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TEMA 2º. PLATÓN
1. MARCO HISTÓRICO, SOCIOCULTURAL Y FILOSÓFICO
1.1 CONTEXTO HISTÓRICO Y SOCIOCULTURAL DEL PENSAMIENTO DE
PLATÓN
Platón nació en el 427 a. de C. en Atenas en el seno de una familia aristocrática
y murió en el 347 a. de C. La ciudad de Atenas había liderado a principios del siglo V
a. de C. las guerras contra los persas (Guerras médicas) Tras la victoria griega,
Atenas vivió una época de esplendor bajo el gobierno de Pericles, quien consolidó y
mejoró el sistema democrático. En esa etapa Atenas adoptó una actitud imperialista
hacia las ciudades-estado (polis) vecinas, lo que provocó el enfrentamiento con
Esparta, prototipo de sociedad aristocrática y militarista. Esta guerra conocida como
Guerra del Peloponeso duraría treinta años y acabó con la rendición de Atenas en el
404 a. de C. y con la sustitución de la democracia por el régimen de los Treinta
Tiranos, escogidos entre los que mostraban una postura más favorable a Esparta. El
despotismo de este régimen acabó con las esperanzas de Platón de que se realizaran
reformas políticas. La restauración de la democracia un año después le decepcionó
también, ya que bajo el nuevo régimen se produjo la falsa acusación y condena a
muerte de su maestro Sócrates en el 399 a. de C.
Orígenes de la democracia ateniense: La evolución hacia la democracia se
produjo en Atenas a partir del siglo VI a. de C., con las reformas de Solón y Clístenes,
que debilitaron el poder político de las familias aristocráticas. Como consecuencia del
desarrollo de una economía monetaria y del comercio y de la industria, se creó una
nueva clase de ricos advenedizos que poseían enormes fortunas. Muchas familias
nobles se vieron súbitamente empobrecidas y también los pequeños campesinos
quedaron endeudados. La agitación social se hizo permanente y así surgieron los
tiranos en Atenas y otras ciudades griegas, nobles desposeídos, que se ofrecían al
pueblo como caudillos con el fin de arrebatar el poder a los propietarios aristocráticos.
Tanto los tiranos que aspiraban al poder como los aristócratas que pretendían derrocar
al tirano no podían llevar a cabo su empresa sin la alianza y la colaboración del
pueblo. Por otro lado, la victoria de los griegos contra los persas no hubiera podido
lograrse sin la ayuda del pueblo, por lo que este tenía derecho a reclamar una mayor
participación en los asuntos políticos.
La democracia trajo consigo un tipo de valores relacionados con el triunfo en la
vida pública (política), muy distintos de los ideales tradicionales aristocráticos. En la
democracia ateniense el poder residía en la Asamblea, en la que participaban todos
los ciudadanos mayores de edad (estaban excluidos los extranjeros, las mujeres y los
esclavos) Otras instituciones eran el Consejo formado por 500 ciudadanos elegidos
anualmente y los tribunales populares. La elección de cargos era por sorteo, pero
los ciudadanos que tuviesen ambiciones políticas debían prepararse si querían dominar
en la Asamblea. Un político necesitaba ser buen orador, de ahí la importancia de los
sofistas, los primeros profesionales de la enseñanza, expertos en el arte de la
retórica y la dialéctica o arte de vencer al contrario en una discusión.
Para asegurar que la participación no estuviera confiada, en la práctica, a
aquellos con tiempo suficiente para dedicarse a la política, se introdujo un salario para
compensar a los ciudadanos que trabajaban por la pérdida de salarios y ganancias que
de otro modo hubieran recibido. Tanto Sócrates como Platón consideraron
despectivamente el experimento democrático ateniense como un gobierno de
“aficionados”, pues creían firmemente que gobernar era una habilidad especializada.
Atenas vivió una época de esplendor político, artístico y cultural en el siglo V a.
de C., conocido como el “Siglo de Pericles”. Pericles fue el impulsor de la
reconstrucción de la Acrópolis cuyo edificio central fue el Partenón. Las obras se
realizaron bajo la dirección del escultor Fidias. En esta época vivieron grandes figuras
TEMA 2º. LOS SOFISTAS. SÓCRATES Y PLATÓN. RESUMEN .2º BACH
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de la cultura griega como Sócrates, el sofista Protágoras, el filósofo Anaxágoras, los
historiadores Heródoto y Tucídides, los trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides, el
comediógrafo Aristófanes.
