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Boletín No. 87
4 de abril de 2016
Estudian el vínculo entre la cultura Casas Grandes y los
extintos indígenas ópatas
· El análisis del entierro de una mujer momificada, hallado en una cueva de la Sierra Alta de
Sonora, arroja luces sobre su origen étnico y su relación con la cultura Casas Grandes
· A este estudio se suman hallazgos recientes en distintos sitios arqueológicos de la Sierra
Alta de Sonora: arquitectura de adobe, terrazas, artefactos y material orgánico
De acuerdo con los estudios realizados al entierro de una mujer momificada hallado en el interior
de una cueva de la Sierra Alta de Sonora en 2009, especialistas del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH) deducen que corresponde a una integrante de los indígenas ópatas
que habitaron la parte oriental y central de este estado, extintos desde 1950.
Los restos óseos podrían pertenecer a una indígena conversa, posiblemente una curandera
que falleció en el periodo colonial de Sonora (1617-1785) y fue llevada a enterrarla con sus
antepasados: los casas grandes, que se asentaron en la región serrana del estado y al oeste de
Chihuahua, cuya cultura se desarrolló entre 700 y 1450 d.C. El centro ceremonial fue Paquimé,
sitio declarado Patrimonio Mundial desde 1998.
El arqueólogo Júpiter Martínez Ramírez, investigador del INAH que registró el
descubrimiento y titular del Proyecto Arqueológico Sierra Alta de Sonora, señala que este hallazgo
confirma la continuidad de la cultura Casas Grandes en la tribu desaparecida de los ópatas.
Al referirse a las características del entierro, el especialista recordó que fue hallado en el
interior de una casa prehispánica de adobe construida dentro de una cueva de la Sierra Alta de
Sonora. La mujer momificada de manera natural fue colocada dentro de un petate, amordazada y
con los brazos cruzados sobre el pecho. La acompañaba una ofrenda compuesta por un recién
nacido y una olla que contenía atados de agave y hojas de maíz.
Estudios realizados en el infante indican que su cráneo estaba desarticulado en cuatro
partes. En un principio se pensó que había sido sacrificado, pero al analizar el acomodo de las
Insurgentes Sur 421, Piso 8, Col. Hipódromo Del. Cuauhtémoc, C.P. 06100, México, D.F.
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secciones craneales se advirtió que los restos fueron recuperados para ser colocados como parte de
la ofrenda.
Los elementos rituales del entierro femenino corresponden a los ópatas. El acomodo de sus
brazos sobre el pecho es de índole cristiana, y portan una especie de manga larga, no usual en
indígenas.
A la par de las características del entierro, el arqueólogo advierte que el fechamiento de la
construcción de la casa donde fue localizado corresponde al año 900 d.C., en tanto que el bebé y la
cerámica asociada al año 1000 del periodo Viejo de Casas Grandes (700 al 1250 d.C.), de acuerdo
con la datación hecha recientemente a los restos del infante. Dicha información hace suponer una
reutilización del espacio para enterrar a la mujer ópata acompañada de elementos que se
encontraban en la cueva desde esa época, con la intención de darle sepultura con sus ancestros.
“El fardo mortuorio habla de una continuidad de los grupos Casas Grandes con los ópatas.
Esto es relevante porque uno de los grandes retos de la arqueología del noroeste de México es
confirmar la prolongación de los grupos prehispánicos después de la reducción de indígenas por
parte de los españoles”.
A esta investigación se suman hallazgos recientes en distintos sitios arqueológicos de la
Sierra Alta de Sonora que ofrecen nuevas luces para explicar el origen étnico, hasta ahora
desconocido, de la cultura Casas Grandes. “Los descubrimientos han ocurrido dentro de una
extensión de 10,000 kilómetros cuadrados de la vertiente occidental sonorense, por mucho tiempo
sin investigar, donde a la fecha se han registrado 30 casas en acantilado y entre 40 y 50 asientos a
cielo abierto.
“Son asentamientos prehispánicos de arquitectura de adobe con características de la cultura
Casas Grandes, similares a Paquimé: uso de puertas en ‘T’, elevaciones tipo camas, sistema
constructivo de vigas con techo de zacate y vaciado de tierra. En esa región se han excavado dos
cuevas con arquitectura de tierra: Cueva de Ochoa, donde se descubrió el fardo mortuorio, y
Rancho la Cueva, y un par de sitios a cielo abierto en el valle de Bavispe y en la sierra llamada
Puerto El Gato, respectivamente”.
En Cueva de Ochoa se encontraron más de 450 terrazas donde se asentaron comunidades
de organización social compleja. Se identificaron siete especies de maíz, entre ellas el reventador,
y palomitas de maíz elaboradas en la época prehispánica. Bajo el piso de uno de los cuartos se
descubrieron 50 artefactos de uso doméstico: dos bases en forma de dona para sostener ollas, un
fogón, carbón, varas, flechas, enderezadores de flechas, cabellos, ollas quebradas y una cucaracha
de río ensartada en un palito: “A modo de una brocheta, seguramente para alimentarse”.
En Rancho la Cueva, junto a un arroyo grande, se halló un asentamiento de arquitectura de
tierra con por lo menos cuatro montículos y entre 50 y 60 cuartos, algunos espacios aislados y la
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cueva con arquitectura que ha sido excavada, en cuyo exterior hay pintura rupestre de la cultura
Casas Grandes. Los diseños son sencillos pero simbólicos, elaborados con pigmento blanco.
En un espacio abierto de la cueva se descubrieron petrograbados con representaciones de
vulvas y afiladores de hachas, herramientas usadas por mujeres ya que el afilado era un trabajo
femenino. También se descubrió la base de un granero con decenas de hojas de agave completas y
cuchillos mezcaleros de forma tabular elaborados a partir de lajas. Estos utensilios servían para
cortar el corazón del agave, que después era cocinado y consumido como alimento rico en
azúcares.
Una de las conclusiones a las que ha llegado el arqueólogo Júpiter Martínez, es que las
casas en acantilado no se edificaron de manera aislada como se pensaba, sino que forman parte de
los asentamientos a cielo abierto donde también se construyeron terrazas para el cultivo del maíz,
frijol y calabaza. Lo que aún no se ha podido definir es quiénes vivían en las cuevas y quiénes en
los espacios abiertos.
El material orgánico hallado en las cuevas de la sierra de Sonora, subrayó, constituye un
tesoro de información invaluable que apenas comienza a considerarse en los estudios
arqueológicos de la cultura Casas Grandes. Las investigaciones continúan para tratar de confirmar
si los grupos ópatas fueron los constructores de aquella sociedad organizada que habitó las cuevas
de la Sierra Madre Occidental, hoy reconocida como la autora de Paquimé.
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