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LAS REVOLUCIONES EN EL MODO DE HACER LA GUERRA
Enrique Obando∗
Dos revoluciones en la guerra moderna
Los orígenes
En la década de 1930, en Alemania y en China, se sentaron las bases de las revoluciones
que cambiarían el arte de la guerra en lo restante del siglo XX y comienzos del siglo
XXI. En Alemania se llevó a cabo una revolución en la guerra convencional basada en
una nueva tecnología militar que incluía el tanque, el avión y el paracaídas. Este
desarrollo se daba también en otros países de Europa como Inglaterra y Rusia, pero la
diferencia es que Alemania llevó a cabo un cambio paralelo en la organización y en la
doctrina táctica de sus fuerzas armadas, para sacarle el máximo provecho a la nueva
tecnología. Los tanques, en vez de distribuirse entre la infantería como en Francia, se
concentraron en divisiones blindadas; los aviones se utilizaron como caza bombarderos
de precisión que funcionaban como artillería volante, destruyendo objetivos en la
retaguardia del enemigo. Los paracaidistas se concentraron en divisiones
aerotransportadas para tomar intactos puentes que permitieran el paso de los blindados
impidiendo que el enemigo los destruyera para frenar el avance de los tanques. A esto se
unió la motorización de la infantería que le permitió un rápido avance detrás de los
blindados. La prensa americana, para ser más específico la revista Time, bautizó a esta
nueva forma de hacer la guerra como guerra relámpago (Blitzkrieg) y este fue el tipo de
táctica empleada por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente
copiado por los aliados occidentales y soviéticos. Esta revolución militar se amplió
posteriormente con la utilización del radar, que viene a ser el primer paso en la guerra
electrónica, el bombardero estratégico, el avión a reacción y las bombas V-1 y V-2. A
partir de este comienzo, en las siguientes décadas, la electrónica tomo vida propia y
permitió el desarrollo de armas teledirigidas como los misiles, los que con el correr del
tiempo adquirieron cada vez mayor precisión. Para fines de los años 80, se estaba
hablando de armas inteligentes y de una nueva revolución militar.
Al mismo tiempo que esto ocurría en Europa y Estados Unidos, en China, Mao TseTung llevaba a cabo otra revolución en el arte militar en lo que se llamaría primero
guerra no convencional y posteriormente guerra política, redescubriendo la guerra de
guerrillas. Este tipo de guerra es tan antigua como la guerra misma. En la edad
contemporánea se utilizó en España contra las tropas napoleónicas en 1808 y después en
la campaña de Rusia en 1812. Antoine Henri de Jomini, uno de los intérpretes de
Napoleón, habló de ella como la guerra del futuro (1) y este tipo de guerra no era ajeno
a Clausewitz, quien como militar prusiano, enfrentado a la superioridad de los ejércitos
franceses napoleónicos, tuvo que recurrir a este tipo de guerra en 1813.(2) Sin embargo,
la guerra europea marcharía por los caminos convencionales porque la guerrilla es la
táctica de los débiles y Europa se ha mantenido a la cabeza del desarrollo económico y
tecnológico del planeta. China, sumida en una guerra civil desde 1927, con Manchuria
Antropólogo por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Master en Políticas de Seguridad por la
Universidad de George Washington, Estados Unidos
∗
ocupada por Japón desde 1931 y abiertamente invadida por esta potencia desde 1937,
era otra cosa. Mao recurrió a la guerra de guerrillas contra el Kuo-Ming-Tang primero y
contra los japoneses después. La gran revolución, sin embargo, fue fusionar la guerra de
guerrillas con la organización del Partido Comunista creado por Lenin. Lenin creó un
partido basado en células que no tenían contacto unas con otras y cuyos miembros no se
conocían entre sí. La captura de un miembro de la célula no significaba la caída de toda
la célula y la caída de una célula, no significaba la caída de las otras. Una guerrilla
montada sobre una organización en células era un instrumento de guerra irregular
formidable. Podía golpear a un adversario superior y luego disolverse entre la
población, ya que sus miembros no utilizaban uniformes, tenían el apoyo de la
población, y eran desconocidos incluso entre ellos mismos. Lo único que un militante
sabía de los otros era su alias, no conocía su verdadero nombre, ni su dirección, ni su
lugar de trabajo. Este sistema de guerra no convencional fue llamado por Mao Guerra
Prolongada, porque en ella el tiempo jugaba a favor del guerrillero y se trataba de
prolongar la guerra a fin de cansar al enemigo y quitarle la voluntad de seguir
combatiendo. Esta era una guerra más política que militar en donde la guerrilla tenía
que tener a la población de su parte y debía esconderse entre la población. (3) Dicha
guerra llevó a Mao a vencer primero a los japoneses, y luego a imponerse en la Guerra
Civil contra el Kuo Ming Tang en 1949, a pesar de todo el apoyo militar que éste
recibió de los Estados Unidos. Este tipo de guerra se expandió hacia el tercer mundo en
forma de guerra subversiva y en Vietnam, Francia primero y los propios Estados Unidos
después, saldrían derrotados por ella. Otro tanto le sucedió a Francia en Argelia. La
guerra subversiva, siendo una guerra política, significaba que no le era necesario invadir
a otro país militarmente, como sucedió en la guerra de Corea, sino que el país era
asaltado desde dentro por sus propios ciudadanos insatisfechos con el régimen
imperante, en búsqueda de uno más satisfactorio.
Estas dos revoluciones en el arte de hacer la guerra de los años 30 se han reeditado y
han dado un salto mayor a fines del siglo XX y comienzos del XXI.
La nueva revolución militar
Hacia fines de los años 80 comienza a hablarse nuevamente de una revolución militar.
