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Acción social y procesos organizativos en la iglesia católica
Ángel Belzunegui ([email protected])
Ignasi Brunet ([email protected])
Presentación
En esta comunicación se presentan los resultados de una investigación realizada por el
grupo de investigación Análisis Social y Organizativo durante el año 2008 patrocinada
por la archidiócesis de Tarragona en la que se analizó el papel que tienen las entidades
católicas en la acción social y en la prestación de servicios sociales en el ámbito de
actuación de su territorio. La hipótesis inicial fue que la cobertura de la acción social
se produce como resultado de un mayor grado de descentralización de las entidades
católicas que se dedican a esta tarea. El diseño de la investigación combinó técnicas
cualitativas como el análisis documental y las entrevistas en profundidad y técnicas
cuantitativas centradas en la elaboración de una encuesta a las entidades. Los datos
cualitativos fueron analizados con técnicas de análisis discursivo y los datos de
encuesta a través del programa SPSS. El estudio incluyó un análisis organizativo y la
identificación de los retos futuros de las entidades católicas como organizaciones del
tercer sector. El análisis de la información conduce a la conclusión de que las entidades
religiosas forman un esquema organizativo en forma de constelación del que deriva
precisamente su eficacia a la hora de desplegar la cobertura y la intensidad de la
acción social.
Introducción
Como señalamos en la presentación de esta comunicación, las conclusiones que
presentamos en este texto derivan del análisis realizado en el estudio “La Acción Social
de la Iglesia”, un estudio encargado por Cáritas Diocesana de Tarragona y cuyo
objetivo general fue la realización del mapa de la actividad social de la Iglesia en la
Archidiócesis de Tarragona.
La hipótesis del estudio fue que a mayor descentralización en la organización de la
acción social de las entidades católicas, mayor alcance de las mismas al conjunto
social. Este hecho, en si mismo, se consideró un indicador de la eficacia de la propia
acción social, por consiguiente, vinculamos en la hipótesis inicial la descentralización y
la autonomía de la acción con el grado de eficacia de la misma, teniendo en cuenta el
número de personas atendidas y la implantación territorio de la acción.
El diseño metodológico del estudio combinó técnicas cualitativas (análisis documental
y entrevistas en profundidad) con técnicas cuantitativas (encuesta a través de
cuestionario). Para la realización de las entrevistas en profundidad se diseñó una
estrategia de identificación de lo que podríamos llamar nódulos de la red o la matriz de
entidades que realizan la acción social. En el espacio de relaciones entre las entidades
observamos la centralidad de la figura de los arciprestes como figuras que realizan un
papel de coordinación, por lo que procedimos a entrevistarlos.
1
Para la realización del estudio comenzamos con entrevistas en profundidad a los 11
arciprestes del territorio, a través de un guión de entrevista estructurado. El objetivo
de estas entrevistas fue identificar las entidades católicas que realizan acción social en
el territorio de su magisterio. Estas entrevistas sirvieron para situarnos en el contexto
del objeto de estudio y conocer de primera mano la filosofía de actuación que
acompaña la mayoría de esta acción social. Su conocimiento de las personas y de la
situación de las comunidades los convirtieron en unos auténticos informantes
privilegiados.
Una vez identificadas las acciones sociales de la Iglesia en el territorio comenzamos a
realizar el trabajo de campo a través de encuestas a las diferentes entidades y a las
personas que prestan asistencia social. Teniendo en cuenta la gran cantidad de
entidades de la Iglesia en materia de bienestar social, nos propusimos entrevistar el
mayor número posible de personas y entidades vinculadas a la acción social. La
estrategia para la selección de las unidades de información fue intentar cubrir en su
totalidad las comunidades religiosas y los centros sociales, y por lo que respecta a las
cáritas parroquiales, recogimos la información, por un lado, de los registros centrales
de Cáritas Diocesana y, por otro, de una encuesta a una muestra de voluntarias y
voluntarios de la entidad.
Los números del trabajo de campo del estudio han sido los siguientes:
Entrevistas exploratorias al inicio del estudio
Entrevistas en profundidad a Arciprestes
Entrevistas en profundidad a Comunidades religiosas
Entrevistas en profundidad con Centros sociales
Entrevistas en profundidad a responsables de Cáritas
Diocesana e interparroquiales
Cáritas parroquiales representadas en la Encuesta al
voluntariado
Total de voluntariado de Cáritas encuestado
N
5
11
60
12
4
5
10
43
10
4
100%
91%
71,6%
83,3%
100%
65
40
61%
840
100
12%
(*) N = número de elementos del universo poblacional.
(**) n = número de elementos de la muestra
En total hemos realizado 72 entrevistas, repartidas, como se observa en la tabla, entre
informantes privilegiados al inicio del estudio, a arciprestes, a las comunidades
religiosas, a los centros sociales y a los responsables de las Cáritas interparroquiales y
la Diocesana. También obtuvimos información a través de encuesta directa de 100
voluntarios de las Cáritas parroquiales, voluntarios que representan aproximadamente
un 12% del total con el que cuenta la entidad en la Archidiócesis.
Somos conscientes que no hemos abarcado todo el complejo entramado de entidades
de acción social de la Iglesia, pero el trabajo de campo refleja una parte importante de
lo que se realiza en el territorio. El voluntariado de las cáritas parroquiales queda
menos representado en el total del trabajo de campo, pero hay que tener en cuenta
que este colectivo presenta rasgos muy homogéneos tal y como indican los registros
2
que maneja Cáritas Diocesana. Las 100 entrevistas realizadas resultan, por tanto, una
buena aproximación a las características del voluntariado de esta entidad.
El trabajo de campo tuvo una duración de aproximadamente 9 meses, dadas las
dificultades de encontrar huecos para realizar las entrevistas. Así que las entrevistes se
realizaron en un tiempo que para cualquier investigación social podría resultar
excesivo. Sin embargo, estamos satisfechos tanto del proceso como de los resultados
ya que nos hemos enfrentado a un objeto de estudio muy peculiar por lo que respecta
a su funcionamiento y su organización.
La estructura de la comunicación es la siguiente. En la primera parte, “el modelo
organizativo de la acción social”, presentamos los rasgos de la organización de las
entidades católicas que desarrollan la acción social en el territorio. Aquí nuestro
análisis se centra en el análisis y la adecuación de los conceptos utilizados en la
sociología de las organizaciones respecto a las características organizativas y de
funcionamiento de la Iglesia católica. El resultado es la caracterización de la acción
social como un complejo entramado de entidades que funcionan en red a modo de
una constelación como forma organizativa. En la segunda parte abordamos la conexión
entre la forma organizativa de la Iglesia católica y el alcance de la prestación social que
realiza. Es aquí donde aseguramos y argumentamos la eficacia del alcance de esta
prestación en función de la descentralización como marca idiosincrásica de la
organización de estas entidades de acción social. En la tercera parte, en forma muy
resumida, exponemos algunas características de las entidades entrevistadas. Por
último, en el apartado de conclusiones sistematizamos los principales hallazgos del
estudio realizado.
