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PONENCIA NEONATAL: EL TIROIDES PERINATAL
Fisiopatología del tiroides neonatal
R. Jiménez, L. Ibáñez
Departamento de Pediatría. Universidad de Barcelona. Hospitales Sant Joan de Déu-Clínic
Para un mejor conocimiento de la fisiología tiroidea en la edad
pediátrica y en especial en el período neonatal, hacia donde se desplaza en la actualidad la mayor atención diagnóstica y terapéutica,
conviene recordar las características principales de la función tiroidea de la gestante, en comparación con el feto y el recién nacido(1,2). En la embarazada existe un estado de «seudohipertiroidismo», ya que la producción de T3 y T4 por el tiroides está aumentada, en razón a evitar la tendencia a perder yodo por la orina, motivado por el aumento de filtración glomerular y el obligado aporte
de yodo al feto (requerimientos diarios aumentados: 175 µ/d). Este
aumento alcanza su máximo a la semana 14 y luego permanecen
elevados hasta el final del embarazo. El aumento de la bioactividad
de la TSH se refleja en un leve bocio difuso homogéneoo en el
segundo trimestre de gestación, sobre todo en aquellas en las que
el aporte de yodo es escaso (> 50 µg/d), inducido por un incremento de TRH hipotalámico y, sobre todo, por el aumento de TSH
hipofisaria (junto con la acción de un factor «TSH-like» la gonadotropina coriónica humana producida por la placente)(3). Los
estrógenos maternos inducen la formación hepática de TBG que
alcanza el máximo a la semana 14 de gestacional. Se incrementan
también los valores de T4 y T3 permaneciendo la LT4 y LT· normales por lo que la función tiroidea es normal. Esta situación permanecerá durante toda la gestación(4).
La placenta tiene un importante papel en la regulación del metabolismo tiroideo, actuando como barrera impermeable para la
TSH, parcialmente para T4 y T3 y totalmente para el yodo, lo cual
motiva que cuando hay en la madre una sobrecarga de yodo se
pueda originar un bocio fetal poniendo en peligro incluso su vitalidad(5). Se ha comprobado también la presencia de T4 en líquido
amniótico que se une a la transtirretina, facilitándose así su paso al
embrión, y especialmente al cerebro al añadirse la producción local
de la transtirretina en los plexos coroideos, sobre todo de las semanas 18-20 que es el período de máxima multiplicación celular cerebral, supliendo de esta forma la todavía baja producción de T4 por
el feto(6).
En el feto el desarrollo anatómico de la glándula tiroidea se inicia en la semana 7 y ya hay folículos tiroideos entre la séptima y
las semanas 7 y 10. Funcionalmente hay T4 detectable en plasma
de forma clara a partir de la semana 18, con un aumento progresivo que alcanza valores elevados a las semanas 22-24(7). La T3 es
muy baja, casi indetectable, hasta las semanas 28-30, ya que su
producción está inhibida, tanto en el tiroides como en la periferia,
mientras que la T3 invertida o inversa (rT3) aumenta paralelamente a la T4, pero es inactiva. La hormona estimulante hipotalámica
(TRH) se encuentra entre las semanas 4 y 6, y no sólo en el hipotálamo, sino también en el sistema nervioso central, donde tal vez
actúe como un neurotransmisor en la época fetal. Hasta las semanas 15-20 gestacionales y coincidiendo con el desarrollo porta-
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hipofisario, no se inicia la producción de TSH que a la semana 36
llega a valores muy superiores a los maternos (10 mUI/ml), descendiendo después hasta el parto donde se produce la conocida
descarga.
La actividad de las desyodasas encargadas de desyodar el T4 a T3
y RT3, se inician la tipo II (5’D-II) y tipo III (5’D-III)(8) hacia mitad
del embarazo, mientras la tipo I (5’D-I) lo hace mucho más tarde.
En el cerebro se tiene una gran actividad desyodásica 5’D-I para
asegurar el aporte de T3, imprescindible para el desarrollo neuronal(9).
Finalmente, en el recién nacido, tiene lugar una elevación inicial de TRH (también de prolactina, pero no de hormona de crecimiento) e igualmente un pico importante de TSH, que sólo se normaliza al quinto día, aunque la elevación máxima ocurre en las primeras 24 horas. También la T4 presenta una elevación, algo después que la anterior, pero más duradera (10-20 días), siendo las
cifras medias de 12,34 ± 2,87. La T3 se eleva pronto, las primeras
2-8 horas después del parto, debido a un aumento de la conversión
periférica de T4 en T3. La concentración de TBG plasmática, por el
contrario, no se modifica. Este hecho condiciona el que los niveles
de hormonas tiroideas libres aumenten bruscamente. Los valores
elevados de rT3 decrecen gradualmente alcanzando los valores
adultos hacia la tercera semana. No se conoce bien la significación
funcional de este hipertiroidismo neonatal(10).
BIBLIOGRAFÍA
1. Jiménez R, Figueras J, Botet F. Neonatología, 2.ª ed. Barcelona: Espaxs,
1995.
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Tratado de endocrinología pediátrica y de la adolescencia, 2.ª ed. Ed
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4. Larsen PR, Davies TF, Hay ID. The thyroid gland. En: Wilson JD et al.
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5. Vicens-Calvet E et al. Diagnosis and treatment in utero of soiter with
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6. Sreiber G et al. Thyroxine transport from blood to brain via trasthyretin
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7. Thorpe-Beeston JG et al. Maturation of the secretion of the thyroid hormones in the fetus N Engl J Med 1991; 324: 352-356.
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9. Silva E, Matthewys P. Production and turnover in rat-developing cerebral cortex and cerebellum. Responses to hypothyroidism. J Clin Invest
1984; 74: 1.035-1.049.
10. Romero F, López Siguero JP, Martínez Gaedo MJ, Martínez Valverde
A. Hipertiroidismo neonatal. An Esp Pediat 2000; 52: 185-188.