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17 Valores, axiomas y las heladas laderas de la lógica* En su manifiesto, Wissenschaflliche Weltauffassung: Der WienerKreis, Neurath, Carnap )' Hahn reconocieron que su cruzada filosófica)' científica estaba tanto atlincherada en las batallas sociológicas)' culturales de la época, como sl~eta a las vicisitudes de la presión psicológica, temperamental )' social: .AsÍ la concepción científica del mundo se mantiene cercana a la vida contemporánea. La amenazan seguramente duras luchas y hostilidades. Sin embargo, hay muchos que no se desesperan sino que, en vista de la situación sociológica actual, aguardan con esperanza la marcha de los acontecimientos por venir. Por supuesto que no todo adherente individual a la concepción científica del mundo será un luchador. Algunos, contentos en su soledad, llevarán una vida retirada en las cimas de glaciales nieves eternas de la lógica; algunos quizás desdel1an incluso mezclarse con la masa y lamentan la inevitable "trivialización" resultante de la expansión. Sin embargo, SllS logros también se incorporan al desarrollo histórico (Neurath, 1929, p. 317) . el aL, • El título de este capítulo, así como también el título del libro, alude a una expresión que se encuenlra casi al final dellnanifieslo del Círculo de Viena. Aquí, seguin10s la versión inglesa de Reisch de ese escrito. Con todo. b versión en espaiiol del manifiesto (ofrecida por Pablo Lorenzano) parece más esclarecedora. En el original, esta porción reza: "Mancher wird, [!f:r Vereinsflmungji-uh l.Uif den eisigen Firrlen der Logik ein z..urüc/lge.ogenes Dasein !il!Lreú..." (véase la cita que sigue, donde se encuentra reproducido el pasaje en espaI1o1 que incluye la traducción ele esa expresión). [N. elel T.] J ['PlJ 412 Cómo la Guerra Fría Iransformó la filosofía de la ciencia Neurath, Carnap y Hahn probablemente nunca imaginaron que "los desarrollos históricos" del siglo xx incluirían una nueva clase de guerra, una guerra fría, que influiría la vida intelectual, social y económica alrededor del mundo. No fue solo que unos pocos individuos optaran por el profesionalismo y por la ruptura de compromisos sociales y culturales desde torres de madil o desde "las heladas laderas de la lógica", sino que comunidades enteras de intelectuales, incluyendo a los filósofos de la ciencia, se alejaban cada vez más de "las masas" mientras que la especialización, la profesionalización y el análisis independiente se convertían en las normas de la vida intelectual de posguerra. Este capítulo examina algunos de los desarrollos a través de los cuales el empirismo lógico, por así decirlo, renació despojado de toda sospecha o de conexiones "rosas" con el radicalismo filosófico y con los continuos debates acerca de los valores, de "las formas de vida" y cuestiones políticas y económicas. El Instituto para la Unidad de la Ciencia, moribundo para finales de la década de 1950, fue posteriormente absorbido por la Asociación de Filosofía de la Ciencia (PSA), cuyo estatuto reflejaba este profesionalismo de posg-uerra. Ese profesionalismo también respaldó nuevas relaciones entre los más prominentes empiristas lógicos y la ciencia militar patrocinada por la corporación RAND. Intelectualmente, el contenido de la disciplina evolucionó en formas que recordaban el clima en los campos universitarios de la década de 1950 -un clima que recompensaba a la conducta profesional y apolítica. Las universidades estaban bien financiadas por el gobierno federal para la investigación científica y por la Ley de Reajuste de los Soldados de 1944 (conocida como la ley GI),* que otorgaba un subsidio por cada soldado vuelto del combate que obtenía un título universitario. Con las aulas llenas (en parte con ex soldados que habían defendido a la democracia contra el totalitarismo extraruero) y con llamados para la unidad de la ciencia y para la planificación social y económica surgiendo exclusivamente desde la extrema izquierda, no es difícil ver por qué, en general, los filósofos de la ciencia abordaron tópicos tales como aquellos que eran defendidos por Feigl, Reichenbach y Caruap, y no los defendidos por Frank y Neurath. Dentro de la profesión, la transición estuvo signada por el declive del debate sobre cuestiones vinculadas a los valores y a las responsabilidades de la disciplina para con estas cuestiones. Aunque los argumentos a favor yen contra de la relevancia de las problemáticas políticas y valorativas son tan antiguas como el propio empirismo lógico, la década de 1950 sirvió • "GI" es un térnúno inglés para referenciar a las fuerzas annadas norteaJl1ericanas. [N. del T.] Valores, axiomas y las Ileladas laderas de la lógica 413 de guía para un nuevo consenso, a medida que los líderes más influyentes distinguían decidida y programáticamente a la filosofía de la ciencia propiamente dicha del estudio de la ética y de las declaraciones normativas. Mientras que estos pronunciamientos son un síntoma de una clase de despolitización de la filosofía de la ciencia, también son un síntoma de una clase diferente de repolitización. Este capítulo sostiene que la manera por la cual los valores y las declaraciones de valor fueron excluidos del análisis filosófico por Reichenbach, Feigl y otros, involucra una concepción de los valores similar a aquellas que guiaban a las campañas de Sidney Hook y Horace Kallen en nombre de la libertad y el pluralismo. En el escenario político maniqueo de la Guerra Fría, se pensaba que los valores sociales y morales que dividían a Occidente de los soviéticos eran absolutos e inmodificables a un nivel que los depositaba fuera de los límites para el u'atamiento por parte de la filosofía de la ciencia. El fin del Instituto para la Unidad de la Ciencia Luego de que el instituto de Frank perdiera su subsidio de Rockefeller, su actividad se vio disminuida y existió, al parecer, mayormente en los papeles hasta comienzos de la década de 1970. Luego de la muerte de Frank, acaecida en 1966, Herbert Feig-l sucedió a Frank como presidente, aunque -naturalmente-la mayor parte de su energía estuvo dirigida en la dirección de su propio Centro para la Filosofía de la Ciencia de Minnesota. Cuando Feigl anunció sus planes· de retirarse de la enseñanza, también anunció a los fideicomisarios del instituto del momento -además de él mismo, Morris, Nagel, Hempel, Milton Konvitz y Roben Cohen- que también renunciaría al instituto. La pregunta llegó a ser (como Cohen se la expresó a los otros): ¿qué se ha de hacer con el instituto "a medio vivir"? 1 Todos estuvieron de acuerdo en que el instituto estaba por terminar. Cohen sugirió que debería ser absorbido "tranquila, discreta y elegantemente" en la Asociación de Filosofía de la Ciencia, donde su "valor intelectual y social" podría brindar un mejor servicio. 2 Esta propuesta presentaba la problemática de evaluar si las metas del instituto podrían ser preservadas, y, si ese fuera el caso, de cómo se lograría tal cosa. Feig-l reportó conversaciones con Adolf Grünbaum, que pronto se convertiría en el presidente de la PSA, quien estuvo de acuerdo en que los "asunLOS y actividades" del instituto "deberían [ ... ] ser preservados de alguna J Feigl a los ficieicornisarios clel instituto, 7 de enero ele 1971, " Callen a Feigl, 10 ele mayo de 1971, C~ll'. C¡\!P . Cómo la Guerra Fría transformó la íilosoiiade la ciencia 4 14 manera [... ] como una rama o una parte diferenciada de la PSA". De hecho, Feigl incluso habló del instituto como si fuera a ser "revitalizado" bajo estas posibles disposiciones. 3 Monis permaneció escéptico. Si los "propósitos del Instituto para la Unidad de la Ciencia todavía han de ser de alguna manera perseguidos conscientemente",'¡ recomendaba, el instituto debería plegarse al Centro de Minnesota. A pesar de la oferta de Grünbaum de que todo encuentro futuro de la PSA presentara una sesión "sobre un tópico relevante para los intereses del InstitutO",5 Monis pareció preocuparse a causa de que la agenda del instituto pudiera perderse si era adoptada por una organización cuyo liderazgo experimentaba frecuentes modificaciones. Sin embargo, en cualquier caso, Monis no estaba tomando una posición inflexible. Cualquiera fuera el resultado, le escribió a sus coleg'as, no tenía "ninguna convicción definitiva sobre el asunto". G Feigl se habría sentido complacido si su Centro de MinnesoQ hubiera absorbido al instituto y su cuenta bancaria. Su apoyo financiero por parte de la Corporación Carnegie de Nueva York estaba cerca de agotarse, mientras que el instituto, principalmente gracias a las regalías de la Encyclopedia, poseía varios miles de dólares en el banco. Feiglle aseguró a Monis que en el caso que el instituto se uniera al Centro de Minnesota, tendría "todas las razones para creer que, en el futuro cercano, el Centro continuará con trab~o directamente relevante para los asuntOs de la unidad de la ciencia".7 Al final, los fideicomisarios siguieron el consejo de Cohen. Una vez más, con la ayuda de JVIiltOn Konvitz, quien manejó la vida del instituto como una entidad legal, los fideicomisarios transfirieron sus derechos y obligaciones a la Asociación de Filosofía de la Ciencia en 1972. s Sin embargo, de sus activos, US$ 1.500 fueron apartados y, a sugerencia de Feigl, enviados a Ivlarie Neurath. Ahora, luego de haber transferido al instiLUto sus derechos heredados por la Enc)'clopedia, Marie se encontraba con necesidad de dinero. Feigl explicó a sus colegas fideicomisarios que ella estaba enteramente entregada a la vida y a la obra de Otto, y Otto, por supuesto, "era el 'spiritus rector' e iniciador de nuestra empresa".9 Feigl a los fideicomisarios del inslÍtuto, 7 de enero de 1971. CMI'. 4 Morris a Feigl, 29 dejunio de 1971, CM P. 5 Cohen a Feigl, 10 de mayo de 1971. CMI'. 6 Monis a Feigl, 29 dejllnio de 1971, C~IP. 7 Feigl a Morris, 1 dejulio de 1971, CM 1'. 8 Petición para disolver el Instituto para la Unidad de la Ciencia, CM P. 9 Feigl a fideicomisarios, 25 de octubre de 1971, CMI'. Valores. axiomas y las heiadas laderas de la lógica 4 15 El instituto y la PSA Ciertamente, Neurath había sido alguna vez el espíritu guía de la "empresa" que Feigl y estos otros ahora guiaban. Pero sus metas y métodos habían cambiado. La petición de disolver el instituto especificaba que había sido incorporado para a) alentar la integTación del conocimiento por métodos científicos, b) conducir la investigación en los contextos lógicos, psicológicos y sociológicos de la ciencia, c) compilar la bibliografía y los resúmenes publicados y otras formas de literatura con respecto a la integración del conocimiento científico, d) apoyar al movimiento internacional de unidad de la ciencia y e) servir como un centro para la comunicación de las publicaciones del movimiento de Unidad de la Ciencia. Al representar una absorción de una institución por otra sin pérdidas (tal vez con el fin de minimizar cualquier complicación legal que podría acarrear consigo la disolución) la petición sostenía que los propósitos de la PSA eran "similares a las del Instituto para la Unidad de la Ciencia". Con todo, hay diferencias básicas entre la agenda de la PSA y la del instituto. Bajo Frank, el instituto pretendió combinar el estudio de la lógica, la psicología y la sociología de la ciencia, por un lado, con la tarea de promover la unidad de la ciencia y "la integración del conocimiento" a una escala internacional, por el otro. La ciencia unificada o uno de sus afines aparecen en cuatro de los cinco puntos de la -declaración. De acuerdo con su constitución, explicaba la petición, el PSA existía para <1) la promoción de los estudios y la libre discusión de diversos puntos de vistas en el campo de la filosofía de la cienci<l, b) la publicación de una revista dedicad<l a tales estudio en este campo, y c) la publicación de ensayos y monografías en este campo que sean demasiado l<lrgos para que fueran publicados en una revista. La asociación mencionada anteriormente lleva adelante encuentros bienales [... ] [y] publica una revista especi<lJizada, Philosophy 01 Sáence. lO 3 A la luz de la habitual dicotomía entre la ciencia unificada, por un lado, y la libertad y el pluralismo, por el otro, las lealtacles de la PSA eran claras. lO Petición para disolver el Instituto para la Unidad de la Ciencia, CM!'. ,p6 Valores, axiomas y las heladas laderas de la lógica Cómo la Guerra Fría lransíormó la lilosolla de la ciencia La libertad y el pluralismo estaban entre sus valores centrales, y su declaración de propósito no hacía mención alguna a la unidad de la ciencia o a la integración del conocimiento. La filosofía de la ciencia ahora era una disciplina profesional con fronteras claras cuyos proyectos y tareas estarían definidos y sostenidos internamente. Para alguien que no supiera lo que era la "filosofía de la ciencia", estos puntos no suministraban información alguna. La constitución de la PSA, por supuesto, no prohibía que sus miembros persiguieran asuntos y tópicos relacionados con la ciencia unificada, pero tales prosecuciones no eran constitutivas de la identidad de la asociación ni de su misión compartida. La petición también exageraba las similitudes entre las publicaciones del instituto y las de la asociación. Sostenía que eran "sustancialmente similares", 11 aunque las monografías de la Encyclopeclia y los ensayos en las Contribuciones de Frank se parecían solo en los artículos que aparecieran en PJ¿ilosopJ¿y 01 Science antes de la década de 1960. En 1972, cuando los fideicomisarios del instituto hicieron circular su petición entre sí para reunir las firmas necesarias.. probablemente la orientación politizada e izquierdista que i'vlalisoff (y Churchman) alguna vez sostuvieron en la revista y en la asociación se había perdido de vista. De acuerdo con la última declaración de misión de lvIalisoff, la asociación existía para 417 Estos cambios coincidieron con la sucesión de C. vVest Churchman por parte de Richard Rudner como editor del periódico. Rudner, un filósofo de las ciencias sociales en la Universidad del Estado de lvIichigan, fue elegido por lajunta de gobierno de la PSA solo unos meses antes de su elección como editor sobre las bases de que lajunta necesitaba a alg'uien cuya experiencia descansara en las ciencias sociales. 14 Pero Rudner rápidamente aclquirió un enorme poder, a causa de que lajunta de gobierno de la asociación requería que el sucesor de Churchman, quienquiera que fuese, tomara "la iniciativa de dar forma al futuro de la revista [... ] como es considerado por los contenidos de la revista".15 Cuatro años antes, Rudner había sostenido (en Validation ele Frank y en la conferencia relacionada) que "el método científico requiere intrínsecamente la efectivización de decisiones de valor" (Rudner, 1957, p. 28). Pero no ejerció su ini1uencia de modo de orientar a "los contenidos de la revista" en esta dirección. Lo contrario parece ser el caso. Como ha mostrado la investigación de Don Howard, durante la década de 1940, la frecuencia de los artículos relevantes para los debates vinculados a los valores o a los aspectos sociales de la ciencia disminuyó rápidainente luego de la toma de posesión del cargo por parte de Rudner (Howard, 2003, pp. 66-71). Los empiristas lógicos en la RAND promover el estudio y la discusión del tema de la filosofía de la ciencia, interpretada de manera amplia, y el aliento de las consecuencias prácticas que puedan fluir de esto para beneficio de los cien tíiieos y de los filósofos en panicular y para los hombres de buena voluntad en general. 12 La cláusula que 11J.bla de una interpretación "de manera amplia" efectivamente invitaba a cualquiera a unirse a la asociación, y así lo hicieron muchos, automáticamente, al suscl'ibirse a la revista, una circunstancia que terminó con las revisiones realizadas en 1958. 