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El conocimiento de los mecanismos de transmisión de información en el sistema nervioso central y el papel de la inhibición presináptica en la médula espinal Miguel Acosta Valverde La entrevista con el Dr. Pablo Rudomín Zevnovaty se realiza en la sala de su casa, junto al jardín; amablemente, ha recibido al equipo de trabajo; nos obsequió una extensa conversación (en la que está presente ocasionalmente su esposa Flora) que nos permitió conocer cómo se convirtió en científico, algunos aspectos relevantes de su larga trayectoria académica, así como sus perspectivas acerca de la ciencia en México. Fue una sesión en la que, además de disfrutar de un excelente café preparado por el mismo entrevistado, experimentamos su generosa hospitalidad y su don de excelente conversador. El Dr. Rudomin inicia la conversación afirmando: “realmente, el por qué me hice científico todavía no lo sé; a veces, lo lamento enormemente, sobre todo, cuando tengo que lidiar con la burocracia nacional, que parece diseñada a que no haga uno ciencia en lugar de promoverla”. A renglón seguido afirma que “la verdad es que desde chico fui muy curioso; quería saber, quería conocer”; le preguntaba a quienes le rodeaban y no sabían, lo que aumentó su curiosidad; como fue bastante tímido y “malo para los deportes”, ello determinó sus inclinaciones y gustos por otro tipo de conocimiento presente en su casa en la que “no eran religiosos”: al conocer las historias de Giordano Bruno, Galileo Galilei y Miguel Servet se preguntó “¿por qué esa actitud anti-conocimiento, anticientífica?” Al mismo tiempo, en secundaria tuvo dos maestros que le influyeron: Gilberto Hernández Corzo, profesor de geografía, y Luis Batemex, profesor de biología; alguno de ellos le prestó un libro acerca de la vida de los científicos: “Claro, ahí los ponían como casi, casi personas abnegadas por salvar a la humanidad; sí, era una cuestión muy romántica de la vida de los científicos, pero fue un aspecto que me influyó bastante”. Fue tan inquieto que, junto con su amigo Marcos Rosenbaum -quien después fue director del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM-, decidieron elaborar pólvora a partir de lo aprendido en la materia de química; “tuvimos mucha suerte porque no pensamos que hay que mezclar los componentes un poco húmedos y los mezclamos secos”. Otro aspecto que contribuyó a la vocación y la imaginación del Dr. Rudomín fue que los papás de ambos eran socios de un depósito de fierros viejos en la calle Jesús Carranza, en el barrio de Tepito; inspirados en películas de la época como “Flash Gordon”; les gustaba ir a “armar un submarino, una nave espacial”. Al estar cursando la preparatoria en San Idelfonso, el Ing. Hernández Corzo le sugirió que fuera a la Escuela de Ciencias Biológicas del IPN; al enseñarle lo que investigaban, “me quedé sorprendido porque hasta entonces lo único que conocía yo de investigación era lo que leía”; le entusiasmó enterarse que ahí impartían clases una “pléyade” de profesores del exilio español; “había una representación extraordinaria de gente que ya habían hecho una trayectoria en investigación”, lo que hizo que decidiera cambiarse al Instituto Politécnico Nacional. En la Escuela de Ciencias Biológicas, el Dr. Rudomín se interesó en la Fisiología gracias a Ramón Álvarez Buylla, notable especialista en la materia y exiliado español que se formó académicamente en la escuela pavloviana y había trabajado mucho con reflejos condicionados en la entonces Unión Soviética. Al concluir su carrera como biólogo, realizó su tesis sobre el control nervioso de la reabsorción de la glucosa, a partir de una idea del Dr. Álvarez Bullya a quien se le ocurrió que condicionar una cierta acción de drogas podría ser una herramienta útil para saber cómo actuaban esas drogas; fue “un experimento muy sencillo: inyectar -en mi caso- adrenalina a un perro en una cama de reflejos condicionados, inyectar a través de un catéter para que él no se diera cuenta, y al mismo tiempo sonar un timbre, muchas veces, repetirlo y tomar medidas de los distintos parámetros”; observó que no cambiaron la presión arterial, la frecuencia cardiaca, el azúcar en la sangre y en la orina, pero “para sorpresa nuestra, aparecía azúcar en la orina sin que cambiara la concentración de glucosa en la sangre, eso implicaba que el riñón estaba cambiando sus propiedades de reabsorber la glucosa que iba eliminando”. El Dr. Rudomín empezó a buscar trabajo como fisiólogo pese a la presión de su padre que deseaba que estudiara la carrera de Ingeniería Mecánica Electricista para ayudarle