que dar muy numerosos paseos después de los
ejercicios. Falta de frutos en los árboles señala corrupción del semen humano. Si los árboles pierden las hojas, el daño procede de lo húmedo y lo frío; pero si es-
tán rozagantes, pero sin frutos, de lo cálido y seco. En
un caso, pues, hay que caldear y secar con los hábitos
de la dieta, en el otro enfriar y humedecer.
~
La Diosa Tierra y los Héroes —espiritus de los muertos— son
invocados por su función apotropaica. La nota piadosa reitera consejos anteriores, en un línea tradicional.
SOBRE LA DIETA
275
Ríos que no van con un curso normal indican desarreglos en la circulación de la sangre; si fluyen de más
un exceso, si fluyen de menos una falta. Es preciso que,
por medio del régimen dietético, en un caso se aumente
y en otro se disminuya. Cuando no fluyen puros indican
perturbación. Se elimina por medio de carreras sencillas y paseos que crean un movimiento con respiración
de ritmo rápido.
Fuentes y pozos dan indicaciones sobre la vejiga; entonces hay que purificar con diuréticos. Un mar agitado indica una dolencia de vientre; entonces hay que purgar con ayuda de laxantes ligeros y suaves. Tierra o una
casa que tiemblan indican, para un hombre sano, una
debilidad, y para un enfermo salud y cambio de la situación actual. Para el sano, pues, le conviene cambiar
de dieta: que empiece por vomitar, para recuperar luego su dieta normal poco a poco. Porque todo su cuerpo
es perturbado por su dieta actual. En cambio al que
está enfermo le conviene recurrir a la misma dieta; pues
su. cuerpo está ya cambiando con el régimen actual.
Ver la tierra inundada por el agua o por el mar indica enfermedad, por existir mucha humedad en el cuerpo. Así que hay que recurrir a los vómitos, y a suprimir el almuerzo, y a los ejercicios y a seguir un régimen seco. Luego recobrar lo habitual desde poco y
lentamente.
Tampoco es bueno ver la tierra negra ni abrasada,
sino que hay riesgo de enfrentarse a una enfermedad
violenta y mortal. Pues eso es indicio de un exceso de
sequedad en la carne. Entonces hay que suprimir los
ejercicios, y de la alimentación todo lo seco, cálido, ácido, y diurético. Que esté a dieta de caldo de cebada bien
hervido, y de todas las otras cosas emolientes y ligeras,
en pequeña cantidad, y más vino blanco aguado, y muchos baños. Que no se bañe sin haber comido, que descanse en blando, que repose, que se guarde del frío y
L
276
TRATADOS HIPOcRÁTICOs
del sol. Y hacer plegarias a Gea, a Hermes ‘~, y a los
Héroes.
Si uno ve que se sumerge en un lago o en el mar
o en ríos, no es buen signo. Porque indica un exceso
de humedad. A este le conviene resecar mediante su dieta, y ejercicios más numerosos. Pero para quien tenga
fiebre es bueno; pues lo caliente se apaga con lo húmedo.
91 Si uno ve que algo se le ajusta en torno a su talle de
modo normal, sin venirle más grande o más pequeño,
es un indicio bueno para su salud. También ver que es
blanco el vestido que se tiene y un calzado bellísimo,
es bueno. Pero si fuera algo más amplio que la propia
figura, o más estrecho, no es bueno. Entonces hay que
aumentar con la dieta en un caso, o disminuir en el otro.
Los vestidos negros son más enfermizos y más peligrosos. Entonces hay que ablandar y humedecer. Y los nuevos indican un cambio.
92 Ver a los muertos limpios con vestimenta blanca es
bueno, y recibir de ellos algo puro es indicio de salud,
tanto del cuerpo como de lo que en él se introduce. De
los’ muertos, en efecto, nacen la nutrición, el crecimiento y las simientes”. Que estos penetren puros” en el
cuerpo es indicio de salud.
Si, al contrario, uno los viera desnudos o con ropas
negras, o impuros, o tomando o llevándose algo de la
casa, no es favorable. Pues indica enfermedad. Que lo
que se introduce en el cuerpo es dañino. Entonces es
preciso purgarse mediante carreras sencillas y paseos,
y, después de vomitar, irse recuperando con una nutrición emoliente y ligera.
