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Revista Interamericana de Psicologia/Interamerican Journal of Psychology - 2003, Vol. 37, Num. 2 pp. 221-238
Lupicinio Íñiguez-Rueda1 2
Universitat Autónoma de Barcelona, Barcelona, España
Compendio
Este artículo se interroga por los efectos de la “crisis de la Psicología social” tres
décadas después de su comienzo. Se ofrece así mismo un diagnóstico de su situación
actual que muestra una escasa incidencia de la “crisis” en la práctica contemporánea.
Se indaga igualmente en las raíces de la disciplina a fin de encontrar apoyos para
un ejercicio más coherente con las implicaciones del período crítico. Finalmente se
ofrece una descripción de la “Psicología social como critica” entendida como un
continuo cuestionamiento y problematización de las prácticas de producción de
conocimiento en el interior de la Psicología social.
Palabras clave: Psicología social; crisis de la psicología social; psicología social
radical; psicología social critica; psicología social como crítica.
Social Psychology as Critique: Continuity, Stability and
Effervescence Three Decades after the “Crisis”
Abstract
This paper asks about the effects of the “crisis of social psychology” three decades
after it began. Also, the paper offers a diagnosis of the contemporary situation of
social psychology, which shows its little influence on the contemporary practices.
The paper searches as well into the roots of this discipline, in order to find some
support for a more coherent exercise with the implications of the critical period.
Finally, the paper offers a description of “social psychology as a critique”, which is
understood as a continuous questioning and problematization of any practices of
knowledge production within social psychology.
Keywords: Social psychology; crisis of social psychology; radical social psychology;
critical social psychology; social psychology as critique.
E
1
n algún momento de su corta historia, la Psicología social perdió su
inquietud intelectual. Ésa podría ser una razón que explique por qué la
siguiente afirmación de Henry Tajfel (1972) realizada hace 30 años
Dirección: Departament de Psicología de la Salut i de Psicología Social, Universitat Autonoma de
Barcelona. 08193, Bellaterra (Barcelona), España. E- mail: [email protected]/web site:
http://anatalya.uab.es/linguez
2
El autor recibió apoyo del Programa de Estancias de Investigadores, Profesores de Universidad y
de Escuelas Universitarias Españoles en Centros de Investigación Españoles y Estranjeros incluido
en el Programa Salvador de Madariaga (PR2001-0173) en el Centre for Science Studies (Department
of Sociology, Lancaster University, UK).
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ARTICULOS
La Psicología Social como Crítica:
Continuismo, Estabilidad y Efervescencias
Tres Décadas después de la “Crisis”
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ARTICULOS
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no ha perdido ni su vigencia ni su actualidad: “La Psicología social no ha tenido
ciertamente éxito en crear una revolución intelectual en el sentido de afectar
profundamente nuestra visión de la naturaleza humana como, por ejemplo, Freud
y Piaget lo han hecho para la psicología individual.” (p.106)
No es de extrañar. Tras dos décadas de permanente ebullición en el conjunto
de las ciencias sociales, con la emergencia del post-estructuralismo, el
surgimiento del zeitgeist post-moderno, o las arriesgadas apuestas para
responder adecuadamente a los retos de la sociedad postindustrial, a la
globalización o a la sociedad de la información, en la Psicología social
podemos seguir encontrando intereses como los que están detrás de trabajos
de cortas miras, recopilatorios de datos y resultados de una investigación
rutinizada como la que los que se pueden leer en las “grandes” y consolidadas
revistas de Psicología social. Trabajos titulados “El manejo de los valores
ausentes (missing) en los modelos de trayectoria para opiniones o actitudes”;
“Acondicionamiento evaluativo observacional de un elemento estimular
establecido”; “El impacto de las categorizaciones superpuestas
diferencialmente valoradas sobre la diferenciación entre grupos sociales
evaluados positiva, negativa o neutralmente”; “¿La dilución de efectos: sesgo
de juicio, convención conversacional o un poco de los dos?”, por poner algunos
ejemplos, inundan revistas como European Journal of Experimental Social
Psychology, Personality and Social Psychology Bulletin o Journal of
Experimental Social Psychology. Así pues, es fácil convenir con Gergen
(1996) en que: “La investigación experimental está ahora tan alejada de las
preocupaciones centrales de la sociedad, y sus deliberaciones intelectuales
tan aisladas de los diálogos actuales de las ciencias sociales, que el campo
está en peligro de convertirse en una curiosidad de anticuario.” (p. xii)
La interrogación sobre los efectos de la “crisis de la Psicología social”
resulta casi inevitable. Así pues, en este artículo se repasaran las características
básicas de la misma, se ofrecerá un diagnóstico de la situación actual de la
Psicología social, se indagará en sus raíces buscando nuevos apoyos para otra
forma de entender y, finalmente, se ofrecerá una descripción tentativa de una
forma crítica de entender la Psicología social.
La “Crisis” de la Psicología Social: ¿Crisis? ¿Qué Crisis?
Si seguimos la cronología que ofrece Ibáñez (1990), se han cumplido 35
años del inicio de lA “crisis de la Psicología social”. Para algunos y algunas,
una moda, para otros y otras, un mal pasajero, y para algunos y algunas más, un
importante punto de inflexión en la historia de la Psicología social. Los medios
de comunicación especializados llenaron sus páginas durante años con un debate
profundo sobre las características, el alcance, los límites y las condiciones de
posibilidad de “nuestra disciplina”. Efectivamente, la “crisis” fue sobre todo
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LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CRÍTICA
“El conocimiento producido a partir de la experimentación sobre los objetos sociales
presentaba (...) una serie de características bastante incómodas. Una primera
característica consistía en que el saber producido por la psicología social parecía
carecer de propiedades acumulativas. (...) Una segunda característica consistía
en que las teorías psicosociológicas se presentaban, en gran medida, como teorías
inconmensurables. (...) Por fin, una tercera característica consistía en que las
teorías psicosociales no reunían las propiedades necesarias para ser refutables.
