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TOMO 5 - Capítulo 12: Roma Arcaica
Las Guerras Púnicas
Las fases del Imperialismo La república Romana tardía
Hacia el final de la ...
La época Imperial
El régimen Imperial
Las Guerras Púnicas
Roma había logrado unificar bajo su gobierno toda la península Itálica. Asegurado su dominio en esa amplia zona, no parecía querer nuevas aventuras militares, sino lograr su cohesión política y económica. Sin embargo, otra potencia
con la que había desarrollado una cauta estrategia de pactos, Cartago, antigua
colonia fenicia de la costa norte de África, comenzaba a expandir peligrosamente sus dominios. El conflicto entre Roma y Cartago, conocido generalmente
como Guerras Púnicas, indica ya una dinámica diferente a la expansión romana
en Italia, aunque sin duda fue consecuencia directa de ella.
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TOMO 5 - Capítulo 12: Roma Arcaica
Las Guerras Púnicas
Cartago era una poderosa ciudad-estado
con un gran imperio
comercial basado en
sus colonias exteriores que lo convertía, a
excepción de Roma, en
el más poderoso estado del Mediterráneo
occidental.
Las fases del Imperialismo La república Romana tardía
Hacia el final de la ...
La época Imperial
El régimen Imperial
Cartago era una poderosa ciudad-estado con un gran imperio comercial basado en sus
colonias exteriores que lo convertía, a excepción de Roma, en el más poderoso estado
del Mediterráneo occidental. Particularmente, basaba su dominio en el control del mar,
con una poderosa flota y una evidente superioridad naval, y en una serie de alianzas con
pueblos griegos e itálicos que le permitía influir sobre ellos sin necesidad de recurrir a las
armas. No obstante, no era un estado conquistador, sino comercial, por lo que no necesitaba grandes contingentes de soldados más que en aquellos momentos puntuales en los
que se encontrara en guerra, por lo que solía confiar en el uso liberal de mercenarios para
complementar sus fuerzas, contratados gracias a las considerables riquezas procedentes
del comercio, la base de su economía. Ahora bien, los trirremes cartagineses, de 36 m de
eslora y con una tripulación de unos 180 hombres, acaso los barcos de guerra más poderosos de la época, mantenían las rutas comerciales libres del peligro de piratas, garantizando
la seguridad de la navegación. A cambio, los aliados de Cartago renunciaban a una política
exterior propia.
Calles y villas de Roma, Cartago, Túnez.
Los intereses de este imperio comercial se encontraron en clara oposición entonces
con los de la floreciente República romana, que ya controlaba la totalidad de la
península Itálica, y dirigía ahora sus ojos hacia lo que eran las líneas naturales de
expansión por tierra, Sicilia, en el sur, y la Galia Transalpina, en el norte.
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Las Guerras Púnicas
Las fases del Imperialismo La república Romana tardía
A pesar de la ventaja
inicial de Cartago en
cuanto a capacidad
militar naval, el desembarco romano no
encontró prácticamente ninguna oposición,
por lo cual su estrategia inicial era eliminar
a Siracusa como enemigo marchando hacia
el sur.
Hacia el final de la ...
La época Imperial
El régimen Imperial
Tan pronto como Roma inició esta empresa hacia el norte y el sur, inevitablemente
trajo como consecuencia el conflicto con Cartago, que vio amenazada su influencia
en el Mediterráneo, vital para mantener su imperio comercial. Para entonces, la
dinastía militar de los Bárcidas, procedente de una de las familias más poderosas
de la ciudad, e instaurados gracias al fuerte carácter del patriarca, Amílcar Barca, se
habían establecido en la península Ibérica, forjando de tal modo, y en pocos años,
un auténtico Imperio en el área meridional.
Cartago.
La Primera Guerra Púnica
Las primeras fases de esta guerra consistieron en batallas terrestres, cuando Roma decidió
acudir a Sicilia en apoyo de Messana, en la actual Mesina, que había solicitado su ayuda
frente al acoso de Siracusa, liderada por Hierón II, y de los cartagineses, que ocupaban
la parte oriental y occidental de la isla respectivamente. En un principio, se trataba de un
combate desigual, puesto que los romanos, al carecer de una flota de guerra con menos
experiencia, procuraron entablar combates en tierra, dentro de la isla. Sin embargo, a medida que fue avanzado el conflicto, que va desde el 264 al 241 a. C., se convirtió en una
guerra eminentemente naval.
