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LA GRAN CRISIS DEL CAPITALISMO NEOLIBERAL
Humberto Márquez Covarrubias*
RESUMEN. El objetivo de este trabajo es ensayar una explicación
sobre la crisis del capitalismo contemporáneo y develar nuevas
aristas del desarrollo desigual. Esta crisis representa la declinación
del proyecto de reestructuración y expansión capitalista neoliberal encabezado por las instancias del imperialismo colectivo,
y posiciona a la humanidad entera en una encrucijada epocal: el
capital o la vida. Ante la respuesta tentativa del gran capital, que
aún contempla la superexplotación laboral, la devastación
ambiental y la acumulación centralizada, se postula la necesidad
de generar alternativas de desarrollo posneoliberal o poscapitalista, a fin de generar mejores condiciones de vida y trabajo
para la mayoría de la población y así, poner en el centro la necesidad de garantizar la reproducción de la vida humana en el
planeta.
PALABRAS CLAVE: Crisis, capitalismo, desarrollo desigual, centroperiferia, neoliberalismo.
INTRODUCCIÓN
La eclosión de la gran crisis del capitalismo contemporáneo en la
alborada del siglo XXI desnuda los mecanismos orientados a concentrar
capital, poder y riqueza en manos de una delgada élite transnacional
en el marco del desarrollo desigual entre países centrales y periféricos
y, en contraste, evidencia el crecimiento de las desigualdades sociales
*
Doctor en Estudios del Desarrollo por la Universidad Autónoma de Zacatecas.
Actualmente se desempeña como profesor-investigador de la Unidad Académica en Estudios
del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Correo electrónico:
<[email protected]>.
Volumen 7, número 13, mayo-agosto, 2010, pp. 57-84
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en el mundo. De manera inevitable, afloran los riesgos inmanentes a la
desmedida explotación del trabajo, la depredación ambiental y la financiarización de la economía, además de los peligros derivados de
las escaladas de violencia y guerra. Para el sistema capitalista, hoy como
nunca antes, la vida humana representa un recurso desechable, cuya
existencia se encuentra en predicamento en distintos ámbitos del planeta,
mientras el capital, en tanto forma suprema de las relaciones sociales,
tiene primacía absoluta.
La mayoría de la población se sorprendió, en 2008, con la irrupción
de una severa crisis cuyo epicentro se encontraba en el corazón mismo del capitalismo mundial, Estados Unidos. El grueso de analistas y
medios de comunicación atribuyen este descalabro a una burbuja
especulativa en el sector hipotecario y a la desregulación del capital
financiero, impelido por la especulación y la codicia, como si estos
estados mentales fuesen ajenos a las compulsiones del capital. Esta
crisis, sin embargo, es más profunda y severa de lo que se presume, y
sus causas son históricas, estructurales, institucionales y políticas, por
lo que su compleja dinámica interpela a los sistemas productivo, financiero y comercial articulados por la estrategia de expansión capitalista
ejecutada desde la década de los setenta del siglo pasado, y que hoy en
día experimenta sus estertores.
El propósito de este artículo es hilvanar algunas ideas para explicar
críticamente la crisis sistémica del capitalismo neoliberal y develar sus
expresiones novedosas. Aquí se argumenta que la crisis representa la
declinación del proyecto de expansión capitalista neoliberal encabezado
por los monopolios y oligopolios transnacionales, los estados imperiales y los organismos internacionales, instancias que dan cuerpo al
llamado imperialismo colectivo (Amin, 2005), y que posicionan a la
humanidad entera en una encrucijada epocal: consecuentar los intereses
del capital o anteponer las necesidades de reproducción de la vida
(Hinkelammert y Mora, 2008). Ante la respuesta tentativa del gran
capital, que aún contempla mantener y profundizar la superexplotación del trabajo inmediato e incorporar a su dominio el trabajo científicotecnológico, además de privatizar, mercantilizar y devastar el medio
ambiente y mantener la institucionalidad neoliberal y sus políticas de
ajuste estructural, sin importar el destino de la población desposeída,
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se postula la necesidad de generar alternativas de desarrollo en el
horizonte posneoliberal y, más aún, poscapitalista, a fin de generar
mejores condiciones de vida y trabajo para la mayoría de la población
y, en suma, garantizar las múltiples necesidades que supone la reproducción de la vida humana y el metabolismo social hombrenaturaleza.
EL DEBATE SOBRE LA CRISIS CONTEMPORÁNEA
La emergencia de la actual depresión económica mundial retrotrae el
debate sobre las crisis, pero su carácter profundo y multidimensional
pone a prueba las teorías y explicaciones convencionales y heterodoxas.
Al unísono, la mayoría de los analistas y los medios de comunicación
ha concluido que la actual es una crisis financiera. Desde el pensamiento
crítico, las explicaciones marxistas se sobreponen para recuperar las
tesis de sobreacumulación (sobreproducción y subconsumo), crisis
estructural y sistémica; aunque también se reedita, con menor éxito, la
teoría del ciclo económico. Una visión más panorámica y de largo
plazo, por otra parte, conjuga distintos elementos para caracterizar la
crisis como sistémica o civilizatoria. El debate transcurre por, cuando
menos, ocho posicionamientos analíticos, que en ocasiones aparecen contrapuestos y a veces, en aras de una mejor explicación, se
complementan.
Crisis de la globalización financiera
Considerada como un colapso de la globalización, la crisis actual
—etapa cumbre, desafiante e inevitable del capitalismo basada en la
desregulación y liberalización financiera—, es tratada por la mayoría de los analistas y los medios de comunicación como un problema
anclado puramente en la órbita financiera. En general, la idea es que
una burbuja financiera explotó en el sector hipotecario de Estados
Unidos, debido a que se otorgaron créditos insolventes, y la alta morosidad generó una crisis financiera que se propagó a la industria de la
construcción y al resto de la llamada economía real de Estados Unidos
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y del mundo. Como resultado, sobrevino la paralización del crédito,
episodios de corrupción y bancarrota. La receta más difundida por
economistas como Krugman, Samuelson y Stiglitz, a la que se adhieren
los economistas de todo el mundo, contempla la regulación del capital
financiero, contención de la codicia y mayor intervención del Estado.
No obstante, los gobiernos diseñan programas para rescatar a las grandes corporaciones financieras e industriales en apuros, lo cual no deja
de ser una variante del modelo dominante que puede ser designado
como un neoliberalismo regulado por el Estado. Para estos autores, la
interpretación de la crisis y su posible solución invoca un retorno de
Keynes, en tanto que para otros la explicación nos remite a Marx, pero
nadie invoca, por el momento, a Friedman o Hayek.
