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8
Sábado
Fin de semana
8 y 98 de mayo de 2010 Cinco Días
Opinión
E
ContundenciaenlaUE
paraevitarunarecaída S
l Banco de España dio por terminada la recesión de la economía española el viernes.
Una excelente noticia que, sin
embargo, quedó eclipsada por un nuevo
desplome bursátil, esta vez del 3,28%,
que llevó al Ibex a perder 13,78% en la
semana. Habrá que confiar en que el
plan de rescate griego, ratificado el viernes por los mandatarios de la zona euro
reunidos en Bruselas, y las medidas de “intervención multilateral” en el mercado sirvan para poner calma en los
mercados.
La idea inicial de los líderes de la zona euro gira en
torno a un sistema coordinado de respuesta que deje atrás
la precariedad del mecanismo de préstamos bilaterales
pactado para rescatar a Grecia. En principio, las intervenciones multilaterales del futuro, si llegaran a hacer
falta, podrían hacerse a través del BCE y de los 16 bancos centrales de la zona euro. Quizá Jean-Claude Trichet
se vea obligado a desdecirse de lo mantenido, al menos
formalmente, el pasado jueves y deba crear finalmente
un fondo para comprar deuda soberana en dificultades,
como hizo antes con las cédulas hipotecarias. Si esta operación se hubiese presentado en la reunión mensual celebrada esta semana en Lisboa, es posible que los mercados se hubiesen tranquilizado sin tener que llegar a las
drásticas medidas adoptadas el viernes.
Pero, además y empezando por España, la economía europea debe acometer reformas. La crisis griega ha demostrado que la UE tiene demasiados flancos débiles y acierta Angela Merkel cuando asegura que “no sólo Grecia debe
recuperación del consumo privado lo que
ha permitido a la economía volver a la
senda de crecimiento, a tenor de las cifras barajadas por el Banco de España.
consolidar sus cuentas, todos debemos hacer esfuerzos importantes”. La cumbre de este viernes ha sido la segunda
ocasión, en los 11 años de Unión Monetaria, en que los líderes de la zona euro toman decisiones sin la presencia del
resto de miembros de la UE. La primera fue después de que
la caída de Lehman arrastrara a parte del sector bancario
europeo. Esta ha tenido como motivo el temor a otro crac
crediticio y el cataclismo bursátil. Sería imperdonable que
la Unión demore más la aprobación de fórmulas de control que eviten nuevos episodios críticos y pongan en marcha mecanismos para superarlos con celeridad.
E
n España, la semana entrante contaremos con el
impulso que supone que el INE refrende, como hará
con toda probabilidad, la salida de la recesión de
la economía nacional avanzada por el Banco de España. Ahora bien, por optimista que sea, el dato exige ser
relativizado: entre enero y marzo el PIB habría crecido un
0,1% en términos intertrimestrales. Es una mínima mejoría
de dos décimas, pero que, si son bien gestionadas, pueden
implicar un cambio anímico sustancial que contribuirá a fortalecer la confianza. De hecho, todo indica que ha sido la
obre la recuperación se ciernen,
no obstante, serias amenazas.
Los duros avatares financieros
de las últimas semanas pueden
pasar factura a la economía real, tanto
en España como en el resto de socios europeos. En términos domésticos, la subida del IVA a partir del tercer trimestre, la finalización de las ayudas directas a la compra
de vehículos y la no descartable retirada de otros incentivos fiscales pueden desanimar de nuevo el consumo. Y a
ello hay que sumar el imprescindible recorte del gasto público para atajar el déficit presupuestario. Los expertos consideran por ello que la economía española puede marcar
de nuevo tasas trimestrales negativas a lo largo del año.
El optimismo del Gobierno remarcando los datos positivos de los últimos días –crecimiento del PIB, reducción
del paro en abril o mejora de la producción industrial– sólo
se justifica si es una vacuna contra el peligroso inmovilismo. Hasta el momento no se ha producido ninguna de
las grandes reformas estructurales que precisa la economía española, como la del mercado laboral y del sector financiero, así como las que deben afrontar, entre otros, el
modelo productivo, el sector energético, el sistema educativo –y más tras el sonoro fracaso del pacto entre el Gobierno y el Partido Popular–, el judicial o la simplificación
y modernización de la Administración del Estado, por citar
sólo algunos de los más urgentes.
Opciones en Reino Unido
E
l jueves tuvieron lugar las
elecciones más reñidas de la
historia reciente de Reino
Unido. De acuerdo con los resultados preliminares, el Partido Conservador británico liderado por David
Cameron ha ganado, pero sin conseguir la mayoría absoluta. Escrutadas
649 de las 650 circunscripciones del
país, los tories han ganado 306, los laboristas, 258, y los liberal-demócratas,
57. Estos resultados garantizan la victoria de Cameron pero dejan el Parlamento británico sin una mayoría absoluta (326 escaños) por primera vez
en 36 años, lo que dificultará la formación del nuevo Gobierno.