La guerra terrestre en Sicilia comenzó con el desembarco romano en Messana en el 264
a. C. A pesar de la ventaja inicial de Cartago en cuanto a capacidad militar naval, el desembarco romano no encontró prácticamente ninguna oposición, por lo cual su estrategia
inicial era eliminar a Siracusa como enemigo marchando hacia el sur.
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La época Imperial
El régimen Imperial
Tras un breve asedio sin ayuda cartaginesa a la vista, Siracusa optó por firmar la
paz con los romanos, cuyos términos convertirían entonces a Siracusa en aliada de
Roma, obligándose a pagar una pequeña indemnización de unos 100 talentos de
plata. No obstante, probablemente lo más importante del tratado era que Siracusa
aceptaba ayudar al ejército romano en Sicilia mediante su aprovisionamiento, permitiendo que Roma mantuviera un ejército provisionado en la isla, sin depender
para ello de una ruta marítima a merced de un enemigo con superioridad naval.
Guerra Mercenaria.
Mientras tanto, los cartagineses habían comenzado a reclutar un ejército de mercenarios en África, que todavía debía ser enviado por mar hasta Sicilia para enfrentarse a
los romanos en su intento de defender el oeste de la isla desde la base de la ciudad de
Agrigento. El ejército mercenario
lucharía en campo abierto contra los romanos, mientras que las
ciudades fuertemente fortificadas
ofrecerían una base defensiva
desde la que operar. No obstante,
una vez iniciada la invasión de las
costas de Italia, Roma puso sitio a
Agrigento en el 262 a. C., en una
operación en la que se vieron involucradas las cuatro legiones romanas. La guarnición de la ciudad
logró hacer una llamada en busca
de refuerzos, y la fuerza de liberación cartaginesa llegó al rescate,
destruyendo la base de suministros romana ubicada en la fortaleza de Erbesus. Estando rota la
línea de suministros, los romanos
se encontraron asediados por el
ejército de liberación, por lo que
se vieron obligados a construir y
mantener dos líneas defensivas:
una interna, contra los posibles
ataques desde Agrigento, y otra
externa, contra el ejército de liberación. Ahora bien, tras algunas
escaramuzas, el ejército romano
sufrió una epidemia, mientras
que los aprovisionamientos en
Agrigento comenzaban a escasear. De esta manera, llegó un
momento en el cual ambos bandos consideraban preferible una
batalla a campo abierto en lugar
de la situación actual.
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La época Imperial
El régimen Imperial
Es así como los romanos vencieron claramente al ejército cartaginés en la batalla de Agrigento, cuya victoria los animó a expandir la guerra a territorio africano. La ciudad, privada
de defensas, cayó fácilmente en manos romanas, quines saquearon la ciudad y esclavizaron a sus habitantes. De esta manera, Roma accedió también al control del sur de la isla.
Los romanos se vieron
obligados a estrenarse
en la lucha marítima,
tras lo cual decidieron
el ataque naval a las
posiciones cartaginesas.
Pese a ser vencida, Cartago no aceptó las condiciones de paz romanas, que implicaban
abandonar Cerdeña y Sicilia, por lo cual, apoyada por mercenarios espartanos, prolongó
su resistencia. Ahora bien, los líderes cartagineses decidieron evitar las confrontaciones
directas en tierra con las legiones romanas, concentrándose en el mar. Es por ello que,
hasta el 250 a. C. el balance fue favorable a los cartagineses, dada la evidente supremacía
de su flota a pesar de los esfuerzos de Roma para financiar la construcción de una armada
comparable a la de Cartago. De esta manera, los romanos se vieron obligados a estrenarse
en la lucha marítima, tras lo cual decidieron el ataque naval a las posiciones cartaginesas.
Exceptuando la desastrosa derrota de la Batalla de los llanos del río Bagradas, en África,
y las batallas navales de las Islas Eolias y Drépano, los diferentes enfrentamientos fueron
una cadena casi ininterrumpida de victorias romanas. Finalmente, en el 241 a. C., Amílcar
Barca fue obligado a aceptar la paz en condiciones onerosas para los cartagineses, ya que
debían abandonar y ceder a Roma la isla de Sicilia, ceder además las naves, y a pagar una
fuerte indemnización de guerra de 2.000 a 3.000 talentos de plata anuales en los próximos
diez o veinte años.