Crisis de sobreacumulación, sobreproducción y subconsumo
Desde la perspectiva marxista, la recurrencia de las crisis en el capitalismo
es un acontecimiento normal y predecible. La sobreproducción se presenta como la principal contradicción del capitalismo puesto que tiende
a generar una enorme capacidad productiva de mercancías —gracias al
incremento de la producción y la productividad— que sobrepasa la
capacidad de consumo de la población, la cual es disminuida por las
políticas, como la neoliberal, que limitan el poder de compra. En última
instancia, la tasa de ganancia termina por desplomarse (Bello, 2008).
Por ejemplo, lo que sucede en el sector de la construcción, que produce
una cantidad tal de viviendas inaccesibles a sus compradores potenciales.
Otro caso relevante es el desplome de las ventas en la industria automotriz. En ambos casos, es importante advertir cómo los planes de
rescate contemplan estrategias de flexibilización laboral inducidas
claramente a desvalorizar la fuerza de trabajo (Katz, 2009), por lo que
la crisis de sobreproducción es todavía un mal augurio en el horizonte cercano ante la previsible contención de la demanda o crisis de
realización.
Existe, sin embargo, una polémica entre quienes hablan de
sobreproducción y de subconsumo. En el primer caso, el objetivo del
capitalismo es el desarrollo de las fuerzas productivas, con el soporte
de la innovación tecnológica, por lo que la tendencia a la concentración
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y centralización de capital genera una capacidad de sobreproducción
que obstruye la dinámica de valorización de capital y una consecuente
caída general de la tasa de ganancia, esto hace necesario depurar capitales
para reanimar el ciclo económico. En el segundo caso, el objetivo social
es satisfacer las necesidades básicas de la población mediante el consumo, por consiguiente la tendencia a la caída del valor de la fuerza de
trabajo inhibe la demanda y provoca una crisis de realización. Otros analistas, que no quedan atrapados en la dicotomía, agrupan ambos
procesos como dos caras de la misma moneda: la sobreacumulación
como un proceso que acrecienta la capacidad productiva, concentra y
centraliza capital, incorpora fuerza de trabajo barata y nuevos territorios
al proceso de acumulación centralizada, a la vez que disminuye el valor
de la fuerza de trabajo y disminuye la capacidad de consumo masivo.
Al problema de realización deviene la necesidad de depuración de capital
y un nuevo proceso de concentración de capital. La estrategia de gestión
de la crisis desde el neoliberalismo consiste en la “socialización de las
pérdidas”, o, como se dice últimamente, el “salvataje”: el uso de recursos públicos para el rescate de empresarios y accionistas, no de empresas
ni de empleos (Katz, 2009).
Crisis del modelo neoliberal
Una visión crítica, pero circunscrita a la dimensión estratégica, es decir,
al plano institucional y político, postula que la actual es una crisis del
neoliberalismo. El cuestionamiento se ubica en distintos niveles: 1) la
desregulación financiera: keynesianos y heterodoxos se unen en una misma causa al cuestionar la codicia del capital financiero y sugerir una
mayor intervención del mercado; 2) el fundamentalismo institucional:
la imposición de las políticas de ajuste estructural diseñadas por los
organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco
Mundial y Organización Mundial del Comercio, principalmente) arrojan
como saldo poco crecimiento, empleo precario e insuficiente, volatilidad
financiera y desarticulación productiva; y 3) el modelo de acumulación:
la expansión mundial de capital y las políticas de ajuste estructural
ponen a disposición del capital abundante fuerza de trabajo barata,
recursos naturales y empresas rentables para la obtención de ganancias
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extraordinarias con la atenuante de la sobreproducción. La crítica al
neoliberalismo descansa en su evidente fracaso como estrategia de
crecimiento, bienestar y prosperidad; pero poco se repara en el hecho
de que, más allá de su discurso ideológico, el neoliberalismo constituye
un proyecto de clase que ha resultado tremendamente exitoso para
concentrar capital, poder y riqueza. El correlato, la ampliación de las
desigualdades sociales, es un costo que para la ortodoxia puede omitirse
o paliarse, con la aplicación de políticas de “combate a la pobreza”, de
manera particular en los países periféricos mediante programas de focalización de recursos. Para muchos críticos de la desregulación
financiera y el fundamentalismo institucional la solución sería una
reforma institucional y política. Para los críticos del modelo de acumulación el análisis histórico y estructural permite descifrar las
dinámicas de acumulación por desposesión, que significa la destrucción de medios de vida y trabajo nacionales y locales; además del
despliegue del nuevo imperialismo (Harvey, 2005), que concede
centralidad política de Estados Unidos y pérdida de soberanía nacional
en la periferia. A partir de ese análisis afloran posturas más radicales,
que van desde la desconexión del proyecto de globalización hasta el
salto, sin mediaciones, al socialismo. En el fondo, existe una discrepancia entre quienes critican el fundamentalismo de mercado y proclaman
la intervención del Estado, lo cual puede conducir a una suerte de neoliberalismo regulado, y entre quienes proclaman abiertamente una
alternativa posneoliberal, aunque en este último caso se despliega un
abanico amplio de posiciones que van desde el retorno de la gestión
estatal hasta las posiciones anticapitalistas o poscapitalistas.
Crisis de la hegemonía estadounidense
Lo esencial del análisis, desde una perspectiva geoestratégica, es el papel
del hegemón (centro vector del sistema capitalista mundial) en los procesos de hegemonía y dominación. Este punto de vista pone el acento
en la estructura mundial de poder y el papel del imperialismo al interior de la arquitectura mundial del capitalismo neoliberal comandado
por el capital financiero. Hay consenso en que Estados Unidos es la
primera potencia militar del orbe, pero no lo hay sobre su liderazgo
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económico, político y cultural. En tal sentido, la crisis actual representa el declive de la supremacía de esa nación. La militarización exacerbada
de las relaciones internacionales ha catapultado la función del Estado
imperialista, pero también el ejercicio de un imperialismo colectivo,
en defensa de los intereses del gran capital. Se trata de un abierto unilateralismo político y diplomático respaldado con la ideología del libre
mercado, la democracia representativa y la globalización. Además de la
imposición del dólar como divisa internacional, aunque carezca de
sustento económico real. La cultura imperialista también cumple su
cometido: democracia representativa, consumismo, occidentalidad,
idea de progreso, ideología neoliberal, inglés como idioma universal,
la vida estadounidense como modelo a seguir. Merece destacarse que
Estados Unidos pierde primacía económica (como consecuencia del
sobreendeudamiento, el déficit comercial y fiscal, menos innovación y
pérdida de competitividad) ante Japón y la Unión Europea, pero se
mantiene como poder político, militar y cultural. La crisis significa,
entonces, el declive de dicho país como hegemón. Incluso para algunos
autores, como Wallerstein y Arrighi, es el antecedente de un cambio de
época, puesto que existe la posibilidad de la emergencia de una nueva
potencia (Unión Europea o China), una nueva moneda como divisa internacional, nuevos regionalismos y una nueva institucionalidad.
Aunque también exista la posibilidad o necesidad de fortalecer el
dominio de Estados Unidos, bajo el espectro del imperialismo colectivo.
