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Derecho Romano
Profesor: Lic. Charly Manuel Juárez Rebolledo
EL IMPERIO ROMANO
La muerte de César causó grandísimo desconcierto en Roma. Los asesinos del dictador
quisieron restablecer la antigua constitución. Cometido el crimen, salieron del senado llamando
al pueblo a la libertad. Pero en el pueblo, las personas pudientes estaban hartas de las guerras
civiles y de cincuenta años de anarquía; en cuanto a los pobres, el sistema de voto expuesto
anteriormente no les habla permitido jamás tomar una parte efectiva en el gobierno. El pueblo
sintió pues el gobierno de César, que habla dado a Roma el orden y el bienestar, y no lo ocultó
en sus manifestaciones. Por su parte los senadores vacilaban, temiendo siempre la aparición de
un nuevo señor, lo cual no tardó en suceder.
Marco Antonio y Octavio: Un antiguo lugarteniente de César, llamado Antonio, entonces cónsul, quiso aprovechar las
circunstancias. Era un oficial valeroso, muy ordinario de maneras y muy popular en las tabernas por su alta estatura, su
uniforme de soldado y su reputación de gran bebedor, que pronto dio pruebas de ser un gran político. El día de los
funerales de César, organizados por él, pronunció en el Foro un elogio del dictador, leyó un testamento que colmaba al
pueblo de larguezas y causó emoción general presentando a la vista de todos la toga ensangrentada y agujereada con
veintiocho puñaladas que recibió el cuerpo de la víctima. El pueblo, al ver aquella toga, se amotinó contra los asesinos,
y Bruto y los amigos de éste tuvieron que huir para salvarse.
Estorbó los proyectos de Antonio la llegada a Roma de Octavio, sobrino e hijo adoptivo de César, que venia de Atenas,
donde hacia sus estudios, para reclamar la herencia de su tío. Era un joven de diez y nueve años, pequeño, cojo,
delicado y tímido. Hablaba mal, y le faltaba bravura, hasta el punto de tener miedo del estampido del trueno y de las
tinieblas; pero bajo aquella apariencia mezquina ocultaba gran audacia política. Representó el papel de un joven
honrado que buscaba el apoyo de todos lisonjeó al senado, llamó a Cicerón « padre mio » asalarió a los antiguos
soldados de César y no tardó en encontrarse a la cabeza de un ejército.
Cicerón y el senado creyeron haber hallado el hombre que los desembarazaría de Antonio. Este
habla salido de Roma en persecución de Bruto. Cicerón pronunció entonces sus famosas arengas,
las Filipicas, declaró a Antonio fuera de la ley y obtuvo para Octavio el mando de las operaciones
contra él. Octavio, vencedor, 1 reclamó el consulado como recompensa, puesto que le negaron.
Habiéndose aliado entonces Antonio con los gobernadores de Galia y España, volvía a Italia a la
cabeza de un ejército.
Empero, los dos ambiciosos comprendieron que era conveniente unirse, por propio Interés, contra
el senado, que favorecía a los asesinos de César, y como Lepido (imagen) , gobernador de la Galia
Narbonesa, se unió a ellos, fundaron los tres por un trienio un segundo triunvirato, que más tarde
ratificó -un plebiscito. Se dividieron las provincias e hicieron del titulo de triunviro una nueva
magistratura.
EL SEGUNDO TRIUNVIRATO: Las Proscripciones: El primer cuidado de los triunviros consistió en proscribir a sus
enemigos. Las proscripciones fueron anunciadas por un cartel concebido en estos términos « Si la perfidia de los malos
no hubiera respondido con el odio a los beneficios; si los que César, en su clemencia, había salvado, enriquecido y
colmado de honores después de su desgracia no hubieran 4 resultado ser sus asesinos, nosotros hubiéramos también
olvidado a los que nos hemos visto obligados a declarar enemigos públicos. Ilustrados por el ejemplo de César, vamos a
prevenir a nuestros enemigos antes que éstos nos sorprendan... He aquí lo que se ordena: Que nadie oculte a ninguno
de los que figuran en la lista siguiente; que el que ayude o favorezca la evasión de un proscrito, será a su vez proscrito.