En efecto, la suma de hipótesis auxiliares que deben intervenir en una
experimentación, y en la operacionalización de las variables, es demasiado elevada
para que se pueda saber dónde radica el fallo cuando los datos obtenidos no
concuerdan con las hipótesis. Como vemos, la psicología social tenía motivos más
que suficientes para prestar oídos a las voces críticas. (Ibáñez, 1990, pp. 146-147)
Tras este período de debate, un cierto optimismo se adueñó de la Psicología
social, basado en la esperanza de una nueva forma de entenderla y practicarla. Sin
embargo, años después, los mismos problemas parecen haber aparecido, sobretodo
en la Psicología social europea y norteamericana. Se puede afirmar sin rodeos
ahora es que la “discursivización” de la crisis ha tenido un efecto cosificador y
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un espacio en el que se debatía intensamente sobre el qué, el cómo y el para
qué de la Psicología social. La vivencia, la implicación, el interés de cada
quién que intervino en este debate, era muy distinto. En unos casos se resaltaba
la falta de coherencia de la disciplina, en otros se ponía en cuestión la Psicología
social misma, en otros se planteaba la necesidad de dar un vuelco sustancial a
las prácticas científicas. En fin, muchas aportaciones que en su acción lograron
definir un espacio-tiempo para la reflexión y el debate, y para la definición de
algunas líneas de salida que reunían un aparentemente amplio consenso.
Tomás Ibáñez (1990) explicitó como nadie las antecedentes de la crisis, su
cronología, sus raíces y sus dimensiones. Según él, hubo factores tanto internos
como externos que explicarían su emergencia y evolución. Entre los externos
destaca las fracturas sociales que se produjeron en los sesenta (los movimientos
contestatarios, la ‘crisis de valores’, los cambios en la estructura productiva
mundial, etc. ) pero, sobre todo, el debate y la crítica a los modelos dominantes
en ciencias sociales. En efecto, los principios más sólidamente aceptados que
sustentaban también la acción de la psicología social se derrumbaban y emergían
nuevas concepciones de la ciencia y de la producción de conocimiento que no
podían dejar impasible a la psicología social. Según Ibáñez (1990), “Es pues en
este contexto general de ‘crisis’ en nivel social, de crisis en el seno de las disciplinas
vecinas, y de transformación de un paradigma científico fundamental, donde se
conforma la crisis de la psicología social.” (p. 144)
Entre las internas cabe destacar el carácter complejo e impreciso de la
Psicología social y la rutinización de la investigación experimental que
favorecían una mayor atención a las cuestiones metateóricas, epistemológicas
y metodológicas. En efecto,
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paralizante. En efecto, una vez aprehendida por la “historia de la disciplina” y
relatada con mayor o menor exactitud, pero hasta el paroxismo, en todos los
manuales e historias de la Psicología social, la consecuencia ha sido su reificación
por haber quedado aprehendida en una trama discursiva de carácter historiográfico.
Así pues, “la crisis” ha dejado de ser un proceso interno de la Psicología social
en paralelo con procesos equivalentes en otras disciplinas de las ciencias sociales,
para convertirse en un acontecimiento puntual, datable, el cual se maneja de manera
problemática despegado del momento presente y del mismo proceso social del
cual formaba parte. Así pues, el optimismo con que muchos/as vieron la falta de
reacción de las estructuras dominantes ante la efervescencia crítica, se ha tornado
en una profunda decepción al observar su encerramiento en el nicho cronológico
que le corresponde en la “historia de la disciplina”. Por fortuna, como veremos,
cierta heterodoxia logró escapar a ello y mantener la viveza del debate y la vitalidad
del proceso, eso sí, a costa de un fuerte precio: exclusión y la deslegitimación.
Crítica de la Situación Actual
El seguimiento de las revistas mas renombradas de la Psicología social,
como las aludidas al principio, hace pensar sobre el alcance y los límites de
ese debate abierto, y sobre las presuntas consecuencias que de él se derivan.
Este debate, se podría articular alrededor de tres temas: a) la práctica actual de
la Psicología social y su relación con los debates que se produjeron en el
contexto de “la crisis”; b) pluralidad de la Psicología social; y, c) la cuestión
de la aplicabilidad de la Psicología social como propuesta.
La Práctica Actual de la Psicología Social
En la “resolución” de la crisis se asumió que había un cierto consenso en
una serie de cuestiones. Por ejemplo, una idea recurrente fue que el método
experimental era disfuncional, al menos por el hecho de crear contextos muy
alejados a las realidades sociales. Igualmente, las propuestas de abandonar la
investigación des-conectada con la realidad social, recibían, al menos en Europa,
una fuerte adhesión aparadas en la autoridad de autores como Serge Moscovici
(1972) o Henry Tajfel (1972). En esta misma dirección, la invitación a pensar
sobre los problemas sociales y tratar de contribuir a su resolución convocaba
igualmente a muchos psicólogos y psicólogas sociales. Con frecuencia, se
revalidaban una serie de compromisos relacionados con la aplicabilidad y la
implicación en la transformación social.
Pero si evaluamos las prácticas y las teorías psicosociales, como sugiere
Maritza Montero (1997), por su efecto en el mantenimiento del status quo y por
sus consecuencias en la sociedad, como el mantenimiento de la injusticia social,
el panorama no es nada alentador. Efectivamente, la situación actual en la
Psicología social mainstream no parece consecuente con las conclusiones de la
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LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CRÍTICA
Enfoque Empiricista
Una parte muy importante de la Psicología social académica, al menos en
Europa y en EE.UU., permanece en los mismos supuestos que originaron la
“crisis”. Esta parte de la Psicología social podría denominarse “empiricista”.
