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Tímida exuberancia: las joyas botánicas
de la Comunidad de Teruel
ANTONIO PÉREZ SALAS
La Comunidad de Teruel posee dos estandartes botánicos,
plantas que aparentemente son “poca cosa”, poco menos
que arbustos, poco más que matojos, discretas y cenicientas a los ojos del común de los mortales, pero que en
realidad atesoran un inmenso interés paleofitogeográfico
y ecológico para los biólogos. Son joyas botánicas que
pese a su extremada rareza esconden múltiples virtudes,
lástima que hayan tenido que ser catalogadas por el Gobierno de Aragón, una
como “vulnerable” y la
otra “en peligro de extinción”. Me estoy refiriendo a la Al-arba, Krascheninnikovia ceratoides (L.) gueldenst. y al Crujiente, Vella
pseudocytisus (L.) subsp. paui Gómez-Campo.
Ecosistemas
Un breve recorrido por los ecosistemas de la
comarca nos ayudará a ubicar las dos plantas
protagonistas. Encontramos extensos y frondosos bosques de coníferas, en las zonas serranas;
también existen amplias zonas de monocultivo
de cereales y, en los márgenes de los ríos, la típica vegetación de ribera con choperas y huertas de regadío. Existen pequeños paraísos de
extraordinaria biodiversidad que contrastan
con las amplias parameras y los desiertos casi
absolutos de otras zonas. Lo más significativo es
que más de la mitad de la superficie de la comarca está cubierta por matorral y pastizales, re-
Extensas llanuras de cultivo del
cereal cubren la depresión del
Alfambra.
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sultantes, casi siempre, de la degradación de la vegetación original autóctona (carrascales) por causas antrópicas. Este matorral es el que tapiza el insólito paisaje
pseudoestepario del altiplano turolense.
Es llamativo el contraste que presenta la vegetación hidrófila, típica de ribera, del
río Alfambra-Turia con el paisaje árido y ajado de sus alrededores. Tierras secas
que están sometidas a intensa oscilación térmica, que obliga a un esfuerzo de la
vegetación para adaptarse a las condiciones extremas de la zona. Allí donde los
cultivos cerealistas lo permiten, encontramos una vegetación casi esteparia, muy
afectada por el pastoreo, formada por especies leñosas y plantas aromáticas, así
como las punzantes aliagas y diversas gramíneas. Es aquí, en estos parajes inhóspitos, donde habitan –con razonable buen estado de salud– las plantas protagonistas de este relato.
La al-arba
Krascheninnikovia ceratoides es una planta de la familia de las quenopodiáceas,
entre matorral y arbusto, de hasta un metro de altura, que presenta en sus hojas una
densa cobertura pilosa que le da un aspecto ceniciento. Posee flores unisexuales pilosas y de brillo sedoso. Pasa desapercibida gran parte del año por su aspecto poco
llamativo, pero cuando florece, en agosto-octubre, y genera sus estambres naranjas y posteriormente sus frutos plumosos, de atractivo brillo sedoso, que maduran
en pleno invierno (noviembre), adquiere todo su esplendor. En Teruel se le conoce con el nombre vernáculo de Alarba, aunque también se le llama “hierba rusa”.
El Decreto 49/1995, de 28 de marzo, de la Diputación General de Aragón, por el
que se regula el Catálogo de Especies Amenazadas de Aragón, cataloga a Al-arba,
Krascheninnikovia ceratoides, como especie “vulnerable” para el territorio aragonés, debido a su gran interés biogeográfico y por el riesgo de pasar a estas “en peligro de extinción”.
Se trata de una especie relicta que probablemente sea testigo de la llamada inmigración preglaciar, que produjo la introducción en la península ibérica de plantas
esteparias provenientes del centro de Asia al final del Mioceno, cuando debido a
las condiciones de extrema aridez se desecó en gran parte el Mediterráneo.
