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CONFLICTO DE INTERESES María Luisa Pfeiffer Introducción El desarrollo de una antropología sostenida sobre la prevalencia del individuo que nace en las postrimerías de la Edad Media, de la necesidad de dignificar al hombre desde otro lugar que el de la trascendencia divina, nos ha llevado un sistema de preferencias en que éste queda por encima de la sociedad y sus intereses por encima de los sociales. Podemos encontrar aquí una justificación que nos conviene a todos en el sentido que lo contrario sería “perder al individuo en la masa social”, permitir que el autoritarismo de la comunidad anule al individuo. Este argumento que enarbola el liberalismo, sobre todo frente a los totalitarismos, permite hacer más profunda e irrebasable la diferencia entre el individuo y la comunidad y termina provocando el fenómeno en que nos vemos inmersos: que los intereses sociales están puestos al servicio de los individuales Este sujeto individual no adquiere su identidad, su valor como persona, su integridad, incluso su libertad en relación con los otros sino separándose de ellos, diferenciándose, haciéndose único, al punto que para hacer esto evidente termina contraponiendo sus intereses a los de los otros. Nace así la idea extendida y propiciada por muchas filosofías políticas desde Hobbes en adelante de que el interés individual debe siempre defenderse porque está puesto en cuestión o amenazado por el interés común. El espacio individual debe cuidarse de las intromisiones de los otros, la excesiva cercanía del otro, incluso su superposición aunque sea parcial es vista como una afrenta a la integridad; la creatividad comienza a ser sinónimo cada vez más de diferenciación, incluso de transgresión del orden social o cultural común; la identidad sufre el mismo fenómeno asociándose cada vez más al juicio propio sobre sí mismo. Se lee el “conócete a ti mismo” de Sócrates desde una introspección analítica del yo lograda por el mayor encierro consigo mismo, incluso el psicoanálisis exige que el terapeuta no hable, simplemente esté presente y no se involucre, propiciando, como testigo mudo, que cada cual encuentre su propia identidad. Los conflictos sociales se traducen entonces en conflictos de intereses entre los individuos y la respuesta a los mismos debe ser que prevalezca el interés de alguna de las partes por razones justas, no hay un interés superior como podría ser el de la comunidad que esté por encima del de los individuos. Por consiguiente, cada uno busca en la comunidad su propio beneficio sin tomar en cuenta el beneficio común, o sólo tomándolo en cuenta para pleitear con él cuando le impide que su interés individual prevalezca. Una resultante interesante de esto es que una de las acepciones de público es vulgar, lo que sugiere incluso ligüísticamente la mayor valoración de lo privado. Las investigaciones biomédicas no son una excepción a la hora de considerar las conductas. Provienen de individuos que pretenden, en el mejor de los casos, beneficiar a individuos. Entre las cuestiones que las declaraciones y documentos internacionales consideran como indicio de respeto a las personas a la hora de controlar una investigación biomédica es la consideración del conflicto que puedan generar los diferentes intereses. 1 De una manera un poco ingenua o simplificadora suele asociarse todo conflicto de intereses a cuestiones financieras. El típico ejemplo es el del médico con escasos recursos que tiene profundo interés en realizar un curso para mejorar su formación o para actualizarse en alguna especialidad, al que una empresa o laboratorio propone pagarle la matrícula a cambio de una cantidad de recetas de determinado medicamento. La respuesta del médico sería fácil cuando fuera honesto y supiera que el medicamento no es bueno o tan efectivo como otros. Pero si la efectividad es la misma, y el medicamento ha sido probado y está a la venta ¿cuál sería la razón para que este médico no se favoreciera con esta oferta? Uno podría decir que sólo habría conflicto de intereses si el fármaco pudiera dañar al paciente ya que estarían en conflicto los intereses del médico con los del paciente, pero si no es el caso ¿se puede hablar de conflicto de intereses? También sería fácil la respuesta si el médico aceptara el trato a cambio de unas vacaciones en Miami o una respetable suma que mejorara su condición de vida, ya que en ese caso el interés del médico es su propio placer o cubrir sus necesidades. Pero si su interés es mejorar su condición de médico que redundará luego en el beneficio de los pacientes ¿habría conflicto de intereses? Este planteo es bastante restringido e ingenuo y lo más peligroso es que nos detenemos en él buscando respuestas individuales, exigiendo a los médicos vivir fuera de un sistema que sostiene y mantiene la práctica médica actual en la “medicamentalización” y le reclamamos respuestas morales rayanas en el heroísmo. Lo primero que debemos tomar en cuenta es que hablar de conflicto de intereses significa hacer referencia a intereses particulares contrastantes. Este tipo de situación puede darse en cualquier tipo de profesión, trabajo o relación, pero cuando se da en la práctica médica, sea 1 Se suele hablar de conflicto de interés convirtiendo una cuestión relacional en un concepto universal. Como voy a referirme solamente a problemas que aparecen en las investigaciones biomédicas prefiero hablar de intereses para hacer más concreta la reflexión, ya que ésta implica intereses sostenidos por los diferentes actores de este drama, que entran en conflicto. Tal vez, en otra oportunidad haga referencia a los conflictos que pueden suscitarse a nivel ético con la consideración del concepto de interés. en ocasión de la clínica o la investigación, adquiere mayor relevancia porque lo que debería mover al médico sería el interés del enfermo: mantener o recuperar la salud. Por ello este planteo toca especialmente a la ética profesional en el campo de la medicina y afecta a la relación médico-paciente de tal manera que, considerado seriamente, puede poner serias trabas al ejercicio actual de la profesión médica en cuanto resulte en la proposición de límites para la práctica profesional. En este trabajo nos detendremos específicamente en lo que hace al conflicto de intereses en las investigaciones médicas. Desde el ejemplo mencionado, que es paradigmático, vamos a analizar este problema procurando no simplificar sus variables. Es necesario internarse sin duda en la significación del conflicto y qué papel juegan en él los intereses; para ello nos apropiamos de los conceptos de Ladrière “un problema de interpretación se plantea cuando el sentido no es aparente de forma inmediata… La situación del comienzo es… de una relativa oscuridad. ¿Qué representa esta oscuridad? No ciertamente la ausencia del sentido, el sin sentido puro, pero la presencia de un sentido que parece incompleto, fragmentario, inadecuado y que, al mismo tiempo, parece reclamar un sentido más auténtico, más conforme a unas ciertas expectativas”. 