Sus características son una intensiva y febril actividad de producción de datos,
básicamente experimentales aunque no sólo, sobre aspectos puntuales del
comportamiento en contextos sociales. Con frecuencia, se trata del estudio de
un sin fin de variables operacionalizadas a partir de micro modelos, muy
frecuentemente llamados “teorías”. Nigel Armistead (1974) lo expresó muy bien
en su famoso libro “La reconstrucción de la psicología social”, escrito hace
nada menos que 29 años. Sus palabras no han perdido un ápice de actualidad:
“La psicología social convencional se ha ido alejando progresivamente del mundo
que se supone tenía que explicar. Aunque no ignora por completo la temática del
mundo real, la trata de una forma estrecha y conservadora, que abstrae a los
problemas de su contexto social. Esto es particularmente cierto en el caso de las
relaciones entre los valores y la temática tratada por la psicología social (...) El
mundo no espera a la psicología social; las ideas de la gente cambian y están en
movimiento, y la psicología social se queda atrás. (...) Si queremos comprender el
mundo cambiante y en movimiento, así como sus valores, tenemos que situar a
nuestra psicología social en una perspectiva histórica (...) La psicología social
convencional es con frecuencia estática en un doble sentido: ignora el contexto
histórico y congela en el tiempo al individuo.” (pp. 127-128)
Y también:
“Cuando se combina el afán por conseguir leyes generales con una concepción de
lo “social” en términos de interacción entre organismos y con el método experimental
de laboratorio, se termina en una psicología social que sistemáticamente ignora el
contexto social en el que se da la conducta, y eso tanto en nivel de conceptos como
de métodos predominantes. Esa es la razón principal por la que la psicología social
psicológica está en un callejón sin salida. Con las mejores intenciones científicas,
se ha quedado varada en seco al ignorar los contextos sociales que no deberían
darse por supuestos.” (Armistead, 1974, p. 14)
Enfoque Profesional
El enfoque profesional permite definir a un conjunto de profesionales que
se enfrentan a la intervención desde una posición disciplinar de psicología
social, a veces denominada como “Psicología social aplicada”. Se puede incluir
aquí también la “Psicología social comunitaria” (Montero, 1994a). El
alejamiento de estas prácticas interventoras de cualquier nexo o lazo de unión
teórica y/o metodológica con la Psicología social convencional, es
esperanzador, pues como hemos señalado Tomás Ibáñez e yo mismo (1996):
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crisis, sino que más bien muestra una total fractura en tres enfoques distintos:
un enfoque empiricista, un enfoque profesional y un enfoque transdisciplinar.
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“La intervención social ‘práctica’ no constituye una ‘aplicación’ del saber teórico.
Hoy en día se vuelven a tomar seriamente en consideración las reflexiones aristotélicas
sobre la diferencia de naturaleza entre el saber teórico y el saber práctico (...). No es
el mismo tipo de racionalidad el que opera en la razón práctica y en la razón científica,
aunque ambos sean igualmente racionales. Existen un conocimiento y un saber que
son irreductiblemente prácticos y poseen una autonomía y una racionalidad que les
son propias. (...) Por lo tanto, el/la psicólogo/a social orientado hacia la intervención
social no está en una relación de subordinado respecto del/la psicólogo/a social orientado/
a hacia la producción del saber científico. Es la propia práctica del/la primero/a,
irreductible a cualquier legislación desde la teoría, la que indica qué tipo de producción
teórica puede eventualmente utilizar y de qué forma.” (p. 63)
Efectivamente, el papel de la Psicología social aquí no es ni mayor ni menor
que el de otras disciplinas y huye de cualquier intento de “tecnologización” de
la Psicología social. Las lógicas del trabajo cotidiano, la búsqueda de soluciones
a los problemas sociales más acuciantes se alejan paulatinamente de la
“producción académica estándar” y poco a poco producen un saber de carácter
autónomo de extraordinario interés, aunque no es el momento de detallarlo
(véase Ibáñez & Íñiguez, 1996, para un mayor detalle).
Enfoque Transdisciplinar
La transdisciplinariedad no es la simple acción de conectar disciplinas y/o
áreas próximas o afines, ni siquiera de enriquecer la Psicología social con una
estrecha colaboración con otras ciencias, a lo cual llamaríamos
interdisciplinariedad. El enfoque transdisciplinar es más rotundo:
“La interdisciplinariedad pide una mayor colaboración entre las diferentes disciplinas,
sociales en este caso, pero siempre manteniendo las fronteras entre ellas. Sin
embargo, la trasdisciplinariedad supone una supresión de fronteras entre las ciencias
sociales, dado que son algo artificial que, además, limita y constriñe tremendamente
el conocimiento sobre la realidad social.” (Ovejero, 1999, p. 413)
Pues bien, algunas prácticas de la Psicología social se mueven básicamente
empujadas por esta concepción transdisciplinar. Es otra forma de hablar de un
“enfoque crítico”, al que también podríamos denominar “Psicología social como
crítica” como veremos al final. Aquí se da un intento de asunción de las enseñanzas
de la “crisis” y una búsqueda de una ubicación en un espacio general de las ciencias
sociales que paulatinamente convierte en borrosas las fronteras disciplinares
tradicionales: sociología, psicología, antropología, lingüística, etc. El empeño
por transformar la Psicología social se torna en un empeño por transformar la
producción de conocimiento social al margen de las distinciones disciplinares.
Visiones Plurales sobre la Psicología Social
Si se entiende por Psicología social la disciplina que ampara teórica,
metodológica y académicamente una visión puramente empiricista, son pocas
y excluyentes las prácticas que entran dentro de esta etiqueta. Si el periodo de
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LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CRÍTICA
“Confrontados con esta situación [se refiere al reclamo de relevancia social], algunos
buscan refugio en la metodología y en la respetabilidad que ésta ofrece, a pesar de
que ellos saben bien que esto no es una solución. El hecho de que haya tan pocos de
nosotros [se entiende comprometidos con la relevancia] es también importante: es
difícil simplemente continuar escribiendo para otros, para acabar aislados dentro de
nuestra disciplina y ser sólo jueces de lo que nosotros hacemos, mientras despreciamos
lo que sucede fuera. La antropología, la lingüística, la sociología, el psicoanálisis y la
filosofía reclaman nuestra atención; sus profesionales nos piden que nos comuniquemos
con ellos. Es imposible ignorar sus preguntas y las de los estudiantes que insisten en
obtener respuestas. La Psicología Social tal y como es hoy no es de mucha ayuda en
el afrontamiento de estas presiones. Es una búsqueda que mira hacia dentro y su
desarrollo se ha caracterizado por un desprecio a las cuestiones de las que estas
presiones surgen; o mejor, se ha desarrollado en reacción a otras presiones de las que
la economía, el conductismo y la industria son lo importante.” (p. 20)
El problema aquí ha sido, sin duda, la falta de tolerancia. En efecto, parece
que el único territorio donde el respeto a la diversidad no sólo no es posible,
sino que no es siquiera pensable, es el de concepción científica estándar de
las ciencias humanas y sociales y, como no, de la Psicología social. La ciencia
parece ser la única actividad humana para la que no pueden aplicarse criterios
de diversidad, la única que puede mantener un estatus de neutralidad, la única,
en suma, que está por encima de cualquiera otra de las producciones humanas.