Mapa de la primera guerra Púnica.
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De esta manera, la prosperidad económica de Cartago se vio fuertemente debilitada. Las
deudas contraídas y el mantenimiento de su ejército, compuesto básicamente por mercenarios que exigían su paga, obligaron a buscar soluciones. Como compensación por la
pérdida de Sicilia y posteriormente de Cerdeña, Amílcar y sus supervivientes cartagineses
buscaron establecerse en el sur de Hispania, próximos a las zonas metalíferas de Sierra
Morena y de la región levantina, con el fin de cumplir con tres objetivos: apropiarse de sus
recursos minerales para saldar sus deudas, reclutar mercenarios del lugar para su ejército,
y colonizar territorios ya poblados.
Fuerte antiguo en Túnez.
En un principio, Roma se mantuvo al margen, ya que la conquista de la península Ibérica
no afectaba sus intereses. Sin embargo, la asombrosa expansión de los cartagineses cambió el curso de los acontecimientos.
Muerto Amílcar Barca en el 228 a. C., su yerno Asdrúbal fundó Carthago Nova, la actual
Cartagena, en la costa levantina, concertando un polémico pacto con los romanos, el
denominado Tratado del Ebro, en virtud del cual los cartagineses se comprometían a no
atravesar la línea de este río, delimitándose de esta manera dos áreas de influencia: la
grecorromana al norte y la bárcida al sur. Para Roma, el acercamiento a Asdrúbal parecía
estabilizar la situación en la Península y proteger sus intereses. Para Asdrúbal, en cambio, el
tratado del Ebro significó la posibilidad, aceptada por Roma, de dominar la mayor parte de
la Península y el reconocimiento de su autocracia hispana por parte de la principal potencia
de la cuenca mediterránea.
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El régimen Imperial
Sin embargo, Asdrúbal tendría poco tiempo para disfrutar del poder obtenido, ya que a
principios del 221 a. C. fue asesinado, presumiblemente en su propio palacio. Así, a su
muerte, fue sucedido por Aníbal, hijo de Amílcar, quien tomó el mando cartaginés. Su
poder se expandía por gran parte del territorio hispano, excepto Sagunto. Justamente, la
conquista cartaginesa de Sagunto en 219 a. C. desencadenará el conflicto con Roma, que
aprovechó la ocasión para declarar la guerra y enviar un ejército a Hispania, pese a que la
toma de esta ciudad no violaba el Tratado del Ebro suscripto entre ambas potencias. De
esta manera, el asedio de Sagunto duraría ocho meses, configurando un durísimo cerco
en el que Aníbal empleó toda la fuerza de su ejército, la contundencia de su maquinaria
de guerra y su genio.
La Segunda Guerra Púnica
Después de que los cartagineses asediaran y destruyeran Sagunto, los romanos decidieron
contraatacar en dos frentes. Partiendo desde Sicilia, isla que les sirvió de base de operaciones,
buscaron lanzarse por África del Norte e Hispania. No obstante, Aníbal trastocó los planes de
los romanos con una estrategia inesperada, ya que intentaba llevar la guerra al corazón de
Italia, marchando rápidamente a través de Hispania y del sur de la Galia.
Consciente de que su flota era muy inferior a la de los romanos, entonces
decidió no atacar por mar, sino que eligió una ruta terrestre mucho más
complicada, aunque más interesante tácticamente, puesto que le permitió reclutar a muchos soldados mercenarios o aliados procedentes de los
pueblos celtas dispuestos a combatir a los romanos.
El paso de los Alpes por el ejército de Aníbal fue considerado
en su día una hazaña militar sobresaliente.
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Considerando que la superior capacidad de producción romana les daba ventaja en cualquier enfrentamiento prolongado, la guerra debía resolverse cuanto antes. Es por ello que,
para sorpresa de propios y extraños, Aníbal decidió dirigirse hacia Italia con buena parte de
su ejército a través de los Pirineos y los Alpes. Hasta el día de hoy, la travesía de los Alpes es
considerada la opción táctica más destacada en la Antigüedad, ya que Aníbal logró atravesar las montañas a pesar de los obstáculos que planteaban el clima, el terreno, los ataques
de las poblaciones locales, y la dificultad de dirigir a un ejército compuesto por soldados de
distintas etnias y que hablaban en diversas lenguas.