El término Revolución Tecnológica Militar fue acuñado, curiosamente, por los
soviéticos por estos años, a fin de referirse a la capacidad que había desarrollado
Estados Unidos para lanzar ataques profundos de precisión, basados en las llamadas
armas inteligentes (una combinación de láser, radar y el sistema de posicionamiento
global GPS), el reconocimiento desde satélite, aviones radar y drones, apoyado por
comunicaciones sofisticadas y la tecnología stealth (invisibilidad al radar). Estas nuevas
tecnologías, se pensaba, cambiarían la naturaleza y la conducción de la guerra. En
Estados Unidos el término se reacuñó en 1994 como Revolución en Asuntos Militares
(Revolution in Military Affairs o RMA) y sus padres fueron Andrew Marshall y
Andrew F. Krepinevich, el primero un conocido estratega que había encabezado la
Oficina de Apoyo Neto del Pentágono desde 1973, y el segundo Director Ejecutivo del
Centro de Asesoramiento Estratégico y de Presupuesto. (4)
Para 1990 esta revolución tecnológica había alcanzado un avance suficientemente
significativo, lo cual fue evidente en las operaciones Escudo del Desierto y Tormenta
del Desierto contra Saddam Hussein. La fuerza de tanques T-62 y T-72 de Saddam fue
destruida a distancia sin que hubiera una sola pérdida para los tanques Abrams M-1
norteamericanos. El mismo resultado se aplicó a la Fuerza Aérea que destruyó todos los
objetivos planteados, cegó los radares iraquíes e interrumpió las comunicaciones de
Saddam Hussein, mientras que la Fuerza Aérea iraquí no se atrevió a presentar combate.
El año 2000, el Almirante William Owens, Sub Jefe de Estado Mayor americano
señalaba en su artículo “Lifting the Fog of War” (5) que un nuevo tipo de guerra basado
en la tecnología de las computadoras y las comunicaciones había aparecido y permitía
visualizar totalmente el campo de batalla, independientemente de las condiciones
meteorológicas, de la hora del día y de los esfuerzos del enemigo para ocultar sus
acciones. Para el 2002, año en que las fuerzas armadas norteamericanas invadieron Irak,
derrotaron al Ejército irakí y capturaron Bagdad después de recorrer 400 millas, esta
revolución ya estaba consolidada.
El papel de la Fuerza Aérea se ha extendido para proporcionar lo que ahora se denomina
C4ISR o comando, control, comunicaciones, computadoras, inteligencia, vigilancia y
reconocimiento. (6) Esto ha traído como consecuencia que los comandantes en el teatro
de operaciones tengan lo que se denomina una capacidad centrada en redes (networkcentric). La idea de una capacidad militar centrada en redes que se hayan conformadas
por sistemas de sistemas de armas fue planteada por el Almirante Arthur K. Cebrowski,
Director de Transformación de la Fuerza. Cebrowski es el padre de lo que ahora se
llama network centric warfare o guerra centrada en redes. De acuerdo a esto, el
comandante se encuentra en el centro de un sistema de sistemas de armas que
conforman redes con capacidad para comunicarse entre ellos y con el comandante. En la
guerra moderna, quien no está comunicado no forma parte de la red y quien no forma
parte de la red no existe. Es la guerra de la era de la información. El comandante tiene
información total de su fuerza, de la ubicación de cada uno de sus sistemas, de su
situación, de sus capacidades e incluso de sus soldados individuales y tiene también
información del terreno, del clima, y de la posición y capacidades del enemigo gracias a
sus satélites, awacs y drones. (7) Tal como dijera el Almirante Jay Johnson, ex Jefe de
Operaciones Navales de los Estados Unidos, la guerra centrada en redes representa un
cambio fundamental respecto a la guerra centrada en plataformas. (8)
El futuro de esta revolución militar ya está sucediendo hoy mismo y es la robotización
de los ejércitos: máquinas que luchan contra máquinas, sin tripulaciones humanas. La
tecnología de los drones ha progresado tanto que hoy en día los UAVs (unmanned air
vehicles) pueden volar a miles de kilómetros de distancia. Hoy día los UAVs están
actuando sobre Irak o Afganistán y los “pilotos” que los dirigen están cómodamente
sentados en La Florida.
Esta revolución tecnológica militar ha ocasionado una revolución en la organización
militar y en las tácticas de combate. Por un lado, el tamaño de las fuerzas se ha
reducido, ya que no se depende tanto de la masa como de la alta tecnología. Un soldado
moderno con la tecnología apropiada puede hacer mucho más daño que un batallón
antiguo. La reducción está, sin embargo, también relacionada con el costo. Cada nueva
generación de aviones o de tanques tiene mayor capacidad, pero también costos
considerablemente mayores que sus predecesores. Un tanque moderno cuesta
aproximadamente cinco millones de dólares, un radar cuesta unos 20 millones, un avión
de combate unos 50 millones de dólares, un AWACS unos 180 millones, y una fragata
unos 450 millones. El soldado conscripto tradicional tiende a dejar de existir
reemplazado por el soldado profesional altamente calificado. Las grandes unidades ya
no son las divisiones sino las brigadas, con menor número de efectivos. La táctica parte
de una guerra electrónica y cibernética que primero ciega al enemigo y luego lo deja
incomunicado, para a continuación bombardearlo con ataques de precisión llevados a
cabo por aviones invisibles al radar, con armas inteligentes, desde bases que pueden
estar al otro lado del mundo. Un bombardero B-2 puede llevar a cabo este tipo de
ataques a cualquier rincón del planeta. Finalmente, el ejército avanza para ocupar el
territorio y para recoger los restos del enemigo.
La nueva insurgencia o nueva subversión
Ante esta revolución tecnológica que le otorga a Estados Unidos una superioridad
absoluta frente a cualquier adversario posible, los posibles adversarios han respondido
con un tipo de guerra diferente, en donde la superioridad norteamericana para la guerra
convencional no sirve de mucho. El contraste entre los dos tipos de guerras puede verse
claramente en las operaciones en Irak después de las primeras tres semanas.