1.2 CONTEXTO FILOSÓFICO DEL PENSAMIENTO DE PLATÓN
A raíz de la muerte de Sócrates, Platón sufrió una profunda crisis vital que le
llevó a emprender diversos viajes por Egipto, Italia y Sicilia. En su primer viaje a
Sicilia se relacionó con la comunidad pitagórica de Tarento. De los pitagóricos heredó
la idea de inmortalidad y transmigración de las almas, la explicación
matemática del Universo y la concepción comunitaria del modo de vida filosófico.
Platón vuelve a Atenas en el año 387 a. C. y funda en esta ciudad uno de los centros
educativos y de investigación más importantes de la Antigüedad: la Academia.
Platón confiesa en algunas obras autobiográficas, como la Carta VII, que se
dedicó a la filosofía por la terrible impresión que le produjo en su juventud la muerte
de su maestro, condenado injustamente por un tribunal ateniense. Este
acontecimiento hizo que Platón se planteara durante el resto de su vida el problema
fundamental de la política: cómo conseguir que la sociedad esté gobernada con
justicia. Problema que constituye el asunto central de su diálogo La República.
Sócrates no escribió nada, pues creía que la escritura no era el lugar apropiado
para la transmisión de la verdad y del conocimiento. Su método de investigación y de
enseñanza era la mayéutica (preguntar a su interlocutor, para que éste “dé a luz” sus
propios pensamientos) Platón será fiel en gran medida a su maestro y también
considerará que la verdad se muestra en el intercambio de ideas entre diversos
interlocutores, por ello las obras de Platón tienen la forma de diálogos.
La investigación socrática estuvo siempre dirigida a la búsqueda de una
definición universal de la virtud y comienza estudiando el significado de las
definiciones de las virtudes particulares con el fin de averiguar a través del método
inductivo qué es lo que tienen en común todos esos comportamientos para que los
designemos con el nombre de “virtud”.
Las doctrinas del filósofo Parménides influyeron también de forma muy
notable en la filosofía de Platón. Parménides (540-470 a. C.) había considerado que el
cambio y el movimiento eran imposibles de explicar en términos racionales, pues
afirmar que algo cambia implica reconocer que “es” y “no es” al mismo tiempo. Según
Parménides, la verdadera realidad (el ser) tiene los siguientes atributos: unidad
(frente a la multiplicidad que captamos por los sentidos) e inmutabilidad (frente a los
cambios aparentes que nos transmiten los sentidos). Platón atribuye a las Ideas las
mismas características que posee el ser de Parménides: no nacen ni mueren, son
eternas, inmutables y universales.
2. LA REALIDAD Y EL CONOCIMIENTO
2.1 LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD: LAS IDEAS Y EL MUNDO FÍSICO
La doctrina central de la filosofía platónica es la teoría de las Ideas, también
denominadas Formas. Consiste en la afirmación de que existen realidades
inmateriales, inmutables y universales. Según Platón, las Ideas se hallan incorporadas
a la materia como la forma o estructura de las realidades individuales que percibimos.
Es esa forma o estructura lo que nosotros captamos a través de la razón cuando
pensamos conceptos mediante los cuales separamos lo accidental, lo individual y lo
transitorio, y nos fijamos en lo sustancial, lo universal y lo permanente.
Sin embargo Platón afirma que las Ideas existen también como arquetipos o
modelos perfectos en una especie de reino separado de la materia, al que podríamos
denominar Mundo Inteligible, es decir, un mundo que sólo puede ser captado por la
inteligencia o razón, y que se diferenciaría del Mundo Sensible (mundo físico que
captamos a través de los sentidos) Platón considera el mundo físico que percibimos
como el resultado de la actividad ordenadora de una Inteligencia divina, el Demiurgo,
TEMA 2º. LOS SOFISTAS. SÓCRATES Y PLATÓN. RESUMEN .2º BACH
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que da forma o estructura a una materia desordenada, caótica. El Demiurgo organiza
la materia conforme a unos modelos o arquetipos eternos y perfectos (las Formas o
Ideas) Si el universo no es totalmente perfecto es porque la materia introduce
siempre un factor de desorden o indeterminación.
Las Formas o Ideas son, según Platón, la causa de la existencia de las cosas
sensibles que percibimos. Es decir, que la Idea no existe porque existan los individuos
en los que se encarna o representa, sino que más bien los individuos concretos existen
porque existe la correspondiente Forma o Idea. La Idea es la unidad de la que
participa la multiplicidad de individuos que comparten la misma esencia o naturaleza.
