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EL GEN NAVARRO
Javier García Aranda - abril 2015
Mis navarras y navarros, in memóriam.
Nada más lejos de mi intención que lanzar una diatriba sobre las esencias
de las estirpes navarras, porque los bilbaínos nacen donde quieren, pero
los navarros y las navarras son lo que les sale de los cojones, o del toto,
como diría una de mis cuñadas, que no es navarra pero también tiene su
ramalazo. Aquí lo que se trata es de plantear referencias y argumentos
esclarecedores sobre la vigencia y alcance del gen navarro, que es algo
que la ciencia deberá admitir a la vista de los fehacientes datos empíricos.
Dicen que somos lo que comemos (por cierto, viendo lo que queda
después de que los alimentos son procesados por los organismos
humanos, la escatológica afirmación es como para alarmarse), por tanto
nada mejor para analizar el gen navarro que un recorrido retrospectivo
por la tradición alimentaria navarra.
Un buen arranque para el análisis son las tesis puestas de manifiesto en la
edición del domingo 12 de julio de “No es un día cualquiera”, programa
de Radio Nacional conducido por Pepa Fernández. En dicha emisión
radiofónica tuvo lugar un encendido debate sobre la alimentación, cuyo
punto de partida era que la OMS está preocupada por que se garantice
que lo que comemos no genere daños a la salud (sic).
En dicho debate, D. Alfredo Martínez, catedrático de Nutrición de la
Universidad de Navarra, ejerció de conspicuo defensor de la necesidad de
aplicar el máximo rigor científico a las estrategias alimentarias, mientras
que la defensa del saber popular tradicional -que puede resumirse en la
máxima lo que no mata engorda- estuvo liderada por el conocido escritor
y periodista D. Andrés Aberasturi.
La dialéctica sobre el asunto alcanzó su máxima expresión cuando, en
apoyo a sus argumentos y para dejar constancia de la evidencia del
progreso alimentario, el citado catedrático de Nutrición, habida cuenta de
que el programa se emitía desde la ciudad navarra de Sangüesa, afirmó
categóricamente: “Estamos en Navarra; nadie le da a un niño recién
nacido un bocadillo de txistorra… el día de San Fermín”.
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En primer lugar, hay que hacer notar que el argumento encierra una nube
de incertidumbre, ya que no queda claro si con el inicial “estamos en
Navarra” se pretende subrayar que ni siquiera en Navarra se le da a una
criatura recién nacida un bocadillo de txistorra, o si con la apostilla “el día
de San Fermín” se quiere hacer hincapié en que dar un bocadillo de
txistorra a un recién nacido no es habitual para celebrar el día de San
Fermín, pero que tal condumio pudiera ser factible en otras fechas.
En todo caso, en respuesta al brumoso argumento esgrimido en defensa
del triunfo de la modernidad en la alimentación infantil en Navarra, la
contestación de D. Andrés Aberasturi no pudo ser más contundente:
“Porque no tienen dientes; porque no lo pueden morder; que si no...”. Es
decir, a su juicio, es sólo la ausencia generalizada de incisivos lo que
elimina el bocadillo de txistorra de la dieta de los y las recién nacidas.
Aunque, aquí tampoco queda claro si la afirmación queda circunscrita sólo
a los y las neonatas de Navarra o si su ámbito de aplicación es universal.
Esta discusión sobre la cultura alimentaria navarra y la influencia de las
limitaciones dentales de las criaturas recién nacidas en su dieta da pie a
traer a colación un hecho histórico clarificador acaecido en 1918 y que
permite redondear el análisis. El evento tuvo lugar en el seno de mi familia
paterna y se produce a raíz del nacimiento del cuarto hijo de mis abuelos
paternos (o sea, de mi aita). Y aunque ocurrió en San Sebastián
(Gipuzkoa) forma parte inequívoca del acervo cultural navarro, ya que mi
abuelo Luís García, mi abuela Cecilia Simón y sus tres primeros vástagos Romero, Faustino y Emilia- eran naturales de la Ribera de Navarra.
Según testimonio oral, trasmitido de generación en generación, al recién
nacido -también Luís, para seguir con la tradición familiar-, no se sabe si
por la escasa relevancia otorgada en aquel momento a la bondad del
calostro o por su eventual ausencia (no hay datos contrastados al
respecto), su hermana mayor, la preadolescente de nombre Romero -lo
que atestigua su inequívoco origen de la localidad ribereña de Cascante- le
suministró como alimento sustitutivo... ¡unos tragos de café con leche!
Este hecho testifica, sin lugar a dudas, que ni la ausencia de dientes ni la
de cualquier otro atributo que caracteriza al animal racional que es el ser
humano son impedimentos para poner de manifiesto, desde la más tierna
infancia, el profundo significado y relevancia que conlleva el gen navarro.