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portante muestra de los muchos esfuerzos que h a­
brá que realizar para entender lo que sucede en
el país. La polémica en torno al campo, o la dispu­
ta en relación a los grandes agregados naciona­
les, en tanto que son promedios, constituyen me­
ras abstracciones sin contenido si no van acom­
pañadas de un conocimiento adecuado de la his­
toria y del espacio mexicano, con todos sus mati­
ces y contradicciones regionales.
Jorge Zepeda
Universidad Michoacana
Aries, Philippe. Un historien du dimanche, P a­
ris, Seuil, 1980.
Uno de los libros que al comentarse más se pres­
tarían para esclarecer algunos elementos funda­
mentales de toda teoría y método de la historia
como disciplina humanística es la obra, Un his­
torien du dimanche (“Un historiador de domin­
go”), o mejor, “Un historiador de fin de sem ana”,
de Philippe Ariès. Aquí he decidido comentarla
en la perspectiva de cuatro de esos elementos: el
de las circunstancias de vida del historiador, el
de su concepto de historia, el de la trayectoria te­
mática sobre la que se van perfilando sus méto­
dos de investigación y el de las principales evi­
dencias o certidumbres a las que llega el autor
a lo largo de sus obras.
Las circunstancias de vida del historiador
El libro de Ariés es una recapitulación de su vida
intelectual —el autor nació en 1914—, toda vez
que es un juicio que da de sí mismo.
A partir de un estrecho contacto con el am ­
biente de su familia bordelesa, muy arraigada du­
rante generaciones a la vida antillana, tomará
sentido a lo largo de su trayectoria una constan­
te inquietud por las formas tradicionales de vi­
da colectiva del pasado. El encanto que éstas le
provocan estuvo ligado ya en su juventud, tanto
con una ideología conservadora heredada de sus
padres, como con una reacción de especial inte­
rés, también constante, por el fenómeno de la mo­
dernidad científico-técnica. Esta circunstancia,
acelerada precisamente durante su lapso vital, lo
haría ir captando, con una fina e innata sensibi­
lidad para lo histórico, explicaciones sobre los
cambios ocurridos en el mundo de los humanos.
Sus años en la Soborna dedicado al estudio
de la historia y la profunda atracción que ejer­
ció sobre él la geografía, lo llevaron a buscar “es­
pontáneamente, como por instinto y casi con
obsesión, los restos de conductas colectivas del
pasado”.1
Coincide con su fascinación por los libros de
Lucien Febvre y de Marc Bloch el fenómeno de la
Segunda Guerra Mundial, que más de alguno
de aquella generación habrá tomado sólo como
una derrota militar, o bien como una modifica­
ción grave de fronteras, pero nunca como lo que
más tarde constituyó para Ariés: un cambio de
mentalidad y de moral en términos de toda la ci­
vilización occidental.
El acelerado desarrollo económico que siguió
a aquella conflagración y las lecturas de historia
económica, persuadieron por un tiempo a nues­
tro autor de la posibilidad de un compromiso en­
tre la sabiduría del pasado y las técnicas del por­
venir. Pero más tarde expresaría: “hoy vemos
que esta nueva tecnología ha destruido definiti­
vamente aquello que imaginábamos recupera­
ría”.2 Esta certeza no hizo más que dinamizar
su vocación por la historia. Por entonces entró
en contacto con filósofos existencialistas como
Gabriel Marcel y su experiencia docente con ni­
ños de barrios obreros de París que “no sabían
nada de sus abuelos ni de sus orígenes”, le con/encieron de que su aproximación a la historia
tenía que partir de la vida cotidiana. En compa­
ñía de su esposa, una historiadora del arte tam ­
bién bordelesa, aprendió que existe un universo
de formas accesible a todo buen observador y que
esas formas constituyen vividos documentos de
la vida humana.
Sus convicciones políticas también sufrie­
ron cambios. De un nacionalismo antidemocráti­
co de los años treinta pasó en los sesenta a una
especie de anarquismo que no toleraba la presen­
cia avasalladora del Estado en todos los ámbitos
de la vida pública. Para él, el mayo francés de
1968 fue una manifestación callajera que no al­
canzó a explicarse por estar ahogada en las ideo­
logías dominantes. Según Ariés —quien llega a
la Escuela de Altos Estudios desde 1975 invita­
do por François Furet—, apenas hoy asistimos a
la creación de un nuevo lenguaje desde la etno­
grafía, la antropología y la historiografía.
