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Editorial La República contra el Imperio Desde principios del siglo XVII, los colonizadores portugueses consideraron como su límite natural el Río de la Plata. En virtud de la ausencia de población española en la región, en 1680, Manuel de Lobo funda Colonia de Sacramento determinando el objetivo estratégico de Portugal de extender su frontera hacia el sur. Si bien Colonia fue varias veces recapturada por fuerzas españolas y otras tantas, devuelta a Portugal. En 1777, Carlos III envía una expedición al mando de Pedro de Cevallos, nombrado virrey del recién creado Virreinato del Río de la Plata que ocupan definitivamente Colonia, conquista que fue refrendada mediante el tratado de San Ildefonso, firmado ese mismo año. Durante el periodo de enfrentamiento entre Artigas y las autoridades del Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, una coalición integrada por Portugal, Brasil y Algarve, inició en 1816, la invasión lusobrasileña a la provincia Oriental, afectando también a las Misiones, Corrientes y Entre Ríos. En 1821 la Provincia Oriental, antes la Banda Oriental del Río Uruguay y actual Uruguay fue anexada al Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina, luego de la derrota de Artigas en Tacuarembó. En 1825, con el apoyo del gobierno argentino, , un grupo de orientales y de otras provincias, llamados los Treinta y Tres Orientales, liderados por Lavalleja, ingresó en la Provincia Oriental para desalojar a los ocupantes lusitanos quienes, con la posterior ayuda de Fructuoso Rivera, lograron retirar el ejército brasileño y el 25 de agosto en el Congreso de Florida, declararon la independencia del Brasil y su unificación con las Provincias Unidas del Río de la Plata. Brasil declaró la guerra a Argentina. Buenos Aires, organizó en el mes de mayo un Ejército de Observación, que se instaló en octubre en Concepción del Uruguay al mando del general Martín Rodríguez, conformado por dos escuadrones de caballería, tres compañías de infantería y cuatro piezas de artillería, a los cuales se agregaron 200 hombres de Entre Ríos El 25 de junio tuvo lugar el Combate de Las Vacas, victoria oriental sobre tropas de desembarco; luego el combate de Arroyo Grande, en que se lució la caballería Revista de la ESG - 3 de Rivera sobre una avanzada enemiga. El 14 de agosto hubo una acción en Fraile Muerto, con la victoria de Oribe. El 18 de agosto, las fuerzas orientales sitiaron Colonia. Otros combates se produjeron entre agosto y septiembre en San Francisco, Mercedes y las Puntas del Águila. Según Lavalleja, en ese entonces el ejército oriental llegaba a 3.200 hombres y el brasileño a , 4.200 hombres. El 24 de septiembre, Rivera triunfó en Rincón. Las fuerzas del Imperio enviaron 2.000 hombres, al mando de Benito Ribeiro, a atacar a los independentistas en su propia capital; Lavalleja logró la victoria en la batalla de Sarandí, el 12 de octubre, desalojando a los brasileños de Maldonado y más al norte, la fortaleza de Santa Teresa, el 31 de diciembre de 1825. Estas victorias encendieron el patriotismo de los porteños lo que influyó sobre el Congreso Argentino para aceptar la reincorporación de la Provincia Oriental. El Imperio declaró la guerra a las Provincias Unidas el día 10 de diciembre, e inmediatamente la escuadra brasileña bloqueó el puerto de Buenos Aires y la boca del Río de la Plata. Esta declaración fue respondida por el Congreso argentino el 1 de enero de 1826. El 31 de mayo una ley del Congreso volvió a crear el Ejército Argentino. El ministro Alvear aprovechó su cargo para equipar generosamente al Ejército, poco después fue nombrado su comandante. El Ejército Republicano – nombre que le asignaron sus oficiales, para diferenciarlo del Ejército Imperial, formaba con el Regimiento 1 de caballería, al mando del coronel Brandsen. El batallón Cazadores de Salta con efectivos de Santiago de Estero, conformaron el Regimiento 2 de Caballería, al mando del coronel José María Paz. De Buenos Aires fueron enviados los Regimientos 3, 4 y 16 de Caballería, al mando de los coroneles Escalada, Lavalle y Olavarría. Un Batallón de Cazadores al mando de Manuel Correa y uno de artillería ligera, al mando de Tomás de Iriarte, cuyo bautismo de fuego, en Ituzaingó, constituye el antecedente histórico de la creación del actual Regimiento 1 de Artillería “Brigadier General Iriarte”. El Ejército Imperial contaba con 12.420 hombres, diseminados en varios destinos: el grueso del mismo eran los 8.500 hombres comandados por el Marqués de Barbacena, 3.000 hombres en Montevideo y 1.500 en Colonia. La mayoría de los portugueses eran de infantería. Su caballería estaba integrada por “gauchos” y la artillería era también ligera. Participaron muchos mercenarios alemanes y campesinos levados del mismo origen. El Ejército Republicano llegó hasta el Río Santa María en cercanías de Paso del Rosario, donde se inicia el Ibicuy. En un arroyo cercano llamando Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827, 6.800 republicanos enfrentaron a 7.700 imperiales. Las acciones principales tuvieron lugar en el centro del dispositivo y el mayor esfuerzo recayó en la artillería, mandada por Iriarte, secundado por José María Pirán y Martiniano Chilavert. Revista de la ESG - 4 La caballería republicana atacó a la infantería imperial, sufriendo grandes bajas en los regimientos de Paz y de Brandsen, muriendo este último en valerosa y célebre carga. Lavalle rodeó un zanjón que separaba a sus fuerzas de las del cuerpo de caballería enemiga que tenía a su frente, y lo destrozó, en un ataque envolvente que selló el éxito republicano. El Ejército Imperial retrocedió tras grandes pérdidas de hombres, incluyendo más de 200 muertos y 800 extraviados, contando entre estos últimos, a muertos cuyos cadáveres no se pudieron recuperar del lodazal. Debiendo sumarse a estas pérdidas una gran cantidad de desertores. El Coronel Iriarte escribió en sus “Memorias” al referirse al error de Alvear de no realizar la persecución: “Pero el General Alvear no quiso: se contentó con quedar dueño del Campo de Batalla; es decir, de la gloria sin consecuencia, porque todo el resultado quedaba reducido a las balas cambiadas de parte a parte, y al efecto que ellas produjeron en muertos y heridos. La República Argentina, empañada en una guerra desigual, tenía sumo interés, urgentísimo, en que no se prolongase la lucha: había echado el resto apurando todos sus recursos físicos y morales para luchar contra un Imperio abundante en hombres y medios pecuniarios. La República, venciendo, quedaba exánime; el Imperio, vencido en una sola batalla, pero sin ser su ejército anonadado, podía continuar la guerra con ventaja, con menos sacrificios; y es por esto que necesitamos sacar buen partido, no digo de las batallas campales, sino de las más ligeras ventajas que obtuviesen nuestras armas. Ardía la guerra civil en las provincias argentinas, y era Buenos Aires, una ciudad sola, la que soportaba todo el peso de la guerra; la única que podía alimentarla, darle pábulo, y para que no se extenuase era necesario dar grandes golpes. Tal fue el que recibieron los enemigos en Ituzaingó, pero sólo en el campo de batalla: fuera de él no sintieron sus efectos como lo habrían sentido si su ejército aquel día hubiera sido anonadado, y pudo, debió serlo. La guerra habría entonces concluido, y la paz, se habría firmado dictando el vencedor las condiciones: la evacuación de Montevideo y de todo el territorio oriental ocupado por las tropas del Imperio, y su incorporación a la República Argentina.” Revista de la ESG - 5