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Transcript
LUIS FRANCO RODRIGO
EGIPTO
MILENARIO
UNA VISIÓN A TRES MIL AÑOS DE
HISTORIA CONTINUA
NO. REGISTRO SEP-INDAUTOR 03-2007-080611542400-01
KAMIT
NOMBRE ANTIGUO DEL EGIPTO FARAÓNICO QUE SIGNIFICA “TIERRA NEGRA”
MIZRAIM
NOMBRE HEBREO DE EGIPTO. SIGNIFICA LITERALMENTE “LAS DOS TORRES”
MIŞR(MISRA)
NOMBRE ÁRABE OFICIAL DE EGIPTO. MUY PROBABLEMENTE DE ORIGEN SEMÍTICO, RELACIONADO
CON LAS PALABRAS SEMITAS COMO MITZRAYIM, QUE LITERALMENTE SIGNIFICA “LOS DOS
ESTRECHOS”, EN REFERENCIA A LA SEPARACIÓN DEL PAÍS EN ALTO Y BAJO EGIPTO. MIŞR
SIGNIFICABA ORIGINALMENTE “CIVILIZACIÓN” O “TIERRA FRONTERIZA”.
EGIPTO
EN LA MITOLOGÍA GRIEGA, REY DE ARABIA Y DE EGIPTO, TERRITORIO QUE CONQUISTÓ Y AL QUE
DIO SU NOMBRE. ERA EL HERMANO GEMELO DE DÁNAO, QUIEN LLEGÓ A SER REY DE ARGOS.
MÍTICO HIJO DE BELO Y DE AQUÍOQUE. HEREDÓ ARABIA Y CONQUISTÓ EL REINO DE LOS
MELÁMPODOS, AL QUE DIO NOMBRE. SUS HIJOS SE CASARON CON LAS DANAIDES.
EL NOMBRE OCCIDENTAL, EGIPTO, PROVIENE DEL LATÍN EGYPTUS, DERIVADO A SU VEZ DEL GRIEGO
AIGYPTOS, QUE SEGÚN EL HISTORIADOR GRIEGO ESTRABÓN SIGNIFICABA “MÁS ALLÁ DEL EGEO”.
  ‫ ش‬ÏΨ∇† “ET IN ARCADIA EGO” G M 
~1~
AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIAS
A Rosa Isela, mi amada esposa, por su amor, su ternura, su paciencia y su
ímpetu constantes para apoyarme en esta aventura.
A mi madre Rosita, por ser la culpable de enseñarme las maravillas de
Egipto, por ser mi primera amiga, maestra y guía en la travesía del
conocimiento.
A mi padre Luis, por siempre enseñarme a tener hambre de saber y conocer
sobre todas las cosas, por ser mi primer maestro de medicina y el mejor
maestro de historia antigua que he tenido.
A mi hermana María Elena, por su apoyo y su ayuda siempre.
A Domiciano, por su apoyo y por abrirme las puertas al mundo del
hermetismo y del esoterismo.
A Silvia, Alejandro y Karina, por su gusto de escuchar las viejas historias de
Egipto.
A la Casa de Cultura “Wenceslao Labra” del Municipio de Zumpango de
Ocampo, Estado de México, y a su Director el Sr. Alejandro Ramírez Curiel
por su apoyo y por haber sido uno de los incentivos primarios para concretar
el presente libro.
A todos los faraones, reinas, personajes y dioses del Antiguo Egipto
Gracias por haber existido.
Al pueblo actual del Egipto moderno.
GRACIAS
01/julio/2007
▲En memoria de mis abuelos Francisco, Rosa Estela, Manuel y Alicia…
Agión, Tetagram, vaycheen, stimilamaton y ezpares, retragammaton oryoram irion erglión existion eryona
onera brasin movn messia, soler Emmanuel Sabast Adonay Seth...
La historia es un hilo que enlaza sombras a través de un laberinto...
~2~
“¡Oh madre Mut! ¡Extiende sobre mí tus alas
como las estrellas eternas!”
INSCRIPCIÓN SOBRE EL SARCÓFAGO DEL FARAÓN TUTANKAMÓN
“Ellos edificaron con granito, construyendo salas
en la pirámide, realizando bellas cosas de este
trabajo hermoso... pero sus aras de sacrificios se hallan
tan abandonadas como el emigrante que fallece en
el puerto sin dejar a nadie.”
ANTIGUA SENTENCIA EGIPCIA
“Tira en pleno Nilo al hombre afortunado,
que volverá a salir con un pez en la boca...”
PROVERBIO EGIPCIO
“¡Quien no haya visto Egipto no habrá
visto el mundo. Su suelo es de oro; su
Nilo, una maravilla; sus mujeres, ninfas del
paraíso; sus casas, palacios; su tierra, blanda
cual áloe que refresca los espíritus!”
HERODOTO
“¡Oh, Egipto, Egipto! De tu sabiduría sólo quedarán fábulas,
que a las generaciones venideras parecerán increíbles.”
LUCIO APULEYO
“¡Soldados! Desde lo alto de estas pirámides,
cuarenta siglos os contemplan.”
NAPOLEÓN BONAPARTE
“El Tiempo se burla de los hombres, pero las
Pirámides son las únicas que se burlan del Tiempo”
PROVERBIO ÁRABE
~3~
INDICE
Introducción
PAG. 7
I Esbozo Histórico
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
PAG. 8
LOS ORÍGENES DE LA ANTIGUA CIVILIZACIÓN EGIPCIA PAG. 8
PREHISTORIA PAG. 8
PERÍODO PREDINÁSTICO O ARCAICO PAG. 9
PERIODO PROTODINÁSTICO PAG. 9
EL IMPERIO ANTIGUO PAG. 10

La edad de Oro PAG. 10

Comienzo del declive del Imperio Antiguo PAG. 12
PRIMER PERÍODO INTERMEDIO PAG. 15
EL IMPERIO MEDIO PAG. 15

Reunificación del Imperio PAG. 15
SEGUNDO PERÍODO INTERMEDIO PAG. 17
EL IMPERIO NUEVO PAG. 17

Los faraones de la XVIII Dinastía PAG. 18

El Período Ramesida PAG. 23
TERCER PERÍODO INTERMEDIO PAG. 26
BAJA ÉPOCA, ÉPOCA TARDÍA O IMPERIO TARDÍO PAG. 30

Primera Dominación Persa PAG. 31

Los Últimos Intentos Independentistas y La Segunda Dominación Persa PAG.31
PERÍODOS HELENÍSTICO Y ROMANO PAG. 31

Dinastía Macedónica PAG. 31

La Dinastía de los Tolomeos PAG. 33

Imperio Romano y Bizantino. La Época Copta PAG. 39
EGIPTO BAJO EL CALIFATO PAG. 41

Gobierno local PAG. 41

Lucha interna PAG. 41

Las dinastías sucesoras autónomas PAG. 42

El califato Fatimí PAG. 42

El sultanato de los ayyubíes PAG. 42

Las dinastías mamelucas PAG. 42

Dominio otomano PAG. 42

Resurgimiento de los mamelucos PAG. 42

La época de Mehmet Alí PAG. 43

Bancarrota y control extranjero PAG. 43
II El Arte en el Antiguo Egipto
1.
2.
3.
4.
PAG. 44
PERIODO PREDINÁSTICO O ARCAICO PAG. 44
PERIODO DINÁSTICO PAG. 44
·ARQUITECTURA PAG. 45

IMPERIO ANTIGUO PAG. 45

IMPERIO MEDIO PAG. 49

IMPERIO NUEVO PAG. 50
·LAS ARTES FIGURATIVAS PAG. 54
·ARTESANÍAS. El arte de trabajar con las manos PAG. 55

La Cerámica PAG. 55

El Alabastro PAG. 55

El Vidrio PAG. 55

Los Metales PAG. 55
·ESCULTURA, PINTURA Y RELIEVE PAG. 56

IMPERIO ANTIGUO PAG. 56

IMPERIO MEDIO PAG. 58

IMPERIO NUEVO PAG. 58
ÉPOCA TARDÍA PAG. 59
ÉPOCA COPTA PAG. 61
III Los Misterios de la Gran Pirámide de Gizeh
1.
2.
3.
4.
PAG. 62
Mitos, leyendas y realidades de las tumbas faraónicas. Los “secretos” de las Pirámides PAG. 63
El origen de la palabra “Pirámide” PAG. 64
Dimensiones de la Gran Pirámide PAG. 64
La Gran Pirámide, Gizeh y las Estrellas PAG. 65
~4~
5.
6.
7.
La Sagrada Geometría. Mediciones en la meseta de Gizeh PAG. 67
El Número Fi y la Proporción Áurea PAG. 67
Curiosidades matemáticas de la Gran Pirámide PAG. 68
IV Literatura Egipcia
PAG. 70
1.
Signos Jeroglíficos. La Sagrada Escritura PAG. 70
2.
El Legado Literario PAG. 72

IMPERIO ANTIGUO PAG. 72

IMPERIO MEDIO PAG. 73

IMPERIO NUEVO PAG. 74

ÉPOCA TARDÍA PAG. 77
La Antigua Lengua Egipcia PAG. 80
LITERATURA EGIPCIA SEGÚN IMPERIO Y DINASTÍA(Cuadro Sinóptico) PAG. 81
3.
4.
V Sociedad, Trabajo y Economía del Antiguo Egipto
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
PAG. 82
La Pirámide Social del Antiguo Egipto PAG. 88
El Armamento de los Antiguos Ejércitos Egipcios PAG. 92
La Vida Doméstica en el País del Nilo PAG. 93
La Corte de los Faraones PAG. 96
El Derecho en el Antiguo Egipto PAG. 96
La Justicia entre los Antiguos Egipcios PAG. 97
La Música y la Danza en el Antiguo Egipto PAG. 98
La Infancia. El Mundo de los Niños en el Egipto Antiguo PAG. 99

El Nacimiento PAG. 99

Los Primeros Años PAG. 99
Los Juegos, Deportes y Juguetes del Egipto Faraónico PAG. 100

La Caza, un deporte de élite PAG. 100

La Lucha y las Naumaquias PAG. 100

Diversiones para la Realeza PAG. 100

Los Juegos de Salón PAG. 101

Diversiones Infantiles PAG. 101
Las Fiestas en el Egipto Antiguo PAG. 102

Fiestas Privadas PAG. 102

La Fiesta de Opet PAG. 103

La Fiesta del Valle PAG. 103

La Fiesta Tenait PAG. 103

La Fiesta del Sed o Heb Sed-Juventud eterna para el faraón PAG. 103
Los Grandes Banquetes PAG. 105
Las Bebidas PAG. 105

La Cerveza PAG. 105

El Vino PAG. 106
La Embriaguez PAG. 106
VI Pensamiento, Mentalidad, Filosofía y Psicología en el Antiguo Egipto
1.
2.
3.
4.
5.
EL AMOR Y LA SEXUALIDAD EN EL ANTIGUO EGIPTO PAG. 108
LA MAGIA EN EL ANTIGUO EGIPTO PAG. 112
EL ESOTERISMO EGIPCIO PAG. 114

Los Cultos dentro de los Templos PAG. 120
LOS SÍMBOLOS EGIPCIOS COMO OBJETOS DE CULTO SAGRADO PAG. 122

Símbolos reales y divinos PAG. 122

Los Amuletos PAG. 122

Los Símbolos en Policromía PAG. 124
LOS ORÍGENES DEL EGIPTO MÍSTICO Y ESOTÉRICO PAG. 124

Masonería Escocesa y Masonería Egipcia PAG. 129

El Rito Egipcio de Cagliostro PAG. 129

El Rito Primitivo de Narbona PAG. 129

Los Perfectos Iniciados de Egipto PAG. 130

Egiptología y Masonería PAG. 131

El Rito de Misraim PAG. 131

El Rito de Menfis PAG. 132
VII La Antigua Religión Egipcia
1.
2.
PAG. 134
EL CULTO SOLAR EGIPCIO PAG. 134
LA INTRINCADA CONCEPCIÓN DEL MÁS ALLÁ PAG. 138

Distintos Destinos de Ultratumba PAG. 138
~5~
PAG. 107
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.

La Inmortalidad para el Hombre del Pueblo PAG. 138
LA VIDA DE ULTRATUMBA PAG. 139
MITOLOGÍA EGIPCIA PAG. 139

LA CREACIÓN PAG. 139

DIOSES LOCALES PAG. 140

ICONOGRAFÍA PAG. 140

CULTO AL SOL DE AKHENATÓN PAG. 140
LA TEOLOGÍA MENFITA PAG. 140
EL LIBRO DE LOS MUERTOS PAG. 141

Definiciones PAG. 141
EL JUICIO EN EL INFRAMUNDO PAG. 145
LA PASIÓN DE OSIRIS Y EL CULTO A ISIS PAG. 147
SETH, EL DIABLO EGIPCIO. La Deidad del Desorden PAG. 152
OTROS DEMONIOS EGIPCIOS PAG. 154
LA INFLUENCIA EGIPCIA EN EL ORIGEN DE OTRAS DOCTRINAS Y RELIGIONES PAG. 155

El Arca de la Alianza y Egipto PAG. 157
EL MUNDO DE LOS MUERTOS PAG. 159
LAS VIVIENDAS DE LOS MUERTOS PAG. 160

