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Transcript
Del libro: Encontrar el Verdadero Dragón
por Gudo Wafu Nishijima
Grupo Editorial Norma, 2005
ISBN: 958-04-8891-6
"No hacer lo incorrecto"
Quisiera continuar nuestra discusión sobre lo correcto y lo incorrecto. Me parece que
es un problema muy importante. Pienso que el problema de qué hacer en nuestra vida es
el problema central de la filosofía, la religión y la vida misma. La mayoría de las
religiones consideran la moralidad como un asunto de obedecer la ley moral de Dios. Es
así que se trata de un problema espiritual, un problema de conciencia, un problema del
buen pensamiento contra el mal pensamiento. El budismo ve el problema de manera muy
distinta. La moralidad, desde el punto de vista budista, no es asunto de pensamiento
correcto sino de correcta acción. Lo bueno o lo malo no se decide en la mente sino en el
mundo real.
La actitud budista hacia los problemas morales no es entonces espiritual o idealista. Es
muy práctica y aterrizada. Dicha actitud práctica puede perturbar a algunos, quienes
sienten que los asuntos de la acción moral deben resolverse en la mente, pero en la mente
la moralidad no tiene sustancia o realidad. Es sólo en el mundo real de la acción que la
moralidad en sí se hace real. Podemos albergar innumerables pensamientos buenos y
piadosos, pero si nuestras acciones no son correctas, dicho pensamiento resulta
absolutamente inútil. Esta actitud puede parecer muy dura, pero creo que la necesitamos si
hemos de aprender cómo vivir.
El maestro Dogen expresó de muchas formas la actitud budista hacia la moralidad. Un
capítulo del Shobogenzo se titula "No hacer lo incorrecto". Comienza con estas palabras:
"Los antiguos budas decían 'No hay que hacer lo incorrecto, hay que hacer lo correcto.
Dicha conducta purifica de manera natural la mente; y es la enseñanza de todos los
budas"'. El énfasis en estas frases está en el hacer. No hacer lo incorrecto. Hacer lo
correcto. Luego, en el mismo capítulo, se cuenta una historia sobre un hombre llamado
Rakuten Haku. Él fue un famoso poeta que estudió budismo bajo la tutela del maestro
Choka Dorin.
Un día le preguntó a su maestro: "¿Cuál es el gran propósito de la enseñanza de
Buda?" El Maestro Dorin contestó: "No hacer lo incorrecto. Hacer lo correcto".
Sorprendido por la simple respuesta, Rakuten Haku dijo: "Si es así, ¡incluso un niño de
tres años podría decir tales palabras!" Entonces, el maestro Dorin contestó: "Aunque un
niño de tres años puede decir esta verdad, a un anciano de ochenta le puede resultar difícil
llevarlas a la práctica". Una vez más encontramos aquí el énfasis en el hacer como
opuesto al pensar. Desde el punto de vista budista, pensar en lo correcto e incorrecto es
absolutamente distinto a practicar lo correcto e incorrecto. Pensar es sólo un ejercicio para
el cerebro. Practicar lo correcto y lo incorrecto es nuestra vida en sí.
Esta actitud se vuelve muy interesante cuando consideramos los preceptos. Los
preceptos son reglas para el comportamiento. Nos dicen qué hacer y qué no hacer. Si
saber y hacer son tan distintos, ¿qué hemos de pensar sobre los preceptos? Esta es una
pregunta importante. Para entender la respuesta budista, debemos primero que nada saber
qué son los preceptos. Debemos estudiar sus características concretas y considerar su
sentido práctico en nuestra vida cotidiana. Llegado ese momento seremos capaces de
entender la relación entre la moralidad budista y los preceptos, y por ello encontrar el
verdadero significado de los preceptos en nuestra vida.
Para comprender los preceptos es necesario recordar primero su origen en India.
Cuando la comunidad budista o sangha creció y evolucionó, las reglas y guías simples,
sugeridas inicialmente por Buda Gautama, fueron reformadas y complementadas en un
esfuerzo por responder a las cada vez más diversas y complicadas situaciones enfrentadas
por los miembros de la comunidad. Al multiplicarse las reglas, se hizo más y más difícil
actuar libre y directamente. Cada aspecto de la vida de la comunidad fue rápidamente
regulado por alguna regla; en un momento hubo 250 reglas para los monjes y 350 para las
monjas.