Aries y su concepto de historia
Muy en contacto con sus circunstancias de vida,
se advierte en el historiador aquí considerado un
proceso de tres etapas en lo que toca a sus relacio­
nes con Clío. La primera, del enamoramiento, fue
la de una tensión entre una historia política (re­
yes, recetas de gobierno, batallas, etc.) y el ciclo
entre real y legendario de las viejas historias de
su familia.
La segunda, la de sus años de formación en
La Sorbona al final de los años treinta, le hizo
descubrir en las obras de Bloch y Febvre una es­
pecie de “revolución histórica” en términos de
una aproximación a lo que más tarde se llamaría
historia social. Para ésta, el estudio de las ins­
tituciones políticas seguía siendo válido a condi­
ción de que fueran vistas no sólo como extensio­
nes del Estado sino como células de la sociedad.
En la tercera etapa contribuyeron a perfi­
lar su visión de la historia los dos fenómenos a
que ya nos hemos referido: la Segunda Guerra
Mundial y la modernidad científico-técnica a la
cual define como “la conciencia exaltante de in­
gresar en un mundo nuevo. Nuevo y vertigino­
so”3 que corre el grave peligro de perderla noción
del origen y de las raíces, es decir, de “des-historizarse”. Como reacción a esta desgracia, Ari^s
propone una historia hecha de particularidades
y de diferencias, de continuidad y de larga dura­
ción en la que la vocación del historiador consis­
ta antes que nada, en desentrañar el sentido pro­
fundo de los acontecimientos y su arte sea aquel
que mida el “tempo” la vida humana y de sus
variaciones en el tiempo y en el espacio. Este ar­
te es la fuerza que inspira en Aries un quehacer
historiográfico más de tipo existencial que hoy
se denomina historia etnográfica o historia de las
mentalidades.
Trayectoria temática
A lo largo de más de cuarenta y cinco años de la­
bor historiográfíca Aries ha desarrollado diver­
sos métodos de investigación, pero siempre en
contacto con las creencias más hondas de su vi­
da. Fue en 1943 cuando expresó por vez primera
su pensamiento en la obra, Las tradiciones so­
ciales en las regiones de Francia. En ella estu­
dia lo tradicional, es decir, aquellas realidades
que tienen un peculiar modo de cambiar, un “tem­
po” diferente. De dichas realidades le atrae espe­
cialmente la manera que tienen determinados
grupos para concebir las cosas. No busca esos
grupos ni en la familia ni en las instituciones pú­
blicas, sino en una demarcación intermedia, la
región, con sus propios usos y costumbres. Pa­
ra el autor este libro actualmente constituye una
primera reflexión personal sobre el quehacer del
historiador. En aquellos días le preocupaba es­
coger un método que le permitiera extraer la ori­
ginalidad de una verdadera cultura regional. Es­
ta búsqueda (1943-1947) desembocó en el libro
que contendría en potencia toda su obra poste­
rior: la historia de las poblaciones francesas y
de sus actitudes ante la vida.
Una vez sobre el terreno de las actitudes, se
echó a cuestas el análisis de las de distintas socie­
dades respecto a la historia, tanto la que uno rea­
liza como la que uno escribe. Escogió dos épocas:
la edad media y el siglo XVII. ¿Cuál era, en la
muy larga duración, la conciencia del cambio en
ellas? En esta investigación vio cómo el criterio
de periodización no debe obedecer a un corte arti­
ficial en el tiempo para facilitar el trabajo, sino
que más bien debe corresponder al ritmo real­
mente vivido por las sociedades. Publicó esta su
tercera investigación en 1951 con el título de El
tiempo de la Historia.
Su cuarta investigación le llevó diez años.
Ahora se trataba de dos focos de interés. Por un
lado, observar los cambios contemporáneos de
modelos familiares y por el otro, la impresión que
le provocaron desde su libro anterior las distin­
tas maneras de vestir y de representar al niño.
¿Qué había ocurrido dentro de la familia occiden­
tal? Partió de la iconografía y de la literatura co­
mo fuentes para ceñir el sitio del niño dentro de la
representación social que de él se tenía; luego es­
tudió las distintas condiciones de escolaridad
institucional, analizó las formas modernas de
educación y cayó en cuenta de que un proceso de
encerramiento de los niños era el primer episodio
de una retracción paulatina de la sociabilidad.
