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EL TRIUNFO DE LA IGLESIA:
UNA NARRACIÓN EN DEFENSA DE LA FE
Enrique Gerardo Aguilera Longoria
Universidad de Guanajuato
Al contemplar la imagen y recordar la importancia que para la evolución religiosa representó el «Triunfo de la Iglesia», se dice que fue un elemento importante
a recalcar por los misioneros de las diferentes órdenes que fueron enviadas con la
tarea de evangelizar las tierras de la Nueva España.
La presencia de la Compañía de Jesús en Guanajuato, con la posterior fundación del colegio y del templo de la Santísima Trinidad nos ubica de cierta manera
con el principio de la amplia e importante presencia que llevaría a la Compañía
de Jesús a formar parte histórica en la evangelización del centro y del norte de
México.
Lo anterior, acumulando hasta el momento de su expulsión, los firmes conceptos religiosos y de educación cuyos modelos aun hoy, continúan vigentes y para lo
cual utilizaran como herramientas de enseñanza. Los iconogramas que reflejaban
por sí mismos, las pinturas que en este caso se encontraban dentro del colegio y
del templo de la compañía de Jesús de Guanajuato.
Es probable que las pinturas tuvieran la finalidad, en cada orden religiosa, de
transmitir el mensaje de enseñanza que conlleva; pero enfocándonos a la compañía
de Jesús, sus ideas de enseñanza visual, nos hacen buscar obligadamente su objetivo
de representar de manera gráfica, los conocimientos transmitidos durante el proceso de evangelización para de tal manera considerar que sus obras representan todas
en los templos y colegios jesuitas significaban un verdadero triunfo de la iglesia.
Fig. 1. Cabrera, M., El triunfo de la Iglesia, Óleo sobre tela, Templo del Oratorio de San Felipe Neri,
Guanajuato, México, S.XVIII, Fotografía: Enrique Aguilera Longoria
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Enrique Gerardo Aguilera Longoria
La obra que nos ocupa se encuentra en el coro del templo de la Compañía de
Jesús en la ciudad de Guanajuato; obra realizada por el taller de Miguel Cabrera
con algunos de las siguientes características.
Acerca del templo de la Santísima Trinidad
Como el lugar de estancia de la obra de nuestra comunicación, cabe hacer
mención que sus antecedentes datan de la idea del primer superior del Hospicio
de la Santísima Trinidad. Sin embargo, es el segundo superior, el padre Juan Bautista Peñuelas quien consiguió las fincas de los alrededores para iniciar la construcción. Ésta inició el 26 de julio de 1747. El Cabildo, el comercio, vecinos de la
ciudad y el Alcalde Vicente de Sardaneta y Legaspi aportaron con limosnas para la
realización de los trabajos y los operarios de las minas trabajaron gratuitamente en
apoyo a la construcción. Más adelante, por el año de 1765 tuvo lugar la dedicación
y posteriormente en 1767 sucedió la expulsión de los Jesuitas en este caso, de las
colonias de España.
Pintura barroca en México y Miguel Cabrera
Es pertinente hacer mención a la pintura en México durante en siglo XVIII;
la característica dominante de los pintores de esa época fue la fecundidad esto es,
la reproducción en los talleres de cuadros y grabados diversos. Como primer pintor del siglo tenemos a José de Ibarra, posterior a él, tenemos al autor de la obra
que es tema de esta comunicación: Miguel Cabrera, cuya fama fue representativa
de esa época de México, conservando su crédito aún hasta el siglo XIX y siendo
cuestionada su calidad tiempo después, al encontrarse opiniones que cuestionaron
su genialidad en sus obras, pero no dejando de ser considerado un digno y reconocido miembro de la gran tradición pictórica de la colonia.
El nacimiento de Miguel Cabrera se dio en Oaxaca en 1695 donde comenzó su
aprendizaje, pasando a radicar en la ciudad de México en 1719. No se cuenta con
datos precisos de quien fue su maestro pues en aquella época aún vivían Correa,
Villalpando y los Rodríguez Juárez. Cabrera fue pintor de cámara del arzobispo
Rubio y Salinas, lo que significó un gran impulso a su fama. Realizó además la
publicación de un folleto acerca de nuestra señora de Guadalupe, cuyo título fue
el de «Maravilla americana»; el cual entre otros aspectos de interese, proporcionaba
información acerca de los pintores de la época.