Segunda guerra Púnica, 202 a.C.
De esta manera, Aníbal penetró en Italia al mando de un ejército cartaginés reforzado
con infantería gala e hispana, caballería númida, y otros mercenarios, así como con la
presencia de doce elefantes, aplastando de forma contundente a todas las fuerzas que
los romanos le opusieron, especialmente en las batallas del río Trebia, del lago Trasimeno
y de Cannas. Esta última batalla, considerada como la obra táctica maestra de Aníbal, se
libró finalmente en el 216 a. C. sobre la ribera izquierda del río Ofanto, en el sur de Italia,
antes de que los romanos instalaran su campamento. A la cabeza de 50.000 hombres,
el general cartaginés envolvió a los romanos, reduciendo el área del campo de batalla y
eliminando así su ventaja numérica. Entonces, colocó su infantería en semicírculo, y reforzó sus flancos con sus jinetes númidas y galos. Las legiones romanas que se extendían
sobre aproximadamente un kilómetro y medio del terreno se lanzaron contra el centro
del ejército enemigo, pero estos se arquearon en forma de “U”, de manera controlada,
encerrando a los legionarios en su interior.
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TOMO 5 - Capítulo 12: Roma Arcaica
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Gracias a su brillante táctica, Aníbal, a pesar de su inferioridad numérica, aniquiló las fuerzas romanas casi por completo.La gran victoria cartaginesa hizo que
numerosos pueblos de Italia decidieran unirse a la causa de Aníbal. Tal y como
escribe Tito Livio, el desastre de Cannas fue el más grave del que se tenían precedentes, e hizo que la fidelidad de los aliados, que hasta ahora se había mantenido
firme, comenzara a tambalearse.
Ese mismo año, las ciudades griegas de Sicilia se rebelaron contra
el control político romano y el rey
de Macedonia, Filipo V, se declaró aliado de Aníbal. No obstante,
la falta de efectivos y maquinaria
de asedio le impidió a Aníbal conquistar la ciudad de Roma, con
lo que le fue imposible asestar
el golpe crucial. Se ha afirmado
a menudo que si Aníbal hubiera
recibido el equipo necesario procedente de Cartago, habría encabezado un ataque directo contra
Roma. Sin embargo, se contentó
con hostigar las fortalezas que se
le resistían enconadamente y, a
pesar de todo, solo consiguió la
defección de algunos territorios
italianos como Capua, la segunda
ciudad de Italia, que los cartagineses convirtieron en su nueva base.
No obstante, a partir de 212 a. C.,
Aníbal se vio envuelto en dificultades cada vez mayores. De hecho, a partir del 215 a. C., los romanos emplearon una estrategia
consistente en evitar cualquier enSegunda guerra púnica, Dominio de Roma por Aníbal.
frentamiento en batalla con Aníbal. Mientras, iban aumentando
sus efectivos a través de una política de enrolamiento de esclavos y de jóvenes de menos
de 17 años, comprendiendo, ante todo y por vez primera, hasta qué punto era necesario
encaminar una ofensiva sobre el terreno político e ideológico. Con todo, en el terreno
militar, los romanos, bajo la dirección de Marco Claudio Marcelo, reconquistaron Siracusa
en el 212 a. C. y posteriormente Capua un año después, todo tras dos asedios sucesivos.
De esta manera, luego lograron destruir un ejército cartaginés en Sicilia a tal punto que,
aliados con la Liga Etolia, pacificaron la isla a fin de contrarrestar a Filipo V, que trató de
aprovecharse de la situación para conquistar Iliria. No obstante, atacado por varios frentes,
el joven rey macedónico fue rápidamente neutralizado.
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TOMO 5 - Capítulo 12: Roma Arcaica
Las Guerras Púnicas
Los hermanos Plubio
y Cneo Escipión, procónsules del ejército
romano en Hispania
en el periodo que va
desde el 217 al 211 a.
C., habían conseguido
importantes logros,
distrayendo a un gran
número de tropas cartaginesas y poniendo
en peligro el dominio
cartaginés en ese país.