1.
El modelo organizativo de la acción social
En sentido general se puede afirmar que cualquier organización y su funcionamiento
es el resultado de la combinación de una serie de elementos internos y externos o lo
que se denomina en la teoría de la dirección y en la sociología de las organizaciones,
sus recursos organizativos. Las peculiaridades de la Iglesia católica, de sus entidades
que podríamos denominar “de base”, hacen que su organización y su funcionamiento
se asemejen a lo que en la literatura de la sociología de las organizaciones se ha venido
reconociendo como las estructuras en forma de constelación, cuyas características
fundamentales son, por un lado, una configuración basada en la red como forma
estructural y en la autonomía organizativa como forma de actuar.
Pues bien, las entidades católicas que llevan a cabo la acción social presenta un tipo de
configuración similar al de una constelación. También podemos imaginar la
organización de la acción social y sus entidades como una "estructura en explosión
estelar", tal como la caracterizan Bueno y Morcillo (1994: 376).
3
Modelo de organizacien constelación
Las entidades católicas como una constelación nos remite a considerar algunas de sus
características básicas. Siguiendo los parámetros que propone Schein (1972), las
entidades de la Iglesia configuran una organización con una coordinación racional de
las actividades de personas que intentan conseguir una finalidad común y explícita,
mediante la división de las funciones y del trabajo, y a través de una autoridad y de la
responsabilidad compartida2. Pues bien, la acción social que realiza la Iglesia entra
dentro de los parámetros de esta amplia definición. Se trata (1) de un conjunto de
personas, (2) con fines comunes y explícitos, (3) que se reparten las funciones a
realizar, (4) sometidas a una ordenación de sus acciones en función de algún tipo de
autoridad.
En este punto es necesario hacer una apostilla. Obsérvese que se dice explícitamente
funciones y/o acciones sometidas a algún tipo de autoridad. En el contexto del estudio
que hemos llevado a cabo, no identificamos la autoridad con la jerarquía eclesiástica,
es decir, con un tipo de estructura de mando que puede ser más o menos piramidal o
clásica. Aquí entendemos por autoridad la acepción "auctoritas", la potestad, la
facultad o legitimidad que orienta una determinada acción. Se trata, por tanto, de otro
tipo de fuente de autoridad que se basa en la propia acción más que en un sistema
jerárquico reconocido.
También la podemos entender como el prestigio y crédito que se reconoce a una
persona y/o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en algún tipo
de materia. En este sentido, observamos como la acción social que desarrollan las
entidades vinculadas a la Iglesia, se dotan cada una de ellas de esta autoridad para
poder funcionar y desarrollar su labor. Se trataría de una especie de “autoridad
emanada” de algún tipo de regla consuetudinaria y de la tradición en que se inscribe la
propia acción social de la Iglesia. La acción social que realiza el voluntariado ligado a la
Iglesia desarrolla su tarea bajo el principio de legitimidad que la propia Iglesia tiene de
manera colectiva y comunitaria: se trata de una interiorización de la tarea común que
no necesita el consentimiento de una persona o autoridad por encima de la propia
acción. Cada grupo o entidad comparte una autoridad moral que emana de un mismo
tronco común. Aquí descubrimos, con efectos prácticos, el primer rasgo de la
estructura descentralizada y autónoma de las entidades que realizan la acción social.
4
Veamos ahora qué nos dice Zerilli (1988) a partir de la definición anterior, si se quiere,
formulada de otra manera, pero que introduce un elemento nuevo, no tanto porque
no aparezca en la anterior definición sino por la importancia que adquiere en esta. Las
entidades católicas que realizan acción social compartirían cuatro elementos, a saber,
a) la presencia de una finalidad u objetivo común a alcanzar, b) la presencia de un
conjunto de personas y de medios técnicos, económicos y de otra naturaleza; c) la
combinación de los esfuerzos de las personas y los medios -lo que podemos llamar
recursos organizativos- según un esquema oportunamente estudiado que asegure la
consecución de los objetivos, y d) un sistema de dependencias y relaciones que lleve a
coordinar los esfuerzos hacia la consecución de los objetivos. Si nos fijamos con
detenimiento en esta definición, Zerilli nos habla de combinación de esfuerzos de un
sistema de dependencias de las relaciones que se orientan a la coordinación.
Creemos que aquí radica una de las especificidades más destacadas de la organización
de la acción social de la Iglesia. La pregunta es pertinente: ¿qué tipo de coordinación
de las actividades de orientación social se produce en el seno de las entidades
vinculadas a la Iglesia? La respuesta a esta pregunta nos puede descubrir un tipo de
organización con un elevado grado de autonomía organizativa versus una
organización en la que las directrices de acción vienen divisionalmente marcadas
desde las jerarquías clásicas que corresponden a la estructura formal. El estudio
realizado muestra una estructura orientada a lo que en la sociología de las
organizaciones se denomina una estructura en red.
El modelo de toma de decisiones que observamos en las entrevistas a las entidades
católicas que realizan acción social, coincide con lo que propusieron Cohen, March y
Olsen (1972). Se trata de un modelo de toma de decisiones propio de organizaciones
que tienen que hacer frente a situaciones problematizadas y con una participación que
los autores llaman fluida. En este modelo organizacional confluyen simultáneamente
problemas, soluciones, decisores y decisiones, interaccionan todos estos aspectos en
una especie de sistema relacional que tiene más que ver con una red (una forma de
constelación) que una organización altamente centralizada.
La Iglesia como organización plantea preguntas interesantes a las definiciones
tipológicas sobre la estructura de las organizaciones que forman parte del
conocimiento acumulado por la sociología de las organizaciones. Veamos algunas
definiciones de la literatura especializada y observaremos como la propia idiosincrasia
de la Iglesia hace posible un planteamiento de carácter epistemológico.
Una de las definiciones más aceptadas por su grado de generalidad es la que nos
proponen Kast y Rosenzweig (1987). Para estos autores la organización, desde el punto
de vista analítico, es aquello en la que el comportamiento de los individuos que la
componen, y por consiguiente, el de la propia organización, se orienta hacia ciertas
metas que los miembros del grupo reconocen y conocen de alguna manera. La
organización implica actividades estructuradas, es decir un cierto diseño y
planificación, y estructuras perdurables y permanentes en la base del
comportamiento, integradas, es decir, individuos que trabajan juntos y cooperan en
relaciones de interdependencia. La noción de interrelación supone un sistema social.
