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UNA RECETA DE HACE 500 AÑOS El amaranto era un cereal sagrado para la cultura mexica. En Tenochtitlan se le conocía como huautli y era uno de los productos que los pueblos conquistados enviaban a los aztecas como tributo, junto con el maíz, frijol, calabaza y diversos chiles. El amaranto era parte fundamental de la dieta de nuestros antepasados, pero después de la Conquista, su cultivo sólo sobrevivió en algunas regiones de México. No obstante, su consumo perdura hasta nuestros días y se ha popularizado de diferentes maneras: el grano seco y tostado como complemento de muchas comidas, en atole, panes, sopas, galletas y también como golosina mezclado con piloncillo o miel. De fácil cultivo y gran contenido proteico, el valor alimentario de este grano es muy alto, ya que contiene aminoácidos esenciales. Es rico en fósforo, fibra, hierro, calcio, potasio y vitamina E. Además, el amaranto tiene la ventaja de que, una vez limpio y seco, puede almacenarse durante muchos años. En tiempos de Moctezuma ya se acostumbraba comer amaranto, o alegrías. Miles de hectáreas de tierras se cultivaban con estas hermosas plantas altas y rojizas. El amaranto estaba presente en los rituales en varias fechas del calendario religioso. Las mujeres molían la semilla, la tostaban, la mezclaban con aguamiel y formaban figuras de víboras, aves, venados y dioses para ser comidas en las ceremonias, en los grandes templos o en pequeñas reuniones familiares.