El Osiris Vegetante PAG. 160
LA MOMIFICACIÓN. Costumbres Sepulcrales PAG. 161

Desarrollo de la momificación PAG. 161

Procedimiento PAG. 161
ATAÚDES Y SARCÓFAGOS PAG. 163
EL CULTO A LOS ANIMALES. Animales Sagrados. Dioses y Bestias PAG. 164
LA MOMIFICACIÓN DE ANIMALES PAG. 167
VIII Dioses del Antiguo Egipto(Resumen)
PAG. 168
IX La Ciencia y La Técnica en el Antiguo Egipto
1.
2.
3.
4.
5.
6.
PAG. 176
LAS INSTITUCIONES ESCOLARES PAG. 176
MATEMÁTICAS EGIPCIAS. LA ARITMÉTICA Y LA GEOMETRÍA PAG. 177
NÚMEROS, PESAS Y MEDIDAS DEL ANTIGUO EGIPTO(Cuadro) PAG. 178
ASTRONOMÍA EGIPCIA PAG. 178
MEDICINA EGIPCIA PAG. 179
LA ALQUIMIA PAG. 185
X Breve Crónica de una Maldición Faraónica
XI Fragmentos del Libro de los Muertos
XII Cronología Faraónica
PAG. 186
PAG. 190
PAG. 191
Anexo 1(Noviembre 2009) PAG. 198 Descubrimientos arqueológicos más recientes en Egipto
Anexo 2(Enero 2010) PAG. 200 Datos sobre la Esfinge
Anexo 3(Febrero 2010) PAG. 201 La jerarquía del poder en el clero de Amón/La Nobleza en el Antiguo Egipto
Anexo 4(Febrero 2010) PAG. 203 La tumba escondida de Deir el-Bahari: el último refugio de los grandes faraones
Anexo 5(Marzo 2010) PAG. 204 Relación de las tumbas del Valle de los Reyes
Anexo 6(Marzo 2010) PAG. 205 Relación de las tumbas del Valle de las Reinas
Anexo 7(Abril 2010) PAG. 207 La palabra como magia. Datos del papiro Westcar
Anexo 8(Mayo 2010) PAG. 209 El misterioso Tekenu: Una figura enigmática/Las Diez Plagas de Egipto: La verdad descifrada
Anexo 9(Agosto 2010) PAG. 211 Otras Tumbas Egipcias-de Artesanos y de Nobles-/La tumba de Aha, el rey faraón que unificó Egipto
APÉNDICES AÑO 2011 PAG. 214
BIBLIOGRAFÍA PAG. 225
~6~
Email del autor: [email protected]
INTRODUCCIÓN
De niño recuerdo que mi madre me contaba con emoción sobre una tierra lejana llena de intrincadas
historias, relatos de dioses, faraones, pirámides y momias. Se trataba del Egipto Antiguo. Hoy, casi
veinte años después he decidido escribir sobre esta tierra extraña para muchos, y atrayente y enigmática
para otros, intentando hacerlo de una manera simple, fácil y entretenida, tocando no sólo los temas
clásicos sobre historia y cultura, sino también los aspectos del misticismo, el hermetismo, la magia y la
psicología de este antiguo pueblo que he adoptado simbólicamente como mi segunda patria.
Se muy bien que se han escrito muchos libros sobre esta tierra milenaria, pero este tiene la diferencia de
que traté de compendiar en él todos los datos necesarios tanto para que el lector novato en el tema, así
como para que el historiador experimentado, no tengan que buscar la información en muchos de ellos.
Muchas personas me han hecho la observación de que cómo siendo mexicano me decidí a sumergirme
en la cultura egipcia, estando geográficamente mucho más cerca de los olmecas, toltecas, teotihuacanos,
mayas o mexicas, a los cuales no les quito sus méritos e incluso también admiro como culturas de
grandes logros, pero es que el Egipto Antiguo me atrapó y me cautivó desde la primera vez que escuche
sobre él. Aún me emociono como un niño tan sólo al oír los nombres de Keops, Tutmosis, Akhenatón,
Tutankhamón o Ramsés, y sólo me regresa un pregunta a la mente, ¿cómo lograron sobrevivir,
inmortalizarse y fascinarnos estos y otros nombres a través de más de 5000 años...? Creo que la
respuesta está en que la civilización del Antiguo Egipto continúa, aún hoy en pleno siglo XXI,
provocando incredulidad, asombro, desconcierto y sobre todo una gran fascinación y respeto. Tras sus
monumentales obras arquitectónicas, tras esas esculturas de rostros y gestos impasibles e inmutables,
existió un gran pueblo que durante sus más de 3000 años de historia luchó, creció y se esforzó por vivir
lo más acorde a su medio ambiente, cuyo protagonista principal era ese gran río, el Nilo, portador de
todo lo indispensable para la vida de los antiguos egipcios. Todo esto hizo de este pueblo antiguo un
conglomerado de ciudades únicas, maravillosas, deslumbrantes, majestuosas y llenas de gran misticismo
y misterio. Por otro lado, la civilización del Antiguo Egipto ha fascinado siempre y ha influido
notablemente, y muy a menudo, en las culturas que han entrado en contacto con este enigmático país,
desde las remotas épocas griega y romana. A través de mi vida me he percatado que el interés por los
antiguos egipcios se da en los sectores más dispares y entre un público de todos los estratos
socioculturales y económicos, que se siente por demás atraído, principalmente, por el profundo halo de
misterio y hermetismo que ha envuelto con notoria frecuencia ciertos y medulares aspectos de este País
del Nilo, como son la construcción de las pirámides, la escritura jeroglífica, las técnicas de
momificación, la religión y su influencia en el desarrollo del cristianismo, hasta sus conocimientos
esotéricos o alquímicos y su supuesta convivencia con seres extraterrestres. A través de las siguientes
páginas estudiaremos juntos su historia con su sucesión de acontecimientos que, a pesar de todo,
mantuvieron intacta la identidad de este pueblo, característica única de entre todas las antiguas
civilizaciones del Mediterráneo, y que se refleja en los demás temas que también abordaremos, como su
arte, su literatura, su sociedad, su psicología, sus utensilios e inventos, sus costumbres, su religión y su
misticismo, así como la gran influencia que tuvo y sigue teniendo en el mundo moderno y en las
religiones actuales. Descubriremos a un pueblo práctico, alegre y con muchas ansias de vivir y alcanzar
la felicidad, aquí y en el Más Allá, a pesar de la rígida y hasta compleja estructura de su sociedad.
Acompáñeme a un recorrido corto, rápido, ameno, distinto, místico y científico por algo más de 3000
años de historia egipcia. Espero que el lector, con los conocimientos adquiridos, razone y comprenda
que los muchos misterios del Antiguo Egipto no son tales en realidad, sino sólo fascinantes aspectos de
una gran e inigualable civilización mucho más cercana a nosotros, los mexicanos, de lo que pensábamos.
Y que no es un gran misterio que los antiguos egipcios erigieran su Imperio usando grandes rocas y
piedras, lo que sería sorprendente es que hubieran usado computadoras o teléfonos celulares para ese
objetivo, situación que jamás ocurrió. El Antiguo Egipto es magnífico y sorprendente por lo que
realmente fue y no por los mitos que se le imputan o por lo que nunca sucedió durante su desarrollo e
historia...
~7~
I
ESBOZO HISTÓRICO
LOS ORÍGENES DE LA ANTIGUA CIVILIZACIÓN EGIPCIA
Unos cuatro mil años antes del nacimiento de Jesucristo apareció a orillas del río Nilo en el noreste del continente
africano la sorprendente civilización egipcia.
Desde muchos siglos antes de esa fecha los habitantes prehistóricos del centro de África se habían congregado junto a los
cursos de agua y en los oasis, huyendo de las tierras áridas, del enorme desierto que hoy conocemos con el nombre de
Sahara.
La población egipcia antigua fue, pues, el resultado una mezcla de razas, de costumbres y de culturas. Las fértiles riberas
del Nilo le proporcionaron varias cosechas anuales, tantas como crecidas experimentaba el río. El campesino esperaba
pacientemente la inundación porque, al retirarse las aguas, sus campos quedaban cubiertos por una gruesa y muy fértil
capa de limo en la que los cultivos crecían con gran rapidez y en abundancia.
Estas circunstancias geográficas determinaron la existencia de múltiples aldeas, poblados o ciudades de agricultores,
posteriormente conocidos como nomos, que gozaban en los inicios de una absoluta independencia unos de otros.
Sin embargo los orígenes de la antigua civilización egipcia, que muchos consideran como una de las fuentes de la
cultura occidental, no se pueden establecer con certeza. Los testimonios arqueológicos sugieren que los primitivos
habitantes del valle del Nilo estuvieron bajo la influencia de las culturas del Próximo Oriente, pero el grado de esta
influencia está por determinar. Tanto la descripción del desarrollo de la civilización egipcia, como los intentos de
identificar sus fundamentos intelectuales, son en gran parte una serie de conjeturas basadas en los descubrimientos
arqueológicos de los restos de ruinas, tumbas y monumentos, la mayoría de los cuales contienen muestras muy valiosas de
la cultura antigua. Las inscripciones en jeroglíficos, por ejemplo, han proporcionado datos de extrema importancia.
La base para el estudio del período dinástico de la historia egipcia, entre la primera dinastía y el período de los
Tolomeos, reside en el Aegyptiaca de Manetón, un sacerdote del período tolemaico de principios del siglo III a. de C., que
por encargo de Tolomeo I organizó una lista de reyes dividida en XXX Dinastías. Existe un acuerdo general sobre las
divisiones de la historia egipcia, hasta la conquista de Alejandro III el Magno, en los imperios Antiguo, Medio y Nuevo
con períodos intermedios, seguidos por los períodos tardío y de los tolomeos, fijados cronológica y genealógicamente
gracias a los nuevos hallazgos y el uso creciente de sofisticados métodos de datación.
PREHISTORIA. Las condiciones naturales, geográficas y climáticas del país, marcado en su época de formación por la
progresiva desertificación de las zonas sahariana y sirio-árabe, crearon un peculiar sustrato del que se originaron formas
primitivas de organización social, sobre las que se desarrolló una de las civilizaciones antiguas más extraordinaria y
admirada por su riqueza, su originalidad y su larga duración. Las zonas situadas al este y al oeste del Nilo, convertidas en
áridos desiertos muy calurosos, confinaron a lo largo de los márgenes del río una estrecha franja de zona fértil, una franja
de vegetación, que se desarrolló desde el mismo corazón de África hasta abrirse en un abanico en el Delta, donde el río
vierte sus aguas en el mar Mediterráneo.
Hace aproximadamente unos 60.000 años, el río Nilo comenzó las inundaciones anuales de los terrenos de su cuenca,
dejando tras de sí un fértil suelo aluvial. Las áreas cercanas a la llanura de inundación permitieron garantizar los recursos
alimentarios y el agua. Con el tiempo, los cambios climáticos, que comprendían periodos de aridez, permitieron afianzar
el asentamiento humano en el valle del Nilo. Desde el período calcolítico(edad del cobre, que comienza hacia el 4000 a.
de C.), hasta los comienzos del Imperio Antiguo, la población se extendió por una gran área.
En el séptimo milenio a. de C., Egipto contaba con unas condiciones medioambientales apropiadas para la ocupación
humana. Se han encontrado evidencias de asentamientos desde ese tiempo en las áreas del sur o Alto Egipto; restos de
ocupación similares se han descubierto en los emplazamientos nubios(actualmente Sudán-Etiopía). Se han encontrado
bastantes fragmentos de cerámica en las tumbas del Alto Egipto desde el cuarto milenio a. de C.(del Período
Predinástico)que permiten establecer una secuencia de datación relativa. El Período Predinástico, que finaliza con la
unificación de Egipto en un único reino, se subdivide por lo general en tres fases, cada una de ellas se refiere a los
yacimientos en los cuales se encontraron sus materiales arqueológicos: badariense, amratiense(Nayada o Naqada I) y
geerziense(Nayada o Naqada II y III). Naqada o Nayada es el nombre de una localidad del Alto Egipto donde se hicieron
los primeros hallazgos de esta época. Los yacimientos del norte(desde el 5500 a. de C.)han proporcionado material para
establecer una datación arqueológica de cierta continuidad pero no ofrece una cronología larga como las encontradas en el
sur.
Sin duda, el origen del estado faraónico todavía está lleno de interrogantes y los egiptólogos barajamos varias hipótesis en
un terreno donde las leyendas y los mitos se entremezclan con las pocas lagunas históricas que existen. Los hallazgos han
sido pocos e insuficientes para conocer en profundidad los verdaderos acontecimientos que desembocaron en la
unificación de las dos tierras del Alto y del Bajo Egipto.
Las excavaciones en las riberas del Nilo han constatado la existencia en el Neolítico de una primera cultura llamada, como
ya se mencionó, badariense-por encontrarse en la localidad de Badari en el Alto Egipto-, que evolucionó
aproximadamente entre los años 5200 y 4700 a. de C. en las zonas cercanas al oasis de el Fayum y en Merimde Beni
Salama. Su modo de vida se centraba en la agricultura y la ganadería. Cultivaban cereales y pastoreaban cabras, vacas,
ovejas y cerdos. Su alimentación también se completaba con animales producto de la caza y de la pesca que
proporcionaba el Nilo. Otra cultura, también ya mencionada, la amratiense-de la localidad de El-Amra próxima a Abidos
en el Alto Egipto-, convive con la anterior en las mismas zonas entre los años 4000 y 3500 a. de C. A partir de este
momento aparece una evolución en las técnicas artesanales desarrollada por los llamados geerzienses o guerzenses-de El
~8~
Gerza, en las proximidades de Meidum en el Bajo Egipto-, pueblo que se estableció en el Delta entre el 3500 y el 3100 a.
de C. Éstos últimos introdujeron nuevas formas de cultivos a mayor escala, con la aplicación de redes de regadío.
Utilizaron el torno para la alfarería y comenzaron la incipiente industria de los metales, posiblemente por influencia de
inmigrantes provenientes de Siria.
El pueblo amratiense, evolucionado del neolítico, tenía su capital en Nekhen, la actual ciudad de el Qab, desde donde
influía en los habitantes a lo largo del Valle del Nilo, en lo que posteriormente se conocería como el Alto Egipto. Este
pueblo adoraba a Seth, el hermano de Osiris, sus reyes reflejaban su soberanía usando la corona blanca alta o hedyet y su
emblema distintivo era el loto. Por otro lado, los continuadores de la cultura guerzense poblaron y controlaron lo que sería
el Bajo Egipto, con su capital en la ciudad de Pe, rebautizada por los griegos como Buto. Adoraban a Horus, hijo de Osiris
y enemigo del asesino de su padre, Seth. Sus monarcas se adornaban con la corona roja baja o deshert y su emblema era la
planta del papiro.
PERÍODO PREDINÁSTICO O ARCAICO. Durante este período se tienen registros de que existían en Egipto dos
reinos bien estructurados, también llamados las Dos Tierras, a saber: el Reino o Tierra del Norte que tenía su capital en la
ciudad de Buto, su deidad era la diosa cobra Uadyet, su rey ceñía la corona roja y su símbolo era la abeja; y el Reino o
Tierra del Sur que tenía su capital en la ciudad de Nekhen(Hieracómpolis), su deidad era la diosa buitre Nejbet, su rey
ceñía la corona blanca y su símbolo era la planta de la caña.
Durante el cuarto milenio a. de C. tenemos conocimiento de la existencia de dos reyes, uno llamado el rey Ka y otro
conocido como el rey Escorpión-cuya tumba, conocida como la U-j, ha sido recientemente hallada en Abidos-; este último
que consiguió unificar a todo el país desde el sur venciendo al norte; unión que al parecer no perduró históricamente.
Estos dos reyes, junto al mítico rey Narmer y a un tal rey Tiu, que podría ser aún más antiguo y del que nada sabemos,
forman parte de la ahora conocida por los egiptólogos modernos como la recién llamada, cronológicamente, Dinastía “0”.
Las fuentes arqueológicas muestran el nacimiento, hacia el final del período geerziense(Nayada o Naqada III-32003000 a.C.-), de una fuerza política dominante que se convirtió en el elemento de consolidación del primer reino unificado
del antiguo Egipto. El jeroglífico más antiguo que se conoce data de este período; pronto los nombres de los soberanos
empezaron a aparecer en los monumentos.
Alrededor del año 3100 a. de C. el rey Narmer, considerado como un caudillo por sus seguidores, también desde el sur
consiguió vencer a los gobernantes del norte tras cruentas y sangrientas batallas, y así logró unificar bajo su mando a
todos los grupos de hombres de las dos Tierras y formar posteriormente la Primera Dinastía. Con él empieza el Egipto de
los faraones.
Tras la finalización del reinado de Narmer (3010-3007 a.C.), siguieron la I y II Dinastías (3007-2682 a.C.), con al menos
13 reyes. Algunas de las grandes estructuras funerarias(predecesoras de las pirámides)se construyeron en Sakkara y
Abidos durante la existencia de estas dos primeras dinastías.
PALETA DEL REY NARMER, UNIFICADOR DE EGIPTO
PERIODO PROTODINÁSTICO. También llamado período Tinita, porque, según Manetón, los reyes eran originarios
de Tis, o Tinis, en las proximidades de Abidos en el Alto Egipto. Los documentos historiográficos egipcios señalan como
unificador de las Dos Tierras al rey Menes, identificado constantemente con el rey Narmer y más recientemente con el rey
Aha, el Combatiente, fundador oficial de la primera dinastía. En la “Paleta de Narmer”(3100 a. de C., Museo
Arqueológico de El Cairo), en piedra tallada, se puede ver al propio faraón portando la corona del sur y subyugando a las
gentes del norte, con dos animales entrelazados que significan la unificación de las dos zonas de Egipto bajo el mando
único del faraón.
El rey Menes, cuyo nombre significa “fulano de tal” y “el establo”, fundó la ciudad de Menof-Ra, que tiempo después
cuando los griegos comenzaron a viajar a Egipto la rebautizaron con el nombre de Menfis, la primera capital del Egipto
unificado, muy cerca del actual El Cairo, a una distancia más o menos media entre el norte y el sur del país. Menes adoptó
también una nueva corona de gobernante, mezcla entre las dos antiguas coronas y adoró por igual a las divinidades del
norte y del sur.
Después del reinado de Menes muchos gobernadores de provincias o nomos se negaron a obedecer al poder central y
empezó un período de disturbios al cual reaccionaron los faraones de la primera y segunda dinastía con sabiduría, algunas
veces con la fuerza y otras veces conciliando con los gobernadores. De esta época destacan los reyes Qa o Kha
Sekhemwe-último faraón de la I Dinastía-y Hotep Sekhemwe o Hotepsejemuy-primer faraón de la II Dinastía.
El reinado de Udimu, mejor conocido como Den, el más próspero de la I Dinastía, contó con la inapreciable actuación de
su ministro o visir, Hemaka. En su sepultura se efectuaron algunos de los más ricos e interesantes descubrimientos de
objetos arcaicos. Durante el reinado de los sucesores del faraón Den cabe suponer que debieron producirse disturbios
internos típicos entre el norte y el sur del país por el poder y el trono, como parece demostrarlo la iniciativa del faraón
Semerjet(Smerkhet)de borrar de los monumentos el nombre de su predecesor, Anedjib o Andjib. Con el último soberano
de la I Dinastía, el ya mencionado Qa o Kha Sekhemwe, posiblemente cesaron-en el caso de que verdaderamente se
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hubieran producido-los sacrificios humanos rituales, incluyendo el suicidio colectivo de sirvientes, que supuestamente
acompañaban el enterramiento de los primeros faraones, reinas, nobles y altos dignatarios.
Durante el reinado de Ninecher-Nineter-, tercer faraón de la II Dinastía, se decidió, en su decimoquinto año de reinado,
que las mujeres podían ocupar el trono del país, aunque parece que la reina Mertneit ya se había adelantado en la dinastía
anterior. A esta mujer se le suele considerar como una soberana de Egipto entre los faraones Dyer-Atotis- y Uadyi de la I
Dinastía. Y es que parece muy posible, a juzgar por el tamaño y la localización de una tumba en Sakkara, así como por
una gran tumba en Abidos, que efectivamente hubo una reina-faraón que reinó en solitario entre estos dos faraones, o que
fue más tarde regente durante algún tiempo. El nombre escrito sobre una gran estela funeraria de piedra encontrada en
Abidos es el de Mertneit, y se pensó en un primer momento que era el de un hombre, el de un faraón, pero más tarde se le
identificó como una reina, muy posiblemente esposa de Uadyi y madre de Den. Su nombre se ha encontrado
recientemente en Abidos, impreso en un sello de arcilla que contiene los nombres ordenados de los primeros faraones,
desde Narmer hasta Den, de quien habría actuado, según lo indican algunos especialistas, como su regente. Alrededor de
esta tumba en Abidos se hallaron 41 enterramientos suplementarios de sirvientes, en muchos casos el contenido de estas
sepulturas indica el cargo que ocupaban al servicio de la que podría ser la primera reina-faraón del antiguo Egipto.
Durante las dos primeras dinastías observamos una evolución en los desarrollos urbanísticos, arquitectónicos y funerarios
bastante notoria. Las casas y las tumbas son de piedra, bastante más grandes y más sofisticadas. En la I Dinastía los
enterramientos reales se llevaban a cabo en Abidos(Abydos); para la II Dinastía las tumbas reales eran construidas en la
necrópolis de Sakkara, cerca de la capital, Menfis.
Los templos, eran todavía sencillos, representaban una casa primitiva, que reflejaba la creencia del antiguo egipcio de que
las divinidades eran como los humanos, necesitados de la comida, la bebida y las ofrendas. Estas deidades representaban
las distintas fuerzas de la naturaleza e inspiraban al egipcio antiguo miedo, como los animales salvajes, o respeto como el
sol y agradecimiento como el Nilo.
El rey, era considerado como una persona divina, aunque en el fondo tenía que ganar el respeto de sus súbditos mostrando
su fuerza en danzas y luchas rituales, como en la Fiesta trineraria del Heb Sed.
A pesar de la unificación, la dualidad siguió vigente durante toda la historia antigua de Egipto, sobre todo en la
administración, donde cada reino seguía teniendo su bandera, su corona y sus comarcas.
La escritura jeroglífica se desarrolló, desde el uso de figuras de animales expresando conceptos materiales, para pasar a
expresar sonidos y sílabas además de ideogramas.
Desde sus inicios, los antiguos egipcios dividieron el año en tres estaciones, cada estación contaba con cuatro meses y
cada mes tenía tres tercios de 10 días. Esto hacía que el año tuviera un total de 360 días. Más tarde añadieron 5 días que
simbolizaban los días de nacimiento de cinco de sus grandes divinidades: Osiris, Isis, Seth, Nefthis y Horus.
La primera estación era la estación de la inundación y sus meses eran de julio hasta octubre. La segunda estación era la de
la siembra y sus meses eran de noviembre hasta febrero. La última estación era de marzo a junio, y era la estación de la
recogida de las cosechas.
Se sabe que el último faraón de la II Dinastía y del Período Protodinástico fue un tal Jasejem o Jasejemuy, que al parecer
se casó con una princesa del norte para consolidar las buenas relaciones entre los seguidores de Horus y Seth. La reina se
llamaba Hepenmaat, y el sello de una vasija le otorga el título de “Madre Engendradora de Reyes”. Las épocas posteriores
la consideraron como la figura ancestral de la III Dinastía.
Después del reinado de Jasejemuy y Hepenmaat comienza el Período Dinástico y el llamado Imperio Antiguo.
EL IMPERIO ANTIGUO. Los conocimientos acerca del Imperio Antiguo(2649-2152 a. de C.)son bastante escasos, y el
halo de misterio que rodea todo el período deriva fundamentalmente de los majestuosos monumentos construidos y de la
literatura sapiencial que ha llegado hasta nosotros, y que testimonian el alto nivel de civilización alcanzado. Han
contribuido, integrando los escasos documentos históricos, los ricos ajuares funerarios, las llamativas pinturas murales y
los textos autobiográficos hallados en las tumbas de los miembros de la familia real y de los altos dignatarios de la corte, a
la reconstrucción del pensamiento religioso, de la concepción de la realeza, del vasto aparato administrativo y de la vida
cotidiana de esa época. El Imperio Antiguo comprende desde la III hasta la VI Dinastías. La capital estaba en el norte, en
Menfis, y los monarcas mantuvieron un poder absoluto sobre un gobierno sólidamente unificado. La religión desempeñó
un papel importante, como queda registrado en la mitología egipcia; de hecho, el gobierno había evolucionado hacia un
sistema teocrático, en donde el faraón era considerado un dios en la tierra, por lo que gozaba de un poder absoluto.
La edad de Oro. La III Dinastía fue la primera de las ubicadas en Menfis, el primer faraón de ésta fue Sanajt Nebka(26492630 a. de C.)quien según la tradición fue un gigante que medía 5 codos y 3 palmos de altura-poco más de 2.4 metros-, y
su segundo soberano, el más célebre de los faraones de la misma, Zoser o Djoser Netyerirjet(2630-2611 a. de C.), reforzó
la unidad nacional al unir los símbolos del norte y del sur en su construcción funeraria en Sakkara. En general, la
III Dinastía marcó el principio de la edad de oro de una nueva y vigorosa cultura. La IV Dinastía se inició con el reinado
del faraón Snefru-Snofru-(2575-2551 a. de C.), hijo del faraón Huni(2600-2575 a. de C.), último faraón de la III Dinastía
y, es muy probable, que de una reina menor llamada Meresanj; y entre cuyos proyectos de edificación se encontraban las
primeras pirámides en Dahshur(al sur de Sakkara). Snefru, el rey guerrero del cual quedan extensos documentos, realizó
campañas en Nubia, Libia y el Sinaí. Es importante mencionar que Nubia(una región entre el sur de Egipto y el noreste
del actual territorio de Sudán)era un territorio que se extendía desde la Primera hasta la Cuarta Catarata. Se dividía en
Baja Nubia, cuna de los reinos de Napata, Meroe y Dogola, situada entre la Primera y la Segunda Cataratas del
Nilo(conocida por los antiguos egipcios como Uauat)y la Alta Nubia, conocida como Cush o Kush. El desarrollo del
comercio y la minería trajeron la prosperidad social, política, arquitectónica, artística y cultural al reinado de este faraón.
Sin duda el refinamiento de la corte de Snefru debió de ser excepcional. Se está seguro de ello gracias al maravilloso
~ 10 ~
mobiliario descubierto en la tumba de su esposa, la reina Heteferes, madre de Kufú, del príncipe Rahotep y tal vez del
ingeniero-arquitecto Hemiunu. Además, se trata de una tumba intacta, situada cerca de la gran pirámide, que nos ha
legado un dormitorio que consta fundamentalmente de una cama con patas de león, cabecera de madera para colocar la
nuca, y un gran sillón con ornamentación vegetal. Todo forma un conjunto robusto y delicado a la vez, que nos muestra
las cualidades más importantes del reinado del faraón Snefru y de esta Edad de Oro egipcia. Snefru fue sucedido por su
hijo, el famoso Kufú(Khufu), mejor conocido como Keops(2551-2528 a. de C.), quien ordenó erigir a la Gran Pirámide de
Gizeh, la cual sería su tumba para su viaje a la eternidad y a las estrellas. Aunque se conoce poco de su reinado, aquel
monumento no sólo atestigua su poder sino que también indica la complejidad que la burocracia había alcanzado.
Djedefre o Didufri(2528-2520 a. de C.)hijo de Keops, introdujo a la divinidad asociada al elemento solar(Ra o Re)en el
título real y en el panteón religioso. Kefrén-Kafra o Khaefra-(2520-2494 a. de C.)otro hijo de Keops, sucedió a su
hermano en el trono y construyó su complejo funerario en Gizeh. Otro miembro reconocido de esta dinastía fue
Micerinos-Mikerinos o Menkaura-(2494-2472 a. de C.), conocido por haber erigido la más pequeña de las tres grandes
pirámides de Gizeh.
En la IV Dinastía, la civilización egipcia alcanzó la cumbre de su desarrollo y este alto nivel se mantuvo durante la V y VI
Dinastías siguientes. El esplendor manifestado en las pirámides se extendió a numerosos ámbitos del conocimiento como
arquitectura, escultura, pintura, navegación, artes menores y astronomía; los astrónomos de Menfis establecieron un
calendario de 365 días; con semanas que tenían 10 días. Los médicos del Imperio Antiguo también mostraron un
extraordinario conocimiento de fisiología, cirugía, el sistema circulatorio humano y el uso de antisépticos.
Sin duda, fue durante la IV Dinastía que los nomos o Hesep toman mayor importancia en el mapa geopolítico de Egipto.
Como ya lo mencioné, los nomos eran en sus inicios más remotos aldeas, poblados o ciudades de agricultores que
gozaban de una absoluta independencia unos de otros, pero pasaron a convertirse en las grandes divisiones del Egipto ya
unificado. Algunos de ellos recibían el nombre de sus ciudades principales. Existieron en total 42 nomos, 22 en el Alto
Egipto y 20 en el Bajo Egipto; cada uno de ellos se encontraba bajo la protección de una divinidad particular, cada uno
tenía su propio estandarte o símbolo distintivo y cada uno poseía dos capitales, una civil y otra religiosa, siendo la primera
la sede del gobierno que estaba bajo el mando de un gobernador o nomarca, que a su vez tenía que rendirle cuentas al
primer ministro o visir del faraón. Este cargo de nomarca al parecer era hereditario, pasando del padre al nieto mayor por
parte de la madre.
Existían cuatro divisiones o tipos del nomos según su ubicación: 1)Nut, la ciudad principal; 2)La zona de tierra cultivable;
3)Las zonas pantanosas, que bajo ciertas condiciones podían ser cultivadas, y 4)Las zonas con canales y diques que
favorecían la irrigación artificial de ciertas porciones de tierra. Es importante mencionar que el número de nomos no fue
siempre el mismo y que varió de Imperio a Imperio y hasta de Dinastía a Dinastía. Fueron los griegos los que
denominaron al gobernador de un nomo nomarca. En los muros de los templos, los nomos se representaban como figuras
del dios Nilo llevando varias ofrendas.
Las listas con los nombres de los distintos nomos pueden admirase hoy día en los templos de Karnak, Abidos, Filé, Edfú,
Dendera, entre otros.
A continuación citó una lista con los nombres de los principales nomos y su correspondencia con los nombres de los
pueblos o ciudades actuales, algunas en árabe, que por su proximidad representan a estos antiguos emplazamientos Hesep
del antiguo Egipto.
ALTO EGIPTO
BAJO EGIPTO
NOMO
POBLACIÓN ACTUAL
NOMO
POBLACIÓN ACTUAL
1.Ta-seti
Aswan
1.Inebu-hedi
Bedrashen
2.Wetjset-Hor
Edfú
2.Jepesh
Usim
3.Nejen
Esna
3.Imentet
Kom el-Hisn
4.Waset
Tebas/Karnak
4.Neith resit
Sais
5.Netierui
Kuft
5.Neith mechit
Sa el Hagar
6.Iqer
Dendera
6.Jasuw
Sakha
7.Hut-sechem
Hou
7.Wa-em-Huu-ges-imentet
---------------8.Ta-wer
Girgeh
8.Wa-em-Huu-ges-iabtet
Tel el Maskhuta
9.Amsu
Akhmim
9.Anediti
Abusir
10.Wadjt
Itfu
10.Kem-wer
Benha el-Asal
11.Seth
Shodb
11.Hesbu
Horbeit
12.Aftet
Kau el Kebir
12.Tieb netieret
Samanhud
13.Nedifit jentit
Asyut
13.Heka-andiu
Ain esh-Shams
14.Nedifit pejtit
Kusiya
14.Yapti
San
15.Wenet
Eshmunen
15.Tehuti
El-Bakaliyed
16.Ma-hedj
Minieh
16.Hat-mehit
El-Amdid
17.Input
El-Kes
17.Behedet
Ebshan
18.Nemti
El-Hibeh
18.Imet jenti
Tell Basta
19.Wabui
Behneseh
19.Imet pejti
Nebesheh
20.Naret jentit
Ahnasieh
20.Sopdu
Saft el-Henneh
21.Naret pejtit
Ashment
22.Medenit
Aftih
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Comienzo del declive del Imperio Antiguo. Aunque la V Dinastía mantuvo la prosperidad con la ampliación del comercio
exterior y las incursiones militares en Asia, se evidenciaron los signos del declive de la autoridad real debido al aumento
de la burocracia y al incremento del poder de los administradores que no pertenecían a la realeza. Se sabe que durante esta
dinastía, Khentkaus, esposa de Neferirkare Kakai(2446-2426 a. de C.)y madre de los faraones Neferere(2419-2416 a. de
C.)y Neuserre(2416-2392 a. de C.), desempeño un papel importante en el poder o incluso en el mismo trono del país, ya
que aparece en algunas representaciones con el tocado real uraeus y una barba postiza; esta reina tiene un templo funerario
en Abusir. Unas, último rey de la dinastía(2356-2323 a. de C.), fue enterrado también en una pirámide de Sakkara, en una
cámara funeraria cuyas paredes tenían inscripciones que se han denominado “Textos de las Pirámides”. Estos textos se
utilizaron también en las tumbas reales de la VI Dinastía. Varias inscripciones autobiográficas de funcionarios de la VI
Dinastía indicaban el poder decreciente de la monarquía y apuntan incluso una conspiración mortal contra el faraón
Teti(2323-2291 a. de C.). Parece ser que el posterior faraón Pepi I Merire(2289-2255 a. de C.)también fue víctima de una
conspiración, en la que aparentemente se vio implicada una de sus reinas, Weret-Imtes, y que intentó acabar con la vida
del soberano según las crónicas. Sin embargo, el plan fue frustrado, y la desleal esposa castigada. Después de este
complicado asunto matrimonial Pepi I se casó con las dos hijas de un príncipe provincial de Abidos llamado Jui, sobra
decir que de un modo bastante confuso para los investigadores, ya que aparentemente las dos se llamaban Anjnesmerire.
Una de ellas fue la madre de Pepi II, a la que se le ha identificado como Anjnesmerire II. Se cree que durante los últimos
años de faraón Pepi II Neferkare(2246-2152 a. de C.), el poder puede que estuviera en manos de su visir. La autoridad
central en la economía también decreció por los decretos de exención de impuestos. Los nomos alcanzaron rápidamente
un poder propio cuando los nomarcas empezaron a establecerse de forma fija como pequeños príncipes de éstos, y a
adueñarse para ellos el territorio y las riquezas de los mismos.
Se sabe que Pepi II se casó varias veces. Entre sus esposas cabe mencionar a Neit, quien era hija de su padre y de
Anjnesmerire I, por lo tanto, su media hermana y prima; y su sobrina Ipue, hija de su hermano Merenre I. Una muy
complicada trama familiar incestuosa.
Sin duda alguna el Imperio Antiguo es conocido por el tiempo de los constructores de las pirámides y también por la
época menfita, por ser su capital la ciudad de Menfis, al sur del actual El Cairo. Pero es, quizás, la historia del desarroll o
de la forma de la tumba real la que nos puede resumir la historia del Egipto Predinástico y de las primeras dinastí as del
Imperio Antiguo. En el Período Predinástico los enterramientos reales, que antes consistían en un simple agujero en la
arena, se empezaron a hacer mucho más elaborados y sofisticados, ya que aparecen cámaras subterráneas y ricos ajuares
funerarios. El primer elemento distintivo de las tumbas predinásticas es la orientación de los cuerpos de los difuntos, que
siempre se encuentran dispuestos de norte a sur-en el sentido natural del Nilo-y con la cabeza mirando hacia el oeste, el
lugar donde se ponía el sol y donde se situaba el Mundo de los Muertos. El segundo rasgo característico de estas
sepulturas se relaciona con la crecida anual del Nilo, un fenómeno muy presente en la ideología faraónica. Se puede
asegurar que ningún egipcio de aquellos tiempos pudo dejar de observar que, tras la retirada de las aguas de la crecida del
río, lo primero que resurgía de la inundación eran las colinas más altas; lugares donde, en poco tiempo-casi a las pocas
horas-, la “vida volvía a renacer” con todo su esplendor tras los meses que permanecían bajo el agua. Fue de esta manera
como surgío la idea religiosa de la colina primigenia, que emergía de las aguas primodiales donde reinaba el dios Nun y
de las que surgía el demiurgo, que desde ella creaba el mundo. No está demás mencionar que esto último se detalla con
más profundidad en los capítulos posteriores. Por otra parte, desde tiempos inmemoriales, los habitantes del Valle del Nilo
enterraban a sus muertos en la arena del desierto, evitando así la valiosa tierra fértil de sus cultivos. Como es bien sabido,
cuando se cava un agujero en el suelo, al momento de taparlo siempre sobra tierra, que acaba encima formando una
pequeña “colina”. Dado que en el sur del país los muertos se acompañaban de un valioso ajuar funerario(exactamente lo
contrario de lo que sucedía en el norte), muchas de estas tumbas eran saqueadas al poco tiempo de haberse excavado y,
puesto que tampoco eran muy profundas, los animales carroñeros como los chacales, podían llegar a desenterrar los
cuerpos. De este modo, los antiguos egipcios también observaron con sorpresa que como resultado de la acción secante de
la arena, que se bebía los fluidos de la descomposición, estas “momias” naturales conservaban intactos los rasgos del
difunto. Esto sólo podía significar que enterrarse bajo una colina preservaba de la muerte, por lo que los nuevos soberanos
decidieron que era imperativo situar sus tumbas bajo un montículo. Renacer en el Otro Mundo era su privilegio y
deseaban contar con todos los elementos necesarios para lograrlo.
En tiempos de la I Dinastía los faraones se hicieron enterrar en Abidos(Abydos), en recintos más complejos y compuestos
por la tumba y el palacio funenario. Sin embargo, las tumbas reales de la I Dinastía pueden no parecer demasiado
espectaculares, pero en su momento supusieron un notable avance arquitectónico y religioso. Constaban de una cámara
funeraria central rodeada por diversas habitaciones que hacían de almacenes donde se guardaban las ofrendas. En las
primeras tumbas no había acceso desde el exterior, pero a partir de Den(Djet)-quinto faraón de la I Dinastía-contaron con
una escalera, que quedaba completamente enterrada y rellena de arena tras depositar el cuerpo. Las tumbas estaban
cubiertas por una techumbre de madera sobre la cual se disponía con sumo cuidado la famosa colina primigenia, ajustada
a los límites de la tumba y delimitada por muretes de adobe. Consistía en un montón de arena y cascotes que luego se
enlucían y encalaban. Lo curioso es que esta colina, como toda la tumba, quedaba por debajo del nivel del suelo y no era
para nada visible. De hecho, los especialistas no se han puesto de acuerdo sobre si algún tipo de superestructura llegó a
señalar alguna vez la presencia oculta de las tumbas reales tinitas. No obstante, su más reciente excavador, el alemán
Günter Dreyer, considera que la presencia de la tumba estaba marcada por una superestructura en forma de colina
acompañada de un par de estelas de piedra, con el nombre del soberano difunto inscrito en ellas, y de las que sí se han
encontrado numerosas piezas. Todas estas primeras tumbas reales estuvieron, además, asociadas en su momento, a lo que
se conoce como “palacios funerarios”, situados a kilómetro y medio al norte de ellas. Se trata de unos grandes recintos
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delimitados por muros de ladrillo de varios metros de espesor y hasta diez metros de altura. La puerta principal se situaba
en la esquina sureste y en su interior sólo había una capilla. Sin duda tuvieron una gran relevancia en el ritual del
enterramiento real, pero por ahora se desconoce su función exacta. Además se da la curiosa circunstancia de que estos
“palacios funerarios” tenían una breve existencia, pues eran destruidos poco después de haber sido edificados, muy
posiblemente justo antes de que se comenzara a erigir el del nuevo soberano.
Uno de los elementos más sorprendentes de los enterramientos reales tinitas de Abidos es el gran número de servidores
que, aparentemente, eran sacrificados junto al faraón. Como si se tratara de un macabro recordatorio de su inmenso poder
sobre la tierra, los faraones egipcios de la I Dinastía se hicieron seguir al Más Allá por centenares de sus súbditos; hasta
590 se han contabilizado en torno a la tumba de Dyer(Djer)-segundo faraón de la I Dinastía-, esto según las últimas
excavaciones llevadas a cabo en el lugar por un equipo de arqueólogos alemanes. Entre los sacrificados había tanto
hombres como mujeres, e incluso algunos enanos. La mayoría eran artesanos y el objeto del sacrificio era que siguieran
prestando sus servicios al faraón tras su muerte; un viaje en el que éste se hizo acompañar, también, por algunos de sus
perros favoritos. Cada uno de estos servidores era enterrado en una tumba subsidiaria, ubicadas en torno al sepulcro del
faraón y al “palacio funerario”, y señaladas en la superficie con pequeñas estelas de piedra con el nombre y la función de
la persona sacrificada. Esta atroz práctica funeraria, como lo mencioné en líneas anteriores terminó, aparentemente, con el
último soberano de la I Dinastía, Qa o Kha Sekhemwe.
La tumba real y el “palacio funerario” de la época tinita estaban conectados tanto ideológica como físicamente. En efecto,
la distancia que los separaba estaba recorrida por un wadi(una rambla), que discurría por la cadena montañosa que aislaba
toda la zona del desierto hasta alcanzar la planicie inundada por la crecida del Nilo. Parece evidente que este acceso al
oeste era considerado el paso sagrado hacia el Más Allá; por eso las tumbas reales estaban situadas justo delante de él. Se
cree que el rito funerario comenzaba con la momificación del cuerpo del faraón, que a continuación era trasladado al
“palacio funerario”, para allí ser sometido a varios ritos propiciatorios aún desconocidos; posteriormente, la momia del
soberano recorría el wadi llevada y seguida por su cortejo, que la depositaba justo en la entrada al Más Allá-su tumba-,
acompañada por sus súbditos sacrificados.
Este tipo de tumba real desapareció temporalmente durante la II Dinastía, cuando los faraones tinitas decidieron enterrarse
en Sakkara, junto a Menfis, la capital del país. En este caso se optó por los mismos elementos subterráneos: la cámara
funeraria y sus almacenes; pero distribuidos de forma lineal, con los segundos antecediendo a la primera. Se ha sugerido y
especulado si esta subestructura habría quedado marcada en la superficie por un “palacio funerario” emplazado justo
encima de ella, pero al haber desaparecido todos éstos, nada se puede asegurar con certeza.
Mientras que los faraones de la I Dinastía se enterraban en Abidos, los miembros destacados de la corte, por su parte, eran
sepultados en Sakkara. Para ellos se creó un nuevo tipo de tumba: la Mastaba. Se trataba de una gran construcción
rectangular de ladrillo con la típica “fachada de palacio” de entrantes y salientes. La maciza superestructura, compuesta
por numerosos almacenes y una capilla de ofrendas, cubría el pozo funerario donde reposaban los restos del difunto.
Como en este momento histórico era necesario que la presencia real se dejara sentir en las necrópolis de Menfis, es muy
posible que las mastabas sean una amalgama entre la fachada de los “palacios funerarios” y la colina primigenia. Los
nobles y cortesanos deseaban seguir los modelos regios para destacar su propia importancia, pero sin llegar a copiarlos del
todo para no mermar, emular o insultar el privilegio de los faraones respecto a las colinas de sus sepulcros reales.
Como pudo observarse, la tumba egipcia, en las primeras dos dinastías del Período Protodinástico, se desarrolló desde una
simple fosa hasta llegar a ser una casa de más de 30 habitaciones a finales de la II Dinastía.
Tras el breve retorno de los dos últimos faraones de la II Dinastía a la necrópolis de Abidos, fue Zoser, el primer faraón de
la III Dinastía, ya del Imperio Antiguo, quien trasladó definitivamente los emplazamientos de las tumbas reales a la
necrópolis de Sakkara. En un principio, Zoser pensó en enterrarse exactamente igual que sus predecesores, es decir, bajo
una colina artificial cuadrada y dentro de un recinto amurallado. Pero es algo difícil saber si el posterior desarrollo de la
tumba siguió el modelo de las tumbas reales de la II Dinastía en Sakkara o si en él también influyeron los enterramientos
de los príncipes de Hieracómpolis, que han comenzado a excavarse recientemente. Allí, se ha desenterrado un complejo
funerario, llamado la tumba T23, que, a escala mucho más reducida y con elementos de madera en vez de piedra, se
asemeja mucho en sus estructuras y distribución a la tumba de Zoser. De la manera que haya sucedido, lo cierto es que en
un momento dado, después de haber ampliado en dos ocasiones su mastaba cuadrada, Zoser decidió que su tumba
necesitaba un cambio radical. Y es aquí donde histórica y arquitectónicamente apareció un genio llamado Imhotep, que
más tarde llegó a engrosar la larga lista de las divinidades egipcias, como dios de la medicina, y que fue venerado incluso
en la época griega con su nombre ligado al de Hipócrates. Imhotep resolvió, entonces, convertir la mastaba de Zoser en un
edificio de cuatro escalones-y no cuatro mastabas superpuestas o sucesivas, como se suele decir comúnmente-. No
satisfecho con esto, al poco tiempo decidió añadirle un par de escalones más, hasta dejarla en el edificio de seis pisos por
todos conocido: la pirámide escalonada de Zoser. Se trata de una construcción que posee el perfil de una escalera que
lleva al cielo, que es justo uno de los métodos mencionados en los Textos de las Pirámides para que el faraón pueda
alcanzar el firmamento y se reúna con los dioses. De esta manera, se consiguió unir en una única superestructura las
bondades de la colina primigenia y la posibilidad de utilizarla como medio de acceso a las estrellas denominadas
circumpolares, que nunca desaparecen del firmamento nocturno, y que eran consideradas por los antiguos egipcios como
la morada de los dioses. Ello sin contar con el “palacio funerario” que delimita todo el conjunto-con entrada en la esquina
sureste-y que está orientado de norte a sur, como en las típicas tumbas predinásticas. Mientras de este modo nacía la
primera pirámide egipcia, una serie de edificios falsos-macizos, con sólo una entrada y un corto corredor-iban ocupando el
interior del recinto, distribuidos en torno a varios patios. Eran copias de otras construcciones hechas con materiales
perecederos y estaban destinadas a permitir que el faraón repitiera por toda la eternidad la fiesta del Heb Sed, que
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detallaremos más adelante, gracias a la cual el soberano recuperaba de manera mágica su vitalidad y energía para
continuar manteniendo la maat, es decir, el orden cósmico entre dioses, hombres y bestias, en todo el Valle del Nilo. Una
vez finalizado, el imponente complejo funerario de Zoser se convirtió en el punto de partida y en el modelo a seguir del
tipo de construcción funeraria que, tan sólo algunas décadas de años después, llegaría a ser el más característico y
emblemático del País del Nilo: las grandes pirámides de caras lisas de Gizeh.
Imhotep fue considerado un genio de la arquitectura en su tiempo, que experimentando llegó a construirle al rey Djoser
Netyerirjet o Zoser, la pirámide escalonada con su complejo funerario y su patio de las fiestas de bodas trinerarias del
Rey. En este complejo impresionante observamos la aparición y el desarrollo de la mayor y más antigua cons trucción de
piedra de la humanidad. La pirámide tiene más de 60 metros de altura y está compuesto de seis gradas de bloques de
piedra caliza.
Después de Zoser e Imhotep, el ingenio egipcio desarrolló, entre otras muchas cosas, la arquitectura, la administr ación, la
escultura, lo que pudo permitir la realización de obras tan majestuosas como las grandes pirámides de Snefru, Keops,
Kefrén y Micerinos.
Snefru, padre de Keops, llegó a construir tres pirámides: la primera es conocida como la “escalonada”(aunque algunos
estudiosos piensan que no fue él el constructor, sino que sólo la “reconvirtió” en una verdadera pirámide, ya que algunas
dataciones sitúan su construcción en el reinado de Huni, último faraón de la III Dinastía y padre de Snefru); la segunda se
llama “inclinada, romboidal, acodada o comba”, y la tercera, ya de lados planos, es llamada la “plana” o “roja”. Durante la
construcción de la segunda pirámide, los arquitectos de Snefru descubrieron que habían empezado con un ángulo de
inclinación bastante grande y que si seguían con él la pirámide habría alcanzado los 200 metros de altura y que
probablemente las bases no resistirían. Por eso tuvieron que cambiar el ángulo de inclinación bruscamente y terminar así
la pirámide, lo que hizo que tuviera una curiosa forma curvada. Parece ser que el faraón Snefru, cuyo reino se extendía
desde Nubia hasta las fronteras de Palestina, no quedó satisfecho y ordenó construir otra pirámide con menor ángulo de
inclinación, y por eso tuvo una forma más plana que las famosas pirámides posteriores en Gizeh.
Le tocó al faraón Keops, hijo de Snefru, terminar la primera, la más grande y la única superviviente de las maravillas del
Mundo Antiguo: La Gran Pirámide de Gizeh, con 2.3 millones de bloques de piedra caliza y granito, con un peso medio
de entre 1.5 y 40 toneladas cada uno y con una altura de 146 metros. Las cuatro caras de esta gigantesca pirámide encaran
casi perfectamente con los cuatro puntos cardinales. La Gran Pirámide estaba revestida de piedra caliza blanca y su núcleo
es de granito con bloques de casi 200 toneladas.
Se cree que en la construcción de la gran pirámide de Keops participaron más de 100.000 personas durante más de 20
años. Esto nos hace suponer que la economía del país pasaba una época excelente y que la administración era bastante
desarrollada para manejar a tantas personas y material. Un estado que también perduró, aparentemente, durante los
reinados de Kefrén y Micerinos.
Kefrén es el faraón constructor de la segunda pirámide, que aunque de menor tamaño que la de Keops, fue construida
sobre una meseta más alta y parece más grande que la de su padre. La famosa Esfinge, de 73.5 metros de longitud y 20
metros de altura, lleva aparentemente la cara de Kefrén y el cuerpo de un león sentado, por lo que se cree que fue éste
quien la mandó tallar, aunque recientes estudios apuntan a que tal vez fue obra de su hermano y antecesor, Djedefre, que
reinó como faraón por poco tiempo.
La pirámide de Micerinos, aunque mucho más pequeña que la de sus predecesores, de 60 metros de altura, era también
una gran maravilla de la antigüedad, puesto que estaba toda revestida de granito.
Desde finales de la III Dinastía, el culto al dios del sol Ra adquirió una mayor importancia y rango sobre las demás
divinidades del panteón egipcio. Por lo tanto, las pirámides como los obeliscos simbolizaban a la primera tierra sobre la
cual se posó el dios Ra, emergida del océano primitivo de Nun, en forma de un escarabajo que empujaba al disco solar.
Sin embargo, el culto al dios sol Ra era un culto caro y elitista. El difunto sólo podía aspirar a ganarse la gloria de Ra si
tenía bastante fortuna para hacerse una pirámide o al menos una gran mastaba llena de relieves que representaran sus
riquezas y sus sirvientes, con estatuas, un gran sarcófago, cabezas sustitutorias y puertas falsas que guiaran el alma hasta
el cuerpo del difunto.
Retomando el curso histórico, como consecuencia del mal estado de la economía y la pérdida de prestigio de los
faraones a favor de los gobernantes locales y los sacerdotes, lo que se puede observar en el tamaño de las tumbas y los
tesoros descubiertos de unos y otros, la sociedad egipcia durante la VI Dinastía vivió la primera revolución social, que
tuvo sus manifestaciones en el abandono popular del culto a Ra en favor del dios Osiris, el dios justo que sólo juzgaba a
los hombres pesando sus corazones contra la pluma de la justicia-Maat-en la balanza del Juicio Final. También por
primera vez un faraón es asesinado, Teti, quien aparentemente fue víctima de una conspiración junto con su hijo TetiankhKem por parte del posible usurpador Userkare; además de que las pirámides fueron saqueadas y los templos derribados. El
asesinato del faraón Teti no resulta sorprendente si se tiene en cuenta las circunstancias de su reinado, totalmente en
manos de los altos funcionarios, dato que ampara el mantenimiento de la administración de su antecesor, el faraón Unas,
último faraón de la V Dinastía. No se tienen muchos datos sobre el gobierno de Teti, pero se sabe que políticamente
Egipto no atravesaba su mejor momento, esto aunado a las fuertes presiones del clero a quien este faraón concedió
exenciones tributarias. A pesar de todo esto, son muchas las hipótesis que señalan a su sucesor, el ya mencionado
Userkare, como autor intelectual de la conspiración, ya que fue el único beneficiario de la muerte del faraón y asumió el
poder absoluto hasta que el hijo de Teti, Pepi I, que era un niño en el momento de morir su padre, obtuvo la mayoría de
edad para reinar sobre las Dos Tierras. La teoría de que Userkare usurpó el poder violentamente es corroborada por la
actitud tomada por Pepi I al asumir el poder, y es que comenzó una damnatio memoriae, eliminando el nombre de
Userkare de todos los lugares en los que se encontraba y sustituyéndolo en muchos casos por el de su padre Teti. Sin duda
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alguna se puede argumentar que la VI Dinastía fue tormentosa en cuanto a conspiraciones reales se refiere, ya que como
lo mencionamos anteriormente, también Pepi I fue blanco de una de ellas; y posteriormente el monarca Merenre IIprobablemente hijo de Pepi II y Neit-, que aparentemente sólo reinó por espacio de un año, corrió una suerte parecida y
también fue asesinado; su hermana Nitocris(en el Papiro de Turín aparece su nombre escrito como Nitokeri), quien le
sucedió en el trono como reina y última soberana con aún cierto poder y dominio en la ya decadente dinastía, investigó su
muerte para vengarle y tras alcanzar su propósito se suicidó para evitar el castigo que le esperaba. Manetón la define como
“más valiente que todos los hombres de su tiempo, la mujer más hermosa, de piel clara y mejillas sonrosadas”, y
Herodoto es quien precisamente nos narra la trágica historia de su suicidio. Queda claro que con estos datos no puede
dudarse de su existencia histórica, y de que con el último y debilitado faraón de esta VI Dinastía, un tal Neferkahor, se
llega al final del Imperio Antiguo.
Es importante mencionar que fue durante el Imperio Antiguo que se fraguó lo que a lo largo de la historia del Egipto
Antiguo iba a ser la figura del Faraón: Sa Ra, o hijo del dios del sol Ra, y Horus, representación del heredero de Osiris en
la tierra. El faraón era el único que podía tener estos nombres en el símbolo de su cartucho real, donde se añadían al suyo.
A pesar de la casi omnipresencia del dios Ra durante una gran parte del Imperio Antiguo, coexistían otras divinidades
importantes, como el alfarero Khnum con cabeza de carnero, que creaba las criaturas en su rueda de alfarero; el dios Min
de la fertilidad; el dios Ptah, el artesano de Menfis, que creaba las cosas pensando en ellas y balbuceando su nombre; el
dios Osiris del Más Allá con su hermana y esposa Isis, y su hijo Horus. Es conocido que durante las III y IV Dinastías la
cosmogonía del dios Ptah de Menfis adquirió cierta preeminencia, y que su clero se convirtió en el más poderoso del país.
En la V Dinastía se consolidó notoriamente el poder del clero del dios Ra en Heliópolis, que culmina con la edificación de
los templos solares y la instauración de Ra como dios principal de Egipto.
Por otro lado, no todo era muerte y religión en el antiguo Egipto. En las mastabas de Sakkara vemos escenas maravillosas
de la vida cotidiana, como la cría del ganado, la agricultura, la música, el baile y hasta el deporte.
La escultura llegó a su cenit, aunque lejos del realismo, representaba la idealización obligada de los faraones endiosados.
La literatura también tuvo sus obras maestras en los Textos de las Pirámides y las enseñanzas de Ptahhotep.
PRIMER PERÍODO INTERMEDIO. Con el final de la VI Dinastía, se registró en Egipto un período de profunda
crisis, durante el cual el país se fragmentó en muchos principados locales. Después de la muerte del longevo faraón Pepi
II-se cree que gobernó por más de 90 años-, último gran faraón oficial del Imperio Antiguo, la monarquía perdió su poder
y dominios sobre los distintos nomos del país y aumentó el poder de los gobernadores locales. El pueblo también se rebeló
contra los gobernadores, los sacerdotes y contra los dioses. Las últimas investigaciones sobre el tema rebelan que un
posible cambio climático en toda la zona del Medio Oriente provocó un período de severas sequías que influyeron
negativamente en las inundaciones anuales del Nilo, produciéndose así y paulatinamente, un estado de frustración,
desesperación, desaliento, pobreza y hambre generalizada entre el grosor de la población egipcia. Este caos perduró
durante la VII y la VIII Dinastías, durante las cuales Menfis siguió siendo la capital del país. La VII Dinastía marcó
precisamente el comienzo del llamado Primer Período Intermedio(2152-2065 a. de C.). En este período no se mantuvieron
relaciones comerciales con el exterior, y el Delta cayó en manos de beduinos invasores, llamados “habitantes de la arena”
y “asiáticos”. Como consecuencia de disensiones internas, las noticias sobre la VII y VIII dinastías son bastante oscuras.
Parece claro, sin embargo, que ambas gobernaron, como ya se mencionó, desde Menfis y duraron sólo 25 años. En este
tiempo, los poderosos nomarcas tenían el control completo de sus distritos, y las facciones en el sur y el norte rivalizaron
por el poder. En torno a 2150 a. de C., el príncipe Meribre Keti I se hizo proclamar rey, dando así inicio a la IX Dinastía,
de corta duración. Durante las IX y X Dinastías(heracleopolitanas), los nomarcas cercanos a Heracleópolis controlaron su
área y extendieron su poder hacia el norte, hasta Menfis, incluso hasta el Delta, y hacia el sur, hasta Asiut(Licópolis). Los
nomarcas rivales de Tebas establecieron la XI Dinastía(tebana), que controlaba el área desde Abidos hasta Elefantina,
cerca de Siene(hoy Assuán). La primera parte de esta dinastía, la primera del Imperio Medio, se superpuso a la última
etapa de la X Dinastía.
Es precisamente durante la IX Dinastía que el país disfrutó de más tranquilidad y los faraones de Ihnasia, en el Medio
Egipto, lograron extender su dominio sobre la mayor parte del territorio del país. Durante la X Dinastía los nomarcas
heracleopolitanos entraron en guerra contra los fuertes gobernadores de Tebas, en el sur de Egipto, y fueron éstos últimos
los que consiguieron derrocar esta dinastía y fundar la XI Dinastía faraónica que marcaría el inicio del llamado Imperio
Medio.
Los cambios bruscos en la economía, la religión, la política y en los valores y clases sociales enriquecieron muchísimo la
literatura de la época que nos dejó obras maravillosas como el papiro del Campesino Elocuente y las enseñanzas del rey
Wahkarakheti(Uahkareketi III)a su hijo Merikara. Sin un gobierno centralizado, la burocracia no era efectiva, ya que se
impuso la atomización del poder. El arte egipcio se hizo más local, y no se construyó ningún complejo funerario
destacado. La religión también se democratizó cuando las clases inferiores reclamaron privilegios que previamente
estaban reservados sólo a la realeza. Por ejemplo, podían usar fragmentos extraídos de los Textos de las Pirámides en las
paredes de sus ataúdes o tumbas.
EL IMPERIO MEDIO. Hasta la XI Dinastía se consiguió la reunificación del Alto y el Bajo Egipto y comenzó el
período denominado Imperio Medio(2065-1781 a. de C.), caracterizado por largos reinados pacíficos e importantes obras
públicas.
Reunificación del Imperio. Se cree que el rey Antef I, hijo del príncipe tebano Mentuhotep I, es el fundador de la XI
Dinastía, y que a pesar de las rencillas con los gobernadores de la X Dinastía, no puso su nombre en el símbolo real del
cartucho, hasta sus últimos años, cuando se llamó a sí mismo, el Apaciguador de las Dos Tierras, o Seher Tawe. Pero es
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realmente el faraón Mentuhotep II Nebhepetre(2065-2014 a. de C.)quién después de veinte años de lucha, consiguió
reunificar las dos tierras del alto y bajo Egipto.
Aunque el Imperio Medio se data englobando el final de la X Dinastía y el inicio de la XI Dinastía, comienza propiamente
con la reunificación del territorio por Mentuhotep II. Los primeros soberanos de la XI Dinastía intentaron extender su
control desde Tebas hacia el norte y el sur a la vez, iniciando un proceso de reunificación que Mentuhotep completó
después del 2047 a. de C. El faraón Mentuhotep gobernó durante más de 50 años, y a pesar de rebeliones esporádicas,
mantuvo la estabilidad y el control en todo el reino. Reemplazó algunos nomarcas y limitó el poder de los nomos, que
todavía era considerable. Tebas fue su capital, y su templo funerario en Deir el-Bahari incorporó elementos tradicionales y
religiosos; sin embargo la tumba se separó del templo y no hubo pirámide.
El Imperio Medio fue un período de reconstrucción y estabilidad, aunque de vez en cuando había que reprimir alguna
rebelión. A finales del reinado de Mentuhotep III Neb Tawe(2014-2001 a. de C.), el caos volvió a extenderse nuevamente
por todo el país, lo que incitó al general Amenemhet a hacerse con el poder después de la muerte del faraón Mentuhotep
IV(2001-1994 a. de C.)y fundar la XII Dinastía, formada por los legendarios Amenemhets y los Senoserts o Sesostris.
Durante este todo este período los faraones empezaron a alarmarse por el ascenso de los pueblos vecinos y comenzaron
unas “campañas de castigo” en Palestina, Libia y Nubia.
El reinado del primer faraón de la XII Dinastía, Amenemhet I(1994-1964 a. de C.), fue pacífico. Trasladó la capital de
Tebas a El Lisht, al norte del país, a la misteriosa Iti-Tauy, ciudad ubicada en algún punto entre el oasis de El Fayum y
Menfis-de la que aún no se ha encontrado ningún vestigio-y, al igual que Mentuhotep, frenó las pretensiones tebanas y
favoreció la unidad nacional. Sin embargo, al importante dios tebano Amón se le otorgó más importancia que a otras
divinidades. Amenemhet exigió la lealtad de los nomarcas, reorganizó la burocracia y formó un cuerpo de escribas y
administradores. La literatura fue predominantemente propagandística y estaba diseñada para fortalecer la imagen del
faraón como “buen pastor”, más que como un dios inaccesible. Durante los últimos diez años de su reinado, Amenemhet I
reinó con su hijo como co-regente. La Historia de Sinuhé, una obra literaria escrita en el Imperio Nuevo, da a entender que
este faraón fue asesinado. El relato narra la historia de un funcionario de la corte de Amenemhet, que conociendo los datos
del magnicidio y temiendo verse implicado o perder incluso la vida en las disputas por el poder, abandona Egipto sin
poder regresar hasta muy anciano. Esta conspiración mortal en contra del faraón no sólo nos ha llegado de la mano de la
Historia de Sinuhé, ya que en Las Enseñanzas de Amenemhet para su hijo Sesostris I, relato en el que el supuesto
“fantasma” de Amenemhet da consejos a su hijo sobre el gobierno de la nación, se observa como le recomienda nunca
confiarse ni fiarse demasiado de su entorno ni de sus cortesanos o funcionarios. A pesar de que Sesostris, que ya estaba
entonces asociado al trono en vida de su padre, y que se encontraba en el campo de batalla en el momento del asesinato
del faraón, no parece salvarse de ser señalado como implicado en dicha conspiración, y es que algunos autores consideran
que el texto que acabamos de mencionar resulta muy sospechoso y lo inculparía hipotéticamente, ya que en el mismo,
Amenemhet da a entender que sabe que lo van a matar y llega a exculpar a su hijo del atroz delito.
Los sucesores de Amenemhet continuaron su programa. Su hijo, Sesostris I(1964-1929 a. de C.)erigió fortalezas por toda
Nubia y estableció relaciones comerciales con el extranjero. Envió gobernadores a Palestina y Siria, y luchó contra los
libios en el oeste. Sesostris II (1898-1881 a. de C.)comenzó la obra pública conocida como el “Saneamiento de la región
de El Fayum”. Su sucesor, Sesostris III(1881-1842 a. de C.), construyó un canal en la primera catarata del Nilo, formó un
ejército profesional permanente(que utilizó en su campaña contra los nubios)y edificó nuevas fortalezas en la frontera
meridional. Dividió administrativamente Egipto en tres unidades geográficas, cada una controlada por un oficial bajo la
supervisión del visir y no reconoció a ninguno de los nobles provinciales. Con los faraones anteriores la dinastía alcanzó
su máximo apogeo. La capital y la necrópolis real fueron trasladadas a Kahun, donde está uno de los pocos poblados que
se ha conservado, constituyendo el primer ejemplo de cultura urbana en el antiguo Egipto.
Amenemhet III(1842-1794 a. de C.)continuó la política de sus predecesores y amplió la reforma sobre la propiedad de la
tierra. Estos faraones tebanos iniciaron un enérgico renacimiento de la cultura. La arquitectura, el arte y joyería del
período revelan una extraordinaria delicadeza de diseño, y la época se considera la edad de oro de la literatura egipcia.
Amenemhet IV(1793-1785 a. de C.)murió prematuramente, sin descendientes varones. Por lo tanto, el último gobernante
de la XII Dinastía fue una mujer, la reina Neferusobek(1785-1781 a. de C.), hermana y viuda del faraón, la primera mujer
en la historia egipcia en acceder al trono, pero sólo reinó por tres años, dejando un gobierno muy debilitado. Con ella
concluye el Imperio Medio.
El Imperio Medio no fue tan majestuoso como el Imperio Antiguo, pero tampoco significó una ruptura en el desarrollo
cultural del país.
Después de la gran pérdida de poder que sufrieron los últimos faraones del Imperio Antiguo, en el Imperio Medio la
figura del faraón se hizo un poco más humana. Ya no es más importante que los dioses mismos, ni va por delante de ellos
en las representaciones y las estatuas, sino es más humilde, arrodillado delante de ellos y necesitado de ellos y de los
sacerdotes.
Las pirámides del Imperio Antiguo no consiguieron proteger a las momias de los grandes faraones, y tampoco la
economía podía permitirse más esfuerzos, así que aunque se mantuvo la forma piramidal de la tumba real durante el
Imperio Medio, el material era el ladrillo y piedras más perecederas. Para compensar la falta de robustez y despistar a los
saqueadores, las pirámides del Imperio Medio se complicaron por dentro y se llenaron de trampas.
Después de la revolución social y religiosa contra los faraones, el dios Ra y sus sacerdotes, el dios Osiris adquirió una
importancia bastante grande y su supuesta tumba en Abidos se convirtió en un lugar de peregrinaje para todo el pueblo.
Otras divinidades importantes de la época eran Monthu, el dios de la guerra con la forma de un halcón protegido por el sol
y la cobra, y el dios Sobek con la cabeza de un cocodrilo.
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Durante esta XII Dinastía, el dios Amón, que antes era la divinidad local de la ciudad de Tebas, se convierte en el
protector de la realeza y paulatinamente se va encumbrando como el gran dios nacional, asociándose con las grandes
divinidades anteriores como Ra, Osiris, Ptah y Min. En esta dinastía también se inicia la construcción de lo que será el
Gran Templo de Karnak, dedicado precisamente a Amón.
La humanización de la sociedad del Imperio Medio dio lugar a un apogeo de la literatura, y la época nos dejó unas obras
maestras como el Papiro de Sinuhé y el papiro del Navegante Perdido, entre algunos otras obras literarias.
SEGUNDO PERÍODO INTERMEDIO. El llamado Segundo Período Intermedio(1781/85-1550 a. de C.)comenzó en
torno al año 1785 a. de C., y tuvo unos dos siglos de duración, en los cuales se produjeron un progresivo debilitamiento
del poder centralizado y la expansión de un pueblo extranjero conocido como los Hicsos, que se apoderó del norte del país
durante las XV y XVI Dinastías. El nombre “Hicso” es la deformación griega del apelativo Heqau-Khasut(“Jefe de los
Países Extranjeros”), con el que los antiguos egipcios llamaban, en general, a los pueblos asiáticos.
Los soberanos de la XIII Dinastía, aproximadamente unos 50 en 120 años, fueron más débiles que sus predecesores,
aunque todavía mantuvieron el control de Nubia y la administración del gobierno central. Sin embargo, durante la última
parte de su reinado, su poder fue puesto a prueba no sólo por su rival, la XIV Dinastía, que no obtuvo el control sobre el
delta, sino también por sufrir la primera invasión grave en la historia de Egipto, y que muy pronto se convirtió en una
ocupación general por parte de un pueblo asiático conocido como los Hicsos, que invadieron el valle del Nilo desde Asia
occidental, instalándose en el norte de país y llegando a formar las XV(de grandes Hicsos) y XVII(de pequeños
Hicsos)Dinastías. Se cree que desde finales de la XII Dinastía Egipto recibió mucha emigración asiática, en un principio
pacífica; incluso algunos historiadores argumentan que fue durante el tiempo de esta XII Dinastía, que Abraham el profeta
hebreo, visitó Egipto con su mujer Sara y que su nieto José ocupó el cargo de ministro durante el reinado de alguno de los
reyes Hicsos.
Como el gobierno central entró en un período de declive, su decadente estado hizo posible una entrada masiva de
población extranjera desde la costa de Fenicia y de la Palestina, y el establecimiento de las llamadas Dinastías Hicsas,
comenzando así el Segundo Período Intermedio, una época de gran confusión que duró unos 231 años.
Las primeras oleadas violentas de la invasión asiática hicsa coincidieron con el tiempo de desintegración del país y
debilidad de los faraones. Destruyeron ciudades, derribaron templos y profanaron tumbas y altares, y nombraron a un jefe
suyo llamado Salites(Salitis/Sheshi), que además fue el unificador del pueblo hicso, como faraón, que gobernó el país
desde Menfis y fundó la XV Dinastía. En realidad, el triunfo de los Hicsos sobre los egipcios se debió a varias razones
fundamentales, entre ellas, que los ejércitos de este pueblo asiático llegaron montados sobre caballos, mientras que el
egipcio desconocía la existencia de este animal, y que además usaron armamento de hierro, mientras que el armamento de
los egipcios aún era de bronce.
Los Hicsos de la XV Dinastía reinaron desde su capital, situada en Avaris, en la parte este del delta, lo que les permitía
mantener el control sobre las zonas media y alta del país. Poco a poco, los reyes Hicsos iban adquiriendo las costumbres
locales y hasta adoraron a los dioses egipcios, sobre todo al dios Seth, pero los monarcas, príncipes y el pueblo egipcio en
general se resistió a aceptar su gobierno, y como ya es habitual en la historia del Egipto antiguo, se organizó la resistenci a
y la guerra de la reunificación desde el sur: La guerra de la Liberación.
Contemporánea a la XVI Dinastía de pequeños hicsos, existió una XVI Dinastía local egipcia, que reinó en la zona central
de Egipto. Un tercer poder coetáneo a los otros dos ejerció la autoridad de forma más independiente sobre el sur, la XVII
Dinastía tebana(1650-1550 a. de C.), que dominó el territorio entre Elefantina y Abidos. Conocemos por parte de un
papiro, ya de la XIX Dinastía, que un rey de los Hicsos, Abuphis(Apofis)II-último rey de la XV Dinastía de grandes
hicsos-provocó al gobernador egipcio de Tebas, Sequenen Ra Taa II(Seqenenre Taa II), enviándole una misiva en la cual
le pedía que acallara el ruido que causaban los hipopótamos en la zona, porque este ruido no le dejaba dormir en Menfis.
Por las heridas que se observan en la momia hallada de Sequenen Ra Taa II, sabemos que murió en la guerra luchando
contra los Hicsos. Su hijo, el soberano tebano Kames/Kamose, continuó la lucha, y atacó a los Hicsos en el Egipto medio
venciendo a Abuphis. Aunque Kamose luchó con éxito contra los invasores, Egipto no quedó del todo liberado de su
desagradable presencia hasta el reinado de su hermano, Ahmose I o Ahmosis I(1550-1525 a. de C.), quien persiguió a los
Hicsos hasta la Palestina y los derrotó finalmente, reunificando así de nuevo a todo el territorio de Egipto.
EL IMPERIO NUEVO. Después de vencer y echar a los asiáticos de Egipto, Ahmose I se dedicó a acabar con la
influencia de los distintos nomarcas, cuyo poder obviamente había aumentado favoreciéndose de las circunstancias, ya
que esto amenazaba de nuevo a la floreciente unidad del país. También recuperó Nubia, después de vencer a su rey quien
se había aliado con los Hicsos durante la Guerra de Liberación.
Ahmose I era un gran estadista que se dedicó a reorganizar el país y borrar las huellas de la ocupación asiática. También
se preocupó de la sucesión al trono y estableció la norma de que la reina y la madre del sucesor del faraón debían ser de
sangre real.
Con la reunificación del territorio egipcio y la fundación de la XVIII Dinastía por Ahmosis/Ahmose I, comenzó el
llamado Imperio Nuevo(1550-1070 a. de C.). Con la XVIII Dinastía volvió a afianzarse el poder de los faraones tebanos,
y Egipto alcanzó el gran esplendor del Imperio Nuevo. Ahmosis I restableció los límites, los objetivos y la burocracia del
Imperio Medio, y reactivó su programa de aprovechamiento de la tierra. Mantuvo el equilibrio de poder entre los
nomarcas y él mismo con el apoyo del ejército. La importancia de la mujer en el naciente Imperio Nuevo se ilustró por los
altos títulos y la destacada posición de las esposas y de las madres de los faraones; situación que ciertamente prevalecería
hasta las etapas finales de la antigua historia egipcia. Como ejemplo de lo anterior se puede mencionar que antes y durante
el reinado de Ahmose I destacaron tres mujeres muy importantes, que a continuación se mencionan en orden cronológico:
Primeramente su abuela, tanto paterna como materna, la reina Tetisherri, mujer de Sequenen Ra Taa I, madre de
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Sequenen Ra Taa II y de la reina Ahotep(Ag-Hotep). Tetisherri fue venerada por su nieto Ahmose I quien le dedicó una
estatua en el Templo de Karnak. La segunda mujer es la madre de Ahmose I, la reina Ahotep, madre también de Kamose
y de Ahmose-Nefertari, quien fue venerada y endiosada por su hijo, y se cree que fue ella quien gobernó el país como
regente después de la muerte de su marido y hermano Sequenen Ra Taa II y después de la muerte de su hijo mayor
Kamose, hasta que Ahmose I pudo ocuparse del gobierno del país. Ahmose I colocó una estela en Karnak en la cual elogia
a su madre Ahotep como “quien ha cuidado de Egipto, se ha ocupado de sus soldados, los ha protegido, ha traído de
vuelta a sus fugitivos, ha reunido sus desertores, ha pacificado el Alto Egipto y ha expulsado a sus rebeldes”. Es de notar
que el pasaje no contiene frases estereotipadas, aplicadas normalmente a las reinas. La tercera mujer es AhmoseNefertari, hermana o media hermana y esposa de Ahmose I, y madre de Amenofis/Amenhotep I y de Ahmés, y cuyas
estatuas tenían la misma altura de las estatuas del faraón, lo que indica obviamente su elevada posición. Ahmose-Nefertari
fue endiosada en las épocas tardías de Egipto como patrona de los artesanos. Otras damas importantes y dignas de
mención son la reina Ahotep II, Gran Esposa Real de Amenhotep I y Ahmés, hija de Ahmose I y Ahmose-Nefertari, quien
se casó con Tutmosis para continuar así la primera dinastía del Imperio Nuevo.
Los faraones de la XVIII Dinastía. La XVIII Dinastía fue el tiempo de los grandes y poderosos faraones. Fue la época
del Imperio Egipcio rico y poderoso. Los faraones posteriores a Ahmose I, como Amenhotep I(1525-1504 a. de C.)y
Tuthmosis/Tutmosis I(1504-1492 a. de C.), no se conformaron con defender el país de sus enemigos, sino emprendieron
una época de grandes conquistas que extendió su imperio desde el sur de Nubia hasta Mesopotamia. Las conquistas de los
faraones de la XVIII Dinastía trajeron a Egipto un período de riqueza y prosperidad que se tradujeron en grandes obras de
construcción como el Templo de Karnak.
Una vez que Amenhotep I subió al trono como faraón, y tuvo el pleno y total control sobre la administración del país, ya
que fue corregente de Ahmosis I durante cinco años, comenzó a extender los límites de Egipto hacia Nubia y Palestina. En
la gran construcción del Templo de Karnak Amenhotep I, al igual que sus predecesores, separó su tumba de su templo
funerario e inició la costumbre de ocultar su última morada. A Amenhotep I no le sucedió su hijo al trono, el príncipe
Amenemhat, ya que éste murió prematuramente; algunos especialistas consideran que ya para entonces era corregente de
su padre. De esta manera fue que otra hermana de faraón, llamada sencillamente y para no perder la costumbre familiar
Ahmés o Ahmose, quedó como única heredera del trono de Egipto. Una delicada situación que hubiera podido crear una
ruptura en la tradición marcada por lo general con un cambio de dinastía. Pero que no fue así, ya que Ahmose se casó,
como ya lo mencionamos líneas atrás, con un hombre de armas, un militar ya de mediana edad llamado Tutmosis. Y es
que al ser el antiguo Egipto una sociedad matrilineal, Tutmosis entró por medio del matrimonio con una hermana del
faraón en el linaje real, aunque al parecer y como lo afirman ciertos investigadores, este enlace matrimonial debió tener
lugar mucho antes de su acceso al trono. Tutmosis comunicó su coronación como faraón por medio de una gran emisión
de escarabeos, enviados a los principales dignatarios de todos los reinos vecinos y a los representantes o gobernantes de
las tierras conquistadas y anexadas al Imperio, de los que se conserva el dedicado al virrey de Nubia, un tal Turoy. En él
notifica la ascensión al trono, la titulatura completa del nuevo faraón con sus cinco nombres y el nombre de su madre,
Seniseneb. El faraón Tutmosis I continuó los avances del Imperio Nuevo y reforzó la preeminencia del dios Amón sobre
los demás dioses; su tumba fue la primera en construirse en el Valle de los Reyes por lo que, probablemente, fue el
fundador del místico pueblo de obreros y artesanos de Deir el-Medina, ya que se necesitaba tener cerca y con continua
disposición a los encargados de su construcción, y esto determinó el nacimiento del pueblo y su ubicación. Tutmosis
II(1492-1479 a. de C.), hijo de su última esposa, le sucedió en el trono y aunque no era hijo de una reina, sino de una
esposa secundaria del faraón, consiguió legitimar su reinado casándose con su media hermana, la princesa real
Hatshepsut, hija de Tutmosis I y de la reina Ahmose, y así consolidar su pretensión al trono, y manteniendo los éxitos de
sus predecesores. Cuando murió Tutmosis II a los treinta años de edad aproximadamente en el 1479 a. de C.(siempre se ha
especulado y argumentado sobre su frágil estado de salud), su heredero, Tutmosis III, hijo de una esposa secundaria, era
todavía un niño. Por lo tanto, durante la infancia de Tutmosis III, Hatshepsut, su tía y madrastra, gobernó el país como
regente y su reinado se prolongó durante más de 20 años, durante los cuales emprendió grandes obras de construcción y
mandó expediciones a África para traer incienso y plantas para los templos del dios Amón. De su época destaca el Templo
de Deir el-Bahari en la orilla occidental de Nilo diseñado por Sen-en-mut.
Para ganar legitimidad ante la corte y el pueblo, Hatshepsut(1479-1458 a. de C.)se declaró hija directa del dios Amón y se
hizo representar en los grabados de los templos con la barba postiza de los faraones y se otorgó los títulos reales como Sa
Ra o Hijo del Sol. A juzgar por la documentación de que se dispone, algo, o mucho, debió de existir entre la reina-faraón
Hatshepsut y su arquitecto real Sen-en-mut(Senenmut). La reina-faraón, una mujer presumiblemente guapa e inteligente,
se quedó viuda demasiado joven; Sen-en-mut, aunque de casi desconocido pasado llegó a escalar los puestos más
importantes en la administración y, sin embargo, permaneció siempre célibe. Circunstancia, esta última, muy rara en el
Egipto de su tiempo. Ahora veamos, enumeremos unos hechos constatados. Se cuenta con los graffiti eróticos de una
tumba inacabada en Deir el-Bahari, en los que la reina y su arquitecto aparecen copulando. La reina hace donación a Senen-mut de una tumba para sus padres y un sarcófago de cuarcita para él mismo. Sen-en-mut es el preceptor de la hija de la
reina, la princesa Neferure. Sen-en-mut excava, en secreto, su segunda tumba que se adentra subterráneamente bajo el
templo de Deir el-Bahari, y graba su efigie en adoración ente los nombres de su reina en el mismo templo funerario. Estos
últimos bajorrelieves coloreados también son un secreto, ya que se ubicaban tras una puerta que, al abrirse, los ocultaba.
En 1889 Víctor Loret descubrió una tumba semiintacta en el Valle de los Reyes, cercana a la tumba de Amenhotep II. En
el negro sarcófago exterior leyó el nombre del propietario, escrito en jeroglíficos dorados: Mahirpra. Los textos funerarios
aclaraban que había sido un niño de la kep, es decir, que había sido criado y educado en el colegio del palacio real. En el
ajuar que lo acompañaba destacaban por su originalidad dos collares de perro, uno de los cuales llevaba el nombre del
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lebrel preferido: Tantanuet. También, un tarro de ungüento que todavía permanece cerrado, un juego de senet, vasijas de
barro llenas de aceite y grasa, pan, algunas joyas y flechas de caña y madera, lo que hizo pensar que se trataba de un
soldado importante. Una especie de escapulario de lino ostentaba un nombre real: Maatkaré, el nombre de entronización
de Hatshepsut. La momia había sido depositada, seguramente durante la profanación del sepulcro, en otro juego de
ataúdes junto al sarcófago principal. Cuando en el Museo de El Cairo se desenrolló el papiro funerario de Mahirpra, uno
de los más bellos conocidos, se vio con sorpresa que las viñetas reproducían las facciones de un hombre de raza negra, un
nubio seguramente. Al desvendar a la momia se confirmaron las sospechas: Mahirpra apareció cubierto con una peluca de
pelo corto y rizado, y en su cuello lucía otro collar de perro. ¿Quién era aquel joven nubio oficial del ejército, y por qué
fue enterrado en el Valle de los Reyes?. Se sabe que las facciones de Sen-en-mut correspondían a una fisonomía poco
egipcia, ello sin contar que gustaba representarse con el casco de cáñamo típico de las tropas destacadas en Nubi a. Con
todo lo anterior vale cuestionarse ¿Era Sen-en-mut de ascendencia nubia? Y, lo más importante: ¿era el joven Mahirpra el
fruto de los amores secretos del arquitecto con su amada reina-faraón, y por lo tanto, un rival peligroso para Tutmosis III
en la sucesión al trono de Egipto...? Todo es uno más, y no el menor ni el último, de los misterios que sobre el reinado de
Hatshepsut quedan por desvelar.
Incluso, se llegó a creer por mucho tiempo que Tutmosis III, marginado del trono por su tía-madrastra, organizó una
conspiración que acabó con la vida de la “faraona”, y tal vez hasta con la del joven Mahirpra.
Cuando Tutmosis III(1479¿?-1425 a. de C.)se convirtió en el único soberano tras la muerte de Hatshepsut, muy
probablemente de vejez o enfermedad(en este sentido se abren varias hipótesis con bases en los recientes descubrimientos
que se realizaron en la también recientemente hallada momia de la reina-faraón, como son una posible septicemia a causa
de un absceso periodental complicado, por complicaciones de un tumor abdominal, por complicaciones de artritis o de
osteoporosis, o una mezcla de todas las anteriores)en el año 22 de su reinado, en 1458 a. de C., reconquistó Siria y
Palestina, que se habían separado con anterioridad, y continuó la expansión territorial del Imperio; sus Anales en el
Templo de Karnak constituyen la crónica de la mayor parte de sus campañas. Durante los 20 años posteriores a la muerte
de Hatshepsut, Tutmosis III, aparentemente, emprendió una campaña de ensañamiento contra todo lo que recordaba a su
tía-madrastra, y ordenó la eliminación sistemática de su nombre y sus imágenes de todos los edificios donde habían sido
inscrito o colocadas.
Tutmosis III es considerado, hasta esos momentos, como el faraón más glorioso de toda la historia de Egipto. Expandió el
Imperio hasta límites nunca antes alcanzados, venció a todos sus enemigos y emprendió una tarea constructora
impresionante cuyos testimonios siguen siendo evidentes en los templos de Luxor y Karnak. Este faraón consolida y
extiende el Imperio egipcio mediante 16 campañas militares en Palestina y una en Nubia. Su ejército demuestra un
elevado grado de organización y de disciplina. Entre sus grandes éxitos militares estuvo la conquista de la ciudad de
Megiddo, sitio clave entre Egipto, Babilonia y Hatussa-capital del floreciente imperio Hitita-, que estaba custodiada por
una coalición de 330 príncipes sirios, aliados o vasallos del también floreciente reino de Mitanni-fortalecido por los
hurritas, pueblo no semítico procedente de las montañas del Cáucaso, quienes probablemente estaban relacionados con el
pueblo de Urartu. No está demás mencionar que los hurritas habían estado en Mesopotamia durante siglos, pero después
del 1700 a. de C. se extendieron por todo el norte de Siria, el oeste de Palestina y también por Anatolia(actual Turquía
asiática).-y comandada por el príncipe de Qadesh. Esta fue la primera batalla documentada en la historia de la Humanidad,
y posiblemente la que dio origen al mito bíblico del Armagedón(Harmaguedón), por el término en hebreo antiguo
Armegiddo, o el monte de Megiddo. Otras campañas exitosas de Tutmosis III fueron la toma de las ciudades importantes
de la costa sirio-palestina; la conquista de la fortaleza de Qadesh, y su victoria sobre el reino de Mitanni en Alepo y
Karkemish, lo que le valió ser homenajeado por los príncipes sirios, los reyes de Babilonia y Hatti, que incluso le enviaron
embajadores para entablar relaciones diplomáticas pacíficas.
Los sucesores del faraón Tutmosis III, quien gobernó Egipto por 33 años, eran igual de grandes y emprendedores, y la
XVIII Dinastía se convirtió en el tiempo más próspero de toda la historia de Egipto.
Amenhotep-Amenofis-II(1425-1397 a. de C.)y Tutmosis IV(1397-1387 a. de C.)intentaron mantener las conquistas en
Asia a pesar de los intentos de expansión de los reinos de Mitanni y de los Hititas, aunque precisaron entablar
negociaciones y usar la fuerza.
Sin embargo y como todo en la historia, y paralelamente a la construcción del Imperio, germinaban las causas de su
destrucción. Los faraones de la XVIII Dinastía atribuían su éxito y sus victorias al apoyo del dios Amón, y fueron muy
generosos con sus templos y sus sacerdotes llegando a construirle y dedicarle el mayor templo de culto en la historia de la
humanidad: El Templo de Karnak. Sin embargo, durante los reinados de Tutmosis IV y Amenhotep-Amenofis-III(13871350 a. de C.), observamos un cierto cansancio y hastío de los faraones al aumento de poder que iban adquiriendo los
sacerdotes del dios Amón. Se sabe que Tutmosis III y Tutmosis IV intentaron recortar el poder del clero de Amón
favoreciendo el culto a Ra con la construcción de templos en Heliópolis.
Amenhotep III, llamado por sus contemporáneos el Magnífico, hijo de Tutmosis IV y la reina Mutemuia, gobernó de
forma pacífica durante casi cuatro décadas(1387-1350 a. de C.), en las que florecieron el arte y la arquitectura. Su reinado
fue un tiempo de paz y prosperidad para Egipto; no se conocen muchas campañas militares asociadas a este faraón, y las
grandes obras arquitectónicas que se iniciaron durante su reinado se cuentan entre las maravillas del País de las Dos
Tierras. No es nada extraño observar que algunos egiptólogos mencionen, llamen o conozcan al reinado de Amenhotep III
como otra “Edad de Oro”, y a su gobernante, como uno de los más grandes faraones egipcios. Amenhotep III mantuvo el
equilibrio de poder entre los estados limítrofes con Egipto mediante la diplomacia, y mandó planear y edificar el gran
Templo de Amón en Luxor. En el año 29 de su reinado trasladó la corte al palacio real de El-Malqata, llamado Palacio de
Atón Deslumbrante o Casa del Regocijo, en la orilla occidental del Nilo, en Tebas. Algunos especialistas argumentan que
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en este hecho se podría ver el deseo de alejarse del influyente clero de Amón, cuyo culto tenía su centro en el Templo de
Karnak, en la orilla oriental del río. Lo que se sabe del reinado de Amenhotep III se debe en gran parte a una novedosa
iniciativa propagandística que impuso durante su mandato: la emisión de escarabeos que informaban de diferentes hechos
relacionados con el faraón-una especie de “gaceta” oficial o “diario” oficial faraónico-. Estos objetos, muy conocidos,
tienen la forma del escarabajo Khepri, una representación del dios Ra como el sol naciente, y las inscripciones se hallan en
la parte inferior, en la base de la figura. Ahora bien, los restos del palacio de Malqata y los escarabeos no son la única
fuente de información sobre el reinado de Amenhotep III. En 1887 se realizó un descubrimiento extraordinario en Tell elAmarna, la nueva capital que construiría su hijo, donde una campesina encontró unas tablillas de arcilla inscritas con unos
signos desconocidos. Estas tablillas, que hoy se conocen como Las Cartas de Amarna, se llevaban colgando del cuello y
se acompañaban de otra tablilla que actuaba como un salvocunducto para poder circular por los diferentes países. Se
recuperaron unas 379 tablillas y se pueden agrupar en dos tipos: las tablillas escritas por Amenhotep III o por su hijo
Akhenatón, y las que fueron escritas por los gobernantes extranjeros al faraón. El sistema de escritura utilizado en las
tablillas era el cuneiforme, y la lengua usada era el acadio, empleada en la diplomacia internacional de la época. Al no
estar fechadas es muy difícil reconocer a los personajes que se mencionan en ellas, ya que el faraón de Egipto no aparece
como Amenhotep, sino como Nimmureya, que es una deformación de Nebmaatre, uno de los nombres que formaban parte
de los títulos reales faraónicos. En esta peculiar correspondencia, los gobernantes de los diferentes países usaban el trato
cortés de “Mi Hermano” para dirigirse unos a otros. La mayor parte de las misivas son comerciales, ya que los diferentes
países intercambiaban productos y mercancías valiosas. De Babilonia llegaban caballos y lapislázuli, mientras que lo que
más se deseaba de Egipto era el oro. En una de las cartas se le pide al faraón: “Que Mi Hermano me envíe mucho oro... en
el país de Mi Hermano el oro es tan abundante como el polvo. Que Mi Hermano no me cause aflicción”. En otras
tablillas, la “mercancía” eran esposas reales, que siempre se dirigían a Egipto, y nunca al contrario. De hecho, el rey de
Babilonia solicitó a Amenhotep III una de sus hijas como esposa y el faraón se negó aduciendo que “desde tiempos
inmemoriales, ninguna hija del rey de Egipto había sido entregada a nadie”. Así que, mientras el oro viajaba hasta
Babilonia y Mitanni, a Egipto llegaban muchas princesas orientales.
Amenhotep III contrajo matrimonio con Tiy(Tiyi o Tiye), hija de Yuya y Tuya(su padre era un magnate de Akhmim),
quien se convirtió con el tiempo un una reina muy poderosa que ejerció una gran influencia en la vida política de Egipto,
sobre todo durante el reinado de su “loco” y “hereje” hijo. Se sabe que el hermano de Tiy, Anén, ostentó el cargo de
canciller del Bajo Egipto. El monarca y su esposa mantuvieron durante su reinado una muy estrecha relación con dos altos
funcionarios: Amenhotep hijo de Hapu, confidente y arquitecto real, a quien el faraón encargó las grandes obras, en
especial las del Templo de Luxor; y Kheruef, hombre de confianza de Tiy, que fue mayordomo de la Gran Esposa Real.
Desgraciadamente una sombra portadora de caos llegó a eclipsar casi por completo a este glorioso y pacífico período de la
historia egipcia. Y es que precisamente es en los tiempos del reinado del hijo de Amenhotep III y Tiy, AmenhotepAmenofis-IV, llamado más tarde Akhenatón, el sucesor directo al trono, cuando sucedió una reforma que sacudió al país
hasta sus más profundas raíces, y es que el nuevo faraón se rebeló contra todo el “panteón” y la religión egipcia,
rechazando el politeísmo milenario y declarando que existe un solo Dios para toda la humanidad, cuyo nombre es Atón y
cuya figura distintiva es el disco solar. Amenhotep IV(1350-1333 a. de C.)fue un reformador religioso que combatió el
poder de los sacerdotes de Amón, rechazó totalmente a este dios, cambió su nombre a Akhenatón o “Atón brilla”, ordenó
destruir los templos de las demás divinidades, sobre todo de Amón, así como borrar el nombre de este dios de todas
partes. Akhenatón abandonó Tebas, la capital del Imperio, y fundó una nueva capital, Akhetatón(Ajtatón) o “El Horizonte
de Atón” (la moderna Tell el-Amarna), que fue construida en honor de Atón, el disco solar sobre el que se centró la nueva
religión monoteísta. Los sacerdotes de Amón, aún muy poderosos, no podían aceptar tal ultraje y tantas afrentas, y
empezaron a maquinar contra el faraón y su familia. Por otro lado, Akhenatón se desentendió del Imperio de Egi pto y sus
diversas provincias en Mesopotamia, Siria y Palestina, e hizo caso omiso a las súplicas de ayuda y provisiones de los
generales egipcios ante las rebeliones de los pueblos sometidos.
Sin embargo su historia es aún más profunda e interesante. Sus primeros años como faraón transcurrieron en apariencia
tranquilos, quizá como correspondía a un heredero inesperado que se encuentra de improviso como soberano de Egipto.
Porque lo cierto es que Amenhotep IV no había sido designado heredero al trono hasta casi el momento mismo de la
muerte de su padre. Antes no había sido mencionado como príncipe en ninguno de los monumentos erigidos por su
progenitor, esto tal vez, porque se ha especulado de que además sufría de una enfermedad congénita que le convertía e n
una persona débil, y por lo tanto no era el candidato, lógicamente, con más posibilidades a futuro en el momento de reinar
como faraón de Egipto. Se sabe que el primogénito de Amenhotep III, Tutmosis, fruto de la unión del faraón con la Gran
Esposa Real Kiluhepa(Kilughepa), hija del rey Naharina y princesa de Mitanni, era hasta entonces el candidato mejor
posicionado para sucederle en el trono. Este asunto, sin embargo, no pareció agradarle a Tiy, la segunda Gran Esposa Real
y una de las protagonistas de una gran conjura en el desarrollo político del país. Pero la historia dio un giro inesperado y la
repentina, por no decir sospechosa muerte de Tutmosis en extrañas circunstancias, porque no se cuenta con las suficientes
pruebas como para hablar de un asesinato premeditado, situó a Amenhotep IV en la primera línea para la sucesión de su
padre. Pero los planes de Tiy estaban aún lejos de concluir. La creciente importancia del clero de Amón y el influyente
papel que estos sacerdotes representaban en la vida política del país inquietaban demasiado y hasta estorbaban a los
objetivos de la ambiciosa reina, por lo que comenzó a infiltrar en este clero a miembros de su familia para minar sus
estructuras desde el interior, y al mismo tiempo, aprovechando la solarización creciente de la espiritualidad egipcia, fue
elaborando una doctrina en cuyo centro se hallaría el dios Atón. Se sabe que durante el reinado de Amenhotep III, ambos
cultos-el de Amón y el de Atón-se mantuvieron y convivieron juntos, aunque inmersos en una enorme tensión, y la lucha
por el poder y la supremacía de uno sobre el otro era un hecho no disimulado. Precisamente en medio de esta lucha de
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poderes, la reina Tiy tuvo que deshacerse de todos los colaboradores estrechos del faraón que se encontraban cerca de la
estructura amoniana para así consolidar sus ambiciosos planes. El primero en caer en desgracia fue el sabio, homónimo
del faraón, Amenhotep, hijo de Hapu, que según muchos estudiosos era el gobierno verdadero en la sombra y que tenía
además un importancia capital en la política del país. Tras su muerte se produjo un profundo proceso de depuraciones en
el seno de la corte, y la intrigante reina Tiy comenzó una persecución selectiva que acabó con todos los hombres con
poder en el reino y que fueron siendo sustituidos por miembros de su familia. De esta manera, cuando su hijo accedió al
trono, el “golpe de estado” ya estaba consolidado, el sacerdocio de Amón había perdido la hegemonía y la familia de Tiy
contaba con el poder absoluto. No contenta con todo esto, la reina hizo casar a su hijo con la bella Nefertiti, posiblemente
su sobrina, para así cerrar el círculo y asegurar para su familia el dominio absoluto del reino por varias generaciones y a l o
largo de la dinastía.
Los cinco primeros años del reinado de Amenhotep IV estuvieron centrados en Tebas, donde el nuevo faraón erigió varias
construcciones, alguna ya dedicada a Atón, el disco solar, utilizando una nueva técnica arquitectónica: el uso de talatat, o
bloques de piedra caliza de tamaño pequeño-tipo ladrillos-que facilitaban el transporte y aceleraban la edificación. Fue
una época durante la cual se fraguó el ya mencionado cambio religioso y artístico que se convertiría en la marca del
reinado de Akhenatón. También Nefertiti, su esposa, se mostró ya con la importancia política y religiosa que
posteriormente se manifestaría de manera muy visible.
Amenhotep III se había caracterizado en lo religioso por el énfasis de la vida puesto en el culto solar, habiendo llegado
incluso a deificarse en vida. El cambio religioso de Akhenatón fue una continuación de esta política hasta extremos
exagerados e insospechados, pues llegó a convertir a Atón en la deidad estatal. Atón pasó entonces a ser la divinidad
personal del faraón y éste se convirtió a golpe de decreto en la deidad unipersonal de todos sus súbditos. Una famosa
inscripción en la tumba de Aya, funcionario de Akhetatón(Tell el-Amarna), contiene el texto donde el propio faraón(o así
se cree)expresó por escrito los conceptos de su nueva religión: El Gran Himno a Atón-que revisaremos más adelante-.
Al principio de esta reforma, los templos de los demás dioses continuaron funcionando al ralentí, hasta que
aproximadamente en el año 10 del reinado de Akhenatón se produjo un cambio radical. El extraño faraón lanzó una
implacable campaña contra el dios Amón y su esposa, Mut. Ordenó borrar el nombre del dios de todos los monumentos y
de los epítetos donde aparecía, incluyendo en los de su padre Amenhotep III. Los templos de todos los dioses fueron
cerrados. Resulta difícil imaginar cómo se podría haber llevado a cabo una campaña semejante y tan complicada si no fue
con el apoyo del ejército.
Sin duda no es sencillo hacerse una idea de cómo fue este faraón al que la historiografía tradicional llama “hereje”. ¿F ue
un loco, psicótico o demente visionario que pretendió imponer un dogma religioso a una civilización nada tendente a los
cambios bruscos?¿O más bien un político avezado y audaz cuyo único interés fue acabar con un peligroso aumento de
poder e influencia del culto y los sacerdotes de Amón?...¿O una mezcla de ambos?. Durante años, la primera de estas
conjeturas gozó de gran predicamento, sobre todo entre quienes veían en él al primer “profeta” de lo que debía ser una
verdadera religión, un culto monoteísta. Pero esta imagen ha ido perdiendo fuerza y la idea de un faraón envuelto en una
densa nube de religiosidad extrema ha ido disipándose y ha tenido que matizarse. En primer lugar, porque ahora se sabe
que no se encerró en Amarna ajeno al mundo, sino que se mantuvo algo activo en materia de política exterior y logró
mantener algo del status quo de Egipto en Canaán y Nubia, aunque si desatendiendo otras regiones y actividades del
Imperio. No podía ser de otro modo: si es cierto que hizo uso del ejército para acabar con el culto del dios Amón, parece
lógico pensar o suponer que éste continuara siendo importante, activo, fiel y servil a las órdenes del faraón. Y, en segundo
lugar, por la importante contribución de las mujeres de Akhenatón(su madre, Tiy, y su esposa, Nefertiti)a la revolución
religiosa y a la política de su reinado. Hoy, la imagen que parece perfilarse es la de un soberano con una visión política y
religiosa, nacida o heredada del ejemplo de sus progenitores, y que contaba con el total y absoluto apoyo de su esposa.
Aunque sin dejar de lado que es probable que sus ideales fueran piedra angular o cimiento para el posterior desarrollo de
las diversas doctrinas o dogmas monoteístas que perduran hasta nuestros días.
Sea como fuere, lo cierto es que su muerte no debió de ser muy sentida entre los cuadros superiores de la antigua clase
gobernante y sí mucho por aquellos que habían decidido seguir a Akhenatón en su “cruzada” o recorrido religioso, bien
por verdadero convencimiento, bien por ver en ello la posibilidad de medrar en sociedad.
El caso es que, al morir, el castillo de naipes que había construido Akhenatón no tardó en desplomarse. En principio, la
sucesión del rey había quedado asegurada al convertir en corregente a la mujer de su vida, Nefertiti, desde al menos unos
pocos años antes de su muerte. Y es que Akhenatón no tenía hijos varones directos para sucederle en el trono. Incluso la
reina ya había aparecido representada en algunos monumentos realizando funciones en principio exclusivas del faraón, ya
fuese celebrando una fiesta Sed o en actitud de golpear a los enemigos, y sin duda intervino de forma activa en la vida
religiosa y política del reinado.
Sin embargo la historia nos dice que Akhenatón compartió su trono durante los últimos años de su reinado con su yerno
Sem Ankh Ka Ra-Smenker-(1335-1333 a. de C.), quién después de la muerte del faraón hereje abandonó la Revolución
Religiosa, volvió a Tebas y al culto del dios Amón. Se ha especulado demasiado que tal vez este Smenker no era otro que
la misma esposa de Akhenatón, la bella y enigmática Nefertiti, haciéndose pasar por varón, para así poder continuar con la
ideología de su ahora enfermo y débil esposo. A esto último y haciendo un breve paréntesis, somos varios los estudiosos
que pensamos que Akhenatón sufría de un trastorno médico conocido como síndrome de Marfan(Marfan's syndrome),
una displasia mesoectodérmica, de herencia autosómica dominante, que tiene como signo guía las extremidades finas y
alargadas (aracnodactilia, dolicostenomelia)con los huesos largos gráciles y alargados, e hiperlaxitud articular. Se asocia a
“cara de pájaro”, malposición dentaria y a una alteración del desarrollo adiposo-muscular, sobre todo de las caderas.
Puede acompañarse de anomalías pulmonares, cardiacas, vasculares, oculares y endocrinas diversas.
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Ahora bien, volviendo a la trama histórica, se piensa que un tiempo antes de su acceso a la corregencia, Nefertiti había
cambiado su nombre por el de Neferneferuatón-Nefertiti. Al convertirse en corregente pasó a llamarse AnkhkheperureNeferneferuatón; un nombre que modificaría una última vez cuando al fallecer su esposo se convirtió en “la” faraón de
Egipto Ankhkheperure-Esmenkhare(Smenker). Un año apenas duró, aparentemente, su reinado en solitario. Su muerte,
quizás violenta y premeditada, se habría debido a sus intentos por perpetuarse en el poder utilizando unos medios que
podían haber llenado de vergüenza al país del Nilo. Pero ¿qué sucedió entonces...?. Aparentemente se tramaba una
traición a Egipto.
En los Anales del rey hitita Suppiluliuma se narra que, al poco de llegar la noticia de que el faraón de Egiptoaparentemente Akhenatón-había muerto, se recibió en su palacio una carta de una reina egipcia llamada “Dahamunzu”
que decía lo siguiente: “Mi esposo murió. Hijos no tengo. Pero para ti, dicen, los hijos son innumerables. Si quisieras
darme un hijo de los tuyos, se convertiría en mi esposo. ¡Nunca elegiré a uno de mis sirvientes para convertirlo en mi
esposo![...]¡Tengo miedo!”. Los reyes egipcios jamás habían permitido que un príncipe extranjero se casara con una
princesa faraónica. Era lógico, por tanto que Suppiluliuma sospechase algún tipo de trampa o encerrona y enviase a uno
de sus agentes a investigar el suceso. A su regreso, el enviado del rey hitita entregó a su soberano otra carta de la reina que
versaba lo siguiente: “¿Por qué dices de ese modo: „Me están engañando‟?[...]¡No tengo hijos![...]¡Dicen que tus hijos
son muchos; de modo que dame uno de ellos!¡Para mí será mi esposo, pero en Egipto será el rey!”.
Convencido al fin de la buena fe de la reina egipcia, y tentado como el que más ante la posibilidad de situar a alguien de
su máxima confianza en el trono de la otra superpotencia de la época, Suppiluliuma decidió acceder a la petición. Al poco
tiempo, una discreta comitiva abandonaba Hatussa, la ciudad capital del imperio Hitita. Entre sus miembros se encontraba
el príncipe Zannanza, elegido por el rey hitita para ocupar el ansiado trono egipcio. Pero en Akhetatón el secreto de la
reina había terminado por saberse. Sus enemigos, decididos a que nadie vendiera el milenario honor de Egipto de forma
semejante, decidieron cortar por lo sano: la comitiva hitita fue atacada en su camino hacia el Valle del Nilo y el
infortunado príncipe murió asesinado. El peligro quedó conjurado entonces al precio de un guerra con los hititas.
A partir de ese momento, Esmenkhare desaparece de las fuentes egipcias de forma repentina. Sin duda la desesperada
decisión de la reina Nefertiti de traicionar a Egipto le costó la vida. Se podía comprender que intentara mantenerse en el
poder y continuar la política religiosa de su esposo, de la que era fiel y devota creyente y practicante; pero de ningún
modo podía tolerarse que para ello llenase de oprobio al país.
El reinado de Esmenkhare(Smenker)apenas duró tres años, y le sucedió en el trono un niño de apenas ocho años de edad,
presumiblemente un hijo menor de Akhenatón-su único hijo varón-y de una consorte menor, la “Esposa Grandemente
Amada” o la “muy amada” Kiya-reina que algunos identifican con Tadukhepa, hija de Tushratta, rey de Mitanni, que fue
enviada a Egipto para reforzar las relaciones diplomáticas entre ambos países al inicio del reinado de Akhenatón-, llamado
Tuth Ankh Atón, quien fue elevado al trono casándole con una de las seis hijas de Akhenatón, Anjesenpaaton. Sin
embargo, hay quienes defienden otra opción que les parece más probable: que Tuth Ankh Atón también fue hijo de
Amenhotep III y de una concubina de su harén. Por lo tanto, sería medio hermano de Akhenatón.
Tuth Ankh Atón fue obligado a cambiar de nombre a Tutankhamón(1333-1323 a. de C.)por su tutor y primer ministro, el
sumo sacerdote de Amón, Ay(1323-1319 a. de C.), quien después de la muerte repentina del llamado “rey niño”, ascendió
al trono como penúltimo faraón de la XVIII Dinastía.
Desde el momento mismo de la entronización de Tutankhamón como faraón de Egipto, y ya desaparecida Nefertiti(último
baluarte de la reforma religiosa de Atón), el grupo de altos funcionarios encargados de supervisar al rey niño, de escasos
ocho o nueve años, comenzó a maniobrar para devolver el país al “buen camino” del dios Amón. Ya en el año tercero o
cuarto de su reinado, Tuth Ankh Atón cambió, como ya lo vimos, su nombre por el de Tutankhamón, y lo mismo sucedió
con su esposa Anjesenpaaton, que pasó a ser Anjesenamón. Era el comienzo de un nuevo modo de entender la religión,
donde estaba pensado que Amón y Atón convivieran pacíficamente. De hecho, es posible que fuera entonces cuando el
faraón, la corte y todos sus habitantes abandonaran definitivamente Akhetatón, la capital “hereje”.
El nuevo programa político de Tutankhamón quedó expuesto en la llamada Estela de la Restauración, usurpada después
por Horemheb, donde se describe el mal estado en que habían quedado los templos de los antiguos dioses, que
comenzaron a ser restaurados. Si bien no se olvidó de las innovaciones ideológicas de su padre, el nuevo soberano decidió
regresar a la antigua y tradicional disposición de todas las cosas. No es de extrañar, puesto que si bien Akhenatón pudo
llevar a cabo una “guerra” contra Amón, eso no significa que consiguiera acabar con las arraigadas y milenarias creencias
de todo un pueblo. Utilizando la fuerza y la presión que ejercía como faraón de las Dos Tierras, pudo aplicar su reforma a
las capas altas de la sociedad; pero fue mucho más difícil, casi imposible, que los habitantes de la lejana ciudad de Menfis,
por citar un ejemplo, dejaran de adorar a su dios Ptah, o que los aldeanos de un pueblucho o poblacho alejado y perdido en
el Delta rompieran todas sus imágenes y amuletos protectores para reemplazarlos por efigies del faraón o de Atón.
No hay duda de que el faraón Tutankhamón es conocido hoy, sobre todo, por la suntuosidad de su tumba, encontrada
prácticamente intacta en el Valle de los Reyes por los arqueólogos británicos Howard Carter y George Herbert, conde de
Carnarvon en 1922.
Sin embargo, es verdaderamente increíble todo lo que se ha escrito sobre el faraón Tutankhamón, y para muestra deseo
compartirle al lector lo que publicó un diario mexicano de circulación nacional con fecha del lunes 18 de mayo de 1992 en
su sección cultural con un encabezado que decía así: Un egiptólogo afirma que Tutankhamón era Jesús. Ahora veamos
que decía dicho artículo que transcribo tal cual apareció en ese periódico: El estudioso de origen egipcio Ahmed Osman
afirma que Tutankhamón, Josué y Jesús fueron en realidad la misma persona. En dos libros anteriores, Osman había
sostenido la tesis de que José, el padre terrenal de Jesús, era un aristócrata egipcio emparentado con el faraón
Akhenatón y que respondía al nombre de Yuya o Mosé. Ahora, en un nuevo libro que lleva por título La casa del Mesías,
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insiste en que no hay ninguna prueba evidente de la existencia de Jesús fuera de los Evangelios. Agrega, sin embargo,
que las referencias a una figura mesiánica que pueden hallarse en el Corán, en el Talmud o en el Viejo Testamento, se
referirían a alguien que existió algunos siglos antes, para los tiempos del Éxodo. En un artículo firmado por Ian Katz
para The Guardian, se aclara que para Osman los primeros cristianos identificaban a Jesús con Josué, el personaje
bíblico que guió a los israelíes durante el asalto contra Jericó. Por consiguiente, el nombre Josué no sería otro que la
versión hebrea de Jesús. En cuanto a la afirmación de que Cristo es el joven faraón Tutankhamón, esta teoría sigue a
otra, según la cual Moisés era el padre del mismo Tutankhamón, es decir, Akhenatón. Al referirse al relato bíblico de la
Resurrección, Osman lo hace derivar de un ritual de momificación egipcia para devolver la vida a los difuntos. Geza
Vermes, profesor de estudios hebreos de la Universidad de Oxford, ha comentado que “me parecen tesis singulares pero
no tienen fundamentos serios”. Por demás está decir que el libro de Osman no ha provocado sonrisas.
Amigo lector yo le dejo la última conclusión y el último comentario sobre lo anterior, lo que si creo que es pertinente que
le mencione es que efectivamente el origen del cristianismo pudo estar muy influenciado por las creencias egipcias, como
lo detallare más adelante, pero a decir algo sobre este artículo, creo que hay notables errores de cronología histórica
irrefutables y comprobables; pero volvamos a lo nuestro, al recorrido histórico del antiguo Egipto.
Ahora bien, muerto y sin hijos herederos al trono, a Tutankhamón le sucedió, como ya lo mencionamos, el general Ay,
que falleció apenas cuatro años después.
Algunos autores consideran que las oscuras maniobras de la familia de la reina Tiy para hacerse del control y del poder
continuaron, y que fueron parte implicada en la desaparición del joven Tutankhamón, al que sucedió Ay, quien
sospechosamente también era miembro de la familia de aquella ambiciosa reina, y que usurpó el poder sin derecho alguno.
Posterior a la muerte de Ay no había ningún sucesor legítimo al trono de los faraones, lo que motivó al general, hombre
fuerte de temperamento castrense y comandante supremo de los ejércitos del faraón en Menfis, Paatonemeb-Horemheb-, a
dirigirse a Tebas para casarse con la hermana de la bella Nefertiti-la otrora “Gran Esposa Real de Akhenatón-y así
ascender al trono como el último faraón de la XVIII Dinastía. Fue entonces cuando realmente se inició una
“contrarrevolución”, se regresó al antiguo modo de hacer las cosas y se comenzó de verdad la destrucción sistemática de
la memoria de Akhenatón y del período atoniano-amarniano. Esta persecución llegó a su punto álgido durante la dinastía
siguiente, la XIX, cuya genealogía comienza con Ramsés I, un general compañero de Horemheb a quien éste nombró su
heredero, y que no había tenido ninguna relación con la familia real egipcia. Quizás por tratarse de una dinastía de nueva
creación desde los cimientos, sus miembros se mostraron especialmente deseosos de enraizarse con las más antiguas y
milenarias tradiciones faraónicas y, de ese modo, legitimar aún más su nueva posición real. Un resultado de sus deseos de
“encajar” en el papel de faraones de Egipto fue que la “herejía” amarniana fue sistemáticamente despreciada, borrada e
ignorada, hasta el punto de que, a partir de entonces, en las listas reales la relación de los faraones pasaba directamente d e
Amenhotep III a Horemheb. Sin embargo, el “borrar” el recuerdo de Akhenatón demostró ser mucho más complicado de
lo esperado e imaginado, y quien iba a pensar que su ideología terminó por llegar al mundo occidental a través de un
medio masivo y completamente insospechado: la Biblia judeocristiana, cuyo Salmo 104, como veremos más adelante,
contiene varias de las ideas presentes en el Gran Himno a Atón.
A todo esto, ¿Ha sido hallada la tumba o la momia del enigmático faraón hereje Akhenatón...?. Hay quienes piensan y
aseguran que el cuerpo momificado del apóstata soberano era el inquilino de la tumba KV55. Desde su hallazgo a finales
del siglo XIX, los restos humanos de dicha tumba del Valle de los Reyes han dado mucho de que hablar, debatir y
especular. Theodore Davis, su descubridor, opinó que pertenecían a la madre de Akhenatón, la reina Tiy, porque en la
tumba se encontró un santuario con su nombre. Pero esta hipótesis se descartó al comprobarse que los restos eran los de
una varón de aspecto grácil, femenino, andrógino. Arthur Weigall, al estudiar la tumba en su conjunto, pensó que era la
del propio Akhenatón, idea que no recibió demasiado crédito, y la mayoría de autores identificaría los restos con los de
Esmenkhare. Sin embargo, un reciente estudio antropológico ha demostrado varias cosas de dichos restos humanos: su
propietario habría muerto en torno a los 35 años de edad; el cráneo es dos desviaciones estándar más grande que el resto
del cuerpo(lo cual le daría un aspecto similar al de las estatuas esculpidas en tiempos del faraón, en la época de Amarna),
y su grupo sanguíneo es el A2MN, el mismo de Tutankhamón, quien casi con total probabilidad era su hijo, como ya se
mencionó líneas atrás. Todo ello vendría a identificar al inquilino de la KV55 con el “loco” faraón Akhenatón de la XVIII
Dinastía.
La XVIII Dinastía terminó con el reinado del faraón Horemheb(1319-1291 a. de C.).
El Período Ramesida. Horemheb no tuvo hijos varones para sucederlo en el trono y tuvo que elegir para este cargo a su
compañero del ejército, el jefe de los arqueros reales, de la infantería del faraón, comandante de la fortaleza de Ciaru, y
visir para el Alto y el Bajo Egipto, Ba Ra Mesu(Paramessu), o Ramsés I, quien también era ya bastante mayor y por lo
tanto tuvo que compartir el trono con su hijo Seti I. Paramessu descendía de una familia de militares de carrera oriunda de
la zona oriental del Delta, probablemente de la región de Qantir. Su esposa y madre de Seti I era la reina Sitra(Sat-Ra).
El fundador de la XIX Dinastía, Ramsés I(1291-1289 a. de C.)había servido durante el reinado de su predecesor como
visir y jefe del ejército. Gobernó sólo dos años y fue sucedido por su hijo Seti I(1289-1279 a. de C.), quien dirigió
campañas militares contra Siria, Palestina, los Libios y los Hititas. Seti I construyó un santuario en Abidos; al igual que s u
padre, favoreció la capitalidad del delta, instalando su centro cerca de Tanis. A Seti I le sucedió su hijo Usermaatre
Setepenre, el futuro Ramsés II El Grande, que reinó durante 67 años(1279-1212 a de C.). Se sabe que la madre de Ramsés
fue la Gran Esposa Real Muttuya(Mut-Tuya), y que éste accedió al trono con poco más de 20 años de edad, tras la muerte
de su padre. Ramsés II fue el responsable de la mayor parte de las magníficas construcciones colosales del antiguo Egipto,
como en los templos de Luxor y Karnak, al construir el Ramesseum(su templo funerario en Tebas), o los templos
esculpidos en la roca de Abu Simbel y los santuarios en Abidos y Menfis, obras monumentales e impresionantes que están
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todavía visibles en la geografía actual de Egipto. Por otro lado, en el ámbito bélico, donde también fue muy reconocido,
Ramsés II tuvo que enfrentarse en guerra a uno de los llamados Pueblos del Mar, los Shardana, que más tarde dieron
nombre a la isla mediterránea de Cerdeña. También luchó contra los libios y los nubios, pero sus guerras más
renombradas son las que entabló contra los Hititas, guiados por el rey Muwatali II en primer lugar-en la casi mítica y
propagandística batalla de Qadesh(Kadesh) en 1274 a. de C.-y por el rey Hatusili III después, en Asia, y que terminaron
con un pacto de paz en 1258 a. de C.-sino el primero uno de los primeros de los que se tengan registros-, y con el reparto
de las colonias de ambos reinos. Tras las campañas militares contra los Hititas y hecho el tratado de paz con ellos, éste se
selló con el matrimonio de Ramsés II y una princesa hitita, que fue rebautizada con el nombre egipcio de
Maathorneferura. Como pequeño paréntesis se debe mencionar que los últimos hallazgos sobre los Hititas apuntan a que
probablemente eran de origen indoeuropeo y que su imperio, el cual fue uno de los más grandes del mundo antiguo,
decayó y se desmoronó por una serie de luchas internas por el poder, que incluso terminaron con la destrucción
incendiaria de su poderosa capital, Hattussa, la cual se hallaba en Anatolia(parte de la actual Turquía).
Continuando, sin duda alguna, Ramsés II fue y es el faraón más famoso y casi mítico, que no escatimó esfuerzos para
imprimir su cartucho real en todos los rincones del país. Durante sus primeros años de reinado, Ramsés II decidió crear
una nueva capital, por motivos principalmente estratégicos(para controlar las fronteras nororientales), eligiendo una zona
del Delta oriental, cerca de Avaris, la antigua capital de los Hicsos y lugar de origen de su familia y de la dinastía. La
nueva capital fue llamada Pi-Ramsés, “La casa de Ramsés”, y estaba dotada de tres templos, un palacio real con baldosas
esmaltadas, residencias para los altos funcionarios, grandes acuartelamientos y un puerto en una cuenca artificial. Con
ocasión del jubileo del trigésimo año de reinado del faraón fue construida también una grandiosa sala destinada a celebrar
dicha festividad. En la actualidad quedan muy pocos restos de estas construcciones, porque los faraones de la XX Dinastía
trasladaron la capital a Tanis, y se llevaron de Pi-Ramsés todos los materiales de construcción que podían reutilizar en la
nueva ciudad, incluidos obeliscos, estatuas y estelas. Hoy se sabe que Pi-Ramsés estaba situada más al este en el Delta, al
norte de Egipto, a orillas del brazo Pelúsico del Nilo, en un lugar hoy conocido como Qantir. La ciudad fue abandonada
hacia finales del siglo XI a. de C., esto seguramente a causa de problemas con el abastecimiento del agua potable. En
cuanto a la Avaris hicsa, se puede afirmar que ésta estaba en Tell el-Daba, a pocos kilómetros de Qantir.
Muchos historiadores antiguos creían que fue en la época de Ramsés II cuando apareció el profeta hebreo Moisés, pero
en las fuentes egipcias sólo aparece el nombre del pueblo de Israel en una estela posterior, de los tiempos del reinado de
su hijo y sucesor Meri En Ptah(Merneptah), conocida precisamente como la Estela de Meri En Ptah o con el nombre de
“Estela Israelita”, que es un bloque de sienita negro que mide 318 centímetros de alto, 163 de ancho y 31 de grueso,
encontrado por Petrie en las ruinas del templo funerario de Meri En Ptah; se sabe que éste fue empleado en primer lugar
por Amenhotep III quien inscribió en él un registro de sus beneficios religiosos al templo de Amón. Su hijo, el hereje
Akhenatón, borró gran parte de él, en particular los nombres de Amón, pero la inscripción fue restaurada tiempo después
por Seti I. Meri En Ptah tomó la piedra y la incluyó en su templo funerario con la inscripción antigua de cara a la pared,
dejando a la vista un lado en blanco. En éste el faraón mandó grabar una larga relación de su victoria ante los invasores
libios, seguida de un relato de una campaña en contra de los sirios, con una enumeración de varias tribus y pueblos. Entre
ellos aparece un nombre que algunos consideramos que se refiere a los israelitas de la Biblia. El pasaje menciona lo
siguiente: “Vencidos son los tahennu; los kheta(hititas)están calmados; destruida está Pa-Kanana con toda violencia;
tomada está Askadni(¿Askelon/Ascalón de los peleset(filisteos)?); sitiada está Kazmel; Yenu de los sirios está como si
nunca hubiese existido; el pueblo de Ysiraal está arruinado, no tiene semilla-su semilla ha dejado de existir-; Siria se ha
convertido como las viudas de la tierra de Egipto; todas las tierras juntas están en paz”. La estela actualmente se
encuentra en el Museo de El Cairo. El nombre Israelu ha sido encontrado en otra estela también de la época de Meri En
Ptah, e identificado por Spiegelberg; ésta también se expone en el Museo de El Cairo. En términos generales, es en la
Estela de Meri En Ptah en donde se vanagloria a este faraón por haber vencido en cruentas batallas a algunos de los
llamados Pueblos del Mar, entre los que se incluían, como lo afirman ciertos especialistas, precisamente a las tribus de
Israel. Ahora bien, otros estudiosos del tema argumentan que es muy importante y que se debe tener en cuenta que las
cronologías egipcia y bíblica para determinar y empatar estos tiempos y personajes-Ramsés II y Moisés principalmente-no
coinciden en lo absoluto. Por lo tanto y para ser más específico, considero necesario mencionar que del año 10 al año 18
de su reinado, los soldados de Ramsés II libraron combates en el país de Moab y en Nejeb contra los príncipes locales.
Algunos de los hebreos prisioneros de guerra trabajaron en los viñedos, otros fabricaron ladrillos. Explotaban también las
minas de cobre en el norte de Eilath y vendían su producción. Es debido a esto que precisamente algunos piensan y creen
aún que el Éxodo se produjo bajo el reinado de Ramsés II, si bien la teoría que más se suele admitir normalmente lo sitúa
en el reinado de Meri En Ptah. De cualquier manera, aunque el acontecimiento sea muy importante en la Biblia y para los
judeocristianos, ciertamente no significó nada para los egipcios. Para los egipcios, los judíos del Éxodo fueron
simplemente un grupo más de beduinos insumisos que abandonaron el país. Nada sorprendente ni digno de mención. Sin
embargo, los estudios más recientes realizados en la famosa y enorme tumba KV5(King´s Valley-Valle de los Reyesnúmero 5),que mandó construir Ramsés II para que fuera la última morada de sus hijos, han dejado al descubierto una
sugestiva y diferente hipótesis sobre lo que tal vez ocurrió realmente en el bíblico episodio del Éxodo judío. Tal hipótesis
se basa en el descubrimiento de unos restos óseos, mal conservados, que aparentemente parecen ser del primogénito de
Ramsés II, Amón-Her-Khepershef(Amonherkhopshef), quien era el príncipe heredero directo al trono pero que nunca
llegó a gobernar. En base a tal descubrimiento los egiptólogos han llegado a proponer lo siguiente: que tal vez Amón-HerKhepershef y Moisés fueran medios hermanos, ambos hijos de Ramsés; el primero hijo de la legendaria Nefertari Merit en-Mut, la Gran Esposa Real y el gran amor de Ramsés II, y el segundo hijo de una cortesana o concubina secundaria de
origen presumiblemente hebreo, y que ambos se hubieran criado e instruido juntos en la corte real del faraón. Moisés-Mes
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en egipcio antiguo-quiere decir el “Hijo”, ya sea de este u otro dios. La segunda parte de la hipótesis es aún más
inquietante, ya que nos dice que tal vez Moisés en su juventud era adepto a pasear por el desierto y que en uno de sus
viajes encontró los restos de Akhetatón(Ajtatón)-Tell el-Amarna-, la ciudad capital fundada por el faraón hereje
Akhenatón en honor al dios único Atón, el disco solar sobre el que se centró una nueva y revolucionaria religión
monoteísta. Se piensa que Moisés se deslumbró u obsesionó con esta radical idea de un solo dios todopoderoso y que
incluso empezó, tal vez, a predicar esta concepción religiosa entre la población hebrea que vivía en Egipto, hacia la que
sentía, por obvias razones, un especial aprecio. Este comportamiento herético de Moisés debió enfurecer a Ramsés, que
para entonces ya sería un anciano débil y cansado, octogenario o nonagenario, pero con suficiente autoridad aún como
para prohibirle a su hijo que siguiera predicando los ideales religiosos del innombrable faraón hereje. Tal prohibición
pudo provocar dos situaciones distintas según los estudiosos, que Moisés hiciera caso omiso de la misma y que esto le
valiera la expulsión de Egipto con sus seguidores, o que él mismo le pidiera al faraón irse de Egipto en paz con sus nuevos
creyentes para seguir predicando su doctrina fuera y lejos del país. Cualquiera que haya sido la situación los especialistas
concuerdan en lo que posiblemente sucedió después. Amón-Her-Khepershef muy molesto por el insulto que su medio
hermano le hizo a su querido padre, decide perseguir solo, sin consentimiento del faraón y con un reducido número de
soldados a Moisés y sus seguidores, dándoles alcance en una zona conocida como el Mar de Juncos, lugar pantanoso de
aguas poco profundas en el delta del Nilo, que fue mal traducido en la Biblia como el Mar Rojo, donde se enfrascaron en
cruenta batalla. Los especialistas argumentan que el número de hebreos seguidores de Moisés también era reducido, tal
vez un ciento o poco más, pero no las multitudes que nos indica la tradición bíblica. En el transcurso de esta batalla, hasta
ahora desconocida en la historia, hay quienes incluso se aventuran a mencionar que quizás el propio Moisés le haya dado
muerte a su medio hermano de un fuerte golpe en la cabeza o con una espada, y que de este evento pudieron surgir los
elementos necesarios para dar origen al mito de Caín y Abel o el de la muerte de los primogénitos de Egipto, ya que
Amón-Her-Khepershef era el primogénito de Ramsés II, el faraón que no llegó a gobernar. Interesante y realista conjetura,
¿no lo cree así amigo lector?. Sin embargo, otros estudiosos sitúan la bíblica fecha del Éxodo judío en el momento de la
expulsión de los invasores Hicsos por el faraón Ahmosis, en los inicios del Imperio Nuevo. Por otro lado, algunos
investigadores incluso se aventuran más allá al mencionar que el pueblo judío nunca existió, que en realidad la gente que
partió con Moisés-que podría haber sido un sumo sacerdote de Atón o de Seth-, eran completamente egipcios, enamorados
o fascinados con una “nueva” fe monoteísta heredada del tiempo de Akhenatón, incluyendo al mismo Aarón. Estos
estudiosos refieren que estos egipcios expulsados hacia Canaán, provincia situada a 10 días de marcha desde el Valle del
Nilo, no se llamaban verdaderamente hebreos, sino “yahuds”, que significaría “adoradores del faraón” y, que años
después, fundaron el reino de Yahuda-Judea-. Valorando todo lo anterior, parece ser que no han sido estos investigadores
los primeros en llegar a estas conclusiones, ya que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, postuló y apoyó, en su
momento, la misma hipótesis, mencionando claramente: “Si Moisés fue egipcio, si transmitió su propia religión a los
judíos, fue la de Akhenatón”. Resumiendo con las bases hipotéticas anteriores este peliagudo asunto, que poco agrada a
los devotos judeocristianos y católicos, y armando con ellas una trama novelesca, se puede decir que Moisés, “el egipcio”
de sangre real, introduce una nueva religión entre algunos egipcios y los israelitas, la del dios Atón, y una seña distintiva
entre ellos, la circuncisión, que era una práctica común entre los antiguos egipcios. Y Aarón no sería más que otro egipcio,
también sacerdote de Atón, que acompañó a Moisés en su salida de Egipto. Hipotéticamente más tarde, bajo la influencia
de su suegro Jetró y tras el contacto con las tribus nómadas del Sinaí, es cambiado el nombre de ese dios por el de su
suegro: Yahvé, que parece ser que en un principio era el dios de los quenitas. Jetró, que debía ser, aparentemente, un
sacerdote de ese dios, instruye y ordena a Moisés lo que tiene que hacer, introduciéndole así en el conocimiento de Yahvé.
En fin, no sobra decir que de este capítulo de la historia aún quedan muchas líneas por escribir y muchas conjeturas e
hipótesis que mentar, pero nosotros debemos continuar con lo que efectivamente nos compete e interesa.
Otro hijo de Ramsés II es quien sube al trono después del óbito del longevo faraón. Su nombre era Merneptah o Meri
En Ptah-Menefta-, quien reinó entre 1212-1202 a. de C., nacido de la Segunda Gran Esposa Real, Isisnofret, y de quien ya
hemos hablado líneas atrás. Este faraón fue efectivamente quien derrotó por primera ocasión a los denominados Pueblos
del Mar, los invasores provenientes de Asia Menor y del mar Egeo que asolaron el Próximo Oriente en los siglos XIII y
XII a. de C. Los hechos de sus victorias sobre estos feroces guerreros sin patria están narrados en una inscripción del
templo de Karnak, donde se cuenta que en el quinto año de su reinado Merneptah había derrotado a la coalición formada
por sus vecinos libios y los Pueblos del Mar, matando a seis mil soldados y tomando como prisioneros a nueve mil; y en
un texto esculpido en una estela donde figura, como ya se mencionó anteriormente, la primera mención escrita conocida
del pueblo de Israel, que muy probablemente sólo era un conglomerado de tribus semitas nómadas-shasu para los antiguos
egipcios-de la región filistea.
Los “Pueblos del Mar” es el término moderno que se utiliza para designar a un grupo de pueblos de orígenes diversos,
procedentes en su mayoría de la costa occidental de Asia Menor y el Egeo, que se desplazaron en oleadas hasta Egipto a
través de Asia Menor en los siglos XIII y XII a. de C. El término fue acuñado por el egiptólogo francés Emmanuel de
Rougé y dos de sus discípulos, a partir de los relieves e inscripciones de un templo que años atrás los expedicionarios de
Napoleón en Egipto había descubierto en Medinet Habu. Este templo, evocador en todo punto del templo funerario de
Ramsés II, no era sino el mausoleo de Ramsés III, y lo que en sus paredes se exponía de manera majestuosa eran los
victoriosos hechos bélicos que habían jaloneado su reinado. A la luz de estos relieves, el propio Jean-François de
Champollion, descifrador de la Piedra de Rosetta y por ende del sistema egipcio de escritura, ya había llegado a la
conclusión de que la batalla allí representada se había librado entre las tropas del faraón y unos enigmáticos y
heterogéneos invasores llegados desde algún punto indeterminado del Mediterráneo. Actualmente se sabe que estos
Pueblos del Mar fueron responsables de grandes y profundos trastornos políticos y étnicos, sobre todo en las regiones de
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Siria y Palestina. Varios faraones importantes-Ramsés II, Merneptah, Ramsés III-emprendieron grandes campañas
militares contra ellos a fin de evitar su incursión en las costas del país, tal como se advierte en la decoración de diversos
templos tebanos. Incluso sirvieron como mercenarios bajo las órdenes de Ramsés II. Los sherden o shardana, originarios
quizá del norte de Siria y quienes más tarde darán tal vez su nombre a la isla mediterránea de Cerdeña, fueron los
primeros en hacer sentir su amenazadora presencia sobre las tierras del Nilo, a juzgar por la inscripción sobre una estela
que alude a los “shardana, rebeldes de corazón..., y sus barcos de guerra en medio del mar”, llamándolos también “los
guerreros del Gran Verde(el Mediterráneo)”. Pero poco después sus huestes pasaron a formar parte de las tropas auxiliares
de los egipcios, haciendo brillar sus largas espadas y sus típicos cascos redondos rematados con cuernos que ostentaban
un disco en medio de éstos, en la batalla de Qadesh contra el ejército hitita(1275 a. de C.)en las filas de Ramsés II.
Además de los Sirios, los Libios(los libu y los mashauash), los Hititas, los Nubios y los Beduinos, a quienes los antiguos
egipcios llamaban shasu-“pueblo que se mueve a pie”-, de manera general para denominar a los nómadas semitas-se ha
propuesto, incluso, como ya lo mencioné, la identificación de los shasu con el “Israel” mencionado en la estela de
Merneptah de la XIX Dinastía-, los grandes faraones de Egipto tuvieron que lidiar bélicamente con estos misteriosos y
temidos piratas invasores que asolaban el Mediterráneo. Durante el reinado de Merneptah varios de estos pueblos se
aliaron con las tribus libias y organizaron un gran ejército con el que atacaron el Delta desde Libia, pero el faraón
reaccionó eficazmente y consiguió derrotar a los invasores. En la época de Ramsés III, la presión de estos Pueblos del Mar
en Siria y Palestina provocó el desplazamiento de los shasu hacia Mesopotamia. Entre los grupos humanos considerados
dentro de la “confederación” de estos Pueblos del Mar estaban los peleset, que con gran fiabilidad se puede decir que se
trata de los filisteos y que fueron ellos los que dieron su nombre a la tierra en la que dice la Biblia que se levantaban sus
cinco ciudades(Gaza, Ascalón, Ashdod, Ekron y Gath), esto es, Palestina. De acuerdo con el texto sagrado hebreo,
procedían de una isla de nombre Kaftor, que podría ser Creta; los tjeker, los shekelesh o sículos de Sicilia oriental, los
denyen-¿aqueos?-, los weshesh, los sherden o shardana de la isla de Cerdeña, los lukka de Chipre y Anatolia, los ekwesh
que tal vez pudieran identificarse con los aqueos o griegos micénicos y los teresh o tursha identificados con los tyrsenoi
de los textos griegos e íntimamente relacionados con los etruscos. No hay duda de que las conmociones experimentadas
en Oriente con la llegada de los Pueblos del Mar fueron extremadamente notorias, ya que provocaron la desaparición de
las entonces potencias de la Edad del Bronce(mitannios[hurritas], hititas, cananeos), que fueron reemplazadas por las
nuevas entidades geopolíticas(arameos, neohititas, israelitas, fenicios, medos)que inauguraron la Edad del Hierro.
Después de la muerte del faraón Merneptah el desorden dominó el país hasta que un general del ejército, Seth NakhtSetnajt-(1185-1182 a. de C.)usurpó el poder y fundó la XX Dinastía. La XIX Dinastía terminó con varias luchas de
sucesión, que provocaron incluso que gobernara una reina, Tausert(1193-1185 a. de C.), una de las cuatro mujeres en la
historia del antiguo Egipto que accedieron al rango de faraón.
Como se pudo observar, en los nombres de los faraones de la XIX Dinastía aparecen algunos de los nombres de los dioses
del norte, como Ra en Ramsés o Seth en Seti o Ptah en Meri En Ptah, que ante todo prevalecieron en un primer plano y el
nombre del dios Amón se relegó a un segundo lugar. Es también durante esta dinastía que Menfis empieza a recuperar
protagonismo y destaca la ciudad de Tanis, al noreste del país como segunda capital, esto quizás porque esta dinastía
estuvo marcada por la lucha continua contra los asiáticos y contra las rebeliones de los pueblos de las colonias anexadas al
Imperio.
Ramsés III(1182-1151 a. de C.)fue el segundo faraón de la XX Dinastía, e hizo grabar sus numerosas victorias militares
en las paredes de su complejo funerario en Medinet Habu, cerca de Tebas. Tras su muerte, el Imperio Nuevo decayó a
causa del creciente poder de los sacerdotes de Amón y del ejército. Ramsés III, hijo de Seth Nakht, es quizá el último gran
faraón del Antiguo Egipto, puesto que defendió el país contra sus enemigos tradicionales y nuevos, como los Pueblos del
Mar, contra los cuales dirigió por primera vez en la historia de Egipto una gran armada marítima, llevándose la victoria
tras una épica batalla fluvial.
Los posteriores soberanos tuvieron que hacer frente a los levantamientos constantes de las poblaciones sometidas por
Egipto.
Después de Ramsés III el nombre de Ramsés se convirtió casi en un título, y los faraones se llamaron así hasta el Ramsés
XI(1099-1069 a. de C.), pero ninguno tenía la fuerza de sus predecesores. Poco a poco estos últimos faraones de la XX
Dinastía, cedieron o perdieron fuerza política a favor de los sacerdotes del dios Amón de Tebas, cuyos altos líderes
poseían ya más del diez por ciento de las tierras de todo el país. Un nuevo colapso general estaba por aparecer en la
historia del Egipto.
El reinado de Ramsés XI, el último faraón de la XX Dinastía, estuvo marcado por las malas cosechas, las hambrunas y la
inestabilidad y la anarquía políticas. En Tebas, el clero de Amón se hizo especialmente fuerte en torno a la figura de
Herihor-Herior-(1080-1074 a. de C.), general y sumo sacerdote de Amón, quien se adueñó y arrogó la condición real,
mientras que en la zona del Delta el visir de Ramsés XI, Smendes, asumía el control y el gobierno del Bajo Egipto.
TERCER PERÍODO INTERMEDIO. En 1069 a. de C., al morir sin descendencia el faraón Ramsés XI, el último de la
XX Dinastía, fue proclamado como faraón, frente al desafío del clero tebano, Smendes, administrador del norte de Egipto,
que residía en Pi-Ramsés y, que probablemente, había contraído matrimonio con una hija del faraón. Smendes decidió
entonces establecer la capital del país en una nueva ciudad, Tanis, cerca de Pi-Ramsés, en el Delta del Nilo al norte del
Egipto. Tanis, el nombre griego por el que la conocemos hoy día, es una variación de la denominación egipcia Dyant, la
Zoan en la Biblia. Desde su fundación los faraones-soberanos tanitas pretendieron convertirla en una nueva Tebas,
provista de una completa trama urbana, espléndidos templos y una gran necrópolis real. Pero el paulatino declive del
Imperio faraónico la hizo caer en un progresivo abandono, hasta que se perdió la memoria de su existencia.
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Smendes I(1069-1043 a. de C.)dio inicio a la nueva XXI Dinastía de soberanos tanitas, y fue reconocido como faraón
también en el sur de Egipto, a pesar del poder del Gran Sacerdote de Amón, Pinedyem, que adquiría cada vez más
independencia de la autoridad del faraón. En el decimosexto año del reinado de Smendes I, Pinedyem adoptó el título de
rey, y Egipto se dividió en dos partes, el norte y el sur. En Tebas, el poder espiritual de los grandes sacerdotes de Amón se
había separado e independizado del poder temporal del faraón, el legítimo soberano que residía en el norte. De esta
manera comienza el período conocido como El Tercer Período Intermedio(1069-664 a. de C.), que comprende desde la
XXI Dinastía hasta la XXV Dinastía. Los faraones que gobernaron ahora desde Tanis, en el norte, rivalizaron con los
sumos sacerdotes de Tebas en el sur, con los que parecían estar relacionados y hasta emparentados. Los soberanos tanitas
de la XXI Dinastía tuvieron que gobernar el país al mismo tiempo que los sumos sacerdotes y sacerdotes-reyes tebanos.
Pyanj(1074-1070 a. de C.), general y sumo sacerdote de Tebas, tuvo que enfrentar una desoladora situación económica en
el país, que lo obligó a buscar nuevas fuentes financieras, y por lo tanto apeló a un recurso desesperado e inimaginable
hasta entonces en toda la historia del Egipto faraónico: encargó a dos escribas de las necrópolis que localizaran las tumbas
reales y privadas en la orilla occidental de Tebas y, después, increíblemente, mandó saquearlas. Sus sucesores en el cargo
también recurrieron al oro de los sepulcros de los antiguos faraones. Una vez despojadas de todos los objetos de valor de
sus tumbas, las momias reales fueron trasladadas a diversos almacenes provisionales.
Pinedyem I(1070-1032 a. de C.), sucesor de Pyanj, contrajo matrimonio con Henuttaui, de sangre real y de la unión
nacieron el futuro faraón, Psusennes I(1043-993 a. de C.)-del que se conoce el nombre de su Gran Esposa Real,
Mutnedjemet, y del hijo de ambos, Anjefenmut, y cuyo largo reinado fue de casi medio siglo-, y los dos grandes
sacerdotes de Amón, Masaharta(1054-1046 a. de C.) y Menjeperre(1045-992 a. de C.). A la muerte de Smendes I, que no
tuvo hijos varones, Pinedyem aseguró a su familia el control de todo Egipto, tanto en el norte como en el sur, que
continuaba dividido entre los dos poderes, el temporal-terrenal y el espiritual. En esa época surgió una figura muy
importante: la llamada Divina Adoradora, esposa exclusiva del dios Amón, que debía permanecer con voto de castidad, y
que era el equivalente espiritual de la Gran Esposa Real, aunque esta última debía dar descendencia al poder temporal terrenal mediante la unión con el faraón, en el que se había encarnado el dios.
La situación de un doble poder en Egipto perduró a lo largo de toda la XXI Dinastía. De hecho, data de este período,
concretamente cuando era gran sacerdote Pinedyem II(990-969 a. de C.), el último gran saqueo en la necrópolis del Valle
de los Reyes, evento que motivó a los sacerdotes de Amón a restaurar y sepultar de nuevo a las momias de algunos
faraones, como Seti I y Ramsés II, en Deir el-Bahari, en una tumba que pertenecía precisamente a la familia de Pinedyem
II, y las momias reposaron definitivamente en su interior a principios de la XXII Dinastía(aproximadamente en el 930 a.
de C.). El lugar de este sepulcro real “comunitario” sería descubierto en 1881 por Gaston Maspero. Algunas otras momias
reales y las de algunos de los grandes sacerdotes tebanos fueron también trasladadas a la tumba de Amenhotep II, en el
mismo Valle de los Reyes.
Entre tanto, el dominio de Egipto sobre los países del Próximo Oriente se había perdido por completo; sólo con el faraón
Siamun(978-959 a. de C.)se produjo un intento de búsqueda de nuevas salidas comerciales mediante una alianza con el
Estado de Israel en contra de los filisteos.
A la muerte de Psusennes III(969-945 a. de C.), último sumo sacerdote co-gobernante de la XXI Dinastía, accedió al trono
un general que se había casado con la hija del rey, Sheshonk I(945-924 a. de C.), de estirpe libia, que dio comienzo a una
nueva dinastía, la XXII también llamada de los Bubástidas o Libia(945-715 a. de C.). Sheshonk I se había instalado
décadas atrás con su familia en la región del Delta, bajo la protección de Psusennes II(959-945 a. de C.). Una vez
proclamado faraón, decidió mantener la capital de Egipto en Tanis. Así, de esta manera, dio comienzo una muy larga
etapa en la que el País del Nilo se vio dominado por diversos pueblos extranjeros: libios, etíopes-sudaneses, asirios,
persas, griegos y, finalmente, romanos.
Sheshonk I devolvió a Egipto cierta importancia, otorgó a su familia todos los poderes-temporales y espirituales-de
control del país y logró reunificar prácticamente a Egipto. Además realizó grandes ampliaciones en el Templo de Karnak,
recordando su victoriosa hazaña en Palestina contra los reinos de Judá e Israel. Durante el reinado de sus sucesores,
Egipto contribuyó a frenar la expansión de los asirios, que, bajo los reyes Asurnasirpal II y Salmanasar III, habían
intentado someter toda el área sirio-palestina. El faraón Osorcón II(847-850 a. de C.), aliándose con Biblos, Damasco e
Israel, envió contingentes militares. Esta coalición logró detener momentáneamente la expansión asiria en la batalla de
Qarqar, sobre el Orontes en el año de 853 a. de C. Desde finales de la Dinastía XX, la influencia de los sacerdotes de
Amón en Tebas aumentó considerablemente en todo el país y sobre todo en sur, desde donde se propagó a Nubia, donde
Amón se convirtió en la divinidad principal de esta región africana. Desde tiempos de esta Dinastía Libia XXII, y por la
presión Sheshonk I contra los sacerdotes, éstos empezaron a emigrar hasta el sur con sus riquezas.
Como puede apreciarse, este Tercer Período Intermedio fue una época de gran inestabilidad para la tierra de los faraones,
ya que existía un doble poder, por un lado el de los sacerdotes de Amón en Tebas y por otro el de los monarcas de Tanis.
Para evitar esa fuerte tensión la familia gobernante de la XXII Dinastía realizó una serie de maniobras conducentes a
estrechar los lazos entre los dos grandes poderes. De esta manera Osorcón II en una brillante maniobra política sitúo a uno
de sus hijos, Nimlot, en lo más alto de la carrera religiosa, como sumo sacerdote del clero de Amón, y a otro, llamado
también Sheshonk, como sumo sacerdote del clero de Ptah. De esta forma Osorcón II consiguió un período de estabilidad
entre el norte y el sur del país. Osorcón II fue sucedido en el trono por otro de sus hijos, Takelot II, el cual contrajo
matrimonio con la hija de su medio hermano Nimlot, la princesa Karomama. Takelot II continúo la política de buenas
relaciones con Tebas iniciada por su padre, y durante los años de Nimlot muchas princesas de Tanis contrajeron
matrimonio con grandes señores de Tebas. Pero toda paz tiene un final, ya que las buenas relaciones con Tebas se vieron
enturbiadas cuando a la muerte de Nimlot, Takelot II envió a su hijo Osorcón, el príncipe heredero al trono, para cubrir la
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vacante de sumo sacerdote. Osorcón era contrario al talante conciliador de su padre, y desde su llegada a Tebas generó un
gran descontento entre los sacerdotes del clero de Amón, que denunciaron sus irregularidades conductuales. Osorcón no
supo aceptar las críticas y se enfrentó a sus “enemigos” de manera violenta, acabando con sus vidas y quemando sus
cuerpos, acción que no hizo más que aumentar el descontento, iniciándose así una guerra civil entre Tebas y Tanis que
perduró hasta los últimos años de la vida del esposo de Karomama. Tras la muerte de Takelot II no le sucedió en el trono
el príncipe heredero Osorcón que se encontraba lejos de Tanis, sino un hijo menor del fallecido monarca que sería
coronado como Sheshonk III.
Deteniéndonos por un momento en el recorrido histórico, creo que sería pertinente hablar un poco sobre la figura de
Karomama. La reina Karomama fue la tercera Divina Adoradora o Adoratriz Divina, y fue una de las mujeres más
notables de su época ya que acaparaba en su persona los títulos de Esposa del dios Amón, del que era su adoratriz divinafigura equivalente al faraón en el terreno espiritual-y Esposa del faraón de Egipto, con el que compartía el trono y el
poder. A pesar de ser un personaje bastante desconocido para el gran público, la reina Karomama fue una de las mujeres
más influyentes de su tiempo. Como ya vimos fue hija de Nimlot, sumo sacerdote de Amón, y contrajo matrimonio con su
tío Takelot II. Sin duda alguna Karomama jugó un importante papel como intermediaria entre el poderoso clero de Amón
en Tebas y el poder político reinante de Tanis.
Durante más de medio siglo una serie de sacerdotisas, iniciadas en los misterios de Amón, tomaron el poder político y
religioso de la ciudad de Tebas: una dinastía de Adoratrices Divinas. La mujer que desempeño dicho cargo durante la
segunda mitad del siglo IX a. de C. fue precisamente Karomama, también conocida con el sobrenombre de la Amada de
Mut. La carrera religiosa, como puede intuirse, a Karomama le venía de familia y siendo su padre el sumo sacerdote del
clero de Amón en Karnak, no parece extraño que éste consagrase a la bella princesa como divina adoratriz del dios.
Las adoratrices divinas siempre pertenecían a la familia del faraón y era un cargo hereditari o, que se perpetuaba a través
de la adopción. El faraón reinante proponía a una princesa de su corte como futura adoratriz, y esta sucesora actuaba como
hija de la adoratriz reinante, de la que aprendería todo lo necesario para desarrollar su importante rol. Una vez que la
sucesora había aprendido lo necesario, ambas reinaban conjuntamente hasta que la “maestra” moría, abdicaba o dejaba el
cargo en manos de su “alumna” sustituta. Karomama fue la tercera adoratriz divina de esta saga de mujeres poderosas que
procuraron el bienestar espiritual de Egipto durante más de cinco décadas.
El papel de las adoratrices divinas era muy reconocido, y llegaron a gobernar por completo a la ciudad de Tebas. Las
adoratrices eran las encargadas de alegrar a la divinidad y hacer que les fuera propicia la vida a todos los antiguos
egipcios. Eran capaces de controlar las energías cósmicas y divinas, y sabían modular la voz de una manera que sólo los
dioses pudiesen escucharlas. Estas iniciadas mujeres conocían todos los secretos del clero de Amón y poseían un gran
potencial mágico; eran las únicas capaces de trabar amuletos y activar o desactivar la magia. En las representaciones se les
observa con el uraeus como tocado y vestidas con un vestido largo y ceñido, con un collar ancho y algunos brazaletes. Las
adoratrices reales se coronaban en una gran ceremonia similar a la de la coronación de los faraones; estas mujeres
escribían sus nombres en cartuchos y sus títulos las equiparaban con los de los monarcas, y al igual que ellos tenían la
potestad de dirigir ritos, consagrar monumentos y capillas en los templos, hacerse representar en forma de esfinge o
realizar ofrendas y sacrificios, llegando incluso a disfrutar de un poder religioso similar al de los faraones. Estas
adoratrices realizaban una gran cantidad de ritos reales, inclusive tenían su propia fiesta de regeneración muy similar al
Heb sed de los faraones, que detallaré en capítulos posteriores. Poseían grandes conocimientos esotéricos y mágicos, lo
que las calificaba para realizar rituales energéticos tales como recorrer un espacio sagrado rodeándolo cuatro veces, o
disparar flechas a dianas situadas en el templo orientadas a cuatro direcciones distintas, esto en alusión a los cuatro puntos
cardinales. Las adoratrices no sólo representaban un importantísimo papel en el terreno de lo religioso, un estatus que las
convertía en soberanas absolutas de lo espiritual, sino que también tuvieron un inmenso poder económico, gracias a la
gran cantidad de donativos que recibían por parte de sus fieles devotos. Eran dueñas de enormes territorios, graneros, un
gran número de joyas y metales preciosos, vestidos y ropas con los más hermosos bordados, y de los más nobles tejidos, y
a ellas eran consagradas un gran número de estatuillas para su veneración, como una que ha hecho famosa a la reina
Karomama. Algunas adoratrices recibían culto al igual que los faraones. La propia Karomama por ejemplo, disponía de
una capilla en el Ramesseum.
Continuando con nuestro recorrido histórico, cuando los faraones libios Bubástidas entraron en un período de decadencia,
varios rivales se alzaron en armas para conquistar el poder. A la muerte de Takelot II(850-825 a. de C.)-sexto soberano de
la XXII Dinastía-en el 825 a. de C., el trono de Egipto fue ocupado, como ya lo mencionamos, por el joven Sheshonk
III(825-773 a. de C.), pero en el octavo año de su reinado, el príncipe Petubastis I(818-793 a. de C.), oriundo de la ciudad
de Leontópolis, en el delta, se autoproclamó faraón y fundó así una nueva dinastía, la XXIII, dividió el poder del norte de
Egipto en dos territorios y se alió con los sacerdotes tebanos de Amón. Las dos dinastías continuaron reinando
simultáneamente, y mientras los reyes de la XXII Dinastía tenían cada vez menos poder, los faraones de la XXIII unían
prácticamente el sur con parte del norte de Egipto. Es importante remarcar y señalar que durante la XXII Dinastía Egipto
invade Palestina y sus ejércitos saquean Jerusalén y el mítico Templo de Salomón, llevándose entre el botín,
aparentemente y según algunos autores, a la enigmática Arca de la Alianza, como lo veremos algo más adelante.
A finales del Imperio Nuevo, Nubia se separó de Egipto y, poco a poco, fue consolidándose al sur de Assuán como un
reino independiente con capital en Napata. Analizando sus antecedentes, es conocido que a los faraones no les agradaba
tener un vecino poderoso en su frontera sur, especialmente porque dependían de las minas de oro de Nubia para financiar
su predominio en Asia occidental. De tal manera que los faraones de la XVIII Dinastía enviaron en varias ocasiones
legiones para conquistar y controlar Nubia, y erigir fuertes a lo largo del Nilo. Impusieron a los jefes nubios como
administradores, y a los niños de los nubios privilegiados los educaron en Tebas. Subyugada, la élite nubia comenzó a
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adoptar la cultura y las costumbres religiosas de Egipto, venerando a sus dioses-principalmente a Amón-, valiéndose de su
idioma, adoptando sus ritos funerarios, para, después, construir pirámides. Podría decirse que los nubios fueron los
primeros en caer en la “egiptomanía”. En la historia de Nubia, como reino ya independiente, se tienen algunos datos y
referencias sobre los dos primeros reyes nubios que tuvieron cierta ingerencia sobre Egipto: Alara(775-765 a. de C.) y
Kashta(765-747 a. de C.). Fue precisamente Kashta quien consiguió convencer a la esposa divina terrenal de Amón en
Tebas de adoptar a su hija, Amón-Redes, para que así heredara su cargo y de esa manera pasar toda la riqueza y toda la
influencia de los sacerdotes de Amón a su reino y a su descendencia. Después de Kashta subió al trono nubio de Napata su
hijo, Ba Anky(Piankhi, Pianj), también llamado Piye(747-716 a. de C.), que decidió que la única manera de salvar a
Egipto de sí mismo era invadiéndolo, y de esta manera se dirigió y comenzó con sus tropas la expansión hacia el norte, y
ocupó primero Tebas, obteniendo el control de la ciudad por medio de su hermana Imenirdis(Amenardis), para entonces
ya convertida en la Divina Adoradora de Amón, ya que en el año 736 a. de C. fue adoptada como sucesora para este
importante cargo por la Divina Adoratriz anterior, Shepenupet I; y llegó posteriormente hasta Menfis, donde fue
reconocido por los sacerdotes de Heliópolis como faraón de todo Egipto. Entre tanto, en Sais, la ciudad del delta, se había
constituido una autonomía local que en 727 a. de C. llevó al rey Tefnajt(727-720 a. de C.)a proclamarse independiente,
fundando así la XXIV Dinastía Libia, también conocida por los egiptólogos como Deltaica con breve reinado de la
dinastía Saíta. Ante la expansión nubia hacia el norte, Tefnajt reunió un ejército en el Delta y marchó hacia Tebas, pero
fue derrotado precisamente por Piankhi, que conquistó también, y como ya lo mencionamos, la ciudad de Menfis, y se
convirtió en rey del Alto y del Bajo Egipto y en el Señor de Dos Reinos: Egipto y Nubia, fundando así oficialmente la
XXV Dinastía conocida como Cusita(Kushita), Nubia, Etíope o mejor llamada Sudanesa-de Sudán-; es decir que, durante
alrededor de 70 años, el país estuvo gobernado por faraones negros.
De regreso a su capital nubia, Napata, Piankhi se dedicó a agrandar la ciudad y ampliar el templo de Amón. Por otro lado
en Sais, la derrota no impidió a Tefnajt mantener su orden y su control sobre el Delta y dejar el trono a su hijo
Bokenranef(720-715 a. de C.).
Tras un reinado de aproximadamente 35 años, Piankhi murió en 716 a. de C.; sus súbditos honraron sus deseos al
sepultarlo, con cuatro de sus caballos, en una pirámide similar a las egipcias. Fue la primer faraón que, después de 500
años, recibió un entierro de tal magnitud y parafernalia sepulcral. Shabaka(716-702 a. de C.), hermano de Piankhi-cuarto
gobernante de la XXV Dinastía-,y sus sucesores, gobernaron Egipto desde Napata, pero adoptando costumbres y
tradiciones faraónicas, empezando por la titulación real y el arte, inspirado totalmente en los cánones egipcios, y llegando
incluso a abrazar y adoptar plenamente a la religión tebana. Se puede pensar que Shabaka consolidó la XXV Dinastía al
establecer su residencia real, por largos períodos de tiempo, en la capital egipcia de Menfis. De la misma manera que su
hermano, contrajo matrimonio como en las antiguas tradiciones faraónicas, y asumió el trono con el nombre de un
soberano de la VI Dinastía, Pepi II, tal y como Piankhi reclamó el trono en su momento con el antiguo nombre de
Tutmosis III. Con importantes obras arquitectónicas, Shabaka colmó de lujos a Tebas y al templo de Luxor. En Karnak
levantó una estatua de granito rosa retratándose con la doble corona kushite(kushita)uraeus: las dos cobras denotan su
legitimidad como el Señor de los Dos Reinos. Mediante la arquitectura y el poderío militar, Shabaka le manifestó a Egipto
y a los egipcios que los nubios habían llegado para quedarse.
Hacia el este, los asirios construían aceleradamente su propio imperio. En 701 a. de C., cuando sus ejércitos avanzaban
hacia Judea(Israel), los nubios decidieron atacar. Ambas fuerzas militares se encontraron y chocaron en la ciudad de
Eltekeh. A pesar de que el emperador asirio Sennacherib se jactó de que “les infligió la destrucción a los nubios”, un
joven príncipe nubio, quizás de apenas 20 años de edad, hijo del gran faraón Piankhi, logró sobrevivir. El que los asirios
fallaran en su intento por ejecutar al príncipe, sugiere que su “victoria” fue todo menos total. En todo caso, cuando los
ejércitos de Sennacherib partían de sus tierras y se congregaban a las puertas de Jerusalén, el líder judío sitiado, Ezequías,
confiaba en que los aliados de los egipcios-los nubios-llegarían a salvarlo. Burlonamente, los asirios dieron a esto una
respuesta inmortalizada en el Antiguo Testamento(Reyes 2): “Tú cuentas con la ayuda de esa caña rota que es Egipto,
que rompe y traspasa la mano de todo el que se apoya en ella. Así se porta el Faraón con los que confían en él”. Pero
entonces, y según las Escrituras bíblicas y otras crónicas, ocurrió un supuesto “milagro”: los asirios se replegaron y no
atacaron Jerusalén. ¿Es que acaso los azotó una plaga bíblica o los aniquiló la ira de Yahvé...?. O, como lo han planteado
algunos investigadores, ¿quizás lo que les hizo huir fueron las alarmantes noticias de que el príncipe nubio avanzaba hacia
Jerusalén con un enorme ejército?. Lo que se sabe con certeza es que Sennacherib abandonó el lugar y, a gal ope,
deshonrado, volvió a su reino, donde, al parecer fue asesinado, a manos de sus propios hijos, 18 años después.
Sin duda ha sido sencillo pasar por alto entre estos cruciales acontecimientos históricos, al margen de este panorama
incluso bíblico, al personaje de piel negra, el sobreviviente de Eltekeh, el implacable príncipe que para los asirios sería
“aquel que fue condenado por los dioses”: Taharqa, hijo de Piankhi.
Taharqa(690-664 a. de C.)-sexto gobernante de la XXV Dinastía-fue coronado faraón en Menfis a los 31 años de edad en
el 690 a. de C., y condujo los imperios unidos de Egipto y Nubia por los siguientes 26 años. Su reinado fue muy próspero
para el desarrollo del Imperio en todos los rubros, pero también fue precisamente durante este que Egipto entró en guerra
contra los asirios de Mesopotamia. Los egipcios se aliaron entonces con Palestina para tratar de impedir la expansión del
naciente imperio de los asirios, cuyo desarrollo partió del intento de invasión a Egipto por parte del rey
Asaradón/Esarhaddon(681-669 a. de C.), que al tener controlada la ruta comercial de la costa del Líbano, obligó a que
Taharqa enviara sus tropas al sur de Levante para respaldar una revuelta en contra del asirio. Pero en el año 674 a. de C.,
Asaradón anuló esta empresa de Taharqa internándose en Egipto; no obstante, las legiones del faraón nubio repelieron a
sus adversarios en este primer intento de conquistar al País del Nilo. Obviamente que la victoria ensalzó al líder nubio, y
por lo tanto varios grupos rebeldes a lo largo del Mediterráneo compartieron sus veleidades y, en calidad de aliados, se
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unieron contra Asaradón. Pero esto no desalentó a los asirios, que partieron con su ejército y sus camellos, adentrándose
en el desierto del Sinaí, para sofocar esta rebelión. El éxito fue inmediato para los asirios, entonces Asaradón era quien
rebosaba con ansias de sangre y enfiló sus legiones hacia el delta del Nilo. Taharqa y sus ejércitos se alistaron para el dur o
combate contra los asirios; lucharon durante 15 días, pero los nubios fueron replegados hasta Menfis, de donde, herido en
cinco ocasiones, Taharqa logró escapar. Esta confrontación egiptonubia-asiria, que terminó siendo una conquista de los
mesopotámicos, concluyó en el 671 a. de C. con la caída de Menfis y de muchas ciudades del delta oriental bajo el
dominio asirio. Siguiendo la costumbre característica de su pueblo, Asaradón mandó sacrificar a los lugareños y “hacer
pilas con sus cabezas”. Más tarde los asirios escribirían: “Su reino, su harén, Ushankhuru su heredero, y el resto de sus
hijos e hijas, sus fincas, sus dioses, sus caballos, sus ganados, sus carneros, una y otra vez, los llevaremos a Asiria.
Arranqué de tajo la raíz Kush en Egipto”. Para conmemorar la humillación de Taharqa, Asaradón encargó una estela, en
donde se exponía a Ushankhuru, hijo de aquel, arrodillado ante los asirios con una cuerda alrededor del cuello. Sin
embargo, el derrotado faraón Taharqa, que casualmente había sobrevivido a la conquista y se había retirado a Nubia,
posteriormente reconquistó Menfis. En el 669 a. de C. Asaradón murió camino a Egipto, después de enterarse de que,
precisamente, Taharqa se las había arreglado para volver a tomar dicha ciudad. Los asirios, comandados por un nuevo rey,
Asurbanipal(669-627 a. de C.), lanzaron un segundo ataque contra la ciudad, esta vez con una legión engrosada por tropas
de rebeldes capturados, y Taharqa al ver que no tenía esta vez ni una posibilidad de éxito contra los invasores, huyó hacia
el sur, a Napata, para nunca regresar a Egipto. La incursión asiria concluyó con la ejecución de numerosos príncipes del
delta. Pero dos monarcas de Sais, Neco I(672-664 a. de C.)y su hijo Psamético I(664-610 a. de C.), no fueron asesinados,
y a ellos fue encomendado el gobierno del país, que para entonces se limitaba al Bajo Egipto: Menfis y Sais al padre, y
Atribis al hijo. Neco I murió en el intento de frenar el avance del ejército de Tanutamón(664-656 a. de C.)-que fue el
último de los soberanos cusitas-, hijo y sucesor de Taharqa.
Asurbanipal reaccionó inmediatamente, y tras reconquistar Menfis y derrotar a Tanutamón en Nubia, saqueó Tebas en el
664 a. de C. Obligado a regresar a su país para sofocar una revuelta, Asurbanipal dejó el poder a Psamético, quien, sin
embargo, devolvió la independencia a su pueblo y asumió el control del mismo, fundando la XXVI Dinastía, también
llamada Saíta por el nombre de su ciudad de origen, Sais, y dando inicio a lo que se conoce como Imperio Tardío.
Los Cusitas o Kushitas gobernaron Egipto desde el 775 a. de C. hasta que fueron derrotados por los asirios en el 656 a. de
C., y su importancia radica en que formaron parte de un capítulo ignorado por la historia, que relata una época en que los
reyes negros nubios, desde lo más profundo de África, conquistaron el antiguo Egipto. Bajo el dominio nubio Egipto llegó
a ser, nuevamente, Egipto. Los llamados faraones negros reunificaron a un Egipto desgarrado, colmaron su paisaje de
gloriosos monumentos, construyeron un extendido imperio desde la frontera sur hasta lo que hoy es Jartum, en la ruta
septentrional hacia el Mediterráneo. Se mantuvieron firmes hasta el final ante los sanguinarios asirios, y probablemente
esto contribuyó, en cierta medida, a mantener a salvo a Jerusalén, al menos por un tiempo.
Como comentario final me gustaría apuntar que lo que define la importancia de Taharqa en Nubia es su permanencia en el
poder luego de haber sido expulsado en dos ocasiones de Menfis. Cómo vivió sus últimos años es un verdadero misterio
para los especialistas, con la gran excepción de un decisivo e innovador hecho. Como su padre, Piankhi, Taharqa eligió
ser enterrado en una pirámide. Escogió un lugar en Nuri, en la ribera opuesta del Nilo. Se ha especulado al respecto y
probablemente Taharqa eligió esta ubicación porque desde Jebel Barkal-la montaña sagrada de Nubia que incluso cautivó
a los faraones egipcios del Imperio Nuevo, quienes creían que era el lugar donde había nacido el dios Amón-, su pirámide
se alinea precisamente con el alba del antiguo Año Nuevo de Egipto, vinculándolo así y eternamente con el concepto
egipcio de la vida después de la vida. Pero la verdadera razón por la cual Taharqa escogiera este lugar quedará, como la
historia de Nubia, en el misterio, tal vez en la oscuridad arqueológica, pero esperemos que nunca en el olvido de la
historia.
BAJA ÉPOCA, ÉPOCA TARDÍA O IMPERIO TARDÍO.
El llamado Imperio Tardío(664-332 a. de C.)estuvo caracterizado por la sucesión de gobiernos autónomos y
dominaciones extranjeras y abarca las últimas Dinastías del Egipto faraónico hasta la conquista de Alejandro Magno en el
año 332 a. de C., que marcó la pérdida definitiva de la autonomía política del país. Los faraones incluidos desde la XXVI
hasta la XXXI Dinastías gobernaron Egipto durante esta llamada Baja Época, Época Tardía o Imperio Tardío.
Después de la caída de la dinastía nubia en Egipto, apreció la dinastía XXVI en Sais(Período Saíta), al norte del país,
de cuyos faraones destaca Psematik o Psamético I(664-610 a. de C.), quién fue hábil en el arte de gobernar y logró
imponer su poder incluso en el Alto Egipto asentando en Tebas a su hija Nitocret como heredera de la divina adoradora de
Amón y asegurándose la colaboración del príncipe de la ciudad, Montuemhat. Asimismo en estos tiempos y como
reacción al empuje y al aumento de la influencia de las culturas extranjeros, instauró una política con una tendencia clara a
la recuperación de la identidad nacional y de la cultura “clásica” en el arte, la religión y la literatura de la época con un
cierto radicalismo y vuelta a las tradiciones antiguas, incluso de los tiempos del Imperio Antiguo, dando origen a una
corriente que fue denominada “Renacimiento Saíta” y representó uno de los momentos más prósperos de la civilización
egipcia en el último milenio de su historia. Esa renovada prosperidad se vio reflejada no sólo en las manifestaciones
artísticas, sino también en el respeto a las antiguas tradiciones religiosas, como la veneración a las divinidades nacionales,
en especial a Ptah y Neith, y a los animales sagrados, cuyo culto registró una amplia difusión en el Imperio Tardío. Con el
fin de someter a los príncipes del Delta, que se oponían a su autoridad, Psamético I recurrió a la ayuda de mercenarios,
principalmente griegos y anatolios, introduciendo desde entonces a Egipto en la esfera de la Grecia Clásica primero y
Helenística después. De hecho, durante la XXVI Dinastía se asentaron en Egipto las primeras colonias griegas, siendo la
más célebre la de Naucratis, floreciente centro comercial fundado en el Delta occidental, mientras en el recinto fortificado
de Elefantina prosperaba una comunidad hebrea. Es bien conocido que durante el final del reinado de Psamético I, para
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ser preciso, en el año 611 a. de C., los Escitas, un temible pueblo nómada de las estepas euroasiáticas, intentaron invadir
Egipto, sin éxito alguno, por lo que tuvieron que regresar a sus tierras al norte del Cáucaso.
El sucesor de Psamético I, Neco II(610-595 a. de C.), encargó a los griegos una flota de embarcaciones de tres remos y les
encomendó su dotación. También se sirvió de la experiencia de los fenicios para la circunnavegación de África,
documentada por el historiador griego Herodoto. La renovada estabilidad de Egipto indujo a algunos faraones a adoptar
una política expansionista. En 606-605 a. de C., Neco II llegó con sus ejércitos hasta Megiddo, donde venció a Josías,
entonces rey de Judá, pero no pudo evitar el enfrentamiento con los babilónicos, que en 605 a. de C., con Nabucodonosor
a la cabeza, inflingieron al ejército egipcio una aplastante derrota en Karkemish. Psamético II(595-589 a. de C.), bien
conocido a través de numerosos monumentos, dirigió sus miras hacia Nubia y detuvo el avance de los sobrevivientes
cusitas hacia el norte, y Apries(589-570 a. de C.), su hijo y sucesor, consiguió algunas victorias en Siria, pero fue
derrotado en el intento de ayudar a los libios a expugnar la colonia de Cirene. Jerusalén, a pesar de su apoyo, fue
reconquistada por Nabucodonosor, y su población fue deportada. Egipto dio asilo a algunos prófugos, entre ellos al
profeta Jeremías. Posteriormente el ejército egipcio eligió como monarca al general Ahmosis. Los reinados de Ahmosis II,
o Amasis(570-526 a. de C.), un monarca que se dedicó a construir y a restaurar edificios sagrados y a desarrollar el
comercio, y de su hijo Psamético III(526-525 a. de C.), que duró apenas seis meses, asistieron y fueron testigos de la caída
del Imperio Babilónico Asirio-Caldeo y del nacimiento de la potencia Persa.
Primera Dominación Persa. En 525 a. de C., el rey persa Cambyses o Cambises II puso fin a la Dinastía Saíta al derrocar
a Psamético III en Pelusio y conquistar Egipto, que se convirtió en una satrapía del entonces vasto Imperio Persa
Aqueménida(así denominada por Aquemenes, fundador de la dinastía persa), fundado por Ciro el Grande en torno al 550
a. de C. Los soberanos persas que gobernaron durante más de un siglo, representados en Menfis por un sátrapa y un
tesorero, constituyeron lo que algunos historiadores consideran como la XXVII Dinastía Aqueménida. La autoridad persa
mantuvo en sus cargos a los funcionarios egipcios, pero concedió mayor autonomía a los comerciantes griegos y fenicios
y reforzó las guarniciones extranjeras, como la judeo-aramea de Elefantina. Existen numerosas fuentes monumentales y
particulares que demuestran y dan fe del respeto mostrado a la cultura y a las tradiciones egipcias por parte de los reyes
persas, sobre todo por Cambises II y Darío I. Un grabado del templo de Serapis de Sakkara hace mención a un valioso
sarcófago donado por Cambises para la inhumación de un toro sagrado que se desarrolló con gran fastuosidad. Darío
I(522-486 a. de C.)cumplió sus compromisos de compilar un corpus de leyes egipcias con el fin de gobernar el país según
sus propios ordenamientos, de restaurar templos y de finalizar la excavación del canal a través de Uadi Tumilar para unir
el brazo oriental del Nilo con el Mar Rojo, iniciada por Neco II. Se tiene el conocimiento del envío a la corte aqueménida
de médicos egipcios, artesanos(cuya intervención es evidente en la decoración del palacio de Darío I, en Persépolis),
marinos y soldados, que prestaron servicio en las Guerras Medas(en las batallas de Salamina y Platea). En la época de los
sucesores de Darío I, el descontento popular, provocado por los impuestos exigidos por los sátrapas, que impusieron
incluso considerables restricciones a los templos y un aparente hartazgo, no del todo documentado, contra la crueldad de
la ocupación persa en Egipto, desembocó en una serie de varias revueltas civiles, apoyadas por los griegos y alentadas por
sus victorias sobre los persas en Maratón(490 a. de C.). La primera rebelión, duramente reprimida en el 486 a. de C. por
Jerjes I(486-465 a. de C.)-tercer soberano de la Dinastía Aqueménida-estuvo seguida de una segunda bajo el reinado de
Artajerjes I(465-424 a. de C.)-cuarto gobernante persa-guiada por los príncipes Inaro(Anaros)de Heliópolis, tal vez hijo de
Psamético III, y Amirteo de Sais. Pero de nuevo los egipcios, apoyados por los griegos, fueron derrotados, e Inaro fue
ajusticiado en el 454 a. de C. Toda esta época estuvo marcada por la lucha entre los griegos y los persas, y las posteriores
Dinastías XXVIII, XXIX y XXX intentaron aprovechar estas guerras para garantizar la libertad de Egipto.
Los Últimos Intentos Independentistas y La Segunda Dominación Persa. La insurrección decisiva se produjo durante el
reinado de Darío II(424-405 a. de C.)-penúltimo soberano de la XXVII Dinastía-, y el país fue liberado casi
completamente de los invasores persas por Amirteo(404-399 a. de C.), fundador y único faraón de la XXVIII Dinastía de
nuevo egipcia. Pero fue destronado por Neferites I(399-393 a. de C.), gobernante de una ciudad del Delta oriental, que
expulsó definitivamente a los extranjeros y dio comienzo a la XXIX Dinastía. Su sucesor, Psamutis(393 a. de C.), fue
destituido por Hacoris(393-380 a. de C.), que demostró ser un valeroso guerrero en defensa de numerosas ciudades
griegas. Neferites II(380 a. de C.), el último soberano de la XXIX Dinastía, fue derrocado por un general nacido en
Sebennito, ciudad situada en el ramal central del Delta, el futuro Nectánebo I(380-362 a. de C.), primer rey de la XXX
Dinastía. Los tres faraones que integraron esta última dinastía de estirpe egipcia-Nectánebo I, Teos(362-360 a. de C.) y
Nectánebo II(360-343 a. de C.)-dotaron al país de magníficas construcciones y lograron impedir el regreso de los
aqueménidas hasta el año 343 a. de C., cuando los persas, conducidos por Artajerjes III Oco(343-337 a. de C.),
conquistaron de nuevo a Egipto; en aquella nueva gran embestida militar de los asiáticos contra el País del Nilo los
templos sufrieron graves daños, sin duda la ocupación extranjera debió ser muy dura para los antiguos egipcios. La XXXI
Dinastía, que duró diez años y que no se menciona en la cronología de Manetón, representó el período de la Segunda
Dominación Persa y estuvo integrada por los reyes Artajerjes III Oco, que fue envenenado en Persia; por Arses(337-335 a.
de C.), que también murió asesinado, y por Darío III Codomano(335-332 a. de C.). Este último, derrotado en Issos por
Alejandro Magno en el 332 a. de C., tuvo que ceder Egipto, que acogió al macedonio como libertador, empezando otra era
de dominación extranjera, primero griega y luego romana. No se sabe ni cómo ni dónde desapareció el último faraón
egipcio, Nectánebo II, gran constructor y soldado desafortunado. Seguramente terminó sus días en Nubia. El año 343 a. de
C. fue el último año en que reinó en el “trono de los vivos” de Egipto un faraón de origen egipcio.
PERÍODOS HELENÍSTICO Y ROMANO. Dinastía Macedónica. Según una leyenda, que se remonta a la época
helenística y que fue creada muy probablemente por sacerdotes egipcios, se menciona que el último faraón de la XXX
Dinastía, Nectánebo II, tras ser derrotado por el rey persa Artajerjes III, se refugio en Macedonia. Allí adquirió gran
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notoriedad como mago, y bajo la apariencia del dios Amón sedujo a la reina Olimpia, esposa del rey Filipo de Macedonia.
De su unión habría nacido Alejandro, hijo de Amón y legítimo heredero de Nectánebo II al trono de Egipto, según y
siguiendo la tradición ancestral de la unión del dios con la gran esposa real, bajo el aspecto mortal del faraón. Esta leyenda
de la paternidad divina de Alejandro el Macedonio fue creada muy posiblemente para justificar el hecho de que fuera
acogido en Egipto no como un conquistador, sino como un libertador de los enemigos persas. Como lo menciona la
historia, Alejandro Magno fue coronado siendo muy joven, en el 336 a. de C., y en su tercer año de reinado derrotó en Isos
a Darío III, rey de los persas, y se apoderó de su gran imperio, que comprendía incluso Egipto. De esta manera la
ocupación pacífica de Egipto por las tropas de Alejandro Magno en el 332 a. de C., que incluso fue coronado faraón en
Menfis, supuso el fin definitivo del dominio persa en tierras faraónicas. Durante su corto reinado(332-323 a. de C.),
Alejandro mandó construir un templo en el oasis de Bahariya, fundó la histórica y cultural ciudad de Alejandría en el 332
a. de C., e hizo un célebre viaje al oasis de Siwa para consultar al oráculo del dios Amón antes de continuar sus conquistas
en Asia, pero desgraciadamente murió de una manera prematura y abrupta a causa de la malaria en Babilonia en el 323 a.
de C. Le sucedió en el trono su hermanastro Filipo Arrideo(323-316 a. de C.), y después su hijo póstumo, Alejandro
IV(316-304 a. de C.), que fue asesinado con su madre en 311 a. de C. Entre tanto fueron nombrados, como sátrapa de
Egipto un diádoco(“sucesor”), un ex general de Alejandro Magno, Tolomeo, hijo de Lago, y dos gobernadores egipcios.
Pero Tolomeo aprovechó el momento de crisis política en la sucesión al trono del Imperio, depuso al anterior
administrador de Egipto, el rapaz Cleómenes, al que ejecutó más tarde, apropiándose del notable tesoro-más de 8000
talentos-que éste había recaudado con mano firme durante años, y en poco tiempo se hizo del control absoluto del país
para así autoproclamarse rey en el año de 304 a. de C. con el nombre Tolomeo I Sóter-es decir, “Salvador”-(304-284 a. de
C.)y de esa manera gobernar solo todo Egipto, fundando una nueva Dinastía y trasladando la capital y la residencia real de
Menfis a Alejandría, que para entonces ya era una opulenta ciudad portuaria, y que llegaría a convertirse a la postre en la
más próspera de todo Egipto y del mundo Mediterráneo, foco muy importante del helenismo, la filosofía y las ciencias. En
ella Tolomeo I Sóter edificaría el famoso Faro de Alejandría sobre la llamada Isla del Faro, monumento que sería el
asombro del mundo y una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Entre los grandes maestros que vivieron en
Alejandría se podrían mencionar a: Arquímedes; Ctesibio, que inventó varias máquinas hidráulicas y autómatas, como su
famosa Clepsidra; Euclides el geómetra; Hiparco, que explicó a todos la Trigonometría y defendió su visión del
Universo: enseñó que las estrellas del cielo tienen vida, que nacen y después se desplazan a lo largo de los siglos y
finalmente mueren. Aristarco; Erastóstenes, que escribió su obra Geografía e hizo un mapa bastante preciso del mundo
conocido hasta entonces; Herón de Alejandría, maestro de la hidráulica, inventor de cajas de engranaje y de asombrosos
y novedosos aparatos de vapor, entre los que destacan sus Puertas movidas por la presión del vapor, su Eolípida y su
Órgano eólico; Galeno, que escribió tratados de medicina, curación y anatomía; Hipatia, la mujer filósofa que según
ciertos estudiosos murió defendiendo a la ciencia o a algún conocimiento esotérico o hermético, entre algunos otros
grandes eruditos.
Por otra parte, Tolomeo I logró mantener un vasto ejército mercenario y mandó construir una potente flota, lo que le
permitió resistir el acoso de otros rivales y defender las fronteras de su reino, que comprendía Cirenaica, Egipto y Siria
meridional, de otros caudillos griegos. El poder de Tolomeo I se afirmó tras una contundente victoria en el 320 a. de C.,
obtenida sin entablar combate, cuando fue atacado por Perdicas, el más poderoso de los diádocos, que intentó penetrar en
Egipto con su ejército. Incapaces de vadear el Nilo, las tropas invasoras sufrieron un terrible desastre en el intento, pues
más de 2000 hombres se ahogaron y otros fueron devorados por los cocodrilos. A la noche siguiente Perdicas fue
asesinado a traición por sus propios capitanes, enfurecidos por la catástrofe y quizá sobornados por Tolomeo, como
sugiere el hecho de que éste acordara una paz con los asesinos de Perdicas y los convirtiera en regentes. De esta manera
concluyó la llamada Primera Guerra de los Diádocos. Tolomeo I tuvo que defender sus dominios en otros conflictos, en
los que demostró su pericia militar. Un buen ejemplo fue la Tercera Guerra de los Diádocos, cuando se alió con Lisímaco,
rey de Tracia-cuya sede era la ciudad de Pérgamo-, y con Casandro, rey de Macedonia, para detener al dueño de Asia
Menor, Antígono el Tuerto, y a su hijo Demetrio Poliorcetes, famoso por su audacia en la guerra. Antígono invadió Siria,
que era territorio de Tolomeo, asediando Tiro y otras ciudades. Pero éste intervino y derrotó contundentemente a
Antígono y Demetrio en la batalla de Gaza en el 312 a. de C. En la Cuarta Guerra de los Diádocos, Tolomeo expandió su
área de influencia por Chipre y el mar Egeo. Demetrio tomó Atenas y se dirigió contra Tolomeo en Chipre. Y aunque éste
perdió la isla en la 306 a. de C. a manos de ese maestro de los asedios, la recuperó unos diez años después. Demetrio tenía
la intención de invadir Egipto, pero una tormenta se lo impidió. Más tarde, Tolomeo mantuvo algunas escaramuzas
navales con los caudillos griegos, como el asedio de Rodas o el hostigamiento de Atenas, y demostró que podía ejercer el
dominio sobre los mares con la flota que mantuvo desde Alejandría. En 288-287 a. de C. conquistó las ciudades fenicias
de Sidón y Tiro, y se hizo con el control de la liga de los Nesiotas, una federación de islas griegas. Tolomeo I no sólo
afianzó su poder en la guerra, por tierra y por mar, sino que también practicó la diplomacia con sus rivales a través de
oportunos pactos matrimoniales. Tras repudiar a su primera esposa, la princesa Artakama, hija de Artabazo, sátrapa de
Bactria, se casó con Eurídice, la hija del viejo Antípatro, regente de Macedonia, en el 321 a. de C.; obviamente que se
trató de una boda de conveniencia política. Con ella tuvo seis hijos, de los que el más famoso fue el intrépido Tolomeo,
apodado el Rayo-Kéraunos-, de trágico destino. Unos años después desposó a Berenice, en el 317 a. de C., con quien tuvo
tres hijos: Arsínoe-a quien ofreció como esposa a Lisímaco-, Tolomeo y Filótera. Este Tolomeo, nacido en 309 a. de C.,
será su sucesor como monarca de Egipto. Se sabe que ofreció en matrimonio a su segunda hija a Alejandro, hijo de
Casandro, y que incluso también prometió una tercera, de nombre Ptolemaide a Demetrio, aunque esa boda no llegó a
celebrarse. Se puede concluir comentando que mientras los otros mariscales o diádocos de Alejandro El Grande pactaban,
luchaban y se asesinaban, y en estrepitosas batallas se recomponían reinos y fronteras en el mapa geopolítico, Tolomeo I
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Sóter se dedicó a fortalecer su poder en Egipto y fue, como ya lo mencioné, engrandeciendo y embelleciendo su gran
ciudad capital, Alejandría, que llegó a ser durante su reinado la metrópoli más poblada, cosmopolita y espléndida del
mundo Mediterráneo.
La Dinastía de los Tolomeos. La dinastía de los Tolomeos, también llamada Dinastía Lágida, reinó en Egipto durante casi
300 años, y alcanzó su máximo apogeo durante los reinados de Tolomeo II Filadelfo(285-246 a. de C.)-quien por cierto
fue el primer monarca tolemaico que se casó con su hermana, Arsínoe II, causando una gran conmoción, ya que al
contrario de lo que sucedía en la cultura faraónica, en la sociedad griega el matrimonio entre hermanos no estaba bien
visto; ambos pasaron a llamarse “dioses filadelfos”, es decir “dioses hermanos que se aman entre sí”. Desde ese momento
sus sucesores seguirían esta costumbre muy egipcia y muy faraónica, aunque la verdad es que era una decisión puramente
política que dio lugar a frecuentes desavenencias personales durante toda esta Dinastía-, y Tolomeo III Evérgetes I(246221 a. de C.). Precisamente durante el reinado de Tolomeo II Filadelfo es que se construye el “Museo”, un gran edificio
en el que se reunirá todo el saber de la época. Se le nombró Museo por respeto a la sabiduría, porque lo consideraron un
recinto consagrado a las Musas, las diosas de las artes y las ciencias. Algunos historiadores consideran al Museo de
Alejandría como la institución científica más antigua del mundo. El Museo tenía varios departamentos dedicados al saber,
que se fueron ampliando y adquiriendo mayor importancia con el paso del tiempo. Los primeros faraones Tolomeos
deseaban que Alejandría superara a la antigua Atenas como el centro cultural e intelectual del mundo helénico, y lo
consiguieron. A la nueva capital egipcia llegaron las mentes más sabias y brillantes de la antigüedad: intelectuales,
artistas, historiadores, matemáticos, geógrafos, astrónomos, filósofos y científicos de las más diversas ramas, como ya lo
mencionamos líneas atrás. Aquí recibían todo el apoyo del gobierno y del clero para que pudieran desarrollar su trabajo en
un ambiente verdaderamente óptimo. Uno de los departamentos del Museo se dedicó a la famosa Biblioteca de Alejandría,
donde se guardaban todos los trabajos e investigaciones de los científicos y sabios que la corte tolemaica protegía y
patrocinaba. Desgraciadamente ésta se quemó en un incendio en la época de Cleopatra VII, como lo veremos más
adelante. Todos los relatos aseguran que la Biblioteca de Alejandría fue una de las más grandes y completas de la
antigüedad, se consideraba que tenía la más grande colección de libros del mundo antiguo. Fue fundada originalmente por
Tolomeo I Sóter, pero ampliada por su hijo Tolomeo II Filadelfo a principios del siglo III a. de C. Los eruditos encargados
de la biblioteca eran los hombres más capaces de la Alejandría de la época. Zenódoto de Éfeso, cuya especialidad era la
clasificación de poesía, fue el primero en obtener el cargo de bibliotecario. El poeta Calímaco realizó el primer catálogo
general de sus libros y aparentemente también trabajó como bibliotecario. Los dos bibliotecarios más notables fueron
Aristófanes de Bizancio(aprox. 257-180 a. de C.)y Aristarco de Samotracia(aprox. 217-145 a. de C.), ambos grandes
redactores y gramáticos. Bajo el reinado de Tolomeo II la Biblioteca principal, ahora dentro del complejo del Museo de
Alejandría, al parecer contenía cerca de 500.000 volúmenes o rollos, mientras un anexo en el Templo de Serapis(el
Serapeum)contenía aproximadamente 43.000 volúmenes. La mayoría de los escritos antiguos se conservaban en estas
colecciones, de las cuales se hacían copias que se difundían a las bibliotecas de todo el mundo civilizado. En gran parte,
los antiguos trabajos han sobrevivido hasta los tiempos modernos gracias a esas copias, ya que la Biblioteca de Alejandría
fue casi destruida en su totalidad en varias ocasiones. En el año 47 a. de C., en tiempos de Cleopatra VII Filópator,
durante la guerra civil entre Julio César y los seguidores de Pompeyo Magno, César fue asediado en Alejandría; un
incendio que destruyó la flota egipcia se extendió a algunos depósitos de libros y aproximadamente se quemaron 40.000.
Según la leyenda, la Biblioteca fue destruida por el fuego en tres ocasiones posteriores: en el 272 d. de C. por orden del
emperador romano Aureliano; en el 391 d. de C., cuando el emperador Teodosio la arrasó junto a otros edificios paganos,
y finalmente en el 640 d. de C. por los musulmanes bajo el mando del califa Omar I(aprox. 581-644 d. de C.), arguyendo
que todo conocimiento necesario estaba contenido solamente en el Corán.
En el Museo de Alejandría también había un jardín botánico con plantas de todos los países hasta entonces conocidos, un
zoológico, un observatorio astronómico e incluso una sala de anatomía donde se hacían investigaciones médicas. Poseía
habitaciones para hospedar a los científicos y maestros. Además se impartían conferencias y lecciones a los jóvenes que
quisieran aprender, llegando incluso a tener en su momento hasta 14.000 estudiantes. Es decir, que el Museo era en
realidad una gran universidad, parecida a las que tenemos en la actualidad. Como se podrá entender en base a lo anterior,
para ese entonces el Egipto Tolemaico se convirtió una de las mayores potencias del mundo helenístico, y en varias
ocasiones extendió su dominio imperial sobre zonas de Siria, Asia Menor, Chipre, Libia, Fenicia y otros territorios.
Desafortunadamente, los posteriores sucesores de la Dinastía Tolemaica, con la progresiva expansión de Roma por el
Mediterráneo, vieron reducirse el territorio de su reino a solamente Egipto, con Chipre y la antigua Cirenaica. Además,
debido en parte, a que los gobernantes egipcios desempeñaron un papel reducido en los asuntos de Estado durante este
período, con frecuencia estallaron revueltas como manifestaciones de desacuerdo en la población que fueron rápidamente
aplastadas. En el reinado de Tolomeo VI Filométor(180-145 a. de C.), Egipto se convirtió en un protectorado dependiente
de Antíoco IV de Siria, que invadió con éxito el país en el 169 a.C., tiempo durante el cual(mediados del siglo I a. de
C.)los romanos comenzaron a centrar su atención en Egipto, considerado fuente de riqueza. Entonces los romanos
forzaron a Antíoco a entregarles el país, el cual quedó dividido entre Tolomeo VI Filométor y su hermano menor,
Tolomeo VII Neo-Filópator, que obtuvo el control completo del país a la muerte de su hermano en el 145 a. de C. La
delicada situación de Egipto entonces se complicó en el año 80 a. de C., con la muerte de Tolomeo XI sin herederos al
trono. Según su testamento, el gobierno del país pasaba a depender totalmente de Roma. Pero los egipcios, antes de dejar
que el País de Nilo quedara en manos extranjeras, entronizaron apresuradamente a Tolomeo XII Neo-Dioniso Auletes(8058 y 55-51 a. de C.), hijo ilegítimo de Tolomeo IX. Para legitimarse en el poder, y siguiendo la costumbre establecida
desde tiempos inmemoriales, Tolomeo XII se casó con su hermana Cleopatra VI Trifena, con la que tuvo tres hijas:
Berenice IV, Cleopatra VII y Arsínoe IV. Con su segunda esposa tuvo dos hijos varones: Tolomeo XIII y Tolomeo XIV.
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Tolomeo XII era famoso por su gran afición a las fiestas y a los banquetes, lo que le ganó precisamente el sobrenombre de
Auletes, “el flautista”. Tal y como lo reflejaba su apodo, siempre estaba más pendiente de sus placeres que de los
problemas del país, que vivía en constante agitación social con el estallido de revueltas agrarias provocadas por el
aumento de los impuestos y por las malas cosechas. En el año 58 a. de C. tuvo lugar un hecho decisivo: Tolomeo XII
marchó a Roma para entrevistarse con los triunviros Pompeyo, Craso y César. El rey les pidió dinero para mantener el
país a cambio de Chipre. César aceptó ayudarle, pero el precio fue muy alto, ya que desde ese momento Egipto quedó
enteramente a merced de Roma. Tiempo después y en base a lo acordado con los romanos, Tolomeo XII Neo-Dioniso
Auletes tuvo que asistir a la pérdida de la isla de Chipre, mientras que la Cirenaica se había convertido ya en provincia
romana. Esta cesión provocó la ira y la indignación de los habitantes de Alejandría, la capital de Egipto, por lo cual al año
siguiente Tolomeo XII fue expulsado del país y se refugió en Roma, mientras que el trono pasó a manos de su esposa,
Cleopatra VI. A la muerte de ésta ascendió al poder su hija Berenice IV, que decidió casarse con Arquelao, gobernante de
Asia Menor. Roma no vio con buenos ojos este enlace, que suponía la unión de dos reinos vecinos y poderosos, algo que
podía representar una amenaza para sus intereses, por lo que envió a la región unas tropas comandadas por Tolomeo XII y
por Gabino, procónsul de Siria. Las fuerzas militares de Berenice fueron derrotadas, Tolomeo XII entró triunfalmente en
Alejandría y ordenó ejecutar a su hija por traición. El esposo de Berenice, Arquelao, murió en la batalla, vencido por el
general romano Marco Antonio, el futuro amante de Cleopatra VII.
La aparente estabilidad de Egipto duró poco tiempo, ya que Tolomeo XII murió en el año 51 a. de C. Una vez ej ecutada
Berenice y exiliada Arsínoe, la hija menor de Tolomeo XII, sólo quedaba su otra hija, Cleopatra, para ocupar el trono del
país. Pero en el testamento del finado soberano, depositado en Alejandría(aunque había una copia que se guardaba en casa
de Pompeyo, en Roma), se estipulaba que el trono de Egipto debía ser compartido por Cleopatra y su medio hermano
Tolomeo XIII. De esta manera accedieron conjuntamente al trono, su hija de tan sólo diecisiete o dieciocho años de edad,
Cleopatra VII Filópator Nea Thea, con su medio hermano de tan sólo diez años de edad, Tolomeo XIII(51-47 a. de C.);
que además tuvieron que contraer matrimonio según la tradición para preservar la dinastía. Los primeros años de la vida
de Cleopatra VII están sumidos en la incertidumbre y el misterio, y no se dispone de mucha información precisa al
respecto. Por ejemplo, se cree que su madre fue Cleopatra VI Trifena, pero hay otras fuentes que aseguran que era hija de
una mujer egipcia de clase alta, de nombre desconocido y amante ocasional de Tolomeo XII. La historia atribuiría a
Cleopatra, cuyo nombre significa “gloria de su padre”, una gran y hasta mítica fama, a veces negativa, de conquistadora
de hombres, y otra positiva, de heroína patriota víctima del amor de Marco Antonio, pero siempre de gran reina. De ella se
sabe que nació durante el invierno de 69-68 a. de C. en Alejandría, y que algunos de los rasgos que la identificarían en su
edad adulta vienen marcados por su infancia. Se ha mencionado que fue una mujer intelectual y cultivada, gracias a una
educación que descansó en la enkukléios paidéia, es decir, en una enseñanza de cultura general. Una de las disciplinas a la
que probablemente dedicó más atención fue a la literatura griega; como cualquier niño de clase alta, debió leer las obras
de Homero, Hesíodo y Píndaro. El interés por la historia de su país probablemente se vio reforzado por la lectura de los
Nueve Libros de la Historia, de Herodoto, en especial los relatos de este autor que hacen referencia a su viaje por Egipto.
Cleopatra también tuvo que dedicar sus esfuerzos a la aritmética y a la geometría, disciplinas que conjuntamente con la
astronomía y la música, eran los fundamentos básicos de la alta educación griega. Además, para poder entretener en la
corte aprendió a tocar la lira de siete cuerdas, a la que acompañaba cantando con una voz que ya debía resultar
cautivadora. Obviamente, la educación griega clásica del intelecto siempre iba acompañada del cuidado del cuerpo físico,
por lo que los ejercicios gimnásticos complementaron la formación de la futura reina de Egipto. Uno de los aspectos del
carácter de Cleopatra que le granjeó el reconocimiento y el respeto de sus compatriotas egipcios, fue el hecho de que fuera
capaz de hablar y leer la antigua lengua egipcia, en un marcado contraste con el resto de los soberanos tolemaicos, que
sólo hablaban griego, y que no mostraron nunca el más mínimo interés por la cultura y la historia faraónicas. Se decía que
ella podía conversar en su propio idioma con etíopes, nabateos, hebreos, sirios, medos y partos, demostrando un gran don
para la diplomacia y una increíble facilidad para el aprendizaje de otras lenguas. Otro de los motivos de la fama de
Cleopatra ha sido, sin duda, su mítica belleza física, aunque este aspecto se ha puesto en tela de juicio. De hecho, ya fue
motivo de controversia en su época. Según Dión Casio, Cleopatra “era espléndida de ver y escuchar, tenía el poder de
conquistar los corazones más reacios al amor, incluso aquellos a los que la edad había enfriado...”. En cambio, Plutarco
decía de ella que “su belleza no era tanta que deslumbrase o dejara asombrados a quienes la veían...”. Para conocer la
apariencia real de Cleopatra basta observar y analizar las monedas acuñadas durante su reinado. En el anverso aparece el
busto de una mujer con barbilla prominente y nariz ganchuda o “aguileña”, ataviada al más puro estilo griego y con una
diadema ancha que le sujetaba el pelo trenzado o sujeto en un nudo por detrás. En el reverso lleva un atuendo transparente
y porta en su mano la doble cornucopia, atributo de las reinas y signo de la abundancia y la prosperidad. En sus estatuas
podemos observarla representada a la manera griega y al estilo egipcio. En unas y en otras se puede intuir a una mujer no
muy alta, que cuidaba mucho su aspecto y que prestaba especial atención al maquillaje, a las joyas y al vestuario.
Representada al estilo griego, su atuendo lo formaban una túnica sin manto, anudada a un hombro, y un collar simple de
perlas, al modo helenístico. En sus retratos al estilo egipcio Cleopatra lucía los atributos de la diosa Isis, de la que era
adepta y devota a su culto, acompañados del tocado de la diosa buitre Nekhebt, protectora del Alto Egipto, rasgo que era
distintivo de las reinas tolemaicas. En otras ocasiones aparecía con la peluca tripartida y sobre ella un tocado muy
peculiar, formado por tres uraeus o ureos. El uraeus, como se verá más adelante, era la imagen de la diosa serpiente
Uadyet o Wadjet, protectora del Bajo Egipto; cuando aparecen dos uraeus en un tocado, estos son, sin duda, la
representación de las dos diosas protectoras del Alto y el Bajo Egipto. Los tres uraeus aparecen sólo en la época
tolemaica, por lo que el tercero de ellos podría hacer referencia al reino seléucida, o bien tratarse de una tríada-muy
comunes éstas en la religión del antiguo Egipto faraónico-compuesta por Cleopatra, César y el hijo de ambos, Cesarión.
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Sin embargo, a esto último, otros estudiosos buscan una explicación más práctica: las efigies de Arsínoe II y de Cleopatr a
VII son casi iguales, pero mientras Arsínoe era representada con el tocado de dos uraeus, Cleopatra habría elegido el de
tres para distinguirse de su antecesora. Ahora bien, el hecho de si Cleopatra era un paradigma de belleza o si tenía una
nariz que afeaba su apariencia, ha sido y sigue siendo un tema de debate. Pero no hay duda de que eran su encanto, su
sentido del humor y su gran don para la diplomacia lo que enamoraba a quienes la trataban. El mismo Plutarco, que no la
consideraba “hermosa”, hablaba así de ella: “Su trato poseía un atractivo irresistible”; fruto, sin duda, de su fuerte
carácter y su refinada educación. También hace una mención sobre la dicción y el timbre de su voz: “Sus palabras eran
tan amables que era imposible no quedar prendado de ella... La dulzura y la gracia natural de su conversación dejaban
un aguijón clavado en el ánimo”. Con estas sutiles pero imponentes “armas de mujer” Cleopatra VII asumió el trono de
Egipto con tan sólo 17 o 18 años de edad. Sin duda, y con base en todo lo anterior, se puede asegurar que Cleopatra VII
fue la última gran soberana de la Dinastía de los Tolomeos(51-30 a. de C.). Es importante mencionar que en el Egipto
tolemaico no era extraño que las mujeres accedieran al trono al participar de forma muy activa en la lucha por el poder.
De hecho, antes de Cleopatra VII, otras seis mujeres llevaron su mítico nombre. La carrera política de Cleopatra comenzó
en el 58 a. de C., cuando, según algunas fuentes, acompañó a Tolomeo XII en su viaje a Roma para solicitar la ayuda del
triunvirato. Al final de su reinado, Tolomeo XII la nombró corregente y se le representó como tal en la cripta del templo
de Hathor en Dendera. En el año 51 a. de C., a la muerte de su padre, Cleopatra VII Filópator ascendió finalmente al trono
del País del Nilo. Casi de inmediato se dedicó a consolidar su posición dentro de la corte y a reorganizar la economía de
Egipto. Según el testamento del finado Tolomeo XII, Cleopatra debía gobernar conjuntamente con su medio hermano de
10 años de edad, Tolomeo XIII, con quien tuvo que casarse, como ya se mencionó líneas atrás. Políticamente ella era muy
ambiciosa; gobernó con la ayuda de su primer ministro Dioiketes y vigiló de cerca a los gobernadores griegos que estaban
en el control de otras partes del país. Como reina impulsó la restauración de algunos templos, como el de la diosa Hathor
en Dendera, tal como era la tradición cuando un faraón subía al trono. No está de más mencionar que por datos como el
anterior es que algunos autores consideren a Cleopatra como el último “faraón” de Egipto, como un Reina-Faraón.
Siguiendo la costumbre egipcia, también asistió a la coronación del nuevo buey Apis en el 51 a. de C. en Menfis. En el
año 50 a. de C. tuvo que hacer frente a una situación delicada porque Egipto se había convertido en una pista burocrática
sacudida por los alborotos. Pero la medida más enérgica que tomó en cuanto a política interior, fue la reforma del sistema
monetario, reduciendo la cantidad de bronce y de plata en la monedas. No sólo limitó la proporción de metal, sino que
hizo inscribir el nuevo peso en las piezas para evitar posibles fraudes. Desgraciadamente, una serie de hambrunas,
consecuencia de las malas cosechas durante los años 50 y 49 a. de C., desencadenaron numerosos altercados y conflictos
populares. Además, hay que añadir la presencia de soldados de origen germano o galo, los gabinos, que el procónsul
romano Gabino había dejado en Egipto para proteger a Tolomeo XII, los cuales, debido a su condición de mercenarios,
aprovechaban cualquier excusa para amotinarse. Por otro lado, al subir al trono ella intentó rápidamente solucionar un
conflicto existente con el Imperio Romano, ya que un año atrás habían asesinado a dos hijos del cónsul romano en
Alejandría. Para demostrar su buena voluntad, Cleopatra entregó a los presuntos asesinos a Pompeyo, que para entonces
intentaba obtener el poder absoluto de Roma en contra de su opositor Julio César. Cleopatra también ofreció soldados
egipcios a Pompeyo. Toda esta condolencia que la reina egipcia había mostrado hasta ahora para con el Imperio Romano
se convirtió en el tema principal de todas las discusiones políticas en Alejandría. Esta ayuda a los romanos realmente no
fue nada apreciada y junto al enrarecido clima político y social interno del país se dio una situación que inevitablemente
jugó en contra de la misma Cleopatra, y fue utilizada por sus enemigos, entre ellos sus tres consejeros Pothinus, Achillas y
Theodutus, y hasta su propia hermana, Arsínoe IV, y por su marido, Tolomeo XIII, para expulsarla del trono y obtener el
poder de Egipto. En el tercer año de su reinado Cleopatra fue obligada a exiliarse fuera del país, derrocada por un grupo
comando enviado por el mismo Tolomeo XIII y dirigido por sus consejeros Pothinus y Achillas. Pero su vida política no
se detuvo ahí. Refugiada en Siria, Cleopatra logró reunir un ejército con el que se dirigió a Egipto, aunque fue rechazada
en la frontera, en Pelusio. Fue entonces cuando se produjo la aparición providencial de Cayo Julio César. En la guerra
civil romana entre César y Pompeyo, Cleopatra había apoyado a éste último por creerle más fuerte, como ya lo vimos
líneas atrás. Pero más tarde cambió de opinión, y en un intento para recuperar y mantener el poder de su país se alió con
Julio César, que llegó a Egipto persiguiendo a Pompeyo, quien fue derrotado en Farsalia[Pharsalus](Grecia)en agosto del
año 48 a. de C., y que al buscar refugio en Alejandría fue asesinado el 28 de agosto del mismo año por Lucius Septimius,
antiguo servidor suyo y ahora uno de los consejeros de Tolomeo XIII, quien bajo el consejo de Pothinus decidió
decapitarlo y enviarle la cabeza a César en un intento de éstos por congraciarse con él y así obtener su simpatía. Sin
embargo tal acto de impiedad provocó el desprecio del general romano hacia el joven monarca, además de que lo tomó
como una traición. No hay duda de que la reacción de César no fue la esperada por Tolomeo XIII, ya que al llegar a
Alejandría éste ordenó a los dos hermanos-esposos presentarse ante él con la intención de mediar los conflictos entre
ellos. Cleopatra tenía difícil acudir a la cita, pues los partidarios de su hermano-esposo controlaban todos los accesos al
palacio real. Para lograrlo ideó el famoso y casi mítico ardid de meterse dentro de un saco-aunque algunas versiones
mencionan que fue en un tapete o alfombra enrollada-que un servidor introdujo en el palacio. De este modo Cleopatra,
mujer con muchos recursos, aprovechó la situación para irrumpir de nuevo en la escena política, “conquistando” el
corazón de César, ya que al parecer pasaron juntos aquella misma noche, lo que no impidió que el general romano se
mostrara aparentemente imparcial en la querella entre los dos hermanos-esposos. Al día siguiente Tolomeo XIII fue citado
por César para que éste intentara un arreglo entre los hermanos en calidad de testamentario de Tolomeo XII Auletes. Pero
al llegar Tolomeo XIII se percató de la situación entre César y su hermana, y decide huir del palacio haciendo correr el
rumor entre los egipcios de que lo habían traicionado, intentando así despertar a la multitud de Alejandría en contra de
Cleopatra; pero pronto éste fue capturado por los soldados de César. Para calmar los ánimos, César da a Tolomeo XIII la
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isla de Creta y a Tolomeo XIV y Arsínoe IV Chipre, intentando de esa manera que se restableciera, aunque fuera sólo por
un corto tiempo, el gobierno conjunto de ambos. Sin embargo, la antes exiliada Arsínoe IV no concuerda con esta decisión
ya que considera que ella es quien debería reinar en todo Egipto, y se une a la causa de su hermano. De esta manera es que
Pothinus y Achillas organizaron a 20,000 soldados y rodearon a la ciudad, y es entonces cuando la guerra entre Cleopatra
y Tolomeo XIII se transformó en la guerra de Arsínoe IV y Tolomeo XIII contra César, conocida como la Guerra de
Alejandría. Se debe mencionar que es precisamente de octubre del 48 a. de C. a febrero del 47 a. de C. que se suscitó la
llamada Guerra de Alejandría, producto de una reacción de los partidarios de Tolomeo XIII, que intentaron recuperar la
iniciativa eliminando a los amantes sublevando a la población de la ciudad, y en la que César es sitiado en el palacio real
de ésta junto a sus cuatro mil hombres por tropas egipcias de Tolomeo XIII, antiguos soldados romanos y mercenarios aún
leales a Pompeyo, haciendo un total de veinte mil hombres. César logra mantener el control del puerto gracias a que
capturó el faro de la Isla de Pharos, esto a pesar del gran ejército que rodeaba a la ciudad, y a que mandó incendiar todas
las naves. Pero desgraciadamente el fuego se extendió hacia parte de la ciudad y durante esta refriega es incendiada gran
parte de la famosa Biblioteca de la ciudad. La tenaz resistencia del jefe romano se prolonga hasta la llegada de las tropas
aliadas dirigidas por Mitrídates de Pérgamo, que al final le darán la victoria. Se sabe que Arsínoe IV escapó del palacio y
se unió a Achillas, y que el ejército egipcio la proclamó reina de Egipto. Durante la batalla Achillas fue asesinado y el
mismo César ejecutó a Pothinus personalmente, esto en venganza por la muerte de Pompeyo. La victoria fue total y
contundente sobre Tolomeo XIII, que fue derrotado y asesinado, aunque algunas versiones mencionan que aparentemente
murió ahogado en el Nilo cuando intentaba escapar. Arsínoe IV fue tomada presa por César para exhibirla como trofeo de
guerra en Roma. Debido a la muerte de Tolomeo XIII, que según otra versión fue ahogado en el Nilo por las manos de la
propia Cleopatra, ésta fue proclamada reina absoluta de Egipto, asumiendo nuevamente el poder sobre todo el país, pero
César la obligó a casarse con su medio hermano menor, Tolomeo XIV(47-44 a. de C.), que acababa de cumplir apenas
once, quizás doce años de edad. Puesto que Arsínoe IV estaba considerada como traidora, Cleopatra también obtuvo el
mando de Chipre, junto con su hermano-esposo Tolomeo XIV. Después de esto las fuentes relatan que César permaneció
en Egipto, recorriendo el Nilo durante tres meses, hasta abril, con su amante Cleopatra y un cortejo de cuatrocientos
barcos. Las razones de que César no partiera a Roma de inmediato, a pesar del peligro que representaban los poderosos
partidarios de Pompeyo, aún no han sido aclaradas del todo y el hecho suele atribuirse a la fascinación que César sentía
por la reina egipcia. En realidad el verdadero motivo fue algo más prosaico y oportunista. Abril era el mes de la
recolección del cereal en Egipto, y César fue cargando sus cuatrocientos barcos con el preciado grano egipcio. Lo
necesitaba para alimentar a la ciudad de Roma y a su ejército, dado que los pompeyanos controlaban la provincia de
África(Túnez), famoso primer granero de Roma. Quizás el afán de César por reconciliar en su momento a Cleopatra y a su
hermano haya que entenderlo también como un intento de evitar una guerra civil egipcia, que habría puesto en peligro los
objetivos de César sobre las cosechas de Egipto. De esta manera, en abril del año 47 a. de C. César partió de Egipto hacia
Hispania en los últimos avatares de la contienda civil, dejando tres legiones para proteger el preciado grano y a la reina, ya
embarazada de un hijo suyo. Este fruto de su relación beneficiaba a los dos amantes, pues César conseguía ser dueño de
Egipto y de su trigo sin rendir ninguna cuenta en Roma, mientras que Cleopatra lograba que Egipto pasara a ser una
provincia romana. De rebote, si los planes de César llegaban a concretarse, Cleopatra pensaba que podría incluso situar a
su hijo al frente de un imperio similar al de Alejandro Magno. Fue bajo estas grandes expectativas políticas y deseos de
poder que nació el 23 de junio de ese mismo año, 47 a. de C., el hijo de Cleopatra y Julio César, Tolomeo XV
Cesarión(44-30 a. de C.), el “pequeño César”. El niño fue validado rápidamente por los egipcios como hijo de Amón-Ra.
Durante julio del año 46 a. de C., luego de varias batallas en Asia Menor y otras áreas circunvecinas, César volvió a
Roma. En una de estas victorias, para ser más preciso en la de Zela, fue que éste acuñó su famosa frase “llegué, observé y
conquisté”. En Roma se le rindieron muchos honores y se le otorgó una dictadura de diez años, además de que fue
proclamado Imperator. Durante la Marcha de la Gloria y las victorias sobre otras tierras y países apareció encadenada y
marchando junto a otros prisioneros Arsínoe IV, la hermana traidora de Cleopatra. Esta no fue ejecutada como la mayoría
de los prisioneros al salir de Roma, sino enviada a la isla de Efeso. Las celebraciones a César se extendieron de
septiembre a octubre de ese mismo año, y el nuevo Imperator decidió entonces traer a Cleopatra y a su hijo desde Egipto
para establecerlos en uno de sus palacios. Esto obviamente hizo que sus opositores, los republicanos conservadores, se
ofendieran bastante. César era ya muy popular para ese entonces; él había extendido increíblemente los dominios del
Imperio Romano. Entre los años 46 a 44 a. de C., el gran crecimiento de Roma, debido gracias a las victorias y conquistas
de César, mantuvo a todo el pueblo romano bajo su influencia y dominio. Tras derrotar a los últimos pompeyanos durante
el año 45 a. de C., en febrero del año 44 a. de C. César recibió el título de dictador perpetuo o “eterno”, y el derecho a usar
el traje triunfal y la corona de laurel(que era la indumentaria original de los reyes de Roma). Entretanto, Cleopatra y
Cesarión habían llegado a Roma para reunirse con César, donde la reina fue su invitada y participó de su triunfo, aunque
no era querida por el pueblo romano, por lo que el nuevo dictador, sintiéndose fuerte frente a este rechazo social que
provocaba su relación con una reina extranjera de oriente, reconoció a Cesarión públicamente como hijo suyo, asunto que
enfureció a los romanos; aunque no se casó con Cleopatra, pues ya estaba casado con una mujer romana, Calpurnia, de la
que no tenía hijos. Es importante mencionar que ni las excelentes maneras sociales ni el encanto personal de la reina
egipcia hicieron mejorar la situación política que rodeaba a César, además de que ella misma mostró una arrogancia y
petulancia únicas, ya que había empezado a autoproclamarse la nueva Isis y vivió con un lujo fastuoso y exuberante los
cerca de dos años que permaneció en Roma. Mientras tanto, crecía y era mayor el rumor político general, de que el
conquistador de las Galias aspiraba a coronarse como el nuevo rey de Roma con Cleopatra como reina. Muchos pensaron
que él planeaba casarse con Cleopatra sin importar las leyes de bigamia y las uniones con los extranjeros que regían en
Roma. La aristocracia no deseaba a un rey como jefe del Imperio Romano, y planearon asesinar a César. Si César moría,
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Cesarión se convertiría en el regente del Imperio Romano y del Reino Egipcio, pero esto sería solamente posible si el
Senado Romano validaba el testamento de César; situación que amañada o extrañamente si ocurrió. Tras el asesinato de
Julio César, el 15 de marzo del año 44 a. de C.(idus de marzo)a la salida del edificio del Senado en Roma, y después de
abierto el testamento de éste, Cleopatra comprobó que el dictador había nombrado heredero a su sobrino Octavio. Si
alguna vez Cesarión estuvo en los proyectos de César sería para un futuro lejano, cuando su situación como rey estuviera
completamente consolidada. Claro que todo esto son sólo conjeturas de los historiadores, pues los proyectos a futuro de
César lo acompañaron a la tumba. Con la muerte de César, Roma entró en un período de crisis; la batalla por el poder y el
control del Imperio Romano estaba por comenzar entre Octavio y Marco Antonio. Ante este caótico panorama, Cleopatra
sintió que su vida y la de su hijo estaban en gran peligro, y se apresuró a regresar a Egipto, a Alejandría; antes de partir de
Roma ella misma le pidió a Marco Antonio su ayuda y protección. Él ya había protegido anteriormente a Cleopatra a
pedido del mismo César. Al cabo de un mes del regreso de la reina a Egipto, murió Tolomeo XIV, quizás envenenado por
orden de su propia hermana-esposa. Inmediatamente estableció a su hijo Cesarión como corregente, cuando éste apenas
contaba con tres o cuatro años de edad. Mientras, en Roma, los triunviros Octavio, Marco Antonio y Lépido comenzaban
la lucha contra los asesinos de César. Con una menor presión ejercida desde Roma Egipto prosperó, con todo y que
Cleopatra encontró a su país sufriendo por las plagas y el hambre; los canales del Nilo habían sido descuidados durante su
ausencia, y esto hizo que las cosechas fueran malas y que las inundaciones anuales no fueran bien aprovechadas. Pero por
fin la reina pudo mostrar su capacidad de gobierno, comprendiendo con lucidez que debía modernizar la administración y
romper la autarquía económica del país. Para ello hizo frente, por primera vez de forma efectiva, a los privilegios que los
cortesanos y el clero pretendían conservar. Pero la tranquilidad no duró mucho tiempo. El Imperio Romano ahora estaba
dividido en dos bandos: los antiguos partidarios de César y los Republicanos-quienes pidieron y ordenaron su asesinato-.
Estos republicanos se empezaron a acercar a Egipto al ser perseguidos por los partidarios de César. Pero Cleopatra no
deseaba ofrecer ni su ayuda ni su apoyo a ninguna persona de las dos facciones en pugna, esto porque todavía estaban en
Alejandría las tropas romanas que dejó César para protegerla; de modo que ella quiso evitar el tener problemas con éstas
si tomaba alguna decisión equivocada. Sin embargo, para lograr el reconocimiento de Cesarión como legítimo rey ante el
ex teniente de César, Dolabella, Cleopatra le envió a esas cuatro legiones que estaban apostadas en Alejandría. Pero
Cassius capturó a estas legiones y Dolabella se suicidó en Laodicea en el verano del año 43 a. de C. Con la noticia de la
muerte de Dolabella, Cleopatra decide unirse a las fuerzas de Marco Antonio y Octavio-quien para entonces empezó a
llamarse Augusto-. En octubre del año 42 a. de C. los triunviros derrotaron a los republicanos y dieron muerte a los
asesinos de César, Brutus y Cassius, en Filipos(Philippi)y se repartieron el Imperio. No está demás aclarar que un
Triunvirato era una dictadura donde tres personas tenían el poder de toda Roma en común por un espacio de cinco años.
De esta manera, Octavio quedó a cargo de Roma y de la Galia; Lépido se encargó de África del Norte(en 42-41 a. de C.
Lépido perdió una parte de su gobierno-aunque seguía perteneciendo al Triunvirato-porque era sospechoso de dar asilo a
un enemigo de la República, y también señalado como pirata: Pompeyo Sextus, hijo de Pompeyo el grande), y Antonio se
quedó con el Oriente, y, como lugarteniente y amigo de César durante sus últimos años, quiso recuperar y llevar a cabo
sus proyectos. Al mismo tiempo, imitó el comportamiento de Pompeyo y de César en Oriente, que habían querido emular
a su vez las hazañas de Alejandro Magno-la llamada imitatio Alexandri-. Así, imitando el proceder de César a su llegada a
Alejandría, Antonio se instaló en Tarso, capital de la provincia romana de Cilicia, y en el año 41 a. de C. convocó a
Cleopatra para pedirle cuentas sobre su administración en Egipto. Ésta, sabedora de la necesidad urgente de dinero que
tenía Antonio para lanzar una campaña contra los partos, no quiso responder a los primeros mensajes del romano, ya que
no confiaba en él. Pero finalmente compareció a la cita en una galera con la popa de oro, los remos de plata, las velas
púrpuras y todo el lujo con el que ella vivía, hasta se menciona que se vistió como la diosa Afrodita, la diosa del amor,
indicando de este modo a Antonio que ella era la solución a muchos de sus problemas económicos y ambiciones. De esta
manera la reina egipcia, que seguía sola y con muchas aspiraciones de poder, encontró a otro protector en Marco Antonio,
el vencedor de los asesinos de Julio César, que ostentaba el poder de Roma en todo el Oriente del Imperio. Ella sabía ya
bastante sobre él como para poder conseguirle: conocía sus capacidades estratégicas y tácticas ilimitadas, su “sangre
azul”, su hábito de beber, su afición por las mujeres, su conocida vulgaridad y su gran ambición de poder. Se sabe que esta
histórica reunión entre ambos duró cuatro días enteros; no está demás mencionar que durante estos días se convirtieron en
amantes. Cleopatra acordó proveerle el dinero que necesitaba con la condición de que ejecutara a su hermana Arsínoe IV.
Probablemente la reina egipcia se sentía aún muy amenazada por su existencia, y Marco Antonio estaba convencido de
que Arsínoe IV había ayudado a sus enemigos en la batalla de Filipos, por lo que el acuerdo le pareció perfecto y Arsínoe
IV fue ejecutada. Como vemos, usando sus peculiares “armas” Cleopatra consigue conquistar a Antonio y llevarlo a
Egipto, convertido, a imitación de la conducta de César, en amante de la reina. El romano consiguió adaptarse
rápidamente a las costumbres egipcias: la comida, las bebidas, las fiestas. Se sabe que ambos pasaron el invierno en
Alejandría fundando, junto con varios amigos, la sociedad de “los inimitables”(Amimétobies), siempre para crear la
máxima diferencia entre ellos y los demás mortales. En la primavera del año 40 a. de C. Marco Antonio abandonó
Alejandría para detener un ataque de los partos. Al mismo tiempo, su esposa, Fulvia, se ponía en Italia al frente de un
ejército para arrebatarle el poder en Roma a Octavio, que para entonces era considerado el emperador romano de
Occidente. Después de que Fulvia fuera vencida en Perusa y muerta en Atenas, Antonio avanzó con una flota y un ejército
contra Octavio. Pero la guerra abierta no estalló entonces, pues ambos hicieron “las paces” en Brindisi. Como parte del
trato, Antonio se casó con la hermana de Octavio, Octavia, y los nuevos esposos marcharon a Atenas, donde tuvieron dos
hijas. Antonio preparó allí la invasión del reino parto, sabedor de que si vencía podría presentarse ante Roma como único
sucesor de César. Con la excusa de los peligros de la guerra, Antonio envió a Octavia a Roma. Entretanto, Cleopatra había
parido a sus dos hijos mellizos, hijos de Antonio, Alejandro Helios y Cleopatra Selene. Durante la ausencia de Antonio,
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Cleopatra comenzó un conflicto de intereses con el rey Herodes de Judea. Éste era uno de los más ricos, inteligentes y
capaces clientes de Roma, y era un gran amigo de Marco Antonio. Se menciona que en el mismo año 40 a. de C.,
Cleopatra trató de seducir a Herodes; obvio que éste no le siguió su juego, y al ver su fracaso, la reina egipcia comenzó a
odiarlo. Cuando Cleopatra se encontró con Antonio lo persuadió, a manera de venganza hacia Herodes, para que le
otorgara a ella las grandes porciones de Siria y del Líbano, e incluso parte de las arboledas del bálsamo de Jericó. Con esto
lo único que logró fue que Herodes y Antonio se distanciaran. Cuando el senado romano le declaró la guerra a Antonio, la
capacidad y los recursos de Herodes hubieran sido esenciales para su victoria. Desafortunadamente, Herodes rechazó
ayudar a su “amigo” gracias a Cleopatra. La campaña de Marco Antonio contra los partos finalizó en el año 36 a. de C.
con un fracaso parcial, provocado por la traición del rey de Armenia. Mientras, Octavio aprovechó para deshacerse de
Lépido en Occidente y quedar como dueño indiscutible de Roma, la capital, y de la legitimidad que ésta confería, arma ya
utilizada por César contra Pompeyo. Luego incumplió su promesa de enviar refuerzos militares a Antonio para que éste
continuara la guerra contra los partos; en su lugar y de manera algo irónica, le envió a Octavia. Ofendido y molesto,
Antonio regresó a su esposa con su hermano y así éste tuvo la excusa perfecta para presentar a Antonio como una simple
marioneta en manos de su amante egipcia. Obviamente que con estas acciones la relación entre los esposos se deterioró
mucho más pronto de lo previsto, y Marco Antonio volvió a buscar a Cleopatra en Egipto, que amplio el territorio de su
reino y trajo al mundo a otro hijo de su amante romano, al que llamó Tolomeo Filadelfo. El estallido de la guerra civil
entre Octavio y Antonio sólo era cuestión de tiempo. En el año 34 a. de C. Antonio atacó y venció al traidor armenio,
pero, en lugar de celebrar un triunfo tradicional en Roma, lo hizo en Alejandría. Esto, sumado al repudio de Octavia y al
hecho de que Antonio se casara con Cleopatra siguiendo el ritual egipcio, le hizo perder toda su popularidad en Roma.
Poco después, en una famosa ceremonia realizada en Alejandría, Cleopatra apareció vestida como la diosa Isis y Antonio
como Dionisio para proclamar a Cleopatra “Reina de Reyes” y a Cesarión “Rey de Reyes”(shahan shah, el título de los
antiguos reyes persas derrotados por Alejandro Magno). Los hijos de Cleopatra y Marco Antonio también recibían
territorios: se nombró a Cleopatra Selene, de seis años de edad, reina de Creta, Libia y de Cirenaica(Cyrenaica)-en la costa
norte de África-; Alejandro Helios, también de seis años fue declarado Gran rey de Armenia, Media, Partia y del Imperio
Seléucida, y el más joven, Tolomeo Filadelfo, de tan sólo dos años de edad, fue nombrado rey de Fenicia, Siria, Cilicia y
de Asia Menor; también se repartieron algunos otros territorios aún por conquistar. Mientras, Cleopatra y Cesarión
reinarían sobre Egipto, Chipre, Libia y Celesiria a la vez que sobre todos los demás. De esta manera se estaba gestando un
Nuevo Orden geopolítico en Oriente, conjugando la tradición del antiguo Imperio Persa con la milenaria monarquía
faraónica del antiguo Egipto, un nuevo imperio que se antojaba fastuoso e imbatible y cuyo centro debía ser Egipto,
aunque, al menos de momento, como Estado vasallo de Roma. Como era de esperarse, Antonio finalmente se divorció de
Octavia a principios del año 32 a. de C., lo que obligó a la parte occidental del Imperio a reconocer su lazo con Cleopatra.
Incluso el mismo Antonio mandó poner la cara y el nombre de su reina egipcia en una moneda romana, el denario de
plata, el cual circuló bastante por todo el mediterráneo. Desgraciadamente todas estas acciones sólo aplazaron el final del
poder egipcio. Las conquistas militares de Marco Antonio en Oriente y su relación con Cleopatra no eran del agrado de
Octavio, que intentó provocar la ruptura del vínculo. El asunto del denario de plata con la efigie de Cleopatra indignó al
gobernante de occidente quien declaró que Antonio había roto sus lazos con Roma, mientras que los rumores seguían
creciendo y afirmando que Antonio ya no era más un romano. Ahora era considerado bajo la influencia de Cleopatra. La
propaganda del emperador de Occidente trabajaba a pleno rendimiento: Roma-se decía-iba a convertirse en un Estado
cliente de ese nuevo Imperio Oriental y los romanos serían esclavos de los eunucos orientales y de su reina ramera, “la
egipcia”. En el año 32 a. de C. Octavio acusa a Cleopatra públicamente por uso de magia, incesto, adoración animal, uso
de drogas prohibidas, embriaguez y lujuria desenfrenada. Por otro lado consiguió ahuyentar a los partidarios de Antonio
en el Senado y, con nuevos senadores nombrados a su antojo, anuló los poderes de Antonio y declaró la guerra a
Cleopatra. Hábilmente dejó que fuera Antonio quien se pusiera del lado de Cleopatra, pues al hacerlo se convertía en un
traidor a su propia patria. Ambos bandos se lanzaron a reclutar poderosos ejércitos. En un inicio el ejército de Cleopatra
era más grande que el de Octavio, con Antonio al frente, que contó con veteranos romanos que habían conseguido
notables éxitos contra Brutus y Cassius en Filipos, y se habían batido con valentía contra los bárbaros partos; a ese núcleo
sumó también fuerzas de Egipto y Asia Menor. Por su parte, Octavio se hizo con un poderoso ejército romano,
acrecentado con milicias de las provincias occidentales. Se dibujaba, así, un gran enfrentamiento bélico sin precedentes
entre Occidente y Oriente, entre Roma y Alejandría. Si Antonio se decía protegido por Dionisio, Octavio esperaba el favor
de Apolo. El campo de batalla no sería ni Italia ni África, sino una zona intermedia de la costa de Grecia. Hay que
recordar que fue en las tierras griegas donde los romanos habían librado dos batallas memorables ya anteriormente
mencionadas: la de Farsalia y la de Filipos. Para entonces las fuerzas armadas de uno y otro bando eran formidables. En el
verano del año 32 a. de C., Antonio trasladó el grueso de su ejército al golfo de Corinto y a la costa sur del Épiro.
Disponía de unos 100,000 legionarios y 12,000 soldados de caballería, además de unos 500 navíos y los combatientes
egipcios que le aportaba Cleopatra. Eran 19 aguerridas legiones y una flota tan numerosa como no se había visto desde las
Guerras Médicas, casi cinco siglos atrás. Por su parte, Octavio reunió en Brindisi-desde donde estaba dispuesto a cruzar a
la costa del Adriático-,unos 80,000 soldados de infantería y unos 12,000 jinetes, así como una armada de casi 400 naves,
en general de menor tamaño que los enormes barcos que llevaba Antonio, pero más ágiles y veloces, bien equipadas y con
tripulaciones perfectamente adiestradas. La flota de Antonio se refugió en la amplia rada del golfo de Ambracia, en cuya
angosta entrada se alzaba la colina de Actium(Accio), que las tropas de Antonio fortificaron de inmediato. Instalado en
Patras, desde donde planeaba su estrategia, Marco Antonio permitió que el ejército de Octavio se trasladara desde Italia a
la costa del Épiro, y que sus tropas, que zarparon desde el puerto de Brindisi, desembarcaran sin contratiempos en Torine
e instalaran allí un campamento bien fortificado, algunos kilómetros al norte de Actium. Las fuerzas de Augusto también
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tomaron la cercana isla fronteriza de Corcira(Corfú), con lo que se aseguraban una buena comunicación con el sur de
Italia. Durante algunos meses la situación se mantuvo en una tensa calma y espera, con algunas escaramuzas de escaso
efecto. Sin embargo y como era de esperarse, llegó al fin el inevitable enfrentamiento, y la tan esperada guerra se decidió
entonces en un combate en esta aguas griegas, a la salida de Actium, el 3 de septiembre del año 31 a. de C., donde la flota
egipcia fue derrotada. Se debe mencionar que el hombre clave en la victoria de Octavio sobre Antonio fue su inseparable
lugarteniente, Marco Vipsanio Agripa, constructor del célebre Panteón de Roma, quien tuvo en sus manos la dirección
final de la campaña. Probablemente durante la refriega la flota y el ejército romanos de Antonio se pasaron a las filas de
Octavio sin luchar, pues muchos partidarios de Antonio no estaban de acuerdo con la importancia dada a Cleopatra en la
toma de decisiones, ya que era suyo gran parte del contingente militar. Por lo tanto, quizás fueron los egipcios los únicos
que lucharon en la batalla, hasta que, superados, decidieron retirarse. La propaganda de Octavio, sin embargo, difundió
que la batalla se decidió desde un principio, cuando Cleopatra huyó con su flota, siendo seguida por un subyugado
Antonio. Tras la derrota Marco Antonio y Cleopatra huyeron a Alejandría a esperar su final. Antonio intentó recolectar
nuevas tropas, pero no tuvo éxito; todavía llevaba consigo la responsabilidad y el sentimiento de culpa de la derrota en
Actium, e intenta suicidarse, pero sus pocos amigos lo disuaden. Cleopatra, por su parte, sabe que las tropas romanas de
Octavio pronto llegarían a Egipto, y decide ocultar todos los tesoros de su reino lejos del Mediterráneo, pero sus barcos
son interceptados por tropas árabes bajo el mando del monarca de Roma. Al parecer, Cleopatra también pasó el tiempo
investigando los venenos más dulces y mortíferos sobre los condenados a muerte. No tuvo mucho tiempo, pues ella y su
“esposo”-amante fueron alcanzados por Octavio, que a inicios del año 30 a. de C. llegó a Egipto y aniquiló
definitivamente a su flota y a su ejército. Al sentirse perdida Cleopatra se encerró en su mausoleo-la que sería su tumba
para la eternidad-con dos de sus sirvientas, Iras y Charmion. Octavio le mandó varios mensajes diciéndole que sería bien
tratada por los romanos, por temor a que se quitara la vida o que quemara los tesoros que aún guardaba. La reina egipcia,
en un último intento por salvar su reino, le envió su cetro y su diadema real; mientras, Antonio trató de detener
militarmente a Octavio, pero, tras ser derrotado, se suicidó; Marco Antonio se clavó su espada al recibir la falsa noticia de
la muerte de Cleopatra, y según la versión clásica, en su agonía fue llevado hasta el mausoleo donde se encontraba su
amada reina y ahí murió entre sus brazos. Cleopatra pidió el cuerpo de Antonio para darle una sepultura al típico estilo
egipcio, momificando su cuerpo. Al final, Octavio entró triunfante en Alejandría y consiguió apresar a Cleopatra,
trasladándola al palacio real, pues su intención era exhibirla en el triunfo que esperaba celebrar en Roma. Según al gunas
versiones, la aún reina de Egipto, trató desde sobornar hasta seducir a Octavio, sin obtener éxito alguno. Cleopatra se
percató del plan de Octavio de llevarla a Roma; sabía que la visualizarían ahora como una simple esclava en todos los
territorios que ella misma había gobernado alguna vez, por lo que decidió que no viviría de esa manera tan humillante. Así
que a tres días de su salida hacia Roma y en un descuido de sus captores, Cleopatra consiguió también suicidarse; la
tradición romántica dice que lo hizo con la mordida de una cobra o un áspid que le llegó escondida en un cesto con higos
que pidió a sus criadas Iras y Charmion. Mientras tanto ella escribía una carta a Octavio en la cual le pedía que la pusieran
junto al cuerpo de Antonio después de su muerte. Fue el 12 de agosto del año 30 a. de C. cuando Octavio recibió la carta,
pero ya era demasiado tarde, ya que al entrar en la habitación donde se hallaba Cleopatra, de tan solo 39 años de edad, la
encontró ya muerta sobre su cama de oro, con su traje real y sus joyas puestas, junto a sus dos fieles sirvientas. Pero, a
pesar de que en su cadáver había dos punzadas en un brazo, no se encontró evidencia de la existencia de ninguna
serpiente, ni los médicos hallaron rastro alguno de veneno en su cuerpo. El ya único heredero de César permitió, en un
gesto magnánimo, que enterraran juntos a Cleopatra y Marco Antonio. Con la muerte de Cleopatra terminó la historia del
Egipto faraónico. Posteriormente Octavio se coronó como Emperador de Roma y de todas sus provincias con el nombre
de Cayo Julio César Octavio Augusto. Pero, ¿cuál fue el destino de los hijos de Cleopatra? La mayoría de los hijos de la
última reina de Egipto corrió una suerte trágica. El mayor, Cesarión, el fruto de su relación con Julio César, quiso ser
enviado por Cleopatra, en los últimos momentos, a la India, con al esperanza de que alguna vez pudiera regresar a Egipto,
pero fue traicionado por su profesor particular, Rhodon, y entregado a Octavio, quien lo ejecutó; como su poder se basaba
en ser descendiente del ahora divinizado César, de ningún modo Octavio podía permitir la existencia de un hijo natural de
éste. A la muerte de sus padres, Alejandro Helios, Cleopatra Selene y Tolomeo Filadelfo, fueron trasladados a Roma y, en
una decisión muy discutida, criados por Octavia, hermana de Octavio y esposa legal de Marco Antonio. Esta tutela parece
responder a un designio más bien político: disponiendo de los hijos de dos linajes importantes, uno egipcio-por Cleopatray otro romano-por Antonio-, Octavia pudo establecer alianzas con algunos reyes bárbaros por medio de enlaces
matrimoniales. Así, Cleopatra Selene se casó con el rey Juba II de Mauritania, y el hijo de ambos, Tolomeo, heredó este
reino en el año 23 d. de C. Llamado a Roma por su primo Calígula, fue eliminado por orden del Emperador 40 años más
tarde y su reino convertido en provincia romana. No se conoce el destino de los hermanos de Cleopatra Selene, que quizás
la siguieron hasta Mauritania, pero no se sabe exactamente qué les sucedió.
Imperio Romano y Bizantino. La Época Copta. Durante los siete siglos siguientes a la muerte de Cleopatra, el Imperio de
Roma controló Egipto, que pasó a convertirse en provincia romana y tuvo como soberanos a los Emperadores de Roma(a
excepción de un período breve en el siglo III d. de C., en el cual el poder fue ejercido por la reina Septimia Zenobia de
Palmira), que consideraron al país como una fuente de ingresos tributarios. A menudo hicieron frente a las rebeliones del
pueblo, que aspiraba a la libertad, y reprimieron con contundencia las manifestaciones religiosas, sobre todo las
florecientes cristianas. Pero también se sintieron profundamente fascinados por el país, por sus historias, monumentos y
leyendas, hasta el punto de trasladar a Roma cultos egipcios acompañados de numerosas obras de arte del antiguo Egipto.
En esa época, el país adquirió la fama de tierra de magos y de múltiples misterios, y muchos Emperadores, con la
finalidad de controlar a la población y limitar el poder de los sacerdotes, protegieron a la religión tradicional;
enriquecieron, terminaron o embellecieron los templos egipcios, con construcciones dedicadas a las divinidades locales,
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comenzados bajo el reinado de los Tolomeos e inscribieron sus propios nombres en ellos en caracteres jeroglíficos dentro
del cartucho real faraónico siguiendo las costumbres clásicas, esto principalmente en Esna, Kom Ombo, Dendera y Filé.
Los cultos egipcios a Isis y Serapis se extendieron rápidamente por todo el mundo grecorromano. El Emperador Adriano,
concretamente, residió largo tiempo en Egipto, visitó varias localidades famosas y fundó, en 130 d. de C., la ciudad de
Antínoe, en memoria de su favorito, Antinoo, que murió ahogado en el Nilo. Para Roma, Egipto desempeñó un papel
fundamental en el suministro de cereales que el Imperio necesitaba para alimentar a su cada vez más creciente población;
de ahí que durante esa época el país fuera irónicamente llamado “el granero del imperio”. Egipto se convirtió en un pilar
económico del Imperio Romano, no sólo a causa de su producción de cereales, sino también por sus vidrios, metales y
otros productos manufacturados. Además, aglutinó el comercio de especias, perfumes, piedras preciosas y metales
procedentes de los puertos del Mar Rojo. El Egipto romano fue gobernado por un prefecto, cuyas obligaciones militares y
judiciales eran similares a las de los faraones. Sin embargo, a causa del inmenso poder acumulado por los prefectos, sus
funciones fueron con el tiempo divididas por el Emperador Bizantino Justiniano I, que en el siglo VI d. de C. puso el
ejército al mando de un comandante. La población de Egipto se había helenizado bajo los Tolomeos, y comprendía
grandes minorías de griegos y judíos, así como otros pueblos de Asia Menor. La lengua copta comenzó a desarrollarse
independiente de la egipcia en esta época, bajo la influencia griega y de otras lenguas semíticas. La mezcla de las culturas
no supuso una sociedad homogénea, y eran frecuentes los enfrentamientos entre los distintos grupos. Sin embargo, en el
212 d. de C., el emperador Caracalla otorgó la ciudadanía a toda la población en el Imperio Romano. Alejandría, la ciudad
portuaria a orillas del mar Mediterráneo fundada por Alejandro Magno, siguió siendo la capital del mismo modo que lo
había sido bajo el reinado de los Tolomeos. Convertida en una de las grandes metrópolis del Imperio Romano, fue un
próspero centro comercial entre India, la península Arábiga y los países del Mediterráneo. Siguió siendo la sede de la
Gran Biblioteca(ahora ya reconstruida)y del Museo de Alejandría, y llegó a tener una población de unos 300.000
habitantes(sin contar a los esclavos).
El comienzo de la Época Copta en Egipto puede ser establecido en 313 d. de C., fecha que marcó la liberalización de la
religión cristiana en todo el Imperio Romano, pero la formación de la cultura y del arte coptos había comenzado ya en los
primeros siglos de nuestra era. La palabra “copto” deriva del vocablo con el que los griegos designaban a Egipto, es decir,
Aigyptos, pero este término derivaba, a su vez, del nombre egipcio del templo dedicado al dios Ptah en la ciudad de
Menfis, Hut Ka Ptah, que significa “Casa del Alma de Ptah”. Posteriormente, todos los egipcios fueron llamados “coptos”
por los árabes, y después el término se utilizó para indicar exclusivamente a los cristianos de Egipto. Según la tradición
cristiana, San Marcos Evangelista fue quien comenzó la conversión o evangelización de Egipto, y a finales del siglo II el
cristianismo se había afianzado y extendido por casi todo el Imperio Romano. El obispo de Alejandría, Juliano, fundó en
el año 180 la escuela catequista llamada Didascalia, que pronto se convirtió en un importante centro teológico, a pesar de
las persecuciones llevadas a cabo por los emperadores romanos Septimio Severo(202 d. de C.), Decio, Valeriano,
Diocleciano(303 d. de C., que marcó el comienzo de la “época de los martirios” y del calendario copto), Galerio y
Maximino II Daya. En busca de la oración y la contemplación, y para huir de las persecuciones al amparo del medio
desértico, surgieron en Egipto los anacoretas, a los que siguieron los monjes; un ejemplo de éstos sería la vida de San
Antonio Abad, que se sitúa entre los siglos III y IV. El monaquismo constituyó un elemento muy importante en el
desarrollo de la floreciente religión cristiana. Es sabido que muchas religiones tienen monjes, personas de vida austera,
dedicadas al servicio de su dios. El monaquismo cristiano empieza curiosamente en Egipto, y toma muchas prácticas de
los sacerdotes del culto a la diosa Isis, como la tonsura, la idea del celibato y los ayunos.
Aparentemente es durante el siglo IV o V d. de C. que aparece en el período copto de Egipto la muy discutida figura del
farsante conocido como Horapollo, Horapolo u Hora Polla, supuesto autor de una obra en griego que era un diccionario
para entender y poder leer la antigua escritura jeroglífica de los tiempos faraónicos, llamada Hieroglyphica. A decir
verdad, poco o casi nada se conoce sobre este autor, un verdadero “charlatán”, excepto que se le llamaba “un egipcio”. Se
ha especulado que muy probablemente era un cristiano copto o un simple gramático, y que el original de su obra, la cual
está llena de errores, inexactitudes, falsedades y hasta especulaciones convertidas en fulgurantes afirmaciones sobre el
desciframiento de la escritura jeroglífica, estuviese escrita en copto, de manera que la versión griega tal vez fue una
traducción de alguien del que verdaderamente no se sabe absolutamente nada, excepto su nombre: Filipo o“Felipe”, tal
vez otro copto o un griego al que le interesó la obra. Horapollo manejaba 189 jeroglíficos desde el siguiente punto de vista
alegórico: primero se refería a la idea que va a glosar, luego muestra el jeroglífico que la identificaba y, por último,
relacionaba la idea y el jeroglífico. Con esto, la obra de Horapolla se convirtió para la posteridad en la clave errónea que
“permitía” descifrar tan misteriosa escritura. Mil años más tarde, en 1636, el jesuita Athanasius Kircher se referiría a los
jeroglíficos, siguiendo en cierto modo los conceptos de Horapollo, con estas palabras: “son ciertamente una escritura,
pero[...]una escritura mucho más excelente, sublime y próxima a las abstracciones, la cual, mediante un encadenamiento
ingenioso de símbolos y su equivalencia, propone de un solo golpe a la inteligencia del sabio un razonamiento completo,
elevadas nociones o algún insigne misterio escondido en el seno de la naturaleza o la divinidad...”.
En 313, el controvertido Edicto de Constantino concedió libertad de culto al cristianismo, y se constituyeron las primeras
comunidades organizadas de monjes, que serían a futuro un modelo para el monacato de Occidente. En 322, San Pacomio
fundó el primer monasterio en las inmediaciones de Dendera. En el año 385 el clérigo Teófilo había alcanzado la cátedra
de obispo de Alejandría, en medio de un enrarecido ambiente religioso y social que él mismo ayudó a complicar aún más
enfrentando a cristianos y paganos. Desde sus primeros momentos como cabeza del episcopado, el religioso había
emprendido una serie de iniciativas antipaganas en la ciudad, con la intención de imponer y reforzar la “Verdadera y
Única Fe”. En 391 tuvo lugar uno de los incidentes más destacados en su guerra contra el paganismo, ya que el
Emperador Teodosio prohibió la religión pagana de tiempos faraónicos, y muchos templos egipcios fueron “expropiados”,
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cerrados e incluso destruidos por la Iglesia de Roma, una medida que provocó numerosos disturbios y altercados en las
calles de Alejandría. Como respuesta a tales disturbios, el obispo ordenó el famoso ataque al Serapeum, uno de los centros
más importantes de culto pagano en la ciudad, pero no pudo impedir que un grupo de paganos se refugiaran allí para
proteger el edificio y organizaran desde éste algunas escaramuzas que se saldaron con la muerte de varios cristianos. El
conflicto se resolvió con un edicto del Emperador que ordenaba a los paganos el abandono del templo-que obviamente fue
entregado a la Iglesia-, y se declaraba mártires a los cristianos fallecidos durante el conflicto. Sin embargo, la integridad
del edificio no se respetó, y el grupo de cristianos implicados en el incidente regresó y no dudó en destruir la estatua del
dios Serapis que se hallaba en el interior. A la muerte de Teodosio, en 395, el Imperio Romano se dividió en Imperio
Romano de Occidente e Imperio Romano de Oriente. Egipto pasó a estar bajo el control de este último, con capital en
Constantinopla, con el consiguiente empobrecimiento general de la población a causa de los fuertes tributos impuestos por
el Imperio. Entre tanto, se había ido formando una escritura particular para dar a conocer a la población los textos bíblicos
y los Evangelios cristianos: el copto, que, utilizando las letras griegas y algunos signos para sonidos particulares,
expresaba la lengua hablada por los egipcios. La Biblia fue traducida al copto en el 350. Tras el Edicto de Constantino,
comenzó en Egipto el período de las llamadas “herejías” de la religión cristiana, en primer lugar la arriana, surgida en
Alejandría, y siguiendo por la de Nestorio y por el monofisismo, herejía enunciada por Eutiques y el patriarca de
Alejandría, Dióscoro. En 451, el concilio de Calcedonia condenó la herejía monofisita, que afirmaba que la naturaleza
divina de Cristo se imponía sobre la humana, y negaba la Encarnación y la Pasión de Jesús. Sin embargo, los cristianos de
Egipto permanecieron fieles al patriarca Dióscoro. De esta manera se separó la Iglesia Egipcia, convertida en Copta
Monofisita, de la Iglesia Romana. Es importante mencionar que en Egipto también existieron otras creencias “heréticas”
aparte de la arriana y la copta monofisita, entre éstas se encuentran los gnósticos-creadores del GNOSTICISMO, que
defendía la posibilidad de “conocer a Dios” y “acceder a la luz” en el interior de cada uno, sin necesidad de una iglesia o
clérigos o sacerdotes, como propugnaba el cristianismo de Roma-. Autores y recopiladores de los conocidos como
Evangelios Gnósticos o “Apócrifos”, entre los que se encuentran el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, el
Evangelio de María Magdalena, el Evangelio de Los Egipcios, el Evangelio de Bartolomé y el Documento Q
supuestamente escrito por el propio Jesús. En éstos, nuevamente, la imagen que se presenta de Jesús es totalmente
diferente a la que los cuatro evangelistas “clásicos” ofrecen. Estos documentos fueron hallados en 1945, en el Alto Egipto,
en Naj Hammadi. Los grupos o sectas gnósticas modernas basan su filosofía en el texto copto conocido como Pistis
Sophia o Fe-Sabiduría. Sin duda alguna Egipto fue un centro importantísimo para el desarrollo del primer cristianismo,
esto a través de la vida monástica. La Iglesia Copta, que se adhirió, como ya lo mencioné, al monofisismo herético, se
separó de la corriente principal del cristianismo romano en el siglo V.
Durante el siglo VII, el poder del Imperio Bizantino fue desafiado por la Dinastía de los Sasánidas de Persia, que invadió
Egipto en 619. Los persas consiguieron penetrar en Egipto sin combatir, al ser considerados por el pueblo como
libertadores de la opresión de Constantinopla, pero al cabo de diez años el Emperador Heraclio recuperó en control sobre
el país y los invasores fueron expulsados de nuevo en el 629. Sin embargo, las defensas en el territorio eran muy escasas,
y poco después, en 640, los egipcios dejaron entrar de nuevo en El Cairo, sin oponer resistencia, a los árabes del califa
Omar, capitaneados por el general Amr ibn el´As. La ciudad de Alejandría fue la única que se opuso a la conquista árabe,
pero después de catorce meses de asedio, en 641, se rindió. Así pues, todo el país cayó bajo el dominio de los árabes, que
trajeron una nueva religión, el Islam, e inauguraron un nuevo capítulo de la historia egipcia. Muchos coptos se
convirtieron al Islam, por falta de convicción religiosa y para eludir los tributos que gravaban a quienes no eran
musulmanes. La comunidad copta, o cristiana de Egipto, ha sobrevivido hasta nuestros días, siempre bajo la guía del
patriarca de Alejandría, aunque en el siglo XIII desapareció la lengua copta hablada(el antiguo egipcio)y escrita,
desplazada obviamente por el árabe, y quedó sólo como lengua litúrgica en las prácticas religiosas.
EGIPTO BAJO EL CALIFATO. Irritados por la intolerancia religiosa y los excesivos impuestos a que les sometía el
Imperio Bizantino, los egipcios coptos ofrecieron poca resistencia a los conquistadores árabes. El califato, en cambio, sólo
imponía a los pueblos conquistados el pago de una capitación(jizyah), pero respetaba las prácticas religiosas, las vidas y la
propiedad de los coptos. Además de este impuesto, la población masculina(estimada entre seis y ocho millones)pagaba el
kharaj, un impuesto sobre la propiedad agrícola.
Gobierno local. Los árabes no realizaron cambios en la administración y adoptaron el sistema descentralizado bizantino
basado en la existencia de gobernadores provinciales dependientes del gobernador jefe, residente en la capital, Alejandría.
Sin embargo, trasladaron la capital a Fustat, unos pocos kilómetros al sur de lo que hoy es El Cairo. Durante los siguientes
dos siglos, Egipto estuvo regida por los gobernadores designados por el califa, máxima autoridad de la comunidad
musulmana. La inmigración de las tribus árabes y la sustitución de la lengua copta por el árabe en todos los documentos
públicos comenzó un lento proceso de arabización que con el tiempo produjo el cambio de un país cristiano de habla copta
a otro musulmán y de habla árabe. La lengua copta se convirtió en una lengua litúrgica.
Lucha interna. Durante el califato Abasí, los gobernadores se elegían por breves periodos. Estallaron frecuentes
insurrecciones por todo el país provocadas por las diferencias entre suníes, o mayoría ortodoxa, y la minoría que se
adhirió a los shiíes. En varias ocasiones los coptos también se rebelaron para protestar por los excesivos impuestos, pero
tales levantamientos fueron reprimidos y perseguidos por las autoridades. Las condiciones internas empeoraron a finales
del siglo VIII cuando un nuevo grupo de inmigrantes procedentes de al-Andalus se aliaron con una tribu árabe y tomaron
Alejandría, permaneciendo en el poder hasta que un ejército llegó procedente de Bagdad y los expulsó a Creta. Las
insurrecciones continuaron hasta estallar entre los mismos árabes, que incluso derrotaron a un gobernador. Las rebeliones
coptas continuaron hasta que el califa Abdullah al-Mamun envió un ejército para acabar con ellas en el 832. Este fue un
periodo de arbitrariedad gubernamental, sólo mitigada por la figura del qadi, magistrado musulmán que mantenía la
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sharia(ley islámica), frente al abuso de poder y ayudaba a mitigar la acción de los gobernadores. A pesar del predominio
de la población rural, florecieron los centros de intercambio comercial y Fustat creció hasta convertirse en un importante
núcleo comercial.
Las dinastías sucesoras autónomas. A partir del 856, Egipto se concedió como un iqta(una forma de feudo)a la
oligarquía militar turca que dominó el califato de Bagdad. En el 868, Ahmad ibn Tulun, un turco de 33 años, fue enviado
al país como gobernador. Hombre de talento y educación, Tulun gobernó de forma prudente y adecuada, pero también
transformó a Egipto en una provincia autónoma, vinculada con los Abasíes sólo por el pago anual de un pequeño tributo.
Tulun levantó una nueva ciudad, El-Qatai, al norte de Fustat. Bajo su gobierno benevolente, Egipto conoció una época de
prosperidad y expansión llegando incluso a anexionarse Siria. La dinastía de Tulun(los Tuluníes)gobernaron durante 37
años un imperio que englobaba Egipto, Palestina y Siria.
El califato Fatimí. Después del último gobierno de los Tuluníes, el país cayó en un estado de anarquía. Sus débiles
condiciones lo hicieron presa fácil para los Fatimíes, que en el 909, al rechazar la autoridad de los Abasíes, habían
proclamado su propio califato en Túnez y a mediados del siglo X controlaban la mayor parte del norte de África. En el
969 invadieron y conquistaron Egipto, y a continuación fundaron una nueva ciudad, El Cairo, al norte de Fustat, que se
convirtió en la capital de su imperio. No obstante, Fustat quedó como el centro comercial del país bajo los Fatimíes. Ésta
constituyó un impresionante centro urbano con un excelente alcantarillado subterráneo. Egipto disfrutó entonces de un
periodo de tranquilidad y prosperidad. Los Fatimíes, aunque seguidores de la doctrina shií, convivieron pacíficamente con
la población mayoritariamente suní. Fundaron la primera universidad del mundo, al-Azhar, y El Cairo se convirtió en un
gran centro intelectual.
El sultanato de los Ayyubíes. La estabilidad desapareció con los últimos gobernadores Fatimíes, que no pudieron
controlar sus regimientos indisciplinados de soldados bereberes y sudaneses. Una disminución en el curso del Nilo causó
graves hambrunas en 1065. Además, aparecieron nuevos peligros con la primera Cruzada, que procedente de Europa
occidental estableció el control cristiano sobre Siria y Palestina a finales de la última década del siglo XI. Los califas
Fatimíes, rehenes de sus generales, llamaron a Nur al-Din de Alepo, que envió un ejército para ayudarles contra los
cruzados en 1168. Saladino I, uno de los generales de Nur al-Din, se instaló como visir. En 1171 abolió el califato Fatimí,
instauró la dinastía Ayyubí y restauró el dominio suní en Egipto. Saladino I reconquistó la mayor parte de Siria y Palestina
a los cruzados y se convirtió en el gobernador más poderoso de Oriente Próximo en su época. Su sobrino, el sultán alKamil(1218-1238)logró defender con éxito a Egipto del ataque cristiano entre los años 1218 y 1221, pero tras su muerte,
el poder de los Ayyubíes decreció. La novena Cruzada, dirigida por el monarca francés Luis IX el Santo, fue rechazada en
1249, con la ayuda de los mamelucos, tropas formadas por esclavos al servicio de los Ayyubíes. Al año siguiente los
mamelucos derrocaron a los Ayyubíes y establecieron su propia dinastía.
Las dinastías Mamelucas. Los integrantes de la primera dinastía de Mamelucos mantuvieron el poder como sultanes de
Egipto hasta 1382. La sucesión hereditaria tenía poco arraigo y el trono fue usurpado por los emires más poderosos.
Muchos de ellos fueron gobernantes destacados, como Baybars I, que detuvo el avance del pueblo mongol hacia Siria y
Egipto en 1260. Otras dos invasiones fueron rechazadas por los mamelucos, quienes también expulsaron a los cruzados de
la región y tomaron Acre, su última plaza fuerte en Palestina, en 1291. A finales del siglo XIII y comienzos del siglo XIV,
el territorio de los mamelucos se extendía hacia el norte hasta los límites de Asia Menor. El período mameluco fue una
época de extraordinaria brillantez en las artes. También supuso un período de expansión comercial; los comerciantes de
especias de Egipto, los karimí, disputaron con los emires en el patronazgo de las artes. Después de la muerte del último
gran sultán mameluco en 1341, Egipto inició una etapa de decadencia. Sus descendientes fueron meros testaferros que
dejaron el poder real en manos de los emires. En 1348, la peste negra asoló el territorio y redujo considerablemente la
población. La segunda dinastía de sultanes mamelucos, los Buryíes, era de origen circasiano, y gobernó desde 1382 hasta