en su negocio; fue contratado en el Instituto Nacional de Neumología como asistente por el Dr. Juan García Ramos, discípulo y colaborador de don Arturo Rosenblueth; sin embargo, cuando el primero se fue a trabajar a la UNAM, le ofreció que podía trabajar en el Instituto Nacional de Cardiología con don Arturo; el Dr. Rudomín casi se desmaya del gusto de trabajar con un científico tan reconocido. Desafortunadamente, el día de su ingreso a Cardiología, falleció su señor padre, lo que, además de una pena, significaba que debía hacerse cargo del negocio familiar; gracias al apoyo del cuñado de una de sus hermanas menores que se ofreció a ayudar a la mamá del Dr. Rudomín mientras se arreglaba la situación, pudo continuar su vocación, la investigación científica. En Cardiología, investigó los reflejos circulatorios; considera que hizo trabajos interesantes, pero la tecnología que usaba era “todavía bastante limitada”; pensó que era necesario analizar con más detalle lo que sucedía dentro del sistema nervioso, “la caja negra”, no sólo las relaciones de entrada y salida. El tipo de registros de la actividad de las neuronas individuales estaba en sus inicios en 1957; “entonces, fue cuando yo le planteé al Dr. Rosenblueth, como a los dos años de estar ahí, que me parecía importante salir para aprender toda esa tecnología”. El Dr. Rosenblueth estuvo de acuerdo en esa idea; decidió ir a estudiar al Instituto Rockefeller, uno de los grandes institutos de investigación. Obtuvo una beca de la Fundación Guggenheim; le iba a acompañar en el viaje su esposa, Flora Goldberg, con quien se había casado a finales de 1957 (de hecho, al día siguiente de la entrevista, cumplían años de casados), pero le negaron la visa, cree que porque era discípula de Diego Rivera. Desde Estados Unidos intentó resolver el problema; como veía que no podía obtener la visa, habló con don Arturo para decirle que tenía que regresar, pero le comentó que “siento que todavía es bueno para mí estar un poco fuera, aprender nuevas cosas”; acordaron que podía pedir una beca a la Fundación Rockefeller con la cual viajó a Italia, ahora sí en compañía de su esposa y de su hijo Isaac. En Siena “aprendí técnicas de registro de la actividad de neuronas en la corteza cerebral, y publicamos un par de trabajos que han sido seminales, y me interesó mucho la función de la corteza cerebral y la neurofisiología”. En experimentos realizados con gatos anestesiados, el Dr. Rudomín encontró cómo se activaban las neuronas, con qué neuronas hacían contacto y cómo cambiaban sus respuestas durante la estimulación repetitiva que siguen atenuando las respuestas, el llamado fenómeno de “habituación”. Esa línea de trabajo no la continuó al regresar a México; iba a estudiar la cuestión de transmisión de información en la médula espinal. A su regreso a México iba a regresar al Instituto Nacional de Neurología, pero al ver la situación interna, se interesó en ingresar al recién creado Cinvestav; habló con el Dr. Rosenblueth, quien se había convertido en su director fundador, aceptó a condición que nuestro entrevistado se doctorara; así, entre cursos para obtener el grado, el Dr. Rudomín empezó a estudiar los flujos circulatorios. Las razones de esa decisión se explican porque le llamó la atención la idea de Hernández Peón respecto a que la transmisión de la información que viene de los receptores periféricos al sistema nervioso es controlada por el propio sistema nervioso. Una segunda razón se debe a que conoció la idea de Stephen W. Kuffler y Josef Dudel de la inhibición presináptica de las terminales motoras del langostino; a diferencia de los seres humanos que tenemos neuronas conectadas al músculo, las motoneuronas, los langostinos no tienen médula espinal por lo que sus “músculos reciben dos tipos de neuronas; unas excitatorias y otras inhibitorias, o sea, parte de la integración está en el músculo; ellos encontraron que cuando estimulaban la fibra inhibitoria se afectaba la excitatoria y el transmisor químico que liberaba disminuía, por eso lo llamaron inhibición presináptica”. Un tercer elemento se dio cuando John Eccles presentó en un simposio en Pisa sus estudios sobre inhibición presináptica en la médula espinal de los mamíferos. Estas tres ideas permearon e influyeron el sentido de la investigación del Dr. Rudomin. Le entusiasmaron estos hallazgos debido a su implicación conceptual muy importante de que la inhibición presináptica neuronal "está filtrando la información que viene del mundo externo, en este caso de la sensibilidad, por ejemplo táctil del movimiento muscular ¿Qué quiere decir eso? Que realmente