Las reacciones antipostmodernas son buena prueba de ello, tanto las que se
producen en el interior de la Psicología y la Psicología social (Greenwood,
1991, 1994), como las que se producen en la Sociología y la Filosofía (Berger,
1998; Eagleton, 1996), así como en el de las ciencias ‘duras’, como el
‘celebrado’ bestseller de Sokal y Bricmont (1998).
En contraste, y paradójicamente, las concepciones son múltiples, las
prácticas son variadas, las concepciones, diversas. Si nos centramos en
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efervescencia crítico, de escrutinio de las consecuencias de la práctica
científica alejada de la gente, de búsqueda de alternativas creativas a la acción
psicosocial ha quedado en un nuevo empiricismo maximalista, valedor de una
investigación de carácter “contemplativo”, fiel a la creencia en los postulados
del positivismo, entonces muchos y muchas psicólogos/as sociales no pueden
aparecer bajo la etiqueta de “Psicología social”, ni sus prácticas enmarcarse
dentro de esa etiqueta disciplinar.
Ahora bien, si esa concepción convencional de la Psicología social se ve
sólo como una de las prácticas posibles, si puede aún interesar la búsqueda de
una investigación con sentido, de “relevancia social”, y si ese interés puede
ser traducido en una práctica reflexiva, en suma, científica, entonces quizás la
investigación psicosocial de carácter alternativo pueda mantenerse adscrita
disciplinar y académicamente a la Psicología social.
Para sostener este punto podríamos basarnos en la autoridad de Serge
Moscovici, quien en 1972 decía lo siguiente:
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Psicología social, además del tipo de práctica representada en las revistas que
representan la posición mainstream, encontramos, sólo por citar algunas, la
Psicología social conocida por todos como “sociológica”, la Psicología
discursiva, la Psicología social crítica, la Psicología social radical, por citar
algunas de las etiquetas que más suenan, y sobre las que se volverá mas tarde.
Es notorio el enorme impacto que sobre estas otras prácticas de la Psicología
social han tenido la tradición metodológica cualitativa, la epistemología
feminista, las posiciones gay y lésbicas y, sobre todo, la búsqueda de un
encuentro con el resto de las disciplinas humanas y sociales. Ya no son de
recibo las descalificaciones de la Psicología social no mainstream, en términos
de que es “mera literatura”, “no científica”, o “políticamente irresponsable” y
otras expresiones por el estilo cuando uno se enfrenta a los intereses de la
investigación empiricista puramente preocupados por la acumulación acrítica
de resultados de investigación, y ajenos por completo a la ebullición intelectual,
política y científica de nuestro tiempo.
La Aplicabilidad como Propuesta
Durante algún tiempo muchas personas creyeron que la aplicabilidad era la
salida a los problemas que la “crisis” había puesto de manifiesto. Pero es muy
difícil aceptar que ése haya sido el efecto. Una separación notoria de las
prácticas interventoras del proyecto general de la disciplina junto con el
encapsulamiento de la Psicología social convencional en investigaciones
rutinizadas según unos estándares completamente convencionales, han dado
al traste con esta alternativa. Y sin embargo, es en la Psicología social como
praxis dónde hay una de las posibles alternativas de salida.
En efecto, las prácticas sociales son prácticas discursivas en la misma
medida que las prácticas discursivas son prácticas sociales. El lenguaje es una
construcción conjunta de la colectividad humana que construye y reconstruye
nuestro mundo. Cada interacción, por pequeña que sea, contribuye a la
estructuración de lo social en una medida quizás inconmensurable por pequeña,
pero imprescindible. Como miembros competentes de su grupo, los psicólogos
y psicólogas sociales son agentes también de esta construcción. La actividad
científica lo es en la misma medida que la más insignificante relación entre
personas anónimas. Pueden, como cualquier otro miembro, inhibir o promover
acciones, establecer líneas, inducir o frenar cambios. Su compromiso con la
emancipación y la transformación social es ético y político, como para
cualquier otro miembro de la sociedad, pero no está ligado indefectiblemente
a la posición epistemológica y metodológica que sostiene.
El argumento es simple. Como defendía Keneth Gergen (1982), la Psicología
social es en sí misma aplicada, como mínimo en virtud del principio de la
generatividad de las teorías:
“Según Gergen, la función de la teoría es generar dudas acerca de las ‘evidencias’
incuestionadas, plantear preguntas fundamentales acerca de la vida social actual,
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LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CRÍTICA
Pero se puede ir más allá, como acción científica, el quehacer de la
Psicología social es una práctica discursiva, es decir social, que con el
conjunto de prácticas sociales producidas en un momento dado, está
contribuyendo a la generación de estructuras sociales nuevas y/o al
mantenimiento de las ya existentes. Qué dirección cada psicólogo/a social en
concreto querrá estimular, remite sólo al espacio de sus compromisos éticos
y políticos, como así es también para el resto de las personas.