13 Aquellas revisiones acompañaban a una nueva declaración de misión (citada antes en la petición para disolver al instituto) en la cual estos matices humanísticos y socialistas -"el beneilcio" y las "consecuencias prácticas" de la illosofía de la ciencia para "los hombres de buena voluntad en g'eneral"- están ausentes. Según alg'unas versiones, la década de 1950 no presenció "el fin de la ideología", sino más bien la homogenización o normalización de la ideología. Para esta perspectiva, como podrían sugerir el Congreso para la Libertad de la Cultura y los despidos de los profesores comunistas y sospechados, el nuevo profesionalismo y el vocacionalismo de la academia eran síntomas de un reU'oceso no de la política, sino más bien del disenso y, a su vez, del cultivo de un nuevo estilo intelectual que complementaba el clima anticomuriista de los Estados Unidos de la Guerra Fría. La mayoría estuvo de acuerdo en que la vida intelectual estaba cambiando. H. Stuart Hughes puso sobre la mesa la pregunta "¿Es obsoleto lo intelectual?" en las páginas de Commentmy (Hughes, 1956), mientras que Ducasse a lajuma, 27 ele mayo de 1958, C~II'. Ducasse a Rudner, citado en Ducasse a lajunta ele gobierno, 13 ele enero de 1959, C~ll'. Lajunta de gobierno estaba compuesta por Gustav Bergmann, Carnap, Churchman, Theodosius Dobzhansky, Philipp Frank, R. B. Lindsay, Hen!)' Margenau, Ernest Nagel, Stanley Stevens y Louis Zerby (el editor enjefe del [)eriódico). Lajunta le dio la mayor parte ele los votos aArthur Burks, Ruelner yvVesley Salman (en ese orelen) yle ofreció el puesto a Ruelner luego ele que Burks declinara a tomarlo. 1·1 15 II Ibid. La constitución aparece en Philoso/Jh)' of Sciel1<:l', N" 15, pp. 176-177. I~ "Constitucíón revisada de la Asociaciól1 ele Filosofía ele la Ciel1cía, 1958", Scíellce, N° 26, el1ero de 1959, pp. 63-66. 12 P¡lilosojJh)' (Jf 4 18 Cómo la Guerra Fría transformó la filosofía de la ciencia Newton A..r vin identificó un nuevo "tipo académico" de intelectual "norteamericano" que había abandonado el "diverso, curioso y audaz estudio humano" a favor de la producción de "resultados" profesionalmente valiosos en el espíritu de la "revolución gerencial" de james Burnham (ci!:<1.do en Jacoby, 1987, p. 73). Philipp Rieff, quien contribuyó a fundar la revista Daedcdusy participó en al menos uno de los coloquios patrocinaelos por el instituto de Frank, estaba igu~lmente en desacuerdo con los "nuevos conservadores" que capitulaban a los intereses nacionales y reformaban sus carreras como analistas políticos: Con este compromiso de parte de los nuevos conservadores para con la política, es la lealtad (y no la verdad) la que provee la condición social por la cual el nuevo intelectual descubre su nuevo ambiente y lojuzga familiar.1Vludarse desde la Nueva Escueta [para la Investigación Social] a la corporación de los nuevos conservadores (Rieff, RAND es una decisión típica 1953, p. 17). Rieff se puso como blanco a los intelectuales de toelos los niveles, pero es probable que haya tenido en mente a los empiristas lógicos. Se había codeado con ellos en el instituto de Frank y probablemente sabía que algunos habían establecido relaciones laborales con la corporación RAND. 16 Un número suficiente de empiristas lógicos y sus estudiantes tenían conexiones con la RAND como para que un historiador sostuviera que "la profesionalización de la filosofía de la ciencia noneamericana a comienzos de la posguerra creció directamente desde el suelo de la Investigación de Operacion~s" que se fomentaba en laRA..l'iD (Mirowski, s/f, p. 22). El estudiante de Carnap, Olaf Helmer, trab~ó en la RAND durante la mayor parte de su vida profesional, mientras que Abraham Kaplan, Carl Hempel y los estueliantes ele Morris, Paul Kecksemeti y Freed Bales, almenas trab'0aron brevemente allí a comienzos de la década de 1950. Otros que trabajaron en (o en cuestiones cercanas a) la t1losofía de la ciencia en la RAND o en la investigación ele operaciones durante la década de 1950 y 1960 fueron Carnap, Quine, Paul Oppenheim, Alfreel Tarski, OlafHelmer,john Kemeny,]. C. C. McKinsey, Pau-ick Supples, Donald Davidson, Nicholas Rescher y Leonard Savage. 17 lGEn 1956, Rieffse elirigió al instituto b~o el título "La ciencia )' la política en una socieclael masiva" (Frank a Morison, 13 ele noviembre ele 1956, RAC 1.100, caja 35, carpeta 285). Ji Bales a 1vlonis, 20 ele agosto ele 1951; Hempel a Monis, 17 ele abril ele 1951; Kecskemeti a Morris, 25 elejulio ele 1961, CMI'. Kecskemeti es ielentificaelo en su contribución al congreso CCFR como "Principal unielael ele servicio ele la revista, elepartamento ele guerra estaelounielense" (Kecskemeti, 1948). Para otras conexiones con RAN D, véase Helmer y Rescher (1960), Quine (1986, pp. 27-28), Mirowski (s/n. Valores, axiomas y las heladas laderas de la lógica 419 La corporación RAND (orig'inalmente un acrónimo para Research and Development ["Investigación y Desarrollo"]) comenzó como un departamento interno de la Corporación Douglass Aircraft en Santa Mónica, California. Fue creada, gracias a una donación que provino de la Fuerza Aérea estadounidense, como una corporación independiente y sin t1nes ele lucro que conduciría y manejaría a la investigación intelectual "relacionada con la seguridad nacional y el interés público" (como lo expresaba su membrete). La RAND fue el primer "centro de estudios" inspirado parcialmente por el éxito y la importancia elel desciframiento de códigos en la victoria de los aliados en la Seg1.ll1da Cuerra Mundial. A menudo con limitado apoyo federal, la investigación del tipo thinh tan/¡ R.'\ND también fue llevada aelelante en las universidades, muchas veces en departamentos de "teoría de comunicaciones", tales como el que había en la Universidad de Il!inois, cuya invitación fuera desechada por Morris en protesta a los requerimientos de juramentos de lealtad por parte del estado. La importancia de la RAND no residía simplemente en que reclutara y apoyara a los filósofos que se embarcaran en la investigación relacionada con lo militar. Galileo y Descartes nos enseñan cuán antigua y tradicional ha sido esta clase de alianza. Durante la Segunda Guerra Mundial, Frank mismo trabajó como escritor de informes en la Universidad de Columbia para proyectos patrocinados por la Oficina (militar) de Investigación y Desarrollo Científicos (OSRD). Los filósofos Herbert Marcuse y Nonnan Brown, para tomar elos ejemplos adicionales, trabajaron en la Oilcina de Servicios Estratégicos (oss), la entidad predecesora de la CIA. 18 Más bien, la importancia de estas conexiones personales entre la RAND, la investigación de operaciones y el empirismo lógico es que continuaron luego de la gl.lCrra y así fOljaron la visión que la profesión lleg-ó a tener de sí misma y su perfil público durante, y posteriormente a, la década de 1950. A t1nes de la década de 1950, la RAND se hizo propaganda a sí misma entre un amplio rango de intelectuales de la ciencia, además de orientarlos técnicamente, que eran lectores ele la revista Science. junto a los anuncios de empleo en Raytheon, General Electric, Lockheed y otros contratistas militares, la RAND publicó una campat'ia que presentaba retratos de toda una página de luminarias de la historia. Estilizadas ilustraciones en acuarela ele Lucrecio, Leonardo y otros aparecían suspendidas entre citas de un párrafo de extensión tomadas de sus escritos. No hay promoción ele ventas en estos anuncios. Simplemente sugerían que la RAND era una JH El cargo ele Frank en la OSJW se informa en su archivo elel FlIl. Brown y Marcuse se conocieron cuanelo ambos trabajaban en la 05S, durante la décaela ele 1940 (Obituario de N01111an Brown, The Nau Yutk Times, 4 ele octubre ele 2002). 420 Cómo la Guerra Fria translormó la lilosoiía de la ciencia 'Jalores, ai\omas y las heladas laderas de la lóQ"\ca institución amigable para con, y respetuosa de, los grandes pensadores independientes (e incluso radicales) de la Itistmia. Uno de los anuncios presentaba a Thorstein Veblen, cuyo Theol)' 01 the Leisure Class, publicado originalmente en 1899, fue y continúa siendo un ícono de la crítica intelectual radical de la vida económica norteame¡·icana. Otros person'Úes caracterizados fueron Francis Bacon, vVilliam \Vhewell, Galileo, Henri Bergson, Karl Pearson y sirJames Jeans. Con pocas excepciones, este panteón estaba lleno de intelectuales y filósofos orientados hacia la ciencia. Uno de los anuncios caracterizaba a Hans Reichenbach, cuyo retrato aparece con una cita de Atom und Kosmos en la que describe a la física como una ciencia viva y dinámica que nutre al "espíritu que está en búsqueda de la verdad". La aparición de Reichenbach como un emblema propagandístico a favor de la RAND está cargado de ironías y simbolismo. A diferencia de otros, Reichenbach había sido asesor e investigador pagado por la RAND desde 1948. Pero Reichenbach mismo casi con seguridad no tenía nada que ver con su conversión en un ícono publicitario, ya que murió unos cUlos antes de que esta serie de anuncios viera la luz. Por lo tanto, fue alguien más en la RAND o tal vez un especialista en el mercado que fuera contratado quien se apropió de la imagen y de la reputación de Reichenbach como un emblema atractivo para la investigación militar. Alguna vez, en sujuventud, Reichenbach fue lo sullcientemente elocuente en su defensa del socialismo como para tener grandes dillcultades en obtener un puesto en la Universidad de Berlín (Traiger, 198'1). i\hora, era una de las caras para promocionar la investigación militar de la Guerra Fría. La imagen de Reichenbach también flotaba prominentemente sobre sus palabras relacionadas con el "espíritu" de la ciencia "que está en búsqueda de la verdad". Mientras que el probabilismo de Reichenbach no está desfasado de la actividad de la búsqueda de la verdad, sí niega que la ciencia (o cualquier otra actividad) pueda afirmar verdades absolutas e indubitables acerca de la naturaleza. Mientras que el eliseüaelor ele los anuncios que incluyó la entrada de Reichenbach en la serie casi con toda seguridad no estaba al tanto de la letra de la obra ele Reichenbach, con certeza sí estaba al tanto del valor y de la vigencia de la "verdad" en la cultura, tanto popular como intelectual, ele la Guerra Fría. Las verdades acerca de la libertad y de los males del comunismo eran mayormente vistas como un segundo bastión contra la invasión comunista, apenas detrás del primer bastión, vinculado con la fortaleza militar. Por ejemplo, a los lectores del The Ne"W Leade¡; se les pidió que contribuyeran con "dólares genuinos" para ayudar a que la Radio Europa Libre emitiera las verdades acerca de la superioridad de la democracia en los países controlados por los soviéticos. 421 La postura apolítica oficial Si la imagen de Reichenbach en las páginas de Seience sugería una alianza anticolllunista y patriótica entre el empirismo lógico norteamericano y la investigación militar, el consenso denu'o de la profesión (de acuerdo, en parte, con el propio Reichenbach) era que el empirismo lógico era apolítico y que no estaba involucrado con los problemas de los valores o con las cuestiones relacionadas con ellos. Sin dudas, este consenso no era ni intempestivo ni completamente unánime. Algunos estudiantes y defensores del empirismo lógico además ele Frank y lvIorris continuaban (incluso en la década de 1950) reclamando por un compromiso con las cuestiones sociales e ideológ"icas. Los conocidos argumentos de los escritos de Dewey, Frank y Nemath, por ejemplo, aparecen en el artículo de Abraham Kaplan "La ética norteamericana y la política pública" (K1.plan, 1958). La contribución de Kaplan al volumen de The Librar)' 01Living PhilosojJhers acerca de Carnap pasaba revista del emotivismo y, siguiendo a Frank, trazaba un perfil de "la teoría del valor a la cual las diversas corrientes en el empirismo y el pragmatismo contemporáneos -el emotivismo, así como también el cognitivismo- parecen estar convergiendo" (Kaplan, 1963, p. 854). Kaplan disfrutó de una larga carrera en la ueLA y escribió varios libros acerca de tópicos que iban desde la epistemología a la sociedad y la política norteamericanas. Un ejemplo similar es el de Grünbaum, quien tomó una posición contraria a los críticos populares elel cientificismo, tales como Hayek y Whittaker Chambers, el popular anticolllUnista, en las páginas de Scientific AIonthl)' (donde aparecieron por primera vez los ensayos que formaban parte del volumen Validation de Frank). Grünbaum sostuvo en su ensayo "Ciencia e ideología" que no había razón convincente alguna por la que la ciencia y la perspectiva científica, como muchos suponían, debieran ser excluidas de un debate ideológico responsable (Grünbaum, 1954). Como si se trataran de ecos de eras pasaelas, estos argumentos y llamados al compromiso de la profesión con la política, los valores y la ideología se fueron desvaneciendo durante la década de 1950. Aunque la concepción de que el empirismo lógico no tenía propiamente nada que ver con las aserciones no cognitivas y normativas de la ética o de la política había estado circulando desde la década de 1920, existen varias razones para identificar al popular libro de Reichenbach, The Rise 01Scientific Philosoph)! (1951), como el vencedor definitivo en este debate. Apareció al comienzo de la década, cuando el empil"Ísmo lógico, si habría de crecer y prosperar en la era de la amenaza roja, debería aparecer-como Reichenbach sostuvo que estaba-libre de toda contaminación ideológica. El libro fue también muy popular fuera de la profesión y promovió la bien conocida distinción 4 22 Cómo la Guerra Fria transformó ta filosofia de la ciencia de Reichenbach entre los así llamados contextos de descubrimiento y de justificación, presentados por primera vez en Exjxrience muZ Prediction, de Reichenbach (1938). Esta distinción sostiene que el valor epistémico de las teorías científicas reside enteramente en sus relaciones lógicas con la evidencia aceptada, y que no tiene nada que ver con los hechos contextuales del tema que pudieran estar relacionados con el origen de las teorías, su inspiración o los detalles personales (y mucho menos políticos) de los científicos que las crearon (Ciere, 1996, pp. 343-346). Reichenbach sostuvo que estos orígenes, si han de ser entendidos alguna vez, serán revelados por la psicología de la ciencia y no por la filosofía de la ciencia. Reichenbach explicaba que lo mismo vale para tópicos tales como la valoración, la ética y la política: Quienes piden al filósofo una guía para la vida deben agradecer cuando este los remita al psicólogo o al científico social; el conocimiento acumulado en estas ciencias empíricas promete respuestas mucho mejores que las acumuladas en los escritos de los fIlósofos [ ... ] Los filósofos tradicionales, sostenía Reichenbach, confunden de manera crónica las circunstancias y factores lógicos con los sociológ'icos y psicológicos, mientras que "el filósofo científico evita estos errores reduciendo su contribución a la ética a una clarificación de su estructura lógica" (Reichenbach, 1951, p. 316). El marco del tratamiento de Reichenbach era la "concepción heredada" -como posteriormente se la denominó- de las teorías científicas como sistemas formales en los cuales los conceptos y las hipótesis son introducidos o definidos sobre la base de las premisas o los <Lxiomas del sistema. Los axiomas mismos no son justificables sin circularidad o trivialidad dentro del sistema al que brindan su apoyo. Reichenbach invocó a la geometría formal como un patrón para ver al conocimiento ético y para distinguirlo con firmeza de la ciencia y la filosofía de la ciencia: "El filósofo científico distingue entre premisas o axiomas éticos e im plicanciones éticas, y solo considera las implicanciones como susceptibles de prueba lÓS'ica" (ibid., p. 319). En consecuencia, no puede haber ética científica debido a que las premisas éticas son esencialmente volitivas y subjetivas. A diferencia de las premisas de la geometría formal, ellas no pueden ulteriormente ser interpretadas como aserciones empíricas (por ejemplo, acerca de la estructura del espacio-tiempo) ni estar sluetas a contrastación científica. Por lo tanto, "los <Lxiomas o premisas éticas" no pueden encontrarjustificación o crítica sustantiva alguna dentro de la ciencia (o de la filosofía Valores, axiomas y las heladas laderas de la lógica 423 científica). Sus consecuencias lógicas de hecho sí pueden ser exploradas y analizadas dentro del sistema o del marco al cual pertenecen, pero ellas mismas no pueden ser el foco de atención de la indagación o la evaluación filosóficas. "Para el contexto considerado", explicaba Reichenbach, "no se ponen en tela dejuicio" (ibid.). El problema con la filosofía social Mientras que la identificación por parte de Reichenbach del conocimiento con <LXiOlnaS o premisas le permitió trazar las fronteras en torno de la actividadlegítima del filósofo de la ciencia, su argumento más amplio de que la ética debe permanecer fuera del ámbito científico siguió siendo, especialmente desde el punto de vista pragmático, poco convincente. Pueele que, como explicaba Reichenbach, los "axiomas de la