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EL CONCEPTO EDUCATIVO
DE JOHN DEWEY
Rafael Martínez
“¿Aprendizaje?
Ciertamente,
pero
viviendo
primeramente, aprendiendo a través y en relación con
esa vivencia”.
Para Dewey, no existe diferenciación entre la
filosofía teórica y una filosofía aplicada o práctica
como se observa en la mayoría de los filósofos.
Para él, todo pensamiento debe ser posible de
aplicación, por tanto debe ser práctico. “Si
consentimos en entender la educación como el
proceso por el que se crean ciertas disposiciones
fundamentales de orden intelectual y emocional con
especto a la naturaleza y a nuestros semejantes, se
hace posible definir la filosofía como la teoría
general de la educación, filosofar consiste en
aplicarse deliberadamente a una perspectiva
didáctica.(1).
John Dewey, eminente filósofo nacido el 20 de
octubre de 1859, denotó su interés por la
pedagogía durante su tiempo de trabajo en la
Universidad John Hopkins, gracias a las influencias
ejercidas por el famoso Psicólogo Infantil, Stanley
Hall.
Doctorado en filosofía en el año de 1884, se dedica
al ejercicio de la cátedra en la Universidad de
Michigan en el año de 1894; posteriormente se
traslada a la Universidad de Chicago y allí
permanece como profesor de filosofía por espacio
de diez años, período en el cual su interés por la
educación retoma especial fuerza. A partir de 1904
se dedica a trabajar profundamente en los
conceptos de filosofía pragmática en la Universidad
de Columbia.
Todos los conocimientos deben por tanto, en última
instancia, aceptar una demostración empírica.
Considerando además, la imposibilidad de
principios a priori, de dogmas de fe, y de cualquier
otro tipo de pensamiento. Dewey, sólo acepta la
experiencia como único medio para el conocimiento
de la realidad. No es de extrañar pues, que
mostrara
inclinación
por
las
instituciones
'educativas de carácter experimental, al entender
que la demostración de los métodos lleva a la
educación a imprimir el nivel científico que le
corresponde.
Para Dewey, no existe diferenciación entre la
filosofía teórica y una filosofía aplicada o práctica
como se observa en la mayoría de los filósofos.
Para él, todo pensamiento debe ser posible de
aplicación, por tanto debe ser práctico. "Si
consentimos en entender la educación como el
proceso por el que se crean ciertas disposiciones
fundamentales de orden intelectual y emocional con
respecto a la naturaleza y a nuestros semejantes,
se hace posible de John Dewey, eminente filósofo
nacido el 20 de octubre de 1859, denotó su interés
por la pedagogía durante su tiempo de trabajo en la
Universidad John Hopkins, gracias a las influencias
ejercidas por el famoso Psicólogo Infantil, Stanley
Hall.
La corriente pragmática de la cual es Dewey
conjuntamente con James y Shiller, uno de sus
pensadores más eminentes, se caracteriza porque
“mide la verdad de los conceptos a partir de su
utilidad práctica, reaccionando contra el verbalismo
y el dogmatismo de los filósofos corrientes,
esforzándose
por
hacer
descender
las
abstracciones del mundo nebuloso del pensamiento
puro para colocarlo sobre esta tierra, en esta vida
humana, para la cual, después de todo, han sido
hechos; una teoría prácticamente inutilizable no
podrá ejercer ninguna acción sobre nuestra
conducta o en nuestras investigaciones científicas,
es considerada por el pragmático como nula, sin
valor y sin interés”(2). A partir de esta concepción el
filósofo pragmático aborda la moral y la lógica,
combatiendo así, el formalismo tradicional y estéril:
“La moral debe partir de la vida, debe ser formulada
en términos de vida, porque las teorías morales
no son otra cosa que instrumentos intelectuales
Doctorado en filosofía en el año de 1884, se dedica
al ejercicio de la cátedra en la Universidad de
Michigan en el año de 1894; posteriormente se
traslada a la Universidad de Chicago y allí
permanece como profesor de filosofía por espacio
de diez años, período en el cual su interés por la
educación retoma especial fuerza. A partir de 1904
se dedica a trabajar profundamente en los
conceptos de filosofía pragmática en la Universidad
de Columbia.
30
Huellas Vol. 4 No. 8 Uninorte. Barranquilla
pp. 30 - 33 Marzo 1983. ISSN 0120-2537
forjados con el objetivo de guiar la conducta en
circunstancias sociales determinadas. Igualmente
esos instrumentos estarían sin validez para su
aplicación en la vida si no poseen su punto de
apoyo en los impulsos y los sentimientos, si se
mueven
a
espaldas
de
las
realidades
psicológicas”(3).
unificado para fomentar el desarrollo de ciudadanos
capaces de promover el crecimiento futuro de la
sociedad
empleando
la
inteligencia
fructíferamente”(6).