Esta situación fue en parte responsable de la aparición del budismo mahayana. Muchos
monjes y seguidores laicos sintieron que la excesiva confianza en las reglas y preceptos
había reprimido el espíritu original de las enseñanzas de Buda Gautama y así, alrededor
de cuatrocientos años después de su muerte, abandonaron la orden de los antiguos y
establecieron una nueva orden. En ella, el ideal del bodhisattva se hizo muy importante.
Un bodhisattva es una persona que reconoce la verdad del budismo intuitivamente y se
dedica a su realización dentro del contexto de su vida cotidiana. En dicha vida, las reglas
de conducta debían ser bastante amplias y flexibles para ser practicables. Entonces la gran
masa de reglas y reglamentos que se había acumulado fue resumida en dieciséis preceptos
fundamentales. Esos dieciséis preceptos fueron conocidos como los preceptos del
bodhisattva; recibirlos se convirtió en la entrada a la vida budista de la acción en el
mundo real.
Estos dieciséis preceptos se dividen en tres grupos: las tres devociones, los tres
preceptos universales y los diez preceptos fundamentales. Las tres devociones son la
devoción a Buda, al dharma y al sangha. Buda se refiere en primer lugar al Buda
Gautama.
Como budistas, sentimos una tremenda devoción hacia el hombre que alcanzó la
verdad hace 2500 años, quien estableció la verdad como una religión y quien enseñó a sus
seguidores el método para encontrar esa misma verdad. La verdad ha sido alcanzada por
muchas personas desde la época de Buda Gautama. Todas ellas son budas. Todas
encontraron la verdad a través de sus esfuerzos. Transmitieron las enseñanzas budistas a
través de los siglos hasta nuestro tiempo. Les estamos muy agradecidos. Cuando
ofrecemos nuestra vida a Buda, estamos ofreciéndonos a todos los budas del pasado, del
presente y aquellos por venir: los budas de los tres tiempos.
La devoción al dharma es la devoción al universo mismo.
El universo tiene su orden, su belleza, sus reglas. Como budistas, buscamos entrar al
orden del universo mismo. Dedicamos nuestra vida a ese orden, a la regla del universo.
Esto es la devoción al dharma y es la base del budismo.
La devoción al sangha es la devoción a los monjes, monjas, hombres y mujeres laicos
de la orden budista. Buda Gautama nos enseñó a honrar a nuestros compañeros en esta
vida budista. Nos enseñó a dedicamos a la comunidad o sociedad, a aquellos que buscan
la verdad.
El segundo grupo de preceptos son los tres preceptos universales. El primero es la
observancia de las reglas. Cada sociedad tiene sus reglas. Si no seguimos las reglas de
nuestra sociedad, nuestra vida será desequilibrada.
El segundo precepto universal se llama la observancia del dharma. El dharma es la
regla del universo. Observar la regla del universo es actuar adecuadamente en todas las
situaciones. Es muy simple, hacer lo correcto y no lo incorrecto. Así, la observancia del
dharma podría ser llamada la observancia de la moralidad. Hay muchas reglas sociales,
pero necesitamos seguir una moralidad que trascienda la situación social. Necesitamos
seguir una moralidad basada en la regla del universo mismo. Trabajar por la salvación de
todos los seres vivientes es el tercer precepto universal. El budismo nos muestra que
somos parte del universo. No somos entidades aisladas sino elementos de un gran sistema,
un sistema que se refleja en cada pequeña parte, en cada ser. Esto significa que todos los
seres en el universo comparten una cierta cualidad o naturaleza esencial, una naturaleza
que no puede ser nombrada o definida. Así que si hemos de expresar nuestra verdadera
naturaleza como seres humanos, es natural para nosotros cuidar lo que tenemos en común
con todos los otros seres en el universo. Es natural para nosotros trabajar por la salvación
de todos los seres vivientes.
Las devociones y los preceptos universales son muy amplios y exclusivos, pero quizás
son demasiado abstractos. Así que existen otros diez preceptos. Estos también están
condensados o resumidos, pero tienen una naturaleza muy concreta:
1. No destruir la vida. Todos tenemos vida. La vida impregna el universo. En un
sentido, es el universo en sí. Destruir la vida es entonces destruir una parte del
universo, una parte de nosotros mismos. No debemos destruir la vida.
2. No robar. Tenemos nuestros propios lugares en el mundo, nuestras propias
posiciones y dominio. No debemos tomar aquello que pertenece a otro. No
debemos robar.