5
En este sentido, se puede afirmar que las entidades católicas que hacen acción social
consisten en organizaciones (1) orientadas hacia metas (individuos con un propósito);
(2) son sistemas psicosociales (individuos que trabajan en grupo); (3) sistemas
tecnológicos (individuos que utilizan conocimientos y técnicas), y (4) se dotan de una
integración de actividades estructuradas (individuos que trabajan juntos en relaciones
estructurantes).
Como vemos también esta definición comparte algunos de los parámetros con
anteriores definiciones. Por tanto, la Iglesia -en cuanto a su acción social- se puede
entender como una organización formada por individuos que actúan movidos por
criterios de racionalidad “según finalidades”, dentro de un entorno en el que hay una
necesaria cooperación para conseguir dichos fines, acompañados de lo que en la teoría
de sistemas se denomina sistema tecnológico y que, a efectos de lo que nos ocupa
ahora, lo podemos traducir como el conocimiento teórico-operativo acumulado y bajo
un sistema estructurado.
De estas definiciones se pueden derivar algunos elementos que nos ayudan mejor a
entender la dinámica organizacional de la acción social de la Iglesia.
El primero de ellos tiene que ver con la estructura social, que implica un modelo de
relaciones entre los diferentes actores que participan en la acción social. En un sentido
más amplio, a modo de lo que los sistémicos llamarían, un subsistema abierto, la
estructura social viene conformada por varios elementos: a) la estructura normativa
externa a la organización, esto es el contexto legal de acción, donde se desarrolla la
acción social de la Iglesia; b) la estructura de normas, incluidas las consuetudinarias
internas que forman parte del conjunto de reglas de carácter específico para gestionar
y/o gobernar el comportamiento de los miembros a fin de lograr las metas previstas ),
y c) la propia estructura de comportamiento que enfatiza la formalización de los
estándares de comportamientos que se exigen a los miembros de la organización.
En segundo lugar, nos puede ser útil para el análisis que nos ocupa, considerar, como
hace Scott, el elemento de la tipología de los propios actores que participan de la
acción social. De entrada consideramos los miembros que activan y protagonizan esta
acción social como movidos por unos intereses particulares y colectivos que influyen
de manera relevante en la estructura y en el funcionamiento de la acción social (y en
cierto modo también, lógicamente de la propia Iglesia como organización). La tipología
de voluntariado, que forma el engranaje de la prestación social, tiene unas
características determinadas: elevada edad, mayoritariamente mujeres y un nivel de
estudios medio.
Seguidamente debemos considerar los propósitos y finalidades de la propia acción,
concebidos aquí como objetivos deseables que los miembros que realizan la acción
social pretenden alcanzar mediante la realización de diversas actividades y su propio
trabajo. Una cuestión pertinente a tener en cuenta cuando abordamos este elemento
configurador es si se pueden producir conflictos entre los intereses y objetivos que
persiguen los diferentes actores a nivel individual y/o microgrupal, y los intereses y
fines que persigue la organización en sus instancias más formales y superiores. El
análisis de las entrevistas nos da como resultado una coincidencia muy fuerte en los
6
objetivos y/o fines que mueven a participar en la acción social, que puede resumirse
en un sentido de evangelización mediante la acción, un servicio de la caridad.
Otro elemento constitutivo de la acción organizacional es el llamado por la perspectiva
sociotécnica como tecnología. Esta se entiende en el sentido de know how, o como el
conjunto de conocimientos, herramientas, equipos, técnicas, habilidades y destrezas
que se despliegan por la organización. Evidentemente también se contempla aquí el
hardward (aquí, en sentido figurado) que hace posible todos los tipos de saber que
tiene y utiliza la organización. El conocimiento acumulado por el voluntariado de la
Iglesia ha atesorado un conjunto de rutinas organizativas y una flexibilidad organizativa
que nos remite, de nuevo, entender esta organización como una red social entretejida
alrededor del servicio a los más desvalidos.
Finalmente, el entorno aparece como el último de los elementos a tener en cuenta
para el estudio de la acción social, esto es, un conjunto de subsistemas, básicamente el
económico, el social, el técnico y el cultural, que tienen relevancia a la hora de poner
en práctica la acción social en nuestra sociedad. Una idea persistente en las entrevistas
en profundidad es que en los últimos años se ha producido un escaso reconocimiento
social de la labor que hace la Iglesia por los más desfavorecidos. El contexto social ha
infravalorado la labor que realizan las entidades católicas en favor de los más
desfavorecidos de nuestra sociedad. En las entrevistas este tema es recurrente: “no se
valora suficientemente la acción que hacemos porque es desconocida”, “no tenemos
instrumentos para llegar a la gente y decirle lo que hacemos”, “no tenemos a nuestro
favor los medios de comunicación a la hora de dar a conocer nuestra actividad”, son
algunas de las expresiones que han manifestado los entrevistados que realizan acción
social.
Sin embargo, una de las instituciones clásicas de prestación social como es Cáritas,
aparece en la Encuesta de Condiciones de Vida de la Población de Tarragona 1, como la
más utilizada por las familias que han pedido alguna vez asistencia social, seguida de
los servicios municipales. También aparece como la mejor valorada por la sociedad en
general.
2. Sobre la acción social y su alcance
Gutiérrez (1993:112) indica en su introducción a la descripción histórica de la presencia
de Cáritas en la sociedad española, que “el futuro se inscribe ahora en clave diferente:
la crisis del Estado del bienestar no es sólo crisis económica: es también crisis
axiológica, estética, política y desde los foros internacionales se ve la necesidad de la
existencia del mayor número posible de instituciones intermedias que, entre el Estado
y el ciudadano satisfagan, en colaboración, necesidades culturales y socioambientales
Según datos de la Ecuesta de Condiciones de Vida de la Población de Tarragona 2007 (ECVPT), dirigida
por A. Belzunegui e I. Brunet y realizada por la URV, patrocinada por Cáritas Interparroquial de
Tarragona, la Diputación de Tarragona y el Ayuntamiento de la ciudad. Esta encuesta es una adaptación
de la Encuesta de condiciones de Vida del Instituto Nacional de estadística y recabó información de 931
hogares de la ciudad de Tarragona durante el año 2007, a través de encuesta.
1
7
(por la falta de comunicación, de espacio, de identidad) y no sólo de necesidades
materiales”.