Una vez terminada la investigación a la que lla­
mó El niño y la vida familiar en el antiguo régi­
men,planteó la transición entre una sociedad
aún medieval en la que la familia era abierta, ver­
tida hacia la comunidad, a una sociedad contem­
poránea en la que, sobre todo después del siglo
XVIII, la familia es cerrada. Esta captación del
sentido de lo familiar en la historia le llevó a in­
teresarse después por las diversas actitudes del
hombre occidental frente a la muerte. Las cláusu­
las piadosas de testamentos notariales lo acerca­
ron durante años de investigación a la literatura,
la arqueología y la liturgia de diez siglos, desde
la alta edad media hasta el siglo XX.
En 1976 quedó redactada su obra, El hombre
frente a la muerte. En ella advierte Aries que la
actitud del hombre occidental ante la muerte está
relacionada con la conciencia que sobre sí mis­
mo tiene el individuo en tres situaciones psico­
lógicas: los mecanismos de defensa de las socie­
dades frente a la naturaleza indómita, la creen­
cia en el más allá y la creencia en la existencia
del mal.
Certezas de historiador
El libro Un historiador de domingo constituye
una especie de “cosecha” de la vida profesional
de su autor. En él laten ciertas convicciones me­
todológicas y de contenido historiográfico que
hacen las veces de hilos conductores de su obra
completa, a cuya lectura se nos invita.
Como historiador de las mentalidades, Ari&s
lo es predominantemente de larga duración: “los
cambios de actitud del hombre ante la muerte tie­
nen lugar muy lentamente o bien ocurren duran­
te largos períodos de inmovilidad. Los contempo­
ráneos no los notan supuesto que dichos períodos
abarcan varias generaciones y exceden por lo
tanto la capacidad de memoria colectiva”.4
Descubre en aquel pasado global el deseo
profundo de una sociabilidad más grande y am­
plia que la del núcleo familiar: “el paso de un mo­
delo de familia al otro se explica por un fenómeno
psicológico que ha trastocado el comportamiento
del hombre occidental a partir del siglo XVIII:
una revolución del sentimiento y de la afectivi­
dad...; a su vez, como reacción en cadena, las mo­
dificaciones de esta revolución se extienden a la
sociedad entera hasta su habitat y su urbanis­
mo”.5
Aries destaca que nuestro modelo de la muer­
te está hoy dominado por el sentido de privacía:
la comunidad se siente menos involucrada con la
muerte de uno de sus miembros. Primero, porque
no resulta ya necesario defenderse contra la n a­
turaleza indómita dado el avance de la tecnolo­
gía, especialmente la médica. Y en seguida, por­
que ya no se tiene hoy el suficiente sentido de so­
lidaridad, pues se ha abandonado toda respon­
sabilidad en la organización de la vida colectiva.
Oscar Mazín
El Colegio de Michoacán
NOTAS
1.
Philippe Aries. Un historien du d im a n ch e, avec la collaboration de Michel Winock. París, Editions du Seuil, 1980.219 p.
p. 53.
2.
3.
4.
5.
Ibid., p. 85.
Ibid., p. 109.
Philippe Ari£s. The hour of our death. Traducción inglesa de
El hombre frente a la muerte. N ew York, Knopf, 1981. p. xvi.
Philippe Artès. Un historien du dim anche. Paris, Seuil, 1980.
p. 137.
D os com entarios sobre textos básicos de la
medicina tradicional de Michoacán.
Aguirre Beltrán, Gonzalo. Medicina y Magia. El
proceso de aculturación y curanderismo en
México. INI. Colección de Antropología So­
cial. No. 1, 1963, 443 pp.
¿Terapéutica ilusoria o realistas prejuicios?
La medicina y magia en el México colonial.
Esta obra fue proyectada y pensada incidental­
mente. Dice Aguirre Beltrán que la idea fue for­
mulada cuando buscaba otro tipo de asuntos en­
tre los legajos de Inquisición del Archivo Gene­
ral de la Nación y se topaba recurrentemente con
abundantes materiales sobre el tema. En este es­
tudio ya clásico, nos muestra el gran mundo de
las ideas médicas y mágicas, la salud y la enfer­
medad y la visión que de ello tenía el poder colo­
nial del México de los siglos XVII y XVIII. De en­
trada el autor nos muestra algunos aspectos fun­
damentales de la medicina náhuatl prehispánica, la medicina negra traída por los esclavos afri­
canos y la resultante medicina mestiza, así como
los problemas de todas ellas con la Santa Inqui­
sición o Tribunal del Santo Oficio.
En sus casi 300 páginas, el libro aborda múl­
tiples temas imposibles de reseñar completos.