Que se nos presenten sus cabezas. En recompensa, el hombre de condición libre recibirá 25.000 dracmas, y el esclavo
10.000 y además su libertad con el titulo de ciudadano. Los nombres de los asesinos y de los denunciadores se
tendrán secretos. » De esta manera se asesinaron metódicamente trescientos senadores y dos mil caballeros, entre los
cuales figuró Cicerón, que Octavio había sacrificado para satisfacer los rencores de Antonio.
Después de esas matanzas, Octavio y Antonio pasaron el Adriático para atacar en Macedonia a las legiones que habían
reunido los conjurados Casio y Bruto, legiones que fueron vencidas en Hlipos, al cabo de dos días de batalla. Bruto,
desesperado, se hizo dar muerte, exclamando: « Virtud no eres más que una palabra! »
RUPTURA ENTRE MARCO ANTONIO Y OCTAVIO: Antonio partió a oriente para castigar a Egipto, que habla facilitado
socorros a Bruto. Pero, seducido por Cleopatra, olvidó sus deberes por los deleites. A Octavio le cupo el cuidado de
pacificar a occidente. Tuvo que combatir primero las intrigas de Fulvia, esposa de Antonio, que murió a tiempo para
evitar una guerra entre los triunviros; después sometió a Sexto Pompeyo, hijo del gran Pompeyo, que habla logrado
reunir una flota sólida y era dueño del Mediterráneo. Triunfó al cabo de dos años de guerra, gracias a los talentos
militares de su amigo Agripo (38-36). El tercer triunviro, Lépido, representaba en todos estos acontecimientos un papel
insignificante; Octavio lo depuso y lo nombró sumo pontífice: desde aquel momento quedaban dos ambiciosos uno
frente al otro, y era preciso que uno de ellos desapareciese. Quien desapareció fue Antonio.
Después de una expedición desastrosa contra los partos, Antonio habla vuelto al lado de Cleopatra, a Alejandría,
donde se entregó a todos los desórdenes de una vida crapulosa que ha quedado célebre con el nombre de « vida
inimitable ». Soñó fundar un imperio de oriente en provecho de aquella reina, dando a sus hijos reinos asiáticos.
Octavio explotó hábilmente esa actitud para excitar la indignación de los romanos contra Antonio, y ocultando su
rivalidad personal bajo la máscara de una guerra nacional, hizo decretar una expedición contra « aquella mujer, que
pretendía la caída del Capitolio y la ruina del imperio Antonio y Cleopatra esperaron a Octavio en Grecia con una flota
y un ejército. La flota fue vencida cerca de Accio, en el Adriático, a la entrada del golfo de Arta, y Cleopatra huyó,
llevándose consigo a Antonio • Octavio los siguió a Egipto y batió a Antonio en los alrededores de Alejandría.
Cleopatra trató en vano negociar con el vencedor. Antonio se dio muerte, y, viendo que todo estaba perdido, imitó su
ejemplo haciéndose picar por un áspid. Octavio quedó siendo dueño del mundo. El fin de la república, había llegado.
EL IMPERIO: Se llama Imperio, el gobierno personal de Octavio, aunque, en apariencias el funcionamiento de las
instituciones romanas no hubiera cambiado. A fin de no suscitar los mismos odios que César, Octavio se dedicó a reinar
sin parecerlo. No quiso aceptar el titulo de dictador; dejó subsistir el senado, los cónsules y los comicios, y aceptó
solamente que sus súbditos lo llamaran con un nombre nuevo. Pensó en llamarse Rómulo, segundo fundador de
Roma, pero después se decidió por el nombre de AUGUSTO que servia para designar los lugares santos.
Cual César, reunió todas las funciones y asumió todos los poderes, porque tenía todos los títulos. Por consiguiente, el
p4mero de éstos fue el de imperator (general victorioso), que indicaba el origen de su poder y le daba autoridad legal
sobre todos los ejércitos. Fue además tribuno, lo cual le hacia inviolable; censor o prefecto de costumbres, lo que le
permitía nombrar a los senadores y vigilar a los ciudadanos; sumo pontífice, es decir, jefe de la religión, y, por último,
príncipe, o presidente del senado, es decir, dueño de las deliberaciones.
