Download 16. Palabras, palabras, palabras
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“Palabras, palabras, palabras.” 1 * Algunos hijos desastrados de Shakespeare descreyeron del verbo. Las palabras no podrán reparar a Lucrecia (la ha estropeado Tarquino). Fatigan a Troilo, despechado. No alivian a Brabancio, que ha perdido a su hija Desdémona y, detrás de ella, su nombre. No ayudarán a Hamlet a dar descanso al espíritu de su padre, el Rey Viejo. Dicen a Timón, cavernícola, el ruido del mundo. * Lucrecia maldecía a la Noche, al Tiempo y a la Oportunidad, que la habían desgraciado. Hasta que la fatiga la rindió: “¡Fuera, vanas palabras, criadas de los superficiales bufones2, Ruidos sin provecho, débiles árbitros! (…) El humo desvalido de las palabras no me remedia…” (1016 – 1017; 1027) Sólo el cuchillo podrá asegurar su castidad, y restaurar su opinión. (En La violación de Lucrecia) * Troilo ha espiado a Crésida, su antigua amiga, en conversación demasiado “familiar” (V, II, 9) con Diomedes (ella lo titula su “dulce guardián” [V, II, 8]). Parece natural, entonces, que cuando Pándaro, su alcahuete particular, le trae una carta “de aquella pobre chica” (V, III, 99), él, celoso, la rompa en pedazos: “Palabras, palabras, meras palabras, no son materia que arranque del corazón” (V, III, 107). (En Troilo y Crésida) 1 Manuel Palazón Blasco, Juguetes que he fabricado revolviendo en los armarios de Shakespeare. Valencia, Obrapropia. ISBN 978-84-16048-20-5. Depósito Legal: V-3164-2013. 2 Y son, es verdad, las palabras los trastos del Bufón, sus armas, las herramientas de su arte, y así el de doña Olivia, en Noche de Reyes, dice: “Yo no soy, en efecto, su bufón [her fool], sino su corruptor de palabras [her corrupter of words]” (III, I 36 – 37). * Yago despertó con mucho escándalo a Brabancio: Yago: …Se os romperá el corazón, que habéis perdido la mitad de vuestra alma. ¡Ahora, ahora, en este mismo momento, un viejo morueco negro Está montando a vuestra blanca chotilla! (…) ¡…toleraréis que cubra a vuestra hija un caballo berberisco: pues os relincharán vuestros nietos, tendréis corceles culinegros por primos, y árabes zainos por sobrinos! Brabancio: ¿Y tú quién eres, bellaco? Yago: Yo soy uno, señor, que viene a deciros que vuestra hija y el Moro están ahora representando a la bestia de dos espaldas. (I, I, 86 – 88; 109 – 115) Brabancio se querelló contra Otelo, que le había robado, decía, con encantamientos, a su hija Desdémona. El Duque le aconsejaba paciencia con adagios usados. El Vejete, sin embargo, no tenía consuelo: --…Estas frases sirven lo mismo para endulzar que para amargar, Pues, como tienen fuerza tanto para lo uno como para lo otro, son equívocas. Pero las palabras son palabras, y todavía no he oído jamás Que el corazón lastimado sanara por las que penetran por el oído. (I, III, 217 – 220) “But words are words…” (I, III, 219) (En Otelo) * Con el propósito de esconder la historia que ha aprendido del incierto fantasma de su padre, el príncipe de Dinamarca parecerá desde ahora “extraño” (“strange”), “raro” (“odd”), y va a representar “una máscara grotesca” (“an antic disposition”) (I, V, 178 – 180), fingiéndose tarado. Inquietaba al Rey don Claudio “la transformación de Hamlet” (II, II, 5), y entristecía a la Reina ver a su hijo tan “cambiado” (II, II, 36). Polonio pensó haber “encontrado / la causa precisa de la luna de Hamlet” (II, II, 48 – 49), que sería la tibieza de su hija Ofelia, y, para sondar su “pasión” (III, I, 164) lo abordó: Polonio: Hamlet: ¿Qué leéis, mi señor? Palabras, palabras, palabras. (II, II, 191 - 192) “Words, words, words.” Lo dice desde su “melancolía”, que es verdadera y peligrosa (III, I, 167 - 169), y con la exactitud del truhán, y del atreguado. “Aunque esto sea locura, hay método en ella” (II, II, 205). (En Hamlet) * Parecen, ¿ves?, las palabras, a Lucrecia “vanas” (“falt[as] de realidad, substancia, o entidad”, “huec[as], vací[as], y falt[as] de solidez, y hablando de algunas frutas de cáscara, vale faltas de meollo, o por haberse podrido, o secado”, “inútil[es], infructuos[as] o sin efecto”, “insubsistente[s], poco durable[s], o estable[s] [Aut.]), “ociosas” (“sin fruto, provecho, ni substancia” [Aut.]) (ambas voces traducen “idle”), “ruidos sin provecho” (“unprofitable sounds”), “débiles árbitros” (incapaces, por ello, para mediar entre el pensamiento y la realidad), “humo desvalido”, y sólo sirven a “los superficiales bufones”. Tampoco Brabancio les encuentra utilidad medicinal: “Pero las palabras son palabras…” Y cansan al Príncipe, que va a otra cosa: “Palabras, palabras, palabras.” * Va a peor. A Timón de Atenas lo había arruinado su liberalidad. Flavio, su mayordomo, se lamentaba: --¡Ay, mi buen señor! ¡El mundo no es sino una palabra! Si fuera todo vuestro, y lo pudierais regalar con un golpe de aliento, ¡Con qué rapidez se os terminaría! (II, II, 162 - 164) (En Timón de Atenas) Va a peor. “O my good lord! the world is but a word!” No es ya que la palabra no consiga decir la cosa, convocarla, hacerla presente. No es que no haya nada detrás de las palabras. Es que “el mundo no es sino una palabra”.