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24 DE MAYO
DÍA INTERNACIONAL DE LA EPILEPSIA
En el mundo hay aproximadamente 50 millones de personas con epilepsia. Se trata de
un trastorno neurológico muy frecuente en nuestro tiempo y, sin embargo, todavía
existe un gran desconocimiento sobre sus características. El día 24 se celebra el Día
Internacional de esta enfermedad, con la cual conviven en la actualidad en nuestro
país más de 400.000 personas. Cada año se detectan más de 20.000 nuevos casos,
de los que al menos el 50 por ciento se manifiestan por primera vez durante la infancia
o la adolescencia.
El hecho de que una persona sufra una crisis epiléptica aislada no significa que sea
epiléptico. Todos podemos sufrir una crisis epiléptica ante determinados factores que
atacan nuestro cerebro, como por ejemplo un trastorno metabólico. Además, a ciertas
edades nuestro sistema visual puede ser más sensible a determinados estímulos que
pueden provocar este tipo de crisis. Es la PREDISPOSICIÓN a que las crisis se
repitan lo que conocemos como epilepsia.
El tipo más frecuente (6 de cada 10 casos) es la epilepsia idiopática. Y es que la
predisposición genética es muy significativa en esta enfermedad. Hay tipos de
epilepsia puramente genéticos, como es el caso de la Enfermedad de Lafora o el
Síndrome de Dravet, u otros tipos en los que la susceptibilidad de tener crisis después
de una lesión cerebral influye el hecho de que el paciente tenga o no subyacente
genéticamente la epilepsia. Los estudios genéticos se remiten a laboratorios
especializados. En el Síndrome de Dravet, por ejemplo, es importante el diagnóstico
porque determina que fármacos pueden ser útiles y cuáles no.
La epilepsia con causas conocidas se denomina epilepsia secundaria o sintomática.
Dichas causas pueden consistir en daño cerebral por lesiones prenatales o perinatales
(asfixia o traumatismos durante el parto, bajo peso al nacer); malformaciones
congénitas o alteraciones genéticas con malformaciones cerebrales asociadas;
traumatismos craneoencefálicos graves; accidentes vasculares cerebrales, que privan
al cerebro de oxígeno; infecciones cerebrales como las meningitis y encefalitis o la
neurocisticercosis; algunos síndromes genéticos; los tumores cerebrales.
Y también pueden ser criptogénicas, de las que no se conoce su causa.
Por otra parte, si atendemos a la localización de las neuronas epileptógenas podemos
dividir la enfermedad en focal (localizada) o generalizada.
ANTE UNA CRISIS
La enfermedad tiene mucho que ver con alteraciones en la conectividad de las
neuronas, los llamados trastornos de la migración neuronal. Hoy en día, ver pacientes
con crisis generalizadas tonicoclónicas no es lo habitual. Cuando los pacientes están
correctamente tratados con la medicación apropiada ese tipo de crisis se logran
controlar.
Pero hay un 30 por ciento de pacientes con epilepsia que tienen dificultad para
controlar sus crisis. Existen dificultades para controlar a ciertos pacientes porque éstos
se "resisten a la medicación". Bien es cierto que son casos poco frecuentes, ya que
tres de cada cuatro pacientes lleva una vida normal gracias a los fármacos.
La mayoría, el 70 por ciento están perfectamente controlados.
Ante una crisis, introducir sistemáticamente objetos en la boca para evitar que el
afectado se muerda o se trague la lengua es una práctica incorrecta, ya que se puede
producir más daño que solucionar la situación. Se pueden producir luxaciones de
mandíbula, roturas dentarias o heridas por mordedura en la mano de quien ayuda.
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico ha mejorado mucho con la introducción de unidades de epilepsia
dotadas de video-EEG.
Lo primero es realizar una prueba para ver cómo es la estructura del cerebro, la
llamada resonancia magnética específica para epilepsia, y un encefalograma.
Para clasificar las crisis es imprescindible la descripción detallada de los eventos
clínicos que las componen. Precisamente en este punto el elemento de más ayuda es
el registro del electroencefalograma durante la crisis, con una descripción detallada de
los síntomas y combinado con la grabación en vídeo del paciente.
Cabe destacar que hay pacientes en los que no es posible clasificar con exactitud el
tipo de crisis y la epilepsia que padecen. En ellos es muy importante la revisión
periódica del diagnóstico.
El porcentaje de curación depende del tipo de epilepsia.
•
Epilepsias generalizadas idiopáticas, como la ausencia infantil o las crisis
tónico-clónicas del despertar. Tienen una probabilidad de curación del 70 por ciento y
no precisan más medicación al cabo de un periodo entre 2 y 5 años.
•
Epilepsias focales. Aproximadamente el 50 por ciento de los pacientes, cuyas
crisis se controlan plenamente con medicación, pueden llegar a prescindir del
tratamiento al cabo de 5 años.
•
Hay algunas formas de epilepsias que tienen un pronóstico particular, como la
epilepsia mioclónica juvenil, que en general responde muy bien al tratamiento, pero
tiene una alta tendencia a reaparecer cuando este se retira.
Los tratamientos disponibles actualmente consiguen controlar los síntomas de
alrededor del 70% de los pacientes. ¿Cómo se puede ayudar al 30% restante que
no responde adecuadamente a los fármacos?
Estudios recientes en los países desarrollados y en desarrollo han revelado que hasta
un 70% de los niños y adultos diagnosticados recientemente de epilepsia pueden
tratarse con éxito (es decir, tener sus convulsiones completamente controladas) con
fármacos anticonvulsionantes. Como hemos dicho, al cabo de 2 a 5 años de
tratamiento exitoso, esos fármacos se pueden retirar en aproximadamente un 0% de
los niños y un 60% de los adultos sin que se produzcan recidivas.
La manera de ayudar al 30 por ciento restante es seguir con la investigación que
descubra cuáles son los mecanismos de la epileptogénesis, y cómo interferir con ellos,
de modo que podamos atajar el proceso en sí, más que aliviar los síntomas, que es
hoy en día de lo que disponemos. Se están estudiando nuevos fármacos
con
diferentes mecanismos de acción.
Otras terapias alternativas pueden ser la dieta cetógena, la cirugía de epilepsia o el
estimulador del nervio vago. Recientemente la terapia inmunosupresora se ha
perfilado como muy eficaz en determinadas epilepsias de origen autoinmune. La
etiología y la clínica de las crisis es la que va a determinar en qué casos estas terapias
alternativas pueden ser una buena opción.
En cuanto a la cirugía de epilepsia puede ser una opción de primera mano en caso de
epilepsias lesionales (es decir aquellas que tienen una lesión estructural cerebral como
causa de las crisis, que esté situada en regiones accesibles al tratamiento quirúrgico).
En ausencia de lesión, puede ser también una buena opción cuando se tiene muy bien
localizada la zona que genera las crisis y ésta se encuentra en un lugar accesible al
tratamiento quirúrgico sin causar déficits de función inaceptables.