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[ PERÍODO 1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA ARMADA ESPAÑOLA ]
CAPÍTULO II. LAS
1. ESPAÑA
TALASOCRACIAS MEDITERRÁNEAS.
Y LAS PRIMERAS POTENCIAS MARÍTIMAS
Las leyendas que vinculan a España con el mundo
marítimo son numerosas. Aristóteles refiere que
Hércules, atraído por la fama de sus riquezas, vino a ella
por mar; y Atlas, que dio nombre a la cordillera de la
costa africana frente a Gibraltar, fue el origen de la civilización de la Atlántida, raza que dominó la Península
hasta el hipotético cataclismo de su base atlántica.
LA
PENÍNSULA IBÉRICA EN EL MUNDO ANTIGUO.
Hostilizados los fenicios por griegos y tartesios, llamaron en su auxilio a Cartago, oriunda de Tiro, y tras la
batalla de Alalía17 (535 a. de C.) los cartagineses se
asientan en España, conquistando Cádiz y los tartesios,
las Baleares. Serán los honderos de estas islas, quienes
en la batalla de Himera decidan la victoria cartaginesa
frente a los siracusanos.
Los primeros testimonios históricos de la relación de
España con las potencias comerciales mediterráneas, se
remontan al segundo milenio a. de C., en que naves chipriotas, cruzaban el estrecho de Gibraltar y visitaban las
comunidades asentadas en el golfo de Cádiz.
Tarteso, en un lugar no determinado de la desembocadura del Guadalquivir, constituye el primer testimonio
histórico de una civilización y de un poder naval autóctono español que se desarrolló en el último milenio
a. de C. y que fue contemporáneo, por lo tanto, de las
grandes culturas mediterráneas con las que comerciaba.
El espíritu aventurero de sus marinos, les llevó hasta las
costas de Gran Bretaña e Irlanda en busca del estaño
que intercambiaban con fenicios, griegos y otros pueblos, como el hebreo, bajo el reinado de Salomón, siendo los primeros navegantes atlánticos de que se tenga
noticia.
Tiro de Fenicia, fue el primer poder que, tras una
intensa actividad comercial con los puertos de las costas Este y Sur de España, creó bases marítimas,
comenzando por Gadir (Cádiz). Muchas de las ciudades
fenicias, convertidas posteriormente en ibéricas a la
caída de sus metrópolis, continuaron su tradición marinera. Malaca (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera
(Adra).
Los griegos, en pos de los fenicios, hicieron la ruta
occidental mucho más conocida, creando colonias,
bases de otras nuevas.
Hacia mediados del primer milenio, llegaron naves
griegas, empezando por las de Samos y ocupando también colonias como Maniaké (cerca de Málaga), seguidas
de las focenses en Ménaca (cerca de Torre del Mar,
Málaga), Hemeroscopion (Denia) y Rodé (Rosas).
Torre de señales fenicia en San Bartolomé (Huelva).
Este monumento fenicio, es uno
de los escasos que existen en España.
(Historia General de España. Editorial Planeta).
2. LA
PUGNA ROMANO-CARTAGINESA
La repetida confrontación por la hegemonía en el
Mediterráneo Occidental, que a partir de la consolidación de Roma como potencia se produce entre ésta y
Cartago, recibe el nombre de guerras púnicas. En la
Primera Guerra Púnica18 (264 a. de C. - 241 a. de C.)
Roma consiguió vencer la preponderancia cartaginesa
en Milas, pasando a convertirse en primer poder naval.
La derrota de Cartago, impulsó a ésta a desquitarse en
España, extendiendo Asdrúbal su dominio hasta el delta
del Ebro, fundando Cartagonova (Cartagena) que,
desde ese momento y hasta nuestros días, se convirtió
en la base naval española mediterránea de mayor
importancia.
(17) La batalla de Alalía. Enfrentó la escuadra de los griegos focenses y la etrusco-cartaginesa. Tuvo lugar en la costa de Córcega
y constituye el primero de los grandes combates navales por la hegomonía del Mediterráneo Occidental. La victoria fue de los
focenses, que disponían de tecnologías más avanzadas, pero careciendo de la infraestructura naval necesaria para reponer sus
pérdidas, acabaron por abandonar el mar en manos de Cartago, que adoptando las técnicas de navegación y combate griegas, se convirtió en la potencia dominante.
(18) Primera Guerra Púnica. El escenario principal fue Sicilia, donde la flota cartaginesa desembarcó un Ejército. Los romanos
con su escuadra, atravesaron el estrecho de Mesina y se apoderaron de esta ciudad.
