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Un maestro de la comunidad
El recién fallecido profesor del CUCSH logró, a lo largo de su trayectoria, valorar y enriquecer el pensamiento filosófico tanto con su
obra como en su trabajo de docencia
Natalia Juárez Miranda
T
ratar de explicar por qué
hemos decidido conmemorar con palabras el
recuerdo de un espíritu
audaz que educó a muchos estudiantes con sus profecías e interpretaciones, en cuyo nombre
estamos reunidos, implica tener
conocimientos ahora sobre el pensamiento y logos espiritual que
dominaba al maestro de muchos
estudiantes que por generaciones
acudieron a sus clases en Ciencias
Sociales y Humanidades.
Manzano amó la filosofía y fue
filósofo por vocación en un momento histórico en el que pareciera que
el pensamiento no es algo que se
valore o reconozca lo suficiente. Si
separamos el trabajo del logos, o
dicho en otras palabras, si separamos lo que el hombre hizo de lo que
dijo, encontraremos a lo largo de
su vida bastantes evidencias de la
necesidad de homenajearlo en ambos modos de ser del mismo sujeto.
Por el conocimiento que tenemos
de sus obras, reconocemos el trabajo de traducción, interpretación
e introducción a los autores que le
despertaron un profundo interés
filosófico durante toda su vida; por
el conocimiento que tenemos de su
actuar en docencia, reconocemos la
capacidad que tuvo el maestro de
impactar y motivar a los estudiantes e interesados en la filosofía para
que siguieran leyendo y ejercitando
el acto de pensar por ellos mismos.
La filosofía es entendida como
un tipo de experiencia espiritual
intransmisible, que no puede ser
llevada por otro, sino que tiene que
ser ejercida por uno mismo, y los
geniales autores que estuvieron en
el foco de atención durante toda la
vida del doctor Manzano, a saber,
Kierkegaard, Nietzsche y Hegel,
son coherentes con dicho precepto
práctico. Sin ignorar la magnitud
de otros autores en la historia de la
filosofía, a los anteriores les atribuimos la genialidad por su capacidad
6
lunes 30 de septiembre de 2013
de establecer lazos estrechos entre
la vida y la obra. Mas hay, a nuestro
modo de ver, una diferencia íntima
y sin límites claros entre el filósofo
y el autor de libros de filosofía. Filósofo en el sentido último y pleno
de la palabra sólo lo es el genio que
modela con su decir todo un mundo,
por lo mismo no encontramos muchos genios a lo largo de la historia y
reservamos el juicio a unos autores
bien ubicados. En este punto, pensamos de manera reflexiva que el
creador es generado por una especie de ley de la naturaleza universal
que desconocemos, pero que suponemos existe, por lo mismo esperamos con gusto la llegada de más
genios que sean miembros de nuestra especie, para que nos permitan
transitar por las nuevas formas de
vida o nuevas formas de ver el mundo abiertas por ellos.
La obra de Manzano nos ayudó
a explorar las vías abiertas por los
filósofos antes mencionados. Sus introducciones y traducciones a dichos
genios nos permitieron hacer lecturas distintas y confrontar lo que habíamos entendido de la filosofía en
general, y de los filósofos en particular. Ahora bien, en lo que respecta al
actuar del doctor dentro de las aulas,
por su intencional forma un tanto
provocadora y oscura de explicar los
conceptos, muchos de sus alumnos
se vieron en la necesidad de pensar
en la filosofía y en la vida de otra
manera, es decir, como un ejercicio
personal e intransferible. Como divulgador y socializador del saber de
las humanidades, Manzano cumplió
una importante labor de difundidor
de la filosofía a lo largo de su vida
académica, y esto es algo que debemos de reconocer e imitar en un momento histórico donde pareciera que
la balanza se inclina hacia la cuanti-
ficación de las ganancias y pérdidas
en términos económicos.
Sabemos que como persona todo
buen maestro se presenta como
una singularidad que guarda en
sí mismo sus fronteras y su valor.
Hay un peso vital en cada ser humano que no puede ser pasado por
la balanza ni puede ser medido, y
para entender dicha dimensión de
lo humano en el discurso filosófico
hemos elaborado distintas disciplinas, como la ética y la estética, que
elaboran un lenguaje que nos permite mostrar lo que se lleva dentro,
aunque de hecho sabemos que no
se puede cuantificar. Por lo mismo
parecería que cada dimensión del
humano necesita de lenguajes distintos, el del habla cotidiana para
vérnosla con el mundo y expresar
cosas inmediatas en las que estamos incluidos; el del discurso filosófico para expresar de manera abstracta las ideas y conocer los modos
de ser del pensamiento mismo; y finalmente el lenguaje del arte resulta vital para expresar los sentimientos, ideas y conceptos de la psique
humana. En el único que prima el
principio de no contradicción es en
el segundo, la academia filosófica
con su tradición es severa al respecto; en los otros dos, en el habla
y el arte, priman los principios subjetivos de la vida misma: las tradiciones culturales y discursivas que
apoyan a dar forma al pensamiento
del sujeto, más los sentimientos y
emociones de la psique individual
que procesa todo de una forma que
no necesariamente es compartida o
universal.
Sería interesante hacer un cálculo del impacto que tuvo Manzano en sus audiencias, sin embargo
sabemos en el fondo que eso es imposible. El verdadero impacto no
se puede medir, la asimilación
hecha por las audiencias de su
actuar en aulas y auditorios quedará guardado en la subjetividad
y en la memoria de cada uno de
los participantes a sus seminarios y conferencias. Tomemos en
cuenta que el valor de los hechos
y de las palabras depende del sujeto que las piensa o del que las
recibe, de manera que siempre
hay cambios significativos en
la manera como asimilamos los
hechos. Seguramente, para algunos asistentes a sus cursos, solo
bastó con una palabra precisa en
el momento indicado para que el
mensaje se volviera significativo,
y en ese sentido, para que la palabra dejara de ser simple parte
del habla y se convirtiera en una
idea incorporada al proceso del
pensamiento, con un valor en el
sujeto concreto con su historia y
deseos personales. Para otros sujetos de espíritu más combativo e
irreverente (común a los jóvenes
universitarios), seguramente la
práctica docente se volvió una especie de diálogo agonístico o interrogante que le exigió al maestro
que se esforzara constantemente
en revisar sus ideas y preparar de
mejor forma sus cursos. Dejemos
pues el juicio a todos aquellos
que tuvieron el agrado de experimentar el ejercicio filosófico de
un maestro de las humanidades,
esperemos valorar y compartir
lo que el hombre dijo e hizo durante toda su vida para que las
generaciones venideras sepan
que hay distintas formas de vida
en las que el valor se entiende no
en términos económicos y cuantitativos, sino en función de un
fin común que nos permita vivir
juntos. [
El verdadero
impacto no
se puede
medir, la
asimilación
hecha por
las audiencias de su
actuar en
aulas y
auditorios
quedará
guardado en
la subjetividad y en la
memoria de
cada uno de
los participantes a sus
seminarios
y conferencias
ágora
Secretaria de Asuntos Académicos y
Culturales del STAUdG