El nuevo tipo de guerra ha recibido tantos nombres como autores han teorizado sobre
ella y hay algunas diferencias entre estos conceptos. El Joint Doctrine de 1995 y el Joint
Strategy Review de 1999 (9) lo bautizan como guerra asimétrica, entendido como el
tipo de guerra que se da entre dos contendientes con diferentes niveles de poder militar
y en donde el débil utiliza medios adecuados para lograr que la superioridad militar del
fuerte no tenga relevancia para imponer una solución al conflicto. El modo de lograr
esto es utilizando un terreno en donde la superioridad militar del fuerte no puede ser
utilizada plenamente, o utilizando una tecnología menos sofisticada, pero que por su
número y la forma de su empleo puede resultar difícil de enfrentar por una fuerza
superior, como fue el caso de la estrategia submarina utilizada por Alemania en la
Segunda Guerra Mundial, ante la imposibilidad de enfrentar la flota de superficie
británica con una flota similar. En ambos casos, estamos todavía en el ámbito de la
guerra convencional. La otra posibilidad es promover una guerra política en donde lo
que interesa no es ya la destrucción del ejército enemigo, sino ganar el apoyo de la
población, en cuyo caso estamos ante una guerra que es heredera de la Guerra
Prolongada de Mao.
Thomas X. Hammes nos habla de Guerra de Cuarta Generación (10) y hace una
clasificación de las guerras a lo largo de la historia de acuerdo a la importancia que ha
tenido un determinado factor en ellas. Según él, la Guerra de Primera Generación fue
aquella en que la masa predominaba. Quien tenía mayor número de tropas usualmente
vencía en el campo de batalla. Este tipo de guerra es el que existió desde la aparición de
los ejércitos organizados en Sumeria, hasta la culminación de las guerras napoleónicas.
Las Guerras de Segunda Generación son aquellas en las que el factor predominante es el
arma de fuego y usualmente se impone en ellas quien tiene mayor capacidad de fuego.
Estas Guerras culminaron con la I Guerra Mundial. Las Guerras de Tercera generación
son aquellas en las que se impone la maniobra, lo que depende de la movilidad y por
ende de los tanques y vehículos blindados. Estas Guerras se iniciaron con la Blitzkrieg
alemana de la Segunda Guerra Mundial y hoy día el ejército norteamericano está
todavía planeando para librar guerras de este tipo. Finalmente, las Guerras de Cuarta
Generación son una forma desarrollada de insurgencia que utiliza todas las redes a su
disposición, políticas, económicas, sociales y militares, para convencer a los líderes del
enemigo que sus objetivos estratégicos o son inalcanzables o son muy costosos de
lograr, comparado con los beneficios que de ello se pueda obtener.
De otro lado, Martin van Creveld, un académico israelí de ascendencia holandesa, nos
habla de la Guerra no Trinitaria. La idea parte de los elementos de la guerra
considerados por Clausewitz como una trinidad. Dicha trinidad está conformada por la
violencia en primer lugar, el azar y la probabilidad en segundo y finalmente la razón.
Esta concepción clausewitziana fue hecha pensando en los Estados como actores y el
elemento racional se basaba en la idea que los Estados son los que buscan objetivos
políticos racionales mediante el conflicto. El elemento racional es el que ha llegado
hasta nosotros con la famosa frase de que la guerra es la política por otros medios. Sin
embargo, Van Creveld sostiene que en la guerra actual en muchos casos está ausente el
Estado, ya que dichas guerras son libradas por grupos subversivos, señores de la guerra,
terroristas e incluso mafias internacionales. Está ausente, entonces, el tercer elemento de
la trinidad y por ello denomina a este tipo de guerras “no trinitarias”. En otras palabras
el Estado ha perdido el monopolio de hacer la guerra y ahora se enfrenta a actores no
estatales que no sólo hacen la guerra sino que inclusive pueden ganarle la guerra al
Estado (11)
Finalmente, Antulio J. Echevarría II, un académico norteamericano del Strategic Studies
Institute del U.S. Army War Collage sostiene que la guerra de cuarta generación, la
guerra asimétrica y la guerra no trinitaria son mitos. Están basadas en clasificaciones de
la realidad que no soportan un análisis serio. Señala que no se necesita nuevos nombres
para denominar a la antigua y conocida guerra insurgente y que se han hecho buenos
trabajos para incluir los efectos de la globalización y las tecnologías de la información
sobre el antiguo concepto de guerra insurgente. (12)
Podemos preguntarnos cuáles son las nuevas características que presenta la guerra
subversiva. Básicamente dos: por un lado, en muchos casos, ya no está dirigida
centralmente como era en los tiempos en que las guerras subversivas eran libradas por
los Partidos Comunistas. Ahora está organizada en redes de instituciones de diferentes
tipos sin una dirección central. A esto se ha denominado guerras de redes. El caso más
claro es el de Al Qaeda. Este grupo terrorista tiene una organización central que ha sido
más o menos destruida por los norteamericanos luego de varios años de guerra.
