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LOS CICLOS ECONÓMICOS, KEYNES Y LA MACROECONOMÍA. EL
REFUERZO A LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO DEL BIENESTAR.
Las vacas del Faraón. El problema de los ciclos económicos.
Desde siempre se dice que José fue el primer economista; aunque en realidad
es una leyenda.
José, hijo de Jacob, consiguió ganarse el favor del Faraón con sus acertadas
predicciones macroeconómicas.
Injustamente encarcelado por no haber cedido a los requerimientos de la mujer
de Putifar, José había sabido interpretar los sueños de dos servidores del
Faraón, detenidos como él. El Faraón, turbado por unas misteriosas pesadillas,
mandó llamar a José para que se las aclarara.
El sueño del Faraón consistía en
que al estar él en la ribera del río
vio pasar siete vacas gordas y
hermosas, que se pusieron a
pacer en la verdura de la orilla,
pero detrás de ellas iban otras
siete vacas malas, feas y flacas,
como nunca se habían visto en
toda la tierra.
Las siete vacas malas y flacas se
comieron a las siete gordas, aunque ni por esas consiguieron engordar, y
continuaron con su triste estampa.
José le explicó al Faraón que Dios le estaba mostrando lo que iba a hacer. Las
siete vacas gordas se tenían que interpretar como siete años de gran
abundancia en todo Egipto, y detrás vendrían siete años de escasez, que
harían que se olvidase toda abundancia.
De esta forma, José, que era un buen economista, le propuso al Faraón que
buscara un hombre inteligente y sabio para que organizara la conservación de
un quinto de la cosecha de los años buenos, a fin de tener provisiones cuando
llegaran los malos.
El Faraón entendió que toda vez que Dios le dio a conocer la realidad a través
de José, éste era la persona inteligente y sabía que debía ayudarle a equilibrar
los años malos con los buenos.
Por desgracia con el paso de los años, nuevos faraones que no conocían esta
historia comenzaron a tratar tan mal a los hebreos que tuvieron que cruzar el
Mar Rojo separando las aguas.
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John Maynard Keynes (1883-1946).
De Keynes se puede decir que es el primer macroeconomista, aunque tampoco
sea exactamente así. Pero fue él quien dio carta de la naturaleza a las
intervenciones de los gobiernos en las economías de los países más liberales,
proporcionando una nueva teoría que otorgará carta de naturaleza al New Deal
del presidente Roosevelt o al laborismo del premier Clement Attlee.
Contribuyendo, así, a la transformación del liberalismo en una ideología
estatista. La deriva venía de atrás, ya que desde 1875 los liberales fueron
alejándose de la creencia clásica en la libertad empresarial para preocuparse,
cada vez más, por la cuestión social, a pesar de que la situación de las clases
trabajadoras mejoraba claramente en lo material.
No hay que olvidar que en Europa se vivieron momentos tremendamente
convulsos con el nacimiento de una Unión Soviética en 1918 y su mundo de
economía planificada centralmente a través de un “polit bureau”, una Alemania
nazi desde 1933, y una ristra de estados más o menos dictatoriales y
controladores de las fuerzas económicas.
Por otro lado, y también de importancia es el hecho de que, los avances en el
campo científico y técnico que conllevaron prodigios como el teléfono, la radio,
el automóvil, el barco de propulsión diésel, el avión, el cine, la bombilla
eléctrica, y muchos otros; hacían pensar que mentes privilegiadas similares
podían encontrar soluciones adecuadas, también, al mundo de la economía.
Keynes pertenecía a la élite intelectual de Cambridge, y cultivó el esteticismo y
el hedonismo con sus amigos del Bloomsbury Group. Por lo que bien podía ser
uno de los llamados a solventar, desde la más alta intelectualidad, los
problemas sociales de la producción económica.
Por eso, tras la primera guerra mundial la deriva planificadora e intervencionista
se acentuó de forma extrema.
En este ambiente en 1929 Keynes escribió un panfleto junto con Hubert
Henderson titulado ¿Lo puede conseguir Lloyd George?, que no era sino un
opúsculo destinado a la propaganda política para las elecciones de 1929, en
donde defendía la promesa de reducir el desempleo gracias a un programa de
obras públicas.
