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Materia: Historia intelectual argentina entre 1880 y la década de 1930
Alumna: Cecilia Manzini
Actividad 3
 Analice el siguiente párrafo de la Sociología Argentina,
teniendo en cuenta las características generales de la filosofía
positivista, el punto de vista en el cual se inscribe la sociología
como ciencia y el posicionamiento del intelectual como científico.
Es preocupación ingenua la de juzgar los fenómenos a través del lente
empequeñecedor que nos ofrecen nuestras afinidades o antipatías; ese
criterio suele convenir a los políticos y es útil para arrastrar
muchedumbres fácilmente alucinables. Los sociólogos aspiran a tener un
criterio distinto. Los hechos sociales y las transformaciones políticas no
son buenas o malas en sí mismas; resultan inevitablemente de
condiciones que concurren a determinarlas, propias del ambiente en que
los hombres viven y de la acumulación de las tendencias que estos
heredan, debidas a la acción del medio sobre sus antecesores. Los
fenómenos políticos no son el resultado de la libre elección de medios y de
fines por parte de los pueblos o de los gobiernos, aunque lo parezcan.
Aquí aparecen, expresados en pocas palabras, los principios básicos
según los cuales José Ingenieros entendía en este período de su producción
intelectual -que, como bien demuestra Oscar Terán, no fue el único aunque
sí el que prevalecería finalmente- a los hechos sociales y, en su marco, a las
transformaciones políticas. Su pensamiento se inscribe dentro de la
concepción positivista, a partir de la cual considera a la sociología como una
ciencia natural, y cuyas proposiciones fundamentales son:
a. Que todo fenómeno se explica por otro fenómeno, y que todos ellos
son perceptibles empíricamente (fenomenalismo).
b. Que las proposiciones teóricas son válidas sólo en cuanto constituyen
una generalización o sistematización de los fenómenos estudiados
(nominalismo).
c. Que sólo puede ser conocido científicamente lo que es, nunca lo que
debe ser. La ciencia puede, sí, determinar objetivamente si algo es positivo
o negativo de acuerdo a su funcionalidad pero no en un sentido ontológico,
no absolutamente. Se niega así validez a los juicios valorativos, a la
subjetividad, a los enunciados normativos.
d. Que la ciencia es una sola. Esta concepción formaba parte ya del
pensamiento ilustrado, y parte de la creencia en la unidad de lo real. De ello
se deriva a su vez la búsqueda de leyes universales, aplicables en todo
tiempo y lugar y a todos los aspectos de la realidad. En este marco y debido
a los grandes progresos de las ciencias naturales –particularmente
biológicas- durante el siglo XIX, el método que se aplica como ideal universal
es el de las ciencias naturales.
Partiendo de estas premisas y bajo las influencias del darwinismo social y
del organicismo spenceriano, José Ingenieros concibió a la evolución humana
como “un conjunto de fenómenos encadenados por inevitables relaciones de
causalidad”, y por ello
afirma que los “hechos sociales y las
transformaciones políticas no son buenas o malas en sí mismas; resultan
inevitablemente de condiciones que concurren a determinarlas”. ¿Cuáles son
estas condiciones? Aquéllas que, en el transcurso del tiempo, establecen la
superioridad de ciertos individuos o agregados sociales sobre otros,
mediante un mecanismo de “selección natural” basado en las aptitudes para
la adaptación que cada uno de ellos detente. Este mecanismo, además, tiene
lugar dentro de un proceso de evolución indetenible, que condena a la
humanidad –y a la realidad toda- al progreso ilimitado, regido por un tipo
particular de leyes biológicas constituido por las leyes económicas (síntesis
del evolucionismo con el determinismo económico de corte marxista,
conocida con el nombre de bioeconomismo).
Por ello, los fenómenos políticos “no son el resultado de la libre elección
de medios y de fines por parte de los pueblos o de los gobiernos, aunque lo
parezcan”, e incluso transcurren ante la ignorancia y la ingenuidad de los
hombres que los experimentan, por lo cual el más perfecto modelo de
gobierno es aquél en el que el ejercicio del poder es guiado por los consejos
desinteresados de una elite científico-intelectual-cultural, cuyos saberes
(capitales simbólicos, en la terminología de Bourdieu) la legitiman para ello.
Así, estas “minorías activas” depositarias del conocimiento, destinadas a
esclarecer las mentes alienadas, asumen el papel de dinamizadoras de lo
social.
Esto se relaciona a su vez con la primera oración del párrafo citado,
según la cual es una “preocupación ingenua la de juzgar los fenómenos a
través del lente empequeñecedor que nos ofrecen nuestras afinidades o
antipatías; ese criterio suele convenir a los políticos y es útil para arrastrar
muchedumbres fácilmente alucinables”. ¿A qué se refiere Ingenieros con
estas palabras? Por un lado, recuerda la pretensión de objetividad del
conocimiento científico y, por tanto, la futilidad de los juicios valorativos y de
los criterios normativos. Por el otro, afirma que ese criterio no-científico
“suele convenir a los políticos y es útil para arrastrar a muchedumbres
fácilmente alucinables”, muchedumbres que son fuente de irresponsabilidad
y a las cuales Ingenieros niega la capacidad de ejercer los derechos que se
les reconocen en la reforma electoral de 1912 (cuyo elemento más
importante fue el derecho al sufragio universal y secreto). Ello nos hace
retomar su argumentación a favor de una aristocracia científico-intelectual,
que pueda combatir las mediocracias tanto de las oligarquías que desoyen
su consejo desinteresado como de las democracias que, “desde que se
inventaron los Derechos del hombre” suponen equivocadamente que “la
igualdad ante la ley” implica “una equivalencia de aptitudes”.
Es importante no olvidar que las concepciones aquí desarrolladas son las
que prevalecieron particularmente en la “etapa media” del pensamiento de
Ingenieros, aquella que transcurrió entre su etapa juvenil –relacionada con
el anarcosocialismo- y sus últimos años, en los que perdieron
paulatinamente su fuerza las categorizaciones aplicadas en “Sociología
argentina”. En esta su última etapa, tendrá lugar una apertura hacia el
concepto de solidaridad –rescatado de su juventud- y con ello hacia
insinuadas ideas democráticas, en detrimento del darwinismo social y de la
idea de una aislada y romántica existencia del intelectual-científico como
protector y realizador de un ideal social desconocido para los demás.
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