1517. La mayor parte de los gobernadores Buryíes ejercieron poca autoridad; su dinastía estuvo marcada por las continuas
disputas de poder entre la élite mameluca. En plena rebelión y contienda civil, los mamelucos mantuvieron la posesión de
Egipto y Siria gracias a su habilidad para rechazar las invasiones exteriores. Sin embargo en 1517 el sultán Selim I invade
Egipto, que quedó integrado dentro del Imperio Otomano.
Dominio otomano. Aunque el dominio real de los turcos otomanos sobre Egipto duró sólo hasta el final del siglo XVII, el
país formó nominalmente parte del Imperio Otomano hasta 1915. En vez de acabar con los mamelucos, los otomanos los
utilizaron en su administración; establecieron un gobernador y desplegaron seis ocaks(regimientos)en Egipto como
guarnición. Los miembros de los ocaks representaron un importante papel en la vida económica y política del país. Las
áreas rurales fueron consideradas posesiones de la corona y se dividieron en parcelas denominadas iqta, cuyos beneficios
revertían en la clase dirigente otomana.
Resurgimiento de los mamelucos. La tendencia inflacionista que caracterizó el siglo XVI europeo dejó sentir sus
repercusiones también en Egipto. El alza de precios desembocó en rivalidades entre los ocaks, lo que debilitó su poder, y
los mamelucos fueron mejorando su situación. Hacia la mitad del siglo XVII los emires mamelucos, o Beys, habían
restablecido su supremacía. Se eliminaron los impuestos sobre la tierra, pero los gremios urbanos, que eran estrechos
aliados de los ocaks turcos, tenían unos impuestos muy altos, como una forma de disminuir la influencia otomana y de
incrementar los ingresos. Los otomanos aceptaron el sistema siempre y cuando el tributo se pagara a tiempo. El período
entre el siglo XVI y mediados del XVIII fue una época de prosperidad comercial, cuando Egipto, al estar situado en el
cruce de varias rutas comerciales, actuó como intermediario en las transacciones de café, tejidos y especias. El gobernador
otomano rápidamente se convirtió en un poder meramente nominal, tras la creciente influencia de los regimientos, que
mantenían el poder militar, y después de los mamelucos, que llegaron a controlar los ocaks. Los Beys elevaron los
impuestos para financiar sus expediciones militares a Siria y la península Arábiga. Aunque derrotados por los otomanos
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en Siria, los mamelucos dominaron Egipto hasta 1798. Los últimos 30 años del siglo XVIII estuvieron marcados por
plagas y hambrunas, que diezmaron la población hasta que sólo alcanzó cuatro millones de habitantes.
La época de Mehmet Alí. La ocupación francesa de Egipto en 1798, llevada a cabo por Napoleón I Bonaparte, supuso un
breve paréntesis en la hegemonía mameluca, pues los franceses nunca adquirieron un dominio o control pleno del
territorio y las regiones productoras de cereales del Alto Egipto permanecieron siempre en manos de los mamelucos. La
invasión de Napoleón fue demasiado corta como para dejar sentir sus efectos, pero marcó el principio de un renovado
interés europeo en Egipto. En 1801, una fuerza británico-otomana expulsó a los franceses. En los años siguientes, las
luchas entre los mamelucos y los otomanos por el dominio arruinaron el país hasta que Mehmet Alí, general otomano de
origen albanés, tomó el poder con la cooperación de la población local. En 1805, el sultán otomano le proclamó
gobernador de Egipto. Mehmet Alí destruyó a todos sus oponentes hasta que consiguió ser la única autoridad en el país.
Para poder controlar todas las rutas comerciales de Egipto, emprendió una serie de guerras expansionistas; primero
conquistó Al-Oijâz(hoy en Arabia Saudita)en 1819, y Sudán entre 1820 y 1822; hacia 1824 estaba listo para ayudar al
sultán otomano a reprimir una insurrección en Grecia. Las potencias europeas, sin embargo, intervinieron para detener los
avances egipcios en Grecia, y Mehmet Alí se vio forzado a retirar a su ejército. En el interior, Mehmet Alí fomentó la
producción de algodón para suministrar a las fábricas textiles europeas, lo que generó unos beneficios que sirvieron para
financiar los proyectos industriales. Estableció un monopolio sobre todas las mercancías e impuso barreras comerciales a
la industria alimenticia. Envió a egipcios al extranjero para su formación técnica y contrató expertos europeos para formar
a su ejército y crear industrias manufactureras(las cuales, sin embargo, nunca tuvieron el éxito que se esperaba de ellas).
En 1813, Mehmet Alí y su hijo, Ibrahim Bajá invadieron Siria, por lo que entraron en conflicto con el Imperio Otoma no.
Los egipcios derrotaron a las tropas turcas, y hacia 1833, amenazaron su capital, Estambul. De nuevo Rusia, Gran Bretaña
y Francia intervinieron, esta vez para proteger al sultán. Las tropas de Mehmet Alí se retiraron, pero Egipto conservó el
control de Siria y Creta. La expansión egipcia y el control sobre las rutas comerciales chocaron con el creciente interés
británico en el Próximo Oriente como potencial mercado para su creciente producción industrial. La amenaza a la
integridad del Imperio Otomano también preocupó a los británicos, porque podía suponer la intrusión rusa en el
Mediterráneo amenazando las rutas comerciales hacia la India. Por estas razones los británicos se opusieron a la expansión
de Egipto, y cuando Mehmet Alí se rebeló de nuevo contra el sultán en 1839, intervinieron por tercera vez. Se le ofreció
Egipto en calidad de posesión hereditaria a cambio de cesar su política expansionista y permanecer como vasallo
otomano.
Bancarrota y control extranjero. Tras la muerte de Mehmet Alí en 1849, Egipto estuvo cada vez más sometida a la
influencia de Europa. Su cuarto hijo, Said Bajá, trató de modernizar el país, pero dejó una enorme deuda cuando murió.
Su sucesor, Ismail Bajá, incrementó la deuda nacional al pedir un préstamo desmesurado a los banqueros europeos para
impulsar el desarrollo del país y sufragar la construcción del canal de Suez, que se inauguró en 1869. Estos gobernantes
llevaron al país a la bancarrota, que finalmente supuso la cesión del poder efectivo a sus acreedores británicos y franceses.
En 1876, una comisión franco-británica se hizo cargo de las finanzas egipcias y, en 1879, el sultán destituyó a Ismail en
favor de su hijo Tawfiq Bajá. Los oficiales del ejército, indignados por la debilidad del gobierno, dirigieron una rebelión
para poner fin al dominio extranjero. Tawfiq solicitó ayuda a los británicos, que ocuparon Egipto en 1882.
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II
EL ARTE EN EL ANTIGUO EGIPTO
DE LAS MASTABAS A LAS PIRÁMIDES, TEMPLOS Y PALACIOS
LAS CONCEPCIONES ARTÍSTICAS
Desde la prehistoria hasta la conquista romana en el año 30 a. de C., la historia de Egipto fue la más larga de cuantas
civilizaciones antiguas florecieron en torno al Mediterráneo, extendiéndose casi sin interrupción desde aproximadamente
el año 5000-4500 a. de C. hasta el siglo IV d. de C. La naturaleza del país, desarrollado en torno al Nilo, que lo baña y
fertiliza, junto al casi total aislamiento de influencias culturales exteriores, produjo un estilo artístico que apenas sufrió
cambios a lo largo de sus más de 3.000 años de historia. Todas las manifestaciones artísticas estuvieron destinadas,
básicamente, al servicio del Estado, la religión y el faraón, considerado como un dios sobre la Tierra. Desde los primeros
tiempos, la creencia en una vida después de la muerte dictó la norma de enterrar al muerto con sus mejores pertenencias
para asegurar su tránsito hacia la eternidad. La idea de una vida de ultratumba hizo que las manifestaciones artísticas, es
decir, que las ideas de perfección y belleza, de ornamentación o de grandiosidad, se reservaran a todo aquello relacionado
con la muerte o con los dioses. Eso explica que casi todo el arte egipcio quede prácticamente reducido a las tumbas y los
templos. Esta idea no debe hacer pensar que el carácter egipcio estuvo dominado por la triste presencia de la muerte, ya
que la muerte no debió aparecer como algo terrorífico, sino como el paso a una nueva y feliz vida que estaba concebida
como algo muy similar a la vida terrenal.
La estética del arte egipcio se halla dominada por las reglas que establecían los dogmas teocráticos a los que el arte tenía
que servir. Su finalidad era estrictamente política y religiosa, por tanto es un arte que busca la eternidad y realza el
carácter divino de los mandatarios mediante una serie de reglas fijas como son la supremacía de la frontalidad, el
hieratismo, la perspectiva irreal y claro, las grandes proporciones.
La regularidad de los ciclos naturales, la crecida e inundación anual del río Nilo, la sucesión de las estaciones y el curso
solar que provocaba el día y la noche fueron considerados como regalos de los dioses a los habitantes de Egipto. El
pensamiento, la moral y la cultura egipcias estuvieron arraigadas en un profundo respeto por el orden y el equilibrio. El
arte quería ser un arte útil; no se hablaba de piezas u obras bellas, sino eficaces o eficientes. El cambio y la novedad nunca
fueron considerados como algo importante por sí mismos; así, el estilo y los convencionalismos representativos del arte
egipcio establecidos desde un primer momento continuaron prácticamente invariables durante más de 3.000 años. Para el
espectador contemporáneo el lenguaje artístico egipcio puede parecer rígido y estático(hieratismo); su intención
fundamental, sin embargo, no fue la de crear una imagen real de las cosas tal como aparecían, sino captar para la eternidad
la esencia de la persona, animal u objeto representado. Sólo en un determinado momento de la historia egipcia-la época
del florecimiento de Tell el-Amarna-, las reglas del arte se flexibilizan, y el naturalismo aparece, humanizando las
representaciones, y la mano del artista parece libre de dejar su propia impronta.
PERIODO PREDINÁSTICO O ARCAICO
Los primeros pobladores prehistóricos se asentaron sobre las terrazas o mesetas formadas por los sedimentos que el río
Nilo iba depositando en su recorrido. Las herramientas y útiles dejados por estos primeros habitantes de Egipto muestran
su paulatina evolución desde una sociedad de cazadores-recolectores seminómadas a agricultores sedentarios. El Período
Predinástico abarca desde el 4500 al 3007 a. de C. aproximadamente.
Se han encontrado restos de asentamientos organizados que datan de este período, así como diversos materiales asociados,
sobre todo, a enterramientos. Tales objetos se introducían en la sepultura junto con el cadáver a fin de que su espíritu
pudiera disfrutar de ellos en la siguiente vida; gracias a eso se han conservado una gran cantidad de efectos personales,
cerámica, útiles diversos y armas. La cerámica se solía decorar con pinturas que reflejaban la vida y costumbres de la
época. Entre los motivos representados se incluyen imágenes de los pájaros y animales característicos de las zonas
próximas al Nilo, así como también, ya al final del Período Predinástico e inicios del Período Protodinástico(3007-2682 a.
de C.), minuciosas representaciones de embarcaciones con remeros sobre las aguas del río. El cobre forjado se utilizó, en
pequeñas cantidades, para la elaboración de collares y algunas herramientas, aunque la mayoría de los elementos se
obtuvieron de la piedra. Las espátulas hechas de piedra se utilizaron para pulverizar la pintura de ojos. Se tallaron
pequeñas esculturas y figurillas en marfil y hueso, así como también en arcilla.
PERIODO DINÁSTICO
Las características generales del arte del antiguo Egipto ya dinástico son consecuencia del modo de vida sedentario
agrario(que creó determinados hábitos mentales), de la concepción del mundo propia de la religión egipcia(que exigía una
exactitud permanente, capaz de superar a la muerte, concebida como un simple accidente), y del tipo de organización
social, bien organizada, especializada y jerarquizada(que permitió la realización de construcciones gigantescas pese a la
insuficiencia de los medios mecánicos utilizados). El modo de vida agrario, sobre una tierra fértil, pero de escasa
superficie y con numerosa población, planteó el problema de la división de la propiedad con la mayor precisión y
exactitud. Ello dio origen a la aparición de la geometría(origen que se revela en la etimología griega goemetreín, medir la
tierra), y al desarrollo de un arte, fiel reflejo de hábitos mentales y visuales geométricos, en el que los valores de orden y
composición aparecen ya con las primeras obras, como el cuchillo de Djébel el-Arak(Louvre), que presenta una serie de
animales dispuestos en registros horizontales, geométricos. Este dispositivo permanece inmutable durante milenios,
sometiendo a las imágenes a una disciplina rigurosa y cerrándolas en espacios netamente delimitados por bordes
perpendiculares. Otra aportación del modo de vida agrario fue la influencia del mundo vegetal, que se revela en los
diversos tipos de columnas: palmiforme(capitel en forma de palmera), lotiforme(en forma de flor de loto cerrada),
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papiriforme(en forma de flor de papirus cerrada o abierta, caso en que se llama también campaniforme), y en la
importancia que adquieren los temas decorativos vegetales y florales.
La concepción del mundo de la religión egipcia, que mediante las imágenes pretendía perpetuar una presencia más allá
de la muerte, creando un doble del original, influyó poderosamente en la plástica originando la famosa Ley de la
Frontalidad. Según este sistema, no se fija el ángulo accidental que un cuerpo ofrece a la vista, sino el ser mismo, tan real
como él, pero inmóvil. Se trata de un realismo conceptual que reproduce la idea de una cosa más que el aspecto que
ofrece de hecho. Por ello los cuerpos son como disociados en sus partes y vueltos a recomponer representando cada una
de ellas de la forma más significativa(cabeza, brazos y piernas de perfil, y tronco de frente), lo cual determina la típica
estética egipcia, más atenta a una lógica intelectual que a las apariencias sensibles. Se trata de un auténtico modelo
representativo, según el cual las distintas partes del cuerpo humano son consideradas desde puntos de vista distintos. Este
modelo representativo no respondió a una incapacidad de pintores y escultores, sino al deseo de transmitir una idea, en
lugar de una “simple” imagen. Lo que los artistas pretendían era representar a la figura humana tal y como se piensa o
imagina, esto es, dando a cada parte del cuerpo la posición que mejor la define. Esta concepción estuvo fuertemente
relacionada con las ideas religiosas. Según éstas, una representación del cuerpo humano podía actuar como sustituto del
cuerpo real, como en el caso del Ba o del Ka que veremos posteriormente; por ello resultó evidente que la representación
del cuerpo debía hacerse de modo que cada una de sus partes quedara lo más fielmente representada. Si cada parte estaba
definida, el conjunto habría de ser por lógica, más definitorio también. La utilidad de este modelo de representación es lo
que hizo olvidar que, en la realidad, nunca se ve a persona alguna en posición tan forzada e imposible. Una vez más el
carácter eminentemente práctico de los egipcios se impuso a lo que otros podrían considerar realidad objetiva.
ARQUITECTURA
La arquitectura del antiguo Egipto se manifestó, sobre todo, con dos tipos de construcciones religiosas: las tumbas y
los templos. El material empleado para dichas construcciones fue, invariablemente, la piedra trabajada en sillares bien
aparejados. Se trataba de construcciones de cierto carácter monumental, con un desarrollo horizontal(con la clara
excepción de las pirámides)y de estructura arquitrabada o adintelada(la ausencia del arco es total). Como elementos de
sustentación se utilizaron el pilar y, sobre todo, la columna con capiteles, como ya se mencionó anteriormente, de motivos
vegetales(flor de loto, planta de papiro y de palmera)y fustes muy variados, entre los que destacan los decorados con
relieves.
IMPERIO ANTIGUO. Por su línea, la arquitectura de este período fue sobria, majestuosa y estuvo siempre de acuerdo
con el marco geográfico. Durante las primeras dinastías se construyeron importantes complejos funerarios para los
faraones en Abidos y Sakkara, a imitación de los palacios y templos(la tumba era una síntesis de la noción de templo y de
mansión privada). La gran cantidad de cerámica, trabajos en piedra y tallas de marfil o huesos encontrados en estas
tumbas atestigua el alto grado de desarrollo de esta época. Los jeroglíficos(escritura mediante dibujos), forma de escribi r
la lengua egipcia, se encontraban por entonces en su primer nivel de evolución, y ya mostraban su carácter de algo vivo,
como el resto de la decoración.
En la III Dinastía la capital se trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la construcción de pirámi des, que sustituyeron a
las mastabas como tumbas reales. Las tumbas variaron mucho de unas épocas o otras, adoptando modelos diferentes.
Haciendo referencia tan sólo a las tumbas faraónicas o de los individuos con más poder, se pueden señalar tres tipos:
Mastabas, Pirámides e Hipogeos.
En los Imperios Antiguo y Medio, de los que apenas quedan vestigios de palacios y/o templos, los monumentos
arquitectónicos fundamentales son de carácter funerario: LAS PIRÁMIDES, las construcciones más llamativas,
emblemáticas y enigmáticas de la arquitectura egipcia, y utilizadas como sepulturas de los faraones, que evolucionaron
desde la forma escalonada(como la pirámide de Djoser o Zoser, en Sakkara, de la III Dinastía, construida por el
arquitecto, científico y pensador Imhotep, y que se trataba de una necrópolis integrada por una pirámide escalonada de
piedra, una monumental obra de planta rectangular y cinco pisos o escalones formados por una sucesión decreciente de
troncos de pirámide, y un grupo de templos, altares y dependencias afines. La gran pirámide escalonada, donde reposaron
los restos del faraón, está compuesta de varias mastabas superpuestas, aunque recientemente se ha propuesto que esta idea
es completamente errónea, pues a la mastaba se le añadió encima directamente una estructura de cuatro escalones y,
posteriormente, de seis escalones en las sucesivas ampliaciones diseñadas por Imhotep. La pirámide de Djoser no es un
grupo de seis mastabas decrecientes en tamaño y una encima de la otra, es una estructura escalonada en sí misma, y es el
ejemplo más antiguo de arquitectura monumental conservado en la actualidad que ilustra también una de las fases en el
desarrollo de la pirámide como tipología arquitectónica)hasta la forma truncada, romboidal o comba(que era un tipo de
pirámide más evolucionado que, siendo ya de arista, tenía una doble inclinación en cada una de sus cuatro caras, como la
pirámide de Snefru o Snofru, en los inicios del Imperio Antiguo, IV Dinastía), llegando al tipo clásico de las grandes
pirámides de Gizeh(pirámides de Khufu(Kufú), Kafra y Menkaure; conocidas también como de Keops, Kefrén y
Mikherinos-Micerinos-, de la IV Dinastía), siendo estas últimas verdaderos colosos de piedra que sobrepasan por mucho
el entendimiento humano moderno, y que envuelven tantos misterios que han propiciado el origen de cultos esotéricos y/o
metafísicos a su alrededor, tanto por su origen como por su perfecta y laboriosa construcción. Son las únicas de las Siete
Maravillas del Mundo Antiguo que quedan en pie, aunque entre los unánimes y entusiastas elogios dedicados a estas
enormes y fantásticas construcciones destaca el juicio negativo de Plinio el Viejo que las define como “una inútil y torpe
ostentación de riqueza por los faraones”. Alrededor de las tres pirámides mayores de Gizeh creció una necrópolis
(Ciudad de los Muertos)integrada por mastabas. El origen de las pirámides siempre ha sido tema de debate y de
controversia, ya que se han expuesto numerosas hipótesis sobre qué motivó a los egipcios a construirlas. Algunas son tan
estrafalarias como la que asegura que fueron erigidas con la ayuda de tecnología extraterrestre o haciendo uso de la
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telequinesia para mover los enormes bloques de piedra. Pero otras, más reales y más científicas argumentan que las
pirámides fueron levantadas con esa forma para imitar a la primigenia roca ben-ben que emergió del océano de Nun para
formar la tierra o, simplemente para imitar el paisaje de las dunas en el desierto, lugar siempre enigmático, misterioso,
atrayente y muy temido por los antiguos egipcios. Existen restos de al menos 70 pirámides más o menos en ruinas en la
gran meseta que se extiende de Abu Roash en el norte a Medium en el sur. Éstas se dividen en grupos, a saber, Abu
Roash, Gizeh, Abusir, Sakkara, Dahshur, Lisht y el grupo del Fayum, incluyendo el Medium, que se encuentra aislado. De
todas ellas menos de 20 han sido plenamente identificadas como las tumbas de diferentes reyes. Como veremos un poco
más adelante, muchas teorías han sido desarrolladas sobre su origen, edad, propósito, método de construcción, etc., y
muchas excavaciones y medidas han probado que fueron construidas, entre el período de la III y la XII Dinastías-algunas
fuentes mencionan que desde la I Dinastía-, únicamente como tumbas para la conservación de las momias reales. Sin duda
el método de construcción ha supuesto un difícil rompecabezas para la ingeniería desde la época clásica. Herodoto y
Diodoro sólo recogen lo que les contaron sobre el tema, pero ninguna de sus teorías es concluyente. Recientemente se ha
probado que sería bastante posible construir una pirámide sin ningún tipo de maquinaria moderna, compleja o muy
elaborada, pero sí contando con una enorme cantidad de mano de obra. Los ejemplos más bellos de pirámides se
construyeron con piedra caliza numulítica, procedente de las canteras de Tura y Masarah al otro lado del Nilo y de Gizeh
misma. Otras, como las de Dahshur, se construyeron con ladrillos de barro, empleando la piedra caliza sólo en los
pasadizos y en las cámaras interiores. En algunos casos sólo el descubrimiento accidental de tales cámaras ha llevado al
conocimiento de que el montón de detritos situados encima formaron alguna vez una pirámide. La Gran Pirámide de
Khufu en Gizeh en su estado original presentaba cuatro superficies suaves al espectador, ya que estaba completamente
cubierta con granito y bloques de piedra caliza unidos de forma excelente. Pero la totalidad de esta cubierta exterior ha
desaparecido debido a que el lugar fue durante siglos explotado como una cantera por los gobernantes islámicos. Los
pasadizos interiores de las pirámides fueron dispuestos con una gran complejidad para burlar y frustrar los esfuerzos de
los ladrones de tumbas y saqueadores. Pero a pesar de estos cuidados, las pirámides fueron abiertas en varias ocasiones
por los persas, los romanos y los árabes, y al investigar en épocas más recientes no pudo encontrarse nada en las cámaras
más que sarcófagos vacíos sin tapa ni inscripciones. En alguna de las cámaras de la Gran Pirámide se descubrió el nombre
de Khufu, probando en conclusión que ésa era la tumba de este faraón de la IV Dinastía, también conocido como Keops.
De las otras dos pirámides del grupo de Gizeh, la de mayor tamaño es la de Kefrén o Khafra, la otra, más pequeña,
pertenece a Men-kau-Ra o Micerinos. Las pirámides de Abusir son las tumbas pertenecientes a los faraones Sahure,
Neferirkare, Neferere, Shepseskere y Neuserre de la V Dinastía. En Abu Roash se puede observar la pirámide de
Djedefre(IV Dinastía). En Sakkara se encuentran las tumbas piramidales de Zoser y de Horus
Sekhemkhet[Sejemjet](III Dinastía); de Userkaf, Dyedkare Izize y Unas(V Dinastía), y de Teti, Pepi I, Merenre I y
Pepi II(VI Dinastía). En El-Lisht se encuentran las pirámides de Amenemhet I-al norte-, de Sesostris I-al sur-, y de
Sesostris III(XII Dinastía-Imperio Medio-). En Medium o Meidum se encuentra la llamada pirámide “escalonada” de
Huni¿? y Snefru o Snofru(III-IV Dinastías); en Dahshur se encuentran la pirámide “comba, romboidal, acodada o Sur” y
la pirámide “roja o Norte”, ambas de Snefru(IV Dinastía); la pirámide “blanca” de Amenemhet II, la pirámide “negra” de
Amenemhet III y otra pirámide de Sesostris III(XII Dinastía-Imperio Medio-). Las pirámides de Mazghuna son
atribuidas a los dos últimos soberanos de la XII Dinastía, Amenemhet IV y la reina-faraón Neferusobek. Y en el Fayum
se observan las pirámides de Sesostris II(en Il-Lahun)y Amenemhet III(en Hawara)de la XII Dinastía del Imperio
Medio. También se debe mencionar que hay pirámides en Zawiet El-Aryan-las de los faraones Khaba(III Dinastía) y,
probablemente, de Hordyedef o Baufre(sucesores de Kefrén)de la IV Dinastía-; en Tebas, en Qullah, cerca de Napata en
Etiopía y en Meroe.
Siglos después de que Nubia perdió el control de Egipto, continuó emulando la tradición de señalar las tumbas reales con
pirámides, precisamente como las recientemente restauradas en Meroe. Hoy en día Sudán alberga más pirámides que
Egipto. En la actualidad las solitarias pirámides de Sudán son espectáculos inquietantes sobre el Desierto de Nubia.
Raramente son visitadas las pirámides de El Kurru, Nuri y Meroe, que se encuentran serenas ante un paisaje árido que
difícilmente nos indica que ahí existió una próspera cultura de la antigua Nubia que dominó a Egipto por 70 años, durante
la XXV Dinastía, en el Tercer Período Intermedio.
Si bien las pirámides del Imperio Antiguo son de piedra caliza y las del Imperio Medio son casi todas de adobe, en el
complejo funerario se usaban otros materiales, principalmente granito y basalto. Las canteras de estos materiales estaban
situadas lejos de la necrópolis de Menfis, por lo que su transporte era complejo y requería utilizar el Nilo. Los bloques de
piedra eran embarcados en grandes navíos de transporte que se dejaban arrastrar por la corriente hasta llegar, unas
semanas después, a su lugar de destino para ser ahora trasladados por tierra. En El-Lisht, cerca de las pirámides de
Amenemhet I y Sesostris I, de la XII Dinastía, se hallaron unas vías de unos 11 metros de ancho: un relleno de fragment os
de caliza y mortero con vigas de madera insertadas para ofrecer un lecho sólido, sobre el que se había extendido una capa
de caliza y yeso blanco. Por encima, el barro humedecido habría permitido arrastrar “trineos” cargados con grandes
bloques de piedra, al estilo de lo que muestran los diferentes relieves donde se representa el desplazamiento de estatuas
colosales y de bloques de piedra. Al ser Egipto un país de arena y barro, los trineos son perfectamente viables y útiles,
mucho más que la rueda, que aunque ya era conocida para entonces por los antiguos egipcios, ciertamente no era utilizada
como herramienta ni como medio de transporte en los trabajos de ingeniería o arquitectónicos. Pese a lo que pueda
parecer, la piedra caliza-el material de que estaban hechas y recubiertas las pirámides en el Imperio Antiguo-es un piedra
blanda. Estudios recientes han demostrado que con las herramientas de que disponían los antiguos egipcios en esos
tiempos-mazas de madera, escoplos o cinceles de cobre(que al parecer tenían cristales de arsénico incrustados lo que los
hacía más filosos y más resistentes al cortar o tallar la roca)y bolas de dolerita(una piedra muy dura y pesada, que los
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egipcios sabían trabajar sin romperla)-se pueden extraer y tallar los sillares utilizados en las pirámides. Casi todas las
canteras eran a cielo abierto. Para extraer la piedra se dibujaba en el suelo una cuadrícula que delimitaba el tamaño de
cada bloque, dejando entre ellos el espacio suficiente como para que cupieran los hombres que los extraerían. Una vez
extraídos, los bloques eran entregados a los encargados de llevarlos hasta la zona de construcción de la pirámide. Es ya
conocido que en las cercanías de cada pirámide se construía un poblado-como el hallado en Gizeh-o varios, donde se
alimentaba y alojaba a los obreros. Todos los productos consumidos en ellos procedían de las “fundaciones piadosas” de
los faraones, es decir, de un conjunto de tierras repartidas por todo el país cuya producción estaba destinada
exclusivamente al sostén del culto funerario del soberano y, antes, a la construcción de la pirámide en la que éste debía ser
enterrado.
Casi todas las pirámides del Imperio Medio son inmensas moles de ladrillo. Una estructura interna de muros de piedra
dividía el espacio en compartimientos que después se rellenaban con adobes. Finalmente, el revestimiento de caliza
ocultaba todo esto, dejando a la vista una pirámide perfecta. Los ladrillos o adobes se fabricaban con barro del Nilo
mezclado con paja para hacer una pasta, con la que los maestros ladrilleros, utilizando moldes de madera de idénticas
dimensiones, fabricaban “pastillas” de barro, que posteriormente se dejaban secar al sol. En pocos días se podía producir
una cantidad sorprendente de ladrillos, de manera que la pirámide nunca corría el riesgo de quedar desabastecida o
inconclusa.
Este siguiente punto es muy importante: los constructores de pirámides NO eran esclavos, como la tradición lo ha hecho
creer, sino obreros pagados por el Estado. Su trabajo no era tan sencillo como pueda parecer a primera vista: arrastrar
pesados bloques de piedra y colocarlos en su sitio requiere un saber hacer que sólo se consigue con la experiencia. El
mejor modo de aprender era trabajando, y es muy probable que los hijos sucedieran a los padres en esta labor tan concreta,
haciéndola generacional. De esta manera, al poco de comenzar a construirse una pirámide el faraón ya disponía de una
gran masa de trabajadores especializados en esta labor arquitectónica.
Los obreros que arrastraban los sillares de piedra no eran los únicos que trabajaban en la pirámide. Por encima de ellos
había capataces que, a su vez, eran supervisados minuciosamente por otros miembros de la administración real. Estaban
también las personas encargadas de fabricar las herramientas, cuerdas, cestas y todo aquello que se pudiera necesitar o
requerir en la obra. Igualmente, había artesanos que se afanaban en decorar con relieves las paredes de los templos del
complejo funerario, capitanes de barco y marineros que traían el granito o basalto del sur del país y muchos otros
trabajadores especializados. Sin duda el construir una pirámide era un asunto extraordinariamente complejo, que movía
una gran maquinaria humana que implicaba a artesanos y técnicos de muchos tipos y de varias áreas, incluyendo a los
médicos que atendían a los obreros.
La construcción de una pirámide era objeto de varios estrictos controles. La mayor parte de los bloques que salían de la
cantera llevaban una marca de los escribas, que anotaban en ellos la fecha, el lugar al que iban destinados o el grupo de
trabajadores encargado de llevarlos a su posición. A la vez, en sus papiros llevaban la contabilidad de todo: piedras,
hombres, días trabajados, herramientas rotas o gastadas, etc. El faraón era quien pagaba todo esto y no se le podía
engañar. Un control semejante llevaban los aparejadores de la obra, que supervisaban la inclinación y correcta colocación
de cada bloque, así como lo estable y parejo o llano del terreno de construcción, usando como herramientas básicas para
estos cometidos el nivel y la plomada.
Se conoce el nombre de por lo menos dos de los arquitectos que dirigieron o supervisaron la construcción de una
pirámide. Se trata de Imhotep y Hemiunu. Imhotep, sacerdote de Ptah, fue el diseñador de la primera y la segunda
pirámides construidas, la pirámide escalonada de Djoser y la de su sucesor Sekhemkhet, ambas en Sakkara. Hemiunu era
sobrino-aunque se cree que tal vez era hermano-de Khufu y desempeñó el cargo de “supervisor de todos los trabajos del
faraón”, es decir, de arquitecto en jefe. No se sabe si trabajaron en solitario o si, como parece más probable, contaron con
la ayuda de otros arquitectos. En cambio, sí se sabe que utilizaron planos(se ha encontrado uno de la época nubia)y que
recurrían a maquetas para proyectar sus edificaciones.
Para levantar grandes pesos los antiguos egipcios utilizaban rampas, y eso aparentemente hicieron en las pirámides. Pero
no emplearon, como comúnmente se pensaba, una gran rampa perpendicular a la tumba, pues construirla hubiera
requerido más trabajo y materiales que los destinados a la propia pirámide. Se ha creído y especulado que usaron una
rampa envolvente, pero en ella es difícil hacer girar los bloques al llegar a las esquinas y es muy complicado realizar l as
mediciones necesarias. Por lo tanto, es más probable que las rampas sólo sirvieran para trasladar los bloques desde la
cantera hasta una cierta altura, no muy arriba. Ello supondría una gran ahorro de tiempo, porque en estos edificios
obviamente la mayor parte del material se halla en la base.
Si elevar los sillares de piedra de una pirámide hasta la altura correspondiente era una ardua tarea, no lo era menos
colocarlos en su sitio en la hilada que les correspondía. En pirámides del Imperio Antiguo y del Imperio Medio se han
encontrado bloques que han permitido imaginar cómo eran colocados en su posición. Se trata de sillares que presentan en
una o varias de sus caras unas protuberancias en la piedra cuya función era la de servir de punto de apoyo para las
palancas con las que se hacía presión y se empujaba el bloque hasta encajarlo en su posición. Algunos de los sillares de
revestimiento que cerraban una hilada eran bajados desde arriba con ayuda de una cuerda pasada por una muesca en su
cara posterior.
Para dar a las pirámides unas paredes lisas y un aspecto más lucido y deslumbrante, todas estas construcciones se
recubrieron con una última capa de sillares de piedra caliza de especial calidad y blancura. La cantera de estos bloques se
encontraba en Tura, a unos kilómetros al sur de El Cairo. Como Tura está situada en la orilla oriental del Nilo, los bloques
tenían que cruzar el río a bordo de grandes barcos o barcazas de transporte. Pero, dado que eran lo último que se colocaba
en la pirámide, los antiguos egipcios tenían años para completar exitosamente esta última operación de su construcción.
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De la época de las grandes pirámides de Gizeh también sobresale una obra monumental, muy imitada pero nunca
igualada en su magnificencia: la enigmática y emblemática ESFINGE, guardián sempiterno del desierto egipcio con
cabeza y rostro humano y cuerpo felino sedente. Abu ´l-Hol o “Padre del Terror” llamaron los árabes a este cuerpo de león
con cabeza humana y barba real, considerada la primera estatua colosal del antiguo Egipto. La esfinge es el monumento
colosal de ingeniería escultórico-arquitectónico-artístico más antiguo conocido en Egipto. Se erige a medio kilómetro al
sudeste de la gran pirámide de Keops. Durante mucho tiempo los egiptólogos aseguraban que la esfinge había sido
construida por orden de Kefrén, el hijo de Keops y constructor de la segunda pirámide de Gizeh, pero recientes
investigaciones revelan que fue Djedefre o Didufri(2528-2520 a. de C.)quien realmente mandó erigir esta fabulosa y
enigmática obra. Djedefre fue el primer heredero de Keops al trono, medio hermano de Kefrén y el primer faraón en
declararse “hijo de Ra”. Lamentablemente pereció tras un muy corto reinado del que se conocen muy pocos datos. El
cuerpo de la esfinge mide unos 42 metros de largo, las garras 15 metros, la altura máxima es de unos 21 metros, la cabeza
9 metros y la anchura de la cara 4 metros. Está excavada de una sola pieza en la roca sólida y las deficiencias del contorno
fueron suplidas con recubrimientos. Las facciones del rostro sufrieron los destrozos causados por el fanatismo
mahometano que le arrancó la nariz; por la ignorancia europea que la ocupó como blanco en sus prácticas de tiro, y por el
deterioro ambiental tan hostil del desierto egipcio. Sin embargo algo del color rojo original del que estaba pintada aún
queda en una de sus mejillas. Más de una vez se ha eliminado la arena del monumento que constantemente lo cubre y lo
entierra. En los últimos años el gobierno egipcio ha llevado a cabo restauraciones sobre el mismo y excavaciones
extensivas en todo el terreno que lo rodea. Entre las garras o patas delanteras de la Esfinge, Tutmosis IV mandó poner una
placa o estela con una inscripción que recoge el sueño que tuvo, en el que Harmachis-nombre egipcio de la Esfinge-se le
aparecía y le prometía grandes recompensas, incluyendo el ser faraón, si desenterraba a la Esfinge-su imagen-de la arena.
Los últimos hallazgos parecen revelar que la puesta de esta inscripción sólo fue un ardid político y propagandístico de
Tutmosis IV. El nombre de la Esfinge en egipcio representa a “Horus en el Horizonte”, Heruemkhut, más conocido como
Harmachis. Todavía al día de hoy se argumentan muchas hipótesis de por qué Djedefra habría mandado a construir la
Esfinge de Gizeh. Algunas opinan que fue para levantar el ánimo y revivificar la unión de un pueblo que quedo cansado y
hasta harto después de la construcción de la Gran Pirámide de su padre; otras aseguran que fue una obra para enaltecer e
inmortalizar la memoria de su padre, y hasta existen las que mencionan que fue sólo una obra basada en la gran obsesión
que tenía Djedefra por estos tipos de seres felinos con cabeza humana. Otra teoría argumenta que la construcción de las
esfinges egipcias tal vez estuvo influenciada por unas curiosas formaciones naturales del desierto conocidas como los
Leones de Lodo, figuras que por medio de la erosión adoptan una caprichosa forma felina sedente.
No está demás comentar que la Esfinge siempre ha estado rodeada de misterios, enigmas y aventuradas aseveraciones. Por
ejemplo, existen diversos grupos esotéricos, principalmente los Rosacruces, que ven en ella a su líder espiritual, otros
aseguran que fue obra de los sobrevivientes de la Atlántida y que tiene entre 8000 o 9000 años de antigüedad, asunto que
es imposible ya que las pruebas geológicas que se le han practicado a la roca donde fue tallada concuerdan que si fue
hecha por los egipcios durante el Imperio Antiguo faraónico, y obviamente están los pseudocientíficos algo psicóticos, los
ufólogos y los piramidólogos de la new age que aseguran que fue construida por alguna civilización extraterrestre, al igual
que las pirámides que la acompañan. Otras historias sui generis que se han formado alrededor del llamado “Guardián de
las Pirámides” hablan de túneles o cámaras en su interior o debajo de ella que supuestamente contendrían la biblioteca
perdida de la Atlántida, y hasta incluso existe una historia, no muy bien documentada por cierto, de que el rey Faruk I en
una noche de 1945, en plena Segunda Guerra Mundial, encontró una gran habitación dentro o debajo de la Esfinge que era
protegida por un autómata-un robot-. La historia no era nueva, ya que en el siglo X el cronista Masoudi, nacido en Bagdad
y fallecido en el año 956, cuenta en su obra Praderas de Oro, que este autómata, un robot de metal, tenía la función de
proteger el tesoro de la Esfinge y que “destruía todo excepto a aquellos que por su conducta eran merecedores de ser
admitidos”. Y todo esto más la creencia pseudocientífica de la existencia de corredores subterráneos en la meseta de
Gizeh que supuestamente conectan unas pirámides con otras y éstas a su vez con la Esfinge, concreta de lleno la tradición
y las leyendas que envuelven la historia de este fascinante lugar de Egipto. En fin, como estas existen algunas otras
“alocadas” hipótesis que a mi muy personal y particular parecer no tienen ningún sustento ni científico ni arqueológico,
pero usted tiene la libertad de creer en la que más le agrade sobre el origen de las pirámides y de la enigmática y siempre
vigilante y expectante Esfinge de Gizeh, obra maestra de la cultura egipcia.
Sin embargo, debo mencionar que a últimas fechas se ha estado especulando sobre una teoría más, que de ser cierta, sería
el hallazgo más espectacular de toda la historia de la egiptología moderna, y es la de la existencia de una segunda esfinge,
del mismo tamaño de la actual. Incluso dicha teoría hasta intuye su ubicación: debajo de las casas de un poblado cercano,
razón por la cual se dificulta su futura excavación, ya que por obviedad tendría que haber primero una serie de
expropiaciones. Por otra parte, el investigador Bassam el Shammaa ubica a esta hipotética segunda esfinge a la derecha de
la actual, hoy día un lugar pedregoso y abandonado. El único sustento que tiene dicha teoría es que, como lo afirman
algunos investigadores, en el Egipto antiguo el número dos siempre fue considerado el número de la armonía y la
perfección, por ejemplo, frente a la corona blanca del Alto Egipto estaba la roja del Bajo Egipto; frente al buitre la cobra;
frente al loto el lirio, etcétera. Según Bassam, deberían ser dos esfinges, dos leones, uno masculino y otro femenino. El
que actualmente se observa es el masculino, “Horus en el Horizonte”, el Heruemkhut. El supuesto femenino sería el que
corresponde a Tefnut, diosa con orígenes en la mitología arcaica prefaraónica, que protegería una segunda colina. Una de
las pruebas que se esgrimen para demostrar que en el pasado hubo dos esfinges sobre la meseta de Gizeh es la ya
mencionada Estela del Sueño de Tutmosis IV, que se encuentra en el Museo de El Cairo, en la que ciertamente aparecen
dos esfinges... Pero bien, ahora volvamos al aspecto histórico-científico-arqueológico que realmente nos ocupa en este
capítulo.
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El fin que se perseguía con las pirámides era preservar y proteger los cuerpos de los faraones para la eternidad. Cada
pirámide formaba parte de un conjunto en el que figuraban un templo en el valle, un embarcadero y un corredor de
comunicación entre unos espacios y otros, así como también un espacio reservado para realizar los ritos religiosos previos
al enterramiento.
La disposición de las cámaras funerarias de las pirámides se solía hacer bajo tierra y en algunos casos dentro de la propia
masa piramidal(como en el caso de la de Khufu). El sellado de los pasadizos que conducían a dichas cámaras fue resuelto
con dispositivos particularmente ingeniosos para evitar que la tumba fuera profanada y saqueada; pero a pesar de los
esfuerzos y precauciones que los arquitectos tomaron en este sentido, la casi totalidad de las tumbas fueron abiertas ya en
épocas antiguas, incluyendo a las pirámides.
Los grandes personajes del Imperio Antiguo eran enterrados en MASTABAS-en árabe mastabah, nombre que
significa “banco de adobe”-(macizos de ladrillo de cubierta plana y paredes inclinadas, cubiertas por placas calizas, en el
interior de los cuales se abría una cámara con el pozo que daba acceso a la cripta en que se encontraba el sarcófago), y que
recibieron ese nombre por su semejanza con las casas egipcias de adobe en forma de pirámide truncada.
Las mastabas fueron las tumbas de los miembros de la familia real, altos mandos, cortesanos y funcionarios.
Exteriormente parece una pirámide truncada de planta rectangular que consta de una pequeña sala denominada sirdab,
donde se guardaba la estatua del difunto, considerada como un ser vivo, y la falsa puerta que comunicaba el mundo de los
muertos y de los vivos. Delante de ella se depositaban las ofrendas y se realizaba el culto funerario. Bajo tierra se
encontraba la cámara sepulcral, a la que se accedía por un pasaje que se sellaba una vez depositado el cadáver. Las
mastabas fueron construcciones tempranas que se mantuvieron a lo largo de los distintos períodos históricos.
La arquitectura del Imperio Antiguo puede considerarse monumental, dado que la caliza y el granito locales se
utilizaron para la construcción de edificios y tumbas de grandes dimensiones. Desarrollaron una extraordinaria técnica
arquitectónica. Empleaban bloques colosales de piedra, que se ajustaban a la perfección sin utilizar argamasa, y
empleaban medios de elevación que desconocemos. La bóveda era conocida pero no se empleaba en la arquitectura en
piedra.
Frente a la relativa abundancia de restos monumentales de carácter funerario conservados, apenas hay ejemplos de
arquitectura doméstica y construcciones civiles de las ciudades egipcias del Imperio Antiguo; puede suponerse su
disposición sobre calles bien trazadas y planificadas, tal y como se hizo en las necrópolis, pero la utilización del adobe
(ladrillos de barro mezclado con heno o paja y cocidos al sol)para levantar los palacios y viviendas no ha permitido su
conservación hasta nuestros días. De este modo, los templos y tumbas, edificados en piedra y construidos con una clara
idea de eternidad, proporcionan la mayor y casi única información acerca de las costumbres y forma de vida de los
antiguos egipcios.
Durante el Imperio Antiguo y hasta el Imperio Medio existieron tres tipos principales de templos: los provinciales o
nomales-de cada nomo-, los que acompañaban a las pirámides y los solares. Los templos provinciales o nomales tenían
cada uno su propia idiosincrasia, siendo todos ellos diferentes entre sí, como el de Elefantina, que constaba de una
habitación construida al abrigo de un gran afloramiento de granito, y el de Medamud, que era un recinto sagrado con dos
colinas situadas en ángulo recto y dos sinuosos túneles excavados en su interior, cada uno de los cuales terminaba en un
santuario. En ellos se adoraba a los dioses protectores de la ciudad o nomo donde estaban ubicados. Los templos solares
constaban de un pequeño templo bajo, una calzada de acceso y un templo alto, que consistía en un patio con un gran
obelisco en el centro. Su función no está muy clara, pues sólo se construyeron durante la V Dinastía; pero parecen haber
sido una especie de templos funerarios para el dios sol Ra. Por su parte, los complejos piramidales contaban nada menos
que con tres estructuras templarias: templo bajo, calzada de acceso y templo alto, de las cuales sólo de la última podemos
seguir la evolución. Los templos altos también tardaron algunas dinastías en conseguir su planta estándar, dividida en una
parte interna y otra externa. La externa terminó siendo un vestíbulo de acceso, llamada “Casa de los Grandes”, seguido de
un patio columnado, conocido como “patio weshkhet”, todo ello flanqueado por almacenes; la parte interna, separada por
un corredor transversal, constaba de una habitación con cinco nichos, llamados “cavernas”, que guardarían las estatuas del
faraón y, justo detrás, un santuario con una gran estela de falsa-puerta, todo ello rodeado por más almacenes. En estos
templos se rendía culto al los faraones ya acaecidos.
IMPERIO MEDIO. Mentuhotep II, faraón de la XI Dinastía, que reinó entre los años 2065 y 2014 a. de C., y fue el
primer faraón del nuevo Egipto unificado del Imperio Medio(2065-1781 a. de C.), creó un nuevo estilo o una nueva
tipología de monumento funerario, probablemente inspirado en los conjuntos funerarios del Imperio Antiguo. En la orilla
oeste de Tebas, al otro lado del Nilo, en el lugar denominado Deir el-Bahari, construyó un templo en el valle conectado
por un largo camino real a otro templo que se encontraba adosado a la ladera de la montaña. Formado por una mastaba
coronada por una pirámide y rodeado de pórticos a dos niveles, los muros fueron decorados con relieves del faraón en
compañía de los dioses.
La arquitectura del Imperio Medio no está bien representada, dada la escasez de ejemplos conservados. No obstante,
una pequeña construcción vinculada a Sesostris I(1964-1929 a. de C.), segundo faraón de la XII Dinastía, ha sido
recuperada de uno de los últimos pilonos(puertas monumentales)del templo de Karnak, para el que se utilizaron sus
ladrillos como material de relleno. Esta pequeña capilla puede considerarse como el ejemplo típico del estilo de la época.
Esencialmente cúbica en su diseño y construida bajo un riguroso sistema de pilares y estructuras adinteladas, este pequeño
edificio tiene una pureza de líneas y unas proporciones tan equilibradas que le otorgan sin lugar a dudas un carácter de
eternidad. Los entrepaños están decorados con bellos relieves del faraón y varias divinidades egipcias.
En el Imperio Medio empezó a usarse un tipo de tumba real que alcanzó su máxima difusión en el Imperio Nuevo: las
TUMBAS HIPOGEAS o HIPOGEOS, que son esencialmente un largo corredor que comunica diversas cámaras
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sepulcrales(como las tumbas del Valle de los Reyes y del Valle de las Reinas, cerca de Tebas). Aunque se conocen algunas
tumbas del Imperio Antiguo, principalmente en la zona de Sakkara, fue durante el Imperio Medio cuando realmente
comenzaron a excavarse hipogeos en las laderas de la orilla occidental de Tebas. Surgió entonces un tipo de enterramiento
real muy peculiar y característico, la tumba Saff. Su estructura consiste en un gran patio en la ladera de la colina,
delimitado con muros, en cuyo extremo occidental se halla la tumba excavada. Ésta está formada por una serie de pilares
tallados en la pared rocosa, que hacen que la fachada aparente tener una multitud de puertas(saff en árabe significa
“muchas puertas”). Por detrás de los pilares discurre un sencillo corredor sin decoración alguna al que se abren varias
pequeñas habitaciones, una de las cuales contiene el pozo funerario. Éste fue el punto de partida del tipo de tumba que se
convertirá en el estándar durante el Imperio Nuevo, la tumba en planta en forma de T invertida. La mayoría de los
hipogeos que se pueden visitar actualmente en las colinas de la orilla occidental de Tebas pertenecen a este tipo, aunque se
pueden encontrar muchas variantes de este modelo.
Durante el Imperio Medio los templos funerarios reales mantuvieron la estructura de los del Imperio Antiguo, si bien
algo más estandarizada; mientras, los templos provinciales o nomales siguieron igual, con su misma conformación y
misma función.
IMPERIO NUEVO. La XIII Dinastía tuvo faraones débiles e ineficaces, alcanzándose un número de unos 50 en 120
años. El Segundo Período Intermedio(XIII a XVII Dinastías)fue de nuevo para Egipto una época de gobierno dividido.
Los Hicsos, pueblos venidos del Asia occidental, entraron en Egipto proclamándose a sí mismos faraones. Impusieron su
poder gracias a la utilización de caballos y carros de guerra. Esta circunstancia tuvo una prolongada influencia, ya que los
Hicsos llevaron a Egipto nuevas tecnologías a la vez que también proporcionaron una visión más amplia de su lugar en el
mundo mediterráneo. Una vez más, sin embargo, Tebas instigó la reunificación del país, los extranjeros fueron expulsados
y se restableció el poder central de la monarquía. El Imperio Nuevo(1550-1070 a. de C.)comenzó con la XVIII Dinastía, y
fue una época de gran poder, riqueza e influencia, como lo evidencia su importante comercio exterior y sus conquistas en
el extranjero.
Se puede argumentar que el Imperio Nuevo fue el período de los grandes TEMPLOS. Estas fabulosas construcciones
respondían a dos tipos de funciones; por un lado están los denominados Templos Solares o Funerarios, dedicados a las
ceremonias de los faraones y los Templos de las Divinidades. Los templos funerarios datan de las primeras épocas y su
estructura fue siempre bastante sencilla. La construcción, de planta cuadrangular, constaba de un patio central al que
daban diferentes salas y dependencias cubiertas con techumbres planas. En estos templos era donde se preparaba el cuerpo
del faraón antes de introducirlo en su tumba. En el Imperio Antiguo cada pirámide disponía de su correspondiente templo
que la acompañaba, que solía estar situado en la misma ribera del Nilo; se les llamó también por ello Templos del Valle y
estaban comunicados con la pirámide mediante una rampa de acceso perfectamente pavimentada. Con frecuencia, el
cuerpo del faraón llegaba hasta el templo del valle navegando por el río en una compleja y ritual procesión fúnebre, que
finalizaba con la introducción de la momia en la cámara sepulcral de la pirámide. De los templos del conjunto d e las
pirámides de Gizeh sólo se conserva bien el correspondiente a la tumba de Kefrén o Kafra.
Durante el Imperio Nuevo todos los templos, tanto los dedicados a las divinidades como los dedicados al culto del faraón,
adoptaron una nueva y definitiva distribución: dos pilonos que flanqueaban la entrada a un gran patio columnado, al que
seguía una sala hipóstila, es decir, llena de columnas, y tras ella el sancta sanctórum, donde se encontraba el naos con la
estatua del dios, rodeado de almacenes. Como es fácil de ver, los pilonos que flanquean la entrada de los templos son una
representación del jeroglífico que significa “horizonte”, de modo que la entrada de los templos es el lugar donde nace y
muere el Sol. Para entender mejor lo anterior será necesario recordar que para los antiguos egipcios el sol realizaba un
recorrido lineal por el firmamento hasta que terminaba por “morir” en el horizonte cada atardecer. Por esto el camino que
realizaban los sacerdotes desde la entrada del templo hasta el sancta sanctórum era una imitación de ese mismo ir y venir
del sol, desde donde nacía hasta donde se encontraba su lugar de regeneración y de regreso de nuevo hacia el horizonte
para renacer. De este modo, los templos egipcios, con sus muchas lecturas simbólicas, pueden verse como una especie de
“factorías” que producían ingentes cantidades de Maat, es decir, de orden universal.
Los templos dedicados a las distintas divinidades ofrecieron fundamentalmente tres tipos: el templo clásico, el espeos y
los hemiespeos. En general, la inmensa mayoría de los templos que se han conservado son, como ya lo he mencionado,
del Imperio Nuevo o épocas posteriores. En la XVIII Dinastía es cuando se crea el llamado Templo Clásico, cuya
estructura básica responde a los siguientes elementos: una avenida de acceso bordeada por esfinges, una fachada
denominada pilono, un patio rodeando al santuario y una serie de dependencias para los servicios del culto y
administración del templo. Con frecuencia, ante el pilono se colocaban obeliscos y en algunos templos hay varios pilonos
que separan las distintas partes del templo.
Los mejores ejemplos del modelo de Templo Clásico se encuentran en Tebas y sus alrededores, siendo los templos de
Karnak y Luxor los más renombrados e impresionantes, ya que forman un grandioso conjunto unido por una larga
Avenida de Esfinges; de ambos destaca evidentemente, por su magnificencia, el maravilloso Gran Templo de Amón de
Karnak. Antes de revisar los templos que se encuentran en Tebas y cerca de ésta, es preciso hacer una breve anotación
sobre la historia de este lugar, muy importante para el desarrollo de la arquitectura monumental religiosa del antiguo
Egipto. Tebas, en egipcio antiguo Wasit o Uaset, que significa “La Ciudad del Cetro”, fue durante muchos siglos la
capital administrativa y religiosa del antiguo Egipto; está situada a ambos lados del Nilo, a unos 725 kilómetros al sur de
la actual ciudad de El Cairo. Tebas se encuentra parcialmente ocupada en la actualidad por las ciudades de Karnak y
Luxor. Fue denominada Tebas por los griegos, quienes también la conocieron como Dióspolis o la “Ciudad Celestial”; es
la ciudad identificada en el Antiguo Testamento como No, “La Ciudad”, o como No-Amon, “La Ciudad de Amón”.
Repartidos por el yacimiento actual se encuentran los restos de numerosos templos, tumbas y otros monumentos del
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antiguo Egipto. De origen prehistórico, Tebas aparece por primera vez en registros egipcios durante el Imperio Antiguo.
Se han descubierto tumbas que datan de faraones de la VI Dinastía del Imperio Antiguo en la necrópolis que se encuentra
en la orilla occidental del Nilo. Según como lo indica el nombre bíblico de Tebas, efectivamente la deidad local de la
ciudad era el dios Amón, quien originalmente representaba las fuerzas de generación y reproducción y, que después, como
Amón-Ra, se convirtió en el Rey de todos los Dioses. El Gran Templo de Amón en Karnak es uno de los mejores
conservados y con una de las estructuras más magníficas de la antigüedad egipcia. Bajo los faraones de las IX y X
Dinastías del Primer Período Intermedio, Tebas se desarrolló como centro administrativo de una poderosa línea de
nomarcas. Los nomarcas de Tebas retaron y vencieron con éxito a los faraones de Heracleópolis, consiguiendo el control
completo de Egipto hacia el 2065 a. de C. Con el establecimiento de la XI Dinastía del Imperio Medio, Tebas fue capital
de Egipto hasta el reinado del hereje y apóstata Akhenatón-Ajnatón-en el siglo XIV a. de C., ya en el Imperio Nuevo.
Durante este período se erigieron numerosos templos, la Avenida de Esfinges, varias tumbas magníficas y muchos otros
monumentos en la misma Tebas y en sus alrededores. La ciudad se restableció como sede del gobierno egipcio poco
después de la muerte de Akhenatón por órdenes del faraón Tutankhamón. Tiempo después, en concreto durante las XVIII,
XIX y XX Dinastías, los faraones contribuyeron al esplendor arquitectónico de la ciudad. Desgraciadamente los asirios
saquearon Tebas en el siglo VII a. de C. Aunque después fue restaurada en parte, la ciudad sufrió un rápido declive
después del colapso en el 332 a. de C., en la XXXI Dinastía, durante la Segunda Dominación Persa. A finales del siglo I a.
de C., Tebas fue destruida por los romanos. Entre los monumentos más importantes de Tebas se encuentran, en la orilla
oriental del Nilo, el Templo de Karnak constituido por los Templos de Amón-Ra, Mut y Khonsu; la Avenida de las
Esfinges y el Templo de Luxor, que funcionaba como el “harén” del dios Amón, ya que éste era el lugar al que el dios
acudía en procesión desde Karnak una vez al año para celebrar su divino matrimonio. Se sabe que Luxor fue también un
importante centro de culto. Como espacio mitológico correspondía, dentro de la estructura teológica de los templos de
Tebas, al lugar donde el faraón y el dios-faraón, es decir, el rey y soberano terrenal y el dios Amón-Ra, entraban en
contacto el uno con el otro. Por ejemplo, los relieves del Templo de Luxor muestran el origen divino del faraón
Amenhotep III. Su madre terrenal es fertilizada por el rey de los dioses Amón-Ra; por lo tanto el faraón es el hijo de dios,
pero también es un ser humano: la analogía o paralelismo con el nacimiento de Jesucristo en el Nuevo Testamento es
sospechosamente evidente. De esta manera Luxor es la casa natal del Templo de Karnak; es el lugar donde el dios viene a
la tierra y el faraón humano se hace divino. La ideología de la divinidad del faraón y de la proximidad del dios a la
humanidad se expresaba ritualmente en la Fiesta de Opet, la fiesta de las nupcias de Amón-Ra que ya mencionamos líneas
atrás, y que se celebraba no en sagrada reclusión dentro del templo sino en medio del bullicio de la población de la capital,
ya que Karnak y Luxor estaban en el centro de la ciudad de Tebas, como las posteriores catedrales medievales. De la
misma forma, los templos egipcios eran parte integral de la vida política y económica de las metrópolis; las tierras
propiedad de los templos y la potestad tributaria de los sacerdotes representaban un poder político en absoluto depreciable,
que sin duda fue utilizado también en contra de las autoridades estatales y de la misma casa real; y como bien se sabe, fue
a la postre el causante de un colapso general en la organización política del país.
En la ribera occidental del Nilo, conocida como la necrópolis de Tebas Oeste, se construyeron Templos para el culto y
honras fúnebres de los faraones. Durante el Imperio Nuevo, los cuerpos de estos faraones se enterraron en tumbas
excavadas en la roca en el entorno denominado Valle de los Reyes, ya en pleno desierto, con los templos funerarios o
mortuorios a cierta distancia fuera del valle. En esta orilla occidental del Nilo se encuentran, en Deir el-Bahari, el Templo
de Mentuhotep II del Imperio Medio, que es la construcción monumental más antigua de la necrópolis, y el Templo de
Hatshepsut del Imperio Nuevo; las ruinas del Templo de Amenhotep III y sus Colosos de Memnón; el Templo de Seti
I en Qurna(Gurna); el templo conocido como el Ramesseum de Ramsés II, y en Medinet Habu el Templo de Ramsés
III, todas edificaciones que datan del Imperio Nuevo. También de este lado del Nilo se pueden observar tumbas de las
Dinastías XI a XVII; el Templo de Tutmosis III; el Templo de Tutmosis IV; el Templo de Amenhotep II; el palacio de
Amenhotep III en Malqata; el Templo de Amenhotep hijo de Hapu; el Templo de Merneptah; el Templo de Tausert; las
ruinas de la necrópolis de Qurna(Gurna); las ruinas de la aldea de Deir el-Medina; las tumbas de los faraones en el ya
mencionado Valle de los Reyes, las del Valle de las Reinas y las del Valle de los Nobles. Se sabe que Tutmosis I fue
probablemente el primer faraón que se hizo enterrar en el Valle de los Reyes-o KV por las siglas en inglés de Kings
Valley-, quedando así inaugurado como la necrópolis real del Imperio Nuevo; aquí también fueron sepultados los faraones
de las XIX y XX Dinastías. Por otro lado, el Valle de las Reinas se encuentra situado al suroeste del Valle de los Reyes y
es conocido por los expertos con las siglas QV(Queens Valley). Se especula que el fundador del Valle de las Reinas fue
una mujer, la reina Sitra, Esposa Real del fundador de la XIX Dinastía, el faraón Ramsés I, quien hizo crear el lugar como
el yacimiento funerario exclusivo para las mujeres y los hijos de los faraones reinantes. Sin embargo, es conocido que ya
durante las XVII y XVIII Dinastías habían sido excavados varios pozos y sepulcros funenerios. La presencia en el fondo
del Valle de las Reinas de una cascada en una gruta sugirió el concepto religioso y fúnebre. Esta gruta representaría el
útero de la Vaca Celestial, de la cual brotaban las aguas que anunciaban la resurrección de los difuntos allí enterrados. Es
notorio que el nombre de Valle de las Reinas induce a la confusión y al error de pensar que solamente se encuentran
enterradas allí personas que pertenecían a un grupo élite, con un estatus social muy elevado y limitado, mientras que la
denominación Ta-set-neferu, empleada por los antiguos egipcios para este lugar es de un contenido más neutro. Según se
cree, el nombre usado por los antiguos egipcios-que hasta ahora se venía traduciendo como “Lugar de la Perfección”podría haber significado realmente “El Lugar de los Hijos del Faraón”. Esta traducción es la que verdaderamente más se
aproxima al uso que se hizo de esta región desde finales de la XVII Dinastía y principios de la XVIII, como lugar de
enterramiento para los hijos de los faraones que reinaban en el momento, así como de algunas personas particulares que
estuvieran relacionadas con la educación de éstos. En el Valle de las Reinas las tumbas mayores se distribuyen en tres
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grupos. En primer lugar, las austeras y sencillas tumbas de las Princesas; en segundo lugar, las sepulturas situadas en
galería de los Príncipes y, en tecero y último, las tumbas de las Reinas, de concepción mucho más compleja y con mayor
ornamentación, como la de la reina Nefertari.
Es importante mencionar que la ciudad de Luxor fue edificada sobre las ruinas de la antigua ciudad de Tebas, la que fuera
capital del Egipto faraónico durante el Imperio Medio y el Imperio Nuevo. Su nombre original fue, como ya lo
mencionamos, Uaset, o “Ciudad del Cetro”, y fueron los griegos, muchos siglos después quienes la rebautizaron
llamándola Tebas. Actualmente se le conoce por su nombre en árabe Al-Uqsur o “Ciudad de los Palacios”, de donde viene
la pronunciación occidental Luxor. Homero la llamó “Tebas, ciudad de las cien puertas”, pero no se refería a las puertas
de la ciudad, sino a las impresionantes columnas del Gran Templo de Amón en Karnak.
Como se puede observar y constatar, los faraones de las XVIII a XX Dinastías fueron grandes constructores de
arquitectura religiosa. Tras el restablecimiento de la capital en Tebas la realeza divina de los faraones se asoció al dios
local Amón, que llegó a ser la divinidad suprema más importante de Egipto y reinaba sobre los dioses secundarios. Casi
todos los faraones del Imperio Nuevo se preocuparon por ampliar y hacer nuevos añadidos en el conjunto del Gran
Templo de Karnak, centro del culto al dios Amón, convirtiéndose así en uno de los más impresionantes complejos
religiosos de la historia. Sin duda el Templo de Karnak es el mayor de todos los templos del antiguo Egipto; sus
gigantescos pilonos, la gran sala hipóstila, los vestíbulos plagados de columnas, los obeliscos y las estatuas dispuestas en
numerosos lugares, nos llevan directamente a pensar en el poder y la majestuosidad del faraón y del Estado de aquella
época. El Templo de Karnak está formado por un conjunto gigantesco de edificaciones a causa de los añadidos de la XIX
Dinastía(la Gran Sala Hipóstila de Ramsés II, de 103 por 50 metros, con 134 columnas de 20 metros de altura cada una)y
de la Época Tolemaica. Próximo a este conjunto destaca también, y como ya lo mencionamos, el Templo de Luxor, con
una fachada compuesta de dos enormes muros macizos que flanquean la entrada y conducen al patio. Ya en el interior
encontramos una serie de recintos y capillas, dispuestos simétricamente, que albergan el Sancta Sanctórum o santuario,
una sala cuadrada con cuatro columnas. Estos templos estaban concebidos como grandes fortalezas religiosas, con puertas
monumentales de piedra que dan acceso a un gran patio con edificaciones diversas, entre ellas el templo propiamente
dicho. La fachada del templo está formada por altos pilonos encuadrando las puertas que abren paso al patio interior
generalmente circundado por un pórtico de columnas. A continuación, un segundo pilón introduce al vestíbulo y a una
sala hipóstila, donde numerosas columnas sostienen un techo en terraza. Más allá siguen otros vestíbulos que conducen al
santuario, donde se encontraba la imagen del dios. Las superficies de los muros estaban cubiertas de relieves relacionados
con la utilización de cada una de las partes del templo. Por otro lado, el Ramesseum, a pesar de ser un edificio concebido
como templo mortuorio de Ramsés II, también alberga en su interior elementos de épocas posteriores, como una capilla
dedicada y consagrada a la adoratriz divina de Amón, Karomama. En el mismo recinto se han hallado otros restos de los
tiempos de dicha reina-el Tercer Período Intermedio-como una pila de ostracones y una colección de papiros; así mismo,
en las inmediaciones de este templo, se ha rescatado una necrópolis nobiliaria del mismo período, donde reposan los
restos de altos dignatarios y funcionarios del gobierno de Tanis, muchos de ellos posibles coetáneos del faraón Takelot II
y de su esposa Karomama durante la XXII Dinastía.
Entre los antiguos templos clásicos de Egipto también son importantes el Templo de Seti I y el Templo de Ramsés II en
Abidos, ya que encarnan los dos santuarios de principios del período ramesida, con una singular riqueza de colorido en sus
relieves, y el Templo de Satet (Sati)construido por órdenes de Hatshepsut en la isla de Elefantina. En la zona de Nubia
se encuentran: el Templo de Amada que construyeron y ampliaron tres grandes faraones de la XVIII Dinastía, Tutmosis
III, Amenhotep II y Tutmosis IV; el Templo Rupestre de Ramsés II en ed-Derr; el Templo de Wadi es-Sebua también
de Ramsés II, y el Templo de el-Dakka de los Períodos Meroítico/Griego a Romano. El Templo de Hathor en Deir elMedina; el Templo de Hathor en Dendera; el Templo de Jnum(Khnum)en la ciudad de Esna; el Templo de Horus en
Edfú; el Templo doble de Sobek y Haroeris en Kom Ombo; el Templo de Isis y el Templo de Hathor ambos en la
pequeña isla de Filé; el gran Templo de Kalabsha cerca de Assuán, y el Templo funerario de Petosiris en Tuna elYebel, todos construidos durante los Períodos Tolemaico y Romano.
Speos o espeos es la palabra griega empleada para designar un pequeño templo o altar tallados completamente en la
roca. Un claro ejemplo de este tipo de templos son los llamados Speos o Espeos Artemidos, nombre griego dado a un
pequeño templo cortado en la roca en Beni-Hassan, en el Egipto Medio. Este fue comenzado por la reina-faraón
Hatshepsut y Tutmosis III en la XVIII Dinastía. Estuvo consagrado a la diosa Pakhet, una de las múltiples diosas con
cabeza de leona en el panteón egipcio, a la que los griegos identificaron con su diosa Artemisa, la Diana latina.
El modelo de Templo Espeos, es decir, totalmente excavado en la roca, tiene su máxima culminación en el gigantesco
Gran Templo de Ramsés II, “El Grande”, de Abu Simbel en Nubia, consagrado a los dioses imperiales Ra-Harakhty,
Amón-Ra y Ptah. Este tiene una fachada de 33 metros de altura directamente tallada en la montaña, con cuatro magníficas
y gigantescas estatuas sedentes del faraón de 20 metros de altura cada una. En el interior de este espeos hay dos salas
sostenidas por pilares y doce dependencias más, que culminan en una capilla central que contiene cuatro estatuas, una de
ellas la del mismo faraón. También durante esta época, la XIX Dinastía, el mismo faraón Ramsés II, que fue sin duda uno
de los más importantes faraones del Imperio Nuevo y de toda la historia del antiguo Egipto, ordenó que se tallara otro
templo espeos en Abu Simbel, denominado el Templo Menor, y que fue consagrado por Ramsés II a su esposa Nefertari
y a la diosa Hathor. La fachada ataludada de 12 por 28 metros presenta una moldura de media caña desprendida casi en su
totalidad y seis estatuas colosales del faraón y de su consorte, todas con poco más de 10 metros de altura, que flanquean la
puerta de entrada de tres en tres. Ambos templos fueron excavados en el interior de la roca, sobre la falda de una montaña
en la orilla occidental del lago Nasser, a unos 40 kilómetros al norte de la frontera con el actual Sudán. Entre 1964 y 1968
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ambos templos tuvieron que ser desmontados en bloques y trasladados a un lugar más elevado con el fin de salvarlos de su
inmersión bajo las aguas de la nueva presa de Assuán.
Muy cerca de Karnak, en Deir el-Bahari-también en Tebas Oeste-, hay un monumental templo fúnebre de tipo
Hemiespeo-es decir, parcialmente tallado en la roca-, uno de los primeros y más insólitos que se hayan construido en el
antiguo Egipto, y que ya se mencionó anteriormente: el de la reina-faraón Hatshepsut; presumiblemente ideado, creado y
levantado por su amante, visir y arquitecto real Senenmut(desaparecido-o muerto-“misteriosamente” durante el reinado de
la reina-faraón, de 1479-1458 a. de C.), y que consta de varias terrazas a las que se llega mediante unas rampas y que tiene
el santuario excavado en la roca del acantilado al que está unido el templo mismo. Situado frente a los acantilados del río
Nilo, junto al Templo de Mentuhotep II, de la XI Dinastía del Imperio Medio, y muy probablemente inspirado en él -ya
que también es un hemiespeo-, el grandioso Templo de Hatshepsut es una extensa terraza con numerosas capillas para los
dioses y relieves representando los éxitos logrados por Hatshepsut a lo largo de su reinado. Otros faraones posteriores no
siguieron este precedente, y construyeron sus templos al borde de las tierras fértiles, lejos de los escarpados riscos del
desierto. Otro templo de este tipo es el Templo de Beit el-Wali, un hemiespeo que se construyó en los primeros años del
reinado de Ramsés II en la zona de Assuán; o también el denominado Templo del desierto de Amenhotep III en Elkab.
Entre los templos del antiguo Egipto destruidos en el siglo XIX se encuentran el Templo de Montu en Armant de la
época de Cleopatra VII; los Templos en la ciudad de Elkab; el Templo en el distrito de El-Kebir; los Templos cerca
de Esna de Contra Latópolis y El-Deir, y el Templo de Amenhotep III en Elefantina. Otros templos antiguos que se
encuentran en ruinas son: el Templo de Ptah en Menfis; los Templos de Atón en Aketatón(Tell el-Amarna); el Gran
Templo de Amón en Tanis(San el-Hagar), y el Gran Templo de Thot en Hermópolis(Chemenu).
Las tumbas del Valle de los Reyes, la gran necrópolis real erigida dentro de un wadi(rambla)aislado, fueron excavadas
en el interior de la roca, en un esfuerzo-casi nunca conseguido-por ocultar los sepulcros donde reposaban las momias de
los faraones. Largos pasajes y corredores, escaleras y cámaras funerarias fueron decorados con relieves y pinturas de
escenas de textos religiosos destinados a proteger y amparar el espíritu del difunto para su próxima vida. Estas tumbas
tienen el nombre de Hipogeos(bajo la tierra), y eran enterramientos en los acantilados del valle del Nilo. En las paredes
rocosas de las montañas se excavaban unos túneles más o menos profundos y en su interior se depositaba el sarcófago que
contenía la momia del faraón. Como ya lo mencioné anteriormente, los hipogeos comenzaron a realizarse durante el
Imperio Medio, pero los más grandiosos pertenecen al Imperio Nuevo, y se encuentran en los ya muy mencionados Valle
de los Reyes y Valle de las Reinas, cerca de Tebas, en la orilla occidental del Nilo. Allí se encontró la famosa tumba del
faraón Tutankhamón(XVIII Dinastía). Este faraón aparentemente no fue tan importante en el desarrollo de la historia de
Egipto, tal vez por eso su tumba fue la única hallada sin profanar por los arqueólogos del todavía naciente siglo XX. Entre
los hipogeos que merecen ser citados, están los de Ramsés VI y los de la reina Nefertari, esposa de Ramsés II El Grande,
que fueron recientemente restaurados y que destacan por su detallada y hermosa decoración interior, ya que este tipo de
tumbas carecían de estructura exterior para evitar su localización y reducir así el riesgo de profanación. La fórmula de
enterramiento en hipogeo se adoptó en Tebas, probablemente por no disponer de un terreno llano cerca del Nilo que
pudiera ser la base de una pirámide o una mastaba. Algunas hipótesis señalan que también fue determinante la situación
económica del imperio faraónico y la existencia de ciertos conflictos internos durante el desarrollo del Imperio Nuevo lo
que no permitió abordar o emular las imponentes obras mortuorias del Imperio Antiguo.
Como en todas las épocas, la arquitectura doméstica y palaciega se hizo fundamentalmente con materiales más baratos
que la piedra, como el adobe. No obstante, se han conservado los suficientes restos como para dar una idea aproximada de
la planificación de los palacios y sus múltiples estancias con pinturas y decoraciones diversas en suelos, paredes y techos.
Las viviendas de las clases privilegiadas formaban amplios conjuntos urbanos integrados por edificios residenciales y para
el servicio. Ejemplos de casas modestas para los obreros pueden aún encontrarse, agrupadas junto a los pueblos, muchas
veces como las del Egipto actual. Quedan pocos restos de la arquitectura civil, pero las excavaciones en Tell el-Amarna
nos permiten reconstruir las ricas mansiones de la XVIII Dinastía, con jardines en los que había estanques y quioscos
diversos.
Un elemento muy común que se encontraba en la mayoría de los templos egipcios, principalmente en los funerarios,
son las famosas ESTELAS. Las estelas egipcias tenían todo tipo de tamaño, desde las tablillas “portátiles” como lápidas
en miniatura, hasta la gran tabla de sienita negra de 3.18 metros de altura conocida como la Estela Israelita o Estela de
Merneptah. La mayoría son precisamente sepulcrales, con inscripciones referentes a la vida y obra de los faraones
fallecidos, sus títulos, sus victorias militares, sus obras arquitectónicas, sus donaciones a los templ os de los diferentes
dioses, sus familiares, etcétera. También contienen diversas oraciones. Estas estelas se situaban en el templo funerario o
en la tumba en varias posiciones. Los primeros ejemplos de éstas son simples cuadrados en la parte superior; las más
tardías son redondeadas y frecuentemente decoradas con el disco solar alado. En las primeras dinastías solían tener
representaciones de los difuntos, acompañados de su esposa y su familia, y a menudo estaban coloreadas. En los tiempos
de la XVIII Dinastía los parientes del fallecido dieron paso a las representaciones de los distintos dioses. Las biografías
que aparecen en estas estelas constituyen valiosísimos documentos pétreos para cronólogos e historiadores, y en algunos
casos, son los únicos datos tangibles que se tienen de ciertos períodos. Las estelas que no tienen una función funeraria
están inscritas con testimonios sobre acontecimientos importantes en ciertos reinados, decretos, batallas y victorias
militares, himnos religiosos, plegarias, etcétera. En ocasiones éstos aparecen en dos o tres idiomas, lo que dota a la estela
de un gran valor documental. En este caso se encuentran la famosa Piedra Rosetta y la descubierta en Filé con jeroglíficos,
escritura griega y latín. En la pequeña isla de Sehel, cerca de Elefantina, se han encontrado varias inscripciones sobre sus
rocas de granito apiladas; la mayoría datan del Imperio Medio. Pero la más interesante de éstas inscripciones es la llamada
Estela del Hambre, la cual está grabada sobre una enorme roca en la cima oriental de la montaña de granito de la isla. El
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largo texto que posee va acompañado de un pequeño recuadro en el que aparece el faraón Zóser de la III Dinastía del
Imperio Antiguo, realizando una ofrenda ante la Tríada sagrada de las cataratas, que estaba conformada por el dios
alfarero Khnum y sus dos esposas, las diosas Anukit y Sati. Al principio del texto se menciona el nombre de este antiguo
monarca y se sitúan los hechos en el año 19 de su reinado. Pero las apariencias engañan. La inscripción en realidad se
realizó bajo el reinado de Tolomeo IV, en la Baja Época, con el propósito de conferir una tradición antiquísima e
intangible al culto de los sacerdotes de esta región. El texto habla de una grave sequía con la consiguiente hambruna
acaecida durante el reinado de Zóser, y que sólo pudo superarse mediante nuevas ofrendas del faraón al dios de las
cataratas Khnum.
Otro elemento arquitectónico característico del Imperio Nuevo fueron las esculturas colosales, mejor conocidas como
COLOSOS. Los colosos se ubicaban habitualmente enfrente de los templos. Podían ser dos, cuatro o seis que
representaban a los fundadores de un templo en específico. Tanta importancia personal y político-religiosa tenían estas
monumentales figuras, que si un faraón no se apresuraba o no se esmeraba durante su reinado para tener su propio retrato
colosal, simplemente borraría los nombres de sus predecesores de algunas de estas estatuas ya existentes y lo sustituiría
por el suyo. No obstante, muy pocos de estos colosos se conservaron. Los más famosos eran las estatuas de Amenhotep III
en Tebas, una de las cuales se llamó el “Memnón Vocal”. Éstas son, como la mayoría de los colosos, figuras sedentes. Su
altura era de 15 metros. Ambas figuras son conocidas como los Colosos de Memnón. Según el mito pseudohistórico
Memnón era etíope, hijo de Titonus y Aurora, y fue asesinado por Aquiles en la guerra de Troya. Los dos colosos de
Amenhotep III en Tebas eran, según los griegos, representaciones de este personaje. Estas estatuas fueron en su origen
monolitos de brecha roja, un conglomerado de guijarros extremadamente difícil de trabajar. Al dañarse gravemente la
figura situada más al norte-se supone que a causa del terremoto del año 27 a. de C.-, ocurrió un fenómeno muy curioso por
el que comenzó a emitir sonidos al amanecer, lo que causó que recibiera el nombre de Memnón Vocal y se hiciese muy
famosa. Muchos viajeros llegaron de muy lejos para escuchar los sonidos musicales que producía la estatua, y algunos
hasta han dejado pruebas y restos de sus experiencias escritas en las piernas y en el pedestal del coloso. Sin embargo, la
torpe restauración, a base de cinco hiladas de piedra arenisca, efectuada por Septimio Severo, puso fin a los peculiares
sonidos. Entre aquellos que dejaron inscripciones estaban Asklepiodotos, Balbilla, poetisa de la corte, y varios
gobernadores de Egipto. El fenómeno fue discutido por Estrabón, que no podía creer que el sonido procediese de la
piedra, y por Pausanias y Juvenal. El mayor coloso conocido era el de Ramsés II ubicado en el Ramesseum de Tebas, de
17 metros de altura. Actualmente yace hecho pedazos en el suelo. Una cabeza similar a la de esta estatua se encontró al
sur del mismo Ramesseum y se trasladó al Reino Unido. Actualmente se encuentra en el Museo Británico. En Menfis se
encuentra otra estatua de Ramsés II de nueve metros de altura. Los dos colosos sedentes que se ubican enfrente del templo
de Luxor tienen 13 metros. Todas estas figuras de Ramsés El Grande están hechas de granito. Las figuras colosales
esculpidas en la colina de Abu Simbel, que conforman la fachada del templo de Ramsés II, tienen 20 metros de altura sin
tomar en cuenta el pedestal donde descansan. En una tumba ahora casi destruida en El Bersheh existió una representaci ón
en la pared que ilustraba como era el traslado de un coloso. Los colosos más importantes pertenecen al período del
Imperio Nuevo, tras el cual decayó notablemente el gusto de los faraones por ellos.
Un breve apartado final merece hacer mención de otra obra arquitectónica muy peculiar y también muy emblemática
de la cultura egipcia, me estoy refiriendo a los OBELISCOS. Un obelisco es un pilar muy alto de caras ligeramente
convexas y acabado en punta piramidal. Los obeliscos presentaban varios tamaños y estaban fabricados con diversos
materiales. Los más hermosos son los de granito de las canteras de Assuán. El mayor y el más trabajado de los que aún se
conservan es el erigido por la reina-faraón Hatshepsut en Karnak. Tiene 33 metros de altura y en las inscripciones se
cuenta cómo fue extraído de la cantera, transportado, tallado y colocado en su sitio en tan sólo siete meses. El obelisco de
Heliópolis, el más antiguo hasta ahora conocido, mide 20 metros, y los de Karnak miden 23.4 y 23 metros de altura.
Normalmente los obeliscos solían cubrirse con una capa de bronce o cobre dorado. Se situaban generalmente al lado de las
esculturas colosales de los faraones o dioses ubicadas a cada lado de la entrada principal de un templo. Siempre había dos
de ellos, aunque respecto a la altura, no era necesario que formaran pareja exacta. Aunque la costumbre popular, e incluso
la científica arqueológica, han pensado que los obeliscos representan un símbolo religioso(un dedo de Dios o un rayo del
Sol), es más probable que la idea en las mentes de aquellos egipcios que los erigieron fuera similar a la de los que
levantaron los menhires o piedras verticales en la Europa prehistórica. En el período de la IV Dinastía encontramos
pequeños obeliscos en las tumbas situados a cada lado de la estela. En Begig, en El Fayum, existe un obelisco poco común
de forma rectangular terminado en forma redondeada con una acanaladura para albergar algún objeto, presumiblemente el
emblema de un halcón. La pequeña pirámide del extremo superior de un obelisco, también llamada pyramidón o
pyramidión, estaba decorada con escenas de ofrendas. Las caras presentaban líneas perpendiculares de jeroglíficos con los
nombres y títulos de los faraones y múltiples alabanzas dedicadas a ellos. El pedestal sobre el que se levantaba un obelisco
estaba decorado con múltiples inscripciones o con figuras de cinocéfalos, el animal sagrado del dios Thot. Piramidón, es
la palabra derivada del griego que se aplica al remate superior de las pirámides y los obeliscos. En las pirámides se
fabricaba siempre por separado, normalmente era de piedra y solía estar decorado con representaciones y textos alusivos
al recorrido del sol por el cielo. En los obeliscos se corresponde con el extremo superior en forma de pirámide del
monolito, y a menudo estaba recubierto de electrón.
LAS ARTES FIGURATIVAS
Entre las manifestaciones artísticas de los antiguos egipcios, las artes figurativas ocupan un lugar importante por la
fuerte tendencia a la decoración de este pueblo. Tal vez la monotonía del paisaje desértico quiso ser compensada con la
abundante y rica decoración de la arquitectura o de muchos objetos y utensilios de la vida cotidiana. Sea como fuere, las
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artesanías, la escultura, la pintura y el bajorrelieve tuvieron un notable desarrollo en todas las épocas y una gran influencia
en culturas posteriores de la historia de la Humanidad.
ARTESANÍAS. El arte de trabajar con las manos
En todas las localidades egipcias se encontraban, desde tiempos predinásticos, talleres de artesanías, dedicadas a las
diferentes artes menores. Los antiguos egipcios trabajaron un gran número de materiales, como el vidrio, la cerámica, la
tela y los metales nobles, que fueron para ellos materias primas fundamentales para la elaboración de sus más diversos
objetos, que afortunadamente han llegado hasta nuestros días por su utilidad funeraria.
La Cerámica. Una de las labores artesanales en la que más destacaron los antiguos habitantes del Valle del Nilo, fue en el
dominio de la cerámica. Ya en el período Predinástico, los restos arqueológicos que han sido encontrados, evidencian una
técnica bastante perfeccionada que fue evolucionando a lo largo de los siglos. En los alfares los artesanos comenzaban su
trabajo amasando concienzudamente la arcilla con los pies descalzos. Una vez que la arcilla estaba bien amasada, se le
daba consistencia añadiéndole otras sustancias como aserrín de madera, paja o incluso arena. Los egipcios conocieron y
emplearon los tornos para la elaboración de sus piezas. Sus tornos estaban formados por un caballete y una simple rueda,
generalmente hecha de madera, que giraba sobre un eje. Esta maquinaria se activaba de un modo manual, ya que el
artesano con una mano hacia girar la rueda y con la otra modelaba la pieza de arcilla. Las piezas una vez moldeadas eran
pulidas, esmaltadas y puestas a secar. Una vez secas las piezas eran pintadas o grabadas, y por último eran cocidas en los
hornos, éstos de diseño cilíndrico hechos de ladrillos, que usaban la madera como principal combustible. En su evolución,
la cerámica alcanzó altas cotas de perfeccionamiento durante el Imperio Nuevo, ampliando su repertorio de formas y
definiendo nuevos estilos de decoración. La mayor parte de las producciones cerámicas eran sencillos vasos, cuencos y
jarras dedicados a la vida cotidiana, aunque también encontramos en algunas tumbas ánforas de lujo.
El Alabastro. Empleado por los egipcios en grandes cantidades para tallar estatuas, sarcófagos y recipientes de formas
variadas. Las principales canteras se encontraban en un lugar llamado Hat Nub. Existió otra cantera en el desierto bajo
Dowadïyeh, en la orilla este cerca de Minieh, y también cerca de Asyut, si bien esta última cantera no es lo
suficientemente compacta como para permitir su correcta explotación.
El Vidrio. Los antiguos egipcios conocieron la manufactura del vidrio o cristal muy pronto, pero nunca consiguieron que
fuera lo bastante blanco y absolutamente transparente dada su incapacidad para eliminar ciertas sustancias químicas.
Siempre conservaba un tinte verdoso. Este material fue empleado también desde los tiempos predinásticos. Los antiguos
egipcios lo obtenían mezclando polvo de sílice, caliza y sodio, que se mezclaba con ciertas cantidades de cobre y
malaquita. Esta mezcla de sustancias se fundía a altas temperaturas, y el producto que se obtenía tras la fundición se
aplicaba a una base hecha de polvo de sílice y de arcilla. Pero la manufactura no era una ciencia exacta, su química era
empírica y los resultados inciertos. El vidrio era muy solicitado y empleado para hacer collares, amuletos y figurillas
como los ushebti. Los recipientes de vidrio comienzan a producirse en los inicios de la XVIII Dinastía, durante el reinado
de Tutmosis I, y el vidrio más empleado entonces fue el celeste. Los primeros recipientes fueron de color oscuro, al añadir
azurita se obtenían de color azul y al poner cobalto se teñían con tonalidades negras. Durante el Imperio Nuevo hubo
grandes centros dedicados a la producción del vidrio, como Malaqatta, Lisht, Menshiyeb y Tell el Yahudiyeh. Con el paso
del tiempo los egipcios fueron perfeccionando su técnica a la vez que incorporaban nuevas técnicas de otros países
vecinos como Mesopotamia. La artesanía del vidrio comenzó su declive cuando el poder real faraónico entró en
decadencia, pero alcanzó un gran auge durante el período Grecorromano, momento en el que destacaron dos centros
vidrieros fundamentales: Alejandría y Naucratis. El trabajo del vidrio egipcio fue elogiado por los griegos y los romanos
que incorporaron la técnica a su propia industria, aunque fue la técnica griega la que impuso su hegemonía sobre la
egipcia milenaria. Estrabón fue informado en Alejandría de que Egipto poseía una “tierra” que era particularmente
adecuada para la manufactura del vidrio o cristal. Muy posiblemente esta tierra fuera sosa, ya que en el Medioevo
encontramos a los venecianos importando sosa de Alejandría para la elaboración del vidrio. En los frescos de algunas de
las tumbas se puede observar a hombres trabajando el cristal, aún caliente, con pipas o tubos a través de los que soplan
para así dar forma a los objetos-lo que hoy se conoce como “vidrio soplado”-. El vidrio o cristal se empleaba en
recipientes de múltiples formas y también con mucha frecuencia en esmaltado. En algún caso se rellenaban con cristal las
inscripciones labradas en los ataúdes de madera. Tazas, figuras decorativas, amuletos y cuentas se fabricaban con vidrio.
Los Metales. Los antiguos egipcios también conocieron los metales desde tiempos inmemoriales. Como es sabido, para
trabajar los metales era necesario previamente fundirlos a muy altas temperaturas, por lo que se empleaba un crisol para
ayudar en dicha fundición. Sobre el combustible se añadía aire; tiempos antes y durante casi todo el Imperio Antiguo e
Imperio Medio los encargados de dispensarlo eran varios hombres de buenos pulmones que soplaban alrededor del crisol
con largas cañas de junco-aunque los antiguos egipcios conocían el petróleo, nunca favorecieron su uso-pero con el
Imperio Nuevo sobrevino un gran avance: el fuelle. Mientras se fundía el metal se fabricaban los moldes con material de
anteriores fundiciones, y cuando el proceso de fundido había concluido y el metal se había vuelto líquido, el maestro
fundidor con la ayuda de un embudo rellenaba el molde con el contenido del crisol. Cuando se enfriaba, el objeto se
trabajaba con un yunque o con una piedra. Para comprobar que no hubiera problemas con los metales, estos se pesaban
antes de comenzar el proceso de fundición y después de que la pieza estuviera terminada para así establecer un doble
control. El metal que más se empleó en el antiguo Egipto fue el estaño, pero también se empleó el plomo-que se obtenía
de la galena-, y el cobre del Sinaí, que fue sustituido en el Imperio Medio por el bronce. Se han descubierto pocas fuentes
de extracción de estaño en Egipto y no se ha encontrado una palabra para referirse a éste en los jeroglíficos. Aún no han
aparecido indicios de las fuentes de las que se obtenía el estaño necesario en la antigüedad para fabricar el bronce. Los
objetos de estaño puro son extremadamente difíciles de encontrar. El profesor Petrie descubrió un anillo de estaño puro
con adornos de cristal en Gurob. Por otra parte, el cobre empleado por los egipcios en la elaboración del bronce provenía
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principalmente del Wady Magharah, precisamente en la península del Sinaí. Numerosos vestigios de actividad minera se
conservan aún entre las rocas de este lugar.
El bronce fue el metal favorito de los antiguos egipcios. Incluso después de la invención o el descubrimiento del bronce se
dejaron de emplear los instrumentos de sílex. Las proporciones de cobre y estaño empleadas por los egipcios para obtener
este metal variaban según el uso al que estuviera destinado. Jarras, espejos y armamento contenían de 80 a 85 partes de
cobre y de 15 a 20 de estaño. El bronce se empleó de manera abundante en pequeñas estatuas y figuras en miniatura, pero
esto no sucederá hasta después de la XVIII Dinastía. El bronce para los espejos y trabajos delicados posee a menudo una
aleación con oro o plata. Desgraciadamente ninguna representación del modo de trabajar este metal se conserva en las
pinturas murales o en los relieves de las tumbas y templos.
Para elaborar las armas el metal más empleado fue el hierro, pero este metal apareció ya en épocas tardías. Para la
elaboración de joyas se emplearon metales preciosos como el oro, que venía del desierto; la plata, que se importaba de
Asia; el lapislázuli o la obsidiana. Muchos de los objetos realizados con metales nobles o preciosos desgraciadamente no
han perdurado hasta nuestros días, ni nos han llegado, esto debido a los continuos ultrajes, robos y saqueos a los que
fueron sometidas principalmente las tumbas en épocas pasadas.
El oro fue empleado de forma frecuente en Egipto en jarros, copas, lingotes, placas y anillos representados en los
monumentos. Los anillos pueden verse en balanzas, siendo pesados, sin duda, como sustitutos de las monedas, de las que
los antiguos egipcios no tenían ningún conocimiento. El oro se obtenía del llamado “desierto árabe”, es decir, del terreno
entre el Nilo y el Mar Rojo, donde las venas de cuarzo en las montañas contenían oro; también se obtenía de los
yacimientos en Nubia, que para ser precisos fue la mayor fuente de abastecimiento de oro en el antiguo Egipto. Las
inscripciones nombran diferentes clases, como “oro montañés”, “oro de dos veces”, “oro de tres veces”, etc. Dorar o
“cubrir con una capa de oro” era una práctica muy extendida para los objetos de piedra, madera y otros material es, así
como también recubriendo las cabezas de algunas de las momias en forma de máscaras grandiosamente trabajadas con
este precioso metal. Incluso los escarabajos de lapislázuli se recubrían en ocasiones con oro. Se piensa que el oro era
sumamente sagrado para los antiguos egipcios, ya que creían que este metal recubría la piel o que era la piel misma de los
dioses, por lo tanto su uso ritual en los templos era exclusivo y grandes cantidades de oro eran destinados para la
fabricación de ornamentos religiosos y para la decoración de éstos.
Por otro lado, según las antiguas inscripciones, parece claro que la plata fue considerada el metal más precioso en el
Egipto faraónico, posiblemente porque no se encontraba dentro del país. Con el advenimiento del Imperio Nuevo, cuando
el uso del oro y el electrón alcanzó gran éxito, su valor descendió en gran medida. La plata se importaba de Asia en forma
de anillos, lingotes y láminas de peso estandarizado. En los jeroglíficos se le llamaba “oro blanco”, de donde se deduce
que los antiguos egipcios conocieron el oro antes que a la plata. Se conservan pocos objetos de este metal, entre ellos el
majestuoso sarcófago de Psusennes I, ejemplares de estatuillas, algunas cadenas y anillos, y algunos jarros que
presumiblemente eran parte del tesoro de un templo. En algunas ocasiones se empleaba este metal en la elaboración de los
ojos de las estatuas. Algunos especialistas opinan que era un elemento más valioso que el oro, aunque desde el año 1000 a.
de C. su uso, junto con el del bronce, se intensificó gracias a las relaciones comerciales con los fenicios, que importaban
plata y estaño del sur de la península Ibérica. El plomo aparece empleado en incrustaciones de puertas y muebles.
También algunas pequeñas estatuillas de dioses se fabricaban con este metal, en especial las de Osiris y de Anubis. Se
suponía, hasta hace poco, que los antiguos egipcios no hicieron uso del cobalto en la preparación de sus pigmentos azules.
No obstante, unos experimentos en pequeños objetos del último período del Imperio Nuevo pusieron en evidencia esta
suposición; un análisis cuantitativo descubrió un 2.86% de óxido de cobalto. Algunos investigadores aseguran que se
añadía cobalto en los flujos vítreos en forma de mineral, pero encuentran imposible definir este mineral. Otros
especialistas han descubierto cobalto en un mineral llamado mascagnita en una zona remota de Egipto. La mascagnita
contiene un 1.02% de óxido de cobalto. Es importante señalar que Egipto no parece haber tenido una “Edad de Hierro”
análoga a la de muchos otros países. Ejemplos del metal son raros hasta alrededor del 800 a. de C. La dificultad de
obtenerlo puede explicarlo, aunque, según algunas fuentes, parece que el metal fue aborrecido por los antiguos egipcios,
quienes lo consagraban al dios Seth, lo que también explicaría la escasez de los pocos ejemplos encontrados. Lo que es
más, muchos pueden haber desaparecido simplemente por la oxidación. Muchos instrumentos de hierro del período
grecorromano se obtuvieron durante las excavaciones realizadas en Naucratis.
ESCULTURA, PINTURA Y RELIEVE
Entre los antiguos egipcios, los artistas no gozaban de mayor consideración que la de simples artesanos. Vivían de
modo modesto, siempre al servicio de los nobles o del faraón del que eran vasallos. Su trabajo no estaba mejor retribuido
que el de un agricultor y, en innumerables ocasiones, se veían sometidos a una disciplina de esclavos sin serlo. Esta
situación se explica, sin embargo, por las características del arte que ejecutaban. Era un arte en el que no cabía introducir
modificaciones personales, sino limitarse a copiar los modelos que gustaban a los nobles, visires, cortesanos y aristócratas.
Por ello, la escultura y la pintura no variaron apenas a lo largo de 3000 años de existencia cultural. Así se explica, además,
que cuando contemplamos una obra egipcia por primera vez nos parezca que ya la hemos visto antes en otra parte.
Generalmente los pintores se ocupaban para decorar con “pinturas murales” las paredes interiores de las tumbas. Para
este cometido se guiaban por modelos o bocetos y las reproducían fielmente por medio de una cuadrícula trazada sobre la
pared a decorar. Cuando el dibujo estaba terminado comenzaban a aplicarle los colores que debían “animarlo”.
IMPERIO ANTIGUO. Desde las primeras figuras de arcilla, hueso y marfil del período predinástico, la escultura
egipcia se desarrolló con gran rapidez. La escultura tuvo una gran continuidad estilística, predominando la tendencia
idealista, que se suavizó en la época del Imperio Nuevo. En general resulta más estática que la pintura o el bajorrelieve.
Los materiales empleados fueron muy variados, pero para las obras más importantes de los faraones se utilizaron rocas de
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gran dureza, como la diorita, la cuarcita o el granito, que permitían un acabado de perfecto pulido. Fue frecuente el uso de
la madera y de la pierda caliza policromadas. Las representaciones más habituales fueron las esculturas unitarias, aparecen
también parejas(matrimoniales principalmente)y tríos(faraón, esposa y un dios o faraón con dos divinidades)pero aún en
estos casos, nunca se trata de escenas, sino de dos o tres esculturas juntas, pero independientes entre sí. En la época de
Zoser(2630-2611 a. de C.)se hicieron grandes estatuas de los faraones y gobernantes sobre las que debían reposar los
espíritus que perpetuaran la memoria de los difuntos. Hieratismo, rigidez, formas cúbicas y frontalidad son las
características esenciales de la escultura egipcia. Primero se tallaba un bloque de piedra de forma rectangular, y después se
dibujaba en el frente y en las dos caras laterales de la piedra la figura objeto de representación. La estatua resultante era ,
en consecuencia, una figura destinada a ser vista principalmente de frente(ley de la frontalidad ya anteriormente descrita).
No había necesidad, pues, de esculpir la figura por todos sus lados, ya que el objetivo era crear una imagen eterna que
representara la esencia y el espíritu de la persona retratada, para lo cual bastaba una composición frontal de la misma. El
artista egipcio no buscaba la representación del movimiento. Desde los primeros tiempos del período dinástico se tenía un
perfecto conocimiento de la anatomía humana, pero se le daba una forma idealizada. La estatua sedente del faraón
Kefrén(2520-2494 a. de C., del Museo Arqueológico de El Cairo), artífice de la segunda pirámide más grande del
conjunto funerario de Gizeh, engloba en sí misma todas las características que hicieron memorable a la escultura egipcia
de carácter regio. El faraón aparece sentado sobre un trono decorado con el emblema de las tierras unificadas, con las
manos sobre las rodillas, la cabeza erguida, rígida y de frente, y los ojos mirando al infinito. El halcón que representa al
dios Horus aparece detrás de la cabeza de Kefrén, simbolizando que es él, el faraón, el “Horus viviente”. La estatua,
tallada en diorita, presenta en su conjunto una gran unidad y equilibrio, creando una potente imagen de la majestad divina.
Las representaciones de individuos y personajes particulares ofrecen diversos modelos y formas. Además de las figuras
individuales sedentes o en pie se hicieron otras emparejadas y también formando grupos escultóricos en los que el difunto
aparece con los miembros de su familia. Los materiales utilizados fueron la piedra, la madera y, en menor proporción, el
metal. Las superficies se pintaban; los ojos eran piezas incrustadas de otro tipo de material, como el cristal de roca, que
realzaba la apariencia de realidad que pretendía transmitir la estatua. Tales representaciones iban destinadas
exclusivamente a los personajes importantes; existió otro tipo de obras, no obstante, que representaban a los trabajadores
en sus diversos oficios y a las mujeres ocupadas en sus tareas domésticas. Todas tenían un destino común : la tumba del
difunto. A finales de la IV Dinastía se introdujo una tercera posición escultórica, tan asimétrica y estática como las dos
anteriores(de pie y sentadas): la del escriba sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Otra invención del Imperio
Antiguo es el retrato de busto. La escultura en relieve o bajorrelieve fue siempre plana, con un realce de unos pocos
centímetros o hundida-lo que sobresale es el muro que hace de fondo de la escena-, y servía a dos propósitos
fundamentales: en los muros de los templos para glorificar al faraón; en las tumbas para preparar al espíritu en su camino
hacia la eternidad. En las cámaras funerarias de las tumbas privadas es frecuente la decoración con escenas del muerto
ocupado en las actividades cotidianas que desarrolló en vida. La forma de representación del cuerpo humano en dos
dimensiones(frente y perfil), tanto en relieve como en pintura, vino determinada por el deseo de preservar la esencia de lo
representado. Se buscaba, por encima de todo, la eternidad frente a lo transitorio. Como resultado de esto, se combina en
las figuras la disposición de perfil para la cabeza y extremidades inferiores con la frontal de los brazos y el torso. Esta
regla o canon se aplicó a los faraones y miembros de la nobleza, mientras que para los sirvientes y campesinos no se llegó
a utilizar de manera tan exhaustiva. Los relieves solían pintarse para dar una mayor sensación de realidad, siendo
frecuente la inclusión en ellos de diversos detalles sólo pintados, sin necesidad de haberlos tallado previamente en la roca.
Durante el Imperio Antiguo ya quedaron fijadas las principales características de la pintura egipcia: uso de colores
planos(blanco, negro, ocre, rojizo, amarillo, azul y verde), dibujo de contornos y formas con líneas de color oscuro;
ausencia de fondos, figuras sin tratamiento de perspectiva que se sitúan sobre una línea de base, escasa composición,
frecuente dinamismo; temática referente a los aspectos de la vida cotidiana, a la vida de ultratumba, representación de los
dioses o escenas de culto; tratamiento de la figura humana también, según la ya mencionada, Ley de Frontalidad, que es la
característica más definitoria de la pintura y el relieve egipcio. La pintura de carácter meramente decorativo aparece muy
raras veces en las piezas del Imperio Antiguo que se han descubierto hasta el momento presente. El conocimiento que
poseemos sobre la mayor parte de las costumbres y modo de vida de los egipcios se ha conseguido gracias a estos relieves
de las tumbas. Las variedades de comida y sus formas de elaboración, los métodos de pastoreo, la caza de animales
salvajes, la construcción de embarcaciones y muchos otros oficios están perfectamente representados en estos relieves.
Dispuestos en la pared por medio de bandas o registros, podían leerse fácilmente como una narración continuada; tales
representaciones no fueron concebidas tanto como acontecimientos acaecidos en un momento determinado, sino como
ocupaciones y oficios en general, con un claro carácter de atemporalidad y eternidad. Para la escultura en relieve, al igual
que para la exenta o de bulto redondo, los escultores trabajaron formando equipos o talleres con diferentes niveles de
trabajo asignado a los distintos integrantes del grupo. En resumen, el realismo majestuoso y potente del Imperio Antiguo
produjo estatuas(como las figuras sedentes del príncipe Rahotep, hijo de Snefru y de su esposa Nofret, el Kefrén, la Tríada
de Micerinos y el Cheikh(sheij)el-Beled(En árabe, Alcalde de Pueblo)conocida como la estatua del sacerdote lector
Kaaper del Museo de El Cairo, y el Escriba sentado del Louvre de París, llamado así por encontrarse precisamente en ese
museo)que figuran entre las obras maestras del arte mundial. Las mismas características tienen las pocas pinturas que
quedan de este período(como las famosas Ocas de Meidoum). En la cerámica, la rica decoración del periodo predinástico
se reemplazó por bellas piezas no decoradas, de superficies pulimentadas y dentro de una gran variedad de formas y
modelos destinados a servir de objetos para uso cotidiano. En la antigüedad, la cerámica servía para los mismos propósitos
para los que hoy utilizamos el cristal, la loza, el metal, la porcelana o el plástico; en consecuencia, el abanico de
posibilidades abarca desde vasijas y recipientes para comer y beber hasta grandes envases y contenedores de almacenaje o
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incluso depósitos o cubos para la fermentación de bebidas. Las joyas se hicieron en oro y piedras semipreciosas,
incorporando formas y diseños animales y vegetales. En toda la historia de las artes decorativas de Egipto hubo una gran
predilección por tales asuntos o motivos artísticos. Se han conservado pocos ejemplos por lo que se refiere al mobiliario,
pero la abundante presencia de los mismos en las imágenes de las tumbas nos proporciona abundante información sobre el
diseño de sillas, camas, escabeles, sillones y mesas. Generalmente los diseños fueron simples, sencillos, incorporando
formas vegetales y garras de animales para rematar los acabados inferiores de los muebles(patas de sillas y mesas, por
ejemplo). No se utilizaban clavos, sino que las piezas se unían mediante espigas y mortajas o se pegaban. Destacan los
cabezales rodeados de genios para proteger el sueño. El más bello conjunto de muebles del Imperio Antiguo es el de la
tumba de la reina Heteferes, madre de Keops, que destaca por su grandiosidad y sobriedad. Al finalizar la VI Dinastía el
poder centralista de Egipto había disminuido; los gobernantes locales decidieron emplazar sus sepulcros en sus propias
provincias en lugar de enterrarse cerca de las necrópolis de los faraones a quienes servían. De esta dinastía data la estatua
en metal más antigua que se conoce en Egipto: una imagen en cobre(alrededor del 2280 a. de C., del Museo Arqueológico
de El Cairo)del faraón Pepi I(2289-2255 a. de C.). El Primer Período Intermedio(VII a X Dinastías)fue una época de
anarquía y agitación. Hubo un débil intento por mantener las tradiciones artísticas de la edad de oro del Imperio Antiguo,
pero hasta la reunificación del país con los faraones de Tebas, en el sur, no se pudo reanudar la actividad artística para
igualarla a su anterior época de esplendor.
IMPERIO MEDIO. La escultura del Imperio Medio se caracteriza por su inclinación hacia el realismo. Las primeras
obras de este período imitan claramente los ejemplos del Imperio Antiguo en un intento por restablecer las viejas
tradiciones, pero la escultura de la XII Dinastía muestra un renovado interés por la realidad. Los retratos de faraones como
Sesostris III o Amenemhet III son muy diferentes de aquellos otros faraones del Imperio Antiguo. Durante el Imperio
Medio, este realismo se humaniza y produce rostros austeros y trágicos(como el Amenemhet III del British Museum)y
figuras en donde la estilización conduce a una gracia delicada(la Portadora de ofrendas del Louvre)que anuncian ya las
características del período siguiente. Durante la XII Dinastía las imágenes del faraón no se idealizan hasta el punto de
convertirlo en dios. La gravedad e importancia de su alto rango se reflejan de forma clara en el rostro. La estructura ósea
se insinúa bajo una superficie rígida, produciendo un tipo de realismo que nunca se había dado con anterioridad en el arte
egipcio. Las estatuas de personajes privados tienden, como en todas las épocas, a imitar el estilo de las de los faraones; así
lo vemos, por ejemplo, en los retratos de la nobleza de la XII Dinastía, tendentes también hacia el realismo. La costumbre
entre los nobles, de enterrarse en tumbas construidas en sus propios centros de influencia en lugar de hacerlo en la capital,
se mantuvo vigente. Aunque muchas de ellas estuvieron decoradas con relieves, como, por ejemplo, las tumbas de Assuán
en el sur; otras como las de Beni-Hassan, en el Egipto Medio, fueron por regla general decoradas exclusivamente con
pinturas. El yacimiento de Beni-Hassan fue la mayor necrópolis del Imperio Medio, y es sin lugar a dudas la fuente de
información más importante para el conocimiento del Imperio Medio, ya que las pinturas de sus más de 39 tumbas
excavadas en la roca proporcionan una vívida imagen de la vida, la existencia diaria y del arte durante esta etapa de la
historia del antiguo Egipto. Los ejemplos conservados muestran el trabajo de los artistas y artesanos locales en su intento
por adherirse a los modelos de los talleres regios. Aparecen algunas novedades en los tipos y formas representativas,
aunque los viejos modelos todavía servían de guía para muchos temas y composiciones. La pintura también decoraba los
sarcófagos rectangulares de madera típicos de este período. Los dibujos eran muy lineales y reflejan una gran
minuciosidad en los detalles. El Imperio Medio fue también una época en la que se produjeron magníficos trabajos en
artes decorativas, en particular joyas realizadas en metales preciosos con incrustación de piedras de colores. En este
periodo aparece la técnica del granulado. El barro vidriado alcanzó gran importancia para la elaboración de amuletos y
pequeñas figuras. Quizá lo más conocido fueron los hipopótamos de barro vidriado en color azul decorados con pinturas
de plantas acuáticas.
IMPERIO NUEVO. Durante el Imperio Nuevo la escultura alcanzó una nueva dimensión. La rigurosa y severa
estilización del Imperio Antiguo y el áspero realismo del Imperio Medio fueron reemplazados por un estilo cortesano en el
que se combinaban perfectamente la elegancia y la cuidadosa atención hacia los detalles más delicados. Iniciado durante
los reinados de Hatshepsut y Tutmosis III, este estilo alcanzará su madurez en tiempos de Amenofis(Amenhotep) III. Los
retratos de los faraones y de los cortesanos fueron obras plenas de gracia y sensibilidad. El arte en la época de Amenofis
IV(Akhenatón), hijo de Amenofis III, refleja la Revolución Religiosa promovida por el faraón. Amenofis IV adoraba a
Atón, dios solar, e imaginó y proyectó una línea artística encaminada hacia esta nueva dirección, es decir, a eliminar el
hieratismo tradicional del arte egipcio. Al comienzo de su reinado se utilizó un realismo casi caricaturesco, pero poco a
poco fue derivando hacia un estilo de sutil belleza y profunda ternura, cualidades perfectamente ejemplificadas en la
cabeza hecha de piedra caliza y yeso pintado de su esposa, la reina Nefertiti(alrededor de 1340 a. de C., Staatliche
Museen, Berlín). Mientras que el relieve se utilizó en el Imperio Nuevo principalmente para la decoración de edificios
religiosos, la pintura predominará en la decoración de las tumbas privadas. La necrópolis de Tebas es una rica fuente de
información sobre la lenta evolución de la tradición artística, así como también de excelentes ilustraciones de la vida de
aquella época. El medio pictórico permitió mayores posibilidades que el escultórico, al conceder al artista la posibilidad
de crear coloristas imágenes de la vida alrededor del Nilo. Los funcionarios aparecen representados inspeccionando los
exóticos tributos llevados a Egipto desde todos los rincones del mundo conocido. Los oficios de los talleres regios están
representados con meticuloso detallismo ilustrando la elaboración de todo tipo de objetos, desde grandes esculturas a
delicadas joyas. Los ritos funerarios, desde el cortejo fúnebre hasta las últimas plegarias elevadas a los espíritus, también
se representan. Uno de los elementos comunes en la pintura de las tumbas tebanas, conocido ya en el Imperio Antiguo, es
la representación del difunto cazando y pescando entre los papiros de las marismas, entretenimientos y actividades de las
que desearía gozar durante toda la eternidad. Durante el Imperio Nuevo las artes decorativas, al igual que la pintura y la
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escultura, alcanzan las más elevadas cotas de perfección y belleza. Los objetos de uso cotidiano utilizados por la corte real
y la nobleza fueron exquisitamente diseñados y elaborados con gran destreza técnica. No hay mejor ejemplo para ilustrar
esta afirmación que el ajuar funerario de la tumba(descubierta en 1922)del faraón Tutankhamón, donde con ricos
materiales-alabastro, ébano, oro, marfil y piedras semipreciosas-se crearon múltiples objetos de consumada habilidad
artística. Es sabido que los antiguos egipcios conocieron el arte de amalgamar metales, habilidad que les daría
posteriormente y de manera errónea la fama, sobre todo entre los grupos esotéricos, de ser los creadores de la alquimia.
Un ejemplo de sus conocimientos sobre los metales es el Electrón, una amalgama consistente en dos quintas partes de oro
y tres quintas partes de plata que se puede encontrar en algunos adornos de uso rutinario, de uso ritual o en ajuares
funerarios. La cerámica del Imperio Nuevo ofrece también este mismo gusto decorativo, con sus superficies
frecuentemente pintadas con motivos vegetales. En esta época se produce el apogeo del vidrio, técnica en la que los
artesanos mostraron una gran originalidad. En general, y a tenor de los restos conservados, se puede decir que los egipcios
de esta época encontraron un particular deleite en la riqueza ornamental y en los vivos colores de las pinturas y artes
decorativas. El relieve tuvo su momento de máximo esplendor precisamente durante el Imperio Nuevo, debido a que las
mejores muestras se encuentran decorando los muros y las columnas de los templos divinos clásicos. En su elaboración
debió pesar la idea de que las figuras representadas en bajorrelieve eran más difícilmente destruibles que las pintadas.
Debido a que los escultores que los realizaron tuvieron en cuenta el tipo de luz que incidiría en ellos, alcanzan sus obras
una notable y exquisita belleza plástica, realzada por el juego de las sombras que sobre ellas se producen. En el Imperio
Nuevo, en efecto, el lujo y la opulencia, producto de las campañas militares victoriosas, conduce a un refinamiento del
gusto frente a la simplicidad y a la robustez antiguas. En el arte egipcio aparece la noción de lo bonito, y todas las obras
están impregnadas de la gracia de las figuras femeninas, en oposición a la recia virilidad dominante en los períodos
anteriores. La moda de la época(abundancia de joyas, maquillaje facial, túnicas transparentes, fiestas con participación de
bailarinas y acróbatas)es utilizada por los artistas para lograr en sus creaciones un tono de delicadeza y refinamiento,
como los bajorrelieves de la tumba de Ramose o las pinturas de las tumbas de Nebamón, de Menna y de Najt, en Tebas.
Este tono aparece particularmente en los objetos de tocador en madera y marfil de la época(como la cuchara de La
nadadora, del Louvre). Antes de finalizar la XVIII Dinastía, la revolución religiosa y política de Amenofis
IV(Akhenatón)tiene gran importancia en el dominio del arte al imponer un estilo realista frente al manierismo
aristocrático hasta entonces dominante. Las piezas halladas en su capital de Tell el-Amarna traducen con mayor libertad
una vida más intensa, íntima y un interés por la introspección psicológica en los rostros impregnados de tristeza(como el
busto de Akhenatón del Louvre y las cabezas de Nefertiti de El Cairo y de Berlín). La liquidación de las reformas de
Akhenatón en el reinado siguiente produce un retorno al arte aristocratizante(como los ya mencionados tesoros de la
Tumba de Tutankhamón, en el Museo de El Cairo). El frescor del arte de la XVIII Dinastía se academiza durante la
Dinastía XIX, en un esclerosamiento que liquida la originalidad y libertad anteriores. Un predominio de los temas
religiosos y una ola de pudibundez(que suprime las representaciones de bailarinas y llega a retocar las pinturas anteriores
vistiendo las figuras femeninas que no lo estaban suficientemente)desembocaba en un nuevo clasicismo pomposo y
solemne(como los relieves y pinturas de la época de Ramsés II en Karnak, en el Ramesseum y en los grandes templos
espeos excavados en la roca de Abu Simbel de Ramsés II y de Nefertari). La Dinastía XX acentúa estas características, que
conducen a una evidente pesadez arquitectónica y al grabado profundo de las inmensas superficies de los templos con
inscripciones subrayadas por luz y sombra fuertes que dan a los muros al aspecto de páginas impresas(como el Templo
funerario de Ramsés III en Medinet Habu).
ÉPOCA TARDÍA
A los poderosos faraones de las Dinastías XVIII, XIX y parte de la XX les reemplazaron débiles monarcas que
sumieron al país en una nueva etapa de crisis y decadencia, con continuas usurpaciones del poder. Ramsés III, fundador
oficial de la XX Dinastía(1182-1151 a. de C.), levantó un enorme templo funerario en Medinet Habu, cerca de Tebas, en
la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de los mejor conservados en la actualidad. La existencia de un palacio junto
al templo indica que el faraón frecuentó y habitó aquel lugar en bastantes ocasiones. Escenas de batallas relatando las
campañas de Ramsés III contra los invasores extranjeros(los “Pueblos del Mar”)aparecen representadas con gran viveza
en relieves distribuidos por los muros del templo. Las Dinastías XXI a XXV están consideradas como el Tercer Período
Intermedio, un lapso de tiempo de más de 350 años en el que diversos monarcas se establecieron paralelamente en Tanis y
Tebas, posteriormente en Bubastis y Tanis, y finalmente en Sais, todas capitales del Delta del Nilo, con excepción de
Tebas, en un momento de división política del país. Aquí vale la pena mencionar los hermosos ajuares funerarios hallados
en la necrópolis real de Tanis, entre los que se cuentan espléndidas máscaras funerarias de oro, joyas, amuletos,
sarcófagos también de oro y plata, y otros recipientes fabricados en los mismos metales preciosos. Todo parte de un tesoro
extraordinario, que nos recuerda que, en una época de relativa decadencia como este Tercer Período Intermedio, Egipto
aún mantenía todo su esplendor artístico. Las máscaras funerarias tanitas más bellamente elaboradas son: la del faraón
Psusennes I, realizada con finas láminas de oro cinceladas e incrustaciones de vidrio y lapislázuli; la del también faraón
Amenemope, hecha en madera chapada en oro; la de Sheshonk II, fabricada totalmente en oro, y la del general de
Psusennes I, Undebaunded, hecha con una lámina de oro delicadamente trabajada y pasta vítrea. No es casual que en la
ciudad de Tanis se emplazara un nuevo cementerio real. Como ya se mencionó anteriormente, a finales del Imperio
Nuevo, la gran necrópolis faraónica del Valle de los Reyes, en la orilla occidental de Tebas, sufrió rapiñas sistemáticas y
hasta ordenadas y programadas, como consecuencia de la crisis que se vivió en este período. Por ello, en la misma Te bas,
bajo la XXI Dinastía, los grandes sacerdotes de Amón hicieron restaurar a las momias reales y a las de los grandes
sacerdotes tebanos, y las trasladaron a distintos escondrijos situados en la zona de Deir el-Bahari y también a la tumba de
Amenhotep II en el mismo Valle de los Reyes. Por su parte, los soberanos-faraones instalados en Tanis, en el Delta,
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renunciaron a ser enterrados en Tebas. En su búsqueda de un nuevo lugar de sepultura, abandonaron los sitios apartados y
desérticos-como lo era y lo es el Valle de los Reyes-a favor de otros más cercanos, protegidos y custodiados. Así surgió
un nuevo modelo de enterramiento real, que se mantendría durante todo el Tercer Período Intermedio y se seguiría
utilizando hasta la Época Tolemaica, consistente en una tumba-capilla construida en el interior del recinto sagrado del
templo principal de la ciudad. El lugar elegido por los faraones de las XXI y XXII Dinastías para su destino final fue el
gran Templo de Amón en Tanis. La nueva necrópolis de hipogeos reales se situó en la esquina suroeste del patio del
templo, en el interior del recinto amurallado. Una superestructura de adobe, de la que hoy no queda desgraciadamente
nada, protegía las criptas. Esta necrópolis real fue localizada por el egiptólogo francés Pierre Montet, quien en 1929
comenzó las excavaciones en una zona que Auguste Mariette había explorado siete décadas atrás. El 27 de febrero de
1939 Montet entró en el primer sepulcro real, el de Osorcón II, de la XXII Dinastía. Al cabo de un mes, Montet accedió a
la sepultura de Psusennes I, pero no sólo había encontrado el cuerpo del faraón, sino también un suntuoso tesoro, sólo
comparable con el que descubriera 18 años antes Howard Carter en la tumba de Tutankhamón. Una reunificación parcial
del país llegó con los faraones de la XXV Dinastía; éstos fueron etíopes/sudaneses que penetraron desde Nubia avanzando
hacia el Delta y ocupando Tebas. Respetaron las creencias y divinidades egipcias, asumiendo también sus costumbres con
la idea de ser ellos quienes tenían la obligación de restablecer la gloria y el esplendor de Egipto. Restauraron los viejos
templos y construyeron otros nuevos dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres de los antiguos faraones y en sus
producciones artísticas copiaron e imitaron escenas y motivos de épocas pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide
como lugar de enterramiento y se puede asegurar que fueron los primeros “egiptomaníacos”. Durante su reinado los
asirios, acaudillados por Asaradón, llegaron hasta Tebas en el año 671 a. de C., pero fueron rechazados posteriormente por
el faraón Taharqa. Poco después de este primer intento fallido, el rey asirio Asurbanipal conquista Egipto convirtiéndolo
en provincia asiria, hasta que Psamético I(664-610 a. de C.)libera al país de la dominación asiria y crea una nueva
dinastía, la XXVI, denominada Saíta. Continuando con la labor de restauración de las viejas tradiciones iniciada por los
etíopes, durante el período saíta tiene lugar un florecimiento de las artes. Destacan los trabajos escultóricos en bronce, de
gran suavidad y blandura en el modelado, con tendencia hacia formas contorneadas. Los artistas egipcios tuvieron
entonces contacto con los griegos, algunos de los cuales habían servido en el ejército egipcio como mercenarios. También
con los judíos, a través de una colonia que éstos poseían en el sur, cerca de Assuán. El arte de la XXVI Dinastía utilizó
muchas formas y modelos del pasado, copiando a veces literalmente los motivos de los antiguos monumentos. La XXVIII
Dinastía acaba con la primera invasión del Imperio Persa, y, salvo breves períodos, Egipto nunca recuperó su libertad de
manos de la dominación extranjera. La conquista del país por parte de Alejandro III el Magno en el 332 a. de C., y por los
romanos en el año 30 a.C., introdujo a Egipto dentro de la órbita del mundo clásico, aunque persistieron sus antiguas
tradiciones artísticas. Alejandro(que había fundado la ciudad de Alejandría, la cual se convirtió posteriormente en un
importante foco de la cultura helenística)y sus sucesores aparecen representados en los muros de los templos como si
fueran auténticos faraones en un claro estilo egipcio. Los templos construidos durante los Períodos Macedónico y
Tolemaico o Lágida(las dinastías fundadas por Alejandro III el Magno y Tolomeo I Sóter respectivamente)repiten los
modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto. La Época Tardía o Imperio Tardío-desde la XXVI Dinastía Saíta hasta la
conquista de Egipto por Alejandro Magno-se caracteriza por un retroceso a los prototipos del Imperio Antiguo, que se
refleja hasta en el anacronismo del vestido de los personajes representados. Este gusto por lo arcaico conduce a un
academicismo particularmente interesado por las calidades materiales y la perfección técnica de las obras, visible en la
utilización de piedras duras de grano fino(diorita, esteatita, basalto), pulidas hasta lograr una superficie brillante, con l as
que se logran aún algunas obras maestras justamente famosas, como la Cabeza Verde del Museo de Berlín. El arte del
Egipto Tolemaico continúa en conjunto el de la Época Saíta, pero con la coexistencia en su suelo de uno de los centros de
creación del arte helenístico más importantes: Alejandría. Esta situación paradójica de dos artes diferentes,
desarrollándose paralelamente y sin relación entre sí, sobre el mismo territorio, lleva a una lenta agonía de cuatro siglos
del viejo arte egipcio, que termina muriendo, después de 3000 años de esplendor, a manos del helenismo triunfante. Sin
duda alguna, una de las ciudades más grandes e importantes del mundo helenístico fue Alejandría de Egipto, fundada en
332 a. de C. por Alejandro Magno a orillas del Mediterráneo, entre el mar y el lago Maryut, frente a la Isla de Faro. La
ciudad fue proyectada por el arquitecto Dinócrates según el esquema de Hipódamo, es decir, con todas las calles
cruzándose en ángulo recto. En la Isla de Faro, unida a tierra firme por una pasarela transitable, fue construida una torre de
varios pisos, en cuyo vértice se mantenía encendida una hoguera para indicar el puerto a los navegantes. El Faro de
Alejandría estaba considerado una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, pero fue destruido por un terremoto en el
siglo XIII. La ciudad contaba con teatros, hipódromos y templos, entre los cuales destacaba el Caesareum, iniciado por
Cleopatra en honor a Antonio, y finalizado por Octavio Augusto, que lo dedicó al culto imperial. Augusto hizo trasladar a
Alejandría desde Heliópolis dos obeliscos de Tutmosis III, que a partir del siglo XVI fueron llamados las “Agujas de
Cleopatra” y que actualmente se encuentran uno en Londres y otro en Nueva York. Otro importante templo era el
dedicado al culto de Serapis, del que sólo queda el Serapeum anexo, donde eran sepultados los toros sagrados. La llamada
“Columna de Pompeyo” debe su nombre a la tradición de que fue erigida por César en honor a su enemigo derrotado,
Pompeyo. Pero en realidad, la gigantesca columna, de 30 metros de altura y probablemente coronada por una estatua del
emperador, fue erigida en 297 d. de C. y dedicada a Diocleciano. Han desaparecido por completo el Museo, una especie
de academia para eruditos filólogos, y la famosa Biblioteca de Alejandría, destruida por un incendio; pero se conservan las
necrópolis, excavadas en le interior del perímetro de la ciudad y constituidas por catacumbas decoradas con bajorrelieves
de estilo greco-egipcio. Éstas son las necrópolis de Kom el-Shukafa, de Anfuchi y de Gabbari, descubierta recientemente.
No hay que olvidar que en esta ciudad también se encuentra la Tumba de Alabastro, conocida desde principios del siglo
XX e identificada por algunos investigadores como el sepulcro de Alejandro Magno.
~ 60 ~
ÉPOCA COPTA
Sin lugar a dudas, lo más característico de la arquitectura de la Época Copta son las iglesias y los monasterios. Éstos
últimos, presentes en todo el territorio egipcio, adquirieron a menudo un carácter monumental. Uno de los más antiguos e
importantes monasterios coptos de Egipto es el de Bauit, localidad situada en la orilla occidental del Nilo, en el Medio
Egipto, cuyo nombre deriva de la palabra copta que designaba originalmente “una congregación” o simplemente “un
monasterio”. El complejo fue fundado en la segunda mitad del siglo IV por un monje llamado Apolo, pero pronto fue
incendiado por los beduinos, y ya no queda nada de los edificios más antiguos. El monasterio fue reconstruido en el siglo
VI, y al parecer en esa época se instaló también en él una congregación de monjas, seguidoras de las reglas de Santa
Raquel. En el momento de la conquista de Egipto por los árabes, el monasterio estaba en su pleno apogeo y contaba con
unos 5000 monjes, pero pronto comenzó su decadencia, y en el siglo X la arena fue cubriendo y enterrando poco a poco
los edificios abandonados. El cenobio ocupaba un recinto amurallado de forma más o menos cuadrada, de unos 700
metros de cada lado. En el centro se levantaban dos iglesias, una de las cuales ha sido reconstruida parcialmente en el
Museo del Louvre de París. Las características de la iglesia, comunes a todas las iglesias coptas, son las tres naves
centrales, el santuario en nicho y las entradas en los muros laterales. Las decoraciones geométricas, vegetales o figurativas
esculpidas en piedra o en madera adornaban las paredes, las columnas y los capiteles. Aparte de los edificios dedicados al
culto, el monasterio albergaba también las celdas de los monjes y las habitaciones de trabajo, con techos abovedados y
numerosos nichos excavados en las paredes. Otros importantes monasterios edificados en Egipto fueron los de San
Simeón, en Assuán, y de Santa Catalina en Sinaí, el convento Blanco y el convento Rojo de Sohag, en el Medio Egipto, y
los complejos de Kellia y de San Mena, en el Delta. Como breviario cultural comento que San Mena era un soldado
romano natural de Egipto que fue martirizado en Frigia en 296 d. de C. Su cuerpo, trasladado a su país de origen, fue
sepultado junto a una fuente que se volvió, supuestamente, “milagrosa”, y en torno a ella nació un ciudad santa, con
iglesias y monasterios construidos alrededor del santuario de la fuente, donde además se fabricaban las famosas vasijas
con la imagen del santo, que contenían agua bendita para los peregrinos. Por otra parte, la pintura de la Época Copta se ha
conservado en las paredes de los edificios y también sobre madera. La pintura mural estaba destinada principalmente a los
centros de la fe, como los monasterios, las iglesias y los monumentos funerarios. La pintura sobre madera se aplicaba
sobre estuco para decorar elementos arquitectónicos, como cornisas, puertas y tablas o paneles de revestimiento. Los
motivos eran de tipo geométrico, vegetal, animal o incluso figuras humanas, y se utilizaban a menudo series de palmas,
elementos florales y guirnaldas entretejidas, que en ocasiones se interrumpían para mostrar la imagen de un animal, con
frecuencia un ave, un motivo muy presente en el arte copto en general. La decoración con figuras humanas, especialmente
con iconos religiosos, proliferó entre los siglos VI y VII, y los personajes más representados fueron ángeles y santos,
caracterizados por tener rostros alargados, con nariz fina y ojos muy marcados. Los iconos, tablas de madera pintadas, de
las que sólo se conservan unos veinte ejemplares en todo el mundo, sugieren numerosas hipótesis acerca de su utilización.
Además de figuras de santos, a veces presentan imágenes que pueden ser identificadas con difuntos, por lo cual podían
estar relacionados con el culto a los antepasados y ser colgados en las viviendas mediante el orificio que presentan en la
parte superior. Una probable herencia del Egipto faraónico, en el que el culto a los antepasados era una costumbre muy
homogeneizada. La escultura copta muestra también elementos decorativos geométricos, constituidos principalmente por
entramados, motivos vegetales y florales, así como figuras humanas realizadas casi siempre en bajorrelieve, que
decoraban columnas y capiteles, nichos y elementos arquitectónicos. También eran muy refinadas las taraceas en madera
y marfil que decoraban muebles y objetos sagrados. Pero la manifestación más característica del arte copto fue la
decoración de tejidos. La producción textil egipcia de esta época es muy célebre, sobre todo porque se ha conservado de
un modo especial, tal vez debido al cambio de los usos funerarios. Al contrario que en la época faraónica, los difuntos
coptos eran sepultados bajo sal, vestidos con sus ropajes, que se han conservado en buen estado. Los tejidos coptos solían
ser de lino con decoraciones entretejidas de lino y lana de vivos colores. Las decoraciones eran aplicadas con la técnica
del telar, es decir, con los hilos de trama de colores tejidos sobre los de urdimbre blancos hasta cubrir por completo estos
últimos, componiendo diversos dibujos. Los colores de los hilos empleados para tejer eran generalmente de origen
vegetal, pero el tratamiento de los tejidos, peculiar de los talleres egipcios, consistía en el empleo de mordientes que
permitían absorber mejor los tintes, sobre todo en la lana. Las prendas de vestir coptas que nos han llegado, a menudo
perfectamente conservadas, son túnicas, mantos o echarpes, calzas y pantuflas. Las túnicas, cortas para los hombres y
largas para las mujeres, derivaban de la túnica romana y presentaban sus mismas decoraciones verticales, enriquecidas con
otras en el cuello, las mangas y el borde inferior de la prenda. También llevaban aplicaciones de forma circular(orbicula)o
cuadrada(tabulae), a la altura de los hombros y de las rodillas. Esos mismos adornos se encuentran también en cortinas,
almohadones y ropa de hogar. Las decoraciones de los vestidos coptos eran una forma de comunicación, ya que
expresaban la posición social y el credo religioso de quien los llevaba. Por eso los motivos decorativos son muy diversos y
tienen a menudo un significado religioso. Se trata de motivos geométricos(predominantes entre los siglos III y V), florales
o vegetales, de animales y de figuras humanas, de inspiración clásica, con referencias a la mitología griega, y cristiana,
con figuras de santos y escenas de la Biblia. Como conclusiones debo mencionar dos aspectos, primero, que no hablaré ni
detallaré el posterior arte egipcio árabe, debido más a la falta de espacio y no porque sea menos importante, además el
presente libro se enfoca más al Egipto antiguo faraónico. Y, segundo, que es evidente que el arte egipcio antiguo ejerció
una poderosa influencia sobre las culturas de sus invasores. En los primeros artistas griegos se reconoce una clara deuda
con Egipto. Los romanos también mostraron gran interés por el arte de este país, se llevaron a Roma piezas origina les
extraídas de los templos y tumbas, e imitaron su estilo en numerosas esculturas realizadas por artistas romanos. La
influencia de Egipto, de su cultura y de su arte, así como la fascinación que despiertan sus antigüedades, ha persistido
hasta nuestros días, y muy probablemente lo siga haciendo en las generaciones futuras del siglo XXI. ▲▲▲▲▲▲▲▲
~ 61 ~
III
LOS MISTERIOS DE LA GRAN PIRÁMIDE DE GIZEH
Tan pronto como subía al trono un faraón del Imperio Antiguo, comenzaba a proyectar la pirámide que supuestamente
sería su tumba. La gran burocracia de constructores y arquitectos se ponía en movimiento. Cada aldea o nomo enviaba su
apoyo y su cuota de trabajadores a las canteras de piedra o al lugar mismo de la edificación; los almacenes reales
proporcionaban las herramientas y la ropa. La tarea a la que se enfrentaban los miles de obreros y arquitectos era
verdaderamente colosal. Es muy notorio que la curiosidad de casi todas las personas, de propios y extraños, de
especialistas, pseudoespecialistas, aficionados y neófitos o legos, se ha centrado casi exclusivamente en la pirámide de
Kufú o Keops, considerada el paradigma de la perfección arquitectónica de toda la Antigüedad. Los antiguos egipcios
pretendieron que su base fuera un cuadrado “casi perfecto” de 440 codos por lado(aproximadamente 230.383 metros)y
casi lo consiguieron, pues el error máximo es de sólo 13 centímetros. Lo mismo sucede con sus ángulos, que son casi
exactamente cuadrados, y con la horizontalidad del edificio, apenas inclinado unos cuantos centímetros. Si bien estas
medidas fueron tomadas por expertos, no podemos olvidar que son teóricas, puesto que la Gran Pirámide es un edificio
expoliado, al que le falta el recubrimiento exterior. Por ello es casi imposible conocer sus dimensiones exactas.
El tema de la gran Pirámide ha interesado a la Humanidad desde hace miles de años, tal vez porque el monumental
edificio se resistió desde siempre a revelar los secretos encerrados en sus piedras. En muchas ocasiones, a falta de una
mayor fuente de información, se ha tenido que recurrir a todo género de hipótesis o conjeturas, unas sensatas y otras muy
descabelladas, para descifrar su origen y sus enigmas.
A todo esto viene una pregunta bastante interesante:
¿Por qué, por encima de todos los grandes enigmas y misterios de este planeta, y quizás de nuestro Universo, se impone
siempre el misterio de la gran Pirámide de Gizeh en Egipto?
Muchos investigadores afirman que las pirámides eran simples tumbas,¿simples tumbas...?. Sería preciso detenerse a
reflexionar y pensar que los faraones que mandaron erigir las pirámides no lo hicieron simplemente para resguardar sus
cuerpos momificados y sus riquezas después de su muerte; ellos perseguían otra finalidad,¿pero cuál?.
Algunos personajes como Plinio el Viejo decían que eran obras de reyes vanidosos, pero de ser este argumento cierto ¿por
qué hubo faraones que fueron poderosísimos-como Ramsés II-y no mandaron hacerse una pirámide...?.
Desde el siglo XIX no han sido pocos los que han intentado hallar en las dimensiones del edificio todo tipo de
profecías y conocimientos ocultos. Desgraciadamente para ellos, desde que en 1883 se llevara a cabo la primera medición
científica se sabe que sus ideas parten de presupuestos falsos y erróneos. La casi mítica “Pulgada Piramidal” que
utilizaban para leer las supuestas profecías de la Gran Pirámide no existía, pues la habían deducido a partir de una
mediciones erróneas. Sin embargo y pese a todo aún existen grupos posmodernos new age que perseveran sobre la
realidad de estas profecías. Afirman, por ejemplo, que ningún edificio egipcio se aproxima a la majestad y grandeza de la
Gran Pirámide, olvidándose de que el peso medio de los bloques de piedra de la pirámide de Khafra o Kefrén es media
tonelada mayor. Es indudable que la pirámide de Keops es uno de esos monumentos que nos seducen y hasta obnubilan,
pero no es necesario inventarse misterios o falsas historias para singularizarlo o enaltecerlo, sobre todo cuando aún existen
tantas cosas por saber sobre él y del resto de los monumentos de Gizeh.
La Gran Pirámide se localiza en la planicie de Gizeh, a unos cuantos kilómetros de la ciudad de El Cairo, actual capital
de Egipto, y no muy lejos de las riberas del río Nilo. En lo que antes se le denominaba el Bajo Egipto; lugar en donde se
han encontrado y catalogado un aproximado de sesenta a setenta pirámides, siendo de todas ellas la mayor y en mejor
estado de conservación, al igual que sus dos compañeras: la Gran Pirámide de Khufu(Keops), y las de Khafra(Kefrén) y
Menkaure(Mikerinos o Micerinos).
La Gran Pirámide pertenece a la lista de las famosas y hasta míticas Siete Maravillas del Mundo Antiguo, que era un
inventario de las mejores construcciones de la antigüedad y que fue realizado por Filón de Bizancio, un griego especialista
en ingeniería y en tácticas militares.
En este inventario de maravillas se encuentran las siguientes:
1.- Los Jardines de la reina Semiramis que colgaban en Babilonia.
2.- La Escultura Colosal de Fidias en homenaje al Zeus Olímpico.
3.- El Templo en Efeso en honor a la diosa Diana Artemisa.
4.- El Mausoleo de Halicarnaso ofrecido a la memoria de su esposo, el rey, por una viuda desconsolada.
5.- El Coloso de Rodas que protegía la entrada del puerto de Dodecaneso.
6.- El Faro de Alejandría en la ciudad del mismo nombre, y
7.- LAS PIRÁMIDES DE EGIPTO.
De todas ellas sólo las pirámides siguen orgullosamente en pie, algo deterioradas por la acción del hombre más que por el
paso de los siglos, pero todavía dispuestas a asombrar a la moderna humanidad posmodernista y cibernética durante un
buen número de siglos más y adornar gustosamente la árida planicie de Gizeh varios futuros milenios.
La Gran Pirámide de Keops es la mayor de todas las que llegaron a construirse en Egipto y, de hecho, fue el edificio
más alto del mundo hasta bien entrada la época moderna. Mide 146.59 metros de altura, con una base cuadrangular de 230
metros por lado. Su estructura interna es bastante peculiar, pues consta de tres habitaciones casi independientes entre sí,
pero que forman parte de un plan único. La primera es la Cámara Subterránea, a la que algunos llaman poéticamente
Cámara del Caos, que está excavada en la roca de la meseta y que parece inacabada. La segunda es la llamada Cámara de
la Reina, construida ligeramente por encima de la base de la pirámide. Su nombre se debe a que tiene el techo a dos aguas,
como las tumbas de las mujeres árabes, por lo que los exploradores árabes que visitaron el monumento en la Antigüedad
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consideraron que había servido para enterrar a la reina. La tercera habitación es la Cámara del Rey, situada a casi un tercio
de la altura del edificio, en el extremo superior de la Gran Galería, que es un pasillo o corredor de 8 metros de altura y 40
de longitud. Los antiguos egipcios llamaron a este edificio “El Horizonte de Keops”. Llegando hasta este punto, y
recapitulando un poco en la historia, es preciso mencionar que el primer hijo de Keops fue Kawab, nacido de la reina
Meritites I, considerado el heredero directo y legítimo al trono, pero que falleció prematuramente. Keops tuvo otro hijo
con Meritites, Hordjedef, que siglos después sería considerado un erudito y autor de un afamado texto sapiencial. De una
esposa anónima nació uno de los príncipes herederos que ya mencioné anteriormente, Didufri o Djedefre. El matrimonio
del faraón con la reina Henutsen dio como frutos a Kefrén y Baufre. De todos estos vástagos-y eso que sólo he
mencionado a los varones-fueron dos los que le sucedieron en el trono consecutivamente: Didufri y Kefrén; ambos
constructores de pirámides. Decidido a igualar los logros de su progenitor, Kefrén decidió construir una pirámide casi tan
alta como la Keops. En realidad sólo es tres metros más baja; sin embargo, como su base es más pequeña(tiene sólo 215
metros por lado)y está edificada sobre un pequeño promontorio de la meseta, cuando se les ve juntas parece más alta que
la de Keops. Quizá esto explique su nombre egipcio: “Kefrén es Grande”. Su estructura interna es por completo diferente
a la de Keops. La cámara funeraria se encuentra en la base del edificio, que cuenta con dos entradas, ambas en la cara
norte, como era preceptivo. La superior conduce a la cámara funeraria desde la cara de la pirámide. La inferior, emplazada
en el suelo del patio a unos metros del edificio, conduce a una cámara lateral antes de unirse al pasillo de la primera
entrada. La tercera pirámide, la de Micerino, destaca sobre todo por su “reducido” tamaño, si es que se puede considerar
pequeño a un edificio de 60 metros de altura y más de 100 de base por cada lado. Los motivos de esta reducción aún no
están muy claros, pero hay uno que se puede descartar y es el económico. Micerino dispuso de los mismos recursos que
sus predecesores, más decidió emplearlos de otro modo, poniendo mayor énfasis en los templos que en la propia pirámide,
llamada “Micerino es Divino”. Es posible, incluso, que la falta de espacio tuviera algo que decir al respecto, pues los
complejos funerarios de Keops y de Kefrén ya habían ocupado casi todo el espacio disponible en la meseta. La estructura
interna de la pirámide de Micerino difiere de las de sus antecesores, ya que tiene una sola entrada, con un pasillo
descendente que da acceso a una habitación, en la que una rampa conduce a la cámara funeraria. En realidad, parece como
si la estructura interna de las tres pirámides estuviera formada por los mismos elementos, pero cada faraón hubiera
decidido disponerlos a su modo. Igual sucede con los templos que las acompañan, donde se pueden observar similitudes
en cuanto a sus componentes. A partir de finales de la V Dinastía, tanto la planta de los templos como la estructura de las
habitaciones de las pirámides se uniformaron definitivamente, presentando sólo pequeñas variaciones de tamaño. En la
necrópolis de Gizeh esta normalización todavía no se da y cada pirámide es verdaderamente única. De hecho, las tres qu e
se alzan en esta meseta son, desde siempre, motivo de admiración para quienes las contemplan. Su desmesura ha llevado a
considerarlas uno de los principales logros de la humanidad, pero también a buscarles explicaciones cada vez más
estrambóticas o a cuáles más estrafalarias.
Mitos, leyendas y realidades de las tumbas faraónicas. Los “secretos” de las Pirámides
En torno a las pirámides egipcias, ayudadas por esa “aura” de misterio que rodear todo lo relacionado con la
civilización faraónica, rondan siempre una serie de ideas “alocadas” y erróneas que han calado y perforado profundamente
en la psique y en el imaginario popular. El responsable de la aparición de esta pseudociencia que hoy se conoce como
“piramidología” fue el librero británico John Taylor, que en su libro “La Gran Pirámide: ¿por qué fue construida y quién
la construyó?”, publicado en 1859, planteó toda una serie de fantásticas elucubraciones e hipótesis sin base sobre la
pirámide erigida por el faraón Keops. Sin embargo, sus teorías convencieron por completo a Charles Piazzi Smith,
astrónomo real de Escocia, quien escribió posteriormente una obra titulada “Nuestra herencia en la Gran Pirámide”,
publicado en 1864 y en la cual dotó, a su manera, a esas teorías con una base científica. Tiempo después viajó a Egipto
para estudiar in situ al monumento, publicando a continuación otra obra a la que tituló “Vida y obra en la Gran
Pirámide”, en 1867. Seducido a su vez por el contenido del libro, el joven William M. Flinders Petrie, quien llegaría a
convertirse en uno de los padres de la egiptología y la arqueología científicas, se pasó casi todo el año de 1880
triangulando la meseta de Gizeh para conseguir las mediciones más exactas obtenidas hasta entonces de la Gran Pirámide.
Sus resultados, publicados en 1883, demostraron que Taylor y Smith basaban sus teorías en datos falsos y que las
dimensiones de la tumba de Keops no eran un compendio de profecías ocultas, legibles sólo gracias a la fantástica
“Pulgada Piramidal”, supuesta medida egipcia que Smith dijo haber descubierto. No está demás volver a apuntar que los
libros de Taylor y Smith constituyeron la base para la creación de una de las teorías “espurias” que más confusiones ha
generado en el estudio del antiguo Egipto hasta nuestros días del naciente siglo XXI: la ya mencionada
“PIRAMIDOLOGÍA”, inventada por éstos dos especulativos y pseudoinvestigadores de la Gran Pirámide de Gizeh.
Poco ha importado verdaderamente que estas insustanciales ideas sobre los arcanos de la Gran Pirámide quedaran
desmentidas ya en el siglo XIX, porque han seguido-y seguirán-floreciendo y produciéndose teorías que pretenden
explicarlas. Un caso notable, por ejemplo, es el del estadounidense Edgard Cayce(1877-1945), ejemplo perfecto de la
completa inconsistencia de las teorías “piramidológicas”. Este sujeto se llamaba a sí mismo “profeta” y psíquico, y
sostenía que la civilización faraónica era descendiente o que fue creada por los atlantes-lo sobrevivientes de la mítica
Atlántida-, “profetizando” que a finales del siglo XX se descubriría en la Gran Pirámide la “Cámara de los Secretos”, un
lugar en donde se encontraría toda la “sabiduría” de los faraones. En la década de 1970, un joven seguidor de las teorías
de Cayce marchó a Gizeh para buscar las construcciones subterráneas que según aquél “falso profeta” debían hallarse en
el subsuelo de la meseta; por supuesto, no encontró nada parecido, pero quedó fascinado por estos monumentos. Era Mark
Lehner, quien, tras doctorarse en la Universidad de Yale, se convirtió en uno de los más reconocidos egiptólogos,
consagrando la mayor parte de su labor al estudio científico de las pirámides. En todo caso, lo que sí es cierto es que la
compleja estructura interna de la Gran Pirámide convierte en muy real la posibilidad de encontrar nuevas cámaras en su
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interior, como de hecho ha sucedido en la últimas dos décadas. Ante todo, se debe alejar la idea, tan cara y real a los
“piramidólogos”, de que esta construcción constituye básicamente una especia de almanaque o compendio del saber de los
antiguos egipcios y sus faraones. La real es que se trata de un magnífico edificio destinado a acoger al faraón difunto,
cuyos restos y ajuar funerario desaparecieron en el curso de los milenios a manos de los ladrones y saqueadores de
tumbas. Por lo tanto, las cámaras y los conductos que contiene se relacionan, como lo veremos más adelante, con
cuestiones constructivas y con los aspectos religiosos vinculados a su función funeraria.
Puede ser que el supuesto “misterio” que envuelve a la Gran Pirámide y a Egipto no sea sino el deseo de que éste exista...
El origen de la palabra “Pirámide”
Durante miles de años los investigadores se han preguntado ¿de dónde viene la palabra pirámide?, ¿es de origen
egipcio?, ¿es de origen griego?. Algunos autores afirman que deriva de piros, es decir, trigo, suponiendo que las pirámides
eran enormes graneros, pero claro que esto es muy absurdo y menospreciable para tan majestuosas construcciones,
además de que sus pasadizos y cámaras son muy pequeñas y estrechas para esta función. Otros expertos aseguran que
viene de la palabra pir, o sea fuego, a causa de su semejanza con una flama geometrizada. Pero la hipótesis más acertada y
aceptada es la que afirma que la palabra pirámide debería descomponerse en tres vocablos, que son pi, ra y (cla)mide. El
primer vocablo se referiría a la relación existente entre la suma de los lados de la base y el doble de la altura de la
construcción de la Gran Pirámide, equivalente a 3.1416; el segundo vocablo evocaría al dios solar Ra, uno de los dioses
más importantes en la mitología de los egipcios durante la IV Dinastía en el Imperio Antiguo, y por lo que también se
supone que la pirámide era un gran templo solar y tal vez un observatorio astronómico, y el tercer vocablo hablaría del
clámide, o manto que cubre a los otros dos elementos, uniéndolos eternamente, estrechamente. Otra corriente asegura que
el nombre deriva del griego “pyramis”, que indica un tipo de dulce hecho con harina de trigo. Actualmente se piensa que
efectivamente la pirámide era un símbolo del dios solar Ra, suma divinidad de Egipto durante el Imperio Antiguo.
Dimensiones de la Gran Pirámide
La gran Pirámide de Keops(Khufu o Kufú), llamada así por el padre de la historia, Herodoto, tiene obviamente una
forma piramidal, pero de pirámide truncada recta, que quiere decir que es una pirámide que no termina en punta, sino en
una plataforma cuadrada paralela a la base. Está construida sobre una meseta perfectamente plana que los obreros
debieron de haber aplanado por orden del faraón. Se encuentra ubicada hacia el poniente, exactamente igual que los
templos musulmanes y católicos. ¡Que coincidencia tan sugestiva!. Las medidas actuales y las que supuestamente tenía la
pirámide ya no son correspondientes. La base que la forma es un cuadrado con una medición promedio de unos 230
metros de cada lado, y cada bloque de la primera hilera, que es la que descansa directamente sobre el suelo rocoso, tiene
una tonelada y media de peso y alrededor de 70 centímetros de anchura. Esto se traduce en que cada lado de la Gran
Pirámide está formado por unos 325 bloques de piedra, perfecta y matemáticamente ensamblados, y que equivalen a un
total de 105,625 bloques sólo en esta primera hilera de construcción. Este cálculo es suponiendo que a este nivel la
pirámide sea totalmente sólida y maciza, por que tal vez si hubiera alguna cavidad o cámara oculta, aún no descubierta,
ésta vendría a modificar la aritmética de las medidas. En total, y mediante un sencillo cálculo matemático, se ha llegado a
la conclusión de que la pirámide contiene en toda su colosal estructura la cantidad fabulosa de 2,600,000 bloques de
piedra y que su peso supera las 7,000,000 de toneladas propuestas por algunos especialistas en ingeniería. En su gran
mayoría los bloques de piedra pesan alrededor de dos tonelada y media cada uno. Hace algunos años se pensaba que
increíblemente estos dos millones seiscientos mil bloques tuvieron que “cortarse” de una cantera lejana, transportarse a
una distancia asombrosa primero en barcazas por el Nilo y después a través del desierto, ajustarse a las medidas
“estándar” o a las necesarias sin desperdiciar y por último colocarse de una manera exacta matemáticamente hablando, de
tal forma que hasta el día de hoy no se puede introducir entre ellos una hoja de papel por sus uniones y todo esto sin tener
conocimiento aún de la existencia de la rueda, pero recientes descubrimientos han demostrado que dicha cantera se
hallaba ahí mismo, a unos cuantos metros de la pirámide, por lo que echan abajo la antigua y hasta asombrosa suposición.
Pero sin desmeritar nada y en conclusión, la construcción de la Gran Pirámide fue una labor tanto titánica como
sumamente exacta, pero cubierta aún con un pesado velo de misterio.
Lado Norte 230.253 metros
Lado Oeste 230.357 metros
Lado Este 230.391 metros
Lado Sur 230.454 metros
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146.59 metros de altura¿?
210 a 211pisos¿?
DIAGRAMA DEL INTERIOR DE LA GRAN PIRÁMIDE
Las medidas del diagrama anterior parece que contradicen el argumento antes escrito; quizás fue construida con tanta
“perfección” que el ingeniero real encargado, para nivelar el peso o el suelo, mandó producir con conocimiento de causa
estos diezmilésimos “errores” laborales, que se enumeran a continuación:
La mayor diferencia es la que presentan los lados norte y sur, siendo apenas de 20 centímetros. Y la de menor diferencia,
entre los lados este y oeste, es un poco mayor de 3 centímetros.
Estas mínimas diferencias ¿se podrían considerar como errores o como excelentes cálculos matemáticos para nivelar la
superficie del terreno y el peso neto de la construcción?, los últimos estudios parecen corroborar lo segundo.
Una vez informados sobre las medidas de los lados de la pirámide, es pertinente conocer se altura original, tanto como la
que tiene actualmente.
La gran Pirámide tiene al día de hoy una altura de 146.59 metros, algo verdaderamente fascinante si la comparamos con la
altura de otras pirámides, por ejemplo con las de Teotihuacan en el actual Estado de México: la popular pirámide del Sol
cuenta con tan sólo 65 metros de altura, mientras que su acompañante, muy menor y conocida como la pirámide de la
Luna tiene apenas unos 42 metros de altura. Datos notablemente comparables y extraordinarios.
Desde lo alto de la gran Pirámide de Gizeh se puede observar el Mar Mediterráneo, aún con al pérdida de pisos que ha
sufrido a lo largo del tiempo. Estos en la actualidad suman 203, y se calcula que originalmente pudo haber tenido de 210 a
211 pisos, lo que hace suponer que su altura original podía superar los 150 metros. Se piensa que fue el edificio más alto
del mundo hasta la construcción de la Torre Eiffel de París en 1889.
La pirámide, como ya se mencionó con anterioridad, es una pirámide truncada recta, es decir, que termina en una
plataforma y no en punta, aunque tal vez en los tiempo faraónicos del Imperio Antiguo egipcio si tenía esta aguda
terminación. Esta plataforma visible y palpable en la actualidad tiene una longitud de 11.7 metros, pero según
investigadores que la visitaron hace varios siglos, su longitud era de tan sólo 4.88 metros, lo que hace suponer que la
pirámide se ha ido desgastando en su parte más elevada, pero ¿por qué su número de pisos es igual desde hace varios
años?. Esta es una pregunta que hasta el día de hoy nadie ha podido responder con exactitud o que nadie se atreve a
responder.
Tamaña obra se terminó de construir en un lapso de 23 años aproximadamente, tiempo que duró el reinado del faraón
Kufú, de 2551-2528 a. de C., con el trabajo de miles de obreros pagados-no esclavos como anteriormente se creía-que
supuestamente laboraron usando sólo las herramientas y útiles más rudimentarios y sencillos, sin animales de tiro o carga
y sin conocer, como ya se mencionó, ni siquiera la rueda como instrumento de trabajo. Es de reflexionar que tuvieron que
desplegar una gran imaginación y una gran parte de sus vidas en general para darle vida a esta obra monumental y
maravillosa del Egipto antiguo.
La Gran Pirámide, Gizeh y las Estrellas
El filósofo griego neoplatónico del siglo V, Proclo, afirmó que la Gran Pirámide sirvió como observatorio
astronómico. El templo de Heliópolis, la “Ciudad del Sol” en griego, se regía por una teocracia impuesta por la casta
sacerdotal. En ella, Atum-Ra era el dios del símbolo solar, el dios de la pirámide que representaba, como algunos lo
afirman, los rayos del sol bajando a la Tierra a través de las nubes. Aunque oficialmente se atribuye a Hiparco de
Alejandría(180-125 a. de C.)el descubrimiento del movimiento precesional de 2160 años que tarda el sol en recorrer cada
una de las doce partes del zodiaco-lo que da un recorrido de 25,920 años-, los antiguos egipcios ya lo conocían. La
representación más espectacular del firmamento egipcio está en el techo de una capilla del templo de Hathor. Se trata del
famoso Zodiaco circular de Dendera, en donde aparecen representados los 12 signos del zodiaco, dando la pista para
afirmar con reservas, que los antiguos egipcios probablemente conocían la precesión de los equinoccios y el movimiento
de las estrellas sobre el firmamento nocturno. Es muy importante señalar que los zodíacos encontrados en Egipto
pertenecen a fechas ya muy tardías, y que fueron muy notoriamente tomados prestados, por no decir copiados, de los
griegos.
Los profesores Parker y Neugebauer, de la Brown University de Rhode Island, identificaron la imagen celeste de Sahurepresentado como una enorme figura humana-con la constelación de Orión, cuyo cinturón está formado por las tres
estrellas relacionadas aparentemente, como veremos más adelante, con las pirámides de Gizeh.
Según los Textos de las Pirámides, Sahu-Orión está relacionado con Osiris, la diosa Isis con la estrella Sirio y el dios Seth
con las Híadas. En el piramidión de la pirámide de Amenemhet III, expuesto en el Museo de El Cairo, se puede apreciar a
Sahu-Orión como un hombre que camina con una estrella(Aldebarán)en las manos. De esta forma el Duat celeste, el reino
a donde llegarían las almas de los faraones difuntos, comprendería a las constelaciones de Orión, Sirio y las Híadas,
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mientras que su representación en la Tierra, la gran necrópolis heliopolitana de Gizeh, sería el territorio donde se
instalarían las grandes pirámides de la IV Dinastía, intentando con éstas, supuestamente, representar en nuestro planeta la
disposición de los astros en el cielo nocturno.
Un estudio de la disposición de los tres complejos funerarios de Gizeh muestra que, si bien fueron construidos en
épocas distintas, los arquitectos de los faraones los situaron de forma ordenada y concreta. No como el resultado de un
plan general para ocupar toda la meseta, pero sí siguiendo unas normas topográficas cuya lógica ayuda a comprender su
posición respectiva en la necrópolis. Por ejemplo, la fachada oriental del templo alto de la pirámide de Kefrén está
alineada con la cara oeste de la Gran Pirámide y lo mismo sucede con la fachada este del templo alto de Micerino respecto
a la cara occidental de la pirámide de Kefrén. Esta no es la única alineación que existe, porque la prolongación hacia el
este de la cara meridional de la pirámide de Kefrén pasa exactamente entre su templo bajo y el templo de la Esfinge, que
se levanta justo a su lado.
La atención prestada a la topografía de los complejos funerarios de Gizeh no sólo pretendía disponer los edificios de una
forma armoniosa, sino sobre todo destacar la estrecha relación que unía a esta necrópolis con la ciudad de Heliópolis. La
prolongación de la línea imaginaria que conecta la esquina sureste de cada pirámide va a parar exactamente al templo de
Ra al otro lado del río. No es de extrañar que Gizeh fuera conocida por los antiguos egipcios como la “Heliópolis
occidental”. Para completar esta geografía sacra, la cara norte de la Gran Pirámide está orientada hacia la ciudad sagrada
de Letópolis, centro de culto a una forma del dios Horus. Lo anterior explica, en parte, la distribución topográfica de las
pirámides de Gizeh.
Otro aspecto muy curioso de la disposición topográfica de las tres pirámides es la posibilidad, que ya mencionamos, de
que con ella se pretendiera construir en tierra un remedo de las tres estrellas centrales de la constelación de Orión. La
elección de este conjunto de estrellas no sería casual, porque los egipcios identificaban dicha constelación con el dios
Osiris. Sin embargo, por atractiva y verosímil que resulte, esta hipótesis no está ni contrastada ni comprobada del todo. Es,
sencillamente, un interesante punto de partida para nuevas investigaciones. Fue en 1993 cuando el ingeniero y escritor
francés Robert Bauval anunció este concepto, ahora conocido como la Teoría de la Correlación, basado en que las tres
pirámides de Gizeh representan a las tres estrellas del Cinturón de Orión: la pirámide de Keops representaría a la estrella
Al Nitak(Alnitak) o Zeta Orionis, la de Kefrén a Al Nilam(Alnilam) o Epsilon Orionis y la de Micerinos a Mintaka o
Delta Orionis; su menor tamaño en comparación con las otras dos se debería a la diferencia de brillo existente entre las
estrellas. Todas las pirámides se elevan en la orilla oeste del Nilo, mientras que en el cielo todas las estrellas antes
mencionadas se sitúan en la ribera occidental de la Vía Láctea, el Duat. En principio, como ya lo mencioné, no habría
nada de extraño en eso. La propia Esfinge, según los textos egipcios, es la personificación divina del sol naciente, y por
ello está alineada hacia el este. Pero de ser cierta esta teoría, los constructores de la IV Dinastía habrían elevado las
pirámides de Gizeh, y probablemente otras, para que sus faraones y nobles muertos fueran enterrados en el Duat terrenal,
mientras que sus almas viajaban hacia el Duat celeste. No obstante, a pesar de ser aparentemente muy visible lo anterior,
el paralelismo entre Gizeh y Orión no parece tal. Así, cuando se superpone el plano de Gizeh a una foto de las estrellas del
Cinturón de Orión se comprueba que, en realidad, no coinciden con la exactitud esperada, requerida ni exigida. Si se
centran ambos dibujos en la Gran Pirámide, se observa que la de Kefrén queda demasiado hacia el “lado izquierdo” y la
de Micerinos demasiado hacia “arriba” y a la “izquierda” de sus respectivas estrellas. Ahora bien, ¿Cómo explicar este
error en unos arquitectos que supuestamente eran tan quisquillosos y precisos como para ajustar las dimensiones y la
ubicación de una pirámide a su brillo aparente en el cielo...? Esta última es, además, una afirmación por completo gratuita,
porque a simple vista(como las estudiaban los antiguos egipcios del Imperio Antiguo)las tres estrellas del Cinturón de
Orión presentan brillos prácticamente idénticos; eso sin contar que en sus magnitudes astronómicas también son muy
similares. El principal problema de semejante hipótesis, que no está de más mencionar que es la favorita de muchos, es
que en determinados casos presupone una exactitud pasmosa para las medidas de las pirámides de Gizeh, que luego n o se
aplica al conjunto del esquema, es decir, a las demás pirámides; por ejemplo, la pirámide de Abu Roash se encuentra a 8.8
kilómetros de la Gran Pirámide y debería estar a sólo 2.66 kilómetros; mientras que la pirámide de Zawiet el -Aryan está
situada a 5.2 kilómetros y habría de estar a sólo 3.09 kilómetros. Estas grandes discrepancias, que se suman a otras
consideraciones erróneas, parecen invalidar cualquier identificación o aceptación de este hipotético argumento.
Otro tópico igual de interesante es la alineación de los conductos de “ventilación” de la Cámara de la Reina y de la
Cámara del Rey en el interior de la Gran Pirámide, descubierta en los años sesenta-1964 para ser más exactos-por el
egiptólogo Alexander Badawi y la astrónoma Virginia Trimble. Cada uno de ellos está orientado de forma aproximada
hacia una estrella concreta. El conducto sur de la Cámara de la Reina lo está hacia la estrella Sirio, que los antiguos
egipcios identificaban con la diosa Isis, y el conducto norte hacia la Osa Menor, cuya forma recuerda a un instrumento
utilizado en la ceremonia funeraria de la Apertura de la Boca, de la que hablaremos más adelante. Por su parte, el
conducto sur de la Cámara del Rey apunta hacia Orión, identificado, como ya se mencionó, con Osiris, y el conducto norte
hacia Thuban o Alpha Draconis, que era la estrella polar en la época de las pirámides en el Imperio Antiguo. Gracias a las
mediciones realizadas en 1993 por el robot del ingeniero Rudolf Gantenbrik, se ha podido evaluar con mayor precisión el
ángulo de inclinación de estos llamados conductos o canales de ventilación de la Cámara del Rey y de la Cámara de la
Reina de la Gran Pirámide. Los de la cara sur de ambos recintos estarían alineados, efectiva y respectivamente, con Orión
y Sirio, mientras que los de la cara norte mirarían, ciertamente, a Thuban y a la Osa Menor. Todos ellos, además, habrían
sido construidos-según estos estudiosos-en el año 2450 a. de C. Según ellos, además, en las ceremonias funerarias
celebradas en el interior de la Gran Pirámide de Keops, estos conductos de aire habrían jugado el papel de “caminos” o
“rutas” para que el alma del faraón difunto pudiera ascender y unirse definitivamente a las estrellas circumpolares.
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Es indudable, indiscutible y hasta lógico que la orientación de los canales de la Gran Pirámide no es una mera casualidad;
sin embargo, su misma falta de precisión deja al descubierto los límites de la capacidad técnica egipcia durante el Imperio
Antiguo. La faraónica fue una civilización sorprendente, claro, precisamente porque pudo construir unos edificios y
monumentos tan maravillosos como las pirámides empleando medios por completo y solamente terrenales, sin ayuda
sobrenatural y mucho menos, según mi criterio y opinión personal, extraterrestre o “divina”.
Estos descubrimientos son consistentes con lo que se conoce de la astronomía y religión egipcias, pero Bauval y algunos
otros fueron más allá y afirmaron que las pirámides, el Nilo y la Esfinge recreaban, por este orden, el Cinturón de Orión,
la Vía Láctea y la constelación de Leo. Aún más, tras rastrear con un programa de computadora cuándo llegó el
equinoccio de primavera-el día en que la Esfinge apunta al lugar donde sale el sol-en esta constelación, descubrieron que
se había producido en el 10,500 a. de C., justo cuando según el malogrado profeta Edgard Cayce se alzó la Gran Pirámide.
Para los amantes de lo esotérico todo empezaba a cuadrar a la perfección, aunque lo cierto y real es que no es así.
La constelación de Leo llegó a Egipto a través de los griegos, influidos, a su vez, por los babilonios, cuya primera
mención a la misma fue en el 1000 a. de C. Además, si de verdad se pretendió usar a la Esfinge y a las pirámides para
reproducir el cielo, el resultado no fue muy bueno. Y es que, en relación a su contrapartida celeste, la Esfinge está en el
lado equivocado y en el sentido contrario.
La Sagrada Geometría. Mediciones en la meseta de Gizeh
Sin duda las más perfectas pirámides de Egipto se alzan en la árida meseta de Gizeh desafiando desde tiempos
inmemoriales la curiosidad de todos los que las contemplan. Según la arqueología y la egiptología oficiales, las tres
pirámides fueron construidas al libre albedrío, como ya lo mencioné anteriormente, por los faraones Keops, Kefrén y
Micerinos; cualquier alineación con las estrellas o cualquier medida incluida en sus proporciones sería un mero fruto de la
casualidad o coincidencia. Pero pese a esta aseveración académica, investigadores y pseudoinvestigadores de todas las
épocas, armados con una cinta métrica, a veces un tanto elástica, han intentado descubrir las fórmulas geométricas en las
que se basaron aquellos increíbles y míticos arquitectos, atribuyendo a los antiguos egipcios unos increíbles y hasta
mágicos conocimientos topográficos o trigonométricos con los que realizaron su desconcertante y descomunal geometría
sagrada.
La meseta de Gizeh es una pequeña porción de terreno de poco más de dos kilómetros cuadrados donde se encuentra la
zona arqueológica más importante y enigmática del mundo. Sobre su superficie se levanta la única maravilla del mundo
antiguo que se conserva.
Para muchos egiptólogos antiguos y según la apreciación tradicional, cada faraón empezaba a construir su pirámide
nada más llegaba al trono y, cuanto más durara su reinado, más alta debía ser la edificación de la misma. Hasta hace muy
poco tiempo se pensaba que la matemática egipcia consistía en cálculos rudimentarios propios de niños de diez años de
edad, teoría que en su momento se vio apoyada o reforzada por algunos documentos, como el Papiro Rhind, donde se
daba al número “pi” un valor alejado de la realidad. En este sentido, como ya lo mencionamos en líneas anteriores, los
estudios científicos sobre la capacidad matemática egipcia se vieron ensuciados por toda una verdadera legión de
visionarios y pseudoaficionados armados con cintas métricas que llegaron a la meseta de Gizeh para aventurar las
hipótesis más variopintas y floridas, aunque para ello tuvieron que inventar su particular y falsa “Pulgada Piramidal” o
limar alguna arista para que sus cálculos cuadrasen.
La opinión unánime de todos los arquitectos e ingenieros respetables que han estudiado la Gran Pirámide, es que su
construcción obedece a un replanteo. Es decir, de los planos de dibujo se pasó a la edificación siguiendo los conceptos que
el diseñador quiso incorporar. Los arquitectos, tras realizar los estudios pertinentes, pueden llegar a averiguar cuáles
fueron esos planteamientos. Otra cosa muy distinta y hasta poco ética es jugar con los números para hallar un carnet de
identidad, un número de teléfono o cualquier otro “malabarismo” intelectual. La verdadera ciencia es otra cosa. Tras las
mediciones realizadas por Sir Williams Matews Flinders Petrie, considerado el padre de la arqueología moderna, en 1880,
avaladas más tarde por los topógrafos de la Survey de Egipto, el mapa de Gizeh pudo ser interpretado desde una
perspectiva diferente al descubrir que la situación de todos sus elementos arqueológicos respondía a precisas reglas
geométricas. Flinders Petrie armado con instrumentos de precisión realizó la primera medición exacta de todas las
proporciones de la Gran Pirámide de Gizeh. Con ello acalló a todos los visionarios que pretendían demostrar, utilizando
unas cintas métricas “alteradas” o un tanto “flexibles”, que en las medidas del monumento se encontraban datos históricos
del pasado y proféticos del futuro. En 1984, el ya antes mencionado egiptólogo norteamericano Mark Lehner, de la
Universidad de Yale, quedó convencido de una obvia alineación entre las pirámides de Gizeh, a la que llamó “proyecto
arquitectónico unificado”, lo que nos indica que los antiguos egipcios utilizaban y dominaban una arquitectura de
precisión.
El Número Fi y la Proporción Áurea
Leonardo de Pisa es considerado el matemático más grande de la Edad Media y ha pasado a la Historia con el
sobrenombre de Fibonacci, que deriva de “hijo de Bonaccio”, un rico comerciante de Pisa, al norte de Italia. Nació en
1175 y murió en 1240, y fue coetáneo de San Francisco de Asís.
A Fibonacci se le debe el uso de la numeración actual arábiga, ya que hasta entonces se utilizaba la numeración romana.
En su libro Liber Abacci describe las reglas básicas para sumar, restar, multiplicar y dividir con el nuevo sistema de
numeración así como el planteamiento de algunos problemas matemáticos, como el célebre: “Teniendo una pareja de
conejos, si, en cada parto obtenemos una nueva pareja y cada nueva pareja tarda un mes en madurar sexualmente y el
embarazo dura un mes, ¿Cuántas parejas tendremos en dos años?”. La solución sería la suma de la serie
1,1,2,3,5,8,13,21,34,55,89... Cada número se obtiene sumando los dos anteriores. Esta sucesión es llamada la Secuencia
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de Fibonacci y tiene como particularidad que, prescindiendo de los primeros números, cada uno de ellos dividido por el
anterior nos da una aproximación al número 1.618, llamado desde la antigüedad número Phi o Fi, el Número de Oro.
El número de oro, el 1.618, tiene como singularidad que su cuadratura es el 2.618, mientras que su inverso es el 0.618. Su
raíz cuadrada sería 1.272. Este número marca también el valor de una proporción, llamada Proporción Áurea, cuando en
un rectángulo el resultado de dividir el largo por el ancho nos da 1.618. Todos los grandes artistas del Renacimiento,
capitaneados en este caso por el gran Leonardo Da Vinci, incorporaron esta proporción en sus obras. Su empleo también
se manifestó en la arquitectura, donde todas las catedrales góticas aplicaron la Proporción Áurea en su diseño. Incluso en
la era moderna, arquitectos de la talla de Le Corbussier, diseñaron sus planos teniendo en cuenta esta proporción, como se
puede apreciar en el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York.
Lo asombroso y sorprendente del asunto es que la Proporción Áurea y el número Fi están presentes en el diseño de los
monumentos de la meseta de Gizeh.
Las tres grandes pirámides pueden inscribirse en un rectángulo cuyos vértices opuestos serían las pirámides de Keops y
Micerinos. Este rectángulo tiene la Proporción Áurea. La base de la cara este de la pirámide de Keops dista de la cara
oeste de la de Kefrén la misma distancia que existe entre la cara norte de la de Kefrén y la cara sur de la de Micerinos.
Pero el dato más significativo lo constituye el hecho de que la línea imaginaria que une el centro de la pirámide de Keops
con el centro de la de Micerinos corta a las caras norte y sur de las tres pirámides con un ángulo de 51° 51”, es decir, el
mismo que el de la inclinación las caras de la Gran Pirámide.
Asimismo el Número de Oro está también incorporado en las medidas de la Gran Pirámide. Pongamos que
aproximadamente la base de ésta mide 230.30 metros, que la altura original era de 146.6 metros y la apotema de sus
caras(la línea que recorre todo el centro de la cara)es de 186.3 metros. Pues bien, si simplificamos o reducimos estas
medidas y consideramos que la base mide 2, la altura mediría 1.272 y la apotema sería de 1.618. Es decir, un triángulo que
tenga como base 2, como altura 1.272 y apotemas en sus lados de 1.618, tendría las mismas proporciones que la Gran
Pirámide en su corte transversal. Es decir, que la Gran Pirámide está edificada teniendo como armazón a un triángulo
rectángulo que tiene como base el doble de la unidad de medida(2), como altura la raíz del número Fi(1.272), siendo los
lados el propio número Fi(1.618). Por otro lado, el ángulo de inclinación de las caras de la Gran Pirámide es de 51° 51”,
pues bien, la secante de este ángulo es 1.618(Fi)y por ende el coseno de 51° 51” es el inverso de Fi(0.618).
Curiosidades matemáticas de la Gran Pirámide
Pese a que numerosos egiptólogos no reconocen estos logros de la geometría antigua y atribuyen su presencia a la
casualidad, investigadores matemáticos y geómetras han jugado a demostrar que los antiguos egipcios constructores de la
Gran Pirámide resolvieron con su construcción grandes problemas matemáticos que a continuación enumero:
1.- Las medidas de la Gran Pirámide resuelven la cuadratura de la circunferencia. Demostración: La circunferencia que
tiene como radio la altura de la pirámide, tiene la misma longitud que la base cuadrada de la Gran Pirámide. Para ser más
específico:
Radio = 2Pi x 146.6 = 921
Lado de Base = 230.30 x 4 = 921
Lo cual implica que si se divide la base de la pirámide por el doble de la altura se obtiene el número Pi(3.1416).
2.- Las medidas de la Gran Pirámide resuelven la cuadratura del círculo. Demostración: Un rectángulo formado por la
base de la Gran Pirámide y su altura tiene la misma superficie que un semicírculo que tenga como radio la altura de la
pirámide. Análisis:
Superficie del semicírculo = Pi x radio(146.6)²/2 = 33758
Superficie del rectángulo = 230.30 x 146.6 = 33761
3.- Las medidas de la Gran Pirámide resuelven la cubicación de la esfera. Demostración: Según la geometría, la mitad de
un círculo plano es también matemática y rigurosamente igual en área a la superficie esférica de un cuadrante de 90
grados. Es decir, que un rectángulo cuya altura y base sean las de la pirámide tiene la misma superficie que un cuadrante
esférico cuya altura sea la de la pirámide y su arco sea la base de la Gran Pirámide. Especificando:
Superficie del cuadrante esférico = arco x radio = 230.30 x 146.6 = 33761
Superficie del rectángulo = 230.30 x 146.6 = 33761
4.- Última demostración: La superficie del prisma generado tomando la base y la altura de las caras de la Gran
Pirámide(es decir una caja donde se pudiera meter a la pirámide), tiene la misma superficie que la semiesfera generada
tomando como radio la altura de la Gran Pirámide. Veamos:
Base x Altura(230.30 x 146.6) x 4 caras = 135047.92
Superficie de la semiesfera = 4 x Pi(3.1416) x radio(146.6)²/2 = 135035.76.
Datos que son verdaderamente sorprendentes, ¿No lo cree así amigo lector...?.
Como conclusión puedo argumentar que lo cierto es que las pirámides siempre han echado a volar la imaginación del
hombre de maneras insospechadas. Una última leyenda que deseo comentar y que cae sobre ellas es de las más
extendidas, popularizada en los años 70, y que indicaba que dentro de estas moles de piedra la materia orgánica se seca,
pero nunca se pudre. Ahora bien, para esto no vale o sirve cualquier pirámide. Debe tratarse de una que tenga las
dimensiones, a escala, de la de Keops que, por cierto ha proporcionado años de entretenimiento a los más crédulos. Por
otro lado ya constatamos que jugando un poco con el álgebra, se puede afirmar que se puede obtener el número
Pi(π)dividiendo el perímetro de la Gran Pirámide entre el doble de su altura. Otros incluso ven en sus 146 metros de alto,
un reflejo de la distancia entre la Tierra y el Sol, que están separados aproximadamente por esa misma distancia, pero en
millones de kilómetros. ¿Algo más para ponerlo a pensar o... para ponerlo a dudar querido lector?.
~ 68 ~
Se puede concluir mencionando que toda en sí es una edificación muy impresionante, como pocas obras de ingeniería
humana, con aspectos aún por desvelar pero sin grandes “misterios” que descubrir. La Gran Pirámide de Gizeh y sus
compañeras contemporáneas, así como las de las Dinastías anteriores y posteriores, no han perdido un ápice de su poder
de fascinación, aún cuando ya han transcurrido cuatro milenios y medio, casi cinco, desde que comenzó su construcción.
Hemos terminado los primeros tres capítulos de este libro y creo que es pertinente hacer un pequeño paréntesis para
abordar muy brevemente un tema que no puedo ni debo dejar sin comentar, se trata de esa ciencia que estudia, y
literalmente desentierra, el pasado de Egipto de las arenas del desierto, es decir, de la EGIPTOLOGÍA, la ya algo vieja
ciencia que estudia la historia, la lengua, la escritura y el arte del antiguo Egipto. Sin embargo, la egiptología derivó de
otra cosa, conocida como la EGIPTOMANÍA, cuyos orígenes son indiscutiblemente mucho más antiguos que los de la
egiptología. Esto es comprobable debido a que el interés por el antiguo Egipto se remonta a la época romana, sobre todo al
período posterior a la conquista del efímero reinado de Cleopatra por parte del ejército romano de Octavio. Incluso
algunos Emperadores romanos, entre los cuales destacó Adriano, quedaron maravillados por la historia y las costumbres
de este país, considerado como la cuna de la sabiduría, la magia, el hermetismo y la alquimia, con todos sus secretos y
misterios. Esta idea, ya recalcada en las Metamorfosis de Apuleyo, se conservó hasta la Edad Media y el Renacimiento;
incluso llegando hasta nuestros días, según lo afirman y profesan ciertas logias esotéricas y místicas que han evolucionado
y perdurado hasta la actualidad, y que, por increíble o inverosímil que parezca, tienen algunos de sus “centros de culto” en
la Ciudad de México, y con las cuales me pude contactar para conversar algunos puntos sobre éstos tópicos
pseudohistóricos que me ayudaron, en ciertos temas y con alguna información extra, para la elaboración de este libro. La
conclusión es que la egiptomanía se basa en el estudio de las reliquias de Egipto desde un punto de vista esotérico,
mágico, mítico y lleno de leyendas e historias, la mayor de las veces falsas o tergiversadas. Pero volviendo al aspecto
científico-arqueológico, la egiptología como tal se inició con la expedición de Napoleón Bonaparte al país del Nilo en
1798, la cual organizó para atacar indirectamente a Inglaterra en sus posesiones de la India, y con ella se despertó en
Europa el interés por la antigua civilización faraónica-con más curiosidad “egiptomaníaca” que científica-histórica real-, e
hizo posible, con el hallazgo de la piedra de Rosetta, que se descifrara la escritura jeroglífica, lo que consiguió el filólogo
Jean François Champollion en 1822 tras una investigación de 14 años, sin haber visto nunca la famosa piedra. La escuela
francesa, a través del Instituto creado por Napoleón, intentó durante mucho tiempo garantizar el carácter científico de las
excavaciones con la ayuda del propio Champollion, de Hipólito Rosellini y de Bernardino Drovetti; posteriormente
destacaron los descubrimientos de Giovanni Battista Belzoni, de François Auguste Mariette y de Gaston Maspero; los
trabajos de la escuela alemana con Richard Lepsius; los de la británica con William Matthew Flinders Petrie, Howard
Carter y lord Herbert Carnarvon, y la estadounidense, caracterizada por su gran abundancia mediática. Con el paso de los
años y de las generaciones de investigadores posteriores a los mencionados líneas arriba, la egiptología se ha convertido
en una ciencia arqueológica muy importante, rica y basta en lo referente a los descubrimientos que continuamente se
hacen sobre la antigua civilización egipcia. Sólo por mencionar algunos ejemplos, recientemente se han realizado
sorprendentes hallazgos que nos demuestran que nuestros conocimientos sobre el antiguo Egipto aún son pocos o hasta
erróneos, como el redescubrimiento de la tumba KV5 en 1987(King’s Valley 5), la enorme tumba comunitaria de los hijos
de Ramsés II, que anteriormente ya había sido explorada, en 1825 por el inglés James Burton y en 1902 por el famoso
Howard Carter, y donde hace apenas un par de años fueron hallados, aparentemente, los restos del primogénito de Ramsés
II y sucesor al trono, Amón-Her-Khepershef(Amonherkhopshef), quien nunca llegó a reinar y cuya aparente historia,
como ya lo vimos, le da un nuevo rostro al mito del Éxodo judío descrito en la Biblia; o las momias tolemaicas
descubiertas en el oasis de Bahariya en 1996; el descubrimiento de las ruinas de una ciudad costera del Período Tolomeico
cerca de la actual Alejandría; el aparente hallazgo de varias momias ocultas que podrían ser de la reina Nefertiti y sus
hijas, o el gran descubrimiento realizado hace unos días, poco antes de que se terminara este libro, de la momia de la
reina-faraón Hatshepsut, una de las mujeres más poderosas del antiguo Egipto. Sin embargo existen algunas tumbas-reales
o hasta míticas-que serán el gran agasajo para los investigadores si es que llegan a ser halladas, entre estas se encuentran
la tumba del mítico y deificado Imhotep, ingeniero y constructor de la primera pirámide de Egipto y del mundo; la tumba
de Amenhotep hijo de Hapu, mano derecha de su homónimo, el faraón Amenhotep III; la tumba del sacerdote Herihor,
que llegó a eclipsar al faraón Ramsés XI por sus influencias; la tumba de Isisnofret, primera Esposa Real de Ramsés II tras
el fallecimiento de Nefertari; las tumbas de Ahmosis, Amenhotep I, Tutmosis II y Ramsés VIII; la casi mítica tumba de
Alejandro Magno, y la tumba de Cleopatra, la última reina de Egipto. Sin dejar de lado que se sigue especulando sobre la
existencia de la verdadera Cámara del Rey dentro de la Gran Pirámide de Kufú, que aún estaría intacta; de la existencia
del laberinto de Hawara descrito por Estrabón y Herodoto en el lago Moeris cerca del oasis de El-Fayum; del laberinto de
la necrópolis de Suckeion dedicado a los cocodrilos sagrados del dios Sobek, y de la existencia de las ciudades perdidas
de Iti-Tauy[Itchit-Tauy](Itjatway)fundada por Amenemhet I y que fue la capital más importante de Egipto durante tres
siglos, en sustitución de Menfis, e identificada actualmente cerca de El Lisht; y Hermópolis Magna(Jenmu en egipcio)la
mítica ciudad del dios Thot-Hermes, que se hallaría bajo la población moderna de El Ashmunien, a 250 kilómetros al sur
de El Cairo. Como se puede observar, todavía queda mucho por descubrir sobre el Egipto faraónico. Templos, tumbas o
hasta ciudades enteras pueden aún estar bajo las arenas del desierto, esperando que alguien las encuentre y nos muestren
un poco más sobre esta maravillosa civilización y su historia, única en el desarrollo de la humanidad.
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~ 69 ~
IV
LITERATURA EGIPCIA
Signos Jeroglíficos. La Sagrada Escritura
A diferencia de otras escrituras antiguas primitivas, los jeroglíficos egipcios no sólo representan palabras concretas,
sino que también expresan sonidos.
Los antiguos egipcios no tenían, al parecer y psicológicamente hablando, problemas de autoestima: “Están totalmente
convencidos de que sus imágenes grabadas en piedra fueron las primeras de la humanidad”. Así lo atestiguaba el
historiador griego Herodoto de regreso de su viaje a Egipto en el año 450 a.C. Sin embargo, a juzgar por el tono irónico de
su comentario, no debió creérselo demasiado. Y los especialistas tampoco tienen por qué creerlo, la razón, porque poco
más de 500 años antes que los egipcios, los sumerios, asentados en el fértil valle de los ríos Tigris y Eufrates, ya habían
comenzado a tallar “imágenes en piedra”-la arcaica protoescritura cuneiforme(en forma de cuñas)-. El significado de
dichos dibujos iba más allá de aquello que representaban; contenían una información formalizada, codificada. Sin
embargo, los egipcios no estaban del todo equivocados al considerarse los inventores de la escritura: sus signos cincelados
en piedra, más tarde denominados Jeroglíficos(del griego hieros, sagrado, y glyphein, grabar), resultaban muy superiores
a los desarrollados en Mesopotamia.
A diferencia del método sumerio, incapaz de reproducir fonemas, los jeroglíficos no sólo pueden describir conceptos
complejos a través de las imágenes, sino también sonidos independientes, es decir, los fonemas. Y en ese sentido sí que se
puede asegurar que la antigua escritura egipcia es la legítima precursora de la escritura alfabética, constituyendo el último
peldaño de esa larguísima escalera que guió al ser humano desde la más remota y oscura antigüedad hasta los albores de la
historia misma.
La mayoría de los egiptólogos considera, incluso, que calificar el método jeroglífico de mera escritura iconográfica
implica infravalorar la enorme sabiduría de los antiguos egipcios. Al fin y al cabo, su sistema incluye tres grupos de
signos diferentes: los ideogramas, que muestran imágenes con o sin significado directo(el dibujo de un sol puede
realmente hacer referencia a dicho astro cósmico, pero no tiene obligatoriamente por qué); los fonogramas, que
representan sonidos que se pronuncian, y que se distinguen de los ideogramas por llevar una pequeña raya vertical como
código diferenciador; y los signos llamados determinativos, que no se leen, sino que únicamente explican la palabra
precedente. En total la escritura egipcia se componía de unos 800 signos figurativos inspirados en la naturaleza y en la
vida diaria.
Al principio todo fue el verbo: la capacidad de compartir sentimientos, sensaciones y pensamientos mediante el habla
articulada otorgó al ser humano una posición predominante respecto al resto de los animales. Desde luego que no fue una
chispa divina la que concedió, de un día para otro, el don de la palabra al Hombre de Java, al de Pekín o al de Heidelberg.
El proceso evolutivo debió prolongarse durante decenas de miles de años, desde que los guturales y simiescos sonidos
aislados, de carácter simbólico, fueron formando series de sonidos, luego palabras y finalmente frases, hasta conformar
una verdadera lengua o lenguaje. Y aparentemente eso bastó para los siguientes 50.000 años. De momento, aquellos
primeros seres humanos que recorrían el mundo erguidos sobre sus dos piernas, cazando y recolectando frutos y vegetales,
no necesitaban más para comunicarse entre sí y organizar estructuras sociales de creciente complejidad. En cuanto a las
pinturas que realizaban sobre las rocas, al aire libre o en el interior de las cuevas que utilizaban como vivienda, no
tuvieron, seguramente durante muchísimo tiempo, una finalidad de intercomunicación entre personas o grupos, sino más
bien un carácter simbólico esotérico en ritos shamánicos religiosos, quizá como representación de animales sacrificados
ritualmente. Es probable que el arte rupestre también tuviera una función de conjuro frente a las fuerzas sobrenaturales del
entorno, pero la hipótesis acerca de si servirían asimismo como noticia o advertencia para terceros, y por consiguiente
fueran un medio de comunicación gráfico, resulta más que dudosa y engañosa. En cualquier caso, hace aproximadamente
unos 5.500 años, aparecieron en diversos lugares y más o menos al mismo tiempo, entre el Nilo y el mar Amarillo, ciertos
dibujos grabados sobre piedra totalmente nuevos, sin duda portadores de un significado más preciso.
Cuando las tribus sumerias, emigradas del Asia Central a una fértil y lejana tierra entre dos ríos-Tigris y Eufrates-,
acabaron por fundar un Estado organizado, cayeron en la necesidad de fijar la palabra hablada de forma duradera, para
asegurar así su inalterabilidad a través del espacio y el tiempo. Algo similar ocurrió en la China antigua al producirse el
aglutinamiento de los asentamientos humanos dispersos a lo largo de los grandes ríos. Así, el tiempo estaba maduro y listo
para el nacimiento de la escritura.
De regreso a nuestro tema, en Egipto, antes casi despoblado, el avance de los desiertos arábigo-africanos empujó a las
tribus nómadas de pastores, cazadores y recolectores hacia y contra el Nilo, a cuyas orillas terminaron por aprender la
agricultura y hacerse sedentarias. En algún momento, la población creciente de este valle, largo pero estrecho
geográficamente, tuvo que recurrir al establecimiento de un orden social para poder sobrevivir. Y en efecto, como hemos
visto anteriormente, alrededor del año 3000 a. de C., los distintos clanes o nomos, autónomos hasta ese momento, se
unificaron bajo la dirección del rey Narmer o Menes, aunque aquí entra en discusión la presencia histórica del rey
Escorpión, como primer iniciador de esta unificación del Alto y del Bajo Egipto en un único y nuevo Estado. Esto llevó a
una necesidad muy concreta: la palabra del nuevo jefe de gobierno tenía que ser transportable como mensaje y mandato, y
conservable como ley.
Probablemente, el hecho de que los sumerios ya hubieran desarrollado una protoescritura iconográfica con anterioridad
obviamente debió influir sobre los primitivos egipcios recién “unificados” como nación, pues se sabe de inventos
sumerios, como el sello de rodillo o el torno de alfarero, que llegaron a Egipto hacia esa época. Desgraciadamente, en el
caso contrario, el flujo o intercambio de mercancías o ideas entre el Nilo y el Eufrates, no está documentado. Como quiera
~ 70 ~
que fuese, con “modelos” o sin ellos, los egipcios consiguieron desarrollar por su cuenta algo totalmente diferente: una
escritura, además de iconográfica, también fonética, es decir, capaz de expresar sonidos individuales. Este salto cualitativo
del icono como símbolo que identifica una idea, al icono que también representa fonemas supuso una revolución en el
terreno intelectual: la lectura; para leer, además de una asociación de ideas, también se necesitaba realizar una abstracción
del signo representado. Por ejemplo, un rectángulo abierto en uno de sus lados significa “casa”; la trascripción de la
palabra egipcia sería, según las convenciones filológicas actuales, peri. El gran avance fue utilizar este signo jeroglífico no
sólo para designar la palabra “casa”, sino también para expresar, por extensión, la combinación de consonantes p-r. De
esta manera se pudieron representar todas aquellas palabras que contuvieran en su pronunciación el sonido “pr”, aunque
no estuvieran en la lista de 800 signos jeroglíficos documentados ni se parecieran a una casa.
Como puede suponerse, la lectura y la escritura se convirtieron en un deporte intelectual de alto rendimiento, un
verdadero reto para la mente y la psique, sólo practicado por un puñado de “iniciados” de corte hermético: los escribas.
En el ejemplo anterior, es como si, al tiempo de estar leyendo “casa” a partir de un cajón al que le falta la tapa, tuviéramos
que tener en cuenta que también puede significar “cosa”, “caso”, “quiso” o “queso”, según el contexto.
Con el tiempo, y a fin de evitar estas confusiones, de cada pareja de consonantes, se obvió el sonido de la segunda, de
modo que sólo se leía la primera. Esto permitió seleccionar un conjunto reducido de signos jeroglíficos para representar
las 24 consonantes del idioma antiguo egipcio. Pero aún se encontró otra manera de facilitar la comprensión de un texto y
evitar errores de lectura: usando signos determinativos. Estos se colocaban detrás de la palabra o frase en cuestión para
explicarla en detalle. Así, un par de piernas significaban que los signos precedentes implicaban movimiento; un rollo de
papiro hace referencia a conceptos abstractos; la figura de una persona, a un nombre propio; un círculo con calles, al
nombre de una ciudad, etcétera. Todo ello llevó a que muchos signos jeroglíficos tuvieran una aplicación variable, sin que
puedan atribuirse inequívocamente al grupo de los ideogramas, fonogramas o determinativos.
Es un hecho casi seguro que a los antiguos egipcios no se les pasó por alto las deficiencias y la complejidad de su
escritura. Ahora nos parece extraño, incluso incomprensible, por qué no dieron el último y decisivo paso hacia una
escritura fonética completa, incluyendo las vocales y descartando los ideogramas. Probablemente tuvieron dos razones
fundamentales para no hacerlo: un sentido estético muy marcado(las faltas de ortografía se toleraban antes que los errores
de caligrafía) y el profundo formalismo egipcio, unido a su férrea voluntad de preservar las tradiciones culturales propias.
El progreso no era deseable, ni individual ni colectivamente.
Aparte de lo anterior, no se debe olvidar que los jeroglíficos constituían una escritura sagrada destinada únicamente a
reproducir textos religiosos sobre las paredes de templos y tumbas. Para redactar sobre papiros y trozos de arcilla los
textos profanos tales como cartas, contratos de compraventa, facturas, protocolos comerciales o inventarios se utilizaba la
escritura Hierática, una variedad cursiva, abreviada y corriente de la jeroglífica. Aunque con una sintaxis parecida, sus
signos habían sido simplificados, acortados o abreviados, permitiendo una mayor soltura en la expresión de las ideas. Sin
embargo, al ser menos formalista que la jeroglífica, la escritura hierática fomentó la aparición de diferentes caligrafías, l o
cual, sin duda, dificultaría la lectura de textos redactados en las distintas regiones-nomos y ciudades incluso-del Egipto
antiguo faraónico.
Con objeto de soslayar esta pérdida de universalidad en su escritura, a partir del siglo VII a.C. se introdujo la escritura
popular o Demótica(del griego demos, pueblo), más cercana a la alfabética.
Se sabe que en algunas épocas la correspondencia diplomática entre Egipto y los países del Próximo Oriente fue escrita
en caracteres cuneiformes, para ser exacto, se redactaba en acadio, un dialecto babilónico en el que se mezclaban palabras
con expresiones peculiares de los países implicados en su lectura.
Tras la conquista de Egipto por el rey macedonio Alejandro Magno, la lengua griega y su escritura se convirtieron e n
oficiales en todo el país, aunque los nativos seguían hablando egipcio y escribiendo en demótico, al mismo tiempo que se
seguían adornando los templos con la ancestral escritura jeroglífica.
Fue precisamente la coexistencia de estos dos idiomas y los tres tipos de escritura en los últimos siglos del imperio
egipcio lo que permitió descifrar, ya en tiempos modernos, la escritura sagrada de los sacerdotes y escribas, que había
caído definitivamente en el olvido con la dominación grecorromana posterior.
El hallazgo en 1799 de la célebre piedra de Rosetta, un bloque de granito que tenía grabado un texto de alabanza y un
decreto del faraón Ptolomeo(Tolomeo)V Epífanes, escritos en jeroglífico, demótico y griego, y fechados en el 197 a. de
C., supuso el punto de partida para las pesquisas del filólogo y egiptólogo francés Jean François Champollion.
Estudiándola atentamente, se percató de que los nombres de Ptolomeo y Cleopatra aparecían en el texto jeroglífico
circundados por unos anillos, llamados cartuchos o cartuches, más o menos en la misma posición que en el texto griego y
en el demótico. A partir de esa clave, tirando poco a poco de la madeja del hilo, interpretó finalmente la complicada y
misteriosa escritura jeroglífica. El 22 de septiembre de 1822, Champollion publicó los resultados de su trascendental
estudio, auténtica llave que abriría a los egiptólogos posteriores las puertas cultural, filosófica y psicológica de la
antiquísima civilización egipcia faraónica. Sin embargo, y en base a los últimos hallazgos de los estudios que se realizan
sobre el desciframiento de la escritura jeroglífica, se ha revelado algo que parece que podría darle un giro insospechado a
la historia, ya que Okasha el-Daly, del Instituto de Arqueología del University College de Londres, Inglaterra, reveló hace
apenas unos años que Champollion no fue el primero en descifrar los jeroglíficos usando la ya mencionada piedra de
Rosetta. Según el-Daly, el descubrimiento de unos manuscritos árabes del siglo IX pertenecientes al alquimista Abu Baqr
Ahmad Ibn Wahshiyah, demuestra que éste era capaz de descifrar correctamente muchos de aquellos signos. Eso sí, como
era alquimista y no lingüista, su principal interés era identificar los valores fonéticos y su significado para poder acceder al
conocimiento científico-alquímico de los antiguos habitantes del valle del Nilo.
~ 71 ~
Pero a todo esto, ¿Cuáles son las claves para leer los jeroglíficos...?. Los signos que conforman la escritura jeroglífica se
agrupan en hileras horizontales o columnas verticales, llamadas registros. Éstos vienen definidos, generalmente, por dos
líneas verticales-columnas-u horizontales que los encuadran. En ocasiones éstas líneas separadoras de encuadre eran
omitidas por razones estéticas de composición. El primer paso para poder leer un jeroglífico debe ser “enfrentarse a los
signos”, al sentido de las cosas, animales y plantas de los propios signos. De esta manera, si un ave o una serpiente
marchan de izquierda a derecha, se deberá leer el texto de forma inversa, en el sentido de derecha a izquierda. Los textos
dentro de los registros verticales se leen invariablemente de arriba hacia abajo. El segundo paso es entender la disposición
estética de los jeroglíficos. Por razones de composición, los signos que forman una palabra pueden situarse uno bajo el
otro o a continuación del anterior. Esto siempre que no induzca a confusión y tendiendo a formar “cuadrados” limitados
por las líneas límites de los registros. Y por último, como tercer paso, es necesaria la comprensión de la máxima
simplificación, ya que los egipcios tendían a ésta, omitiendo escribir aquellos signos considerados como prescindibles
para cada caso en concreto. De esta forma, la escritura jeroglífica prescindía de los verbos “ser y estar”, y no existían ni lo
puntos ni las comas.
El Legado Literario
La antigua literatura egipcia se caracteriza por su amplia diversidad de tipos y asuntos tratados; abarca desde el
Imperio Antiguo, del 2649 al 2152 a. de C., hasta el período grecorromano, a partir del 332 a. de C., y utiliza recursos
literarios tan variados como el símil, la metáfora, la aliteración y el equívoco.
El valor principalmente histórico-documental, y escasamente literario, de la literatura egipcia, va acompañado de la
dificultad de deslindar la prosa de la poesía: así, en los textos sapienciales la llaneza del tono y escasez de imágenes va
ligada al empleo de un ritmo mnemotécnico.
La literatura religiosa del antiguo Egipto incluye himnos a los dioses, escritos mágicos y mitológicos, y una extensa
colección de textos funerarios. El campo de la literatura secular incluye historias, literatura instructiva conocida como
"textos de instrucción", poemas, escritos biográficos e históricos y tratados científicos, incluyendo textos matemáticos y
de medicina. Destacan también numerosos textos legales, administrativos y económicos, así como documentos privados
en forma de cartas, aunque no sean literatura propiamente dicha. Los autores de varias composiciones que datan del
Imperio Antiguo y el Medio, del 2649 al 1781 a. de C., fueron venerados en épocas posteriores. Proceden de la clase culta
de los funcionarios del gobierno del más alto nivel, y su audiencia estaba formada, sobre todo, por gente educada como
ellos. En realidad, muchas composiciones literarias del Imperio Medio fueron compuestas como propaganda política para
enseñar a los estudiantes, que aprendían a leer y a escribir copiándolos(en tablillas y fragmentos de arcilla)y a ser leales a
la dinastía regente. La mayoría de estos textos de instrucción los siguieron copiando los copistas del Imperio Nuevo,
desde el 1550 hasta el 1070 a. de C., 500 años más tarde, junto con otros textos de su momento, destinados a socavar el
encanto de la nueva profesión militar. Algunas de estas historias incluyen elementos de la mitología y es posible que
procedan de tradiciones orales. Los escribas utilizaban juncos o “cálamos”-cañas de extremo puntiagudo-, a manera de
“plumas”, para poder escribir sobre los papiros, y una tinta que retiene un color negro espléndido, aún en nuestros días.
Plinio afirmaba que estaba compuesta de negro humo o los sedimentos calcinados del vino añadidos a la goma.
IMPERIO ANTIGUO. La cultura y la sabiduría desarrolladas durante el Imperio Antiguo ha llegado hasta nuestros días a
través de los escribas que vivieron en épocas posteriores, los cuales copiaron y adaptaron algunos escritos de aquellos
lejanos tiempos.
Para los egipcios del Imperio Antiguo fueron muy importantes las normas del buen comportamiento. La literatura
sapiencial o seboyet, cuyo objetivo era establecer precisamente esas normas del buen comportamiento, “vivir según
maat”(según el orden establecido), se presentaba bajo la forma de consejos dados por un padre a su hijo. En este peculiar
género literario, que produjo obras hasta el Imperio Tardío, caben mencionar, de la época del Imperio Antiguo, a la
“Doctrina o Libro de la Sabiduría”, también conocido como las “Enseñanzas a Kagemni”, que era el hijo de un visir del
faraón Huni, el último rey de la III Dinastía-presumiblemente nieto de Zoser-, y que es una de las primeras obras de la
literatura egipcia, y en donde se define al hombre sabio como “el silente”. En esta obra, este sabio estima, sobre todo, la
inteligencia práctica. “Hay que guardar el sentido de la medida-dice-. Eso no impide beber con el borracho ni sentarse a
comer con el juerguista si se sabe moderar, pues no debemos chocar con las gentes que no comparten nuestras opiniones.
Hay que saber contener la lengua ante quienes son incapaces de guardar un secreto. No hay que ser presuntuoso, pues
ningún hombre sabe lo que el destino le tiene reservado”. Y este hombre sabio termina diciendo que el joven que siga sus
consejos hará una brillante carrera. He ahí la “sabiduría” de este tiempo, que no llega más allá de las contingencias
prácticas y la manera de tener éxito en la vida haciéndose de las amistades adecuadas.
También se cuentan las “Enseñanzas de Hordjedef(Heredjedef)”, en las que el personaje de este nombre, hijo del faraón
Keops, se dirige a su hijo, Auibra.
De este período no son menos importantes los llamados “Textos de las Pirámides”, obras de carácter mágico-funerario,
integrados por colecciones de inscripciones-narraciones, fórmulas mágicas, invocaciones destinadas al tránsito de las
almas reales a la vida de ultratumba-, grabadas en el interior de las pirámides de los reyes y reinas de la última parte del
Imperio Antiguo, que se hacían para asegurar el debido destino del gobernante muerto en la vida eterna. Se trata de textos
que proclaman himnos a los dioses y componen rituales de ofrendas cotidianas. Parecen ser los antecesores directos de la
obra conocida durante el Imperio Nuevo como “El Libro de los Muertos”.
Muchas inscripciones autobiográficas de tumbas privadas recuerdan la participación del difunto en acontecimientos
históricos.
Durante este período también se pueden contar algunos testimonios como la estela de Shabaka(mítico-cosmogónica) o
algunos textos autobiográficos.
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Aunque no se conservan historias ni textos de instrucción del Imperio Antiguo, algunos manuscritos del Imperio Medio
podrían ser copias de originales más antiguos. Un ejemplo sería “La Instrucción del Visir Ptahhotep”-visir del faraón
Dyedkare-Izezi(V Dinastía)-, también conocida como las “Máximas de Ptahhotep”, y que es un compuesto de máximas
que ilustran varias virtudes básicas(como moderación, sinceridad y bondad)que deben regir las relaciones humanas y
describen a la persona ideal como un administrador justo. Un extracto de éstas reza lo siguiente: “...No estés orgulloso de
tu saber, déjate aconsejar tanto por el ignorante como por el sabio: no se alcanza el límite del arte, no hay artista dotado
de perfección... Si conoces a alguien que discuta en su momento, que sepa dirigir su corazón mejor que tú, dobla los
brazos y encorva la espalda. No arremetas contra él, y él no podrá igualar. Podrás humillar a quien habla mal no
mostrándole oposición en su momento, y él será considerado un ignorante. Tu autocontrol habrá igualado su riqueza... Si
eres un jefe que da órdenes a muchas personas, busca para ti todo tipo de benevolencia, para que tu mando esté exento
de maldad. Es magnífica la justicia(Maat), perdurable y excelente, no se ve alterada por el tiempo de Osiris, y se castiga
a quien transgrede las leyes... Observa la verdad, pero no la sobrepases... No hables contra nadie, grande o pequeño: es
una abominación para el ka... Se reconoce a un sabio por lo que sabe, y al noble por su buena acción. Están en equilibrio
su corazón y su lengua, son justos sus labios cuando habla, sus ojos ven y sus oídos escuchan lo que es útil para su hijo,
que debe practicar la justicia y estar exento de vanidad...”. Otro menciona que: “Cuando seas invitado a comer a casa de
un hombre que es tu superior, mantén los ojos bajos hasta que tu anfitrión se digne saludarte y no hables más que cuando
te dirija la palabra. Ríe cuando él ría; eso agradará a su corazón y apreciará tu comportamiento. Si quieres conservar la
amistad de la familia que te recibe, ten cuidado de no acercarte a las mujeres de la casa. Las mujeres han causado la
perdición de miles de hombres. Sus bellos cuerpos hechizan, pero después de un corto instante de felicidad, pierden su
atractivo:¡Un minuto de placer y luego viene la muerte, que es el final de todo...!. “Cuando alcances una vida
desahogada, cásate y ama a tu mujer más que todo en el mundo. Dale alimento en abundancia y bonitos vestidos, que son
remedio para su cuerpo. Úntala con perfumes embalsamados y hazla feliz hasta su muerte. La mujer es un buen campo
para su propietario”. “Si llegas a ser rico y poderoso, después de haber sido pobre e insignificante, ¡no olvides el
pasado!” No fíes en tus tesoros, que son un don de dios. Puede sucederte lo mismo que a otros, que de ricos se volvieron
pobres; porque tú no eres mejor que ellos”. Un extracto más de las máximas 5 y 38 de la Enseñanza del sabio Ptahhotep
dice lo siguiente: “Grande es la Regla, duradera su eficacia; no ha sido perturbada desde los tiempos de Osiris. La
iniquidad es capaz de apoderarse de la cantidad, pero el mal nunca llevará su empresa a buen puerto. No te entregues a
una maquinación contra la especie humana, pues Dios castiga semejante comportamiento...Si has escuchado las máximas
que acabo de decirte, cada uno de tus designios progresará”.
Después de la caída del Imperio Antiguo, mucha gente se apropió de los Textos de las Pirámides. A estos textos se les
añadieron sortilegios nuevos, y se pintaron en ataúdes, por lo que se les ha llamado “Textos de los Sarcófagos”.
Personajes no aristócratas continuaron inscribiendo sus tumbas con textos autobiográficos que a menudo contaban sus
hazañas durante esta época de inquietudes políticas.
Al Primer Período Intermedio, o también llamado Primera Época de Transición, se atribuyen varias lamentaciones
acerca del caótico estado de los asuntos, y pertenecen las admoniciones de un sabio egipcio a un rey(género nómico),
descriptivas de un período de confusión y anarquía. De las obras literarias de este período destacan “Las Admoniciones de
Ipuwer”, también conocidas como “Las Predicciones del Sabio Ipu-Ur”, en donde se habla de la situación del país con
cierto fatalismo, analizándose al gobernante y todos los acontecimientos desde ese punto de vista: “Ved, ha sucedido lo
que los ancestros habían predicho: ha proliferado el crimen, la violencia ha invadido los corazones, la desgracia
atraviesa el país, corre la sangre, el ladrón se enriquece, se han apagado las sonrisas, los secretos han sido divulgados,
los árboles han sido arrancados, la pirámide ha sido violada, el mundo ha caído tan bajo que unos cuantos insensatos se
han apoderado de la realeza y los jueces han sido expulsados. Pero recuerda el respeto de la Regla, de la justa sucesión
de días, del feliz tiempo en que los hombres construían pirámides y hacían florecer vergeles para los dioses, de aquel
tiempo bendito en que una sencilla estera satisfacía las necesidades de todos y los hacía felices”; el “Diálogo con su alma
de un hombre fatigado de la vida”, también conocido como “Diálogo del desesperado con su alma”, en el que se incluye
una especie de oda-debate sobre el suicidio y que es la primera muestra genuinamente poética, conectada con el tema de la
justicia y la vida de ultratumba, y el “Canto de arpista” también conocido como la “Trova del Arpista”; canto o canción
“escrita delante del arpista” que se encuentra en una inscripción de los frescos de dos tumbas en Tebas; uno fue hallado en
la tumba de un rey Intef, y se transcribe en el papiro Harris. No se trata de un canto religioso, sino de un poema
moralizador en el estilo del Eclesiastés de las Escrituras, y que se caracteriza por el escepticismo respecto a la vida de
ultratumba y hace una clara exhortación a gozar de las bellezas tangibles de la vida temporal, también es considerado el
ejemplo más antiguo de las canciones que cantaban los arpistas en los banquetes funerarios, y en una de sus estrofas
aconseja: “¡Come, bebe y sé feliz, antes de que sea tarde!”, y una versión finaliza de la siguiente manera: “Nadie lleva sus
bienes consigo nadie vuelve de nuevo que haya marchado allá”. Durante este período también fue escrito “El Relato del
Campesino Elocuente”, donde un hombre hacía ruegos tan elocuentes para que le devolvieran sus asnos robados que fue
encarcelado durante un tiempo para que los funcionarios pudieran disfrutar de sus excelentes discursos. La literatura vivió,
precisamente, durante el Primer Período Intermedio y el Imperio Medio una época floreciente, considerada por los propios
egipcios como un acervo cultural clásico, transmitido de generación en generación.
IMPERIO MEDIO. Además de los Textos de los Sarcófagos, la literatura religiosa del Imperio Medio comprende
numerosos himnos al rey y a varias divinidades-incluyendo un largo himno al Nilo-, y textos rituales. Se siguió con las
inscripciones de autobiografías privadas que contienen información histórica y los gobernantes empezaron a levantar
pilares en los que se detallaban sus hazañas importantes. Tanto del Primer Período Intermedio como del Imperio Medio
nos han llegado textos de instrucciones, siempre escritos en nombre del soberano reinante, narrando a su hijo y sucesor
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cómo varios acontecimientos históricos específicos influyeron en su reinado y cómo el hijo debería sacar provecho de los
errores de su padre. Como las “Instrucciones de Merikara” de las Dinastías IX y X, y que detallan como después de un
período de feudalismo en el Alto Egipto regido por la ciudad de Heracleópolis, el país se vuelve a unificar bajo el mando
de Mentuhotep y se establece una nueva capital en Tebas, y que en una de sus citas dice lo siguiente “No confíes en nadie;
no tendrás hermano ni hermana. Aquel a quien hayas dado mucho te traicionará, el pobre al que hayas enriquecido te
herirá por la espalda, aquel a quien hayas tendido la mano fomentará disturbios. Desconfía de tus íntimos y tus
subordinados. Cuenta sólo contigo mismo. El día de la desgracia, nadie te ayudará”; las “Exhortaciones o Enseñanzas de
Amenemhet I a su hijo Sesostris”, composición que el arpista enlaza con el “Carpe diem” horaciano, y la llamada “Sátira
de los Oficios” o “Enseñanza de Keti”, obra de crítica social y política, y que subraya con un agrio humor los aspectos
negativos de todas las posibles ocupaciones u oficios del antiguo Egipto, entre las que se mencionan la del artesano y más
concretamente la del alfarero, en contraste con la vida fácil del escriba. Según la Sátira de los Oficios, la alfarería era u n
oficio muy fatigoso e insano. En una de las cientos de copias en papiro que se han realizado del que ya es uno de los más
famosos textos del Egipto faraónico se puede leer lo siguiente: “El alfarero está hundido en el barro. Por lo tanto pasa su
existencia como las bestias: va más manchado de barro que los cerdos, y además tiene que cocer sus barrizales. Vive
bajo su mercancía, aunque esta siempre de pie entre los vivos, arranca las plantas él mismo más que un cerdo, a fin de
hacer calentar sus cacharros, sus ropas están tiesas de limo, su cinturón es un colgajo. El aire que entra por su nariz sale
ardiente como el fuego. Cuando apisona con los pies él hace el oficio de pilón. Luego entra en el patio de cada casa
ensuciándolas con la tierra que arrastra”. Si bien conviene hacer la salvedad de que la Sátira de los Oficios no es un
documento objetivo, ya que su propósito es denostar todas las profesiones u oficios ensalzando, como ya lo mencionamos,
sólo una, la de escriba.
Las Enseñanzas, que revelan en el culto al soberano un medio para prosperar en la esfera social, constituyen también
valiosos testimonios históricos de una época atormentada por los conflictos civiles. A la propaganda dirigida a la nobleza
para inculcar la lealtad al faraón, contenida en esa obra, se asocian las llamadas Inscripciones lealistas, destinadas a
difundirse entre el pueblo. A esta literatura denominada “política” pertenece también el “Himno a Sesostris III”, que
consagra al soberano como gran guerrero y conquistador de Nubia. Otro género literario muy apreciado y gustado durante
el Imperio Medio fue la profecía, que permitía al autor presentar acontecimientos del presente como si tuvieran que
suceder. La “Profecía de Neferty” o las “Amonestaciones de un viejo sabio” narran las oscuras vicisitudes que precedieron
a la XII Dinastía, anunciando la llegada de un libertador. También aparecen entonces obras de narrativa ya célebres, en las
que la realidad y la ficción están sabiamente equilibradas, como lo son el “Cuento de Sinuhé” o “Aventuras de Sinuhé”,
historia narrativa de un oficial de palacio que se convierte en desterrado político, que huye a Siria a al muerte del faraón
Amenemhet I convirtiéndose después en un hombre rico e importante, y que en su ancianidad es recibido nuevamente en
la corte egipcia, y que presenta, junto al análisis psicológico, agudas observaciones sobre la actitud recíproca entre
egipcios y asirios en Asia; “El Relato de un Náufrago”, que narra un encuentro fabuloso con una serpiente gigantesca en
una isla exuberante, o los “Cuentos del papiro Westcar” que contienen un pasaje profético y “La Historia del Rey Khufu y
los Magos”. Los papiros más antiguos que se conservan sobre medicina y matemáticas también pertenecen a este período.
En el ámbito religioso destaca el “Himno al Nilo”, espléndido texto lírico dirigido al gran río, fuente de vida y de
destrucción. Tanto la poesía como los himnos religiosos en el antiguo Egipto carecían de rima y sólo estaban ordenados en
estrofas de temas coincidentes, de igual manera que hicieron los escritores hebreos del Antiguo Testamento. Se desconoce
la época exacta en que fue redactado el Himno al Nilo, aunque algunos especialistas lo sitúan en el período de los hicsos.
De todas formas se tienen referencias de que durante el Imperio Nuevo se cantaba en las celebraciones, con fondos
musicales de liras y flautas dulces. El texto resulta ingenuo, casi infantil, escrito con una aparente falta de imaginación,
seguramente para que fueran entendidas por todos las alusiones que se hacen a los distintos dioses. En una parte dice lo
siguiente: “Loor al Nilo que sale de la tierra y viene a nutrir a Egipto. Riega los prados porque Ra lo creó para alimentar
a toda clase de ganado; humedece los lugares desiertos, apartados del agua; es un rocío que cae del cielo. Amado por
Geb, el que cuida las mieses, hace florecer cada producto de Ptah; señor de los peces, hace volar a los pajarillos
acuáticos contra la corriente. Produce la cebada y el trigo para que los templos puedan celebrar festejos. Si la
inundación es escasa, se cierran las narices y todos se empobrecen; las vituallas de los dioses menguan y millones de
hombres son condenados a morir...” “El es quien hace crecer los árboles según el deseo de cada cual, de tal modo que
los hombres sufran su falta; gracias a él se fabrican las naves, porque las piedras no sirven al carpintero. Por ti, Nilo,
jóvenes y muchachas gritan de alegría, los hombres te saludan como rey. Sin mudar tu ley, avanzas en presencia del Alto
y del Bajo Egipto. Bebiendo tu agua el dolorido se vuelve contento, todo corazón se llena de gozo. El dios cocodrilo ríe y
la divina Eneada se glorifica por ti...”.
Y para concluir este período tenemos a los ya mencionados “Textos de los Sarcófagos”, que en la esfera funeraria fueron,
desde el final del Imperio Antiguo, la evolución natural de los Textos de las Pirámides.
IMPERIO NUEVO. Los textos funerarios del Imperio Nuevo, especialmente uno llamado el Libro de los Muertos-del que
hablaremos más adelante detalladamente-, se escribían en papiro y se metían en los ataúdes y sarcófagos. Algunas fuentes
mencionan que posteriormente este “Libro de los Muertos” es llamado el Libro del Pueblo, y que se introduce en la CasaTemplo-de Amón como libro “literario” por orden de Tutmosis I. El faraón Kamose, último soberano de la XVII Dinastía,
a finales del Segundo Período Intermedio(1781-1550 a. de C.), recogió las primeras etapas de la expulsión de los Hicsos
de Egipto(1550 a. de C.). Este texto ha llegado hasta nosotros escrito en una tablilla, llamada Tablilla Carnarvon, en la
que un escriba había copiado de una estela el texto epigráfico oficial del relato de la guerra.
Con el Imperio Nuevo, el número de inscripciones históricas reales se incrementó enormemente, mientras que los textos
autobiográficos dieron paso a los religiosos.
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Tutmosis III mandó inscribir sus guerras en Siria en sus “Anales”, tanto en una estela(llamada la Estela Poética)como en
los murales del templo de Karnak. Ambos registros describen cómo el rey llama a sus consejeros, les informa de lo difícil
de su situación, y éstos le aconsejan que intente la solución fácil, pero él les dice que no ti ene miedo y que se atreverá a
escoger el camino más peligroso; naturalmente, el rey lo hace y triunfa.
Según algunas fuentes consultadas Amenofis(Amenhotep)II manda escribir el llamado “Libro de la Vida” en la Casa de
Amón, el cual algunos confunden con el mítico Libro de Thot, un texto de magia muy antiguo, pero que otros interpretan
como una especie de registro civil, de población y administrativo, que se llevaba en casi todos los grandes templos de
Egipto, además se piensa que este faraón “rebajó” la importancia de la muerte a un plano secundario. Un papiro,
precisamente de la época del faraón Amenhotep II, contiene el “Gran Himno dedicado al dios Amón-Ra”, rey de todos los
dioses. El texto, de gran interés literario y religioso, presenta conceptos nuevos de amor a la naturaleza y de universalidad
de los dones divinos. Un extracto de este himno dice lo siguiente: “¡Alabado seas, Amón-Ra, señor de Karnak, príncipe
de Tebas!(...) Tú eres el creador de todas las cosas, el único, que ha creado lo que existe,(...) que produce el forraje que
alimenta los rebaños, y los árboles frutales para los hombres, que crea aquello de lo que viven los peces en la corriente, y
las aves bajo el cielo, que da el aire al embrión en el huevo, que nutre las crías del gusano, que crea aquello de lo que
viven los mosquitos, y las serpientes y las moscas, que crea lo que necesitan los ratones en sus agujeros y nutre a los
pájaros sobre cada árbol”.
Amenofis IV(Akhenatón)desplaza a Amón y demás dioses para imponer a su único dios Atón, y manda escribir “El Gran
Himno al Sol”, y comienza la llamada Reforma Literaria Egipcia, por la cual la lengua hablada por el pueblo pasa a ser la
lengua oficial de todo el país. Akhenatón elaboró personalmente esta nueva, y hasta entonces revolucionaria doctrina
espiritual, sustituyendo los ancestrales cultos tradicionales por una religión abstracta y monoteísta, convirtiendo a Atón en
un dios accesible para sus fieles a través de la manifestación benéfica y universal de la luz y el calor de la estrella solar:
Atón el “Creador de toda vida”. Atón estaba representado por un Disco, cuyos múltiples rayos terminaban en pequeñas
manos dispensadoras de vida y de protección al faraón y a su familia. La mayor expresión mística de esa época la
constituye precisamente el “Gran Himno al Sol o a Atón”, un texto hallado en la tumba concebida para Ay en la
necrópolis meridional de Aketatón(Tell el-Amarna), y del cual se han encontrado redacciones “breves” en otras sepulturas
de los nobles de Amarna. En este Himno se menciona lo siguiente: “...Tú apareces hermoso por el horizonte del cielo, oh
Atón vivo, que has dado inicio al vivir. Cuando te elevas sobre el horizonte oriental, colmas de tu belleza todas las
tierras. Tú eres bello, grande, resplandeciente, excelso sobre cada pueblo; tus rayos circundan las tierras hasta el límite
de todo lo que tú has creado.(...)Tú estás lejos, pero tus rayos están en la tierra.(...)Cuando marchas en paz al horizonte
accidental, la tierra queda en la oscuridad, como muerta.(...)
Yace la tierra en silencio, su creador reposa en el horizonte. Al alba tú reapareces por el horizonte, resplandeces como
Atón durante el día. La tierra entera se pone a trabajar. Cada animal disfruta de su pasto. Árboles y arbustos
reverdecen.(...)Tú procuras que las mujeres sean fecundas, tú, que haces viriles a los hombres, tú, que haces vivir al hijo
en el seno de su madre, que le calmas para que no llore, tú, nodriza del que está aún en el vientre.(...)
¡Cuán numerosas son tus obras! Ellas son incognoscibles para el rostro(de lo hombres), tú, dios único, fuera del cual
nadie existe. Tú has creado la tierra a tu albedrío, cuando estabas solo, con los hombres, el ganado y los animales
salvajes, y todo lo que está sobre la tierra-y camina sobre sus pies-es todo lo que está en el cielo-y vuela sobre sus alas-.
Y los países extranjeros, Siria, Nubia y la tierra de Egipto, tú has colocado a cada hombre en su lugar, te has ocupado de
sus necesidades. Cada uno y su alimento, y está contada su duración de vida.
Sus lenguas son distintas en palabras y su escritura también, así como su piel. Has diferenciado a los pueblos
extranjeros.(...)Y todos los países extranjeros y lejanos, tú haces que vivan también ellos.(...)Tus rayos alimentan todas
las plantas, cuando tú brillas, ellas viven y prosperan por ti.
Tú haces las estaciones para que se desarrolle todo lo que creas...”.
Es importante señalar que con frecuencia se ha hecho notar y se ha subrayado el sorprendente e increíble parecido entre
este Himno a Atón y el Salmo 104 de David en la Biblia cristiana, lo que denotaría y además brindaría una pista ejemplar
de que la filosofía, la psicología, el misticismo, la fe y hasta el ritualismo de las religiones judeocristiana y musulmana
tienen sus más profundas raíces en los cultos practicados en el antiguo Egipto, sobre todo este “sospechoso” parecido
entre Atón y Yahvé-Jehová-Alá. También es oportuno recordar que el texto del Himno a Atón se ajusta perfectamente a la
antigua tradición religiosa de los himnos que los teólogos egipcios dedicaban al sol. Esta composición constituye
asimismo un magnífico ejemplo del neoegipcio o Egipcio Tardío, el idioma hablado, con toda probabilidad, desde finales
del Imperio Medio y considerado, como ya se mencionó, como la lengua “oficial” precisamente desde el período de
Amarna.
De este período cabe mencionar otra doctrina acerca de la sabiduría, que data muy probablemente de la XIX Dinastía, o
incluso de una época algo posterior, de la XX Dinastía, y que personalmente me representa un interés especial. Me refiero
a uno de los “monumentos” literarios más sobresalientes de la cultura egipcia: “El Libro de la Sabiduría de Amenemope”
también conocido como “Las Instrucciones de Amenemope”. El autor, Amenemope, era un funcionario de posición
relativamente elevada, que llevaba el título de escriba real del trigo. Esto confirma que los impuestos se percibían en
especie, como lo veremos más adelante, en la forma de trigo, y que existían por doquier silos que pertenecían al Estado y
que un cuerpo de numerosos funcionarios estaba encargado de abastecer esos almacenes. Amenemope escribió el libro
para su hijo, el más joven de todos. Le da normas muy útiles para sus futuras relaciones sociales así como lecciones de
moral para que el joven pueda evadir o escapar del mal y vivir feliz en esta tierra. Le recomienda, sobre todo, modestia y
delicadeza: “¡Tiende la mano al hombre que sufre y, si la mano de dios lo abandona, aliméntale con tu pan! Agradarás al
dios si reflexionas antes de hablar a un hombre encolerizado. Manténte, pues, en calma ante tus adversarios e inclínate
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ante el que te ofenda. ¡Deja transcurrir una noche antes de hablarle! Porque él es como la borrasca, y arde como el
fuego en la paja.
¡No te vengues del que te odia! ¡Tú ignoras los designios de Dios! Reposa en los brazos de Dios y abatirás al enemigo
con tu humildad y dulzura”.
“¡No codicies los bienes ajenos, antes sé justo en todo lo que emprendas! Dios concede el sentido de justicia a los que
ama”.
“Sé bueno cuando cobres los impuestos y no emplees medidas falsas al pesar el trigo; así podrás dormir en paz y sentirte
feliz a la mañana siguiente. Pero no te dejes engañar por el campesino ni hagas trampas en su favor con los impuestos
cuando quiera engañar sobre su contribución”.
“No corras los límites cuando midas un campo, ni toques el linde de un campo que pertenezca a una viuda. El culpable de
tal acto es un opresor de los débiles. Su granero debe ser destruido; sus bienes, arrebatados a sus hijos y entregados a
otro hombre. No codicies el bien del pobre; no sacies tu hambre con su pan. Los bienes del pobre tienen un gusto
amargo. Un celemín de grano que dios te dé, vale más que 5.000 celemines arrancados por la violencia. Ese trigo se
pudre en el granero y no puede saciar. Un trozo de pan para cada día y un corazón contento valen más que la riqueza y
los remordimientos. ¡No busques, pues, la fortuna, ni te quejes de la pobreza! La tempestad se traga la nave del hombre
ávido e insatisfecho, pero el pequeño barco del hombre feliz goza de vientos favorables”.
“Ten toda clase de atenciones hacia tus semejantes; no te rías del ciego, no te burles del enano, ni hagas mal al
paralítico. No hagas escarnio del hombre que ha sido herido por la mano de dios, ni seas grosero con él si, por
casualidad, te lastima. El hombre está hecho de paja y arcilla, y Dios es el arquitecto. Todos los días, él destruye y
construye, empobrece a miles de hombres, y en cambio eleva a miles de otros para hacerlos reinar sobre sus semejantes.
¡Sé, pues, humilde! El que dobla el espinazo, no se rompe los riñones”.
El antiguo sabio Amenemope tiene una concepción típicamente egipcia acerca de las relaciones entre superior y
subordinado. “¡Deja que tu superior te golpee y guarda tu mano en tus rodillas; déjale insultarte sin responder una sola
palabra! Cuando al día siguiente aparezcas ante él, te dará pan con mano generosa”. En ciertos aspectos, Amenemope
nos recuerda a sus predecesores. Pero en los antiguos falta casi por completo este trasfondo religioso que es la base de los
consejos de Amenemope. El sabio no cesa de poner de manifiesto la voluntad de Dios y, lo que es más importante, no
habla de un dios en particular, sino del dios en general, de un ser infinito y moral del que se siente depender y hacia quien
se siente muy responsable.
A juicio de muchos especialistas la obra de Amenemope es la obra maestra de la “literatura sapiencial” egipcia, cuyo texto
también se ha hecho famoso por sus indudables relaciones o parecidos con el Libro de los Proverbios del Antiguo
Testamento Bíblico, tal y como puede apreciarse a continuación:
“No te esfuerces en buscar riqueza, lo
“No te empeñes en hacerte rico, pon coto
que tienes debe bastarte. Si la riqueza te
a tu ambición. Pon en ello tus ojos y
viene por el robo, no pasará la noche
desaparece luego, pues luego toma el vuelo
contigo...”(Amenemope)
vuelo y se remonta al cielo...”(Proverbios, 23, 4-5.)
Debido a estas aparentes y sorprendentes coincidencias se ha discutido nuevamente el ya muy trillado sentido de las
influencias culturales, pero el tema parece zanjado a favor de la originalidad egipcia con la posterior copia modificada
hebrea, teniendo en cuenta un trozo de ostraca que demuestra que la copia del Museo Británico es mucho más tardía que
la época de redacción de la obra, con lo cual se demuestra que ésta puede situarse casi perfectamente en el período
ramesida. Es impresionante como en esta obra sobresalen la profundidad y el humanismo con el que se tocan todos los
aspectos de la vida cotidiana del hombre. Las relaciones humanas y la rectitud son algunos de sus valores fundamentales y
a través de ellos se consideran todas las facetas de la vida y el complejo entramado que gobierna las relaciones sociales.
Los últimos faraones del Imperio Nuevo, especialmente Ramsés II y Ramsés III, también dejaron relatos extensos de sus
hazañas militares. Se conservan narraciones y crónicas poéticas de los éxitos de Ramsés II en la batalla de
Kadesh(Qadesh) contra los hititas, como parece serlo el llamado “Poema del Pentauro”. Estos textos instructivos,
dirigidos a las escalas más bajas de la burocracia, ya no se basan en la suposición de un pensamiento correcto y un
proceder justo que automáticamente conducían al éxito, sino en la meditación y la paciencia.
La literatura del período Ramesida está representada por escritos conocidos como “Misceláneas Escolares”, que eran
composiciones dirigidas principalmente a los jóvenes, surgidas probablemente de la necesidad de disponer de antologías
capaces de transmitir una cultura “tradicional”, enseñando a leer y a escribir. Se trata de recopilaciones de fragmentos
extraídos de composiciones antiguas y de la época de distintos géneros, como plegarias, himnos, alabanzas al faraón,
enseñanzas morales, sátiras, modelos de cartas y exhortaciones a escolares apáticos. Precisamente en el Museo Egipcio de
Turín se encuentra un papiro hierático de este período que contiene una recopilación de textos que incluye una alabanza al
monarca, una carta de protesta contra los trabajos forzados, un escrito que habla de la ingrata existencia del campesino y
una amonestación a un escolar. Esta última pieza, escrita en el reverso del papiro, lleva el título de “Reprimendas a un
escolar negligente” y pertenece a la categoría de las composiciones dirigidas a los jóvenes para que no abandonaran los
estudios de escriba, como los hizo en su momento la ya citada Sátira de los Oficios, en la que, como ya lo mencioné, se
ensalza la profesión de escriba en comparación con otros muchos oficios duros y peligrosos. Basta tan sólo leer algunos de
los títulos de los textos de las Misceláneas Escolares para darse cuenta y entender lo importante que se consideraba en el
antiguo Egipto la profesión de escriba, base de todas las carreras burocráticas y religiosas: “No hay oficio tan bueno como
el de escriba”, “Consejos a un joven escriba”, “Cómo domar a los escolares recalcitrantes al estudio”, “La profesión de
escriba es la adecuada para los que tienen un físico débil”, “El valor de la enseñanza”, etcétera.
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Destacada importancia tiene la lírica amorosa o poesía de amor, género literario que nació durante el Imperio Nuevo para
ser cantada o recitada con música. Se conocen ocho colecciones de lírica amorosa, escritas sobre papiro o en óstracon,
fragmentariamente conservadas, que ofrecían la forma de novelas cortas o diálogos psicológicos destinados a la recreación
vespertina. En ellas, los escribas expresan los sentimientos de los enamorados con diálogos y reflexiones sobre las penas y
las alegrías del corazón humano.
También del Imperio Nuevo son muy importantes y valiosísimos, como ya se mencionó, los textos funerarios(colecciones
de fórmulas mágicas-sucesoras de los “Textos de las Pirámides” y algunas otras-conocidas conjuntamente como “El Libro
de los Muertos”), escritos en rollos de papiro y colocados en las tumbas y en los sarcófagos junto, o entre los vendajes de
la momia. Otros textos importantes de la antigua literatura egipcia durante el Imperio Nuevo son las obras de carácter
narrativo que implicaban a personajes mitológicos como el “Cuento de la Verdad y la Mentira”, la “Disputa o Litigio entre
Horus y Seth por la Herencia de Osiris” y “La Destrucción de la Humanidad”, en la que los seres humanos son librados de
la aniquilación emborrachando a la diosa Hathor con cerveza color de sangre. De este período también destacan “El
Relato de los Dos Hermanos”, historia de un joven bueno que es traicionado por su malicioso hermano mayor; “El Viaje
de Unamon o Wen-Amón”, una leyenda épica, la más representativa, que relata las pruebas y tribulaciones de un agente
enviado a comprar madera en Biblos, y a la que cabe parangonar con el “Cuento de Sinuhé” anteriormente citado, por sus
valiosas indicaciones sobre las relaciones entre Egipto y el Asia Menor, y las navegaciones mediterráneas, y “El Príncipe
Predestinado” o “El Príncipe Que Estaba Amenazado Por Tres Hados”. También existen varias colecciones de poemas de
amor de este período.
ÉPOCA TARDÍA. Posterior al Imperio Nuevo, ya en la Época Tardía o decadente, se conocen ejemplos de las diversas
formas literarias egipcias de los siglos siguientes, dentro de la era grecorromana, que incluyen nuevas composiciones
religiosas, relatos históricos privados y reales, instrucciones, historias y tratados científicos, como papiros sobre medicina,
matemáticas y astronomía. En la última fase de la historia egipcia cabe destacar algunas manifestaciones literarias que
jamás estuvieron a la altura de los anteriores períodos, entre ellas algunas muestras tardías de literatura sapiencial, como
“Las Enseñanzas de Anjsesongy”, también conocidas como “Las Instrucciones de Ankhsheshonq”, conservadas en un
papiro de finales de esta etapa, aún cuando no faltan indicios que las sitúen hacia el siglo V a. de C. Es una colección de
máximas muy pragmáticas, muchas de las cuales suenan como proverbios: “...No digas: „Soy instruido‟; haz lo posible
para hacerte sabio... El examen profundo te dará buena suerte...”; y “Las Enseñanzas del papiro Insinger”, que contiene
una serie de máximas, divididas en varios capítulos, que retratan a la persona sabia como moral y piadosa, contrastando
profundamente con los textos anteriores basados en la creencia en las recompensas en esta vida, y que concluyen con esta
sentencia: “El bien y el mal que acontecen es el dios quien los envía”.
Abundan en este período muestras de la literatura culta, como textos religiosos y jurídicos, muy notables-como las
inscripciones del templo de Edfú, cerca de Hieracómpolis-. Quedan algunos textos de carácter histórico, como el “Decreto
de Pithom”, que relata una victoria militar, y en las inscripciones funerarias aparecen textos interesantes de índole
autobiográfica(destacando la estela de la tumba del sumo sacerdote Pshereni-Ptah, en Menfis), cuyo contenido hubiera
sido impensable en un egipcio de otros tiempos, como lo que se lee en el sarcófago de Wennofer: “Fui un amante de la
bebida, un señor de la fiesta; me entusiasmaba vagabundear por los marjales. Pasé mi vida en tierra favorecido por el
rey y querido por sus cortesanos”.
Entre la literatura de ficción destacan algunos relatos, que se han conservado en papiros helenísticos e incluso de época
romana, y entre los que destaca las “Historias de Setni-Kaemuas”, en las que se describen las más increíbles fantasías,
desde una partida de senet, muy accidentada, con una momia, hasta, al igual que el héroe de La Odisea, una visita a los
abismos infernales.
En este período se escribieron historias sobre las aventuras de varios magos, como un ciclo que relata las hazañas de un
rey legendario, Petubastis, un cuento en su mayor parte mitológico que presenta una serie de fábulas de animales. Los
contactos con la literatura griega coetánea son evidentes tanto en el ciclo épico como en las fábulas, por otro lado, los
textos egipcios(incluyendo la literatura profética)también se tradujeron al griego, y además hay un conjunto de textos
mágicos conocidos en ambas literaturas.
De esta época data la famosa Piedra Rosetta, cuya inscripción ensalzando al rey Tolomeo V en caracteres jeroglíficos,
demóticos y griegos, fue la llave para descifrar la escritura egipcia y por tanto para la fundación de la moderna
egiptología.
Es indudable que la beneficiosa influencia del renacimiento cultural del Imperio Tardío se manifestó también en la
producción literaria, entre la cual destaca el Libro de los Muertos. De la XXVI Dinastía data la recopilación de los más de
150 capítulos que componen sus ejemplares más completos, llamada “Redacción o Recensión Saíta”. La vuelta a la
antigua cultura llevó a los egipcios a rescatar otros textos religiosos funerarios, de los cuales ofrecen una nutrida selecci ón
los motivos ornamentales de sarcófagos y tumbas. El Imperio Tardío contempló también el nacimiento del Demótico, no
sólo como escritura cursiva en combinación, en el último milenio de la historia egipcia, con los caracteres
jeroglíficos(utilizados ya casi únicamente en la epigrafía monumental)y hieráticos(destinados sobre todo a los textos
religiosos), sino también como lengua propiamente dicha, basada en un gramática distinta de la del egipcio del Imperio
Nuevo.
Por lo anterior, un lugar aparte ocupa la Literatura Demótica, manifestación del mantenimiento de la tradición autóctona, a
la que luego se incorporarán elementos de origen helénico, síntoma de la declinación de la literatura egipcia clásica. El
templo tolemaico de Edfú conserva en las paredes dos textos que constituyen un ejemplo de la literatura dramática de esa
época. Las largas inscripciones en caracteres jeroglíficos eran leídas durante ceremonias especiales que se celebraban en
el templo, quizás mientras se desarrollaban representaciones escénicas místicas. Los dos dramas, de hecho, presentan un
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estilo heroico, intercalado con indicaciones y explicaciones de carácter litúrgico. El templo de Edfú estaba dedicado al
dios Horus, por lo que el tema de los dos textos hace referencia al antiquísimo mito de la victoria del hijo de Osiris sobre
su temido y odiado tío Seth, que había traicionado y asesinado a su propio hermano para usurparle el reino de Egipto.
Horus vengó la muerte de su padre Osiris, animado por su madre Isis, matando a Seth, transformado en un hipopótamo
para esconderse en el pantano.
De la época tolemaica data también la biografía del difunto Petosiri, grabada en las paredes de su tumba en Hermópolis.
El interés de este texto reside en que manifiesta un sentimiento de resignación ante la muerte y la voluntad del dios
bastante nueva respecto a las tradicionales concepciones religiosas egipcias. También es de destacar que la figura de
Alejandro Magno es presentada no como un cruel y despiadado conquistador, sino como un libertador de Egipto de los
enemigos persas. Otro texto muy importante desde el punto de vista literario y también histórico es la llamada “Crónica
Demótica”, expresión de una rica literatura escrita en demótico, que comprende mitos, textos mágicos, manuales y obras
de narrativa. La Crónica Demótica está constituida por una serie de oráculos interpretados en clave política y referidos a
sucesos de la época del faraón Nectánebo I y a un futuro soberano libertador del pueblo egipcio, identificado con el
usurpador Horunopfris, que se hizo proclamar rey del Alto y del Bajo Egipto entre el final del reinado de Tolomeo IV y el
principio del de Tolomeo V.
Para concluir es importante mencionar que la antigua literatura egipcia cuenta con numerosos poemas, cuentos, fábulas y
leyendas que han transcurrido a través de los siglos y de generación en generación.
Es muy importante señalar que en el sentido de rimar versos, la literatura egipcia no tuvo poesía. Pero un ritmo distinto
se encuentra en alguno de los himnos y elogios, y mucho sentimiento poético. Sus símiles muestran imaginación y
observación de la naturaleza y no desconocían el uso de la aliteración. Por ejemplo, la dama enamorada dice: “Lo que es
dulce para la boca es para mí como la frescura de los pájaros; tu aliento sólo puede confortar mi corazón”. En una
canción de amor cada verso comienza con el nombre de una flor.
La gran épica egipcia consiste en el llamado “Poema del Pentauro”, nombre con el que E. de Rougé denominó a esta
monumental obra del Egipto antiguo. Lo estudió de la copia en papiro hecha por un escriba llamado Pentauro(escriba que
redactó sobre papiro la copia más importante, guardada en el British Museum de Londres), y de ahí concluyó que ése era
el nombre del autor, aunque actualmente se sabe que su verdadero nombre era Qenherjepeshef, más conocido como el
escriba Pentaur o Pentauro, hijo adoptivo y sucesor de Ramose, el llamado “escriba íntegro” que poseía una escritura
elegante y enérgica a comparación de este Qenherjepeshef, cuyos garabatos siguen desesperando a varios egiptólogos. En
el año 33 del reinado de Ramsés II(1246 a. de C.), aparece por primera vez el nombre de Qenherjepeshef sobre un
óstracon en calidad de ayudante de Ramose. En el año 40 del mismo reinado sucederá a este último en el cargo, y durante
los 40 años siguientes registrará para la administración del faraón la construcción de no menos de tres tumbas reales.
Murió en edad avanzada, después de haberse casado cuando rondaba los sesenta años de edad con una niña de doce
llamada Naunajte, a quien legó la mayor parte de sus bienes, entre los cuales se hallaba el papiro con el “Poema” que se
ha conservado hasta nuestros días y en el que, de su puño y letra, copió el himno que glorifica la victoria de Ramsés II en
Qadesh, muy en boga y de moda por aquellos tiempos.
Aparte del ejemplar sobre papiro, existen otras versiones epigráficas del “Poema”, mandadas grabar por Ramsés II en las
paredes de sus templos en Karnak, Abidos, Abu Simbel y Luxor. El poema está escrito con un tono épico, con la
alternancia de piezas de narrativa y fragmentos líricos, que exaltan las empresas del faraón contra los enemigos hititas.
Fue descubierto por primera vez entre los papiros de Sallier(no. 3)del Museo Británico. Trata sobre la campaña militar de
Ramsés II contra un pueblo llamado los Kheta-presumiblemente los hititas-. El estilo es en su mayoría gráfico, como si la
historia fuera contada por un testigo ocular. La parte más dramática describe al héroe Ramsés abandonado y casi solo
entre los enemigos, cuyas apretadas hileras de carros de guerra-cada carro con tres hombres-parecen encerrarle por
completo. Entonces, Ramsés invoca a su padre Amón: “¿Qué son estos asiáticos para tu corazón? Amón humillaría a
aquellos que no conocen al Dios. ¿No te he consagrado numerosas ofrendas a ti?... La mayoría de mis soldados me han
abandonado... Pero Amón es para mí más que un millón de soldados, que cien mil aurigas”. Amón escucha sus gritos y le
dice a su hijo que está con él y que le ayudará. El enemigo retrocede presa del terror, reconociendo la mano invencible de
un dios contra ellos. Entonces el ejército cobarde vuelve a su rey, quien les reprende y describe su acto valeroso y cómo
sus caballos favoritos “Victoria en Tebas” y “Nuret Satisfecho” permanecieron junto a él. Este “poema épico” tiene en
parte “una forma con la que estamos familiarizados en la poesía hebrea, el llamado paralelismo de las frases; es decir, dos
frases cortas que se siguen una a la otra y se corresponden en la disposición y también, por norma, en el sentido”.
El reverso del papiro del “Poema” resulta aún mucho más interesante, pues el texto que contiene tenía ya más de cinco
siglos en la época de Qenherjepeshef y es, además, uno de los más raros documentos que nos dan una idea del
inconsciente de los antiguos egipcios. Se trata de una lista de 108 sueños, considerados como mensajes divinos, que
anuncian el futuro a aquél que durmiendo los soñó. El egiptólogo inglés John Romer, que se ha dedicado a estudiarlos,
afirma que para los antiguos egipcios tenía gran importancia el ganar y el perder, al igual que el temor a la falta de
alimento, a la muerte violenta o a la mutilación. Al parecer, los que habían tenido un sueño podían evitar las catástrofes
anunciadas en este si al despertar comían pan fresco y hierbas maceradas en cerveza al tiempo que recitaban una fórmula
mágica. Entre algunas de las interpretaciones de “El Libro de los Sueños del escriba Qenherjepeshef” se leen las
siguientes: “Si alguien se ve en sueños: enterrando a un anciano = buena señal: es un signo de prosperidad.
bebiendo cerveza caliente = mala señal: es un augurio de sufrimientos.
comiendo carne de cocodrilo = buena señal: llegará a ser funcionario.
mirando en un espejo = mala señal: augura una nueva esposa que mantener.
muerto = buena señal: es un signo de larga vida”.
~ 78 ~
En el mismo texto también aparece la fórmula mágica para que los malos sueños no se cumplan: “Ven hacia mí, ven hacia
mí, madre Isis; mira, percibo lo que está lejos de mi ciudad”.(Pronúnciese al tiempo que se come pan fresco y hierbas
verdes maceradas en cerveza). Lo más sorprendente de este texto es el lado psicológico que nos presenta de la vida
cotidiana de los antiguos egipcios, que varios milenios antes de S. Freud y su psicoanálisis ya buscaban las respuestas a su
vida en la interpretación de sus sueños, intentando explicarse cómo y por qué actuaba o debía actuar un ser humano ante
tales o cuales circunstancias soñadas, pudiendo ser éstas buenas o malas para el devenir diario. Con esto se podría
argumentar, aunque con reservas, que los antiguos egipcios fueron los creadores del prototipo del psicodiagnóstico
profundo.
Continuando con el tema, se sabe que muchos poemas fueron escritos para ser acompañados con el arpa como tan
frecuentemente se ve en los frescos de las tumbas. Y es en esos frescos de las tumbas donde se tienen también esas
pequeñas baladas líricas del pueblo como la que a continuación transcribo como ejemplo:
“Tu pastor está en el agua con los peces
habla con los peces, ¡saluda al lucio del oeste!,
tu pastor es un pastor del este...”
Una curiosa muestra literaria del antiguo Egipto son los llamados “Papiros de Nesi Amsu”, encontrados en Tebas en
1860, adquiridos por Rhind y vendidos a los administradores del Museo Británico por David Bremner. Debido a la
escritura descuidada del colofón, se considera que el papiro no fue escrito especialmente para Nesi Amsu, sino que era
uno de tantos preparado por alguien que se dedicaba a proporcionar papiros funerarios a los familiares del difunto, para
colocarlo en la tumba. Consta de tres obras separadas: primero, “Las Canciones Festivas de Isis y Nefthis”; segundo, “Las
Letanías de Seker”, y tercero “El Libro del Derrocamiento de Apepi”. El papiro completo de fina textura mide 6m. X
0.24m.(conteniendo 33 columnas y 940 líneas)y ha sido trascrito y traducido por Budge.
“Las Canciones Festivas de Isis y Nefthis” es una obra probablemente no anterior a la XXVI Dinastía y de autor
desconocido. Forma parte de los papiros hieráticos funerarios de Nesi Amsu(No. 10158 en el Museo Británico). Se titula
“Los Versos de la Fiesta de los Dos Zerti”, y el papiro nos informa de que dos vírgenes lo cantaban en el templo de Osiris
con ocasión del festival anual celebrado durante cinco días en el cuarto mes de la estación de la siembra. Existe evidencia
en el texto de que hubo otras copias y que era lo suficientemente antiguo como para permitir varias lecturas. Junto con
“Las Letanías del Buscador” que sigue a continuación, de cuatro columnas, ocupa veintiuna de las treinta y tres del papiro
completo. La segunda composición, que evidentemente sería cantada tras la Fiesta de los Versos, se compone de tres
partes: I. “Letanía al dios del sol”; II. “Recitación de Isis”; III. “Letanía a las Hathors”. Durante las 16 repeticiones que
eran precisas, había un acompañamiento de panderos. Un papiro en hierático de Berlín contiene una obra muy similar a
estas “Canciones Poéticas”. Fue traducido al francés por M. de Horrack que lo tituló Les Lamentations d´Isis et Nephthys.
Para concluir se puede afirmar, sin duda, que al describir los sucesos, tanto cotidianos, ordinarios como heroicos, el
pueblo egipcio supo observar las situaciones realistas y los pormenores vividos; captando las más profundas emociones,
halló lugar para el humorismo y el erotismo, y supo apreciar la elegancia de la expresión. No se puede negar que la afición
a las palabras pronto los hizo caer en lo artificioso y ampuloso. Sin embargo, dieron a Egipto la primera literatura
propiamente dicha de la Historia de la Humanidad, ya que el interés por lo profano que recorre su literatura no fue sino un
hilo tenue en la madeja enmarañada de sus escritos sagrados y religiosos.
A continuación se expone una lista en orden alfabético de algunos de los papiros más conocidos, muchos de ellos
reciben el nombre de sus propietarios o descubridores:

Papiro ABBOT, del Museo Británico. Con el tema de un informe judicial tebano.

Papiros AMHERST, al principio en posesión del último lord Amherst de Hackney. Con los temas de informes
judiciales en Tebas, la Historia de Sekhti y Hemti, la Historia de Sanehat. Traducciones de Newberry y F. Ll.
Griffith.

Papiros ANASTASI, en el Museo Británico. Temas(de los más extensos), viaje de un funcionario egipcio a Siria
y Palestina. Data aproximadamente del 1400 a. de C. Traducción de Chabas.

Papiros DE BERLÍN, no.1, Historia de Sanehat. Data del Imperio Medio. Traducción de Chabas, Goodwin y
Maspero. Números 2 y 4 contienen la Historia de Sekhti y Hemti.

Papiros EBERS, papiros sobre Medicina. Traducciones de Georges Ebers y Ludwig Stern.

Papiro HARRIS, en el Museo Británico. Temas, informes judiciales, lista de ofrendas, un discurso de Ramsés II
a sus oficiales. Data de alrededor del 1225 a. de C. Traducciones de Piehl, Chabas y Eisenlohr.

Papiros HARRIS, del Museo Británico. Tema, Magia. Traducción de Chabas.

Papiro INSINGER. Con el tema que retrata a la persona sabia como moral y piadosa. Data de la Época Tardía.

Papiro LEE. Tema, Conspiración del Harén.

Papiro SOBRE MEDICINA DE BERLÍN. Data de la XIX Dinastía. Traducciones de Brugsch y Chabas.

Papiro D’ORBINEY, en el Museo Británico. Tema, El Romance Entre Dos Hermanos. Data de la XIX Dinastía.
Traducciones de Maspero, Groff y Renouf.

Papiro PRISSE, de la Biblioteca Nacional de París. Tema, Tratado Moral. Data del Imperio Medio.
Traducciones de Chabas, Heath y Virey. Conocido y llamado como “El libro más antiguo del mundo”.

Papiro RHIND, del Museo Británico. Tema, Matemáticas. Fedra, Período Ramesida. Traducción de Eisenlohr y
Griffith.

Papiro SALLIER, en el Museo Británico. No.1. Tema, Historia del Levantamiento de los Egipcios contra el
yugo de los Extranjeros, es decir, los Hicsos. Fecha, XIX Dinastía. Traducciones de Goodwin, Chabas, Ebers y
~ 79 ~
Maspero. No.2. Tema, Instrucciones de Amenemhat I a su hijo Usertsen I y un himno al Nilo. Traducciones de
Maspero, Schack y Amélineau. No.3. Tema, poema épico del Pentauro(escriba célebre por escribir el Gran
Poema Épico de Egipto. Probablemente él no fuese el autor, como se ha sospechado durante largo tiempo, sino
sólo el transcriptor de la copia en papiro). Traducciones de Ruogé, Goodwin y Brugsch.

Papiro DE SETNA. Papiro en demótico del Museo de El Cairo. Tema, Historia de la Búsqueda de un Libro
Mágico. Fecha, ptolemaica. Traducciones de Brugsch, Revillout, Maspero y Hess.

Papiro con LA HISTORIA O RELATO DEL MARINO NÁUFRAGO. Papiro de la colección Hermitage en San
Petersburgo. Fecha, XII o XIII Dinastía. Traducciones de Golenischeff y Maspero.

