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¿QUÉ TIPO DE PROFESOR SOY? Dr. Javier Mahillo. Aunque estoy convencido de que efectivamente «el número de necios es incontable» —como afirma la famosa frase bíblica—, no me parece bien llevar a la práctica la consecuencia que sacaba uno de los profesores que tuve en mi juventud y que, de vez en cuando, medio en serio medio en broma, nos decía: «cada día nace un imbécil, y de eso hay que vivir...». Más bien quiero creer que los imbéciles no nacen, sino que se hacen, en gran medida por culpa de la imbecilidad de sus educadores. Por eso, para evitar la proliferación de nuevas rarezas exóticas de estupidez, creo de gran utilidad, para cualquiera que se dedique o piense dedicarse a la enseñanza, conocer los peligros que le acechan a la vera del camino. Pues son numerosas las tentaciones de salirse por la tangente tomando alguno de esos atajos que, en realidad, conducen directamente al precipicio. Sin embargo, para no ponerme pesado clasificando exhaustivamente la amplia gama de «necedades profeso-riles» que se me ocurren, las he reducido a cuatro: a. El profesor gasolinero Vende sus conocimientos como el grifo vende gasolina. Se trata de un insumo que el tanque vacío del alumno necesita para funcionar. A un grifero no le interesa la marca del carro, sólo la cantidad de gasolina que le piden. Así el profesor gasolinero vende la cantidad de conocimientos que corresponde al “tamaño del tanque” es decir, la edad del alumno su situación etc., lo que menos le importa es quién es el alumno que tiene enfrente. El resultado es un calculador que ve el conocimiento como fuente de poder y dominio sobre los demás. b. El profesor jardinero Es un romántico de la educación. Cree que la naturaleza es pura y que todo lo que uno siembre dará fruto con sólo cuidar los aspectos ambientales. Se trata de no restringir en absoluto la libertad del alumno. Se los llena de materiales, se cuida un poco que no haya desorden y se está permanentemente atento a lo que le surge espontáneamente. Se canoniza la espontaneidad del alumno y se tiene pánico a corregirlo por no atropellar sus derechos individuales. El resultado es un engreído salvaje que no tiene noción de solidaridad, deberes ni obligaciones para con nadie porque se le ha insistido tanto en que esté atento a sus sensaciones que no le interesa otra cosa. c. El profesor cuartelero Es el que cree que “la letra con sangre entra”. Si por los libros fuera diríamos que estos especímenes no existen ya que todos insisten en la libertad del alumno. Pero la realidad es otra. Somos muchos los que después de la facultad de educación encontramos un rebaño de desordenados a los que “hay que meter en vereda”. Muchas veces el cuartelero es el jardinero frustrado. Cuando el jardín se le ha convertido en selva entonces decide poner orden. Pero ya es muy tarde porque la imposición lo único que consigue es mayor oposición. Si alguien se somete a su poder se volverá alguien incapaz de pensar por sí mismo. El resultado es alguien que no puede soportar normas de ningún tipo. Paradójicamente, la disciplina mal planteada genera una tremenda indisciplina interna. d. El profesor circense Cito literalmente a Mahillo: “(el profesor circense) es la última de las especies surgidas de la cadena evolutiva. Es el que insiste en llevar hasta sus últimas consecuencias eso de que “sólo se aprende de verdad lo que resulta ameno y divertido”. Pretende hacer las clases tan lúdicas –término pedagógico muy al uso actualmente- que pierden prácticamente todo contenido didáctico y se desvirtúan convirtiéndose en simples entretenimientos ideados para soportar la jornada escolar sin aburrirse demasiado”. El drama de esto es que los chicos sí quieren aprender y terminan despreciando al profesor.