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SOLEMNIDAD DE SAN ISIDORO DE SEVILLA SANTA MISA EN RITO HISPAONO-MOZÁRABE En el 950º Aniversario de la Traslación de su Cuerpo a León (Real Colegiata-Basílica de S. Isidoro, 26-IV-2013) “Mirad a mi Siervo a quien sostengo” Is 42, 1-4; Ps 9, 2-3 1 Tm 6, 7-14 Lc 12, 35-40 La solemnidad de San Isidoro de Sevilla en este año conmemorativo de los 950 de la traslación de su cuerpo a nuestra ciudad, capital entonces del Reino de León, nos invita celebrar con el mayor gozo la memoria del gran Doctor de las Españas, el último de los Santos Padres de la antigüedad y gloria de la cultura universal. Ciertamente es un privilegio para León el albergar desde el lejano año de 1063 las reliquias insignes de tan gran sabio y santo. Y para los creyentes una gracia el poder acogernos a su protección en este bendito lugar, donde la historia más que milenaria de nuestro pueblo se hace cercana y patente y donde se da culto continuo de adoración al Santísimo Sacramento sobre el propio sepulcro del Santo que hace de pedestal del Expositor, en frase feliz de mi antecesor Mons. Luis Almarcha. 1. San Isidoro, confesor pontífice en su extraordinaria vida La liturgia de Palabra de Dios de esta celebración festiva según el venerable Rito Hispano-mozárabe, llamado también Isidoriano o “secundum regulam Beati Isidori”, atribuye a nuestro Santo una serie de virtudes válidas para todo cristiano, pero muy especialmente para quienes han sido llamados al ministerio pastoral. Significativamente, a los que se santificaron poniéndolas en práctica en grado heroico, se les ha dado el título de santos pastores o, como se les llama todavía en la liturgia hispano-mozárabe, confesores pontífices, expresión que hace referencia no al sacramento de la penitencia sino al testimonio de sus vidas. Estos santos no recibieron el martirio pero practicaron las virtudes evangélicas de modo sobresaliente. Así lo afirma expresamente, al comienzo, la plegaria eucarística que usaremos en esta Misa: “(Jesucristo) premia la fe íntegra de sus confesores con una corona semejante a la del martirio. Aunque no derramaran su sangre como los mártires, no les fueron inferiores en virtud”. Esta venerable liturgia que estamos celebrando, sitúa expresamente a San Isidoro en una lista de grandes confesores pontífices, casi todos de la Iglesia de Occidente: Hilario, Atanasio, Martín, Ambrosio, Agustín, Fulgencio, Leandro, Isidoro, Braulio, Eugenio, Ildefonso, Julián. Sus nombres resonarán nuevamente, a continuación de los Apóstoles y de los mártires de Cristo. Las lecturas que se han proclamado han puesto de relieve la grandeza de San Isidoro, a quien se considera Siervo vigilante en favor de su pueblo por haber mantenido encendida la lámpara de la fe en la espera de la llegada del Señor en cualquier momento, según sus palabras en el Evangelio. La primera lectura insinuaba que el Santo Hispalense ha sido el Pastor que supo promover e implantar con firmeza y suavidad al mismo tiempo el derecho, es decir, la ley de Dios como expresión de su voluntad divina creadora y orientadora de todo cuanto existe hacia los bienes supremos del hombre. Más explícitamente, la segunda lectura apuntaba las siguientes virtudes que san Pablo recomendaba a su discípulo Timoteo: “Busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos” (1 Tim 6, 11-12). 2. San Isidoro, doctor de la Iglesia a causa de su magisterio El título de confesor pontífice le corresponde, por tanto, a San Isidoro, a causa de la santidad de vida como pastor que supo imitar a Cristo en el cuidado del pueblo que le fue encomendado. Pero San Isidoro tiene también otro importante título litúrgico tradicional, conservado, esta vez, en la liturgia romana. Me refiero al de doctor de la Iglesia. Se trata, efectivamente, de un título otorgado por el Papa o por un concilio ecuménico a aquellos santos y santas que se distinguieron por su saber y erudición en algunos de los campos de la teología, la doctrina moral o la espiritualidad cristiana, pero que han sido también eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos. Los doctores de la Iglesia son, por tanto, santos canonizados cuyo edificante