Augusto tenía, pues, un poder absoluto; pero en torno suyo todo parecía subsistir como anteriormente. El senado
hacia las leyes, los comicios las votaban y los magistrados las ejecutaban en nombre del pueblo. Las insignias de las
legiones continuaban llevando S. P. Q. R., iniciales de la inscripción latina Senatus Populusque Romanus. Augusto vivía
como los demás ciudadanos; tomaba parte en los votos, recomendaba a sus amigos en las elecciones, hablaba en el
senado cuando le correspondía y habitaba en el Palatino una casa modesta, abierta a todo el mundo. Quería imponer
el orden en Roma y empezaba por dar el ejemplo.
Aquella vida pública no era más que una apariencia Augusto lo dirigía todo. Un consejo privado, que se llamó el
consejo del príncipe, administraba en realidad el imperio. Porque así convenía a sus designios, creó una guardia
llamada guardia pretoriana, formada de nueve cohortes y encargada de mantener el orden en la ciudad. A la cabeza
de esas tropas estaba el prefecto del pretorio, principal agente del emperador, con el prefecto de la ciudad , el prefecto
de los vigiles (serenos) o prefecto de policía, y el prefecto del anona, encargado de abastecer a Roma. Una multitud de
secretarios estaban colocados bajo las órdenes de aquellos magistrados. Casi todos eran libertos, porque se estaba más
seguro de que fueran fieles.
ROMA BAJO EL IMPERIO DE AUGUSTO: Con el orden, reinó la prosperidad en Roma, y la ciudad se pobló de
monumentos. Augusto pudo vanagloriarse de haber encontrado una ciudad de ladrillos y haber dejado una ciudad de
mármol. Se dedicó especialmente a la organización del servicio de las aguas, hizo construir acueductos y creó a este
efecto un cuerpo de ingenieros especiales. Emprendió también la tarea de moralizar a Roma donde la corrupción había
llegado al limite. Quiso restablecer las antiguas prácticas religiosas. Procuró restaurar el antiguo sentimiento de familia,
combatiendo el abuso del divorcio y del celibato.
Tuvo por colaboradores a sus amigos Agripa, el vencedor de Antonio, y a Mecenas, hombre de gusto, que protegía las
letras y las artes. En torno suyo se agruparon los historiadores Tito Livio y poetas Virgilio y Horario y muchos otros que
tanto contribuyeron a la gloria de aquella época llamada por la historia siglo de Augusto.
LAS PROVINCIAS BAJO EL IMPERIO DE AUGUSTO: Las provincias ganaron mucho con el establecimiento del imperio.
En vez de ser oprimidas, como antes, por los procónsules fueron administradas regularmente por funcionarios con
sueldos fijos, llamados legados, que nombraba el emperador y que debían dar cuenta de su gestión. Los provincianos
tuvieron además el derecho de elegir asambleas que podían dirigirse directamente al emperador. El mismo Augusto
hizo numerosos viajes para darse cuenta de sus necesidades. Se construyeron carreteras, se ejecutaron grandes
trabajos y la seguridad sentó sus reales en todas partes. Los vencidos reconocieron los beneficios de la dominación
imperial, que dieron en llamar la pax romana. Virgilio la celebró en sus versos. «i Gracias a ti, César, el buey vaga por las
praderas; Ceres y la feliz abundancia ¿fecundan nuestros campos; los barcos navegan sin temor en el mar pacificado, y
la buena fe se alarma cuando hay la más mínima sospecha! »
LA DEFENSA DEL IMPERIO: Todas las provincias estaban protegidas por una línea de fronteras naturales que eran el
Rin, el Danubio, el Éufrates y los desiertos de Asia y de Africa. Más allá vivían los pueblos bárbaros que eran para el
imperio un peligro siempre amenazador. Augusto atendió a tenerlos en raya por la parte de allá de dichas fronteras, y
organizó un ejército permanente de veintitrés legiones reforzadas con gran número de auxiliares lo cual formaba un
total de 400,000 hombres. Repartidos en campamentos situados en todos los puntos peligrosos, bastaron para
asegurar la tranquilidad de las provincias que prosperaban sosegadamente al abrigo de aquella cortina de tropas.
Augusto no tuvo que luchar de veras sino contra los germanos en el Rin y en el Danubio, como se verá más adelante.