Éste es un debate inconcluso.
Crisis cíclica de la economía mundial
La teoría del ciclo económico postula que las crisis son un problema
periódico de inminente recuperación. Se supone que los ciclos rigen el
funcionamiento económico, a un periodo de vacas flacas sigue uno de
vacas gordas, por lo que el sistema continúa cuesta arriba. Las ondas
largas de Kondratiev, con una extensión entre cincuenta y sesenta años
que incluye un tramo de ascenso y otro de descenso, se registran a partir de la revolución industrial. El capitalismo registra cuatro ciclos a
partir de fines del siglo XVIII y hasta finales de los sesenta del siglo XX.
Desde entonces la tasa de crecimiento de la economía mundial describe,
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en el largo plazo, una tendencia descendente que no se ha detenido.
Existe el consenso de que la década de los setenta representa el fin de la
llamada época de oro del capitalismo, además de que marca el fin de
la fase A del ciclo Kondratiev y el inicio de la fase B, aunque esto no
concita consenso. En los últimos 35 años han tenido lugar las llamadas
crisis cíclicas de menor plazo, de cinco a diez años de duración. Esta
secuencia de crisis habla de la profundidad en el deterioro paulatino
del proceso de valorización y expone los límites en las respuestas
ensayadas. Por ejemplo, en la década de los ochenta se ejecutan las
políticas de ajuste estructural, nuevas formas de desarrollo desigual, la
tercera revolución científico-tecnológica y el proyecto de globalización,
pero este despliegue no se tradujo en una larga onda expansiva del
capitalismo mundial. La pregunta es si la actual configura una sexta
crisis cíclica del capitalismo. Todo hace suponer que la teoría de las
ondas largas ha perdido validez explicativa en virtud de que la hegemonía
del capital financiero sigue un derrotero diferente al del capitalismo
industrial (Beinstein, 2009).
Crisis estructural del capitalismo
La economía política plantea que la crisis actual es de orden estructural,
pues afecta el funcionamiento del modelo de acumulación mundial,
en el ámbito de la inversión financiera y productiva, y su precedente se
remonta a la caída en la tasa de ganancia de los setenta del siglo pasado.
En las décadas subsecuentes se ha organizado un conspicuo proceso
de incremento de la composición orgánica de capital, gracias al avance
tecnológico y a la internacionalización del capital, que se traduce en
que una mayor cantidad de capital constante moviliza una menor
cantidad de trabajo, lo cual redunda en un severo problema de desempleo estructural. Esto se vincula también con una crisis de valorización.
La solución puede ser impulsada por el propio capital y el Estado
mediante la aplicación de mejoras tecnológicas, mayor explotación del
trabajo inmediato e incorporación del trabajo científico-tecnológico,
una gestión estatal del desarrollo activa, mejoras en la esfera productiva
o la combinación de algunos de esos elementos. La caída de la tasa de
ganancia constituye el indicador crucial para entender la crisis del
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proceso de acumulación de capital. El crack de Wall Street y las quiebras
en grandes corporaciones multinacionales son signos de reversión en
la recuperación de la rentabilidad acaecida a mediados de los años
ochenta basada en la política neoliberal que incluye la ofensiva del
capital sobre el trabajo, las políticas de ajuste estructural y la nueva
política macroeconómica. Existe también una perspectiva de crisis
estructural del capitalismo como sistema mundo que anticipa, más
allá de la actual depresión económica internacional, la defunción del
capitalismo en un periodo aproximado de veinte o cuarenta años
(Wallerstein, 2009).
Crisis sistémica del capitalismo
Una visión crítica, que conjuga posiciones teóricas variopintas,
argumenta que la actual es una crisis general del sistema capitalista con
un rostro multidimensional. Se trata, en principio de una crisis de
valorización del capital que se expresa en la caída de la tasa de ganancia
y una severa depresión económica en términos de inversión, producción y empleo. También conjuga la idea de pérdida de hegemonía
de Estados Unidos, el ascenso de otros centros capitalistas y la profundización del subdesarrollo en la periferia, lo cual es la base para el
incremento de las asimetrías y desigualdades. De existir, la salida amerita
una respuesta sistémica, cuyo despliegue acontecería necesariamente
en el ancho e inhóspito horizonte posneoliberal y, más aún, poscapitalista (Petras, 2009; Veltmeyer, 2009; Beinstein, 2008; Bartra, 2009).
El capitalismo ha experimentado dos grandes crisis: de 1929 a 1933 se
pone en predicamento al propio sistema capitalista, aunque en realidad
se abrió paso a la debacle obrera europea, la segunda guerra mundial y
la configuración de dos grandes bloques mundiales y su secuela de
guerra fría. La segunda crisis sistémica comenzó entre 1974 y 1975, y
es el parteaguas para la imposición del modelo neoliberal y su modalidad de globalización como estrategias de acumulación de capital a
nivel mundial. La pregunta que suscita esta explicación es si se trata de
una crisis terminal del capitalismo, un cambio de época o simplemente
de una crisis normal o recurrente del sistema.
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Crisis civilizatoria
En su comprensión más gruesa, la crisis es percibida como civilizatoria:
estructural, institucional, política, hegemónica y sistémica, en suma
una crisis de la humanidad. La emergencia de una multiplicidad de
crisis, como la alimentaria, energética o laboral, que profundizan las
desigualdades sociales y ponen en riesgo la vida de gran parte de los habitantes del planeta, además de que anuncian el riesgo de guerras
fulminantes ante el potencial militar acumulado por las grandes potencias, presagia muertes masivas y el riesgo latente de exterminio de la
humanidad, por lo mismo se habla de una crisis en el modelo civilizatorio. Para algunos visionarios se trata del anuncio de los límites
de los fundamentos del sistema capitalista, no sólo de su configuración
política, como el neoliberalismo, y para otros más se trata de la antesala
de las muchas veces anunciada crisis terminal del capitalismo. Sea como
fuere, esta crisis representa la posibilidad de ensayar un cambio de
época en la organización general de la sociedad humana, bajo un sistema
poscapitalista; aunque el mayor problema es la ausencia de un sujeto
colectivo que encarne el proyecto de transformación, frente a una real
organización colectiva del gran capital. Entonces, la gran disyuntiva
estriba entre la primacía de los intereses del capital o los intereses de
la humanidad y su reproducción social en simbiosis con la naturaleza
circundante. El clima imperante de inseguridad (laboral, social y
pública), insustentabilidad (social, ambiental y económica), degradación
social (pobreza, migración forzada, hambruna) es un clima en el que
incuestionablemente la vida humana en el planeta está en riesgo. Esta
compleja problemática amerita un cambio de sistema (Hinkelammert
y Mora, 2008; Dierckxsens, 2009). La propuesta es la construcción de
una nueva civilización, una nueva organización social posneoliberal o
poscapitalista.