2 Las expectativas que darán autenticidad al sentido en este caso, son las ético-políticas, desde allí enfrentamos la cuestión. Intereses Lo primero a considerar es que los intereses que movilizan las acciones humanas son múltiples: pueden ser particulares o comunitarios, egoístas o altruistas, profesionales o personales. Puede haber interés por conseguir poder, dinero, bienestar, placer, salud, admiración, fama, tiempo, futuro, saber, trascendencia, y muchos otros. Esto complejiza la cuestión ya que aparece claro que el único interés a considerar no es el monetario, 3 y que tal vez el mismo no sea el más determinante a la hora de analizar el conflicto, como parecen suponer muchos de los que consideran y establecen pautas éticas frente a esta cuestión, sobre todo en relación a las investigaciones médicas. Las Pautas Éticas Internacionales del Council for International Organizations of Medical Sciences (CIOMS), al comentar el artículo en que se refiere al funcionamiento de los comités de ética, alude especialmente a “los conflictos Ladrière, Jean, “Le rôle de l’interpretation en science, en philosophie et en téologie , en La science, le monde et la foi, Casterman, Tournai, 1972, pp. 216. 3 El interés por el dinero es un interés por una mediación, el dinero es siempre buscado para obtener otra cosa. Esto lo desarrolla muy bien Aristóteles cuando diferencia política y crematística y considera dedicar su vida a la primera la finalidad del ser humano y dedicarla a la segunda la negación de la condición de humano. Ver Ética a Nicómaco y Política. 2 derivados del financiamiento de la investigación por parte de patrocinadores comerciales”.4 La FDA (Food and Drug Administration) publicó durante 2008 una nueva normativa para sus paneles asesores de expertos, en donde limitó considerablemente la participación de los mismos si sus intereses comerciales (y el de sus familiares directos) sumaba más de 50 mil dólares El Consejo Nacional de Canadá de la Investigación en Humanos consideran que el riesgo de conflicto de intereses ha existido siempre, aunque advierte que el riesgo es cada vez mayor en la medida en que aumentan las presiones que buscan comercializar la investigación. Basten estos tres ejemplos para ver dónde se pone acento ignorando muchas veces que hay otros intereses que crecen al amor de los comerciales que es necesario tomar en cuenta ya que son la motivación de éstos. Sin embargo podemos estar de acuerdo que a la hora de considerar, sobre todo conflictos que afectan a las investigaciones biomédicas, genéticas, farmacológicas, no podemos dejar de tomar en cuenta un problema importante y de mucha influencia la presencia del mercado como elemento de corrupción. Esto, que ha dado en llamarse conflicto financiero de interés 5 pone de manifiesto la inseparable vinculación actual entre ciencia y mercado que en el caso específico de las investigaciones médicas con humanos se ha hecho particularmente evidente y peligroso. Sin embargo, aunque aceptemos que la comercialización de la práctica médica e incluso de la investigación científica ha multiplicado el interés pecuniario del los que se dedican a la medicina y a la investigación, en este trabajo mostraremos que éste no es el único interés que se interpone entre médico y enfermo, ni el más importante. Conflicto Es obligado considerar aquí el término conflicto que significa básicamente enfrentamiento, choque. Sólo puede haber choque entre dos fuerzas, intenciones, acciones que van en sentido contrario. De modo que plantear un conflicto supone tener en cuenta la dirección de los actos, es decir, el derrotero de las conductas. En tanto y en cuanto rechacemos que las conductas deben conformarse a fines previos y sostengamos que dependen de lo accidental, de los vaivenes del momento cultural, de los deseos y las tendencias circunstanciales, no podremos hablar de conflicto, sólo de coincidencias o disidencias en determinados momentos y lugares. Es necesario tener esto en claro antes de comenzar a referirnos a una cuestión tan decisiva, para habilitar la posibilidad de un juicio. Para poder hablar de Lolas, F y Rodríguez, E., “Conflictos de interés en la investigación biomédica y psicosocial”, en Investigación en Salud. Dimensión Ética, Lolas, Quezada, Rodríguez (ed), CIEB U.de Chile, Chile, 2006, pp.231. 5 “Refiere a las situaciones en las cuales las consideraciones financieras pueden comprometer o tienen la apariencia de comprometer el juicio de un investigador en la conducción o en el reporte de una investigación” (Association of American Universities, 2001). 4 conflictos hemos de aceptar como punto inicial de la reflexión que sólo chocan dos fuerzas que tienen sentido contrario, si no lo que hacen es encontrarse, evitarse o repelerse. Esto supone una finalidad en el movimiento de uno de esos elementos que se contrapone a la finalidad del otro. Esto lleva entonces a agregar al supuesto que el conflicto sólo es tal cuando hay contradicción, enfrentamiento, oposición, y que por ello exige la discusión y en cuestiones más graves la lucha, de la que debe salir una única respuesta, un único vencedor. Una de las fuerzas debe ceder el paso a la otra, uno de los fines debe ser dejado de lado. Caso contrario no hay conflicto, puede haber desacuerdo en los medios para lograr un mismo fin, disputa en la estrategia o el camino a seguir. Cuando el conflicto es moral, que los fines estén enfrentados significa que tienen valor moral contrario, ambos no pueden ser buenos ni malos, uno es bueno y el otro malo. 6 De la misma manera podemos reflexionar sobre lo que significa interés: es el movimiento que me inclina hacia algo que puedo considerar su fin. Influidos por la lectura comercial de las relaciones pensamos que el interés se identifica con la ganancia, ell provecho, la utilidad. Todos estos términos son fácilmente intercambiables con bien, de tal modo que es muy fácil comprender y usar interés como sinónimo de bien. Sin embargo no son sinónimos, el bien puede generar interés o no y podemos calificar de bueno o malo al interés que nos mueve y que puede estar representado por un objeto, una persona, un sueño, un ideal. En nuestro hábito de minimizar el lenguaje nos hemos olvidado de la expresión intereses creados, 7 que hacen referencia a aquellos intereses que nos mueven pero no son legítimos en cuanto se oponen a la justicia o al mejoramiento social y que se supone se nos imponen por alguna razón y han sido creados por otros. Cuando consideramos invalidada una investigación por la existencia de un “conflicto de intereses” estamos develando que hay una situación en que se enfrentan intereses: ¿de quiénes? ¿del mismo investigador? ¿de la ciencia y del investigador? ¿de los patrocinantes y la ciencia? ¿de los patrocinantes y el investigador? ¿de la institución donde se investiga con los otros protagonistas? ¿del enfermo con cualquiera de ellos? ¿Están en juego los intereses de la humanidad? ¿de la sociedad? ¿de las generaciones futuras? Definir cuáles son los intereses que están en conflicto y la legitimidad de los mismos supone dar el primer paso en la solución del problema. El segundo paso, definitorio de la situación, será la confrontación No está en discusión aquí quién determina la bondad o maldad, simplemente que si no hay enfrentamiento de valores a nivel absoluto respecto de los fines, no hay conflicto. La palabra latina original era sinónimo de guerra, pelea, combate por algo que dos querían: “confluyere”. 7 No hace todavía un siglo del éxito de la obra de Jacinto Benavente Los intereses creados donde hace una sutil y perspicaz crítica del positivismo imperante en la sociedad contemporánea. 