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Sin embargo, Aníbal volvió a demostrar su superioridad táctica
cuando en el 210 a. C. infligió
una severa derrota al ejército proconsular de Cneo Fulvio Centumalo en Herdonia, la actual Ordona, en Apulia, y destruyó en el
208 a. C. una fuerza romana que
estaba bloqueada en el sitio de
Locri. Pero la pérdida de Tarento
un año antes, reconquistada por
Fabio Cunctator, y la progresiva
reconquista romana del Samnio y
de Lucania, en la actual Basilicata,
acentuada por una serie de victorias en Salapia y en Grumentum
en el 207 a. C. le hicieron perder
el control del sur de Italia. A pesar
Efigie de Publio Cornelio Escipión en un sello de oro.
de ello, Aníbal regresó a Apulia
y esperó a su hermano Asdrúbal
Barca para marchar sobre Roma.
Paralelamente, Roma trataba de atacar a los cartagineses en Hispania, con el fin de evitar
que los hermanos bárcidas pudieran establecer contacto entre sí.
De esta manera, los hermanos Plubio y Cneo Escipión, procónsules del ejército romano en
Hispania en el periodo que va desde el 217 al 211 a. C., habían conseguido importantes
logros, distrayendo a un gran número de tropas cartaginesas y poniendo en peligro el
dominio cartaginés en ese país. No obstante, la derrota y muerte de éstos en el 211 a.
C. en manos de Asdrúbal hizo que Roma comprendiera que era necesario desalojar a los
cartagineses de Hispania para evitar una nueva invasión. Así las cosas, envió a Publio Cornelio Escipión, el futuro Escipión el Africano, hijo y sobrino de los anteriores, quien concibió
la estrategia de atacar Carthago Nova en una ofensiva relámpago en el 209 a. C para
quebrar la línea del enemigo. Al año siguiente, derrotó en la Batalla de Baecula al ejército
comandado por Asdrúbal, quien, no obstante, logró partir de Hispania con un ejército de
refuerzo para llegar a Italia por vía terrestre. Sin embargo, antes de poder unir sus fuerzas
con las de su hermano, caería muerto sobre los bancales del Metauro en 207 a. C., víctima
de una audaz maniobra estratégica del cónsul romano Cayo Claudio Nerón que, encargado de vigilar a Aníbal, se unió a su colega a fin de hacer frente a Asdrúbal. Cuando tuvo
noticias de la derrota y muerte de su hermano, Aníbal se retiró a Bruttium, donde acantonó
a su ejército durante los años que siguieron. La combinación de estos eventos marcó el final de los éxitos de Aníbal en Italia y, para el 206 a. C., ya habían finalizado las hostilidades
en Hispania y Sicilia en beneficio de los romanos, que se apoderaron de dichos territorios.
La rendición de Gades, en la actual Cádiz, el último bastión peninsular cartaginés,
en el 205 a. C., significó entonces un giro en el conflicto a favor de los romanos. El
paso siguiente sería el ataque directo a Cartago. Una vez realizado el desembarco
en África sin oposición de la flota cartaginesa, los romanos encontraron un aliado
que resultaría decisivo: Masinissa, rey nominal de Numidia Oriental, despojado de
su trono por Sifax, rey de Numidia Occidental, aliado de Cartago. Así, Escipión pone
sitio a la ciudad de Utica, ubicada en la costa mediterránea africana, aunque la llegada de los ejércitos unidos de Sifax y Cartago lo obligan a retirarse.
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Las Guerras Púnicas
Los romanos propusieron un tratado de paz
que estipulaba que los
cartagineses no mantendrían más que sus
territorios en África
del Norte, que el reino
de Masinissa forjara su
independencia, y que
Cartago debía reducir
el tamaño de su flota y pagar una fuerte
indemnización.