magisterio se ha hecho universal. En este sentido San Isidoro fue un gran maestro tanto en las ciencias humanas como en la teología y en la vida espiritual. Sus obras abarcan la filosofía, la lingüística, la historia y la espiritualidad. Era perfectamente consciente del alcance que tienen tanto la vida contemplativa y de oración como la vida activa. Al respecto hizo notar: “El siervo de Dios, imitando a Cristo, debe dedicarse a la contemplación, sin negarse a la vida activa. Comportarse de otra manera no sería justo. De hecho, así como hay que amar a Dios con la contemplación, también hay que amar al prójimo con la acción. Es imposible, por tanto, vivir sin una ni otra forma de vida, ni es posible amar si no se hace la experiencia tanto de una como de otra” (Differentiarum Lib. II, 34, 135: PL 83, col 91 C). Los treinta y siete años de episcopado de San Isidoro estuvieron dedicados en gran medida a seguir los pasos de su hermano San Leandro, tanto en lo concerniente a la vida cristiana del pueblo y a la disciplina eclesiástica del clero como a la consolidación de la unidad de los visigodos sobre la base de la fe católica asumida por Recaredo en el Concilio III de Toledo el año 653. De San Isidoro ha dicho el Papa Benedicto XVI, hoy Obispo de Roma, emérito, refiriéndose a su preocupación por transmitir, a través de las aguas purificadoras de la fe, el inmenso saber recopilado por él mismo. Decía el Papa: “San Isidoro no hubiera querido perder nada de lo que el hombre había adquirido en las épocas antiguas, ya fueran paganas, judías o cristianas… Sin embargo, de hecho, según las intenciones de san Isidoro, las propuestas que presenta siempre están en sintonía con la fe católica, sostenida por él con firmeza” (Audiencia general del miércoles 18-VI-2008). 3. San Isidoro hoy y aquí para nosotros Esta ha sido el doble testimonio de San Isidoro, como confesor pontífice y como doctor de la Iglesia, es decir, como testigo de la fe cristiana y como maestro de la misma. Pero, ¿qué nos dice hoy a nosotros, queridos sacerdotes, religiosas y fieles laicos?, ¿qué podemos y debemos extraer del testimonio de este gran sabio y santo en el 950 aniversario de su presencia en nuestra ciudad y diócesis legionense? Porque si estamos celebrando esta efemérides no es únicamente para recrearnos en una hermosa y brillante página de nuestra historia local. Estamos en el Año de la Fe, convocado e inaugurado por Benedicto XVI el 11 de octubre de 2012 con ocasión del 50º aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y el 20º de la promulgación del texto oficial del Catecismo de la Iglesia Católica. Ya han transcurrido seis meses del referido año y no podemos olvidar los compromisos relativos a la fe profesada, celebrada, vivida y rezada que hicimos a nivel diocesano, parroquial y de otras instancias eclesiales según el programa pastoral diocesano. Permitidme insistir en este aspecto de la formación y crecimiento en la fe para que la celebración de este gran aniversario no pase sin pena ni gloria: S. Isidoro es modelo de fidelidad y firmeza en el conocimiento y profundización de los contenidos de la fe, es decir, en aquello que debemos saber para afirmarnos en lo que nosotros mismos hemos recibido acerca de Dios, de Jesucristo, de la Iglesia y de las realidades de la vida cristiana; y en aquello en lo que debemos apoyarnos para actuar como creyentes en medio de una sociedad sometida a una larga y dolora crisis económica y de valores. No seremos verdaderos discípulos de Jesucristo si rehuimos nuestra aportación, cada uno según su capacidad, a la solución de los problemas que nos agobian. Recuerdo la cita anterior de San Isidoro: “Del mismo modo que se debe amar a Dios con la contemplación, también hay que amar al prójimo con la acción”. Y no hay otro camino que el que marcan la justicia y la caridad, por este orden. Justicia y caridad especialmente para los pobres, los inmigrantes y los sin trabajo ni subsidio, en una palabra, las personas y las familias que están soportando la peor parte de la crisis. Que San Isidoro nos estimule con su ejemplo de creyente comprometido en su tiempo y nos ayude hoy con su intercesión. Que así sea. + Julián, Obispo de León