3. No desear en exceso. Todos tenemos deseo. El deseo es un factor importante en
nuestra vida, pero el deseo excesivo no es el origen de la felicidad, destruye
nuestra serenidad y vuelve nuestra vida infeliz. Así que debemos reconocer la
existencia del deseo, pero no debemos permitirle regir nuestra vida. No debemos
desear en exceso.
4. No mentir. Estamos viviendo en el universo. El universo es la verdad misma. La
verdad y la honestidad van unidas. Si no somos honestos, no podemos descubrir
nunca nuestra verdadera situación en el universo. Por lo tanto, si deseamos
encontrar la verdad, debemos ser honestos. No debemos mentir.
5. No vivir de la venta de licor. El alcohol tiende a destruir el equilibrio del cuerpo y
la mente. Vender alcohol a otros puede causarles que pierdan su camino. De
manera que no debemos vivir de la venta de licor u otras cosas que puedan causar
daño a otros en este mundo. (Tengo algunas dudas acerca de la forma de este
precepto. Tengo la impresión de que el precepto original puede haber sido no beber
licor. Quizás, al expandirse el budismo desde India a países como China y Japón,
este precepto fue alterado para satisfacer las condiciones locales. En esos países
nórdicos, el licor era considerado una importante ayuda para la supervivencia
durante los fríos meses de invierno. Entonces, personalmente creo que es
importante evitar beber, pero debemos reconocer el precepto en la forma en que ha
llegado a nosotros desde el pasado.)
6. No discutir los errores de los monjes y practicantes budistas. Como budistas,
hacemos todo lo posible para vivir y practicar la vida budista. Al hacerlo, a
menudo cometemos errores. Puede sonar extraño, pero nuestros errores surgen
directamente de nuestros esfuerzos por hacer lo mejor. Este es un simple hecho de
la vida. Entonces, cuando vemos los errores de otros, no debemos ser críticos, pues
sus errores son sólo producto de sus esfuerzos en esta vida.
7. No elogiarse o reprender a otros. La psicología moderna nos dice que la mayoría
de nosotros tiene un tipo de complejo de superioridad o inferioridad. A causa de
estas tendencias personales, estamos inclinados a elogiar o criticar a nosotros
mismos y otras personas. Pero todos somos seres humanos. Si reconocemos este
simple hecho, es imposible reprender a los demás por sus faltas, y elogiamos se
vuelve una pérdida de energía.
8. No escatimar compartir las enseñanzas budistas y otras cosas, sino ofrecerlas
libremente. Nuestra tendencia es desear más de lo que tenemos. Queremos más
enseñanzas. Queremos más cosas. Pero cuando vemos nuestra situación en forma
clara, nos damos cuenta de que somos parte del amplio y glorioso universo. Ya
tenemos todo lo que necesitamos. En tal caso, resulta natural dar. Queremos
compartir las enseñanzas y nuestra riqueza con los demás. Debemos hacerlo,
debemos dar generosa y naturalmente, sabiendo que es una actividad natural de
nuestra verdadera situación.
9. No enojarse. Muchos de nosotros somos propensos a enojarnos. Aunque parezca
una parte natural de nuestro carácter, la rabia no es nuestro estado natural, no es
nuestra condición natural. En el budismo intentamos encontrar y mantener nuestra
serenidad. Las emociones violentas tienden a destruir esa tranquilidad. Ellas
trastornan el equilibrio natural del cuerpo y la mente. No debemos olvidar este
hecho. No debemos enojarnos.
10. No abusar de los tres valores supremos. Buda, el dharma y el sangha son las bases
de la vida budista. Debemos honrarlos, valorarlos y dedicamos a ellos.
Pasar revista a los preceptos de esta forma resulta bastante aburrido y tedioso. Los
preceptos budistas no son emocionantes filosóficamente. Son muy simples y directos.
Con esto, creo que reflejan la naturaleza fundamental de la religión budista. El budismo es
una religión muy práctica. Se preocupa por encontrar la forma correcta para vivir.
Lamentablemente, no es una tarea fácil. Tenemos la tendencia a cometer muchos errores y
a sufrir las consecuencias. Los preceptos fueron creados para ayudarnos a evitar dichos
errores. Han sido comparados con una protección alrededor de una amplia y hermosa
pradera.