(Participación). Esa relación de dependencia de las cosas sensibles respecto a las
Idea puede expresarse también diciendo que la Idea es el modelo imitado
imperfectamente por las cosas individuales (Imitación)
El mundo inteligible o mundo de las Ideas es un mundo ordenado y jerárquico.
Del mismo modo que las cosas sensibles participan de las Ideas, también las Ideas
participan del Bien. Según Platón, la Idea del Bien representa la máxima realidad y
perfección. El ser o realidad de las cosas es entendido por Platón como perfección
(Bien) Todo lo que existe es real en tanto que participa del Bien. La ausencia de Bien
es la nada, el no-ser, la materia caótica privada de orden e inteligibilidad. El Bien es el
principio que le otorga orden e inteligibilidad (racionalidad) a todo lo real. Este
orden e inteligibilidad se realiza de modo perfecto en las Ideas. En el mundo físico o
sensible, tal perfección es obstaculizada por la materia.
La imposibilidad de definir el Bien obliga a presentarlo bajo la forma de una
analogía comparándolo con el sol (símil del sol): lo que es el sol respecto del mundo
visible (sensible) es el Bien respecto del inteligible: Del mismo modo que el ojo sólo
puede ver un objeto visible si está presente un tercer elemento, la luz (que deriva del
sol), así también la mente sólo puede aprehender un objeto inteligible (la Idea) si
ambos son iluminados por el Bien. Por tanto, el Bien es la condición del
conocimiento, que hace al mundo inteligible y a la mente humana inteligente.
2.2 EL CONOCIMIENTO
Platón distingue dos niveles de conocimiento: el saber (ciencia: epistéme) y
la opinión (dóxa). Las opiniones, según el diálogo Menón,
son inestables,
cambiantes, pueden ser verdaderas o falsas. Pero ni siquiera las opiniones
verdaderas constituyen un auténtico saber o ciencia, pues nada nos asegura que no
podamos cambiar de opinión. Para que la opinión verdadera pueda convertirse en
ciencia hará falta que encontremos el fundamento, el criterio que nos permita
distinguir las opiniones falsas de las verdaderas. El paso de la opinión verdadera a la
ciencia se explica mediante el proceso de reminiscencia (recuerdo) que permite a la
mente humana recobrar el conocimiento latente alcanzado antes de que quedara
atrapada en un cuerpo mortal.
En el diálogo La República, Platón identifica la ciencia con el conocimiento
inteligible (conocimiento intelectual), que está dirigido a las Ideas, cuya realidad sólo
se puede captar con la razón (alma, inteligencia), mientras que la opinión (doxa) es
el conocimiento sensible, que tiene como objeto las realidades del mundo físico,
sobre las que no puede existir propiamente ciencia, pues ciencia sólo puede haber
acerca de objetos permanentes y universales.
Platón distingue grados o niveles en la opinión y en la ciencia mediante el Símil
de la línea, representación gráfica de los diversos estados en los que puede hallarse
la mente humana respecto al conocimiento, desde el modo más imperfecto al más
perfecto. Así, si trazamos una línea y la dividimos en dos segmentos desiguales,
denominaremos ciencia (nóesis) al segmento más grande y opinión (dóxa) al más
pequeño. Después volveremos a dividir cada uno de estos segmentos en dos mitades
también desiguales:
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NÓESIS, EPISTÉME
NÓESIS
(CONOCIMIENTO, INTUICIÓN)
(CONOCIMIENTO)
DIÁNOIA
(CIENCIA)
(PENSAMIENTO DISCURSIVO)
PÍSTIS (CREENCIA)
DÓXA
(OPINIÓN)
EIKASÍA
(IMAGINACIÓN)
Entre opinión y ciencia se da la siguiente relación: los objetos conocidos a
través de la opinión son copias (imitaciones) imperfectas de los objetos conocidos a
través de la ciencia. Es decir, los objetos sensibles del mundo físico son copias o
imitaciones de las Formas o Ideas.
En la opinión pueden distinguirse dos grados de menor a mayor perfección: En
el nivel más bajo de conocimiento se encuentra la imaginación (eikasía), que
consiste en el conocimiento de sombras, copias o imágenes de las cosas del mundo
físico. El segundo nivel de la opinión es la creencia (pístis), que tiene por objeto la
percepción de las realidades del mundo físico, copias imperfectas de las Ideas.