Tuvo el cargo de presidente perpetuo de una academia privada de pintura
fundada por los artistas de México en 1753. Cabrera falleció en el año de 1768.
Reforma, Contrareforma y Concilio de Trento
La Reforma
En nuestro análisis, hemos considerado la importancia del Barroco en México;
de la misma manera considero que sus bases parten de esa etapa de cambios tan
importantes que desembocaron con la Reforma, la Contrarreforma y el Concilio
de Trento. Posteriormente cuando hablamos de la Reforma, tratamos sobre una
El Triunfo de la Iglesia…
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serie de sucesos que literalmente cambiaron el mundo, el cual ya no sería igual; no
sería igual al finalizar Inglaterra y Francia su guerra; al sublevarse los campesinos
en Francia. Nunca sería igual Europa después de la peste, de las plagas traídas de
Oriente, el hambre. Se podía decir que el Dios del fin de la Edad Media era uno
poderoso y airado. Europa era esencialmente agrícola y amoldaba su vida al paso de
las estaciones; los largos inviernos hacían permanecer a sus habitantes con muchos
lapsos de inactividad.
En esta época, nació Martín Lutero; era el despertar de la imprenta después de
la etapa medieval y la caída de Constantinopla a manos de los turcos. En esa época
donde prácticamente la iglesia constituía un estado con una amplia autoridad, con
tributos, con venta de indulgencias a cambio de una cantidad de dinero; se empezó a
incubar la idea de una reforma, teniendo tres corrientes de pensamiento principales:
Los reformadores espirituales: constituidos por predicadores que se dirigían al
pueblo donde para ellos la única salvación de la humanidad sería con un ‘retorno
a la piedad’1.
Los conciliaristas: eran estadistas, seglares y eclesiásticos que mantenían tratos
con Roma, buscaban un concilio, pero mantenían principalmente una identidad
nacional.
Los humanistas: mantenían un interés prioritario por el intelecto; con mucho
énfasis hacia el ‘poder de la mente instruida’2. Podemos citar como ejemplo de
humanista a Lefevre de Estaples; teólogo y estudiante de la Universidad de París
quien realizó una de las primeras traducciones del Nuevo Testamento a la lengua
vernácula y quizá al más famoso de ellos, Erasmo de Rótterdam.
Lutero hacía mención que al escuchar las confesiones, le impresionaba que la
gente sentía poco remordimiento por los pecados; siendo su prioridad el escapar
del castigo.
En tiempos de Lutero, la Iglesia se organizaba como un estado donde su soberano era el Papa y sus súbditos todos los creyentes del mundo occidental. El
problema entre otras cosas criticadas fue que era repudiada la intervención de la
Iglesia en la economía de los reinos, en la obligación del pago del diezmo con el
consecuente enriquecimiento de la Iglesia. «El perdón Divino estaba sujeto a la
confesión, a la penitencia y a la reparación y el arrepentimiento»3. Con el paso
del tiempo las penitencias se fueron substituyendo con pagos de una cantidad de
dinero como un ‘acto de reparación’.
Tiempo después se atrevió a criticar el culto de los santos y el tráfico de indulgencias, principalmente la llamada ‘San Pedro’ expedida hacia el año 1500 por
medio de la Bula del Papa Julio II y que tenía como finalidad hacerse con medios
económicos para la construcción de una nueva basílica sobre la tumba del Apóstol.
De entre los muchos predicadores que por toda Europa solicitaban a la gente a
cooperar y aprovechar los beneficios de la indulgencia, estaba el fraile dominico
Juan Tetzel.
Cfr. Simon, 2002.
Cfr. Simon 2002.
3
Simon, 2002, p. 35.
1
2
122
Enrique Gerardo Aguilera Longoria
Frente a las protestas de los monarcas europeos sobre la venta de la indulgencia
‘San Pedro’, León X concedió a Enrique VIII la cuarta parte del producto de la
indulgencia, a Carlos I le prestó una suma proporcional a lo recaudado y Alberto
de Hohenzollern se quedaría con la mitad de las recaudaciones en su territorio.
