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El modalismo lógico y los casos Gettier
(Nigro, Guillermo; Dpto. de Filosofía Teórica; [email protected])
El Problema de Gettier es una de las discusiones más apremiantes de la
epistemología contemporánea. Este intenta socavar la definición tripartita del
conocimiento apelando a dos contraejemplos que mostrarían la falsedad de la misma. La
definición tripartita dice básicamente que S sabe que p syss: (a) p es verdadera; (b) S
cree p y; (c) S está justificado en creer que p. Los casos Gettier mostrarían que un sujeto
puede cumplir los tres requisitos, y sin embargo no poseer (intuitivamente hablando)
conocimiento. La estructura de estos casos consiste en partir de una creencia justificada
falsa y deducir de ella, una creencia verdadera cuya justificación proviene del haber sido
deducida de una creencia ya justificada, cumpliendo así, los tres requisitos.
Ante esta situación uno puede optar por abandonar la definición tripartita, o, en
virtud de querer conservar en esencia la definición, sostener que la condición (c), que
exige tener una justificación para nuestra creencia, no se cumple realmente con respecto
a la proposición deducida. La causa de esto es que la proposición a la que arribamos no
está justificada por el hecho de haber sido deducida de una que sí lo estaba. En la
presente ocasión me interesa trabajar con la estrategia que opta por esta última
alternativa. La estrategia consiste, pues, en abandonar la postura de que podemos
adquirir justificación para una creencia gracias a que ésta está implicada por una
proposición ya justificada; esto es, de forma gruesa, lo que plantea el Principio de
Cierre para la Justificación (Principio desde ahora). Lo que me interesa trabajar es la
puesta en duda de la validez del Principio que se presenta como estrategia para afrontar
los casos Gettier. Esta estrategia permite, justamente, evitar la aparición de casos Gettier
junto con instancias del escepticismo como los Cerebros en una Cubeta. Ésta ha sido la
salida escogida por Dretske (1970; 2005) y Nozick (Nozick; 2000). Mi interés en torno
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a este debate es intentar dilucidar, especialmente en el campo de la lógica, qué
concepciones están en juego detrás de la necesidad argüida en favor de abandonar el
Principio. Con esto no quiero sugerir que el movimiento argumental va específicamente
de esta concepción hacia el abandono al Principio, sino sólo sugerir que no es arbitrario
sostener que los partidarios del abandono del Principio están optando por conservar
ciertas ideas sobre la lógica, especialmente en lo que atañe a la validez lógica, y que
éstas parecen ser solidarias con la concepción tripartita del conocimiento; siendo esta
miscelánea la que nos hace propensos a plantearnos esta clase de problemas; no sólo me
refiero a los casos Gettier y sus derivados, sino a una cierta familia de problemas.
El Principio puede ser formulado de modo fuerte o débil de la siguiente manera:
(PCj Fuerte) Si S tiene una justificación para creer P y cree Q sobre la base de que sabe
que P implica Q, entonces S está justificado en creer Q. Mientras que una versión débil
puede ser la siguiente: (PCj Débil) Si S tiene una justificación para creer P y cree Q
sobre la base de que tiene justificación para creer que P implica Q, entonces S está
justificado en creer Q.
El razonamiento implícito del crítico del Principio puede plantearse del siguiente
modo:
(1) La definición tripartita del conocimiento es válida.
(2) Si el Principio es válido, los casos Gettier representan conocimiento.
(3) Los casos Gettier no representan conocimiento.
(4) Por tanto, el Principio no es válido.
Los contraejemplos, en virtud de ser tales, mostrarían que hay instancias en que las
siguientes proposiciones son verdaderas en su conjunción: (a) S tiene una justificación
para creer P; (b) S cree Q sobre la base de que sabe que P implica Q; y (c) no se da el
caso de que S esté justificado en creer Q (nótese que esto contradice explícitamente a
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Gettier). Aquí es importante tener en cuenta que nuestra creencia en Q se basa
exclusivamente en el conocimiento de la implicación de Q por P; si éste no fuera el
caso, entonces peligrosos y aleatorios elementos extrínsecos podrían determinar, por
medio de una “feliz coincidencia” (Klein; 2000) que Q sea verdadera y S la crea. Y esto
es justamente lo que intuitivamente no sería aceptable, puesto que la creencia de S en Q
es sólo un golpe de suerte; S la creería aunque fuera falsa. Veámoslo en dos ejemplos
conocidos:
Gettier (1963):
(1) Smith cree justificadamente que Jones conseguirá el empleo y que tiene diez
monedas en su bolsillo.
(2) Smith sabe que el que Jones vaya a conseguir el empleo y tenga diez monedas
en su bolsillo implica que el hombre que obtendrá el empleo tiene diez monedas
en su bolsillo.
(3) Por tanto, Smith está justificado en creer que el hombre que obtendrá el empleo
tiene diez monedas en su bolsillo.
Drestke (1970):
(1) S está justificado en creer que ve una cebra en la jaula.