La gran sorpresa en estos primeros
momentos ha sido, sin duda, el resultado de los liberal-demócratas, en una
noche decepcionante para ellos, ya
que de acuerdo con el escrutinio provisional tienen menos escaños que
hace cinco años, pese a aumentar ligeramente sus votos en un 1%. Tras décadas de estancamiento de un sistema
político osificado por el dominio de
dos partidos, el Laborista y el Conservador, muchos observadores habían
considerado durante la campaña a
estas elecciones como un renacer democrático para el país. El posible resurgir del Partido Liberal, liderado
por el carismático Nick Clegg, había
sido el gran tema de las elecciones.
Sin embargo las expectativas y las
encuestas no se han confirmado en los
resultados provisionales, algo que tendrán que explicar los especialistas. Al
contrario, estos resultados confirman
el triunfo del modelo bipartidista y la
durabilidad de los partidos tradicionales. De manera muy tentativa se
puede decir que al final ha triunfado
el voto útil y el temor a un Gobierno
minoritario en un contexto de una
crisis económica brutal. También ha
podido jugar un papel el euroescepticismo de los británicos, que han votado por los partidos más euroescépticos. Por último, el resultado se puede
explicar por el relativo bajo nivel de
participación del 64%, que también
ha sido una sorpresa ya que se esperaba que superase el 70%.
Dada la falta de una mayoría clara
se presentan tres opciones posibles:
un Gobierno minoritario conservador, un Gobierno de coalición entre
los tories y otros partidos, especialmente con los liberales –opción que
cofra especial fuerza– o con otros
partidos nacionalistas; y una coalición entre los laboristas y otros partidos, algo cada vez más lejano. Cualquier coalición con los liberal-demó-
cratas supondrá un cambio en la ley
electoral que introduzca un mayor
elemento de proporcionalidad en el
sistema electoral, su gran demanda,
ya que el actual les penaliza muy claramente (con el 22,8% de los votos
sólo consiguen 51 escaños). Esto podría suponer un terremoto en el sistema político británico que durante
décadas se ha basado en modelo bipartidista que ha sido sostenido por
el sistema electoral mayoritario. En
este nuevo escenario es también posible que haya nuevas elecciones el
próximo año.
La economía será sin duda el gran
reto del nuevo inquilino de Downing
Street, y las acciones del nuevo Gobierno van a estar marcadas por el gigantesco ajuste presupuestario que
tendrá que llevar a cabo. El tory George Osborne, posible nuevo canciller,
ya prometió durante la campaña que
tomaría todas las medidas necesarias
para reducir el déficit de 163.000 millones de libras, incluyendo la creación de una nueva oficina de responsabilidad presupuestaria que escribiese un informe creíble de la situación
presupuestaria del país. También se
ha comprometido a aprobar un nuevo
presupuesto de emergencia en junio
que incluya ahorros de hasta 6.000
SEBASTIÁN ROYO
CATEDRÁTICO DE CIENCIA POLÍTICA
EN LA UNIVERSIDAD DE SUFFOLK, EE UU
“
Al final ha
triunfado
el voto útil
y el temor
a un
Gobierno
minoritario en un
contexto
de crisis
económica brutal”
millones de libras, y a llevar a cabo
recortes en programas y empleo público a partir de 2011. Al mismo tiempo, los conservadores, convencidos de
que la economía es demasiado dependiente de los servicios financieros, se
han comprometido a establecer duras
regulaciones de la City y a devolver
poderes al Banco de Inglaterra, para
proteger a los contribuyentes de otra
posible crisis.
Estas medidas tan drásticas son
imprescindibles para calmar a los
mercados (que ya están reaccionando
negativamente por la incertidumbre,
reflejado en la caída de la libra) y
hacer frente a la delicada situación
fiscal del país, pero van a hacer al
nuevo canciller inmensamente impopular, y hay un alto riesgo de explosiones sociales a la griega como advertía ayer el prestigioso The Times.
Las perspectivas no pueden ser
más difíciles y el nuevo Gobierno se
enfrenta a retos sin precedentes en
las últimas décadas. La tarea será
aún más complicada al no tener el
nuevo Gobierno una mayoría clara y
depender de las coaliciones. Es de esperar, por el bien del Reino Unido y
de Europa, que el nuevo Gobierno
esté a la altura de las circunstancias y
que las sepa hacer frente.