Asimismo, tiene el apoyo de más de una veintena de grupos afines actuando en el
Medio Oriente, Norte de África y Asia Pacífico. El grueso de las bases de Al Qaeda, sin
embargo, son células auto generadas que están dispersas por todo el mundo y que no
tienen contacto con el centro ni con las otras células, que no reciben órdenes directas del
centro, que actúan por decisión propia y que están conformadas en muchos casos por
ciudadanos del país en donde la célula actúa. El caso típico es el de la célula que llevó a
cabo los ataques suicidas contra el subterráneo de Londres. Sus miembros eran
ciudadanos británicos, nacidos en Gran Bretaña, aunque de ascendencia musulmana,
que habían conformado dicha célula por convicción propia sin necesidad de que haya
habido un proselitismo de parte de la dirigencia de Al Qaeda. La inspiración para el tipo
de acción que llevaron a cabo la sacaron de la página web de Al Qaeda, de la radio y de
la televisión. Estas células conforman redes y estas redes a su vez se conectan
intermitentemente con otras que actúan en planos y actividades diferentes, pero que
tienen en común una posición anti sistema. Estas otras redes se mueven en actividades
que van desde la religión, pasando por la defensa de las minorías étnicas y grupos
inmigrantes y terminando en el tráfico ilícito de drogas, de armas y de personas. Estas
redes se apoyan unas a otras sin que exista comunicación con ningún centro. La
ausencia de un centro y de un mando único dificulta la lucha contra este tipo de
actividad subversiva, ya que no hay un centro de gravedad que pueda ser golpeado.
El segundo cambio es que la nueva guerra subversiva tiene el apoyo de la nueva
tecnología de computadoras, celulares, y GPS. A esto habría que añadir la posibilidad
de que grupos terroristas utilicen la guerra cibernética contra las comunicaciones, el
sistema de tránsito de aviones y trenes y los sistemas de información financiera de los
bancos. Por último, el mayor de todos los temores es que armas de destrucción masiva,
desde químicas y bacteriológicas hasta nucleares, puedan caer en manos de grupos
terroristas.
La guerra del presente tiene una característica especial y es que se ha convertido en un
continuum que va desde las acciones militares entre ejércitos convencionales, pasando
por las acciones contra guerrillas y terminado en las acciones en los campos no militares
para ganar los corazones y mentes de la población. Estados Unidos en Irak libró una
guerra convencional, pasó a una guerra de guerrillas y ahora lucha por ganar a la
población iraquí en una guerra insurgente. La guerra de un tipo pasó ser una de un
segundo tipo y ahora está librando una de un tercer tipo. La cosa se complica aún más si
consideramos que en Irak hay, además, una guerra civil entre sunitas y chiítas.
En la guerra convencional la diferencia entre paz y guerra era muy clara. La guerra
incluso se iniciaba con una declaratoria o en su defecto era clara la existencia de hecho
de una situación de guerra, por el tipo de acciones bélicas que tenían lugar. El término
de la guerra se caracterizaba por la firma de un tratado de paz. Con la guerra subversiva
las cosas cambiaron, ya que un Estado podía estar en guerra sin darse cuenta en la
medida en que la subversión iniciaba acciones que el Estado no quería reconocer como
una guerra interna. Asimismo, el término de la guerra no era explícito ya que raramente
había un tratado de paz con los subversivos. De otro lado, en una guerra cuyo objeto no
es la destrucción del ejército enemigo, sino la conquista de la mente y los corazones de
la población, la guerra incluye acciones en el campo psicológico, social y político. La
característica de la guerra actual, sin embargo, es que pueden presentarse a la vez todos
los elementos del continuum de la guerra. De hecho, unidades de la infantería de
marina norteamericana lucharon en lo que han denominado escenarios de tres bloques,
lo que quiere decir que la misma unidad estaba al mismo tiempo combatiendo una
guerra de blindados, una de guerrillas y repartiendo víveres en una operación
humanitaria. (13)
En la medida en que la guerra nos puede exigir hoy en día que llevemos a cabo en un
determinado momento operaciones militares convencionales, en otro momento guerra
contra subversiva y en un tercero operaciones de paz, es necesario saber qué guerra
estamos peleando en cada momento. Los americanos fueron a una guerra convencional
en donde tuvieron gran éxito y terminaron empantanados en una guerra insurgente en
donde están perdiendo 2.3 hombres cada día. Hasta el momento, la fuerza militar
norteamericana ha tenido 3,855 muertos. (14) La famosa frase de Clausewitz cobra
especial significado hoy en día: “El primer acto de discernimiento, el mayor y el más
decisivo que ejecutan un estadista y un jefe militar es el de establecer correctamente la
clase de guerra que están librando y no tomarla o hacer de ella algo diferente de lo que
permita la naturaleza de las circunstancias. Éste es, por tanto, el primero y más amplio
de todos los problemas estratégicos.” (15)
Los norteamericanos han logrado la excelencia en el dominio de la primera revolución
en la guerra, la que está ligada a la nueva tecnología para la guerra convencional
moderna, pero han descubierto con asombro la segunda revolución en la guerra, la
nueva insurgencia. Lo que quiere decir que no aprendieron nada de su experiencia en
Vietnam. En realidad, la gran lección que los norteamericanos sacaron de Vietnam fue
la de no pelear guerras no convencionales. Ahora que las circunstancias del mundo del
siglo XXI los arroja nuevamente a combatir en una nueva guerra insurgente han
descubierto que no tienen las herramientas apropiadas para enfrentarla. John Nagl, un
teniente coronel del Ejército norteamericano, se pregunta por qué el ejército
norteamericano no pudo aprender las lecciones de Vietnam mientras que el británico si
aprendió las lecciones de Malasia. (16) La respuesta que se da es que la cultura militar
de ambos ejércitos es diferente. La cultura militar norteamericana está basada en gran
disponibilidad de medios y gran capacidad de fuego resultado de una abundancia
presupuestal. La cultura militar británica, por el contrario, se forma durante el imperio,
no está acostumbrada a grandes exuberancias presupuestales y está acostumbrada a
trabajar de manera coordinada con el mando político de las colonias y tiene, justamente
por ser colonial, gran conocimiento de las culturas extranjeras en las cuales se mueve,
entre otras cosas porque la mayoría de las tropas coloniales y los suboficiales eran
nativos.
La diferencia entre las culturas militares pudo verse en la diferente forma de
aproximación que tuvieron norteamericanos y británicos ante guerras insurgentes.
