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::: Importancia de la salud intestinal en la prevención del cáncer ::: por Pablo de la Iglesia (Naturópata) www.pablodelai.blogspot.com Las células organizadas dan forma a los tejidos que en su expresión conjunta reconocemos como la maravilla del cuerpo humano. También, y de manera muy importante, nuestro organismo aloja a billones de bacterias que cumplen funciones esenciales y se requiere de su equilibrio para la mejor manifestación de nuestra salud; por supuesto, algunas son patógenas y debemos desalentar su presencia en exceso, pero, así mismo, hay otras que son fundamentales para nuestro bienestar. Estas bacterias, conocidas como el microbioma humano, se alojan en las mucosas (nariz, boca, pulmones, vías urinarias, tubo digestivo) y mayormente en el intestino; estas últimas son conocidas como flora intestinal y son fundamentales para la síntesis de vitaminas así como para el buen funcionamiento inmunitario. Se ha calculado que habría más de mil especies que conforman la diversidad de estos huéspedes de nuestro cuerpo y que su composición proporcional puede variar muchísimo en función de la alimentación, los medicamentos, el medio ambiente e incluso la situación geográfica; esto es así, a punto tal que hay un grupo de científicos que están abocados a trazar el perfil del microbioma argentino -de la misma manera que está haciéndose en otros países- y, hasta cierto punto, condiciona nuestras defensas o predisposición a padecer con más o menos frecuencia determinadas enfermedades como colectivo social. Un equilibrio de la flora bacteriana es también una gran aliada en la prevención del cáncer y asegura una mejor respuesta a los diferentes tratamientos -alopáticos o naturales- cuando este ya se padece. En este sentido, se ha publicado en la prestigiosa revista “Science”, un trabajo coordinado por Marie Vetizou, del Instituto Gustave Roussy de París (Francia) en el cual pudo apreciarse como la inmunoterapia funciona mejor cuando el intestino está libre de patógenos bacterianos; así mismo, se ha observado que el consumo de antibióticos (que tienen el efecto secundario de destruir tanto la flora intestinal deseable como la indeseable) boicotean el efecto antitumoral de algunos medicamentos. Esto abre las puertas a la necesidad de realizar estudios serios en relación a sustancias naturales que, en muchos casos, podrían reemplazarlos con éxito; entre ellos podríamos mencionar el propóleo, la Uña de gato, el limón, la plata coloidal, entre otros, los cuales facilitan el trabajo del organismo contra la infección sin dañar el equilibrio de la microbiota intestinal; así mismo, remarcar la advertencia que el uso correcto de los antibióticos trae beneficios evidentes pero que el abuso corriente que se realiza de los mismos puede ser, y lo es de hecho, muy nocivo. La buena noticia que dejaron los estudios arriba señalados, es que el buen funcionamiento inmunológico y la eficacia de los tratamientos volvió a la normalidad cuando se restauró la proporción saludable de las bacterias y es aquí donde todos, sin esperar a padecer un cáncer u otra enfermedad grave, podemos hacer mucho desde las buenas elecciones vinculadas a nuestros hábitos alimentarios: los alimentos fermentados, las frutas y hortalizas ricas en fibra y algunos nutrientes específicos son los indicados para este propósito. Algunas bacterias beneficiosas presentes en los alimentos fermentados ya son muy conocidas por la mayoría de nosotros, tales como son los lactobacillus acidophilus y lactobacilus bifidus que ayudan a prevenir trastornos como el intestino irritable o colon agrandado, enfermedades que se presentan si las bacterias protectoras son escasas. Los alimentos que aportan lactobacilus son los lácteos fermentados, el kefir (que en lugar de leche puede hacerse con agua para quienes prefieren evitar los lácteos), el miso (pasta de soja fermentada), la salsa de soja, el chucrut, los vegetales