6 con el único interés que debería estar en juego en una investigación médica: la defensa del derecho a la salud del participante en la misma. Si bien la existencia de un conflicto de intereses no significa que automáticamente se resuelva de manera no ética, el sólo hecho que se presente ya es una señal de alerta, puesto que indica que hay un enfrentamiento de intereses que no debería existir y por consiguiente que puede llegar a triunfar en la contienda un interés diferente del que debe guiar la conducta del médico conforme a los fines de la medicina. Uno de los modos de llegar a estas definiciones será poner en práctica el ejercicio habitual de la ética, preguntar ¿para qué? Esto quizá suene a un anacronismo aristotélico en tanto y en cuanto el creador de la ética consideraba a la causa final como la determinante de la esencia de todos los seres y en ética la que permitía definir el bien. Podemos darnos el lujo de ser anacrónicos cuando de ética se trata ya que muy pocas respuestas pueden dar las éticas deontológicas o formales en este caso, excepto desestimar totalmente el interés. Conflicto de intereses en medicina En opinión de Thompson, 8 un conflicto de interés en el ejercicio de la medicina se origina cuando el juicio profesional en relación a su interés primario, tal como puede ser el bienestar del paciente para el clínico o la obtención de conocimiento válido generalizable para el investigador, se ve influenciado indebidamente por un interés secundario, como puede ser un provecho económico o un afán de notoriedad que influyen en la toma de decisiones. También Bobbio define al conflicto de interés como “una situación en la cual el juicio profesional respecto de un interés primario (la salud del paciente o la veracidad de los resultados de una investigación o la objetividad…de una información) tiende a ser indebidamente influenciado por un interés secundario (ganancia económica, ventaja personal)”.9 Ambos marcan así que hay intereses primarios e intereses secundarios. Si analizamos el ejemplo que mencioné más arriba, los llamados intereses primarios serían los que movieron al médico a elegir su profesión, y en ese sentido podemos afirmar que le interesa lograr: la promoción y el mantenimiento de la salud y la prevención de la enfermedad, el alivio del dolor y el sufrimiento causado por la enfermedad, el cuidado de los sanos y enfermos que implica la asistencia y curación de la enfermedad y el velar por una Ver “Understanding financial conflicts of interest”, N engl.J.Med. 1993, Vol. 329, pp. 573-6 Bobbio, Norberto, “Conflitti d’interessi nella ricerca biomedica e nella pratica clinica, 8 de junio 2006. Citado por Sergio Zorrilla en « Conflicto de interés y ética de la investigación », informe para la investigación llevada a cabo por el INSERM para EULABOR sobre « Sistemas latinoamericanos y europeos de regulación ética en investigación biomédica », año 2007. Ver en www.eulabor.org 8 9 muerte en paz.10 Los secundarios serían los que tienen que ver con su propia promoción sea social, económica o académica. Podemos considerar también como interés secundario el avance de la ciencia, la promoción de conocimientos, el bien de la humanidad. No podemos considerar los intereses del médico, igualmente a los de cualquier profesional, aislados del compromiso social a que lo obliga su juramento o promesa. En el caso de la medicina, el compromiso asumido frente a la sociedad es asumir como deber los fines que le impone la medicina, estos son los que generan sus deberes y obligaciones éticas provenientes de la promesa que libremente realizó. Esos deberes y obligaciones deben convertirse en sus intereses predominantes en cuanto es médico. Cumplir con los fines de la medicina es lo que promete y jura el médico. De modo que si lo que lo mueve a ese juramento es el interés por el paciente, y éste es fundamentalmente su interés primario, sería absurdo hablar de conflicto de intereses ya que cualquier otro interés secundario debería quedar sometido a éste, no podría entrar en conflicto, en contraposición con el primario. ¿Qué es lo que origina entonces un conflicto de intereses en la práctica de la medicina? Tal vez que lo que empuja al profesional a realizar ese compromiso, esa promesa, es lo que denominamos un interés secundario: su propia promoción como persona, ganarse la vida, seguir una tradición familiar, obtener fama, reconocimiento académico, dinero y en consecuencia su juramento, su promesa, son falsos. Cuando el interés secundario quiere ocupar el lugar del que debería ser el primario se genera una colisión entre intereses en el mismo médico. Podríamos decir que es una colisión que para tener consecuencias en la conducta del médico debe suponer antes una actitud de traición a su propia palabra, debe suponer una conducta que podríamos calificar de deshonesta, carente de honor. Si el médico fuere fiel a su palabra, auténtico, veraz, no podría haber conflicto de intereses. Lo más grave, sin embargo, no es esa colisión a nivel individual, en lo que podríamos calificar, como se hacía tradicionalmente la conciencia personal del médico. Hay muchos médicos honestos y otros no tanto que se ven obligados a la deshonestidad por diferentes razones: sistema de salud, problemas económicos, valoración social. Por ello el planteo anterior pierde fuerza ante el peso de las circunstancias, por ello, muchas veces, ser fiel a su promesa significa para muchos médicos una actitud heroica, como perder sus cargos, tener cerradas posibilidades de crecimiento intelectual y personal, en una palabra, ser perseguidos por el poder. Lo grave es que esto no sólo perjudica a los individuos médicos sino que genera un daño social, un daño a la moral común, puesto que cuando el médico pone su 10 Callahan, Daniel, The Goals of Medicine: Setting New Priorities, The Hastings Center, Boston, 1996. propio interés por encima del interés del enfermo o de la comunidad de enfermos, está traicionando su propia promesa, implantando a nivel comunitario la deslealtad como valor, la mentira como única posibilidad de vida. No es solamente el quebrantamiento de la lealtad y fidelidad individual al enfermo, que bastante grave es, sino a su compromiso comunitario, lo cual solemos asimilar a la corrupción y la traición. Por ello es difícil poder pensar, como lo afirma el Consejo Nacional de Canadá de la Investigación en Humanos que el ejercicio de la medicina haya generado siempre algún conflicto de intereses o por lo menos que lo haya generado al nivel en que la cultura actual lo plantea. Mirando la historia de la medicina uno encuentra más bien signos de que fue todo lo contrario, ya que esta profesión ha sido unida en todas las tradiciones a la obligación de servicio a la comunidad, y por ello para Hipócrates o Maimónides lo que hacía a un médico tal no era su conocimiento sobre anatomía o biología, sino que jurara dedicar su vida al cuidado de los enfermos. Por ello durante mucho tiempo se asoció la medicina a un sacerdocio. Un punto que nos queda entonces a dilucidar es si es ético que un profesional pueda tener intereses secundarios en cuanto tal. ¿Qué es lo que podría constituir un interés secundario lícito? Fines que acompañan a los de la medicina pero que de ninguna manera interfieren en su cumplimiento, como por ejemplo saber y dominar las características de una enfermedad, aprender a utilizar aparatos para mejorar su atención a las personas, vivir sin altibajos económicos para no tener que poner sus energías en otras cuestiones que en las que le exige la profesión, tener tiempo de descanso, gozar del afecto de una familia, de amigos, de