En los combates navales de Mylae, Egates y Ecnomes, Roma obtiene la supremacía naval, llevando la guerra a territorio cartaginés y después de nuevo a Sicilia, determinando el fin de la guerra.
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Durante
la
Segunda
Guerra
Púnica 19
(218-201 a. de C.), se suceden diversos acontecimientos navales, desembarcando Cneo Escipión en
Emporión (Ampurias) y venciendo al almirante cartaginés Hannon en Cissa, cerca de Tarraco; acabando por
decidirse la contienda a favor de los romanos en tierras
africanas (Zama) tras haber llegado a amenazar Aníbal,
con su contingente auxiliar íbero, la ciudad de Roma.
La Tercera Guerra Púnica (149-146 a. de C.), que
borraría a Cartago de la historia, no vino sino a confirmar las consecuencias de la segunda guerra en España,
que una vez conquistada pasaba a ser provincia romana en tiempos de Octavio, cuyo triunfo sobre Marco
Antonio en Actium20 constituye el momento estelar de
la flota imperial. La dominación romana de España,
durante seis siglos, supuso el mayor período pacífico en
cuanto a guerra naval se refiere, aunque el transporte
de las tropas durante las guerras civiles y de conquista, se llevó a cabo, frecuentemente, por mar; integrándose Hispania plenamente en la vida cultural, técnica y
comercial del Mare Nostrum, y los puertos de
Ampurias, Barcino, Tarragona y Valentia, además del de
Cartagonova, suministraban cereales, aceite, minerales
y cerámica a todo el Imperio.
3. LA
CONSTRUCCIÓN NAVAL ANTIGUA
Desde que diversifican las funciones, comerciales y
militares, el buque mediterráneo presenta, en cada uno
de sus subtipos, unas características que durarán hasta
la Edad Moderna. Las técnicas de la construcción, imitadas, perfeccionadas o adaptadas a la idiosincrasia y
diferentes necesidades de los diversos pueblos, se
fueron sucediendo bajo unos parámetros fundamentales
y comunes.
Las barcas fenicias poco tenían de marítimas, pero sus
características nos son bastante conocidas a través de las
imágenes, en piedra o en papiro, a las que tan aficionado
era ese pueblo. Fueron las cretenses y micénicas, y también las fenicias, las que fueron creando los tipos que los
griegos diversificarían definitivamente hasta llegar a un
Nave romana del siglo III a. de C.
(Rafael Monleón, s. XIX.
Museo Naval. Madrid).
punto en el que una nave mercante poco tenía en común
con otra de guerra. Con estas últimas, se inicia la forma
y función de la galera, partiendo de menos a más armadas y grandes, de 2 ó 3 filas de remos, sin que parezca
posible que pudieran añadirse más filas, pese a la confusa terminología de la época.
Sus líneas son alargadas, su proa fuerte y rematada
en un espolón múltiple reforzado con planchas metálicas, su arboladura bastante elemental, con un gran
mástil a mitad de la crujía de vela rectangular y doble
verga, el casco, todo lo raso que el diferente puntal de
la borda imponía, sustentaba dos superestructuras
menores a proa y a popa, que servían como otras tantas posiciones defensivas. Las bordas y la cubierta, presentaban parapetos que protegían a los arqueros. De
todos los tipos, fue el penteconter el más temible en las
escuadras griegas que también contaban con trieras.
Los mercantes eran ventrudos, no siempre de cubierta
completa, con una gran sentina para almacenar ánforas
y fardos, de quilla sólida y aparejo también único que
tenían la vela cuadra21, sólo en ocasiones
(19) Segunda Guerra Púnica. En el 218 a. de C., Aníbal destruía Sagunto, aliada de Roma, desencadenando la guerra y avanzando por tierra hacia Italia ya que el mar estaba en manos romanas. Con los cartagineses cerca de Roma, Cneo Escipión desembarca un Ejército en Ampurias, cortándoles las comunicaciones. Un nuevo desembarco romano en Tarragona, determinó la
conquista de Cartagonova, y un tercero al mando de Escipión, el Africano, obligó a Aníbal a regresar para ser derrotado en
Zama. Cartago dejaba de ser potencia marítima.
(20) Actium. El 2 de septiembre del 31 a. de C., tuvo lugar la batalla de Actium entre la flota de Octavio y la combinada romano-egipcia de Marco Antonio y Cleopatra. La victoria de Octavio, se debió al magnífico entrenamiento de sus tripulaciones y
a la maniobrabilidad de sus barcos. Los de Marco Antonio, de gran tonelaje, blindaje y artefactos de guerra, carecían de dotaciones apropiadas.