ética" considerados aisladamente "no puedan convertirse de ningún modo en enunciados cognitivos; no hay interpretación en la que puedan llamarse verdaderos" (Reichenbach, 1951, p. 319). Pero admitió que, desde esta perspectiva, pertenecían a las teorías éticas que poseen una "estructura lógica" y desde las cuales las "implicaciones" pueden ser derivadas. Si es así, parecería que "los axiomas éticos o premisas", pueelen-como partes de marcos éticos más amplios- ser examinados y evaluados sobre la base de las consecuencias objetivas y empíricas que puedan tener sobre la sociedad o la vida inelividual. Por el otro lado, Reichenbach estab.a en lo correcto al enfatizar que si las elecciones de un individuo o de una sociedad de aceptar o rechazar ciertos axiomas éticos son puramente volitivas y no cognitivas, la ciencia y la filosofía de la ciencia no provee de herramienta alguna que permita dar información o guiar aquellas decisiones. Pero, como sugería una variante del argumento ele Frank para el "positivismo activo" (que apareció un ailo después elellibro ele Reichenbach), tampoco los políticos, ni los hombres ele negocios, o ningún otro campo intelectual podrían suministrar tales herramientas o experticia. Con respecto a las cuestiones éticas y sociales, cualquier distinción de principio entre la filosofía de la ciencia y estas otras instituciones continúa siendo elusiva, como sucede con cualquier razón por la que los filósofos de la ciencia en particular deban optar por no participar del debate social y ético. De todas maneras, la separación que realiza Reichenbach entre la ciencia y la filosofía científica de la ética logró popularizarse. La división, ya veces la motivación de Reichenbach para realizarla, a menudo aparecía en la literatura profesional especificando ele lo que trataba y de lo que no trataba la filosofía de la ciencia. En el volumen Readings in the Philosophy of '±24 Cómo la Guerra Fría lransformó la filosofía de la ciencia Science (1953), en el cual Herben Feigl y May Brodbeck recolectaron influyentes ensayos, Brodbeck presentó el volumen a través de la discusión de cuatro ideas populares acerca de, justamente, lo que significaba la "filosofía de la ciencia". Estas ideas eran "el estudio socio-psicológico de la ciencia", "la evaluación moral del papel y del conocimiento del científico", "la filosofía de la naturaleza" (que involucraba, pl'incipalmente, al materialismo dialéctico) y "el análisis lógico de la ciencia" (Brodbeck, 1953, p. 6). Brodbeck sostuvo que solo el último sig'nificado era correcto: la filosofía de la ciencia consiste, y se agota, en "el análisis, la descripción y la clariilcación (neutrales desde las perspectivas ética y filosófica) de los fundamentos de la ciencia". El tratamiento de Brodbeck de la "filosofía de la naturaleza" (la cual, a diferencia de algunas formas de filosofía especulativa "ya no es inocua, en tanto que provee de la racionalización para una ética o una ideología política particular", Brodbeck, 1953, p. 6) anticipaba la presentación de Richard Rudner en su libro Philosophy 01 Social Science (1966) que apareciera alrededor de una década después. Rudner, entonces editor de PlúlosojJhy 01 Science, especificó "el carácter y el alcance de la filosofía de la ciencia social" a partir de su contraste con el carácter y el alcance de la "filosofía social". A la filosofía social le preocupan "los distintos puntos de vista de la naturaleza de los sistemas sociales o sociedades que son deseables, y a veces presenta sus propias propuestas acerca de lo que constituye una sociedad buena o deseable". Rudner explicaba que la tradición se extiende desde La República de Platón a Hobbes, Locke y Rousseau a "los voluminosos escritos de socialistas marxistas y n~ marxistas y no socialistas hasta nuestra propia época" (Rudner, 1966, p. 2). Sin embargo, todo esto no tiene nada que ver con la filosofía de la ciencia social, la cual se rest¡-jnge a sí misma a los problemas "metodológicos" encontrados por la ciencia social. Es cierto, admitía Rudner, que muy pocos trabzúos en el área "son completamente neutrales o de carácter metodológico -por ejemplo, que no tengan nada que decir, directamente, o bien mediante una marcada sugerencia sobre el valor de algunas estructuras sociales" (ibid.). Con todo, en principio, el filósofo de la ciencia social ignoraba este tipo de apreciaciones y solo prestaba atención a las relaciones entre las términos teóricos y los ténninos observacionales, esto es, a las condiciones de contrastabilidad de las teorías sociales y no a su validez o a si estas eran defendibles o no: Para el filósofo de la ciencia social, ir más allá de la consideración de la contrastabilidad, en el sentido de determinar la sU5tentabilidad de una teoría de los fenóm'enos sociales, sería entr;¡r en el dominio del científico social o del filósofo social (p. 3). Valores. axiomas y las heladas laderas de la lógica 42 !) Si algunos investigadores anticomunistas o administradores de la universidad estuvieran examinando los volúmenes de Rudner o de Brodbeck y Feigl, se habrían dado cuenta en sus primeras páginas que la filosofía de la ciencia no otorga lugar alguno para los ideólogos que conectan su política con su filosofía. La profesión estaba consLituida por especialistas en conceptos y por analistas de la estructura teórica. Ni habrían aprendido mucho acerca de las posturas de IvIorris, Neurath y Frank, quienes se opusieron a tales desconexiones entre la filosofía de la ciencia técnica y los valores. En la lista de lecturas sugeridas ofrecida por Rudner, no se encontraba al movimienLO de Unidad de la Ciencia. La mayoría de las referencias pertenecían a Hempel, Rudner, Nelson Goodman y Talcott Parsons, y una mencionaba a Hayek (pp. 112-113). Brodbeck y Feigl incluyeron al ensayo "Interpretaciones filosóficas y malinterpretaciones de la teoría de la relatividad", de Frank, el cual concluía con un párrafo acerca de la necesidad de una "ilustración científica" progresista. 1u Pero no fueron incluidos ni los escritos de Frank acerca de la relatividad y los valores ni los escritos de Morris o de Neurath. Por el contrario, en la sección del libro que trataba acerca de la filosofía de las ciencias sociales, Feigl y Brodbeck incluyeron un argumento en contra del materialismo dialéctico por parte de Sidney Hook y un pequeíio paszúe de]. A. Passmore, titulado "¿Pueden las ciencias sociales estar libres de valores?" Sí, pueden estarlo, respondía Passmore al tiempo que exhortaba a los filósofos de la ciencia a construir "teorías acerca de la estructura de la moralidad que sean teorías genuinas". Por mucho que Brodbeck rechazara a la "filosofía de la naturaleza" por ser ide'ülógica, Passmore instaba a que los estudios científicos de la ética se abstuvieran de "la reivindicación social disfrazada" (Passmore, 1953, p. 676). Puesto que "es parte de la tarea ele las ciencias sociales exponer los subterfugios de este tipo", la ciencia libre de valores, con las herramientas libres de valores brindadas por la filosofía de la ciencia, podrían desempeüar ele mejor manera uno ele sus deberes cívicos (ibül., p. 674). Feigl sobre la ciencia y los valores La inHuencia de la concepción axiomática ele Reichenbach del conocimiento ético tal vez se encuentra mejor signada por su función en los escritos programáticos de Herbert Feigl. Con su Centro para la Filosofía de la Ciencia ele lVIinnesota, Feigl se convirtió en un importante representante I~ Este ensayo fue tomado de Frank (1938). 4 26 Cómo la Guerra Fría transformó la filosoiía de la ciencia institucional como así también intelectual elel empirismo lógico. De manera similar al caso de Reichenbach, los escritos programáticos ele Feigl constituyen un reflejo elel alejamiento elel compromiso político y social por parte ele la profesión. En 1943, en respuesta al furor en torno al ataque ele Mortimer Aeller sobre el positivismo y el naturalismo, Feigl criticó agudamente a la concepción ele Aeller ele los valores como "absolutos" y desconectaelos de la ciencia)' elel mundo empírico y práctico: La aceptación de llna autoridad absoluta o de una sanción extramundana para la moralidad, como la creencia en una fuente absoluta de verdad factual, es la manifestación de un tipo de mente precientífica y no totalmente liberal. Una humanidad completamente madura tendrá que llevar sobre sus hombros la responsabilidad de sus puntos de vista y de su conducta; y en el espíritu de un humanismo empírico y naturalista no reconocerá otro procedimiento que no sea el experimental (Feigl, 1943, citado en Lepley, 1944, p. 9). Al igual que lo hicieran otros empiristas lógicos y pragmatistas, Feigl estuvo ele acuerdo en que los valores culturales y sociales estaban conectaelos con la ciencia y eran puestos a prueba en los tires y aflojes de la práctica. En sus esbozos, Dewey, Hook y Nagel (quienes lideraron el contraataque aAdler), Carnap, Morris, Frank y Feigl compartieron esta postura durante la década ele 1930 y comienzos ele la elécada de 1940. 20 Sin embargo, en Readings in the Philosoph)' ofScience, Feigl había comenzado a concebir a los valores como estando más desconectados de la teoría y de la práctica científicas. Estuvo ele acuerdo con la austera concepción elel campo que tenía Brodbeck y enfatizó que la "ciencia no puede elictar los criterios de valor" (Feigl, 1953, p. 18). Con todo, se quedó con las formas en las que la ciencia y una perspectiva científica están conectaelas con las cuestiones sociales, educacionales y morales del humanismo. En un comentario que Dewey hubiera aprobado especialmente, Feigl escribió que "bajo el impacto de la ciencia moelerna", la función de la filosofía se ha visto reelucida y delimitada a "la clarificación de los fundamentos del conocimiento)' de la valoración" (ibid., p. 9, énfasis agregado). Si los comentarios de Feigl parecen estar fuera de lugar para un ensayo que data de 1953, considérese que los publicó primeramente en un temprano número de 1949 de American QuarterL)'. Por lo tanto Feigl los 20 Para más acerca ele Dewey, I-look y Nagel, véase el capítulo 3. Carnap respaldó la posición ele Feigl que se cita aquí en Lepley (1944, p. 9). Véanse también Morris (1938a), Frank (1950), Reisch (2001b). Valores. axiomas y las heladas laderas de la lógica 427 escribió antes de los altamente publicitados despidos que tuvieron lugar en la Universidad ele 'Washington en 1949, antes de las controversias en torno a los juramentos de lealtad en la Universidad ele California, y en el mismo año en que el nuevo instituto de Frank comenzaba su esfuerzo por revig-orizar al movimiento de Unidad de la Ciencia. Además, Feigl aprobó la "filosofía social"21 y dio nombre a los valores que conectaban al humanismo científico con la filosofía de la ciencia. Estos valores incluían a "los valores humanos tales como la libertad y la responsabilidad, los derechos y las obligaciones, las capacidades creativas y apreciativas", así como también a la 'Justicia, la paz y el consuelo del sufrimiento" (pp. 9, 16). De manera más importante, el ensayo de Feigl promovía el activismo, de manera similar al ensayo inaugural de Frank para las publicaciones del instituto (Frank, 1951 b) . Feigl explicaba que la filosofía de la ciencia puede ayudar a que la ciencia calcule las probabilidades relevantes en los casos "cuando debemos actuar, como sucede tan a menudo en la vida, bajo las probabilidades más altas disponibles, incluso si estas probabilidades son en sí mismas b<:Úas". Uniéndose a Malisoff, Neurath, Morris y otros, Feigl incluso hizo un llamado al planeamiento social y económico: "la planificación cooperativa sobre la base del mejor y más completo conocimiento disponible es el único camino que se ha dejado a una debilitada humanidad que se ha embarcado en la aventura de la ciencia y la civilización" (Feig-l, 1953, p. 18). En 1959, diez años después ele que publicara por primera vez estos comentarios, Feigl regresó a estos asuntos en su volumen Ourrent Issues in PhiLosoph)' of Science, coeditado con Grover Maxwell. Los ensayos de este volumen tratan sobre la explicación, la inducción y la probabilidad, la estructura de las teorías y cuestiones vinculadas a los fundamentos de las matemáticas,junto con tópicos más especializados en filosofía ele la física, psicología y ciencias sociales. En su introducción, Feigl describió una vez más una conexión entre la filosofía de la ciencia y las "aspiraciones" del humanismo "hacia una mejor condición de la humanidad [como una] meta universal" (Feigl, 1959, p. 17). Puesto que los seres humanos tienden a "protagonizar garrafales equivocaciones en el arte de vivir", sugería Feigl, la ciencia y la filosofía de la ciencia tenían un importante papel que desempei1ar: "La educación y la política, si son esclarecidas científicamente, podrían ser de una enorme ayuda" (ibid., p. 17). Sin embargo, Feig'l enfatizó de manera más notable de lo que lo hiciera en 1949, que la adopción de estos valores por parte de la profesión era indirecta a causa 21 "Claramente, nada es ,mis urgente para la educación actual que una filosofía social que sea apropiada y con la que pueda trab,~arse en una era científica" (Feigl, 1953, p. 9). Valores, axiomas y las heladas laderas de la lógica 428 429 Cómo la Guerra Fria Iranslormó la filosofía de la ciencia de que la ciencia "nunca puede, por su propia naturaleza, proveer de una razón para nuestras obligaciones fundamentales o para las metas supremas de la vida." (p. 16). Posiblemente puede dar cuenta eJe "los hechos de evaluación humana", y por supuesto puede "registrar" empíricamente "los códigos ideales y morales" de diferentes pueblos y culturas y posiblemente también explicar su desarrollo histórico. "Pero no debe pensarse que tal descripción e interpretación [... ] tal vez pueda plantear su justificación moral. La verdad científica es éticamente neutral" (ibid.). Feigl mencionó dos desarrollos que parecen haber ampliado la brecha entre la filosofía de la ciencia y los valores. Uno fue la profesionalización eJe la filosofía eJe la ciencia y, en panicular, una "división elel trab'!io" entre "un gran número de especialistas en los varios campos de la filosofía de la ciencia" (p. 2). Naturalmente, esto alienta la investigación en cuestiones y problemas más técnicos y estrechos. Aun cuando los aspectos de la historia eJe la ciencia "son del mayor interés para el historiador así como también para el filósofo de la ciencia" (p. 2), este profesionalismo también tendió a provocar una ruptura entre la filosofía y la historia ele la ciencia. El segundo y principal desarrollo que llevó a esta elivisión entre la ciencia y los valores también diferenciaba a la filosofía ele la ciencia de la ciencia empílica. Éste yace en el núcleo metodológico de la profesión: Los estudios relacionados con los fundamentos de las matelmíticas durante los últimos ochenta años han marcado el camino yestablecido para muchos filósofos de la ciencia una icIea que solo puede ser aproximada, pero que nunca puede ser alcanzada en la lógica de las ciencias empíricas. La axiomatización -esto es, la construcción de una disciplina científica en la forma de un sistema deductivo con cOl~untos de postulados, definiciones y deriv,lCiones formulados ele manera precisa- se ha puesto a la orden del día (pp. 3-4). Esta orden del día, explicaba Feigl, y la "generalmente aceptada versión de las teorías como sistemas hipotético-deductivos" no estuvo despojada de críticas. Pero esta salvedad involucraba un evidente propósito de la "concepción heredada" formal de las teorías científicas: ponía al debate en su centro de atención y contribuía a unificar a una profesión creciente y especializada. El modelo axiomático permitía que Feigl reforzara la distinción de Reichenbach entre ciencia (y por lo tanto, la propia filosofía de la ciencia) y partidismo social y político. Porque cuando Feigl seüaló que la ciencia es "éticamente neutral" respecto de "nuestras obligaciones fundamentales o [ ... ] [respecto de] las metas supremas ele la vida", seüaló que no solo la ciencia sino todas las empresas intelectuales eran completamente independientes de las inquietudes éticas y morales: Si la ciencia no puede validar los criterios morales ysi la teología no provee más que estímulos (o seelantes) verbales y emotivos, ¿en qué otro luga1' debemos bUSGlr lajustilicación para los principios éticos que constituyen la base de toda crítica moral? (p. 16). Feig'l responeJió diciendo que "no existe sino una respuesta