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CONCENTRACIÓN Y EL MERCADO DE LA TIERRA EN PARAGUAY
Por Gustavo Rojas de Cerqueira César*
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Durante las últimas semanas, la dinámica del mercado de tierras se ha visto reflejada, desde las más
variadas perspectivas, en la prensa escrita del país. Los demás miembros del MERCOSUR avanzan
hacia la constitución de marcos legales que regulan la adquisición de tierras por extranjeros y crean
tributos sobre grandes propiedades, encuadrando institucionalmente los crecientes conflictos socioeconómicos derivados del fenómeno mundial de valorización de la tierra.
La crisis alimentaria de 2008 es una señal que el nuevo siglo trae consigo otro escenario para la
agricultura. La percepción de estabilidad de los precios de los commodities agrícolas en niveles
históricamente elevados está consolidando la concentración de tierras. Las razones detrás de este
cambio sustancial están vinculadas con el ingreso de nuevos consumidores y al auge de los
biocombustibles.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO), Brasil y Argentina son los dos
países de América Latina donde se manifiesta, de forma más notable, el proceso de concentración
de tierras. Paraguay no ha estado exento de ese fenómeno. Entre 1991 y 2008, el valor bruto de la
producción familiar se redujo de 70% a 32% del total de la producción agrícola. Por otra parte en el
mismo periodo de tiempo, la concentración de la tierra se agudizó: el indicador Gini de desigualdad
de la tierra, que se mide de 0 (más igual) a 1(más desigual), se incrementó de 0,91 a 0,93, siendo así
el más elevado del mundo.
Este proceso de concentración se ve potenciado por dos razones. Por un lado, la tenencia de la
tierra es una de las formas más primarias y apreciadas de ahorro. Debido a ello, el precio de la tierra
tiende a elevarse más allá de su potencial productivo, fomentando una relación inversa entre
productividad de la tierra y tamaño de la finca. Esta situación dificulta el acceso a la tierra incluso a
productores eficientes, trayendo elevados costos de oportunidad al país. Por otro lado, la
valorización histórica de la tierra no se ha reflejado fiscalmente. A lo largo de los últimos veinte años,
la participación del sector primario se ha elevado de 22% a 26% del PIB, pero el peso del Impuesto a
la Renta Agropecuaria (IMAGRO) es ínfimo. Durante los últimos cinco años representa, en promedio,
apenas el 0,03% del PIB.
El aumento del costo impositivo por sub-utilización de la tierra es la forma más eficiente para
desalentar su concentración y especulación, generando así incentivos para la ampliación del acceso y
de la productividad. Las recientes alteraciones en la forma de liquidación del IMAGRO van
justamente en esa dirección, fomentando una mayor equidad fiscal en el campo, un primer gran
paso hacia la democratización del espacio rural en el país.
* Investigador del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP). Máster en
Relaciones Económicas Internacionales (UdeSa-Flacso Argentina-Universidad de Barcelona).