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Para la primavera del 203 a. C. los romanos llevaron a cabo un nuevo ataque, causando
ingentes pérdidas a los cartagineses y a los númidas, lo que les permitió poner sitio otra vez
a la ciudad de Utica. De esta manera, los cartagineses y los númidas reunieron sus últimas
reservas, incluyendo mercenarios españoles, para enfrentar a Escipión. La consiguiente
batalla de los Grandes Campos culminó con la completa victoria romana, expulsando a
Sifax del trono de Numidia y obligando a Cartago a entablar negociaciones de paz. Sin
embargo, mientras el tratado se enviaba a Roma para su aprobación por el Senado, Aníbal
fue llamado para que regresara de Italia. Su retorno reforzó la moral del ejército cartaginés,
que lo colocó a la cabeza de una fuerza compuesta por los mercenarios que había enrolado
en Italia y reclutas locales. En el 202 a. C., Aníbal se reunió con Escipión a fin de tratar de
negociar una paz con la República. A pesar de su admiración mutua, las negociaciones
fracasaron debido a que los romanos reprocharon a los cartagineses la ruptura del tratado
firmado tras la Primera Guerra Púnica durante el ataque a Sagunto. Con todo, además,
los romanos propusieron un tratado de paz que estipulaba que los cartagineses no mantendrían más que sus territorios en África del Norte, que el reino de Masinissa forjara su
independencia, y que Cartago debía reducir el tamaño de su flota y pagar una fuerte indemnización. Sin más, los cartagineses, reforzados por el regreso de Aníbal y la llegada de
suministros, rechazaron las condiciones.
La decisiva batalla en Zama, lugar de Numidia que se encuentra entre Constantina y Túnez, en el 202 a. C., significó entonces el final de la Segunda Guerra Púnica. A diferencia
de la mayoría de las batallas libradas, los romanos disponían de mejor caballería que los
cartagineses, quienes contaban con una infantería superior. Sin más, la superioridad romana se debía a la cesión de caballería númida por parte de Masinissa, mientras que Aníbal,
cuya salud se había deteriorado mucho debido a sus años de campaña en Italia, contaba
con la ventaja de 80 elefantes de guerra y 15.000 infantes veteranos de Italia, aunque el
resto de su ejército estaba compuesto por mercenarios celtas o por ciudadanos cartagineses poco aguerridos. Bajo todas las formas, Aníbal entonces trató de emplear la misma estrategia que utilizó en Cannas. Sin embargo, las tácticas romanas habían evolucionado tras
14 años, el intento de encierro fracasó, y los cartagineses fueron finalmente derrotados.
La batalla en Zama, lugar de Numidia que se encuentra entre Constantina y Túnez, en el 202 a. C.
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Las Guerras Púnicas
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Aníbal, que había ganado todas las batallas en Italia y en los Alpes, había sido derrotado
en su propio terreno, tras lo cual huyó a Asia. Mientras, Cartago estaba obligada a firmar
la paz con Roma, cuyo tratado estipulaba que la otrora mayor potencia mediterránea debía renunciar a su flota de guerra y a su ejército, y que debía pagar un tributo de 10.000
talentos de plata durante 50 años. Las condiciones impuestas fueron ratificadas por ambos
senados, tanto el romano como el cartaginés, en el 201 a. C. En el caso de Cartago, las
durísimas condiciones impuestas por Roma, aunque la dejaban como un estado independiente, la redujeron a una posición de segundo plano en la escena internacional, lo que
cortó de raíz cualquier intento de Aníbal y de otros por recuperar su antigua gloria. Todo lo
opuesto fue para Roma, cuya costosa victoria, lograda a base del heroísmo y de la disposición romana al sacrificio, hizo posible que en el transcurso de 170 años la pequeña ciudad
ubicada en junto al Tíber se transformase en el centro de la más grande potencia mundial
de la antigüedad.
Tercera Guerra Púnica
El tratado de paz consiguiente tras la Segunda Guerra Púnica establecía que los cartagineses no podían tener una flota armada, ni tampoco hacer la guerra sin permiso y consentimiento de Roma, aparte de estar obligados a reconocer al reino númido de Masinissa como
independiente. La posición cartaginesa quedó tan reducida que en los años siguientes no
pudo levantarse contra Roma y cuando lo hizo, la rebelión fue rápidamente sofocada y el
territorio norteafricano convertido en nueva provincia romana.
Territorios de Cartago y Roma antes
de la Tercera Guerra Púnica.
Obligada a un ejército puramente nominal, Cartago sufría regularmente incursiones de
saqueo desde Numidia, las cuales eran arbitradas por el Senado romano, claramente favorecedor a ésta en la mayoría de sus resoluciones. Tras soportar esta situación durante
años, Cartago consiguió pagar todas las indemnizaciones de guerra que le debía a Roma,
tras lo cual comunicó públicamente que dejaba de considerarse ligada a las restricciones
del tratado de paz, en contra de la opinión de Roma. De esta manera, organizó un ejército
para resistir a la siguiente incursión númida. No obstante, alarmados por este rebrote de
militarismo cartaginés, y temiendo el resurgir del mayor rival de la causa romana, muchos
romanos abogaban por su destrucción completa a modo preventivo.