a esta pregunta que es compatible con una perspectiva científica clarificada". Como había sugerido Reichenbach en su Risc 01 Scienlific Philosophy, nuestras creencias y valores éticos tienen el estatus de premisas en un sistema deductivo formal. Como tal, la respuesta es que no pueden ser justificados lóg'icamen te: Los principios éticos fundamentales son en sí mismos la base para la justificación ele la mayoría ele los preceptos morales particulares, pero -sin cometer petición de principio o iniciar un regreso al infinito- no pueden ser en sí mismos justificados lóg'icamente (p. 16). Al adoptar la ilustración axiomática del conocimiento ético de Reichenbach, Feigl esbozó un aislamiento más sólido de la filosofía de la ciencia con respecto al estudio de los valores y de las premisas éticas. No que la filosofía de la ciencia estuviera especialmente desconectada del debate ético, sino que más bien el debate ético está especialmente desconectado de la justificación lógica. Por mucho que Feigl respetara la "creencia moral" y su importancia paralas sociedades y los individuos, en tanto involucrara un "compromiso sincero e incondicional con una cierta actitud hacia los valores de la vida", no obstante lo cual "simjJlementeconsiste en un compromiso sincero e incondicional" que ningún proyecto intelecwallegítimo dentro o fuera de la ciencia puede iluminar o guiar (p. 17, énfasis al'iadido). A la luz de estas circunstancias, escribió Feigl, criticar a la ciencia (o a la filosofía científica) por no estar comprometida social y éticamente "sería como reprochar a un telar su incapacidad para producir música" (p. 16). El absolutismo ético y la política de la Guerra Fría Mientras que esta visión de la ética y de los valores habilitó a los filósofos de la ciencia para decir que su profesión no se ocupaba del tema de los valores, no obstante lo cual reflejaba la prominente concepción "absolutista" Cómo la Guerra Fria transformó la filosofía de la ciencia 43 0 de los valores sociales y políticos sobre la que se basaba el anLicomunismo norteamericano. Un indicador de esta concepción de los valores y de su adopción por parte de alg'unos filósofos de la ciencia lo constituyó la crítica de Manin Gardner de Relalivity: .ti Richer Trulh de Frank y de Rise 01 Scientific Philosophy de Reichenbach por carecer de una columna vertebral en lo relativo a los valores y la política, como se describió en el capítulo 15. Gardner estaba en lo correcto al ver que el libro de Reichenbach excusaba a los filósofos de la ciencia (qua filósofos de la ciencia) de tener que decidir tales litigios, pero sí se equivocaba en sugerir que estos dos libros eran igualmente permisivos. Aunque Reichenbach aclaraba su observación y neg'aba que "el filósofo científico" de hecho sostenga que "los así llamados axiomas sean premisas invariables, que rijan para todas las épocas y en todas las condiciones" (Reichenbach, 1951, p. 319), su argumento para la separación de la filosofía científica de la ética trataba a los valores éticos como axiomas que no estaban sl~etos a discusión. El libro de Frank acerca de los valores éticos obró en la dirección contraria. Para Frank, el único valor bueno consistía en un valor relativi.zado, contextualizado y sl~eto a revisión. No es casualidad que el filósofo anticomunista más agresivo de la década de 1950 fuera también el más absolutista en lo que se refiere a los valores sociales y políticos. Cuando Camap rehusó el pedido de Sidney 1-look de que se desvinculase del congreso Waldorf, explicó que apoyaba al congreso sobre la base de que "el sostenimiento de la paz me parece que es el principal problema y la principal tarea a realizar hoy, incluso más importante que las libertades ci\·iles",22 Casi con seguridad, Carnap razonó que mantener la paz parecía más importante porque las libertades civiles no tendrían valor alguno si la civilización contemporánea y sus infraestructuras fueran diezmadas por una guerra nuclear con los soviéticos. Al igual que Frank, Carnap. sabía que los valores operan en, y son específicos de (cualitificados por), contextos prácticos. Hook leyó esto y explotó en ira y sarcasmo. Previamente, le había advertido a Carnap con firmeza, pero también con amabilidad, contra parecer ser un compaiíero de ruta del comunismo; pero ahora parecía haber concluido que la apariencia era bien atinada: Si hubiera sabido que el "sostenimiento de la paz es más importante [para usted] que las libertades civiles", nunca le habría escrito en primer lugar. Porque cualquiera que crea tal cosa ya ha dejado el ámbito democrático. Si la paz es más importante que las libertades civiles, entonces debería promover que los Estados Unidos se afilien 22 Camap a Hook, 24 de marzo de 1949, ASl' Re 088-38-13. Valores, axiomas y las heladas laderas de la lógica 43 1 inmediatamente a las repúblicas de la Unión Soviética. Por supuesto, podríamos haber tenido paz sin libertades civiles si hubiésemos capitulado frente a Hitler en 1939, ahorrándonos así muchísimo derramamiento de sangre. Mi propia posición como demócrata es que la paz sin la libertad específica de la Declaración de Derechos no es algo que valga la pena poseer (en Shapi1'O, 1995, p. 133). Hook sugirió, equivocadamente, que Camap optó por "la paz sin libertades civiles" porque Hook definía a los valores como absolutos, no contextuales y, extraúamente, excluyentes: al parecer, suponía que uno podía tener paz sin libertades civiles o libertades civiles sin paz. No reconoció (como Carnap sí lo hizo) que la tarea práctica de balancear y administrar múltiples y potencialmente conflictivos valores y fines (tales como la paz y las libertades civiles) adoptados de manera simultánea por una sociedad diversa y compleja. Carnap describió a esta tarea una vez más ailos después en su autobiografía al discutir la necesidad de preservar la libertad individual, de evitar la guerra nuclear y de buscar agresivamente una planificación económica y social que fuera patrocinada por parte del Estado (Camap, 1963b, p. 864). A veces, las circunstancias pueden requerir que acentuemos algunos valores en desmedro de otros, sobre los cuales se hagan concesiones. Pero eso no significa que los abandonemos completa o permanentemente, como Hook pensó que estaba recomendando Carnap en el caso de las libertades civiles. A pesar de la reputación de la época con la que contaba Hook de ser un luchador en pos del instrumentalism6 pragmático en el ámbito político, su polémica anticomunista de las décadas de 1940 y 1950 no reconocía ninguna de las complejidades que Cal'nap tenía en mente. 23 En particular, la libertad era para Hook un valor que era absoluto en el sentido que debía ser sostenido sin tener en cuenta otras creencias, valores o contextos}' cómo ellos puedan cambiar en el curso de los eventos. Del mismo modo que sucediera en el tl'atamienw de Reichenbach de los compronlisos éticos, la libertad constituía un <L'Xioma a ser dado por sentado y que no debía ser cuestionado o disputado. Hook admitió su absolutismo sobre la cuestión de la libertad y explicó cómo tal cosa le permitía tolerar a los compaúeros anticomunistas que habitualmente eran, social y económicamente, más conservadores. Unos treinta aúos después de su discusión Con 23 Por ejemplo, un admirador había eSClito que Hook era un oponente del absolutismo, uno que valientemente "luchaba con[('a aquellos que se encontraban poseídos por un fanatismo político o una doble moral)' contra aquellos que justificaban conductas detestables apelando a algún ideal trascendeme en lo social o en lo político" (Shapiro, 1995, p. 2). 43 2 Cómo la Guerra Fria Iransiormó la lilasaiía de la ciencia Valores, axiomas y las heladas laderas de la lógica Carnap, en una carta a William F. Buckley, Hook indicó que su devoción a la libertad "trasciende las diferencias relacionadas con una economía de mercado, las formas específicas del bienestar estatal, la validez de los :lrgumentas para b existencia de Dios y otr:lS cuestiones políticas, económicas y educacionales" lo aparraban ele Buckley y de otros. Ni la impOrtancia o el signific:ldo de la libertad dependían de! bienestar del munelo o de otros seres humanos que vivieran en él. Recordando sus primeras discusiones con Bertrand Russell, Robert Maynard Hutchins y otros defensores de los tiempos de la Guerra Frí:l de un gobierno mundial, Hook le recordó a Buckley que "sostuve que era tanto más prudente como más noble anunciar que estábamos preparados para luchar por la libert,id incluso a riesgo de la destrucción del mundo, sin importar lo que tal cosa signifique".24 Cuando el popular presidente norteamericano Ronald Reagan puso la Medalla Presidencial de la Libertad en la solapa de Hook en 1985, la popularidad de! enfoque absolutista de Hook hacia los valores en la cultura norteamericana popular y política se puso claramente de manifiesto. De manera similar, los muchos admiradores de Reagan defendían su enfoque en el ámbito geopolítico como una noble devoción a los ideales anticomunistas y absolutos. Una papa caliente en las heladas laderas de la lógica La filosofía de la ciencia construyó su hogar en las heladas laderas de la lógica cuando adoptó una concepción de los valores como absolutos y aisbdos del estudio y la crítica científicamente informad:l. ES:l concepción redl~o las probabilid:ldes de que la profesión fuese sospechada de malicia política, y, al mismo tiempo, marg'inó a los líderes del movimiento de Unidad de b Ciencia que defendían un enfoque ¡-ival, diferente en lo que atañe a la comprensión de los valores. Creían que no solo los valores que apuntalan cuestiones morales y políticas son los que deben ser entendidos pragmática y contextualmente, así como también de un ntoclo no absoluto. Los valores también deben ser reconocidos como vigentes en la teoría y la pr,íctica científicas. Como se examina de manera más acabada en el ~·I Hook a Duckley, 21 ele mayo ele 1982 (en ;IJid., pp. 325-326). Hook también comentó públicamente que ciertos icleales sociales (l<"lles como la }ibertacl) eran ele un valor superior incluso que la "esencial supervivencia": pa¡-a l-Iook, el liberalismo in\'olucraba necesariamente la cOll1prensión de que hay "ideas e ideales sin los cuales no puede lograrse una vicia digna para el hombre. Entre ellos est~í.l1las libertades estratégicas ele aquellas tradiciones norteamericanas que hacen posible el uso continuo de la iIHeligencia" (Hook, 1953, p. 36). Carnal' menciona su elefensa de un gobierno mundial en Carnal' (1963a, p. 83). 433 próximo capítulo, Frank, lvIorris y Neurath lucharon contra toda concepción absolutista de los valores que pretendiera que la ciencia no tenía o no necesitaba de valores o que negar:l herramientas científicas para el entendimiento, la especificación y la revisión de los valores. En parte, como es sugerido por su defensa del ataque de Hook, Carnap compartió esta agenda y este entendimiento práctico y contextual de los valores. Pero Carnap también se unió con Reichenbach, Feigl, Rudner y otros en distinguir a la filosofía de la ciencia de la política y despolitizando así al empirismo lógico y a la profesión que lo practicaba. Para un observador que se enorgulleciera de contar con una vista aguda para los matices políticos de los proyectos filosóficos, esta despolitización fue veloz y sorprendente. Cuando Horace Kallen le escribió a IVIorris acerca de coleccionar y publicar los escritos de Neurath (como se discutió en el capítulo 13), lo hizo porque lamentaba que el empirismo lógico se volviera formal y apolítico. Una década y media después de atacar al proyecto de Neurath por sus implicaciones políticas "totalitarias", I(allen quedó consternado al ver el irónico ¡'esultado que su ataque solo pudo haber contribuido a ocasionar. Formalmente, el proyecto de Neurath contaba con la arista política equivocada. Ahora, se quejaba I(allen, no tenía alÍsta política alguna. Sobre todo, I(allen extrailaba el no profesionalismo de Neur:lth y su falta de indiferencia. "Mi sensación", escribió a lVIorris, "es que Gtto era mucho más que un mero empirista lógico": "Tenía una enorme carga de compasión, un profundo sentimiento por el pueblo como pueblo, y un ahínco por estar al servicio de su liberación y enriquecimiento a través de las artes filosóficas y sociológicas". Para 1957, e! trabajo intelectual de un empirista lóg"ÍCo, implicaba I(allen, era irrelevante para, y no inspirado en, las preocupaciones sociales, políticas y humanitarias tales como las de Neurath. Esta es la razón por la que apoyó el volumen de colección de los artículos de Neurath. Dos años antes de que Feigl hiciera notar que "la axiomatización (... ] se ha puesto a la orden del día", I(allen le escribió a Morris que "tal libro podría salvar al empirismo lógico, etc., etc., de la infructuosidad en la cual me parece que ha caído".25 Tanto Frank como lvIorris intentaron ayudar a Kallen y a Marie Neurath en su plan. Frank permanecía siendo el contacto más cercano con Marie y, al visitarla en Londres durante el verano de 1957, la ayudó a ella y al hijo de Neurath, Paul Neurath, a elegir los artículos de Neurath que fueran "especialmente importantes y todavía de interés ~5 KaIlen a Morris, 7 de mayo cle 1957,JRAlc. Cómo la Guerra Fría transformó la filosofía de la ciencia 434 Valores, axiomas y las heladas laderas de la lógica para los jóvenes estudiantes".26 Sin embargo, la tarea de encontrar un editor norteamericano recayó sobre lvIonis. Monis pronto se dio cuenta de que había poco apoyo institucional tanto dentro como fuera de la filosofía de la ciencia para conmemorar de este modo a Neurath y a su proyecto. Ese verano, le escribió a Feigl y aclaró la situación: "escribí a la gente de la Rockefeller sobre todo esto, pero fui rechazado". Monis fue rechazado por Chadbourne Gilpatric, el agente de la fundación que había estropeado el proyecto del diccionario de Frank unos pocos años antes y quien probablemente estuvo involucrado en la decisión de finalizar con la financiación del instituto de Frank. 27 Monis sabía que el instituto de Frank no tenía dinero para esto, sin siquiera haber oído tal cosa de labios del propio Frank, por lo que hizo un intento con Feigl y su centro de Minnesota: Ahora se me ocurre que tu centro podría estar interesado en, y capacitado para, ayudar. ¿Podría unirse el libro a tus planes de publicación? Podría ser posible organizar un pequdlO congreso sobre las ideas de Neurath y publicar algo de esto en el libro de rvIarie. 2B Feigl no podía ayudar tampoco. Monis le comentó a Kallen que su centro "ahora opera 'bajo un presupuesto marcadamente reducido' y no puede ayudar en sentido alguno". Pero a lvIorris todavía no se le habían acabado las ideas. Le recomendó que Kallen apelara a la división de ciencias sociales de la Fundación Rockefeller (donde Monis no tenía ningún contacto) yal experto en diseño Gyorgy Kepes en el programa de arquitectura del MIT. 29 A estas alturas, Kallen puso sobre la mesa la preocupación de Marie de que Otto podría ser visto como un comunista. Morris, tal vez habiendo hecho memoria gracias a sus recientes conversaciones acerca de Neurath y su legado con Feigl y con la Fundación Rockefeller (que por entonces estaba patrocinando al Congreso para la Libertad de la Cultura, de corte anticomunista), coincidió con esto: de hecho, había "conocido gente que piensa que Otto y de hecho todo el programa de la ciencia unificada es 'comunista'''.3o Entonces, Monis se volvió a la eeli- 2Gl\'1arie Neurath a Horaee Kallen, 18 dejulio de 1957,jRMc. 27 Morris informó que habló con Gilpatrie en Morris a Kallen, 25 de junio ele 1957, torial ele la Universidad de Chicago, que ya había lidiado con Neurath por el tema ele la InternalionalEncyclopedia. Apuntando alto, t-.IJonis decidió que se reuniría con el director ele la eelitorial, Roger Shugg. Pero quería hacer esto equipado con cartas de miembros prominentes ele la profesión que atestiguaran de la importancia ele Neurath y de la importancia de la aparición de tal volumen. Le pidió a Carnap, Feigl, Hempel, Kallen y Nagel que escriban cartas en apoyo de! proyecto, mientras que Marie le pedía lo mismo a Frank. El volumen en cuestión sería sustancial. Incluiría una introducción biogl-áfica acerca de Neurath; unas 400 páginas de sus escritos en tres áreas Csociedad y economía, problemas de planificación", "ciencia unificada, terminología, etc." y "educación, lengu~e de ilustraciones, eelucación visual"); y, finalmente, una sección ele "unas 50 páginas ele fechas, eventos, amigos, un índice, [y] una bibliografía" . Con las cartas en su poder, Monis se reunió con Shug-g en algún momento durante el verano de 1958. Pero su conversación no llevó a nada. Si Shugg estaba interesado en publicar un volumen sobre Neurath, ese interés no superó dos obstáculos prácticos: el traspaso de Monis a la Universidad de Gainesville en agosto, y, tres meses clespués, un caso de "apendicitis aguda" que impidió que Shugg diera respuesta al pedido de Morris "acerca del destino del volumen de Neurath". Monis comentó que la secretaria de Shugg dijo que estaría alejado de la oficina por varias semanas. 