Nosotros somos las vacas en esa pradera. Mientras nos mantengamos dentro de esa
protección, nuestra vida estará a salvo y serena, y podremos jugar libremente. Pero
cuando nos salimos de la protección, nos encontramos en terreno movedizo. Hemos
entrado a una situación peligrosa. De esta forma, podemos decir que el propósito de los
preceptos es ayudamos a llevar una vida feliz.
Sin embargo, aún hay un problema. Necesitamos preguntarnos si los preceptos pueden
realmente cumplir su propósito. ¿Pueden los preceptos realmente guiar nuestras acciones
en el mundo? ¿Son realmente prácticos? La respuesta parece estar no en los preceptos
mismos, sino en nuestra actitud hacia ellos. Si los preceptos han de ser prácticos, nuestra
actitud hacia ellos también ha de ser práctica. Esto quiere decir que no debemos
considerar la observancia de los preceptos como el objetivo primario de la vida. Quizás
esto suene un poco extraño, pero es un hecho en el budismo. El Maestro Dogen dijo:
"Debemos mantener los preceptos y mantener la pureza, pero a la vez, si intencionalmente
establecemos esto como nuestra principal práctica y pensamos que como resultado
alcanzaremos la verdad, eso también es incorrecto. Mantener los preceptos y la pureza es
la forma concreta que siguen los monjes y la costumbre usual de los discípulos budistas, y
así lo practicamos con gusto. Es algo bueno, pero no siempre ha de verse como
fundamental".
Quizás esta actitud parezca demasiado pragmática o transigente. La mayoría de las
religiones adoptan una postura mucho menos flexible. Desobedecer los preceptos es un
pecado. Un pecado es un crimen en contra de Dios. Por lo tanto, observar los preceptos es
de tremenda importancia. En cambio, la actitud budista puede parecer equívoca o débil.
La actitud pragmática puede hacer nuestra vida más cómoda, pero ¿es realmente el papel
de la religión ser pragmática? El budismo insiste en que dicha actitud realista es
absolutamente necesaria. Nuestra vida es tremendamente compleja y variada. Si
intentamos aplicar preceptos demasiado estrictos, podemos perder nuestra libertad de
acción.
Vivimos aquí y ahora, así que debemos encontrar reglas que puedan usarse aquí y
ahora. Nuestra obligación es descubrir nuestros preceptos a cada momento. La realidad es
variable, por ende nuestras reglas también deben ser modificables o flexibles. Las reglas
deben funcionar en el mundo real. Los verdaderos preceptos son variables y a la vez
inalterables. Esta es la naturaleza de los preceptos budistas. Nos ayudan a vivir en forma
correcta. Proporcionan un marco que es exacto y más bien estrecho y, sin embargo, somos
libres de actuar en las situaciones "momento a momento" de nuestra vida.
Un monje chino dijo una vez: "Ninguna regla es nuestra regla". Esta afirmación
expresa en forma precisa la actitud budista. Los preceptos son valiosos para nosotros. Nos
pueden ayudar. antes y después de actuar, pero en el momento presente, no podemos
depender de ninguna regla. Debemos tomar nuestras decisiones directamente. En el
momento presente, estar sin preceptos es nuestro precepto. "Ninguna regla es la regla".
Preguntas y respuestas
Aún estoy confundido par la relación entre los preceptos y la vida real. Si no podemos
depender de los preceptos en el momento presente, ¿cómo podemos pretender obedecer
los preceptos del todo?
Me temo que no podemos. Intentar obedecer los preceptos es algo sin perspectiva.
Mientras más lo intentamos, más difícil se hace. Buda Gautama, el maestro Dogen y los
grandes patriarcas del pasado, todos dejaron de intentar obedecer los preceptos. Esto
suena extraño, pero es verdad. Ellos descubrieron que no podían obedecer los preceptos a
través de sus esfuerzos conscientes, entonces, trabajaron el asunto desde otro ángulo.
Vieron que cuando practicaban zazen cada día, su vida se volvía simple y clara. En
realidad, descubrieron que no podían desobedecer los preceptos.
En nuestra vida debemos tomar las decisiones momento a momento. Son instantáneas.
De esta forma dependen de la condición de nuestro cuerpo en el momento presente. Por
ello, cuando nuestro cuerpo y mente están equilibrados y quietos, nuestras. acciones
reflejan esa quietud. Cuando estamos "bien", nuestras acciones también estarán bien.