compañeros de ruta para poder vivir en paz y que ello le de posibilidades de atender mejor a los enfermos, pertenecer a una sociedad justa que genere un sistema de salud que no lo obligue a discriminar, a dobles estándares de atención, a no poder cumplir con los fines que la medicina le exige. Podemos llamar intereses secundarios a aquellos que acompañan a los primarios para poder darles cumplimiento, al modo como se plantea en una investigación objetivos secundarios que coadyuvan y mejoran el logro de los primarios. Si lo que aducimos aquí es que el médico no puede hacer otra cosa, que el sistema lo obliga, que su situación económica lo impele a realizar ciertas prácticas por lo menos dudosas, que el tiempo le urge y el poder lo somete, debemos cambiar el eje de la reflexión y preguntarnos en qué sociedad vivimos en que no podemos defender nuestros auténticos intereses, de qué libertad hablamos cuando estamos obligados a vivir como no queremos. Aquí podemos volver a nuestro caso testigo. Está claro que ese médico al que se le propone entrar en una investigación por medio de un visitador médico no es un auténtico investigador, por lo cual no hay aquí un auténtico conflicto de intereses, sino que lo que hay es una presión de parte del poder económico sobre jóvenes con dificultades para insertarse en la sociedad – como todos los jóvenes por otra parte- que son tentados con beneficios fáciles a obtener usando a sus pacientes. Volvemos así a la primera conclusión, parecería que no hay posibilidad de un conflicto de intereses ético en un médico que cumple con su promesa, en un profesional honesto sea éste clínico o investigador. Sin embargo debemos tomarnos el trabajo de volver a pensar esta conclusión que es indiscutible cuando el médico es clínico pero que parece no serlo tanto cuando es un investigador. Los fines de la profesión del investigador son los de buscar la verdad científica, experimentar para encontrarla con objetos que debe usar para poder llegar a la verdad. Está claro que un investigador no jura cuidar a los enfermos sino perseguir y encontrar la verdad usando métodos científicos. Aquí aparece una cuestión de fondo que es quizá la determinante a la hora de plantear el conflicto de intereses en la investigación médica. Esta cuestión es la del médico investigador. Cuando el médico es investigador está aunando dos tareas, podríamos agregar dos vocaciones. La pregunta es hasta qué punto éstas pueden tener un mismo fin: el cuidado del enfermo. La tarea de investigación lleva al médico en muchos casos a realizar esfuerzos y destinar tiempo a avanzar en la carrera académica o científica; a conseguir fondos para investigaciones con lo que ello supone de realizar planes, encontrar instituciones, armar grupos de investigadores, conseguir equipos de investigación, procurar y pagar muchas veces la publicación de sus trabajos. Este médico debe destinar su tiempo profesional a tareas de investigación, es decir de experimentación y obtención de resultados. Más allá de la cuestión del uso de los tiempos que resulta una de las más notorias, la pregunta fundamental es ¿cuál es su relación con su paciente?¿es éste un objeto de estudio, o es una persona que sufre? Es precisamente aquí donde salta un conflicto indudable entre la finalidad de dos compromisos sociales que obliga a considerar ciertas cuestiones a la hora de juzgar la legitimidad de ciertos intereses. El médico investigador Desde que la ciencia comienza a ser pensada en términos de ejercicio científico, el médico empieza a cambiar su perfil y a pensarse a sí mismo como apto para ejercer la tarea científica. Esto fue posible además por el giro epistemológico que adquirió la ciencia a partir del siglo XVII, en su crecimiento de subordinación a la técnica. Hoy no podemos diferenciar un técnico de un científico, trabajan codo a codo en los laboratorios y muchas veces lo más que hacen es ser meros empleados de empresas que a cambio de un sueldo mensual les hacen realizar procedimientos en serie, al modo del fordismo, para alcanzar objetivos que la más de las veces desconocen. Dentro de ese juego entran los médicos, que no trabajan en los laboratorios sino en los consultorios y lo que hacen es aportar sus enfermos, (en realidad lo que aportan son objetos de investigación, enfermedades) desconociendo la más de las veces para qué, debido a la complejidad de los protocolos científicos actuales. Los datos que aportan los médicos no son analizados por ellos, tampoco instrumentalizados en función de un objetivo, ni menos aún incorporados a estadísticas cuya dinámica desconocen en absoluto. Ellos son meros recolectores de datos que otros elaboran y cuya resultante desconocen. Esto que podría denominarse la proletarización del trabajo médico de investigación lo vemos a diario en nuestros hospitales e incluso consultorios privados, el médico es un eslabón en la producción de medicamentos por ejemplo, de los que únicamente conoce el producto terminado, a la manera de un obrero en una fábrica de autos que sólo ajusta los tornillos de la puerta derecha del auto que sólo será parte de una serie producida. Este tipo de tarea, no es una tarea investigativa, de modo que merece otro tipo de planteo. Su respuesta es más clara y sencilla, el médico no debe realizarla porque no está cumpliendo con su rol de profesional. El enfermo queda reducido a un objeto numérico dentro de una serie que ni él mismo conoce. Esto está muy claro en los protocolos en que el médico sólo puede recuperar la identidad de un enfermo recurriendo a los patrocinadores que manejan los datos. El interés que mueve a un médico recolector de datos no cabe duda que es su propia promoción, sea ésta académica, económica o social. Si la salud del enfermo como interés coincide, todos nos alegramos, pero si no coincide nadie se entera, ni siquiera el enfermo que es manipulado de la manera más disimulada posible para que forme parte de la investigación. El conflicto de intereses aquí nace de la deshonestidad del médico que no cumple con su promesa profesional, es un acto carente de toda ética sin ningún tipo de discusión. Sólo podríamos discutirlo si el médico no jurara o prometiera cuidar al enfermo. Sin embargo, sí encontramos un auténtico conflicto de intereses cuando el médico desea hacer una investigación, es decir desea convertirse en investigador científico. Previa a cualquier respuesta el médico debe resolver este conflicto que afecta a su juramento: ¿la investigación es para él un medio para cuidar y curar a su enfermo? La consideración de esta posibilidad como legítima es la que da origen a la Declaración del Helsinki, la cual busca zanjar el conflicto que nace entre la obligación profesional del médico que lo obliga a cuidar a los enfermos que acuden a él, compromiso moral asumido ante si mismo, ante el enfermo y ante la sociedad, y en caso del juramento ante Dios y la obligación profesional del investigador científico, cuya promesa y compromiso social no pasa por cuidar a los pacientes sino estudiarlos, experimentar con ellos para ver los resultados de procedimientos, fármacos, análisis hasta ahora no probados. El investigador debe cuidar sus datos, sus experiencias, sus resultados, no a las personas con que experimenta. Vuelvo a repetir que este conflicto afecta propiamente al médico investigador y no al recolector de datos. 