31 I~1.llen retransmitió esta falta de buenas noticias a Mal-ie, que pareció interpretarla como malas noticias. "Tengo la impresión", le dijo Kallen a .lvIorris, que "ella está silbando"para mantener elevado a su espíritu, no solo a causa de la lentitud de nuestro proyecto en común, sino también a causa de que sus propios asuntos pueden no estar yendo tan bien como debieran".32 Luego de perseguir su proyecto por un aúo y medio sin éxito, Morris y Kallen también comenzaron a silbar. "Debemos encontrar alguna manera que nos ayude a publicar el libro en el caso que la editorial [de la Universiclad de Chicago] no lo haga. Neurath era un hombre fascinante", afirmó 1'Aorris. 33 I~1.llen estuvo de acuerdo al sugerir que la contribución de Neurath a la profesión a veces yacía más bien en su obstinación y en su populismo: Siempre he tenido esa fuerte sensación acerca de Neurath, con quien incluso el desacuerdo era una aventura creativa y feliz. Su tra- JIU...lC. 28 Morris a Feigl, 10 dejulio ele 1957, HFI' 03-109-03. 2!1 MOlTis a Kallen, 16 de agosto ele 1957, jRMC; Feigl a Morris, 23 ele julio ele 1957, 03-109-04. 30 Morris a Kallen, 8 de octubre de 1957, jR~IC. HFI' 435 :11 Morris a Rallen 12 de noviembre de 1958,jRMc. :l~ Kallen a Mon-is, 4 ele eliciembre de 1958,JRMc. :':l Morris a Kallen, 12 de noviembre ele 1958,jRAIC. 436 Cómo la Guerra Fría transformó la filosofia de la ciencia bajo en hacer que los modos modernos de pensamiento se vuelvan comunicables al no especialista siempre me ha parecido de suprema importancia. Realmente espero que podamos tener publicado el libro que planeamos.o 4 Quince aúos más tarde, en 1973, debido mayormente a los esfuerzos de Roben Cohen, el primer volumen de la selección de escritos de Neurath apareció en inglés (véase Neurath, 1973). Solo entonces, luego de que el activismo estudiantil por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam hubiera comenzado a derretir a la Guerra Fría y a la cultura macartista en muchos campos universitarios, las memorias del movimiento de Unidad de la Ciencia fueron reavivadas. Fue así que las subsecuentes generaciones de filósofos comenzaron a ver que las heladas laderas de la lóg-ica nunca podrían haber abarcado toda la am plitud y la ambición propias del m.ovimiento. 34 Kallen a Morris, 4 de diciembre de 1958,JRMc. 18 Profesionalismo, poder y lo que podría haber sido Como sucede con cualquier historia, la que se cuenta en estas pagll1as respecto del auge y caída del movimiento de Unidad de la Ciencia en los Estados Unidos es incompleta. Además de las presiones anticomunistas descritas aquí, seguramente otras fuerzas y otras circunstancias contribuyeron a determinar la evolución de la filosofía de la ciencia a lo largo de la Guerra Fría. Dos de ellas son exploradas brevemente en este capüulo: el declive en los Estados Unidos de los así llamados intelectuales públicos y el crecimiento de las universidades de investigación consolidadas como las principales instituciones de la vida in~electual en ese país. Ambas están conectadas con el anticomunismo de la Guerra Fría, y este capítulo las presenta como un marco para examinar algunos lugares comunes respecto del empirismo lógico y de la unidad de la ciencia, así como también de los intereses contemporáneos en la desunión de la ciencia. También trata dos cuestiones específicas que surgen de esta historia. Una concierne al singular papel otorgado a Rudolf Camap, quien es mostrado a la vez como un filósofo de la ciencia de izquierda durante la década de 1930, y como un filósofo profesional y apolítico durante (y posteriormente a) la Guerra Fría. La otra cuestión es una que se le habrá ocurrido a muchos lectores mucho antes de llegar a este capítulo final: ¿no puede la despolitización de la filosofía de la ciencia durante la década de 1950 (descrita aquí como la consecuencia de multifacéticas fuerzas que surgen de los poderes anticomunistas) ser interpretada mejor como un desarrollo o como el proceso ele maduración a través elel cual la filosofía elel siglo xx (finalmente) reconoció una desconexión fundamental y apropiada entre la investigación filosófica y el partidismo político? Se sugiere que no importa cuán clara pueda parecer ahora esa diferencia conceptual entre la filosofía y la rd~71 43 S Cómo la Guerra Fría transformó la filosofía de la ciencia política, el punto es que esa clalidad es en sí misma un artefacto de ciertas condiciones históricas e institucionales. Al respecto, el capítulo concluye sugiriendo que la histOlia de! movimiento de Unidad de la Ciencia promueve la consideración de la tradicional divisoria de aguas entre la filosofía analítica y la filosofía continental y sus respectivas preocupaciones con la lógica y la razón, por un lado, y el poder, por el otro. La universidad de posguelTa y el declive de los intelectuales públicos Si hemos de poner una fecha para la muerte del movimiento de Unidad de la Ciencia, 1955 sería una de las candidatas, al constituir el año en el que concluyera el segundo subsidio de tres años de Frank para el Instituto para la Unidad de la Ciencia. El año 1959 también es una fecha apropiada. En ese ailo, Feigl, siguiendo a Reichenbach, delineó un sólido abismo lógico entre la filosofía de la ciencia y el eliscurso social y ético; Frank fue atacado crípticamente en Philosophy 01 Science como un neotomista; y la imagen de Reichenbach apareció en Science promocionando una imagen del empirismo lógico al servicio ele la corporación RA.ND y de la ciencia militar. Tal vez la fecha más útil sería 1966, no solo porque fue el aii.o de la muerte de Frank y en el que Richard Rudner trazó enfáticamente la demarcación entre la filosofía de la ciencia y la filosofía social, sino porque durante la década de 1960 el movimiento de Unidad de la Ciencia debe haber sido recorelado como algo así como un monstruo; un poco elegante retazo de parches compuesto por la filosofía técnica de la ciencia, por un lado, y por los concursos públicos de eSClitos, las vagas propuestas para el estudio de la sociología de la ciencia y el interés en la sociedad y en todas las clases devalares, por el otro. Este retazo no solo tiene poco sentido a la luz de la distinción popular entre la filosofía y la política. También trasciende las paredes y las fronteras de la universidad de posguerra que rápidamente se volvió el foro y la institución dominante en la vida intelectual de los Estados Unidos, Ellen Schrecker hizo una observación similar en el título ele su monografía No IvOlY Tower (Schrecker, 1986). Para una audiencia ele intelectuales y académicos que leyera su libro cuando fue publicado a mediados de la década de 1980, la misma idea de que las fuerzas de la Guerra Fría habían afectado de este modo a las vidas de los individuos y a las disciplinas necesitaba sobreponerse a la opinión popular de que la vida intelectual siempre ha pertenecido natural y exclusivamente a la universielad. En el interior de la torre de marfil, continúa la presuposición, las indagaciones Prolesionalismo, poder y lo que podría haber sido 439 intelectuales llevadas adelante por la razón y por la búsqueda de la verdad son aisladas y protegidas de los trabajos irracionales e impredecibles ele! poder político y de las modas sociales que dominan a la cultura popular. El libro de Schrecker tiene un efecto estridente precisamente porque fuerza el desvanecimiento de esta presuposición. No hay ninguna torre de marfil, porque los anticomunistas externos fácilmente unían sus manos con los administradores, los profesores y los agentes internos que estaban ansiosos por convencer a los senadores, los pel'iodistas, los grupos cívicos y a otros de que sus campos universitarios y sus aulas no eran rosas. Por lo tanto, entender cómo fue afectada la filosofía de la ciencia por la política de la Guerra Fría va de la mano de una historia más extensa acerca de la evolución de la universidad norteamericana. Después de todo, mantener a las aulas libres de la ideología izquierdista, contribuía a asegurar el patrocinio federal que ayudó a que las universidades crecieran durante la Guerra Fría. El crecimiento de las universidades, a su vez, invita a considerar los debates concernientes a los así llamados intelectuales públicos. RussellJacoby contribuyó a dar un marco a estos debates al documentar que, contraliamente a la tendencia de los izquierdistas nacidos posteriormente a la Segunda Guerra Mundial" que habitualmente se movían desde la escuela de graduados a la vida académica, los "radicales de la primera parte del siglo casi nunca llegaron a ser profesores universitarios" (Jaco by, 1987, p. 12"1). En cambio, la mayoría prosperó en enclaves urbanos, el epítome de los cuales fue la Greenwich Village de Nueva York. El aspecto bohemio aseguraba el contacto de los intelectuales con el público y con las realidades de la vida política, urbana y Cívica. Escribieronpara periódicos y revistas que a menudo ellos mismos mantenían, no fueron dominados por las universidades, y fueron leídos no solo por los intelectuales establecidos en Columbia, por ejemplo, sino también por curiosos adolescentes provenientes de Brooklyn y otros sitios. Sin embargo, durante la Guerra Fría, varias tendencias -algunas de las cuales resultan familiares para la historia que se cuenta aquí- obraron para reconfigurar el lugar y el papel del in telectual en la sociedad norteamericana. Por ejemplo, durante la posguerra, con el crecimiento de los suburbios y el declive de muchas de las principales ciudades, estos enclaves bohemios o bien perdieron su atractivo o bien desaparecieron. Los intelectuales se inclinaron por trabajos estables y mejor pagados en las universidades, y, como resultado de ello, las conversaciones de trabajo se mudaron de los cafés públicos a los campos universitarios, las salas de seminalios y • "Baby.boome!"" en el original, expresión que refiere a las personas nacidas en la década posterior a la Segunda Guerrd Mundial. [N. del T.] 4-4° Cómo la Guerra Fria transformó la ¡ilosalla de la ciencia Pfofeslonalismo, poder y lo Que podria haber sido los encuentros de la sociedad de profesionales. Libre de sus raíces proletarias, la u-adición de los "illlelectuales públicos" liberales que prosperara antes de la guerra comenzó a atrofiarse. En las humanidades, la emergencia de terminologías especializadas durante las décadas de 1970 y 1980 aceleró esta tendencia a causa de que los términos populares, los conceptos y la lógica de los teorizadores franceses, alemanes e italianos, por ejemplo, tendieron a ser ininteligibles para aquellos que se encol1Lraban fuera de los círculos intelectuales que los fonnaron.Jacoby sugiere que esta circunstancia provocó que los selectos intelectuales conservadores de la Guerra Fría, desconfiando de las raíces marxistas de la crítica lileraria y las credenciales políticas de los profesores que la promovían, explolaran las corrienles antiintelecluales de la cultura norteamelicana consiguiendo así credibilidad, si no dominancia institucional, sobre sus colegas de izquierda en las reciel1Les décadas. Allan Bloom, por ejemplo, quien escribió el popular Closing o/ ¡!le American jllind (1987), hizo causa com ún con el pú blico y las fundaciones conservadoras cuyas sospechas se vieron confirmadas por su relato (realizado en una prosa relativamel1Le clara y libre de terminología específica) del aleg"ado eclipse de los ideales occidcl1Lales y norteamericanos por parte de la teoría europea. En eSlOS círculos il1Lelectuales conservadores, como lo expresa el lítulo de otro libro popular, las humanidades fueron apropiadas por "radicales vitalicios" (Kimball, 1990). Un resultado de estas tendencias es una imag"en popular de la universidad contemporánea como un bastión de variados pensamientos de izquierda, feministas y radicales acerca de cuestiones morales, sociales y polílicas. Sin embargo, desde el punto de visla de la Guerra Fría y de sus efeclos, esta imagen es eng·al1osa. Ignora los efectos del anticomunismo académico y (a lo sumo) acepta los recuerdos populares de la histeria macartisla como una época pasajera y anómala en la hisloria de los Estados Unidos dural1Le la cual un pUl1ado de científicos y guionistas de Hollywood padecieron algunas desafortunadas dificultades profcsionales. Sin cmbargo, la transformación general de la "ida académica causada por el anticomunismo académico fue amplia y profunda. En la culmra popular, almenas, el llamativo contraste entre incluso los más radicales intclecmales universitarios contemporáneos de la década de 1990 y sus con trapartes de las décadas de 1920 y 1930 ha sido mayormcnte olvidado. Los intelectuales de la era de la depresión hicieron vi'Ücs compulsivos a la Unión Soviética no solo para dcscubrir la cullura o el arte rusos, sino también para presenciar un experimento sin precedentes en la sociedad humana que los intelecmales soviéticos habían contribuido activamel1Le a iniciar. ¡\-luchos cn los Estados Unidos y Europa aspiraban a cstas categorías, y algunos mvieron éxito. M~x Eastman, el estudial1Lc dc Dewcy, luego de ensel1ar filosofía cn 44 1 Columbia, se convirtió cn confidcnte de varios bolcheviques. El guardaespaldas y secrctario dc Trotsky, Jean van Heijenoon se jubiló como profesor dc lógica matemática en el MIT. Ncurath, Hook, Blumberg, ¡Vlalisoffy otros quc fueron tratados aquí tuvieron can-eras similares, aunque menos glamorosas, que demuestran cómo la vida política c intelectual, y la educación superior, pudieron estar unidas antes dc la Segunda Guerra IIIundial de modos quc sc tornaron imposibles después de ella. La imagen popular dc los profcsores universitarios como altamente politizados e izquierdistas ignora el alcance hasta el que la vida intelcctual en los Estados Unidos se vio cxtirpada por el anticomunismo académico. Sin dudas, los estudian tes de hoy todavía pucden aprender la teoría socialista y la historia de su aplicación durante sus breves ai10s en la educación supcrior. Pero la desconexión entre la vida intelectual en el imerior de la torre de marfil y la cultura popular externa refuerza la imagen POPUlal- y la crítica de los imcleCLualcs izquierdistas como personas singulares desconectadas del "mundo real" y de sus incumbcncias. En los círculos agresivamcnte conservadores, los comentadorcs habitualmcntc muestran a la izquierda académica como pcligrosamente antinoneamericana al tiempo que eleva cl cadáver del radicalismo para que sin'a para las prácticas de Lira al blanco y para el entrctenimiento. En pane, el movimiento dc Unidad de la Ciencia pertenece a csta historia más extensa de los intclectuales públicos en los Estados Unidos. Espccialmente a fincs de la década de 1930, existían signos de que Otto Neurath cstaba listo para tal reconocimiento público, al apareccr -como lo hicicra- en las páginas de Time, del New York Times y del Sume)' GrajJ/zic. Charles Monis también tuvo un breve cargo como intclecLUal público a linales de la década de 1940 seguido del moderado éxito de su libro The Ojxn Seif. Pero el movimiento pronto tomó una trayectoria muy difcrel1Le luego de la guerra, como han mostrado estos capítulos. El saber popular acerca del empirismo lógico y la unidad de la ciencia Las rcalidades del amicomunismo de la Guerra Fría y sus efectos sobre la filosofía profesional sugicren que varios aspectos del saber filosófico popular cst~ín listos para su revisión. Tal vcz el más básico es la reputación de los empiristas lógicos como imelectos que tenían a la lógica como su scllo de identificación y que eran ciegos (como insistían sus críticos de la extrema izquierda) a cuestiones de política, ética y problemáticas apremiames acerca del lugar de la filosofía en la cultura moderna. Lejos de +l2 Cómo la Guerra Fría Iransíormó la filosofía de la ciencia Prolesionalismo, poder y lo que podría haber sido ser apolítico, como podría sugerir una instantánea del empirismo