FIN DE REINADO DE AUGUSTO: Augusto no habían tenido hijos con su esposa Livia. Sus herederos eran los hijos de su
amigo AgrIpa, que habla adoptado, y que murieron jóvenes; tuvo que adoptar a monio. Los Tiberio, que su mujer Livia
tuvo de su primer matrimonio. Los últimos años de Augusto fueron tristes para él a causa de sus duelos. Tuvo además
la pena de tener que desterrar a su hija Julia por su mala conducta, y de saber el desastre del ejército de su legado Yaro
en Germania. Murió a los setenta y seis años (14 d. de J. C.) y fue enterrado con gran pompa en un monumento que se
llama aún el Mausoleo de Augusto.
El emperador muerto, fue considerado como un dios. Se instituyeron ceremonias en honor suyo, y se fundó un colegio
de sacerdotes especiales para celebrarlas. Ese culto de los emperadores se- llamó apoteosis. Todos los magistrados,
todos los jefes de ejército y todas las asambleas tuvieron que rendir ese culto a la memoria de los emperadores. Fue un
juramento de fidelidad al régimen imperial, así como un lazo moral que unió a todas las partes del imperio y que nada
tenia que ver con las religiones particulares. La fundación de ese nuevo culto fue más bien, pues, un acto político que
un acto de servilismo.
TIBERIO: El imperio pasó de Augusto a Tiberio, sin trastorno. El pueblo y las provincias se habían acostumbrado al
nuevo régimen que les proporcionaba la paz y la abundancia- Sólo los senadores se lamentaban por sus antiguas
prerrogativas; pero estaban demasiado corrompidos o demasiado envilecidos para sacudir la coyunda imperial. Tiberio
tenía de parte suya al ejército que habla mandado en Germania. Frisaba en los cincuenta y seis años, pareció tomar el
poder con desagrado, desdeñó títulos y honores y no quiso ser más que príncipe El senado fue asociado al gobierno y
tuvo que ratificar todas las decisiones del príncipe. Los gobernadores de provincia fueron escogidos según sus méritos
y vigilados con rigor.
Pero aquel administrador honrado, se convirtió de pronto en una especie de loco furioso cuando vio perecer a
Germánico, el sobrino de Augusto, vencedor de los germanos y a su propio hijo Druso. Descubrió que el asesino había
sido su favorito Seyano, que quería hacer desaparecer la familia de César para llegar al trono. El emperador concibió
odio violento contra los patricios a quienes llamaba « gente dispuesta a todo servilismo». Las ejecuciones se
multiplicaron; mandó matar a Seyano y se retiró a la isla de Caprea, presa de terror supersticioso, que le hizo rodearse
de adivinos y astrólogos. Esa locura sangrienta duró hasta su muerte y el relato de sus crímenes nos ha sido
transmitido por el historiador Tácito. Perú las proscripciones alcanzaron solamente a la nobleza; el resto del imperio,
bien administrado, permanecía indiferente a lo que ocurría.
CALIGULA CLAUDIO: El imperio recayó en Calìgula, hijo de Germánico, llamado así porque llevaba el mismo calzado
que los soldados (cáliga). Empezó por ser un buen príncipe; pero, atacado de epilepsia desde su infancia, llegó a ser
completamente loco. Su reinado fue una serie no interrumpida de extravagancias, de libertinaje y de asesinatos. Se le
vio arrojar dinero al pueblo en el circo, iluminar montañas, hacerse adorar en lugar de Júpiter, y nombrar cónsul a su
caballo. Deseaba públicamente que el pueblo romano no tuviese más que una cabeza para matarlo de un tajo. El
prefecto de los pretorianos, Quereas, fue el que libró al mundo de aquel loco furioso
Quereas deseaba una restauración republicana; pero los soldados no la querían. Descubrieron en el palacio, oculto
detrás de una cortina a un hermano de germánico, llamado Claudio, y lo hicieron emperador mediante el donativo,
esto es importante gratificación. Éste fue el primer emperador nombrado por los soldados y aprecio de dinero. Era
viejo, calvo, embrutecido por la embriaguez y, aparte de los negocios públicos, entregado a estudios de arqueología. A
ese ser débil lo gobernaron sus mujeres y sus libertos, que de antiguos esclavos llegaron a ser dueños de Roma. Uno de
ellos, Palas, lo decidió a casarse con Agripina, hija de Germánico, la cual envenenó a Claudio con un plato de setas para
asegurar el trono a su hijo Nerón.