Las entidades católicas aparecen así como organizaciones intermediadoras entre el
individuo y la colectividad, además de servir en muchas ocasiones como vínculo
también con las instituciones públicas asistenciales.
La actividad socio-asistencial de la Iglesia se vertebra en base a la filosofía que recoge
Abril (2008) de algunos textos fundacionales, como el de Maillo García en el número 3
de la Revista Documentación Social, cuando afirma que “hablando con rigor, las
actividades asistenciales encaminadas a remediar necesidades y deficiencias humanas,
tal y como se entienden hoy, son las mismas obras de beneficencia y de caridad que,
desde su fundación, constituyen uno de los distintivos genuinos de la Iglesia católica”.
Ahora bien, inmediatamente apuesta por una sistematización de la ayuda a los
necesitados cuando añade: “la ayuda a los necesitados ha tenido en todas partes un
doble carácter: por un lado, ha sido individual; de otro, no ha contado con un plan que
gradúe las necesidades y ayudas, adecuando éstos a aquellas de una manera científica.
Pero un plan de ayuda social es algo más que una serie de ficheros donde se registran
datos personales de los necesitados y cuantía y fecha de los recursos que se dedican”.
Mucha de esta acción basa su principio en ir a las fuentes de la realidad de las
personas, de la realidad de los grupos, y en los tiempos que corren también de las
culturas, ya que una buena parte de esta acción social se dirige actualmente a cubrir
las necesidades de personas inmigrantes. La atención y el voluntariado que desarrollan
los grupos de la Iglesia coloca a sus miembros frecuentemente en las fronteras de la
gestión de las situaciones de marginalidad. De hecho, buena parte de esta acción tiene
como destinatarias personas que escapan a la atención social de las administraciones
por sus condiciones de extrema marginalidad y exclusión social.
Esta atención a los sectores más excluidos de la sociedad no se produce como
resultado de una circunstancia al azar, sino que forma parte del resultado de un tipo
de organización muy descentralizada, que funciona como una malla en el territorio y
con una gran flexibilidad en cuanto a la atención directa. Se trata de una situación en la
que los grupos de acción social y las personas que los integran responden a lógicas de
funcionamiento ad hoc, es decir, un tipo de funcionamiento que trata los problemas
cotidianos en función de la proximidad de los propios miembros que ejercen la acción
sin tener muy en cuenta el contexto organizativo más amplio. Aquí se pone de
manifiesto el principio de subsidiariedad al que hacía referencia hace 50 años el Dr. R.
Duocastella, Director Nacional de la Sección Social de Cáritas.
La acción social de la Iglesia se caracteriza por la simultaneidad en la actividad con
otras instancias que también se encargan de trabajar las situaciones de desigualdad
social. El principio dominante en la mayoría de las entidades estudiadas es, por un
lado, dar el máximo de servicios y prestaciones para todas aquellas personas que lo
piden y necesitan, y, en segundo lugar, asegurar el mínimo indispensable de servicios
para que estas personas puedan salir de la manera más rápida de su situación.
8
El estudio de la acción social pone de manifiesto la integración y coordinación entre las
entidades y organizaciones que la llevan a cabo, una coordinación que a pesar de
producirse puede conllevar la duplicación del trabajo realizado, sobre todo el trabajo
más burocrático de la propia acción social, como, por ejemplo, el trabajo con las
instituciones del territorio. El perfil de los destinatarios, muchas veces con un elevado
grado de movilidad, hace que esta situación pueda producirse.
Sin embargo, ante la burocratización de los procedimientos que ponen en marcha las
diferentes administraciones, las organizaciones ligadas a la Iglesia tienen una actuación
mucho más rápida y actúan directamente sobre los problemas de las personas. Este es
un valor añadido que ofrecen estas organizaciones en su acción social. Precisamente el
propio funcionamiento autónomo de estas organizaciones las hace más ágiles ante la
problemática de la exclusión social. De ahí que sean las diferentes Cáritas las entidades
que más trabajan a nivel comunitario y las más buscadas por los propios beneficiarios
últimos de las prestaciones que se dan.
Tabla 1. Entidades e instituciones a las que recurren las familias
con dificultades
n
%
Servicios sociales municipales
93
10
Consejo comarcal
35
3,8
Generalitat de Cataluña
72
7,7
Servicios del Estado
36
3,9
Cruz Roja
53
5,7
Cáritas
148
15,9
Otros
6
0,6
Total de hogares de referencia
931
Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida de la Población de
Tarragona, 2007.
Como se ve en la tabla anterior, la entidad a la que más recurren las familias con
dificultades es Cáritas, con un 15,9% de hogares que han acudido alguna vez a pedir
algún tipo de ayuda. Le siguen en importancia los servicios municipales de bienestar
social, con un 10% de hogares, y los servicios de la Generalitat de Cataluña, con un
7,7%.
La entidad más conocida en cuanto su actividad es Cáritas, 57,8% de los individuos
entrevistados en la Encuesta de Condiciones de Vida de la Población de Tarragona la
conoce, seguida de la Cruz Roja con un 55,6%.
Tabla 2. Conocimiento de las diferentes entidades e instituciones que realizan
acción social
No conoce
Si conoce
%
%
Total
Cáritas
42,2
57,8
100
Cruz Roja
44,4
55,6
100
ONGs
57,0
43,0
100
Servicios sociales del Ayuntamiento
59,4
40,6
100
Servicios sociales de la Generalitat
68,2
31,8
100
Servicios sociales del Estado
69,1
30,9
100
9
Servicios sociales del Consejo comarcal
77,7
22,3
100
Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida de la Población de Tarragona, 2007.
El mayor desconocimiento de los entrevistados está en la tarea que realizan los
servicios sociales del Consejo comarcal, con un 77,7% de los entrevistados. Le siguen,
en desconocimiento, el 69,1% de los entrevistados que dicen desconocer la labor que
hacen los servicios sociales del Estado, seguido del 68,2% que dicen no conocer la
actividad de los servicios sociales de la Generalitat, y del 59,4% de los entrevistados
que no conocen la labor que realizan los servicios sociales del Ayuntamiento.
En el ECVPT se preguntó también sobre la valoración que hacen los ciudadanos de las
diferentes entidades e instituciones que hacen acción social. Las mejores valoradas son
la Cruz Roja, con un 63,7% de entrevistados que valoran su acción como positiva o muy
positiva, seguida de ONGs, con un 55% y de Cáritas con un 53,5%.