K. ceratoides es una especie muy bien representada en una ancha franja que va
desde las inmediaciones del mar Negro hasta la región chino-japonesa atravesando las estepas y desiertos fríos del centro de Asia: Turquía, Irán, Turkestán, Kazajstán,
Mongolia –desierto del Gobi–, etc. Al oeste del mar Negro sus poblaciones son
mucho más reducidas y fragmentadas, apareciendo en enclaves muy aislados en Macedonia, Rumania, Hungría y Austria, también en la península del Sinaí, Egipto y
Palestina. En el Mediterráneo occidental es una planta rarísima y sólo podemos encontrarla en el Atlas marroquí y en Aragón. Sin embargo, parece ser que aunque
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Comunidad de Teruel
se pensaba que estaba extinguida en
el sur de la península, al no existir ningún dato o referencia de ella desde el
último siglo, ha sido hallada, recientemente, en la zona del Marquesado
del Zenete, dentro de la comarca de
Guadix (Granada).
En Aragón crece en dos zonas muy
separadas: el centro de la depresión
del Ebro, en las estribaciones de los
Monegros (Villafranca de Ebro, Osera,
Flores de la al-arba.
Pina de Ebro, Gelsa, Zaragoza, El
Burgo y Fuentes de Ebro), en Zaragoza, y el turolenses valle del Alfambra (Alfambra, Orrios y Escorihuela).
Al-arba vive en zonas de clima continental seco, sometidas a grandes oscilaciones
térmicas, en terrenos áridos ricos en yesos y sales nitrogenadas. Su lugar favorito
es el valle del Alfambra, donde muestra una salud mucho mejor que la de sus hermanas del Ebro. Crece en laderas, taludes, cunetas y eriales y las últimas investigaciones censan entre 20.000 y 22.000 individuos.
Es muy abundante en los alrededores e incluso en las calles de Alfambra, donde se
concentra de forma notable. El Plan de actuaciones de la DGA para conservar la especie hace especial hincapié en el cerro del Cristo, de dicha la localidad, donde se
ha prohibido el acceso del ganado para evitar la erosión y la planta cubre una extensión aproximada de 2 km2 con unos 9.500 ejemplares censados (casi la mitad de
la población total de alarba de la península ibérica se asienta en esta pequeña zona).
Hay que destacar que varias especies de artrópodos han sido descubiertas para la ciencia sobre Krascheninnikovia ceratoides. Se conocen especies de insectos que parasitan a esta especie y que también sufren la disyunción que afecta a la planta, como Eurotica distincta (Psyllidae, Homoptera), que sólo vive en Kazajstán y en el valle del
Ebro. Lo que sin duda contribuye a aumentar el interés biológico de esta planta.
Un poco de historia: Linneo la bautizó en 1753 con el nombre de Axyris ceratoides, ceratoides significa “como con cuernos” –debido posiblemente a la apariencia del fruto que tiene dos largos pelos plateados– y posteriormente Johan Anton
von Gueldentstaedt, en 1772, renombró la especie con su actual nombre, dedicándosela al ilustre geógrafo ruso de siglo XVIII, Stepan Petrovich Krascheninnikov. En nuestro país fue descubierta por un médico del ejercito de Napoleón aficionado a la botánica, M. León Dufour, que había participado en las campañas
rusas napoleónicas y conocía bien la planta; cuando la vio cerca de Zaragoza la
reconoció y la bautizó Atriplex assoi. Posteriormente, el célebre botánico alemán
Heinrich Willkomm, en su tratado sobre plantas de la península Ibérica, la definió
como “speciem rarissiman”.
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Algunas especies de Krascheninnikovia norteamericanas se han usado para hacer
champú antipiojos. En Rusia y Asia se usa como combustible. Es gratificante saber
que esto no será así en nuestra comarca gracias al Plan de Conservación del Gobierno
de Aragón, que implica que la recolección de material biológico de la especie, incluso
con fines científicos, debe ser sometida a la previa autorización de la DGA.
Sus principales amenazas son de tipo antrópico: roturaciones, canteras de yeso,
pastoreo incontrolado y puede que en un futuro próximo los complejos de casinos en los Monegros.