(21) Vela cuadra. Las velas eran de lino y los aparejos eran sogas de cáñamo o tiras de cuero. Eran, normalmente, cuadras y con
refuerzos, aunque la vela latina es también muy antigua, apareciendo en el Nilo, para aprovechar su rendimiento. Las velas
primitivas llevaban dos vergas, la superior, y la otra en el pie. Al suprimirse esta última, se aprendió a bracear las velas para
aprovechar la fuerza del viento cuando no soplaba por la popa. Por medio de las brazas se orientaba la verga y con las escotas se controlaba la superficie de paño expuesta al viento. La vela única fue paulatinamente sustituida por varias más pequeñas, distribuidas en diferentes mástiles. En los mercantes romanos, se colocaba una gavia pequeña y triangular sobre la mayor.
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la propia dotación ayudaba con el remo22. Unas y otras,
decoraban sus velas y sus popas con deidades protectoras, dando personalidad propia al buque al dotarle de
ojos pintados a ambos costados de la proa.
madera con cepo de plomo. Contaban con escasísimos
instrumentos23 entre los que se contaba la sonda24 y el
catavientos25. Un largo y ancho remo a popa hacía las
veces de timón26.
Lo que sabemos de las naves cartaginesas, lo conocemos a través de las romanas que las imitaron. Las embarcaciones comerciales u onerarias eran de construcción lisa, cortas, con un notable arrufo de la popa que terminaba en un
cuello de cisne; el aparejo sigue siendo muy parecido, pero
ya existen grandes cargueros con gavia en el mayor y un
pequeño trinquete. Las birremes y trirremes de guerra, de
doble mástil y 2 ó 3 órdenes de remos llevaban ya a bordo
a unidades especializadas de Infantería de Marina.
La navegación era de cabotaje27, sin perder nunca de
vista la costa conocida, sólo engolfándose en lugares
seguros, con el sol y las estrellas28 para orientar los
rumbos29, y fondeado en abrigos seguros, durante la
noche30. La observación del color del mar, del viento por
la dirección de las nubes y del cálculo de la corriente por
objetos a la deriva, eran otras tantas orientaciones para
el experto ojo del piloto. Se navegaba sólo en la estación oportuna que se reducía a un corto e impreciso
tiempo en primavera, y unos cincuenta días en verano.
4. LA
NAVEGACIÓN, LA GUERRA Y EL COMERCIO
Ocasionalmente, estas naves antiguas tenían unas
anclas que eran grandes piedras sujetas con cables, que
los romanos perfeccionarían en forma de áncoras de
El combate entre escuadras, consistía desde privar
de movimiento mediante la rotura de los remos,
pasando por el costado, a hundir mediante la rápida
acometida con el espolón31 y posterior retirada, o a
(22) Remo. El remo aparece en Egipto hacia el 2500 a. de C. Al remo sencillo siguió el utilizado por varios hombres a la vez, situados de espaldas a la proa. Para las naves de guerra mayores, en las que debía primar la velocidad y la fuerza de colisión, se
sentó a los remeros a distinto nivel, lo que permitió reducir la eslora.
(23) Instrumentos. Sólo los romanos introdujeron un instrumento algo más complejo: el odómetro, para conocer el camino recorrido en la mar. Era una especie de rueda de paletas que colocaban al exterior y sobre el casco del buque, pero la simple estima, dada por la práctica de los más experimentados, era el medio predominante.
(24) Sonda. La sonda es un instrumento de los más elementales: un cabo o cordel con intervalos regulares anudados y en uno de
sus extremos un peso. Su misión, era la de determinar la profundidad de las aguas en zonas próximas al litoral y en los pasos
o estrechos, a fin de impedir la varada de la nave. Un marinero a proa cantaba el número de brazas y el piloto tomaba las
decisiones oportunas que transmitía a los timoneles según la banda que correspondía.
(25) Catavientos. El catavientos primitivo, era una simple tira alargada de tela o lienzo, pintada de rojo u otro color elemental y vivo, colocada en el tope del árbol mayor, que indicaba la dirección del viento y, en consecuencia, la orientación que debía darse a la vela para «marearla», es decir, disponerla de forma que pueda tomarlo para dar impulso al barco.
(26) Timón. Tanto los remos como el timón, se crearon a imitación de la naturaleza que mostraba el funcionamiento de la cola y
aletas de los peces. El instrumento direccional para el gobierno de la nave era simple o doble. Las embarcaciones de guerra
griegas empleaban un solo timón, pero no así sus mercantes, ni los barcos de otros pueblos, que utilizaban la espaldilla, en
forma de gran remo de ancha pala. Estas espaldillas, una a cada banda, se gobernaban desde el coronamiento o parte superior de la popa, y son el precedente del timón único montado en medio del codaste que no hará su aparición hasta mediados
de la Edad Media.