No Siempre Fue Así
En efecto, no siempre fue así. Tanto en el período denominado de “la crisis”
como en los anteriores, muchas prácticas enmarcadas en el espacio disciplinar
de la Psicología social eran distintas, eran más creativas, más próximas a los
intereses de la gente, más consonantes con el “espíritu de los tiempos”. Así
por ejemplo, Serge Moscovici invitaba en 1972 a una especie de “cura de
humildad”, aunque cargada de optimismo, afirmando que la Psicología social
no era verdaderamente una ciencia, sino tan solo un “movimiento de
investigación y metodología” con algunas aportaciones de interés. Al tiempo,
nos detallaba los aspectos que frenaban una perspectiva psicosocial que habría
de estar marcada por su desarrollo principalmente teórico. En efecto,
Moscovici (1972) señalaba que la adhesión a la “ideología científica” – termino
que tomaba prestado de Henry Tajfel, representa un freno en el desarrollo de
la Psicología social. Esta “ideología científica” estaría marcada por tres
aspectos. Primero, por la hegemonía del positivismo que lleva a un desmesurado
afán de acumulación de datos con la esperanza de llegar, algún día, a construir
un potente armazón conceptual. Segundo, por la sistemática evitación de entrar
a fondo sobre la naturaleza de la producción del saber en Psicología social. Y
tercero, por la evitación de la teoría y el debate teórico que sería el resultado
de la pretensión de diferenciación con la filosofía. En este sentido, decía
Moscovici, sólo si el debate sobre ideas conduce de una forma u otra a la
experimentación, es aceptable. El resultado de ello resulta desalentador:
“A causa de la inseguridad prevaleciente, el medio de las ciencias sociales se ha
convertido en tan represivo que ha hecho a la ciencia completamente no interesante;
los problemas fundamentales del hombre y la sociedad están perdidos en una nube
de ‘campos’ fragmentarios y técnicas que tuvieron éxito en dar la espalda al talento
genuino y en helar todo entusiasmo.” (Moscovici, 1972, p. 37)
Pero se puede mirar aun un poco mas atrás. Sin necesidad de remontarnos a
los orígenes, trabajo que admirablemente ya ha hecho Tomás Ibáñez (1990),
psicólogos sociales que aparecen como “fundacionales” en la historiografía de
la Psicología social mainstream nos dan una lección de cómo podría haber sido
y no fue, y de cómo desarrollar un mejor entendimiento de nuestras prácticas de
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contribuir a romper los esquemas establecidos y engendrar, a través de esta labor
crítica, alternativas de acción novedosas que permitan desarrollar nuevas relaciones
sociales.” (Ibáñez & Íñiguez, 1996, p. 67)
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vida cotidiana. Basta poner algunos ejemplos que resultan emblemáticos. En
concreto, merecen una atención especial algunos comentarios de Solomon Asch
(1952), Fritz Heider (1958), Muzafer Sherif (1936).
Algunas Enseñanzas de Asch, Sherif y Heider
Disculpe el/a lector esta cita tan extensa, pero resulta difícil expresar con
mejor fortuna la misma idea de Solomon Asch (1952):
“El progreso de las ciencias naturales es condición indispensable para una psicología
vigorosa, pero su preeminencia incuestionable ha ejercido también un efecto
perturbador sobre la disciplina recién surgida. En su ansiedad por ser científicos,
los estudiosos de la psicología imitaban a menudo las formas modernas de ciencias
de larga trayectoria, ignorando, al mismo tiempo, los pasos que dieron estas ciencias
cuándo jóvenes. Por ejemplo, han bregado por emular la exactitud cuantitativa de
las ciencias naturales, sin indagar si su propio tema estaba, en todos los casos,
maduro para tal tratamiento, ni advertir que el tiempo no se apura moviendo las
agujas del reloj. Debido a que los físicos no pueden hablar con las estrellas o con la
corriente eléctrica, los psicólogos han vacilado muchas veces en hacerlo con sujetos
humanos. O han cogido como modelo algunos hechos escogidos de la biología, con
la esperanza de derivar un estudio científico del hombre de los estudios de los
organismos inferiores. Hay psicólogos que admitirían prestamente la realidad de la
conciencia o de un sentido del honor si pudieran certificar su presencia en bueyes
y gallinas. Tienden a hablar simultáneamente de ratas y de hombres sin reconocer
con claridad que el tópico de la conversación ha cambiado. Con tales presiones es
fácil ignorar grandes acontecimientos e incapacitarse para abordar lo más
sorprendente del tema. Surge la tentación de permitir que técnicas llamadas
científicas gobiernen el pensamiento y determinen el grado de interés de cada
punto. Aparece entonces el hombre, en deformadas estimaciones, como un animal
degenerado o como una agrupación de recursos mecánicos. Al observar estas
distorsiones hay quienes están demasiado dispuestos a concluir que la ciencia
aplicada al hombre comporta una incurable superficialidad y que es, al respecto,
insufriblemente torpe. Por fortuna, no hay necesidad de equiparar la actitud de la
ciencia con la estrechez o la falta de sensibilidad; no es necesario disolver la
psicología recién nacida en la tinta de la ciencia. (...) Si la psicología social debe
contribuir al conocimiento humano, hacer algo más que agregar notas marginales a
las ideas desarrolladas en otros campos, ha de observar libremente sus fenómenos
y examinar sus fundamentos.”(pp. 11-12)
Solomon Asch (1952) sostenía la existencia de una permanente influencia
sobre de las condiciones socio-históricas sobre el quehacer de la ciencia, y
en particular, de la Psicología social, lo que le permitía desenmascarar algunos
de los abusos y de los efectos de prácticas investigadoras poco reflexivas y
problematizadoras, y demasiado automatizadas:
“Es de una necesidad primordial desembarazarnos del enfoque simplista de los
datos que estudiamos y considerar problemático y nuevo lo que espontáneamente
suponemos simple y familiar. Debemos habituarnos a estar advertidos de que las
posibilidades del carácter humano son mayores de lo que nos ha sido dado observar,
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LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CRÍTICA
Asch (1952) fundamentaba aquí la necesaria responsabilidad social de la
investigación y la producción de conocimiento:
“Las ideas sobre la naturaleza del hombre comportan algo más que un interés
académico; ejercen gran influencia en la vida de las personas y de los grupos. En
realidad podemos afirmar que las sociedades engloban en sus instituciones, y se
esfuerzan por realizar en sus prácticas, concepciones particulares del ser humano.