En cuanto a la ciencia, podemos distinguir dos grados atendiendo a la manera
de conocer los objetos propios de la ciencia, las Ideas. El nivel inferior es denominado
diánoia (pensamiento) y consiste en un conocimiento de las Ideas, alcanzado a
través del razonamiento, en el que la mente capta la Idea como la esencia permanente
y universal de las cosas sensibles que de ella participan. Por consiguiente, se alcanza
la Idea a través del recuerdo de la misma que despiertan las copias sensibles.
Por último, el grado más elevado de conocimiento es el que Platón denomina
nóesis o epistéme (intuición intelectual), que es el conocimiento de las Formas o
Ideas y de su relación con el Bien sin apoyarse en sus copias sensibles. Se trata de un
conocimiento en el que el alma o inteligencia puede captar directamente las Ideas del
mismo modo que las contempló cuando se hallaba libre del cuerpo antes de comenzar
la rueda de reencarnaciones sucesivas.
3. ANTROPOLOGÍA PLATÓNICA
3.1 LA DOCTRINA PLATÓNICA DEL ALMA
El dualismo (alma frente a cuerpo) constituye el núcleo de la doctrina
platónica sobre el ser humano. Platón recoge ideas procedentes del pitagorismo: El
alma es inmortal y su unión con el cuerpo es accidental y transitoria. Como explica en
el Menón, el Fedón y el Fedro, nuestras almas son inmortales, pero están sujetas a un
ciclo de nacimientos en cuerpos mortales. El alma pertenece al ámbito de las Ideas,
mientras que el cuerpo pertenece al mundo de los seres físicos. Mientras permanece
unida al cuerpo, la tarea fundamental del alma es purificarse. Las impurezas vienen de
su relación con el cuerpo, de sus exigencias y necesidades. En su estado desencarnado
el alma tiene la oportunidad de ver las Formas (Ideas) directa y claramente. La
experiencia del nacimiento y la contaminación con el cuerpo producen el olvido, pero
las imperfectas aproximaciones sensibles a las Formas pueden estimular la
reminiscencia de las Formas en sí mismas.
Platón aborda las funciones psíquicas del ser humano en diálogos como la
República y el Fedro. Distingue tres aspectos en la psique o alma: la razón (alma
racional), el apetito (alma concupiscible) y el ánimo (alma irascible). A la razón
corresponde ordenar y controlar el apetito. En el apetito residen los impulsos
irracionales y los deseos motivados por las necesidades corporales. El ánimo es el
coraje o valor que cumple la función de auxiliar a la razón para refrenar los apetitos,
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aunque una mala educación puede corromperlo y hacer que ceda a las demandas del
apetito.
Esta visión tripartita del alma se corresponde con el mito del carro alado
utilizado en el Fedro. Platón compara el alma con un carro del que tiran dos caballos
conducidos por un auriga. De los dos caballos uno es noble y valeroso, mientras que el
otro es indisciplinado. El conductor del carro simboliza la razón, mientras que los dos
caballos representan los otros dos aspectos del alma.
El alma en su más pura esencia, completamente libre de todos los deseos y
emociones que sólo son posibles mediante su asociación con el cuerpo, es inmortal y
divina. Su naturaleza es simple y no tripartita. No obstante, las pasiones y los
apetitos, no la abandonan necesariamente después de la muerte. A menos que haya
llevado un vida filosófica, sigue estando contaminada de lo corpóreo y tiene que andar
errante hasta que de nuevo es aprisionada en un cuerpo (Fedón).
3.2 ÉTICA Y POLÍTICA
El diálogo La República de Platón se ocupa de la virtud de la Justicia y de los
requisitos que deberían darse para que un individuo fuese justo. Según Platón, un
individuo sólo podrá ser justo si vive en una sociedad donde reine la justicia. Por lo
tanto, la Ética, que se ocupa de la virtud del individuo, es inseparable de la Política,
que se ocupa de la virtud del Estado.
La reflexión sobre la justicia conduce a una reflexión sobre las causas por las
que las sociedades existentes son injustas. Platón considera que todos los regímenes
políticos existentes están enfermos, particularmente la democracia, que algunos
consideran el gobierno del pueblo cuando en realidad es, según Platón, el gobierno de
una minoría de demagogos que logran ganarse el favor del pueblo a costa de halagos
y engaños. El hecho de que en la democracia ateniense los ciudadanos fuesen elegidos
para desempeñar los cargos públicos por sorteo es visto por Platón como otro de los
defectos del sistema, pues es absurdo dejar que personas sin la educación y los
conocimientos apropiados dirijan los asuntos del Estado.