11 Entre el investigador y el enfermo no hay lo que Laín Entralgo denominaba la “relación diádica médico-enfermo” que convierte la práctica en un trato de amigos, 12 sino que lo que hay ahora es un científico y un objeto a explorar. Las únicas promesas, los únicos juramentos que comprometen al cuidado de las personas son los que hacen los profesionales de la salud, los médicos entre ellos. Por ello la Declaración de Helsinki, aunque fue dada por la Asociación Médica Mundial, originariamente fue rechazada por los médicos por ser considerada como una intromisión en su conciencia moral, ya que llama la atención a los profesionales de la medicina en el sentido que antes que investigadores son médicos. En respuesta a esta problemática, Apelbaum considera como muchos otros que los médicos investigadores no pueden poner como objeto de investigación a los pacientes que atienden como clínicos. Su argumento es que, cuando se realiza un protocolo de investigación por parte de un clínico que aporta pacientes, se produce un “equívoco terapéutico”, lo que significa que tanto el médico como los enfermos creen que la investigación ha sido diseñada en beneficio de estos últimos, a pesar que conste en el consentimiento que firma el enfermo y en el mismo protocolo que éste ha sido concebido con criterio científico. 13 Los ejemplos donde esto se ve con mayor claridad son los oncológicos, sobre todo con enfermos terminales. Se da en este caso un claro ejemplo de la incompatibilidad de ambas funciones en la misma persona, se plantea claramente el conflicto a resolver: ¿cuál es la principal motivación de llevar a cabo un protocolo científico? ¿La científica o la terapéutica? ¿Pueden ambas motivaciones ser una sola? Y en caso de serlo, ¿puede usarse el método científico, propiamente objetivador, de modo de respetar al sujeto? Si bien el mismo ejercicio de la clínica suponía desde sus comienzos un grado de experimentación, ésta no era sistemática, científica, no exigía que la persona se convirtiera en datos a convalidar, en una enfermedad igualable e intercambiable con otras enfermedades. Cuando el médico experimentaba lo hacía con su enfermo, era a esa persona a quién tenía enfrente, y su finalidad era beneficiarlo a él. Esta última idea es la que recoge la Declaración de Helsinki cuando pone el interés del enfermo que participa de una investigación por encima de cualquier otro interés, sea éste el de la sociedad o de la ciencia 12 Ver Laín Entralgo, Pedro, El médico y el enfermo, Ed. Triacastela, Madrid, 2003. 13 Apelbaum PS, Roth L.H., Benson Pl. Lidz, C.V. Winslade W., “False hope and best data: consens to research and the therapeutic misconsention”, Hastings Center Report, 1987, 17; (2):20-4) 11 Retomando la reflexión sobre los fines de la medicina, es necesario establecer que el médico investigador es en primer lugar un médico y como tal un profesional que se debe a sus pacientes. De modo que la investigación debería ser considerada un interés secundario, que sólo debería ser asumida si coadyuva al cuidado de sus pacientes. Caso contrario debería dejarla en manos de investigadores científicos médicos o no, y éstos deberían solucionar el problema de probar sus drogas, procedimientos, aparatos en sanos y enfermos. Esto evitaría el abuso actual en los experimentos que se multiplican innecesariamente por la facilidad de acceder al uso de los enfermos. 14 Los derroteros de la investigación médica Hay dos preguntas que podemos hacer ¿Por qué actúa como investigador un médico clínico, es decir un médico que atiende pacientes? y ¿para qué actúa el mismo como investigador? A la primera pregunta podemos responder que de alguna manera todo ejercicio de la medicina es investigativo en tanto y en cuanto que siempre se han buscado nuevos medicamentos, nuevos procedimientos, nuevos métodos. Hay una tradición positiva en la medicina que es la que la ha llevado a enamorarse de la ciencia y adoptarla como su modo de pensamiento. A la segunda pregunta la respuesta más habitual, sobre todo en los países subdesarrollados y pobres, es: para completar sus magros salarios y mejorar su estilo de vida. Nadie puede negar la legitimidad de que una persona, profesional o no pretenda vivir cómodamente, pero de lo que estamos hablando aquí es de las finalidades de las conductas, si la finalidad de la conducta del médico es vivir cómodamente ha equivocado su profesión, porque lo que promete no es subordinar a una vida cómoda el bienestar de sus enfermos sino todo lo contrario. Cuando reclamamos que la medicina se ha puesto al servicio de intereses ajenos a los del enfermo que son los empresariales, olvidamos que esto no sería posible sin el aporte de los médicos. Los que ponen por delante su propio interés están siendo infieles a su promesa o juramento. Cuando esto ocurre en el sacerdocio, por ejemplo, se releva de su juramento a los sacerdotes para que no puedan ser perjuros y se considera a dicho sacerdote indigno de su profesión, tal vez debería existir alguna manera de relevar de su promesa o juramento a los médicos para no considerarlos indignos de su profesión. Cuando sólo realizan tareas de médico para ganarse la vida, no lo hacen como profesionales sino como cualquier persona que vende sus conocimientos y tiempo en el mercado laboral. Esta actitud de los médicos ha tenido mucho que ver en el incremento de las investigaciones médicas, 14 Ver en este mismo libro, en Vidal, Susana, “Hacia un sistema regional de evaluación ética de Investigaciones en salud”, las cifras que muestran la multiplicación indebida de las experimentaciones farmacológicas, como un ejemplo del abuso en la investigación con humanos. especialmente las farmacológicas en que los resultados médicos son una excusa para el enriquecimiento de las empresas, las cuales producen medicamentos como podrían producir bombas, lo que cuenta es el nivel de ganancia. No está de más recordar que el 90 % de la investigación que se realiza en Argentina sigue el patrón de la del resto del mundo, está financiada por empresas particulares, cuya principal finalidad es ganar dinero vendiendo sus productos. Cuando las técnicas de venta e incentivación son trasladadas al campo de la investigación médica producen una distorsión en las conductas de los médicos que es lo que se suele denominar conflicto de intereses. Esta situación no da origen a conflictos de intereses en realidad sino al no cumplimiento de los deberes del profesional médico. Aquí vemos cómo la cuestión financiera es secundaria, no importa si ganan más o menos, si lo hacen a la luz del día o a escondidas, si lo merecen o no. Esta tendencia a olvidar en qué consiste ser médico va en aumento y es muy fácil detectarla a la hora de analizar un protocolo de investigación: podemos señalar algunos campos en que esta falta de honestidad que se denomina conflicto de interés se encuentran manifiestos y que habla de la preeminencia de los intereses empresariales propiciados por la conducta médica por sobre cualquier otro: 1. cuando las investigaciones se reducen a la comparación de fármacos caros, muy similares y de amplio uso para posicionar a diferentes empresas en el mercado. 2. cuando las investigaciones se reducen a la comparación de fármacos caros, muy similares y de amplio uso para posicionar a diferentes empresas en el mercado. 3. aceptando sesgos en los protocolos que benefician a los productos nuevos. 4. la aceptación de pagos por paciente incorporado. 5. la poca transparencia en la publicación de los resultados, siendo que muchas veces sólo se publican los favorables, el sesgo es en este caso hacia publicaciones que distorsionan los resultados. 