Las creencias sobre la naturaleza humana son expresiones de condiciones sociales
tanto como armas de lucha social. Comprender este hecho es advertir la gran
importancia de una ciencia de la psicología humana.” (p. 38)
Estas apreciaciones vienen a reafirmar de algún modo las críticas que
Muzafer Sherif hacía en términos de la falta de perspectiva de la psicología
social, en su célebre libro sobre las normas sociales (Sherif, 1936). En efecto,
Sherif sostenía que la cantidad de estudios sobre valores, costumbres, modas,
estereotipos y otras variedades de normas sociales no era proporcional a la
comprensión sobre las mismas y que las conclusiones a las que se llegaba
podían ser diametralmente opuestas. Las razones de ello no estribaban tanto
en la complejidad de estos procesos sociales sino en un “serio defecto
metodológico”, la falta de perspectiva. Sherif se refería al hecho de que la
propia investigación está afectada por los sistemas de normas que son propios
del contexto social dónde el/a investigador/a se encuentra. Consiguientemente,
su no problematización –si bien él hablaba de “distanciamiento necesario del
investigador”-, comporta un serio problema de consecuencias profundas3 :
“Este defecto es la falta de la necesaria perspectiva en muchos de otro modo
excelentes estudios técnicamente. A causa de esta falta de perspectiva algunos
factores importantes, a veces los factores decisivos en la producción de un resultado,
son perdidos enteramente.” (Sherif, 1936, p. 6)
Fritz Heider (1958), otro de los “padres fundadores” de la Psicología social
contemporánea, enfatizaba aspectos similares. Tres son los aspectos en los que
Heider insiste. En primer lugar, en la preponderancia de la teoría sobre el método:
“Nuestro punto es que cada avance definitivo en ciencia requiere un análisis teórico
y una clarificación conceptual del problema. Es nuestra creencia que en el campo
de las relaciones interpersonales tenemos ya mucho conocimiento empírico y que
podemos llegar a un conocimiento sistemático y a experimentos cruciales más
rápidamente intentando clarificar la teoría” (p. 4)
3
En otra línea de desarrollo, el mismo Sherif en su famosísimo experimento de la cueva de los ladrones
(Sherif et al., 1988) apuesta por una síntesis del método experimental y la observación etnográfica que
Campbell (1988) ha llamado “Antropología experimental” y pragmáticamente se adelantó varias décadas
al intenso debate metodológico que hoy se vive en el conjunto de las ciencias sociales y, muy
particularmente, en la Psicología social.
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de que las creencias y prácticas que parecen comprensibles y permanentes tienen
una historia e indudablemente continuarán cambiando. Si así no lo hacemos, nos
ubicamos en la engañosa posición de haber resuelto nuestros problemas antes de
haberlos investigado.” (Asch, 1952, p.22)
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En segundo lugar, en la contribución que el sentido común puede hacer al
desarrollo del conocimiento científico:
“La psicología científica tiene mucho que aprender de la psicología de sentido común.
En las relaciones interpersonales, quizás más que en ningún otro campo de
conocimiento, conceptos fructíferos y presentimientos para hipótesis se encuentran
dormidos y no formulados en lo que conocemos intuitivamente.” (Heider, 1958, pp. 5-6)
En tercer lugar, la consideración del lenguaje como herramienta
conceptual:
“El hecho de que somos capaces de describirnos a nosotros mismos y a otra gente
en lenguaje cotidiano significa que esto expresa más de lo que hemos llamado
psicología ingenua. Este lenguaje nos sirve bien, por esto tiene una infinita flexibilidad
y contiene un gran número de conceptos generales que simbolizan experiencias
con el entorno físico y social. Después de todo es este lenguaje no científico,
cotidiano, el que ha servido como herramienta a los escritores en sus representaciones
del comportamiento humano.” (Heider, 1958, p. 7)
Pero este no pretende ser un mero paréntesis nostálgico de paseo por el pasado,
al contrario, quiere ser visto como un argumento de autoridad – no en vano sus
representantes gozan del prestigio no cuestionado de ser “padres de la Psicología
social”, y como una fuente de inspiración para restaurar un talante en la Psicología
social más coherente con los resultados de la crisis. Regresemos ahora a la
actualidad para acabar por dibujar la urdimbre y la trama de una Psicología social
como crítica.
Psicología Social Crítica y Psicología Social Radical
Psicología Social como Crítica
Como decía Tomás Ibáñez (1990, p. 146) “los efectos de la crisis han sido en
realidad profundos y, probablemente, irreversibles”. No obstante lo dicho hasta
ahora, y a pesar del escepticismo al que lleva el análisis de las prácticas concretas,
cabe decir que algo nuevo está pasando en los últimos años, tanto en la concepción
de la Psicología social como en sus prácticas y en sus aspectos académicos. En
efecto, la progresiva visibilidad de otras formas de hacer puede ser constatada
cada vez con mayor nitidez. Como dicen Miguel Domènech e Tomás Ibáñez (1998):
“Vistos bajo este prisma, la crisis, en general, y el texto de Gergen [se refiere al de
1973], en particular, significaron un punto de inflexión en el desarrollo de la Psicología
social a partir del cual surgían dos grandes alternativas en la comprensión de la
disciplina. Por un lado, cabía seguir en la que constituía la corriente dominante y
llevar a cabo una psicología social como ciencia positiva, por otro lado se abría una
nueva perspectiva que se articulaba en torno a la concepción de la psicología
social como crítica.” (p. 13)
Pero ¿se trata de una nueva Psicología social? Se puede defender que hay un
espacio amplio, un gran conjunto de prácticas, caracterizado por una actitud crítica
que incluye distintos subconjuntos, entre los que pueden referirse dos: la
Psicología social crítica y la Psicología social radical.