A Keynes le preocupaban, no tanto las consecuencias temporales de la Gran
Depresión, sino, más bien, el posible estancamiento secular de las economías
más avanzadas. Sin duda la crisis le preocupaba, pero todavía le preocupaba
más que el que la economía británica no mostrase el vigor de la
norteamericana.
La cuestión que más le preocupaba era de cómo sacar la economía británica
de una situación de permanente desempleo. Esto le hacía carecer de la
confianza en las soluciones de equilibrio de los mercados.
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De esta forma, para él, la economía era la ciencia que permitía a los iniciados –
hombres sabios y versados en la materia- en la misma dar consejos para que
los gobiernos pudiesen corregir los errores que los mercados generaban. Había
que salvar al libre mercado de sí mismo, para preservar la civilización burguesa
que tanto había contribuido al bienestar de Inglaterra. Pues, una vez más, no
hay que olvidar que el continente estaba tomado hordas de camisas rojas,
pardas, negras o azules.
Para Keynes había cuatro mercados que mostraban fallos especialmente
lesivos:
1. el del ahorro
2. el de la inversión
3. el del dinero
4. y el del empleo
Así que había que proponer intervenciones gubernamentales para paliar estos
problemas.
La importancia histórica de Keynes residió en que convenció a otros de que
existía un problema macroeconómico y que era posible articular y desarrollar
una teoría macroeconómica, que mostraba una gran confianza en la capacidad
del gobierno para influir y determinar el nivel de actividad económica mediante
políticas fiscales y monetarias. Se prestó mucha atención a como, mediante los
gastos del gobierno, podía remediarse la subocupación en el corto plazo
poniendo en juego los efectos multiplicadores.
Los rasgos más novedosos de la economía keynesiana, desde el punto de
vista teórico, fueron la tendencia a trabajar con agregados y a reducir toda la
economía a tres mercados interrelacionados de bienes, bonos y mano de obra.
La concentración en el corto plazo, y considerar que los ajustes se producían
en producción en vez de en precios (ajustes en cantidades), es decir, que es el
nivel de producto la variable que ajusta la oferta y la demanda agregadas.
También introdujo el concepto de “incertidumbre generalizada”, que generaban
las “expectativas”.
Conceptos keynesianos básicos y novedosos:
• Trabajar con agregados económicos
• Reducir toda la actividad económica a tres
mercados interrelacionados:
Bienes y servicios
Bonos
Mano de obra.
• La importancia del corto plazo
• Y que la variable que ajusta el conjunto de
la economía es la producción y no los
precios.
• La importancia de las expectativas.
• Aceptaba la neutralidad del dinero en el
largo plazo, pero la rechazaba en el corto,
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cuando los impulsos monetarios tienen
efectos reales
El modelo neoclásico.
Lo que se denomina modelo clásico es en realidad la recreación de la
macroeconomía de Keynes a partir de los principios clásicos.
Según la visión de Keynes el modelo que él denominó neoclásico el consumo
nacional y el ahorro nacional se igualaban gracias a las subidas y bajadas de
los precios y del tipo de interés. En un mundo así una escasez de demanda o
un exceso de ahorro podían dejar la producción sin salidas (sin vender), lo que
rápidamente llevaría a un abaratamiento del crédito (reducción del tipo de
interés), que permitiría más inversión, gasto y empleo.
De esta forma, con salarios flexibles no habría paro involuntario, puesto que
quienes buscaban un puesto de trabajo estarían dispuestos a reducir sus
condiciones en la medida necesaria para conseguirlo. Y, en cualquier caso, una
perturbación monetaria no cambia el vector de precios relativos de la economía
(no hay ilusión monetaria).
En definitiva, este modelo estaba centrado en un mercado monetario eficiente,
en el que el tipo de interés ayuda a igualar consumo y ahorro y a ajustar la
inversión. Cuanto menos ahorro y más demanda de inversión, mayores tipos
de interés, y viceversa.
Así, la autoridad económica que pretenda mejorar los agregados económicos
(como los niveles de actividad y empleo) no puede actuar sobre la demanda,
sino que tiene que hacerlo sobre la oferta (reformas estructurales). Así que un
modelo es clásico cuando la explicación del nivel de actividad económica se
basa en razones que surgen del lado de la oferta.
Con estas ideas no era necesaria ninguna política económica. Era lo que se
conocía como Laissez Faire.