El crujiente
La otra joya botánica de la Comunidad de Teruel es el Crujiente, Vella pseudocytisus subsp. paui, que figura como “en peligro de extinción” en el Catálogo de Especies
Amenazadas de Aragón. Comparte este dudoso honor con especies tan emblemáticas como el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) o el bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica). Es una planta endémica de la comarca de Teruel, es decir, a escala
mundial sólo se encuentra en nuestra Comunidad. En Villalba Baja se le conoce con
el nombre vernáculo de “crujiente” y en Villel se le llama “arnachilla” o “cebollada”
El crujiente es una crucífera leñosa de raíz poderosa, que ancla la planta fuertemente incluso en taludes pronunciados. Forma matorrales-arbustos de entre 30 cm
y 2 m de altura, con hojas enteras glabras, sin pelos, o pilosas sólo en el margen.
Sus flores, de menos de 1 cm de diámetro, se disponen en racimos de entre 10 y 30 y poseen 4
pétalos amarillos. La presencia de gran cantidad
de racimos por planta hace que sea muy llamativa en el momento de la floración. Sus frutos son
silícuas cocleariformes (con forma de cuchara).
Florece en abril-mayo y fructifica entre mayo y
julio. Desarrolla una intensa reproducción vegetativa mediante rizomas subterráneos.
Flores del crujiente, arracimadas
y de pétalos amarillos.
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Comunidad de Teruel
Es una planta extremadamente rara, endémica de
zonas áridas del sur turolense. Su distribución se
reduce a dos zonas, una al norte y otra al sur de
la ciudad de Teruel: Cuevas Labradas y Villalba
Baja en el valle del Alfambra y Teruel-Villel-Villastar-Cascante del Río en el valle del Turia. También ha sido citada en Calatayud, pero desde 1927
no se ha vuelto a confirmar su presencia. No obstante, actualmente, se esta llevando a cabo un
programa de reintroducción en está localidad, con
resultados esperanzadores.
Otras dos subespecies de Vella pseudocytisus viven en el centro y sur de la Península ibérica (subs. pseudocytisus) y en el norte de África (subsp. glabrata). Junto
con el Crujiente son paleoendemismos, plantas relictas que han sobrevivido a una
decadencia masiva, ya que se cree que V. pseudocytisus estuvo mucho más extendida en el Terciario y que actualmente se encuentra en poblaciones muy aisladas, que pueden evolucionar por deriva genética hacia especies distintas. Por
esto, el crujiente es una planta de enorme interés científico, aunque suela pasar
desapercibida y no se le conozca ningún uso popular.
Crece en clima mediterráneo continental seco, en zonas áridas con suelos carbonatados coluviales ricos en yeso. Se une con otras plantas afines por los yesos para
crear un matorral gipsófilo que salpica laderas, taludes, linderos de cultivos, cunetas
de caminos y el fondo de barrancos. Ocupa altitudes comprendidas entre los 860
a los 980 m. Los últimos estudios han estimado un total de unos 106.000 individuos, la mayor parte en el municipio de Villel.
Las roturaciones para crear campos de cultivo, el pastoreo intensivo y la construcción de pistas y carreteras a lo largo de la historia, han hecho que las poblaciones de V. pseudocytisus subs. paui, hayan tenido que resignarse a ocupar aquellos espacios que no son aprovechables por el hombre: laderas, cerros...
En definitiva, estamos hablando de dos especies botánicas discretas y de apariencia
anodina, pero con innegable interés científico, que debemos proteger, entre otras innumerables razones, por ser patrimonio natural distintivo de la Comunidad de Teruel.
Los planes de conservación y recuperación del Gobierno de Aragón incluyen preservar su hábitat, intentar reintroducirlas en lugares adecuados, minimizar los daños
antrópicos en sus áreas de distribución, sensibilizar a la población, cultivarlas en
viveros y conservar sus semillas en bancos de germoplasma. El esfuerzo habrá merecido la pena si los nietos de nuestros nietos pueden seguir disfrutando de su tímida exuberancia.
Bibliografía
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(BOA 7 abril 1995, núm. 42/1995)
COSTA M., MORLA C. y SÁINZ H., “Fitoecología y corología de Krascheninnikovia ceratoides en el Valle
del Ebro”, en Actas del Congreso en Homenaje a Francisco Loscos Bernal, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 2000.
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DOMÍNGUEZ, FRANCO y otros, “Krascheninnikovia ceratoides (L.) Gueldenst. (Chenopodiaceae) en
Aragón (España): algunos resultados de su plan de conservación”, en Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, Madrid, 2001.
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