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LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CRÍTICA
“Abarca las prácticas sociales, la intersubjetividad, la construcción de los significados
sociales y la continua reproducción y transformación de las estructuras sociales
(Ibáñez, 1990). Esto implica el paso de una psicología de la mente a una ‘psicología
de las relaciones socio-morales’ (Shotter, 1993) y, en ese paso, es preciso también
superar la visión referencial-representacionista del lenguaje propia de la psicología
social como ciencia positiva.” (p. 19)
Crítico/a remite al hecho de juzgar, pero también a crisis como cambio o
mutación profunda (en procesos ‘ya de orden físico, ya históricos o
espirituales’, como dice el diccionario de la Real Academia Española). Radical
remite a raíz, pero también a fundamental y a cambios y reformas profundas
(‘especialmente en sentido democrático’ dice el diccionario). Si nos atenemos
a estas acepciones, cabe distinguir pues esos dos subconjuntos, crítico y radical,
que a veces van unidos y otras muchas, separados, pero que juntos conforman
una psicología social de carácter radicalmente crítico.
Psicología Social Radical
La Psicología social radical enfatiza la transformación del orden social, es
una psicología implicada en los procesos de emancipación y de cambio social.
La Psicología social radical puede ser crítica o no. Sólo a título de ejemplo,
Ignacio Martín-Baró (1942-1989, Pacheco & Jiménez, 1990), por su implicación
en los procesos de cambio y su compromiso con los movimientos emancipatorios
entraría dentro de la categoría “radical”, pero por el tipo de asunciones teóricas y
metodológicas que realiza, no cabría dentro de la categoría “crítico” tal y como
se definirá. Maritza Montero (1994a, 1994b, 1997) por el contrario, comparte
simultáneamente los intereses de la Psicología social radical y los de la critica.
La psicología social radical tiene que ver con el cambio social, pero no
únicamente en el sentido de la introducción de cambios, sino como sostiene
Henry Tajfel (1972), también en el sentido de la propia transformación como
práctica social. Efectivamente, para Tajfel el cambio implica dos nociones, una
próxima al individuo puesto que el cambio no es algo que se produzca sólo a
escala social sino que se produce también a escala de cada individuo en particular
– somos seres ineludiblemente cambiantes. La segunda tiene que ver con el
carácter recíproco del cambio, en el sentido de que el cambio personal implica
cambios en el entorno social, y los cambios en este, nuevos cambios en aquel. La
misma reflexión cabe para cualquier actividad humana, incluida la de producción
de saber psicosocial la cual sería caracterizable en los mismos términos de
reciprocidad:
Aunque Israel se refiere a ella como ‘ciencia social crítica’, su visión se adapta
perfectamente a lo que aquí se ha definido como ‘Psicología social radical’.
Efectivamente, Israel (1972) sostenía que la ciencia social, y la Psicología social,
puede pretender la emancipación y el cambio del mundo “tal como es ahora”.
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Las características del conjunto han sido bien resumidas por Miguel Domènech
y Tomás Ibáñez (1998):
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Para ello, debería abandonar el empiricismo y el positivismo y abrazar valores y
pretender objetivos de carácter alternativo. En sus palabras, la función de una
teoría crítica sería múltiple. Por un lado, podría criticar las teorías aceptadas
facilitando la elección entre modelos y aproximaciones alternativos. Por otro,
debería mantener un carácter decididamente antidogmático, es decir, de ataque
las ideas comúnmente aceptadas que se presentan con frecuencia como
autoevidentes y que nunca son cuestionadas. Por ultimo, romper la convicción
conservadora de que la ciencia social no debe implicarse con los objetivos y
metas sociales.
Uno de los mejores ejemplos de esta clase de Psicología social es
probablemente el libro de Wexler (1977/1996). Este autor establece los
parámetros de una psicología social comprometida con los procesos
emancipatorios echando mano de dos tradiciones: la marxista y la psicoanalítica.
De un modo general se podría decir que la psicología social, para ser radical,
debería tratar como sostiene Ian Parker (1989) sobre los cambios en el mundo
real e implicarse con las formas en que la gente puede cambiar colectivamente el
orden de las cosas por ellos mismos. En su opinión, para conseguir esto es
necesaria una comprensión política de la interacción social que pueda relacionar
la investigación con el cambio social, conectando lo que hacemos y decimos
como psicólogos sociales con los cambios culturales y abandonando cualquier
pretensión de neutralidad política.
Psicología Social Crítica
La Psicología social crítica es sobre todo el resultado del continuo
cuestionamiento de las prácticas de producción de conocimiento. Puede ser radical
o no, en el sentido de que puede permanecer al margen de cualquier pretensión
de emancipación social o sentirse plenamente implicada en ella.
En los últimos años, las concepciones epistemológicas, teóricas y
metodológicas subyacentes en las prácticas de la Psicología social estándar han
cambiado profundamente para muchos y muchas. Efectivamente, se ha producido
una oposición radical al positivismo y una severa crítica al individualismo, se han
dejado penetrar ideas y planteamientos de otras disciplinas distintas de la
Psicología social y de la Psicología que van desde la epistemología feminista y
los estudios gay y lésbicos, hasta el giro lingüístico y discursivo, se ha reafirmado
un compromiso con los procesos de cambio políticos y sociales, y se ha buscado
una difuminación de las fronteras de lo teórico y lo metodológico. Todo ello
hace que se pueda hablar de una ‘nueva psicología social’ (Ovejero, 1999). Sus
ejes, dicho en breve, se estructuran en torno a la intersubjetividad y el imaginario
social, a las perspectivas postestructuralistas y construccionistas, a los
planteamientos postmodernos, al abandono de las grandes narrativas, al análisis
del discurso, el análisis conversacional y la psicología discursiva como alternativa
seria al cognitivismo dominante y, como no, al relativismo. En síntesis, como
dice Tomás Ibáñez (1997):
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LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CRÍTICA
Un libro que sintetiza muchos de estos supuestos y que viene a fijar esta
pluralidad de posiciones críticas es Critical Social Psychology (Ibáñez e
Íñiguez, 1997). Asimismo, en el contexto de habla hispana, pueden encontrarse
otras obras dentro de esta misma orientación como el libro de Ángel Gordo y
José Luis Linaza (1996), el número monográfico de la Revista de Psicología
Social Aplicada dedicado a los métodos cualitativos (Íñiguez, 1995), y el
número monográfico de la revista Anthropos dedicado a la Psicología social
crítica (Ibáñez & Doménech, 1998).