Mientras Gran Bretaña tuvo éxito en Malasia con una estrategia de ganar el apoyo de la
población, Estados Unidos fracasó en Vietnam con una estrategia de eliminación militar
de los combatientes del Vietcong basada en su superioridad de fuego.
Hoy en día, Estados Unidos está tratando de lidiar con la segunda revolución, la de la
guerra política, y está llevando a cabo una serie de cambios para lograrlo. (17) Se busca
tomar en consideración la inteligencia cultural a fin de saber cómo piensa el enemigo y
el pueblo al que se está tratando de apoyar. Se busca enseñar idiomas a fin de poder
comunicarse en los idiomas de los pueblos en donde se están llevando a cabo las
operaciones militares y sobre todo las de estabilización y reconstrucción. Para las
misiones de estabilización y reconstrucción se juzga necesario incrementar la policía
militar, la aviación de transporte, la infantería, las capacidades de las oficinas de asuntos
civiles, las operaciones psicológicas, la ingeniería, la inteligencia y las fuerzas
especiales. Especial importancia tendrá la cooperación interagencias, sobre todo
después de que el Huracán Katrina demostrara que las Fuerzas Armadas
norteamericanas no se podían comunicar con sus pares de las agencias civiles. La orden
para llevar a cabo dicha transformación proviene de la Directiva DOD 3000.05 del 28
de noviembre del 2005.y de la Directiva Presidencial NSPD-44 del 7 de diciembre del
2005.
Una tercera revolución
Los norteamericanos han descubierto que “el contexto manda”. En otras palabras, que
como decía Clausewitz, hay que entender la naturaleza de la guerra en la que están
embarcados. (18) (19) Si es una guerra política prolongada basada en redes tendrán que
ganar a la población. Pero más importante todavía es lo que señala Colin Gray. (20) El
cambio revolucionario en la guerra puede ser menos importante que el cambio
revolucionario en las actitudes hacia la guerra y los militares. Hay, entonces, una tercera
revolución, que está en el contexto socio-cultural de la guerra. Lo que era aceptado
como normal en la Segunda Guerra Mundial no lo es ahora. El bombardeo estratégico
de ciudades llevado a cabo sin mayores remordimientos por alemanes, ingleses y
norteamericanos hoy día sería considerado un crimen de lesa humanidad. La masacre de
tropas alemanas en la bolsa de Falaise en 1944 era aceptada, la masacre de tropas y
civiles iraquíes en la llamada “carretera de la muerte” al norte de ciudad Kuwait en
1991 fue censurada por la opinión pública y la prensa. Esto es algo que sabemos desde
Vietnam. La prensa con la posibilidad de llevar la guerra a la sala de los no
combatientes ha producido este cambio de actitudes. En realidad, ésta es una revolución
que está en marcha desde la guerra de Crimea, en donde el telégrafo permitía que los
reportes de los periodistas sobre la guerra llegaran a Londres en pocas horas. Hoy
tenemos las imágenes de la guerra en tiempo real. Nadie había planteado, sin embargo,
esta característica como una revolución que debe ser tenida en cuenta para las
operaciones militares de manera tan importante como la revolución tecnológica o la
revolución en la guerra política. Es más, la revolución en la guerra política es en parte
posible debido a que ha habido una revolución en las actitudes hacia la guerra y los
militares. Eso es lo que permite la maniobra externa de la que nos hablaba André
Beaufre.
Finalmente, cuando estamos hablando del contexto y de que éste es determinante en el
resultado de una guerra, estamos hablando de un concepto sumamente complejo, ya que
el contexto se descompone en muchos elementos. Existe un contexto político, uno
estratégico, uno socio-cultural, uno económico, uno tecnológico y uno geográfico. El
cambio de sólo uno de estos contextos hace que nos encontremos ante una guerra
totalmente diferente, en donde las soluciones que funcionarían en otras circunstancias
no son aplicables. Por tanto el contexto manda más allá de lo que podemos imaginarnos.
Las tres revoluciones en el Perú
El Perú difícilmente podría estar más lejos de la primera revolución, la tecnológica
militar. Su material bélico es obsoleto o inoperante. Sus tanques T-55 son de tecnología
de los años 50, así como su defensa aérea (misiles y radares) Los aviones de combate
son más modernos (tecnología de los 80) pero están inoperativos. Aún estando
operativos la munición inteligente para estas plataformas es escasa o inexistente. En la
Marina, los torpedos son de una generación anterior, lo mismo que los misiles buque a
buque. El sistema de comando y control es casi inexistente, no existen aviones
AWACS, ni radares modernos, ni mucho menos un satélite. La idea de sistemas de
sistemas o guerra basada en redes no puede estar más alejada de nuestra realidad. De
otro lado, la tropa profesional es inexistente, ya que los soldados voluntarios reciben
una paga de S/.110.00, o sea el equivalente a US$36.66 mensuales.
Para solucionar parcialmente esto, el gobierno ha dado 654 millones de dólares para la
creación de una fuerza denominada Núcleo Básico Eficaz. La cantidad es evidentemente
insuficiente para hacer de la Fuerza Armada peruana una fuerza combatiente en
términos cercanos a la última revolución tecnológica. No obstante, si se gasta
juiciosamente y este gasto es seguido de un segundo “núcleo básico”, podríamos
eventualmente tener una fuerza que permita llevar a cabo, por un tiempo, una cierta
disuasión creíble en la región. No obstante, hay que recordar que muchas de nuestras
plataformas (submarinos, aviones de combate, etc.) están al límite de su vida útil y que
tendrán eventualmente que ser reemplazadas, lo que implicará un costo considerable
que tendrá que asumirse probablemente en una década.