La Justicia sería para Platón el equilibrio o armonía de los tres aspectos que
distingue en el ser humano: la razón (alma racional), el apetito (alma
concupiscible) y el ánimo (alma irascible) Cada una de estas partes del alma tiene
una virtud propia. Corresponde a la razón gobernar, es decir, ordenarnos lo que
debemos hacer, y la virtud propia del buen gobierno es la sabiduría. La virtud propia
del alma concupiscible será la moderación o templanza. Por último, la parte irascible
del alma tendrá como virtud propia la fortaleza o valor. Un individuo será justo
cuando cada una de estas partes del alma cumpla la función que le es propia.
La sociedad ideal debería estar organizada de tal modo que gobernaran los más
sabios auxiliados por los ciudadanos más valerosos. El resto de la población debería
dedicarse a las tareas productivas o al comercio. Según Platón una sociedad sólo
podría ser justa si todos los ciudadanos fuesen educados por el Estado con el fin de
descubrir qué aptitudes poseen y asignarles la función más adecuada a dichas
aptitudes. Aquellos en los que predominara el apetito formarían la clase más
numerosa (los productores, dedicados a las actividades económicas) Un grupo más
reducido lo constituirían aquellos individuos en los que predominara el valor y la
fortaleza (los guardianes auxiliares, que constituyen una especie de clase militar
encargada de hacer cumplir las órdenes de los gobernantes) Por último, una minoría
de guardianes destacará por su sabiduría y su prudencia, por predominar en ellos el
elemento racional del alma. Estos alcanzarían el gobierno cuando llegaran a una edad
muy avanzada y constituyen la clase de los verdaderos Guardianes: los gobernantesfilósofos. El Estado será justo cuando cada una de estas tres clases cumpla la función
que le es propia y posea la virtud que le es propia. La justicia consiste, pues en la
armonía de las clases que forman el Estado.
La ciudad ideal debería estar gobernada por los filósofos, porque estos han
llegado al conocimiento de las Formas o Ideas y son capaces de distinguirlas de los
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objetos que participan de ellas. La misma aptitud del filósofo para contemplar las
verdades inmutables, le hará despreciar los asuntos humanos, mostrándose reacio a
tomar parte en ellos. Platón dice con frecuencia que el filósofo sólo gobernará
obligado. Un filósofo no podría tomar parte en la política de una sociedad existente,
sino sólo en una ideal, aunque, al mismo tiempo, ese Estado ideal nunca se podrá
realizar hasta que el filósofo acceda a tomar parte en la política.
La formación de los Guardianes (gobernantes-filósofos) comprende la
aritmética, la geometría, la astronomía y la armonía musical, todo ello como
preparación de la suprema disciplina: la Dialéctica. El proceso de educación del ser
humano es descrito de forma alegórica en el mito de la caverna. Platón sostiene que
la educación no proporciona ciencia sino que sólo activa el saber implícito en el alma
“reorientándola” hacia sus verdaderos objetos (las Formas o Ideas). El filósofo es
representado en el mito como el esclavo liberado que aprende a distinguir las sombras
de la caverna de la verdadera realidad del mundo exterior. El mundo exterior
representa la realidad inteligible de las Ideas, y el sol que ilumina los objetos del
mundo visible representa el Bien del cual proceden la perfección e inteligibilidad de las
Ideas.
Las matemáticas y las disciplinas afines que sirven como preparación para la
Dialéctica tienen la función de apartar al alma de la consideración del mundo sensible
para orientarla hacia lo inteligible. En la Dialéctica platónica, una mente entrenada en
las matemáticas (el orden matemático conduce al orden de los valores, porque el
orden (kósmos) es en sí mismo un bien), se ocupa de las Formas (Ideas) y alcanza
finalmente la auténtica fuente de su existencia e inteligibilidad: la Forma del Bien.
La investigación socrática respondía a la necesidad de explicar la existencia de
criterios o valores morales de validez universal, puesto que los sofistas habían
planteado una ética relativista, según la cual los valores morales no son absolutos
sino que dependen de las circunstancias de cada lugar o cada época. Si existen
normas o valores universales deben proceder de una realidad distinta de la que
percibimos en este mundo. La posibilidad de un orden moral y político descansa,
según Platón, en el reconocimiento de que existe un orden ideal (Mundo inteligible)
constituido por realidades inmateriales, inmutables y universales, cuyo conocimiento
constituye la ciencia o episteme.
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