lógico de alrededor de 1960, el empirismo lóg'ico estaba politizado tanto cuando llegó a los Estados Unidos como, en un sentido negativo, posteriormente a la guerra, cuando el "clima de miedo" macartista neutralizó al movimiento de Unidad de la Ciencia y contribuyó a cultivar su postura apolítica, Independientemente de si estaba inclinado al socialismo durante la década de 1930 o si se estaba defendiendo a sí mismo contra el anticomunismo durante las décadas de 1940 y 1950, el empirismo lógico no era ni apolítico en sus valores y ambiciones ni una comunidad no política de eruditos, que se aislara de algún modo de las presiones de la Guerra Fría, Con todo, es común leer que el empirismo lógico era simplemente "no político" (Kucklick, 2001, p. 232), Yque dejó atrás sus compromisos políticos y culturales en Europa, previamente a su emigración, y que fue el agente de su propia despolitización.! Otro conjunto de consideraciones es sugerido por el intel'és contemporáneo en la desunión de la ciencia. Recientes escritos han tendido a poner la mira en la unidad de la ciencia como una tesis acerca de la ciencia, una que la mayoría de los filósofos ve como falsa y reemplazada para bien por su antítesis, la "desunión de la ciencia";2 dificilmente una afirmación a favor de la dialéctica del progreso filosófico. Sin embargo, la sugerencia ofrecida por la mayoría de los defensores de la desunión de la ciencia es que los empiristas lógicos cometieron un simple, pero colosal, error. Aparte de las diferencias acerca de lo que ellos creían que significaba la "unidad de la ciencia", sostuvieron que el empirismo lógico estaba simplemente equivocado al ver a las disciplinas científicas como entidades unificadas o susceptibles de ser unificadas. U na afinl1ación a favor de la desunión de la ciencia propia de la década de 1990 puede sonar familiar a los lectores de este libro. John Dupré escribe que no solo el progreso científico sino también el social requieren que rechacemos la tesis de la unidad de la ciencia a favor de la desunión: 443 Porque si la ciencia fuera unificada, emonces los legítimos proyectos de investigación serían aquellos, y solo aquellos, que forman parte de ese todo unificado. B'0o la figura que estoy presentando, solo una sociedad con compromisos políticos y con presuposiciones compartidas absolutamente homogéneos, o al menos hegemónicos, podría espet'ar una ciencia unificada. La ciencia unificada, podríamos concluir, requeriría de una utopía o del totalitarismo (Dupré, 1993, p. 261). Aunque procura contribuir a "remover alg'unos de los desechos remanentes de un movimiento filosófico que, aunque mayormente abandonado algunas décadas atrás, continúa ejerciendo una poderosa influencia sobre las principales áreas de la Blosofía" (ibid" p. 10), Dupré muestra que una influencia más podúosa y duradera es la oposición de Kallen a la ciencia unificada. Su argumento duplica la cruda oposición de Eallen entre la ciencia unificada y el pluralismo radical (el cual Dupré formula en una versión metafísica y ontológica) y, en este comentario, saca las mismas negativas conclusiones políticas que Kallen infirió respecto de la unidad de la ciencia. Otro argumento para la supuesta desunión de la ciencia es tal vez mejor entendida como una contribución sustantiva a la misma línea de indagación que promovía el movimiento de Unidad de la Ciencia. Alexander Rosenberg' argumenta a favor de la desunión de la ciencia por razones de (algo así como) complejidad t::0mputacional que intervienen entre los objetos convencionales que son dominio de la biología y de la física. Como Rosenberg resume su argumento, los conceptos y las leyes de la biología simplemente no pueden ser reducidos a los de la química o a los de la física: Una vez que la matet'ia se acumula más allá del nivel de la organización de la macromolécula biológicamente activa, el nivel de comple- 1 Así escribe Ron Ciere: "El empirismo lógico en los Estados Unidos fue en gran medida jidad se vuelve tan grande que los productos de nuestras habilidades una nueva creación [ ... ] estilizada para tina nueva audiencia de lTIodo que lo que aparecía a cognitivas y computacionales no pueden moverse desde los modelos la vista pública en los Estados Unidos era algo notablemente diferente de lo que había existido en Europa" (Ciere, 1996, p. 338), Peter Calison, al examinar los significados culturales de Da togische AuJbau dellYell (1928) de Carnal' en Europa, escribe en la misma dirección que "el ideal de un AuJbau" era "conjuntamente arquitectónico, político y filosófico", Pero "no fue así al mudarse al otro lado del Atlántico" (Calison, 1996, p. 40). Manha Nussbaum, en un tributo a Rawls, describe a Rawls como un corrector políticamente re!eval1le de! legado de! positivismo lógico que "había convencido a la gente de que existen solo dos cosas que tiene sentido hacer: investigación empírica y análisis conceptual" (Nussbaum, 2002), 2 La literatura relevante al respecto incluye a Fodor (1974), KiLcher (1989), Cat el al. (1991), Hacking (1992), Dupré (1993), Rosenberg (1994), Calison yStump (1996). y las aproximaciones a las generalizaciones nomológicas que gobiernan los procesos biológicos (Rosenbug, 199"1, p. 6). Sin embargo, lejos de un refutación de la "unidad de la ciencia", el proyecto de Rosenberg capta de manera constructiva a este tópico, tal como lo formularan Neurath y Carnap, Puesto que los puentes entre las ciencias han de ser construidos dentro de la ciencia misma, en general, los empiristas lógicos habrían dado la bienvenida a los resultados de Rosenberg 444 Cómo la Guerra Fría transformó la filosofía de la ciencia acerca de qué consideraciones internas a la ciencia arrojan serias dudas sobre una clase de unidad (la misma que Carnap apodaba "unidad de ley") entre la biología y la química y la física. Carnap tomaría los resultados de Rosenberg con seriedad, pero no aceptaría que como consecuencia de ellos se refute a la unidad de la ciencia. Después de todo, existían otros modelos de unidad que estaban disponibles, tales como la "unidad de conceptos" de Carnap, la postura de Neurath de una 'Jerga universal" fisicalista y unificadora, y tal vez otras concepciones que solo serán reconocidas y formuladas por los filósofos y los científicos en el futuro. Este último punto es importante. Puesto que el movimiento de Unidad de la Ciencia era un proyecto colectivo y colaborativo, los argumentos del estilo de la década de 1930 para la unidad de la ciencia no se enlazan muy bien con los recientes argumentos para la desunión de la ciencia. Pertenecen a diferentes estilos de la vida y la práctica filosóficas. Políticamente, la ciencia unificada tenía conexiones y asociaciones con la filosofía radical y el Partido Comunista que los intelectuales habían sido prudentes en evitar durante las décadas de 1950 y 1960. Institucionalmente, la ciencia unificada corporizaba un impulso colaborativo, colectivo e interdisciplinario que comenzó a perder su razón de ser y propósito en la universidad de posguerra. El movimiento esperaba regularizar la colaboración con los científicos y los intelectuales en formas que reducirían, o harían más flexibles, las fronteras tradicionales que separan a las disciplinas científicas entre sí, las fronteras entre la filosofía de la ciencia de la ciencia misma y (como enfatizaron Frank y Morris) las fronteras entre la ciencia y las humanidades. Sin embargo, luego de la guerra, el nuevo profesionalismo concedió su aprecio a la autonomía disciplinaria y, en las universidades prósperas y bien consolidadas, estableció nuevas fronteras fOljando nuevas especialidades y nuevas disciplinas. Junto a estos cambios políticos e institucionales, el programa de unidad de la ciencia se transformó de un objetivo práctico y colaborativo a una tesis académica más estrecha en al menos dos sentidos. Primero, se transformó en una hipótesis empÍlica acerca de la ciencia, sus lengu<0es y su futuro desarrollo históJico, vistos, por así decirlo, de un extremo al otro del cuadrilátero como un proyecto intelectual independiente que ni requería ni demandaba información alguna de parte de la filosofía. }\..1 igual que Frank observó a los filósofos encontrando un nicho intelectual "entre, por encima y por debajo del dominio de [... ] las ciencias especiales aisladas" (Frank, 19"19b, p. 269), Mal' Brodbeck explicó que la filosofía de la ciencia se cernía discretamente enu'e la filosofía analítica y la ciencia. A causa de que la filosofía de la ciencia "trata acerca de la ciencia", escribió, "no es del todo conecto hablar de la continuidad entre estos dos campos [ele la filosofía analítica y la filosofía Profesionalismo, poder y lo que podría haber sido 445 de la ciencia] ". "Con todo, a causa de que trata acerca de la ciencia, a medida que los científicos inventan nuevas técnicas y extienden su conocimiento, aparecen nuevos problemas para el filósofo de la ciencia" (Brodbeck, 1953, p. 7). En los sig'uientes diez ai1os, Carnap se refirió a sus por emonces actuales ideas acerca de la unidad de la ciencia como "hipótesis dramá'ticamente extrapoladoras" acerca del fmuro de la ciencia (y de las reconstrucciones filosóficas de esta), y Paul Oppenheim e Hilary Putnam ofrecieron una in±1uyente perspectiva de la unidad de la ciencia como "una hipótesis de trabajo" (véase Carnap 1963b, pp. 882-886; Oppenheim y Pumam, 1958). A pesar de la influyente posición de Quine de que la ciencia y la filosofía son continuas, que "la filosofía de la ciencia es suficiente filosofía", esta divisoria de aguas institucional permanece entre la "ciencia" como es entendida y practicada por los científicos y su contraparte filosófica. 3 Segundo, luego de que fuera desasociada del ideal de una colaboración activa con los científicos, la tesis de la unidad de la ciencia fue adaptada por una de las varias especialidades dentro de la filosofía de la ciencia al tiempo que se volvía más compartimentalizada y especializada luego de la década de 1950. El "fisicalismo" y la "unidad de la ciencia" que Neurath y otros alguna vez defendieron como un sirviente del progresismo inspirado en los marxistas se convirtió en el "fisicalismo" que, en sus diferentes articulaciones dentro de la filosofía de la mente, trata las relaciones entre la mente y el cerebro (o entre la psicología y la física) y contribuye a organizar el debate y la investigación en esa especialidad. La tesis de la unielael cle la ciencia es una abstracción de lo que originalmente fue un proyecto práctico y consU·uctivo. Entendida como una herramienta en ese proyecto, la tesis de que las ciencias pueden ser unificadas aún más no es rechazada con más fuerza por el fracaso de modelos específicos de unidad de la ciencia o por el declive histórico del movimiento de Unidad de la Ciencia que lo que el fracaso de la física en intentar reconciliar la mecánica cuántica con la relatividad general refuta al objetivo ele dar con una teoría unificada. Como Neurath le recordaba habitualmente a sus colegas, nuestras elucidaciones actuales de la unidad de la ciencia son tanto nuestras elucidaciones como nuestras elucidaciones actuales: "Nuestro pensamiento es una herramienta, depende de condiciones sociales e históricas" (Neurath, 1930, p. 46) que limitan y clan forma a nuestras :1 Un filósofo que sostiene que la filosofía profesional ha comenzado a resurgir hacia un compromiso público a partir de su fOnllalismo }' profesionalismo de la Guerra Fría (una vez más, a través de la conocida obra de Rawls, i,wOJ)' ofJuslice) concede de todos modos que existe incluso dentro de los departamentos "una peligrosa fragmentación en el campo")' que "la rnaj'oría ele los científicos todavía no eSG:í.n interesados en Jo que hacemos" (Nehelnas, 1997, pp. 239, 238). 44. 6 Cómo la Guerra Fría transíorrnó la íilosoíía de la ciencia Proíesionalísmo, poder y lo que podría haber sido concepciones en formas que no siempre podemos vislumbrar. Esto es, no podemos dar un paso fuera de estas condiciones particulares y verlas con cierra objetividad ideal, independiente del contexto. Solo en el futuro pueden volverse visibles a nuestros descendientes que estarán sluetos, una vez más, a sus propias condiciones sociales e históricas. Neurath concluía así su principal contribución a la Intemational Encyclopedia con una versión de su famosa metáfora náutica que debería haber hecho reflexionar a Kallen, Nagel y a otros que de distinto modo se quejaron de que Neurath y su movimiento de Unidad de la Ciencia pretendían imponer un plan filosófico específico y restrictivo (e incluso totalitario) sobre la ciencia: los científicos y los filósofos están en el mismo barco, como marineros "que, en alta mar, transforman la forma de su tosco navío": Una nueva nave crece de la antigua, paso a paso -y mientras aún están construyendo, los marineros ya pueden estar pensando en una nueva estructura, y no siempre estarán de acuerdo entre sí, La empresa entera continuará en una forma que hoy no podemos siquiera anticipar. Ese es nuestro destino (Neurath, 19'14). Si deseamos considerar al movimiento en estos términos, la pregunta que surge no es si la tesis de la unidad de la ciencia es verdadera o falsa, sino si este proyecto colaborativo y colectivo de hecho tenía una oportunidad de ser puesta a prueba y, tal vez, tener éxito. No contaba con esa oportunidad. Luego de unos escasos aii.os optimistas en los Estados Unidos, estalló la guerra, y poco después de la g'uerra sufrió tanto la pérdida de Neurath como la emergencia de las fuerzas y de las costumbres de la Guerra Fría que pronto hicieron de los valores y ambiciones del movimiento (progresistas y favorables al socialismo) una cosa del pasado. ¿Qué acerca de la non.natividad? Algunos filósofos pueden tomar al veredicto de la historia respecto del movimiento de Unidad de la Ciencia como si fuera correcto desde el punto de vista filosófico, Su mezcla de temas socialistas, internacionalistas y populistas, pueden decir, no tiene lugar alguno en las actividades filosóficas. Pueden aceptar la postura apolítica y neutral articulada de diferente modo por Reichenbach, Rudner y Feigl durante y posteriormente a la década de 1950 con la consecuencia de que, para ellos, la desaparición del movimiento y las poco claras agendas de Neurath, Frank y Morris para la profesión no requerían ni disculpas ni corrección. Si 447 la filosofía de la ciencia es lóg'icamente incapaz de tratar las cuestiones normativas de la vida, la sociedad y la política, entonces no era su asunto enfrentar la Guerra Fría como si sí fuera capaz de hacerlo. Existen al menos dos formas relacionadas de defender la visión políticamente más comprometida de la profesión que compartían Neurath, Frank y Morris sin violentar la lógica o el sentido común. Desde el punto de vista del neutralismo de la década de 1950, los compromisos políticos del movimiento de Unidad de la Ciencia violentaban la distinción de Reichenbach elUre la cognición y la volición. Si, como lo expresa Feigl, "no hay forma de deducir los imperativos morales a partir de las verdades de la ciencia" (Feigl, 1959, p. 16), entonces ¿qué es lo que estaban haciendo Neurath, Frank, Carnap, Hahn y otros en la Viena de la década de 1920 yen los Estados Unidos de la de 1930? Después de todo, la postura no cognitiva de las declaraciones éticas que las ve como si fueran puramente subjetivas o expresivas, estaba bien a la vista de (y era aceptada de clistintos modos por parte de) Neurath, Carnap y Hahn cuando escribieron su políticamente carg'ado manifiesto Wissenschajiliche WeltauJ!assung. Con todo, no se vieron a sí mismos luchando por vencer el obstáculo lógico planteado por Reichenbach y Feig-I, a causa de que las normas y los valores que admiraban y promovían ya estaban establecidos en ciertas áreas de la ciencia, la política, la educación, la arquitectura y el diseño. La concepción científica del mundo no necesitaba de justificación lógica alguna porque ya estaba, como un hecho empírico, viva y dispuesta para dominar a la modernidad: Experimel1lamos cómo el esplrltu de la concepción científica del mundo penetra en creciente medida en las formas de vida pública y pl'ivada, en la enseñanza, en la educación, en la arquitectura, y ayuda a guiar la estructuración de la vida social y económica de acuerdo con principios racionales. La conujJción científica det mundo sirve a la vida)' la vida la. acoge. (Neurath et aL, 1929, pp. 301, 317-318). En cambio, lo que requería esta perspectiva era apoyo institucional (de la Sociedad Ernst IVIach y del movimiento de Unidad de la Ciencia) así como también claridad de concepción y visión que el empirismo lógico podría conu'ibuir a proveer. Con los recursos de la nueva lógica y de la nueva filosofía científica, el movimiento podría "aportar [.,.] el pensamiento sistemático" a estos desarrollos, contribuir a clarificar las fortalezas epistémicas y humanitarias que compartían respecto de fuerzas opositoras, reaccionarias o regresivas y, por supuesto, contribuir a liderar los desarrollos de la ciencia unificada (ibid., p. 301). 