Federico el sabio de Sajonia rehúsó admitir a Tetzel en su territorio por no recibir
igual concesión, por lo que éste se fue a Wittenbergh donde todo el pueblo acabó
acudiendo a comprar indulgencias, lo cual fue lamentado por Lutero, quien indignado resumió sus ideas sobre las indulgencias en 95 tesis, las cuales clavó en la
puerta de la iglesia el 31 de octubre de 1517. Al ver la serie de cuestionamientos, la
mayoría del pueblo dio la razón a Lutero, por lo que sería aclamado y condenado a
la vez. Fue llamado a Roma en donde por razones de índole políticas y de intereses, no se realizó su visita. En 1518 Lutero se entrevistó con el cardenal Cayetano,
general de la orden dominica; continuó la tormenta de cuestionamientos hasta
llegar a atacar el dogma y acercarse al rompimiento con la Iglesia al publicar su
tratado sobre la ‘Libertad Cristiana’. Esto originó una Bula papal que condenaba
las obras de Lutero y ordenaba quemarlas; pero la llama ya estaba encendida en
Alemania. Finalmente llegó la excomunión.
Todo fue extendiéndose con otros hombres que llevarían sus ideas y otras
nuevas a otras conclusiones mencionándose en este aspecto, entre otros, a Ulrico
Zuinglio en Suiza, Juan Calvino en Francia y Juan Knox en Escocia.
La Reforma Católica o Contrarreforma y el Concilio de Trento
La Reforma Católica, lo mismo que la protestante, no podía aceptar la visión
popular de la religión, por lo tanto buscó la renovación de la misma, pensamiento
que se extendió a lo largo de los siglos XV y XVI. «Como resultado de la renovación de las prácticas y los métodos de enseñanza y vivencia de lo cristiano, renovación entendida como un regreso a las prácticas del espíritu evangélico de los
primeros tiempos, pero bajo la luz de la incipiente modernidad, surgieron varios
movimientos que descubrieron una nueva dimensión del cristianismo sin romper
con la idea de la Iglesia (comunidad, asamblea, hermandad)»4.
El Concilio se llevó a cabo en Trento hasta el año 1545 y entre las líneas generales de pensamiento abarcó la exaltación a la Virgen María; la validez única de
la cátedra de San Pedro; el fomento a los sacramentos; y la caridad católica como
obra activa. En el caso de España, el dogma establecido por el Concilio de Trento
se aplicó en todos los territorios del Imperio.
Como elemento importante del Concilio se estableció la importancia de utilizar las imágenes sagradas como medio de evangelización y procurar con ellas el
acierto en los dogmas, principios y valores de la Reforma Católica.
Entre las imágenes promovidas por el Concilio de Trento se pueden nombrar
aquéllas que procuraban subrayar la importancia de los sacramentos; principalmente la comunión y la confesión, la exaltación de la Virgen María, de los santos, y de la
autoridad del Papa. Imágenes que reforzaran la idea de que la Iglesia de Roma representaba a la verdadera Fe y que aplastaría las ideas heréticas de os reformadores.
Como resultado de las guerras de religión entre católicos y protestantes, se
4
Guevara,, 2003, p. 28.
El Triunfo de la Iglesia…
123
Fig. 2.
comparó la persecución de los primeros cristianos con aquéllos que perdían la vida
en defensa de la verdadera fe; por ello, el barroco también promovió las imágenes
de santos martirizados.
El Triunfo de la Iglesia
Explica Santiago Sebastián que dentro del lenguaje artístico desarrollado en
el humanismo, se frecuentó la representación de los Triunfos, para remembrar las
entradas triunfales de los conquistadores a las ciudades bajo su dominio. Cita como
ejemplos la portada de Castel Nuevo en Nápoles, con la entrada de Alfonso V de
Aragón; el Triunfo de Camilo, en Florencia; y la representación del Triunfo de Julio
César, en Roma5.
Así mismo, la imagen tuvo su origen en la representación de La Nave de la Iglesia, motivo frecuentemente representado a raíz del triunfo de la armada española
contra los turcos en Lepanto. Como afirma Santiago Sebastián: «dicha imagen representaba a la ‘Nave de la Iglesia Militante’ (...) Vemos que esta nave lleva a Cristo
en el mástil y sobre la vela se asienta la Virgen María, mientras que la paloma del
Espíritu Santo vuela por las alturas; el apóstol Pedro lleva el timón, y el arcángel
San Miguel se mantiene en la proa, mientras que los Apóstoles se sitúan en el
puente y los Doctores de la Iglesia reman. Pero cuidado, que los herejes y cismáticos atacan por un costado, sin darse cuenta que otros enemigos fueron vencidos
en tiempos pasados, a los que vemos como trofeos en tres chalupas arrastradas; tales
fueron los judíos, los emperadores y los reyes»6.