El peligro de una Psicología social crítica, como el de cualquier otro tipo de
concepción, puede estar en un paulatino acomodamiento institucional y en una
complaciente aceptación de la, cada día, más obvia visibilidad académica. Por
ello, quizás es tiempo aquí de comenzar, en la línea de algunas posiciones postconstruccionistas, a ampliar la perspectiva hacia la problematización de la propia
noción de ‘lo social’ y a la apertura de nuevas comprensiones de ello, como
hacen por ejemplo, Miguel Domènech (1998) y Mike Michael (1997). Así,
Miguel Domènech y Francisco Tirado (1998), con relación a conceptos como
cuasi-sujeto o cuasi-objeto, afirman:
“Estos conceptos marcan una posición híbrida, escapan al viejo dualismo, a la clásica
tensión entre la sociedad y la naturaleza o la naturaleza y la tecnología. Abren un espacio
distinto para nuevas identidades. Marcan un momento previo a la irrupción del dualismo
sujeto/objeto, clasificación que no es esencial, distinción que es meramente el resultado
de traducciones y, por tanto, de distribuciones de materiales heterogéneos” (p.29)
Discusión
Para concluir, pueden sintetizarse los elementos principales desarrollados
en el articulo. En primer lugar, a la vista de muchas de las prácticas que hoy se
producen bajo la etiqueta disciplinar de la “Psicología social” y como resultado
de una diagnosis pesimista, parece aconsejable abogar por un reencuentro con la
idea de relevancia social de la investigación. En segundo lugar, a fin de abarcar
prácticas muy diversas, desde las más convencionales hasta las más críticas que
se dan en Psicología social y en otras disciplinas próximas, seria pertinente
defender un enfoque transdisciplinar de/para la Psicología social. En tercer lugar,
se hace necesario apelar a un fundamento de tipo ético para reclamar aceptación
de la diversidad teórica y metodológica que es propia de la Psicología social. En
cuarto lugar, parece claro que hay posibilidades de que una Psicología social de
carácter crítico asuma el compromiso de la acción científica con el proyecto de
emancipación y transformación social. En quinto y último lugar, habría que, por
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“A un nivel muy general, esta psicología social ‘diferente’ asume un ‘giro
construccionista’ (en la esfera ontológica), un ‘giro interpretativo/lingüístico’ (en el
nivel de la metodología) y un ‘giro no-fundamentalista’ (en el plano epistemológico,
incluso aunque la más radical de las críticas cuestionen el propio concepto de
‘epistemología’).” (p. 29)
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así decir, seguir en movimiento, abrirse a concepciones nuevas, transgresoras, de
lo social y de los seres humanos siendo sensibles a los nuevos imaginarios que
emergen en nuestra sociedad contemporánea.
Y así pues, estos podrían ser algunos ejes de una propuesta de desarrollo de la
Psicología social como crítica. En efecto, “Psicología social como crítica” es
una etiqueta como cualquier otra. El nombre es lo de menos, basta recordar que
esta categoría ha sido denominada de diversas formas: “nueva psicología social”,
“corriente alternativa”, “Psicología social como crítica”, o “Psicología social
radical”. No es necesario verla como una disciplina o subdisciplina, sino que
parece más productivo considerarla mas bien una práctica. En este sentido, viene
a categorizar aquellas prácticas de producción de conocimiento comprometidas
con una mirada crítica que se dan en ese nicho de límites borrosos que es la
“Psicología social” académicamente instituida.
Y esto, porque a pesar de sus distintas denominaciones, en el interior
encontramos siempre una perspectiva similar, una mirada reconocible, una
incontenible práctica de problematización. La “Psicología social como crítica”,
pues, puede ser vista como la consecuencia del continuo cuestionamiento y
problematización de las prácticas de producción de conocimiento. En este sentido,
recoge la mayor parte de las características del llamado “construccionismo”, así
como de la sociología del conocimiento científico, tanto en lo que se refiere a
las asunciones ontológicas (al asumir de un modo u otro, el “giro
construccionista”), como epistemológicas (al mantener posiciones no
fundamentalistas e incluso cuestionadoras del propio concepto de
“epistemología), metodológicas (al asumir un giro interpretativo/lingüístico),
políticas (cuando se alinea con las prácticas de emancipación y transformación
social). Además participa también del proyecto/intento de permeabilización de
las disciplinas científico-sociales, pudiendo ser vista como un magma informe
que impregna lugares y recovecos en el ámbito genérico de las humanidades y las
ciencias sociales.
Pero esto es sólo una aproximación que mira al pasado. Pensando en el futuro,
la “Psicología social crítica” puede ser entendida como en permanente estado de
problematización, atenta a los cambios que se producen en la esfera de las ciencias
sociales y contribuyendo a ellos. Manteniendo la permeabilidad hacia las ideas y
planteamientos de otras disciplinas distintas de la Psicología social y de la
Psicología, como la epistemología feminista y los estudios gay y lésbicos, la
Lingüística y los estudios del discurso, la Sociología del conocimiento científico
o los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Manteniendo también una
oposición radical a las formas de pensamiento de carácter despótico y autoritario,
manteniendo una severa crítica al individualismo, un compromiso con los procesos
de cambio políticos y sociales, una difuminación de las fronteras de lo teórico y
lo metodológico o de lo natural y lo social.
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LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO CRÍTICA
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Lupicinio Iñiguez-Rueda. Doctor en Filosofía y Letras (Psicología) por la Universitat
Autónoma de Barcelona. Profesor Titular de Psicología Social en el Departament de Psicologia de la Salut i de Psicologia Social, Facultat de Psicologia, Universitat Autónoma de Barcelona, Coordinador del Programa de Doctorat en Psicologia Social (Universitat Autònoma de
Barcelona). Sus intereses de investigación se centran fundamentalmente en tres líneas: Memoria
Social, Psicología Social de la Ciencia (específicamente el análisis del impacto psicosocial de
las nuevas tecnologías de la información), y los métodos cualitativos de investigación en
Ciencias Sociales (específicamente el Análisis del Discurso).
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