Tabla 3. Valoración de la labor realizada por las entidades e instituciones
Negativa/muy
Indiferent
Positiva/muy
negativa
e
positiva
%
%
%
Cáritas
17
29,5
53,5
Cruz Roja
9,4
26,9
63,7
ONGs
24,3
20,7
55
Servicios sociales del
35,6
28,9
35,6
Ayuntamiento
Servicios sociales de la
32,4
28,3
39,3
Generalitat
Servicios sociales del
39,7
31,2
29,1
Estado
Servicios sociales del
30,8
29,9
39,3
Consejo comarcal
Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida de la Población de Tarragona, 2007.
Tenemos también información de la valoración que hacen los hogares pobres y que
recurren a la asistencia social de las entidades e instituciones que se la facilitan. Los
resultados viene expresados en el siguiente gráfico:
Gráfico 1. Valoración positiva/muy positiva de la acción de las entidades según los hogares pobres
10
Creu Roja
72,5
Càritas
59
Consell comarcal
54,1
ONGs
53,8
Municipals
38,2
Generalitat
37,1
Estat
32,6
0
10
20
30
40
50
60
70
80
Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida de la Población de Tarragona, 2007.
La Cruz Roja es la mejor valorada por los hogares pobres de la ciudad, un 72,5% de
ellas considera su actuación como positiva o muy positiva. Le siguen Cáritas con un
59% de valoración positiva, seguida del Consejo comarcal (54,1%), las organizaciones
no gubernamentales (53,8%), los servicios municipales (38,2%), los servicios de la
Generalitat (37,1%) y por último los servicios del Estado (32,6%).
A diferencia también en ocasiones de las instancias administrativas y de la
profesionalización de la asistencia social, la acción social de la Iglesia trabaja con un
concepto integral de la persona, es decir no reduce la persona ni el concepto de
necesidad a una sola escala, sino que tiene una visión más integral de la promoción
social y del desarrollo comunitario. Este hecho también es reconocido, por los propios
entrevistados, como un valor añadido de la acción social. El tratamiento integral de la
persona se ha convertido, por tanto, en un signo distintivo de la acción social de la
Iglesia. Esta idea queda patente también en uno de los textos fundacionales sobre la
actividad caritativa de los católicos: “Un Estado que se preocupa honradamente del
bienestar de los pobres: crea organismos para aliviar las diversas necesidades, no pone
límite al número de funcionarios, retribuyéndoles dignamente; distribuye títulos que
acreditan su competencia; organiza una red burocrática de admirable buen sentido...
pero al elegir el personal que da vida a esta maquinaria filantrópica, desestima los
Institutos religiosos... prefiriendo empleados que se acogen a estas plazas sin vocación
y cumplen su tarea con la mecánica fidelidad del oficial que lo es para cobrar un sueldo
de plantilla. El pobre recibirá ayuda, sí, pero con la misma prosaica indiferencia con la
que se llena un padrón y se pega una póliza” (Gutiérrez, 1993: 321).
Si tenemos en cuenta la percepción de los entrevistados acerca de su trabajo de acción
social y la consideración que mayoritariamente realizan sobre su escasa consideración
y reconocimiento social, se podría decir que es, en cierto modo, un trabajo invisible.
Utilizamos aquí el paralelismo con el trabajo doméstico que realizan la mayoría de las
mujeres en nuestra sociedad. Es bien sabido que una buena parte de este trabajo que
realizan las mujeres permanece socialmente invisible para la mayoría de la sociedad.
Ellas, a diferencia de los hombres, se dedican a realizar la mayoría de tareas que tienen
que ver con el cuidado de las personas, en el seno de la familia y cuidando de personas
11
en situaciones de dependencia. Pues bien, no es tampoco casual que la mayoría del
voluntariado que trabaja en y para las organizaciones sociales de la Iglesia sean
mujeres. Sobre ellas recae una buena parte del trabajo que asegura el bienestar social,
físico y emocional de las personas en nuestras sociedades. Tanto a nivel de la familia
como a nivel de las entidades que acogen y acompañan a las personas con dificultades
para poder insertarse en los contextos sociales.
Hemos hablado antes del valor añadido que supone el reconocimiento inmediato de
las situaciones de dificultades sociales y vivenciales de las personas que acuden a las
organizaciones de la Iglesia. Decíamos que el hecho de poder responder con
inmediatez a estas demandas ya supone un plus respecto a otras instituciones que
tienen procedimientos burocráticos más complejos. Pero, se nos plantea aquí otro
interrogante: ¿hasta qué punto el trabajo de las personas de estas organizaciones hace
posible que los individuos demandantes de prestaciones puedan desarrollar
trayectorias vitales autónomas e insertadas en nuestra sociedad? De hecho es un
interrogante que puede plantearse a nivel general a todas las entidades e instituciones
que se dedican a las situaciones de riesgo de exclusión.
En términos porcentuales y según nuestros interlocutores, entre un 50% y un 75% de
los individuos que reclaman algún tipo de ayuda o de prestación social no puntual
desarrollan una trayectoria positiva en cuanto su inserción social. Esto se comprueba a
través del seguimiento que hacen estas mismas organizaciones. En los últimos años, el
mayor grado de éxito se encuentra entre las personas y las familias inmigrantes.
Una buena parte de la acción social está vinculada a familias inmigrantes. Vienen con
necesidades económicas, afectivas y relacionales, y son las organizaciones de la Iglesia
unas de las primeras con las que contactan. Podríamos decir que, en la actualidad hay
dos instituciones cruciales a la hora de realizar la acogida de estas familias: una es la
institución escolar y la otra es la religiosa. Las administraciones aparecen cuando las
familias ya han entrado en contacto con ambas. El grado de eficacia de las tres
entidades depende de muchos factores como, por ejemplo, del grado de interconexión
que se establece entre las tres instituciones en relación a la acogida y a la prestación
social, así como al seguimiento de la problemática específica.
3. La acción social en cifras
3.1. Las comunidades religiosas
En el estudio participaron contestando el cuestionario un total de 43 comunidades
religiosas de un total de 34 órdenes religiosas. Se obtuvo un 72% de respuestas del
total de comunidades que realizan acción social en el territorio.
El quehacer de las congregaciones en general y las comunidades, en particular, abarca
un amplio abanico de actividades que van desde las más contemplativas, centradas
fundamentalmente en la oración y que, a efectos de la recogida de información
desestimamos como comunidades con una dimensión social, hasta las más prácticas
12
en el sentido de ocuparse de las personas que presentan necesidades de tipo material,
físico, psíquico o emocional.