6. No sólo distorsiones sino datos falsos y alterados han sido denunciados en muchas publicaciones. Agreguemos a esto la no publicación de resultados negativos. 7. La contratación de los investigadores como consultores, conferencistas y promotores especialmente en los congresos de la especialidad para promover el producto investigado 8. La tergiversación intencional de datos fármaco-económicos que buscan torcer decisiones en cuanto a la distribución de recursos. Este derrotero de las investigaciones médicas nos muestra que en realidad el conflicto de intereses es entre las empresas y los enfermos y que la preguntas es ¿de qué lado se ponen los profesionales de la salud? y cuando hablamos de profesionales de la salud estamos incluyendo lo institucional, ya que tanto los ministerios, las asociaciones, los colegios, las clínicas privadas, las direcciones de hospital están en manos de profesionales de la salud, no de personas que no hay hecho promesa profesional. De modo que lo que suele llamarse conflicto de intereses es en realidad una estrategia de uso del enfermo para beneficio de otros. Las Guías de Buena Práctica Clínica 15 Nos referimos un par de veces al origen de la Declaración de Helsinki que fue aceptada durante muchos años internacionalmente como marco de referencia para cualquier juicio sobre las prácticas médicas en investigación. Como vimos, las investigaciones son llevadas a cabo cada vez más por personas inescrupulosas que se autotitulan investigadores a las que hay que controlar debido a que su conducta no está dictada por el respeto a los derechos de las personas y menos aún de las personas con un alto grado de vulnerabilidad como son los enfermos. Es este el origen de esta declaración y de otras normas que han pretendido aclararla y completarla, aunque a veces esas aclaraciones han logrado eclipsarla. 16 Eso parece estar pasando con las decisiones de la FDA en EEUU que han sido copiadas por nuestro Ministerio de Salud, donde se propone como medio de control una guía de procedimientos para presentar un protocolo de investigación. 17 Esta guía nace de la necesidad de armonizar los procedimientos de las investigaciones que tenían de las empresas multinacionales para que las presentaciones no sólo sen hechas según el método científico sino también respondiendo a otro tipo de pautas como la de preservación de drogas, manipulación de las mismas, orden de las presentaciones etc. 18 Las guías sirven de base Estas guías han sido establecidas por la Conferencia Internacional de Armonización (ICH), la Comunidad Europea, los EEUU y Japón (y entre otros en carácter de observadores, Canadá y la Organización Mundial de la Salud) y han sido adoptadas por el Ministerio de Salud de la Nación como marco científico-ético para la aprobación de protocolos de investigación para la ANMAT. 16 Ver en este mismo el capítulo ya citado de Susana Vidal, el capítulo de Juan Carlos Tealdi y el de Volnei Garrafa. Ver también la Carta de Córdoba en www.redbioeticaunesco.org 17 La FDA ha dejado en claro que cambió su criterio de juzgamiento a los protocolos de investigación y sacado a la Declaración de Helsinki como referente para establecer como única referencia las Guias de la buena práctica clínica elaboradas por Big Farma, para establecer un único estándar de juicio, ya que actualmente en EEUU y países centrales no se pide el cumplimiento de Helsinki sino el de el CFR 17 o las ICH 17, o GCPs. Lo que la FDA dice buscar es garantizar que los medicamentos que llegan al mercado sean seguros, eficaces y de calidad. Sin embargo, para ello, ha reemplazado un criterio con fundamento ético por otro con fundamento científico, ignorando que la violación de los derechos de los pacientes es de orden ético y es origen del mayor nivel de inseguridad, ineficacia y falta de calidad no sólo de los medicamentos sino de la práctica profesional. 18 Respondiendo a críticas que se hacen desde la bioética a criterios de doble estándar en las investigaciones médicas, es decir investigaciones que se comportan de diferente manera con el sujeto investigado según el país en que se realicen, se proponen estas guías como homogeneizadoras e igualadoras, es decir como una superación del doble estándar. Sin embargo, las guías no hablan p. ej. de uso de placebo, ni de proporcionar los productos obtenidos a los sujetos de investigación, por lo cual, cuestiones como las mencionadas, que mantienen de hecho un doble estándar, no son tomadas en cuenta. 15 tanto para las agencias regulatorias, como para los investigadores, Comités de Ética, universidades y empresas. Uno de los procedimientos indicados es dónde, cómo y a quién debe pedirse la fiscalización de la corrección moral del protocolo, es decir cómo debe constituirse y cuáles son los procedimientos a seguir por los comités de ética de la investigación. Sin embargo esto no resuelve la cuestión de la fiscalización y el control sobre los protocolos excepto que la sociedad que es la encargada de velar por sus propios derechos y de los que la componen intervenga por medio del estado. ¿Se da esto por supuesto en las buenas prácticas? Cuando puede haber conflicto de intereses en que como vimos siempre involucra el bienestar del enfermo, deberían darse las claves para poder superarlo como por ejemplo que los comités no son ni los únicos ni los últimos encargados de velar por los derechos de las personas sino que deben estar sometidos a una legislación que los controle, califique y legitime. Está claro que cualquier protocolo que brinde mayor seguridad en cuanto a la credibilidad y veracidad de los datos de las investigaciones y el hecho de que estas condiciones se cumplan en cualquier país donde éstas se contemplen, brinda una base esencial para el respeto de la vida y la salud de las personas. Sin embargo, la cientificidad de una investigación no basta para garantizar que las personas no están siendo usadas indebidamente, innecesariamente o para conseguir simplemente un mayor grado de ganancia a las empresas. Por ello, teóricamente podría estar de acuerdo con la evaluación que hace Klimowski del reemplazo que realizara la FDA, desestimando como argumento ad hominem quién es el autor de las GCP. Él dice en efecto que, “es bastante coherente pensar que las ICH-GCPs brindan mayor seguridad sobre los datos que la Declaración de Helsinki cuyo objetivo no alcanza a este tema (fuera del párrafo 27)… Además, a la hora de ser “prácticos”, es decir a la hora de analizar un protocolo en un comité de ética, son más útiles las reglas que la declaración de Helsinki que es más abarcativa pero menos concreta”. Digo que coincido si pensamos esto en teoría, porque las teorías son puramente racionales e ignoran los mitos que pesan sobre las conductas humanas torciendo los destinos. Por ello debemos comenzar por considerar que hay una serie de mitos que deben ser aclarados al momento de reflexionar acerca de las cuestiones que tienen que ver con la investigación médica. Uno de los más extendidos es que lo “científico”, y por extensión las investigaciones, si son científicamente correctas, están exentas de calificación moral porque son en sí mismas buenas. Lo científico, tanto para los que investigan como para los sujetos de investigación sería, según este mito, bueno de por sí. Esta concepción tiene orígenes profundamente ideológicos nacidos del predominio de la ciencia como conocimiento verdadero y de su uso para un más perfecto dominio del mundo. 