Otros elementos de este modelo eran que los precios eran siempre flexibles a
los excesos de demanda u oferta, incluidos los salarios; que las inflaciones
eran debidas a un exceso de creación de dinero por los bancos centrales.
En definitiva, que la flexibilidad permitía que, a través del sistema de precios,
se ajustasen todas las variables de forma automática.
El modelo keynesiano.
Pero para Lord Keynes ese modelo tan atractivo no reflejaba convenientemente
la realidad de los países de economías avanzadas, sino que simplemente, era
un caso concreto y poco frecuente. Por eso decidió llamar a su obra central
“Teoría General”.
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La esencia del modelo keynesiano es que la
demanda agregada determina el valor de las
magnitudes económicas básicas.
Por lo que su mejora depende de políticas de
demanda: la fiscal, la monetaria y la cambiaria.
Pensaba que ni la actuación de los consumidores ni la de los empresarios
estaba influida por los tipos de interés.
1.- Ahorro. Para Keynes la gente no ahorra o consume más o menos en
función de los tipos de interés. Sino que el consumo privado cae
inexorablemente como proporción de la renta o ingreso, de tal forma que
cuantos más ingresos tenga la gente, menor proporción de esos ingresos
consumirá. Es decir, que con el crecimiento económico se iba produciendo una
falta de consumo para comprar todo lo que se producía (A los burgueses les
gusta cocinar pasteles que luego no se comen, decía.).
2.- Inversión. Los empresarios tampoco actuaban en función del tipo de
interés. Se lanzaban a invertir cuando les empujaba a ello el optimismo en las
expectativas de futuro, los “animal spirits”. Sólo les gobiernan los vaivenes de
la confianza.
Los políticos y los funcionarios por el contrario, se movían en el largo plazo, y
con la justa racionalidad que les permitía observar con claridad el interés
general del país.
3.- Empleo. Los trabajadores (especialmente los sindicados) eran capaces de
evitar cualquier reducción de los salarios, tanto reales como nominales, por lo
que el coste de la mano de obra no caía con el desempleo.
4.- Dinero. Así, por ejemplo, podía haber situaciones en las que por mucho
dinero que pusiese en circulación el Banco de Inglaterra, los tipos se negaban
a bajar (sobre todo cuando ya están muy próximos a cero). Es lo que llamó la
“trampa de la liquidez”, por la cual la gente cogía ese dinero y lo guardaba
debajo del colchón (no se produce ni incremento de inversión, ni de consumo).
La intervención gubernamental inevitable en el keynesianismo.
Por estos sencillos principios la intervención del Estado se hacía indispensable.
El gasto público debía completar la insuficiencia de consumo privado. La
inversión pública tenía la ventaja de plantearse a largo plazo y así debía
compensar la inacción del asustadizo empresariado.
El déficit presupuestario podía recoger el exceso de ahorro típico (los pasteles
que los burgueses no se comen) de las economías adelantadas, y así combatir
el paro endémico, sin intentar bajar salarios. Lógicamente, este tipo de
actuación debía ir acompañada por una preferencia para los productos
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nacionales en lugar de los importados, es decir, también había que dejar de
lado la tradición británica de la libre circulación de bienes y capitales.
Y al tiempo que a nivel teórico y político se desarrollaba esta nueva forma de
pensar, a un nivel más institucional se estaban incrementando las acciones del
Estado en el campo social, mediante lo que acabaría siendo el Estado del
Bienestar.
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El Estado de Bienestar lo desarrolla el Canciller del Imperio Alemán Otto
von Bismarck (1815-1898) a finales del siglo XIX.
El Estado del Bienestar no es obra del socialismo, ni de los partidos
socialdemócratas. Tampoco es obra de los Keynesianos. Lo desarrolló un
canciller prusiano conservador nacionalista, como vacuna contra el comunismo,
tras ilegalizar a los partidos socialistas.
Otto von Bismarck fue canciller de Prusia
primero y luego del Imperio Aleman entre 1862 y
1890.
Fue
enemigo
acérrimo
de
los
socialdemócratas, que entonces están se
mostraban partidarios de la Revolución.