‘~ Hermes, psicopompo, dios de la magia, figura aqui entre los
dioses apotropaicos. por su relación con el mundo de las sombras.
98 Un trazo curioso de creencias arcaicas, cf. L. Gamzrn~-A. BouLANCEA. Le genle Grec dans ¡a rehgton, Paris, 1932, pág. 62.
“ El adjetivo ka¡hara significa .limpios. y .puros.; aquí actúan
las connotaciones dobles del término.
5OBRE LA DIRTA
277
93 Todos los cuerpos de forma extraña que aparecen
en los sueños y espantan al hombre indican una repleción de alimentos desacostumbrados y una secreción,
flujo bilioso y una enfermedad peligrosa. Entonces hay
que producir un vómito y aumentar luego gradualmen-
te los alimentos en cinco días, con los más ligeros, ni
abundantes ni ácidos, ni con los secos ni los calientes,
y con aquellos ejercicios que son justamente acordes
a lo natural, con excepción de los paseos de después
de comer. Servirse también de baños calientes y del reposo. Cuidarse del calor y del frío.
Cuando en el sueño le parece a uno que come o bebe
las bebidas o alimentos de costumbre, es indicio de necesidad de nutrición y de deseo del alma. Si son carnes,
las muy fuertes un exceso muy grande, las más débiles
menos. Lo que es bueno al comerlo, también es asi al
soñarlo. Conviene suprimir alimentos, en efecto, ya que
indica un exceso de comida. También los panes hechos
con queso y miel indican lo mismo. Que se beba agua
clara no es dañino. Todo lo demás es dañino.
Todas las cosas, de las habituales, que una persona
cree contemplar <en sueño> son indicio de un deseo del
alma. Lo que uno rehúye espantado indica una retención de sangre debida a la sequedad. Es conveniente
<entonces> enfriar y humedecer el cuerpo.
Cuando uno se pelea o es punzado o atado por otro,
eso indica que una secreción contraria al circuito se ha
producido en el cuerpo. Es conveniente vomitar, desecar y pasear; tomar alimentos ligeros y aumentarlos tras
el vómito durante cinco días.
También los vagabundeos y ascensiones penosas indican lo mismo. Vadear ríos, hoplitas, enemigos, monstruos de formas extrañas, indican enfermedad o locura.
Conviene servirse de pocos alimentos, ligeros, suaves,
y de vómitos, recobrarse luego en cinco días tranquilamente, y practicar numerosos ejercicios naturales, ex-
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TRATADOS HIPOcRÁTIcOs
cepto después de la cena, y evitar el baño caliente, el
relajamiento, el frío y el sol.
Sirviéndose de estos preceptos, según quedan descritos, se mantendrá una vida sana. Aquí queda descubierta por ml la dieta, en la medida que puede descubrirla quien es humano, con la ayuda de los dioses.
INDICE GENERAL
Págs.
INTRODUccIÓN GENERAL. VII
TRAT~uos HiPocRÁTIcOs
1
Juramento 3
Sobre la ciencia médica 11
Sobre la medicina antigua 25
Sobre la enfermedad sagrada
59
El pronóstico 83
Sobre los aires, aguas y lugares 105
Sobre la dieta en las enfermedades agudas
Sobre la dieta
181
155
L
TÍTULOS DE PRÓXIMA APARICIÓN
20.
ARISTÓFANES. Comedias: Los acarnienses. Los caballeros.
21.
JENOFONTE. Helénicas.
22.
JENOFONTE. Anábasis.
23.
JENOFONTE. Ciropedia.
24.
PLATÓN. Diálogos 1: Apología, Critón, Eutifrón, Ion, Lisis, Cármides, Hipias menor, Hipias mayor, Laques, Protágoras.
25.
PLATÓN. Diálogos II: Gorgias, Menéxeno, Eutidemo,
Menón, Crátilo.
26.
PLATÓN. Diálogos m: Fedón, Banquete, Fedro.
J