Entre estas ocho posiciones sobre la actual crisis que afronta el
capitalismo contemporáneo existen elementos explicativos compartidos y discrepancias, pero también existen zonas grises o vacíos analíticos
que hay que subsanar. Entre los elementos en común, podemos destacar la crítica a la expansión del capital financiero y su caída especulativa;
la caída del crecimiento, la inversión y el empleo. Las diferencias afloran
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respecto de la consideración de las causas, responsabilidades y soluciones. Entre los vacíos podemos destacar que no se identifican las
novedades o peculiaridades de la crisis, sino que hay una recuperación
de explicaciones de las crisis precedentes. Los elementos de la perspectiva
crítica que pueden rescatarse: son la sobreacumulación (sobreproducción
y subconsumo), la crisis del modelo de acumulación neoliberal, la crisis
de la hegemonía de Estados Unidos y el carácter multidimensional,
estructural y sistémico. Ante ese balance, surge la necesidad de construir
una explicación que dé cuenta de los procesos viejos o continuos y los
elementos nuevos o emergentes.
CRISIS SISTÉMICA DEL CAPITALISMO
La crisis que afronta el capitalismo contemporáneo representa una
ruptura en el proceso de expansión capitalista promovido por los países
centrales, encabezados por Estados Unidos, desde la década de los setenta. Se trata de una reestructuración fallida que ha hecho colapsar al
centro mismo del sistema capitalista mundial, sobre todo a sus centros
financieros e industriales más dinámicos, y que se ha transmitido con
prontitud hacia todos los sectores, circuitos y rincones del capitalismo.
Sin embargo, no podemos perder de vista que la estrategia de reestructuración y expansión ha cumplido con creces su cometido principal:
concentrar capital, poder y riqueza en manos de una delgada élite de capitalistas transnacionalizados y, en contrapartida, ha deteriorado de
manera drástica las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la
población.
Entre las múltiples causas que subyacen a esta crisis, además de la
especulación financiera, podemos señalar la sobreacumulación, sobreproducción y, de modo paralelo, la debilidad del consumo masivo,
además de la pérdida relativa de hegemonía de Estados Unidos, pero más aún el hecho de que se han bordeado ya los límites en la
sobreexplotación del trabajo inmediato y los recursos naturales. En
otras palabras, el prematuro agotamiento de la estrategia de reestructuración capitalista sitúa al sistema capitalista mundial en un estado
de indefensión.
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Esto plantea la posibilidad, por un lado, de que la mitigación de
los costos y efectos de la crisis se descarguen cada vez más en la clase
trabajadora, incluidos los migrantes, y, por otro lado, de cambiar el
anterior modelo de acumulación centrado en los intereses de los monopolios y oligopolios transnacionales para abrir paso a los intereses
de la mayoría de la población, es decir, de los sectores explotados, despojados y oprimidos. Sin embargo, el alcance de este proyecto de
transformación depende de la capacidad de organización y proyección política de las clases y movimientos sociales, además de la acción
comprometida de gobiernos y parlamentos afines.
La modalidad de reestructuración capitalista neoliberal ha llegado a
sus límites, no tanto por la exitosa concentración de poder, capital y
riqueza, ni por la crisis de valorización que ha afectado los procesos de
financiamiento, producción, distribución y consumo, sino también
por la extrema explotación de la fuerza de trabajo y la depredación del
medio ambiente. La actual crisis es sistémica, pero también es portadora
de novedades notables para un mejor entendimiento, porque desnudan
el funcionamiento del sistema:
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Cuestiona la noción misma de crisis. Las explicaciones convencionales sobre las crisis ilustran algunos aspectos, pero resultan
insuficientes para dar cuenta de la gravedad y trascendencia del
momento histórico que vivimos, por lo que es necesario redefinir
la noción de crisis y aclarar el momento presente.
No es una crisis terminal del capitalismo, pero sí una crisis general
de valorización. Ante los augurios mecanicistas de transformación
social por obra de la crisis del sistema, se impone la necesidad de
valorar la inexistencia de un proyecto alternativo encaminado a la
construcción de una nueva sociedad y la pervivencia del gran capital
como agente central del capitalismo, lo que no impide apreciar la
profundidad de la crisis y sus efectos destructores, dado que es
una crisis general del capitalismo, la tercera, después de las que
se registraron en las décadas de los treinta y los setenta.
Atenta contra los fundamentos de la valorización del capital. La
fuente primordial para la reproducción de las condiciones de vida y la fuente la riqueza y producción de ganancia en un sistema
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capitalista son la fuerza de trabajo y la naturaleza (Hinkelammert y
Mora, 2009). Sin embargo, bajo las pautas de la globalización
neoliberal, y a fin de extraer el máximo posible de ganancias, se
persigue una subsunción extrema del trabajo inmediato al grado
de incrementar la población redundante mundial, considerada
desechable, y la depredación del medio ambiente. Todo lo anterior
pone en riesgo la propia valorización, como se expresa con la eclosión de crisis recurrentes y crisis sistémicas, pero también la
permanencia de la vida humana.
La crisis abarca al sistema, su entorno y a la humanidad. No sólo
se trata de una crisis económica en su sentido clásico de caída de la
tasa de ganancia y de sobreproducción, además de caída en el crecimiento, la inversión y el empleo, sino que es una crisis que muestra
una cara multidimensional, lo cual también adquiere significado por ser una crisis del modelo civilizatorio.
Impacta el epicentro del sistema. En su calidad de centro imperial,
Estados Unidos se ve cimbrado en su dinámica económica y se
pone en cuestionamiento su supremacía como potencia hegemónica del sistema capitalista mundial. En tanto, existen avisos de que
China aflora como potencia emergente.
Nuevas formas de desarrollo desigual. Durante el convulso tramo
de la reestructuración y expansión capitalista neoliberal se profundizan las asimetrías entre países y se expanden las desigualdades
sociales, debido a la operación de viejos y nuevos mecanismos de
intercambio desigual y de división internacional del trabajo, que
tiene como saldo la profundización del subdesarrollo en la periferia
y la diferenciación social al seno de los países, incluso los centrales.
Desmitifica la noción dominante de desarrollo. La idea de desarrollo,
entendida como crecimiento económico y libre mercado, junto con
sus políticas paliativas de “combate a la pobreza” tiene ahora pocos
adeptos. En el plano teórico es impostergable pensar en alternativas
de desarrollo.
La salida capitalista a la crisis es la más probable. En el plano de las
respuestas, se anticipan, al menos, tres posibilidades: 1) mantener
la estrategia de acumulación basada en la globalización neoliberal,
resarciendo algunos daños en el proceso de valorización mediante
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la intervención selectiva del Estado; 2) dar un salto cualitativo, por
ejemplo mediante la subsunción del trabajo general, es decir,
intelectual, científico y tecnológico; y 3) abrir paso a un proyecto
alternativo de desarrollo en pauta posneoliberal o, más aún,
poscapitalista.