Las actividades que pueden considerarse como más claramente incardinadas dentro
del ámbito de la acción social de la Iglesia, vienen enmarcadas por una misión en la
vida de las personas que se puede identificar como “hacer el bien al prójimo”. Esta
formulación e intención genérica recorre todos los discursos de los entrevistados, en
última instancia se trata, como dice Soro (2008:199) de “que el sujeto de la acción
caritativa es la Iglesia toda”.
También reclaman los entrevistados una acción directa, en contacto con los problemas
del conjunto de la sociedad, y, en particular, de aquellos que más la necesitan. De lo
que se trata también es de “realizar un ejercicio empático”; “(…) difícilmente
comprenderemos la situación y encontraremos soluciones a los problemas de los
pobres, si vivimos excesivamente alejados de su situación”, “la proximidad es
imprescindible para una buena intervención y, sobre todo, para una aproximación
cordial” (Soro, 2007:203). Se vuelve a poner de manifiesto aquí el principio de
subsidiariedad con el que se mueven las entidades católicas en la prestación de
asistencia social: la proximidad alcanza entonces un plus en la tarea a realizar ya que
posibilita la inmediatez de la prestación.
Otra cuestión de interés es ver a qué colectivos dirigen primordialmente la acción
social las comunidades y congregaciones. Más de la mitad de las comunidades dirigen
sus esfuerzos de acción social y asistencial a las personas de la tercera edad (53,5%) y a
las familias y menores (51,2%).
Tabla 4. Colectivos a los que se dirige la acción social de las
comunidades
%
Tercera edad
53,5
Menores y familia
51,2
Enfermos
48,8
Jóvenes
42,0
Inmigrantes
37,2
Discapacitados
25,6
Mujeres
23,3
Sin techo
16,3
Drogodependientes
11,6
Reclusos
11,6
Sanidad
9,3
Minorías étnicas
7,0
Parados
7,0
Fuente: Encuesta sobre la Acción Social de la Iglesia, 2008.
La atención a las personas de la tercera edad, primer colectivo en cuanto a la
intensidad de la atención, cubre por una parte las personas que viven solas, una buena
parte de ellas mujeres con escasos recursos y/o con problemas de dependencia. Una
buena parte de esta atención se desarrolla en los centros para la tercera edad que
13
gestionan las comunidades religiosas de forma privada y/o concertada con las
administraciones.
Tabla 5. Colectivos a los que se dirige la acción social según tipo
de comunidad. Porcentajes (*)
Total Comunidades
Comunidades
femeninas
masculinas
%
%
%
edad
53,5
58,8
33,3
Menores y familia
51,2
50,0
55,6
Enfermos
48,8
55,9
22,2
Jóvenes
42
38,2
55,6
Inmigrantes
37,2
35,3
44,4
Discapacitados
25,6
26,5
22,2
Mujeres
23,3
23,5
22,2
Sin techo
16,3
8,8
44,4
Drogodependientes 11,6
8,8
22,2
Reclusos
11,6
8,8
22,2
Sanidad
9,3
8,8
11,1
Minorías étnicas
7
2,9
22,2
Parados
7
2,9
22,2
(*) Los porcentajes señalan múltiples respuestas, por lo que no
suman 100%.
Fuente: Encuesta sobre la Acción Social de la Iglesia, 2008.
Las comunidades femeninas se encargan además de las problemáticas asociadas a
personas con mayor grado de dependencia funcional y/o psíquica, bien sean personas
mayores o discapacitadas en general. Muchas veces estas problemáticas de
dependencia tienen que ver con procesos crónicos de enfermedades.
Las comunidades masculinas se encargan de las formas más marginales de la exclusión
social, como drogodependientes, reclusos, personas sin techo y vagabundos. Son
colectivos que presentan una intensidad fuerte en cuanto a pobreza, privación y
vulnerabilidad social.
Otra cuestión a tratar es el perfil del voluntariado con que cuentan las comunidades
religiosas para llevar a cabo su labor social y asistencial en la comunidad. De media, el
número de voluntarios que participan con las 43 comunidades es de 8 personas. El
50% de las comunidades cuentan con el apoyo de 4 personas como máximo. Si
agrupemos las comunidades según el número de voluntarios que las ayudan en la su
tarea cotidiana de acción social, vemos que el 58,1% cuenta con la presencia de entre
una y cinco personas. El 23,3%, tiene entre seis y diez voluntarios y el 16,3% tiene más
de diez voluntarios.
3.
2. Centros sociales
14
Hemos recogido información de 10 centros asistenciales que gestionan entidades
católicas, sobre un total de 12, para conocer el alcance de su acción social. Por tanto,
hemos recogido información del 83% de los centros asistenciales.
Se puede afirmar que los centros asistenciales ligados a la Iglesia tienen una
importante presencia territorial. Se trata de la entidad privada con mayor presencia en
cuanto a la realización de acción social, bien sea por iniciativa propia, bien en
colaboración con otras entidades y/o instituciones.
La mayoría de la acción que se hace en estos centros no se aborda desde una
perspectiva exclusivamente individual, sino que se hace desde un punto de vista de la
intervención comunitaria. En este sentido, este tipo de tarea se acerca mucho más al
perfil del trabajo social comunitario que al perfil del trabajo de beneficencia.
Los colectivos beneficiarios de la acción social de los centros, son variados: el 50%
presta servicios relacionados con problemáticas de la familia y de menores. El 30% se
ocupa de cuidar de los marginados sin hogar, los vagabundos y transeúntes. Un centro
se dedica fundamentalmente a la tarea con los drogodependientes. El 20% trabaja
también con problemáticas asociadas a jóvenes, así como también a mujeres.
En general los centros se han especializado en determinados colectivos así como en
determinados servicios destinados a ellos. Se puede hablar de una cierta
profesionalización de los servicios aunque en muchos casos, parte de su actividad sea
llevada a cabo por voluntariado.
Entre los servicios que prestan los centros vinculados a la Iglesia se pueden destacar: la
atención a personas con deficiencias psíquicas y sensoriales; programas de
rehabilitación, educación y atención a la discapacidad física y psíquica; el tratamiento
integral de personas drogodependientes, su seguimiento sanitario y programas
formativos y de inserción laboral; los comedores sociales; el alojamiento para
transeúntes; el asesoramiento a reclusos y exreclusos; los programas de atención y
orientación familiar; los programas específicos de atención a la infancia; programas
formativos y de inserción laboral para jóvenes; acogimiento de personas mayores y su
cuidado; atención y seguimiento de inmigrantes especialmente a través de programas
de formación e inserción sociolaboral.