Consiguió que el Parlamento aprobase unas todo
un paquete de leyes antisocialistas, junto con un
amplio plan de seguros sociales, que luego sirvió
de modelo al resto de Europa. Los trabajadores y
las empresas quedaban obligados a contribuir con
sus primas a unos fondos de seguro que les cubrieran de los riesgos de
accidentes laborales, enfermedad y jubilación.
Con esto Bismarck cambió los principios fundamentales de las políticas
sociales existentes hasta ese momento. Consistente en ayudas parroquiales, y
casas de pobres.
En España siguiendo esta senda los políticos de todos los partidos fueron,
siguiendo esta estela, echando las bases del paternalismo estatal. En 1902 se
creó el Instituto de Reformas Sociales de la mano del conservador
Francisco Silvela. Y en 1905 comenzó a ser un tema recurrente la llamada por
Eduardo Dato “Cuestión Social”, que se desarrolló con el llamado Plan de
Desarrollo de Santiago Alba en 1916.
Con una tendencia similar a la europea el Presidente republicano Teodore
Roosevelt abrió el camino que luego seguiría su pariente demócrata Franklin
Delano.
Franklin Delano Roosevelt (1882-1945) y su New Deal.
La crisis de los años 1929-1940 multiplicó la
reacción de los intelectuales contra el liberalismo
clásico. Cuando Roosevelt juró el cargo de
Presidente de los Estados Unidos en marzo de
1933, la depresión económica estaba en su peor
momento. Prometió a New deal for the American
people.
Pero su política toma forma en el discurso del día
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de reyes de 1940: “Ponemos nuestra esperanza en un mundo de cuatro
libertades esenciales. La primera libertad es la expresión y palabra. La segunda
libertad de toda persona de rendir culto al dios de su creencia personal. La
tercera estar libres de carencias, y la cuarta estar libres de miedos”.
Se embarcó en un gigantesco programa de obras públicas como el sistema
eléctrico del valle de Tennessee. Montó un sistema de regulación industrial,
intensificó las regulaciones sobre las condiciones de trabajo creando el
Consejo del Trabajo Nacional (para hacer obligatoria la negociación colectiva) y
la sindicación obligatoria. Intervino en el mercado hipotecario (Federal National
Mortgage Association (FNMA), o Fannie Mae). Creó el sistema de pensiones
públicas, devaluó el dólar, reguló el mercado de valores creando la Securities
Exchange Commission, creó el seguro de depósitos bancarios a través de la la
Federal Deposit Insurance Corporation, separó la Banca Comercial de la de
Negocios, etc.
En su filosofía económica esta la idea de que el exceso de competencia había
presionado excesivamente los salarios y precios a la baja (fair prices). De ahí
que fomentase el control de precios de forma directa o bien mediante la
colusión empresarial y la sindicación.
La segunda guerra mundial.
Muestra las grandes alternativas al capitalismo
• Nacismo
• Comunismo
De manera que muchos intentan una nueva vía que pueda salvar a la
civilización occidental. El propio Keynes así lo creía.
Beveridge y el Estado del Bienestar.
En 1942 en la Gran Bretaña se publicó el informe titulado Social Insurance
and Allied Services (Informe Beveridge) elaborado por William Beveridge. El
informe proponía universalizar el modelo de beneficencia recomendando una
contribución general finalista para financiar un seguro obligatorio de accidentes,
de enfermedad, de desempleo y de jubilación; y la financiación directa a cargo
del Presupuesto de la enseñanza obligatoria. En los momentos más oscuros de
la guerra el plan era crear una sociedad más solidaria una vez llegada la paz.
Como decía el propio Beveridge todos juntos tenían que luchar contra los cinco
gigantes malignos; la enfermedad, la ignorancia, la miseria, el paro y la
pobreza.
Luego Clement Attlee derrota a Wiston Churchill en las elecciones de 1945
iniciando una época eminentemente intervencionista que se prolongará hasta el
aproximadamente 1980 cuando, tras la dura crisis de los años setenta,
irrumpen en el panorama político la premier británica Margaret Thatcher y el
presidente Ronald Reagan con sus programas liberalizadores y privatizadores
que supondrán un cierto freno al estatismo dominante hasta ese momento.
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Estos dos importantes políticos marcarán una nueva era en donde las políticas
de demanda son parcialmente sustituidas por políticas de oferta con sustento
teoría de relevantes economistas como Frederic Von Hayek o Milton Friedman
que
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