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Vol. 7, No. 2, Winter 2010, 502-507 www.ncsu.edu/project/acontracorriente Review/Reseña Mark Goodale, Surrendering to Utopia. An Anthropology of Human Rights. Stanford: Stanford University Press, 2009. Temperando el Clavijero. Una mirada a la antropología de los derechos humanos Patricia Mathews-Salazar BMCC-CUNY Marc Goodale ha venido trabajando desde hace algunos años temas de antropología legal y derechos humanos con atención especial al caso de los Andes bolivianos. Cada uno de sus trabajos anteriores ha contribuido a la reflexión sobre la relacion entre la antropología y los derechos humanos. En este breve volumen, de aproximadamente 150 páginas, Goodale hace una evaluación general sobre los estudios de derechos humanos desde una perspectiva antropológica. Creo que aquí está el mérito y el desafío de esta publicación, que si bien es una evaluación un tanto superficial de muchos puntos centrales a esta temática, su logro más importante es precisamente Mathews-Salazar 503 éste, el de presentar una visión panorámica que trasluce los obstáculos, logros y contradicciones de esa relación y permite pensar en otras posibilidades y direcciones para concebir un sistema de derechos humanos aplicable a diferentes culturas, naciones y grupos humanos en general. La mayoría de los puntos que el autor presenta en los seis breves capítulos de este libro son sugerentes y provocadores y cumplen precisamente la función de abrir posibilidades para discusiones más profundas y especializadas. Su mayor contribución está en que Goodale se sitúa dentro de la antropología y concretamente en ciertas escuelas de la antropología norteamericana para mostrar la confusión y presunciones sobre la supuesta oposición entre antropología y derechos humanos tal como fuera presentada por algunos intelectuales al momento de la declaración de derechos humanos de 1948. Comenzando por ilustrar la falta de participación de la antropología en los debates sobre derechos humanos, Goodale no desempaca estas presunciones pero sí muestra la manera como estos conceptos se convierten en verdades que oponen lo relativo a lo universal y lo cultural o particular versus lo nacional o transnacional. Al mostrar las diferentes formas en las que se ha tergiversado la relación entre derechos humanos y antropología norteamericana presentándola como una contradicción, Goodale nos ayuda a reflexionar sobre las posibilidades alternativas, en otras conexiones posibles de la antropología norteamericana de los años 50 y el origen e interés en los derechos humanos en el mundo occidental por un lado, y por otro entre la antropología norteamericana y otras tradiciones nacionales alrededor del mundo, así como las distintas trayectorias de éstas desde la post-guerra. A partir de esta ubicación tanto teórica como disciplinaria de su argumento en los primero capítulos, Goodale perfila temas esenciales dentro del nuevo campo de la antropología de los derechos humanos. Algunos de estos temas centrales giran en torno al concepto de cultura, al del relativismo cultural frente al universalismo y el cosmopolitanismo que define cada vez más a los derechos humanos, y a la dinámica de práctica diaria frente a la teoría política y legal. A lo largo de sus capítulos, Goodale muestra cómo estos conceptos han sido malinterpretados, usados Temperando el Clavijero 504 irrestrictamente en forma contradictoria e incoherente y cómo, a pesar de todo, el concepto de cultura termina siendo hoy en día esencial. Para tener en cuenta su vigencia y relevancia en la discusión de derechos humanos, Goodale destaca la necesidad de comprender la dinámica entre teoría ética y práctica social, esto es considerar tanto la teoría y la necesidad de teorizar como la práctica diaria, citando aquí los trabajos de De Certeau y de la antropóloga legal Sally Merry (13). Dos puntos interesantes en su capítulo inicial son, primero, que muestra el origen de lo que hoy se conoce como antropología pública, o para el bien público, que sólo recientemente adquiere relevancia, y segundo, discute la contribución de la antropología a la conceptualización y lucha por los derechos indigenas que es un eje central para determinar la contribución actual de la antropología a los derechos humanos y que Goodale desarrollará en mayor detalle hacia el final de su libro (22). Otro punto importante e igualmente poco comprendido en este campo es aquel de la oposición entre universalismo y relativismo. Goodale hace notar también la diferencia entre la universalidad de los derechos humanos y el universalismo resultante de la creciente información en la práctica. En el capítulo 3 Goodale muestra como el relativismo está integrado por categorías de conocimiento y significado y explora alternativas para comprender los derechos humanos desde otras perspectivas a través de la etnografia de la práctica diaria (59). Según Goodale, tanto el concepto de relativismo como el de derechos humanos deben ser simplificados hasta su esencia para diferenciarlos de las posiciones que se toman para rechazar derechos humanos pero que no tienen en sí que ver con la noción de relativismo cultural, la cual va más allá de un tema académico y se relaciona con el significado de cultura conectado con imperialismo, racismo y las desigualdades de poder dentro de un sistema internacional (64). Para ello hace referencia a la crítica que hace Marie-Benedicte Dambour sobre el desplazamiento de estos comentarios a meras notas de pie de página. Goodale apela a la necesidad de prestar atención a la práctica diaria para hacer de los derechos humanos un discurso relevante, significativo