Los 10 centros tienen en total 18 convenios firmados con diferentes instituciones. La
administración autonómica es la que mayor número de convenios tiene firmados con
los centros, en concreto el 50% de los convenios se establecen con diferentes
consejerías de la Generalitat de Cataluña. El 28% de los convenios se firman en
colaboración con el ayuntamiento donde se ubica el centro. El Gobierno español
participa también en un 11% de los convenios. Consejos comarcales y entidades
privadas participan en el 5,6% de los convenios totales.
Los centros cuentan con un total de 68 colaboradores, 84% de los cuales son mujeres y
16% hombres. El 63% son seglares y el 37% religiosos. El 51,5% de los colaboradores de
los centros son mujeres seglares y el 32,4% mujeres religiosas. La presencia masculina
15
es bastante menor comparativamente, hay un 12% de hombres seglares y un 4,4% de
religiosos.
En los 10 centros entrevistados hay un total de 78 personas que están vinculadas de
forma contractual. Mayoritariamente el personal empleado tiene un nivel de estudios
secundarios, concretamente el 56,4% del total. El 30,8% del personal tienen título
universitario. Entre estas dos categorías suman el 87,2% de los empleados. El 12,9%
restante se reparten entre los que tienen estudios de graduado escolar y los que
tienen estudios primarios sin título. El tipo de actividades que realiza el personal
empleado en los centres sociales exigen un determinado grado de cualificación, como,
por ejemplo, tareas relacionadas con los servicios sanitarios, tareas formativas y
educadoras, administración y gestión de centros, etc.
Respecto a la edad, los menores de 30 años representen el 17% de los empleados de
los centros de la Iglesia. El grupo de edades más numeroso es el comprendido entre los
41 y los 50 años, concretamente un 37% de los empleado están dentro de esta franja
de edades.
Por último el voluntariado está presente en el 80% de los centros de la Iglesia. El
número total de voluntarios y voluntarias que participan en los centros es de 243
personas. Siguiendo el patrón del voluntariado que participa en las actividades de las
comunidades religiosas (recordemos que entre el voluntariado de las comunidades
religiosas hay un 80% de mujeres y un 20% de hombres), aquí también predominan las
mujeres: un 73% del voluntariado son mujeres y un 27% hombres.
Respecto a su nivel de estudios, hay una menor presencia de personas con titulación
universitaria, un 15%, en favor del voluntariado con estudios secundarios que
representan el 32% del total y de los que tienen estudios primarios, un 28%. Uno de
cada cuatro voluntarios tienen graduado escolar.
El grupo de edades mayoritario entre el voluntariado que presta sus servicios en los
centres es el comprendido entre los 41 y los 65 años, concretamente el 51,5% de los
voluntarios. Uno de cada cinco voluntarios tiene menos de 30 años (19,7%) y el 28,4%
tiene hasta 40 años.
3.3. La acción social de Cáritas
Las cáritas están repartidas por prácticamente todas las parroquias de la Archidiócesis
de Tarragona y prestan servicios sociales a las personas más necesitadas con un grado
de autonomía importante unas de otras, así como también de las interparroquiales y
de la diocesana, las estructuras que las agrupan. Probablemente el modelo
organizativo de los grupos de cáritas es el más semejante al modelo de constelación al
que venimos haciendo referencia.
Las cáritas funcionan con el trabajo voluntario de las personas que se vinculan a ellas.
Su financiación se basa, fundamentalmente, en la captación de dinero en campañas y
en donaciones de personas y entidades. También hay una vía de financiación a través
16
de subvenciones a programas concretos de actuación en el ámbito de la protección
social, pero el destino de estas subvenciones es cubrir los gastos derivados de la
puesta en marcha de dichos programas.
Es difícil precisar el número total de voluntarios y voluntarias adscritas a las cáritas
parroquiales de la unidad territorial en la que se ha realizado el estudio. Según datos
del registro de Cáritas Diocesana, el voluntariado asciende a unas 840 personas
aproximadamente. El tipo de voluntario de las cáritas parroquiales es el de una mujer,
de más de 50 años, con estudios primarios y/o secundarios que realiza tareas muy
variadas de atención a las personas que vienen a pedir ayuda o a las personas de su
entorno que están identificadas como personas más vulnerables social y
económicamente hablando. Al igual que el perfil del voluntariado de las comunidades
religiosas y de los centros de la Iglesia, en su mayoría son mujeres las voluntarias de las
cáritas parroquiales de la Archidiócesis. En concreto, 3 de cada 4 voluntarios, son
mujeres.
Como se ve las mujeres son las que más se implican en las tareas del voluntariado de
las diferentes entidades de la Iglesia. Podemos decir que asistimos a una feminización
del voluntariado. Las trayectorias vitales de las mujeres hacen que estén más
vinculadas a las tareas de atención, cuidado y bienestar de las personas. Esta mayor
presencia de mujeres en el voluntariado es el reflejo de esa mayor vinculación.
Comparativamente con otros grupos de voluntariado de las entidades religiosas, el
voluntariado de los centros presenta una mayor sobrerrepresentación de personas de
más de 65 años. La media de edad es de 64,2 años. No hay diferencias entre la edad
media de los hombres voluntarios y de las mujeres voluntarias: aquellos presentan una
edad media de 62 años, y éstas de 65 años.
Comparativamente con otros grupos de voluntariado de las entidades religiosas, el
voluntariado de los centros presenta una mayor sobrerepresentación de personas de
más de 65 años. Las comunidades cuentan con el voluntariado más joven de entre los
tres tipos de entidades.
Gráfico 2. Distribución de las edades de los voluntarios de las entidades de la Iglesia
17
80
70
60
50
40
30
20
10
0
Cáritas
Centros
Comunidades
Menos de 30 años
Entre 31 y 40 años
Entre 51 y 65 años
Más de 65 años
Entre 41 y 50 años
Respecto al nivel de estudios del voluntariado de los tres tipos de entidades, los
voluntarios que tienen hasta estudios primarios son más numerosos en los centros, un
53%, en frente del 46% de los de cáritas y el 23% de los que prestan servicios en las
comunidades.
Tabla 6. Estudios del voluntariado de las entidaes de la Iglesia
Cáritas
Centros
Comunidades
Sin estudios
2%
28 %
17 %
Estudios primarios
44 %
25 %
6%
Estudios secundarios
40 %
32 %
35 %
Estudios superiores
14 %
15 %
41 %
Los voluntarios con mayor nivel de estudios los encontramos en las comunidades
(41%) y después en los centros (15%) y en Càritas (14%). Cáritas es donde mayor
presencia tiene el voluntariado con estudios secundarios, un 40%, seguido del
voluntariado de las comunidades (35% y del de los centros (32%).