encurtidos, el té Kombucha y algunos suplementos nutricionales diseñados para tal fin; estos alimentos son conocidos como probióticos. Luego son muy importantes los prebióticos, ingredientes no digeribles que favorecen el crecimiento y la actividad de la microbiota, en especial los lactobacilus. Entre los más conocidos y utilizados por la industria alimentaria se encuentran los fructooligosácaridos -FOS- y la inulina que suelen utilizarse en los alimentos funcionales y que podemos encontrar en forma natural en banana, cebolla, achicoria, ajo, espárrago o cebada. Un uso adicional de los FOS, y de mucho interés en este caso, es su capacidad de ayudar a controlar infecciones intestinales causadas por algunas levaduras como la Candida albicans y que actúan generando una gran disrupción en la salud en general, especialmente en el funcionamiento inmunológico. La elección de alimentos y complementos ricos en pre y probióticos, ha sido también reconocida como una valiosa estrategia saludable para ayudar a prevenir y combatir el cáncer; fundamentalmente esto ocurre porque ayudan a estimular la inmunidad natural y favorecen el control de sustancias procarcinógenas en el organismo. Por supuesto, en cualquier caso es importante incorporar estos conocimientos en el marco de una estrategia de salud integral. Cocina natural para favorecer la regeneración de la flora intestinal Las siguientes recetas constituyen una manera práctica de incorporar pre y probióticos regeneradores de la salud digestiva: Sopa de Miso Vegano Ingredientes: - 3 cucharadas de miso de fermentación natural - 40 g de pasta de arroz integral - 1 litro de agua - Jengibre a gusto - 1 cucharada de levadura de cerveza nutricional - 1 cucharada de alga Wakame Preparación: Cocinar la pasta y reservar. Disolver el miso en un bol con un poco de agua no muy caliente. Cocinar el Wakame con un litro de agua a fuego medio alto durante cinco minutos y retirar del fuego. Deja enfriar un poco para que no se quemen las bacterias del miso y agregar la mezcla que tenemos en el bol, el jengibre, la levadura de cerveza y la pasta de arroz. Este es un sopa ligera y saludable, ideal para el invierno por las cualidades termogénicas del miso y el jengibre. Chucrut súper fácil Ingredientes: - 1 repollo - Sal marina sin refinar o del Himalaya, 15 g por kilo de repollo - Agua - Frasco de cristal Preparación: Retirar todas las hojas exteriores marchitas o dañadas. Cortar el repollo en cuartos y quitar el corazón. Picar el repollo en tiras finas del grosor de una moneda y colocarlas en un recipiente de vidrio o cerámica. A continuación agregar la sal, revolver con una cuchara de madera y dejar reposar entre 45 minutos y una hora; veremos que su volumen se reduce considerablemente y suelta agua. Llegado este punto, compactar las tiritas del repollo presionando con el puño o con la mano de un mortero; si no podemos compactar por debajo del nivel del líquido, disolver un poco de sal en cantidad suficiente de agua y agregar hasta que cubra el repollo. Cuando falten 2 o 3 dedos para llegar a la boca del frasco, poner un par de hojas enteras de repollo para que haga de aislante y colocar sobre ellas algo que haga de peso haciendo presión hacia abajo; en vez de cerrarlo con la tapa, poner una tela de tejido natural (toalla, repasador de algodón, etc.) donde pondríamos la tapa y la sujetar con una banda elástica. Mantener el frasco a temperatura ambiente pero evitando el contacto con la luz directa; dejar fermentando de 2 y 4 semanas según el clima (cuanto más días, más fuerte será su sabor). Una vez hecho, se puede mantener en la heladera tres o cuatro meses. Esta preparación típica de la cocina alemana también puede hacerse con otros vegetales como zanahoria, rábano, manzana o pepino; también lo podemos condimentar con semillas de pimienta o alcaravea, así como hojas de laurel. Luego lo utilizaremos para acompañar diferentes comidas, siempre en crudo para que no se deterioren los probióticos.