En el caso que nos ocupa, la imagen total da la impresión del desfile triunfal
del carro de la Iglesia.
5
6
Cfr. Sebastián, 1989.
Sebastián, 1989, p.154.
124
Enrique Gerardo Aguilera Longoria
Fig. 3.
Fig. 4.
Está compuesta por varios grupos de figuras siendo la principal (Fig. 2) San
Ignacio de Loyola como auriga, dirigiendo una cuadriga jalada por cuatro caballos
alados. El carro está rodeado por sacerdotes de la Compañía de Jesús los cuales se
identifican por el hábito negro de la orden.
Destacan los libros y las plumas de ave, unos arrojados sobre el suelo y otro en
las manos de uno de los personajes. Los que están en el piso simbolizan los textos
heréticos con errores que se han presentado a lo largo de la historia de la Iglesia y
que estaban en boga durante los siglos XVI, XVII y XVIII, contemporáneos del
auge de los jesuitas; el libro que está en las manos de uno de los jesuitas es símbolo
de los santos escritores y de los doctores de la Iglesia, que con sus textos se enfrentan a los errores y las herejías.
En el plano derecho de la imagen (Fig. 3) y abriendo el desfile triunfal se
observan a dos personajes vestidos con los atributos propios de los doctores de la
iglesia: el birrete de doctor, el libro y las plumas de aves para escribir; también usan
el hábito negro de la Compañía de Jesús. Por esto, se infiere que se trata de San
Pedro Canisio, líder de la Contrarreforma, y de San Francisco de Borja, que si bien
no es considerado uno de los doctores de la Iglesia, se le suele dar este atributo por
sus conocimientos.
En el plano central de la imagen, se ubica San Ignacio vestido con el hábito
negro de los jesuitas y portando uno de sus atributos que es el monograma de Jesús
en el pecho (Fig. 4). Los cuatro caballos tirando de un carro (Fig. 5) representan
a Zacarías, profeta mayor, y los caballos representan los cuatro vientos: «Alcé otra
vez los ojos y tuve una visión: Eran cuatro carros que salían de entre dos montes;
y los montes eran montes de bronce. En el primer carro había caballos rojos, en el
El Triunfo de la Iglesia…
Fig. 5.
125
Fig. 6.
segundo carro caballos negros, en el tercer carro caballos blancos, y en el cuarto
carro caballos tordos. Tomé la palabra y dije al ángel que hablaba conmigo: ‘¿qué
son éstos, señor mío?”El ángel respondió y me dijo: “Son los cuatro vientos del
cielo que salen después de presentarse ante el Señor de toda la tierra’»7. Pero quizá
la más representativa sea la narración acerca del profeta Elías arrebatado al cielo:
«Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de
fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Eliseo le veía
y clamaba: “¡Padre mío, padre mío! ¡Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!”.Y no
le vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en dos»8. En este pasaje, Eliseo reconoce a Elías como el conductor del carro de Yahveh, que es la misma relación en la
imagen del carro de la Iglesia: San Ignacio es el auriga, el conductor del carro de la
Iglesia, que la lleva hacia la renovación, hacia el triunfo de la Eucaristía, aplastando
las herejías y ayudado por los escritos de los miembros de la Compañía.
El plano izquierdo del Triunfo de la Iglesia (Fig. 6) presenta dos figuras con las
vestimentas rojas de los cardenales. Se trata, por un lado, de San Carlos Borromeo
que, aunque no es un santo propiamente jesuita, sí es representante de la defensa de
la Reforma Católica. El otro personaje es San Roberto Belarmino, teólogo jesuita,
cardenal, y defensor de la doctrina durante y después de la Reforma. El cardenal
y arzobispo de Milán, San Carlos Borromeo, frecuentemente está representado en
los conjuntos iconográficos jesuitas, debido a que junto con San Pío V, San Felipe
Neri y San Ignacio de Loyola, es una de las grandes figuras de la reforma católica.
Participó en el Concilio de Trento durante la tercera y última sesión, donde se
7
8
Za 6, 1-5.
2R 2, 9-12.
126
Enrique Gerardo Aguilera Longoria
Fig. 7.