Plantea una disyuntiva epocal: el capital o la vida. El gran desafío
que representa la crisis sistémica del capitalismo neoliberal es seguir
consecuentando los intereses estratégicos del gran capital: maximización de ganancias, mercado total y control político, o, por el
contrario, conceder centralidad política a los intereses que se ocupan
de preservar la vida humana en el planeta, lo que implica la necesidad de mejorar sustancialmente las condiciones materiales y
subjetivas de vida y trabajo de la mayoría de la población y, como
basamento, ejecutar cambios sustanciales en el andamiaje estructural,
político e institucional.
A partir de estos supuestos, podemos formular ocho tesis con el ánimo
de contribuir a la construcción de una explicación crítica sobre la crisis
del capitalismo.
Primera tesis. La actual crisis representa el agotamiento de la estrategia
de expansión capitalista neoliberal
La reestructuración y consecuente expansión capitalista neoliberal incuba
el virus de la sobreproducción y la depresión mundial, con efectos
conspicuos en la caída de la tasa de crecimiento de la economía mundial:
entre 1950 y 1973 el crecimiento fue de 4.9%; entre 1973 y 1990,
3.3%; y entre 1991 y 2009, 2.8%. La caída sería mucho mayor sin el
empuje de las locomotoras de China e India. Por ello, la globalización
está en entredicho. Los países centrales echan mano del proteccionismo,
de la intervención del Estado y de una cierta nacionalización de empresas
en quiebra. Mientras que para el mundo periférico se plantea la disyuntiva de la sujeción a los designios de las grandes potencias o la
búsqueda de alternativas como la desglobalización o la regionalización
en el sur. El neoliberalismo ha sido desacreditado como política impulsora del libre comercio y demás políticas de ajuste estructural. La
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estrategia de financiarización ha derivado en procesos de bancarrota y
en escándalos de corrupción que han precipitado soluciones reformistas
como la regulación estatal. La militarización está vigente, incluso puede
ofrecer una salida perversa a la crisis mediante el establecimiento de una
economía de guerra, sin importar que la vida humana se ponga en
serio peligro y desaparezca del planeta. La desvalorización de la fuerza
de trabajo persiste y parece que quisiera llevarse hasta sus últimas consecuencias, con los riesgos latentes de resistencia y rebelión. Las
tecnologías de la información y comunicación resultaron insuficientes
para sostener la reestructuración, aunque siempre se espera que una posible respuesta a la crisis sea la innovación tecnológica, como algunos
presagian sobre la nanotecnología, que ya se propone, de manera anticipada, como la cuarta revolución científico-tecnológica.
Si bien la estrategia de reestructuración muestra signos de su agotamiento prematuro, no se puede descartar en modo alguno que la
respuesta a la crisis actual dé continuidad a algunas de las estrategias
que le dan cuerpo, replantee otras y agregue otras más. Todavía cabe la
posibilidad, por ejemplo, de que se mantenga vigente el proceso de
neoliberalización con regulación estatal, sin reparar en los costos socioeconómicos que esto significa.
Segunda tesis. Debido a la profundidad estructural de la crisis se fractura
el proceso de valorización, se destruye capital excedente y se concentra
capital
En tanto crisis de valorización, sucede una fractura general en los
procesos de financiamiento, producción, distribución y consumo, expresada por la caída de la rentabilidad, inversión y empleo, es decir,
características de las crisis recurrentes del capitalismo y de una depresión
económica global. Este proceso se expresa también como una incesante
dinámica para depurar capitales. La destrucción de capitales y su consecuente concentración y centralización va aparejada a la destrucción
de fuentes de empleo y su secuela de pobreza y marginación. Existen expresiones de sobreacumulación debido al incesante proceso de
concentración de capital, el acceso a materias primas y fuerza de trabajo
baratas y la innovación tecnológica, que permite que una cada vez mayor
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cantidad de capital constante movilice una menor masa de trabajo vivo.
Estas condiciones ocasionaron oleadas de sobreproducción que se
expresa en la existencia de mercancías baratas que atestan los centros
de consumo, pero, paradójicamente, este fenómeno tiene su correlato
en la caída de la demanda, toda vez que el abaratamiento generalizado de la fuerza laboral provoca un descenso notable en la capacidad de
compra. En este nivel, la crisis actual se asemeja a una crisis “normal”
del capitalismo. Además se advierte un agotamiento de la estrategia de
financiarización, basada en la canalización de una enorme masa de ganancias, fondos de pensiones, reservas internacionales y fondos
soberanos hacia el sector financiero, particularmente a la expansión
del llamado capital ficticio y la especulación, como fuentes alternas de
obtención de ganancias desprendidas, hasta cierto punto, de la inversión productiva.
La quiebra de grandes corporaciones emblemáticas del capitalismo
estadounidense y la apremiante necesidad del rescate estatal se asocian
tanto a la depuración y concentración de capital como a la puesta en
práctica de políticas tendientes a la desvalorización del trabajo. A finales
de 2008, se contabilizaron casi 1.4 billones de dólares que el gobierno
de Obama destinó para el rescate de bancos privados estadounidenses.
El plan de rescate bancario aplicado en Estados Unidos ha engordado los activos líquidos de la banca mientras que el crédito se ha deprimido.
Tercera tesis. La crisis expone los límites en los fundamentos del proceso
de valorización
Un aspecto característico de la crisis actual del capitalismo, que la hace
diferente a las anteriores, es la emergencia de los límites en la superexplotación laboral que ponen en riesgo la vida humana y los límites
de la destrucción de la naturaleza bajo una dinámica depredadora. Por
tanto, más que una simple crisis estructural, se trata de una crisis
sistémica, porque anuncia los límites de los fundamentos del proceso
de valorización: sobreexplotación del trabajo directo, depredación del
medio ambiente y crisis endémicas. Esto presagia también la posibilidad de transformar el sistema capitalista desde sus raíces, pero también
la posibilidad de continuar con esta modalidad de superexplotación
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Andamios
LA GRAN CRISIS DEL CAPITALISMO NEOLIBERAL
laboral y ambiental hasta límites quizá intolerables, es decir, que nos
coloquen en umbrales donde la vida humana afronta el riesgo de
inexistencia ante el afán de maximizar los intereses del capital.
La expansión capitalista se ha sustentado en estrategias de alguna
suerte espurias, en el sentido de que atentan en contra de las fuentes
principales de la riqueza social:1 1) el ser humano expuesto a la superexplotación y el subconsumo; 2) la depredación ambiental que
trastoca la metamorfosis social; y 3) la financiarización que destruye capital, empleos e infraestructura, pero concentra capital.