NERON: Agripina había esperado reinar en nombre de su hijo, que tenía diez y siete años; asistía a las sesiones del
senado, oculta detrás de una cortina, y gobernaba por mediación del filósofo Séneca y del general Burro, que eran los
preceptores de su hijo. Incitado Nerón por el liberto Narciso, se cansó bien pronto de aquella tutela. Inquieta Agripina,
le opuso a Británico, hijo de Claudio; pero Nerón lo hizo envenenar en un festival. Cuatro años después tocó la vez a
Agripina, a quien trató de ahogar durante un paseo por mar y que pudo salvarse a nado. Entonces Nerón pretendió
que estaba implicada en una conspiración contra él y la hizo degollar. Toda la nobleza mostró « maravillosa emulación
de bajeza » y Séneca mismo hizo el elogio de aquel crimen.
Nada contuvo ya las pasiones de aquel príncipe envidioso, vanidoso e hipócrita. Repudió a su mujer Octavia, la
condenó a muerte y se entregó a todo género de desarreglos con sus libertos. Creía ser un gran artista y le gustaba
presentarse en público para que lo aplaudiera una cuadrilla de aduladores bien adiestrados. Se le vio conducir o guiar
1 carros en las carreras, declamar versos en el teatro, pulsar la lira y dar una vuelta por Grecia de donde trajo ,800
coronas, conducta que los romanos consideraban infame y digna solamente de un esclavo. Un día, Roma fue presa de
las llamas, y corrió la voz de que el incendiario era ese emperador que, para divertirse, ordenó la primera persecución
contra los cristianos.
Trece años de semejante, régimen provocaron la sublevación de los soldados de las fronteras, y Roma, donde varías
conspiraciones hablan sido ahogadas en sangre, siguió el ejemplo. Nerón huyó a una casa de campo y allí se dio
muerte no sin declamar: « Conmigo muere un gran artista! ».
LOS SUCESORES DE NERON: Las legiones sublevadas se batieron unas con otras para nombrar un emperador, porque
el príncipe elegido recompensaba con largueza a los soldados. Los primeros que consiguieron su objeto fueron los
soldados de España, que eligieron por jefe a Galba, que a la sazón tenía setenta y tres años. No quiso dar dinero a los
pretorianos de Roma y de aquí que le opusieran a Otón, a migo de Nerón. Galba fue asesinado por los pretorianos.
Entretanto, las legiones de Galia acudían con su general Vitelio. Otón fue vencido en Bedríaco y se mató. Vitelio no
gozó mucho tiempo de aquella victoria, que le permitió, sin embargo, llegar a ser célebre por su golosina. El ejército de
oriente, muy superior a los otros porque lo formaban soldados veteranos que habían combatido contra los partos, llegó
a su vez para imponer por jefe a Vespasiano. Este ejército triunfó en Cremona (69), y la paz reinó en Roma con la nueva
dinastía de los Flavios.
LOS FLAVIOS: Vespasiano, hijo de un recaudador de impuestos, que alcanzó las dignidades militares por su propio
mérito, fue un emperador burgués, trabajador y económico. Reorganizó la hacienda que Nerón dilapidó con sus
locuras, restableció la disciplina en los ejércitos y dominé las revueltas de los germanos y de los judíos. Depuró el
senado y abrogó la "ley de la majestad a, al amparo de la cual se habían dictado tantas proscripciones. Murió de muerte
natural, burlándose de los honores divinos que se habían rendido a los emperadores difuntos. « Siento que llego a ser
dios », dijo con sorna.
Tito, su hijo, que terminó la campaña de Judea con la toma de Jerusalén, sólo reiné dos años, lo cual fue bastante para
que lo llamaran las del delicias del género humano. Se quejaba de haber perdido el día cuando no había hecho una
buena acción. Durante su reinado fue cuando hubo la famosa erupción del Vesubio, cuyas cenizas sepultaron las
ciudades de Herculano y Pompeya.
Domiciano, su hermano, que le sucedió, no fue menos prudente durante los trece primeros años de su reinado; jamás
fueron tan dichosas la provincias. Después, el 93, llegó a ser como Nerón, tirano cruel que Cortó cabezas sin
discernimiento expulsé a los filósofos de Roma, persiguió a los cristianos y murió asesinado (96). Su propia mujer estaba
metida en la conjuración.