El por qué se ha llegado a esta situación tiene que ver con la tercera revolución, la de las
actitudes hacia la guerra y los militares. Todos los gobiernos posteriores al gobierno
militar que terminó en 1980 se negaron a llevar a cabo gastos militares. Las razones son
muy variadas. La primera razón y la única atendible fue la crisis económica que no
permitía este tipo de gastos. Pero cuando se pudo llevar a cabo el gasto se esgrimió una
serie de excusas para no hacerlo. Unos porque pensaban que las guerras convencionales
entre países sudamericanos estaban superadas, aunque en 1995 tuvimos una con
Ecuador. Otros por venganza política, primero contra el gobierno militar de 1968-1980
y luego contra los militares por haber apoyado al Gobierno de Fujimori (1992-2000).
Otros porque consideraban que el gasto en defensa era no productivo y había que
minimizarlo. Otros por castigo a los militares por violación de derechos humanos en la
guerra contrasubversiva. La realidad es que la actitud hacia la guerra y los militares han
cambiado en nuestra sociedad y es un hecho que hay que tomar en cuenta si se quiere
lograr un presupuesto apropiado para el Sector Defensa y si se quiere enfrentar futuros
conflictos bélicos con un mínimo de éxito.
Por ello, es necesario legitimar a la Fuerza Armada y para ello la elaboración de un
Libro Blanco de la Defensa Nacional puede ser de gran utilidad. Un Libro Blanco
supone ponernos de acuerdo como sociedad respecto a qué Política de Defensa Nacional
queremos tener, qué misiones le vamos a dar a nuestras Fuerzas Armadas y qué
características queremos que tenga dicha fuerza. Para ello se lleva a cabo una consulta a
la sociedad civil sobre estos temas a nivel nacional. En la medida en la que la sociedad
le de determinadas misiones a la Fuerza Armada, el paso siguiente será proveer a la
fuerza militar de los medios para llevarlas a cabo. Entonces ya no podrá haber excusas
del sector economía, de un sector de la prensa o de determinados grupos de interés para
no hacerlo, porque la propia sociedad será la que le habrá encomendado a la Fuerza
Armada sus misiones.
De otro lado, será igualmente necesario ponernos de acuerdo, para casos de guerra
interna, en qué casos y en qué circunstancias puede la Fuerza Armada hacer uso de sus
armas y legislar al respecto, para que no haya más casos de tropas enviadas a prisión por
ello, ni encontrarnos en el limbo en el cuál la fuerza no sabe si debe o no debe actuar
ante determinadas circunstancias. Esto significa legislar respecto a las reglas de
enfrentamiento, reglas que la fuerza militar deberá respetar.
En tercer lugar, es necesario que el Sector Defensa tenga un lobby en el Congreso así
como en la prensa. Un lobby permitirá tener amigos en el legislativo, que es quien
finalmente promulga las leyes que afectan a la Fuerza Armada, así como amigos en la
prensa que contrarresten la influencia de aquellos que tienen tendencias anti militares.
Por último es necesario acercar la Fuerza Armada a la sociedad y esto hay diferentes
formas de hacerlo, desde demostraciones militares, deporte y retretas, hasta
conferencias, pero posiblemente la mejor de todas es la acción cívica. La acción cívica
significa llevar el desarrollo a las poblaciones aisladas del país, construir puentes,
carreteras, llevar salud, comunicar con vuelos cívicos poblaciones que de otra forma no
tendrían manera de comunicarse. Sin embargo, hay que considerar que ésta es una tarea
subsidiaria. Esto no debe significar la creación de más batallones de ingeniería de los
necesarios para la guerra, ni la adquisición de más aviones de transporte de los que se
necesitarían en un conflicto, pero sí utilizar nuestros batallones de ingeniería y nuestros
aviones de transporte en misiones de acción cívica.
El tema de la revolución en la guerra política debe preocuparnos muy especialmente,
porque la nueva característica de esta guerra es la existencia de redes que no tienen un
mando central reconocible. Esto es precisamente lo que se está dando hoy en día en el
interior del Perú. Hoy no existe un partido jerárquico con una ideología estructurada que
represente la tendencia anti-sistema. En su lugar, destruidos Sendero Luminoso y el
MRTA, lo que existe es un sentimiento anti-sistema no sistematizado en una ideología,
pero fuertemente presente en amplias capas de la población y organizado en grupos o
movimientos de diferente índole. Tenemos las organizaciones que se oponen a la
minería en el Perú en defensa de una opción agraria como la CONACAMI, los grupos
de colonos cocaleros organizados en varias asociaciones, los grupos etnicistas que
defienden la “raza cobriza” originaria como el núcleo de la nacionalidad dentro de los
cuáles se encuentran los etnocaceristas, los grupos políticos de la extrema izquierda
como Patria Roja, los grupos Bolivarianos organizados en las Casas del ALBA, los
Círculos bolivarianos y las Asociaciones de Amistad Peruano-Cubana y los grupos
defensores del medio ambiente, entre otros. Estos grupos no tienen una organización
común, ni una ideología común, pero sí un sentimiento anti sistema que los unifica y
hace que eventualmente puedan apoyarse unos a otros. No llegan a ser subversivos pero
algunos caminan por el borde de la ilegalidad como la CONACAMI, los cocaleros y
Patria Roja. Conforman una red de organizaciones anti sistema que tienen en común su
posición anti capitalista, anti TLC, anti privatización, anti norteamericana y anti
globalización. Tienen el apoyo de ciertas autoridades regionales y están inclusive
presentes en el Parlamento. Si alguno de estos grupos iniciara actividades subversivas,
en la medida en la cual existe una cultura extendida de izquierda, es posible que puedan
reproducirse células subversivas sin que haya un centro que las cohesione o las
organice, en cuyo caso, la lucha contra un fenómeno de este tipo sería sumamente
difícil. Es lo que está ocurriendo con las células de Al Qaeda en el mundo, que son auto
generadas. Esto es algo que podría ocurrir igualmente en el Ande peruano y nos
encontraríamos enfrentando una guerra de redes.