La superexplotación laboral, o el uso masivo de fuerza de trabajo
barata, tiene su origen en la estrategia de internacionalización de la
producción y la transnacionalización y flexibilización de los mercados
laborales. En los últimos treinta años las cadenas globales de producción
han crecido exponencialmente: en la maquila y outsourcing o subcontratación se emplean hoy en día alrededor de 55 millones de
trabajadores (Robinson, 2008), lo cual da lugar a una nueva división
internacional del trabajo. Por añadidura, se ha pasado de un régimen
de subsunción del trabajo inmediato, principalmente fuerza de trabajo
poco calificada, hacia una etapa que incorpora cada vez más fuerza
de trabajo calificada, como parte de una estrategia para abaratar costos de
innovación y, con ello, lograr un abaratamiento generalizado de la fuerza
laboral. Con los ingresos de la antigua URSS, China e India, la fuerza laboral que nutre al capitalismo global se incrementa de 1.46 a 3
mil millones de personas (Robinson, 2008). Además, se agrega fuerza
de trabajo liberada en la periferia como consecuencia del proceso de destrucción creativa o acumulación por desposesión (Harvey, 2005). No
hubiera sido necesaria esa expansión capitalista basada en la explotación
del trabajo barato si las ganancias fluyeran con suficiencia mediante
la ejecución de procesos productivos basados en la informática, robótica
o el trabajo calificado. Más aún, los ámbitos de explotación del trabajo
1
Elementos torales de la acumulación, como la innovación, han venido declinando. Por
lo contrario, el recurso a exportar capitales, mediante la penetración de la inversión
extranjera directa (IED) en los países periféricos no implica un incremento en la capacidad
de acumulación y se convierte en un elemento catalizador de los procesos de concentración
y centralización de capital.
Andamios 73
HUMBERTO MÁRQUEZ COVARRUBIAS
barato se han diversificado de formas extremas, desde la informalidad
hasta ropajes modernos de esclavitud (Altvater y Mahnkopf, 2008).
El desbordamiento del capital especulativo o ficticio no implica
tampoco, en esencia, un incremento en la capacidad de acumulación,
pero sí acelera los procesos de concentración y centralización de capital
y distorsiona los mecanismos de mercado, además genera alta volatilidad y crisis recurrentes. En el periodo se han contabilizado seis
crisis sucesivas, y la última tiene la peculiaridad de que su epicentro se
localiza en el corazón del capitalismo mundial. El volumen global de las
transacciones financieras es del orden de 2 mil millones de millones de
dólares, mientras que el PIB mundial oscila en alrededor de 44 millones
de millones de dólares (Amin, 2008). Casi cincuenta veces más. En
términos del proceso de valorización de capital, como explica Bello
(2008), la inversión desmedida en operaciones financieras representa un problema grave porque significa tanto como extraer valor de una
masa de valor que ya ha sido creada previamente, en sectores como el
industrial, agrícola, comercial y servicios. Esta forma de inversión abreva
de la volatilidad, por lo que los precios de las acciones, las obligaciones
y otras formas de inversión pueden alejarse de manera drástica de su
valor real. La ganancia depende de los movimientos ascendentes de
los precios frente al valor de las mercancías. La burbuja se presenta
cuando ocurre un alza radical en el precio de los activos, mucho más
allá de los valores reales.
Bajo el precepto de un mercado abarcador o totalizante, se han incorporado a la lógica del mercado inconmensurables recursos naturales
de la biosfera, litosfera y estratosfera (Mora, 2009). Pero como la consigna es obtener el mayor margen de ganancias en el menor tiempo
posible no se tiene ningún escrúpulo en agotar esos recursos naturales
y, por tanto, tampoco importan los efectos contaminantes, destructores y extinguidores. Distintos científicos e instituciones han llamado la
atención sobre la emergencia de fenómenos graves como el calentamiento
global, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, pero también del trastrocamiento del metabolismo social, es decir, de la
interacción necesaria entre la humanidad y el medio ambiente como
condición necesaria para la reproducción de la vida humana en el planeta.
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Andamios
LA GRAN CRISIS DEL CAPITALISMO NEOLIBERAL
Cuarta tesis. La crisis es una y múltiple
La crisis del capitalismo neoliberal presenta uno y mil rostros, que en
conjunto profundizan las desigualdades sociales y ponen en peligro la
existencia de gran parte de los pobladores de la Tierra, incluso anuncian
el riesgo de guerras cuyo potencial militar acumulado por las grandes
potencias presagian muertes masivas y el riesgo latente de exterminio de la humanidad. Por lo mismo se habla de una crisis del modelo
civilizatorio.
Además del carácter sistémico, ya de suyo profundo y complejo,
no podemos hablar solamente de una crisis financiera o económica sino de las varias crisis, o bien, de una convergencia de crisis o de
una crisis multidimensional cuyo despliegue resulta extenuante porque
trae a colación severos episodios de crisis entrelazados en distintos
renglones de la vida social: laboral, alimentaria, energética, ecológica,
política, teórica, financiera, económica, migratoria, etcétera.
Quinta tesis. Profundización del desarrollo desigual
Los problemas del desarrollo más gravosos que aquejan al sistema
capitalista mundial bajo la reestructuración capitalista neoliberal y su
actual crisis se enmarcan en el desarrollo desigual. En primer término,
se expresa como una diferenciación entre países desarrollados y subdesarrollados. Bajo la expansión capitalista neoliberal, el mecanismo
por excelencia consistió en desarticular las economías periféricas y
reinsertarlas en la órbita del capitalismo mundial, lo cual produjo la
profundización de las asimetrías. En 1970, los países desarrollados
(según la clasificación del FMI) recibieron 68% del ingreso mundial,
mientras el resto del mundo 32%. En 2000, los países desarrollados
recibieron 81% del ingreso mundial, mientras el resto apenas 19%. En
el mismo periodo el porcentaje de la población que residía en los
países desarrollados cayó de 20 a 16%. Tres décadas de reestructuración
capitalista sólo han contribuido a incrementar las asimetrías entre países
y junto con ello la pobreza y desigualdad sociales.
En segundo término, el incremento de las desigualdades sociales
derivadas de la concentración de capital, riqueza y poder en la élite
Andamios 75
HUMBERTO MÁRQUEZ COVARRUBIAS
transnacional en un contexto de crisis humanitaria: hambruna, pobreza,
insustentabilidad, exclusión, vulnerabilidad. El 2% de los adultos más
adinerados en el mundo, entre los que se encuentran Warren Buffet,
Carlos Slim y Bill Gates, posee más de la mitad la riqueza familiar
mundial (Davies, Sandström, Shorrocks y Wolff, 2006).
La profundización del subdesarrollo en la periferia es un proceso
permanente. Entre los elementos que explican esa espiral descendente
conviene tener en cuenta: 1) la vulneración del fondo social de acumulación, que se dilapida mediante la transferencia de excedente a los
países centrales, y la depresión de la demanda efectiva como producto
de la permanente desvalorización de la fuerza de trabajo; 2) la incapacidad para generar bases científicas y tecnológicas para el desarrollo,
lo que Marx llamaba trabajo general; 3) el desmantelamiento del Estado
benefactor y la reorientación de la gestión estatal en beneficio de las
necesidades de acumulación del capital transnacional; 4) la entrega de
sectores estratégicos para el desarrollo nacional al capital extranjero; 5)
la reorientación o reinserción de la economía nacional a la dinámica de
acumulación mundial; 6) el desmantelamiento del mercado interno y
su aparato productivo; y 7) la pérdida de soberanía nacional en términos
políticos y laborales.