En alguna oportunidad, el doctor Dewey, requería
unos pupitres apropiados para el tipo de trabajo que
desarrollaban sus alumnos; como en el depósito no
se encontraban sillas con las características
requeridas, el despachador se explicó con el
pedagogo así: “Creo que no tenemos lo que usted
solicita. Busca pupitres que le permitan a sus
alumnos ejercitar sus trabajos, pero todos los que
nosotros tenemos están hechos para escuchar”.
Esa respuesta dice Dewey, refleja toda la
educación tradicional y resume su historia.
Relacionando el pragmatismo con el dominio de las
ciencias psicológicas, este se confunde con los
modelos experimentales. Observa los fenómenos
como esencialmente dinámicos, mucho más
referidos con el tiempo que con el espacio. En
consecuencia, considera el psiquismo no como un
fenómeno estático, sino como un proceso dinámico.
Su tensión interior, su valor instrumental, le interesa
más que los detalles de su estructura o que la
articulación de sus mecanismos.
La ciencia pedagógica recibe de Dewey una nueva
perspectiva al considerar el proceso del
conocimiento como un proceso genético. El
concepto de la educación como tendiente al
desarrollo del individuo, adaptado al momento de
desarrollo genético según las características biopsicológicas de su edad. Los intereses, las
expectativas y los procesos del conocimiento varían
según los ciclos vitales del género humano. Son los
educadores pues, quienes deben guiarse por el
desarrollo de los educandos y no los educandos
según la ciencia de lo que sus pedagogos
consideran que deben ser de su interés y de su
conocimiento. Se trata, por tanto de su
conocimiento. Es el pedagogo el encargado de
cultivar las manifestaciones del conocimiento, del
desarrollo de los intereses y de la personalidad. Se
trata, en fin de considerar los intereses del sujeto
como signos que revelan necesidades profundas;
de funciones nuevas que luchan por manifestarse y
que el educador debe secundar al ofrecer
circunstancias más favorables a su manifestación.
Igualmente, desde esta perspectiva, el educador y
filósofo ha observado los aspectos de la educación,
aunque nunca en sus obras pedagógicas emplee el
término “pragmatismo”.
Siendo su concepción de la pedagogía
esencialmente dinámica, para él, la educación es
fundamentalmente la “formación del carácter”.
Educar es entonces, “dar a los resortes interiores
que son fuentes de cada ser vivo, aquellos que
constituyen su personalidad misma, la oportunidad
de “realizarse”, es decir, hacer un llamado a todas
sus potencialidades innatas, para sublimarlas y
dirigirlas. Esta pedagogía se opone esencialmente
a la tradicional, en la cual el sello dominante se
caracteriza por una receptividad pasiva, centrando
su punto de apoyo en el maestro, en el manual, en
cualquier otro punto menos en el alumno
mismo”(4),
Dewey, considera que debe inculcarse en el
educando no la satisfacción por el placer sino por la
felicidad. El educar para el bien es una de las
características de la educación propiamente
humanística “La felicidad es estable por que
depende de una actitud firme de la persona, no de
las cosas que le van sucediendo ... La felicidad
depende de nuestra actitud para afrontar las
situaciones”(5). Por tanto, la felicidad es el
resultado de un comprender inteligente de los
valores y de las circunstancias. La finalidad de la
educación no es solamente desarrollo y más
desarrollo, sino formar una personalidad capaz de
vivir una vida en el bien, una vida deleitable en un
sentido especial.
Así mismo, ese conocimiento genético debe
también ser funcional. Es decir, esa pedagogía
debe considerar el conocimiento desde el punto de
vista de su plan vital, de su utilidad para la acción
presente y futura, de una visión donde el
conocimiento esté destinado a la prolongación de la
vida y no solamente como contenidos, careciendo
de razón muchas veces para el educando y su
formación. La memoria, la voluntad, la imaginación,
la percepción no son entidades separadas; son
instrumentos de acción, cuyo fin es adaptarse a una
situación creada como resultado de una realidad
exterior y de una necesidad interior. Se les enseña
a los alumnos a disertar, sin enseñarles primero a
pensar qué decir y por qué.
“Su principal convicción radica en que la educación
no debería ser simplemente instrucción en varias
materias, sino más bien un esfuerzo coherente y
“La educación no consiste en allegar medios de
vida, sino que se identifica con las funciones
31
mismas de vivir una vida fructífera que tenga
sentido por sí misma”(7).