44 8 Cómo la Guerra Fria Iranslormó la filosolia de la ciencia Para los resueltos neutralistas, estas consideraciones cometen petición de principio, porque no proveen de justificación cognitiva alg'una para los muchos compromisos del movimiento de Unidad de la Ciencia. En su aspecto más general, la cruzada de Neurath, Frank y Morris para revivir al movimiento de Unidad de la Ciencia posteriormente a la guerra se proponía, precisamente, ponerse al timón de la filosofía de la ciencia profesional y guiarla lejos de tal perspectiva, una que se hacía eco del blanco de Neurath, el seudonacionalismo. Supone que los compromisos de la vida deben, para contar con respetabilidad o validez (tanto en el sentido lógico como en el sentido coloquial de la palabra), poseer alg'ún lug'ar en, o estar en conexión con, las teorías filosóficas ideales del conocimiento. Para la crítica neutralista que demandaba unajustificación para las ambiciones del movimiento de Unidad de la Ciencia, las concepciones filosóficas del conocimiento van en primer lugar, y, en caso de que sean derivados de premisas cognitivamente significativas, los compromisos políticos van en segundo lugar. Para el ala izquierda del Círculo de Viena que apoyaba al movimiento de Unidad de la Ciencia, la perspectiva era bastante diferente. Las exig'encias de la vida y de la práctica filosófica estaban en un constante diálogo dialéctico. La vida y la ciencia informan a la filosofía de la ciencia, mientras que la filosofía de la ciencia educa e informa a nuestro entendimiento de la vida y de la ciencia. Al tiempo que esta dialéctica continúa, nosotros o nuestros descendientes pueden encontrar que hemos navegado en extrai1as y al presente incomprensibles aguas." Esta diferencia ayuda a aclarar la marginalización tanto política como filosófica de las respectivas campai1as contra e! "absolutismo" que impulsaron Monis, Frank y Neurath. Se opusieron a (y no estaban en sintonía con) no solo el absolutismo moral y político de! anticomunismo, sino también al absolutismo institucional y disciplinario que aislaría a la filosofía de la ciencia de la interacción con otras disciplinas y con otras áreas de la cultura. Cuando ~dorris solicitó insistentemente al movimiento a que prestara mayor atención a las ciencias sociales, y, en particular, a las aproximaciones pragmáticas al estudio ele los valores, el arte y la ética, rechazó lo que se convertiría en el antiintelectualismo y el anticientificismo de la posguerra que exaltaba los valores como trascendentes, absolutos y dispuestos más allá del alcance de la ciencia y de la filosofía científica. Como enfatizara en su conferencia acerca del "significado cultural de la ciencia", la ciencia necesitaba ser entendida como una fuente de nuestros valores culturales .¡ Frank continuó escribiendo acerca de los valores y de hl ciencia durante su último allo de vida. Un libro no publicado en los archivos de la Universiclad de I-1arvard, se pronunciaba acerca de la ciencia, la ideología)' los valores. Proíesionalismo, poder y lo que podría haber sido 449 y no como un sirviente de valores supuestamente qjos, supracientíficos o eternos. Además, este fue el blanco de Frank en la Conferencia sobre Ciencia, Filosofía y Religión. Frank sostuvo que los valores morales absolutos son autodestructivos, porque los valores genuinamente absolutos y los valores f~os deben ser tan abstractos y generales que no tienen significado práctico alguno, Cuando se arriba a "principios significativos" generales "de la conducta humana", le dijo Frank a su audiencia que si in tentamos afeITamos firmemente a los principios generales sin requisitos, a los significados "absolutos" de tales principios, pronto nos daremos cuenta de que no puede inferirse ninguna conclusión que resulte pertinente para una situación de la vida real. Porque sin el uso de significados operacionales, de nuestros principios abstractos derivarnos meramente principios abstractos. Nunca nos ponernos en contacto con un problema humano real (Frank, 1950, pp. 42, '13). En 1950, cuando Frank publicó esto, los problemas humanos del momento incluían a las épicas luchas del capitalismo contra el comunismo, del individualismo contra e! colectivismo y el problema de los "profesores comunistas". Al pedir a sus colegas intelectuales que adoptasen un entendimiento relativizado y con textual de los valores humanos y que abandonasen el "absoluto" saber popular, Frank estaba efectivamente animándolos a permanecer comprometidos con estos debates, tanto como le solicitaba a los filósofos de la ciencia que practicaran un "positivismo activo", como se describió en el capítulo 14. Para Frank, una filosofía de la ciencia comprometida social y políticamente no podría ser una que avalara la concepción absoluta de los valores promovida por Reichenbach, Feigl y otros. En sus discusiones con Carnap, Neurath conectó sus quejas sobre la semántica con la clase de "absolutismo en metafísica y fe" que él creía qu~e contribuyó a llevar adelante la larga y violenta historia de persecución en el mundo. Probablemente, Carnap nunca llegó a compartir la concepción de Neurath de que la teoría semántica estaba conectada de manera tan directa con la historia de la persecución. Pero podría haber recordádo la crítica más general que hiciera Neurath del absolutismo durante su escaramuza con Sidney Hook. Cuando Hook hizo su acusación de que Carnap "ya" había "abandonado el campo democrático" porque diluía e! enaltecimiento de la libertad que hiciera Hook con consideraciones prácticas acerca de la preservación de la paz y la prevención de la guerra nuclear, Carnap pudo haber reconocido la lógica absolutista que Neurath tanto había aborrecido. Neurath le explicó a Carnap que los absolutistas 4-5 0 Cómo la Guerra Fría lransiarmó la íilasaiía de la ciencia no pueden tolerar el pluralismo. Neurath escribió que "a veces, la gente no puede soportar que comencemos con muchas declaraciones divergentes, y si fuera el caso, que pennanezcamos con declaraciones divergentes PAK"'- SIEMPRE". Para ellos, "TIENE QUE HABER ALGO ÚNICO"." Para Hook, la libertad era de hecho "algo único", dado por anticipado y definitivo. A ojos de Hook, aquellos que cuestioparan esto ya se habían excluido de la discusión democrática. Si la profesión hubiera acomodado mejor los proyectos de IvIorris, Neurath y Frank, los argumentos de Reichenbach y Feigl en favor de la imposibilidad de la filosofía de la ciencia de comprometerse con las cuestiones sociales y políticas habrían parecido menos convincentes, si tan solo fuera porque no habían parecido sin oposición y sin cualificación. Si, con Neurath, Reichenbach hubiera enfatizado que su modelo axiomático del conocimiento ético fue activamente creado por abstracción a partir de un campo históricamente en evolución de términos y conceptos vagos -esto es, si Reichenbach reconociera algo similar al pluralismo de Neurath como un importante complemento a su formalismo-, entonces las preguntas acerca de CÓntO, exactamente, nuestro conocimiento ético puede, y no puede, ser modelado de manera provechosa y precisa como un sistema formal podrían estar mejor orientadas y organizadas. Esto es, una vez que las creencias éticas han sido reconstruidas y especificadas como <L"iomas formales, Reichenbach, Feig'l u otros empiristas lógicos podrían haber seguido a Frank y planteado cuestionamientos sociológicos acerca de hasta qué punto estos axiomas pueden renejar la inl1uencia social, las contingencias de la historia, o, como a Frank le encantaba seJ1alar, trocitos de conocimiento científico antiguo y ahora considerado falso tomado erróneamente como metafísica indudable o manifiesto "sentido común". Esto es, aunque tuvieran la forma de un axioma, las voliciones éticas de Reichenbach podrían sin embargo ser entendidas como contextualizadas, analizables y ya no tratadas como absolutas y fDas. Uno no puede objetar que esta imagen m~ls l1uida y con textual de nuestro conocimiento es esencialmente extral1a, o inapropiac!a para el empirismo lógico porque, como han documentado estos capítulos, esta concepción pertenecía a la corriente pl'incipal de la filosofía científica previa a la Guerra Fría. Carnap sugirió valiosas conexiones entre el conocimiento científico, ético y político durante 1936 cuando atribuyó la desafortunada "conducta de diferentes naciones, razas y clases sociales" al hecho de que esta se encuen tra ;) Neurath a Carnap. 25 ele septietnbre de 19~13, página 15). ASP Re 102-55-03 (la cita aparece en la Prolesionalismo, poder y lo Que podría haber sido '\5 1 casI SIempre controlada más por pasiones que por la reflexión en torno a los hechos de la psicología)' de las ciencias sociales. Sus expectativas, fundadas inadecuadamente, habitualmente son seguidas por decepciones en la conducta de Olros grupos partidarios: pero los fracasos de sus esperanzas, en lugar de llevar a la corrección de las presuposiciones erróneas, frecuentemente se convierten en la ocasión para una reprobación infantil de grupos opositores en nombre de la moralidad (Carnap, 1936a). Al hacer públicos estos comentarios y en tanto que profesor visitante en Han'arc!, parecería que Carnap vio a estas relaciones como una competencia leg·ítima, aunque tal vez no central, del empirismo lógico. De manera similar, Ernest Nagel atribuyó los "innecesarios sufrimientos y conflictos" de los pueblos a la excesiva confianza en "las comprensiones intuitivas y los impulsos pasionales" que no están fundados en "el suelo firme del conocimiento científico". "No es sabiduría", vociferó Nagel contra los neotomistas, "sino una seJ1al de inmadurez recomendar que simplemente examinemos nuestros corazones si deseamos descubrir la buena vida" (Nagel, 1943, p. 54). Fue solo en la década de 1950 que el reconocimiento por parte de la profesión de esta intimidad entre la ciencia, la filosofía de la ciencia y "la buena vida" fue minimizado. r'\l tiempo que alababa los valores del humanisnto científico, Feigl se tornó más enfático en que aquellos valores, al igual que otros, nunca podrían serjustificados lógicamente. Para aquellos que estén interesados en el "cómo vivir", explicaba Reichenbach, "el filósofo científico le dice bastante francamente que no tiene nada que esperar de sus enseilanzas si quiere saber cómo llevar adelante una buena vida" (Reichenbach, 1951, p. 315). Aquellos que insisten en que la t~~ante distinción c!e Reichenbach entre la política y la filosofía es correcta o más convincente que las alternativas disponibles deben o bien creer que Reichenbach de repente, en la década de 1950, vio más profundamente en esta cuestión de las relaciones entre la política y la filosofía que lo que él y otros lo habían hecho en el pasado, o bien -como parece ser más probable- admitir que la popularidac! y el carácter aparentemente inevitable de su aguda distinción le debe algo (como sugeriría Neurath) a las "coneliciones sociales e históricas" que rodearon a su emergencia durante la década de 1950. Aquellas condiciones reducían la estatura y la influencia ele aquellos que se oponían férreamente a la distinción y, a los ojos de las subsiguientes generaciones de filósofos, le aJ1ac!e una cualidad antigua e inverosímil a sus visiones alternativas,de la filosofía de la ciencia. Sin embargo, esto no equivale a afirmar que estas alternativas, una vez recobraelas y liberadas elel polvo, 45 2 Cómo la Guerra Fría transíormó la íilosoíía de la ciencia son simplemente superiores o que incluso están más disponibles en la práctica, porque tales estimaciones no pueden ser aisladas de la historia en cuestión. Después de todo, es posible que la filosofía científica sobreviviera en los Estados Unidos solo gracias a que se depuró a sí misma de los proyectos percibidos como "rosas" o, como Morris informó acerca de Neurath y del movimiento de Unidad de la Ciencia, de los proyectos considerados "comunistas". El caso especial de Rudolf Carnap Al ig-ual que Neurath, Frank y Monis, Camap fue uno de los líderes ·del "comunista" movimiento de Unidad de la Ciencia quien tomó al empirismo lógico de la década de 1930 como si fuera relevante e importante para la política y la vida social. Con todo, a diferencia de los otros, Carnap no sufrió de ningún subsiguiente declive profesional o intelectual durante las décadas posteriores a la guerra. Valias consideraciones explican estas circunstancias. Una de ellas es el talento de Camap como filósofo, que fue capaz tanto de promover nuevos tópicos y técnicas como de comunicar su importancia a otros. Otra es su política sostenida consistentemente respecto de que la filosofía es neuu-al en cuestiones de los objetivos sociales y culturales, que no provee de fundamento o justificación alguna para las concepciones políticas o para sus actividades. Como Reichenbach, Feigl y Rudner, Camap enfatizó que la filosofía y la política son dos empresas diferentes. Pero su concepción no amputaba la relación entre ellas; más bien negaba que la investigación filosófica involucrara o requiriera creencias o valores políticos. Sin embargo, como aclara esta cita de su disertación radial de 1936, creía que la actividad y el pensamiento políticos de hecho deberían, siempre que fuera posible, hacer uso de los métodos y de las perspectivas provenientes de la ciencia y de la filosofía de la ciencia. Puesto que el anticomunismo académico fue mayormente guiado por el miedo a que los eruditos resultaran contaminados o controlados por la ideología propia del Partido Comunista, la postura de Carnap de que la filosofía es independiente de la política difícilmente habría resultado sorpresiva durante la década de 1950. Incluso los agentes del 17BI que evaluaron las afiliaciones políticas de Camap parecían estar imbuidos de su neuu-alismo a partir de sus interrogatOlios, en especial uno en e! que se informaba que Carnap "está en un '99% interesado en temas escolásticos y tiene poco o ningún interés en algún tipo de política'''. Por supuesto, esta afirmación es inexacta. Al mismo tiempo, sin violentar su neuu·alismo, Carnap estaba altamente interesado en cuestiones políticas y tomó Proíesionalismo, poder y lo que podría haber sido 453 posiciones políticas por sí mismo (tales como las que ocasionaron el interés de J. Edgar Hoover) y contribuyó con entusiasmo a liderar al movinriento de Unidad de la Ciencia como un punto de contacto entre el empirismo lógico y la ciencia y la sociedad. Por lo tanto, sería un error tomar a la obra de posguerra de Carnap durante las últimas décadas de su vida en el ámbito de la semántica, la probabilidad, la lógica inductiva y la confirmación como la consecuencia de un cambio sustantivo en su trabajo filosófico que fuera provocado por la cautela política. Más bien, cualquier historia respecto del u-ab~o filosófico de Carnap debe contextualizar primero tal trayectOlia denu-o de su amplia concepción u-ipartita de la filosofía, una que tiene lugar tanto para su u-abajo técnico favorito en sinta.xis y semántica como para la pragmática y su dominio de propósitos y necesidades humanas. Considere e! intercambio entre Carnap y Frank en e! volumen Carnap-Schilpp. Tal vez imprudentemente, al volver a plantear los ataques conu-a el empÍlismo lógico por parte de Lenin y de oU-os filósofos soviéticos, Frank reprodl~o en su ensayo crítico una resei'ia mayonnente negativa del escrito de Carnap "La superación de la metafísica mediante el análisis lógico de! lenguaje" realizada por el filósofo soviético V. Brushlinsky. El ensayo se focalizaba en la problemática, familiar desde la crítica de! empilismo de Lenin, de si la filosofía está conectada con eSU"LICturas socio-económicas y, si este es el caso, de cómo es que lo estaba. Como lo expresa Carnap, Brushlinsky sostenía que "yo, como lógico y mecanicista, y el movimiento del neopositivismo en general, somos incapaces de entender las raíces socio-económicas del idealismo y de la metafísica que deseamos eliminar" (Carnap, 1963b, pp. 867-868). Ignorando los ficticios alegatos de que estaba comprometido con una metafísica mecanicista, Carnap respondió reiterando que "el Círculo de Viena, esencialmente gracias a Otto Neurath, sí reconocía la importancia de un análisis sociológ-ico de las raíces de los movimientos filosóficos. Pero, desafortunadamente, es necesaria una división del trabajo". La "división del u-abajo" era la partición de Carnap del análisis filosófico en sinra.xis, semántica y pragmática. Reconocía que su propio trabajo y sus talentos pertenecían a los primeros dos dominios, y no a la pragmática. "Por lo tanto", continuaba, me siento obligado a dejar el trabajo más detallado en esta dirección a los sociólogos interesados en cuestiones filosóficas y a los filósofos entrenados en cuestiones sociológicas. [... ] Estoy de acuerdo tanto con Frank como con Morris en que hasta ahora el componente pragmático no ha sido lo suficientemente investigado por nuestro movimiento, aunque su importancia ha sido reconocida teóricamente por mí y por los empiristas en general (ibid., p. 868). Cómo la Guerra Fría transformó la filosofía de la ciencia 454 Durante la década de 1940, y después de ella, cuando los escritos y temas de Carnap se volvieron menos directamente emparentados con las metas y preocupaciones centrales del movimiento (tales como la eliminación de la metafísica y la unidad de la ciencia), lo que cambió fue su asignación personal de tareas dentro del proyecto integral de la filosofía como él la concebía. No modificó su postura colectivista y colaborativa de la empresa filosófica y de sus divisiones, su demarcación entre la filosofía y la política, ni su reconocimiento del trabajo filosóficamente legítimo (que todavía restaba hacerse) en el estudio de los valores y, de manera más amplia, en pragmática. 