A lo anterior se suman fenómenos críticos que ya parecen formar
parte de la vida cotidiana de la humanidad. La emigración forzada
de países periféricos hacia regiones centrales en condiciones de precariedad y riesgo acorde a la demanda del capital de fuerza de trabajo
barata, flexible y desorganizada (Delgado Wise y Márquez, 2008). El
deterioro ambiental presente en el cambio climático, pérdida de
biodiversidad, pérdida de uso productivo y ambiental del sector rural.
El riesgo latente de destrucción de la vida humana en el planeta por
guerras o la exacerbación de las modalidades de superexplotación
laboral y ambiental.
Sexta tesis. La vida humana está en predicamento
El capitalismo neoliberal es una máquina generadora de un incesante
proceso de exclusión económica que despoja a amplias capas de la población de sus medios de producción y subsistencia. Además, al
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LA GRAN CRISIS DEL CAPITALISMO NEOLIBERAL
alejarlas constantemente del mercado laboral, las excluye también del
mercado en su calidad de consumidores. No obstante, el capital requiere
que esta población redundante no se retire del todo, por lo cual la conduce hacia la economía informal, que también cumple un papel en la
valorización del capital y la reinserta en la órbita del consumo, así
sea en condiciones menguantes. En el plano laboral, la migración forzada
también es una fiel expresión de exclusión económica en la periferia y
de inclusión laboral, aunque precaria, en el centro (Delgado Wise,
Márquez y Rodríguez, 2009).
Bajo estos mecanismos, el capital ejerce una suerte de control político
y económico sobre la población, un llamado biocapital (Osorio, 2004).
Esto permite que la sobrepoblación sea carne de cañón dispuesta a
ocuparse en condiciones de superexplotación, pero bajo la consigna de que es fuerza de trabajo desechable, con una ciudadanía precaria,
porque no tiene acceso pleno a los derechos humanos fundamentales.
El escenario creado es el de una triple inseguridad: social, laboral y
pública. Esa violencia hace que la vida esté en peligro permanente o
bien que se deteriore de manera drástica.
La destrucción de la vida mediante la guerra que impulsa el imperialismo colectivo es también un riesgo latente. Se estima que Estados
Unidos dispone de 865 instalaciones militares en más de cuarenta
países, además de que tiene la capacidad de desplegar más de 190 mil
soldados en más de 46 países (Jalife-Rahme, 2009).
Distintos fenómenos prohijados por el capitalismo, y acentuados
por el neoliberalismo, ponen en jaque la vida humana en el planeta:
calentamiento global, sequías, hambrunas, exclusión social, guerras,
desempleo, superexplotación, violencia. Bajo el capitalismo, los intereses de las potencias dominantes son maximizar sus ganancias y
expandir la órbita de su dominio mercantil y político, y el destino de
la humanidad no les preocupa (Hinkelammert y Mora, 2009).
Séptima tesis. El gran capital es el único agente colectivo capaz de imponer
una respuesta estratégica ante la crisis
La gran interrogante es cuál será la respuesta a esta gran crisis. La crisis
sistémica revela la posibilidad de transformar el sistema capitalista
Andamios 77
HUMBERTO MÁRQUEZ COVARRUBIAS
mundial desde sus raíces, pero existen claros límites a esa transformación
debido a que el gran capital y el Estado imperial conforman una fuerza
social, una ideología y un proyecto que no tienen contrincantes. Existen
las condiciones para llevar a cabo cambios sistémicos, pero no hay conciencia ni se cuenta con una organización capaz de encabezarlos.
La clave radica en preguntarse cuál será la respuesta estratégica de
los sectores dominantes y los sectores alternativos ante la actual crisis
sistémica del capitalismo. También podemos preguntarnos acerca de
sus efectos en las formas de explotación laboral, donde los trabajadores
precarios, informales e inmigrantes han jugado un papel importante
en la reestructuración capitalista.
Las respuestas tentativas a la crisis expresadas por el gran capital pretenden restaurar el proceso incesante de concentración de capital, poder
y riqueza comandado por los oligopolios internacionales, el Estado
imperial y los organismos internacionales, donde aún se contempla
llevar hasta sus últimas consecuencias la sobreexplotación laboral y
ambiental, sin importar que pongan en riesgo la vida humana, porque
incluso la guerra es una posible respuesta. En contraste, las fuerzas
sociales anticapitalistas anteponen la defensa de la humanidad, antes
que los intereses del capital.
Para muchos analistas, la crisis del capitalismo representa la debacle
de la globalización y el neoliberalismo, incluso para algunos, la del
propio capitalismo. Sin embargo, no podemos dejar de lado el hecho
de que la única fuerza organizada de alcance global que amasa todavía
la hegemonía y controla los hilos de la llamada globalización es la que
representa el gran capital, es decir, los monopolios y oligopolios y el
Estado imperialista. A esta fuerza dominante le interesa sostener la hegemonía del gran capital, por lo que mantiene vigente el despliegue de
un imperialismo articulado de manera colectiva, encabezado por Estados Unidos, pero respaldado por los países desarrollados y por los
organismos internacionales. De manera paralela, se difunde el
pensamiento, el conocimiento y la cultura apegados a estos intereses.
Los programas de rescate diseñados por los estados han tenido el
objetivo de salvar a los propietarios y accionistas de bancos y empresas
en quiebra y no tanto a las empresas, y menos aún a los trabajadores o
a los deudores, es decir, a la población en general que resiente los
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Andamios
LA GRAN CRISIS DEL CAPITALISMO NEOLIBERAL
estragos más severos de la crisis. El objetivo central es mantener el
proceso de concentración de capital, poder y riqueza, aun cuando se
sabe que esto entraña una depuración importante de capital y una
profundización de la explotación indiscriminada de la fuerza de trabajo
y de los recursos naturales. También significa la explotación de las
regiones y países periféricos mediante la extracción sin límites de valor,
recursos humanos y naturales. La política de reactivar las funciones reguladoras del Estado tiene el cometido de preservar las condiciones de
dominación y reactivar el proceso de acumulación centralizado.
Octava tesis. La construcción social de alternativas de desarrollo se inscribe
en el horizonte poscapitalista
La construcción de alternativas al proyecto del gran capital es un proceso
más lento y complicado, pese a que se postula la idea de que la crisis
ofrece condiciones inmejorables para el cambio estructural y sistémico.