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Las Guerras Púnicas
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El régimen Imperial
Por ello, Catón el Viejo, antiguo censor romano, a quien también disgustaban las muestras
públicas de opulencia que se hacían en Cartago, impresionado por las evidencias de la
prosperidad cartaginesa, estaba convencido de que la seguridad de Roma dependía de la
aniquilación de Cartago.
De esta manera, durante el año 149 a. C., Roma realizó una serie de reclamaciones, a cual
más exigente, con la clara intención de empujar a Cartago a una guerra abierta, proporcionando un casus belli que esgrimir ante el resto del mundo antiguo. Tras exigir la entrega
de 300 rehenes elegidos entre los hijos de los dirigentes gubernamentales cartagineses, y a
condición de que se cumplieran las decisiones de los cónsules romanos una vez se hubiesen
asentado éstos en suelo africano, se demandó que la ciudad fuera demolida y trasladada
a otro punto más hacia el interior de África, lejos de la costa, siempre que la distancia del
mar no fuese inferior a 15,4 km. Eso significaba el fin de Cartago como potencia marítima y
comercial, quedando relegada solamente a las actividades agrícolas. Como es de suponer,
esta decisión fue airadamente rechazada por los cartagineses, quienes se negaron a aceptar tal demanda, por lo que Roma declaró el inicio de la Tercera Guerra Púnica.
Escena de la tercer guerra Púnica.
Aunque desarmada, Cartago se hallaba rodeada por excelentes fortificaciones que permitirían su defensa aún con inferioridad numérica y de equipo. Así, la población de Cartago,
que hasta el momento había confiado principalmente en el uso de mercenarios, tuvo que
tomar una parte mucho más activa en la defensa de la ciudad. Gracias a esto, pudieron
prepararse para resistir el sitio cuando dispusieron la fabricación de miles de armas improvisadas en un corto espacio de tiempo y la construcción de maquinaria de guerra, logrando
reforzar las murallas de la ciudad y amontonando provisiones en enorme cantidad.
Los primeros años de asedio significaron un fracaso total para los romanos, a tal
punto que sus acciones militares no lograron siquiera paralizar la actividad comercial
y militar marítima de los cartagineses. Mientras tanto, los círculos dirigentes romanos, avergonzados de la injustificable prolongación del sitio contra la ciudad, en el
año 147 a. C. decidieron, aun en contra de los criterios legales vigentes, nombrar
cónsul y comandante supremo del ejército romano en África al nieto adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio Escipión Emiliano, a quien consideraban el oficial
más capaz de todo el ejército romano.
Ataques marítimos de las Guerras Púnicas.
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TOMO 5 - Capítulo 12: Roma Arcaica
Las Guerras Púnicas
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Una segunda ofensiva, en la primavera del 146 a. C., acabó con el asedio de Cartago, ya que
finalmente los romanos lograron romper las murallas de la ciudad, la saquearon, y procedieron a quemarla por completo hasta sus cimientos. Las demás ciudades del norte de África
que apoyaron a Cartago en todo momento corrieron la misma suerte. Los supervivientes
fueron vendidos como esclavos, y Cartago dejó de existir hasta que fue reconstruida por el
emperador romano Octavio Augusto como colonia para veteranos, un siglo más tarde. Así,
durante el Imperio, fue una de las ciudades más esplendorosas del mundo romano, sobreviviendo hasta el siglo VII, cuando fue destruida por la invasión árabe del norte de África.
Como conclusión, en vistas a determinar las repercusiones de estos complejos
enfrentamientos, las Guerras Púnicas originaron importantes cambios sociales,
ya que la economía acusó la concentración urbana y el abandono del campo,
especialmente en el sur, donde los campesinos fueron originando una oleada
migratoria hacia la ciudad. Sin embargo, el abandono del sector agrario resultó compensado con el florecimiento del comercio debido a la conquista de los
territorios cartagineses.
Evolución de las posesiones cartaginesas en el transcurso de las Guerras Púnicas.
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