Entonces, la única manera de obedecer los preceptos es cambiando nuestro cuerpo y
mente a través de la práctica de zazen. Cuando practicamos zazen, recuperamos nuestra
naturaleza original, nuestra naturaleza de Buda. Estamos en armonía con el universo en
todo momento. En tal estado es imposible que rompamos los preceptos. Cuando
practicamos zazen, nos volvemos personas que no pueden desobedecer los preceptos.
Usted mencionó que el código moral en la mayoría de las religiones se basa en la
palabra de Dios. ¿Cuál es la base del código moral budista?
La base de la moralidad budista es la realidad en sí. Es el orden del universo. Son los
hechos de la vida que enfrentamos a cada momento. Para un budista, lo más importante es
ver esos factores de manera muy clara y precisa. Es ver la situación real tal como es. La
moralidad budista está allí, en la situación misma. En otras palabras, la moralidad budista
no tiene otra base más que la moralidad budista en sí. Para entender esto, debemos damos
cuenta de que la moralidad no es un problema teórico o intelectual. La moralidad es un
problema práctico, un problema real. El problema es qué hacer aquí y ahora, y la
respuesta se encuentra en la situación misma. Este es el hecho, y los hechos son la base de
la moralidad budista.
En una charla anterior" usted dijo que recibir los preceptos se volvía la entrada a la
vida budista. ¿ Qué significa recibir los preceptos?
Recibir los preceptos significa reconocer formalmente nuestro deseo de seguir las
enseñanzas budistas y nuestra decisión de hacemos budistas. "Recibimos" los preceptos
de nuestro maestro en una ceremonia especial para distinguir esa decisión.
¿Podría describir la ceremonia?
Sí, es una ceremonia simple. Al comienzo, aquellos que van a recibir los preceptos
hablan sobre la naturaleza transitoria de la vida y su deseo de recibir los grandes preceptos
de Buda Gautama. Entonces, el maestro lee cada precepto en voz alta y les pregunta si
pueden mantener el precepto. El maestro hace la misma pregunta tres veces y cada vez
ellos deben responder: "Sí, puedo". Después de que se han dado los preceptos, los
receptores se sientan en el lugar del maestro, y el maestro alaba el hecho de recibir los
preceptos, diciendo que quienes reciben los preceptos entran al estado de Buda Gautama
instantáneamente; que ellos están al mismo nivel que Buda; que son hijos e hijas de Buda
Gautama. De esta manera, los receptores se vuelven budistas y discípulos del maestro.
Por lo tanto, es una ceremonia simple, pero muy importante. Nuestras acciones definen
y dan forma a nuestra vida. Si decidimos seguir las enseñanzas budistas, debemos
distinguir esa decisión de manera formal. La ceremonia cumple ese requisito. Le confiere
a nuestra decisión real, de esta manera, cierto poder que, de lo contrario, estaría faltando.
Ser budistas sinceros en nuestro pensamiento está bien, pero necesitamos expresar esa
sinceridad en nuestra conducta. El budismo no es sólo teoría sino algo real, algo activo.
Así que si queremos estudiar el budismo, debemos hacer algo. Practicar zazen es "hacer
algo".
Recibir los preceptos también es "hacer algo". A través de dichas acciones, podemos
alcanzar la verdad budista.
Mediante tales acciones podemos llegar a ser verdaderos budistas. Al recibir los
preceptos podemos iniciar una vida de acción; podemos comenzar nuestra vida budista.
Entiendo que el budismo tenga una actitud práctica hacia la moralidad y los
preceptos, pero si realmente dudamos de nuestra capacidad para mantener los preceptos,
¿ qué debemos hacer? ¿Debemos postergar nuestra conversión budista hasta sentimos
más seguros?
Si tenemos una intención y deseo sinceros por cumplir los preceptos, no debemos
cuestionar nuestra capacidad de hacerlo. Cumplir los preceptos es muy importante, pero
desobedecer los preceptos no es un pecado eterno. Es sólo el efecto de alguna situación
concreta en nuestra vida. En nuestra larga vida, se han de presentar muchas situaciones.
Como budistas reconocemos ese hecho con calma y a la vez confirmamos nuestra
intención de mantener los preceptos a lo largo de nuestra existencia. Esta es nuestra
manera. Recibimos los preceptos en forma sincera, conociendo su valor y propósito para
nuestra vida. Valoramos los preceptos, pero no nos preocupamos por ellos. Esta fue la
teoría del maestro Dogen. Este es nuestro camino.