19 Estas ideas representan en la práctica y en la superficialidad cotidiana, una gran ruptura en los procesos de apropiación del conocimiento por parte de grandes colectivos sociales, y a la vez una vía de escape que prolonga el tratamiento de los temas que componen la agenda de la salud. En este último sentido se usan para propiciar el convencimiento de que no hay otro interés en la investigación científica que el de obtener conocimiento científico, que el crecimiento de la ciencia. Este es el criterio desde el cual, un científico como Klimowsky juzga el movimiento de la FDA y el de las corporaciones farmacéuticas: la finalidad de las guías de buena práctica clínica es obtener resultados científicos, es diseñar protocolos correctamente donde se prueben las hipótesis. Esta identificación de la investigación médica con procedimientos de ciencia pura, habilitados por el seguimiento de guías precisas, únicas y universales, permite dejar de lado cualquier discusión sobre la significación y el alcance de los intereses que motivan estas investigaciones y que las ponen en conflicto con los que deberían ser sus beneficiarios. Si tomamos como única premisa que la ciencia no tiene otros intereses que el bien de la humanidad, premisa que dio origen a la ciencia, nos olvidamos del derrotero recorrido por ésta y su coptación por parte de los intereses empresariales. 20 Esto no deja lugar a tomar en serio ciertas denuncias, hace creer que puede haber cuestiones aisladas supeditadas a la acción individual que la sociedad podrá regular fácilmente y no ayuda a exigir la reflexión para identificar los temas que esta problemática implica. Desde esta perspectiva, las guías de buena práctica clínica, no dan pie a la posibilidad de ningún conflicto de intereses, porque esa cuestión está zanjada desde el principio, ya que en ellas las decisiones están en manos de las empresas que usan la ciencia, los investigadores y las instituciones para obtener un buen producto. Nadie pregunta por la finalidad del producto, todos suponen que como ha intervenido la ciencia éste es para beneficio de la humanidad. La ciencia es aquí la garantía además de que los hombres que intervengan en estos procesos tienen buenas intenciones, nadie que haga ciencia puede hacerla para dañar a otro. Por otra parte hay otro reaseguro, que es que entre los investigadores y la empresa, así como entre ellos y los sujetos a investigar todo ha quedado claro, ha sido informado y se ha firmado un El correlato de este mito es suponer que la ciencia y la técnica son instrumentos inocentes y que el hecho de que generen bien o mal depende de quien lo use. Esta es una profesión de fe muy optimista compartida por muchos científicos que no se detienen a pensar en la esencia dominadora de la tecnociencia. Ver Cristina, Juan;”Bioética, biología molecular y biotecnología: una aproximación ética a las ciencias básicas y sus aplicaciones” en Diálogo Político, Konrad-Adenauer-Stifftung, Año XX-Nº1-Marzo, 2003, Jean Brun, Le rêve et la machine, La table ronde, Paris 1992, Heler, Mario, Ética y ciencia, la responsabilidad del martillo, Biblos, Bs. As., 1996. 20 Es interesante considerar aquí la caracterización heideggeriana de la ciencia moderna en el sentido que la anima un espíritu empresarial en cuanto busca utilidades, resultados “útiles”. Ver Heidegger, Martín, “La época de la imagen del mundo”, en Sendas Perdidas, Losada, Buenos Aires, 1964. Ver también Parente, Diego, (ed) Encrucijadas de la técnica: Ensayos sobre tecnología, sociedad y valores, EDULP, La Plataz, 2007. 19 contrato, plasmado en el segundo caso en un consentimiento. No puede producirse aquí ningún conflicto de intereses: el investigador y la empresa buscan ¿qué? el bien para el paciente, y la misma finalidad está garantizada por el consentimiento en el segundo caso. ¿Dónde puede aparecer el conflicto? ¿con los centros de investigación? ¿con la sociedad? No debería haberlo mientras se respetara el derecho a investigar con independencia y objetividad, es decir se tomaran en cuenta las guías propuestas. Tenemos así planteado el problema con los términos que usan desde los investigadores, las empresas, los centros de investigación hasta la cultura ciudadana que ve en los procesos de investigación un aporte al conocimiento científico y al crecimiento y engrandecimiento del país y la medicina. Los comités de ética Generalmente se pone sobre los comités de ética la responsabilidad de evitar los conflictos de intereses. Esto es tan ingenuo como pensar que la práctica científica por sí misma los evitará, ya que sabemos que los comités de ética, sobre todo los existentes en nuestro país y en toda la región, carecen de las condiciones que les permitan soportar tal responsabilidad. No sólo porque son cada vez menos sino porque sus miembros carecen muchas veces del dominio de la retórica, necesario para no caer en las trampas de la formulación de ciertos protocolos disfrazados de benéficos para los enfermos. No habiendo control sobre estos comités, dejada su formación y buen funcionamiento a la buena voluntad de sus miembros, no pueden ellos muchas veces escapar al conflicto de sus propios intereses con los del enfermo. En efecto, el poder tiene modos de controlar los comités mucho más sutiles que la entrega de dinero que tienen que ver con la posibilidad de los miembros del equipo de salud que los integran de continuar en sus cargos, con las presiones temporales y políticas sobre sus decisiones, cambiando legislaciones o regulándolas según intereses que sobrepasan a los del comité, poniendo trabas a su funcionamiento de tipo espacio-temporal, académico, de desconocimiento comunitario. La carencia de legislación o la presencia de legislaciones tipo “tapón”, que impiden discusiones sobre las mismas, la imposibilidad de acudir a instancias superiores a ellos mismos, ponen muchas veces a los comités entre la espada y la pared, obligándolos a tomar decisiones y hacerse cargo de problemáticas que los sobrepasan. Conclusiones Debemos recordar que desde Nuremberg quedó cuestionado definitivamente el carácter de neutralidad moral de la ciencia. No intervenían en esas causas penales intereses monetarios solamente sino políticos, ideológicos y sociales que involucraron a la ciencia y especialmente a la medicina, por lo que esos juicios son el primer reclamo formal a los científicos por su responsabilidad sobre los medios que empleen para obtener conocimientos así como sobre las consecuencias de sus acciones. Si el médico cumpliera con su promesa, muchos de estos planteos no serían necesarios y no estaría en juego la confianza en la ciencia y especialmente en la medicina, la exigencia al médico-científico de cumplir sus obligaciones profesionales y sobre todo la exigencia de la sociedad de controlar las actividades de los científicos para defender el derecho a la salud de los que forman parte de ella. Pero hoy hemos olvidado lo que significa jurar y prometer. Esto viene de la mano de la pérdida del respeto por uno mismo, es decir del desconocimiento de la propia dignidad, de la perdida de la estima por si mismo y en consecuencia por el otro. El concepto del honor ha sido olvidado y el de dignidad viene siendo cuestionado. Esto no son sólo planteos teóricos sino que se ve claro en los múltiples casos en que encontramos agentes de salud, para los que sus