La gran ventaja es que esto todavía no ha ocurrido y siguiendo los planteamientos de
Sun Tzu, el gran estratega no es quien combate y derrota al enemigo, sino quien evita
que el enemigo se organice y ataque. Eso es precisamente lo que hay que hacer. Lo
único que puede desactivar un fenómeno de esta naturaleza es la presencia del Estado en
la zona andina y ceja de selva con un mensaje de justicia y una praxis de redistribución
de riqueza, promoviendo el desarrollo económico y social, no repartiendo dinero sino
apoyando iniciativas productivas. El mercado no puede hacer esto. El mercado no
redistribuye riqueza, por el contrario la concentra. Sólo el Estado puede hacerlo y esto
es evidentemente no un rol del Sector Defensa sino de la Presidencia del Consejo de
Ministros.
De otro lado, está la lucha contra la subversión de Sendero Luminoso que se está dando
en el Valle del Río Apurímac-Ene (VRAE) y en el Huallaga. Al respecto el Perú tiene
una gran experiencia en guerra anti subversiva desde 1982 hasta la actualidad. No
obstante pareciera que hay algunas lecciones que hemos olvidado y que vale la pena
repasar, para no repetir los errores del pasado. Las lecciones que debemos repasar son
básicamente cinco: mando único, obtener el apoyo de la población, inteligencia,
sorpresa, censo y control.
Mando único: En el Valle del Río Apurímac Ene el gobierno ha estructurado el
denominado “Plan VRAE”. Para ello ha nombrado un jefe político, un jefe militar y un
jefe policial. Esto crea una necesidad de coordinación entre estas tres jefaturas, cada una
de las cuales depende de un ministerio distinto, la Presidencia del Consejo de Ministros
en un caso, Defensa e Interior en los otros dos. Pero además, para los temas de
desarrollo, que son parte esencial del plan, hay necesidad de coordinar con por lo menos
otros ocho ministerios. Al respecto hay que recordar la frase de Napoleón; es mejor un
mal general que dos buenos. Las guerras no se pelean por Comité. Allí donde hay
necesidad de coordinar entre múltiples actores las decisiones se demoran o no se toman
nunca, el campo para los malos entendidos se multiplica, los trámites se prolongan, etc.
Es necesario nombrar un mando único que no tenga que negociar la participación de los
otros actores, sino que tenga autoridad y mando sobre el resto. Sería necesaria una
autoridad autónoma para el VRAE con mando directo sobre la parte militar, policial y
de desarrollo. En otras palabras, lo que se necesita es un comando operacional
encabezado por el poder político y con elementos de los sectores, militar, policial y del
desarrollo.
Ganar el apoyo de la población: Este es el eje de la doctrina antisubversiva británica.
Mao señaló que el revolucionario debía moverse entre la población como el pez en el
agua. El planteamiento de Robert Thompson, uno de los fundadores de la doctrina
británica, era que no tenía sentido tratar de golpear a cada uno de los peces, sino más
bien lo que había que hacer era quitarles el agua. (21) En teoría el Estado peruano no
necesitaría ganar el apoyo de la población sobre el tema de Sendero ya que éste quedó
totalmente deslegitimado por su accionar terrorista. Pero, si bien Sendero no va a tener
el apoyo de la población, el Estado podría fácilmente perderla. La razón es la política
anti drogas que se está siguiendo. No hay que olvidar que el VRAE, y para lo que nos
interesa el Huallaga también, son zonas en donde la mayoría de la población está
integrada por cocaleros. Por tanto, una política anti drogas como la actual, que incluye
la erradicación forzosa de los sembríos de coca, nos enfrenta directamente con la
población cocalera, que está organizada, en muchos casos armada y que tiene apoyo de
las autoridades regionales y presencia en el Congreso de la República. Sin embargo, es
necesario combatir el tráfico ilícito de drogas, pues el dinero que financia a Sendero
proviene de él. Siendo esto así, hay formas de hacerlo de manera indirecta, sin tener que
enfrentarse con la población cocalera. La mejor forma es la interdicción tanto aérea
como marítima y fluvial. La idea es que el comprador no pueda adquirir el producto
(cocaína) y por lo tanto el precio de la hoja de coca baje. Eso fue lo que sucedió en 1998
cuando la FAP llevaba a cabo la interdicción aérea; el precio de la hoja de coca bajó y
los campesinos abandonaron su cultivo por no ser ya rentable. El resultado fue la
erradicación sin enfrentamiento. Hoy en día el problema es más complicado porque la
droga sale por mar, pero la idea es básicamente la misma: interdicción. De esta manera
no nos enajenaremos a la población de la zona.
Inteligencia: Aparentemente tenemos un problema de inteligencia táctica y operativa.
Esto es algo que no se puede hacer de un día para otro. Es necesario generar redes de
inteligencia en la zona. Si se están produciendo ataques a la policía deberíamos poder
saberlo con anterioridad. En este caso viene en nuestra ayuda la primera revolución; la
tecnológica militar. Existe hoy en día en inteligencia de combate, tecnología que nos
permite detectar el movimiento de individuos mediante sensores remotos. Podríamos
tener una clara visión de todos los movimientos de grupos sospechosos en la zona y no
ser tomados por sorpresa. Para que ello sea así es necesario reconocer que estamos en
guerra y gastar lo necesario.