(27) Cabotaje. La palabra cabotaje, que proviene de la española cabo, designa una forma de navegar de puerto a puerto por las
inmediaciones de las costas y tomando por guía principal los puntos conocidos de éstas. La práctica de los pilotos determinaba
el éxito, resultando esta profesión de gran prestigio social.
(28) Estrellas. Plinio acredita muy claramente, que los primeros nautas se guiaron por la estrella Polar, a la que llama estrella fenicia.
(29) Rumbos. Para arrumbar hacia tierra, para recuperar la vista del litoral cuando ésta se hubiese perdido, se recurría a veces a la
observación del vuelo de las aves marítimas. Hannon de Cartago llevaba a bordo cuervos, a los que soltaba cuando lo necesitaba e indefectiblemente se dirigían en línea recta hacia tierra.
(30) Noche. Para facilitar la escasa y arriesgada navegación nocturna, y en ocasiones de escasa visibilidad, los egipcios idearon
establecer puntos luminosos en la costa por medio de fogatas primero y de fanales después que, más tarde fueron sustituidos por faros cuyo nombre viene de la isla cercana a Alejandría en la que en el 285 a. de C. Se construyó un enorme edificio,
una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, la primera linterna marítima de la humanidad. Su fuego estaba situado
a 167 m de altura, y su luz era visible desde 20 leguas de distancia. En el lugar en el que hoy está emplazado el faro de San
Sebastián, en Cádiz, se erigió el faro más antiguo de España, de época no muy posterior al de Alejandría.
(31) Espolón. El espolón es la primera arma puramente naval. Se trataba de una pieza metálica, situada perpendicularmente a la
roda, más o menos a la altura de la línea de flotación, cuyo fin era el de perforar el casco enemigo para producirle una vía de
agua y echarlo al fondo mediante un fuerte choque en ángulo recto, producido por la impulsión conjunta de toda la palamenta del buque atacante.
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abordar y apresar la nave contraria con el apoyo de los
arqueros y honderos32, parapetados tras sus batayolas
en cubiertas y castillos. La boga de combate, con todos
los remeros al máximo esfuerzo, presidía el momento
final, mientras las grandes máquinas bélicas, como
catapultas de pelotas incendiarias y ballestas con grandes dardos, actuaban como elementos artilleros.
La introducción del corvo de duilio33 durante la
Primera Guerra Púnica, determinaría la supremacía
romana.
Iniciada la navegación sistemática, y también la guerra en gran escala en el Egeo, pronto se trasladó a las
grandes rutas, como la del Estaño, la del trigo de Sicilia,
o la del ámbar desde África y los grandes viajeros describen en sus expediciones, periplos como el de Hannon,
el de Piteas o el de Avieno, que incluye un viaje de tartessos a Marsella que constituye el primer derrotero de
las costas españolas. Con las derrotas de los romanos,
queda definitivamente abierta al tráfico la navegación del
Atlántico y se adquiere una idea aproximada del mundo
que se plasma en mapas, gracias a Ptolomeo.
(32) Honderos. En tiempos antiguos, los naturales de las islas Baleares, se hicieron famosos por su habilidad en lanzar de una
cubierta a otra piedras de hasta 200 kg., a distancias de más de 100 m por medio de hondas trenzadas con fibras vegetales
o tiras de cuero. El nombre de las islas, procede del verbo griego que equivale a lanzar.
Los afilados proyectiles, volteados por encima de la cabeza, salían disparados a gran velocidad en la dirección deseada, con
gran acierto y puntería.
(33) Corvo de Duilio. En el 260 a. de C., tuvo lugar la batalla naval de Milas (Milazzo), cerca de las islas Lipari, entre las flotas
cartaginesa y romana. Esta última, al mando del cónsul Cayo Nepote Duilio, obtuvo una aplastante victoria que proporciono
la supremacía naval y la conquista de Sicilia. En ella, los romanos introdujeron algunos artefactos bélicos, como las mazas de
proa, con las que golpeaban las cubiertas enemigas repletas de soldados, arrojándolos al mar, y especialmente el denominado «corvo» que consistía en un puente levadizo con un garfio de hierro del que le viene el nombre por su semejanza con un
pico de cuervo, y con el que aferraba la nave propia a la cubierta enemiga, dándole consistencia y estabilidad, y permitiendo
el trasbordo. Esta plataforma se articulaba y movía, sobre un eje giratorio por medio de una polea de forma que, recogida, no
obstaculizaba la maniobra, y abatida, ampliaba el campo de combate dando lugar a una intervención de la tropa mucho más
directa y efectiva.
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