Fig. 8.
aprobaron varios de los decretos dogmáticos, y supervisó la publicación del catecismo derivado del Concilio, así como la reforma de la música sagrada y de los
libros litúrgicos. Para la fundación de nuevos seminarios donde se preparara mejor
a los sacerdotes, San Carlos se apoyó en la obra de los jesuitas. Por otro lado, San
Roberto Belarmino también fue profesor de colegios de la Compañía, además
escribió obras en defensa de la Fe, un catecismo que estuvo vigente durante 300
años y participó en las ediciones del Ritual Romano y la Vulgata.
En la parte superior de la imagen sobresalen tres figuras que es importante
mencionar y analizar. La primera (Fig. 7) está formada por dos ángeles que portan
un estandarte con el emblema que hace referencia al quinto poema del Cantar de
Cantares, «Hermosa eres, amiga mía, complaciente, encantadora, como Jerusalén,
imponente como batallones»9. Aquí se hace una doble referencia a través del emblema: Jerusalén es el desecho de hermosura, la alegría de toda la tierra, como se
expresa en el libro de las lamentaciones; y a su vez, Jerusalén hace referencia a la
Iglesia.
El iconograma de los ángeles con el emblema precede a la siguiente figura de
la parte superior. La anuncia y se relaciona con ella. Se trata de una mujer alada,
vestida de azul y blanco, en estado de gestación, coronada de estrellas, con la luna
bajo sus pies y sostenida por ángeles (Fig. 8). La mujer está vestida con una túnica
blanca y un manto azul, dos colores con los que suele representarse iconográficamente a la Virgen María. El blanco es símbolo de pureza, de castidad y de divinidad, mientras que el azul es el color del cielo, representa lo divino, la justicia y la
verdad. En la imagen, la mujer tiene las manos juntas y los ojos miran hacia arriba,
en la postura de una orante.
En el caso de la mujer alada, su referencia emblemática corresponde a la mujer del Apocalipsis. En el caso que nos ocupa, la mujer tiene un leve resplandor
9
Ct 6, 4.
El Triunfo de la Iglesia…
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rojo detrás de la espalda, efectivamente se apoya con los pies en la luna, y
su cabeza está rodeada de doce estrellas, donde claramente hace referencia
al advenimiento de un mundo nuevo.
Cuenta el Apocalipsis: «Una gran señal
apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y
una corona de doce estrellas sobre su
cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de
dar a luz»10. El hijo varón al que va a
dar a luz es el Mesías. También la Mujer de la imagen aparece con alas, como
lo indica el texto: «Pero se le dieron a
la Mujer las dos alas del águila grande
para volar al desierto, a su lugar, lejos del
Fig. 9.
Dragón donde tiene que ser alimentada
un tiempo, y tiempos y medio tiempo»11. En el caso que nos ocupa, y siguiendo la
lectura total del texto iconográfico, la mujer representada en la imagen se relaciona con la mujer apocalíptica, como símbolo de la Iglesia en espera de la segunda
venida del Mesías.
Siguiendo la descripción de la parte superior de la imagen, se observa que
quien viaja como personaje central es también una mujer (Fig. 9). La imagen representa el carro triunfal de la Iglesia, ésta se simboliza por una matrona coronada
por la triple tiara papal, llevando una custodia con la Sagrada Forma en las manos.
En el caso de los herejes aplastados por el carro de la Iglesia se leen los nombres
de éstos en la parte inferior, de izquierda a derecha: Pelagio, la Ignorancia, Lutero,
Arrio y Calvino (Fig. 10).
La ignorancia es fuente de errores y según san Ignacio era lo primero que se
debía eliminar para recuperar los territorios dominados por la Reforma Luterana;
de tal manera que un sacerdote de la Compañía debería estar preparado perfecta10
11
Ap 12, 1.
Ap 12, 14.
Fig. 10.
128
Enrique Gerardo Aguilera Longoria
mente para contrarrestar este problema y para saber contestar las interrogantes que
en ese momento tenían los creyentes.
Bibliografía
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Guevara, M., Guanajuato Diverso: Sabores y
sinsabores de su ser mestizo. (Siglos XVI
a XVII), México, Ediciones La Rana,
2001.
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en Guanajuato. México, Ediciones La
Rana, 2003.
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Toussaint, M., Arte Colonial en México, Instituto de Investigaciones Estéticas, México, UNAM, 1990