Sorpresa: Las operaciones en una guerra no se publicitan a la prensa. Como dijera Sun
Tzu, el mejor plan es el que no se conoce. El gobierno, por el contrario, ha dado
publicidad al nombramiento de los jefes político, militar y policial. Esto es una
invitación a que los asesinen. De otro lado, se ha publicitado el plan mismo, con lo cual
podemos tener dos resultados. Que el enemigo advertido se prepare y haga fracasar el
plan o que abandone la zona y cuando el Estado decida finalmente golpear encuentre la
zona vacía y el enemigo se haya trasladado a otra zona del país. Sobre los planes lo
mejor es guardar silencio, prepararse en secreto y golpear cuándo y dónde el enemigo
no lo espere. La publicidad se hará sobre los resultados que la operación arroje y no
sobre una promesa de victoria que muy probablemente no habrá, precisamente porque
se ha advertido al opositor.
Censo y control: No se puede tener control de una zona si no sabemos quienes ni
cuántos se encuentran en la zona. En este sentido un censo es imprescindible. Es cierto
que la población es altamente móvil, pero no hay alternativa al censo. Si no conocemos
el número y la identidad de los individuos que debemos controlar el control será
imposible y estarán saliendo y entrando de la zona grupos que saldrán con droga y
entrarán con armas.
Es necesario poner cuidado en estos puntos. Nadie nos perdonará cometer los mismos
errores después de veinte años. Por último, es necesario introducir algo de la nueva
tecnología fruto de la revolución tecnológica militar en la zona. Esto se hace con
decisión política y dinero. Hay que reconocer que la guerra contra Sendero no terminó,
que seguimos en guerra y que las guerras hay que ganarlas y se ganan con dinero.
En resumen, en el campo convencional debemos acercarnos lo más posible a la
revolución tecnológica militar que nos permita nuestros recursos; algunos de nuestros
vecinos ya lo han hecho y nos ha sacado una gran ventaja en este campo. En el campo
de la revolución en las actitudes hacia la guerra y hacia los militares necesitamos
legitimar a la Fuerza Armada y en el campo de la nueva guerra política no debemos
olvidar las lecciones que nos dejó el pasado y que tanto nos costó aprender.
NOTAS
(1) Shy, John; “Jomini”, en Paret, Peter: Makers of Modern Strategy,
Princeton University Press, New Jersey, 1986, pp. 170-171
(2) Paret, Peter; “Clausewitz”, en Paret, Peter; Op. Cit. pp. 188-189
(3) Mao Tse Tung; “Sobre la Guerra Prolongada”; “Problemas Estratégicos de la
Guerra de Guerrillas contra el Japón”; “Problemas de la Guerra y de la
Estrategia”; “Problemas Estratégicos de la Guerra Revolucionaria de China”;
en Seis Escritos Militares del Presidente Mao Tse Tung; Ediciones en
Lenguas Extranjeras, Pekín, 1972.
(4) Marshall, Andrew W.; Some Thoughts on Military Revolutions,
Memorandum for the Record , Office of the Secretary of Defense (OSD),
Office of Net Assessment, Julio 27, 1993 y Krepinevich; Andrew F.;
“Cavalry to Computer: The Pattern of Military Revolutions,” The National
Interest No.37, Fall 1994
(5) Owens, William; Lifting the Fog of War, Farrar, Straus, Giroux; New
York, 2000
(6) Hammond, Grant T.; “The U.S. Air Force and the American Way of War”,
en Mc Ivor; Op. Cit., p. 109
(7) Ullman, Harlan; “On War; Enduring Principles or Profound Changes?”, en
Mc Ivor, Anthony (ed.); Rethinking the Principles of War, Naval Institute
Press, Annapolis, Maryland, 2005, p. 85-86
(8) Forbes, Sir Ian; “Future Warfare and the Principles of War”, en Mc Ivor; Op.
Cit., p. 146
(9) Joint Publication 1, Joint Warfare of the Armed Forces of the United States,
10 de enero de 1995, pp. IV-10 a IV-11 / Joint Strategy Review 1999,
Washington D.C. The Joint Staff 1999, p. 2
(10) Hammes, Thomas X.; “4th Generation Warfare: Our Enemies Play to
Their Strengths”, Armed Forces Journal, Noviembre 2004, pp. 40-44.
(11) Creveld, Martin van; Transformation of War, The Free Press, 1991, pp.
192-233
(12) Echevarría II, Antulio J.; Forth-Generation War and Other Myths,
Strategic Studies Institute, U.S. Army War College, 2005, pp. 1-17
(13) Forbes, Sir Ian; “Future Warfare and the Principles of War”, en Mc Ivor,
Anthony (ed.); Rethinking the Principles of War, Naval Institute Press,
Annapolis, Maryland, 2005, pp. 148-149
(14) Diario Expreso; 9 de noviembre del 2007
(15) Clausewitz, Carl von; De la Guerra, Instituto del Libro, La Habana, 1969,
p. 29
(16) Nagl, John; How to Eat Soup with a Knife; Counterinsurgency
Lessons from Malaya and Vietnam, The University of Chicago Press,
Chicago and London, 2002
(17) Binnendijk, Hans; “Historia de Dos Transformaciones”, Ponencia
presentada en la Tercera Conferencia Subregional Defensa y Seguridad,
CHDS, MINDEF, Lima, 12 de Julio del 2007
(18) Metz, Steven y Johnson II, Douglas V.; Asymmetry and U.S. Military
Strategy: Definition, Background, and Strategic Concepts, Strategic
Studies Institute, U.S. Army War College, Carlisle, Enero 2001
(19) Gray, Colin S.; Recognizing and Understanding Revolutionary
Change in Warfare: The Sovereignty of Context, Strategic Studies
Institute, U.S. Army War College, Carlisle, Febrero 2006
(20) Ibid.
(21) Para una visión de la doctrina antisubversiva británica, ver Thompson,
Robert; Defeating Communist Insurgency: The Lessons of Malaya and
Vietnam, Hay versión castellana editada por la Escuela Superior de Guerra
Naval de la Marina de Guerra del Perú con el nombre de “Vencer”.