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La pesca del calamar desde tierra.
Texto y fotos: Javier García-Egocheaga [email protected]
La pesca del calamar desde tierra cuenta cada vez con más adeptos y, debido a los modernos
señuelos, consigue buenas capturas, asequibles incluso para los pescadores menos experimentados.
El calamar es un molusco que pertenece a
la familia de los cefalópodos, (moluscos
de concha interna) que, como su nombre
indica -cefa=cabeza, podos=pies-, tienen
los pies en la cabeza, o, mejor dicho, los
tentáculos, unos apéndices llenos de
ventosas con los que apresan y sujetan a
sus víctimas.
Para los que no lo hayan descubierto ya, diremos que los
cefalópodos son los calamares, pulpos y sepias,
básicamente, y pueden ser perseguidos, más o menos,
como si de peces se tratase. Claro está, con los aparejos
adecuados, que difieren ligeramente de los que utilizamos
para capturar peces, pues estos últimos llevan anzuelo.
Todos los cefalópodos son voraces depredadores y eso los
convierte en presas adecuadas para los pescadores poco
avezados, que se sorprenderán de lo fácil, divertida y
emotiva que puede resultar su captura. Podemos
perseguirlos en todas nuestras costas y durante todo el
año, aunque el verano es quizás la época más fructífera
y, sobre todo, la más agradable para su pesca.
La pesca del calamar es apta para pescadores noveles o expertos.
Aunque la de los calamares ha sido
tradicionalmente una pesca que se llevaba
a cabo en embarcación, en los últimos
años, la evolución de los señuelos y de los
materiales ha conseguido la posibilidad de
perseguirlos con éxito desde espigones,
escolleras, diques, y, en general, cualquier
lugar que garantice unas cuantas brazas de
profundidad.
Y es que, a diferencia de la sepia, el calamar es un animal
"nadador", amante de las aguas libres y los grandes
espacios, por lo que no esperaremos encontrarlo posado
en el fondo, o apostado en oquedades y grietas
submarinas, como sería el caso de su pariente.
De todas formas, para ambas especies, podemos utilzar
el mismo montaje que consiste, básicamente, en un
aparejo simple provisto de un cebo artificial especial,
llamado potera o guadaña, que consiste en un cuerpo
central de plomo forrado con hilo y rematado en una
corona de anzuelos sin agalla; o bien en un pez de
plástico coloreado terminado en la misma corona de
anzuelos, también sin agalla o sin muerte.
Esto es así, porque los calamares y sepias sólo tiran en
una dirección y no se revuelven como los peces, por lo
que no es necesario el arponcillo o muerte para sujetarlos
una vez clavados.
En el caso de la guadaña de plomo, el señuelo debe
quedar suspendido a un par de brazas del fondo (unos
tres metros), y con un intervalo variable -cada minuto
más o menos- el pescador dará un tironcito a la línea,
para que el cebo, que cuelga del sedal, se mueva y
simule un pez vivo.
En este caso necesitaremos valernos de una caña de más
de cinco metros, para separar en lo posible el señuelo de
la pared del espigón o del cortado desde el que
pesquemos.
Si en vez de la tradicional guadaña de plomo, utilizamos
uno de los modernos peces artificiales para cefalópodos también llamados "pajaritos"-, podemos lanzarlo y dejarlo
que se hunda lentamente, mientras lo traemos hacia
nosotros recogiendo poco a poco y con intervalos en los
que "nadará" libremente.
Estos señuelos nos ofrecen la posibilidad de ser lanzados
a la distancia que alcancemos, por lo que no
necesitaremos una caña larga, sino más bien cualquier
modelo de casting o similar.
El calamar o la sepia, llegado el momento, se lanza con
avidez sobre el reclamo y lo abrazan con sus tentáculos.
Cuando el pescador tire del hilo, notará su peso y
entonces se procederá, no a clavarlo con un suave golpe
de muñeca como si se tratara de un pez, sino
simplemente a subirlo, mientras el animal, que se
desplaza mediante un sistema de propulsión a chorro algo así como los aviones a reacción, pero en plan caserotratará de librarse tirando en sentido contrario a nuestra
presión.
Una vez lo tengamos a bordo o en tierra, el pescador se
cuidará del previsible chorro de tinta que expulsa el
animal como mecanismo de defensa y se observará con
detenimiento que el señuelo -la potera- tampoco ha
resultado manchado de tinta. Si es así, habrá que
limpiarlo antes de volverlo a arrojar al agua.
Diferentes señuelos para la pesca del calamar.
Esta pesca es realmente sencilla y el equipo a emplear es,
asimismo, poco sofisticado y, por supuesto, barato.
Bastará con una caña de acción media o blanda, que nos
permita lanzar los pocos gramos que pesan los señuelos
para calamar.
Hay gente que añade un pequeño plomo de perdigón para
lanzar más lejos, o para que el señuelo se hunda más
rápido. También podemos montar varios señuelos con
hijuelas sobre la línea madre, y separados entre sí por
una o dos brazas, con objeto de cubrir más agua o de
capturar varios a la vez.
Recuérdese que los calamares suelen presentarse en
bálamos, por lo que tendremos ocasión de clavar dos a la
vez si somos afortunados y nuestro aparejo se topa con el
cardumen.
También es recomendable, si utilizamos montajes
múltiples, que los señuelos sean de distinto tamaño, para
poder tentar tanto a los pequeños como a los grandes
ejemplares, que a veces conviven en los mismos lugares.