y transformativo (85). En este sentido, Goodale expresa su desacuerdo con la Mathews-Salazar 505 conceptualización de la cultura como algo meramente discursivo (ibid). Es aquí donde, usando la frase que da título al libro, Goodale sugiere que lejos de estar en vías de extinción—excepto en la mente de aquellos que sintiéndose cosmopolitas ven el mundo cada vez más chico y homogéneo, restándole importancia a las culturas más que como elementos exóticos y extemporáneos- se trata de que a nivel global se comprenda la presencia y relevancia de las culturas a pesar de parecer que la utopía de su desaparición se ha convertido en real (90). El quinto capítulo examina un sentido de la cultura en particular referido a la aparición y crecimiento de las redes de derechos humanos transnacionales conectadas en distintos niveles dentro del sistema internacional de derechos humanos. Al mencionar la declaración universal de los derechos humanos de 1948 Goodale vuelve a recalcar las contradicciones que son tan efectivas en su argumento a lo largo de todo el libro. De esta manera, él ve como contradicción el que a pesar de su transnacionalismo filosófico, el sistema de derechos humanos y las mismas organizaciones no gubernamentales transnacionales que han proliferado sigue siendo fruto de un sistema internacional occidental, elitista y exclusionario. De esta manera, si se quiere establecer un código universal de derechos humanos efectivo y que incorpore valores verdaderamente transnacionales, donde cada nación mantenga una disposición a un comportamiento ético de respeto por las normas de derechos humanos, se requiere no tanto la desaparición de los estados nacionales (100) como la implementación de un sistema que emule el sistema norteamericano de estados federales. Este punto es central en el proyecto de rendición a la utopía. Lo que Goodale no explora son las dificultades de las diferentes naciones—no solamente aquellas que los incumplen regularmente sino aquellas que mantienen impunidad—en aceptarlo. Según Goodale, una de las contribuciones recientes más importantes de la antropología de derechos humanos es precisamente este estudio detallado y etnográfico de las redes transnacionales de derechos humanos. Citando a Pheng Cheah y Bruce Robbins y a Martha Nussbaum, destaca la necesidad de pensar más alla de los estados nacionales y del Temperando el Clavijero 506 propio sistema internacional para que se produzca un sistema global de derechos humanos legítimo. La aparente contradicción de los objetivos de la antropología como disciplina otrora dedicada a la colección y clasificación de todas las facetas del comportamiento humano, para convertirse en aquella que pueda más eficientemente contribuir a la comprensión de la naturaleza esencial de todo ser humano, es la contribución central que en mi opinión hace Mark Goodale en este volumen. Goodale presenta los diferentes matices de los errores e imprecisiones para luego llegar a ver el potencial de la antropología como una manera de superar las limitaciones al marco conceptual dentro del cual se enmarcan los derechos humanos hoy en dia. Y al resaltar que este marco de conceptualización de los derechos humanos está a su vez basado en la epistemología lógico-deductiva que define a la filosofía y a la teoría legal, disciplinas como la antropología dejan al descubierto tensiones concretas, como el caso de la constitución de los derechos colectivos, en particular de los derechos indígenas. Por eso, y aquí coincido plenamente con Goodale, éstos son la mejor evidencia del potencial de la antropología para avanzar la discusión y relevancia de un sistema de derechos humanos más alla del sistema internacional actual. Goodale menciona, por ejemplo, el derecho de los individuos y los pueblos a realizar su humanidad—su capacidad de cultura—en forma plena. La antropología ha contribuido de manera más significativa en el área de los derechos colectivos y en particular de los derechos indígenas. Las contradicciones que aparecen en la aplicación de la Declaración de 1999 sobre el derecho a una cultura en particular (125), constituyen problemas que revelan las deficiencias del sistema occidental vigente. Los diferentes sentidos de relativismo son expresión de dilemas que continúan poniendo obstáculos al proyecto actual de derechos humanos. En suma, Surrendering to Utopia hace una contribución sin precedentes tanto a los estudios de derechos humanos como a los antropológicos, y en especial al campo de la antropología de los derechos humanos. Su capacidad de síntesis permite ofrecer una mirada panorámica que, sin profundizar, identifica temas centrales que apuntan a encontrar nuevos horizontes que, si bien sucumben al proyecto de una utopía para Mathews-Salazar 507 todos, constituyen un ejercicio necesario para lograr coherencia, equidad y respeto por las naciones y grupos humanos que no han formado parte del discurso y del nosotros concebido por el sistema de derechos humanos prevalente. Este, lejos de ser un clavijero bien temperado, para referirnos a nuestro título, que en realidad responde al título de la introduccion de Mark Goodale, constituye todavía un esfuerzo a futuro por temperarlo mejor y lograr así una armonía de conjunto. Este libro es provocador y fácil de leer, y resultará útil tanto en cursos introductorios de antropología política, relaciones internacionales, ciencia política o teoría legal, como en aquellos especializados en estas áreas de conocimiento y acción política en búsqueda de nuevos caminos y perspectivas más integradoras y a tono con las diferencias de culturas y países en un mundo cada vez más transnacional y globalizado.