LOS ANTONINOS: El senado dio el imperio a uno de sus miembros, llamado Nerva moderado en el gobierno, buen
jurisconsulto, que casi se limitó a designar su sucesor. Fundó la dinastía de los Antoninos, pero en lugar de reglamentar
la sucesión al trono por el parentesco, procedió por adopción, lo que dio al imperio una serie de excelentes monarcas
(96-98). Trajano, a quien adoptò, era buen general y buen administrador.
Rechazó a los dacios (Transilvania actual) en el Danubio y a los partos en el Éufrates. En memoria de sus campañas, se
erigió en el Foro la famosa columna trajana.
En Roma devolvió al senado sus antiguos honores y aparentó una gran sencillez. « Seré con los demás, decía, como
hubiera querido que los emperadores fuesen conmigo, siendo ciudadano ». Emprendió grandes trabajos el puente del
Danubio, en las Puertas de Hierro, para poder atacar a los dacios; el puente de Alcántara, en España, y el Poro de
Trajano, en Roma. Tomó prudentes medidas para reanimar el comercio, la agricultura las artes y las letras. Por último,
dio muestras de humanidad instituyendo la beneficencia pública, institución desconocida hasta entonces, en favor de
los niños pobres, que fueron educados a costa del estado. A partir de aquella fecha, el senado adoptó por fórmula de
saludo a los emperadores, la frase siguiente « Sé más feliz que Augusto y mejor que Trajano ». Murió en Asia, año de
117.
Adriano, su sucesor, fue un emperador pacifico. Artista ilustrado viajero infatigable, recorrió el mundo entero con un
séquito de arquitectos, reconstruyendo ruinas y edificando nuevos monumentos. Atenas donde residió, llegó a ser « la
ciudad de Adriano a, por lo mucho que la hermoseó. Su principal titulo de gloria fue haber fundado la administración.
Los empleos de oficinas se habían confinado hasta entonces, a los libertos; Adriano decretó que en lo sucesivo se
darían a hombres libres, e instituyó al mismo tiempo la jerarquía. Por lo que hace relación a la justicia, reunió los edictos
publicados por los pretores desde siglos atrás y los coordinó formando un texto único, llamado el Edicto Perpetuo. Se
puede decir que desde entonces data verdaderamente la organización del imperio (117-138).
Adriano fue reemplazado por Antonino Pío, cuyas relevantes virtudes merecieron que se diera su nombre a esta serie
de emperadores. El escogió un digno sucesor en la persona de Marco Aurelio (161).
Marco Aurelio era un filósofo que, en el trono, continuó practicando las máximas de la filosofía. Fue bueno, humano y
desinteresado, y pasó sus ratos de ocio escribiendo los Pensamientos, «admirables sentencias de la sabiduría antigua».
Protegió a los esclavos y aumentó las instituciones benéficas. Por una ironía de la suerte, este emperador, que no
amaba sino los libros, estuvo obligado a vivir en campamentos. Tuvo que defender a Roma amenazada en el Danubio y
en el Éufrates, y murió en campaña, en Viena (178).
Cometió el error de dejar el imperio a su hijo Cómodo, que llegó a ser un orate sanguinario como Diocleciano y Nerón,
y que pereció asesinado (192).
HISTORIA EXTERIOR DEL IMPERIO:
Los Bárbaros: Augusto habla rodeado el Imperio Romano con una cintura de tropas y una línea de campamentos
permanentes o campos militares que debían contener las irrupciones ataques de los bárbaros. Creyó que era preciso
tenerlos distantes, para que el resto del mundo pudiese gozar de paz y de prosperidad. Empero, esa prosperidad era un
incentivo para aquellos pueblos bárbaros que, ávidos de pillaje, atacaban sin cesar las fronteras romanas. De aquí las
continuadas guerras que duraron hasta el fin del imperio y que fueron guerras de defensa y no de conquista.
Ya hemos visto que el Rin, el Danubio, el Éufrates y los desiertos formaban las fronteras. Todas no estaban igualmente
amenazadas en el Sahara sólo vivían algunas tribus de merodeadores; el mar protegía a España y a las costas de Galia;
los enemigos más temibles eran por consiguiente en el Rin, los germanos el alto Danubio, los cuados (Moravia) y los
marcomanos (Bohemia) en el bajo Danubio, los dacios y, en el Éufrates, los partos.