Papiros DE TURÍN. El más famoso de ellos es la lista de faraones de especial importancia para establecer la
cronología de la historia egipcia.
La Antigua Lengua Egipcia
La lengua del Egipto antiguo perduró desde tiempos remotos hasta el siglo XIV d. de C. aproximadamente. Es la única
lengua de la subfamilia egipcia perteneciente a las lenguas camito-semíticas con una historia mejor documentada: supera,
al menos en 5.000 años a cualquier otra. Las palabras en egipcio antiguo, como en las demás lenguas camito-semíticas, se
suelen formar a partir de las raíces, que están constituidas por tres consonantes; el significado básico de la raíz se matiza
gracias a los diferentes modelos vocálicos. Pero los verbos en egipcio desarrollan formas y funciones que difieren mucho
de los de otras subfamilias camito-semíticas. La lengua coloquial es muy diferente a la lengua escrita. Se han encontrado
muchas inscripciones formales e informales en tumbas, templos, columnas y estatuas que conservan el egipcio en su
forma arcaica y que permiten, por lo tanto, aproximarse a la lengua viva de esa época y no sólo a través de documentos
comerciales más comunes.
Partiendo de esos documentos literarios, el lenguaje oral egipcio se ha dividido en cinco períodos: Antiguo(antes del
3000 a. de C. y hasta el 2200 a. de C. aproximadamente), que fue la lengua del Período Predinástico y durante el Imperio
Antiguo(Dinastías I-VI). El Egipcio Medio(2200-1600 a. de C.), que es la lengua literaria del egipcio clásico y se cree
que refleja la lengua coloquial de su época, en torno al 2200 a. de C. Su momento culminante coincide con el Imperio
Medio y los periodos anterior y posterior al mismo(aproximadamente entre las Dinastías VII-XVII); se mantuvo como
lengua literaria muerta-como el latín en Europa-hasta al menos el año 500 a. de C.
Hacia el 1340 a. de C. aproximadamente, durante la XVIII Dinastía, la primera del Imperio Nuevo, el faraón
Amenofis(Amenhotep)IV-Akenatón-renovó también la lengua e introdujo lo que se conoce por Egipcio Tardío o
neoegipcio, que fue la nueva norma de la lengua escrita(desde el 1340 a. de C. hasta el 664 a. de C.). Puede que estuviera
basada en el lenguaje oral de aquellas fechas; presenta cambios fonéticos y gramaticales respecto a la lengua antigua.
Un poco antes del 500 a. de C., en el 525 a. de C. para ser exactos, el Imperio Tardío cedió su puesto a la hegemonía
persa, y el Egipcio Demótico(que significa básicamente “egipcio popular”-hablado desde el 664 a. de C.,
aproximadamente, hasta el 640 d. de C.-) se convirtió en norma para la lengua literaria, lo que le permitió mantenerse
durante la conquista de Egipto por persas, griegos y romanos. Se escribió con caracteres distintos a los utilizados
anteriormente(la llamada escritura demótica), y sería la lengua coloquial del pueblo durante algún tiempo después-hasta la
conquista de Egipto por los árabes en el año 640 d. de C.-ya que la lengua griega y su escritura se convirtieron en oficiales
en todo el país durante todo el período grecorromano; aunque los nativos seguían hablando y escribiendo en egipcio
demótico, al mismo tiempo se seguían adornando los templos con la ancestral escritura jeroglífica clásica.
La aparición del Copto(entre el 300 y el 1400 d. de C.), que es la última fase del lenguaje oral egipcio, coincide, por un
lado, con la sustitución de la forma tradicional de escritura por una adaptación del alfabeto griego, y por otro, con la
aparición de la literatura cristiana. Pasado el año 700, el copto empieza a ceder terreno ante el árabe hasta que
prácticamente desaparece entre los siglos XI al XIV. Se conserva todavía como lengua de la Iglesia copta. En gen eral, el
copto es el superviviente actual del antiguo lenguaje egipcio, y el conocimiento de éste es inestimable para el estudio de
los jeroglíficos. Los caracteres coptos son modificaciones de las letras griegas, a las que se añaden seis signos demóticos,
de manera que estos signos que representaban sonidos y que no tenían equivalente en griego pudieran ser expresados.
Existieron dos dialectos: el Boheirio de Bohera, provincia del Delta, y el Sahídico, el más antiguo y completo. Recientes
estudios afirman que el copto nació como un lenguaje y una escritura literaria “artificiales”. De hecho, no fue un
fenómeno espontáneo, sino una creación programada para satisfacer algunas necesidades de la Iglesia cristiana de los
primeros siglos. La lengua copta estaba constituida por la lengua egipcia tradicional, tal como se hablaba en su último
estadio, con la adición de numerosas palabras griegas que suplían la pobreza expresiva del lenguaje de la época. El copto
incluía seis dialectos, probablemente correspondientes a las variantes de la lengua hablada en las localidades de las que
recibían el nombre. El dialecto más importante desde el punto de vista literario fue el ya mencionado sahídico, hablado en
la zona de Tebas, seguido del también ya nombrado boháirico o boheirio del Delta. Los manuscritos coptos más antiguos
datan del siglo IV y muestran una lengua y una escritura perfectas y completamente ya formadas. La producción literaria
copta estuvo constituida al principio por traducciones de textos bíblicos y evangélicos, y posteriormente por relatos de las
vidas de santos y de mártires, aparte de los sermones y discursos de sacerdotes de la Iglesia, en lucha contra el paganismo
y las herejías. Junto con estos escritos, cabe recordar también una serie de textos breves de carácter documental,
constituidos por cartas, cuentas, inventarios de objetos, oraciones y ejercicios escolares, que son muy importantes para
conocer la vida cotidiana en el Egipto cristiano. Se trata principalmente de textos escritos sobre óstraca(fragmentos de
cerámica o de caliza que constituían los soportes para escribir más habituales), especialmente abundantes en los siglos VI
y VII, que enriquecen nuestros conocimientos de la lengua copta con esos términos que aparecen en muy raras ocasiones
en los textos literarios, como nombres de prendas de vestir, de recipientes, de productos agrícolas, de muebles y de otros
enseres.
~ 80 ~
LITERATURA EGIPCIA SEGÚN IMPERIO Y DINASTÍA(Cuadro)
Imperio Antiguo
1.
Doctrina de la Sabiduría o Enseñanzas a Kagemni(Dinastía III).
2.
Las Enseñanzas de Hordjedef o Heredjedef(Dinastía IV).
3.
Textos de las Pirámides(Dinastía V)2465-2323 a. de C.
4.
La Instrucción del Visir Ptahhotep o Máximas de Ptahhotep(Dinastía V).
Primer Período Intermedio
1.
Las Admoniciones de Ipuwer.
2.
Textos de los Sarcófagos(¿?). Antecesor del Libro de los Muertos.
3.
Diálogo con su alma de un hombre fatigado de la vida(anónimo)también conocido como Diálogo del desesperado con su
alma; es considerada como la primera muestra poética egipcia, con reflexiones sobre la vida en ultratumba; su importancia
reside en que fue escrito en un período histórico de confusión y anarquía.
4.
El Canto de Arpista o Trova del Arpista.
5.
El Relato del Campesino Elocuente.
Imperio Medio
1.
Instrucciones de Merikara. (Dinastías IX y X). Después de un período de feudalismo en el Alto Egipto regido por la ciudad de
Heracleópolis, el país se vuelve a unificar bajo el mando de Mentuhotep y se establece una nueva capital en Tebas.
2.
Según algunas fuentes Mentuhotep II le da aún más importancia a la vida después de la vida, y está de acuerdo o incluso
propone que los Textos de los Sarcófagos-futuro Libro de los Muertos-sean utilizados en la sepultura de cualquier persona, sin
importar su rango, ocupación o estrato socioeconómico.(Dinastía XI)2065-1994 a. de C.
3.
Las Exhortaciones o Enseñanzas de Amenemhet I a su hijo Sesostris I, composición que el arpista enlaza con el Carpe diem
horaciano.(Dinastía XII)1994-1781 a. de C.
4.
Sátira de los Oficios o Enseñanza de Keti, crítica social y política.(Dinastía XII).
5.
Inscripciones lealistas.
6.
El Himno a Sesostris III.
7.
La Profecía de Neferty o las Amonestaciones de un viejo sabio.
8.
Cuento de Sinuhé o Aventuras de Sinuhé.
9.
El Relato de un Náufrago.
10. Los Cuentos del papiro Westcar.
11. La Historia del Rey Khufu y los Magos.
12. El Himno al Nilo.
Papiros más antiguos sobre medicina y matemáticas.
Esta es una época importante en la lírica amorosa, corriente que predominó hasta el Imperio Nuevo.
Segundo Período Intermedio
Decadencia absoluta de todas las artes(Dinastías XIII a XVII)1781-1550 a. de C.
Imperio Nuevo
1.
Tablilla Carnarvon.
2.
Según algunas fuentes El Libro de los Muertos es llamado el “Libro del Pueblo”, y se introduce en la Casa de Amón como
libro literario por orden de Tutmosis I.(Dinastía XVIII)1550-1291 a. de C.
3.
Anales, escrito por Tutmosis III-Estela Poética-(Dinastía XVIII).
4.
Según algunas fuentes Amenofis II manda escribir el Libro de la Vida-que algunos confunden y/o identifican con el mítico
Libro de Thot-en la Casa de Amón, y rebaja la importancia de la muerte a un plano secundario(¿?).(Dinastía XVIII).
5.
El Gran Himno de Amón-Ra.(Dinastía XVIII).
6. Amenofis IV(Akhenatón)desplaza a Amón y demás dioses para imponer a su único dios Atón, y manda escribir El Gran
Himno al Sol. Comienza la llamada Reforma Literaria: la lengua hablada por el pueblo pasa a ser la lengua oficial.(Dinastía
XVIII).
7.
El Libro de la Sabiduría de Amenemope.(Dinastía XIX o XX)1291-1069 a. de C.-Período Ramesida.
8.
El Poema del Pentauro(¿?). (Dinastía XIX).
9.
Misceláneas Escolares del Período Ramesida:

Reprimendas a un escolar negligente

No hay oficio tan bueno como el de escriba

Consejos a un joven escriba

Cómo domar a los escolares recalcitrantes al estudio

La profesión de escriba es la adecuada para los que tienen un físico débil

El valor de la enseñanza
10. Cuento de la Verdad y la Mentira.
11. Disputa o Litigio entre Horus y Seth por la Herencia de Osiris.
12. La Destrucción de la Humanidad.
13. El Relato de los Dos Hermanos.
14. El Viaje de Unamon o Wen-Amón.
15. El Príncipe Predestinado o El Príncipe Que Estaba Amenazado Por Tres Hados.
Período Tardío y Decadencia
1.
Las Canciones Festivas de Isis y Nefthis(¿?). (Dinastía XXVI)
2.
Las Enseñanzas de Anjsesongy.
3.
Las Enseñanzas del papiro Insinger.
4.
Decreto de Pithom.
5.
Historias de Setni-Kaemuas.
Ciclo que relata las hazañas de un rey legendario, Petubastis, un cuento en su mayor parte mitológico que presenta una serie de fábulas de
animales. Muestras de la Literatura Demótica como la llamada Crónica Demótica.
~ 81 ~
V
SOCIEDAD, TRABAJO Y ECONOMÍA DEL ANTIGUO EGIPTO
Existe una pregunta que constantemente me hacen muchas personas y es ¿Cómo eran físicamente los antiguos
egipcios; se parecen a la población musulmana actual...? Los antiguos egipcios eran muy parecidos físicamente a los
campesinos que en la actualidad habitan el país, los llamados fellahs o fellahin. Su piel estaba atezada por el sol y sus
facciones eran regulares y elegantes, y no manifiestan grandes cambios fenotípicos desde la época predinástica. No se
sabe a ciencia cierta o a punto fijo si los egipcios eran de origen mediterráneo puro o si pertenecían ya a una raza africana,
o a una mezcla de ambos. Anteriormente algunos especialistas se habían inclinado a mencionar que los egipcios eran de la
raza hamítica, pero este nombre es muy poco preciso y sólo sirvió para aseverar que los habitantes de Egipto no eran
semitas, sino de la raza de Ham o Cam, distintas de la de Sem, desgraciadamente bíblicamente hablando. Sin embargo las
más recientes investigaciones en el campo de la antropología aseguran que los antiguos egipcios eran una mezcla de
diferentes razas y que había en el delta grandes infiltraciones de semitas y libios mediterráneos, pues en muchas ocasiones
estos extranjeros impusieron dinastías que fueron reconocidas como legítimas.
Haciendo una breve descripción, los nobles, los sacerdotes y el faraón llevaban el pelo casi siempre cortado a rape,
incluyendo las mujeres; se cubrían la cabeza con diversos y vistosos tipos de gorros y utilizaban pelucas; un invento
novedoso en el arreglo personal que ha quedado para la posteridad y que también se le atribuye a los antiguos egipcios.
Siempre se empleaban tocados artificiales tanto para hombres como para mujeres. Aparentemente los hombres se
afeitaban la cabeza y en ocasiones especiales lucían una peluca. Se pueden distinguir al menos dos tipos de pelucas
distintas, según como lo muestran los monumentos y las pinturas: un primer tipo era corto e imitaba al pelo rizado, el
segundo tipo era largo y presumiblemente emulaba un pelo liso. Los detalles y el arreglo de las pelucas varían en los
diferentes períodos según las modas, pero estos dos tipos descritos siempre estuvieron presentes. Las pelucas de las damas
fueron siempre largas, aunque la moda de los cabellos cambiaba continuamente. A menudo las pelucas se fabricaban con
pelo humano entremezclado con lana de oveja. Por otro lado, las primeras muestras de peines conocidas datan del llamado
normalmente período prehistórico, y están hechas de marfil con tallas de animales rudas pero vigorosas en la parte
posterior. Los ejemplares de este período son muy escasos. Posteriormente, ya en los períodos históricos, se fabricaban de
madera con dientes por ambos lados, y en algunas ocasiones más anchos de un lado que del otro. La superficie plana del
centro solía adornarse con tallas o incrustaciones diversas. Muy probablemente su uso era doble, tanto para peinar los
cabellos naturales de las damas, como para acicalar y acomodar las pelucas.
El físico de las mujeres egipcias siempre ha sido un tema controversial, pero por los datos recabados se puede asegurar
que eran muy atractivas, de mediana estatura, esbeltas y delgadas, de piernas largas, caderas contorneadas y senos
pequeños que muy comúnmente dejaban al descubierto; además gustaban del arreglo personal con múltiples cosméticos
tales como el maquillaje para los párpados y los labios-un invento egipcio para la posteridad y con ganancias económicas
actuales millonarias-y el uso de fragancias aromáticas que untaban en todo su cuerpo. Era muy frecuente en uso del
estibio, un cosmético para pintar los ojos. El de mejor calidad se conoce en los jeroglíficos con el nombre de meszemt de
color negro. Además de ser empleado con el propósito de adornar el rostro, fue probablemente usado para los ojos en
casos de oftalmia, debido a sus propiedades curativas, siendo dicha patología muy frecuente en el antiguo Egipto. Otro
cosmético empleado para pintar los párpados y las cejas para así hacer más grandes los ojos a la percepción era el uaz de
color verde, y junto con el meszemt tenían el nombre de Kohl. Al igual que el meszemt, al uaz también se le atribuían
propiedades curativas oculares; en el Museo Leyden, por ejemplo, existe una caja de aseo personal que presenta cuatro
divisiones o contenedores y los propósitos de las diferentes preparaciones que en ellos se guardaban se describen de la
siguiente manera: “para abrir la vista”, “para expeler las lágrimas”, “para expeler las flores”, “pintura de ojos diaria”.
Cualquier parecido con una caja femenina de cosméticos actual, como verán, no es una mera coincidencia. El sulfuro de
plomo, el sulfato de plomo y el carbonato verde de cobre parecen hacer formado parte de la composición del kohl, que
durante mucho tiempo, tal vez desde el inicio de la historia egipcia, también figuró entre las mercancías de intercambio
comercial que Egipto tenía con los pueblos vecinos del este. También el uso del lápiz de labios, actualmente conocido en
todo el mundo como lipstick, fue común entre los egipcios como un artículo más en el tocador de las damas que seguían la
moda, para el embellecimiento de los difuntos y para su aplicación en las estatuas. Un papiro del Museo de Turín contiene
una caricatura sorprendente de una dama, que con el espejo en la mano, está pintando sus labios. En tiempos tan remotos
como el Imperio Antiguo se mencionan dos tipos de lápiz de labios en las listas de ofrendas para los difuntos, y según un
ritual de Abidos, el sacerdote al entrar cada día al templo sahumaba e incensaba las estatuas del dios y procedía después a
su aseo eliminando el lápiz de labios de su rostro. Como vemos los antiguos egipcios de las clases altas tenían unas
concepciones y gustos por el aseo y el arreglo personal-por no decir vanidad-parecidas a las que tienen hoy el hombre y la
mujer actuales fanáticos del fashion o la moda, incluyendo a los nuevos varones metrosexuales. Sin embargo, en el
aspecto físico, a los antiguos egipcios les gustaba estar gordos u obesos, ya que la obesidad era muestra de riqueza
económica. Nada que ver con nuestro mundo actual donde la extremada delgadez y la esbeltez de la figura con la cultura
del ejercicio físico son lo “in”.
Por otro lado y sin duda alguna, los perfumes que proporcionaban un agradable olor al cuerpo tenían también una enorme
demanda entre los antiguos egipcios de ambos sexos, al igual que los diferentes aceites y ungüentos para humectar y
restregar a la piel. Para las grandes fiestas de sociedad se requerían “aceites dulces en la cabeza y los nuevos tocados”,
para todos aquellos que pudieran permitírselo. Panes o conos de pomada perfumada, de los cuales hablaré más
detalladamente en líneas posteriores, se colocaban sobre las cabezas de los invitados a las fiestas, y ser ungido con el
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aceite de Qemi estaba considerado un honor especial. Incluso hasta en las tumbas se han encontrado tarros de alabastro
conteniendo ungüentos aromáticos.
Por el contrario y volviendo a nuestro tema, los hombres del pueblo, agricultores, ganaderos o artesanos, se dejaban
crecer el cabello de una forma natural y muchos de ellos, por razones de limpieza, se rasuraban la barba regularmente en
la vida diaria; sólo a los esclavos, extranjeros y pastores les estaba permitido llevar barba; los prisioneros no podían
afeitarse. Para protegerse de los rayos solares llevaban una toca de lienzo llamada nemes o klaft. Era una costumbre y
común entre los varones el uso de una barba postiza o artificial para las grandes ocasiones. Estaba hecha de pelo trenzado,
de manera muy apretada y en forma de cola de león proyectada hacia fuera. Se ajustaba mediante correas al klaft o detrás
de las orejas; ésta era una forma de barba tradicional del país de Punt, aparentemente el lugar de origen de los primeros
“servidores de Horus”, por lo cual era un distintivo típico del faraón y de los nobles. El faraón llevaba siempre una barba
más larga que la de sus súbditos. Las representaciones de los dioses suelen llevar una barba como éstas pero terminada en
punta y rizada al final, mientras que en los sarcófagos y ataúdes de las momias se encuentra de la misma forma, ya que los
muertos se han convertido el osirios, es decir, se “han hecho uno” con Osiris, y por tanto pueden portar su forma de barba.
El uso de estas últimas dos prendas pasó con el tiempo a ser, aparentemente, exclusivo de ciertas clases sociales altas y
algunos egiptólogos antiguos argumentaban que sirvieron incluso de distintivo de casta, ya que se suponía, antes del
enorme avance de la egiptología que se debió al desciframiento de los jeroglíficos, que existió un sistema de castas en el
antiguo Egipto. Pero los posteriores y más modernos descubrimientos en el área social han desechado por completo esta
primitiva idea. No existieron barreras socioeconómicas infranqueables entre unas clases y otras o entre unas profesiones u
oficios y otras u otros.
La clásica indumentaria egipcia es muy conocida y hasta familiar, esto debido a que nos ha llegado a través de las
múltiples pinturas y esculturas que se pueden apreciar en los museos o en las fotografías de los libros de historia. Desde el
período Predinástico, para la indumentaria de uso cotidiano se realizaron tejidos de lino(de los cuales se han encontrado
restos en diferentes tumbas)y de lana, aunque de este último material, como veremos más adelante, por ciertos motivos
religiosos, no han sido halladas muestras de la época faraónica, ya que las fibras animales eran consideradas “impuras” e
“indignas” para formar parte de los ajuares funerarios. Con lino y lana se confeccionaban sábanas, mantas, toallas,
manteles, cortinas, almohadones, alfombras y, naturalmente, prendas de vestir. Si bien es sabido que los niños andaban
completamente desnudos, los adultos vestían sencillos atuendos de lino, que consistían generalmente en un corto faldellín
o faldilla de tela enrollado a la cintura para los varones o en una túnica ajustada de lino que llegaba hasta los tobillos para
las damas. Dichas túnicas, sostenidas en los hombros por uno o dos tirantes, solían estar plisadas por debajo del pecho. En
las fiestas y en las ceremonias importantes los hombres usaban una especie de túnica de mangas cortas. Se reservaba al
faraón el uso de la faldilla llamada shendyt, doblada de manera que quedaba un borde trapezoidal por delante. El
denominado “mandil” trapezoidal está presente en la indumentaria masculina desde el Imperio Antiguo, pero con el paso
de los siglos se fue enriqueciendo cada vez más la moda tanto para los hombres como para las mujeres. La faldilla
masculina se alargó y a veces se combinó con túnicas de amplias mangas, también presentes en las prendas femeninas. En
el Imperio Nuevo se impuso la moda del plisado, que adornó las túnicas de hombres y mujeres, así como la de amplias
capas o echarpes de lino muy fino, casi transparente. El color rigurosamente blanco de los vestidos contrastaba con las
joyas multicolores que adornaban tanto a hombres como a mujeres: el collar usekh, compuesto por cuentas de oro, de
piedras semipreciosas o de fayenza de colores, sobre todo de azul claro, pero también de rojo, amarillo o verde; pulseras y
tobilleras; cintas en las pelucas; anillos y pendientes o aretes de diferentes materiales y formas. Ya en la época
Grecorromana, la indumentaria de los egipcios adoptó las características de la moda de esos pueblos europeos. Para
aclarar un poco lo expuesto en algunas líneas anteriores seré más explícito en lo siguiente: los egipcios iban vestidos casi
exclusivamente de tejidos de hilo, por que la lana era considerada impura, de ahí que nunca se empleara en los vendajes
funerarios de las momias. Algunas excepciones se encontraron en el caso de las momias de algunos trabajadores
descubiertas en Tourah. Por esta razón, los sacerdotes no la llevaban pegada a la piel, y siempre se quitaban las prendas de
lana antes de entrar en el templo. Sólo la gente pobre hizo gran uso de los tejidos de lana. Pero también es cierto que la
lana fue uno de los principales artículos de comercio, ya que grandes rebaños de ovejas fueron criados en la Tebaida
donde, según Estrabón, la carne de cordero era ilegal. Cada oveja era esquilada dos veces por año. Una excepción a la
regla de que la lana era considerada impura es el caso de las dos mujeres que debían recitar las “Canciones Festivas de Isis
y Nephthys”, ya que las instrucciones de los papiros especifican que tienen que llevar para el ritual guirnaldas de lana de
carnero.
En términos generales y evitando estas raras excepciones, el vestido o el atuendo de los antiguos egipcios casi siempre se
completaba, como ya lo vimos, con diversos adornos que variaban según la clase social, pero que en especial iba
acompañado de grandes collares y pectorales de abalorios.
Sin duda, la manufactura del lino constituyó una de las industrias más importantes en el antiguo Egipto. Como ya se
mencionó, se usó como tela principal en la vestimenta diaria, siendo considerada más pura que las prendas de lana; e
incluso, inmensas cantidades se emplearon en la momificación de hombres y animales. En una tumba de Medium existe
una lista con los nombres de las diferentes clases de lino. Se mencionan tres y dentro de cada una otras tres calidades
distintas. Plinio menciona cuatro calidades, denominándolas según las regiones de país de las que provenían. La calidad
más alta guarda cierta semejanza con la muselina hindú. Los exámenes muestran que siempre existían más hilos en la
trama que en la urdimbre del antiguo lino egipcio.
En general, toda la industria del tejido, que se encargaba casi por completo a las mujeres, llegó a alcanzar una gran
perfección. Como ya vimos, se tejía un lino tan fino como la muselina de seda, y los antiguos egipcios estaban muy
orgullosos de su habilidad en esta manufactura. Según la tradición, las diosas Isis y Nefthis tejían prendas para el dios
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Osiris, su esposo y su hermano respectivamente, y la diosa Neith lleva como símbolo una lanzadera de telar sobre su
cabeza. Dos tipos de telares aparecen representados en las tumbas, uno más antiguo y más sencillo o simple en Beni Hassan, y otro más complejo o sofisticado en Tebas.
Ahora bien, dado el hecho de que los antiguos egipcios teñían el lino, así como la lana, se sabe que también conocían el
uso de mordientes. Es a este proceso de preparar los materiales para recibir el tinte al que se refiere Plinio, una vez más,
cuando menciona: “Existe en Egipto un método maravilloso para teñir. La tela blanca se mancha en varios sitios, no con
tinturas, sino con sustancias que tienen la propiedad de absorber(fijar)los colores. Estas aplicaciones no son visibles
sobre la tela, pero cuando las piezas se sumergen en un caldero caliente que contiene el tinte, pueden extraerse teñidas
un instante después. Lo notable de la circunstancia es que, aunque exista un solo tinte en la cuba, aparecen colores
diferentes en la tela y luego los colores no podrán eliminarse. La cuba, que por sí misma sólo confundiría los colores de
una tela previamente teñida, imparte de esta forma diferentes colores de una misma tintura, pintándola según hierve”.
Parece ser que Plinio quedó asombrado con este método, que aparentemente fue utilizado por los antiguos egipcios desde
tiempos del Imperio Antiguo para dar color a sus diferentes prendas de vestir.
La base socio-económica del Antiguo Egipto fue sin lugar a dudas la agricultura. Las regulares y casi precisas crecidas
del Nilo hacían de las riberas unos auténticos vergeles con un alto nivel de productividad. A diferencia de las irregulares y
violentas crecidas del río Éufrates, capaces de arrasar tierras de cultivo y hasta ciudades completas, el Nilo aumentaba
cada año su caudal en las mismas fechas y de forma progresiva.
Las aguas cubrían las tierras de cultivo desde el mes de julio hasta septiembre en su curso medio, y de agosto a octubre
en el curso bajo. Durante ese tiempo, justo después de la siega, el río depositaba suavemente sus aportes aluviales escasos
en arena y sal, que actuaban como un extraordinario abono. Cuando las aguas se retiraban, la tierra, humedecida y
fertilizada, quedaba dispuesta para la siembra.
A medida que la población fue en aumento se comenzaron a poner en práctica sistemas de canalización que
aumentaron las superficies de cultivo y permitían el riego controlado entre crecida y crecida.
Estas circunstancias hicieron de Egipto un país limitado territorialmente a una estrecha franja a ambos lados del Nilo,
pero muy rico desde el punto de vista agrícola. Los principales cultivos eran el trigo, para la obtención de harina; la
cebada, de la que se obtenía, además de alimento, una bebida muy parecida a la cerveza, y el lino, para la obtención de
fibra textil(en Egipto no se usaban las fibras animales, sólo el faraón y los altos funcionarios o los sacerdotes podían vestir
en ciertas ceremonias algunas pieles, como la de el leopardo o la de la pantera). Otros cultivos importantes fueron la vid,
los higos, las palmeras datileras, el olivo, la cebolla, y algunas legumbres y leguminosas como la lenteja.
El esfuerzo de todos los egipcios se encaminó siempre a conseguir mayor superficie de tierra cultivable. De la agricultura
dependía toda la población y, por ello, cada una de las clases sociales del país se afanó en fomentar las labores
campesinas: el faraón dictando normas y leyes, los nobles exigiendo de sus súbditos un trabajo continuado, los siervos y
campesinos realizando materialmente las faenas de la siembra y la recolección. Las labores del campo eran asunto de toda
la familia de agricultores. Gracias a este interés colectivo se lograron convertir en cultivables algunos pedazos de tierra
desértica, pero la aridez del suelo sólo permitía que las cosechas prosperaran en aquellos lugares a los que pudiera llegar
el agua del río. La ribera no necesitaba una irrigación artificial, puesto que las inundaciones del Nilo la fertilizaban
periódicamente, pero el riego si que era indispensable en los campos alejados de la orilla. Éstos se hicieron productivos
gracias al empleo de diversos sistemas para elevar el agua y organizando su distribución por medio de una complicada red
de acequias y canales.
La extraordinaria fertilidad del suelo egipcio facilitaba en cierto sentido la agricultura. La tierra que no había sido
cubierta tras la inundación produciría fácilmente tres o cuatro cosechas sucesivas. No obstante, una irrigación abundante
era necesaria para atender las últimas cosechas. Con este propósito se empleaba frecuentemente el Shadoof o shaduf, un
dispositivo que aplicaba el principio de la palanca: se llenaba de agua una bolsa de cuero, que resultaba fácil levantar
gracias al contrapeso situado en el extremo opuesto del palo; siendo más explícito, consistía en construir un brocal al
principio de un canal del río, en la zona más próxima a éste, sobre el que se colocaba una viga transversal apoyada sobre
columnas. En esta viga se ataba una larga pértiga o palo móvil, equilibrada por un contrapeso en un extremo y con un
recipiente atado con una soga en el otro. Tirando de la cuerda, el recipiente llegaba hasta el río, donde se llenaba de agua;
con el contrapeso se hacía subir el recipiente, que se vaciaba directamente a una zanja de tierra cultivable. También de
esta manera era posible que los hombres portaran o apearan dos vasijas llenas de agua unidas a un balancín que se llevaba
sobre los hombros. Tanto los shadoof como los aperos empleados en la antigüedad tienen un gran parecido con los que
aún usan para trabajar los fellahin. El tosco arado de madera se fijaba a los cuernos de un yunque de bueyes. Las azadas
eran de madera con filos anchos y mangos cortos. Una vez sembradas, las semillas eran holladas por ovejas en el suelo
fangoso y espeso. Cuando el trigo maduraba se cortaba con una hoz pequeña, no a ras de la tierra, sino justo bajo la
espiga. La hoz era en la mayoría de los casos de mango corto, ligeramente curvada y hecha de madera, y provista de
dientes de piedra, de modo que la siega debió haber sido un proceso de aserrar más que de cortar. Tan pronto como el
trigo estaba segado, el recaudador venía a recoger el décimo oficial antes de que se almacenara el grano. En el Imperio
Antiguo se empleaban con mayor frecuencia burros para hollar el trigo, aunque períodos después esto se hizo con bueyes.
Tanto la cebada como el trigo aparecen representados muy frecuentemente en los monumentos, y ocasionalmente una
cosecha, con toda probabilidad de la dhurra moderna. Esta cosecha se extraía de raíz, separando el tallo de las espigas con
un instrumento peculiar parecido a un peine. Las verduras también fueron cultivadas extensivamente, ya que figuraban
con gran frecuencia entre las ofrendas de los templos y tumbas. También se cultivaban vides y olivos, las primeras
apoyadas en enrejados soportados por palos en forma de tridente o tenedor. Ciertos papiros y epitafios ofrecen un
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testimonio lúgubre de la dura vida y de las condiciones miserables de los agricultores. Esta pobreza o miseria no tiene
porque ser atribuida necesariamente al trato inhumano de sus superiores, sino muy probablemente a su propia imprevisión.
Un elemento vegetal ampliamente identificado con la tierra del valle del Nilo era la planta del papiro, que crecía en
matorrales en las zonas pantanosas de los márgenes del río. Estas plantas, con tallos coronados por un fino penacho,
podían alcanzar hasta los seis metros de altura. Hoy en día son muy escasas en Egipto. El papiro-Cyperus papyrus-,que
no crece ya en el Egipto actual, es la planta de la que se hacían las hojas de “papiro” sobre las que se escribía. Ya se
mencionó que crecía en terrenos pantanosos, y su cultivo parece haber sido un monopolio de los gobiernos faraónicos. La
existencia de otras variedades de esta útil planta parece evidente, dadas las referencias que hacen los autores clásicos.
Estrabón llama a la primera clase byblus hierático para distinguirla de los ejemplares comunes. Plinio asegura que su
cultivo se localizaba principalmente en el nomo sebenítico. Según él, el tallo triangular de la planta medía cuatro metros
de altura y estaba coronado “como un tirso”. Todas las partes de la planta eran empleadas. La raíz, que era larga y gruesa,
proporcionaba combustible y material para fabricar ciertos utensilios; del tallo se obtenían botes pequeños. Velas, esteras,
cuerdas, ropa de cama y telas se hacían con papiro, además del célebre material para escribir. Herodoto nos cuenta que los
brotes jóvenes eran recogidos, cortados y cocinados para degustarlos, considerándose una delicia al paladar. Se dice que el
papiro que ahora se cultiva en Sicilia es idéntico al antiguo papiro egipcio. El papiro en el que los antiguos escribas
realizaron sus obras se preparaba eliminando la corteza exterior y separando el tallo en capas muy finas. Se colocaban
varias capas seguidas, otras se ponían atravesadas sobre las anteriores. Entre medias se untaba una solución de alguna
sustancia adhesiva desconocida y el conjunto final era prensado a golpes con un martillo y secado al sol. El resultado,
cuando se había usado una buena planta de papiro, era una superficie muy apropiada para escribir sobre ella. Los
ejemplares que nos han llegado hasta la actualidad varían en color, del marrón bastante oscuro a un color crema oscuro, y
poseen diferentes texturas. Una forma convencional de la planta era empleada con frecuencia con propósitos decorativos,
y figura en gran parte de las pinturas y relieves de las paredes de las tumbas y de los templos, donde en estos últimos
también se pueden observar las columnas papiriformes. La planta de papiro era también un símbolo geopolítico del Bajo
Egipto.
Un rollo de papiro consiste en varias piezas de 15 a 43 centímetros de ancho unidas para formar una más larga que, una
vez escrita, se enrollaba generalmente de izquierda a derecha. El papiro más largo conocido es el papiro Harris del Museo
Británico, que mide 41 metros. Una vez enrollados, los papiros se ataban con un trozo de cuerda de papiro y se sellaban
con cera. La escritura egipcia se lee de derecha a izquierda en la mayoría de los casos, aunque en alguna ocasión los
jeroglíficos se disponen en columnas. Esto último ocurre en los papiros escritos con jeroglíficos lineales, como los papiros
de Ani en el Museo Británico. El gran número de papiros encontrados en museos de toda Europa y en colecciones
privadas cubre un largo período de la historia egipcia y muestra una gran diversidad de estilos, tanto en lenguaje como en
caligrafía. Los más antiguos aparecen con jeroglíficos lineales y hieráticos, los posteriores en demótico y griego. Sin
ninguna duda, es evidente que la industria del papiro significó para el antiguo Egipto una pieza fundamental para la
conformación y mantenimiento de sus estructuras socioeconómica y política durante sus más de 3000 años de historia.
Un producto también muy importante para la economía egipcia era la miel, considerada como sagrada y conocida
como “oro líquido”. Los egipcios obtuvieron gran éxito en mantener abejas, a pesar de la escasez de flores. Es muy
notoria la frecuencia con la que la miel se incluye en sus recetas medicinales y gastronómicas, sobre todo de repostería.
Incluso existen evidencias de que en algunas épocas se empleó abundantemente en el proceso de conservación y
momificación de los cadáveres.
El comercio en el antiguo Egipto era un simple ejercicio de intercambio de productos. La economía autárquica de los
faraones no desarrolló una actividad comercial muy importante, ya que su pueblo era capaz de cubrir casi todas sus
necesidades, y por ello sólo partían al exterior en busca de materias concretas de las que carecían. Su mentalidad dejaba
fuera la posibilidad de comerciar por el mero beneficio económico.
Es evidentemente notorio que el comercio exterior se veía limitado para Egipto por la escasez de sus puertos, pero una
cantidad considerable de intercambios de productos se llevaba a cabo mediante las caravanas por el desierto. Durante el
Imperio Antiguo las iniciativas de comercio exterior estaban monopolizadas por el Estado, y fundamentalmente se
dirigían a Biblos, Nubia y el país de Punt. Del Líbano obtenían una materia fundamental para sus construcciones: la
madera de cedro. Los antiguos egipcios tenían una enorme necesidad de madera, tan importante que a veces llegaban a
Biblos flotas de más de cuarenta navíos, que regresaban al país del Nilo cargados de madera y de lapislázuli, un mineral
muy empleado en la joyería faraónica. Disponemos de documentadas expediciones al país de Punt desde la V Dinastía; a
esta zona los egipcios marchaban para conseguir pieles, inciensos y oro. La necesidad de madera también les llevaba a
Nubia, de donde obtenían ébano y otras maderas nobles, además de alabastro y alimentos como la miel o el aceite.
Durante el Imperio Medio la actividad comercial se intensificó, aunque en ningún caso podemos hablar de un comercio
propiamente dicho, ya que en muchos casos la presencia de egipcios en tierras lejanas tenía más carácter de saqueo que de
transacción. En este período también se comienzan a establecer relaciones comerciales con los pueblos del mar Egeo,
situación que perduró hasta el final del imperio egipcio. Entre los objetos importados de varios países destacan los
jarrones de Chipre y Creta; asientos, carruajes, cofres, vinos de Siria y Palestina, etc.; aves exóticas y pescado seco de
Tiro; ungüento para los ojos de Siria, fruta, caballos y algunos animales domésticos. También durante este período se
empezaron a establecer relaciones comerciales con los oasis, de los que se obtenían productos como uvas, dátiles,
alfombras, natrón, sal y plantas medicinales. En este período los oasis se convirtieron en importantes lazos comerciales
con las zonas más alejadas; destacaron los de Bahariya, Farafra, El Dakhña y El Kharga. Lo insólito de cualquier
expedición comercial más allá de las aguas del Mediterráneo se refleja en la extrema importancia concedida a la
expedición a la “Tierra de Punt”-el País del Incienso, probablemente Eritrea o Somalia-, que la reina-faraón Hatshepsut
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organizó y envió, ya en el Imperio Nuevo, y que posteriormente fue registrada con muchas ilustraciones en las paredes de
su templo en Deir el-Bahari. La expedición fue algo más que emblemática por debérsele a esta reina la reapertura de las
relaciones comerciales entre Egipto y Punt, que estaban cerradas desde la invasión de los hicsos. De esta expedición
comercial los egipcios obtuvieron productos de lujo anhelados por las clases privilegiadas. Los objetos más deseados que
se obtenían de estas expediciones eran los árboles de incienso, oro, marfil, maderas preciosas-incluyendo el ébano-,
pintura de ojos, simios con cabeza de perro-cinocéfalos o babuinos, que eran hábilmente entrenados para servir de
policías. Puede observarse un impresionante babuino policía deteniendo a un ladrón en un bajorrelieve de Tepemankh que
se conserva en el museo de El Cairo-, monos de rabo largo, galgos y pieles de leopardo, guepardo y pantera. Todo ello se
obtenía a través del trueque. Los barcos egipcios llevaban armas como dagas, hachas de guerra y alegres adornos en
general; aunque los documentos lo ponen más pintorescamente llamando a los objetos obtenidos tributos, y a los artículos
llevados para el intercambio, ofrenda otorgada por la diosa Hathor. En el país de Punt se desarrollaba un tipo de
comercio denominado “trueque silencioso”, ya que los comerciantes de los distintos países dejaban en la playa sus
productos, y si eran del agrado de los nativos, estos los recogían dejando a cambio un precio estipulado. La razón de este
extraño sistema comercial estaba basada en el miedo de los habitantes de Punt a ser sometidos a la esclavitud por parte de
los países extranjeros.
Al hablar de las expediciones comerciales del Egipto faraónico, los historiadores nos encontramos muy limitados por la
escasez de fuentes fidedignas. Son muy escasos los textos en los que se mencionan expediciones, que tampoco han
quedado inmortalizadas en el arte, con una muy interesante excepción que ya mencioné: La expedición de la reina-faraón
Hatshepsut al mítico país de Punt, que quedó representada en un relieve de su templo, que hoy se encuentra conservado en
el Museo Egipcio de El Cairo. Esta histórica expedición tuvo mucha difusión y trascendencia para Egipto, no sólo por la
llegada de los maravillosos productos de lujo que abundaban en este país, sino por la misión política que significó,
inculcando en tierras lejanas el respeto al faraón. El acontecimiento también ha dejado para la historia la visión que los
egipcios tuvieron de ese peculiar y lejano país, según sus propias palabras: “El paisaje era soberbio, palmeras datileras,
cocoteros y árboles de incienso. El rey, la reina y los jefes vivían en chozas construidas sobre pilares en una laguna. Al
aproximarse el cortejo, partieron en asno para ir al encuentro de los egipcios”. Los habitantes del país eran similares a
los del valle del Nilo, tan altos como ellos, con cabezas redondas y barbas trenzadas. La reina sin embargo, resultaba ser
un personaje un tanto grotesco, si prestamos crédito a las descripciones: “no es más que un montón de carnes temblorosas
siendo sorprendente que logre caminar, la joven hija de los reyes también guarda un enorme parecido con su madre”.
Los nativos del país, por su parte, eran respetuosos adoradores del dios Amón y recibieron con agrado a los visitantes
egipcios. También ha llegado hasta nosotros la lista de los productos que recibieron los egipcios en aquel intercambio
comercial: Hermosos troncos de Tonutir, grandes cantidades de incienso, árboles de incienso verde, ébano, marfil, oro
fresco de Amu, tres perfumes(tishepes, khasyt, ihmet), terebinto-un alfóncigo cuya resina se utilizaba en medicina y para
ingredientes rituales-, colirio negro, dos clases de monos, lebreles, pieles de pantera del sur y siervos con sus hijos. La
tierra de Punt era también llamada Taneter, la “tierra de Dios”, o “Las terrazas del incienso”. Maspero, Mariette y
Brugsch identificaron esta región como parte de la costa africana que se extiende del estrecho de Bab-el-Mandeb al cabo
Gardafui. Como ya se mencionó, este fue un país rico en bálsamo y árboles de incienso, maderas preciosas, lapislázuli,
marfil y ámbar. A esta “tierra bendita” la reina-faraón Hatshepsut envió, como ya lo vimos, una expedición, construyendo
y equipando una flota de cinco embarcaciones de gran tamaño para ese propósito. A su llegada los egipcios fueron
recibidos de la manera más cordial y amistosa por Parihu, príncipe de Punt, su esposa, Ati, y su hija y sus dos hijos. Tras
el intercambio de regalos y mercancías, la flota volvió a Egipto cargada de sicomoros olorosos-que Mariette identifica con
“el árbol de la mirra” mencionado por Plinio-, marfil, pieles, piezas de ébano, simios, oro en polvo, oro sólido y anillos de
metales, y montones de gomas preciosas. La historia completa de esta expedición se representó, como ya se mencionó,
con gran viveza en las paredes del gran templo de Deir el-Bahari. Con el tiempo parece que la tierra de Punt estuvo
comunicada por una ruta marítima regular que iba desde el mar Rojo, por los canales del Nilo, hasta el Mediterráneo, y
por otra más rápida con la ciudad fenicia de Biblos, uno de los más prósperos puertos comerciales de la zona.
Posteriormente, ya en tiempos de Tutmosis III, se trazó una ruta imperial entre Menfis y las ciudades sometidas de Asia.
Más adelante, Ramsés II envió una expedición que atravesó el Mar Rojo, rodeó la península arábiga y remontó el Indo,
regresando cuatro años después cargada de ricas mercancías. En la época Tolemaica las relaciones comerciales se
intensificaron, desarrollándose más expediciones comerciales hacia la orilla oriental del Mar Rojo en busca de productos
exóticos. Igualmente se exploró la zona interior del continente africano, estableciéndose contactos con pueblos cuyas
culturas estaban menos evolucionadas. No se sabe con seguridad si los egipcios llegaron a desarrollar relaciones
comerciales con el África subsahariana, ya que ignoramos la procedencia última de muchos de los productos como las
especias, el marfil, las plumas de avestruz o algunos habitantes pigmeos. Algo mejor conocidas son las relaciones
comerciales con Siria y Palestina. En este período también se abren relaciones comerciales con Fenicia. Las relaciones
con los fenicios fueron constantes hasta la caída de Egipto como provincia romana; incluso en el período Saíta los fenicios
circunnavegaron África al servicio de los egipcios y sus faraones.
Del comercio interior estamos mucho mejor informados debido a los frescos de las tumbas, sin embargo las relaciones
comerciales en el interior del país tampoco fueron muy extensas. Ya que todos los objetos de uso común se fabricaban en
el país, la clase artesana y comerciante era muy grande. El Nilo era el principal cauce de comunicación entre un extremo y
el otro del país. En él se iban construyendo redes de canales, tanto para facilitar el regadío del suelo fértil, como para
mejorar las vías de transporte. Pero el comercio no parece nunca haberse desarrollado más allá del “negocio de bazar” que
uno puede encontrarse en cualquier ciudad oriental de la actualidad. No existen registros de grandes “príncipes”
mercaderes ni de ningún hombre de negocios extremadamente famoso, aunque ambas ocupaciones permitían a un hombre
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ascender de clase social. Cada oficio tenía su jefe, su maestro albañil, maestro curtidor de pieles, maestro zapatero o
maestro herrero, etc. Según el escritor del Papiro Anastasi, la vida de todos los artesanos era muy dura, pero los
inconvenientes que menciona parecen meramente los inevitables en su trabajo. Así, los dedos del herrero están “rugosos
como el cocodrilo”, el barbero tiene que “correr de calle en calle para buscar clientela”, el albañil está “expuesto a todos
los vientos” mientras construye, etc. Los principales artesanos representados en las tumbas son escultores, pintores,
carpinteros, albañiles, constructores de barcos, trabajadores del metal, sopladores de cristal, tejedores, fabricantes de
sandalias y sastres. Es sabido que en muchos pueblos de la antigüedad, y todavía en épocas más recientes en las clases
socioeconómicas más bajas, no existía un medio reconocido de intercambio comercial de productos, por lo que los
negocios se establecían mediante trueques, y aparentemente, como hoy en día, el famoso y mexicanísimo regateo era muy
común. Se sabe que existían las figuras de los mercaderes que comercializaban productos manufacturados, animales
domésticos e incluso esclavos, pero apenas son citados en las fuentes. Las medidas para los intercambios variaron a lo
largo de la historia egipcia. Durante el reinado de Ahmosis existen evidencias de que se podía tasar una mercancía según
su equivalencia en oro, plata o cobre. Como la aparición de la moneda no se dio hasta la Época Tardía, para tales fines se
empleaban piezas de peso fijo. En tiempos de Ramsés II, el precio de las mercancías se fijaba en base a los sacos de
cebada. Desde el Imperio Antiguo se empleó el shat como patrón de intercambio. El shat era una medida ideal,
equivalente a siete gramos de oro, pero su empleo dificultaba y alargaba el tiempo de los intercambios, por lo que cayó en
desuso. En la época del Imperio Nuevo comenzó a usarse un peso estándar de metal que se expresaba en unidades
conocidas como deben, que pesaban unos 91 gramos, subdivididos en diez fracciones, denominadas kites o qedets.
En cuanto al tipo de moneda o monedas utilizadas, los antiguos egipcios no tenían ni conocían el término “dinero”
como lo conocemos actualmente. Practicaban, como ya lo he mencionado, el llamado trueque o intercambio de
mercancías y de servicios, por lo que los “pagos” de éstos últimos siempre eran en especie: sacos de grano, ganado, pieles,
aranceles e inmobiliario doméstico, ropa y calzado, alimentos diversos, cerveza, vino, etcétera. Este tipo de transacciones
se llevaban a cabo tanto entre la gente corriente del pueblo como en los grandes intercambios comerciales, en ocasiones
plasmados en actas legales escritas sobre papiro. La retribución mensual de los trabajadores se pagaba también en especie.
Constituyen un ejemplo bien documentado las pagas de los obreros que excavaban las tumbas de los faraones en el Valle
de los Reyes, de la aldea de Deir el-Medina, que constaban de sacos de trigo y cebada, pescado y leña.
La primera aparición de una moneda como tal fue durante la ocupación persa, pero ningún sistema monetario real fue
establecido hasta la época de Tolomeo. En ocasiones se pesaba el oro como dinero de compra. Durante el Imperio Nuevo
se moldeaba éste en forma de anillos, pero incluso entonces se pesaba. Los anillos parecen haber variado en grosor aunque
tienen un diámetro uniforme de unos doce centímetros. Tal método de pesar los anillos de oro era representado con
frecuencia en las paredes de las tumbas y de los templos. Para las transacciones cotidianas se usaba el cobre; un deben de
cobre valía la centésima parte de uno de plata. Como ya lo mencioné anteriormente, en el suelo egipcio no había grandes
yacimientos de plata y este metal tenía que importarse de Asia, por lo que a lo largo del reinado de algunos faraones
siempre fue más costosa que el oro. El uso de los metales para establecer y diferenciar precios se convirtió en el centro de
la economía mercantilista egipcia y, con el tiempo, influyó en el uso de las monedas metálicas para el comercio regular en
el mundo occidental. Las investigaciones que se han realizado sobre la muy complicada numismática de la Dinastía
Tolemaica muestran que el primer Tolomeo estableció un sistema monetario de plata a base del dracma ático como unidad
corriente de plata. Durante este período existieron monedas tanto de plata como de cobre.
Se tienen registros de una medida de valor o patrón de cambio usada durante los tiempos faraónicos conocida como uten,
recientemente traducida como tabnu, y que consistía, aparentemente, en una pieza de alambre de cobre que pesaba de 91 a
92 gramos aproximadamente. Su peso era tan uniforme que también era empleado en las balanzas como peso y
contrapeso. El uten era sólo un patrón, la pieza por sí misma no cambiaba necesariamente de manos en las transacciones o
negocios.
El Nilo, aparte de dar vida a los cultivos que se desarrollaban en sus orillas, era la vía de comunicación más rápida, y
también la única que poseía el país. Mientras las aldeas se achicharraban bajo un sol ardiente, oprimidas por una densa
calma atmosférica, sobre las aguas del río se deslizaba a todas horas una suave brisa cargada de humedad. A su impulso se
movían embarcaciones grandes y pequeñas, naves comerciales y falúas de pesca. Las primeras llevaban una gran vela
rectangular o cuadrada y a pesar de sus dimensiones eran de escaso calado, lo que les permitía sortear los bajíos, y se
gobernaban o manejaban mediante espaldillas o timones de larga caña situados a popa. En dicho lugar, el más elevado de
la nave, se levantaba una toldilla cubierta donde podían almacenarse las mercancías que transportaba y hallar cobijo el
pasaje. La pesca con arpones bífidos o fítoras se realizaba desde embarcaciones de pequeño tamaño que se impulsaban por
medio de pértigas. Algunas de ellas estaban construidas con haces de bejucos hábilmente entrelazados y su popa curvada
recordaba la forma de la flor de loto. Eran muy manejables estas embarcaciones, por lo cual podían navegar por lugares de
poco fondo, donde la transparencia del agua permitía ver sus presas al pescador.
Los peces se encuentran entre los animales más dibujados en los frescos de las tumbas y los templos. De ahí que los
ictiólogos hayan podido identificar al pez representado en las paredes de Deir el-Bahari con el actual pez del Mar Rojo.
De los muchos ejemplares que se encontraban en el Nilo varios se consideraban aceptables para comer, entre éstos
destacan: Labrus nilotivus, Perca nilotica, Cyprinus benni, Silurus shall, Silurus schilbe nilotivus, Silurus bajad y Silurus
carmuth. Algunos se consideraban sagrados en diferentes zonas del país, como el oxirinco, el latus, el phagrus y el
lepidotus. Los dos primeros dieron su nombre a lugares geográficos específicos. Viendo las pinturas de las tumbas se
puede concluir que la pesca era una gran industria, a la vez que uno de los principales deportes y entretenimientos de los
antiguos egipcios. Redes de varios tipos, garfios y lanzas se empleaban para atrapar a los peces. Es evidente que se les
conservaba vivos, para después prepararlos y degustarlos en la mesa, en estanques particulares, donde los nobles egipcios
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los pescaban como entretenimiento con una cuerda o saliendo en un pequeño bote para pincharlos con un bidente afilado.
Los pescadores comunes, que pescaban para poder vivir, empleaban redes; a menudo se trabajaba con una red barredera
entre dos botes. Los peces así capturados podían comerse tanto frescos como salados para conserva. Los últimos se abrían
quedando la espina central expuesta, se salaban y se colgaban al sol. Herodoto hace referencia de “las ganancias
provenientes del lago Moeris, por el pescado”, y aludiendo a la bajada de las aguas de la inundación del mismo lago
refiere: “en los seis meses que se desborda hay un talento de plata diario para el tesoro del rey por los peces, pero
cuando el agua fluye, veinte minas”. En épocas tardías, el pescado fue considerado una comida impura y los sacerdotes no
lo comían.
En cuanto a la ganadería se refiere, destacaron pocas especies, debido a que un país desértico no es para nada
apropiado para el ganado. Fueron importantes algunos bovinos, que se empleaban principalmente en el transporte y para
la producción de carne y leche. El buey era usado como animal de tiro principalmente y como reserva alimenticia para
tiempos de escasez y sequía. Destacaron también algunas aves, como los patos y las ocas, gracias a que el Nilo era un
ambiente natural propicio para el apareamiento y la reproducción de estas especies.
La fauna que poblaba el antiguo Egipto comprendía un gran número de especies salvajes, muchas más de las que
existen actualmente en el país. El animal sin duda más temido por las gentes campesinas era el león( Felix leo)que
merodeaba por las inmediaciones de las aldeas y establecía sus cubiles en las cavernas de las colinas rocosas que jalonan
el valle del Nilo. El llamado rey de los animales, o muy erróneamente rey de la selva, se alimentaba de toda clase de
herbívoros, especialmente de gacelas, y se ha de suponer que no desdeñaba tampoco atacar a los animales domésticos que
se aventuraban en sus dominios. Los residuos de sus festines servían, a su vez, de alimento a otras especies, sobre todo a
las hienas, los chacales y los buitres, animales éstos dos últimos que los egipcios consideraban sagrados. Por otra parte, la
caza del león fue un deporte muy practicado por el faraón y los nobles. En todas las épocas históricas, la corte regia
organizó largos viajes de caza-lo que hoy entenderíamos como safaris-a las regiones meridionales del país donde habitaba
este magnífico felino en mayor número y concentración.
Las tareas del campo permitieron a los egipcios disponer de bastante tiempo libre que, en general, se dedicaba a la
artesanía. Esta difusión de las tareas artesanales venía obligada por la propia fórmula de asentamiento. Egipto no fue un
país de grandes ciudades o metrópolis, sino más bien una interminable aldea situada a lo largo de las orillas del Nilo, por
lo que los mercados, propios de las grandes urbes, apenas existieron; esto obligó a los campesinos a adoptar un sistema de
relativa autarquía(autoabastecimiento)que se puso de manifiesto en la difusión del artesanado.
Sin embargo, el trabajo, el sistema laboral del antiguo Egipto también tuvo otras vertientes. Los trabajadores del Valle
del Nilo impulsaron una gran actividad laboral en industrias tales como la textil y la artesanal. Las actividades artesanales
eran muy diversas y los trabajadores las llevaban a cabo en los talleres o en los templos. A estos se les unían otras clases
trabajadoras que desempeñaron un papel no menos importante en el sistema laboral del Egipto faraónico.
La Pirámide Social del Antiguo Egipto
Por todo lo anterior y por el hecho de que todo lo que había en Egipto, incluida la tierra, era propiedad del faraón,
cabría decir que la economía del país fue simple y que giró siempre en torno al poder político y religioso, acomodándose a
la estructura piramidal de la sociedad egipcia. El vértice de esa pirámide estaba ocupado por la figura real y divina del
Faraón o “Per a á”, palabra que significa “casa grande”, en referencia a la casa grande o palacio donde vivía el soberano,
por lo tanto éste era el rey de “la gran casa”, auténtico dios viviente, soberano y dueño de todo; aquí es importante hacer la
referencia de que la palabra “faraón” sólo se comenzó a utilizar a partir de la época en que Egipto fue gobernado por la
dinastía de los Tolomeos. El faraón era legislador y juez supremo, jefe de los ejércitos y, como divinidad, máximo
sacerdote; el único vínculo viviente entre los hombres y los dioses. Por debajo del faraón estaba el alto clero con sus
sacerdotes y los funcionarios administrativos del Estado, formando así una auténtica aristocracia del poder. Los
Sacerdotes lo tenían prácticamente todo: poder político, riqueza, respeto, estatus social y administraban la vida religiosa,
tan importante y vital como los asuntos terrenales políticos; junto con los altos funcionarios y los escribas reales formaban
la élite dirigente y toda poderosa; el alto clero tuvo un peso político variable, pero, en ocasiones, su poder llegó
verdaderamente a inquietar a los faraones. El poder de los sacerdotes se debía, sobre todo, a la riqueza que amasaban en
los templos. Gracias a las distintas donaciones de los faraones, los grandes templos egipcios como el de Amón en Karnak
o el de Ra en Heliópolis terminaron por alcanzar un increíble poder económico. Pero estos no eran los únicos, puesto que
los grandes templos funerarios de los soberanos también acapararon grandes bienes. Por ejemplo, el Templo de Millones
de Años de Ramsés II-así eran llamados los templos funerarios reales durante el Imperio Nuevo-contaba con una serie de
alargados almacenes abovedados con una capacidad para 16.522.000 kilos de granos, suficiente como para alimentar a
una ciudad de 20.000 personas durante todo un año. Pero se tienen más datos: en tiempos de Ramsés III, el templo de
Karnak tenía a 81.322 asalariados encargados de cuidar las 421.362 cabezas de ganado, aproximadamente, que poseía el
dios, cultivar los 1.478,4 kilómetros cuadrados de tierras de labor que le proporcionaban granos y otros productos, así
como de trabajar en los 46 talleres de manufactura que controlaba. Evidentemente, esta riqueza acumulada no serví a de
nada, de modo que se comerciaba con ella. Gran parte de estos ingresos eran llevados a las 65 ciudades con mercado con
las que contaba el templo, siendo transportada en los 83 barcos de su flota. Los sacerdotes y sus templos eran
importantísimas unidades socioeconómicas y religiosas para el Estado faraónico, como queda indudablemente demostrado
en lo Ramsés III ofrendara en el templo de Karnak en un período de tan sólo tres años para mantener una buena relación
con los sacerdotes: 124 ramos abanico, 3.100 ramos altos, 15.500 ramos olorosos, 1.975.800 ramos de haces de flores,
60.450 coronas de flores, 620 flores exóticas, 12.400 flores azules ensartadas, 465.000 flores diversas, 110 flores del
desierto, 144.720 lotos, 3.410 ramos de lotos, 110.000 lotos pequeños y 19.150 grandes ramos de flores y lechuga; había
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que tener contentos a los sacerdotes. Es cierto que se trataba de uno de los dos mayores templos egipcios de la época, pero
no nos olvidemos que había centenares de ellos, eso sí, más pequeños, repartidos por todo el valle del Nilo.
El sacerdocio egipcio parece haber sido de un orden muy amplio y elástico. Reyes y gobernadores, reinas y princesas,
médicos, funcionarios y civiles del pueblo, todos tuvieron que realizar en su momento ciertas funciones sacerdotales, y
bajo los sacerdotes de muy alto rango existieron numerosos grados de oficiales relacionados con los diferentes templos y
servicios de los diversos dioses. El ritual y los servicios de los templos eran muy floridos y elaborados, y
permanentemente se celebraban fiestas o jubileos que entrañaban una gran cantidad de trabajo físico y místico. Desde los
primeros tiempos encontramos que el sacerdocio recibía gran importancia, pero el poder de la clase sacerdotal se
incrementó gradualmente durante el Imperio Medio, y ya para el Imperio Nuevo pasó a formar uno de los elementos más
importantes de la nación. Existían muchas sacerdotisas, cuya función principal era la de cantar y recitar. Entre los títulos
sacerdotales, los siguientes son los más conocidos: Sam, que era el sacerdote principal de Menfis; Hersheshta, que era el
sacerdote adivino; Kher-heb, sacerdote maestro de ceremonias, y Setem, el “profeta”, el “purificador” y el “padre divino”,
todos en un rango superior a los sacerdotes comunes. Sobre este tema profundizaré más en el subcapítulo del Esoterismo
Egipcio.
Los Nobles o Funcionarios eran el cuerpo administrativo del Imperio, gozaban de una gran influencia política y
disfrutaban de numerosos privilegios. Entre los altos funcionarios destacaron el visir o primer ministro(en ocasiones
había uno para el territorio del norte y otro para las tierras del sur)y los gobernadores las distintas provincias o nomos,
conocidos como nomarcas. En una posición inferior y ligeramente menos privilegiada estuvieron los grandes
terratenientes, una especie de nobleza “vulgar” a la que el faraón había concedido tierras para que las administraran y las
trabajaran. Una escala similar pero con más privilegios era la ocupada por los famosos escribas, que se encargaban de la
administración de los bienes del faraón, de los templos, de los visires, de los terratenientes o de los comerciantes; además
de saber leer y escribir, los escribas tenían que dominar el arte de la caligrafía; sin los escribas las administración de l
Estado se habría postrado y arruinado. Su trabajo consistía en redactar leyes, transcribir textos sagrados y escritos
comerciales así como actas administrativas. Su colaboración y contacto con los dirigentes les hizo disfrutar de un modo de
vida muy superior al resto de las clases trabajadoras. Desde sus más remotos orígenes como cultura, los antiguos egipcios
sentían un verdadero respeto por el saber, no por el saber en sí mismo, sino porque precisamente el escriba, hombre
instruido, ejercía una notable autoridad sobre las demás clases sociales simplemente por saber. Tenía la agradable, y en
ocasiones cómoda posibilidad de ocupar una destacada función dentro del engranaje de la maquinaria del Estado, mientras
que los demás tenían que trabajar con “el sudor de su frente”. “El pobre hombre ignorante, cuyo nombre nadie conoce, es
como el asno abrumado por la carga y guiado por el escriba”, dijo un sabio del antiguo Egipto. “El sabio instruido está
saciado gracias a su saber. ¡Qué feliz es su vida, comparada con la del campesino! Mirad y ved lo que sucede al que
tiene que vivir de la tierra: el gusano destruye la mitad de la cosecha, y el hipopótamo, la otra mitad. Los campos están
llenos de ratones, las langostas invaden la tierra, los gorriones roban los granos. ¡Pobre campesino! Y luego llega el
escriba para cobrar el impuesto. Sus servidores van provistos de palos. „Dadnos el grano‟, dicen. Y si no hay grano,
apalean al campesino y lo meten en prisión. Su mujer y sus hijos también son encadenados frente a sus ojos.”
Otro trabajo muy redituable y respetado en el antiguo Egipto era el de médico. En la Casa de la Vida-una especie de
universidad-se enseñaban numerosas profesiones, entre ellas la de la medicina. Los médicos en el Egipto faraónico
tuvieron mucha relevancia. Algunos de ellos eran llamados sacerdotes de Sekhmet y no sólo ejercían sus conocimientos
entre los humanos, sino que reconocían y trataban los padecimientos de los animales; eran también lo que hoy
llamaríamos veterinarios. Es sabido que los médicos egipcios gozaban de una gran fama entre los pueblos de la
antigüedad, ya que eran maestros en el arte de curar, tras haber aprendido diversas fórmulas, leyes y diagnósticos
imprescindibles para poder ejercer esta profesión.
Por debajo y como base de la estructura piramidal estaba la gran masa de la “plebe”, en primer plano con los
agricultores o campesinos, sustento del Imperio y que sin poseer tierra propia, con muchos impuestos a pagar, sometidos
a los caprichos del Nilo y fiscalizados por los funcionarios reales y los terratenientes sostenían con su esfuerzo y trabajo el
principal pilar de la economía egipcia. Eran sin duda la clase más humilde y aunque eran personas libres, podían llegar a
sufrir cierto servilismo al trabajar para los templos y palacios. Para los escribas, como ya vimos en líneas anteriores, este
era el oficio más indigno de cuantos se llevaban a cabo en el antiguo Egipto. Los agricultores se dedicaban sobre todo a
dos clases de cultivos, el de los cereales y el del lino. Al depender su trabajo de las crecidas anuales del Nilo, durante la
época de las inundaciones, los campesinos se empleaban como constructores de templos y pirámides. Uno de los mayores
temores de los campesinos, a parte de la falta o pobre inundación o desbordamiento del Nilo en sus tierras, eran los
hipopótamos, que devastaban sus campos en pocos minutos, y las hambrientas langostas, que devoraban todo a su paso.
En el mismo nivel y a un lado de los campesinos estaban los pequeños propietarios, los comerciantes que se dedicaban a
la importación y exportación de diversos productos y materias y cuyo oficio estaba muy bien reconocido en la sociedad
egipcia, y los artesanos, siendo éstos últimos obreros por cuenta propia que cobraban en bolsas de trigo. La gran mayoría
de los artesanos trabajaban para el faraón, los sacerdotes y los nobles, a cambio de un sueldo mensual les fabricaban las
casas, los muebles y hasta las tumbas. Para mejorar sus ingresos los artesanos hacían trabajos fuera de horario o con horas
extras, y creaban verdaderas obras de arte con toscas y rudimentarias herramientas hechas de bronce y piedra. Entre los
artesanos también había sastres que confeccionaban ropa y vestidos de lino suaves como la piel y tan resistentes que han
perdurado más de 3000 años. Los habitantes del pueblo de artesanos de Deir el-Medina, cerca de Tebas, hasta tenían
derecho a tener sus propias tumbas, ya fueran albañiles, pintores, orfebres, escultores o sastres. Sumándose a este
conglomerado “popular” también estaban los mercaderes y hombres libres que vivían de un sueldo o de sus propias
ventas. Por último y en el escalafón más bajo del panorama laboral estaban los esclavos. En Egipto existía la esclavitud,
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pero no en el sentido clásico y típico de la palabra, ya que presentaba un aspecto más humano. Los siervos o esclavos
tenían derechos legales, percibían salario y hasta podían ser ascendidos, e incluso podían comprar su libertad. Los malos
tratos hacia los esclavos no eran frecuentes, y cuando ocurrían, el esclavo tenía derecho a reclamar ante los tribunales,
aunque únicamente si el castigo había sido injusto y severo. Principalmente los nubios eran muy solicitados como
esclavos, por fuertes y leales a sus amos. Tiempo después, y como consecuencia de las guerras, este particular modo de
esclavitud pasó a ser el que se conoce sin paliativos y sin posibilidad de redención. Los prisioneros de guerra capturados
del ejército enemigo formaban parte del botín y eran condenados a realizar trabajos forzosos. Las campañas de conqu ista
y las expediciones militares constituían la forma más usual de conseguir mano de obra gratuita. Los prisioneros o cautivos
más fuertes eran seleccionados para trabajar como esclavos en las minas. En algunas ocasiones, aunque no era la norma
general, los prisioneros redimían sus culpas colaborando en el ejército egipcio o en tareas agrícolas o ganaderas. Con ello
Egipto no sólo se nutría de mano de obra sino que al final conseguía una pluralidad de razas y tradiciones que enriquecían
su cultura. Los esclavos adscritos al servicio de las labores domésticas podían considerarse afortunados, ya que además de
alojamiento y comida, su dueño estaba obligado a suministrarles una cantidad anual de telas, aceite y vestidos. Incluso
para servir en las mejores familias hasta había “voluntarios” para trabajar como esclavos y en ocasiones las personas
arruinadas socioeconómicamente se vendían a sí mismas a las familias de buena posición. Las tareas domésticas en los
palacios o en las casas de los altos funcionarios y aristócratas eran realizadas por sirvientes alejados de las tareas agrícolas
y ganaderas. Utilizaban la despensa en las proporciones requeridas por la estación y eran los encargados de seleccionar los
alimentos donde predominaban los vegetales sobre los animales.
En lo que se refiere al artesanado, debe señalarse que su condición dependía de su clientela, no era lo mismo ser un
simple carpintero que ser el carpintero del faraón.
Respecto a los artesanos, estos trabajaban en talleres en los que todos los oficios estaban mezclados, siendo siempre
supervisados por los directores. Así, por ejemplo, se podían encontrar a orfebres, joyeros, carpinteros, curtidores o
trabajadores del cuero, pintores en un mismo taller trabajando al mismo tiempo. Los escultores preferían trabajar aislados,
aunque era muy frecuente que varios de ellos trabajaran en una misma obra. En el papiro Lansing, del Imperio Nuevo, se
encuentra un texto que nos hace referencia a los alfareros: “El fabricante de cacharros está embadurnado de barro, como
uno cuyos amigos hubiesen muerto, sus manos y sus pies están llenos de arcilla, es como uno que vive en una ciénega”.
Textos como el anterior y algunos otros son claros ejemplos en los que nos podemos dar cuenta de dos cosas a la vez, por
una parte, de las condiciones de trabajo insanas que sufrían algunos artesanos, y por la otra, del escaso reconocimiento
social de su labor, que si bien es ensalzada desde el aspecto religioso, como se observa en la gran importancia que tuvo
Khnum, el dios alfarero, al mismo tiempo va acompañada del desprecio social hacia quienes practicaban este oficio
necesario y milenario.
La clase obrera también compartía con los campesinos la base de la estructura social piramidal del antiguo Egipto, pero
dentro de este grupo se daban diferencias entre los llamados artistas y los obreros comunes.
Los canteros trabajaban en las explotaciones cuando el faraón necesitaba piedras para sus edificaciones. Los mineros se
ocupaban especialmente de la extracción de oro y turquesas.
En cuanto a las condiciones de trabajo, se sabe que la mano de obra no especializada tenía la peor retribución
económica, ya que aunque su situación laboral era aceptable, en ocasiones sufría retrasos en el pago de su salario por parte
de los funcionarios. Los salarios se pagaban en especie: alimentos, bebidas y vestido, generalmente al final del mes
trabajado. Los alimentos más habituales usados como “moneda” de pago consistían en trigo, cebada, cerveza y pescado
seco. Para obtener el resto de los útiles necesarios, tales como el vestido, las herramientas de trabajo y otros artículos de
primera necesidad, se practicaba, como ya lo vimos, el trueque.
Algunos personajes de rango superior, como los funcionarios y los escribas, cobraban el doble de cereales y aceite con
respecto a los obreros. El pago de los salarios era autorizado y realizado por el visir o por los inspectores que lo hacían en
nombre del faraón. Aunque en épocas de escasez económica eran los templos los que contribuían con parte de este pago,
procedente de los propios santuarios y de las tierras que estos explotaban. Las jornadas laborales duraban, aparentemente,
ocho horas en invierno y nueve en verano.
Existe un evento muy notorio que deseo compartir con el lector, en cuanto a las condiciones laborales se refiere en el
antiguo Egipto, y es que precisamente durante el período faraónico se produjo la primera huelga en la historia de la
humanidad de la que tenemos constancia, la cual se produjo hacia el año de 1170 a. de C., en el vigésimo noveno año del
reinado de Ramsés III. Durante la época de finales del reinado de este faraón, la economía del país se hallaba en franca
decadencia, lo que motivaba que la administración central se retrasara en los pagos de los salarios de los diferentes
trabajadores a su servicio, que dada la situación de crisis por la que atravesaba el Imperio, eran cada vez más exiguos.
Debido a esta situación, los artesanos y trabajadores que construían el templo de Ramsés III, en el Valle de los Reyes, se
propusieron hacerse escuchar. El origen fue un retraso de 18 días en la llegada de los alimentos asignados. Los
hambrientos trabajadores se amotinaron y se trasladaron a los templos para paralizar los trabajos que se estaban
realizando, es decir, se pusieron en “huelga”. Posteriormente se dirigieron al Ramesseum, el templo funerario de Ramsés
II, en el cual se hallaba el centro administrativo del que ellos dependían y cuyas instalaciones contaban con graneros
llenos de trigo. Una vez allí continuaron gritando y reclamando sus derechos. Al día siguiente repitieron el “plantón” ante
el templo para seguir con sus reivindicaciones y peticiones y ante sus palabras vociferadas el capitán de la policía de ese
distrito decidió desplazarse a Tebas para informar en persona al alcalde de la situación, pero en un gesto inútil, porque
regresó más tarde sin haber conseguido ninguna respuesta resolutoria al conflicto. Mientras, los artesanos seguían
proclamando “¡Nos morimos de hambre...!”; los escribas del templo tratando de calmarles les hicieron entrega de algunos
víveres, obvio que en una cantidad insuficiente, puesto que al día siguiente, según el llamado Papiro de la Huelga,
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artesanos y obreros mostraron de nuevo su descontento a las afueras del templo. Tras varios días de huelga por fin
lograron cobrar sus salarios, aunque pasado un tiempo, el conflicto volvió a repetirse ocasionándose una segunda y hasta
una tercera huelga, motivadas, como es común en nuestros días, por las promesas incumplidas de las autoridades
superiores. Al no mejorar la situación y a propósito de una visita del visir Ta, los obreros, que por cierto eran los
habitantes de la enigmática y hermética aldea de Deir el Medina-el “Lugar de Verdad” como algunos la conocen-,
aprovecharon para realizar una nueva huelga, recibiendo al visir con gritos de protesta y de “¡Tenemos hambre...!”. Esto
motivo a que el alcalde les hiciera entrega de 50 sacos de trigo, pero esta vez fueron amenazados con severos castigos si
volvían a protagonizar otro paro en sus labores. Aún así, los retrasos siguieron produciéndose y a partir de aquí pocos son
los detalles que se conocen acerca de cómo termino este conflicto laboral.
Los artesanos funerarios de Deir el Medina muy probablemente volvieron a irse a la huelga en los siglos posteriores, ya
que se enfrentaron a tiempos convulsos de grandes revueltas y confusión. Ellos fueron conscientes de la importancia que
tenían ya que constituían una clase privilegiada entre todos los obreros y artesanos, esto debido a que en sus manos estaba
la “mágica” misión de construir los Templos de Millones de Años y las tumbas que se convertirían, gracias a sus
conocimientos místicos y hasta “alquímicos”, en las últimas moradas de los faraones. Por ello, quizá gran parte de los
motivos que les llevaron a la huelga, no fueron sólo por motivos de la hambruna padecida, sino también para preservar los
privilegios de los cuales gozaban, así como en defensa de sus derechos y de un nivel de vida que disfrutaron por siglos. Es
importante señalar que los artesanos reales de Deir el Medina no vivían en total libertad. En su aldea del desierto, rodeada
de una alta muralla, los soldados del faraón los vigilaban constantemente, ya que se sabía que éstos conocían numerosos
“secretos” y que usaban materiales preciosos para elaborar sus creaciones místico-artísticas.
Antes de la XII Dinastía tuvo que existir en Egipto algún tipo de organización militar puntual y no permanente, pero
sólo durante el Imperio Medio se documentan ejércitos locales, reclutados por los príncipes y nomarcas, a los que se
sumará después una milicia estable armada y encabezada por el faraón. Sesostris(Senusert)III será el primer faraón en
crear, jerarquizar y organizar un cuerpo militar profesionalizado, y los soberanos del Imperio Nuevo harán de esta
ocupación una verdadera profesión altamente respetada. El ejército estuvo conformado por un cuerpo de tropas del Norte
y otro en el Sur; ambos estaban subdivididos en divisiones de 5000 soldados.
Es a partir de la Dinastía XVIII(1550-1291 a. de C.)cuando adquirió una verdadera importancia social la clase militar y la
categoría de un alto jefe del ejército fue muy considerable y respetable, pudiéndose equiparar, en ocasiones, al alto
funcionario. Este ascenso de la clase militar se produjo coincidiendo con una época en la que Egipto estuvo bajo el peligro
de invasiones exteriores o extranjeras. Llegaron a ser militares de carrera-sólo los nobles podían asistir a la escuela de
mandos-al frente de un ejército mercenario; durante muchos siglos, el pacífico pueblo egipcio tuvo en la protección del
desierto a su mejor aliado, pero cuando ya no quedó más remedio que luchar, prefirió contratar mercenarios extranjeros.
La invasión de los Hicsos les cambió de golpe y vertiginosamente su pacifismo. Es notorio que la exaltación de las
cualidades guerreras del faraón se pusiera de moda a partir del Imperio Nuevo, precisamente después de la expulsión de
los Hicsos. De éstos aprendieron y tomaron el uso del caballo, la rueda y el carro de guerra.
Un elemento íntimamente relacionado también con la importancia de la casta militar fue su poderío, debido al uso y
reputación, precisamente, de los carros de combate. Éste fue quizás el mayor avance tecnológico en el ámbito militar
egipcio. Se trata de un legado de la ocupación hicsa, durante el Segundo Período Intermedio. Su utilidad fue rápidamente
advertida por los faraones, que lo convirtieron en un emblema de la realeza y obviamente del ejército. Representados por
primera vez a comienzos de la XVIII Dinastía, algunos carros fueron enterrados junto a su propietario para ser usados en
el Más Allá. El carro de guerra egipcio fue en su tiempo un arma de gran eficacia; su estructura era ligera, de madera, y
contaba con dos ruedas de cuatro radios primero y de seis después; iba tirado por dos caballos que dirigía un auriga
acompañado de un arquero, y proporcionaba a los ejércitos un avance rápido y demoledor; nada ni nadie se resistía a su
empuje. Este vehículo hizo posibles largas expediciones de conquista o de castigo, encaminadas hacia Palestina, Fenicia,
Asia Menor, el África Negra y el desierto sahariano. Gracias a él pudieron mantenerse prácticamente inamovibles por
largos períodos de tiempo todas las fronteras del Imperio. Todos los pueblos vecinos de Egipto temían a sus escuadrones
de carros, sabían que su movilidad era enorme y que los disparos de sus arqueros rara vez erraban el blanco. En cierto
modo, el carro egipcio fue en su época un arma tan temible como el tanque acorazado en las Guerras Mundiales del siglo
XX. Los textos de la época ramesida citan el armamento que idealmente debía transportar un carro de guerra: “ochenta
flechas en el carcaj, la Mit, la lanza, la espada hrp, la espada qwt; el sk-hm, la fusta de madera provista de cuerdas
tjaga, la maza para el carro, el bastón de guardia, el venablo de Jatti y el romperredes”.
Además, el carro se utilizó también para la caza mayor. En algunos bajorrelieves y pinturas murales se ve al faraón en su
carro, dedicado al apasionante deporte de asaetear al león; el rey de los hombres, el faraón, necesitaba de una gran
destreza y rapidez de reflejos para conseguir matar con sus flechas, desde lo alto de un vehículo lanzado en una carrera
desenfrenada, al rey de los animales, al león. Lo más curioso de estos carros, que en las tumbas de Yuya y Tutankhamón
se encontraron completos, era su triple sistema de suspensión. La barra de enganche, gracias a la flexibilidad de la madera,
trasmitía a la plataforma una suavidad reforzada gracias al suelo del carro, consistente en un entrelazado de tiras de cuero
en el que descansaban “muellemente” lo pies del auriga y del arquero. Las ruedas, de madera como el armazón de la
cabina, constaban de seis radios, como ya lo mencioné, y tenían llantas de cuero a modo de arcaicos “neumáticos”.
Un dato curioso sobre el arte bélico de los antiguos egipcios era la manera en como contaban a los muertos después de las
batallas, y es que los soldados le cortaban una mano a cada muerto, siempre la misma, las amontonaban y esperaban a un
escriba que sólo necesitaba contarlas y registrarlas para saber el total de muertos o bajas. Vaya manera tan peculiar y
eficiente de llevar sus estadísticas de guerra.
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La unidad básica del ejército egipcio era la infantería, formada por soldados profesionales, nativos y agregados de
anteriores botines de guerra. Según la famosa maqueta hallada en la tumba del noble Mesehti, desde el Imperio Medio ya
existían unidades de arqueros nubios, mientras que las compañías blancas o mixtas solían ir armadas, además, con lanzas
y hachas, como se aprecia en los muros del templo funerario de Hatshepsut en Deir el-Bahari. La caballería, por su parte,
estaba formada por jinetes y unidades de carros de guerra, como fuerza de choque y de apoyo a la infantería. Otra parte
importante del ejército egipcio fue la marina, que operaba en el Nilo y en el Mediterráneo. Formaban las tripulaciones
marinos e infantes de carrera, y su cometido no se limitaba sólo a las campañas bélicas, ya que también escoltaban a las
tropas y a los mercaderes que circulaban por la Baja Nubia. Y no sólo sobre el agua. Los oficiales de marina, como
expertos en nudos, cordajes y movimiento de grandes pesos-remembrando y mencionando que desde el Imperio Antiguo
los mástiles de los grandes barcos de transporte eran abatibles-, acompañaban a las misiones de ingenieros y talladores
que iban en busca de bloques de piedra a las diferentes canteras. Finalmente, existieron lo que hoy se podría llamar
unidades especiales, integradas por los temibles medjay, antiguo cuerpo de nómadas procedentes del desierto oriental
nubio que, conocedores del terreno, operaban como exploradores y enlaces de las distintas unidades. Con el tiempo, estos
medjay formaron una policía de vigilancia de los principales centros urbanos, y se encargaban del control de entrada a los
poblados de los obreros de las necrópolis reales, como Deir el-Medina. El faraón siempre dispuso de su guardia personal,
integrada por experimentados combatientes de valor probado en campaña y de feroces guerreros nubios.
Al igual que muchos cargos civiles, también compartidos por militares, los nombres jerárquicos del antiguo escalafón
militar egipcio se asimilan y asemejan a los actuales sólo por la aproximación de la magnitud de la unidad dirigida. En la
cúspide estaba el “General”, que dirigía los grandes cuerpos del ejército de Menfis o Tebas, un empleo que se obtenía por
antigüedad o por excepcionales méritos en batalla o campaña. El “Comandante de batallón y/o de tropa” actuaba muy
directamente en campaña, planificaba las estrategias y también tenía el mando sobre destacamentos estables nubios y
asiáticos. El empleo del “Oficial” presentaba diversos niveles, de forma similar a los ejércitos modernos. El grado más
elevado, que se podría asimilar a un oficial del Estado Mayor, era el de los oficiales adjuntos a un general. Estos oficiales,
al ayudar a los generales en las estrategias y administración de las tropas, tenían más poder efectivo que los comandantes
de batallón o de tropa. Los “Capitanes” tenían mando directo sobre una unidad reducida, comparable a las compañías
actuales de algunos ejércitos; a menudo son denominados “Portaestandartes”. Los actuales suboficiales tienen su
equiparable en el antiguo ejército egipcio en los “Cuerpos Subalternos” que, aparte de comandar ciertas secciones, se
ocupaban del abastecimiento e intendencia de las tropas. En la base de esta pirámide jerárquica, cuya obvia cúspide la
constituía la figura del propio faraón, se encontraban los “Soldados”, o “Clase de tropa”, y en algunas ocasiones los
grupos mercenarios.
En la marina, aunque con nombres específicamente navales, el escalafón era muy similar al de las tropas de tierra. Existía
asimismo un cuerpo de escribas asimilado al ejército, que podían desempeñar funciones de reclutamiento-por ejemplo,
como el famoso Amenhotep hijo de Hapu, el arquitecto del Templo de Luxor bajo el reinado de Amenhotep III-, o bien
ser escribas coordinadores de la intendencia militar.
Todo miembro de las fuerzas castrenses, del ejército profesional, recibía una paga mensual, conforme a su estatus en el
escalafón. Sin distinción de rango u ocupación, todo militar podía ser premiado o condecorado por méritos de batalla y/o
campaña con tierras, ganado o con el denominado “Oro del Honor” o “de la Recompensa”.
Una condecoración muy apreciada y especial para el soldado egipcio era el ser merecedor y premiado con la joya llamada
“La Mosca de Oro”, de la que se han encontrado algunos ejemplares. Para los antiguos egipcios, la mosca evocaba el
carácter agresivo e insistente del buen soldado. Ésta era la máxima condecoración militar y normalmente era entregada
por el propio faraón. No hay que olvidar que el oro era considerado por los antiguos egipcios como la carne de los dioses,
por lo que sólo podía ser otorgado por el propio faraón, un hombre-dios.
El Armamento de los Antiguos Ejércitos Egipcios
En lo referente a las armas utilizadas, se han recuperado desde armas de hueso o piedra que pertenecieron a los
primeros períodos históricos que están fabricadas de sílex oscuro y ligero. Además de arcos y flechas, los antiguos
egipcios emplearon diferentes tipos de palos, porras, lanzas, jabalinas, hondas, espadas cortas, dagas, cuchillos, hachas y
mazas. Las lanzas consistían en una vara de madera de un metro y medio a dos metros de longitud. Las puntas, fijadas al
extremo con una banda de metal, eran de bronce y tenían diferentes formas. Las jabalinas también tenían astiles de madera
y eran usadas para atacar al enemigo a distancia media, su alcance estaba obviamente condicionado por la fuerza y la
técnica del guerrero o soldado, aunque parece que no debía de superar los 80 o 90 metros. Las espadas eran cortas, rectas
y puntiagudas. Las empuñaduras de las dagas a veces tenían forma de cabeza de halcón o estaban incrustadas. El empleo
de las espadas y las dagas tuvo una gran importancia ya desde el período Tinita(la época de las I y II Dinastías), cuando
sus empuñaduras se aprovechaban para grabar temas religiosos y del ámbito militar. Las espadas superaban los 40
centímetros de longitud, mientras que las dagas eran mucho más cortas y manejables. Podían ser de una sola pieza y estar
trabajadas en cobre, en bronce(durante el Imperio Medio)y, en muy pocos y raros casos, en hierro(desde el Imperio
Nuevo). No todas fueron empleadas en la guerra, y algunas tuvieron también un uso ceremonial. El arma que tenía mayor
alcance eran los arcos; sin duda fue el arma más sofisticada de la panoplia egipcia. Documentados desde el período
Predinástico, los hay de doble curvatura, quizás elaborados con dos astas de animal unidas en el centro mediante un
fragmento de madera, y de curvatura simple. Estos últimos estaban hechos de una sola pieza de madera curvada, casi recta
o curvada en el centro, perfilada y pulida de tal forma que fuera lo suficientemente robusta para no romperse y a la vez lo
bastante flexible como para que el soldado pudiera tensarla. Una hendidura o muesca en cada extremo recibía la cuerda o
bien esta se fijaba a una pieza proyectante hecha de cuerno. La cuerda del arco era de piel, de tripa o fibra. A partir del
Segundo Período Intermedio hace su aparición otro tipo de arco mucho más elaborado, potente y de mayor alcance(de 150
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a 175 metros): el arco compuesto, trabajado en madera laminada, cuerno y tendones de animal curtidos. En los
monumentos los arqueros son representados tirando el arco de dos maneras diferentes, bien a la altura del pecho o bien de
forma mucho más efectiva, elevando el arco al nivel de los ojos. En cuanto a las flechas, se han encontrado de madera y
caña de 55 a 86 centímetros de longitud con puntas de madera, sílex o metal. Las fabricadas con madera fuerte y cabezas
de piedra fueron probablemente usadas sólo por los cazadores. Como arma de guerra las flechas tenían puntas de madera
endurecida al fuego, de piedra o de hueso, y muy ocasionalmente se remataban con una punta de bronce, pues éste era un
material costoso que no convenía desperdiciar. A veces la punta de las flechas estaba armada con lengüetas y en otras
ocasiones con la típica forma triangular hecha con tres o cuatro cortantes filos. El astil de esta arma se remataba con tres o
cuatro plumas para hacerla más estable, como se observa en las flechas modernas. El conjunto de arco y flechas se
guardaba en cajas especiales fabricadas generalmente en madera y recubiertas con pieles de animal o, desde el Imperio
Medio, en un carcaj que portaba el soldado o que se colgaba en el carro de guerra. Existía también otro tipo de armas
arrojadizas que, aunque menos eficaces, eran usadas por el ejército egipcio. En este grupo podríamos incluir a la honda,
hecha de fibra de palmera o de lino, con la que se lanzaban pequeños proyectiles de piedra. Un buen lanzador de honda
podía alcanzar su objetivo a unos 50 metros, imprimiendo al proyectil una velocidad aproximada de 160 kilómetros por
hora. Las mazas estaban formadas por un núcleo de piedra, en forma de pera o disco, fuertemente sujeto a un mango. Más
tarde se aprovechó la superficie de la piedra para darles también un uso ceremonial: en ellas se grabaron acontecimientos
que hablaban del poder del faraón sobre sus enemigos, mostrando el momento en el que “machacaba”-real o
simbólicamente-el cráneo de éstos como procedimiento de contención del desorden o caos. Estos temas estarán presentes
en la iconografía egipcia hasta el período grecorromano. Prácticamente las mazas eran poco efectivas en la guerra, pero
constituían el símbolo de poder más valorado por los faraones. Algo similar ocurre con las hachas. Se hicieron primero de
piedra, pero durante el Imperio Antiguo empezó a emplearse el cobre para fabricarlas. A lo largo de la historia egipcia se
desarrollaron diferentes tipologías de hachas y se presentaron con diferentes usos, dos de ellos fueron el corte y la
penetración. Los ejemplares varían desde una lámina curva con orificios para atar al mango-de tiempos del Imperio
Antiguo-hasta hojas en forma de pico de pato, de notoria influencia asiática-del Imperio Medio-o placas rectangulares de
filos redondeados. Sobre la superficie de sus hojas se inscribía o labraba el nombre del faraón o su imagen aniquilando a
los enemigos, adquiriendo en este caso un evidente uso ceremonial. Un tipo de arma muy particular importada de
Mesopotamia era el jepesh. Se trataba de una espada curva con forma de hoz, generalmente sin punta, de 40 a 60
centímetros de largo, con hoja acanalada y filo en la parte interior de la curvatura. Su función no era atravesar al enemigo,
sino sencillamente cortarlo. En Egipto está documentada a partir del Imperio Nuevo, en tiempos del faraón Tutmosis III,
asociada a reyes, dioses y soldados. En cuanto a las armas arrojadizas, los antiguos egipcios conocieron los venablos y las
lanzas desde el período Predinástico, y las emplearon durante toda su historia; el estilo de estas dos armas apenas parece
haber variado en el transcurso del tiempo. Los egipcios contaban también con un arma singular: los palos arrojadizos, de
aspecto similar a los boomerangs de los bosquimanos australianos y con una curiosa forma curva. Aparecen durante el
Imperio Nuevo en relación con la caza, ya sea esta ritual o no. Algunas pinturas fúnebres muestran al difunto cazando
aves con esta rara arma en forma de “bastón” en los pantanos del Delta. También aparecen en manos de miembros del
ejército, como se observa en un relieve del templo de Medinet Habu.
Como elementos de protección los antiguos soldados egipcios emplearon los escudos de madera de tamaño variable(desde
50 centímetros hasta 1.5 metros), recubiertos con piel de bóvido o de felino y en ocasiones con placas de cobre o bronce,
que los hacían más eficaces aunque también más pesados. Su parte superior era redondeada o apuntada, tal y como se
observa, por ejemplo, en las maquetas de Mesehti, gobernador de Assiut, que vivió durante la XI Dinastía y que fue
enterrado acompañado de la reproducción en madera de 40 lanceros egipcios y 40 arqueros nubios. Existían otros
elementos protectores, como una pieza de lino endurecida y triangular, que desde el Imperio Antiguo y, sobre todo, a
partir del Imperio Medio, se colocaba sobre el faldellín protegiendo los genitales, y una pieza de tejido que cubría los
hombros y el pecho. Más elaboradas eran las armaduras que aparecen a partir de la época de Tutmosis III, hacia 1450 a.
de C., tal como se observan en la tumba de Kenamón. Parecen haber servido para la protección de los conductores de
carro y podrían estar hechas con cuero o lino y placas de bronce. En cuanto a los cascos, importados de Siria, pudieron
utilizarse ocasionalmente desde mediados del Imperio Nuevo.
Como dato curioso se puede agregar que aunque los egipcios dispusieron de un gran número de armas, la mayor parte de
los magnicidios se produjeron por envenenamiento, que era la manera más sutil de asesinato y la que menos huellas
dejaba. Los antiguos egipcios conocieron diversos venenos, siendo el azufre el arma que más emplearon en el oficio de
matar.
La Vida Doméstica en el País del Nilo
Las familias acomodadas del antiguo Egipto vivían en agradables mansiones edificadas con adobe y rara vez de piedra
en las proximidades de los canales o del río mismo. Cada vivienda tenía un solo piso y en su interior existía un gran patio
con un estanque poblado de lotos y papiros. Para defenderse del clima tórrido desértico, las habitaciones tenían escasas
aberturas al exterior, tan sólo algunos ventanucos que, dada la luminosidad del cielo sin nubes, proporcionaban suficiente
claridad durante el día. A la entrada de la casa, se levantaba un porche sostenido por columnas; ése era el lugar de reunión
de los hombres o familiar al atardecer cuando, al trasponer el sol la línea del horizonte, se levantaba una brisa refrescante
y revivificante. Desde él se divisaba el panorama del Nilo en su esplendor, bordeado en ambas orillas por palmeras. Todas
las viviendas estaban construidas pensando exclusivamente en la comodidad de sus habitantes. En comparación con el
lujo de las tumbas y templos, decorados con pinturas murales y bajorrelieves o esculturas monumentales, eran edificios
sencillos y funcionales. Las casas de la gente del pueblo estaban generalmente construidas de barro, con techos de palmas
y barro. En el interior sólo había dos o tres habitaciones, pero al lado de la casa una escalera conducía al tejado, donde
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dormía la familia en las noches muy calurosas. El mobiliario de las casas era bastante básico. Para confeccionar muebles
de calidad los antiguos egipcios importaban madera de pino, de cedro y de ébano. La madera era un material bastante
escaso en Egipto, debido a esto su valor no era nada desdeñable. En la habitación que se utilizaba como sala es estar había
bancos o taburetes sencillos-incluso de tres patas-y mesas bajas. Fue especialmente durante el Imperio Nuevo que los
muebles se enriquecieron con motivos ornamentales. Además de las conocidas patas en forma de extremidades
zoomórfícas de toro o de león, aparecieron las banquetas o bancas plegables con cabezas de ánade en lugar de patas y
luciendo ricas decoraciones taraceadas con maderas preciosas o con pan de oro. Son típicas de esa época las sillas con
respaldo doble inclinado, así como los almohadones y los paños para cubrir las mesas. En el dormitorio se encontraba la
cama de cuerdas entretejidas y con cabecero más alto, provisto de reposacabezas acolchonados, que sostenían el cuello y
que protegían mágicamente el sueño de los durmientes. De entre todos los muebles usados por los egipcios destaca uno
que nunca “pasó de moda”, el taburete, presente en todos los ámbitos y en todas las épocas. Los había con la base de
madera rectangular o triangular, de tres o cuatro patas, con el asiento de rejilla o trenza de fibra vegetal; y también de
patas plegables cruzadas en forma de X. Sencillo o sofisticado, fue éste un mueble extraordinariamente popular en el país
del Nilo. Incluso se fabricaban reposacabezas con forma de taburete de patas plegables. Las mesas merecen una mención
especial. A los antiguos egipcios nunca se les ocurrió fabricar grandes mesas en torno a las cuales pudieran reunirse en
grupo o en familia para comer; comían solos o en grupos de dos. Por esta razón sólo conocemos las mesitas bajas que en
pinturas y papiros aparecen colmadas con profusión de ofrendas y alimentos. Por otro lado, sábanas y colchas decoraban
las camas, y reemplazos limpios de éstas se guardaban en cajones de diferentes tamaños que hacían las veces de armarios
donde se guardaban también ropa, vestidos, espejos, peines, horquillas y pelucas. Pequeñas cajas ricamente decoradas,
hechas de obsidiana, cerámica o marfil, contenían los objetos más personales, las joyas y los recipientes para los
cosméticos, ungüentos y perfumes.
Independientemente de su calidad, todos los muebles mencionados presentan dos estilos de decoración muy bien
diferenciados, que se corresponden con su uso. En los destinados a tener contacto con el cuerpo humano, como sillas,
sillones, taburetes, divanes y camas, aparece muy a menudo el elemento animal: patas de toro, de león, cabezas de pato,
alas de pájaros, etcétera. Estos elementos “con vida” sugieren un significado simbólico y religioso. Por el contrario, lo
muebles destinados a contener o servir de soporte de objetos de uso cotidiano, como armarios, baúles, cofres, mesas,
etcétera, utilizan elementos de la arquitectura civil y religiosa, es decir, elementos “sin vida”, como frisos, columnas o
dinteles, esculpidos en la madera o pintados.
La iluminación nocturna se obtenía con pequeños candiles o cuencos de barro, piedra o de terracota llenos de grasa y con
una mecha en el centro, que se colgaban de las paredes, o bien se colocaban sobre un soporte alto de madera, y que en las
casas más opulentas solían ser reemplazados por candelabros de pie alto. El mobiliario de la cocina estaba constituido
esencialmente por los diferentes recipientes o “cacharros” de cerámica o barro destinados a cocinar y a conservar los
alimentos, una mesa y un horno de barro refractario.
No se debe olvidar la sabia tecnología ancestral que convertía el barro y las fibras vegetales, como el papiro, los juncos y
las cañas, en toda clase de objetos de uso cotidiano. Las esteras, persianas, cortinas, cojines, cestos y múltiples utensilios
de barro sustituían a la madera en los hogares humildes.
En el arte de hacer muebles, los carpinteros, ebanistas y constructores de ataúdes no utilizaban el clavo. Eran grandes
maestros en el ensamblaje de tablas mediante pequeñas espinas o falcas de madera más dura, y en el uso de colas o
pegamentos animales y vegetales. También utilizaban el atado con fibras obtenidas de intestinos de animales, fibras
vegetales y, en ocasiones, hilo de cobre. La manufactura del mueble alcanzó su máximo esplendor durante el Imperio
Nuevo, época de cuya depurada técnica constituyen un magnífico ejemplo los bellísimos muebles hallados en la tumba del
faraón Tutankhamón, de la XVIII Dinastía. También se utilizaba el barniz, fabricado con óleo de cedro primero y más
tarde con goma arábiga, extraída de la acacia. Se desconoce exactamente su composición final, pero ya fuera traslúcido u
opaco, incoloro o negro-para imitar el ébano-, el barniz, como la cera de abeja, era empleado como sustancia protectora de
los muebles y de las hermosas pinturas e incrustaciones con los que estaban fina y exquisitamente decorados.
A partir de la II Dinastía, los miembros de las clases sociales más altas poseían salas de baño en sus casas, equipadas con
duchas, espejos y otras comodidades, como la silla retrete; es muy probable que el pueblo en general usara las aguas del
Nilo para bañarse, e incluso también para hacer sus necesidades fisiológicas en él, aunque también es probable que se
practicara el fecalismo el aire libre en las regiones más desérticas o alejadas del río.
Sin duda alguna tener jardines en casa suponía uno de los lujos más costosos debido a la necesidad de irrigación continua.
Existen varias pinturas o mapas de jardines en los frescos de las tumbas. Muestran líneas formadas por árboles y arbustos
con uno, dos o más estanques con plantas acuáticas, peces y un bote, vides en los enrejados y pequeños kioscos.
Verdaderos paraísos en medio del desierto. Incluso algunos árboles tienen una parte tan importante en el culto religioso
que algunos egiptólogos hemos aceptado el culto al árbol como un hecho. Algunos textos nos cuentan la existencia de un
árbol sagrado muy antiguo en la “Gran Sala” de Heliópolis. En sus hojas el dios Thot, y la diosa del aprendizaje y la
escritura, Safekh escribían los nombres del faraón para asegurarle la inmortalidad. Pero para la cultura egipcia el árbol es
más un símbolo que un objeto de adoración. Lo más cercano a la adoración se dio en la época de los Tolomeos, cuando
cada templo tenía su árbol sagrado. Se han llegado a mencionar hasta diez clases de árboles considerados sagrados, uno de
ellos es el llamado Árbol Persa. Este árbol llamado en egipcio Ast, fue el balanites Aegyptiaca, el árabe lebakh o el
mimusops Schimeperi, y es el que aparece con más frecuencia siendo utilizado por Thot y Safekh para la tarea ya
mencionada. Los Árboles Persas y los Sicomoros fueron los más importantes de los árboles sagrados del antiguo Egipto.
Los sicomoros se consagraban a las diosas Nut y Hathor, cuyas dobles supuestamente vivían en ellos. El “Sicomoro del
Sur” era considerado “el cuerpo viviente de Hathor sobre la tierra”, siendo la Hathor menfita llamada “la señora del
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sicomoro del sur”. Los campesinos hacían ofrendas de frutas, verduras y jarras de agua a estos árboles, como bien puede
apreciarse en los frescos de las tumbas. La “tierra del sicomoro” era el nombre que recibían los nomos menfita y
letopolita. El árbol del sicomoro es la higuera silvestre.
Por otro lado, el gran amor de los antiguos egipcios por la flores es un hecho muy evidente dado que figuran en todas las
ocasiones y con toda clase de funciones. No obstante, su elección era limitada. Sin duda los árboles y las plantas de la
antigüedad fueron probablemente muy similares a las que se pueden observar hoy en día en Egipto. La palmera datilera y
dôm, el sicomoro y la acacia, eran los únicos árboles de tamaño considerable, y el loto y la mimosa fueron en apariencia
las únicas flores que crecían en abundancia. El papiro era, obviamente, muy cultivado, si bien las principales cosechas
eran de trigo, cebada y dhurra. Tampoco carecían de verduras aunque la variedad parece haber estado limitada a las
cebollas y pepinos de diferentes clases. Los melones, las uvas, los dátiles, los higos y las granadas eran las frutas más
degustadas por los antiguos egipcios.
La unidad básica de la sociedad egipcia faraónica era la familia. Aunque son pocas las fuentes que han llegado hasta
nuestros días para su completo estudio y entendimiento. Los lazos familiares no sólo tenían importancia en el seno de la
vida íntima del individuo, sino que suponían un condicionante en la vida social. Todo el afán de los egipcios se
concentraba en su familia, sus esposas y sus hijos. Aunque algunos se casaban con varias mujeres, sólo una de ell as
gobernaba la familia y era llamada nebt-per, o señora de la casa. Las mujeres solían contraer matrimonio entorno a los 14
años de edad, y los hombres alrededor de los 16 años, y para ellos la mayor bendición de los dioses era engendrar un hijo.
La soltería no estaba bien vista, la gran mayoría de los egipcios contraían matrimonio, se asentaban en una casa y traían al
mundo numerosos hijos. La esterilidad era una de las peores maldiciones para la mujer; nos ha quedado constancia de que
muchas de ellas realizaban rituales mágicos para evitarla. El nacimiento de los hijos era motivo de regocijo y se les daban
nombres que revelaban un cariño ingenuo y maternal. A los siete días del nacimiento, ya fuera de peligro, se celebraba
una fiesta con el fin de purificar a la madre y dar nombre al recién nacido. Estos nombres siguen la moda de la época y por
ellos se puede conjeturar la edad de una tumba o una estatua. Otros sólo quieren decir: el fuerte, el dulce, el gatito. Las
madres de alto rango confiaban el niño a la nodriza, que inmediatamente pasaba a ser, por ello, un miembro más de la
familia. Por ejemplo, en los esfuerzos que hace para legitimizar su usurpación, un faraón se asegura en el trono casándose
con la nodriza del faraón anterior. La figura del primogénito estaba revestida de gran importancia, ya que era el encargado
de heredar el oficio del padre, así como sus propiedades. Incluso el papiro Ebers afirma, que en época de escasez de
alimentos el primero en comer sería el primogénito, y en el caso de no haber comida para todos, sería él el único
comensal. El resto de los hijos abandonaban la casa en la adolescencia para hallar trabajo en otros lugares y poder
conseguirse un sustento. Las hijas generalmente abandonaban el hogar en el momento del matrimonio y desde niñas eran
educadas para ayudar a sus madres en las tareas domésticas.
En el antiguo Egipto los animales parecen haber recibido un trato muy cariñoso por parte de sus dueños; algunos de
ellos hasta fueron embalsamados y sus momias encerradas en ataúdes magníficos. Uno de estos animales y que es muy
emblemático es el gato doméstico(Felix domestica), animal consagrado a la diosa Bast o Bastet, representada con
frecuencia con cabeza de gato. Su nombre en egipcio era mau y que parece ser onomatopéyico. El gato figura muy a
menudo en viñetas del Libro de los Muertos, en donde a veces sostiene un cuchillo con el que mata a una serpiente. Pero
su significado aquí es aún oscuro. Este animal verdaderamente era muy venerado y lo demuestra el hecho de que se han
encontrado numerosos gatos momificados, sobre todo en Bubastis, Sakkara y Beni Hassan. Quizás simbolizaba al dios del
Sol y el día, asesinando a la serpiente, el emblema del mal y la oscuridad. En los muros de las tumbas se puede observar al
gato acompañando a su dueño en su pequeño esquife cuando va cazando aves en los pantanos, y se sugería que se
enseñaba al animal a recogerlas. Muchas imágenes de gatos de diferentes tamaños se han encontrado hechas en bronce y
en fayenza.
Por otro lado, el perro fue el animal empleado para cazar en el desierto y, en ocasiones, como mascota. El perro de caza
tenía las características de un galgo con orejas puntiagudas en vertical y rabo ensortijado. El Slughi, empleado
actualmente en Sudán con los mismos propósitos, parece ser un superviviente descendiente de los perros egipcios
antiguos. Las pinturas de las tumbas del Imperio Antiguo los muestran atacando antílopes, e incluso los leones no
suponían una gran empresa para ellos. Tres razas diferentes de perros se representan en las tumbas de la XI Dinastía, uno
de ellos de cuerpo alargado, patas cortas y orejas agudas. A veces aparecen debajo del asiento de su amo o a su lado.
Los antiguos egipcios jamás montaban a sus asnos, no se acostumbraba hacerlo, preferían andar a pie o navegar por el
Nilo para desplazarse. Este animal también fue muy querido y solicitado por las familias egipcias. Por otra parte, al igual
que el pueblo y el ejército, los faraones del Imperio Nuevo nunca montaban directamente a sus caballos, habitualmente los
usaban para halar sus carros de guerra.
Ahora bien, curiosamente el gorrión, debido a su perpetua agitación y a su tendencia a pulular, era considerado por los
egipcios como uno de los símbolos del mal.
El cerdo figura, aunque rara vez, en los monumentos y no era empleado para comer. Herodoto cuenta haber visto una
piara de cerdos en Egipto “hollando las semillas”. En el Libro de los Muertos se puede apreciar que Seth, el hermano,
enemigo mortal y asesino de Osiris, tomó en una ocasión la forma de un cerdo.
Aunque actualmente los camellos forman parte del exótico paisaje habitual suburbano y rural, y son un elemento
plenamente identificado con el país del Nilo, eran totalmente desconocidos en tiempos del antiguo Egipto faraónico.
Estos datos y algunos otros revelan que los egipcios eran, a pesar de sus supersticiones, una raza dotada de bondad
natural. No se ha encontrado en ellos ni en su historia los rasgos de crueldad que son característicos de los pueblos vecinos
de Asia.
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Llegado hasta este punto se podría preguntar, ¿Qué le debe la humanidad a Egipto...?. Su arte, sus construcciones
gigantescas y espectaculares, tanto las de las primeras dinastías, en forma de las míticas y enigmáticas pirámides, como
más tarde las de los grandes templos de las dinastías tebanas, fueron , son y siguen siendo un estímulo a proyectar en
grande y edificar sin vacilación grandes santuarios con columnas. La visión y el recuerdo de aquellas construcciones del
valle del Nilo inspiró a los arquitectos romanos y ellos nos inspiraron a nosotros. Aunque la forma de nuestras obras
monumentales no conserve trazo del estilo egipcio y nos valgamos con preferencia de los órdenes griegos, la proporción y
magnitud de nuestras actuales construcciones oficiales no son helénicas. Hemos siempre mantenido un vigoroso ímpetu
faraónico. En escultura, los griegos reconocían que habían aprendido de los egipcios y las primeras estatuas masculinas
del arte griego arcaico imitan los retratos funerarios egipcios, con el gesto de los brazos y avance del pie izquierdo, el de
buen agüero en el valle del Nilo.
No se puede discernir perfectamente lo que le debe la humanidad al pensamiento egipcio, pero no hay duda que mucho de
lo que enseñaron los filósofos presocráticos lo recibieron-tan vez mal comprendido, pero intensamente creído-de los
santuarios, templos y escuelas de Egipto. Por último, la magia, la fe en la vida intensificada o renovada con conjuros,
hechizos y amuletos, son enteramente una herencia del culto de Isis. Difícil y pobre herencia para muchos, pero eficaz
para algunos todavía en nuestros tiempos del nuevo milenio, donde figuras polémicas como María Magdalena han
resurgido de entre las cenizas de nuestro inconsciente colectivo e identificadas con el principio isiaco de la Madre Tierra.
Verdad o mentira, historia o leyenda, hecho o “paparruchada”, la cierto es que a veces la humanidad avanza hasta con
grandes omisiones, mentiras y errores.
La Corte de los Faraones
Como muchos otros monarcas del pasado e incluso de nuestra época, el faraón era considerado una divinidad, hijo del
dios sol Ra. Su título más frecuente era “dios bueno”; otro apelativo era per-o o per-a á, que significaba, en primer lugar,
“la gran casa”, lo que originalmente designaba al “palacio real”. Más tarde esta palabra significó el gobierno real, siempre
asociada al palacio, así como los turcos denominaban a su gobierno la Sublime Puerta. Es así como la palabra faraón
terminó por significar el dueño soberano de todo el Estado de Egipto, el rey supremo del Alto y del Bajo Egipto. Los
faraones se rodeaban de una corte tan numerosa que la enumeración de los títulos que llevaban los cortesanos sería
interminable. Las inscripciones de las tumbas nos enseñan que para los miembros de la clase dirigente er a un gran honor
servir en la corte del faraón. Se encuentran a menudo fórmulas o frases como la siguiente: “Ha servido al rey en su casa;
ha vivido a los pies de su señor; era más caro al rey que todo Egipto”.
Desde la más remota antigüedad, los amores de los reyes y las reinas desempeñaron un papel importante en la vida de
las cortes. El título oficial de un favorita era: “El gran amor que alimenta al pecho del dios-es decir, de faraón-, al dueño
de Egipto del Norte y del Sur, a aquel a quien Horus ha tocado la piel”. En testimonio de reconocimiento hacia su
favorita, el faraón le mandaba construir generalmente una rica y gran tumba. Una favorita real era siempre una gran dama,
la esposa de un egipcio de alto rango.
La etiqueta era muy rigurosa en la corte de los faraones, por ejemplo, era un gran honor para los altos dignatarios que
el faraón les permitiera besar su pie real.
Cuando los cortesanos comparecían ente el faraón, “levantaban los brazos en testimonio y símbolo de respeto, se
alegraban y besaban el suelo ante su bello rostro”. Y cuando el “dios bueno” tomaba una decisión, los cortesanos
acostumbraban a expresar su admiración por la sabiduría del rey y “alababan a su señor besando el suelo, arrastrándose
delante de él y lanzando exclamaciones de alegría”.
Dirigirse al faraón estaba prohibido y apenas se podía abrir la boca para pronunciar palabra ante su divina presencia;
sólo se podía hablar después de un largo discurso preliminar, como el siguiente, que transcribo como ejemplo: “¡Oh, tú,
que te pareces a Ra en todo lo que emprendes! Todo lo que tu corazón desea se convierte en realidad. Si deseas algo por
la noche, tu deseo se realiza al nacer el día. ¿Hay algo que tú ignores?¡Vivirás eternamente y obedeceremos todos tus
mandatos, oh, rey, señor nuestro!”.
El Derecho en el Antiguo Egipto
Desgraciadamente sólo una colección de leyes del antiguo Egipto ha llegado hasta nosotros, y además incompleta. Se
trata de una inscripción sobre una enorme piedra conmemorativa que mandó erigir en Karnak el primer faraón de la XIX
Dinastía, Horemheb. Lamentablemente, al igual que en otras piedras que se han encontrado, el texto está tan deteriorado
que ningún párrafo nos ha llegado completo.
Horemheb deseaba, sobre todo, poner fin a los abusos de poder de los funcionarios y de los soldados en la percepción y
recaudación de impuestos. Amenazó con penas severas, que iban desde “cien palos que debían provocar cinco heridas
abiertas”, hasta la ablación de la nariz y “el destierro en la ciudad de los desnarigados”.
Se han encontrado numerosas actas de procesos penales del antiguo Egipto, pero sólo se tienen datos incompletos
sobre la naturaleza de las penas. La tortura se aplicaba a los más sospechosos para así arrancarles la confesión. No
solamente se golpeaba con un palo las espaldas de los delincuentes, sino también los pies y las manos. A esto lo llamaban
“preparación para un examen completo”.
Existen registros con la ocasión de un importante proceso penal contra saqueadores de tumbas, en la época de Ramsés
IX, donde se describe como la audiencia comenzó dando una paliza a los ladrones a quienes se les habían encontrado los
objetos robados y luego se les encadenó de pies y manos. El mismo procedimiento se aplicó también a un barquero a
quien después se reconoció inocente. Se interrogó también de manera despiadada al hijo de un sacerdote que, en vida,
había participado en el pillaje de tumbas. Un acusado podía ser sometido a torturas tres o cuatro veces cuando se tenían
razones para sospechar que mentía en sus declaraciones.
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El apaleamiento era el castigo más frecuente. En el antiguo Egipto, como todavía en nuestros días en algunas regiones
de Oriente, se consideraba que un buen vapuleo o golpiza era el mejor medio para animar a los contribuyentes morosos
recalcitrantes a pagar los impuestos. Ni aún las personas que ocupaban los cargos más elevados podían escapar a los
golpes del palo.
En las escuelas, el palo era también el medio de corrección más usado y apreciado por los diferentes maestros. “Los
jóvenes tienen sus oídos en la espalda, sólo escuchan al que los golpea” afirmaba con convicción un maestro pedagogo de
la época.
La Justicia entre los Antiguos Egipcios
El Visir era el jefe administrativo del sistema legal en el antiguo Egipto; él era quien administraba la justicia en nombre
del faraón. A nivel local, cada nomo o ciudad tenía una especie de “consejo de ancianos”, a quienes se les conocía como
los Saru durante el Imperio Antiguo, y los Kenbet a partir del Imperio Medio. Éste era un cuerpo consultivo, y había un
tribunal activo conocido como Djatjat que era el responsable ante él por mantener el orden público. Ya en el Imperio
Nuevo se tiene conocimiento de que existían Jueces locales, uno para cada aldea o pueblo, que respondían ante el Juez del
nomo correspondiente, y éste a su vez ante el Juez mayor de la capital, que específicamente era un subordinado directo del
Visir. Solamente los casos menores se resolvían a nivel local, y cualquier asunto mayor o serio se remitía al llamado Gran
Kenbet de Menfis o de Tebas, según fuera el caso. El Tribunal del Visir era el Tribunal Supremo. Sólo él podía pronunciar
una sentencia de muerte hacia un inculpado, aunque sólo lo hacía con el permiso expreso del faraón. Su jurisdicción
abarcaba tanto los casos civiles como los penales y criminales. De acuerdo a toda la filosofía egipcia sobre la vida y la
muerte, la ley se aplicaba basándose en precedentes. La división entre lo correcto y lo incorrecto era: “Lo que el faraón
adora” y “Lo que el faraón odia”. El Visir emitía sus juicios bajo el escrutinio muy estricto de su soberano, y existe un
requerimiento judicial muy famoso y conocido que el faraón Tutmosis III dio a su Visir, Rekhmara y que dice lo
siguiente: “Cuando un hombre es un funcionario, debe actuar de acuerdo a las reglas que se establecen para él.
Bienaventurado el hombre que hace lo que se le ordena. Nunca de apartes de la letra de la Justicia...”.
Desde las épocas más antiguas, se inculcó en la mente de los antiguos egipcios la necesidad de tener un Orden Civil.
Todo el sistema de irrigación y cultivo requería de mucha cooperación y armonía, y se deploraba y despreciaba cualquier
cosa que perturbara el equilibrio. La mayoría de los crímenes eran menores y se castigaban, como ya se mencionó, con
azotes o con multas. También se utilizó el encarcelamiento durante el Imperio Medio para castigar a quienes evadían los
trabajos forzados anuales. Los crímenes más graves se castigaban mediante mutilaciones corporales o inflingiendo cierto
número de heridas muy dolorosas. Sin duda, esto causaba una muerte lenta al criminal, pero la sentencia de muerte directa
en sí era muy rara en el antiguo Egipto. El crimen más nefasto y perseguido era el robar tumbas, algo que ciertame nte no
es una actividad muy común en nuestra sociedad moderna occidental, aunque si llega a ocurrir todavía en casos aislados.
Su origen es casi tan antiguo como la práctica de depositar objetos valiosos en una tumba, y a pesar de la gran reverencia
y temor que sentían los antiguos egipcios hacia sus dioses y hacia los espíritus de los muertos, fue casi imposible impedir
los robos a las tumbas. El auge de esta sacrílega actividad fue específicamente durante las épocas difíciles del Imperio,
cuando hubo grandes hambrunas, privaciones y dificultades en la administración del Estado. Es sabido que durante las XX
y XXI Dinastías esta práctica se volvió “epidémica” y tenía horrorizados a los sacerdotes, que se vieron obligados a reunir
a las momias despojadas, conservarlas y reubicarlas en cuevas secretas. Una de estas cuevas fue descubierta en Deir elBahari en 1881; en su interior se hallaron más de 40 ataúdes con momias de faraones y nobles. Un caso muy bien
documentado sobre el robo de tumbas es el que presenta el Papiro Abbot, que menciona que en el año 16 del reinado de
Ramsés IX(XX Dinastía), el alcalde de Tebas denunció ante el gobernador de la ciudad diversos robos y saqueos
supuestamente cometidos en las tumbas del Valle de los Reyes. Dicho papiro contiene un muy buen resumen sobre el
proceso judicial realizado por el propio gobernador de Tebas.
Si un ladrón de tumbas era atrapado y encontrado culpable, muy probablemente se le cortaban las orejas y la nariz, o se le
empalaba por el ano.
La justicia entre los egipcios era bastante benigna, comparada con la mayor parte de los pueblos de la antigüedad.
Estaba basada y regida según las normas de Maat, diosa de las leyes, la verdad y la justicia, hermana de Ra y esposa de
Thot, que era muy venerada y mentada por los jueces antes de iniciar cualquier proceso civil o penal.
El crimen de alta traición se castigaba con la ablación de la lengua. El hombre culpable de perjurio era, a veces,
condenado a muerte; otras, se le cortaban la nariz y las orejas y se le ponía una argolla de hierro en la cabeza. Los jueces
incompetentes sufrían también la ablación de la nariz y de las orejas.
Algunos delincuentes políticos tenían el privilegio de suicidarse para evitar el escarnio público y la humillación de un
proceso penal. Esto podía realizarse en presencia de los jueces o en el domicilio del condenado. El que no prestaba ayuda
a otro hombre en peligro era apaleado y se le obligaba a ayunar durante tres días; igual castigo se reservaba a los que no
hacían todo lo posible por atrapar a un ladrón. El que asesinaba a su padre era mutilado y después quemado vivo. Los
adúlteros recibían mil palos, y si una mujer cometía este delito, se le cortaba la nariz. El que violaba a una mujer libre, era
mutilado de tal forma que le resultaba imposible reincidir, es decir, se le emasculaba. El que fabricaba objetos de mala
calidad para vender más, el que falsificaba documentos o el que cometía fraude con el peso o la cantidad de sus
mercancías, perdía la mano derecha, o ambas según el grado y el móvil de la estafa. El culpable de falsa acusación recibía
el castigo que hubiera sido inflingido al acusado, de haber sido fundada la denuncia.
El destierro era un castigo grave. En el extremo nordeste del país, junto a la frontera de Palestina, se levantaba una
fortaleza adonde se deportaba, después de cortarles la nariz, a los funcionarios culpables de violencia con sus
subordinados. En el extremo sur, en la actual Etiopía, se encontraba otro campo de desterrados o exiliados que acogía a
los detenidos, mutilados, que trabajaban en las minas de oro. Esta “Siberia” egipcia inspiraba tal terror que el juramento
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prestado por los testigos ante el juez se formulaba a menudo ante las normas de Maat y de la siguiente manera: “¡Si
miento, que me mutilen y me envíen a las minas de Etiopía!”.
Aproximadamente hacia el 650 a. de C., el nuevo faraón decidió que cada año todos los egipcios debían indicar a la
autoridad o responsable local cuáles eran sus medios de subsistencia. Así se calculaba el monto de sus impuestos. Quien
no lo hiciera y no justificara un modo de vida honrado era castigado con la pena de muerte.
Sin duda, cuando se habla del Derecho y de los procedimientos penales del antiguo Egipto, no se debe olvidar o pasar
por alto que nos estamos refiriendo ¡a tres milenios de historia!, un período bastante largo, y jamás igualado, en el
desarrollo de un pueblo. ¡Qué enormes y diversos cambios ha experimentado nuestro mundo, nuestra cultura
occidentalizada y nuestra concepción de la vida entre el desarrollo de las Cruzadas, el siglo del vapor y la electricidad, y la
era postmoderna de las computadoras, el Internet y la telefonía celular!. Y sin embargo, este período no es más largo que
el que separa cronológicamente el comienzo del Imperio Antiguo del comienzo del Imperio Medio.
La Música y la Danza en el Antiguo Egipto
Esta manifestación artística debió ser muy importante en el aspecto social en el valle del Nilo, puesto que hasta
nosotros han llegado incluso los nombres de algunos músicos o de algunas cantantes de los templos. Parece claro que la
relación musical de Egipto con el área mesopotámica supuso un importante trasvase de influencias.
Ningún sistema de notación ha llegado hasta nosotros, pero existen muchas pruebas de que se le tenía en gran
consideración. Según Platón, las normas sobre la música eran las más rígidas, siendo permitidas por las autoridades sólo
ciertas clases o tipos de melodías o canciones. Estrabón lo confirma señalando que “los niños de los egipcios aprenden
letras, canciones fijadas por la ley y una cierta clase de música establecida por el gobierno con exclusión de cualquier
otra”. Sin embargo, Diodoro no coincide con esta afirmación y admite que los poetas y músicos visitaban Egipto para
mejorar su arte.
El origen de la música se atribuía a la divinidad, en ocasiones a Isis, pero más particularmente a Thot. La música primitiva
consistía principalmente en instrumentos de percusión, que se acompañaron después, cuando avanzó la cultura, con
caramillos y flautas. Pero desde tiempos muy remotos los egipcios emplearon también instrumentos de cuerda de
diferentes tipos. En las tumbas tebanas se representan grandes arpas hasta de 182 centímetros de altura con muchas
cuerdas, lo que nos indica un conocimiento avanzado del arte musical, de los intervalos y de la ejecución armónica.
Incluso una pintura muy famosa muestra una procesión cómica donde un simio va tocando el arpa, otros dos instrumentos
de cuerda y las flautas dobles, al parecer, todos al mismo tiempo.
Probablemente en el antiguo Egipto coexistieron dos tipos de música y sus exponentes pertenecieron a clases muy
diferentes de la sociedad. La más alta, que seguramente era muy estereotipada y “culta”, era enseñada y tocada por los
sacerdotes y era más o menos religiosa o mística, mientras que la música popular que se disfrutaba en las fiestas era
interpretada por músicos pagados y a menudo acompañados de bailarines, si es que no bailaban ellos mismos.
La predilección del faraón por el canto y los entretenimientos musicales es evidente dado el hecho de que existía un
funcionario de estado que ostentaba el título de “Superintendente del canto y de las recreaciones del faraón”, pero el
monarca no parece haber concedido nunca algún honor particular a los intérpretes, así como tampoco se sabe de algún
músico de alto rango. Los intérpretes musicales podían ser tanto hombres como mujeres, sin evidencias de discriminación
o sexismo en el aprendizaje y la ejecución de este arte.
En Egipto existió una música religiosa, de la que sólo se conocen algunos textos, pero no el tipo de ritmos o melodías que
los acompañaban. En algunos ritos ceremoniales, como los dedicados a la diosa Isis, las sacerdotisas cantaban
interpretando a la diosa en sus plegarias o súplicas, mientras eran acompañadas por instrumentos como el sistro, los
crótalos y los panderos. El sistro estaba compuesto de varias láminas metálicas colgadas de una horquilla, que, al chocar
entre sí, producían un tintineo cuyo sonido era símbolo del poder divino. Los crótalos eran unos diminutos platillos que se
enganchaban a los dedos para hacerlos chocar y producir el sonido; también son conocidos con el nombre de címbalos.
Otros instrumentos usados fueron el arpa de caja(del tercer milenio a. de C.), la flauta recta y el clarinete doble(dos
tubos con lengüeta que sonaban al unísono); la lira y los tambores fueron traídos de Mesopotamia, así como el oboe
doble, que desplazó al clarinete.
En la época del Imperio Nuevo se introdujeron las trompetas(que eran de oro y plata)y el laúd.
Junto a la música religiosa existió una música profana de carácter social y cortesano, pero desgraciadamente casi nada se
sabe de ella. Por algunas referencias a textos literarios, parece ser que ciertas composiciones poéticas se recitaban con
acompañamiento musical de instrumentos como el arpa. Este tipo de recitales no se limitó, según se desprende de la
temática de los textos, al ámbito cortesano, sino también era escuchado por el pueblo en general en sus distintas reuniones
o celebraciones sociales.
También debió existir una música profana popular relacionada con las tareas agrícolas y muy adecuada al carácter
despreocupado del pueblo egipcio.
Por otro lado, el baile como espectáculo fue uno de los entretenimientos favoritos de los antiguos egipcios, pero es
improbable que se tratara de un pasatiempo, al menos entre las clases socioeconómicas altas. Los bailarines solían ser
mujeres y la danza se asemejaba más a un movimiento rítmico que a uno que precisara de mucha energía. Estas bailarinas
solían verse en representaciones de banquetes. También aparecen en procesiones funerarias, y en todo caso siempre
acompañadas de música y de palmadas o aplausos.
Aparentemente existieron danzas de guerra y de la cosecha que eran ejecutadas por hombres que constituyeron con alguna
probabilidad los bailes nacionales. Un fresco de una tumba en Beni Hasan representa dicha danza de guerra.
En cuanto a los instrumentos musicales que ya se mencionaron, nuestro conocimiento de ellos se deriva de las pinturas
de los monumentos y varios ejemplares que se han encontrado. De los Instrumentos de Percusión había dos o tres tipos de
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tambores, címbalos, una variedad de castañuelas, pandereta y el ya mencionado sistro o sistrum. La forma más común de
Tambor consistía en un cilindro estrecho y largo de madera o cobre con pergaminos en ambos extremos y cubiertos con
cuerdas fabricadas de helecho. Se colgaba sobre los hombros y se llevaba a la espalda para andar. Figura principalmente
en escenas militares. Un tambor similar al moderno darabooka se representa en ocasiones en las paredes de las tumbas.
Parece un recipiente de cerámica en forma de embudo con pergamino tirante en la boca ancha. Los Címbalos eran muy
parecidos a los actuales aunque de tamaño inferior. Estaban hechos de latón o de una mezcla de latón y plata. Las
Castañuelas estaban fabricadas con varas de madera o de marfil ligeramente curvadas y de unos 30 centímetros de largo,
que se remataban con una representación de una cabeza humana. Las pinturas de Panderetas en las paredes de las tumbas
no muestran los aros de metal que asociamos con el instrumento actual, pero dada la forma en que el músico la sujeta
puede concluirse que la pandereta egipcia estaba provista de ellos.
De los Instrumentos de Viento sólo se han conservado los de madera, pero los frescos de los monumentos muestran las
Trompas acompañadas con Trompetas y sus trompetistas. La Flauta podía ser de varios tipos. A veces tenía una longitud
extraordinaria, entre 120 y 150 centímetros. Los ejemplares encontrados varían de 210 a 450 centímetros de longitud.
Estaban hechas sobre todo con juncos y tenían tres, cuatro y a veces cinco agujeros. Las flautas también estaban
fabricadas con madera, marfil, de cuerno y hueso. La Doble Pipa o Clarinete Doble aparece representada en los
monumentos con mayor frecuencia que la flauta, generalmente tocada por mujeres y a veces mientras éstas danzan. Estaba
hecha de los mismos materiales que la flauta.
Los Instrumentos de Cuerda representados en los monumentos eran de varios tipos. Además del Arpa, contaban con Liras,
Guitarras o Laúdes y otros cuyos nombres desconocemos. El arpa fue usada en Egipto desde los primeros tiempos,
encontrándose muchas variedades en las paredes de las tumbas. En ocasiones se tocaba sola, a veces con otros
instrumentos y en otras como acompañamiento de la voz. El número de cuerdas variaba de cuatro a veintidós. Algunas
eran de gran tamaño, obligando a los músicos a permanecer de pie para tocarlas. Con más frecuencia se sentaban en
cuclillas para hacerlo. El instrumento descansaba en el suelo o se sostenía con alguna clase de apoyo. A menudo se
decoraba con elaborados diseños policromados. La lira podía adoptar muchas formas. Tenía de cinco a dieciocho cuerdas
que se tocaban con la mano o con una púa; a veces se tocaban las cuerdas con la mano izquierda mientras la derecha
tocaba con la púa. El instrumento se sujetaba de diferentes formas, en ocasiones bajo el brazo. La guitarra, o el laúd, es el
instrumento con el que nos encontramos más a menudo. Las mujeres eran principalmente las encargadas de hacerlas
sonar. El cuerpo ovalado era de madera o de madera cubierta con piel perforada con varios agujeros. Con su largo cuello
debió haber medido unos 120 centímetros. Las tres cuerdas que tenía se ajustaban al cuerpo mediante una pieza triangular
de madera o hueso y por el otro extremo se ajustaban al cuello mediante una pequeña barra transversal.
La Infancia. El Mundo de los Niños en el Egipto Antiguo
Si existe algo que destacó durante la época del antiguo Egipto, fue sin duda el amor que este pueblo mostró por los
niños. El cuidado de los pequeños se realizaba sin tener en cuenta ninguna clase de discriminación de sexo. Al nacer eran
recibidos con igual agrado tanto los niños como las niñas y su infancia transcurría tranquila.
El Nacimiento. Para los egipcios la descendencia era un objetivo primordial ya que consideraban que un hombre sin hijos
pasaría tras su vida al más absoluto de los olvidos, ya que su nombre no podría ser recordado, como si nunca hubiese
existido. Los hijos varones garantizaban la continuación del linaje, a la vez que serían los encargados del culto funerario y
del cuidado de la tumba familiar.
El nacimiento de los hijos tenía lugar en el hogar. El estudio de las momias ha revelado que muchas mujeres morían
durante-en el transparto-o inmediatamente después del parto-en el posparto-, o en el puerperio, sobre todo de septicemia.
Al nacer, la esperanza de vida rondaba entre los 18 o 20 años, y los hijos se tenían a edades muy tempranas. En el
momento del parto eran habituales los rituales de magia y protección, y una vez llevado a cabo el alumbramiento se
invitaba al padre a entrar en la sala para que pronunciara el nombre de su hijo por primera vez. La elección del nombre era
algo sumamente importante para los antiguos habitantes del Valle del Nilo, ya que consideraban que el nombre marcaba e
influía en el destino del niño, y que en él se concentraba toda la esencia misma del individuo.
Los niños eran amamantados hasta los tres años de edad, y la leche materna, “bebida divina que tenía un significado de
resurrección”, se utilizaba también para preparar medicinas y pociones.
Los Primeros Años. Durante los tres o cuatro primeros años de vida los niños estaban al cuidado de la madre. En las
familias más acomodadas eran las nodrizas las encargadas de alimentarlos y cuidarlos.
Las madres de clases más populares cargaban con sus bebés sobre su pecho por medio de una especie de sacos atados al
cuello. En los primeros años de vida los pequeños corrían serios peligros, como enfermedades y accidentes, por lo cual el
índice de mortalidad infantil era bastante elevado. Como era de esperar ente estos avatares e intríngulis, a los niños se les
protegía con diferentes tipos de amuletos, desde el mismo momento de su nacimiento.
Al cumplir los cuatro años de edad era el padre el que se encargaba de su educación y los niños empezaban a ayudar a sus
padres en pequeñas tareas en el campo, o aprendiendo el oficio que desempeñaba su progenitor. Como era de suponer, las
niñas permanecían en casa ayudando a la madre en sus quehaceres diarios.
Los niños acompañaban a los padres en los trabajos del campo y en las fiestas que conmemoraban a lo largo del año los
beneficios recibidos de los dioses. Su carácter infantil se puede apreciar en los relieves de las tumbas, tanto en la
informalidad de sus posturas como en el manejo de las ofrendas.
La infancia de los antiguos egipcios transcurría al aire libre junto con los animales. Los perros, gatos, cabras, patos se
convertían en fieles compañeros de juegos para los niños egipcios. Los niños practicaban diversos “deportes”, sobre todo
en el Nilo, donde jugaban en equipos y entablaban batallas de barcas, “juego” cuyo objetivo era el derribar al mayor
número de miembros del equipo contrario. Por otro lado, las niñas practicaban un tipo de gimnasia en sus momentos de
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juego, danzaban y cantaban, y en algunos textos se hace mención a un curioso juego practicado por ellas y que era
conocido como el “juego de la estrella”, en el que unas de las niñas giraban alrededor de otras tomadas de las manos y
apoyándose en los talones, en lo que se puede considerar una especie de versión antecesora del juego del corro que se
juega en España, o de las rondas infantiles practicadas en México que hoy conocemos, pero que desgraciadamente han
caído en el olvido por las nuevas generaciones más digitales y cibernéticas.
Los Juegos, Deportes y Juguetes del Egipto Faraónico
Según cuentan los escritos antiguos, el pueblo egipcio se caracterizaba por su buen sentido del humor. Los habitantes
del Valle del Nilo eran personas alegres, a pesar de profesar un culto muy místico y esotérico a la muerte y al Más Allá.
Amaban la vida y cuantas diversiones ésta pudiera ofrecerles. Aunque la mayoría de las distracciones y divertimentos eran
un privilegio de los ricos, todos los estratos sociales encontraron un hueco para desarrollar su ocio.
La Caza, un deporte de élite. La sociedad egipcia, por su organización piramidal, presentaba un gran número de
contrastes y el deporte no podía ser una excepción. La caza, que para las clases más humildes suponía un complemento a
su lucha por la subsistencia, para los privilegiados era la distracción y el deporte por excelencia. Aunque la práctica
deportiva era bastante distinta de la cacería por la supervivencia.
Los miembros de la realeza y la aristocracia egipcia consideraban a este deporte una vía de demostración de su fuerza y su
virilidad. Por este particular motivo es que se conocen un gran número de escenas de cacerías que tienen al faraón o a los
príncipes como protagonistas indiscutibles e imbatibles a la hora de matar a sus presas. La práctica aristocrática de la caza,
no obstante, no fue de ningún modo tan heroica como trataban de mostrarnos sus participantes. Se sabe que muchos
nobles, incluyendo algunos faraones, tuvieron severos accidentes tratando de cazar hipopótamos en el Nilo.
En la mayoría de los casos los animales eran atraídos, mediante “trucos” o señuelos, a lo más profundo del valle, donde
eran acorralados por jaurías de perros para ser posteriormente abatidos por flechas y otras armas arrojadizas. Todas las
posibles salidas para el animal quedaban cerradas, por lo que a poca habilidad que tuviese el cazador, la labor solía
culminar con gran éxito. Normalmente el cazador estaba muy confiado en ganarle a su presa, ya que se pensaba que esta
actividad no entrañaba en ningún momento riesgo para sus privilegiados participantes, ya que siempre iban acompañados
de un grupo de arqueros, que no dudaban en intervenir en caso de necesidad, pero con todo y eso, como ya se mencionó,
los fatales accidentes podían suceder.
Entre las escenas de caza más conocidas encontramos los bajorrelieves de Ramsés III en Medinet Habu, en los que el
faraón aparece en su carro de combate persiguiendo a leones, toros salvajes y antílopes.
Ramsés II también fue representado en escenas de cacería, costumbre de la que no se excluyó ni siquiera a Tutankhamón,
que a pesar de su corto reinado fue inmortalizado cazando leones en su carro de combate, en una escena que aún hoy día
se discute y arma una polémica, de que posiblemente no se produjo nunca o de que quizás un accidente en esta actividad
fuera la verdadera causa de su muerte.
La caza se practicaba en los amplios cañaverales situados en ambas márgenes del Nilo. La obtención de alimento, junto al
deporte realizado, tenía también grandes connotaciones religiosas, por ser los animales “frutos” sagrados de los dioses.
Prueba de ello son los objetos que, destinados a la caza, se encontraron en la tumba de Tutankhamón, donde las armas
arrojadizas y otros objetos contundentes tenían inscripciones rituales.
Las escenas de grandes partidas de pesca o batidas para cazar aves con redes, como se pueden observar en un relieve del
templo de Edfú, tenían un doble objetivo, primero, la consecución de la gesta deportiva, donde en ocasiones los cazadores
eran dirigidos por el propio faraón ayudado por los dioses, y segundo, el de la obtención de alimentos.
La Lucha y las Naumaquias. Aunque las actividades cinegéticas como deportes sólo estuvieran al alcance de las élites,
hubo otros deportes como la lucha libre o la naumaquia que si estuvieron al alcance de todo el pueblo. Con respecto a la
lucha, aunque no existen excesivos testimonios, es posible encontrar algunos ejemplos en las paredes de los recintos
funerarios; la mejor representación de esta práctica se puede apreciar en las tumbas del Imperio Medio de Beni Hassan. En
estas escenas se puede observar un gran número de “llaves”, algunas de las cuales han perdurado hasta nuestros días,
aunque la gran mayoría están prohibidas en la actualidad, ya que los combates eran de una enorme dureza y se
encontraban reservados para unos pocos, aquellos cuya condición física les permitiera la participación. En las
composiciones a menudo aparece una figura arbitral que evitaba que los luchadores violaran las reglas del combate, si
bien la reglamentación de las peleas de lucha libre no ha llegado aún hasta nuestra actualidad.
A parte de la lucha, los antiguos egipcios se ejercitaron en un buen número de actividades al aire libre, como lo son las
regatas, la pesca o los juegos de destreza física y bélica. El atletismo también estaba bastante extendido entre la población,
esto milenios antes de que en Grecia naciera una verdadera cultura deportiva, y se competía en saltos de altura, carreras y
lanzamientos de peso. El empleo del arco, además de su utilidad bélica, también tuvo su reconocimiento deportivo y se
practicó el tiro para demostrar la puntería al disparar las flechas a un marco tipo diana; también era común arrojar
jabalinas a un bloque de madera o practicar una clase de “la gráce”.
Otro deporte muy común en el antiguo Egipto fueron las naumaquias, en las que competían dos embarcaciones, cada una
de las cuales estaba tripulada por un equipo que empleaba los remos para tratar de arrojar a las aguas del Nilo a los
miembros del equipo contrario. Estas actividades estaban extendidas entre las clases populares, las clases privilegiadas
disfrutaban presenciándolas y en algunas ocasiones participaban en ellas.
Diversiones para la Realeza. Aunque son pocas las fuentes en las que se narran episodios de ocio con los faraones como
protagonistas, existen algunas anécdotas documentadas que nos muestran las aficiones de algunos soberanos, como lo es
el caso de Snefru. Según cuentan los escritos, el faraón Snefru tuvo en una ocasión una enorme crisis de aburrimiento.
Tras una infructuosa búsqueda de distracciones por las dependencias del palacio, hizo llamar al sacerdote lector, el cual le
recomendó como entretenimiento, armase una embarcación con las mujeres más hermosas de su harén, y que recorriese el
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río, para divertirse al verlas remar semidesnudas. Esta superflua, banal y peregrina idea fue del total agrado del faraón, el
cual rápidamente hizo equipar su embarcación con “veinte remos de oro y sándalo, y mandó buscar a veinte mujeres de
hermosos cuerpos y duros senos”, para que le condujesen en su muy peculiar paseo. No cabe ninguna duda que desde la
antigüedad, y hasta la fecha, las diversiones de las clases más poderosas y pudientes siguen siendo muy excéntricas.
Los Juegos de Salón. El clima caluroso del país animaba mucho la vida activa de los antiguos egipcios en el exterior de
sus casas al aire libre, pero éstos al mismo tiempo también gustaban de los entretenimientos y diversiones vividas en la
intimidad y tranquilidad de su hogar. Entre estos divertimentos estaban los juegos de mesa.
Algunos de los juegos de mesa empleados en el antiguo Egipto se han perdido con el pasar de los milenios, pero otros han
llegado hasta la actualidad, esto a través de sus representaciones en las pinturas decorativas de las tumbas, o de las piezas
que se encuentran en los distintos museos con colecciones egipcias.
Los juegos de mesa que más gustaban a los antiguos egipcios y que se encuentran representados en las paredes de algunas
de las tumbas tienen notables analogías con los que actualmente practicamos-o practicábamos-los hombres actuales. Pares
o nones, mora y un juego llamado senet eran los más frecuentes. Algunos estudiosos han relacionado este juego senet con
el actual juego de las damas, aunque la verdad la relación entre ellos es escasísima. El tablero del senet era rectangular y
estaba dividido en 30 casillas y tres hileras de 10 compartimentos. Sus fichas eran similares a los peones de nuestro actual
ajedrez y cada jugador contaba con 10 fichas-en el Imperio Antiguo sólo se empleaban siete-. Aparentemente las fichas
avanzaban tantas casillas como el número obtenido al tirar unos palitos, y ganaba el jugador que llegaba primero el final
del tablero. Este juego estaba bastante extendido y diseminado entre la población, por lo que han llegado hasta nosotros
numerosos tableros que los arqueólogos han descubierto en las tumbas, algunos muy laboriosos y hermosos, y otros más
modestos o sencillos. De la variedad de tableros descubiertos resulta evidente que existieron varias formas que
probablemente correspondían a distintos tipos o niveles del juego. Hasta el día de hoy se han encontrado muchos tableros
que parecen ser de senet y lo que serían sus fichas, pero es casi imposible recuperar las reglas correctas de este juego o
conocer siquiera cómo se jugaba exactamente. Entre las más hermosas representaciones de este entretenimient o destaca la
escena que se puede observar en las paredes de la Tumba de Nefertari en el Valle de las Reinas, donde la reina aparece
jugando al senet con su esposo, el faraón Ramsés II.
Curiosamente uno de los pasatiempos más populares en el actual Egipto es el juego del backgammon, posiblemente de
ciertas similitudes con el antiguo juego del senet, que tuvo en el antiguo Egipto simbologías mágicas. No es raro encontrar
en las tumbas, como ya lo vimos en el caso de la de Nefertari, representaciones del difunto jugando al senet contra un
contrincante invisible, posiblemente para ganarse su entrada al reino de Osiris. En la tumba de Tutankhamón se
encontraron cuatro tableros de juego senet para que el faraón difunto pudiera entretenerse durante su viaje al Más Allá.
Similar al senet era el zan, también conocido como el juego de los ladrones, cuyo tablero también era rectangular y estaba
dividido en cuatro filas de tres casillas cada una, y que se encontraba en muchas ocasiones en el reverso del tablero del
senet.
Otro juego de mesa era el mehen, o juego de la serpiente, cuyo tablero en forma de disco representaba precisamente a una
serpiente enroscada. La cabeza se encontraba en la parte interior y la cola en la exterior, habiendo varias espirales en el
cuerpo de la misma y en cada una de ellas varias casillas. El juego se completaba con unas esferas y seis fichas en forma
de león, que en ocasiones llevaban los nombres de faraones famosos; al parecer, sus reglas eran algo similares a las del
actual juego de la oca.
Entre las clases populares estaban preferentemente extendidos los juegos como el de los treinta puntos, cuyo tablero tenía
forma de escudo y disponía de 60 agujeros, 30 para cada jugador, y 10 fichas en forma de bastoncillos que se insertaban
en los orificios. Los más humildes se confeccionaban ellos mismos los tableros o dibujaban los cuadros y casillas en el
suelo, utilizando piedrecillas como fichas.
Mora es el nombre que recibe en Italia un juego también jugado por los antiguos romanos, que consiste en que uno de los
participantes tiene que adivinar el número de dedos que saca el otro; se piensa que posiblemente también tiene un origen
egipcio. Los juegos de dados pertenecen a épocas posteriores, principalmente durante el dominio del Imperio Romano.
Diversiones Infantiles. Para los niños egipcios no sólo los juegos descritos en el apartado anterior de la niñez eran la
única manera de entretenerse. Son varios y numerosos los juguetes descubiertos en varias excavaciones y en diferentes
yacimientos arqueológicos con los que los pequeños egipcios pasaban sus ratos de ocio. Entre ellos destacan las
imitaciones en madera de muchos animales como los caballos, leones, cocodrilos e hipopótamos pintados con alegres
colores. También jugaban con carros hechos de arcilla y muñecas de distintos materiales. Se han encontrado muy diversas
clases de muñecas para niñas, desde las de madera y marfil de la XI dinastía con brazos móviles a la muñeca de trapo de
la época grecorromana. Algunas de ellas aún conservan algo de pelo en sus cabezas, otras muestran los agujeros en los
que se había insertado dicho pelo. Otro juguete interesante es un figura atada de brazos y piernas, fijada a una vara y
movida por una cuerda, que simula a una marioneta moderna. Una pieza arqueológica de madera, clasificada con el
número 6343, en el Museo de El Cairo, representa a un pájaro que misteriosamente tiene la cola vertical, aportando un
carácter aerodinámico a la pieza. Este juguete fue encontrado en una tumba de Sakkara y procede del Imperio Antiguo.
También se encontró un curioso cocodrilo que movía su mandíbula y claro, como era de esperarse, muchas pelotas,
algunas hechas de madera pintadas por secciones en dos colores, otras de cuero relleno de juncos y hasta las fabricadas
con caña, papiro o barro. El juego de pelota era el más habitual entre los niños egipcios, y aunque no sabemos que juegos
o “deportes” se practicaban con estas pelotas, es muy posible argumentar que quizás fueran, tal vez, o un fútbol o un
handball con reglas muy primitivas o hasta muy distintas de las que conocemos actualmente; la verdad es muy
complicado, casi imposible averiguarlo, lo curioso es que al igual que en otras culturas antiguas el uso de la pelota
redonda para jugar fue también conocido en el antiguo Egipto, tal vez debido a ese inconsciente colectivo jungniano que
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nos conecta al círculo primitivo, al ciclo redondo interminable de vida y muerte, al mandala esotérico o quizás, a la simple
y natural redondez de nuestro planeta, del sol y de la luna.
Todos estos juguetes estaban sólo al alcance de los niños pertenecientes a las clases más acaudaladas económicamente,
esta restricción daba lugar a que el juego más habitual entre los niños más pobres fuera el de la perinola, el trompo o la
peonza, que en aquella época consistía en unos trompos de piedra de cuarzo que se hacían girar con las manos o con una
cuerda enrollada, tal y como se hace, todavía, hoy en día.
Las Fiestas en el Egipto Antiguo
En las fiestas o Heb del antiguo Egipto se entonaba música para deleitar a los hombres y se otorgaban ofrendas para
adorar a los dioses. Las pinturas murales de las tumbas nos muestran que las fiestas y los convites o convivios eran muy
apreciados por los egipcios.
Existieron fiestas religiosas(se celebraban innumerables fiestas durante todo el año en honor de varios dioses)y fiestas
paganas, fiestas propias de cada dios, otras individuales y privadas de los hombres, de peticiones a la divinidad, fiestas de
las crecida del Nilo, de la cosecha, de la aparición de Sirio, del año Nuevo, del comienzo del mes, de las fases lunares, de
los días epagómenos, fiestas estatales, conmemoraciones por una victoria militar, fiesta de la coronación y del jubileo.
Las fiestas de la cosecha se celebraban en honor del dios Min. Parte del año se dedicaba a aquellas celebradas en honor de
Osiris, al término de las cuales, que eran durante los días 22 al 25 del mes Mechir(diciembre), tenía lugar un extraño
festival en Busiris(Abusir)para conmemorar la “recuperación de la espina dorsal” del mesiánico dios. Por otro lado,
sacerdotes de distintos santuarios y templos tomaban parte en una batalla falsa y simbólica posiblemente emulando de
manera teatral la lucha entre Horus/Osiris y Seth. Pero quizás, las más conocidas universalmente de todas las fiestas del
antiguo Egipto, eran aquellas en honor de Hapi, el dios del Nilo; y, como ya lo mencionamos, las de Osiris.
Las fiestas de la diosa Hathor parecen haber tenido una tendencia báquica. Las inscripciones mencionan una “Fiesta de la
Embriaguez” celebrada en Dendera en su honor.
En Sais, las fiestas se dedicaban principalmente a la diosa Neith, mientras que en Menfis la de Ptah-Seker-Osiris
destacaba por su gran pompa y religiosidad; se celebraba el 22 de diciembre(mes de Mechir)de la época antigua y tenía
cierta relación con el solsticio de invierno.
Un himno a Amón-Ra menciona la fiesta del cuarto del mes y de los días seis y nueve del mismo. Por otra parte, en cada
acto importante del año para el pueblo había una fiesta especial: el corte de un dique, la apertura de los canales de
irrigación, la maduración de la primera gavilla, el traslado del cereal cosechado y así sucesivamente. Parece ser que a los
antiguos egipcios les gustaba celebrar por todo.
En las grandes ocasiones festivas religiosas-populares, la imagen, o el símbolo del dios o de la diosa de la ciudad se
llevaba en una barca especial simbólica para procesiones alrededor de su templo, sus recintos y a otros templos “de
visita”.
Existía, igualmente, la Fiesta de los Difuntos o Fiesta del Valle, celebrada el día 17 del mes Payni(abril)-décimo mes del
año egipcio-, también llamada la Fiesta del Fuego, ya que era cuando los sacerdotes prendían fuego en frente de las
estatuas de las habitaciones sepulcrales de las tumbas reales, y toda la región encendía lámparas nuevas y el pueblo pasaba
la noche entre festines y visitas a las tumbas de sus familiares y amigos muertos.
Una de las festividades más importantes para el antiguo Egipto era la que tenía lugar el día 1 del mes Thot, es decir, e l día
20 de julio, que es el día aproximado de la ascensión de Sothis(Sirius), y que marcaba el inicio de un nuevo año.
Fiestas Privadas
Todo el pueblo egipcio celebraba fiestas privadas, pero las que se conocen, por las pinturas y los papiros son las de las
clases más altas. Las del pueblo en general no debían de ser muy diferentes, salvo quizá en la riqueza de adornos y trajes y
en la menor diversidad de los alimentos.
Al iniciar la fiesta, los anfitriones saludaban a sus invitados ofreciéndoles guirnaldas de flores. Las flores tenían una gran
importancia en la parafernalia de las fiestas y en prácticamente todas las pinturas que se refieren a éstas aparecen.
Los dueños de la casa se sentaban en sillas de alto respaldo con incrustaciones de oro, plata, turquesas, cornalina y
lapislázuli; parecidos asientos eran destinados para los invitados. Si la vivienda no era tan lujosa, los asientos eran más
sencillos, con sillas en forma de X, taburetes o simplemente esteras. Los asientos preferidos de las jóvenes eran grandes
cojines de cuero repujado. En algunos casos los hombres se colocaban a un lado y las mujeres a otro y en otros estaban
entremezclados libremente; es posible que así se diferenciasen los casados de los solteros.
Sobre este tema existe un dato muy curioso que deseo compartir al lector, y es que habitualmente se colocaba sobre la
cabeza de los anfitriones y los invitados a la fiesta unos conos de color blanco que contenían pomada perfumada, que las
sirvientas distribuían y que era nota imprescindible de buen gusto y elegancia. Estos curiosos conos son fácilmente
detectados en las pinturas murales de muchas tumbas y despertaron múltiples hipótesis sobre qué eran y para qué servían
entre los primeros egiptólogos. Este adorno era muy necesario para la “etiqueta” egipcia, disimulaba los olores de la
comida y la cerveza, y expandía un aroma agradable-en éstos tal vez esté el origen de los aromatizantes de ambiente tan
solicitados hoy día-. Los egipcios, al igual que ocurría con las ofrendas florales, apreciaban mucho esta gentileza de los
conos perfumados.
Los alimentos y el vino necesarios para la fiesta se colocaban, de forma sugestiva para los sentidos, sobre mesas,
mostradores y anaqueles. Los alimentos más comunes fueron el pan y la cerveza, seguidos de todos los frutos que la
huerta del Nilo proporcionaba. Las tareas culinarias para las festividades se centraban en los moldes de cereales para
tortas-pasteles-y galletas, elaboración de purés con los distintos vegetales, guisos con las legumbres, horneados para los
postres dulces y papillas de frutas. Las carnes y pescados se horneaban para uso directo o se desecaban para su
almacenamiento. No existían grandes diferencias entre los alimentos consumidos por las clases sociales altas y las clases
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más humildes durante las fiestas. Quizás el único factor diferenciador fuera una calidad que repercutía en el precio. De
esta manera y como ejemplo se puede mencionar que un pan bien elaborado y más caro no contenía en su harina restos de
arena que producirían a la larga entre la población graves problemas dentales. Los detalles sobre la comida dibujados o
esculpidos en tumbas y templos han facilitado la tarea de poder evaluar las costumbres alimenticias de los antiguos
egipcios. Por ejemplo, las ofrendas de animales para las fiestas se hacían tras destriparlos y despellejarlos, adobados con
sal procedente de Wadi el-Natrum, aparte de otra gran cantidad de especias.
La inclusión de la música estaba, como ya se mencionó, muy generalizada. Se utilizaban sistros y crótalos-menat en
egipcio-en honor a la diosa Hathor, címbalos de metal y arpas. La danza de bellas jóvenes completaba la distracción y el
ambiente, y al igual que ocurre en las fiestas actuales, se consumían bebidas y golosinas durante el resto de la velada.
La Fiesta de Opet
Cada año, en el decimoquinto día del segundo mes de la inundación, se celebraba la Fiesta de Opet. En ella, el dios
Amón junto a su esposa Mut y su hijo Khonsu, abandonaba su templo en Karnak para visitar Luxor(a cuatro kilómetros de
distancia)durante dos semanas. Las tres estatuas eran transportadas en barcas sagradas-la de Amón estaba cubierta de oro-.
Los peregrinos remontaban el río hacia Luxor entonando himnos y acompañándose de sistros, laúdes y tambores. También
formaban parte del cortejo múltiples sacerdotes, cantantes, bailarines y acróbatas. En el trayecto del camino se ofrecían
ofrendas en las capillas instaladas a lo largo del recorrido. De nueva cuenta, cualquier parecido con las peregrinaciones
católicas vigentes hasta nuestros días no parece una simple coincidencia, más bien una herencia milenaria poco, muy poco
comprendida pero muy aceptada.
Durante el tiempo que los dioses estaban en Luxor se celebraban múltiples ceremonias y la vuelta a Karnak transcurría
prácticamente del mismo modo que la fastuosa ida.
La Fiesta del Valle
Esta fiesta se celebraba en Tebas con el surgimiento de la luna nueva del décimo mes del año y era conocida como la
Fiesta de los Muertos, cuando las familias visitaban las tumbas de sus difuntos, llevándoles alimentos y bebidas y
acampando junto a sus tumbas,¿coincidencia, herencia, inconsciente colectivo... usted que piensa amigo lector?. Durante
esta fiesta Amón, invitado por el faraón y vestido con su traje ceremonial de lujo, visitaba la orilla occidental del Nilo en
su nave procesional, transportada por los sacerdotes que la colocaban en una barcaza sagrada. El dios venía desde el oeste
e iba parando en los diferentes templos donde los monarcas divinizados fallecidos le habían rendido culto en vida y
dedicado homenajes. Esta fiesta tenía una duración de doce días.
La Fiesta Tenait
Esta era una de las fiestas conmemorativas y representativas de la muerte de Osiris, celebrada en el séptimo día de cada
mes. En el célebre texto del Templo de Dendera se incluyen las instrucciones para su celebración. Se entiende que era una
celebración más litúrgica-religiosa, y no tanto popular y social. Tenait era también el nombre de la quinta hora del día y de
ciertos días del mes.
La Fiesta del Sed o Heb Sed-Juventud eterna para el faraón
La fiesta Heb Sed regeneraba la energía vital del faraón, asegurando con ello la prosperidad de Egipto. Renacer para
volver a vivir, tal es el más viejo anhelo de la humanidad. Sólo los antiguos egipcios vistieron esta esperanza con una
religión encaminada a una eterna pervivencia en el Más Allá. Porque para ellos la cuestión no estribaba en resucitar, sino
en volver a nacer para iniciar una existencia nueva y totalmente placentera, aunque conservando el mismo cuerpo, nombre
y personalidad. Y no en un lugar nuevo idealizado por los teólogos, sino en una dimensión cuyos paisajes eran muy
similares, casi idénticos, a los que contemplaron en el transcurso de su breve existencia terrenal. No pudiendo ignorar la
muerte física, buscaron la manera de burlar sus catastróficos efectos. Idearon un panteón de dioses, formas de un única
divinidad Atum-Ra, y lo más importante, se lo creyeron todo con una fe de alcances insospechados y únicos en la historia
de toda la humanidad. Entre este conglomerado de dioses estaba Osiris, señor de ultratumba y de los “occidentales”, los
muertos-ya que por occidente es por donde muere el sol cada día-, que era el juez supremo y anfitrión que juzgaba en el
Amenti y recibía en los Campos de Ialu a los fallecidos bienaventurados. En su imaginario bastante vívido, la momia era
una especie de crisálida de la que surgiría, tras un nuevo parto, el ser renacido. Para renacer era necesario, pues, pasar por
el necesario, aunque temporal, estadio de la muerte. Éste era un “espantoso” y “horrible” trance que ni el mismo faraón,
Hijo de Ra, podía eludir. Pero no sólo la incertidumbre de la muerte pendía sobre el garante único de la buena marcha del
Doble País, el faraón de Egipto y generalísimo de sus ejércitos. También la inevitable vejez con todos sus achaques podía
debilitar su energía mágica, con grave riesgo para la nación bajo su control. Había que buscar un remedio para tal
inconveniente, y así nació la fiesta Heb Sed.
El origen de esta fiesta se pierde en la oscuridad de los tiempos, ya que las primeras manifestaciones documentadas de
ésta se remontan a los tiempos predinásticos. De hecho, se desconoce su origen. Y no sólo eso, sino que se carece de un
solo testimonio que relate la totalidad de tan importante festival, aunque se conoce el fondo de su significado y sus partes
principales; todo lo que se sabe al respecto, y que es verdaderamente muy poco, procede de relieves en los que se
representa el Heb Sed.
Al principio, la fiesta Sed se celebraba a los 30 años de reinado de un faraón, repitiéndose cada década, pero esta regla no
fue siempre respetada, ya que consta que cada vez se acortó más el tiempo que mediaba entre las sucesivas celebraciones.
La finalidad del evento-erróneamente llamado del “jubileo”, pues no se conmemoraba un “aniversario” del reinado sino
un “recomenzar” del mismo-era la renovación de la energía vital del soberano. La fiesta, que duraba unos cinco días,
empezaba el primer día de la estación de la siembra. Los distintos ritos dramatizados que se celebraban durante la misma
tenían un carácter doble, pues el faraón protagonizaba cada uno de ellos como rey del Bajo y del Alto Egipto por
separado. Únicamente en una tablilla del faraón Den, de la I Dinastía, el soberano aparece ciñendo la Doble Corona. El
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propio signo jeroglífico de la fiesta evoca el doble trono ocupado alternativamente por el faraón. Para celebrar los ritos era
preciso preparar un patio abierto, en un templo ya existente o en uno de nueva construcción consagrado durante el festival
Sed, y dos salas aparte. Una de estas salas, la “Sala de los Grandes”, acogía los santuarios, hechos de junco evocando los
modelos arcaicos, donde se alojaban las estatuas de los principales dioses provinciales o de los nomos. La otra sala era “El
Palacio”, donde el faraón se cambiaba de ropa e insignias y donde descansaba. En el templo funerario del faraón Ramsés
III se ha conservado parte de este palacio, mientras que en el recinto de Djoser(Zoser), en Sakkara, se puede revivir el
ambiente del patio gracias a la réplica que Imhotep(el gran arquitecto del soberano)hizo en piedra de los antiguos
pabellones de juncos, transformando una arquitectura efímera en otra para la eternidad. Como se puede observar, el apego
de los antiguos egipcios a las viejas tradiciones se magnificaba en la fiesta Sed. Incluso durante el Imperio Nuevo se
respetó el carácter primitivo de aquella primera arquitectura religiosa. Las columnas del Akh Menu-la gran sala destinada
a la celebración de los festivales Sed-que Tutmosis III ordenó levantar en Karnak son del estilo de las que se construían
antiguamente para esta fiesta. Y no sólo eso, los sacerdotes y altos dignatarios de la corte, también actores en el drama,
empleaban una fraseología y ostentaban unos cargos totalmente en desuso y casi olvidados.
Esta unión del faraón con los dioses, con los hombres y con los campos de Egipto, ya que todo ello tenía lugar durante el
festival-que tiene paralelismos con los ritos de la coronación real-fue grabada con profusión en capillas y templos. Se
iniciaba con una solemne procesión, en la que participaba el faraón, colocando ofrendas ante las capillas de los dioses
nomales o provinciales. Posteriormente, tenía lugar el acto del que restan más testimonios: la Carrera Ritual. En el la se ve
al faraón, vestido con un corto faldellín, corriendo alrededor de unos mojones situados en el patio. En su mano lleva un
pequeño cilindro, el imyt o “documento de la casa”, una especie de escritura, o testamento, que le acredita como señor y
amo de Egipto. Porque ese patio acotado evoca el país que el rey recorre, tomando posesión del mismo como heredero
legítimo de sus predecesores. En esta ceremonia, un estandarte del dios chacal Upuaut(“El que abre los caminos”)siempre
acompaña al faraón. Este antiquísimo dios está relacionado con las legendarias “Almas de Nekhen”, ciudad del Alto
Egipto y, probablemente, con el nombre de la propia fiesta Sed, cuyo significado sigue siendo un misterio enigmático. En
uno de los actos finales, junto a las capillas de Horus y Seth, el sacerdote sem(que se ocupaba de los rituales
funerarios)entrega al faraón un arco y cuatro flechas que éste lanza a los cuatro puntos cardinales. Nuevamente, el faraón
es entronizado mirando hacia esas cuatro direcciones. El real arquero manifiesta así su dominio y protección sobre los
confines del país. El hecho de que en ciertos actos el monarca, sentado en su trono y tocado con una de las coronas, vista
un ceñido vestido evocador de la mortaja de Osiris, al que por cierto no se nombra en el festival, da pie a una interesante
hipótesis. Se puede pensar que el faraón asiste a su propio funeral, ya que sólo así, tras una muerte ficticia ritual, será
posible un renacimiento, un rejuvenecimiento en este caso, de las energías perdidas. Ello tiene su versión tardía en el mito
del ave fénix, actualización griega del ave bennu egipcia. Cansada y marchita, el ave fénix se autoincineró en el templo de
Heliópolis para resurgir de sus cenizas renovada, más blanca y más bella que antaño. El lanzamiento de las cuatro flechas
tiene su símil en un rito destinado a la protección de Osiris de las acechanzas de Seth. La lanzadora es aquí la diosa Neith,
tal como aparece en un dintel del templo de Taharqa junto al lago sagrado de Karnak. Y no sólo allí. Reci entemente una
misión arqueológica catalana ha descubierto en Oxirrinco(Alto Egipto)un osireion, un santuario subterráneo de Osiris, en
el que han aparecido unos pequeños conos de limo con la figura de la “arquera” Neith, sin duda relacionados con la
protección osiríaca. Poco a poco, la arqueología va desvelando antiguos misterios de la civilización egipcia. Cabe esperar
que algún día nuevas aportaciones aclaren las lagunas existentes en torno al festival Sed. Un festival lejanísimo en el
tiempo, pero de cuyo sustrato espiritual muy probablemente todos participamos: la aspiración a la eterna juventud.
Aunque eso sí, sabiendo lo que ya sabemos y conociendo lo que ya conocemos. Si no, ya no tiene tanta gracia ni tanto
“chiste”. Ahora bien, la fiesta Sed o Heb Sed era, en términos generales, el festival que conmemoraba los treinta años del
reinado del faraón. Se conoce muy poco de los ritos que se celebraban durante estos festejos, ya que únicamente se tiene
como fuente de información a las representaciones monumentales, algo difíciles de interpretar. Parece ser que en esta
fiesta, de carácter mágico-místico-hermético-esotérico(como lo interpretan algunos), el faraón, gracias al beneplácito de
los dioses, recuperaba el vigor, la fuerza y la juventud para seguir gobernando, procurándole a él mismo una vida
renovada llena de éxitos, al Nilo buenas crecidas que significarían buenas cosechas evitando el hambre del pueblo y a sus
súbditos tiempos de orden, paz y prosperidad. No se sabe a ciencia cierta de qué manera el faraón conseguía esos
beneficios, ya que se cree que todo se practicaba en secreto, en una reunión donde el monarca “hablaba” a solas con los
dioses, pero de lo que si hay certeza, es que estos rituales eran imprescindibles para el faraón, para así poder permanecer
en el trono los siguientes treinta años.
A últimas fechas se ha especulado y se han formulado las más llamativas hipótesis sobre la influencia de la antigua
religión egipcia y de este ritual del Heb Sed faraónico en la génesis de la religión cristiana, y una de ellas argumenta que
la fiesta podría traducirse o entenderse como una “muerte y resurrección” representada para una iniciación ritual mística,
que incluso el mismo Jesús el Cristo pudo conocer y querer llevar a cabo durante su crucifixión, recordando que el ritual
se celebraba cada 30 años del reinado de un faraón y que Cristo fue aparentemente crucificado a los 33 años de edad.
Otras pistas que existen sobre la influencia de Egipto en la religión cristiana e incluso en la redacción de los Evangelios
Canónicos son, por ejemplo, la existencia de que en la tumba de un tal Paheri(1500 a. de C.)se escenifica la conversión del
agua en vino por la magia del faraón, o en la leyenda del dios Sobek(dios con cabeza de cocodrilo adorado en la cuidad de
Cocodrilópolis)en la cual se asegura que este dios caminó sobre las aguas, y queriendo verse algo más místico y
psicológico que tal la relación entre Jesucristo y los cuatro evangelistas con el dios Horus y sus cuatro hijos, que para
algunas logias esotéricas simbolizan un tipo de proceso alquímico de refinación y ennoblecimiento psíquico con
proyección e influencia en la personalidad humana.
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Sea como sea, muchos datos y enigmas de la religión cristiana, o bien tienen una fuerte presencia, o se sugieren en las
leyendas y mitos de la religión egipcia, mucho más antigua y obviamente olvidada hasta la invasión napoleónica. Tanto es
esto que algunos especialistas actuales afirman que todo lo escrito y narrado en el Biblia es sólo una recopilación de
cuentos y anécdotas, reales y ficticias, de las culturas egipcia, babilónica, caldea, asiria y persa, incluyendo a los cuatro
Evangelios.
Amigo lector, usted está en la posición de creer en lo que usted quiera, pero le aconsejo que busque siempre la verdad de
las cosas, sumérjase en la información y verá que podría llevarse muchas sorpresas sobre quiénes somos en realidad y en
qué o para qué creemos...
Los Grandes Banquetes
Los antiguos egipcios solían realizar tres comidas al día. Por la mañana tomaban el desayuno, llamado “lavado de
boca”. La comida del mediodía y sobre todo la de la noche, conocida como “aparición de las estrellas”, eran la mejor
ocasión de reunirse con la familia o los amigos. Para los antiguos egipcios una convivencia alegre formaba parte de l os
placeres de la vida. Las escenas de los banquetes pintadas en las paredes de las tumbas así nos lo confirman y lo
demuestran. Entre los grandes banquetes estaban la celebración de las bodas. El matrimonio egipcio no tenía un ritual
como ocurría en otros pueblos de la antigüedad. La pareja simplemente se unía al vivir juntos bajo un mismo techo y al
compartir una cama. La vida en común garantizaba un matrimonio. No obstante había contratos prematrimoniales en los
que se describían las condiciones en caso de divorcio y lo que ocurriría con la dote. Para sellar la unión se celebraba una
fiesta con la familia y los amigos, ésta era tan abundante como las posibilidades económicas de la pareja. Las bodas reales
poco se diferenciaban de las de las clases más modestas, únicamente en ellas se comía y se bebía en grandes cantidades.
Otras fiestas grandes y opulentas eran las del inicio del año, en la que se intercambiaban regalos, principalmente un dulce
en forma de perrita. La famosa canícula tiene que ver con una perrita de orejas cortas y erguidas y cola del mismo estilo,
asimilada a Sotis, y por lo visto hay testimonios de ésta desde los tiempos prehistóricos y predinásticos. Su imagen
evocaba y lo hace aún hoy día, al momento más cálido del año que se da por llamar “la canícula”, que quiere decir
precisamente la perrita. Otros jolgorios egipcios eran con motivo del triunfo en batallas bélicas, el ascenso en el escalafón
en un cargo público o el nacimiento de un hijo. Durante las celebraciones se comían los manjares que se elaboraban en las
cocinas del dueño de la casa y anfitrión de la fiesta. En las bandejas que se ofrecían a los invitados se podían encontrar
frutas como los higos, los dátiles, las uvas, las granadas, las manzanas, la sandía, el melón, ciertos frutos de Persia, los
frutos de la palmera dûm, los panes y los dulces. En la cocina se asaban carnes de buey, entrañas o vísceras, carneros,
cabras y terneras. Se preparaban y se servían en grandes fuentes antílopes a la parrilla, liebres en salmuera y empa nadillas
de carne y carne seca. De entre las aves se preferían para rellenar las ocas. Se confitaban codornices y palomos, se asaban
al espetón las perdices y se cocían los huevos de pata. Todo esto se presentaba adornado con cebollas, ajos, perejil, apio,
lechugas, rábanos y loto blanco o mantequilla y nata. Los pescados de río se asaban y rellenaban; las huevas de mújol en
salmuera se distribuían en cuencos brillantes. Con las legumbres, habas, lentejas, garbanzos y altramuz se preparaban
cremas que se aliñaban con aceite. De postre se ofrecían frutos secos, algarrobas y chufas. Era frecuente que en los
banquetes que organizaba el faraón se sirvieran kebabs o brochetas de carne, huevos cocidos, aves asadas, una amplia
selección de las mejores verduras-calabazas, guisantes y cebollas, por ejemplo-, y frutas deliciosas, como higos y
granadas. Se acompañaba todo con el mejor pan, vino de dátil y cerveza. La pura buena vida, digna de un faraón y su
corte. Las bebidas más habituales en general eran la cerveza, el anís y el vino, este último preferiblemente traído de
Palestina. Los alimentos se servían en abundancia y se llevaban a la boca con las manos, pues en el antiguo Egipto no se
utilizaban los cubiertos.
Las Bebidas
La Cerveza. En el antiguo Egipto la bebida era una de las bases fundamentales en la dieta de todos sus habitantes. Aunque
debieron de gozar de multitud de ellas, han sido sólo dos los productos sobre los que más información ha llegado hasta
nuestros actuales días. La cerveza y el vino ocuparon un lugar primordial entre las bebidas degustadas por los antiguos
egipcios, y jugaron un muy importante papel en la vida cotidiana y religiosa del país. La cerveza se fabricaba en casi todos
los hogares gracias a un elaborado proceso de maceración de la cebada. La cerveza tuvo un papel único y fundamental en
la vida diaria del Egipto faraónico, llegando incluso a formar parte del sueldo de los obreros. En la documentación que se
posee en la actualidad, se puede comprobar que existían una gran variedad de cervezas, conocidas con diferentes nombres
y de diferentes calidades. Aunque los ingredientes más comunes utilizados para su elaboración eran el trigo, la cebada o el
mijo, también se fabricaba cerveza añadiéndole materias tan diversas como los dátiles, los higos, el cilantro o los
altramuces. En cuanto al contenido de alcohol, las había de diferente graduación, la más fuerte superaba los 15°. Ese
contenido alcohólico dependía del proceso de fabricación empleado. Gracias a las referencias encontradas en papiros y
paredes de tumbas, sabemos que estaban catalogadas hasta 17 tipos de cerveza. La cerveza heneket era la más popular y
se fabricaba en casi todos los hogares. La conocida como seremet gozaba de igual aceptación y se elaboraba con dátiles.
Otro tipo era la conocida como buza y era una especialidad de Nubia, de sabor muy amargo. Para los antiguos egipcios la
cerveza formaba parte del ritual religioso, y junto con el pan, constituía una ofrenda habitual en todas las tumbas, siendo
considerada como un elemento imprescindible en la vida después de la muerte. También era ampliamente utilizada como
ofrenda a los dioses. Son numerosos los textos y representaciones que los egipcios hicieron de la fabricación de la
cerveza. La variedad de escenas representadas en las tumbas nos acercan a las diferentes etapas de su elaboración. Según
esta información, el proceso empleado era el siguiente: Para empezar, se ponían a macerar durante un día entero los
granos de cebada en agua. Luego se sacaban del agua y se dejaban reposar hasta el día siguiente. Pasado este tiempo, se
volvía a repetir el proceso de maceración durante unas cinco horas más. Seguidamente, se pasaban los granos a un vaso
poroso donde se conservaban húmedos. Una vez que se formaban los copos se dejaban secar al sol para su reabsorción.
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Una vez secos e hinchados, los granos se molían y se preparaban unos panes que se cocían ligeramente hasta que
empezaban a tomar color. Estos panes se desmigaban en agua con azúcar, se les añadía la levadura y tras el proceso de
fermentación se pasaban a través de un fino tamiz varias veces. El líquido final, obtenido en este proceso, se guardaba en
ánforas para su almacenamiento. La producción de la cerveza a gran escala parece haber sido un monopolio real. Los
templos tenían sus propias cervecerías, mientras que la elaboración de la cerveza en las ciudades y las aldeas fue destinada
para su consumo externo. Una de las cervecerías de mayor solera, era una que funcionaba en Hieracómpolis y, según
datos, presumiblemente era capaz de obtener más de 1000 litros de cerveza por día. La cerveza, junto con el pan y el
aceite, constituía una parte importante de los salarios en especie-como una moneda de cambio-, que los patrones pagaban
a sus trabajadores. La ración diaria habitual, durante las épocas faraónicas, era de dos jarras que contenían algo más de
dos litros de la embriagante y muy solicitada bebida.
El Vino. Al principio los egipcios importaban el vino de Siria y Palestina, hasta que consiguieron adaptar el cultivo de las
vides a las tierras del Nilo. A partir de ese momento, al igual que ocurre con la cerveza, son numerosos los textos y
representaciones en las que se encuentra una gran cantidad de información acerca de la elaboración de esta bebida. Los
antiguos egipcios no sólo obtenían el vino de la uva, también recolectaban dátiles, granadas o higos para ser utilizados en
su fabricación. El vino fue consumido sobre todo por los más acaudalados y en la corte de los faraones, donde se
designaba a un funcionario como encargado del vino. Los templos igualmente poseían viñedos para proveerse de la
cantidad necesaria para los rituales. Los egipcios se convirtieron en importantes productores de vinos, y sus caldos eran
muy famosos en el mundo antiguo. Se distinguían varias clases según su elaboración, color, aroma y región. Por su color,
podían ser rojos, blancos o negros. Los vinos de la región del Norte por ejemplo, eran muy apreciados, entre ellos
destacaban: el mareótico, un vino blanco procedente de la región de Alejandría, y muy valorado por su agradable aroma.
El teniótico, era un vino de color pálido y textura algo oleosa, muy aromático y suavemente astringente. Y el sebenítico,
que se obtenía a partir de varias clases de uvas. La fabricación del vino en el antiguo Egipto comenzaba con la vendimia.
Las uvas eran recolectadas de los viñedos, los racimos recogidos se colocaban en cestas y rápidamente se procedía al
pisado de la uva para evitar su deterioro. En grandes cubas, los obreros procedían a pisar intensamente la uva para obtener
el zumo. Este zumo se separaba de la piel de la uva mediante una especie de saco en el cual se introducían los pellejos
para exprimirlos nuevamente y aprovechar hasta la última gota posible. El mosto, así obtenido, se envasaba en grandes
recipientes. Con posteridad, era repartido en ánforas destapadas para que fermentara de forma natural. De nuevo, se
sometía a una segunda fermentación, bien cambiando de vasijas, o bien sellando las primeras, pero dejando un orificio
para que respiraran los vapores de la fermentación. Una vez completado el proceso, las ánforas eran selladas y etiquetadas
según el tipo y la calidad del vino que contenían. El vino en el Egipto faraónico no sólo era bebido, sino también se usaba
en las ceremonias de momificación para purificar la cavidad abdominal del difunto
La Embriaguez
Como se ha visto, las dos bebidas más consumidas en el antiguo Egipto eran de contenido alcohólico. Como es de
suponer la embriaguez era algo no del todo inusual para los egipcios. Numerosas eran las fiestas y celebraciones en las
que el alcohol corría alegremente.
En los banquetes el vino se servía en grandes cantidades, y tanto hombres como mujeres lo bebían sin tener en cuenta
las consecuencias inmediatas del elevado consumo de alcohol.
Los efectos del alcohol en los banquetes fueron representados en numerosas escenas, en donde se pueden apreciar a
mujeres y hombres en tal estado de embriaguez, que tienen que recurrir al apoyo y auxilio de los sirvientes.
El día 15 del mes de Thot, coincidiendo con la estación de Akhet, época de las inundaciones, se celebraba la fiesta del
Nilo o Fiesta de la Embriaguez, dedicada a la diosa Hathor. En esta fiesta el faraón bailaba ante la diosa del amor y la
sexualidad ofreciéndole un cántaro de vino. Tras esta ofrenda, el faraón se entregaba al consumo de vino en honor de la
diosa.
Conocidas eran, por otra parte, las llamadas Casas de la Cerveza, consideradas como antiguos “cabaretes”. Eran
lugares de muy mala reputación a los que se acudía para beber toda clase de bebidas alcohólicas, y en donde además se
ejercía la prostitución. Estos establecimientos-ahora llamados “giros negros” o “antros”-eran frecuentados por personajes
que buscaban un lugar para beber ininterrumpidamente y a la vez, mantener contacto con cortesanas. Existen numerosos y
conocidos textos que advertían a los antiguos egipcios sobre estos lugares y sobre el efecto nocivo que el exceso de
alcohol produce.
Esta es la advertencia que se lanza a un aprendiz de escriba de los peligros que acechan al que tiene por costumbre
frecuentar asiduamente este tipo de lugares:
“Me han dicho que descuidas la práctica de la escritura
y que te entregas al placer, vas de taberna en taberna
el olor de la cerveza alcanza a todo el que se te acerca
la cerveza pierde a los hombres, perjudica a tu alma...
Tú, te estás sentado en la taberna, rodeado de muchachas...”
Como se puede deducir, en el antiguo Egipto las maneras de beber y de entender a la embriaguez eran muy distintas.
En cualquier caso, y al margen de que este estado podía ser considerado en ámbitos religiosos como un recurso para
establecer un puente entre esta vida y el Más Allá, desde un punto de vista social la tendencia era la de inducir a la
moderación a la hora de consumir bebidas alcohólicas y evitar la pérdida de la conciencia y el ridículo que conlleva el
estado de embriaguez.
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VI
PENSAMIENTO, MENTALIDAD, FILOSOFÍA Y PSICOLOGÍA EN EL ANTIGUO EGIPTO
La regularidad con que, anualmente, el Nilo le daba la vida a Egipto con sus crecidas, parece que moldeó y conformó
el carácter y el modo de pensar de los antiguos habitantes de este país. Los egipcios fueron poco dados a introducir
cambios drásticos en sus formas de vida, en su religión o en sus manifestaciones artísticas. Parece como si al comienzo de
la época histórica hubiesen descubierto unas fórmulas sempiternas de existencia y de comportamiento que, al darles tan
buenos resultados inicialmente, ya no quisieron cambiarlas después. Si algo se respetó en el antiguo Egipto, casi tanto
como a la figura del faraón, fue la tradición; si algo había funcionado una vez, funcionaría ya siempre, como siempre el
Nilo había de repetir su fórmula de crecida vivificadora año tras año.
En realidad, todo en Egipto parecía tener una coherencia interna que hacía del sistema un conjunto sin fisuras y
garantizador de un orden casi natural. El faraón era un Dios, por lo tanto, todo le pertenecía y todo bien o mal se debía a
él. El Nilo también era considerado una divinidad. Así el bienestar del pueblo dependía, pues, de estos dioses y justo er a
pagar por ello; así, los impuestos que se le debían entregar al faraón o a los santuarios y templos eran el pago justo de un
riqueza que, año tras año, los dioses enviaban(en forma de las crecidas del río).
La construcción de templos, pirámides o tumbas exigió otro tipo de entrega, la de la mano de obra humana ilimitada,
pero los dioses y los faraones eran justos y sólo la demandaban cuando el río estaba fertilizando las tierras y las tareas
agrícolas no eran posibles. Había, por otro lado, que procurarle al dios-faraón una buena morada para su posterior
renacimiento; no hacerlo sería como buscar el enojo del dios o su posterior venganza(tal como le sucedía a Seth en el mito
de Osiris que detallaremos más adelante).
La vida así no resultaba demasiado difícil, las cosechas eran buenas y el faraón se encargaba de promover obras de
canalización y regadío; no había hambre, una simple y sencilla falda de lino era suficiente para estar vestido y las casas de
adobe eran frescas en los calurosos días de verano. El dios-río y el dios-faraón mantenían las cosas en su justo orden, no
era preciso buscar soluciones nuevas y casi nunca las buscaron.
Esto explica que, en 3000 años de historia, tan sólo hubiera un intento de reforma religiosa(la de el apóstata y hereje
Amenofis IV)y además sin éxito, que no se produjeran apenas guerras civiles o internas y que las únicas revueltas sociales
se dieran cuando el equilibrio social establecido estuvo verdaderamente a punto de romperse.
Para el antiguo habitante del fértil valle, ser egipcio era un orgullo, según se desprende del texto histórico-literario de la
Historia-Cuento de Sinuhé o Aventuras de Sinuhé. Ese orgullo significaba una aceptación del estado de las cosas y, al
tiempo, la existencia de una conciencia de colectividad que fue la que permitió la sorprendente unidad política y religiosa
que se dio en el antiguo Egipto.
En toda esa aceptación de una existencia sin cambios, la religión jugó un papel importantísimo, como lo detallaré más
adelante.
Dentro del contexto social, ideológico, filosófico y psicológico del pueblo egipcio existe un punto muy novedoso para
ser una cultura antigua y milenaria: era un pueblo feminista, tal vez el primero en la historia de toda la humanidad; el
Egipto faraónico fue la primera nación de la historia del mundo que declaró, en su código social, legal y civil, que el
hombre y la mujer eran iguales ante la ley, incluyendo-aunque parezca increíble para esos tiempos-derechos, obligaciones
y responsabilidades iguales en puestos políticos, económicos, civiles y posiblemente hasta religiosos de alto rango(se sabe
que existieron sacerdotisas importantes dentro de los templos probablemente organizadas en los grupos Sa(Sau) o Phylae,
Phylaí(Phylê)como las llamaron los griegos, y de los que se hablará más adelante, y que fueron jerarquizándose con el
paso del tiempo, hasta que el máximo rango religioso de una sacerdotisa lo representó la famosa figura de la Divina
Adoratriz(Dua-Netcher[Netjer])del dios Amón de Tebas, especialmente durante la XXIII Dinastía), esto en tiempos tan
remotos y donde existían otros pueblos que muy rara vez volteaban la vista para dar valía o para conocer y entender los
derechos y las necesidades de las mujeres. El título de “señora de la casa”, aplicado a las mujeres egipcias casadas,
demuestra claramente el importante papel que desempeñaban y confirma que eran ellas las únicas responsables de la
organización del hogar. La igualdad entre el hombre y la mujer en al antiguo Egipto fue considerada siempre un hecho
natural. La mujer tenía libertad para escoger a su futuro marido, era propietaria de bienes independientemente de los de su
esposo, heredaba regularmente a la muerte de su padre y podía recurrir a los tribunales cuando no eran respetados sus
derechos. El matrimonio no conllevaba ceremonia civil o religiosa alguna, y bastaba la convivencia y el compartir el lecho
para legalizar una unión. Sin embargo, a menudo se establecía un contrato legal para proteger a la mujer en caso de
divorcio, cuya causa principal solía ser el adulterio-que irónico y poco evolutivo parecido con la actualidad-. En caso de
enviudar, la mujer de clase alta mantenía sus bienes y parte de los del marido, y era acogida en casa de los hijos, donde era
querida y cuidada hasta su muerte.
En Egipto, “las mujeres van al mercado y se dedican a los negocios, mientras que los hombres se quedan en casa
tejiendo”. Desconcertado y generalizando de forma excesiva o exagerada en ocasiones, Herodoto nos instruye sobre
determinadas costumbres practicadas en el país del Nilo. En su patria, el lugar de las mujeres estaba en el hogar y era el
hombre quien se ocupaba de los negocios. Esto mismo sucedía en Roma y en la mayoría de las sociedades antiguas en las
que las mujeres, consideradas siempre menores de edad, debían someterse a la tutela de un hombre de la familia. Este
último era quien las representaba, por ejemplo, ante los tribunales, y no podían disponer por sí mismas ni de su persona ni
de su fortuna. En Egipto, en cambio, existen actas de pleitos que demuestran que la mujer egipcia del Imperio Nuevo
podía dirigirse personalmente al tribunal y presentar denuncias, incluso contra su propio padre. Gozaba de autonomía en
el ámbito jurídico y podía disponer libremente de sus bienes.
~ 107 ~
Es innegable de que en el aspecto jurídico las mujeres egipcias gozaban de más derechos que las de otras sociedades, sin
embargo, dado que las leyes egipcias no estaban codificadas, existe el interrogante de hasta qué punto podían realmente
hacer uso de ellas. Esta cuestión sigue siendo objeto de discusión entre los egiptólogos: “la igualdad de sexos en el plano
social y cívico” en el antiguo Egipto parece fundada para unos y pura ficción para otros. Otro punto que hasta la fecha no
se ha dilucidado es el concerniente a la mayoría de edad de las mujeres egipcias. Una pintura del panteón de Mennena
muestra a una joven campesina, cargando a un niño, que le ha llevado la cesta de comida a su marido que trabaja en los
campos, si bien nada se sabe de su vida o de su condición, y eso que más del 90% de las mujeres egipcias eran
campesinas. Y, por otro lado, ¿qué se sabe de todas esas sirvientas o “criadas” que aparecen representadas casi siempre en
la flor de la vida, desnudas y seductoras, ayudando a las amas de casa prósperas a alumbrar el fuego o sirviendo en los
banquetes?, la verdad muy poco, casi nada. Durante el Imperio Nuevo, se trataba por lo general de sirvientas que, en la
aldea de Deir el Medina, tenían que conformarse con medio saco de trigo al mes como pago. Si las esclavas eran hermosas
y tenían buena salud, o poseían talentos o habilidades particulares, podían valer el doble que un hombre.
De las mujeres de la realeza o de la clase social superior, más reducida, se conocen más detalles, a pesar de que no seguían
el ejemplo de sus esposos, los escribas y funcionarios, que hacían grabar en sus estelas funerarias las etapas de su vida, su
carrera, sus éxitos y sus buenas acciones en forma de biografía idealizada. Por otra parte, no contaban con la oportunidad
de distinguirse, aparentemente, en el ámbito profesional, pues no se tienen registros, hasta ahora, de que hubieran existido
mujeres escribas o funcionarias.
No hay constancia de que se enseñara a las niñas el arte de la escritura, tan importante para los antiguos egipcios. Es
posible que las damas de la casa real fueran la excepción, pero no tenemos pruebas de ello. No existe ningún documento
que haya sido redactado, con certeza, por una mujer, y no se ha encontrado ninguna pintura ni escultura que muestre a una
mujer escribiendo. Esto nos hace pensar que las condenaba a la insignificancia política, a poder ejercer su influencia
únicamente de forma indirecta a través de los hombres. Y por mucho que legalmente pudieran heredar y administrar
fortunas, y disponer de éstas, la gran mayoría de ellas dependía económicamente de sus esposos, lo que verdaderamente
limitaba su autonomía. Se ignora casi todo de la condición de las mujeres solas. Para las viudas, la vida no debió de ser
fácil, de lo contrario no habría tantos hombres vanagloriándose de haberlas ayudado. Las esposas y las hijas de los altos
funcionarios fueron, cuando menos en el Imperio Antiguo, sacerdotisas de la diosa Hathor, y más tarde se las conocería
como las “Divinas Adoratrices de Amón”. Las actividades musicales que éstas tenían a su cargo en el templo les
proporcionaba la oportunidad de desempeñar funciones honorables, si bien resulta inútil buscar un sacerdote-lector del
género femenino. Dado que las mujeres no escribían, no hay constancia de textos de carácter instructivo, como las
Enseñanzas, redactados por o para las mujeres. No se ha encontrado ningún papiro que hable de sus pensamientos o de sus
ideales, ni siquiera se ha hallado recetas de cocina o listas de enseres para surtir en el mercado. Sin embargo, la mujer
egipcia no vivía enclaustrada en su casa, sino que iba al mercado, donde también podía vender las verduras que cultivaba
o los tejidos que fabricaba, si bien la familia y el cuidado de la casa constituían el centro de sus ocupaciones. Pero por
encima de todo debía traer hijos al mundo, pues “un hombre sin hijos es como aquél que no ha existido. Nadie guarda la
memoria de su nombre”.
Al margen de todas sus creencias religiosas, tradiciones y pensamientos sociales, el pueblo egipcio entero era
sumamente supersticioso, y creía en fetiches, magias, brujerías y encantamientos. Eran fervientes usuarios y
coleccionadores de amuletos, y éstos son abundantísimos en las tumbas; las oraciones mágicas para librarse de cualquier
tipo de mal son innumerables. Se conservan las actas de un famoso proceso por las que se sabe que se descubrió una
conspiración para embrujar a Ramsés III con retratos suyos hechos de cera.
A grandes rasgos, se considera que la superstición es el conjunto de todas aquellas creencias consideradas irracionales y
que son resultado de la ignorancia o del temor a lo desconocido. Dentro de este fenómeno se considera la existencia de
fuerzas, entes o energías ocultas sobre las que se puede influir gracias a la utilización de ciertos objetos o a la realización
de determinados ritos o rituales. En base a lo anterior, las creencias egipcias antiguas padecían de lo mismo que hoy
padece la religión católica, en donde los amuletos sólo han sido cambiados por las imágenes de vírgenes y santos, y donde
a los ritos o rituales se les llama ahora misa dominical, confesión, penitencia o comunión. Entonces, ¿hemos evolucionado
como seres humanos o seguimos siendo “tan primitivos” y supersticiosos como los antiguos egipcios...?. Usted amigo
lector ¿qué cree...?.
EL AMOR Y LA SEXUALIDAD EN EL ANTIGUO EGIPTO
Es evidente que con la ausencia de psicoanalistas y sexólogos egipcios el estudio del erotismo en el Egipto faraónico
ofrece aún muchas incógnitas. A una cierta mojigatería y hasta doble moral investigadora, se debe añadir la dificultad de
encontrar representaciones referidas a las relaciones sexuales. Los egipcios no fueron tan prolíficos como los griegos o los
romanos en la iconografía erótica. Sin embargo, es evidente que el sexo no era, en absoluto, un tema tabú en la avanzada y
sofisticada sociedad egipcia, como lo certifican y avalan los abundantes testimonios escritos que se conocen. El ya citado
y mundialmente famoso Papiro de Turín demuestra que ya hace 3000 años se cultivaba la literatura erótica y pornográfica
a orillas del Nilo. Se sabe, por ejemplo, que tanto hombres como mujeres preferían la postura sexual más conocida y
corriente, la que hoy conocemos como la del misionero, pero en círculos sociales más escogidos no se desconocía el sexo
en grupo, el coito anal, la autofelación, la felación, la pederastia y la zoofilia. Además, siguiendo con su superstición, los
antiguos egipcios se ayudaban con pócimas afrodisíacas secretas y, si nada de esto ayudaba, siempre contaban con el
auxilio divino de los dioses Bes, Hathor o Seth.
Los ojos, la boca, las manos, las serpientes o las flechas pueden describir a los órganos sexuales en la iconografía
erótica egipcia. Pero es también muy frecuente que se llame a las cosas por su nombre: Ra disfruta al contemplar cómo
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Hathor se sube el vestido; la mano del dios Atum, que recibe honores de su compañera divina, pone en orden el universo
al masturbarlo; Isis y Nefthis se ocupan del flácido pene de Osiris, sólo por mencionar algunos ejemplos.
La cultura y la religión del antiguo Egipto impusieron-como casi todas-una serie de regulaciones a la conducta sexual
de la población. No se sabe casi nada sobre su actitud social y moral con respecto a la homosexualidad-masculina o
femenina-porque las referencias han sido eliminadas sin que se conozcan aún las razones. Algunos investigadores
sostienen que las relaciones homosexuales no se acostumbraban, pero existen evidencias que muestran lo contrario, como
la que se observa en el Papiro 1059 del Museo Británico, en donde se recomienda a los varones no hacer el amor con los
efebos y, sobre todo, está el caso del dios Seth, deidad de la homosexualidad masculina, representado en ciertas ocasiones
como un transexual, o el de la diosa Maat, a la que se le ha querido relacionar últimamente con el lesbianismo de algunas
sacerdotisas. Por el Papiro Tanis o Papiro de las Prohibiciones se sabe que en ciertas temporadas se prohibía el
adulterio, el recurrir a los prostitutos de ambos sexos o, incluso, el copular de tal manera que las nalgas del hombre
quedaran orientadas hacia el Nilo. Por otro lado, las relaciones con niñas no estaban prohibidas; no se debe de olvidar que
todos los infantes andaban totalmente desnudos hasta la adolescencia, situación que podía despertar los bajos instintos en
algunos adultos. Curiosamente la única restricción que había para copular con una niña era la penetración vaginal
completa. El “límite” permitido para el adulto era la base del glande, hasta el punto de la cicatriz producida por la
circuncisión.
Volviendo sobre el feminismo que profesaba del pueblo egipcio se puede observar que la mujer egipcia era
extraordinariamente liberal en el amor y en ningún caso fue un personaje pasivo como los que encontramos en el Arte de
Amar de Ovidio o en los Diálogos de Hetairas de Lucano. Como muestra de esta libertad sexual en el sexo femenino
puede servir el Papiro D’Orbiney, de finales de la XIX Dinastía, en el que se da cuenta de un apasionado acoso sexual por
parte de una mujer. La historia la protagonizan dos hermanos. El mayor, Anubis, está casado y mantiene en su casa al
pequeño, Bata. Aprovechando la ausencia de su marido, la mujer de Anubis intenta seducir al joven Bata. Sin embargo, el
fiel hermano rechaza la proposición y jura mantener el asunto en silencio. Despechada, la mujer finge ante su marido
haber sido forzada por Bata. Anubis arde en cólera y jura matar a su hermano. Sólo la intercesión del dios Ra-Harakti
evita, al final, la muerte del más joven, aunque el marido burlado acaba matando a si pérfida mujer. Los problemas no
acabarán ahí para el pobre Bata. Retirado al Valle de los Cedros, donde guarda su corazón, recibe de los dioses una mujer
de barro como regalo. La ambición del faraón por tal dama terminará con la definitiva muerte del hermano fiel. Historia
digna para ser escuchada por un psicoanalista. Los cuentos siempre reflejan una parte de la realidad. Y es cierto que la
avanzada emancipación de las mujeres egipcias sorprendía a otros pueblos de la antigüedad, más machistas. El historiador
griego Herodoto estaba tan asombrado, que creía que, en lo referente a las relaciones entre los hombres y las mujeres, en
Egipto todo estaba al revés: las mujeres iban al mercado o a trabajar y los hombres estaban en casa; ellas se qued aban de
pie, mientras ellos se inclinaban para dejar el agua. La realidad es que Herodoto era un poco exagerado en sus
comentarios, pero no cabe la menor duda de que las egipcias participaban mucho más activamente en la vida comunal que
las mujeres del resto del mundo antiguo, y tal vez de algunos países del mundo moderno. Lo que, por supuesto, resulta
igualmente válido en el aspecto sexual. En Egipto no hubo ni velos ni gineceos, la mujer circulaba con libertad por calles
y plazas, y disfrutaba con gran gozo del amor, de su familia, de la maternidad y claro, de su sexualidad.
En las paredes de la tumba de un escriba que vivió durante el reinado de Tutmosis IV(1397-1387 a. de C.), se
encuentra por primera vez la representación pintada de una bailarina desnuda, y desde entonces parece que proliferaron
mucho. El baile, que tenía lugar al principio del culto a una divinidad, se convirtió después en un espectáculo acrobático y
a menudo representado de forma obscena, según lo explica de nuevo el exagerado cronista Herodoto. Un motivo
decorativo muy frecuente en las tumbas privadas tebanas son danzarinas desnudas dando volteretas hacia atrás.
Ahora bien, en cuanto al complejo-y hasta ridículo y sexista-asunto de la virginidad, algunos investigadores aseguran
que “no era necesaria para el matrimonio; el sexo prematrimonial o entre personas solteras era aceptable”. No obstante,
también se daba gran importancia a la virginidad en ciertos cultos religiosos, como lo prueba la caracterización de la diosa
Isis, el antecedente más antiguo y más fidedigno de la Virgen María. Algunas doncellas(las mujeres lo eran cuando ya
menstruaban y tenía pelo púbico)que deseaban “protegerse” de los hombres, se presentaban ante un sacerdote en el templo
y hacían voto de castidad y virginidad. De este modo quedaban a salvo de los asaltos sexuales.
Los antiguos egipcios fueron los primeros en prohibir las relaciones sexuales con las mujeres nativas o peregrinas
domiciliarias de los templos y otros lugares que se consideraran sagrados, así como con algunas de las sacerdotisas de
ciertos dioses que por sus funciones místicas debían permanecer célibes, puras y vírgenes. Según algunos investigadores y
ciertas fuentes consultadas, en el antiguo Egipto algunas mujeres, no siempre prostitutas, conocidas entonces como
felatrices, se pintaban los labios de un color determinado para así dar a conocer su inclinación por esta práctica sexual, es
decir, el fellatio o la estimulación oral del pene, exclusivamente.
A diferencia de otras culturas de la antigüedad, los antiguos egipcios reconocían la relación entre el semen y el
embarazo. Gracias a ello diseñaron diversos métodos anticonceptivos. Uno consistía en introducir en la vagina, antes de la
cópula, tapones de algodón medicados con ciertas sustancias. También había supuestas fórmulas espermicidas que
incluían ingredientes tan peculiares como excrementos de cocodrilo y miel de abeja. Otros sistemas “farmacológicos” de
anticonceptivos eran los lavados vaginales, la aplicación de pomadas y ungüentos, y hasta sahumar la vagina con diversas
combinaciones de hierbas. Se creía que, con la ayuda de un fuelle, el humo podría salir por la boca de la mujer evitando el
embarazo. En el caso de los embarazos no deseados-que siempre han existido-el aborto se practicaba mediante
manipulación mecánica directa con instrumentos médicos, o con la administración de ciertos abortivos naturales. El otro
método común para evitar la concepción era el coito interrumpido. Para los egipcios no era pecaminoso desperdiciar el
semen. También estaban las prácticas alternativas a la penetración. El sexo oral era aceptado y la masturbación era un
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verdadero y genuino arte del amor. Una idea muy extendida entre la antigua cultura egipcia era que sólo el esperma de la
primera eyaculación podía producir un embarazo. Un texto del siglo V a. de C. refiere que “las cortesanas egipcias están
acostumbradas a que los hombres eyaculen en sus bocas para destruir así la primera cosecha de semen”.
En cuanto a la circuncisión masculina, en los grabados y bajorrelieves de los templos existen abundantes pruebas de su
práctica ritual e higiénica en la pubertad. Existen referencias a la circuncisión masiva de 120 jóvenes durante una sola
ceremonia efectuada hace 4200 años. Es muy probable que los judíos hayan aprendido esta práctica de los antiguos
egipcios. Por otro lado, tanto hombres como mujeres del antiguo Egipto se rasuraban el pelo púbico, al inicio quizás para
evitar la infestación de insectos y parásitos, pero después fue indiscutiblemente con fines cosméticos y de belleza.
Algunas fuentes citan, que en el caso de las mujeres, se cree que existía un antiguo ritual de paso entre la niñez y la
adolescencia, y que consistía sólo en practicar una limitada perforación en el himen. En Egipto la práctica masiva de la
ablación del clítoris-también llamada infibulación-es posterior a la difusión del Islam. Se calcula, con cifras no oficiales,
que hoy el 90% de las mujeres en el País del Nilo están circuncidadas de esta forma atroz.
En el Egipto faraónico existió una práctica que llamó mucho la atención de los antiguos viajeros: la Necrofilia ritual o
las relaciones sexuales con cadáveres. Inspirada por los relatos de la mitología, no se trataba de una perversión o parafilia ,
sino de una recreación de los actos que llevaban a cabo los dioses. Algunos estudiosos del tema afirman que “la
sexualidad en el antiguo Egipto era de una importancia primordial, como parte integral de esta vida y la que sigue. Se
creía que las fuerzas eróticas eran el poder que mantenía vivas las almas en el Más Allá, de modo que hasta el poder
sexual de las momias debía mantenerse y estimularse”. En la muy compleja caracterización de la vida después de la
muerte que tenían los antiguos egipcios, y que veremos más adelante, se suponía que el hombre o la mujer con semen en
su interior eran bienvenidos en el Más Allá, según puede leerse en el Libro de los Muertos. El pene solía embalsamarse
por separado del cadáver, aunque después se colocaban juntos dentro del ataúd. Pero no siempre fue así, ya que se
conocen curiosas historias sobre miembros masculinos embalsamados a los que se podía dar el volumen característico de
la erección, que se vendían a un elevado costo para que tanto hombres como mujeres los utilizaran como consoladores.
Por otra parte, la sexualidad es un tema constante en los libros de interpretación de sueños, tan comunes en el antiguo
Egipto(uno de estos textos ya lo revisamos brevemente en el capítulo IV), mismos que ponen en evidencia algunas
fantasías eróticas de sus antiguos habitantes. Muchos de estos libros antiguos fueron destruidos, pero se tienen sus
referencias gracias a las citas incluidas en textos judíos, griegos o romanos. Los ejemplos son bastante abundantes;
algunos de los que mencionaré a continuación proceden del Papiro Carlsberg, del siglo II d. de C.: “Si un hombre sueña
que copula con su madre, conservará a sus amigos mucho tiempo. Bueno”. “Si un hombre sueña que juega a copular con
su hija, tendrá una larga vida. Bueno”. “Si una mujer sueña que una mujer desconocida copula con ella, dirá una
mentira”. “Si una mujer sueña que un desconocido la penetra, se volverá invisible¿?”. Que extrañas parecen ser estas
relaciones oníricas-psicológicas-vivenciales para nuestro razonamiento actual occidentalizado.
En el segundo milenio antes de Cristo, las egipcias tenían fama de ser diablesas que corrompían y asesinaban a los
hombres. Por lo menos, ésa es la imagen que nos han transmitido la mitología, los cuentos y el Antiguo Testamento
bíblico. Muy probablemente tal errónea concepción tuvo su origen en las tendencias emancipadoras femeninas que podían
reconocerse desde muy pronto en el país del Nilo, y que provocaban asombro e incomprensión en los demás pueblos
antiguos como los judíos de Palestina. Precisamente en al narración judía José y Asenat se describe a la mujer egipcia
como mundana, vanidosa, caprichosa y mimada, y en la leyenda bíblica de José se presenta a la mujer de Putifar,
funcionario de la corte del faraón, como a un mal bicho, una persona frustrada y desvergonzada, empeñada a seducir al
inocente José.
Valdría la pena preguntarse ¿Cómo era la vida íntima y familiar de pareja de la gente común, del pueblo en el antiguo
Egipto...?. En el Egipto faraónico no había bodas ceremoniosas ni se pasaba por el altar, ni se intercambiaban anillos o un
sí quiero o sí acepto oficial, sencillamente se probaba la vida en común. En el caso de que la experiencia fuera positiva, la
pareja firmaba una contrato de matrimonio. No había ningún sacerdote que sancionara o santificara la relación, lo que no
deja de ser extraño, cuando las costumbres religiosas impregnaban y empapaban cada minuto y cada rincón de la vida
diaria del Egipto faraónico. Aparentemente el matrimonio se tomaba como algo muy secundario, ya que ni siquiera creían
necesaria la asistencia de un funcionario que lo convirtiera en un acto social formal y con categoría oficial. Las bodas se
festejaban, pero no se sellaban; casarse se tomaba como una cuestión privada, familiar, un asunto de costumbres y
tradición.
El historiador griego Diodoro, que vivió una temporada en la ciudad de Alejandría, afirma en su obra Biblioteca
Histórica que los egipcios eran polígamos y que sólo los sacerdotes tenían que decidirse y dedicarse a y para una sola
mujer. Pero a decir verdad, en el antiguo Egipto la monogamia o la poligamia únicamente eran unas cuestiones materiales,
sin ramificaciones jurídicas, ni morales y menos religiosas. El adulterio entre las clases bajas era pecaminoso, pero no así
entre los dioses, los integrantes de la casa real, los sacerdotes y los integrantes de la nobleza. Desde el Imperio Medio se
conocen, al menos en las altas esferas de la sociedad, muchos casos de poligamia. Por algunos informes de matrimonios
de la XXII Dinastía, ya en el Tercer Período Intermedio(1069-664 a. de C.), se conoce que las mujeres y los hijos
contaban con la seguridad de una parte del patrimonio del marido. Si había una segunda mujer, ésta tenía derechos de
familia y, por lo tanto, de sucesión, pero siempre después de la primera mujer. Tal legislación obligaba indirectamente a
los hombres que quisieran tener varias mujeres a contar con los suficientes recursos económicos para su manutención y
mantenimiento. Si no era así, lo normal y más conveniente era que la segunda mujer fuera de un nivel social más bajo que
el de el hombre, por ejemplo, una esclava o una viuda sin herencia.
Cuando una pareja egipcia decidía separarse, no tenían que hacer ningún trámite ni papeleo legal-tal y como
burocráticamente si estamos acostumbrados hoy en día-, todo se resolvía mediante un acto privado. Podían considerarse
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motivos de divorcio que la mujer abandonara el hogar, que no pudiera tener hijos, que su aspecto fuera poco agraciado u
horrible estética e higiénicamente o que el hombre deseara casarse con otra mujer. Sin embargo, y a pesar de esta
manifiesta injusticia sexista, siempre se tenía en cuenta a la parte más débil desde el punto de vista económico, que solía
ser la mujer, y se le aseguraba la manutención, sobre todo si tenía hijos.
En cuanto a la moda, todo parece indicar que a los egipcios les agradaba andar ligeros de ropa, lo que no deja de ser
comprensible teniendo en cuenta que el país se encuentra flanqueado y encajonado entre dos calurosos desiertos. Entre las
mujeres hicieron furor unas levísimas camisas de lino que dejaban ver al trasluz los encantos de su portadora; también
eran comunes las camisas que sólo cubrían un seno y dejaban el otro al aire. Mientras, los hombres gustaban de pasearse a
torso descubierto por las calles. Eso sin contar los muchos oficios, tanto masculinos como femeninos, a lo que se acudía
totalmente desnudos, como los carniceros, los marineros, los pescadores, las sirvientas, etcétera.
Por supuesto, estas minucias y trivialidades cotidianas del pueblo no preocupaban a un faraón como Ramsés II El
Grande. Aún es la envidia de muchos hombres actuales. Tuvo cuatro mujeres principales, media docena de segundas
mujeres y un par de cientos de concubinas que se acostaban y copulaban con él. En total engendró más de 160 hijos. Con
sólo diez años de edad ya era todo un hombre; su padre, Seti I, lo nombró comandante de las tropas y no se opuso a que se
llevara a una mujer al campo de batalla. Más tarde, después de la muerte de Seti I, Ramsés ya disponía de un harén de
viaje propio, una especie de servicio sexual andante. También se señala que tenía espías contratados que le seguían la
pista a las muchachas más bellas de todo Egipto para conquistarlas, cubrirlas de oro y piedras preciosas, e invitarlas a
participar en una fiesta tan íntima que sólo tenía un espectador y un protagonista, el mismo faraón Ramsés. Él se sentaba
medio desnudo, sólo cubierto por un taparrabos, en el trono de oro del salón palaciego. Detrás se arrodillaban dos
muchachas púberes, sin otra vestimenta que un cinturón del que colgaban finas tiras de cuero. A una señal del rey,
comenzaba el gran espectáculo, una orgía al mero estilo posmoderno occidental del siglo XXI, arrebatada, loca, obscena y
muy perversa. Se podría imaginar increíble e inverosímil de no ser por que el Papiro de Turín 50.001 lo certifica con todos
los detalles y los pormenores al estilo de un relato digno del Marqués de Sade.
A los sones de una música estridente entraba en el salón una muchacha-siempre joven y delgada, como le gustaban a
Ramsés-. Tendida en el suelo, se despojaba de su levísimo vestido plisado, abría sus muslos dejando al descubierto todo
su introito vaginal y dejaba que el faraón contemplase sus encantos de hembra ardiente que debían de aguardarle sin
prisas. Pero ese show tipo table dance o strip-tease no excitaba demasiado al Ramsés. Al fin y al cabo, la misma
ceremonia lujuriosa se repetía cada semana, para presentar a las nuevas candidatas al harén.
El plato fuerte de esta orgía venía después, cuando irrumpían en el salón varios carros llenos de jóvenes desnudas. Unas
iban atadas, otras de pie o acurrucadas. Todas competían en la ejecución de refinadas posturas coitales e invitaban al
faraón a perder su compostura divina y real, lo que sucedía con no poca frecuencia. Con gritos salvajes, el faraón se
lanzaba sobre las mujeres, quienes se ofrecían con gusto, placer y alborozo. Preso del éxtasis y del instinto, Ramsés no
tenía más que saltar de un carro a otro, de una joven a otra, de un coito a otro. Y esto sucedía hace aproximadamente
3,200 años.
En fin, qué diría Freud de un desenfreno así. Para concluir se puede decir que existía un curioso juego de contrastes
que se vivía en el antiguo Egipto, donde los hombres daban lecciones de machismo mientras las mujeres presumían de ser
las más emancipadas de su época. En cualquier caso, donde sí parece que coincidían ambos sexos es en el estilo abierto y
natural de concebir el amor y las relaciones eróticas, sin mojigaterías ni falsos pudores o dobles morales. Quizá resida allí
la clave de la felicidad de los antiguos egipcios. Porque, en verdad, nadie puede dudar de que se trataba de un pueblo
fundamentalmente feliz. El hedonismo o los placeres a través de los sentidos, ocuparon en Egipto un lugar destacado.
Quizá los antiguos egipcios tenían más tiempo que otros pueblos para disfrutarlos, pues el delta del Nilo se convertía en
una zona extremadamente fértil cuando las aguas del río irrigaban los campos, y las guerras eran relativamente escasas
debido a la ausencia de adversarios poderosos. En el antiguo Egipto no se conocían el ascetismo ni la mortificación
voluntaria de la carne tal como más tarde los practicaron los eremitas o anacoretas cristianos. Las escenas que decor an las
tumbas de los funcionarios, de los sacerdotes o de los artesanos, así como algunos de los textos de los papiros, nos ilustran
y nos muestran hasta qué extremo disfrutaban los egipcios de los placeres de la existencia. Los antiguos egipcios, aunque
esperaban disfrutar de los placeres de la vida en el Más Allá, por lo visto no perdían nunca de vista lo que les esperaba
aquí en la vida terrenal y mundana.
Esta fugaz descripción de algunos aspectos relevantes sobre la sexualidad en el antiguo Egipto sin duda que pone en
evidencia que los mismos temas y asuntos que inquietaron y generaron curiosidad en esta civilización milenaria siguen
interesando al mundo actual. Aunque hoy día se ha despojado-en algunos casos no del todo-a la conducta sexual de
cualquier connotación o relación mística o mágica, se tienen aún las mismas dudas y preocupaciones afines por aspectos
idénticos, por ejemplo, el aborto y su derecho legal; la anticoncepción; la homosexualidad, y las posturas o posiciones
sexuales que prometen un mayor placer y que le han dejado la puerta abierta a tradiciones orientales, como el Kama Sutra
hindú, al mundo occidental y mayoritariamente cristiano. Esta similitud además, también pone en evidencia irrefutable,
una vez más, el carácter pionero de la antigua cultura egipcia en muchos ámbitos, y su claro y más que vivo impacto en
nuestra vida cotidiana del naciente siglo XXI. Cabe esperar que en los próximos años los especialistas, arqueólogos y
egiptólogos sumen esfuerzos para investigar más sobre este interesante tópico, uno de los que más curiosidad genera y al
mismo tiempo el menos conocido de la antigua civilización faraónica del País del Nilo.
Es aquí donde deseo dejar muy claro, que a pesar de lo que nos han enseñado los más viejos libros de historia, en el
antiguo Egipto no existía una obsesión por la muerte. Suele decirse que en Egipto nada muere por completo. En la ribera
occidental de Tebas se encuentra Deir el-Medina, un nombre árabe que significa “El Palacio de la Ciudad”, la mítica aldea
también llamada “El Lugar de Verdad”. Ahí se encuentra una de las ciudades mejor preservadas del Egipto faraónico que
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data del Imperio Nuevo. Se trataba del lugar donde vivían, padecían, reían, amaban y morían los trabajadores del Valle de
los Reyes. Los habitantes de Deir el-Medina, mitad artesanos, mitad sacerdotes y míticamente alquimistas, estaban muy
familiarizados con la muerte. Los días laborales construían las majestuosas tumbas de los faraones, príncipes y reinas; en
los festivos, dedicaban sus esfuerzos a construir su propia morada eterna. Los antiguos egipcios, que evitaban usar la
palabra morir y la sustituían por frases como “pasar a la otra orilla”, han dejado como legado artístico monumentos casi
exclusivamente funerarios, como las pirámides y mastabas, momias y tumbas, que han determinado la errónea imagen que
generalmente se tiene del antiguo Egipto. Contrario a lo que pueda pensarse, los egipcios no estaban obsesionados con el
Más Allá. Ni siquiera lo estaban los constructores de tumbas, que se autodenominaban “muertos”, pues creían que no
tenían necesidad de pasar a la otra orilla porque siempre estaban ahí. En realidad, los faraones, los trabajadores y el pueblo
en general tenían gusto por la vida y sus placeres, como lo demuestran unos poemas de amor, hallados hace apenas unos
años, que utilizan metáforas del día a día, por ejemplo, granos que crecen, capturas de pájaros, pescar en el río Nilo...
Para Richard Parkinson, experto en poesía egipcia del Museo Británico, los poemas nos proporcionan una “arqueología de
las emociones”; son pistas sobre lo que era ser egipcio antiguo, sobre el humor y la vivacidad que está detrás de sus
magníficos monumentos. Por lo tanto, se puede afirmar al día de hoy que la supuesta obsesión que tenían los antiguos
egipcios por la muerte es solamente un mito histórico más y muy mal fundado.
LA MAGIA EN EL ANTIGUO EGIPTO
Como ya lo he mencionado los egipcios eran un pueblo sumamente supersticioso, y por lo tanto veían a la magia como
un arma para defenderse del enemigo, ya fuera este humano o mítico. En el antiguo Egipto, donde se creía en un equilibrio
cósmico conocido como Maat, que debía ser respetado y defendido, era imposible prescindir de la magia para combatir y
dominar a las fuerzas negativas del universo, visibles como los enemigos o invisibles como las calamidades, adversidades,
enfermedades o el “mal de ojo”, que amenazaban su estabilidad y equilibrio. Ahondando un poco en este último,
verdaderamente se han encontrado diferentes muestras de que esta superstición del “mal de ojo” existió entre los antiguos
egipcios. Un registro de un libro almacenado en la biblioteca del templo de Dendera trataba del modo y la técnica de
“cómo librarse del mal de ojo”. Uno de los nombres de mujer preferidos para bautizar a las niñas era el de Stau-ar-ban,
que significa “la que libra del mal de ojo”. Increíblemente en México las abuelas y todavía algunas madres hablan y creen
fielmente en este “mal de ojo” y lo combaten anudando lazos rojos en el cuello o las muñecas de las personasprincipalmente a los niños-o a los objetos que pueden ser “víctimas” de este hechizo; en ocasiones el lazo rojo es
sustituido al portar una semilla conocida como “ojo de venado”. ¿Podría ser este una herencia más del Egipto faraónico o
se lo debemos a la intervención del inconsciente colectivo jungniano...?. Valdría la pena tomar en cuenta este paralelismo
social, supersticioso y psicológico en latitudes tan alejadas entre sí como lo son Egipto y México.
La magia en Egipto impregnaba la mayoría de las actividades, al ser considerada indispensable para la protección de la
creación, de sus artífices-los dioses-y de sus criaturas-los hombres-. La magia era una disciplina complementaria, que se
estudiaba y se enseñaba en las “Casas de la Vida” junto con las asignaturas de ciencias, lo cual obviamente nos dificulta
establecer con claridad sus límites.
Varias divinidades estaban vinculadas a la esfera y a la práctica de la magia. Entre ellas destacan el dios Heka, que era la
personificación-y a menudo se le representa en su compañía-de Thot, dios de la escritura, las ciencias y la medicina, e
íntimamente relacionado con el mítico personaje de Hermes Trismegisto, del que hablaré más adelante; Isis, la “Gran
Maga” o la “Grande en Magia”, cuyo poder sobre los dioses y los hombres derivaba de su conocimiento del nombre
secreto de Ra, y cuyos atributos fueron fusionados o identificados con los de otras diosas de la antigüedad tales como
Démeter, Cibeles, Astárte, Diana e incluso María Magdalena, dando origen al mito de la “Gran Diosa”(Feminidad y
Fertilidad)y creando un retorno a la creencia de la vieja diosa ancestral, la Tierra o Gaia; el dios Horus, que en su forma de
niño-Harpócrates-aparecía sobre las estelas sanadoras o curadoras; Sekhmet, la “Poderosa” y temida, cuya fuerza de
destrucción se manifestaba en las epidemias, por lo cual sus sacerdotes eran médicos y magos al mismo tiempo, y Bes y
Tausert, divinidades benéficas, protectoras de las parturientas y los recién nacidos.
La antigua magia egipcia se basaba en la fe absoluta en la fuerza creadora de los sonidos y de la imagen(pronunciar
una palabra equivalía a crear su forma espiritual, dibujar y formar una figura generaba su forma material)y en la firme
convicción de poder influir en la voluntad y en el destino del sujeto del cual se conocía el nombre(como se verá más
adelante, el nombre era la esencia misma de la persona, y destruyéndolo u olvidándolo se aniquilaba a la persona). Su
objetivo era proteger a los dioses, al faraón y al pueblo, subyugando a las fuerzas negativas con todos los medios posibles.
Obvio que también los muertos necesitaban de la magia y los hechizos para proteger tanto su cuerpo momificado(a través
del uso de amuletos colocados entre los vendajes, de textos funerarios o de la mutilación de signos jeroglíficos que
representaban algunos animales nocivos), como para la regeneración(a través de los ritos realizados sobre la momia y la
estatua que representaba al doble del muerto)y para la vida en el más allá(con la animación de los sirvientes y la
materialización de ofrendas alimenticias para la eternidad).
La principal virtud defensora de la magia egipcia se asociaba con un notable potencial ofensivo, encaminado a influir
en el destino a través de sortilegios o conjuros hechos sobre simulacros(nombres, imágenes o estatuillas).
Sólo los sacerdotes especializados podían ser consultados para llevar a cabo un ritual mágico, sólo ellos estaban
calificados para hacer y deshacer magia, sólo a ellos se les atribuían poderes mágicos sobre todas, o casi todas las cosas y
sobre los sucesos de la vida cotidiana. Sólo aquellos a los que estaba permitido consultar los libros antiguos y sagrados
llenos de sabiduría hermética e iniciática y los documentos mágicos recogidos en las bibliotecas de los templos y en las
Casas de la Vida podían tener acceso a esa secreta información y a esas competencias. Por lo tanto, era muy frecuente que
los sacerdotes, y concretamente los Kheriu-hebet, los ritualistas o sacerdotes lectores(“Los que llevan el ritual”), que
compaginaban quehaceres científicos y religiosos, supieran identificar las fórmulas oportunas y desarrollar también la
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actividad de magos, llamados ahora Kheriu-tep(“Los que están a la cabeza”), beneficiándose de la fuerza heka, es decir,
de la energía activa del universo. En el templo, su principal tarea era alejar las fuerzas negativas -que acechaban desde el
exterior y amenazaban con instaurar de nuevo el desorden y el caos-, infundiendo diariamente poder a los ídolos que
estaban guardados en él. Otro de sus encargos oficiales era el de asesorar al faraón en el correcto gobierno del país,
protegiendo su persona y defendiendo las fronteras de Egipto. Para esto, los sacerdotes-magos preparaban figurillas de
arcilla o de cera modeladas en forma de prisioneros(en ocasiones reemplazadas por trozos de arcilla simplemente), sobre
las cuales grababan el nombre del enemigo, y después las rompían en pedazos. La operatividad de tales encantamientos
algo pueriles se basaba en la convicción y creencia de que los simulacros creados por los magos se hacían efectivos en el
adversario a mutilar, destruir o vencer, y que su destrucción provocaba la del enemigo. De forma similar, las
representaciones de los faraones haciendo cautivos a los enemigos, grabadas en las paredes exteriores de los templos, así
como las de prisioneros eternamente aplastados bajo las sandalias del soberano, perseguían el mismo objetivo.
Los instrumentos de los magos egipcios consistían esencialmente en rollos de papiro y mucha tinta, indispensables
para redactar las fórmulas mágicas y los encantamientos que se debían pronunciar sobre un insecto, un animal, un
amuleto, una tira de lino anudada varias veces, o durante la preparación de algún remedio o estatuilla. Las técnicas de las
que disponía el mago eran fundamentalmente tres: 1. Pronunciación de las fórmulas mágicas escritas en una tarjeta o
recogidas en un formulario; 2. Ejecución simultánea de un rito o consagración de un amuleto, procedimiento encaminado
para aumentar la eficacia de la fórmula, y 3. La animación de un cuerpo intermediario, al que se le infundía vida pasajera
y que se convertía tanto en el mediador del mago(ejecutor de la voluntad del encantador)como en el enemigo sobre el cual
actuar directamente.
Los ámbitos de intervención de los magos del antiguo Egipto eran innumerables ya que aparte del desarrollo de
prácticas oficiales puestas al servicio del Estado y del faraón-como era defender el territorio de Egipto y los edificios
sagrados de intrusiones impuras-, también estaban llamados a vencer las apariciones de enfermedades y epidemias
combatiendo contra las fuerzas oscuras que las causaban, y a prevenirlas preparando múltiples amuletos protectores,
además de salvar del veneno de los escorpiones y las serpientes, y a enternecer el corazón impasible de un amante esquivo
o difícil por medio de elíxires, filacterias y los famosos filtros de amor. Aunque no existe un tratado de magia egipcia
completo, muchos de sus conjuros han llegado hasta nosotros a través de pequeños fragmentos de papiro, gracias a los
cuales se sabe que los antiguos egipcios disponían de fórmulas para todos los gustos. La mayoría de las que se han hallado
están comprometidas notablemente entre la magia y la medicina, ya que son remedios para recuperar la salud, por
ejemplo, para evitar el dolor de cabeza, para mejorar el estreñimiento o la indigestión. Pero no sólo la salud tenía cabida
en esa clase de conjuros, los antiguos egipcios también se preocupaban de la consideración social, y así se leen fórmulas
para ser aclamado donde quiera que se vaya o invocaciones para ser un dios o conjuros para que no falten los alimentos.
Así mismo se encuentran numerosos ejemplos de magia amorosa, filtros de amor y varios relacionados con la sexualidad.
Existen también conjuros para comunicarse con los dioses, conjuros para protegerse, para evitar robos, etcétera. A esta
larga lista de ejemplos de “magia blanca” o “inofensiva”, habría que añadir aquellas fórmulas reservadas para la
consecución de objetivos mucho más perversos, dirigidos principalmente para atraer el mal y “enviarlo” hacia ciertas
personas o a los enemigos. Otros tipos de conjuros servirían a fines más “caseros”, como por ejemplo, para asegurar el
embarazo se le recomendaba a la mujer en los templos que recogiera colocasias y las hirviera, para agregar después esta
infusión a la bebida del esposo y mantener relaciones sexuales con él. Otro remedio era mezclar con la bebida anterior
esperma de otro hombre o de un animal y su sangre, y consumirlo o derramarlo por el pene del marido antes del acto
sexual. También encontramos rituales mágicos para saber si una mujer tendría hijos o no, y el sexo de los futuros
vástagos. Para esto la mujer debía guardar cebada y trigo en dos bolsitas de tela, y humedecerlas diariamente con su orina.
Si ambos germinaban la mujer pariría y si ninguno de ellos lo hacía, sería estéril. Si germinaba primero la cebada quería
decir que el primer hijo sería varón, mientras que si lo hacía el trigo se trataría de un mujer.
Sin duda son numerosos los textos pertenecientes a las distintas épocas en los que se recogen gran cantidad de pócimas
y remedios mágicos que los antiguos egipcios utilizaban habitualmente para evitar males o alcanzar aquello que se
deseaba. En el Libro de los Muertos, en papiros mágicos o en los Textos de los Sarcófagos se pueden encontrar conjuros
mágicos para conseguir salud, amor o prosperidad. Como últimos ejemplos enumero otra pequeña muestra de algunas
curiosas recetas que ponen de manifiesto la presencia y el alcance de la magia en la vida cotidiana del antiguo Egipto:
Para tratar el dolor de cabeza: Untar a la persona afectada del mal con una mezcla de bayas de culantro, enebro, miel,
planta de sames y adormidera. Esta receta era la misma que Isis preparó para aliviar el dolor de cabeza de Ra.
Para tratar problemas de diarrea: Se debía mezclar en distintas proporciones higos, uvas, arcilla fresca, masa de pan,
pepitas, cebolla y bayas de saúco, beber la mezcla y repetir dos veces la frase ¡Oh Hetu!.
Para saber en el momento del nacimiento si el niño vivirá: Si grita “ni” vivirá, si grita “ba” morirá.
Conjuro para ser un dios: ¡Salud(decir el nombre del que invoca el don)Tú eres un dios y serás un dios y no tendrás rival
ni enemigo!.
Un hechizo de amor: Confeccionar con cera y goma un perro. Escríbanse palabras mágicas en la parte de las costillas de la
figura. En una tablilla se anotan los nombres de los demonios o genios cuya ayuda se invoca y luego se sitúa el perro
sobre ella. Recítese las palabras escritas sobre el perro y los nombres de la tablilla. Si el perro gruñe el encantamiento
fallará, si ladra será un éxito.
Conjuro para que no falte la comida: ¡Oh(nombre del dios solicitado), yo he llenado tus despensas, yo he colmado tus
vasares, yo te he dado pan y cerveza que no enmohecen y tu cerveza jamás se agriara...!.
Conjuro para seducir a una mujer casada: ¡Unas cohabita con su falo, Unas es el señor de la semilla, él quita las mujeres
de sus maridos cuando Unas quiere, según los deseos de su corazón...!.
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Conjuro para hacer el amor día y noche(en el Otro Mundo): ¡Copulando como un hombre en el Reino de los Muertos,
mis ojos son el león, mi falo Babi. Yo soy el proscrito, la semilla está en mi boca, mi cabeza está en el cielo, mi cabeza
está en la tierra, yo tengo el poder en mi corazón... Todo hombre que conozca este conjuro, copulará en esta tierra durante
la noche y el día, y el deseo se apoderará de la mujer bajo él...!. Esta frase se debía recitar sobre una cuenta de carnalita o
de amatista que se colocaba después bajo el brazo derecho del difunto momificado.
Datos sin duda muy curiosos, pero no menos que algunos “ritos” que se siguen practicando, sobre todo, en el México
actual, en su florido, psicótico y muy solicitado ámbito mágico-“brujeril”, para alcanzar así ciertas “metas deseadas”,
entre las que se encuentra, como siempre, el amor. ¿Influencia, realidad, ignorancia o pavada...?. Usted razone y decida
querido lector.
Como conclusión puedo argumentar que, así como la magia caldea fue astrológica, la persa abstracta y subyugadora, la
griega muy filosófica, la magia egipcia fue sin lugar a dudas completamente teúrgica.
EL ESOTERISMO EGIPCIO
Sin temor a equivocarme puedo afirmar que la civilización que ha ejercido una mayor influencia en el campo esotérico
sobre las demás culturas de todos los tiempos fue el antiguo Egipto faraónico. Tierra milenaria considerada de grandes
iniciados, entronizada como la cuna de los rituales y de los misterios, donde la verdad fue cubierta con el velo de la
alegoría y en donde los dogmas de la religión fueron comunicados por primera vez en forma de símbolos. Tal como lo
hace actualmente la masonería. Lugar único y hermoso en el que, según algunas mentes muy imaginativas por no decir
calenturientas, se dice que habitaron los llamados Reyes Divinos de las dinastías atlantes, es decir sobrevivientes de la
Atlántida, y de los cuales se aprendieron todas las tradiciones, los mitos y las leyendas que circulaban por el país del Nilo.
Incluso hay quienes se aventuran a afirmar que fue en este país donde el llamado Gran Maestro del Mundo llegó de una
Gran Logia Blanca, es decir, de una hermandad o agrupación secreta esotérica desconocida, usando el nombre de Tehuti o
Thot(Thoth), dios sabio de todo el conocimiento y cuyo nombre helenizado ha llegado hasta nuestros días como Hermes,
el Trismegisto(el tres veces sabio o tres veces grande), muy conocido y mentado por los seguidores actuales de la
metafísica y el esoterismo. De todo lo anterior que el lector saque sus propias conclusiones, ya que sin ofender a nadie
creo que no son más que historias para endulzar los oídos de personas místicas, algo psicóticas y con una gran necesidad
de creer.
La “Iniciación” de los antiguos egipcios, llamada los Misterios de Isis y Osiris según Vassal, se remonta a una aparente
antigüedad de 2900 o 3000 a. de C. Según algunas fuentes se trataron de grandes instituciones públicas sostenidas por el
Estado y su enseñanza comprendía todas las artes y ciencias recopiladas de ese entonces, por lo que aparentemente
estarían dentro o trabajando conjuntamente con las conocidas como Casas de la Vida, cerca o dentro de los grandes
templos. El centro principal de los trabajos de estos lugares de iniciación aparentemente estaba en la ciudad de Menfis,
relativamente cerca de la Gran Pirámide de Khufu. Esta pirámide, como ya vimos, fue construida basándose en elevados
cálculos matemáticos y astronómicos, de manera que ella representaba el universo, y por lo tanto se cree que algunos de
estos iniciados estuvieron dedicados meticulosamente a su construcción.
Estos “Misterios” estaban agrupados en “menores” y “mayores”, divididos en tres grados y eran impartidos a los iniciados
bajo solemnes juramentos de secreto de voz y acto. Se cree que su instrucción estaba envuelta en los rituales de Iniciación,
Paso y Elevación. Aquí se podría argumentar que cualquier parecido con las logias esotéricas u ocultistas modernas no es
una mera coincidencia.
Los Misterios Menores correspondían a los conocidos como Misterios de la Diosa Isis, y eran ceremonias preparativas
para los misterios superiores, donde el iniciado recibía instrucciones en las leyes físicas de la naturaleza y la necesidad d e
la purificación moral.
Los Misterios Mayores correspondían al segundo y tercer grado. El segundo grado lo constituían los Misterios de
Serapis y en estos se impartían instrucciones prácticas sobre el desarrollo del cuerpo mental y seguramente se
relacionaban con el mito de la pasión y muerte de Osiris. El tercer y último grado era llamado los Misterios del Dios
Resucitado Osiris, y este ritual era muy impresionante ya que el candidato debía pasar por una representación teatral simbólica de la muerte, la búsqueda del cuerpo y la resurrección de Osiris. Algo parecido a la representación de la Pasión
de Cristo que se celebra en la delegación política de Iztapalapa en la Ciudad de México cada Semana Santa, pero en
privado y sin audiencia pública.
La síntesis de la Iniciación egipcia antigua deja al descubierto varios signos y símbolos que las tradiciones occidentales
posteriormente tomarán, modificarán y dogmatizarán:
1. Una teología con base en la resurrección aportada indiscutiblemente por el mito de Osiris.
2. La práctica de liturgias y de ciencias sagradas destinadas a entablar y mantener la comunicación entre los dos
mundos, el humano terrenal y el divino superior.
3. La idea de un verbo creador y la revelación de misterios y secretos.
4. Una cosmografía divina orientada y ordenada alrededor de un Templo u organización clerical, reafirmándolo
constantemente como el único centro “todopoderoso” para la aplicación controlada de la devoción y la fe.
Refiriéndome a este último inciso, verdaderamente se piensa que la imagen “purísima” del Templo fascinará y alimentará
las ensoñaciones, casi psicóticas, de todos los esoteristas y ocultistas de todos los tiempos posteriores, ya que cuyo
simbolismo-casi mítico-reposa en la arquitectura llamada Arte Real. Estas concepciones son fácilmente reconocibles y
hasta admitidas en la construcción de las iglesias Templarias y en la de las catedrales góticas como nos lo hace ver
Fulcanelli en su opera prima, o hasta en la Basílica de San Pedro del Vaticano en Roma; también son visibles en la
conformación de algunos edificios gubernamentales de Washington D.C. en los Estados Unidos y hasta en la edificación
de algunos templos de sectas cristianas protestantes.
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El templo egipcio obedece a una cosmografía específica, está orientado sobre cálculos astronómicos y su fundación
tiene ritos precisos, bajo la aparente autoridad del dios Thot. Es la “Casa del Dios” construida con las herramientas
sagradas del número, de la geometría, edificada con materiales elegidos y el simbolismo siempre presente que se
complementa con los jeroglíficos que adornan sus paredes. Según algunas fuentes, estas ideas serán tomadas más adelante
por el pueblo judío para la construcción del famoso Templo de Salomón.
En los Templos de Iniciación egipcios se estudiaban lo que al parecer eran los llamados Libros de la Madre Eterna, y
fue en estos templos donde con las conocidas como Escuelas Esotéricas del Dios Amón llegó al máximo esplendor el
poder y la sabiduría de los sacerdotes de este dios, que bajo su supremacía el politeísmo egipcio alcanzó su mayor auge.
El Templo de Amón, ubicado en Karnak, era de un gran tamaño. Sus habitantes, tanto hombres como mujeres, vivían
en recintos completamente separados por altos y anchos muros, y carecían de ventanas que dieran al exterior; durante los
varios años de preparación mística, iniciática y esotérica estos “novicios”, hombres y mujeres, vivían es estos recintos
completamente apartados y alejados del mundo exterior mundano. Realmente estaban muertos para ese mundo exterior.
Sin embargo, la influencia de los sacerdotes de Amón se hacía sentir en todo el mundo egipcio a pesar de que,
físicamente, no abandonaban el Templo jamás.
Para ingresar al Templo era indispensable, más que la vocación del candidato, ser un elegido. Algunos candidatos eran
atraídos debido a sus cualidades humanas y místicas. La edad mínima para ingresar era de doce años. Tan solemne podía
ser el ingreso-ya que verdaderamente se moría para la vida mundana-, que la familia del elegido lo acompañaba como en
una procesión fúnebre, y lo llevaban a un recinto externo del Templo en el que según no había más que un ataúd de
madera vacío en el que era depositado.
A menudo los candidatos eran de sangre real o de la nobleza. Esto era muy importante ya que los faraones, en las épocas
de esplendor, eran iniciados por los sacerdotes y éstos eran también “reales”, por su sabiduría, su poder y su sangre.
Retornando un poco con lo anterior, se argumenta que el Templo tenía siete recintos y que el ataúd, con el candidato
depositado en él, era transportado al primero de éstos. El postulante, de coronar o terminar su carrera y estudios, debía
pasar por siete grados, variando la duración de cada uno, y no está por demás comentar que sólo unos cuantos llegaban a
ordenarse sacerdotes de primer orden. Las enseñanzas versaban y trataban tanto sobre cuestiones físicas como
intelectuales. Cada grado se cumplía, sucesivamente y como ya se habrá imaginado, en cada uno de los amurallados
recintos ya mencionados.
El primer grado, que algunos argumentan que podría llamarse de “Renovación Física y Olvido”, estaba a cargo de
sacerdotes muy experimentados. Durante este grado se despojaba al neófito o lego de todo lo que traía del mundo exterior,
tanto físico como mental. Obvio que empezando por sus ropas y todo objeto personal. Después se le sometía a pruebas
médicas, y de la visión y de escritura; algunos escritos mencionan que al iniciar este primer grado se les arrancaban las
uñas a los novicios, tanto de manos como de pies, para así liberarlos de los instintos animales. Como en el caso de los
novicios de las órdenes cristianas, no estudiaban ninguna asignatura específica. Por el contrario, se procuraba que
olvidaran todo lo que habían aprendido y sabían del mundo exterior, lo que s conseguía mediante la administración de
brebajes especiales que no sólo provocaban la eliminación de las impurezas del cuerpo, sino que también hacían,
aparentemente, olvidar todo lo aprendido anteriormente. Se dice que estos brebajes o pociones provocaban altas fiebres
haciendo que los nuevos aspirantes perdieran también mucho peso corporal. Por lo tanto, dependía, pues, de la
constitución física de cada uno de ellos la duración de este primer grado, que obviamente podía variar desde una semana
hasta varios años.
Una vez que el candidato estaba “purificado” y había “olvidado”, supuestamente, todo lo que sabía y lo que lo ligaba al
mundo externo: leer, escribir, inclusive su nombre, a su familia y todos los hechos acaecidos en su vida mundana hasta ese
momento, se le dormía una vez más y se le trasladaba al segundo recinto.
El segundo grado podría describirse como de “Desarrollo de la Inteligencia”. Se debe tener presente que a este nivel el
adolescente elegido entraba ya purificado y sin noción alguna de su vida anterior. Algunas fuentes mencionan que el
recinto destinado para este nivel era un lugar muy hermoso, en el que se reunían todo el conocimiento que la ciencia podía
aportar y todo el poderío de un rico imperio tal como lo era el antiguo Egipto, destacándose la ingeniería y la arquitectura
de los aposentos, llenos de luz y de colores tales como los blancos, azules y verdes; tan únicos y luminosos eran que
incluso servían para que los sacerdotes estudiaran los efectos ópticos y la refracción de la luz. También en estos recintos
del segundo nivel se reunían las más hermosas pinturas, esculturas y obras de arte realizadas por los mejores artistas de
todo el país. Los jardines también eran indescriptibles y sus plantas eran tan cuidadas que había casos en que una sola de
éstas contaba con su cuidador exclusivo.
En este grado se estudiaba ciencia y arte. Religión aún no. Se desarrollaba la inteligencia y la flexibilidad mental. Se
prevenía contra la posible confusión entre inteligencia y espiritualidad, ya que un ser espiritual bien puede carecer de
flexibilidad mental y viceversa, un ser intelectual puede carecer de espiritualidad. Durante este grado se enseñaba a
discernir.
Después de un tiempo, obviamente variable, los estudiantes desarrollaban un juicio muy seguro tanto en el orden
científico como en el estético. Cuando llegaba el momento para el paso al tercer grado, que podía definirse de “Recuerdo y
Elección”, se drogaba al estudiante y se le pasaba al siguiente recinto. No todos, lógicamente, lograban este avance pues a
muchos les resultaba excesivamente difícil sobrellevar la vida dentro del Templo.
Dado que una vez que el neófito o lego entraba en el Templo no podía salir jamás, los aspirantes que no lograban pasar al
tercer grado se quedaban dentro de él desempañando las funciones de lo que podría designarse como sacerdotes
sirvientes, entre los cuales se hallaban los embalsamadores. Los estudiantes que no trascendían ni siquiera el primer grado
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se ocupaban de la proveeduría de enseres en general, de las vituallas alimenticias y demás aspectos de la administración
del Templo.
En el tercer grado ya se leían y estudiaban los Libros de la Madre Divina. Según se especula se estudiaba algo parecido
a la psicología. Durante este grado fracasaba el 70% de los aspirantes. El estudio de todas las Enseñanzas llevaba a
muchos al conocimiento de que si lo único real era el “ser” o el “uno”, de nada servía lo “demás”, por lo tanto ¿para qué
comer, o dormir o cualquier cosa que no fuera el conocimiento de “aquello”?. Algunas fuentes sugieren que una gran
mayoría de los novicios se dejaba morir al caer en estas profundas meditaciones que invariablemente llevaban a la más
horrenda confusión.
A partir del cuarto grado eran ya muy pocos los que fracasaban. Durante este nivel los estudiantes conocían y
aprendían todos los secretos de la magia egipcia. Existen algunos autores de gran imaginación que se aventuran a
mencionar que en este grado los aspirantes adquirían poderes psíquicos, desarrollando percepciones extrasensoriales,
clarividencia e incluso logrando viajes astrales a voluntad, entre otros.
Iniciando el quinto grado se dedicaban a la “Contemplación”. Y hasta el sexto grado se estudiaba por fin la Teología
Egipcia. Debido a los conocimientos que ya tenían estos futuros sacerdotes iniciados, en sus pensamientos reconocían que
cualquier unión lograda era momentánea; tan ligada estaba la personalidad de un individuo a aquello que la rodea. Cuando
los sacerdotes imponían un castigo, por severo que fuera, procedían sin temor alguno a ejecutarlo, pues sostenían que si el
castigado era verdaderamente culpable, necesariamente expiaría su culpa a través de su alma al pasar de esta vida al más
allá, de tal manera que el castigo no hacía sino anticipar la expiación y el perdón de los dioses.
Se menciona en algunos textos que uno de los poderes que poseían los sacerdotes de Amón, era el de poder morir por
éxtasis. Habían adquirido tales conocimientos sobre el más allá que ya nada temían; esto obviamente suscitó abusos y fue
necesario imponer un severo reglamento interno para este punto. Para ello se exigía que se juramentaran los sacerdotes en
grupos de siete, acordando entre sí que todos ellos se provocarían la muerte llegado el momento oportuno; si uno solo se
decidía, los seis restantes debían también morir aunque no fuera su tiempo. Este pacto sagrado podía concertarse de por
vida o por un término determinado.
Llegado el momento los siete juramentados se retiraban al séptimo recinto, que era el lugar más apartado del Templo.
Ayunaban y practicaban el ascetismo, por lo general 40 días; habiendo casos en que solamente lo hacían por 18 o 27 días.
El objeto de tal práctica, ya del séptimo grado, era el de debilitar el cuerpo físico para disponer con mayor facilidad de él.
Mientras tanto, vivían meditando y concentrados sobre la divinidad más alta concebible. Pasado este ayuno se
concentraban sobre todas y cada una de sus partes anatómicas y sus centros de poder, comenzando siempre por los pies.
De esta manera iban considerando la inutilidad del cuerpo físico mortal. Pero cuando llegaban a la cabeza, es decir, a la
parte superior de sus cuerpos, resultaba que, a pesar de todo, esta fuertemente atados y unidos a la vida. Procedían
entonces al examen retrospectivo individual, después del cual podían ya dar el gran paso hacia el sacerdocio sagrado. El
último paso de la iniciación de un sacerdote era en esencia igual en todos los templos. Un “bautismo” en una piscina
sagrada, que simbolizaba las aguas de Nun, el océano cósmico, para así con el lavado alejar por siempre al mal. Después
era rociado con aceite y agua como purificación-una especie de “ungimiento”-, y posteriormente, era conducido ente la
estatua del dios y allí se le facilitaban las fórmulas secretas de trabajo y los rituales que se dedicaban a la figura. Algun os
sacerdotes afirmaban que al postrarse frente a la estatua de la divinidad esta les hablaba claramente y les recitaba todas sus
tareas, pero lo que aparentemente y realmente sucedía era un simple truco de ventrilocuismo que efectuaban los sacerdotes
de mayor jerarquía o con más años en el templo para así impresionar y sugestionar psicológicamente a los nuevos
iniciados.
Ahora bien, para comprender a la casta sacerdotal, a la idea de la religión egipcia y a su esoterismo y hermetismo, hay
que entender primero, que un templo no era un lugar al que se iba o orar, sino la morada donde vivía el dios, cuya entrada
estaba denegada a los fieles; segundo, que la base de la religión no era la creencia en un dios, sino su culto, y tercero, qu e
para los fieles su dios era el creador del universo y su morada, el templo, de donde había nacido e iniciado todo.
Los sacerdotes ya aceptados o iniciados no formaban una corporación aparte del resto de los funcionarios del Estado.
La religión era oficial en todo el país y por lo tanto parte integrante del Estado. El faraón era el responsable de todos los
cultos, pero delegaba sus funciones a la casta sacerdotal; por lo tanto, como sustitutos del rey tenían el importantísimo
papel de conservar la integridad de la presencia divina en la tierra y de sus manifestaciones visibles en los templos. En el
templo el dios poseía una imagen en la que se “encarnaba”, así pues esa figura debía ser cada día alimentada, vestida y
adornada. Todas esas funciones estaban reservadas de manera muy hermética únicamente a los sacerdotes iniciados.
Las principales obligaciones y requerimientos del sacerdote eran, realizar dos abluciones a lo largo del día y dos
durante la noche, estas se debían realizar en los lagos sagrados del mismo templo o en su defecto en el estanque; vestir
muy pulcramente. La vestidura sacerdotal debía permanecer limpia e inmaculada y haber sido confeccionada
exclusivamente con lino blanco, lo más puro posible, y la cabeza debía mantenerse siempre rapada y nunca llevar nada
sobre ella.
Los sacerdotes egipcios llegaron a alcanzar un alto nivel de pensamiento filosófico y científico. El gran colegio de
Tebas albergaba a los sacerdotes más cultos y con mayores conocimientos teológicos y filosóficos de todo el antiguo
Egipto.
En cada nomo se contaba con un gran templo donde se adoraba a su correspondiente divinidad. Los sacerdotes y los
templos gozaban de unos ingresos bastantes generosos, aunque estos dependían, obviamente, del tamaño del templo y del
número de sacerdotes con el que contaba. Dentro de la estructura del templo había distintas clases de sacerdotes que más
adelante detallaré. En los grandes templos como Karnak, los funcionarios administrativos actuaban como un grupo
separado de las perspectivas y encomiendas religiosas y se dedicaban exclusivamente al cuidado de los bienes y negocios
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del templo. En el templo de Karnak, el recinto religioso más grande del planeta hasta el día de hoy, se asegura que
trabajaban 80,000 sirvientes distribuidos en 1500 oficios distintos. Hoy día sus desgastados restos evocan su
magnificencia y no cuesta trabajo imaginar su antigua grandeza, las finas alfombras que lo cubrían, las gasas que se
colgaban de sus muros, los exóticos perfumes que se quemaban o las orquestas que permanentemente llenaban con su
música un ambiente dedicado al dios Amón.
Es estamento religioso también tenía sus clases, como lo detallo en líneas posteriores. El templo de Amón, por
ejemplo, disponía de cuatro grandes jerarquías sacerdotales, cada una con sus propias subdivisiones. El gran sacerdote de
Ptah en Menfis era llamado “El Gran Jefe de Todos los Artesanos”, porque era Ptah el dios al que se le atribuía la
protección de todas las artes.
Además de la administración política, los sacerdotes desarrollaron funciones mágicas y económicas. Con el uso de la
magia y gracias a su conexión con los dioses, como magos proporcionaron un servicio a la comunidad, asesorando en
remedios y ceremonias mágicas herméticas que generalmente empleaban para fines curativos, como se verá en el apartado
de la medicina egipcia.
Sin embargo y en contraposición a todo lo anterior, existe otra hipótesis entorno a las funciones de los sacerdotes
egipcios, más real aparentemente y que sin duda se aleja del hermetismo y esoterismo que siempre los ha envuelto, por lo
que considero que es necesario revisarla a continuación.
Se piensa que sólo aquellos que en un momento de su vida la han sentido pasan a convertirse en sacerdotes, y eso tras
un importante período de formación. En principio, todos los que sientan la vocación pueden ser acogidos en la jerarquía
eclesiástica católica. En el Egipto faraónico no sucedía nada parecido. En realidad, parece que hubiera sido justamente lo
contrario, pues solamente una persona de los millones que llegaron a habitar a orillas del Nilo estaba preparada y
calificada para penetrar en el mundo de los dioses, y era el faraón. La labor fundamental del monarca de las “Dos Tierras”
era mantener el Maat, el equilibrio constante del mundo, y sólo quedaba calificado para hacerlo tras su coronación.
Gracias a esta penetraba en una “nueva dimensión”, que lo situaba en un nivel casi divino, pasando a estar capacitado para
actuar como intermediario de toda la humanidad ante los dioses. En el mundo no existía nadie más que osara atreverse a
pensar en usurpar tamaña responsabilidad. Sin embargo, aunque la ideología faraónica era capaz de separar al monarca del
común de sus súbditos, no poseía los medios para concederle el don de la ubicuidad. El faraón era divino si, pero no tanto.
Si deseaba que en todos y cada uno de los templos egipcios se celebrara el culto de forma regular, no tenía más remedio
que delegar las labores sacerdotales en personas escogidas para ello. Pero curioso, para que no hubiera posibilidad de
equívoco sobre quién era realmente el encargado de realizar el culto diario, en la decoración de los templos egipcios sólo
aparece siempre o casi siempre una sola figura: el faraón, soberano absoluto de las Dos Tierras. Ya desde la fachada
misma de los pilonos lo vemos como “mantenedor del equilibrio del mundo”, pues allí aparece con una maza en lo alto,
dispuesto a golpear a uno enemigos vencidos. En el interior del templo había numerosas imágenes del faraón presentando
ofrendas a los dioses y actuando como único sacerdote del país.
Por lo tanto y escrutando políticamente lo anterior, el sacerdote egipcio no era, como se pudiera pensar, alguien
imbuido de un profundo sentimiento de humildad, deseos de perfección personal y ansias por difundir la verdad de la
palabra revelada de Dios. Si llegaba a penetrar en la casa de la divinidad era porque el faraón lo había nombrado para el
cargo. El sacerdote egipcio era entonces y para desilusión de muchos, sencillamente, un funcionario público más de la
administración del Estado que aceptaba gustoso la tarea por los indudables beneficios, tanto sociales como económicos
que el cargo mismo conllevaba. Si lo vemos así, ni siquiera necesitaba una preparación especial para desempeñar sus
funciones; una vez aprendido el ritual mecánicamente, no tenía sino que repetirlo cuantas veces fueran necesarias mientras
ejercía su cargo. Por lo tanto, resumiendo y rompiendo con el hermetismo tradicional, en el Egipto faraónico para
desempeñar con decoro y exactitud las funciones sacerdotales no era necesario ningún sentimiento místico por parte del
oficiante; bastaba con ser nombrado para el cargo por el faraón. Los sacerdotes vendrían a ser entonces como los
“ingenieros” encargados de mantener la maquinaria del Estado religioso a pleno rendimiento, siempre en representación
del faraón.
El antiguo clero egipcio estaba organizado según una rígida estructura piramidal, aunque como sucedía siempre entre
el funcionariado del Estado del Egipto faraónico, no existía un escalafón constante entre los distintos cargos sacerdotales,
pues el título podía variar con el tiempo o con el templo al que perteneciera. No obstante, sí se puede observar una cierta
estructura jerarquizada. En el vértice de esta pirámide se hallaba el faraón como Sumo Sacerdote de todo el país y de
todos los dioses y diosas. De él dependían los cuerpos sacerdotales de los diversos centros de culto. Durante el Imperio
Antiguo hubo tres grandes núcleos sacerdotales, ubicados en Heliópolis, Menfis y Hermópolis. El clero de Heliópolis
veneraba al dios creador solar Ra y estaba encabezado por un sacerdote llamado Gran Vidente de Ra o el Principal de los
Videntes de Ra; en Menfis, el clero del dios Ptah tenía al frente al Grande de los Jefes de los Artesanos o Principal de los
Directores de los Artesanos; mientras que el sacerdocio hermopolitano, vinculado al dios Thot, estuvo dirigido por el Más
Grande de los Cinco, nombre que hacía referencia a las cuatro parejas de dioses y al dios creador que formaban la
Ogdoada hermopolitana. A todos los anteriores se debe de añadir, ya en el Imperio Nuevo, al poderosísimo y numeroso
clero de Amón, en Tebas, encabezado por su Sumo Sacerdote. Entre los distintos cuerpos sacerdotales había grandes
diferencias en cuanto al número de integrantes. Un templo local o de un nomo poco influyente,como por ejemplo, el del
dios Anubis en el Fayum, estaba integrado por apenas unas 50 personas, y sólo seis de ellas eran sacerdotes permanentes,
mientras que los demás lo eran de medio tiempo, turnándose en cuatro grupos. En contraste, el Papiro Harris I enumera
81,322 sacerdotes y trabajadores en el Templo de Amón en Karnak. Y es precisamente la división jerárquica de este
último santuario la que se conoce con más detalles. En Tebas, bajo la autoridad suprema del faraón, se situaba un grupo
directivo, conocido como el Alto Clero, conformado por el Primer, Segundo, Tercero y Cuarto Servidores o Sirvientes del
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Dios, los Hem-Netjer(Netcher)en egipcio, que los griegos nos han hecho llegar con el nombre de “Profetas del dios”.
Estos eran los sacerdotes principales y sus funciones tenían que ver sobre todo con los templos, más que con los
intrincados cultos funerarios. Participaban activamente en la vida económica de éstos, realizaban los diferentes rituales y
preparaban las ofrendas para el dios. Eran de los pocos privilegiados que podían penetrar en el sancta sanctórum y ver de
cerca a la estatua sagrada del dios. Ellos eran los encargados y responsables directos del gobierno del templo, de
supervisar a sus trabajadores, y de controlar todas las propiedades y las tierras que el santuario tuviera a lo largo del país.
Era tal la importancia, la relevancia y el poder que ejercía el Primer Servidor del Dios, que era el propio faraón quien
designaba a la persona que debía ocupar el puesto, aunque el cargo debía ser ratificado por el oráculo divino. Algunos
especialistas mencionan que el Primer Servidor del Dios también era conocido como el “Sumo Sacerdote de Amón” y el
“Supervisor de los Servidores del Dios”, ya que al parecer fiscalizaba todas las acciones diarias de sus tres subordinados.
En ciertas épocas su poder e influencia fueron tan grandes como los del mismo faraón. El Segundo Servidor era el
encargado de supervisar los trabajos en los campos y los talleres del templo, y de controlar las embarcaciones que recibía
el recinto sagrado; él era el verdadero administrador de las propiedades y de la recepción de los tributos que llegaban al
santuario. El Tercer y el Cuarto Servidores no tenían unas funciones claramente definidas, si bien se sabe que sustituían a
los primeros en ciertas festividades y en determinadas labores directivas. Todos ellos estaban ayudados por secretarios,
escribas administrativos, servidores, criados, escoltas y otros miembros del personal auxiliar. Tras estos influyentes
personajes se encontraba el grupo más numeroso, el Bajo Clero, formado por los simples sacerdotes o Servidores del
Dios. Éstos podían desempeñar trabajos especializados y, al mismo tiempo, desarrollar labores administrativas y religiosas
diversas. Todos ellos se organizaban en los denominados Sa, Sau o Phylae, que eran cuatro grupos de sacerdotes que
debían rendir turno de servicio en el santuario o en el culto funerario. El término sa o sau procede del lenguaje náutico y
significa “Observador”, mientras que el término griego phylae aparece en el Decreto de Canopo, del siglo III a. de C., un
texto bilingüe del reinado de Tolomeo III, y que es el que suele utilizar comúnmente la egiptología moderna para designar
a estos grupos de sacerdotes. Dependiendo del período y del templo, cada phylae estaba compuesta por un número
variable de individuos, y servían de forma rotativa durante un mes cada una, a lo que seguían tres meses de descanso
aproximadamente. El conjunto de phylaes estaba dirigido por un coordinador, al que debía rendir cuentas cada uno de los
supervisores de las cuatro phylaes.
Un cargo sacerdotal inferior era el de sacerdote Wab(Uab) o “Sacerdote Puro”, y se trataba de las personas encargadas
de manejar los objetos sagrados y realizar determinadas actividades culturales, aunque no podían penetrar en la parte más
sagrada del templo para ver al dios. Se ocupaban del mantenimiento del templo y del ritual diario. También acarreaban la
barca divina en las procesiones. Se dividían a su vez jerárquicamente-Director, Supervisor, Gran Sacerdote Wab...-y según
su función; algunos, por ejemplo, eran los “Abridores del Santuario”.
Para que el ritual diario en el interior del templo se desarrollara correctamente, y las palabras y los gestos que realizaba
fueran los precisos, el sacerdote oficiante contaba siempre con la ayuda de un “Sacerdote Lector” o Hery-Hebt, encargado
de ir leyendo los gestos y las acciones que había que realizar, además de recitar las oraciones correspondientes a cada fase
de la ceremonia, según aparecían escritos en los papiros. En las representaciones murales, este tipo de sacerdote se
caracteriza por llevar una banda de tela cruzada sobre el pecho. Estos sacerdotes lectores gozaban de una gran
consideración. Al cargo se llegaba desde la profesión de escriba. Eran imprescindibles en todas las ceremonias, ya que
estaban facultados para oficiar tanto el culto divino como el funerario; en este último asistidos por el personal civil. Eran
expertos en los textos sagrados y se encargaban de que el ritual se realizara tal y como estaba prescrito.
Los Músicos y Cantantes están documentados desde el Imperio Antiguo y eran uno de los grupos más numerosos de
sacerdotes, cuya función principal era el deleite del dios. Actuaban como cantantes, palmeadores o tañedores de
instrumentos, y a veces lo hacían de forma conjunta con las sacerdotisas en algunas ceremonias, siempre o casi siempre
bajo la supervisión del Director de Músicos.
El personal del templo se completaba con el último puesto en la jerarquía, que era ocupado por el personal auxiliar, un
cuerpo de funcionarios fijo formado por escribas y empleados varios, encargados de los trabajos menores, la
administración, de llevar la contabilidad, el mantenimiento del santuario, otros aspectos de su vida cotidiana y comercial,
y de realizar las labores menos lucidas, como la limpieza, la evisceración de los animales sacrificados, etcétera, y que no
intervenían en ninguna de las cuestiones del culto o del ritual.
Dentro del Bajo Clero se debe incluir también al personal femenino que se ocupaba de las tareas asociadas a la música
y a la danza, imprescindibles para que la divinidad se sintiera complacida y básicas para que su música ahuyentara a las
fuerzas malignas u hostiles. A la cabeza del clero femenino se encontraba la reina, en calidad de Esposa del Dios, la cual
delegaba en una Gran Sacerdotisa o Supervisora del Harén, la Concubina, que, en realidad, era la que dirigía el conjunto.
El máximo exponente de este clero femenino lo constituiría la figura de la Divina Adoratriz, Dua-Netjer(Netcher)en
egipcio, especialmente a partir de la XXIII Dinastía, cuando algunas princesas reales célibes desempeñaron en el culto de
Amón en el Templo de Karnak funciones religiosas de la máxima importancia. Éstas se sucedían por adopción, aunque
podían reinar de forma conjunta, y se convirtieron en auténticas regentes locales con un muy fuerte poder político y social,
y sus funciones religiosas fueron, incluso, por algún tiempo, mayores que las del Sumo Sacerdote de Amón. Realizaban
ritos de fundación de capillas, entrega de ofrendas y fiestas sed. Se tienen registros que desde la XVIII Dinastía las
esposas e hijas de los faraones podían adoptar el título de Divinas Adoratrices de Amón.
Aunque en el antiguo Egipto fueron los hombres quienes oficiaron mayoritariamente en los templos, existió también
durante el Imperio Antiguo una rama unida al clero que estuvo formada exclusivamente por mujeres. Se conoce un buen
número de sacerdotisas de este período, llamadas Hemet, que desempeñaron cargos de responsabilidad y poder. Podían
estar vinculadas al culto tanto de diosas(Hathor, Neith, Pajet, Bastet), como de divinidades masculinas(Osiris, Horus, Min,
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Thot, Anubis). También podían servir en el culto funerario bajo el título de Hemet-Ka. Muchas de ellas parecen haber
compartido labores con los hombre en igualdad de condiciones. Puede, incluso, que hubiera un grupo de sacerdotisas con
conocimientos médicos que se hallaran bajo la tutela de otra mujer médico. Se sabe, en efecto, que en tiempos de la IV
Dinastía vivió una mujer llamada Pesheset, que era “Supervisora o Directora de los Médicos”. Menciones parecidas se
encuentran en la tumba menfita de Horanjemsay, quien vivió en tiempos de la VI Dinastía, durante el III milenio a. de C.,
y en ciertas capillas funerarias del área de Tebas. Las mujeres también parecen haber participado, aunque más raramente,
en las labores de escriba, como se ha documentado en la tumba de Seshseshet Idut(VI Dinastía), en la sepultura tebana de
Irterau(del I milenio a. de C., en la XXVI dinastía)y en el texto de Nesi-Tanebet-Isheru, hija del faraón
Pinedyem(Pinnedjem)II, de la XXI Dinastía, la cual se presenta, entre otros muchos títulos sacerdotales, con el de “La que
Trabaja en los Rollos del Papiro de Amón-Ra”.
Según las investigaciones que se han realizado sobre este tema, se ha llegado a la conclusión que fue a partir del
Imperio Nuevo que los cargos sacerdotales se convirtieron en algo permanente, en un puesto definitivo que el funcionario
ocupaba teóricamente hasta su muerte, o hasta una reorganización del organigrama político decidida por el faraón. En los
tiempos pretéritos, durante todo el Imperio Antiguo y el Imperio Medio, la época de oro y de las grandes pirámides, el
cargo de sacerdote se ocupaba de forma cíclica. Cada diez meses y durante un período de 30 días, aproximadamente un
mes egipcio, un funcionario pasaba a desempeñar labores propias de un sacerdote en un templo funerario real. Mientras
tanto, no dejaba de seguir ocupándose de las obligaciones de sus otros cargos en la Administración del Estado. Como se
entenderá, desempeñaban esta labor como una obligación más dentro de sus puestos gubernamentales.
Ahora bien, dado esa importancia que el cargo sacerdotal tuvo durante el Imperio Nuevo, cuando los templos se habían
convertido en una especie de “bancos” donde quedaba recogida la enorme riqueza que generaban sus tierras y rebaños, el
nombramiento de un nuevo sacerdote era un evento político relevante y los escogidos no dudaban en dejar constancia del
acontecimiento en sus tumbas, como por ejemplo en la de un tal Nebunenef, donde se lee el siguiente párrafo: “Se llevó al
gran sacerdote de Amón, Nebunenef, ante la presencia de Su Majestad. Era por entonces gran sacerdote de Osiris, gran
sacerdote de Hathor, señora de Dendera, y jefe de los servidores de los dioses, al sur, hasta el lugar llamado „Mi-rostroestá-sobre-Amón‟, al norte hasta Tinis.
Su majestad de dijo: A partir de ahora serás gran sacerdote de Amón; sus tesoros y sus graneros estarán bajo tu sello.
Serás el superior de su templo; todos sus aprovisionamientos serán colocados bajo tu autoridad. En cuanto al templo de
Hathor, señora de Dendera, su cargo a partir de ahora le será confiado a tu hijo, así como las demás funciones de su
padre y el cargo que ocupabas”.
Un ejemplo perfecto del modo en que un personaje destacado del agrado del faraón podía conseguir el anhelado puesto de
“primer profeta” de un templo importante y que demuestra que para ello no había necesidad de someterse a una iniciación
ritual hermética o esotérica. De haber sido este el caso, el bueno de Nebunenef no hubiera dejado de reflejarlo en su
autobiografía, ¿o usted qué cree...?.
Para los egipcios tampoco resultaba nada raro este sacerdocio a tiempo parcial, pues en su vida común todos tenían la
obligación teórica de oficiar como sacerdotes. Para los hijos era perentorio realizar el funeral de sus padres, que incluía la
ceremonia de la “apertura de la boca”, y si no estarían faltando a una de sus principales obligaciones morales, sociales y
familiares. Al encabezar la ceremonia y realizar los ritos necesarios estaban actuando en calidad de Sacerdotes Sem. Una
labor para la cual habían de vestir un piel de leopardo sobre sus ropas, como signo de su categoría. Este punto tenía tanta
importancia ideológica, que el encargado de oficiar los funerales del faraón se convertía en su sucesor, pues al hacerlo
había actuado como su hijo. No importa que no hubiera sido engendrado por él. Por este motivo, en la tumba de
Tutankhamón se observa al visir Ay, de mucha más edad que el difunto faraón, representado en la pared realizando las
labores propias de un sacerdote sem. Vestido con su piel de leopardo y con la azadilla o adzé-llamada peseshkef-empleada
en la “apertura de la boca”, Ay se presenta ante la eternidad como el “hijo” y sucesor del difunto faraón, legitimando de
este modo su acceso al trono. De esta manera se explican también las prisas de Senuseter I, en el relato de Sinuhé, por
llegar al palacio tras conocer la noticia del asesinato de su padre; no fueran los magnicidas a adelantársele. Más le valía
estar allí antes de que nadie pudiera organizar los funerales regios. Pura conveniencia política ¿no le parece amigo lector?.
La anterior no era la única ocasión en que los egipcios “normales, comunes y corrientes” tenían que ejercer como
sacerdotes, pues cuando se ocupaban de mantener el culto funerario de sus padres e iban a visitar la tumba de éstos para
depositar ofrendas, lo hacían en calidad de Sacerdotes Funerarios o Sacerdotes Ka. No obstante, desde muy temprano, este
tipo de rituales se fue haciendo mucho más complejo, por lo que no tardó en aparecer un grupo de profesionales
encargados de desempeñar estas labores, eso sí, alquilados por una buena paga.
La conversión del sacerdocio en una profesión a tiempo completo coincidió con importantes cambios sociales, por
poner un ejemplo, Egipto se convirtió en una de las potencias dominantes del Mediterráneo oriental; cambios que también
se vieron reflejados en la majestuosa arquitectura religiosa, pues fue entonces que los templos adquirieron la forma
definitiva y estándar que hoy en día nos es tan familiar a los estudiosos de la cultura egipcia.
El ejercicio del sacerdocio puede que no exigiera un comportamiento o una moralidad intachables, pero sin duda sí una
purificación del cuerpo que hiciera del encargado de la ceremonia alguien digno de ver a la manifestación del dios. Las
descripciones más exactas del ritual purificador de los sacerdotes, con su depilación del cuerpo y los baños rituales en el
lago del templo, se las debemos a Herodoto. Sin duda eran exactas para el momento en que visitó Egipto, en el siglo V a.
de C.; pero cuando se trata de la época faraónica se cuenta únicamente con referencias tangenciales como este texto
extraído del Papiro de Turín(1887): “Memorando relativo al hecho de que él-Penanuquet-penetró en el interior del
recinto, cuando no habían pasado siete días bebiendo natrón. El escriba Montuherkhepesh le hizo pronunciar un
juramento por el señor, vida, salud, fuerza, al profeta de Khnum con estos términos: „No permitiré que acceda cerca del
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dios antes de que haya acabado su período de beber natrón‟. No obedeció. Se acercó al dios mientras que todavía le
faltaban tres días de beber natrón”.
En el texto se pueden ver algunas de las normas de pureza ritual, como el beber natrón, y no precisamente porque
aparezcan enumeradas y paso a paso, sino porque aparecen en una denuncia contra un sacerdote que no las cumplía. Otra
referencia aparece en el Libro de los Muertos, en cuyo capítulo 125, conocido como la “Confesión negativa”, donde se
enumeran los actos negativos que impedirían al difunto alcanzar el más allá, se cita lo siguiente: “No he fornicado en el
Lugar Puro perteneciente al dios de mi ciudad”. Como se entenderá, nadie que hubiera roto o mancillado la pureza de un
templo podía oficiar en él.
A partir del Imperio Nuevo, al convertirse el sacerdocio en un cargo a tiempo completo, la estructura de la jerarquía
templaria se modificó ligeramente. Para entonces, el sacerdote principal de un templo pasa a ser llamado “gran profeta”.
En realidad y como ya lo mencioné, el término “profeta” no es de origen egipcio, sino griego.
Una parte importante del esoterismo y de los cultos egipcios era la salida en procesión de la estatua del dios, llevada
dentro de una barca sagrada “portátil” resguardada por los sacerdotes. Durante estas procesiones se decía que la estat ua
misma realizaba augurios y respondía a las preguntas de los fieles; por esta razón es que los griegos consideraron
erróneamente que los sacerdotes egipcios realizaban la misma función que sus propios “profetas”.
Además del culto diario, en los templos tenían lugar diversas festividades, durante las cuales la estatua del dios era
llevada en andas por los sacerdotes en un recorrido ritual fuera de los límites del templo. Estas procesiones tenían
importancia, no sólo por su carácter simbólico, sino también porque eran los únicos momentos en que las gentes comunes
y corrientes del valle del Nilo podían ver de cerca de sus dioses.
Sólo algunos sacerdotes estaban calificados para ver y tratar con la estatua del dios; el resto no podía penetrar en el
santuario del templo. De hecho, en el caso de las personas del pueblo, ni siquiera podían penetrar más allá del primer patio
de la casa del dios. Siendo así, en las paredes exteriores de los santuarios de algunos templos se esculpieron en las paredes
orejas para señalar el lugar donde se encontraba el dios, oculto tras los muros, y desde donde los fieles podían dirigirse a
él para ser “escuchados”.
En base a esta teoría mucho mas mundana y política ¿Dónde quedan entonces las misteriosas iniciaciones de los
sacerdotes egipcios que ya se han descrito al inicio de este apartado?, ¿Dónde está el origen de los diferentes movimientos
herméticos europeos, situados indefectiblemente en la tierra del Nilo por sus adeptos? ,y ¿Dónde quedan las supuestas
enseñanzas de Hermes Trismegisto y los argumentos de Giordano Bruno?. Lo cierto y más factible es que los egipcios que
ejercían como sacerdotes no necesitaban una formación especial; todo aquello que debían saber se encontraba en los
papiros y era leído por los sacerdotes lectores. Los textos se conservaban en las Casas de la Vida y en las Casas de los
Libros-una especie de bibliotecas de papiros-; dos secciones especiales de los templos que servían para almacenar todo el
conocimiento hasta entonces recabado. En teoría, todo aquel que fuera sacerdote tenía acceso ilimitado a todo este
conocimiento, pero no tenía obligación de leerlo y mucho menos estudiarlo y aprenderlo. Con todo, no deja de ser cierto
que desde siempre hubo en los grandes templos, como el de Heliópolis, sacerdotes encargados de estudiar, recopilar y
crear la parte “teórica” de la religión y los cultos. Fueron ellos los que pusieron por escrito los relatos de la creación
propios de cada dios, o los que recopilaron y dieron forma definitiva a los Textos de las Pirámides, al Libro de los
Muertos, etc. Sin embargo, tampoco en estos casos puedo decir o afirmar que fuera necesaria una iniciación para pasar a
formar parte de este cuerpo de élite sacerdotal. Si así lo deseaban y tenían el interés necesario, una vez nombrados
sacerdotes tenían todos los textos existentes a su disposición para comenzar a estudiarlos. Con el tiempo y la aquiescencia
de los sacerdotes más formados y viejos, podrían llegar a contarse entre ellos, pero sin necesidad de una iniciación ritual
secreta hermética.
Los Cultos dentro de los Templos
La tarea de los sacerdotes consistía en realizar una serie de ritos con una periodicidad diaria a la divinidad a su cargo.
El ritual del culto al dios se debía celebrar diario. Desde que despertaban hasta que se acostaban a dormir, los sacerdotes
egipcios servían al dios para que nada perturbase su esencia divina y el orden cósmico. Se necesitaba pues, que esos ritos
fueran realizados en el más completo aislamiento, para que así nada ni nadie pudiera profanar la tranquilidad de la estatua
divina, así como la pureza del templo que también debía ser preservada con todo rigor. Por lo tanto y como ya lo he
expuesto anteriormente, estas ceremonias se realizaban en las zonas más ocultas y sagradas del templo o sancta
sanctórum, en presencia de unos pocos sacerdotes y en algunos casos especiales, del faraón y de sus más íntimos
colaboradores gubernamentales.
El pueblo no sabía nada de lo que sucedía en el interior del templo, no estaba al corriente de las diferentes fases de las
ceremonias e incluso, posiblemente, ignorarían a qué horas del día se desarrollaban los ritos.
En los templos funerarios del Imperio Antiguo, el culto diario se celebraba dos veces, una por la mañana y otra por la
noche. La intención del ritual era alimentar a las estatuas representativas y así mantener vivo el ka del difunto. El primer
paso de este esotérico y místico rito era abrir las puertas de cada uno de los nichos y sacar cada una de las estatuas;
seguidamente, los Khenti-She, un tipo de sacerdote especializado cuyo nombre significa “aquellos que están al frente del
she”, las limpiaban, ungían y adornaban, mientras que los Hem-Netjer las sahumaban con incienso. Tras aplicar este
tratamiento a todas las estatuas presentes sin excepción se les mostraban las ofrendas de comida que se les iban a otorgar.
Terminada la ceremonia, un Khenti-She y un Hem-Netjer vaciaban la pila que había recogido el agua y los líquidos
empleados para celebrar el ritual. La ofrenda de la mañana terminaba con una aspersión, repetida cuatro veces, del agua
con natrón contenida en una jarra, que quedaba medio vacía. Seguidamente, otro Khenti-She y otro Hem-Netjer recibían
esta jarra para realizar con ella lo que se conocía como “el camino del hem-netjer cuando rodea la pirámide”. Esta
ceremonia consistía en rodear a la pirámide en el sentido contrario a las manecillas del reloj mientras la rociaban con el
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agua contenida en la jarra. No estaría de más ni en balde mencionar que desde sus comienzos todos las ceremonias y los
rituales egipcios siempre estuvieron cargados de una enorme mística, de una gran religiosidad, de un profundo respeto y
de una indudable fe, que a las postrimerías tomarían tanto las religiones judeocristianas como las famosas sectas o logias
herméticas o esotéricas vigentes hasta la fecha.
Para hacerse una idea de la importancia económica de los templos durante el Imperio Antiguo se tiene un afortunado
grupo de documentos, encontrados por los ladrones de tumbas en el templo funerario de Neferirkare Kakai, de la V
Dinastía. Se trata de parte de sus archivos administrativos, un conjunto conocido como los “Papiros de Abusir”. Sólo en
este templo se ofrendaban anualmente 660 aves al mes; esto teniendo en cuenta que los antiguos egipcios tenían un
calendario de doce meses de 30 días cada uno, más cinco días denominados epagómenos añadidos al final del año, que
contaba así 365 días; lo que hacía un total de 8,000 aves al año, además de 30 bueyes por mes. Pero esto no era nada, pues
cuando celebraban una fiesta especialmente relevante para ellos, los templos literalmente tiraban la casa por la ventana.
No cabe duda que clero y riqueza forman un ecuación exacta sin discusión, tanto en el Antiguo Egipto, como en China, en
la Roma Imperial o en las culturas Mesoamericanas.
Ya en los tiempos del Imperio Nuevo el culto tenía ahora lugar tres veces al día y a las mismas horas: al amanecer, a
mediodía y al caer la noche; pero el ritual se modificó ligeramente por aparentes cuestiones de logí stica. El “Ritual de la
Mañana” u oficio matinal era quizás el más solemne dada su complejidad y comenzaba antes del amanecer, cuando el
encargado del culto se purificaba bañándose en el lago sagrado del templo o con agua sacada de él. Una vez limpio,
continuaba purificando su cuerpo masticando natrón y siendo sahumado con incienso. Ya estaba listo para encontrarse con
el dios, tras vestirse con la ropa propia de su cargo y penetrar en el sancta sanctórum, la habitación donde reposaba la
estatua del dios. Mientras esto sucedía se reunían las ofrendas en bandejas llenas de carne, pan y fruta, ánforas de cerveza
y de vino, para ser colocadas sobre la mesa dispuesta en la sala del altar. Los sacerdotes de mayor rango purificaban estos
alimentos mediante aspersiones y fumigaciones de incienso, y durante este proceso repetían las fórmulas de la
consagración.
Al llegar a la sala sagrada, el sacerdote encargado del culto encendía una antorcha para deshacer las tinieblas y la
perfumaba con humo de incienso. Sólo entonces podía romper los sellos con los que la noche anterior se había cerrado la
puerta del santuario, descorrer el cerrojo y abrir las puertas de la naos pronunciando la invocación del ritual: “Despiértate
en paz, gran Dios; despiértate, y la paz sea contigo” “...Tus ojos iluminando la noche, tus cejas se levantan en toda su
belleza...Tú esparces sobre la tierra tu polvo de oro...”. Posteriormente con reverencia descubría la estatua abriendo la
puerta del gran tabernáculo y de inmediato se postraba ente ella, besando el suelo ante el dios, tras lo cual entonaba un
himno. Seguidamente, rodeaba la estatua a la vez que le ofrendaba mirra, aceites perfumados y una figura de la diosa
Maat. Luego tenía que crear una pequeña plataforma de arena limpia en el suelo, depositaba encima la figura del dios y
purificaba el armario donde había pasado la noche. Entonces, para señalar la estrecha relación que lo unía con la
divinidad, abrazaba su estatua entonando la fórmula de la universalidad divina: “Adoro a Tu Majestad con las plegarias
prescritas, con las palabras que acrecientan tu poderío... en las sagradas manifestaciones con las que te has revelado
desde el nacimiento del mundo”- no se debe de olvidar que en realidad se suponía que el abrazo lo daba el faraón-y luego
retiraba los aceites, ungüentos y la ropa del ritual del día anterior. Tras las palabras de la fórmula el sacerdote elevaba y
purificaba a la estatua del dios con agua e incienso, la vestía con ropas limpias de lino, una diadema de tela, un collar de
oro, un pectoral y las insignias propias de la divinidad, y la revestía con la ofrenda de las nueve estolas. Después la ungía
con aceite perfumado y le maquillaba los ojos antes de derramar más arena limpia por el suelo, rodear a la estatua,
sahumarla y purificarla de nuevo con agua y diferentes tipos de natrón. Ahora sí, el dios ya estaba limpio, puro y feliz para
mantener en orden al universo. Después el sacerdote purificaba las bandejas con muestras de las ofrendas expuestas,
invitaba al dios a aceptarlas y recitaba la lista de cada una de ellas mientras las iba colocando de una en una sobre el altar.
Tras instarle a alimentarse de ellas, el sacerdote transfería al dios la fuerza de la vida mediante la ofrenda de un amuleto
ankh y otro en forma de corazón, el ib. Antes de retirarse definitivamente del sancta sanctórum el sacerdote volvía a
encerrar la estatua del dios en el tabernáculo, recitaba unos himnos, cerraba las puertas del santuario y las sellaba
nuevamente. Como las ofrendas presentadas ya habían perdido su esencia, que mágicamente iba a alimentar al dios, eran
retiradas de los altares para su reparto entre los demás sacerdotes que las consumían y que aparentemente sobrevivían con
tales ofrendas. Terminada la ceremonia, el sacerdote salía de la habitación sagrada caminando hacia atrás mientras barría
sus pisadas, apagaba la antorcha y dejaba sólo al dios. Así permanecería hasta el mediodía, cuando de nuevo entraba el
sacerdote para llevar a cabo el “Ritual de la Tarde”, y, posteriormente, cuando comenzaba a anochecer, se repetía todo el
rito en el llamado “Ritual del Anochecer o de la Noche”. Cuando el sol estaba en el cenit, también se celebraba un nuevo
servicio en honor a las estatuas de los otros dioses, huéspedes del templo, o bien a la del faraón.
Se debe tener en cuenta que la liturgia en los ritos de adoración a los diferentes dioses no sólo se realizaba de forma
espiritual. A los rezos y proclamaciones se unían siempre estímulos físicos, tanto visuales como olfatorios, ya que “todo lo
bello era siempre agradable a los dioses”. Es importante mencionar que dentro de algunos de los templos existía un
Mammisi, “Casa del parto” o “Paritorio”, un aposento considerado como “muy sagrado” por los sacerdotes y obviamente
restringido, en el que se suponía que la diosa “parió” a la tercera divinidad de una Tríada sagrada, como la de Tebas o la
de Menfis.
De nuevo amigo lector usted tiene la última palabra y es libre de creer o no en la existencia de un esoterismo hermético
egipcio mágico, místico, sagrado y lleno de innumerables misterios, que aparentemente ha influenciado, perdurado y
evolucionado a través de la historia posterior de la humanidad en forma de las más diversas logias, hermandades,
cofradías y sectas místicas, llegando a sobrevivir y seguir fascinando al ser humano incluso hasta en nuestros caóticos días
de este naciente siglo XXI.
~ 121 ~
LOS SÍMBOLOS EGIPCIOS COMO OBJETOS DE CULTO SAGRADO
Como es bien sabido todas las culturas y en especial la egipcia, han logrado crear sus sistemas de signos para dar
soporte a las ideas, exorcizar los miedos o bien para atraer hacia sí el poder, la gloria y la buena fortuna. Estos mágicos
objetos que estaban investidos y revestidos de un sentido simbólico se fabricaban a base de piedras semipreciosas como la
cornalina, el jaspe, el famoso lapislázuli, los hematites principalmente y de madera, cerámica, esmalte o hasta vidrio.
Algunos tallados más burdamente, y otros, engarzados como verdaderas joyas. La gran mayoría de estos instrumentos se
utilizaban como protección o como talismanes de prosperidad y fuerza, y un buen número tenían grabadas fórmulas
mágicas. De entre todos esos objetos sólo mencionaré a aquellos a los que con mayor frecuencia se les encuentra o se les
repite en los textos, tanto de los grabados de los templos, como en los escritos en los diferentes papiros.
Símbolos reales y divinos
Los antiguos egipcios emplearon un gran número de símbolos para proclamar su poder real y la relación de sus
gobernantes con la trascendencia; los siguientes son algunos de estos símbolos, los más emblemáticos:
El cartucho: Significa el mundo sobre el cual reina el faraón. El nombre de los faraones siempre se escribía dentro de un
cartucho.
El cetro heqa o heqat: Simboliza el poder. Lo sostienen el dios mesiánico Osiris, el faraón y los altos funcionarios. Es
como un cayado con el que el dios o el rey “dirigen a su rebaño”. En la escritura jeroglífica significa gobernar.
El flagellum o látigo-nejaja-: Al igual que el cetro heqa, sólo lo portan Osiris y el faraón. Simboliza la protección que
ejercen sobre el rebaño, utilizando el látigo para espantar y castigar a sus enemigos. Consiste en una vara de la que
prenden tres hileras de abalorios. Algunas fuentes lo denominan como un “espanta moscas”.
Uraeus: Es el símbolo real faraónico por excelencia. Protege al rey incluso cuando duerme y ahuyenta a todos sus
enemigos. El uraeus se representa como una cobra erguida con la capucha inflada. Se sitúa en la frente del faraón para
confirmar su legitimidad real. Según la leyenda se dice que tenía el poder de escupir fuego en defensa de su real portador.
El cetro was, uas o user: Emblema del poder divino. Es un bastón acabado, en un extremo por una horca y en el otro por
una cabeza estilizada de galgo o chacal, y es uno de los amuletos más antiguos de Egipto. En jeroglífico significa “vida” o
“vivo”, y se refiere no sólo a la vida terrenal sino también a la eterna en el más allá. Este cetro era la insignia del nomo de
Tebas, que llevaba el nombre de Uast o “la ciudad del cetro uas”. Representaba el dominio sobre el cielo y la tierra.
El cetro uadj: Es un bastón con forma de caña de papiro reservado exclusivamente para las divinidades femeninas.
El loto: El loto o nenúfar era sagrado para los dioses solares. Esta planta de una manera misteriosa se gira hacia el
oriente, por lo tanto los egipcios creían que rendía homenaje al sol naciente. Fue la planta heráldica del Egipto meridional
y aparece con mucha frecuencia en el arte decorativo.
El obelisco: Los obeliscos pretendían ser la representación de los rayos del sol. Es una evolución de la piedra sagrada
primitiva Ben-Ben sobre la que se eleva el sol al amanecer. La cúspide o punta de los obeliscos en forma piramidal recibe
el nombre de pyramidon.
La maza hedsh; la hoz jepesh; la daga bagesu; el cetro de poder sejem, y el estuche para rollos de escritura mekes.
Los Amuletos
Los egipcios emplearon un gran número de símbolos como amuletos, algunos de los cuales no han caído en desuso a
pesar del tiempo y siguen empleándose en nuestros días; estos son algunos de los más importantes:
Cruz Ankh o Anj o Ank: Simboliza la vida, el “aliento vital”, el renacimiento, la inmortalidad y se vinculaba a casi
todos los dioses egipcios, pero principalmente a Isis y sus cultos mistéricos. Uno de los significados que se le ha dado es
la combinación de la unión femenina(que sería el círculo)y la masculina(que serían los vástagos horizontal y vertical), es
decir, con la fertilidad. También ha sido llamada la “llave del cielo”. Se utilizaba comúnmente sujeta al cuello con una
cinta a manera de dije, siendo hasta nuestros tiempos posmodernos uno de los amuletos más frecuentes y famosos;
utilizada muy notable, hasta ignorantemente, en muchas logias o cofradías esotéricas y ocultistas actuales. A veces
aparece representada en combinación con el dád y posee una existencia independiente atribuida a él. Algunos la
denominan “cruz ansada”, “llave de la vida” o “llave del Nilo”. Con el tiempo este amuleto pasó a convertirse en la llave
que permitía abrir las puertas de la muerte o del Más Allá.
El escarabajo Khepri: -Scarabaeus sacer-Simboliza el devenir del “ser”. El dios Khepri, engendrado por él mismo y
asimilado a Ra, parece proceder de la ciudad de Heliópolis y constituyó la representación del sol naciente. Es escarabajo
daba la protección de las deidades solares; muchos de estos tenían en su base, en su parte plana conocida como “chatón”,
inscripciones y fórmulas mágicas, de bendición y buena suerte. Se depositaba muy comúnmente en las tumbas como
símbolo de renacimiento. Era un poderoso símbolo mágico solar. Al representar la resurrección de los muertos, se creía
que portar el escarabajo facilitaba la vida a los vivos y otorgaba el poder de Ra. También existían los llamados
“escarabeos de corazón”, que servían para sustituir, en ciertas circunstancias, al corazón de los difuntos. Hay quienes
aseguran que el escarabajo es el resumen y la expresión completa de todos los demás amuletos y talismanes mágicos
egipcios: “la regeneración eterna del ser”.
El ojo de Horus o udyat o udjat o uzat: El Ojo simbólico. Amuleto atado a la muñeca o al brazo que protegía al que lo
llevaba del famoso “mal de ojo”, de las picaduras de serpiente y de las palabras maliciosas y airadas. Significa “el que
goza de buena salud”. Fue uno de los amuletos más comunes de Egipto y simboliza la salud física, la fecundidad y la
clarividencia. Según la leyenda que posteriormente mencionaré a detalle, se cuenta que fue el ojo que Seth le robó en
batalla a Horus y que le fue devuelto posteriormente por Thot; otras versiones del mito aseguran que los ojos fueron
robados también por Seth, pero uno a Ra y el otro a una divinidad poco conocida llamada Iah, y que también fue Thot
quien se los devolvió. Se pintaba en ataúdes y en barcos para su protección. Algunos investigadores afirman que de su
~ 122 ~
forma se deriva el moderno símbolo médico Rx, que normalmente se encuentra en las recetas de prescripción
farmacológica y que significa “receta posología”. Ambos eran los ojos de Horus, pero en algunos casos el izquierdo
representa a la Luna y el derecho al Sol. También es conocido como el Ojo Sagrado y con el término de “el que está
completo”. Es un importante símbolo solar que encarnaba el orden frente al caos y se utilizó como un poderoso talismán
de cualidades protectoras, sanadoras y purificadoras. Existía la creencia-increíblemente todavía vigente en la actualidadde que otorgaba a su portador salud y poder para salir de cualquier peligro, además de buena suerte y una gran fortaleza
física. Los dos udjat brindaban a su portador fuerza contra todos sus enemigos, principalmente durante los solsticios y las
distintas fases lunares.
El ba: Amuleto muy tradicional y conocido que representaba el poder del halcón asimilado al dios Horus, y que
concedía poder vital y la capacidad a los difuntos de transformarse para entrar y salir de sus tumbas en forma de halcón
con cabeza humana.
El nefer: Es un amuleto que significa literalmente “buena suerte”. Probablemente representa un instrumento musical de
cuerdas tipo lira.
El nejau: Es un talismán en forma de pez que simbolizaba a la diosa Neith, y que se colgaba del cuello de los infantes o
se entrelazaba entre sus cabellos para protegerlos contra el peligro del ahogamiento en el Nilo.
El sam: Amuleto que representaba la unión.
El sema: Amuleto que aseguraba el poder de la respiración.
El akk o khu: Este amuleto, que representa al disco solar elevándose sobre el horizonte, se encontraba comúnmente en el
abdomen de las momias.
El nudo de Isis o thet: La hebilla del cinto de Isis. Garantiza protección constantemente. Generalmente hecho de algún
material rojo como la cornalina, el jaspe, el porfirio o simple cristal. Este color representa la sangre de Isis, que lavaba los
pecados de aquel que lo llevaba. Era empleado en la vida diaria de todos los egipcios antiguos y durante el Imperio Nuevo
usualmente se colocaba en el cuello y entre los vendajes de las momias y se escribía frecuentemente en el capítulo 156 del
Libro de los Muertos. Se desconoce su origen exacto.
El dád: Amuleto que se colocaba también en el cuello de la momia para su protección. La palabra significa “firmeza,
estabilidad, conservación”. El capítulo 155 del Libro de los Muertos ordena que sea de oro. Como el thet, debía ser
sumergido en agua en el que se hayan puesto flores ankham.
El mut: Este amuleto, que solía estar hecho de oro y que la rúbrica del capítulo 157 del Libro de los Muertos ordena que
se coloque en el cuello de la momia el día del entierro, simboliza la protección de Isis, la gran diosa “Madre”.
El usekh: Collar de oro que tenía que colocarse en el cuello de la momia el día del entierro para así proporcionarle el
poder de liberarse de sus vendajes, como se puede constatar en la rúbrica del capítulo 158 del Libro de los Muertos.
El urs: Amuleto que representa las almohadas o reposacabezas situados bajo las cabezas de las momias. Generalmente
estaba hecho de hematites. Se describe en el primer ritual del Libro de los Muertos capítulo 166.
El ab o ib: Amuleto de piedra sehert que representa el corazón, fuente de vida, a menudo tipificando la conciencia.
El shen: Este amuleto fue creado para representar el círculo de la órbita solar y de ahí que su objetivo fuera asegurar la
vida de los muertos resistiendo como el sol.
El papiro: Representaba en universo que surgió del caos o Nun. Fue la planta heráldica del Bajo Egipto. Estaba asociado
con las diosas Hathor y Bastet. Un puñado de papiro representaba triunfo, gozo y fertilidad.
El uaz: Amuleto que representa una columna de loto. Estaba fabricado invariablemente de algún material verde y
simbolizaba el regalo de la eterna juventud.
El hoz: Que representa la corona blanca del Alto Egipto.
El tesher: Que representa la corona roja del Bajo Egipto.
El menat: Signo de protección divina cuya visión y portación solía ahuyentar las preocupaciones. Su uso fue muy
frecuente en la Época Saíta.
El menkebyt: Amuleto con forma de cabeza de serpiente fabricado con piedra o fayenza roja, y que se utilizaba como
poderosa defensa contra la mordedura de serpientes venenosas, principalmente la cobra, y cuya fórmula para activarlo se
encuentra en el Libro de los Muertos.
El neh: Simbolizaba protección y se colocaba sobre el pecho. Tenía esta forma:
El nefer: Amuleto en forma de instrumento musical de cuerdas fabricado comúnmente con cornalina, y que otorgaba a
su portador vitalidad, juventud, belleza, vigor sexual y felicidad.
La rana: Su empleo no fue descubierto hasta la XVIII Dinastía. Probablemente simbolizaba la resurrección. El signo
jeroglífico significa “miríadas”.
Los dedos-índice y pulgar-cuyo nombre era Dyebaui: Encontrados generalmente dentro del abdomen de las momias. Su
significado aún es impreciso. Eran fabricados en obsidiana o basalto negro. Algunos especulan que tal vez eran el símbolo
mágico que ayudaba a superar el último estado iniciático en el Más Allá, consiguiendo para su portador la tan anhelada
transformación en un ser solar junto a los dioses.
Las escaleras: Muy probablemente simbolizan el trono de Osiris y la idea abstracta de ascender al cielo.
Pilastra djed: Simboliza la duración y la estabilidad. Significa la resurrección en la otra vida, con lo cual protege
mágicamente de la llamada “muerte eterna”. Fue uno de los amuletos más utilizados. Es el símbolo del dios Osiris y
representa su columna vertebral. Debido al vínculo de Osiris con el mundo de ultratumba, el djed se convirtió en un muy
solicitado amuleto fúnebre.
~ 123 ~
El jenes: También conocido como el doble león de Ruty; un talismán de poder que simbolizaba al dios solar Ra en los
momentos exactos del ocaso y del amanecer, y que concedía por lo tanto, grandes poderes de renacimiento.
La pluma de Maat: Simboliza la justicia y la verdad, el orden universal. Es el contrapeso del corazón en la psicostasia en
el juicio de Osiris. En jeroglífico representa a la diosa Maat, hija de Ra, la ley por la que el mundo permanece en armonía.
Fue un amuleto muy solicitado por los jueces y los visires. También era utilizada para asegurar la justicia y la moderación
a los muertos.
El sa: Era un amuleto de protección para las embarazadas. Les ayudaba en el momento de parir. La diosa Thoeris,
protectora de las mujeres grávidas y los recién nacidos lo porta en su mano.
El sistro de la diosa Hathor: Simboliza la música, las fiestas y los ritos sagrados. El sistro, como instrumento musical, lo
utilizaban principalmente las sacerdotisas de los cultos a los que se asociaban, que parece que tenían un carácter erótico y
de fertilidad como su diosa primordial, Hathor. Es sistro consiste, como ya se mencionó, en un aro que contiene tres o
cuatro varas con unos discos de metal sueltos que al agitarlos vibran y producen un sonido agudo.
Ushebti: Los ushebti eran unas estatuillas momiformes que se incluían en las tumbas con el fin de servir como sirvientes
a su señor en el más allá. Aparecieron en el Imperio Medio y podían estar hechos, según la condición económica del
difunto, de madera, de bronce, de loza, de piedra y de barro cocido. Es el objeto más habitual entre los que se encuentran
en las excavaciones de las necrópolis. Sobre estos ushebti hablaremos más detalladamente en la descripción de los ritos de
momificación y del ajuar funerario.
Los Símbolos en Policromía
Todos los templos, edificios gubernamentales, escuelas y viviendas de los sacerdotes marcaban con diferentes banderas
la presencia de un determinado dios. Las viviendas populares también lucían con sus colores las aspiraciones de sus
habitantes.
El color blanco, que se obtenía del yeso, significaba pureza. El color amarillo se relacionaba con la mujer y era con el
que se cubrían muebles y objetos de culto, esto por su semejanza con el oro. Los tonos rojos eran el resultado de la
molienda de piedras ocres del desierto y simbolizaban la vida, la fuerza, y al contrario o ambivalentemente, el mal y los
peligros. El color verde recordaba a la naturaleza, el bienestar corporal, las energías, y era extraído principalmente de las
sales de cobre. El azul reflejaba el cielo, los astros y los dioses, y se obtenía al triturar la malaquita y oscurecer el polvo.
Por último, el color negro, que era producido a partir del carbón y las cenizas, se emparentaba con la noche y la muerte,
pero también con la regeneración o la resurrección. Remontándonos tan lejos como a la V Dinastía, encontramos la
utilización de siete colores: amarillo, rojo, azul, marrón, negro, blanco y verde. En la XVIII Dinastía se empleaban tres
tonos de amarillo, tres tipos de marrón, dos azules, dos rojos y dos verdes, obteniendo alrededor de 14 a 16 tintes
diferentes. La composición de los colores principales era como la cito a continuación: blanco, sulfato de calcio o yeso;
amarillo, ocre o sulfato de arsénico, nuestro actual oropimente; rojo, ocre o cinabrio; rojo oscuro, óxido de hierro con una
pequeña cantidad de arena; azul, lapislázuli pulverizado o una clase más barata obtenida a base de cristal coloreado con
silicato de cobre y luego hecha polvo; rosa, sulfato de calcio coloreado por alguna sustancia orgánica, probablemente
rubia; negro, de huesos calcinados de animales. Los colores estaban tan bien elaborados que gran parte del trabajo de los
artistas egipcios ha perdurado hasta nuestros días con todo su brillo original. Los pigmentos se mezclaban, según la
necesidad, con agua y un poco de tragacanth de goma. El barniz no fue empleado hasta la época de la XIX Dinastía.
Estaba probablemente fabricado de la goma de alguna especie de acacia. Este método, sin embargo, resultó ser
inadecuado, ya que resquebrajaba y oscurecía las pinturas, por lo que fue suspendido aproximadamente al final de la
misma dinastía.
LOS ORÍGENES DEL EGIPTO MÍSTICO Y ESOTÉRICO
“TODA LUZ VIENE DE ORIENTE; TODA INICIACIÓN DE EGIPTO...”. Así versa un antiguo lema muy repetido por
diversas sociedades esotéricas y herméticas. Esto es, porque sin duda en el oriente se encuentra para todos los “iniciados”
el origen de la “luz”, representación simbólica del objeto de su interminable búsqueda. Desde la Edad Media y el
Renacimiento, este Oriente místico y lleno se innumerables secretos se ha confundido a menudo, por no decir casi
siempre, con el Egipto antiguo de los mitos y misterios de Osiris e Isis, sobre todo a finales del siglo XVIII, que fue
cuando Cagliostro fundó el Rito de la Masonería Egipcia. Todavía hoy en día, en el naciente siglo XXI, el recuerdo y la
evocación de la “luz” de Egipto continúa fascinando y atrayendo a cientos y cientos de personas, sobre todo masones y
francmasones que, como lo he constatado el entrevistarme con algunos de ellos, no dejan de soñar con la magia, la
magnificencia, el esplendor y la perfección de las antiguas pirámides de Sakkara y Gizeh o de los templos de Luxor y
Karnak.
Es verdaderamente increíble que a pesar de no haber conservado el saber real y práctico de sus aparentes predecesores,
estos “adeptos” se consideran los poseedores modernos de las antiquísimas iniciaciones rituales del valle del Nilo, pues
ese tesoro espiritual, dicen muy seguros, habría llegado hasta ellos de diversas formas y por diversos canales de
información, de los que habrían formado parte los pitagóricos, los herméticos alejandrinos, los neoplatónicos, los sabeos
de Harran, los ismaelitas, los yezidis, los gnósticos, los esenios, los mandeos, los carpocracianos, los valdenses, los
husitas, los adamitas o Hermanos del Espíritu Libre, los anabaptistas, los camisardos, los cátaros, los templarios y los
rosacruces.
Aunque en nuestro planeta esa “luz” iniciática siempre parece que nace o que tiene su origen en el Oriente, su
nacimiento concreto varía según el punto de vista, el lugar y la época en la que se le guste situar. En el caso de Francia,
como lo detallaré más adelante, fue sobre todo en la masonería del siglo XVIII donde se desarrolló el mayor interés por el
Egipto antiguo o “egiptomanía” y la fantasiosa idea de que ésta era la “verdadera” fuente de la iniciación.
~ 124 ~
En el Occidente, la fecha de la aparición de un interés por el hermetismo grecoegipcio se puede situar, según algunos
estudiosos, en el siglo XV, en el marco de la Academia Platónica de Florencia. Dado que Italia está más abierta al mar
Mediterráneo que Francia, también era más sensible a las influencias del Oriente Próximo, por lo que las “modas” de
pensamiento egipcias se desarrollaron en estas tierras en fechas mucho más tempranas. Por influencia de Pléthon, un
filósofo neoplatónico de origen bizantino, y hacia 1450 se fundó esta Academia Platónica de Florencia. Cosme de Médicis
le confió su realización el joven Marsilio Ficino(1433-1499), quien tradujo al latín los textos griegos del Corpus
Hermeticum, cuya edición completa apareció en 1471. De esta manera y aparentemente por medio de estos textos así se le
reveló a Occidente el pensamiento del hermetismo alejandrino de los siglos II y III d. de C., que se encuentran muy a
menudo en el fondo doctrinal y ritual de los ritos masónicos egipcios.
Detrás de lo anterior se encuentra la mítica figura de Hermes Trismegisto, aparente autor del Corpus Hermeticum o
Hermética, siempre relacionado con la imagen del dios de la sabiduría egipcio Thot y creador de la Hermética, sabiduría
mística que, junto con la Cábala judía, representó la base del ocultismo Occidental. Entre los libros atribuidos a Hermes
Trismegisto se encuentran:

El Corpus Hermeticum(Conjunto de Enseñanzas)que ya se mencionó, y que incluye el Poimandres,
que es una recopilación de catorce sermones y que aparentemente fue leído por Leonardo Da Vinci,
dando como consecuencia un ámbito místico y hermético en casi todas las obras de este genio
renacentista; y las definiciones de Asclepios, con instrucciones de Hermes a dicho médico griego.

La Tabula Smaragdina(Tabla Esmeraldina), un escrito que es piedra angular del hermetismo y que se
supone fue compuesta por el propio Hermes Trismegisto; según algunas fuentes consultadas dice la
tradición que fue hallada nada menos que por Alejandro Magno cuando éste descubrió el sepulcro de
Hermes. Esta breve Tabla(quizá realizada en el siglo VI), que se convertiría en el texto simbólico por
excelencia de los alquimistas, menciona lo siguiente: “Es verdad verdadera, sin mentira e inequívoco.
Lo de abajo se iguala a lo de arriba y lo de arriba a lo de abajo, para obrar los milagros del Uno. Y lo
mismo que todas las cosas vienen del Uno y por mediación del Uno, así todas las cosas han nacido de
este Uno, por adaptación. El Sol es el padre, la Luna es la madre, el Viento lo llevó en su seno, la
Tierra es su nodriza; he aquí el Padre de todo talismán o consumación del mundo entero. Su fuerza es
plena si se transmuta en tierra. Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo espeso, suavemente, con
gran maestría. Sube de la tierra al cielo y de nuevo desciende sobre la tierra y recibe la fuerza de las
cosas inferiores y superiores. Por este medio poseerás toda la gloria del mundo y toda oscuridad se
alejará de ti. Ésta es la fuerza de toda fuerza, pues vencerá todo lo sutil y penetrará todo lo sólido. Así
ha sido creado el mundo...”. En estas palabras, de oscuro o iniciático significado, los alquimistas
vieron condensados todos los símbolos y los procedimientos de su “ciencia”.

El Sermón Perfecto, también conocido como Asclepios, ya que fue dirigido al personaje así llamado.
Según algunas fuentes sólo se conserva la antigua versión en latín, ya que la griega se ha perdido.

Los Extractos de Stobaeus. Existen 27 de estos extractos o fragmentos de sermones que se han perdido,
y que fueron supuestamente descubiertos y retraducidos por un tal John Stobaeus, un estudioso pagano
de finales del siglo V y comienzos del VI. Stobaeus recopiló fragmentos, algunos de los cuales eran
bastante largos, sobre todo el conjunto titulado La Virgen del Mundo, procedente de autores griegos y
escuelas ocultistas de la época. Sin lugar a dudas se trata de uno de los mejores de los 27 extractos o
fragmentos, y aparece en forma de una serie de instrucciones de la diosa Isis a su hijo el dios Horus,
sobre el arte de la magia egipcia y de los misterios egipcios.

Las referencias y fragmentos citados por los primitivos patriarcas cristianos. Los primeros estudiosos
cristianos y doctores de la Iglesia comentaron con frecuencia los escritos de Hermes Trismegisto,
habiendo llegado hasta nosotros 25 fragmentos pequeños. Debido al carácter herético de la doctrina
Hermética, esos estudiosos cristianos tendieron a mostrarse en contra de la misma, lo que de hecho
contribuyó-como siempre-a mantenerla viva. No obstante, resulta interesante e irónico señalar que, a
pesar de su oposición, expresaron, y aún expresan, un cierto reconocimiento cuando no respeto por el
poder y la filosofía Trismegística.