ellas pueden imponer, digamos, el contexto de cómo interpretamos la información que viene de fuera; no es un retrato, digamos, una representación punto a punto de lo que es el mundo externo”. Eso significa que “pueden decidir qué tipo de información es relevante para qué cierta cosa, y eso lo veremos después, como lo demuestran algunas de nuestras investigaciones, es un proceso de selección muy sofisticado de la información que viene de fuera”. Lo que arrojaron las investigaciones del Dr. Rudomín es que el sistema nervioso puede decidir si la “información se va por aquí, por allá o por el otro lado”, lo que permite que en el mismo grupo la información sensorial sea procesada en forma diferente, dependiendo cuál es la función en ese momento. Se dio una profundización de su investigación cuando en el Cinvestav conoció a Harold Dutton, experto en sistemas de control; a partir de una serie de preguntas que no había considerado en su investigación; cita a Dutton: “vamos a suponer que hay inhibición presináptica, que es la de este control y post sináptica la que está sobre la neurona que sigue, se llama post sináptica. ¿Cómo sabe el sistema si ha sido inhibido pre sinápticamente o post sinápticamente?” A partir de este cuestionamiento, Dutton diseñó circuitos electrónicos que permitían medir los reflejos, su promedio y sus fluctuaciones y “encontramos que podíamos inhibir el promedio, reducir el promedio de los reflejos, digamos, tanto como inhibición pre, como post, pero cuando lo hacíamos con inhibición pre, además, se reducían las fluctuaciones, o sea la señal fluctuaba menos”, por lo que el sistema podía discriminar mejor; esas diferencias funcionales dentro de los circuitos de lo que es inhibición pre y post sináptica dio lugar a una línea de trabajo que ha tenido el Dr. Rudomín por 40 años, tratando de entender esas diferencias y cómo está organizado el sistema que produce inhibición presináptica. Precisamente, ha encontrado que esa inhibición pre sináptica puede ser muy selectiva; la corteza cerebral puede controlar el flujo en las terminales individuales de la misma fibra, lo que depende del contexto en el cual se requiere la información. Así, pese a que las neuronas puedan ser bombardeadas por información de todos lados, el sistema escoge la información que necesita para la ejecución de una tarea específica y, con base a eso, la dirige a una especie de optimización de las rutas; ha sido esta selección de las neuronas blanco de las vías a lo que se ha dedicado todos estos años el Dr. Rudomín; esta fue, precisamente, la razón por la cual se le otorgó el premio Príncipe de Asturias en 1987. Aunque pareciera que el Dr. Rudomín está dando vuelta en círculos al volver a un problema una y otra vez, en realidad lo hace en espirales que le permiten ver el mismo problema con una perspectiva diferente acerca de “cómo se controla este flujo de información durante una inflamación y durante estímulos nocivos, pero esto es una cosa extraordinaria que ahorita estoy precisamente escribiendo un artículo para Nature”. Este texto proviene de una colaboración que tiene con su primer estudiante graduado -Silvio Grushman-, quien le habló de una observación clínica muy interesante: si le dan a un paciente una dosis muy baja de lidocaína antes de una operación, el dolor postoperatorio disminuye extraordinariamente, pero no se sabía de los mecanismos. Esto le llevó a una investigación de la cual nos muestra los registros de numerosos canales de la médula y observa las reacciones según aplique un estímulo doloroso (capsaicina que es el principio activo del chile) o lidocaína; lo que ha descubierto y lo tiene sorprendido es que “hay grupos neuronales dentro de la médula espinal -ya se sabía- que están altamente correlacionados entre sí, y que con la capsaicina rompemos esa correlación y se forman grupos independientes”; esto indica que habría grupos de neuronas que están cada una con sus reglas, pero hay una “acción unificadora que viene de estructuras súper espinales de la corteza o de otras estructuras que están sincronizando y haciendo que el sistema funcione, llamémosle armónicamente; le metemos una agente disruptivo, se rompe y cada una está por su lado”. El punto importante es investigar “cómo se estructuran estos grupos neuronales y cómo se logra esta cuestión de armonía”. Una de las implicaciones de esta investigación es que el estado inicial determina mucho las respuestas subsecuentes, lo que explicaría que suprimir el dolor antes de una intervención quirúrgica permite manejarlo posteriormente. Pero lanza una aclaración el Dr. Rudomín: “No es pertinente generalizar; aquí