propios intereses no van por el mismo camino que el de los individuos que participan de la investigación y, aún más, van en contra de sus derechos fundamentales. A la hora de plantear fines parecería una obviedad, a la luz de nuestros supuestos culturales que nos han llevado a proclamar los derechos humanos, que el interés financiero no podría estar por encima del que intenta promover un beneficio para los seres humanos. De hecho, todos los intereses financieros que son los que mueven a las empresas en el orden económico capitalista que nos gobierna, deben disfrazarse de interés por las personas para prosperar. Eso lo vemos explícito en las publicidades: ninguna pone como finalidad de la misma acrecentar las ganancias de la empresa productora de lo que se promueve, sino por el contrario, las empresas buscan que no tengamos dolores de cabeza ni menstruales, que crezcan los niños, que trabajemos menos al lavar los platos o la ropa, que viajemos más cómodos, que tengamos menos calor y menos sed, etc. Las publicidades, así como las propagandas en su momento, apelan a lo que nos interesa y por ello nos atrae, a aquello que consideramos valioso: nuestra salud, tranquilidad, tiempo, comodidad, y nos aseguran que las empresas productoras van a permitirnos lograr lo que deseamos o necesitamos. Nos convencen de que están trabajando por nuestros intereses, que ponen en riesgo su capital para conseguirlo, que nuestro beneficio es más importante que cualquier otra cosa. La confusión entre fines y medios en que vivimos, nos impide comprender que los fines de las empresas son obtener ganancias financieras. Cuando se hace este planteo respecto de una empresa que nos ofrece un medicamento, es mucho más fácil que nos confundamos, porque al consumir el medicamento, si éste es bueno, obtenemos alivio al dolor y la enfermedad y ello nos pone proclives a creer que en verdad la finalidad de la empresa es nuestro beneficio, esto da a la empresa farmacéutica una especie de certificado moral, una credibilidad humanitaria. Sin embargo no es así. Las empresas producen lo que genera ganancia, en realidad mayor ganancia, por ello no producen cualquier producto, por ello no investigan cualquier patología, por ello ponen precio a sus productos y sus patentes.21 Incluso frente a una epidemia tan grave para la humanidad como es el sida en este momento, las empresas no han perdido su norte: la ganancia. Recordemos que muchos de los escándalos alrededor de investigaciones violatorias de derechos se han producido alrededor de investigaciones sobre sida. Además está claro que la investigación sobre esta terrible pandemia que azota a países sobre todo del tercer mundo sigue adelante porque los que compran los medicamentos son los estados. Como éste es un “target” que hay que ampliar, el modo de hacerlo es lograr que más estados, sobre todo los pobres que aún no lo hacen, compren alguna medicación. Ello ha llevado a investigaciones como la denunciada por Lurie y Wolfe sobre transmisión vertical del sida, donde se buscaba abaratar el producto, disminuyendo la dosis. 22 Si bien es cierto que la respuesta debe ser ética, que los médicos y los equipos de salud en general llevan gran parte de la responsabilidad, que las instituciones miran hacia otro lado frente a la corrupción, sobre todo cuando las investigaciones les procuran dinero y prestigio, que los estados ignoran sus responsabilidades, que los promotores, que son los que ponen el dinero, se consideran por ello con el derecho de decidirlo todo, la sociedad no puede dar un paso al costado olvidando que esto es posible porque hay una valoración de la vida, una creencia ciega en el progreso científico, un desinterés por el dolor ajeno que son propios de su modo de enfrentar la enfermedad y la muerte. La vida en sociedad es solidaria mal que nos pese y la respuesta a los conflictos de intereses no puede provenir de un solo sector ni de personas individuales. Cuando algunos de sus miembros ignoran en propio beneficio los derechos de los demás, cuando disimulan, camuflan, enmascaran intereses, es decir cuando mienten, cuando usan a algunos para beneficio de otros, están dañando a la comunidad y en consecuencia se están dañando a sí mismos. La comunidad reacciona frente a la inseguridad, la corrupción, la falta de respeto a la vida en todas sus manifestaciones, la desvalorización La industria farmacológica tiene aseguradas las ganancias, es la que genera más lucro entre todas las industrias, es un sector sin crisis y sin riesgo puesto que las inversiones son, en general son garantidas por los gobiernos, esto explica que casi todos los grandes trusts multinacionales tienen intereses en el campo de la salud. 22 Lurie P, Volfe, SM, “Unethical trials of interventions to reduce perinatal transmission of the human immunodeficiency virus in developing countries”, N. Engl. J. Med, 1997, Vol 337, pp. 801-808. El sida ha sido y sigue siendo el origen de las mayores ganancias de la historia farmacéutica, fortaleciendo su poder a niveles nunca vistos. 21 del conocimiento, el arte, la creación y supone que no tiene que ver con la valorización de la mentira, el disimulo, la “facha” 23 , con la preferencia de lo privado sobre lo público, con el uso de los otros, con el reemplazo de la vida real por la virtual, de la realidad por la ficción, con la creencia ciega en la tecnociencia, con la despreocupación por el medio ambiente y sobre todo con una negación sistemática del prójimo presente y futuro. La vida que nos rodea es una prueba constante de todo esto que valoramos cuando se cumple permanentemente una ecuación de las más simples: a mayor mentira mayor mentira, a mayor corrupción mayor corrupción, a mayor desinterés por el otro, mayor desinterés por todos. El ejercicio de la medicina no puede ser compatible con conflictos de intereses porque debe estar guiado por un único interés que es el bienestar del paciente actual o potencial en la sociedad. 24 Si el ejercicio de la investigación colisiona con este interés debe ser dejado de lado. Lo ideal sería seguir el camino de muchos médicos que se han dedicado a la investigación abandonando la clínica médica en un reconocimiento implícito del conflicto. ¿Significa esto que un médico que atiende pacientes no puede investigar? La Declaración de Helsinki ha puesto algunas pautas para ello. 25 No basta con seguirlas, es necesario que el médico, el equipo médico en general, sea fiel a sus promesas a la sociedad y en su nombre a los enfermos actuales y potenciales y que ésta sea capaz de reclamarle y obligarlo a cumplirlas en el caso que no lo haga. 23 Argentinismo por apariencia pero que hace referencia sobre todo a aparentar lo que uno no es. En la Universidad Autónoma del Estado de México, cuando un nuevo profesional se titula le dan la bienvenida con expresiones similares a ésta: “En el ejercicio de funciones de tan alta responsabilidad tenga presente, ante todo, que no deberá emplear sus conocimientos, sino en beneficio de la comunidad. No olvide que la sociedad confía no sólo en su saber, sino también, y acaso más, en su lealtad y honestidad. Se estima que será incapaz de anteponer al interés legítimo de todos, el suyo propio”. 25 Este reconocimiento no significa que adhiera a la última formulación del año 2008 de esta declaración. Creo que debemos aceptar de esta declaración los artículos que siguen defendiendo el derecho a la salud del enfermo por encima de cualquier otro interés. 24