6 Su desvío general desde cuestiones relacionadas con el "empirismo" hacia problemas "escolásticos" formales, como Neurath y Frank lo caracterizaron, no debería ser interpretado como un intento de evitar temas políticos o controvertido. Porque incluso luego de la marea alta del macartismo académico, como es ilustrado por sus últimos esfuerzos a favor de los filósofos mexicanos perseguidos, Carnap no tuvo la intención de evitar la política.? Filosofía analítica y filosofía continental Casi todos estos desarrollos de la filosofía de la ciencia de la década de 1950 -el dominio de un modelo formal de conocimiento, la transición del movimiento de Unidad de la Ciencia al más académico tema de debate acerca de la unidad de la ciencia y el movimiento hacia un profesionalismo políticamente descomprometido- ofrecen, conjuntamente, cierta perspectiva respecto de la muchas veces lamentable división entre la filosofía analítica y la continental. John j\tIcCumber ha sostenido que esta divisoria de ag'uas es una impronta política que proviene de los primeros años de la Guerra Fría. s McCumber sostiene que, en las manos de Quine, Carnap ti Además del comentario de Carnap a Frank, citado aquí, vcase Sll amable y construcLÍl'a respuesta a Raplan en Carnap (1963b, pp. 999-1013). Acerca de la concepción antiabsolutista de C¡1rnap respecto de los valores cognitivamenle significaLivos, véase Carnap (19.:.14). 7 Carnap defendió la causa de tres filósofos mexicanos que habían sido encarcelados en la ciudad de México poco después de unas manifesmciones estudiantiles durante 1968. Conoció a dos de ellos en 1963 durante un Congreso Internacional de Filosofía y más tarde los visitó en una cárcel mexicana. Publicó un informe al respecto en clju¡¡nwl uf PhilosojJhy titulada: "Mi visita a dos filósofos encarcelados en México" (1970). Para una revisión de la postura de Carnap sobre el gobierno mundial, de lo indispensable de una planificación racional tanto en el áll1bito social C01110 en el económico y de la necesidad de evitar una confrontación nuclear, véase Carnap (1963a, pp. 83·84). ti l\''1cCu111ber (2001). Para un reh.llo que encuentra "una bifurcación de caminos" entre la filosofía analítica y la continental durante la década de 1920, véase Friedman (2000). Profesionalismo, poder y lo que podría haber sido 455 y del presidente de la Universidad de Washington, Raymond Allen, las exigencias de la Guerra Fría marginaron con éxito a la filosofía alemana ya la filosofía francesa dentro de una profesión que encontró un refugio seguro del anticomunismo académico en lo que se convirtió en la filosofía analítica moderna. McCumber sostiene que una búsqueda desapasionada y no política de la verdad llegó a dominar a la filosofía profesional a causa de que los filósofos interesados en el poder, la dialéctica, la fenomenología)' otros íconos de la filosofía continental fueron obligados a mantener a estas preocupaciones e intereses más recónditos y políticos -como si se tratara de un perro mojado- fuera de la torre de marfil. La historia del movimiento de unidad de la Ciencia ve a Carnap )' al empirismo lógico de manera bien diferente -no como agentes del cambio de la Guerra Fría, sino más bien como blancos de valias fuerzas políticas, institucionales e intelectuales. Con todo, acuerda con el tratamiento de McCumber en que almenas elementos de filosofía continental están implicados, quizás irónicamente, en una comprensión de la histolia de la filosofía científica en los Estados Unidos. McCumber sostiene que la filosofía analítica adoptó la concepción de Raymond Allen de que toda actividad intelectual válida involucra una "eterna y desinteresada búsqueda de la verdad". De hecho, nociones acerca de verdades absolutas fueron íconos de la vida de la Guerra Fría. Pero el foco de McCumber en .Allen sugiere que el poder, más que la verdad, era el agente de transformación. En una oportunidad, .Allen puso de manifiesto que aquellos intelectuales que no aceptan esta búsqueda de la verdad, y quienes fracasan de este modo en "tratar los asuntos controvertidos de un modo cientifico )' erudito pel'Clerán su seguridad", mientras que "la institución de la cual provienen perderá su posición académica" (en IvIcCumber, 2001, p. 40). La advertencia de .Allen de que una amenaza de escándalo y una posible pél-dida del puesto laboral se cernían sobre aquellos que trataban tópicos contrvertidos, no fue más que un ejemplo de las muchas presiones que contribuyeron a despolitizar al empirismo lógico. Aunque pueda ser cierto, como sostiene McCumber, que la mayoría de los filósofos analíticos encuentra los escritos de los filósofos continentales meramente incomprensibles, "balbuceos subjetivos" (ibid., p. 83), puede ser que un cambio a la subjetividad fuera necesario para 10gTar una comprensión más plena de cómo la mosofía analítica y la filosofía de la ciencia navegaron por las aguas de la Guerra Fría. Porque estas dinámicas de la Guerra Fría plantean no solo preguntas acerca de qué problemas, qué preguntas o qué proyectos fueron proseg-uidos o no por parte de los filósofos durante la década de 1950, sino también -como alg-unos de estos capítulos han Wltado de enmarcar- preguntas acerca de las relaciones del poder), la subjetividad en la vida académica durante esos ai10s tan significativos. Siguiendo 45 6 Cómo la Guerra Fría Iransformó la fílosoria de fa ciencía a 'The Order ofThings (1970) o a Discipline andPllnish (1977) de Foucault, la subjetividad en cuestión no es meramente una subjetividad fenomenológica que nos aliente a preguntar ¿cómo era ser un filósofo investigado por el FBI o atacado por promover proyectos "tomlitalios"? También es una subjetividad acerca de estar sujeto a cienos poderes y técnicas de control social. Si, como sostiene Foucault, los criminales, los delincuentes y otros tipos de subjetividades e identidades fueron creadas y mantenidas por los hospitales, las escuelas, el Ejército y otras instituciones de la Europa y los Estados Unidos modernas, entonces bien podemos preglll1Lo'1r si las normas y los parámetros de la filosofía académica (o cualquier otra profesión) fueron creadas o se vieron afectadas de manera similar por el anticomunismo y por su "clima de temor" en los campos universitarios noneamericanos, y, de ser este el caso, cómo es que sucedió tal cosa. Tal línea de indagación bien puede ponerse en entredicho con alguna de las opiniones comúnmente aceptadas respecto de la universidad de posguerra con la cual comenzara este capítulo. Debido a que la torre de marfil que constituye la universidad es mayormente vista como un tipo de santuario. La sociedad exalta y nutre a sus intelectuales, para esta concepción, al proveer refugio de las pasiones e irracionalidades por momentos obstructivas (tales como la "amenaza roja" de la década de 1950) de la vida pública externa. Con todo, una lectura foucaultiana como esta, complementada con el declive de posguerra de los intelectuales públicos, sugiere lo contrario: tal vez la torre de marfil de posguerra funcionaba más bien como una especie de campo de concentración al cual eran arreados los intelectuales por parte de una sociedad mayormente antiintelectual y luego se les permitía dedicarse a cualquier tipo de indag-ación en la que desearan incursionar, siempre y cuando su erudición permaneciera claramente desconectada de su política radical. Esto es, los radicales de hecho podían obtener un puesto, pero solo si permanecían o bien invisibles dentro de la torre de marfil o bien ininteligibles para todos excepto para aquellos que se encontraban dentro, o para los iniciados o estudiantes auwescogidos. Este cambio de perspectiva contribuye a conectar elmacartismo académico y la emergencia de la universidad de posguerra con los persuasivos temores políticos y económicos que, en retrospectiva, ahora se insinúan como el fundamento de la histeria popular respecto de la "amenaza roja". La genuina amenaza subversiva, sugieren algunos, no fue que el comunismo pudiera ser imponado desde Moscú, sino más bien que algún tipo de socialismo emergiera localmente luego de finalizada la guerra, con más razón si su popularidad creció a comienzos de la década ele 1930 duran te y luego de la temprana depresión de ese siglo. Muchos temían, como lo expresa el economista Paul Samuelson, que el fin de la Segunda Guerra Profesionalismo, poder y lo que podría haber sido 457 IvIundial fuera el preludio "del mayor período de desempleo y desarticulación industrial que haya enfrentado economía alguna" (citado en Lewontin, 1997, p. 3). Cualquier repentino colapso en períodos de paz de las compras o de los gastos g'ubernamentales, continuaba el argTlmento, podría deprimir la economía estadounidense y -potencialmente- podría revivir los debates acerca de las contradicciones e inestabilidades intrínsecas del capitalismo. Entendidos de este modo, los temores de la Guerra Fría a las invasiones soviéticas justificaban una doble respuesta a esta amenaza del comunismo doméstico: otorgaba permiso a la persecución de los izquierdistas locales (incluyendo, de manera prominente, a profesores, que pudieran informar a los alumnos acerca de formas alternativas de organización social y económica), y, como enfatiza Richard Lewontin,justificaba que, en tiempos de paz, se hicieran grandes gastos por parte del gobierno destinados a cuestiones de defensa (tanto dentro como fuera de las universidades) que contribuirían a prevenir la depresión económica (ibid., pp. 20-23). Durante la década de 1950, varias clases diferentes de dinámicas y de poder -institucional, económico, social e intelectual- estaban obrando coruuntamente en la educación superior. Se podría decir que contribuyeron a crear e instituir una nueva clase de subjetividad intelectual, un profesionalismo consciente que asimilaba códigos que hacían frente y marginaban al radicalismo intelectual. Aunque este relato del movimiento de Unidad de la Ciencia apenas menciona estas enormes dimensiones económicas y sociológicas, no puede haber duda algTll1a de que los filósofos de la ciencia estaban entre los puntos en los cuales las fuerzas anticomunistas ejercieron su acción. Después de todo, cuando la filosofía de la ciencia se distanció a sí misma del movimiento de Unidad de la Ciencia y adoptó una postura profesional que evitaba conscientemente un involucramiento con las batallas sociales y políticas, hizo precisamente lo que J. Edgar Hoover, Sidney Hook y otros anticomunistas deseaban que hicieran todos los programas intelectuales radicales y de izquierda. Que los intelectuales norteamericanos continuaran cuestionando su pequeii.a voz en asuntos públicos (en especial cuando se lo compara con los intelectuales europeos, que nunca fueron atacados de esta manera) sugiere una vez más que esta despolitización no surg'ió desde el interior de la cultura intelectualY Más u Un tilular del ¡y,~u YOI1< Times, por ejemplo, anuncia: "Los intelectuales se preguntan por qué en los Estados Unidos son tomados menos en serio" (6 de diciembre de 2003). Otro repone del N{~u Yud, Times (19 de abril de 2003) de una conferencia pública acerca del "futuro de la teoría" que presentaba a "los pesos pesados académicos" en humanidades halló al evento como una pamdia de sí mismo. B,~o el título "La última teoría es que la teoría no importa", el informe representa a Stanley Fish explicando que deseaba "negar la eficacia de la 458 Cómo la Guerra Fría transformó la iílosoíia de la ciencia bien, fue creada por un ahora mayormente desconocido conjunto externo de presiones y agentes que, como lo hubiera descrito la teoría de Foucault sobre la subjetivización, encubría sus operaciones. El resultado de esta profesionalización en la filosofía de la ciencia yen otros campos es un mundo muy diferente de lo que pudiera haber imaginado la mayoría de los intelectuales de la década de 1930. Para la filosofía de la ciencia, las diferencias se aclaran a partir de imaginar un mundo en el que los proyectos de Neurath y Frank fueran aceptados como legítimos contendientes en la profesión cuando maduró en la década de 1950 y en la cual Carnap y Frank no fueran ni investigados por el FBI ni atacados por los colegas a causa de motivos políticos. Los estudiantes de Neurath (si hubiera habido más) podrían haber llevado apasionadamente su antorcha antimetafísica por el mundo y atacado, por ejemplo, al infame discurso de Ronald Reagan en el que llamó a la Unión Soviética un "imperio malvado". Tal vez en un foro público, y con el aliento de su profesión y de su administración, y no solo en una carta defensiva y privada a Sidney Hook, Carnap hubiera asediado a las "groseras exageraciones" de la prensa y del gobierno noneamelicanos acerca del comunismo soviético y, por extensión, a las justificaciones que más tarde hicieron posible (en virtud de tales exageraciones) las intervenciones militares de la Guerra Fría (o las operaciones encubiertas) en África, Sudamérica, el Oriente lvledio y el Sudeste Asiático. Si estos mecanismos que transformaron la filosofía de la ciencia hubieran sido desviados, expuestos o contraatacados de alguna manera, si la profesión no solo hubiera permitido, sino también alentado a sus luces más brillantes a complementar su labor técnica en filosofía con análisis de los asuntos y de los debates públicos, uno no puede sino preguntarse si los planes de la filosofía científica de contribuir a hacer realidad un público más informado científica y epistemológicamente, y tal vez un mundo más pacífico, económicamente estable y justo, no habrían parecido tan ing'enuos e ilusos como parecen hoy. labor intelectual" para aquellos que desean ser eficaces m,ls allá de la academia. Un panelisla le aclaró en privado al perplejo periodista que estos teorizadores "invierten tanto tiempo hablando acerca de eventos actuales" a causa de que "este panicular grupo de intelectuales tiene terror de ser polítie:unente irrelevante", Referencias bibliográficas Aaron, Daniel (1961), W¡1ters 0'11 ¡he lejt: EjJisodes 'in AlIleJ-ican L'ileml}' COIIl1U'll1ÚSm, Nueva York, Harcourt, Brace & I·Vodd. Adler, 1vlortimer (1941), "God and the Professors", en Sáence, Plúlosophy and Religion: /t Symposium, Nueva York, Conference on Science, Philosophy and Religion in Their Relation to the Democratic Way ofLife, pp. 120-138. Allen, Raymond (1949), "Communist Should Not Teach in American Colleges", Educational Forum, 1'1, N° 4. Almond, Gabriel (195'1), The rtj)peals al Commllnism, Princeton, Princeton University Press. (Versión en espaJ'iol: Las seducciones del cOJllunismo, Buenos Aires, Sopena, s/f.) AIston, William P. y George Nakhnikian (eds.) 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