lo que estamos encontrando es que estos potenciales que pensábamos que eran azarosos, están estructurados, o sea, reflejan la actividad de grupos neuronales específicos; aquí la idea es, precisamente, ver qué grupos son, en qué condiciones funcionan unificados, qué condiciones hacen que se separen y cuáles son las expresiones de esos grupos”. Respecto a la política pública en materia de ciencia y tecnología, el Dr. Rudomín considera que es necesaria para el desarrollo del país. “El conocimiento se ha expandido y ha afectado nuestra vida cotidiana”; en ello también influye la necesidad de los seres humanos de entender el entorno que nos rodea, de aprender y de preguntar, capacidades que están asociadas al desarrollo de una sociedad. Afirma que “la educación tiene que ser una prioridad nacional”; eso significa darle el apoyo necesario, pero no sólo es más dinero, “sino tener las estructuras que respondan adecuadamente a esas necesidades”, lo que significa que la burocracia debe levantar tantas restricciones que entorpecen la actividad científica. Asimismo, se tiene que superar la concepción del investigador individual: “se necesita la consolidación de grupos” de investigación y se debe resolver la forma de fomentar el trabajo en grupo. Considera que la política de Estado que se ha seguido hasta la fecha en ciencia y tecnología ha consistido en “que no haya política de Estado; suena paradójico pero así es, el no tomar decisiones, el no hacer cosas a tiempo, es una política”. Piensa que esto no va a cambiar hasta que haya una fuerte presión social para que la sociedad lo vea como una necesidad; se necesita hacer labor de concientización, entendiendo que en ello la difusión del conocimiento científico es importante. Resolver los problemas nacionales puede hacerse mediante su análisis y fraccionamiento en partes, en la que cada una de ellas sea enfrentada por la ciencia y la tecnología que estudia ese aspecto del problema. Siente que la Oficina de Ciencia y Tecnología dirigida por Francisco Bolívar puede abordar esos problemas y mejorar los procesos de evaluación de la actividad científica; considera que se está yendo en una buena dirección. En cuanto a las razones por las cuales los mexicanos debemos hacer parte de nuestra vida a la ciencia y a la tecnología, el Dr. Rudomin apunta que se relaciona con "demostrarnos a nosotros mismos que podemos hacer las cosas a nivel competitivo internacional, es importantísimo porque nos da autoconfianza" y así se dejaría atrás esa falta de confianza que fue inducida con la Conquista. Una razón adicional es que nos enseña a pensar y a sabernos libres; “no es casualidad que el lema del Colegio Nacional es Libertad por el saber". El Dr. Rudomín recomienda a los jóvenes que se interesen en abrazar la carrera científica que hay que estudiar mucho y aproximarse a científicos activos que estén produciendo ideas interesantes, dado que "hacer ciencia es aprender a pensar, aprender a hacer preguntas ubicadas en un contexto, etcétera". También deben trabajar con pasión y "ser rebeldes, no aceptar ninguna verdad a priori". "La otra enseñanza que le diría a los muchachos es que hay que arriesgarse, hay que tomar decisiones, hay que saber cuándo decidir, cómo decidir y seguir adelante; más vale arrepentirse de haberlo hecho que de no haberlo hecho". Finalmente, más que precisar cuáles son sus aportaciones y su legado, el Dr. Rudomín deja a otros que respondan eso; en cambio, nos dice cómo se ve él mismo: “yo me veo como un investigador, como una persona que quiso hacer ciencia, que pudo hacer ciencia a través de las dificultades”; coincide con Isaac Newton, quien afirmaba que él se sentía como un niño que estaba jugando con las conchas de la playa; para nuestro entrevistado, la ciencia tiene algo de extensión de la infancia: “yo creo que el hacer ciencia ha sido una especie de una manera de prolongar mi curiosidad infantil, porque soy muy curioso y la curiosidad no se limita a ciencia, curiosidad en la vida que nos rodea”. En una parte de su respuesta sí se refiere a su actividad profesional: “me aboqué a un problema en especial, que es precisamente la transmisión de información en las fibras sensoriales, ese fue. ¿Por qué? Porque me apasionó, me pareció conceptualmente muy interesante; ha sido apreciado; ahora ya es considerado como parte del acervo, igual que otras cosas; la ilusión sería que quedara un concepto. Afirma que ha sido una maravillosa aventura y que se siente muy contento de haberla hecho en México. Finalmente, hace suyas las palabras de Isaac Ochoterena: “¿y usted qué es? Yo soy un humilde sabio mexicano”.