Referencias y fragmentos de filósofos primitivos, no necesariamente cristianos. Gracias a Zósimo,
Fulgencio o Jámblico, se han logrado conseguir tres fragmentos, y gracias a Flavio Claudio Julián o
Juliano(331-363 d. de C.), llamado el Emperador Filósofo(conocido como el “apóstata” por sus
contemporáneos cristianos), se cuenta con toda una serie de referencias y conocimientos enormemente
valiosos para entender la filosofía adoctrinada de Hermes.
Dentro de las esferas esotéricas y metafísicas se argumenta que para el estudioso moderno de las creencias o pensamientos
egipcios, la “Biblia” o el principal texto de referencia lo constituyen sin duda alguna los escritos de Hermes Trismegisto.
Se dice que los textos fueron inspirados por el mismísimo dios Thot; al igual que los cristianos afirman que sus libros
sagrados fueron inspirados por el Espíritu Santo.
Para poder comprender un poco mejor el origen de Hermes Trismegisto será necesario revisar las tres hipótesis que
existen y que me fueron expuestas por algunos miembros de logias herméticas mexicanas que aún profesan sus
enseñanzas casi “al pie de la letra” y que fueron revisadas y comprobadas según las investigaciones que realice sobre el
tema.
La primera hipótesis es muy aceptada por los grupos esotéricos, metafísicos y obviamente herméticos, y nos dice que
Hermes Trismegisto y Thot son las misma persona, y que este era un sobreviviente de la Atlántida conocido, como ya lo
~ 125 ~
mencioné, como el Gran Maestro del Mundo y que llegó a Egipto procedente de una Gran Logia Blanca-aparentemente
una hermandad o agrupación secreta esotérica desconocida-usando el nombre de Tehuti o Thot(Thoth); o que también era
uno de los llamados Reyes Divinos de las dinastías atlantes, es decir, de los grupos sobrevivientes de la Atlántida. Por lo
tanto, con esto se argumenta que las maravillosas obras que escribió fueron la base de toda la sabiduría del Egipto
faraónico y que comprendían tratados de todas las ciencias cuyo estudio estuvo reservado únicamente a la clase
sacerdotal.
La segunda hipótesis, que sólo algunas fuentes esotéricas mencionan, dice que Hermes Trismegisto o Trimegistos,
“Hermes tres veces más grande o Hermes tres veces sabio” esto por su copiosa erudición, es comúnmente identificado con
el dios Thot, porque es él mismo en su primera “encarnación”, su siguiente reencarnación ya sería con el nombre de
Hermes, y que incluso tendría una tercera reencarnación en la persona del escurridizo y también mítico y esotérico conde
de Saint Germain. Por lo tanto esta hipótesis sugiere que su primera encarnación fue como un dios-hombre de la sabiduría
y las artes que aparentemente vivió hace más de 5000 años y que en su “reencarnación” posterior fue un insigne filósofo y
sabio egipcio creador de la alquimia que vivió, como algunos lo datan específica e históricamente, del 1399 al 1257 a. de
C., es decir durante el Imperio Nuevo, entre las XVIII y XIX Dinastías, entre los reinados de Amenhotep II y de Ramsés
II.
La tercera hipótesis y quizás la más real, argumenta que Hermes Trismegisto nunca existió, y que este nombre se lo
pusieron los filósofos neoplatónicos al supuesto fundador y creador de la alquimia, al antiguo dios egipcio Thot-una
combinación mística del dios egipcio Thot y el dios griego Hermes-, y que de su supuesta obra filosófica mística sólo
existen algunos fragmentos que presentan una síntesis de las tradiciones místicas y espirituales cabalísticas, neoplatónicas
y cristianas. De acuerdo a la leyenda, sus libros herméticos fueron escritos en papiro y se guardaron en la Biblioteca de
Alejandría. La mayoría se perdió cuando se quemó la misma y se supone que los fragmentos que se salvaron del fuego
fueron enterrados en algún lugar secreto del desierto que sólo conocían los iniciados.
Buena parte de la literatura Trismegística procede de los textos griegos originales, aunque aparentemente hubo tres
influencias que se superpusieron a los supuestos escritos primitivos: la griega posterior, la hebrea y obviamente la egipcia.
Se piensa que la influencia judía fue de origen esénico o esenio, es decir de la secta asceta de los esenios también
conocidos como los “terapeutas”; algunos investigadores opinan que la palabra “essene” es de origen griego, no hebreo.
Los esenios o “hijos de la luz” o “fieles”-Los Olvidados de la Biblia-eran, supuestamente, la contraparte pacífica de los
Zelotes o Celotes. Fueron una de las sectas judías más poderosas que existieron en la Palestina de la época de Jesús.
Aparentemente fueron los autores de los “Manuscritos del Mar Muerto”, descubiertos en Qumrán en 1947 y cuyo
contenido es muy polémico ya que varios investigadores afirman que en ellos se ofrecen los verdaderos orígenes del
movimiento cristiano. Incluso casi se asegura que Jesús era esenio y que tenía contactos “diplomáticos” entre los Zelotes,
además de que se le presenta con un perfil nacionalista, opuesto violentamente al yugo romano.
Posteriormente los textos “herméticos” cayeron bajo la influencia de los primeros gnósticos cristianos, muchos de los
cuales adoptaron fragmentos importantes de los mismos como defensa de sus supuestas “herejías”, muy mal vistas e
incómodas para la Iglesia Romana. El más destacado de todos ellos fue Basílides, del que según la “leyenda” Carl G.
Jung, uno de los discípulos renegados de S. Freud, creía que era o bien un fragmento de su propio grupo de almas que le
guiaba en trance a través de los “Siete Sermones de los Muertos”, o él mismo en una encarnación anterior. Es necesario
aclarar que Jung siempre estuvo interesado en los temas de ocultismo, metafísicos y esotéricos y que dedicó varios de sus
trabajos a intentar analizar y explicar estos conocimientos o creencias y su relación con la conducta y la psique humana.
La gnosis valentiniana fue también de un carácter marcadamente hermético. Por lo tanto y como conclusión se puede
vislumbrar el intenso color y sabor gnóstico en la literatura Trismegística, y es por eso que los grupos herméticos
modernos recomiendan a sus adeptos a que se alejen hasta cierto punto de esas enseñanzas gnóstico-cristianas y se
aproximen más a las originales egipcias, pero… ¿Dónde y quién las tiene?, si es que alguna vez existieron…
Según algunas “enseñanzas esotéricas” practicadas hasta la actualidad en México todos los libros y textos del Trismegisto
se atribuyen a la inspiración directa de Hermes, la versión griega del dios Thot o Tehuti, al que se califica como “señor de
la sabiduría y maestro de la humanidad”. Estas “enseñanzas” nos dicen que Thot “creó y ordenó las medidas, los números
y orden en el Universo”; fue el maestro arquitecto(de ahí los supuestos orígenes de la masonería hermética), y su esposa o
consorte era Nehemaut, conocida por los antiguos egipcios como Maat y sospechosamente por los gnósticos como Sofía.
Su símbolo era una pluma blanca de avestruz y representaba un concepto teológico de la verdad absoluta. Según Hermes
Trismegisto, en los misterios egipcios de Thot había tres grados distintos: Mortales, aquellos que habían recibido la
instrucción pero no habían alcanzado todavía la “visión interior”; Inteligencias, aquellos cuya visión les permitía
“sintonizarse” con otras formas de vida dentro y fuera del Universo, y los Seres de Luz, los que habían llegado a “unirse”
con la luz. Posteriormente los gnósticos denominarían a estos tres grados como Hyle, Psique y Pneuma, respectivamente.
Curiosamente en algunos de los supuestos textos gnósticos, Thot es tutor tanto de Isis como de Osiris, y es considerado
como uno de los “8” sagrados, es decir, miembro de las cuatro parejas de divinidades, cada una de ellas una sicigia de
poderes masculinos y femeninos, positivos y negativos, activos y pasivos, que aparentemente constituyen el ejemplo más
antiguo del número ocho gnóstico. De esta Octoada de dioses me referiré más adelante cuando hablemos de la religión del
antiguo Egipto. Según nos informa Hermes Trismegisto, la labor de Thot consiste en mantener un equilibrio o contrapeso
perfecto en el Universo.
Siempre ha existido controversia y duda respecto a la edad y al autor del Corpus Hermeticum o Hermética, al menos
desde el Renacimiento. Un tal Isaac Casaubon(1559-1614), erudito y teólogo clásico francés, afirmaba que las obras no
eran de origen egipcio sino que fueron escritas por los primeros cristianos, semicristianos o precristianos, donde cabrían
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los esenios, los gnósticos, los mandeos entre algunos otros. La exégesis de Casaubon ayudó a que se redujera el interés
por la magia durante el Renacimiento.
Es indudable que el nombre de Hermes Trismegisto ha estado envuelto en numerosos misterios e historias. Para entender
final y realmente el origen de su mito y su leyenda hay que recordar la verdadera historia, y esta no dice que los griegos al
anexar a Egipto en su imperio adoptaron al dios egipcio Thot en su mitología y en su panteón con el nombre de Hermes,
se le identificó con el dios Mercurio y, entre otros muchos atributos, se le adjudicó el de protector de los mercaderes y de
los ladrones. Su emblema simbólico era el caduceo , símbolo emblemático actual de la medicina. Hay que recordar la
identificación del Hermes con Thot, que también era considerado como el dios de la medicina en el Egipto antiguo. Según
Clemente Alejandrino, Thot escribió 42 libros, el último de los cuales data probablemente de la XXVI Dinastía, pero sólo
se conservan pequeñas partes de estos trabajos en los escritos de John Stobaeus y otros de la época. Para ponerle más
dificultad al asunto estos trabajos de nuevo han sido fechados por algunas autoridades en la era posterior a Cristo, esto
debido a su semejanza con las obras de los escritores neoplatónicos. Lo más probable es que las obras herméticas se
escribieran mucho después de lo que creía el propio Casaubon, por múltiples autores anónimos que emplearon el
pseudónimo de “Hermes Trismegisto”. Al día de hoy sus supuestas enseñanzas son la base de múltiples logias del tipo de
los rosacruces, masónicas y esotéricas. De él se deriva la ideología Hermética solamente apta para iniciados en sus
enseñanzas y que despertó mucho interés precisamente durante el final de la Edad Media y el Renacimiento en Europa.
Como ya lo he mencionado, muchos de los primeros eruditos cristianos se opusieron enérgicamente a los textos
Trismegísticos e hicieron todo lo que estaba en sus manos para eliminarlos o ridiculizarlos. Hipólito y el famoso enemigo
de la idea de la reencarnación, Ireneo el Galo, lucharon todo lo que pudieron para combatir y eliminar todas esas antiguas
ideas diferentes al cristianismo de Roma. En 1842 una expedición francesa encontró en el monasterio de Mount Atos
algunos de esos escritos que fueron, precisamente, prohibidos y perseguidos por el intolerante cristianismo ortodoxo.
Verdaderamente es una pena que aquellos primeros líderes y patriarcas de la Iglesia etiquetasen cualquier forma de
pensamiento “mágico” u “oculto” como herejía y, debido a que determinados “herejes” gnósticos de la época,
probablemente los Naasenes y los Ophites, incluyeron los principios egipcios entre su confusión generalizada de
inclinaciones pseudocristianas y helenísticas, estos principios se vieron rechazados sin merecerlo. Se cree que los
Naasenes(nombre que se deriva de la palabra Nahash, serpiente)fueron inicialmente los responsables de la traducción de
un documento en el que se hablaba de una ciudad con cuatro ríos que había existido, supuestamente, varios siglos antes y
en la que había vivido originalmente el propio Hermes Trismegisto. Los gnósticos posteriores relacionaron los cuatro ríos
con determinados aspectos de la mente o del conocimiento; algunos los denominan Los Ocultos Ríos Subterráneos del
Conocimiento Verdadero o Hermético, y hasta se menciona que Da Vinci plasmó uno de estos ríos en su obra más
famosa, en la parte inferior de la Mona Lisa. Sin embargo, todos estos hechos no son sino conjeturas sin sustentos
convincentes. Lo que si es cierto es que aunque personalmente no apruebo ni aprobaré nunca los razonamientos
irracionales, intolerantes y llenos de prejuicios de los primeros jerarcas cristianos, les estoy muy agradecido tanto a ellos
como a los primeros grupos heréticos por sus traducciones y reconocimientos de los textos antiguos no alineados con el
pensamiento cristiano de Roma.
Continuando con el origen y el desarrollo del esoterismo egipcio, según Marsilio Ficino, los jeroglíficos eran símbolos
de naturaleza divina que sólo podían ser comprendidos por iniciados. Así fue como él y sus discípulos llegaron a
interesarse por la mitología de Osiris e Isis. La relectura de De Iside et Oriside, de Plutarco, y de De Mysteriis o Los
Misterios Egipcios, de Jámblico, contribuyó también a despertar la curiosidad sobre la antigua religión egipcia. La
espléndida obra de Jámblico fue traducida del griego por Alexander Wilder, M.D., F.A.S., y publicada por primera vez
para el público en general en 1911. Consta de una serie de diálogos entre Porfirio, un notable erudito y autor de la escuel a
platónica tardía, y un tal Anebo. Debido a falta de espacio no ahondaré en las características de este texto, pero si se puede
decir sobre el mismo que es una obra realmente ilustrativa y profunda, recomendándose el estudio de su significado más
hondo a todos aquellos que deseen conocer el pensamiento “mágico” que se le atribuye a los atavíos u ornamentos
egipcios.
Siguiendo a Marsilio Ficino, se despertó entre los eruditos un entusiasmo por los jeroglíficos que llegó a su apogeo con
obras como Hieroglyphica de Pierus Valerianus(Basilea, 1556) y Thesaurus hieroglyphicorum de Hervarth von
Hohenburg(Munich, alrededor de 1610).
Desde principios del siglo XVII, ricos coleccionistas comenzaron a interesarse por las antigüedades egipcias, sobre
todo estatuillas y ataúdes o sarcófagos. No obstante, hasta esa época el interés por el hermetismo alejandrino y el antiguo
Egipto estaba mezclado con el de la cábala judía y la rara magia árabe. De este período, se pueden destacar dos nombres
que tienen alguna relación con el tema del esoterismo egipcio: el “cabalista cristiano” Guillaume Postel(1510-1581), un
prodigioso visionario que fue uno de los enviados de Francisco I ante el sultán Soleimán el Magnífico, quien hablaba
hebreo, árabe y siríaco, y predicaba la reconciliación entre cristianos y musulmanes; y el filósofo panteísta Giordano
Bruno(1548-1600), quien creía en un mundo infinito y vivo. Intentó reinstaurar la sabiduría de los antiguos egipcios y
quiso fundar una nueva religión de la naturaleza, pero fue quemado vivo por orden del Santo Oficio.
A Giordano Bruno se le conoce como el sacerdote rebelde; adelantó ideas cosmológicas, practicó la magia egipcia y
creyó en el inmenso poder de la mente. Pero sobre todo, imaginó un Universo infinito y un Dios cercano y bondadoso. Y
por todo esto murió en la hoguera, condenado por la Inquisición. Bruno nació en 1548 en el seno de una familia militar
afincada en Nola, una pequeña ciudad italiana situada en las faldas del monte Vesubio. A los diecisiete años tomó los
hábitos dominicos e ingresó en el convento de San Domenico Maggiore, donde vivió hasta 1575. Pronto manifestó su
naturaleza inconformista, negándose a acumular efigies de santos en su celda, de cuyas paredes sólo colgaba un crucifijo
desnudo. Durante toda su vida dio muestras de ingenio y osadía intelectual granjeándose la incomprensión de su iglesia y
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de la mayoría de sus contemporáneos. Se mostró reticente en temas teológicos como el Misterio de la Trinidad e incluso
elaboró su propia concepción de un Dios cósmico. Cuando finalmente abandonó el convento, sus superiores le acusaron
de herejía. Veinticuatro años después, el 17 de febrero de 1600, moría quemado en la hoguera inquisitorial por afirmar que
la Tierra gira alrededor del Sol y que infinitos eran el Universo y los millones de estrellas que lo poblaban.
Se le considera un cosmólogo muy avanzado para su tiempo, incluso el padre de la cosmología moderna. En alguna
ocasión mencionó: “En el espacio hay un sinfín de constelaciones, soles y planetas; sólo vemos los soles porque generan
luz; sin embargo, los planetas permanecen invisibles porque son pequeños y obscuros”. Palabras de un monje rebelde y
renegado de finales del siglo XVI, que ya entonces afirmaba algo que sabemos hoy desde hace relativamente poco tiempo,
gracias a los telescopios modernos y a la física de nuestros días.
Otros investigadores han querido ver en el pensamiento de Bruno paralelismos con la ciencia védica y el concepto de
advaita o no dualidad, cuando dice que la mente y la materia no están separadas, sino que son facetas de la misma realidad
que subyace todas las cosas. Incluso algunos de sus escritos parecen no distar mucho de las teorías modernas sobre la
holografía cuántica, teniendo en cuenta su afirmación de que cada porción del Universo está contenida en todas las demás.
Su sentido no dualista de la realidad impregnó sus ideas religiosas hasta tal punto que pretendía encontrar la enseñanza
común a todas las creencias bajo la forma de una verdadera religión única que contendría lo esencial de todas. Como
sucede con los pioneros, no encontró mucha comprensión para sus propuestas. Le tildaron de loco por hablar del poder de
la mente, pero estaba convencido de que el pensamiento correcto creaba construcciones positivas que mejoraban la vida
de las personas, o, en el caso de los pensamientos negativos, producían un efecto desastroso. Una de las bases de la
metafísica aplicada moderna. Quien lea algunas de sus líneas sin conocer la procedencia, podría pensar que está ante los
escritos de un yogui, un maestro zen, un lama budista, un maestro metafísico o un psicólogo neoconductista positivista
especializado en el tema de la inteligencia emocional, como sucede en el siguiente párrafo: “Cada uno debe obligarse a sí
mismo a desarrollarse más allá de todos los límites conocidos; dar un gran salto y librarse de las ataduras del cuerpo, ir
más allá de las restricciones del tiempo, para fundirse con la eternidad. Sólo entonces entenderá la grandeza de Dios”.
Pero, ¿Cómo se interesa Bruno por las cuestiones egipcias?. Ya hace 400 años Giordano Bruno conocía también las
relaciones entre el Cosmos y la Tierra, esto gracias a la traducción de un manuscrito griego del que ya hablamos, el
Corpus Hermeticus, un tratado de “magia astral” cuya autoría se atribuye a un sabio egipcio anterior a los tiempos
bíblicos, que podría ser el mítico Thot identificado posteriormente con Hermes Trismegisto, y del cual ya comentamos en
líneas anteriores. Al parecer, este texto de ciencia oculta sobre las estrellas permitiría conocer y conectarse con la energía
de aquéllas, dirigiendo su flujo hacia la Tierra en beneficio de la persona que la invoca-una idea escalofriantemente
psicótica y actualmente practicada por múltiples sectas metafísicas-. Esta conexión se realiza mediante un ritual con
diversas imágenes, entre ellas los signos del Zodiaco-pero ha de saber que los antiguos egipcios no tenían un zodiaco, la
introducción de este fue hecha por los griegos-. Lo que intentaban los magos del Renacimiento de ese modo era replicar el
proceso que se daba en las pirámides, capaces por su especial configuración de servir de vías de acceso a otro tipo de
energías. Todo esto venía explicado en el Corpus Hermeticus, gracias al cual Bruno se convenció de que los antiguos
egipcios dominaban las ciencias cósmicas y sabían cómo manipularlas para atraer a ciertos espíritus y alojarlos en sus
estatuas de los templos.
A pesar de la oposición de la Iglesia católica y sus amenazas a raíz de que Bruno declarara que tanto Moisés como Jesús
habían sido magos, el italiano comenzó a experimentar con las energías de las estrellas según el antiguo manuscrito.
Estaba convencido de que la religión mágica del Egipto faraónico era la más antigua del mundo y culpaba al judaísmo y al
cristianismo de ocultar deliberadamente esta información. Y así, a través de esta información heredada por los antiguos
egipcios y de las imágenes que según él actuarían como una interfase entre el mundo físico y el espiritual, Bruno llegósegún él mismo afirmaba-a comunicarse con entes de otras dimensiones e incluso a cambiar estas últimas y, como
consecuencia, cambiar el mundo material.
¿Se podrá considerar como cierto lo que Bruno llegó a experimentar según las enseñanzas herméticas egipcias?, ¿No serán
las alucinaciones de un esquizofrénico con grandes ansias de encontrar una supuesta “verdad” y una fe acomodaticia?, tal
vez nunca lo sepamos; lo que si es cierto es que a estas historias-leyendas, que alimentan ese romanticismo místico por el
esoterismo egipcio “cósmico”, “extraterrestre” y “multidimensional”, y que desde nuestra humilde y hasta ignorante
posición actual, no podemos ni afirmarlas ni demostrarlas pero tampoco negarlas. Hay que recordar que una mente abierta
no puede darse el lujo de cerrarse al escepticismo intransigente y a veces cobarde, pero tampoco abrirse demasiado como
para que entre de cuerpo entero el fanatismo enfermizo que hace decadente y mediocre al espíritu humano,¿no lo cree
así...?.
Sin embargo, el punto de partida de esa egiptomanía que el esoterismo, desde entonces, no a dejado de cultivar, fue la
obra del jesuita Atanasio Kircher, titulada Oedipus aegyptiacus(1652-1654). En ese trabajo casi enciclopédico de cuatro
volúmenes, para el que recurrió a todos los autores griegos y latinos disponibles, Kircher se propuso redescubrir la ciencia
y la sabiduría que los antiguos egipcios habían ocultado tras el simbolismo de sus jeroglíficos. Entre las obras que
tuvieron una gran difusión sobre el tema, se encuentra también la novela del abate Terrasson, Vida Sagrada de los
Monumentos y Anécdotas del Antiguo Egipto(1731). Este relato narra las pruebas iniciáticas del joven Seti, que tienen
lugar en la Gran Pirámide y en los templos de Menfis, y con las cuales se pretende fortificar su carácter y desa rrollar sus
virtudes. Dicha obra dejó una profunda e imborrable huella en la masonería de la época e influyó en la creación de la
mayoría de los Ritos “egipcios”. Hasta la fecha ha sido reeditada varias veces.
La moda de lo egipcio no dejó de expandirse durante todo el siglo XVIII. En 1751, Rameau escribió una ópera-ballet,
El Nacimiento de Osiris, de 1773 a 1784, y Antoine Court de Gébelin hizo aparecer los nueve volúmenes de su Mundo
Primitivo, una amplia enciclopedia mitológica y “alegórica” en la que revelaba el origen de las religiones, los símbolos,
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los calendarios, los juegos de cartas-sobre todo del Tarot), las lenguas y las escrituras. Como no podía ser de otra manera,
le concedía una gran importancia a los cultos y las divinidades del Egipto faraónico. Según él, la etimología de París era
Bar Isis, es decir, “Barca de Isis”, y el emplazamiento de la catedral de Notre Dame habría sido primero el de un templo
dedicado a esa antigua diosa egipcia. Court de Gébelin quien, además de miembro de muchas academias de eruditos, era
un pastor protestante y adepto a los Ritos de los Filaletes y de los Elegidos Cohen, tuvo una influencia inmensa en la
sociedad intelectual de su tiempo.
La moda esotérica egipcia no se limitó a Francia, también la encontramos en Italia, Gran Bretaña y en los países
germánicos. La célebre ópera “masónica” de W.A. Mozart, La Flauta Mágica, se representó por primera vez en Viena en
1791; es conocido que describe el camino de la iniciación a través de los misterios de un Egipto mítico. En 1795, el
escritor místico Eckartshausen publicó su novela, El Viaje de Kosti, en la cual el héroe, hijo de un príncipe hindú, sigue un
fabuloso peregrinaje iniciático que le lleva a penetrar en una pirámide de Menfis.
Masonería Escocesa y Masonería Egipcia
Los primeros ritos iniciáticos de los tiempos modernos que se refieren explícitamente a la tradición egipcia aparecieron
en la segunda mitad del siglo XVIII. Era la época en la cual cada día florecían nuevos sistemas y logias masónicas que,
para demostrar su valía y su autenticidad, situaban su origen en Escocia, país donde se creía que el conocimiento iniciático
se había conservado puro e inalterado.
Algunos creadores de altos grados consideraron que vencían a sus contrincantes u oponentes al ofrecer no “ritos
escoceses”, sino ritos a los que se puede llamar “egipcios”, los cuales se habrían conservado en el Oriente Próximo y que,
según ellos, transmitían la sabiduría original de los sacerdotes del antiguo Egipto, remontándose así directamente a la
fuente más primitiva y pura de la Iniciación.
La mayoría de estos Ritos fueron credos por personas originarias de países mediterráneos o que habían viajado mucho
por ellos. En esta zona de enfrentamientos religiosos, los Ritos pretendían a menudo convertirse en un lugar de encuentro
entre cristianos, judíos e incluso musulmanes, que tenían una referencia común en la antigua tradición egipcia. Con
frecuencia, en el origen de estos Ritos se encuentran a misteriosos griegos, comerciantes, militares o profesores; como por
ejemplo, el conde de Melissino, oficial general al servicio del zar que fundó, hacia 1760, en el seno de la logia El Silencio
de San Petersburgo, un sistema místico que comprendía cuatro altos grados: Bóveda Oscura, Maestro y Caballero
Escocés, Filósofo y Sabio del Templo.
El Rito Egipcio de Cagliostro
Sin duda alguna el principal iniciador de los ritos de la masonería egipcia y de muchas corrientes rosacruces es el
conocido Conde de Cagliostro-que en realidad era llamado Joseph Balsamo, y que vivió de 1743 a 1795-quien, el 24 de
diciembre de 1784, inauguró su Rito de la Masonería Egipcia Superior en el marco de la logia-madre La Sabiduría
Triunfante de Lyon. El Rito Egipcio de Cagliostro, con tres altos grados, era muy modesto en comparación con los
noventa grados del futuro Rito de Misraim; pero parece que hubo algún tipo de lazo entre ellos.
Existe un misterio real en la figura de Cagliostro. Es posible que uno de los más bellos textos de la literatura esotérica
sea el largo pasaje de su Memoria en Contra del Procurador General, en el cual describe su personalidad. Para ciertos
grupos de ocultistas, Cagliostro sería una entidad que se encarnaría periódicamente para consagrarse al cuidado y la ayuda
de la humanidad. Un siglo y medio antes del paso de Cagliostro por Francia, hubo otro personaje también llamado Joseph
Bálsamo(el verdadero nombre de Cagliostro)que fue a Toulouse en 1638 y se comportó como él, declarando también que
estaba en posesión de “un elixir maravilloso” que, caritativamente, distribuía entre los indigentes. En 1644, en la misma
Toulouse le concedieron, tras deliberar sobre ello, cartas de burguesía. Subyugó a los jueces que habían estado
presionándolo, hasta el punto de que en 1650 le confiaron la misión oficial de combatir “con la ayuda de su precioso
aceite” una temible epidemia que estaba diezmando a la ciudad de Castres.
No se conoce a detalle cómo creó Cagliostro su Rito Egipcio, ni quién era Althotas, su maestro iniciador, a quien
describe como un caballero de Malta, cercano al Gran Maestro Pinto.
Según Gastone Ventura, Cagliostro habría sido admitido como masón en la logia San Juan de Escocia del Secreto y la
Armonía, en el transcurso de su primer viaje a Malta en 1766 o 1767, época en la que también habría trabajado en el
laboratorio alquímico del Gran Maestro Pinto. Durante su segundo viaje a Malta, en 1775, se encontró con su amigo en
caballero Luigi d´Aquino, Gran Maestro Nacional de la masonería napolitana. Después pasó a esta ciudad italiana, donde
permaneció muchos meses. Siempre según Ventura, hacia 1767-1775, el caballero d´Aquino habría llevado desde Malta
hasta Nápoles una serie de tres misteriosos grados inspirados en el hermetismo egipcio-helénico llamados Arcana
Arcanorum, que posteriormente fueron incorporados al Rito de Misraim.
Los Arcana Arcanorum, grados finales de Misraim, del que son la quintaesencia, es posible que surgieran del Rito y las
Enseñanzas de Kolmer. Por lo general, se considera que Cagliostro fue iniciado en la francmasonería, no en Malta, sino en
Londres en 1777, en la logia La Esperanza, ligada al Rito de la Estricta Observancia Templaria. No obstante, el hecho de
que recibiera cuatro grados a la vez(Aprendiz, Compañero, Maestro y Maestro Escocés)demostraría que en realidad ya era
masón y que esta iniciación no habría sido sino un reconocimiento de su calidad, necesario quizá debido a la pérdida de
sus títulos.
El Rito Primitivo de Narbona
Entre los ritos esotéricos del siglo XVIII, hay uno que tiene gran importancia para la historia de la Masonería Egipcia,
el llamado Rito Primitivo de la Logia de Los Filadelfos de Narbona, ya que, incluso si no está demostrado históricamente,
los ritos franceses contemporáneos de Menfis y Menfis-Misraim se consideran sucesores suyos. Este Rito no hacía una
especial referencia a Egipto, aunque se concedía a sí mismo un origen oriental.
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El Rito Primitivo fue fundado en la logia Los Filadelfos de Narbona, cuya originalidad residía en que fue creada en un
marco familiar por el vizconde François Anne de Chefdebien d´Armissan y sus seis hijos, todos oficiales y caballeros de
Malta, excepto uno, que se hizo sacerdote y canónigo. La elección provisional de los dignatarios de la logia tuvo lugar el
27 de noviembre de 1779. Las patentes de fundación fueron obtenidas el 23 de marzo de 1780. En ellas se decía que se
trataba de un “rito poco conocido, pero de origen lejano, cuyos antiguos Hermanos habían visitado los principales
Orientes de Europa, Siria y las dos Indias y que habían visto de cerca al Gran Cofto envuelto en su gran velo negro”.
Algunos pseudohistoriadores modernos han querido interpretar a ese Gran Cofto como el Arca de la Alianza de Moisés,
con el Santo Grial y hasta con el sarcófago que contendría los restos de María Magdalena, la esposa-amante de Jesús el
Cristo.
Las patentes de este rito estaban firmadas por el “Caballero de la Lanza de Oro” y el “Caballero de la Coraza de Oro”,
unos verdaderos Superiores Desconocidos, tal cual se imaginaban entonces.
Los miembros de la logia de Los Filadelfos formaban un pequeño cenáculo de adeptos que, además de la familia
Chefdebien, estaba formado esencialmente por personalidades de la aristocracia o de la burguesía local, como el conde de
Hautpoul, “caballero de devoción de la orden de Malta”, o Castan, “primer cónsul alcalde” de Narbona. Además, el
vizconde de Chefdebien aprovechaba todos sus desplazamientos para nombrar miembros de honor entre las celebridades
que encontraba. Por ejemplo, el famoso magnetizador Antón Mesmer.
El Rito Primitivo fue practicado en la logia narbonesa de Los Filadelfos hasta 1790, quizás 1791. Según Ragon y
Naudon dicha logia hizo imprimir en 1790 un folleto donde se encuentran datos concretos y precisos sobre el sistema de
este Régimen. Se trata-escribe Naudon-, de una “mezcla de temas místicos sacados sobre todo de las teorías de Martínez
de Pasqually, en concreto de la Reintegración del hombre espiritual en su esencia original”. Según la patente de
constitución, el iniciado debe aspirar a llamarse de nuevo “hijo de Dios, purificado, y a confundirse sin obstáculos en el
seno inefable del que emanó”. El Rito “está formado por tres clases de masones que reciben diez grados de instrucción.
Esas clases o ritos no son la designación de tal o cual grado, sino la denominación de series que basta con desarrollar tanto
como sea posible, para hacer brotar un número casi infinito de grados”.
Parece ser que el Rito Primitivo de Los Filadelfos de Narbona ha sido confundido en múltiples ocasiones con la
sociedad secreta militar de Los Filadelfos, creada en Besançon hacia 1797, lo que explicaría que algunos historiadores del
Rito de Menfis consideren que muchos militares del ejército de Napoleón en Egipto eran iniciados del Rito Primitivo. Del
mismo modo, algunos antimasones creyeron descubrir en Los Filadelfos a la logia secreta que habría manejado los hilos
de toda la conspiración para dar inicio a la Revolución Francesa.
Los Perfectos Iniciados de Egipto
Uno de los primeros Ritos egipcios, anterior incluso al de Cagliostro, es el de los Arquitectos Africanos(es decir,
“egipcios”), creado en Berlín hacia 1767 por Friedrich von Köppen(1734-1797), oficial del ejército prusiano, quien
también fue el autor-en colaboración con J.W.B. von Hymnen-de Crata Repoa(1770), una obra que pretendía reproducir
la iniciación a los antiguos misterios de los sacerdotes de Egipto que habrían tenido lugar en la Gran Pirámide de Gizeh.
Crata Repoa tuvo un gran éxito y fue reeditada muchas veces; fue traducida al francés en 1821 por Antoine Bailleul y
Jean Marie Ragon. Es muy interesante señalar que, según este libro, la palabra de iniciado del primer grado egipcio era
“Amón”, lo que nos recuerda que, en los Viejos Cargos(que eran los manuscritos de la antigua masonería operativa
británica), el nombre del arquitecto del mítico Templo de Jerusalén no era Hiram, sino Amón, hijo de Hiram, rey de Tiro,
y que dicho Amón parece haber simbolizado también al Gran Arquitecto del Universo.
El rey Federico II había apoyado la fundación del nuevo Rito de los Arquitectos Africanos. Esta Orden se preocupaba
por realizar investigaciones tanto esotéricas como históricas y científicas. Con esa intención construyó en Silesia un
magnífico edificio destinado al Gran Capítulo del Rito, que contenía una rica biblioteca, un gabinete de historia natural y
un laboratorio de química. Este régimen profesaba una doctrina bastante optimista, mezcla de hermetismo y cristianismo.
En su versión francesa, contaba con los cinco altos grados siguientes: Discípulo de los Egipcios, Iniciado de los Misterios
Egeos, Cosmopolita, Filósofo Cristiano y Caballero del Silencio. No obstante, la Orden de los Arquitectos Africanos, que
se asemejaba a una sociedad de eruditos, no tuvo el éxito que merecía, quizá debido al mucho trabajo de investigación que
exigía a sus miembros.
El Rito fue introducido en Francia por el Hermano Jean Frédéric Kuhn, un negociante originario de Estrasburgo.
Instaló una logia de Arquitectos Africanos en París, pero sobre todo estableció otra en Burdeos en 1773, llamada la
Estrella Resplandeciente de las Tres Lises, que terminó por ser absorbida por el Gran Oriente y subsistió bajo su
obediencia hasta 1827. Además, el Hermano Kuhn estaba iniciado en la Estricta Observancia Templaria, había sido
adepto del Templo Cohen de Burdeos en la época de Martínez de Pasqually y, posteriormente, fue miembro de la logia
parisina de Los Amigos Reunidos del Rito de Los Filadelfos.
No se han conservado restos de toda sus actividades, pero las fuentes de la época muestran que este gran viajero
mantenía relaciones con la mayoría de los masones ocultistas de Francia y Alemania.
Además del Rito de Cagliostro, el Rito Primitivo de Narbona y del Rito de los Arquitectos Africanos, durante el siglo
XVIII hubo otros pequeños Ritos Egipcios. Sin embargo, se los conoce mal y erróneamente, pues a menudo su interés
principal residía en el secreto que los rodeaba. Al contrario de la masonería ortodoxa que, pese a prohibir sus ceremonias a
los “profanos”, no quería sino iniciar a numerosos adeptos nuevos, estos pequeños Ritos Egipcios, que sólo se dirigían a
unos pocos elegidos, forzosamente debían conservar un carácter muy confidencial, sino corrían el riesgo y la pena de
desaparecer. Entre estos Ritos, se pueden citar, no obstante, a los Perfectos Iniciados de Egipto, cuya existencia pudo ser
comprobada y revelada gracias a correspondencia y a manuscritos privados de sus miembros.
~ 130 ~
Se desconoce el origen de los Perfectos Iniciados de Egipto. La hipótesis más aceptada es la que apunta a que puede
que el Rito fuera fundado por el ocultista Alliette, llamado Etteilla, célebre promotor del arte del Tarot adivinatorio, que lo
dirigió hasta su muerte en 1791, con el título de “Gran Mago”. No obstante, el Rito de los Perfectos Iniciados de Egipto,
por completo independiente de la masonería de Cagliostro, tenía su colegio principal en Lyon. Representaba “el sistema
filosófico de las antiguas costumbres egipcias desvelado por los sacerdotes hebreos bajo el emblema de la masonería” y
estaba formado por los siguientes siete grados: Aprendiz, Compañero y Maestro, en la primera clase; Maestro Perfecto,
Perfecto Elegido y Pequeño Arquitecto, en la segunda clase; y Perfecto Iniciado de Egipto, en la tercera clase.
Egiptología y Masonería
Es conocido que durante la Revolución Francesa hubo intentos de reemplazar a la religión católica apostólica romana
por los cultos racionalistas o panteístas que se consideraban realmente universales. La Sofía celeste fue adorada con el
nombre de diosa Razón y se celebró al Ser Supremo. Para los “apóstoles” de las nuevas creencias, a menudo francmasones
eruditos, la Virgen María y Jesucristo no eran más que burdas réplicas de las antiguas divinidades egipcias Isis y Horus.
Esta fue la tesis de un alumno de Court de Gébelin, Charles François Dupuis, erudito arqueólogo y político, que publicó
en 1794 una notable enciclopedia mitológica titulada El Origen de Todos los Cultos, en la que explicaba que éstos se
remontaban a una religión primordial universal de la Naturaleza y los astros, cuyo origen principal era precisamente
Egipto.
Sin embargo, estas tentativas de sincretismo entre filosofía científica y paganismo, emanadas de intelectuales
ideólogos, apenas tuvieron éxito entre el pueblo francés, al que siglos de catolicismo exclusivo habían terminado por
convencer de que no podía haber ninguna espiritualidad fuera de la Iglesia Romana. Tras la firma del concordato de julio
de 1801 entre Napoleón y Pío VII, la religión católica volvió a verse favorecida y la teofilantropía, uno de los pocos
cultos revolucionarios que todavía subsistían, fue expulsada de las iglesias y edificios públicos.
No obstante, durante el gobierno de Napoleón, aunque la tradición egipcia se viera excluida de los cultos oficiales o
tolerados, encontró fácil refugio en las logias masónicas, cuyos Ritos se consideraban herederos de los antiguos Misterios.
Así, la tesis del origen egipcio de la masonería fue defendida por autores como Thomas Paine en El Origen de la
Francmasonería(traducido del inglés por el martinista Nicolás de Bonneville en 1812)o el arqueólogo Alexandre Lenoir,
conservador de los monumentos franceses y adepto del Rito Escocés Filosófico, en El Verdadero Origen de la
Francmasonería de 1814.
Un episodio fundamental para el desarrollo de los Ritos de esta masonería egipcia fue, sin duda alguna, la campaña de
Napoleón en el país del Nilo(1798-1799), de la que muchos militares regresaron llenos de fabulosos recuerdos. Todos los
mitos se vieron encarnados en esa epopeya: el Gran Monarca Guerrero y Pacificador que recrea el Imperio Universal, el
reencuentro entre los sabios de Oriente y los de Occidente, y la reintegración en la primitiva unidad. La importancia de las
logias militares durante el Imperio Napoleónico explica en gran parte el entusiasmo por diversos Ritos nuevos de
masonería egipcia que surgieron entonces. Entre ellos podemos citar la Orden Sagrada de los Sofisianos, creada en 1801
por antiguos oficiales del ejército de Egipto en el marco de la logia de los Hermanos-Artistas de París. Este efímero Rito,
“colocado bajo los auspicios de Horus”, comprendía entonces tres altos grados(Aspirante, Iniciado y Miembro de los
Grandes Misterios)y estaba dirigido por un “Gran Isiarca”.
Durante los primeros años del Imperio Napoleónico, mientras los sofistas celebraban sus Grandes Misterios en París,
el arqueólogo Alexandre Dumége creó en Toulouse otro Rito egipcio en el marco de la logia madre de la Soberana
Pirámide de los Amigos del Desierto. Este Rito de los Amigos del Desierto poseía cuatro grados: Iniciado de Menfis,
Iniciado de la Tebaida, Perfecto Iniciado y Príncipe Iniciado. Desde Toulouse, pudo emigrar a Auch y a
Montauban(aunque no se sabe si mantuvo relación con la logia de los Discípulos de Menfis de Montauban, fundada en
1815 por Samuel Honis y Gabriel Marconis de Négre). Apenas se tienen datos o algo de Los Amigos del Desierto, que en
su tiempo apenas dieron que hablar. Si bien es cierto que la verdadera iniciación requiere de extremo secreto.
El Rito de Misraim
El origen del Rito de Misraim o de Egipto es bastante misterioso. La primera logia francesa de Misraim, bien
atestiguada, fue fundada en 1814-1815 en París por los hermanos Bédarride. Este Régimen masónico, que llegaba de
Nápoles, Italia, poseía 90 grados y reivindicaba una tradición egipcia de las más antiguas. De modo que tenía con qué
llamar la atención. Efectivamente, tuvo un gran éxito en sus primeros años e incluso se abrieron logias en el extranjero,
por ejemplo, en las Islas Británicas.
Según las similitudes de ciertos rituales y el propio nombre del Rito, da la impresión de que hubo cierta relación entre
el Rito de la Alta Masonería Egipcia de Cagliostro-con tres altos grados-y el Rito de Misraim-de 90 grados-. No obstante,
pese a que las pistas de esa filiación son numerosas, ninguna parece verdaderamente segura.
Según Robert Ambelain, el Rito de Misraim habría nacido en Venecia en 1788, en forma de logia de la Estricta
Observancia Templaria formada por un grupo de socinianos a los que Cagliostro habría concedido una patente de
constitución. Según Raghellini de Schio(que era originario de Venecia), antes de llegar a Roma, donde fue detenido y
conducido a prisión, Cagliostro estuvo en Rovereto(una pequeña ciudad situada al sur de Trento, no lejos por lo tanto de
Venecia)en donde fundó una logia y “transmitió sus poderes a Bat...de Mori como sustituto y comisario delegado”.
Continuando según este autor, “Venecia, de Rito Egipcio, no conoció otro que el introducido por Cagliostro, secundado
por el celo del Hermano S.E. Zuliani”. Se considera que se podría intentar identificar a Bat... y a S.E. Zuliani con
Francesco Battagia, Consejero de Estado, y a Su Excelencia Girolamo Zulian, embajador de la República de Venecia
respectivamente, ambos miembros importantes de la logia veneciana San Juan de la Fidelidad, de los cuales sabemos que
el primero de ellos se encontró con Cagliostro en 1788. Según ciertos documentos citados por Gastone Ventura, en 1796
existía en Venecia una logia de Misraim, refundada posteriormente, en 1801, por el Hermano Tassoni, después de haber
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estado en “hibernación” en 1797 durante la ocupación austriaca de la “Serenísima”. Un documento de la policía secreta
menciona la existencia en 1818 de una Orden masónica llamada Sociedad Secreta Egipcia que era particularmente activa
en Italia, las islas jónicas y Egipto. Ahora bien, esta Orden, que practicaba el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, era mixta
y, para designar al Venerable de la logia, utilizaba el título de “Gran Cofto”, es decir, el mismo que se había atribuido
Cagliostro. Por lo tanto, la existencia de esta Sociedad Secreta Egipcia es un indicio que tendería a demostrar que el Rito
de la Alta Masonería Egipcia de Cagliostro tuvo en efecto diversas prolongaciones a partir de Venecia: la propia
“Sociedad” y el Rito de Misraim.
El Rito de Menfis
Según la primera versión de la historia oficial del Rito de Menfis, tal cual la relata desde 1839 su fundador Jacques
Étienne Marconis de Négre(1795-1868), la ciencia masónica había sido transmitida por los Caballeros de la Orden del
Temple o Templarios.
Estos la obtuvieron de los “Hermanos de Oriente”, cuyo fundador era un sabio de Egipto de nombre Ormus, convertido
al cristianismo por San Marcos. Ormus purificó la doctrina de los antiguos egipcios según los preceptos del cristianismo.
Por las mismas fechas, los esenios y otros grupos judíos fundaron una escuela de ciencia salomónica que se unió a Ormus.
Los discípulos de éste, hasta 1118, fueron los únicos depositarios de la antigua sabiduría egipcia, purificada por el
cristianismo y la ciencia salomónica.
Esta doctrina la comunicaron y transmitieron a los Templarios, que según algunas fuentes, eran conocidos entonces
como Caballeros de Palestina o HH...Rosacruz de Oriente; son ellos a quienes el Rito de Menfis reconoce oficialmente
como fundadores inmediatos. En 1150, llegaron a Suecia dirigidos por Garimont, y se presentaron al arzobispo de Upsala,
que recibió de ellos el depósito de los conocimientos masónicos.
Fueron, sin mucha duda, estos caballeros quienes habrían llevado la masonería a Europa. Tras la aún misteriosa muerte
de Jacques de Molay, último gran maestre de los Templarios, los templarios escoceses, convertidos en apóstatas por
instigación del rey Robert Bruce, se agruparon bajo la bandera de una nueva Orden instituida por este monarca y en la
cual las admisiones se basaron en las de la Orden del Temple. Es allí donde hay que buscar el origen de la masonería
escocesa, e incluso el de otros Ritos masónicos. Los templarios escoceses fueron excomulgados en 1324 por Harminio.
Esta última fecha concuerda con la que da el Hermano Chereau para la separación de los Masones de Edimburgo de los
de Menfis, que tuvo lugar en 1322, es decir, dos años antes. Estos últimos siguieron fieles a las antiguas tradiciones; los
otros fundaron un nuevo Rito, con el nombre de Heredon de Kilwinning o de Escocia. De modo que desde finales del
siglo XIV existían dos ritos distintos: el Rito de Menfis o de Oriente, y el Rito Escocés. Uno y otro continuaron logrando
partidarios por todos los rincones de Europa.
Sin embargo, Jacques Étienne Marconis de Négre no explicaba cómo se había transmitido el Rito de Menfis hasta él, ni
por qué no había comenzado a manifestarse hasta 1838. A partir de entonces, al tener que enfrentarse a acusaciones de que
no había hecho sino plagiar el Rito de Misraim, intentó explicar que el Rito de Menfis había sido traído de Egipto en 1814
por el Hermano Honis, nativo de El Cairo, y que éste había fundado junto al Hermano Gabriel Mathieu Marconis de
Négre(su padre), el barón Dumas, el marqués de La Roque e Hippolyte Labrunie, una primera Gran Logia del Rito de
Menfis, en Montauban. Dicha logia, llamada Los Discípulos de Menfis, se instaló el 30 de abril de 1815, pero tuvo que
ponerse en “hibernación” el 7 de marzo de 1816. No obstante, los archivos le fueron confiados a Gabriel Mathieu
Marconis, nombrado “Gran Hierofante” de la orden el 21 de enero de 1816. Tras lo cual, el Rito fue despertado en 1838,
con su hijo como “Gran Hierofante”.
Según los actuales dirigentes de la Orden de Menfis-Misraim de la pequeña célula que existe en la Ciudad de México y
con los cuales logré entrevistarme, el Rito de Menfis original había nacido de la fusión llevada a cabo entre, por un lado,
diversos Ritos esotéricos de origen occitano, sobre todo los Ritos Herméticos de Aviñon, Primitivo de Narbona y de los
Arquitectos Africanos de Burdeos y, por el otro, un rito agnóstico de origen egipcio. Lo expuesto por estos líderes
concuerda con lo expresado por Robert Ambelain que escribe: “La mayoría de los miembros de la Misión de Egipto que
acompañaron a Napoleón Bonaparte eran masones de los viejos Ritos iniciáticos antiguos: Filaletes, Hermanos Africanos,
Rito Hermético, Filadelfos y Rito Primitivo. Habiendo descubierto en El Cairo una supervivencia gnóstico-hermética y,
posteriormente, en el Líbano, esa masonería drusa que se encontró Gérard de Nerval y que se remontaba a los masones
operativos que acompañaron a los Templarios, los Hermanos de la Misión de Egipto decidieron seguidamente renunciar a
la filiación masónica venida antaño de la Gran Logia de Londres y practicar un nuevo Rito que no le debería nada a
Inglaterra, por entonces el principal enemigo. Y, así, bajo la dirección de Samuel Honis y de Marconis de Négre, nació el
Rito de Menfis en Montauban”. En agosto de 1798, Napoleón el Grande y Kébler, aunque ya eran masones, recibieron la
iniciación y la filiación del Rito de Menfis de un hombre de edad venerable, muy sabio en la doctrina y las costumbres,
que se decía descendiente de los antiguos sabios de Egipto. La iniciación tuvo lugar en la pirámide de Khufu(Keops)en
Gizeh y recibieron como única investidura un anillo, como signo característico de su dignidad. Napoleón, Kébler y
diversos oficiales de su ejército, habrían fundado aquí la primera logia de Menfis en 1798-1799.
Como comentario final a este último apartado quisiera mencionar una idea que ha estado circulando por casi todos los
círculos esotéricos y herméticos que he consultado, y que se despertó a raíz del llamado “fenómeno Da Vinci”, producido
por el contenido del libro de Dan Brown, y es que se menciona que tanto Jesús, el supuesto Cristo, como Napoleón
Bonaparte quedaron tan maravillados y extasiados por la cultura egipcia que en sus respectivos tiempos quisieron crear, o
recrear, con sus movimientos, ya sea religioso o político-social, un tipo de gobierno teocrático parecido al faraónico
egipcio. Obviamente no existen pruebas contundentes para sostener este argumento, pero algunos grupos lo defienden
asegurando que Jesús vivió en Egipto, en la ciudad de Alejandría para ser precisos, donde aparentemente existió una
comunidad judía a principios del siglo I d. de C., y que estudió y aprendió todos los conocimientos milenarios que poseían
~ 132 ~
los sacerdotes egipcios más puros que seguían oficiando los ritos a sus divinidades ancestrales. Mencionan que incluso es
probable que lo ordenaran sacerdote del culto de Osiris y tal vez como el último Gran Sacerdote de la Gran Pirámide, o
que pudo conocer a María Magdalena desde entonces, ya que ésta era una alta sacerdotisa del culto de Isis; datos muy
controversiales pero que no puedo ni asegurar ni contradecir. También hablan de que Jesús aprendió el ritual del Heb sedla muerte ritual del faraón cada 30 años de su reinado para resucitar después con energía renovada-y que por tanto toda la
historia de su pasión, muerte y resurrección no fue más que una “pantomima” muy bien montada queriendo imitar, por un
lado, a la Pasión de Osiris, y por el otro esta muerte ritual iniciática del Heb sed. El silencio de la Iglesia Católica sobre el
posible y muy mentado matrimonio entre Jesús y María Magdalena, según los múltiples defensores de este novelesco
argumento, se debería a que los discípulos del círculo “externo”, Pedro y los demás, no conocían los verdaderos designios
o intereses de Jesús y sus seguidores más íntimos, los mismos que los de Juan el Bautista y María Magdalena, a saber:
reinstaurar en toda la civilización mediterránea el culto egipcio de la diosa Isis. Reinstauración que se creyó más cercana y
posible debido al “generoso”-aunque falso-sacrificio de Jesús en la cruz.
Por el lado de Napoleón existen menos datos, pero se menciona abiertamente que era masón, que fue ordenado en el Rito
de Menfis, que tenía nexos con el Priorato de Sión y que su campaña militar a Egipto no fue sino un pretexto para conocer
y estudiar a fondo toda la cultura faraónica e intentar restaurarla cuando se proclamara Emperador.
Desgraciadamente la historia ha sido siempre muy manipulada, maquillada o cambiada según los intereses de quienes la
redactan y creo que jamás sabremos si estas audaces y controvertidas hipótesis serán comprobadas. Recuerde que en estos
temas nos encontramos en la frontera de las leyendas con la historia. Usted amigo lector decida, su decisión será siempre
la más acertada, pero no crea todo lo que está en los libros de historia para las escuelas, dude y busque siempre el origen
de los hechos. Yo en lo particular creo que el origen de todo está en el Egipto faraónico y en sus ancestrales creencias que
detallaré en el capítulo siguiente.
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VII
LA ANTIGUA RELIGIÓN EGIPCIA
Se puede argumentar que no puede darse un solo nombre a los sistemas de pensamiento religioso que se produjeron en
Egipto en los 3000 años de su historia como pueblo. Es muy probable, valorable y cierto que sus creencias atravesaron
fases de monoteísmo, henoteísmo, panteísmo y, en los últimos tiempos, hasta corrupción teológica. Lo que si es un hecho
es que normalmente se considera que los antiguos egipcios fueron politeístas, aunque el conjunto de sus dioses estuvo
presidido, desde épocas muy tempranas, por Ra, el dios solar. Cada localidad tenía su propia divinidad; con una categoría
superior estaban los dioses de cada nomo que, probablemente, procedían de las antiguas tribus anteriores a la unificación
del país. Los dioses de estos nomos solían estar representados por animales o plantas. Pero a últimas fechas se ha
reforzado otra idea y se piensa que los antiguos egipcios pudieron ser más bien henoteístas durante toda su existencia. El
henoteísmo se definiría como una fase o etapa del pensamiento religioso en la que los dioses individuales invocados no
son concebidos como limitados por el poder de otros. Cada dios es a la mente del suplicante o creyente tan bueno como
todos los otros dioses. Al dios invocado se le considera una divinidad real, suprema y absoluta, a pesar de las limitaciones
necesarias que supondría en nuestra mente una gran pluralidad de dioses en cada único dios. Todos los demás dioses
desaparecen de nuestra visión psíquica y el invocado, que es el único que “cumple” nuestros deseos, permanece iluminado
ante los ojos de sus adoradores. Un ejemplo de esto vendría a ser el “pluralismo” del Catolicismo actual, donde Dios
Padre, Dios Hijo-Jesús- y Dios Espíritu Santo confluyen o conviven con múltiples imágenes de Vírgenes, Santos,
Arcángeles, Ángeles y más recientemente, sobre todo en México, hasta con la Santa Muerte.
Retornando a lo nuestro, a comienzos de la época histórica dinástica aparecieron los dioses cósmicos o creadores del
universo(llamados comúnmente dentro del argot esotérico-metafísico como Demiurgos). La primera cosmología teológica
estuvo compuesta por nueve dioses(La Gran Eneada), siendo Atum-Ra(Demiurgo Padre de Todos los Dioses)dios
originario, y Osiris el más importante después de Atum-Ra debido a su carácter de orden mesiánico. Desde esta época, al
dios principal se le añadía el nombre de Ra, con lo que quedaba asimilado al dios solar.
Todos los egiptólogos consideramos y estamos de acuerdo en que los antiguos egipcios tenían una concepción clara y
precisa de un solo Ser Supremo. Este ser es llamado NETER(una palabra que significa poder y que se corresponde con el
hebreo EL); otras ocasiones es llamado KHEPERU(término ambiguo que significaba para los antiguos egipcios, más o
menos, el pasaje siempre actual de toda la esencia misma a la existencia divina, la unión del todo con dios). Las
referencias a Neter o Kheperu son constantes en la literatura egipcia, en la que se habla de él en términos que indican, sin
lugar a dudas, la actitud monoteísta del escritor: “Bríndate a Dios, mantente continuamente para Dios”, solía decirse a los
jóvenes. “Cría a tu hijo en el amor de Dios”, era una de las máximas de Ptahhotep o Ptahhetep. Sin embargo podemos
entender en sus creencias la existencia de un monoteísmo plural, ya que además de la doctrina de un solo dios los
sacerdotes también enseñaban al pueblo la existencia de muchos otros dioses o poderes; estos dioses no eran sino
personificaciones, generaciones, mutaciones, emanaciones, subdivisiones que provenían de este dios superior, empezando
por el demiurgo originario Atum y la creación de la primera Eneada. Todos estos dioses “secundarios” representan los
poderes reales o imaginarios del universo. En un principio fueron personajes, tal vez humanos tal vez míticos, a los que
con el paso del tiempo se les fueron atribuyendo muchas leyendas mitológicas y poderes sobrehumanos. Los fenómenos
personificados eran principalmente los de recurrencia regular y perpetua, el amanecer y el atardecer, el retorno del día y el
caer de la noche, la batalla entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, etcétera. Para comprender mejor este complejo
asunto escatológico lo he expuesto más detalladamente en el apartado de La Pasión de Osiris.
El sistema teológico sufrió variaciones, pero éstas no supusieron la eliminación de los dioses anteriores de la Eneada.
Así, cuando en Menfis se creó un nuevo sistema teológico a partir del dios Ptah, lo que se hizo fue considerar a éste como
el corazón y la lengua de Atum-Ra. De esa forma, todo lo que Atum-Ra manifestaba lo hacía después de haberlo
reflexionado Ptah y a través de la lengua del propio Ptah, pero sin haber hecho desaparecer a Atum-Ra, que en buena
lógica era ya un dios innecesario. Esta contradicción y otras semejantes las aceptaban los egipcios en ese afán de mantener
viva su más profunda tradición. Recientemente se ha especulado sobre la existencia en el antiguo Egipto de sociedades
secretas que evitaban la descontinuación de dioses arcaicos o anacrónicos y que además presumían ser portadores de los
reales cultos y Misterios de esos dioses. Últimamente se ha puesto sobre la mesa la hipótesis de que estas sociedades
secretas hermético-esotéricas tuvieron un auge antes, durante y algo después del reinado del faraón hereje Akhenatón, y
que tuvieron una influencia tal que han perdurado hasta nuestros días aún como sociedades secretas, principalmente en las
órdenes de la Rosacruz o Rosacruces y en algunas logias masónicas. Hasta ahora no se han encontrado pruebas
concluyentes de que esta información sea cierta o confiable.
Estas cambiantes cosmologías teológicas no impedían que, cuando un faraón establecía una nueva capital(asunto que
sucedía con bastante frecuencia), se nombrase una nueva divinidad a la que habitualmente se le añadía el nombre de
Ra(ejemplo clásico el de Amón-Ra), con lo que parecía que no se producía ruptura teológica o clerical alguna.
Debido a lo intrincado e interesante que puede ser el tema de la religión del Antiguo Egipto, parece pertinente detallar y
ahondar un poco más, iniciando por describir profusamente al Culto Solar Egipcio.
EL CULTO SOLAR EGIPCIO. “Salve a ti, Ra, perfecto cada día, que surges al amanecer sin falta...” Esta invocación,
procedente de la “Letanía de Ra”, da cuenta de la gran importancia religiosa que el Sol tenía para los antiguos egipcios.
Sus diferentes aspectos lumínicos, su curso constante y al mismo tiempo aparente en el firmamento y sus supuestas
mutaciones durante su recorrido diario-ya que parece achatado al amanecer y esférico cuando está en su cenit, al
mediodía-influyeron en los aspectos mitológicos de este cuerpo celeste. Para describirlo, los egipcios escogieron el oro: un
metal amarillo, brillante, inalterable y eterno, cualidades que apreciaban también en el astro resplandeciente. Por
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extensión, el oro fue llamado “la carne de los dioses”. Para los antiguos egipcios el Sol, en su aspecto visible, recibía el
nombre de Atón. Este elemento, el disco solar, ensalzado a mediados de la XVIII Dinastía por el faraón hereje Akhenatón,
se convirtió en el único representante de las múltiples manifestaciones religiosas que existían en el país durante el período
de Amarna, así conocido por la ciudad que le mandó construir en su honor aquel “loco” y visionario faraón, ya que
durante su reinado sólo Atón recibió culto y adoración. Pero el dios del sol o solar era Re-conocido más comúnmente
como Ra-, cuyo nombre significa simplemente “Sol”. Este puede manifestarse como astro o como la representación de las
fuerzas que de él emanan. En este sentido cabe tener en cuenta que el león, el toro y el halcón, los animales relacionados
con el Sol, constituyen una referencia al vigor y a la energía que dominan el Universo. Las tres fases del curso diario del
sol son descritas por entidades divinas diferentes, según el momento del día. El sol de la mañana, regenerado tras su
periplo nocturno, es el escarabajo Khepri. Este coleóptero se utiliza en la escritura jeroglífica para evocar el nacimiento
matutino del astro rey y también todas sus manifestaciones. Muy a menudo aparece alado, forma adecuada para
representar su elevación hacia el cielo. Al mediodía, el Sol está en su cenit, en toda la gloria de su brillante y cálida
majestad, y por lo tanto aparece representado como la esfera candente que vivifica al mundo, como Ra y Atón, el disco
solar en su completa plenitud. Pero los dioses también envejecen, y en su declive del atardecer el Sol adquiere su t ercera
forma. Cuando se dirige al Occidente-Ra “en su paz”, llaman los textos al punto cardinal por donde se pone el Sol-, pierde
su ardor y calor poco a poco y sus rayos son menos candentes y brillantes. Es entonces cuando adquiere la apariencia de
un carnero, como el dios Atum o como el dios Khnum. Su piel verde le identifica con Osiris, y bajo este aspecto recorrerá
las doce horas de la noche por el río subterráneo. En esta fase decadente también suele representarse a Ra como un
hombre viejo y cansado.
Como se puede apreciar, más que ninguna otra, la antigua religión egipcia fue dominada por el culto solar. Desde la
Época Predinástica y el Imperio Antiguo, el dios solar Ra-o como algunos que lo denominan Re-había absorbido a
diferentes divinidades demiúrgicas tales como el dios Atum, Horus y el escarabajo Khipri o Khepri. A partir de la V
Dinastía, el fenómeno se generalizó y numerosas divinidades, grandes y pequeñas, literalmente se funden con el sol y dan
así nacimiento a las figuras solarizadas Khnum-Ra, Min-Ra, Amón-Ra, etc. No se debe discutir mucho sobre las hipótesis
rivales a propósito de los orígenes históricos de esta doctrina solar. Es seguro en todo caso que el apogeo de esta doctrina
se sitúa bajo la V Dinastía del Imperio Antiguo y que su éxito proviene a la vez del refuerzo de la noción de soberanía del
faraón y de los esfuerzos de los sacerdotes de Heliópolis. Pero, como parece probarlo cierto número de investigaciones
antiguas y recientes, la supremacía solar fue precedida por la de otras figuras divinas, más antiguas y más populares
también en el sentido de que no pertenecían exclusivamente a los grupos privilegiados.
Se sabía desde hace bastante tiempo que Shu, dios de la atmósfera y por lo tanto originalmente figura urania o celeste,
había sido más tarde identificado con el sol. Pero ciertos investigadores reconocieron a su vez en Amón una viejísima
divinidad del cielo, y otros eruditos, por su parte, creen haber descubierto un antiquísimo “Allgott” o relación celeste en
Geb(wr-en término egipcio-), cuyo nombre significa “el grande”; en ciertos casos, se ve a Geb tomar como esposa a la
diosa Nut, “la grande”(wrt), conforme al mito de la pareja cósmica, tierra-cielo. La ausencia total del dios Geb en los
monumentos públicos y/o reales se explicaría por su carácter popular. Algunos investigadores han intentado incluso
reconstruir la historia del misterioso Geb. Es, en pocas palabras, la historia de su desposesión del rango supremo por su
integración en las teologías locales: se convierte en auxiliar de Ra(lo vemos curar los ojos del sol, atacado temporalmente
de ceguera), es asimilado después a Atum y finalmente a Ra. No me siento lo bastante competente como para intervenir en
las discusiones planteadas por los estudios de estos eruditos. Pero el asentimiento que parecen conceder a las grandes
líneas del sistema de los egiptólogos de la clase de más alto rango me ha decidido a mencionarlos. En la perspectiva de la
historia de las religiones la aventura de Amón o la de Geb son de lo más comprensible: se ha demostrado bastamente y
con anterioridad por múltiples estudios que los seres supremos o superiores de estructura urania o celestial tienden,
cuando no se hunden definitivamente en el olvido, a transformarse, mutarse o metamorfosearse en dioses atmosféricosfecundadores o a, como en este caso, solarizarse.
Son básicamente dos factores, como ya se ha dicho, los que contribuyeron de manera sustancial a asentar y asegurar la
supremacía de Ra: la teología heliopolitana y la mística de la soberanía, ya que el soberano-faraón-era identificado a su
vez con el sol. Una contraprueba preciosa de esto nos la proporciona la competencia que, durante cierto tiempo, Ra, dios
solar funerario(imperial), sufre por parte del redentor mesiánico Osiris. El sol se ponía en el Campo de las Ofrendas o
Campo del Reposo para levantarse a la mañana siguiente en el punto opuesto de la bóveda celeste llamado Campo de los
Juncos. Estas regiones solares que, desde la Época Predinástica, correspondían a Ra, reciben por añadidura, durante la III
y la IV Dinastías aproximadamente, una afectación funeraria. Es del Campo de los Juncos de donde parte el alma del
faraón al encuentro del sol en la bóveda celeste, para llegar, guiado por él, al Campo de las Ofrendas. Al principio, la
ascensión no se desarrollaba sin incidentes. A pesar de su calidad divina, el faraón tenía que arrebatar en una lucha
abierta, contra el guardián del “campo”, el llamado Toro de las ofrendas, el derecho a instalarse en el cielo. Los
antiquísimos Textos de las Pirámides aluden a esta prueba heroica de esencia iniciática, por la cual debía pasar el faraón.
Posteriormente, sin embargo, los textos acaban por no mencionar ya el duelo con el Toro de las ofrendas y el difunto sube
al cielo-como se ve ya en el Libro de los Muertos-por una escala o escalera, o bien navega a través del océano sideral para
alcanzar finalmente, guiado por una diosa y bajo la forma de un toro resplandeciente, el Campo de las Ofrendas. Reafirmo
y casi confirmo, podría decirse, que esto se debe a la degeneración de un mito, y quizás también a la de un rito heroicoiniciático, en un privilegio político y social muy elitista. No es en cuanto “héroe” como el faraón tiene derecho a la
soberanía y adquiere la tan ansiada inmortalidad solar; sino que, como jefe supremo, entra por ello mismo en posesión de
la inmortalidad sin ninguna clase de “prueba heroica”. La legalización de esta condición privilegiada del faraón después
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de su muerte encuentra un contrapeso en la ascensión victoriosa de Osiris como dios funerario no aristocrático, popular y
mucho más accesible.
No es éste el lugar ni el momento para abordar y profundizar psicológicamente el conflicto de poder entre Ra y Osiris,
pero está muy claro y patente ya en los Textos de las Pirámides: “Abres tu lugar en el cielo entre las estrellas del cielo,
que eres una estrella... Miras por encima de Osiris, mandas a los difuntos, te mantienes alejado de ellos, no eres de los
suyos”, escribe, como se habrá notado, un apologista de los privilegios imperiales y de la tradición solar.
El nuevo dios, no por ser de estructura popular, es decir accesible también a las otras clases sociales, es menos poderoso, y
el faraón juzga adecuado pedir al sol que le ayude a no caer bajo el domino de Osiris: “Ra-Atum no te entrega a Osiris,
que no juzga tu corazón y no tiene poder sobre tu corazón... Osiris, no te apoderarás de él, tu hijo(Horus)no se apoderará
de él...”. El occidente, el camino de los muertos, se convierte en una región “osiriana”; el oriente permanece como
privilegio del sol. Por eso, en los Textos de las Pirámides, los osirianos hacen el elogio del occidente y denigran el oriente:
“Osiris no camina en esas regiones del oriente, sino que camina en esas regiones del occidente, por el camino de los
seguidores de Osiris”; es el opuesto exacto de las recomendaciones de la doctrina funeraria solar. En efecto, el texto
citado no es sino una brutal osirianización, o inversión de los términos, de una fórmula arcaica expresada así: “No
camines por esos caminos del occidente, donde los que se aventuran no avanzan; sino que camina por estos caminos del
oriente, por los caminos de los seguidores de Ra”.
Con el tiempo, estos textos se multiplican y se agrandan. La resistencia del sol es victoriosa. Osiris, que había sido
obligado a arrogarse-o a apropiarse-los dos campos celestes, en cuanto que constituían desde siempre las zonas funerarias
por excelencia por las que las almas de los faraones llegaban a la inmortalidad, termina por renunciar a este doble
dominio. Esta retirada, por lo demás, no es una derrota. Si Osiris había intentado apoderarse del cielo era porque la
teología solar colocaba allí el medio necesitado por la inmortalidad faraónica. Su mensaje escatológico, fundamentalmente
diferente de la conquista heroica de la inmortalidad-degradada a su vez más tarde en adquisición espontánea de la
inmortalidad por la pertenencia a la realeza-había reducido a Osiris a conducir a las almas que quería salvar de la
aniquilación por un itinerario celeste, solar. Osiris, por lo demás, no hacía sino consumar la revolución de tipo
“humanista” que había modificado, antes que él, la concepción escatológica egipcia.
Se ha visto, en efecto, que la concepción heroica, iniciática, de la inmortalidad, ofrecida a la conquista de un puñado de
privilegiados, había dado paso a la concepción de una inmortalidad concedida a todos los privilegiados. Osiris
desarrollaba también en una dirección “democrática” esta alteración profunda de la concepción de la inmortalidad: cada
uno puede obtener la inmortalidad a condición de salir victorioso de la prueba. La teología osiriana vuelve a tomar, para
extenderla, la noción de prueba, condición sine qua non de la sobrevivencia; pero a las pruebas de tipo heroico,
iniciático(lucha con el toro), las sustituyen pruebas de tipo ético y religioso(buenas obras, buenos actos, etc.). La teoría
arcaica de la inmortalidad heroica cede su lugar a una concepción humana y humanitaria en el Antiguo Egipto.
La fusión en apariencia paradójica de Ra, el símbolo de la luz y la vida, con Osiris, el dios de los muertos y el
renacimiento, es fundamental para comprender mejor a la compleja religión egipcia. Por un lado, refleja la propia esencia
renovadora de la naturaleza, con la que el dios se confunde: las tierras yermas cobran vida tras el prodigio anual de la
inundación del Nilo. Por otro lado, habla de la existencia de un único dios, Ra, del cual todas las divinidades son aspectos
distintos. Todos los dioses, en efecto, constituyen emanaciones de una única divinidad creadora, que se perpetúa mediante
renacimientos sin fin, como sucede con el curso diario del Sol o la inundación anual-siendo este último un ciclo natural
íntimamente asociado a la muerte y el renacimiento o resurrección de Osiris-. Este proceso de fusión-testimoniado, por
ejemplo, en la tumba de Nefertari, donde se puede leer que “Ra descansa en Osiris, y es Osiris quien descansa en Ra”ocupa un largo período ya que, al principio, Osiris, el dios de los muertos, es una divinidad alejada por mucho del dominio
solar. Pero al final de este proceso, Ra y Osiris encarnan fuerzas complementarias en el proceso vivificador. El primero da
la vida cada mañana con sus rayos, de los que emanan luz y calor. El segundo impide que Egipto se convierta en un
desierto inhóspito con la llegada de la inundación anual. Asimismo el ocaso del Sol, su desaparición por Occidente y su
reaparición al alba están asimilados a la muerte y el renacimiento, atributos de Osiris: durante esas horas nocturnas el Sol
realiza un misterioso viaje por las entrañas de la tierra, donde tiene lugar una nueva gestación que hace posible su
reaparición matutina. En definitiva, los destinos de Ra y Osiris son idénticos, ya que toman la forma de un ciclo eterno
cuyas fases se repiten periódicamente. Esto justifica y explica el doble concepto de Eternidad que había entre los antiguos
egipcios. Para ellos existía una eternidad de carácter lineal, que llamaron djet, sin alteraciones en el tiempo transcurrido y
por transcurrir; un concepto que encaja o paraleliza en nuestra idea de lo eterno. Pero ellos contemplaban, además, otra
eternidad: nehe, de carácter cíclico y renovador como la inundación anual o el curso del Sol.
El papiro Real de Turín presenta a Ra como el primer soberano de Egipto. Ra es también el dios más importante del
panteón egipcio, “padre de todos los dioses” y artífice de la creación y de todo lo que hay en la tierra y en el cielo. Ra crea
sin necesidad de pareja femenina, aunque, sobre todo en el Imperio Tardío, entre los siglos VII y IV a. de C., aparecen
como sus esposas las diosas Hathor, Raet y Iusaas. Como padre divino, Ra se encuentra a la cabeza de la cosmogonía o
mito sobre la Creación, elaborada por los sacerdotes de Heliópolis-“la Ciudad del Sol”-, nombre con el que los griegos
conocieron a la ciudad egipcia de Iunu. Allí tuvo su centro el culto a este dios, en un templo considerado el mayor
santuario de toda la tierra hasta entonces conocida. Según este antiquísimo mito, Ra se crea a sí mismo: en el océano
primigenio a Nun emerge una colina desde la que el Sol asciende por primera vez al firmamento. La mística piedra benben, venerada en Heliópolis, recordaba la forma de esta misteriosa colina. Textos relacionados con el mito heliopolitano
dan una única explicación para la aparición del género humano en la tierra: los hombres nacen de las lágrimas de Ra. En
honor al dios se tallan y erigen obeliscos y se construyen grandes pirámides, evocaciones ambas de la forma que toman
los rayos solares al atravesar las brumas y nubes matutinas en el cielo. Y también los templos solares de la V Dinastía, con
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gigantescas construcciones que recuerdan la piedra ben-ben, cuya forma evoca también la tipología de la pirámide y del
obelisco.
Como veremos más adelante, otras cosmogonías egipcias explican de manera diferente la aparición del dios solar. Como
la que cuenta que, cada mañana, el sol renacía bajo el aspecto de un niño que surgía de la corola de una flor de loto azul.
Se pensaba que la flor de loto de color azul, cuyo aroma es más dulce y fuerte que el de la flor de loto de color blanco,
confería el “aliento de la vida”. El loto azul es uno de los elementos más usuales en la simbología egipcia para denotar
“renacimiento”, porque éste con la luz solar se orienta hacia el sol y emerge de las aguas en las que estaba sumergido por
la noche. De ahí que esté representado en innumerables escenas funerarias. En ellas se puede apreciar al difunto oliendo el
intenso perfume de esta flor, u ofreciéndoselo a los dioses. Las damas de las fiestas representadas en las pinturas de las
tumbas se tocan con una flor de loto, o la acercan a la nariz de su compañera más cercana en un deseo de agradable
perpetuación.
El poderoso influjo religioso de Ra impuso su supremacía sobre todos los demás dioses. A partir de la V Dinastía-hacia
mediados del III milenio a. de C.-los dioses sufren, como ya lo vimos, una “solarización” más o menos acentuada. Sólo
deidades como Ptah, el dios creador según la cosmogonía de Menfis que detallaré más adelante, conservan su aspecto y
cualidades originales.
El dios tebano Amón constituye el ejemplo más evidente de esta solarización. Rescatado del olvido por los faraones de
la XII Dinastía, Amón se convierte en el dios principal de Karnak, desplazando poco a poco al señor del lugar y dios de la
guerra Mentu. Llegados los tiempos de la XVIII Dinastía, con la creación de Imperio Nuevo, Amón tiene que asegurar su
“legitimidad” tanto ante los países conquistados como ante los propios egipcios, devotos de los antiguos dioses. Entonces
se produce su fusión con Ra. Esto puede parecer extraño, porque Ra es el sol luminoso que todos pueden ver, mientras que
Amón permanece siempre aislado en su oscuro santuario; su propio nombre significa “el oculto”. Y sin embargo, AmónRa surge como el nuevo dios del cielo egipcio, cuya luz también llega a los países conquistados del Imperio recién creado.
En el antiguo Egipto el nombre de los dioses está directamente relacionado con su naturaleza divina. El nombre divino
es portador de la realidad que designa y su conocimiento es una herramienta indispensable, aunque peligrosa, para el
sacerdote, y una poderosa arma para el mago. A pesar de ello-he aquí una nueva paradoja de la religión egipcia-el nombre
verdadero del dios permaneció siempre en secreto. Puesto que conocer el nombre secreto de la divinidad suponía adquirir
sus poderes, los hombres debían mantenerse ignorantes de aquél. Aún más: también los dioses guardaban entre ellos su
auténtica identidad. En una leyenda mencionada en el papiro mágico de Turín, Isis, “hija de Ra y grande en magia”, hace
que una serpiente de barro creada por ella muerda a su padre. Presa de terribles dolores, Ra pide a su hija que le libre del
tormento. Isis accede con la condición de conocer el verdadero nombre de Ra, para obtener así sus poderes.
Desgraciadamente, el estado deteriorado del papiro nos impide saber cómo acabó el divino lance. Y es que “Ra” es tan
sólo el nombre con el que este dios se da a conocer. Una forma de esconder el auténtico nombre de un dios era
enmascararlo entre muchos otros, por ejemplo, un epíteto de Amón fue “el de innumerables nombres”.
A partir de la II Dinastía, en los albores de la civilización egipcia, los faraones asociaron el nombre de Ra al suyo
propio, como lo hizo el faraón Raneb. Y a partir de la IV Dinastía, ya durante el Imperio Antiguo, los reyes incorporaron a
su protocolo el título de Hijo de Ra; hasta el día de hoy existe cierta controversia si el primero que lo ostentó fue el faraón
Kefrén, o su antecesor y medio hermano Djedefra. El monarca compartía así la esencia divina de Ra, como su heredero en
la tierra. La dimensión divina de los faraones y su poder político nunca volvieron a alcanzar el nivel de esta dinastía. Las
pirámides levantadas por estos soberanos son una buena muestra de su carácter sagrado y absoluto. En el terreno
puramente religioso, estas construcciones representan la unión definitiva del faraón con su padre Ra. La pirámide fue, en
tiempos de la III Dinastía, la escalera que permitió al rey muerto ascender a los dominios de su padre Ra; ésta era la
función de la pirámide escalonada de Djoser-Zóser-en Sakkara. En tiempos de la IV Dinastía, la pirámide se convirtió en
el símbolo solar de la divinidad del faraón de Egipto.
El poder de Ra queda totalmente establecido en la V Dinastía, cuyos faraones están fuertemente respaldados por el
influyente clero de Heliópolis. Este cambio político queda reflejado en una historia que relata el papiro Westcar. En ella,
un mago le cuenta al faraón Keops, de la IV Dinastía, que serán tres hermanos, engendrados por el propio Ra en el seno de
la esposa de un sacerdote del culto solar, quienes ocuparán sucesivamente el trono del país. Keops se entristece pensando
que sus hijos no reinarán, pero el mago le dice que esto ocurrirá mucho más tarde: “después de tus hijos, después de sus
hijos, y únicamente después del hijo de uno de ellos”. Los tres hermanos serán los primeros faraones de la V Dinastía:
Usherkaf, Sahure y Neferirkare.
Para concluir este apartado sobre el culto solar egipcio deseo compartir con el lector algunas líneas sobre Sekhmet,
Hathor y Nut, las hijas de Ra. Cuenta una leyenda que en los tiempos en que Ra gobernaba la tierra los hombres se
rebelaron. Para castigar su osadía, Ra envío contra ellos a su hija Hathor bajo el aspecto vengativo de Sekhmet, la diosa
leona. Pero la furia destructora de Sekhmet, ávida de sangre, era infinita. Entonces Ra se apiadó de los hombres y quiso
interrumpir su exterminio, pero Sekhmet, enloquecida, no le atendió. Entonces tiñó cerveza con ocre rojo y la dispersó
sobre los campos. Sekhmet, creyendo beber la sangre derramada de los hombres, se embriagó. La alegría proporcionada
por el alcohol apaciguó los instintos felinos de la terrible diosa, que adoptó el aspecto de Hathor, la diosa del amor. La
humanidad estaba salvada, pero Ra, desengañado y desilusionado de los hombres, decidió confiar a los otros dioses su
gobierno en la tierra y subir al cielo. Para ello montó a lomos de su hija Nut, la diosa del cielo, que tomó la forma de una
vaca. Cuando surcaban el espacio, el vértigo atacó a Ra, que apenas podía sostenerse sobre Nut. A fin de asegurar su
montura y no caer al vacío hizo que ocho genios sujetasen las patas de la vaca para hacerla más estable. Y es así como se
le representa en una pintura de la tumba del faraón Seti I en el Valle de los Reyes. Una muy curiosa historia con altos
tintes de surrealismo y magia, ¿no lo cree así amigo lector...?.
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LA INTRINCADA CONCEPCIÓN DEL MÁS ALLÁ
Distintos Destinos de Ultratumba
La fe en la supervivencia después de la muerte ya se demostraba en la prehistoria egipcia, cuando el simple y humilde
ajuar de objetos de uso cotidiano que se depositaba junto al occiso, colocado de costado o simulando que dormía
plácidamente, concretaba esa creencia. Durante las primeras Dinastías, la idea de la continuidad de la vida después de la
muerte terrenal se armó y configuró con una mayor consistencia, y los faraones “reunieron a su corte incluso en el más
allá”, otorgando a funcionarios y sirvientes sepulturas contiguas a sus tumbas reales. En esas fases iniciales de la cultura
egipcia, la muerte era interpretada como un simple e inocente sueño profundo, del cual los muertos despertarían a una
existencia análoga a la terrenal, sin cambios en su condición o estrato social.
Los documentos escritos más antiguos, a los que debemos nuestros conocimientos sobre la concepción del más allá en
el antiguo Egipto, datan de finales del Imperio Antiguo y son conocidos con el nombre de los Textos de las Pirámides,
porque el primer ejemplo de éstos apareció precisamente en la pirámide del faraón Unas, último soberano de la V
Dinastía. Los Textos de las Pirámides se presentan como una recopilación o compendio de fórmulas, invocaciones e
himnos divinos que reflejan las tradiciones funerarias y religiosas anteriores, aún más antiguas, y expresan nociones
exclusivamente relativas al más allá del faraón en una dimensión esencialmente celestial. El hombre común y corriente
“vivía” en su tumba o era partícipe de la salvación del faraón, que protegía y representaba a todos sus súbditos incluso en
el más allá. Según uno de los conceptos formulados en los Textos de las Pirámides, el más antiguo, el faraón adquiría la
inmortalidad “ascendiendo al cielo entre las Estrellas Imperecederas”-idea que posteriormente se observa en el mito
judeocristiano-, las estrellas circumpolares, que asumieron un significado simbólico de permanencia sempiterna, ya que
las observaciones astronómicas habían establecido que jamás descendían por debajo de la línea del horizonte. Otra
garantía de vida eterna, contemporánea al desarrollo político y social de la ciudad santa de Heliópolis y al consiguiente
predominio del culto solar, era conferida al faraón difunto por la unión con el dios Sol, ya fuera Ra o Atum, con el que
compartiría la eterna regeneración. El faraón ocupaba su sitio en la barca solar y acompañaba a Ra en su viaje diurno
sobre las aguas celestiales hacia Occidente. Pasaban juntos la noche en el Cielo Inferior, combatiendo contra las tinieblas,
eternas antagonistas de la luz, hasta el “renacimiento” matutino por el Oriente. La tercera tradición asemejaba al rey
difunto con el dios mesiánico popular no aristocrático Osiris, ancestral dios del Nilo y de la vegetación, con el cual llegaba
al cielo. Junto con estos tres “credos” fundamentales existían algunas otras creencias que otorgaban al faraón garantías de
eternidad mediante transformaciones en otras muchas entidades o divinidades de menor relevancia religiosa.
La Inmortalidad para el Hombre del Pueblo
El final del Imperio Antiguo, marcado, como ya lo hemos visto, por un período de debilitamiento del poder real, que
comprometió incluso a la exclusividad de la concepción de la inmortalidad divina de que gozaba únicamente el faraón, vio
nacer nuevos textos funerarios que reflejaban la aspiración de alcanzar la vida eterna por parte de un restringido círculo de
personas. El “privilegio” faraónico de los ritos solares se extendió en un principio a sólo algunos miembros de la familia
real y de la alta nobleza, y más tarde también a los súbditos especialmente merecedores de él. Así pues y de esta manera,
el ritual funerario real fue reelaborado y enriquecido con un repertorio de temas “inéditos”, cuyos contenidos recubrieron
las paredes de los sarcófagos de finales del Imperio Antiguo, del Primer Período Intermedio y del Imperio Medio, y
actualmente se les conoce a éstos como los Textos de los Sarcófagos. Con abundantes ilustraciones, los Textos de los
Sarcófagos ofrecen una visión pormenorizada de cómo se imaginaba el más allá en el ambiente egipcio culto.
Paralelamente, se afianzó otra composición apta para proteger el camino del difunto hacia el más allá, siempre localizado
en las regiones celestiales. Las versiones que nos han llegado hasta el día de hoy están trazadas sobre el fondo de algunos
sarcófagos del Imperio Medio bajo una forma de guía que contiene versículos y auténticas cartografías con itinerarios
alternativos, de ahí que se le conozca con el nombre moderno de el Libro de las Dos Vías.
Durante el Segundo Período Intermedio y el Imperio Nuevo, las inscripciones funerarias continuaron su evolución y
refinamiento, y se sirvieron de otros soportes de escritura, como las telas o vendas funerarias de lino y el papiro. La
abundancia de este último material propició su gran difusión, otorgando su intrínseca protección al hombre corriente del
pueblo. Desde entonces, todos los individuos dirigieron sus esperanzas de eternidad hacia el dios mesiánico salvador
Osiris y su mítico relato de muerte y resurrección. Esos escritos constituyen lo que hoy se conoce como el Libro de los
Muertos, denominación acuñada por el egiptólogo alemán Richard Lepsius en 1842(en egipcio antiguo era conocido
como las “Fórmulas del salir-o para salir-al día”), que era básicamente un corpus de plegarias y fórmulas mágicoreligiosas, en parte inspirado en los textos funerarios anteriores, de los cuales adopta su distribución en capítulos titulados.
Algunas secciones se atienen al antiguo culto solar, según el cual el renacimiento del difunto estaba ligado al rítmico e
inagotable surgir del dios Sol, Ra. Otros pasajes, en cambio, ponen de relieve la fe en Osiris. El muerto, convertido en
Osiris tras haber compartido la muerte y la resurrección del dios, experimentaba una existencia ideal en un más allá que,
por primera vez, es descrito como subterráneo. El reino de Osiris era una tierra encantada, plasmada sobre la imagen del
Egipto terrenal.
Del Imperio Nuevo datan también otros textos funerarios de carácter cosmográfico-de nuevo solamente reservados al
faraón-, hallados en los hipogeos del Valle de los Reyes. Entre ellos se cuentan el Am Duat(el libro de “Lo que está en el
Más Allá” o “Libro para salir al día”), el Libro de las Puertas, el Libro de las Cavernas, el Libro del Día y el de la
Noche, que en conjunto son conocidos como Los Libros del Mundo Inferior. En ellos se formula, mediante imágenes y
comentarios, una localización en el subsuelo del reino de los muertos, a través de la cual se cumple el viaje nocturno del
Sol, fundiendo así las concepciones del Más Allá estelar, solar y subterráneo. Según un esquema común, el Universo de
ultratumba estaba fraccionado en doce regiones, correspondientes a las doce horas de la noche, que a su vez divididas en
tres zonas bien delimitadas. Precisamente el Am Duat nos narra como noche tras noche el faraón quería renacer del
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inframundo de la misma forma que lo hace el sol, el dios Ra, a diario. Para facilitar su itinerario nocturno por el Más Allá,
los faraones mandaron ilustrar los muros de sus cámaras funerarias con los textos de esta obra, considerada el primer
tratado religioso del Imperio Nuevo, que incluye una detallada cartografía del inframundo y de sus temidos y divinos
habitantes. Las doce horas en las que se divide el viaje nocturno de Ra están representadas aquí, reproduciendo el
recorrido del sol desde su puesta hasta el amanecer, de oeste a este. Se trata de un azaroso y peligroso viaje en el que Ra, a
quien se asimila el faraón difunto, deberá enfrentarse a un sinfín de enemigos que tratarán ferozmente de evitar su
renacimiento. De la siguiente manera es, según el Am Duat, el trayecto diario de Ra-y del faraón-por el Más Allá:
De la 1ª a la 3ª hora. El viaje de Ra, que empieza con la puesta de sol, es un recorrido plagado de peligros para el que
cuenta con la protección de los demás dioses. La barca donde viaja discurre por el inframundo, una región fértil gracias al
Nilo subterráneo, símbolo aquí de las fuerzas de la naturaleza.
De la 4ª a la 7ª hora. Aquí termina la tierra de la abundancia y comienzan el desierto y la lucha contra los enemigos de
Ra. En la 7ª hora llega el peligro mayor: la serpiente Apofis y los múltiples poderes del mal, que acecharán continuamente
a la divinidad solar en su trayecto nocturno.
De la 8ª a la 11ª hora. Superados los enemigos, el orden retorna y se va consolidando la renovación del dios. Comienzan
los preparativos para la salida del Sol y es el momento de recordar los cueles castigos que sufren los muertos no
justificados.
La 12ª hora. Es la última de las horas en las que se divide el libro del Am Duat. Relata el ansiado renacimiento del sol y la
renovación de la creación. Su riqueza gráfica queda demostrada y patente en la imagen que se puede observar en la pared
este de la cámara del sarcófago de la tumba de Tutmosis III.
En las composiciones religiosas del Imperio Tardío, como el primero y el segundo Libro de las Respiraciones y Recorrer
la Eternidad, emergen nuevas temáticas expresadas en fórmulas sintéticas destinadas a hacer prosperar el alma en el cielo
y el cuerpo en el mundo subterráneo.
LA VIDA DE ULTRATUMBA
Sin lugar a dudas una de las creencias fundamentales de los egipcios, y quizá la causa principal por la que esta cultura
es tan intrigante y fascinante, fue la de una exquisita y florida vida de ultratumba. Se trataba de una forma de vida tras la
muerte, profundamente compleja en lo que se refiere a su consecución y paradójicamente muy simple en su concepción.
Ellos creían que esa vida era semejante a la terrenal, pero alcanzarla suponía un complejo proceso en el que intervenían
varias formas “espirituales” o “planos o cuerpos básicos”, difíciles de definir, difíciles de entender para la mentalidad
postmoderna occidental y cada uno con cualidades muy peculiares, que más adelante se mencionarán lo más
detalladamente posible.
Los antiguos egipcios no se plantearon el cuándo de esa nueva vida, sino únicamente el cómo se conseguía.
La idea de una vida de ultratumba fue determinante para muchos aspectos psicológicos de la vida en el Egipto antiguo.
En primer lugar, el convencimiento de que había otra vida debió ser un aliciente más para disfrutar felizmente de la
existencia terrenal y para tener una mayor confianza en los dioses, que se traducía en un profundo respeto por los actos
religiosos y por las obligaciones para con los templos y los sacerdotes. En segundo lugar, hizo que los egipcios se
preocuparan por sus tumbas y, sobre todo, por las de los faraones. Es evidente que la inmensa mayoría de la poblaci ón no
podía disponer de las fastuosas y hasta arrogantes tumbas faraónicas, pero estaba también claro que había que asegurarle
al dios-faraón, personificación de Osiris, una tumba digna que le asegurara el renacer del dios. En este sentido, debe
considerarse que para los egipcios la muerte del faraón era como entrar en un estado de caos, que sólo se restauraba tras su
adecuado entierro y el nombramiento del nuevo faraón.
Con el paso del tiempo se difundió la creencia de que todo hombre se transformaba en Osiris al morir, con lo que su
proceso de alcanzar la vida de ultratumba se simplificaba. Para las clases sociales menos pudientes había, no obstante y
como veremos más adelante, tipos de embalsamamiento más sencillos y entre el pueblo llano la práctica más común fue la
desecación del cadáver de manera natural, enterrándolo durante cierto tiempo entre las calientes arenas del desierto.
Para comprender mejor todo lo anterior, será vital conocer a fondo la Mitología Egipcia y la llamada Teología Menfita;
será muy necesario revisar la serie de textos recogidos en el llamado Libro de los Muertos, que se encargaban de dar
consejos e instrucciones para después de la muerte y para afrontar dignamente el Juicio de Osiris en el Inframundo. Estos
textos, con frecuencia, se incluían en las tumbas e incluso las hojas de papiro que los contenían se colocaban entre las
vendas de las momias, para que el fallecido siempre tuviera a mano su sabiduría. También será necesario conocer la
leyenda de la Pasión de Osiris y el desarrollo del Culto a Isis, entender a su fratricida hermano Seth, así como demostrar la
influencia de la religión egipcia en otras religiones y doctrinas; averiguaremos cómo era el Mundo y las Viviendas de los
Muertos, y cuáles eran las técnicas de momificación de los cadáveres; cómo eran los ataúdes y los sarcófagos, y cómo se
realizaba el culto y la momificación de los animales considerados sagrados.
MITOLOGÍA EGIPCIA
Es el conjunto de creencias que conformaban la religión del antiguo Egipto. Las creencias religiosas de los antiguos
egipcios tuvieron una influencia importante en el desarrollo de su cultura, aunque nunca existió entre ellos una verdadera
religión, en el sentido de un sistema teológico unificado. La fe egipcia estaba basada en una acumulación desorganizada
de antiguos mitos, culto a la naturaleza e innumerables deidades. En el más influyente y famoso de estos mitos se
desarrolla una jerarquía divina y se explica la creación de la tierra.
LA CREACIÓN. De acuerdo con el relato egipcio de la creación, al principio sólo existía el océano. Entonces Ra, el sol,
surgió de un huevo(de una flor en algunas versiones o de un montículo de tierra de forma piramidal llamado Ben Ben en
otras)que apareció sobre la superficie del agua. Ra procreó a cuatro niños, los dioses Shu y Geb y las diosas Tefnut y Nut.
Shu y Tefnut dieron origen a la atmósfera. Ellos se sirvieron de Geb, que se convirtió en la tierra, y elevaron a Nut, que se
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convirtió en el cielo. Ra regía todas las cosas. Geb y Nut después tuvieron dos hijos, Seth y Osiris, y dos hijas, Isis y
Nefthis. Osiris sucedió a Ra como rey de la tierra, ayudado por Isis, su esposa y hermana. Seth, sin embargo, odiaba a su
hermano y lo mató. Isis entonces embalsamó el cuerpo de su esposo con la ayuda del dios Anubis, que se convirtió así en
el dios del embalsamamiento. Los poderosos hechizos de Isis resucitaron a Osiris, quien llegó a ser rey del Mundo
Inferior, la Tierra de los Muertos. Horus, hijo de Osiris e Isis, derrotó posteriormente a Seth en una gran batalla
erigiéndose así en el rey de la tierra. Toda esta trágica novela familiar la detallaremos más adelante cuando veamos La
Pasión de Osiris. Se debe mencionar que Horus establece el orden divino de Ra en la Tierra y que aparece como
compañero sempiterno de él. Por lo tanto no es difícil entender que el culto a Horus se desarrollara tan prósperamente en
todo Egipto y, como argumentan algunos, gracias también a algunos sacerdotes “herméticos” poseedores de los más
profundos secretos, herederos de los legendarios “Shemsu Hor”, los seguidores de Horus que, según Manetón y el Papiro
de Turín, gobernaron Egipto durante miles de años, antes de que Menes se convirtiera en el primer faraón oficial de la I
Dinastía.
DIOSES LOCALES. De este mito de la creación surgió la concepción de la Eneada, un grupo de nueve divinidades, y de la
Tríada, formada por un padre, una madre y un hijo divinos. Cada templo local en Egipto poseía su propia Eneada y su
propia Tríada. Sin embargo, la más importante Eneada fue la de Ra y sus hijos y nietos. Este grupo era venerado en
Heliópolis, el centro del culto al Sol en el mundo egipcio. El origen de las deidades locales es oscuro; a algunas de ellas se
las tomó de religiones foráneas, y otras fueron en su origen dioses animales del África prehistórica. Gradualmente todos
los dioses se fueron fundiendo en una complicada estructura religiosa; aunque comparativamente muy pocas divinidades
locales llegaron a ser importantes en todo Egipto.
Además de las ya nombradas, las divinidades importantes incluían a los dioses Amón, Thot, Ptah, Khnum y Hapi, y a las
diosas Hathor, Mut, Neith y Serket-o Selket-. Su importancia se acrecentó con el ascendiente político de las localidades
donde eran veneradas.
ICONOGRAFÍA. A los dioses egipcios se les representaba con torsos humanos y cabezas animales o humanas. A veces el
animal o el ave expresaban las características del dios. Ra, por ejemplo, tenía cabeza de halcón, y el halcón estaba
consagrado a él por su vuelo veloz a través del cielo; Hathor, la diosa del amor y de la risa, tenía la cabeza de una vaca,
que le estaba consagrada; a Anubis se le asignaba la cabeza de un chacal porque estos animales destrozaban las tumbas del
desierto en la época antigua; Mut tenía cabeza de buitre y Thot de ibis. Ptah tenía cabeza humana, aunque ocasionalmente
se le representaba como un toro, llamado Apis. Por su vínculo con los dioses los animales sagrados eran venerados, pero
no se les rindió culto hasta la decadente Dinastía XXVI. A los dioses se les reproducía también mediante símbolos, tales
como el disco del sol y alas de halcón que se colocaban en el tocado del faraón.
CULTO AL SOL DE AKHENATÓN. Como ya se mencionó anteriormente, el único dios importante que fue venerado de
manera constante fue Ra, jefe de las deidades cósmicas, de quien los primeros reyes egipcios se proclamaban
descendientes. Surgido en el Imperio Antiguo, el culto de Ra adquirió el carácter de religión del Estado, y el dios se fue
fundiendo gradualmente con Amón durante las dinastías tebanas, hasta convertirse en el dios supremo Amón-Ra. Durante
la Dinastía XVIII, el faraón Amenofis III rebautizó al dios del sol Atón, un antiguo término que significaba la fuerza física
solar. El hijo y sucesor de Amenofis, Amenofis IV, instituyó una revolución en la religión egipcia al proclamar a Atón el
único y verdadero dios. Él cambió su propio nombre por Akhenatón o Ajnatón, con el significado de “Atón está
satisfecho” o “Atón brilla”. Este primer gran monoteísta fue tan iconoclasta que hizo borrar la forma plural dios de los
monumentos y persiguió de manera implacable a los sacerdotes de Amón. Aunque ejerció una gran influencia en el arte y
el pensamiento de su época, la religión solar de Ajnatón no consiguió sobrevivir y Egipto volvió a la antigua e intr incada
religión politeísta después de la muerte de Ajnatón. Algunos investigadores creemos que las ideas monoteístas de este
faraón “hereje”, “loco” y “apóstata” sirvieron para dar origen y sustento al sistema religioso judeocristiano-musulmán.
LA TEOLOGÍA MENFITA. La cima del pensamiento religioso prehebraico.
Llevó años el traducir el enorme corpus de la literatura religiosa egipcia, traducciones que fueron a la vez víctimas de
diferentes interpretaciones, debidas principalmente a la dificultad para comprender el verdadero sentido de innumerables
pasajes, de místicos y ocultos significados, que una vez más comprueban el gran afán de los sacerdotes para evitar que
ciertas fórmulas mágico-religiosas fueran leídas, recitadas y empleadas por aquellos, a quienes por impuros o legos, no
estaban destinadas. Entre este conglomerado de textos han llegado hasta nuestros días varias versiones del universal Mito
Cosmogónico, cada una proveniente de un centro religioso distinto, en las que se le atribuye al dios local el papel de
Demiurgo, y que a su vez fueron amalgamadas unas con otras en épocas posteriores, lo que explicaría la abundante y a
veces aparentemente contradictoria y paradójica literatura cosmogónica del antiguo Egipto. Sin embargo existe la
coincidencia en atribuir este suceso trascendente a un “Dios Creador”. Todos los antiguos mitos egipcios consideran que
el comienzo del mundo es un hecho religioso en el que el demiurgo, bajo distintas apariencias y formas según los relatos,
surge de las aguas primordiales u océano de Nun, una masa acuosa e indefinida, que contiene en sí todos los elementos
biológicos y químicos para engendrar la vida. En los distintos mitos hay referencia a una “Colina Primordial” o “Tierra
Primigenia”-la mítica roca ben-ben(también llamada Ta-Tenen), que algunos investigadores relacionan con un posible
meteorito que se precipitó a tierra-, que es a la vez el “Centro del Mundo” y el lugar donde se inicia la tarea del demiurgo,
un montículo que nos remite a las parcelas de tierra fértil que deja el Nilo al retirarse después de la inundación anual, en
las que se da lugar a un renacer de la vegetación y donde se posibilita una nueva vida. Colina misteriosa que los antiguos
egipcios representaron, muy posiblemente, en la figura de la pirámide. Incluso, según la tradición y la mitología egipcia,
sobre esta tierra primigenia sería donde la mítica Ave Fénix realizaba su incineración y su posterior renacimiento a partir
de sus propias cenizas. Se piensa que este ser fantástico también representaba al sol, que “muere” por la noche y “renace”
por la mañana. Para los antiguos egipcios el Ave Fénix estaba íntimamente relacionado con el concepto de la Eternidad.
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Precisamente, un texto religioso conocido como La Teología Menfita hace mención de otros dos mitos “creacionales” más
antiguos: la llamada “Cosmogonía Heliopolitana” y la “Creación Hermopolitana”. De acuerdo al sistema heliopolitano
que aparece en los Textos de las Pirámides de la V Dinastía, el demiurgo es el dios Atum, el cual esputa a Shu y expectora
a Tefnut, el espacio y el calor húmedo respectivamente, dando lugar de esta manera al primer estadio de la creación. En
otros textos se dice que Atum se autogeneró, por medio de la masturbación, por lo que la primera pareja divina sería
engendrada del semen del creador; en ambos casos Shu y Tefnut serían parte sustancial de la divinidad. Estos dioses a su
vez dan origen a Nut-el cielo-y a Geb-la tierra-, pareja que a su vez serán los padres de Osiris e Isis, y de Seth y Nefthis,
conformando así la conocida Eneada de Heliópolis.
En Hermópolis, ciudad del Egipto Medio, se creía que al principio de los tiempos el Caos Primordial estaba habitado por
cuatro parejas de ranas y serpientes, que constituían la llamada Ogdóada u Octoada. Sus nombres eran: Nun y Nunet, las
aguas primigenias; Heh y Hehet, la infinitud del espacio; Keh y Keket, la oscuridad, y Amon y Amonet, lo oculto. De la
simiente de los ocho depositada en un loto que flotaba sobre el Nun-que en este caso es más fangoso que acuoso-, va a
nacer el “Niño Divino”, heredero de los primeros, quienes por esta razón son llamados “Los Padres y Madres de Ra”.
Todo lo anterior está claramente expuesto en la Teología Menfita, un texto en forma de himno al dios Ptah que relata
un hecho fundamental: cual es el origen de la Creación del mundo, de los dioses y de los hombres, pero también intenta
justificar el traslado de la capital de la ciudad de Heliópolis a Menfis, entonces llamada “Muro Blanco”, una ciudad sin
mayor importancia nacional, pero que a partir de entonces deviene en sede del gobierno y “centro del mundo”, a la vez
que su dios local Ptah adquiere una supremacía sobre todos los demás dioses hasta su posterior transformación en
divinidad nacional. En cuanto a los otros mitos antes mencionados, el texto menfita no los desecha, los toma y los hace
suyos, pero explica a la creación como un acto realizado por el poder del pensamiento-sia-y la palabra-hu-.
Desafortunadamente de este relato sólo ha perdurado una tardía y dañada inscripción pétrea, que es copia de un antiguo
papiro encontrado en la biblioteca del templo de “Ptah al sur del Muro”(Menfis)en tiempos del faraón Shabaka de la XXV
Dinastía(775-656 a. de C.), quien ordenó trascribirlo en una estela de granito a fin de asegurar su conservación. Este texto
de la llamada Piedra de Shabaka, hoy en el Museo Británico, ha sido motivo de exhaustivos análisis por parte de los
egiptólogos, quienes han encontrado dificultad en ponerse de acuerdo acerca de la época de composición del mismo,
aunque la mayoría coincidimos en atribuirlo a los años en que las primeras dinastías trasladaron la capital de Heliópolis a
Menfis, la ciudad del dios Ptah, hacia finales del 2815 a. de C.
También en el Himno a Ptah que se encuentra en el Papiro de Berlín 3048 se alaba a este dios como Creador, aunque no
es éste un relato tan completo de la Teología Menfita como lo es el del texto de Shabaka.
Ahora veamos la importancia que puede tener este texto. El monoteísmo de Akhenatón(Ajnatón o Eknatón)pudo
apoyarse sobre ancestrales y antiquísimas doctrinas, prehistóricas incluso. Como prueba de esto, basta leer y comprender
una copia de la Teología Menfita, cuyo original se remonta, como ya se mencionó, a comienzos del Antiguo Imperio. En
esta se puede encontrar una detallada exposición de la génesis del mundo que afirma lo siguiente: “En un principio, no
existía más que la nada sin forma, líquida, sumida en las tinieblas”. Es el dios demiurgo creador Atum-que significa “el
todo en él mismo”-quien proyecta la vida en el universo, el que organiza a los fenómenos físicos y químicos, y el que
concibe a todas las criaturas, grandes y pequeñas.
La Teología Menfita habla del corazón y de la lengua que presidieron la Creación, porque según los antiguos egipcios
el corazón era el asiento del pensamiento, es decir, de la inteligencia, y la lengua del verbo. Dentro de la compleja
concepción psicológica egipcia el corazón era el órgano del conocimiento, del pensamiento, de la conciencia; la lengua
era el órgano de la palabra creadora que materializaba el pensamiento concebido. Estas dos facultades, conocimiento y
palabra, eran consideradas hipóstasis del Creador, llamadas HU, la palabra, y SIA, el conocimiento.
A continuación transcribo dos pequeños pasajes de esta Teología Menfita:
“Es el corazón el que engendra los conceptos perfectos y la lengua anuncia el pensamiento del corazón. Así nacieron
todos los dioses. En verdad, el orden divino se realiza porque el corazón piensa y la lengua ordena...”.
“La justicia fue concedida al que hacía lo que era deseado, y el castigo, a quien hacía lo no deseado. Y la vida fue
dada al que tenía la paz en él, y la muerte, al que tenía pecado. Así fueron creados toda actividad y todo oficio, la acción
de los brazos, el movimiento de las piernas y la actividad de todas las partes del cuerpo, conforme a las órdenes
concebidas por el corazón y realizadas por la lengua, que da valor a todas las cosas...”.
Este texto sorprendente adquiere un significado muy especial cuando se tiene en cuenta que la Teología Menfita
precede en dos milenios a la civilización hebrea, a su dios Yahvé y al conocimiento del Verbo. Con esta prueba se puede
sostener aún más lo que muchos especialistas opinan, sobre que el origen-todavía oscuro-de las religiones judeocristiana y
musulmana, puede estar en las raíces más profundas de la psicología y en la fe de la antigua religión egipcia de los
tiempos faraónicos.
EL LIBRO DE LOS MUERTOS
Definiciones
*Nombre con el que se conoce el Pert em hru, que puede traducirse como “saliendo del día” o “manifestado a la luz”.
También se ha llamado “ritual funerario” y, de forma más caprichosa e ignorante, la Biblia Egipcia.
*Lo que hoy se conoce con el título de “El Libro de los Muertos” es en realidad un compendio de los diferentes textos
funerarios del antiguo Egipto faraónico, hasta un total de 200 capítulos diferentes, basado principalmente en la Recensión
Tebana, también conocida por su inexplicable nombre egipcio de “Capítulos del Aparecer por el Día”.
*Nombre dado por los egiptólogos a los textos hallados en tumbas y pirámides, con fórmulas, oraciones e himnos que
los antiguos egipcios consideraban muy eficaces para emprender y afrontar el viaje al Más Allá, para que el alma siguiera
al morir el camino, primero para lograr su purificación hacia el Duat-una especie de purgatorio-donde era sometida a
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diversas pruebas como enfrentarse a demonios enemigos que intentarían que su alma no alcanzase el renacimiento y por
tanto no cumplir con su destino, para posteriormente, después de superar estos obstáculos, pasar al Amenti, Tierra de
Amón o morada de los muertos, que era el lugar donde debía determinarse si podía alcanzar o no la vida eterna. Aquí el
difunto era sometido a un juicio, donde se “pesaba su alma”-en un extremo de una balanza se colocaba la pluma de Maat y
en el otro el corazón del difunto; para que el muerto fuera poseedor de un alma pura, el peso de la pluma y del corazón
debían estar en equilibrio-, y donde además debía responder correctamente a las preguntas de los 42 jueces en la cámara
de Osiris o Sala de las Dos Verdades o Sala de la Pesada del Alma, donde el difunto debía proclamar que no había
cometido malas acciones en vida que le impidiesen una nueva vida eterna. El difunto era llevado ante Osiris por Horus,
mientras que Anubis vigilaba la balanza y Thot registraba el resultado de la operación. Si el veredicto declaraba al difunto
“justo”, Osiris de abría las puertas del paraíso; si por el contrario, era declarado “no justo”, la diosa Ammyt o Ammit-la
bestia devoradora de almas-se comía su corazón y el muerto volvía a “morir”, pero ahora para siempre.
El Amenti o “La tierra oculta” o “El otro lado”, se encontraba en el oeste, donde se ponía o “moría” el sol. Osiris era su
señor y desde ahí gobernaba a los muertos. Una idea de la concepción egipcia del Amenti está representada en las pinturas
de los muros de la tumba de Seti I y otros faraones, donde el llamado “Libro de aquello que está en el mundo subterráneo”
aparece escrito y completamente ilustrado. En él se describen las dificultades que tiene que superar el dios sol Ra, durante
su jornada nocturna a través del mundo subterráneo, dividido en doce secciones, definidas por campos, ciudades o
moradas. Todas éstas son atravesadas por un río y el sol viaja en una barcaza a través de ellas hasta alcanzar el horizonte
este u oriente. Muchos demonios con forma humana y animal, en especial los de forma de serpiente, obstruyen su camino.
“Aquel que mora en Amenti” es Osiris en forma de momia. Los muertos, siendo identificados con Osiris, vencen a todos
sus adversarios y esperan que, al igual que el dios del sol recorre la noche para elevarse de nuevo por el este, ellos pasen
del Hades-término griego del Amenti-a la vida bendita. Una inscripción de la época de Cleopatra dice: “En cuanto a
Amenti, es una tierra de sueño y oscuridad, una morada en la que permanecen aquellos que están allí. Duermen en forma
de momias, nunca vuelven a despertar para ver a sus prójimos, ni contemplan a sus padres ni a sus madres, su corazón es
insensible ante sus esposas y sus hijos... Desde que llegué a este valle no sé quién soy. Anhelo el agua que fluía de mí.
Deseo la brisa de la orilla del río que alivie mi corazón en su miseria. Ya que el nombre del dios que gobierna aquí es
„Muerte Absoluta‟...”
*Colección de invocaciones del Antiguo Egipto halladas en las tumbas del Imperio Nuevo, fórmulas mágicas que
permitirían al muerto superar las pruebas y peligros de su otra vida(recuperar su cuerpo inmortalizado, transformarse en
serpiente o cocodrilo, unirse a Ra o a Osiris). También fueron halladas estas inscripciones hieráticas, jeroglíficas o
demóticas en las cámaras subterráneas de las pirámides (Dinastías V y VII), pero el nombre de Libro de los muertos se
aplica en particular a las del Imperio Nuevo, sobre papiro, sólo desde el año 1842 de nuestra era, año en que fueron
descifradas por el egiptólogo alemán Karl Richard Lepsius; dos años después fueron traducidas a todos los idiomas.
Constituyen delicadas miniaturas, luminosas y detallistas, llenas de vitalidad.
*Colección de fórmulas, escritas generalmente sobre papiro y colocadas con la momia en la sepultura, atestiguadas
desde el Imperio Nuevo al Período Grecorromano. Los textos continúan la tradición de los Textos de las Pirámides(Textos
escritos sobre las paredes de las estancias interiores de las pirámides en las Dinastías V-VIII; luego se emplearon para
las tumbas particulares en todas las épocas. Algunos pueden referirse a las ceremonias de enterramiento del faraón, pero
otros aluden al ritual del templo y a otros asuntos)y de los Textos de los Ataúdes o Sarcófagos(Textos escritos en el
interior de los ataúdes del Imperio Medio, que pretendían ayudar al difunto en su tránsito al más allá. Dichos textos
continúan y evolucionan de los Textos de las Pirámides, sólo que para individuos particulares. Se conocen más de un
millar de fórmulas). La selección de las fórmulas, de las que se conocen unas 200 y algunas muy largas, varía de copia a
copia.
*El Libro de los Muertos era sólo uno de los llamados Textos de las Pirámides. A partir de la VI Dinastía las paredes
interiores de las pirámides fueron adornadas con textos que se vinieron a llamar: El Libro de las Horas, El Libro de las
Puertas, El Libro del Am Duat, El Libro de los Muertos como tal, etc. Su origen, por lo tanto, es en el Imperio Antiguo,
cuando se adoptó en Egipto la idea de la resurrección tras la muerte en el reino de Osiris. El título de “Libro de los
Muertos” no es más que la traducción de “Kitâb al-Mayyitûn”, nombre con el que los árabes designaban a los papiros que
los saqueadores encontraban en casi todas las tumbas de Tebas y que incluso fue adoptado por Champollion.
En términos generales es la obra mágico-histórico-literaria que junto con el “Libro de la Vida” encierra las creencias,
las supersticiones, las tradiciones, la cultura, la filosofía, la psicología y la religión del antiguo pueblo egipcio en rela ción
con la vida después de la muerte. El “Libro de los Muertos” sería una recopilación de recitaciones rituales destinadas a
facilitar el paso del alma humana a la vida del más allá, sería como un “pasaporte” para sortear todos los peligros que
acechaban al difunto en el Duat o mundo subterráneo, una tierra que era... exactamente igual que el Egipto terrenal.
En estos textos se narran una serie de fórmulas mágicas que ayudan al difunto(momia)a protegerse de los demonios del
dios Seth(serpientes, escarabajos y cocodrilos gigantes o dragones que escupían fuego)en su viaje al mundo de los
muertos. Entiéndase que los demonios mencionados no tienen nada que ver con la concepción cristiana occidental actual,
sino que deben ser concebidos como espíritus irredimiblemente malignos, y que figuraron de manera extensa en casi todos
los papiros sobre magia, en los que la mayor parte de los conjuros estaban precisamente dirigidos contra ellos y sus actos
perjudiciales. Se les atribuía mucha importancia a los nombres de estos demonios y a su correcta pronunciación al ejecutar
los hechizos para combatirlos y vencerlos.
Esta colección de textos mortuorios extraída de las diferentes versiones encontradas superó tres revisiones críticas, la
conocida como Recensión Heliopolitana, editada por los sacerdotes de Heliópolis, con textos empleados entre la V y la
XII Dinastías; la Recensión de Tebas o Tebana, de textos utilizados entre la XVIII y la XXII Dinastías, y la Recensión
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Saíta, de textos utilizados desde la XXVI Dinastía, hacia el 600 a. de C., hasta el final de la época Tolemaica, en el 31 a.
de C. Puede considerarse como la última variante de El Libro de los Muertos.
El Libro de los Muertos fue escrito durante las primeras dinastías, y sólo se podía colocar en las tumbas de los
faraones o de los altos funcionarios reales, pues se creía que sólo éstos tenían derecho a vivir después de la muerte. Pero al
llegar el Imperio Nuevo, once siglos después, todos los egipcios, pobres y ricos, esperaban vivir en el más allá.
En el Libro de los Muertos se describía desde el gran conflicto universal entre Horus-el guardián de la armonía-y Seth, el
fraticida, el “ángel caído” que provocó el desequilibrio cósmico, hasta el proceso de la momificación del cadáver y la
descripción de las fórmulas mágicas, ya mencionadas, para la ayuda del muerto; se le identificaba con el signo del
Escarabajo Sagrado, “La Eternidad Del Mundo y del Más Allá”.
Según dictaba la psicología religiosa egipcia, plasmada en tonos mágicos de ultratumba en el Libro de los Muertos,
cada cuerpo humano era tratado como un cúmulo de circunstancias tanto físicas como emocionales o de esencia, todo ello
al margen de lo puramente físico, que estaban íntimamente interrelacionadas entre sí, estas “manifestaciones” son
conocidas también como KHEPERU. De esta forma un cuerpo “perfecto” debía contener diez esencias o parámetros de
vida que integraban desde el pensamiento y el cuerpo físico, hasta la sombra o el espíritu, pasando por la inteligencia e
incluso la personalidad. La ausencia de una de estas partes o un trato inadecuado de la misma podía significar que la vida
eterna no fuera alcanzada jamás.
Como se entiende, cada cuerpo, cada ser humano, estaba compuesto, integrado, conceptualizado en diez elementos, planos
o cuerpos básicos:
JAT o KHAT, que era el principal, y que era el cuerpo físico como tal, es decir, la apariencia que era observable en la
persona. Se debe recordar que, pese a las prácticas de momificación, la conceptualización de lo anatómico difería mucho
de cómo se hace hoy en día. Así, para los antiguos egipcios el cuerpo físico visible, sin entrar en lo que contenía en su
interior, era en sí mismo una entidad que debía cuidarse y mimarse durante la vida. El Jat era corruptible sin vida, por lo
tanto sólo se conservaba embalsamado-momia-; lo poseían tanto mortales como inmortales.
BA, en segundo lugar de importancia. Interpretado de manera imperfecta como “alma”, define un concepto mejor
expresado por los vocablos “personalidad”(en cuanto a las características que diferencian a un hombre de otro), o
“principio motor”. Este plano era la esencia, alma o espíritu de la persona. Se trataría de un cuerpo que condensaría todo
lo básico del ser. A partir del Imperio Nuevo fue representado como un ave con cabeza humana. Cuando acontecía la
muerte, el Ba era el encargado de dirigirse volando a la morada de los dioses. El Ba o “alma”, estaba de alguna forma
inexplicable relacionada con el Ka, en quien, o con quien, se suponía que habitaba dentro de la tumba. Se trataba de muy
buenos compañeros, pues parece ser que, cuando no estaba visitando a Osiris en regiones más elevadas, al Ba le gustaba
compartir una buena comida con su amigo Ka. El Ba podía visitar el cuerpo siempre que quisiera. El Ba del difunto estaba
dotado de autonomía durante el día, y, gracias al poder mágico de las fórmulas de los textos funerarios, podía adoptar el
aspecto deseado para volver a la Tierra con la facultad de actuar en ella materialmente; pero al atardecer debía regresar al
cadáver y pasar la noche en el sepulcro.
*Concepción psicoanalítica del Ba
El Ba era una de las muchas palabras egipcias aplicadas a los distintos aspectos de la “personalidad”, traducida a menudo
por “alma” y/o “principio motor”. El Ba está asociado a la divinidad y el poder(normas religiosas, morales, de poder); los
dioses tienen muchos “Bas”. También designa la capacidad para tomar diferentes manifestaciones, que a su vez son Bas,
como el toro Apis de Ptah. El Ba del difunto es capaz de moverse libremente en el mundo inferior y de volver a la tierra
mortal. El Ba se relacionaba con el “doble”, con quien habitaba y comía; luego se dice que subía al cielo y habitaba con
Ra. Se le identifica con un halcón con cabeza humana. El Ba aparentemente expresa una religiosidad y espiritualidad
inconscientes.
KA, contemplado en tercer lugar, es una forma corporal considerada como intermedia o sin formar. El Ka, el “doble”, el
“genio”, el “espíritu” o, más correctamente, la “energía vital”, era la manifestación de las fuerzas vitales que presidían la
creación y la supervivencia humana o divina. Se le representa con el símbolo de los dos brazos levantados, que
significaban el abrazo de un principio vital. El Ka era creado a la vez que el cuerpo, del cual era una copia perfecta, pero
llevaba una existencia propia hasta la muerte. De hecho, una de las expresiones utilizadas para “morir” era la de “pasar al
propio Ka”. La tumba era su morada. Para algunos expertos en la materia el Ka era en realidad algo así como el destino o
Karma, es decir, un compuesto vibracional energético que estaría vinculado con el pasado y el futuro del ser. De esta
manera el Ka jamás acabaría de formarse sino que iría evolucionando conforme lo hiciera el cuerpo total, hasta el punto
que cuando se producía el óbito o muerte física, el Ka se convertía en una entidad que pasaba a habitar la tumba, a la
espera del tránsito final del resto de los cuerpos o planos a la vida de ultratumba en el Más Allá. Ka, palabra que
prácticamente todos los expertos están de acuerdo en traducir como “doble”. El Ka era una personalidad abstracta en
posesión de la forma y atributos del hombre o mujer al que pertenecía y, aunque su lugar habitual de residencia era en la
tumba junto al cadáver, podía vagar de un sitio a otro a voluntad. Todo esto recuerda a Drácula y demás viejas historias de
terror. Al ser independiente del cuerpo podía dar alma a algún objeto inanimado, tal como una estatua, o realizar un buen
trabajo de caza poseyendo a una lanza o a una flecha. Según creían los antiguos egipcios, al Ka le gustaban las comidas
sabrosas y un buen vaso de vino, por lo que había que tener cuidado de tenerle bien abastecido ya que, en caso de que
pasara hambre y se dedicara a buscar comida entre las sobras y por los vertederos de basura, podía volver a la tumba con
gérmenes nocivos que contagiaran e infectaran a su momia, tan limpia y agradable. Se nutría de los alimentos depositados
en la capilla de la tumba, a los que accedía pasando a través de las estelas puerta-falsa, cuyo umbral constituía el confín
entre el Más Allá y el mundo de los vivos. Las ceremonias fúnebres estaban dirigidas específicamente al Ka del difunto.
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*Concepción psicoanalítica del Ka
El Ka era la concepción oscura y/o abstracta de un aspecto de la personalidad, tal vez asociada en origen a la fertilidad o
pulsión sexual. El Ka nacía como un “doble” de la persona viva, entrando en ella después de la muerte cuando su
supervivencia estaba asegurada al recibir las ofrendas funerarias de manjares o bebidas. El Ka disfrutaba de todos los
atributos humanos, incluyendo la supervivencia instintiva, el hambre y la sexualidad; y vagaba a voluntad, si bien su lugar
lógico era en la tumba, al lado del difunto.
IB o AB o corazón, que encontramos en cuarto lugar, verdadera esencia de la persona. Se le consideraba la fuente tanto de
la vida animal como del bien y el mal en el ser humano. Se debe recordar que en este órgano estarían los sentimientos, la
mente-psique-(pensamiento) y buena parte de las emociones y la vida espiritual que han conducido y provocado el
comportamiento del individuo durante su existencia. Era el órgano a través del cual se revelaban las manifestaciones del
vicio y la virtud. En el Ib o Ab se situaba el Maat, el bien y el mal, la “vitalidad justa del hombre”. Era muy importante su
perfecta conservación, ya que en El Juicio en el Inframundo se le examinaba y pesaba para saber si el muerto podía o no
entrar al Amenti. Para ser más específicos es a través del corazón como se decidía el paso a la eternidad del finado, esto
mediante la Psicostasia o “pesada del corazón”. Por esto en las autopsias egipcias se le extraía para someterlo a este
“examen” especial. Otra forma de llamarlo podía ser “conciencia”.
IKH o AKH, quinto plano que representa el espíritu como tal, como luminosa residencia de las fuerzas mentales, que
dominan sobre el Ib o Ab, el corazón físico. Es la fuerza presente en los hombres y en las divinidades, se ha traducido
como “espíritu iluminado” o “glorificado”. Era representado como un ibis con cresta, y constituía el elemento puramente
espiritual que accedía a la dimensión divina, donde participaba en el movimiento de las estrellas, al ser el cielo la morada
de los seres imperecederos, como los dioses y los “espíritus puros”. Ikh o Akh designaba también a los espectros de los
difuntos, y su etimología fue conservada en el vocablo copto que significa “fantasma”.
JU o KHU sexto plano energético corporal, que sería la Inteligencia, es decir, todo lo que la persona ha ido aprendiendo a
lo largo de su vida y que le ha transmitido sabiduría y conciencia. Existiría un segundo Ju o Khu o una disgregación del
mismo a la que en muy pocas ocasiones se le atribuía valor y que era aquella porción de inteligencia que la persona había
transmitido a los demás en vida, ya fuera a través de las ideas, consejos, recomendaciones, clases, etc. El Ju o Khu, que
también era identificado como espíritu, parece haber sido considerado como un objeto brillante que vivía junto con el
alma en el Sahu o cuerpo espiritual.
SAH o SAHU que sería el séptimo cuerpo o plano de la energía del ser y representaría lo que modernamente
denominamos cuerpo espiritual. En este caso no se le debe confundir con el Ba o alma, sino más bien con un cuerpo
etérico o también llamado contemporáneamente cuerpo astral y atribuido a uno de los planos de realidad en los que es
posible sumergirse a partir de la modificación de la conciencia. El Sah o Sahu sería, según algunos expertos en psiquismo,
el vehículo que utiliza el ser humano tanto cuando presenta sueños reveladores como cuando presenta una gran
inspiración. Según la antigua creencia egipcia el Sah o Sahu por medio de ceremonias, ofrendas y oraciones podía
“emanar” del JAT una vez enterrado, subir al cielo y habitar conjuntamente con los divinos. Después de la muerte podía
ser utilizado por el espíritu para trasladarse a planos superiores, pero el estado de Sahu sólo podía alcanzarse si, sobre el
cuerpo de la persona muerta, se pronunciaban determinadas oraciones. El dios Osiris poseía él mismo un Sahu y tenía
también el poder de conceder un vehículo parecido a los demás, aunque, por supuesto, siempre que se utilizaran para
pedírselo las palabras adecuadas. Se trataba de hecho de un vehículo inmortal, y en él vivía el alma.
REN u octavo cuerpo, conocido como el plano del nombre. Es significativo que para muchas culturas el nombre es tan
sagrado que no es costumbre revelarlo, salvo a los más allegados, los más conocidos o a las personas de suma con
confianza. Para los antiguos egipcios el Ren era el nombre sin el cual nada podía existir. La opinión de varios expertos en
egiptología esotérica y mística coinciden en que es muy posible que los egipcios utilizaran varios nombres para definirse
ante los demás y que tuvieran uno secreto que sólo conocerían los dioses y sus familiares más cercanos, y que sería
empleado en momentos cruciales de la vida, como por ejemplo en el de la muerte. El Ren también era considerado como
el nombre eterno del difunto y era sumamente importante que éste no se olvidara, se perdiera o se borrara de su tumba,
pues se decía que si esto sucedía, su propietario dejaba de existir completamente.
JAIBIT o KHAIBIT conocido como la sombra, que ocuparía el noveno cuerpo o plano de energía. Era considerado como
parte integral de la economía humana. En este caso la sombra puede tener múltiples aplicaciones o interpretaciones. Entre
los magos de la antigüedad la sombra era el poder oculto que todo ser vivo tenía tras el pacto con las entidades invisibles o
etéreas; por su parte, habemos quienes definimos al Jaibit o sombra de los antiguos egipcios como aquellos secretos que
suelen ser inviolables y que al ser conocidos por su poseedor tendrían una fuerza sobrenatural. No deja de ser curioso que
incluso C.G. Jung, discípulo renegado de S. Freud, hablara de la Sombra, como una parte más dentro-más oscura-de la
psiquis del ser humano. Para él la sombra era “todo aquello que sabemos que existe en nuestro interior pero ni queremos
reconocer ni nos atrevemos a observar por miedo a que se desencadenen las peores de las tempestades”. Muy
recientemente el término de la Sombra ha tomado nuevos bríos en el ambiente de la psicología y la salud mental, ya que
una corriente de reciente aparición llamada Psicología Perenne la ha vuelto a ocupar para denominar a todos aquellos
recuerdos o deseos conscientes malos, sucios, pecaminosos, impúdicos, soeces que cada ser humano guarda muy en su
interior. Para los egipcios de los tiempos faraónicos el Jaibit o sombra estaba vinculado también con el Ka y con el Ba, y
contaba con una existencia aparte del cuerpo.
SEJEM o SEKHEM que finalmente se debe resaltar como el décimo cuerpo básico. El Sejem era algo demasiado
abstracto, era algo parecido a un cuerpo “aglutinador” que tendría la misión o tarea de engarzar la naturaleza de todos los
cuerpos referidos con anterioridad, como una especie de tejido conectivo. También se le conocía como “poder”, del que se
decía que era la personificación de la fuerza vital del ser humano. El Sekhem vivía en el paraíso entre los Khus o espíritus.
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Como se podrá observar, eran muchos los planos a cuidar y tratar en un proceso de momificación que no se percibe,
actualmente y con nuestra mentalidad occidental, nada fácil a primera vista.
El texto del Libro de los Muertos está dividido generalmente en tres secciones o etapas:
1. Los Funerales del difunto y los Ritos que debían cumplir los Sacerdotes utilizando las Fórmulas mágicas y
los Conjuros antidemonios.
2. Los Obstáculos que el difunto ha de afrontar y cómo superarlos.
3. El Juicio Final del Alma en el Inframundo, la Horda Celestial y el Destino del difunto con su paso a la Vida
Eterna.
Las fórmulas mágicas y los conjuros le ayudan al muerto para llegar al Juicio de Osiris, y que los demonios de Seth no lo
desvíen de su camino y se pierda en el Limbo. Entre estas fórmulas e inscripciones también se encontraba el Maat Kheru,
que se añadía tras el nombre del difunto o Ren. La traducción exacta del término ha constituido durante mucho tiempo un
punto de controversia entre los estudiosos y especialistas. Alguno considera que “uno cuya palabra es ley” se aproxima
más al original; mientras que otro lo traduciría “auténtico en la entonación”, en alusión a la verdadera voz requerida, por
el que va a marchar a la otra vida, para recitar los encantamientos mágicos que le volverían todopoderoso en el
inframundo.
Los papiros de El Libro de los Muertos, que componen una gran parte de los papiros conocidos, están con frecuencia
ilustrados muy elaboradamente, en algunos casos con imágenes coloreadas. Como ya se mencionó, han sido encontrados
junto a las momias, a veces entre los vendajes, otras entre las manos, en el pecho o bajo los brazos o piernas. También se
colocaban en estatuas de madera ahuecadas para este propósito. Al encontrarlos, debido a su estado en extremo seco y
frágil, se requirió de un inmenso cuidado al manejarlos para reordenarlos y restaurarlos.
Apenas si existen algunas dudas sobre si la elaboración de estos papiros era una especie de industria muy lucrativa, y
ya que ningún funeral se consideraba completo sin una copia, o al menos varios capítulos de El Libro de los Muertos,
debió de haber sido un negocio muy redituable y hasta próspero. Los estudios sobre el tema muestran que algunos de estos
papiros no fueron especialmente preparados para los difuntos con los que fueron enterrados, ya que el nombre fue incluido
hasta el final, lo que abre la posibilidad de sugerir la hipótesis de que tal vez se trataba de un industria que trabajaba con
producciones en serie o a “destajo”, haciendo hasta varios juegos de papiros idénticos, para venderlos según las
mercantiles reglas de la oferta y la demanda.
EL JUICIO EN EL INFRAMUNDO. Entre la muerte y la incorporación al mundo divino se celebraba un juicio; tema
éste menos importante para los faraones que para el resto de la humanidad. El juicio se representa muy a menudo, en las
tumbas, en los papiros, ataúdes y mortajas. Su motivo central es el pesaje del corazón del difunto-fuente de la vida y de la
conciencia-en el platillo de una balanza, cuyo contrapeso es Maat-el concepto egipcio del recto orden-, representada las
más de las veces como un jeroglífico, como una pluma de avestruz o una figura que es la personificación de la diosa Maat
con la pluma clavada en una cinta atada alrededor de su peluca. Thot, el dios escriba de la sabiduría y de la justicia, realiza
el pesaje con ayuda de Anubis, el dios con cabeza de chacal de la momificación, en presencia de Osiris, que preside el
tribunal de los 42 jueces, también llamados dioses asesores-42 dioses de características bastante siniestras ante los cuales
los fallecidos realizaban su declaración de inocencia o la confesión negativa-,todos reunidos en una sala: La Sala de las
Dos Verdades o Sala del Doble Maat-de la justicia y de la verdad-. Si el corazón y Maat se mantenían en equilibrio, la
prueba era positiva, y el difunto era presentado triunfalmente ante Osiris. La sentencia era entonces de conformidad con
Maat, lo que significaba que en vida el difunto había observado y mantenido una conducta correcta. Algunas versiones del
mito mencionan que si el corazón era más pesado que la pluma de Maat, se hundía y la bestia Ammit se lo comía. Si la
pluma pesaba más, el corazón se elevaba, y el viaje de la persona muerta continuaba hacia la siguiente prueba: ver al dios
Osiris “cara a cara”.
A los antiguos egipcios que habían tenido una vida “imperfecta” les preocupaba que quizás no pasarían la prueba de la
pluma durante su viaje al Más Allá. Es obvio que todo el mundo deseaba naturalmente evitar la condena, y por lo tanto el
difunto tenía preparada una declaración o fórmula de inocencia respecto a todos los tipos de pecado. Tanto la declaración
como la ilustración de la sentencia absolutoria eran recursos mágicos relativos al juicio, al igual que la literatura funerar ia
y otras provisiones en la tumba eran ayudas mágicas para triunfar en el más allá. Esta fórmula se puede encontrar en
diversos textos funerarios, en ellos, el difunto va mencionando el nombre y el origen del dios asesor y niega el pecado por
el que está acusado por ese miembro del tribunal. Para algunos autores, incluyéndome, por su temática y similitud, a estas
fórmulas y declaraciones las encontramos y consideramos como el antecedente más directo y quizás más verídico de los
famosos Diez Mandamientos del judeocristianismo, y teniendo en cuenta, como ya lo vimos anteriormente, los vínculos
reales de Moisés con Egipto, no parece esta una hipótesis estúpida o descabellada. Estas declaraciones negativas son muy
interesantes como fuente para el estudio de la ética egipcia. Las fórmulas contenían 42 negaciones, una por cada uno de
los dioses asesores o jueces, algunas de las cuales son muy similares entre sí, mostrando la importancia que le daban a la
acusación los antiguos egipcios en su escala de valores. A continuación se mencionan algunos ejemplos de estas
negaciones:
▲Escúchame, Largas Zancadas que vienes de Heliópolis, porque yo nunca he cometido iniquidad alguna...
▲Escúchame, Nehebkau, venido de la ciudad, porque yo nunca he sido soberbio...
▲Escúchame, Comedor de Entrañas que vienes de la cueva, porque yo nunca he matado a nadie...
▲Escúchame, Oscuro, venido de Kenemet, porque yo nunca he injuriado a nadie...
▲Escúchame, Jefe de la Gente, venido del santuario, porque yo nunca he maldecido al Dios...
▲Escúchame, Alta Cabeza, venido de la cueva, porque yo nunca he sido ambicioso, ni me he enriquecido a costa de
los demás...
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▲Escúchame, Nefertum, venido de Menfis, porque yo nunca he hecho lo incorrecto...
▲Escúchame, Cabrón¿?, venido del sepulcro, porque yo nunca le he lanzado el Mal de Ojo a nadie...
▲Escúchame, Desalmado, venido del matadero, porque yo nunca he cometido adulterio...
▲Escúchame, Rompedor de Huesos, venido de Heracleópolis, porque yo nunca he dicho mentiras...
▲Escúchame, Examinador de Justos, venido del templo de Min, porque yo nunca me he mancillado y he sido casto
cuando era preciso...
▲Escúchame, Jefe de los Nobles, venido de Imu, porque yo nunca he aterrorizado a nadie...
▲Escúchame, Destrozador, venido de Huy, porque yo nunca he entrado sin permiso donde no debía, ni he
transgredido la ley...
▲Escúchame,(...) porque yo no maltraté a las gentes, no cometí pecado en la Sede de Maat, no(intenté)conocer lo que
no debía(conocerse), no hice nunca mal, no comencé el día recibiendo una comisión de parte de las gentes que debían
trabajar para mí y mi nombre no llegó a las funciones de un jefe de esclavos, no blasfemé contra Dios alguno, no
empobrecí a un pobre en sus bienes, no hice lo que era abominable para los Dioses, no perjudiqué a un esclavo ante su
amo, no fui causa de aflicción alguna, no hice padecer hambre, no hice llorar a nadie, no di orden de matar, no causé
dolor a nadie, no disminuí las ofrendas alimentarias de los templos, no mancillé los panes de los dioses, no robé las
tortas de los bienaventurados, no fui pederasta, no forniqué en los santos lugares del Dios de mi ciudad... Escúchame...
No robé con la medida de áridos.
No disminuí la arura.
No hice trampa con las tierras.
No añadí(peso)al peso de la balanza.
No falseé el peso de la balanza.
No arrebaté la leche de la boca de los niños.
No privé al ganado de sus pastos.
No cacé pájaros en el coto de los Dioses.
No pesqué peces en sus lagunas.
No retuve el agua en su estación.
No opuse al agua corriente ningún dique.
No apagué nunca un fuego cuando debía arder.
No pasé por alto los días de las ofrendas de carne.
No quité ganado(destinado)a la comida del Dios, no me opuse a(ningún)Dios en sus salidas procesionales...
¡Soy puro, soy puro, soy puro, soy puro...!.
Si el muerto era declarado culpable o indigno, inconforme con Maat, se arrojaba su corazón al fuego o era devorado por
una bestia triforme, un monstruo femenino, mezcla de cocodrilo, león e hipopótamo-Bestia Devoradora de Almas-,
llamado Ammit o Amám, que suele representarse sentada sobre un pilón pequeño. También era conocida como “la que
destruye a los malvados” y, como ya se mencionó, se creía que su función consistía en devorar los corazones de aquellos
que no podían superar el juicio. No obstante, existen pocos datos sobre este curioso punto.
En este juicio participaban también otras deidades egipcias importantes como Isis, Nefthis y Horus; el juicio era realizado
en la llamada Sala de las Dos Verdades, en el Amenti, como ya lo mencioné en el apartado anterior.
En la Horda Celestial y el Destino Final del difunto se explica como todos los dioses en medio de una gran fiesta llevan
al difunto que es digno, puro y libre de pecado a los llamados Campos Elíseos o los Campos de Yaru o de Áalu-la
concepción psicológica del Cielo egipcio-,donde los cereales crecían dos veces más que la altura de un hombre y la
existencia era una versión glorificada de la vida en la tierra; un lugar donde sólo reina la felicidad y la paz por toda la
eternidad. En un texto denominado la Destrucción de la Humanidad, hallado en la tumba de Seti I y en algunos otros
sitios, se menciona como Ra, cansado de gobernar en la tierra a súbditos desobedientes, se retiró al cielo. “Sus deseos
fueron cumplidos y, una vez alcanzadas las regiones supraterrenales, examinó el territorio que había elegido para sí,
declaró su propósito de reunir muchos hombres junto a él y creó, para acomodarlas en el futuro, las diferentes divisiones
del mundo celestial. Su majestad tomó la palabra: „Que se cree un gran campo‟, y allí apareció el Campo del Descanso.
„Acumularé plantas en él‟, y allí apareció el Campo de Aaru(Yaru o Áalu). „Aquí dentro reuniré como habitantes a
objetos inanimados que cuelguen del cielo, incluso las estrellas‟.” Era a esta parte del mundo divino a la que se dirigían
las almas tras la muerte del cuerpo. El Libro de los Muertos se refiere a él como “el campo que produce las cosechas
divinas”, que los difuntos benditos se encargan de cosechar. La cebada aquí alcanzaba siete codos de altura(3.22 metros).
Los Campos de Áalu estaban rodeados por un muro de hierro, con varias puertas y los atravesaba un río; los caminos que
conducían hasta él eran misteriosos. La idea ha sido comparada con los Campos Elíseos de los griegos. En esta parte del
Libro de los Muertos puede leerse la réplica siguiente sobre los Campos de Yaru: “Todo el que ha de entrar aquí deberá
haber dado de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo y de ayudar a cruzar el río a quienes no
tienen barca[...]”. Cabe destacar el gran contenido poético en esta parte de la obra, sobre todo cuando se narra la entrada
del difunto al “paraíso” tomado de la mano del dios mesiánico Osiris.
El Libro de los Muertos también hace mención de Apepi(Apophis en griego), la gran serpiente-que posteriormente se
convertirá en el dragón de la mitología medieval europea-, representación del espíritu del mal y el dirigente de los poderes
de la oscuridad contra aquellos dioses con los que el Sol se identificaba, ya sea en forma de Ra u Horus, librándose así una
épica y subterránea batalla diaria. Aparece representado como una gigantesca serpiente con varios pliegues y con un
cuchillo clavado en cada uno de ellos. Según la leyenda, cuando el sol se dirigía hacia el oeste debía enfrentarse a Apepi y
a su tropa de aliados llamados Quettu, Sebau, Sheta, entre algunos otros, y luchaba con ellos toda la noche hasta el
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amanecer. El capítulo 39 del Libro de los Muertos relata los detalles del combate. Existe también un libro titulado El
Libro del Derrocamiento de Apepi, el cual detallaré más adelante, y que trata por completo de este oponente de Ra que
representa, a través de Ra, al oponente de todas las almas de los muertos. Éstos se identificaban con Osiris, otra forma del
dios del Sol, dios del Mundo Subterráneo, por lo tanto su seguridad dependía de la última victoria del Sol. En algunas
ocasiones se puede encontrar a Apepi identificado con Seth o en otras luchando contra él, y en la época grecorromana
identificado con Tifón. Apepi nunca fue nombrado dios. Representa, por lo tanto, no un fenómeno que ocurre
regularmente, sino uno irregular y ocasional. Se le consideraba como la nube obscura y cerrada que amenaza tormenta y
que es reducida por el fuego y la espada de piedra del dios del Sol Ra y devuelto a su caverna subterránea. Uno de sus
nombres es “el que ruge”. Se le representaba ciego en referencia a otro de sus nombres, Ubar, que significa “el que es
ciego”, como el latín Cacus o Caeculus.
Es importante mencionar que paralelo al Libro de los Muertos existían los llamados Libros del Mundo Inferior, que
eran composiciones mixtas de pinturas y textos, inscritas en tumbas reales del Imperio Nuevo, que describen el paso del
dios sol a través del mundo inferior y del cielo; durante el Período Tardío se aplicaron también a la decoración de las
tumbas privadas. Entre estas obras se incluía precisamente el Libro del Derrocamiento de Apepi, una obra que supone un
tercio de los papiros funerarios de Nesi Amsu, y que contiene la batalla diaria librada entre Ra y Apepi, recordando ciertos
capítulos del Libro de los Muertos, destacándose los capítulos 7, 31, 33 y del 35 al 39, que evidentemente han sido
tomados prestados por el desconocido autor. El título nos informa de que el libro era recitado todos los días en el templo
de Amón-Ra en los Apts-el Apt era la parte de Tebas que se situaba en la orilla este del Nilo. Se divide en el Apt norte,
representada por Karnak, y en el Apt del sur, en la actual Luxor-. Se divide en 15 capítulos, en algunos de los cuales existe
una repetición monótona de las frases. Describen los diferentes métodos tanto míticos como mágicos para destruir un
enemigo. Por ejemplo, el nombre de Apepi se escribía con color verde en un papiro y se quemaba, también se podían
hacer figuras de cera de varios enemigos y después de haber sido ultrajados se les quemaba. La parte más interesante de la
obra es aquella que ofrece un relato de la Creación y como hombres y mujeres fueron formados a partir de las lágrimas
derramadas por el dios Khepera. Se le conoce también a este texto como El Libro del Conocimiento de las Evoluciones de
Ra. La antigüedad de la obra se muestra en las diferentes lecturas que pueden darse, pero se desconoce la existencia de
otras copias. Se distingue de otros papiros funerarios en que menciona a los fallecidos como P-aa o Per a á(el faraón)en
lugar de como un Osiris.
LA PASIÓN DE OSIRIS Y EL CULTO A ISIS. Las grandes leyendas de lucha, muerte y resurrección aparecen tanto
en las orillas del mar Mediterráneo como en el Extremo Oriente o en las sociedades primitivas de África, Asia y América.
En el antiguo Egipto, el mito de la Pasión de Osiris fue sin duda alguna el más popular, o al menos el más conocido y
aceptado. Gracias al historiador griego Plutarco(46 al 126 d. de C.)hoy tenemos una versión mucho más completa en su
escrito Obras morales y de costumbres(sobre Isis y Osiris), que aunque habiendo sido recopilada tardíamente, es una
valiosísima referencia para comprender el mito y la leyenda de este dios de notables características mesiánicas. Se cree
que Plutarco era gran sacerdote de Apolo e iniciado en los misterios de Dionisio, y que estaba muy atraído por Egipto, al
igual que sus maestros preferidos, Pitágoras y Platón. Se dice que es en Egipto donde tuvo contacto con los sacerdotes de
Osiris. Este historiador y filósofo griego vivió en Queronea. Mario Meunier, en el prefacio de su traducción De Isis y
Osiris de Plutarco, afirma que “Todos los egiptólogos están de acuerdo en este punto: Plutarco se apoya en documentos
puramente egipcios; no hay duda-dicen-de que Plutarco esté bien informado en cuanto a la antigua religión egipcia”.
Ahora bien, para introducirnos en el tema será necesario ir de lo general a lo particular, de los orígenes al desenlace.
La cosmogonía egipcia es de las más completas, apasionantes y enigmáticas. Importantes diferencias en las creencias
tradicionales oponían a las antiguas ciudades, Tebas a Heliópolis, Hermópolis a Menfis. En Heliópolis, el sol detenta
naturalmente una prioridad sobre las otras personificaciones divinas. Aquí se llama Atum, “el realizador”, y Ra “el sol
fecundador”.Demiurgo autógeno, genera a la famosa Eneada(las nueve emanaciones divinas)que responde a su jefatura:
en efecto, del Sol-Ra proceden Shu, el aire y la luz y Tefnut, lo húmedo; a su vez, Shu y Tefnut dan nacimiento a Geb, la
tierra y a Nut, el cielo; por último, aparecen Osiris e Isis, Seth y Nefthis. Al parecer, la creación completa del mundo,
obra “demiúrgica”, se atribuía única y totalmente a esta Eneada. Sin embargo, en el propio seno de la Eneada se producen
ciertos “movimientos” y Shu, la atmósfera luminosa separa el cielo-Nut-de la tierra-Geb-. Pero el acto de separar
constituye tradicionalmente una procreación, y precede al acto demiúrgico propiamente dicho. El mítico y epopéyico
combate de Osiris e Isis contra su “maléfico” hermano Seth determinará luego el aspecto religioso del mundo egipcio
antiguo.
En otras ciudades, las creencias cosmogónicas eran muy diversas. Por ejemplo, en Menfis, el sol juega un papel
demiúrgico secundario, y el elemento ctónico goza de una notoria preponderancia. Ptah, el alfarero divino, es el
Demiurgo universal. También se hace alusión, a un proto-Demiurgo del que habrían salido tanto el sol como el caos: Nun
o Nu, “padre de los dioses”, es el agua primordial, que alimenta las crecidas del Nilo, y el Gran Océano que envuelve la
tierra. Se trata de “aquel que nace de sí mismo” y, sometido a los rayos fecundadores de su hijo primogénito, Ra, se
convierte en fuente de vida. La Eneada de Menfis estaba encabezada por la tríada compuesta del padre Ptah, la madre
Sekhmet y el hijo Imhotep. De todos modos, durante las dinastías menfitas, Ptah llegó a ser uno de los mayores dioses de
Egipto. De manera semejante, cuando las dinastías tebanas gobernaron Egipto, la Eneada de Tebas adquirió suma
importancia, encabezada por el dios padre Amón, la madre Mut y el hijo Khonsu. Conforme la religión se fue
desarrollando, sucedió que muchos seres humanos glorificados tras su muerte acabaron siendo confundidos con dioses.
Así Imhotep, que era originalmente el primer ministro del faraón de la III Dinastía, Zóser, llegó a ser conceptuado como
un semidiós. Durante la IV y V Dinastías, los faraones comenzaron a atribuirse ascendencia divina y desde esa época
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fueron venerados como hijos de Ra. Dioses menores, simples demonios, por ejemplo ocuparon un lugar jerárquico entre
las divinidades locales también.
Agrupados por Familias, en Tríadas, en Eneadas o hasta incluso en Octoadas(que es un ciclo de ocho dioses y diosas,
número poco frecuente pero cuyo ejemplo se encuentra en los ocho dioses de Hermópolis, de los que la ciudad recibió su
nombre egipcio: “La Ciudad de los Ocho”; eran cuatro dioses y sus respectivas esposas, y los ocho parecen hacer estado
subordinados a Thot y eran comúnmente representados como ocho cinocéfalos, su animal sagrado), los antiguos dioses
egipcios difieren de una región a otra. Esta disparidad proviene sin duda del legítimo deseo de cada provincia, ciudad o
nomo de acordar la preeminencia a las divinidades locales. Se observa también una disparidad de nombres y funciones.
Sin embargo, más allá de las divergencias existía un esoterismo reconciliador y, desde este punto de vista, lo único
verdaderamente real era el Principio Universal y Único. Todos los dioses en conjunto no eran, ni lo serán jamás; no eran
más que “personificaciones” de éste. Generaciones, mutaciones, emanaciones, que provenían a fin de cuentas, del NETER
o KHEPERU, término ambiguo que significaba para los antiguos egipcios, más o menos, el pasaje siempre actual de toda
la esencia misma a la existencia. Dios y el Cosmos sólo podían aprehenderse y aprenderse, en realidad, mediante la
intuición y la meditación respectivamente.
El antiguo Egipto conocía la potencia del Verbo. Mediante la “voz” Ra manifiesta los dioses de la Eneada y los viejos
mitos cosmogónicos hablaban de “un Gran parlanchín” de una “Oca Chillona”. Atributo personalizado, la voz es el sabio
Thot, el futuro Hermes. Un papiro precisa que Thot es “el corazón que piensa”, y Horus “la lengua que traduce”. Con el
mismo criterio, se otorga a cada divinidad, al faraón e incluso a los simples hombres, un doble, ya especificado
anteriormente, llamado Ka, especie de prefiguración del “cuerpo astral” esotérico y metafísico de los ocultistas modernos.
Este Ka coexiste con el cuerpo Khat destinado a la inmortalidad por la momificación, pero está directamente ligado al
Sekhem o poder vital o soplo de vida. Por último, el Ikh, el espíritu, luminosa residencia de las fuerzas mentales, que
domina sobre Ib o Ab, el corazón físico. En cuanto al alma, Ba, es imperecedera. Realmente no se conoce el contenido
exacto de las actividades esotéricas en la alta y antigua civilización egipcia. Se puede suponer que los complicados ritos
funerarios, la instalación de los faraones y la celebración de ciertas fiestas cíclicas se desarrollaban en un contexto místico
que sólo los iniciados podían captar plenamente.
A pesar de todo, parece que, con el correr de los siglos, la tradición iniciática y religiosa egipcia se hubiera concentrado
totalmente en el mito-leyenda predinástico de la Pasión de Osiris. Ya viva en la época de los grandes faraones, la leyenda
de Osiris inspiraría luego a una amplia gama de sociedades de misterios, cada vez más numerosas en la época de la
decadencia del Imperio Egipcio, e incluso a posteriores religiones-es de notar en el cristianismo la universalmente
conocida Pasión de Jesucristo-. En cuanto a Isis, cuya presencia fue cobrando un relieve singular en el relato mítico, su
culto atravesó el mar Mediterráneo, implantándose en Europa. Echó raíces muy profundas en Francia e incluso en la Gran
Bretaña.
Hijo de la tierra(Geb) y del cielo(Nut), Osiris es un término intermedio, el mismo que todas las tradiciones antiguas
designan como Hombre Primordial. Resulta idéntico, por ejemplo, al personaje que, en la mitología china, está ubicado
entre el cielo y la tierra. Al igual que el Adán-Kadmon de la Cábala cuyos vasos(kelim)se rompen, del Prajapati védico
despedazado, del bautista Juan que es asesinado cruelmente por un capricho femenino, del Cristo que sufre y muere en la
cruz(en el sentido de los cuatro puntos cardinales), Osiris sólo se yergue como prototipo universal de todos los hombres dioses “iluminados” después de haber sido muerto y despedazado. Esto supone el necesario paréntesis de la luz divina: La
Caída, que luego habrá que reparar con la reintegración de la luz. Por ello el cuerpo de Osiris reconstituido presenta la
amputación de su miembro viril-del pene-. El falo, sello divino por excelencia, símbolo también de la generación,
permanece en el mundo.
Osiris no es el dios insondable, aquel que “nace de sí mismo”. Está un poco más abajo, ya que ha sido engendrado en el
seno de la gran Eneada. Pero, en tanto que como Hombre Primordial crea el mundo sensible y lo moldea. Los hombres del
antiguo Egipto le debían toda su civilización, él les “enseñó” a trabajar los metales, a cultivar la tierra, a educarse e
instruirse y especializarse, a construir ciudades, a criar animales, a inventar una escritura para dejar a la posteridad su
legado. Sin duda, estos grandes trabajos no los ejecutaba solo, y su esposa-hermana Isis, y su hijo Horus junto a otros
dioses secundarios como Anubis y Thot, acudían en su ayuda.
La leyenda es conocida: Seth, celoso de las virtudes y perfecciones de Osiris, alimentó un denso odio contra su hermano y
decidió matarle. Así lo hizo, ocultando el cadáver, pero Isis lo encontró y se prestaba a devolverle la vida, cuando Seth,
burlando su vigilancia, le arrebató el cuerpo y lo mutiló en 14 pedazos que después esparció por todo el territorio de
Egipto. Una vez más, la diosa-hermana-esposa, buscó y descubrió los restos del mártir dios. Se menciona que en
compañía de su hermana Nefthis, Isis descargó su inmenso dolor en unas lamentaciones que se hicieron célebres y que
fueron luego utilizadas en forma de himno en los misterios isíacos, así como también dando origen al rito funerario de las
plañideras, mujeres “rentadas” por la familia de un difunto que lloraban profunda y sentimentalmente durante el episodio
del último adiós a éste, práctica que se llevó a cabo hasta el período romano en casi todo Egipto. Estas “Lamentaciones de
Isis y Nefthis” precisamente son el tema de la segunda parte de un pairo, ahora el No.1425 del Museo Real de Berlín, y
que Passalaqua encontró en el interior de una estatua de Osiris. La primera parte del papiro contiene algunos capítulos del
ritual funerario en jeroglíficos. La segunda parte consiste en cinco páginas de bella escritura hierática de la época más
tardía, probablemente del período de los Tolomeos. El tema es la resurrección y el nacimiento renovado de Osiris; guarda
una estrecha relación con el Libro de las Respiraciones.
Continuando, según algunas versiones de la leyenda, cuando Isis y Nefthis retiraron el cadáver de Osiris del agua le dieron
posterior sepultura en Menfis. Por lo tanto se cree que los menfitas confundieron su tumba con la de Ptah-Sokaris y la
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introducción del dios en el grupo de los dioses de la capital del Imperio Antiguo contribuyó a acrecentar los elementos de
esta leyenda-mito que presentaba a Osiris como un posible rey terrestre divinizado.
Sea como sea y a pesar de todo, y recurriendo a su inmenso poder mágico-recordando que Isis era conocida también como
la “Gran Maga” entre los dioses-ésta reunió con ayuda del dios de la momificación, Anubis, los dispersos trozos del
cuerpo de su esposo Osiris, resucitándolo después. Pero el falo de Osiris, devorado por los peces del Nilo, según dicen, no
reapareció jamás, por lo que se le moldea un pene artificial. Por último, la pasión de Osiris se prolonga en la guerra que
por venganza inicia su hijo Horus contra Seth, a quien vence después de una cruenta batalla que le cuesta un ojo-el famoso
Ojo de Horus-, vengando así y para siempre la traición y la muerte fratricida a su padre.
Vivo, muerto, resucitado después, Osiris prefigura al iniciado, para quien la muerte no es más que una etapa por el camino
de la vida pneumática. Esta circunstancia es la que, sin duda, le convirtió en el “Rey de los Muertos” y no sólo de los
vivos. Osiris suele llevar el apelativo de Unnefer, que significa “El que se mantiene Perfecto”, el “Especialmente Bueno”
o el “Eternamente Incorruptible”. Para los egipcios, Osiris simbolizaba al Nilo, su muerte representaba la llegada de la
sequía y su resurrección la gran crecida anual del río. Es curioso que para los romanos la historia de Osiris contenía las
nociones de resurrección e inmortalidad que posteriormente se observan en el cristianismo; para otras culturas
representaba el primer, prehistórico y clásico mito de la fertilidad, ya que Isis representaba la fidelidad de la mujer, era la
Diosa de la Tierra fecundada por Osiris(en forma de sol y lluvia), como el padre de todos los seres.
Según algunas fuentes, los primeros adoradores de Osiris, parece que fueron los habitantes de Busiris(nombre griego de
Pa-Ausar, capital del noveno nomo del Bajo Egipto, al actual Abusir), donde suplantó muy pronto al dios local Andjti. La
ciudad fue conocida desde entonces con el nombre de su templo principal, Pi-Usir(“La mansión de Osiris”). Durante las
fiestas de su jubileo, que sospechosamente se celebraban los días 24 y 25 del mes MECHIR(diciembre), los oficiantes
erigían una columna en honor y en memoria del triste destino de Osiris, de su trágica muerte y de su resurrección de entre
los muertos.
Durante el Imperio Antiguo muchas ciudades acogieron y aceptaron el culto a Osiris, de esta manera se convirtió en la
deidad principal de Abidos y su corte la formaban los principales dioses menores de Egipto. Todos los egipcios lo
veneraban y le erigían templos, incluso las más antiguas capitales dinásticas, como Tinis-Abidos, Heliópolis,
Heracleópolis y Menfis. Su popularidad y la propagación de su culto se debió principalmente a la devoción que le
profesaban los pobres y humildes, sobre todo la gente que trabajaba de agricultores; ¿otra singular coincidencia con Jesús
el Nazareno quien era seguido principalmente por pobres y oprimidos...?.
El destino de los demás dioses del antiguo Egipto siempre estuvo sometido a los cambios políticos y sociales, sus cultos y
riquezas dependían de la prosperidad de quienes se colocaban bajo su auspicio y protección. Pero la actitud de los fieles
era diferente cuando se trataba de Osiris, porque este dios encarnaba una idea que fue muy popular tanto en Egipto como
en otros pueblos y en otras ideologías: Osiris era el buen rey que defendía a los oprimidos y que fue, él mismo, víctima de
un enemigo que despreciaba la justicia. Osiris tenía la gran tarea de juzgar a los muertos, de mostrar cuál era el destino del
difunto en el otro mundo dependiendo de las cualidades morales de éste durante su vida terrena. Se cree y se argumenta
que los faraones seguían la religión tradicional de culto solar y que el pueblo seguía la de Osiris.
Esta popularidad creciente del culto a Osiris le convirtió en una divinidad dotada de competencias y quehaceres muy
diversos. De esta manera se explican las interpretaciones aparentemente contradictorias que se han formulado acerca de su
primitiva personalidad. Los agricultores casi seguro que debieron relacionar los diferentes episodios de su leyenda con los
ciclos de la naturaleza, con los campos marchitos después de las cosechas y misteriosamente cubiertos después por el
manto de la inundación anual del Nilo, y con el reverdecer de la vegetación cuando las aguas se retiraban. Cuando las
plantas se secaban, ajaban y morían, se pensaba que Osiris había muerto, pero no total ni irremediablemente, pues algo de
su vida se conservaba bajo tierra esperando renacer, y que así lo hacía cada año cuando llegaba su tiempo, demostrando
así que Osiris estaba aún vivo. Osiris era la garantía de la fecundidad de los campos sembrados de grano. Existen
bastantes pruebas que parecen darle la razón a algunos especialistas que opinan que Osiris fue ante todo un dios de la
tierra y de la vegetación, siendo su carácter de soberano político terrestre o de los muertos un atributo secundario, y su
leyenda de pasión y muerte sería la explicación mitológica de las hasta entonces incomprensible muerte y renacimiento
anual de las plantas. El dios de la vegetación parece que también lo era de la inundación, representando al agua nueva
llena de vida que surgía de las profundidades de Nun para fertilizar los campos. Sir James Frazer, padre de la antropología
moderna y el catedrático Norton Smith opinan que las muertes violentas de Juan Bautista y Jesús el Nazareno
reproducirían simbólicamente la muerte y resurrección de Osiris, primera fuente en la historia del mundo de esperanza en
una existencia en el más allá de la muerte para los seres humanos.
Osiris-Juan Bautista-Jesús de Nazareth fueron asesinados de forma brutal, en recordatorio, remembranza, paralelismo,
simbolismo a como todos los antiguos dioses prehistóricos agrarios de los más remotos tiempos de la fe humana, a los que
cada año, durante el tiempo de cosechas, se les clavaban lanzas o se les desmembraba y eran llorados por mujeres, para ser
luego enterrados en forma de semillas y acabar por renacer a una nueva vida durante, aproximadamente, la próxima
primavera.
En la Baja Época existió en la isla de Bigeh un santuario que se decía era la tumba de Osiris. Su nombre era el Abatón, “el
inaccesible”, porque estaba prohibido aproximarse y turbar el eterno reposo del dios. Las listas de las reliquias de l os
templos de la época grecorromana mencionan que en Bigeh se hallaba enterrada únicamente la pierna izquierda del dios y
que en esta pierna siniestra estaba situada una fuente por la cual las aguas más cristalinas brotaban a torrentes. En los
últimos tiempos de la religión egipcia original, Osiris era ante todo el dios adorado en el Abatón, y su esposa Isis era la
diosa soberana de la vecina isla de Filé. Osiris tenía ahora el aspecto de Hapi, el dios de la inundación, y habitaba en una
cueva protegida por una serpiente. A la entrada de ésta se alzaba un árbol, símbolo tal vez del mítico árbol que le sirvió de
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ataúd en Biblos según algunas versiones de la leyenda. Cerca de la tumba se extendía una arboleda en cuyas ramas se
posaba el alma de Osiris cuando salía al aire libre y revoloteaba con el aspecto de un pájaro dotado con cabeza humana.
Cada diez días, su esposa Isis salía de su santuario en la isla de Filé y visitaba la tumba de su esposo en el Abatón.
La fama y popularidad del dios Osiris alcanzó su punto culminante en tiempos de los emperadores romanos, cuando la
religión egipcia estaba a punto de extinguirse para siempre. Precisamente antes de extinguirse, el culto de Osiris y de su
familia, Isis y Harpócrates(Horus), se extendió por todo el Imperio Romano, encontrando en todas partes un fervor tan
ardiente, como lo sería posteriormente en el cristianismo la adoración a la Sagrada Familia, pero al mismo tiempo tan
efímero. Este fugaz triunfo se debió a la sencillez y a la humanidad del mito, de un cuento cuya intriga y traición se
pueden comprender fácilmente. Se trata de la historia de un buen rey que murió asesinado por su propio hermano, que
resucitó gracias al amor y la magia de su esposa, que fue vengado por su hijo en míticas batallas y es, en el otro mundo,
garantía de inmortalidad para aquellos que la merezcan. Su popularidad convirtió muy pronto al “osirianismo” en una
fuerza teológica-moral-ética, en una regla de conducta que se basaba en el amor y en la justicia. Es notorio mencionar que
solamente y hasta el Imperio Nuevo aparecieron otras formas de religiosidad egipcia que intentan responder a las mismas
aspiraciones que el osirianismo, como la llamada “religión del pobre” que es la expresión de la piedad personal de los
más desfavorecidos, e incluso, en cierta manera, el “amonsismo” y hasta el “atonismo” que tanto se debió a la
personalidad excepcional de un loco visionario como Akhenatón, pero que en general se inspiraron total o parcialmente,
como posteriormente lo hizo el cristianismo, en los mismos pensamientos y sentimientos.
En el año 332 a. de C., el culto a Osiris ya se había extendido por toda la cuenca mediterránea gracias a la fundación de la
ciudad de Alejandría. En un inicio se veneraba a estos dioses en cada hogar, a la salida del sol y al anochecer.
Como ocurre normalmente con la mayoría de las historias religiosas de la humanidad, también los documentos
egipcios sólo presentan siempre una versión incompleta de la Pasión de Osiris; sólo Plutarco ha dejado, aparentemente, un
relato íntegro de esta leyenda, aunque ciertos elementos se alejan mucho de la fuente original. Plutarco escribió esta obra
hacia el año 100 d. de C. Es indispensable decir que no se trata de la obra de un estudioso o erudito que se interesó por una
religión extranjera y antigua, sino de la de un creyente fervoroso aparentemente iniciado en los misterios de la diosa Isis,
aunque jamás renegara de ningún modo de las divinidades de sus antepasados griegos, ni de las enseñanzas metafísicas de
Platón y Pitágoras. Diversos episodios de su relato no se encuentran en la leyenda original egipcia, y tanto la narrativa
como el abundante comentario personal que le acompaña reflejan la sensibilidad de los poetas griegos de la época. Toda la
obra es un producto típico de la civilización helénica, que acogía liberalmente a todas las religiones practicadas en los
países sometidos por el Imperio Romano. Todos los dioses egipcios se confundieron entonces con los dioses de la
mitología griega y el mismo Plutarco recurrió a etimologías tan ingeniosas como falsas para intentar demostrar que los
nombres de Osiris y de Isis fueron antiguamente tomados de la lengua griega, argumento obviamente falso. Plutarco
pensó haber demostrado de este modo que Osiris e Isis no eran divinidades extranjeras. Otros dioses extranjeros a la
cultura grecorromana, como Yahvé, la Gran Madre de Asia Menor y Mitra o Mitras de los persas contaron en todas las
provincias del Imperio Romano con un número incalculable de secuaces y seguidores. El Estado romano vio un gran
peligro en estas religiones y acabaron persiguiéndolas hasta casi exterminarlas-con excepción del culto mitraico que
posteriormente acabará fusionándose muy “curiosa y coincidentalmente” con el naciente cristianismo-; de esta manera los
fieles de Osiris, y principalmente los de Isis conocieron las persecuciones, la destrucción de sus templos y la crucifixión
de sus altos sacerdotes, como le sucedió también a los judíos y un poco más tarde a los cristianos.
Retornando al tema principal, es muy evidente que la oposición Osiris-Seth es típica e influyente en muchas culturas
posteriores a la egipcia. Se repite en innumerables mitos tradicionales posteriores a los cultos egipcios. Osiris es tan
benévolo como perverso y demoníaco es Seth, y su antagonismo corresponde claramente a la eterna batalla del bien y el
mal, la luz contra las tinieblas. El paralelismo entre los dos principios se acentúa con el resultado de la venganza de
Horus: Seth resulta también emasculado. Así se restablece el equilibrio cósmico. Además, el mito hace de Osiris y de Seth
unos gemelos, como Ormuz y Ahrimán, como Cristo y Satanael, y tantas otras personificaciones en la mitología universal
de las fuerzas del bien y del mal.
Los “misterios” egipcios se practicaban con arreglo a un ritual secreto del que se ha dicho que “aún en otro tiempo su
lectura provocaba un profundo sentimiento de angustia mágica”-éxtasis psicológicamente sugestivo-.Cumplidos los
correspondientes ritos preparatorios de purificación corpórea, se procedía a la simbólica “apertura de la boca y los ojos del
dios”. El iniciante se arrastraba boca abajo sobre su vientre, escarbaba en la tierra y encontraba simbólicamente los
mutilados restos de Osiris. Con estos restos se reconstituiría una momia sagrada que jugaba entonces el papel de Osiris
momificado. Identificándose con Horus, el iniciado revivía a la momia, “abriéndole la boca, las orejas y los ojos, y luego
le insuflaba la vida nuevamente con un beso ritual”.
En cuanto a la iniciación propiamente dicha, consistía aparentemente en envolver al recipiendario en una piel animal
recién arrancada, o también en un lienzo. Después de una diferente serie de ritos más o menos desconocidos, el nuevo
iniciado abandonaba su envoltorio y renacía como un “nuevo Osiris”.
El debilitamiento del Imperio Faraónico y los contactos cada vez más intensos del Egipto decadente con Grecia
recubrieron de formas nuevas a los milenarios misterios egipcios. Estos se helenizaron, al tiempo que los dioses griegos
tomaban un cariz egipcio. El culto de Serapis es un ejemplo de este fenómeno. Originariamente integrado a la teoría
teológica egipcia, Serapis(Osor-Apis, Osiris bajo su forma de buey Apis)se desprende y da lugar a unos misterios
particulares.
Refiriéndome a Isis, a quien los griegos identificaban con Demeter(así como Osiris era Dionisos y Horus equivalía a
Apolo), se tiene datos que aseguran que esta diosa atravesó rápidamente los mares, y el culto isiaco se difundió por
Grecia, Italia, y luego a la Gran Bretaña y a toda la Galia(actualmente Francia). Isis adquiere gradualmente una cierta
~ 150 ~
preeminencia sobre el propio Osiris, convirtiéndose para muchos cultos herméticos y creencias posteriores en la “Gran
Diosa Madre”.
Isis era una de las divinidades más importantes y queridas de entre todos los dioses del Egipto faraónico, representa el
modelo de madre y por lo tanto de fertilidad y vida, esposa ejemplar y prototipo del amor; se le consideraba madre
simbólica de los faraones, ya que estos, a su vez, mientras vivían, se les identificaba con el dios Horus y a su muerte, con
Osiris. Esta deidad representaba también otros conceptos importantes, tales como la magia. Por ello se le identifica como
la “Gran Maga” o la “Grande en Magia”, enfatizando su aspecto protector hacia el joven Horus. En esta faceta es también
un diosa relacionada con la medicina religiosa-sacerdotal, a la que se le invocaba y se le oraba para obtener la curación de
males causados por malos espíritus. Además, Isis estaba, y aparentemente sigue estando, relacionada con el concepto de
regeneración y creación a través del culto sagrado hermético y mistérico al que se encuentra estrechamente ligada.
Es muy intrigante y de notar que Isis es frecuentemente representada sosteniendo en sus brazos a su hijo Horus, al que
amamanta amorosamente. Es muy probable que esta imagen maternal, tan profundamente conmovedora, fuera la que
indujo o influyó a los primeros cristianos a adoptar tal iconografía para representar a la Virgen María alimentando y
cuidando al Niño Jesús.
Otra de las identificaciones de Isis se relaciona con la estrella Sopdet o Sepedet, aquella que para los egipcios guiaba al
faraón difunto por el más allá y a la que éste se unía cuando aparecía como estrella de la mañana completamente
revigorizado y rejuvenecido después de haber salido victorioso del ciclo nocturno. En esta función Isis era la responsable
de marcar el inicio de la crecida del Nilo y por tanto del año nuevo; mientras que su esposo Osiris se relacionaba con la
constelación de Orión. Es precisamente en este aspecto bajo el que se identifica a este dios con la fertilidad y la
fecundidad, con la agricultura y con el tiempo horario.
Como ya lo he mencionado, Isis es simultáneamente esposa y hermana gemela de Osiris y juntos, en esta incestuosa
unión, representan la personalización del principio histórico y del orden político del antiguo Egipto. Ellos tienen por
hermanos a otra pareja de gemelos, Nefthis y Seth, divinidades relacionadas con el desierto y la esterilidad que, aunque
simbolicen aspectos negativos, son necesarios para el correcto funcionamiento y estabilidad del cosmos, para la existencia
y el balance entre el bien y el mal.
Los cultos isiacos tras las persecuciones que sufrieron por todo el Imperio Romano, recuperaron muy pronto la influencia
que habían perdido, a diferencia de los cultos osirianos que tuvieron que permanecer muy ocultos, esto debido a que a
partir del reinado del Emperador Calígula, Isis y en general todo Egipto gozaron de la protección personal de varios
emperadores. Se menciona que cuando el Emperador Adriano visitó Egipto su favorito para sucederle, Antinoo, se ahogó
en las aguas del Nilo y el emperador dispuso que fuera deificado a la altura de Isis, que se le erigiera un templo en una
ciudad fundada en su nombre y que en su honor se celebraran juegos atléticos.
El culto a Isis fue admirado por los filósofos grecorromanos, y para la gente común del Imperio Romano era una nueva fe
que correspondía también a las aspiraciones de la gente humilde y sencilla, ya que a todos ofrecía la posibilidad de ser
acogidos, después de la muerte, en el hermoso reino de Osiris donde gozarían de una vida mejor, eternamente protegidos
de la injusticia humana-de nuevo otro paralelismo con el cristianismo-. Y mientras esperaban ese momento, los fieles se
consolaban rezando en los templos de la diosa que para entonces encarnaba la justicia y la bondad, y que defendía
incansablemente el orden divino contra los férreos ataque de Seth-para entonces conocido como Tifón-.
El culto de las divinidades egipcias propagaba a través de todo el Imperio Romano una doctrina de salvación que
anunciaba el combate interminable del bien contra el mal.
En evidente que el prestigio de Isis eran tan grande que sobrepasó por mucho al de su esposo-hermano Osiris, y que acabó
absorbiendo a todas las demás divinidades femeninas, primero a las de todo Egipto y posteriormente a todas las del
Imperio Romano. Las diferentes provincias adoraban a los dioses egipcios, desde África septentrional hasta el valle del
Danubio en Europa, desde Inglaterra o Bretaña hasta el valle del Indo. Pero el triunfo de Isis fue tan efímero como
brillante. El cónsul Nicómaco Flaviano ordenó celebrar en Roma, en el año 394 d. de C., fiestas nacionales en honor de
Isis, y ese mismo año vio el triunfo-si se le puede decir así-del cristianismo. Según Teodosio, todos los templos paganos
debían cerrar y los sacrificios serían prohibidos. En Egipto la situación fue la misma y estas órdenes debían cumplirse. El
paganismo encontró entonces su último refugio en el hermético círculo de los filósofos místicos que se mantuvieron fieles
a los dioses del Nilo ya bien entrado el siglo VI de nuestra era. Creían que el mundo ya pertenecería en adelante a los
cristianos y que muy pronto ya nadie mostraría interés alguno por la antigua religión egipcia, ni por las innumerables
inscripciones que la celebraban sobre las paredes de los templos ahora en ruinas, ni por la historia siempre determinante
de la gloria pasada de estos dioses milenarios. Nos ha llegado hasta nosotros un texto griego del falso Apuleyo, Asclepio,
del capítulo 24 que cita lo siguiente en referencia a la caída de los dioses egipcios:
“Un tiempo vendrá en que parecerá vano que los egipcios hayan servido a la divinidad con piedad en sus corazones y
con un culto asiduo...Los dioses se irán de la tierra, regresarán al cielo y abandonarán Egipto. Este país que fue antaño
el domicilio de santas liturgias, ahora es la viuda de sus dioses y no volverá a gozar de su presencia... Esta tierra
sacrosanta, patria de santuarios y de templos, se hallará cubierta de sepulcros y de muertos. ¡Oh Egipto, Egipto, de tus
creencias sólo quedarán fábulas que parecerán increíbles a las generaciones futuras, y sólo quedarán palabras grabadas
sobre las piedras para relatar tus actos de piedad...!”. Sin embargo y sin menosprecio a este comentario, se puede
asegurar y congratular que se equivocaron y que las creencias egipcias están aún vivas, modificadas o fusionadas, pero
vivas y en constante evolución.
El culto de Isis fue el último culto pagano en aparentemente “desaparecer”. Su popularidad provocó que éste siguiera
celebrando aún cuando en Egipto habían sido ya prohibidas las liturgias de los dioses restantes, cerrando todos sus
santuarios, como ya lo mencioné, desde el año 394 d. de C. Concretamente, el templo de Isis en Filé siguió manteniendo
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sus cultos y liturgias hasta los años 535 al 540 d. de C., quizás más adelante(esto dependiendo de la cronología utilizada),
cuando por orden del Emperador Justiniano se convirtió al templo en centro de liturgia cristiana. De esta curiosa manera la
veneración a Isis se introdujo primero en el mundo griego y más tarde en el romano, haciendo que traspasara los límites de
su propio país. Se le adoró en numerosos puntos de la cuenca mediterránea, donde están repartidos gran cantidad de iseum
o iseión, vocablo griego empleado para designar un santuario grecoegipcio o grecorromanoegipcio consagrado a esta
peculiar diosa. Solamente en Roma se construyeron varios de estos recintos y la diosa protagonizó cultos mistéricos de
gran importancia que aparentemente han evolucionado y llegado hasta nuestros días. En los escritos del propio Plutarco
encontramos datos que parecen sustentar lo anterior:
“Pues ni las largas barbas, ni el llevar mantos filosóficos, ni los vestidos de lino, ni una cabeza calva, hace devotos de
Isis; sino que es Isiaco verdaderamente aquel que, cuando recibe por vía legal de la tradición lo que se enseña y practica
en relación con esas divinidades, examina e investiga profundamente qué hay en ello...”
Es realmente significativo resaltar que en el mundo griego se celebraran fiestas relacionadas con algunos dioses del valle
del Nilo. De entre ellas mencionaré el “Novigium Isidis” y las “Fiestas de Otoño”, que en opinión de los especialistas
podrían tener relación con las festividades celebradas en Egipto durante el mes de CHOIAK o JOIAK(octubre),
rememorando la muerte de Osiris y la búsqueda de sus pedazos corpóreos por parte de su hermana-esposa Isis.
Es notable la influencia de la religiosidad y del esoterismo egipcio sobre las posteriores sociedades de “misterios” de
los demás países circunvecinos y mediterráneos, prolongándose y adaptándose éstos en variaciones o con cambios
menores o mayores sin duda alguna después del período egipcio antiguo. Esto puede apreciarse en algunas de las
doctrinas gnósticas, a través del pitagorismo y tal vez se haya proyectado sobre algunas asociaciones de profesiones y
oficios que sobreviven en la actualidad. Sea como fuere, la leyenda de Osiris constituye una de las pruebas más llamativas
de la continuidad y la analogía de los ritos iniciáticos milenarios a través de los siglos. Más de 3000 años antes de nuestra
actual era caótica, “abierta”, nuclear, globalizada y cibernética, los antiguos egipcios poseían una narración mítica
fabulosa y desarrollaban iniciaciones rituales totalmente similares a las nuestras actuales. El iniciado en los misterios de
Osiris se envolvía en una mortaja, exactamente igual que el masón aspirante moderno, que debe recostarse en un ataúd
para ser iniciado. Osiris era asesinado por su hermano Seth, tal como Hiram moría en manos de sus compañeros traidores.
Los cultos a la diosa Isis han perdurado hasta nuestros días identificándola a través de la historia con otras diosas como
Démeter, Cibeles, Astárte, Diana, María la madre de Jesús y más recientemente con las imágenes de la Vírgenes Negras
esparcidas por Europa y hasta con el misterio de María Magdalena y el Santo Grial, argumentando que todas estas
representaciones femeninas evocan a la “Gran Diosa”(que incluye en su ser toda la feminidad y fertilidad de la tierra), y
que invocan ese retorno a la vieja diosa ancestral prehistórica, la misma Tierra, conocida por muchos con el nombre de
Gaia.
Un círculo mistérico llamado GOLDEN DAWN o AMANECER DORADO cuyo origen y creación en 1888 por Westcott,
Woodman y Mathers en Londres, Inglaterra, es una mezcla de realidad y ficción, parece ser la última escala del culto
hermético de la diosa egipcia Isis. Esta organización tenía “sucursales” en París y Edimburgo. Sus raíces son egipcias,
celtas y druídicas con influencia del Nacionalismo Europeo, y totalmente antiimperialistas. Sus enseñanzas están
inspiradas en la “Verdadera Magia Antigua”. Están divididos en las Ordenes de la Rosa Roja y la Cruz Dorada. Se
menciona que estimulan las facultades psíquicas y espirituales de sus miembros por medio de rituales “mágicos”. Manejan
los símbolos y las figuras sobre la psique humana. Sus “templos” están dedicados precisamente a la diosa Isis. Se les
conoce actualmente como los “Modernos Magos”. Algunas células presumen conocer y ser portadores de los secretos de
magia del mítico mago Merlín. No cabe duda de que ciertas perturbaciones psicóticas están presentes entre los miembros
de esta extraña cofradía.
Para concluir se puede afirmar que la tríada de Osiris, Isis y Horus forma una estructura familiar triangular
freudiana(padre, madre e hijo), que simboliza el modelo ideal de relación y convivencia que los antiguos egipcios
extrapolaron a sus divinidades. Según las creencias egipcias, la situación ideal de cualquier ser humano era la fundación
de una familia y, en consecuencia, la supervivencia de su estirpe a través de la procreación.
SETH, EL DIABLO EGIPCIO. La Deidad del Desorden. Posiblemente es el Diablo más antiguo aparecido en la
historia del mundo. Nació en los valles del Nilo y fue en sus orígenes un dios totémico nómico de aquellas poblaciones
que luego dominaron y conformaron el Bajo Egipto faraónico. En los comienzos, antes de una unificación, Seth era el
señor del Bajo Egipto, siendo Horus el patrón del Alto Egipto.
Seth es uno de los dioses más antiguos de Egipto, empezamos a encontrar menciones suyas en la I Dinastía, aunque se
considera que pudo haber suplantado a un dios anterior conocido como Ash. Inicialmente fue un dios de carácter vegetal
protector de la producción agrícola y de la fecundidad, aunque muy pronto comenzó a tener atribuciones de carácter
negativo, relacionándosele con los fenómenos más negativos de la naturaleza, tales como las sequías, las tormentas, la
escasez de alimentos o el hambre. Seth es representado como un dios brutal, aunque en un principio, estaba considerado
como un dios violento pero no malvado. Pero poco a poco y a medida que se iba arraigando el mito de Osiris, Seth fue
adquiriendo connotaciones cada vez más negativas.
Seth viene del desierto y representa en la teología egipcia, los dos azotes más temidos por las tribus agrestes: las sed y la
tempestad. Es el dios de la oscuridad, de la noche pavorosa y de la procela(tormenta o borrasca)negra, y por esto mismo,
el enemigo jurado de los dioses de la luz, de Ra y de Horus.
Como Osiris, Seth era hijo de Geb, el dios de la Tierra, pero salió mal parado en el reparto de su padre, ya que mientras
Osiris heredaba el fértil Valle del Nilo, su padre le destinó las tierras del desierto, lo cual despertó en Seth una feroz e
incontenible envidia que acabó conduciéndole al asesinato de su hermano. No es difícil deducir el simbolismo que esta
historia encerró para los antiguos habitantes de Egipto, ya que el enfrentamiento entre ambos dioses era algo que se
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reproducía en el devenir de día a día: la propia lucha de la tierra fértil contra el desierto, y la política lucha del Sur contra
el Norte.
Erman en su libro La religione egizia de 1908 escribe: “Seth es lo estéril, lo que quema, la sequedad. Es lo irracional e
irreflexivo de las almas, la morbosidad y el perturbamiento del mundo... él es el Mal”.
Seth pudo ser un dios odiado por unos y adorado por otros, pero ante todo fue un dios temido, porque nadie ponía en duda
su enorme poder. Es la deidad de las tinieblas y de todo lo que representa el mal, se considera que es el dios que le roba la
luz al sol y que de él depende que los días se acorten o se alarguen. Como dios del desierto se le temía ya que podía
proteger a las caravanas, o encargarse de que no llegaran a su destino. Era el responsable de las tormentas y del trueno, y
dirigía el futuro de quienes atravesasen sus dominios. Su morada sideral se encontraba en el sector norte del cielo, en las
estrellas de la Osa Mayor, desde las que inundaba el mundo con sus influencias negativas que neutralizaban las positivas
enviadas desde Orión por Osiris. Sus energías están relacionadas con el calor destructivo del verano y con el mar, al que
se le llamaba la espuma de Seth. A pesar de los muchos aspectos negativos que se le atribuían a esta deidad, los egipcios
en su concepción dual del mundo consideraban su influencia totalmente necesaria, ya que para ellos el bien no podía
existir sin el mal, eran necesarias las energías negativas cohabitando con las positivas para así darle balance y equilibrio al
mundo.
Seth es, como todos los diablos que vendrán después de él, el enemigo de los dioses y de los hombres. Como estuosidad y
torbellino ardiente agosta las cosechas y como huracán destruye y dispersa las mieses: ansía, pues, llevar el hambre a los
hombres, condenándolos a la muerte. Como simún y como tempestad oscurece el sol y mata la luz.
Aunque tuvo numerosas atribuciones negativas, no todo lo que rodeaba a este dios era perverso. Los faraones ramesidas
intentaron hacer un “lavado” de la imagen de este dios potenciando su lado guerrero. Seth era uno de los protectores
nocturnos de la barca de Ra, quien le había apoyado en su lucha contra Horus, y en una ocasión tuvo que entablar combate
contra la serpiente Apophis evitando así que se hundiera la barca del dios sol. En sus comienzos ya había sido patrón de
los metales; según Manetón al hierro se le llamaba huesos de Seth, pero con la llegada del Imperio Nuevo pasó a
convertirse en el patrón de las armas. Sus atribuciones negativas dieron un vuelco, y se le llegó a considerar una figura
benévola como dios de la confusión, ya que lograba sembrar la discordia entre los enemigos de Egipto.
Moret cita lo siguiente sobre Seth: “El terror es su gran fuerza; hombres y dioses tienen miedo de Seth y adoran su
potencia brutal”. Por eso, a pesar de su oficio nefasto y funesto, Seth fue considerado dios, mejor aún, uno de los dioses
mayores que formaban las aneadas heliopolitanas. En los comienzos históricos, antes de la unificación, Seth era el señor
del Bajo Egipto, siendo Horus el patrón del Alto Egipto. Con la victoria de Horus, Seth fue desterrado al desierto, pero
continuó siendo el señor del Bajo Egipto, motivo por el cual participaba en las ceremonias de investidura de los faraones.
En la etapa tinita fue objeto de veneración oficial, equiparado a Horus. Uno de los múltiples grupos enemigos que tenían
los antiguos egipcios, los hicsos o hyksos, también conocidos como los reyes pastores, que durante un largo período
reinaron en Egipto, identificaron a Seth con su Dios supremo. Durante esos años de dominio hicso, Seth, emparentado por
vía matrimonial con sus diosas Astarté y Anath, se convirtió en la única deidad nacional bajo el nombre de Setej y se le
construyó en su honor un templo en Avaris, lugar donde era adorado y donde recibía grandes ofrendas como dios de la
guerra y de las tormentas. Esto no le trajo muy buenas consecuencias cuando los hicsos fueron expulsados, y durante la
XVIII Dinastía se le asoció a la imagen abominable que ha llegado hasta nuestros días. Como ya se mencionó, los
ramesidas rehabilitaron su culto, y potenciaron su carácter guerrero; incluso algunos faraones llevaron su nombre, como
Seti I y Seti II. Sin embargo en un buen número de ocasiones fue perseguido, el pueblo nunca estuvo de su parte y a partir
de la XXII Dinastía creció la animadversión hacia él, potenciando su faceta de asesino de su hermano Osiris. Tuvo tan
mala reputación que se le llegó a relacionar con la homosexualidad, que en el antiguo Egipto estaba proscrita y era muy
mal vista; en uno de los pasajes de un texto que habla sobre él aparece insinuándosele a su sobrino Horus. Su principal
lugar de culto fue Ombos, aunque también tuvo santuarios en Avaris, en Abidos y hasta en Pi Ramsés. Sus animales
sagrados fueron todos los del mar y los que habitaban en el desierto. Su representación más común era la de un ser
extraño, con un rostro que era una mezcla de distintos animales: hocico de oso hormiguero y facciones restantes
mezcladas de perro y asno.
Seth existía, y atormentaba, ya muchos siglos antes que Moisés y que Homero; es, pues, más antiguo que el Satanás
hebraico y que el Tifón griego: es el patriarca de todos los príncipes de las tinieblas. Pero su nombre se mantiene vivo aún
durante los primeros siglos del cristianismo, porque va asociado a los misterios de Isis.
Seth-y esta es su notable originalidad-no solamente fue adversario de las divinidades de la luz, sino que se hizo famoso
por su fratricidio.
Instigado por los celos y por el odio, Seth mató un día a su hermano Osiris. Valiéndose de engaños le hizo que se
introdujera y extendiera dentro de un sarcófago; cerró la tapa y lo arrojó al Nilo. La hermana y esposa de Osiris, Isis, que
también era maestra en el arte de la magia, consiguió hallar el cadáver, pero Seth aprovechándose de un viaje de Isis, cortó
en catorce pedazos el cuerpo exánime del hermano odiado.
El resto del mito habla de la venganza del fratricidio realizada por Horus, de la que ya se ha mencionado anteriormente.
Pero vale la pena recordar que el tema del fratricidio, inaugurado por Seth, se encuentra a menudo en las leyendas y en las
tradiciones, sobre todo religiosas, del mundo antiguo. El fratricidio después de Seth aparece siempre en el código de la
criminalidad diabólica, pero se transfiere y reina en las incoherentes costumbres humanas.
La historia entera de la humanidad comienza con el fratricidio de Caín que se reproduce con bastante, por no decir harta
frecuencia en la historia del pueblo hebraico y del cristianismo en general. Absalón mata al hermano Anmón, Salomón al
hermano Adonías, Jokanán a Jesna.
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La antigua Grecia cuenta el doble fratricidio de Eteocles y Polínice, de Timoleón corintio, asesino del hermano
Timófanes, del rey escita Saulio, asesino del hermano Anacarsis.
Igualmente la historia de Roma comienza con el fratricidio de Rómulo y recuerda que Lucio Catilina, después de haber
amenazado a su hermano M. Sergio, lo hizo poner en las listas de proscripción de Sila. Y por falta de espacio prefiero no
decir nada de los fratricidios ocurridos durante los siglos después de Cristo.
En fin, el fratricidio es, sin disputa alguna, uno de los delitos que deshonran más a la especie humana y puede ser debido
en muchísimos de los casos, quizás, a instigación satánica.
Como ya lo he mencionado Seth es hijo de Geb y de Nut, y hermano de Osiris, Isis y Nefthis. En la Eneada se le considera
esposo de su hermana Nefthis; algunas leyendas le atribuyen la paternidad de Anubis, aunque según otros relatos fue
esposo de Neith y padre de Sobek. Su intrincada y dramática historia familiar, y el asesinato de su hermano Osiris, le
enfrenta a Horus, que además de representar al Alto Egipto y luchar contra él por el dominio del país unificado, venga a su
padre luchando contra su tío. En dicha lucha de proporciones epopéyicas y titánicas, Horus es cegado por un rayo y pierde
un ojo, y Seth sus genitales. En algunas versiones de la leyenda se cuenta que cuando Horus venció a Seth, Isis intercedió
por la vida de su hermano. Como era de esperarse, Horus se puso furioso contra su propia madre y en un ataque de ira le
cortó la cabeza con su espada. Entonces el sabio dios Thot intervino en el drama familiar, y por medio de sus palabras
mágicas devolvió su ojo a Horus, reconstruyó los genitales de Seth y transformó la cabeza de Isis en la de una vaca y se la
colocó de nuevo; de esto último nacería la conexión de Isis con la diosa Hathor, que comúnmente es representada con
atributos vacunos-orejas y/o cuernos de vaca-.
Nuestro amigo Seth es ahora conocido solamente por los egiptólogos y los conocedores de la antigua religión egipcia,
pero era necesario que nos ocupáramos de él, aunque sea brevemente, pues como se pudo constatar, en este furibundo,
temido y odiado demonio norafricano está seguramente el patriarca de todos los demonios y, obvio, el patrono de los
fratricidas.
OTROS DEMONIOS EGIPCIOS
En la compleja religión egipcia existen una serie de deidades menores, asociadas a una u otra divinidad superior, que
por sus características han sido catalogadas como “Demonios”. Entiéndase que la palabra Demonio proviene del griego
daimonion, que significa “divinidad inferior”, por lo tanto, en la antigüedad los demonios eran considerados como
espíritus guardianes que influían sobre el destino y la vida de cada hombre. La mayoría de estos demonios eran temidos
por los antiguos egipcios y estaban vinculados con el Duat, aunque no todos se consideraban completamente negativos
con respecto a los seres humanos. Los Demonios mejor conocidos en la actualidad por los egiptólogos son los asociados
con la diosa leona Sekhmet, la “Poderosa”. Hay que hacer mención y recordar que la temida diosa Sekhmet protagoniza
un papel protector y guerrero al mismo tiempo, y que encabeza el mito egipcio de la destrucción del mundo y de los
hombres. Es posiblemente la divinidad más sanguinaria de todo el panteón egipcio-inclusive más que el mismo Seth-y por
ello, los Demonios que acompañan a la leona comparten con ella el gusto por la sangre humana, siendo numerosos los
episodios en los que se narran sus aficiones hematófagas. Del anterior mito puede surgir la hipótesis sobre el origen de las
leyendas de vampiros “chupa sangre” tan frecuentes en la Europa del Medioevo, y que tanto gusto y romanticismo siguen
provocando en el mundo moderno occidental. Por lo tanto Drácula sería un legado más del Egipto faraónico...
Los Demonios de Sekhmet la asisten en su tarea de castigar a los enemigos del sol-Ra-y por ello eran enviados a la tierra
para atacar a los hombres, y en muchas ocasiones eran portadores de epidemias y enfermedades, y causantes de disturbios
y de toda clase de desórdenes. Pero no todas sus acepciones eran negativas, también contribuían en sus tareas de
protección y sólo empleaban su ira contra los enemigos de la furibunda diosa.
Además de los Demonios asistentes de Sekhmet existieron otros aún más temidos por los antiguos egipcios, que son
conocidos como los Demonios del Duat, y que según los diferentes textos sagrados se dividían en Dioses de las Cavernas
y Dioses de las Puertas del Duat. Los Demonios de las Cavernas vivían agazapados en cada una de las doce cavernas -una
por cada hora de la noche-en las que estaban separados los Demonios “buenos” de los “malos”, y asaltaban a los difuntos
sorprendiéndolos durante su viaje al Amenti en el Más Allá.
Los llamados Dioses de las Puertas del Duat tenían como función custodiar cada una de estas puertas, que según algunos
textos también eran doce, al igual que las cavernas, y según otros relatos, eran 21 entradas, y cada una de ellas estaba
salvaguardada por uno de estos Demonios.
Todos estos extraños y surrealistas seres habitaban en el mundo subterráneo o Duat y eran mu y peligrosos para los
difuntos, como se puede observar en las representaciones de muchas de las tumbas del Valle de los Reyes, de las Reinas y
de los Nobles, y eran los más temidos porque atacaban indiscriminadamente. En contraposición, existían otros demonios
cuyo cometido consistía en facilitar el tránsito por el Más Allá, y eran los llamados Demonios Guardianes, que ayudaban a
los muertos en su viaje final hacia el Amenti y los Campos de Yaru; aunque estos Demonios “buenos” sólo ejercían su
ayuda e influencia beneficiosa sobre aquellos bienaventurados cuyo corazón pesara igual y se mantuviera en equilibrio al
contrapesarlo con la pluma de Maat en una balanza, esto en el Juicio ante Osiris en la mítica Sala de las Dos Verdades que
ya detallamos anteriormente. Los que eran considerados y dictaminados como “impuros” en dicho Juicio desataban la
vena más agresiva de estos Demonios Guardianes.
Aparte de los Demonios, en la antigua religión egipcia también existían los llamados Genios-dioses tutelares de una
persona, objeto o situación, o entidades mágicas que protegían ciertos lugares-, que eran deidades menores con
características benefactoras y funciones específicas, y que estaban generalmente subordinados a una gran deidad superior,
como ocurre con los Hijos de Horus, de quienes posteriormente hablaremos. También se pueden encontrar a genios
maléficos, como los llamados “Genios del Fuego”, que eran uno de los muchos peligros que podía encontrar el difunto en
su viaje al Más Allá, y que mencionaremos en el capítulo siguiente.
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LA INFLUENCIA EGIPCIA EN EL ORIGEN DE OTRAS DOCTRINAS Y RELIGIONES
Antes de iniciar este apartado es necesario aclarar que en nuestra opinión muy personal los orígenes del cristianismo,
como ya lo expuse brevemente en otros capítulos, están casi totalmente en la religión del antiguo Egipto faraónico, ya que
a su vez religiones que dieron origen al cristianismo como los cultos mistéricos griegos y el judaísmo proceden
directamente de las complicadas doctrinas religiosas egipcias. Es más, no se debe de olvidar que los mismos Evangelios
canónicos mencionan taxativamente que “Jesús huyó a Egipto”, sin embargo el cristianismo parece cubrir esos hipotéticos
años de la vida de su Mesías con un absurdo velo dogmático y ni un detalle más se les menciona “oficialmente” a sus
creyentes. Excepto en los llamados Evangelios Apócrifos-que deberían ser considerados como los reales-,que como ya
nos lo dice su propio nombre, la Iglesia Católica de Roma y las sectas cristianas en general no reconocen porq ue
atentarían contra sus milenarios intereses económicos y de dominación psicológica sobre las masas.
Ya se pudo constatar el parecido entre Osiris, Juan el Bautista y Jesús; el de Isis con la Madre Tierra, la Virgen María y
hasta con María Magdalena, o el de Seth con Luzbel o Lucifer, el demonio judeocristiano; pero por increíble que parezca
aún hay más. Las historias de Jesús y de Horus también son muy sospechosa y enigmáticamente parecidas, con Horus
contribuyendo al nombre de Jesús Cristo. Las leyendas que se yerguen sobre Horus se fechan, obviamente, hace muchos
miles de años, incluso mucho antes del mito de Jesús, pero curiosamente ambos comparten los siguientes datos a
considerarse:
-Ambos nacieron de una virgen el 25 de diciembre(también como en el caso de la fecha dela Resurrección de Osiris).
-Ambos tenían 12 discípulos.
-Ambos fueron crucificados entre dos ladrones, enterrados en un tumba y después resucitaron a los tres días.
-Ambos eran “El Camino, la Verdad, la Luz, el Mesías, el Salvador, el Hijo del Hombre, el Hijo Ungido del Dios, la
Palabra Encarnada, el Buen Pastor, el Cordero de Dios”, etc.
-Horus enseño en el Templo a los 12 años de edad.
-Horus fue considerado como la “sustancia de su padre” Osiris.
-Horus fue bautizado a los 30 años de edad en el río Eridanus por Anup el Bautista, que fue posteriormente decapitado.
-Horus también realizaba milagros, exorcizaba demonios, e incluso “despertó” a un hombre, El-Azar-us(Azarus), de entre
los muertos. Cualquier parecido con Lázaro no parece una mera coincidencia. Aunque esto en el antiguo Egipto en
realidad se trataba de una simple alegoría sobre el movimiento del sol a través de una constelación que aparentemente era
conocida con el nombre de La Momia.
-Horus caminó sobre las aguas; pronunció un Sermón de la Montaña, y se transfiguró en lo alto de un monte.
-El epíteto personal de Horus era “Iusa”, “el hijo que siempre se convertía de Ptah, el Padre”.
-Le llamaban Horus “el KRST”, o el “Ungido”, mucho antes de que los cristianos copiaran o duplicaran el mito del
Mesías.
-Durante el solsticio de invierno la imagen de Horus, en forma de niño recién nacido, era sacada de su santuario en los
templos para ser expuesta a la adoración pública de las masas. Aparecía representado como un infante recién nacido, a
menudo recostado en un pesebre, con el cabello dorado, con uno de sus dedos en la boca y el disco solar sobre su cabeza.
Los antiguos griegos y romanos lo adoraron también, pero bajo el nombre de Harpócrates, el niño divino Horus, hijo de
Isis la Grande.
Además, en las catacumbas de Roma existen imágenes de un Horus infante que es sostenido y amamantado por su madre
virginal Isis, las cuales son consideradas por múltiples especialistas como las originales, primigenias, y que influyeron
notablemente, en las representaciones de la “Madonna y el Niño”, de la Virgen María con su hijo Jesús, que
posteriormente adoptaría el catolicismo en su iconografía doctrinal. En Italia, y en particular en Roma, el culto a Isis
originario de Egipto estuvo de “moda” durante mucho tiempo y los monumentos egipcios continuaron fascinando a los
viajeros. Los soberanos fueron inhumados bajo pirámides y el Emperador Augusto hizo transportar el primer obelisco a
Roma en el año 10 a. de C., el cual todavía puede ser contemplado en nuestros días en la Piazza del Popolo. Existe otro
obelisco que se alza frente a la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, y la cruz que corona su extremo indica,
aparentemente, que el cristianismo domina al resto de las religiones; pero para algunos también puede ser interpretado de
otro modo, pues las enseñanzas cristianas reposan sobre la sabiduría egipcia y numerosas imágenes e historias bíblicas
proceden del antiguo Egipto faraónico. Veamos algunos inquietantes ejemplos: Los egipcios pensaban que Dios formó al
hombre a partir de barro humedecido con sus lágrimas, concepción que encontramos también en el Antiguo Testamento;
el infierno cristiano se asemeja al mundo inferior o Duat egipcio con los peligros y los castigos que acechan a los difuntos;
los faraones “ascendieron” al Cielo antes que Jesús el Cristo. El discutido y mentado principio de la resurrección era bien
conocido por los antiguos egipcios gracias al ejemplo del descuartizamiento de Osiris, cuyos fragmentos fueron reunidos
por Isis, la Gran Madre, término con el que se designa de igual manera a María, la madre venerada de los católicos. Las
similitudes en la concepción de Dios son también sorprendentes: el Cristo, cordero pascual, y la paloma del Espíritu Santo
coinciden con la tradición egipcia según la cual los dioses se aparecen bajo el aspecto de un animal; respecto a la Santa
Trinidad-el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo-, es también un concepto típicamente egipcio, pues las divinidades se
manifestaban bajo diferentes formas, estaban contenidas la una en la otra y se reagrupaban preferentemente en tríadas
como la clásica de Osiris-Isis-Horus. Toda generación es, en efecto, una imagen en la materia de la sustancia fecundante.
No es un despropósito si los antiguos egipcios afirmaban, en su mitología, que el alma de Osiris es eterna e incorruptible,
que su cuerpo es a menudo desmembrado y escondido por Seth, y que Isis yerra, lo busca y, finalmente, consigue
reconstruirlo. Es el cuerpo de Osiris posteriormente personificado por Horus. Hablando en términos cristianos, Osiris
representaría al Padre, Horus al Hijo, e Isis al Espíritu Santo en su aspecto fecundador y vivificador.
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También los antiguos egipcios ya narraban historias que se nos antojan inseparables de la Natividad bíblica, como la de la
diosa Isis que, embarazada y a punto de parir, busca refugio y es rechazada por varias grandes damas, pariendo a su hijo
Horus en una humilde choza que le ofrece una “hija de las marismas”. O la del faraón Keops quien, como el rey Herodes,
pretende que maten a tres niños porque una predicción ha anunciado que alguno de ellos de arrebatará el trono. Por lo que
respecta a los símbolos visuales, la cruz copta, la de los cristianos egipcios, deriva directamente de la cruz con asas, el
ankh, la llave de la vida de los antiguos egipcios.
Por otro lado, Plutarco termina la narración del mito osiriano diciendo que es la imagen de una cierta verdad, que se
manifiesta por medio de los múltiples símbolos, ritos y cultos que suscita. Existía, por ejemplo, la costumbre de cortar
leña en la ceremonia celebrada durante una fiesta en honor a Isis; consistía en cortar un pino, quitándole el corazónsocavando el tronco-y sustituirlo por una estatua de Osiris, hecha de la misma madera. En una colección de dichos y
palabras de Cristo, llamada Logia Agrafa, es decir, palabras que la tradición oral nos conservó, pero que no están en los
libros canónicos, encontramos esta frase: “Parte el leño y allí estoy”. Por lo tanto, el símbolo del Árbol de Navidad
también parece proceder de Egipto y, sobre todo, el del leño de la Nochebuena, ya que en los países del norte de Europa,
al pie del Árbol de Navidad, se pone un niño Jesús acostado en un leño, vaciado en forma de cuna. De esto procede la
costumbre de comer, en esta ocasión, un pastel en forma de leño.
Un historiador griego cuenta que Dionisio, identificado con Osiris, era también llamado por los egipcios Arsafés,
palabra que significa energía viril, lo que denotaría que éste era un dios-carnero, un dios-aries, indicando así su gran
fuerza generativa que actuaría, sobre todo, a partir del equinoccio de primavera. Por lo tanto, el dios Aries de los egipcios
helénicos representa, pues, el espíritu generador milenario de Amón-Ra-Sol, Osiris, Zeus para los griegos y Jesús para los
cristianos, que se manifiesta particular y principalmente en primavera.
Los egipcios decían que Osiris vivió 28 años, número que corresponde a los días del ciclo lunar. El desmembramiento de
Osiris en catorce trozos está relacionado con los días de la luna menguante. Cabe observar con más detalle esta relación
entre Osiris y la Luna-o Isis-. Plutarco nos dice que los egipcios celebraban una fiesta llamada “La Entrada de Osiris en la
Luna”, que se llevaba a cabo al principio de la primavera, en alguna fecha entre finales del mes de
FAMENOT(enero)séptimo mes del año egipcio, del mes FARMUTI(febrero)y del mes PACHON (marzo). Esta era la
fiesta de la Luna llena de primavera, cuya aparición coincide con el despertar de las fuerzas de la Naturaleza. Observemos
que en el ciclo litúrgico cristiano, la fiesta de Pascua de Resurrección se ha fijado en el domingo siguiente a la primera
luna llena de primavera. Así pues, Plutarco dice que los egipcios, colocando en la Luna la potencia de Osiris, quieren
enseñar que este dios se une con Isis, la fuerza productora. Por esto, llaman a Isis “La Madre del Mundo” y le atribuyen
una naturaleza a la vez varonil y femenina, puesto que fecundada y preñada por el Sol, emite a su vez y siembra en los
aires principios generadores de vida. Se argumenta que el jeroglífico que sirve para escribir Isis significa también “sede,
morada, residencia” y podría ser en este sentido que los cabalistas hebreos dijeran: “Mucha gente quiere ver al Rey, pero
olvidan preguntar, primero, dónde está la casa del Rey”.
Por otra parte, el mes de TIBI, el quinto mes, corresponde a finales de noviembre y el mes de MECHIR, el sexto mes,
a diciembre. El regreso de Osiris o su Epifanía se sitúa en el momento del año en que el sol empieza a crecer, es decir, en
el solsticio de invierno, del 21 al 25 de diciembre aproximadamente. Es precisamente en esta misma época cuando los
cristianos celebran la Navidad y la Epifanía, palabra que significa “manifestación, aparición, visión”. La aparición de
Osiris o del Niño Jesús. Se puede observar también que el asno está presente en el Pesebre de la tradición cristiana del
Nacimiento, pero en este caso está “pacificado”. Hay que recordar que el asno, como el hipopótamo, son animales
simbólicos e identificados con el terrible Seth, el principio del mal, que siempre parece indispensable para la
manifestación de la divinidad buena, justa y correcta. Sin la presencia de Seth o el asno, los dioses no pueden manifestarse
sobre la tierra. Así se explica la lucha de Osiris, Isis y Horus en contra de Seth, lucha que terminó con la derrota de Seth
que no fue asesinado, sino solamente castrado o emasculado. De esta manera su fuerza nociva y maligna le fue quitada, de
este modo se convirtió en el “buen asno” que lleva cargando a los dioses. El Evangelio lo denota con la frase: “El Señor se
manifiesta sobre un asno...” El asno es, pues, el lazo, el vínculo de la Palabra, del Verbo, necesario para que éste se
condense. En hebreo la palabra que significa asno quiere decir también “soporte, asiento”, y al mismo tiempo “estúpido”.
El Séfer Ha-Zohar, conocido como el Libro del Esplendor y que es la máxima obra de la literatura cabalística, realizada en
España hacia el siglo XIII y escrita en arameo por Moisés de León, dice lo siguiente: “Se puede esclavizar al asno-es
decir, al diablo-con el nombre sagrado Shaddaï, y por esto la Escritura dice que el Mesías viene montando un asno”.
Así pues, cabe subrayar que, según Plutarco, la realización osiriana es sensible y esta es la marca de la autenticidad de
toda tradición original: la regeneración del hombre-dios caído no es solamente espiritual sino también sensible, tangible,
vívida y psicológicamente sugestiva. El enorme paralelismo con el cristianismo es sorprendente, ya que l a realización
crística es también muy sensible. Además, si la encarnación y la resurrección de Osiris se producen mediante la acción de
Isis, su nueva “madre”, hermana y esposa, también para los cristianos el misterio de Cristo no puede separarse del misterio
virginal y marial.
Igualmente han sido muchos los estudiosos, ya en la edad “moderna”, que han relacionado la religión del antiguo
Egipto con el monoteísmo judeocristiano. En el siglo XVIII de nuestra era el filósofo alemán Friedrich Schiller ens alzaba
al Moisés que persuadió a su pueblo a aceptar la idea de que existía un único Ser Supremo, idea que hasta entonces habría
estado reservada sólo a los más grandes sabios egipcios. Posteriormente otros autores abordaron estas sugestivas e
incómodas relaciones, como el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, para quien la represión del recuerdo de las
relaciones entre el monoteísmo judío y el culto a Atón-la divinidad solar a la que el faraón Akhenatón convirtió durante su
accidentado reinado en dios único y omnipresente de Egipto-se hallaría en los mismos orígenes de la religión judía. Por su
parte, un importante investigador de nuestros días, Jan Assmann, hace la observación de que Akhenatón fue un personaje
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histórico condenado al olvido, ya que sus sucesores literalmente barrieron y borraron su memoria y su huella histórica
junto con el culto monoteísta a Atón, mientras que Moisés es una figura de la “memoria sin historia”-que en ocasiones
parece padecer de demencia tipo Alzheimer o de algún grado de psicosis-, que surge como una “clara” explicación al
monoteísmo judío, y al posterior cristiano.
La religión cristiana es continuación directa de la egipcia antigua, y se puede corroborar al analizar que cada uno de los
evangelistas está representado por un símbolo, que es una de las cuatro formas de cabeza que tenían las esfinges: la cabeza
humana o el “ángel”, el águila, el león y el toro; todos símbolos emblemáticos de la cultura egipcia faraónica. Incluso la
famosa oración del “Padre Nuestro” se encuentra en un texto egipcio del año 1000 a. de C. conocido como la “Oración del
Ciego”, en el cual también se encuentran escritas las conocidas actualmente como las “Bienaventuranzas de Jesús”.
La lista de similitudes es interminable y puede seguir y seguir. Y aunque estos ejemplos no son capaces ni suficientes
para poner en duda la sustancia de las enseñanzas del cristianismo en el creyente devoto, casi fanático, sí afectan la
concepción de la Iglesia misma, según la cual casi todos los textos bíblicos fueron, por así decirlo, “dictados” por el
mismísimo Dios Yahvé. Sin embargo los historiadores de las religiones sabemos desde hace mucho tiempo que estos
textos bíblicos están muy influenciados por el pensamiento egipcio y que, sin ser los creyentes conscientes de ello, todavía
permanecen vivas ideas heredadas de la fastuosa civilización faraónica.
Para concluir, Plutarco nos dejó la siguiente explicación sobre el más puro monoteísmo: “La divinidad no puede ser
múltiple, ella llena la eternidad de un ahora que no acaba nunca. La mejor manera de nombrar a Dios y saludarle, es el
adoptar esta fórmula de algunos antiguos: Tú eres uno; pero es preciso añadir necesariamente: que lo que es, sea uno y
que lo que es uno, sea. Los egipcios llamaban a la divinidad: El uno que es único y que no tiene segundo”. Esto nos
recuerda indiscutiblemente a las profesiones de fe de las grandes religiones llamadas monoteístas: Judaísmo, Cristianismo
e Islam. No es de extrañar, si se piensa que todas procedan del Egipto antiguo.
Se ha escrito en innumerables textos que nuestra civilización occidental tiene tres grandes “madres”: Atenas, Roma y
Jerusalén. Pero se les olvida que las tres son descendientes, en distintos grados, de la Menfis del Bajo Egipto y de la Tebas
del Alto Egipto, donde las ciudades fueron construidas por los verdaderos “dioses”...
El Arca de la Alianza y Egipto. Sin ninguna duda el caso de la mítica Arca de la Alianza hebrea es tan o más curioso que
el de cualquier otra reliquia o misterio de la fe judeocristiana, aún más que el escurridizo Santo Grial, porque, además,
desde su origen parece estar lleno de extrañas contradicciones, ya que el propio Yahvé, a quien se atribuye en el relato del
Éxodo el diseño del mueble mágico, parece incumplir uno de los Mandamientos básicos de su mentado Decálogo del
monte Sinaí, y es que recordemos lo que se lee en Éxodo(20, 4): “No te harás esculturas ni imagen alguna de lo que hay
en lo alto de los cielos, ni de lo que hay abajo sobre la tierra(...)”. Es muy cierto que esta regla parece clara, e incluso en
el mismo libro, dentro de los preceptos sobre el culto divino(Éxodo 20, 23), se abunda sobre este extremo: “No hagáis
conmigo dioses de plata ni os hagáis dioses de oro”. Sin embargo, en el capítulo 25 de la misma obra, y a partir del
versículo 10, el lector se tropieza con las precisas instrucciones que Yahvé da a Moisés sobre el modo en que se ha de
construir “un arca de madera de acacia” de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y codo y medio de alto. Se
añaden también instrucciones concretas sobre cómo debía estar recubierta el arca de oro, y lo que, finalmente, conduce a
la confusión: “Harás dos querubines de oro, de oro batido, a los dos extremos del propiciatorio, uno al uno, otro al otro
lado de él. Los dos querubines estarán en los dos extremos(...)”. Ahora bien, la primera pregunta sería: ¿esas instrucciones
de Yahvé no contradicen artera y flagrantemente el precepto que supuestamente a Él se le atribuye de no representar
“imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos”?; y la segunda cuestión es: ¿eran querubines o quizás
representaciones aladas del dios Atón, o dos esfinges con rostro humano...?. Sin dudas, estas interrogantes tienen una
complicadísima respuesta, pero aún se puede poner en mayores apuros, aprietos y conflictos a los muy malos redactores
de la Biblia si mencionamos algo que varios autores comentan. Según Números, capítulo 21, el pueblo de Israel caminaba
hacia el Mar Rojo y murmuraba contra Yahvé y contra Moisés, y entonces el furibundo, poco tolerante y neurasténico
Dios de Israel envió contra ellos una plaga de serpientes venenosas que mordieron a muchos de ellos y por lo tanto hubo
una gran mortandad entre la población. Luego, haciendo una vez más gala de su voluble personalidad, Yahvé decide
mostrar esa extraña magnanimidad suya y ordena a Moisés lo siguiente: “Hazte una serpiente de bronce y ponla sobre un
asta; y cuantos mordidos la miren, sanarán”. A esto nacen otras preguntas: ¿qué no era la serpiente adorada y venerada en
el antiguo Egipto como diosa protectora y una figura representativa del faraón y la realeza...?. ¿No contraviene esa orden
de Yahvé el principio ya mencionado en el que se ordenaba tajantemente no representar nada “de lo que hay abajo sobre
la tierra”?. Pareciera que tanto en el Arca como en el caso de la serpiente de bronce, Yahvé contraviene a sus propias
normas. Y si los Mandamientos prohibían la construcción de imágenes, parece que no tendría sentido que las Tablas sobre
las que fueron escritos fueran guardadas dentro de un cofre de oro, que vaya que si tenía imágenes-los supuestos
querubines-. Por esta razón son varios los autores que se han interrogado sobre para qué servía realmente la enigmática
Arca de la Alianza, si es que en verdad existió; cuáles serían sus verdaderos orígenes, e incluso hasta cómo debemos
llamarla correctamente.
En otros pasajes y libros bíblicos distintos al Éxodo este artefacto recibe diferentes nombres: Arca del Señor, Arca del
Dios de Israel o Arca del Testimonio. Pero, ¿se está hablando en todos los casos del mismo objeto o es que hay dos
diferentes?. Y es que si en el Éxodo el arca es de madera de acacia y está revestida de oro, tiene anillas para introducir por
ellas barras que permitirían transportarla y uno maravillosos querubines con sus alas desplegadas forjados y moldeados en
oro, en el Deuteronomio(10, 1-3), el Arca no es sino una humilde caja de madera, sin oro ni querubines. ¿Con lo anterior
se podría pensar que se habla de dos arcas distintas...?.
Creo que es pertinente que se repase primero lo que se cree saber sobre este misterioso arcón. El arca tendrá una
importancia militar capital y vital bajo el mando de Josué, cuando ya había muerto Moisés. Gracias a ella y a sus
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“poderes” las aguas del río Jordán, como supuestamente sucedió en el Mar Rojo, se separaron para permitir el paso del
pueblo judío(Josué 4, 5-10). Y también será utilizada en el episodio de la toma de Jericó, cuando siete sacerdotes y siete
trompetas lograron lo que no estaba al alcance de ningún ejército, derribar las murallas de la ciudad. Posteriormente y con
el paso del tiempo, los relatos bíblicos la situarán en el santuario pagano de Guilgal