Guerras en el Fin: Augusto, que hizo suyos los planes de César, pensaba que sólo se acabaría con los germanos
sometiéndolos. Su general Druso pasó el Rin y conquistó todo el país hasta el Elba. Pero murió por accidente, y su
sucesor Varo se &4ó sorprender en el bosque de Teutberg (el Teutoburger Wald) por el germano Arminio, y fue
deshecho con tres legiones. Se dice que Augusto, loco de dolor> no cesaba de gemir "Varo, devulveme tus legiones! "
El desastre de Varo no pudo ser vengado sino en el reinado de Tiberio, por Germánico, que destrozó la confederación
de los queruscos y asoló el país de los bàtavos. Los trastornos consiguientes a la muerte de Nerón permitieron a los
germanos, que hasta entonceS hablan estado tranquilos alzar el estandarte de la rebelión. El bátavo Civilis, con el
concurso de la profetisa Véleda, trató de fundar en el Rin un reino galo que fue destruido casi inmediatamente.
Domiciano fue a su vez batido a orillas de ese rìo (81-96).
Trajano, desde que ocupó el trono, se dio a pacificar el país; sus armas se pasearon victoriosas por todas partes, mas
para proteger el punto débil de la frontera en la región del Rin y del Danubio superiores, hizo construir una inmensa
fortificación parecida a la muralla de China, que iba desde Maguncia hasta Ratisbona. Se componía ésta de un reducto
con parapeto de tierra y estacadas en el fondo del foso; detrás, una muralla de piedra con bastiones, y luego Una
carretera militar orillada de una serie de campos atrincherados, a 9 kilómetros de distancia unos de Otros; nueva
muralla y nuevo foso completaban la fortificación. Un atrincheramiento del mismo género fue construido por Adriano
al norte de Inglaterra, para contener las invasiones de los bárbaros de Escocia.
GUERRA EN EL ALTO DANUBIO: Bajo el reinado de Marco Aurelio, una invasión de cuados y parcomanos, pueblos de
Moravia y de Bohemia, se dirigió a Grecia e Italia y penetró en ellas. El terror fue grande en Roma. El emperador vendió
las joyas imperiales para reclutar tropas, y se puso a la cabeza de la expedición. Fueron necesarias varias campañas
para rechazarlos y hubo que fortificar sólidamente La ciudad de Viena (hoy capital de Austria) para vigilarlos.
GUERRA EN EL BAJO DANUBIO: En la parte de allá del Danubio, en la región que corresponde hoy a Transilvania y a
Rumania, vivían los dacios, pueblo tan fiero como los germanos. Invadieron el imperio en tiempo de Domiciano, que no
pudo contenerlos. Trajano, para atacarlos útilmente, empezó por construir una carretera que seguía el Danubio y cuyos
restos se ven aún en el flanco de las locas que orillan el río, en el celebre desfiladero de las Puertas de Hierro.
Después hizo construir a la salida del desfiladero, un colosal puente de piedra, de más de mil cien metros, que le
permitió penetrar en Dacia. La guerra duró cinco años (101-106); la capital de los dacios fue tomada, su rey Decebalo se
dio muerte, y el país quedó siendo provincia romana. Esta provincia de la parte allá del río , fue como una fortaleza
poblada de colonos romanos a los que debe su nombre y su lengua el pueblo actual de Rumania.
GUERRAS EN EL ORIENTE: Los caballeros partos tenían persistente empeño en pasar el Éufrates. Vencedores de Craso
y después de Antonio, las derrotas no los hicieron nunca decaer. La guerra fue continua contra ellos. En tiempo de
Nerón, el general Corbulón los deshizo muchas veces; Vespasiano, Trajano y Marco Aurelio hubieron de organizar
nuevas expediciones contra ellos. Aprovechando la oportunidad que ofrecían esas campañas, menudearon las
construcciones en oriente. La más célebre es la de los judíos, vencidos por Tito, después del memorable sitio que
recuerdan los bajos relieves de su arco de triunfo en Roma, y cuyo resultado fue la destrucción de Jerusalén y la
dispersión de aquel pueblo.
Mientras las legiones peleaban encarnizadamente en las fronteras, las provincias, administradas con justicia por los
emperadores, gozaban de los beneficios de la pax romana.