América Latina es considerada la región que mayor oposición ha
mostrado ante la reestructuración y expansión neoliberal. Es el caso
particular de países encabezados por gobiernos de izquierda, como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba. En estas experiencias se encarna el
llamado socialismo del siglo XXI, desde el cual se postula que el capitalismo
es la fuente de todos los males y en su seno no se encuentra ninguna
solución. Toma como base una suerte de nacionalismo radical articulado
por la gestión del Estado, cambios constitucionales y políticas de
desarrollo social, y de manera regional ha estado representado por un
plan de integración vertebrado inicialmente por el Proyecto Alba y la propuesta del sucre como moneda, entre otras iniciativas complementarias.
En menor medida se registran las experiencias de la centroizquierda en
el poder, para quienes el capitalismo es reformable y permite realizar
algunas mejoras, como son los casos de Brasil, Argentina y Chile. En
un tercer rango se ubican los gobiernos adictos al neoliberalismo
fundamentalista, como en Colombia, Perú y México, donde las respuestas a la crisis están en profundizar aún más las reformas estructurales
de corte neoliberal. Los movimientos sociales han contribuido también
a generar espacios de resistencia, como el Movimiento de los Sin Tierra,
el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el Foro Social Mundial,
Andamios 79
HUMBERTO MÁRQUEZ COVARRUBIAS
entre otros. Las perspectivas alternativas son variopintas, y van desde
una crítica al neoliberalismo, el posmodernismo comunitario y la propuesta del posneoliberalismo hasta el poscapitalismo y el socialismo.
El dilema para los trabajadores excluidos, precarizados y sojuzgados,
junto con sus familias, ya sea que estén radicados en sus países de
origen o sean migrantes en su propio país o inmigrantes en países
centrales, es el de seguir siendo soporte del proceso de valorización en
condiciones de alta explotación laboral y exclusión social o el de ser
partícipes de un proyecto de transformación social sustantivo que
involucre cambios estructurales, institucionales y políticos de tal envergadura que trasciendan las pautas del capitalismo neoliberal e incluso
contribuyan para construir una sociedad poscapitalista que redunde
en mejoras sustanciales en sus condiciones de vida y trabajo. La frase
“un mundo mejor es posible, y uno peor, también”, sintetiza la gravedad
de la coyuntura mundial y da cuenta de la importancia de contribuir en
la construcción de nuevos derroteros.
CONCLUSIÓN
La explicación dominante sobre la crisis, de corte economicistafinancista, oculta la complejidad y profundidad de las relaciones de
poder, explotación, intercambio y despojo que configuran las dinámicas del desarrollo desigual, mismas que contextualizan las nuevas
relaciones que se tejen entre el centro, o los centros, y el vasto mundo
de la periferia subdesarrollada. Empero, con la irrupción de la crisis
sistémica del capitalismo contemporáneo, todo hace suponer que la
visión ortodoxa sobre la globalización, basada en la perspectiva neoclásica-neoliberal, se ha desfondado irremediablemente, y la visión
dominante sobre el desarrollo basado en la ideología de libre mercado,
hija de aquélla, no podía ser la excepción. Con la gran atenuante de
que la estructura de poder trasnacional sigue incólume, y puede reconstruir su discurso ideológico y su verbosidad penetrante y anestésica
empleando los monopólicos medios de comunicación masiva. Hoy,
más que nunca, emerge la necesidad de explicar críticamente las
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Andamios
LA GRAN CRISIS DEL CAPITALISMO NEOLIBERAL
dinámicas históricas, estructurales, estratégicas y coyunturales del
capitalismo, y la posibilidad aledaña de construir alternativas.
La actual crisis sistémica del capitalismo pone en evidencia múltiples
peligros para los trabajadores de la periferia y aún del centro. De manera
limitada, dicha crisis ha sido caracterizada como un problema circunscrito a la órbita financiera enclavada en Estados Unidos, debido a
la voracidad y descontrol de financistas sin escrúpulos. Por ello mismo las soluciones propuestas se remiten a controlar a los ingobernables
financistas y rescatar a las grandes corporaciones en apuros. Aunque
en este último caso se trata de una jugosa transferencia de recursos
públicos para el rescate (“salvataje”) de empresarios y accionistas, no
de empresas, empleos y personas desahuciadas. Bajo este diagnóstico reduccionista se han perdido de vista cuando menos dos elementos
fundamentales. Por una parte, una crisis multidimensional profunda
de largo alcance, que gravita tras la recesión económica mundial, que
no podrá revertirse con los planes de rescate. Por otra parte, el papel
jugado por los trabajadores precarios, informales y migrantes para
abaratar los procesos productivos, deteriorar las condiciones generales
de trabajo y desvalorizar la fuerza de trabajo a grados extremos ha
desencadenado una profunda crisis de sobreproducción, en la que cristalizan las contradicciones de la modalidad extensiva de expansión
capitalista. En las respuestas a la crisis aún perdura la superexplotación laboral como expediente para continuar dando aliento al ciclo de
acumulación, aun sea en términos restringidos y sin atacar las contradicciones de fondo.
Como conclusiones provisionales, podemos postular las siguientes
hipótesis de trabajo:
1) La crisis del capitalismo contemporáneo es una crisis de largo plazo,
gran amplitud y profundidad.
2) El sistema capitalista mundial no ha logrado recomponer el proceso
de acumulación apuntalado por la estrategia de reestructuración y
expansión neoliberal.
3) La reestructuración capitalista ha generado un conspicuo proceso
de concentración de capital en manos de los grandes monopolios
y oligopolios transnacionales, que ha centralizado el poder imperial
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HUMBERTO MÁRQUEZ COVARRUBIAS
4)
5)
6)
7)
8)
en los estados centrales y acentuado la concentración de riqueza en
una delgada élite de la burguesía transnacional.
Las dinámicas de reestructuración y expansión capitalista han
profundizado el desarrollo desigual entre el centro y la periferia mediante la exacerbación de los mecanismos de la explotación
económica, el intercambio desigual y la incapacidad congénita de
las periferias para articular un patrón de acumulación sustentable.
La reestructuración capitalista o globalización neoliberal ha descansado en la superexplotación de la fuerza de trabajo y el medio
ambiente y la expansión del capital ficticio, pero mientras que el
tercer elemento se agotó provisionalmente, los dos primeros aún
siguen vigentes e invisibles como parte de la lógica de acumulación,
y pueden emplearse como recurso para responder a la crisis actual.
La respuesta a la crisis por parte del gran capital va encaminada a: 1)
profundizar el proceso de concentración de capital; 2) acentuar el
poder político imperialista como requisito para sostener el sistema
y la hegemonía y dominación estadounidense; y 3) enriquecer aún
más a la élite de la burguesía detentadora del gran capital
La respuesta a la crisis por parte de los sectores sociales oprimidos,
despojados y excluidos no se encuentra plasmada en una fuerza
social significativa.
Una crisis sistémica del capitalismo reclama soluciones igualmente
sistémicas, una crisis civilizatoria requiere una transformación del
modelo civilizatorio.
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