La psicología nos ubica sobre el cómo de la
conducta moral, la manera cómo ella se efectúa,
siendo evidente que los cambios en los resultados
son productos de los cambios en el agente. El
sujeto debe conocer muy claramente qué hacer
antes que cómo hacerlo. La psicología moral se
ocupa de la manera de actuar del individuo y la
sociología de aquello que el individuo debe hacer
como miembro de un organismo en el cual él
desempeña una función.
“Así, la historia es un instrumento de análisis de
fuerzas sociales con las cuales el hombre debe
contar; la geografía un instrumento destinado a
facilitar las comunicaciones entre los hombres de
regiones alejadas, las matemáticas, un medio de
economizar numerosas experiencias, tendientes a
permitir un mejor ajuste de la acción, etc. Para
hacer comprender al alumno el valor práctico de
esas diversas enseñanzas, no debe desmayarse en
hacerle sentir las necesidades sociales que han
conducido al desarrollo de las diversas disciplinas
del conocimiento”(8).
Esos conocimientos deben ser referidos a
sociedad. No se trata de la formación para
ejercicio de una profesión sino el desarrollo
“métodos de vida”, tendientes al trabajo
comunidad, al valor del trabajo, a la búsqueda
su sentido social y humano.
El educando es un miembro de la sociedad y debe
ser tratado como tal. La institución educativa es, a
su vez, un ente creado por la sociedad con el fin
específico del mantenimiento y mejoramiento de la
vida social. Este importante aspecto que incide
directamente en la responsabilidad que le compite a
la institución educativa, es tema de principal
atención en la concepción educativa del profesor
Dewey. “Debemos los educadores ver al educando
como miembro de la sociedad, en el más amplio de
los sentidos y exigir que la institución sea capaz de
comprender su dependencia de la sociedad y
aceptar esa solidaridad”(9).
la
el
de
en
de
Se podrá creer que estos planteamientos son
sencillamente los sueños de un filósofo. Nada más
lejos del verdadero dinamismo de Dewey, amigo de
la acción y de la experiencia, quien a partir de 1896,
fundó un colegio como anexa experimental a la
Universidad de Chicago. Todos sus estudios
pedagógicos publicados a partir de esa fecha no
son otra cosa que el fruto de esas experiencias por
él cosechadas.
Por otra parte, las condiciones de la existencia se
encuentran en constante transformación. Nos
encontramos en medio de un desarrollo comercial e
industrial muy intenso. Los métodos modernos
modifican de año en año la fisonomía de la
sociedad. Es imposible educar en relación a una
forma social fija y determinada. Una educación que
consciente e inconscientemente repose sobre una
base estática de la sociedad, preparará para el
futuro ciudadanos que serán parásitos para el
organismo social. Ciudadanos, que en lugar de
ocuparse de sí mismos y de los demás, se
convertirán
en
seres
permanentemente
dependientes. Aquí, entonces, la responsabilidad
moral de las instituciones educativas debe ser
interpretada en un amplio sentido: la educación
deberá dar al educando la posesión de sí mismo, la
independencia, la posibilidad de adaptarse a las
modificaciones del medio y también la posibilidad
de crear y emplear las modificaciones necesarias.
MORAL Y EDUCACION
No pueden presentarse dos fuentes de principios
morales, dos teorías morales, la una válida para la
vida escolar y la otra válida para la vida
extraescolar. La conducta moral es una y sus
principios deben redundar hacia la unidad. Existe
una dificultad marcada al considerar que la moral
escolar tiene una suerte de existencia aparte y de
allí que se haya establecido sin tener en cuenta los
principios científicos de la conducta humana. Los
principios de la vida escolar y los de la vida social
son los mismos, lo que varía son sus aplicaciones,
los puntos de contacto.
En la realidad concreta, la vida ofrece una variedad
incalculable de ocasiones para que el individuo
actúe en bien de la sociedad. Para que el alumno
logre hacerlo es necesario instruirlo en aspectos de
ciencia, arte, historia; que conozca los métodos
esenciales de investigación y los instrumentos
indispensables de cambio y comunicación. De esta
forma el educando se prepara para un futuro en el
cual será un trabajador inmerso en una sociedad
sirviendo a la causa de mantener la vida social al
tiempo que asegura su independencia y su
dignidad.
Las teorías éticas poseen dos aspectos: un aspecto
social y uno psicológico. No se trata de una
división, sino esencialmente de una diferenciación.
El individuo y la sociedad no son opuestos el uno
del otro, ni separados el uno del otro. Ni los
individuos ni la sociedad existen por ellos mismos.
El individuo vive en y para la sociedad y a su vez la
sociedad solamente basa su existencia en los
individuos que la componen.
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