4.Conclusiones
La acción social de la Iglesia presenta la imagen de una red con diferentes nódulos,
con mayor o menor centralidad. La forma organizativa que presenta la acción social se
asemeja a la de una constelación en la que los diferentes grupos que participan lo
hacen bajo una misión común y con un elevado grado de autonomía en su
funcionamiento. Las entidades que juegan un papel de cierta centralidad en la red,
desempeñan tareas de coordinación de las tareas que llevan a cabo el resto de
entidades que trabajan con un elevado grado de autonomía en el quehacer de la
acción social. Las entidades con mayor centralidad coordinan más que dirigen los
movimientos en la red.
¿Por qué hablamos de constelación como modelo organizativo? Cuando hablamos de
las organizaciones vinculadas a la Iglesia católica que se dedican a la acción social,
debemos entender una realidad plural, dinámica y con unos grados de autonomía
elevados. La configuración en constelación se caracteriza por una malla o red de
18
relaciones que tienen diferentes nódulos en los que se basan las acciones a desarrollar.
Las relaciones que se establecen en la base de operaciones, es decir, entre los grupos
que hacen acción social, son primordialmente relaciones horizontales, en las que
predomina la confianza por el hecho de compartir una misma misión. Las
comunicaciones entre los grupos no pasan necesariamente por un órgano central,
aunque todos los grupos de acción social informan anualmente de sus actividades. De
ahí que los nódulos con mayor centralidad sean ocupados por entidades que juegan un
papel de coordinación de actividades.
Esta configuración organizativa descansa en una filosofía práctica que prioriza la
atención social, que queda resumida en la reflexión de una de las personas
entrevistadas: “Tenemos que vigilar de no convertirnos en instituciones que tienen
enormes costes burocráticos, impidiendo que se optimice la llegada de los recursos a
los beneficiarios”.
Paralelamente las micro-organizaciones que realizan acción social dentro de la Iglesia,
pueden también ser concebidas organizativamente como grupos que se plantean la
resolución de problemas ad hoc, utilizando los recursos que tienen a su alcance.
Mucha de la acción social realizada responde a la idea de la primacía de la misma
acción sobre la reflexión, lo que supone dar respuestas a medida que vayan
apareciendo las diversas problemáticas. Esto no significa la inexistencia de una
determinada sistematización en los procedimientos de actuación. Por lo tanto,
estamos ante una manera de proceder en la que se combinan protocolos de actuación
con respuestas ad hoc ante las situaciones particulares.
Estos rasgos de las entidades y de la acción social presentan otra característica a
considerar. Las entidades pueden prestar sus servicios de una manera ágil, rápida y
nada burocrática. En la acción social se prima la situación global de la persona que pide
ayuda por encima de los procedimientos administrativos que puedan caer en el
ritualismo burocrático.
Las entidades de la Iglesia católica están hoy en día ofreciendo servicios de atención a
las personas más excluidas del sistema social. Esto tiene efectos importantes en el
engranaje de la prestación social que dan las diferentes instituciones y entidades en el
territorio. Como se expresa en la Encuesta de Condiciones de Vida de la Población de
Tarragona (ECVPT), la entidad más reclamada a nivel de asistencia social es Cáritas y
también la mejor valorada por el conjunto de la sociedad. Por otro lado, una buena
parte de la acción social de las entidades se centra en la prestación de diferentes
servicios a los colectivos con más riesgo o con mayor vulnerabilidad económica y
social. Por poner un ejemplo, los diversos programas sociales de Cáritas han tenido el
pasado año un número de usuarios de cerca de 40.000 personas en el territorio de la
Archidiócesis. El 90% de los excluidos severos, son hoy día atendidos por entidades de
la Iglesia católica.
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La Iglesia católica ofrece hoy día servicios asistenciales de todo tipo en la mayoría de la
población excluida del sistema social. Se presenta como la única institución que
garantiza un mínimo de atención a las personas más desposeídas, debido a que las
administraciones públicas llegan a un nivel de pobreza que podríamos denominar
como “institucional”. Los marginados y excluidos, también de las administraciones,
encuentran apoyo en las entidades caritativas de las iglesias. Esta atención tiene que
ver con la forma organizativa de las entidades analizadas. Comprobamos que a mayor
descentralización y a mayor autonomía de actuación, mayor es la cobertura de alcance
de las entidades en su conjunto. Es por eso que estas entidades llegan allá donde no
pueden llegar otro tipo de instituciones cuyo modo de proceder está más
burocratizado.
Allí donde no llega la prestación social de las diferentes administraciones públicas, las
entidades católicas hacen su labor de apoyo, acompañamiento y asistencia social. No
se trata simplemente de un tipo de asistencia de beneficencia, sino de una asistencia
social que quiere responder a las situaciones de injusticia social. Los miembros
voluntarios de la Iglesia hablan de una situación de desigualdad social provocada por
diferentes factores estructurales que configuran nuestra sociedad. Su discurso está, en
todo momento, enmarcado en la existencia de privaciones derivadas del desigual
reparto de los recursos monetarios y sociales. No se trata de gente desinformada y
ausente de la realidad, sino que creen que con la labor individual y humanitaria
pueden ayudar a mejorar las condiciones materiales de existencia de la gente.
En este sentido, no encontramos diferencias entre los seglares y los religiosos. Si bien,
estos remarcan más en su discurso sobre la acción social la misión pastoral, ambos
colectivos coinciden en que la ayuda al prójimo es el primer objetivo del quehacer del
cristiano, dentro de lo que la práctica diaria de todos ellos se encamina por la misión
evangelizadora. Las comunidades religiosas están más estructuradas en torno a sus
órdenes, aunque se da un grado de autonomía importante en el funcionamiento del
día a día. Las entidades organizadas por seglares, como, por ejemplo, las cáritas
parroquiales, obedecen a un funcionamiento autónomo. Conservan el principio de la
acción directa como principio fundacional, y el que guía su acción. Lo importante es
actuar y dar respuesta inmediata a los requerimientos que tienen en el momento la
gente desposeída.
La Iglesia católica presenta un organigrama jerárquico que se difumina a medida que
las diferentes entidades protagonizan la acción social. Se trata de una estructura de
funcionamiento en la que los diferentes grupos de acción social ejecutan sus tareas en
consonancia con una idea central de ayuda al prójimo y con una misión personal de
facultar una vida digna a las personas. Uno de los valores añadidos de la acción social
que realizan las entidades de la Iglesia está precisamente en la concepción integral de
la persona a la hora de abordar la problemática que presenta. La evolución de la acción
social ha sido desde una temprana concepción basada en la beneficencia a una
actuación centrada más en facultar a las personas para que puedan construir o
reconstruir sus trayectorias vitales.
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