(2) S sabe que el que vea una cebra en la jaula implica que, no está viendo una mula
cuidadosamente disfrazada para parecer una cebra.
(3) Por tanto, S está justificado en creer que lo que ve no es una mula disfrazada.
Para el que pretende conservar la definición tripartita y rechazar el Principio, la
conclusión de estos dos ejemplos es intuitivamente falsa, aunque verdadera según el
Principio (Dretske; 1968, 167). ¿Qué es lo que puede estar fallando aquí? En ambos
casos no se cumple con la idea intuitiva de que nuestra creencia no debe ser vardadera
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por casualidad: en el caso Gettier, no hay una diferencia cognitiva sustancial entre creer
algo falso (la creencia inicial) y algo verdadero (la creencia deducida). Por otro lado, en
el caso del ejemplo propuesto por el propio Dretske, no hay una diferencia significativa
entre creer P y creer algo incompatible con P. Según lo entiendo, los críticos del
Principio (y con “los críticos” no incluyo estrictamente a Gettier) parten, al considerar
que hay una falencia en la justificación de Q, de la siguiente disyunción: (a) nuestra
justificación para P no es adecuada (y aquí entran en juego las respuestas que critican el
sentido amplio de “justificación” en Gettier), o (b) hay algo que está fallando en el paso
inferencial a la hora de ser un buen preservador de la justificación, o de garantizar que
nuestra creencia final no es verdadera por un golpe de suerte. La primera no es,prima
facie, el corazón del asunto para los críticos, la gran fauna de casos estilo Gettier
muestran que no importa cuánto podamos mejorar nuestra justificación para creer en P,
siempre sucede que al llegar a Q ésta se evapora, es decir, entra en juego, como se dijo
antes, una feliz coincidencia: sólo por un golpe de suerte hemos arribado a una creencia
que resulto ser verdadera. Por lo tanto, creo que el problema de fondo es que estos casos
mostrarían la existencia de instancias donde la relación de “consecuencia lógica” (que
se presenta en el paso inferencial) es insatisfactoria para cumplir una función epistemica
sustancial: la de ser un mecanismo de justificación o un preservador de la misma. Esta
función epistémica sustancial puede ser caracterizada de la siguiente manera: los
argumentos son un medio para justificar la conclusión (Etchemendy; 1990, 93). Esta
propiedad es la que se espera de un argumento; propiedad de la que carecería,
precisamente, las inferencias de los ejemplos. Es decir, fallan al intentar proveer una
fuente segura para la justificación de la creencia, debido a ello es que no concedemos
intuitivamente que sean creencias justificadas. Se decreta como “justificada” a la
creencia a la que se arriba porque se supone que debería de estarlo por el hecho de ser
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inferida de una creencia ya justificada, es decir, por ser una instancia del Principio.
Nuevamente, el problema surge porque ésta situación no se da cuando debería darse.
Retomando, dijimos que el punto problemático de los casos estilo Gettier se
encontraba en el paso inferencial debido a que no cumplían con una función epistémica
sustnacial, la de proveer, por este medio, una justificación para mi creencia en la
proposición que oficia de conclusión. La siguiente encrucijada que se le presenta al
crítico del Principio es: la inferencia en estos caso es errónea, o hay casos en los cuales
no adquirimos conocimiento por implicación, —i.e. no vale el Principio. ¿Por qué se
optó por este segundo cuerno del dilema (con consecuencias altamente antintuitivas) y
no por el primero, es decir, por declarar inválidos esas inferencias?; ¿Es más
fuertemente intuitiva la validez de éstos que la del Principio?; ¿Es intuitivamente
preferible la invalidez del Principio que el análisis tripartia del conocimiento?;
¿Asistimos a un “conflicto entre intuiciones” que poseen cierta “familiaridad” entre
ellas? Si así es, ¿con qué criterio se aceptan unas y se rechazan otras? Estas preguntas
están ordenadas desde el caso que aquí nos interesa hacia un interés más metodológico y
general, pero no van a ser desarrolladas aquí.
Volviendo a la encrucijada sobre declarar inválido el Principio o la inferencia, la
cuestión es por qué se consideran a las inferencias que van de la proposición justificada
a la proposición de la que se pretende una justificación por ser implicada por la primera,
como intuitiva e incuestionablemente válidas. Aquí cabe recordar que no es el propio
Gettier quien sugiere abandonar el Principio, más bien sugiere abandonar el análisis
tripartita del conocimiento; quienes proponen la otra salida (el abandono del Principio)
son quienes pretenden conservar en esencia la definición tripartita; notablemente:
Dretske y Nozick. El punto que quiero señalar es que considerar las inferencias de
ambos ejemplos como igualmente válida es aceptar algo que puede denominarse
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concepción modalista de la lógica. Según esta idea la validez lógica es una propiedad
irreductiblemente modal (especialmente alethica); el componente semántico adquiere
aquí un papel fundamental, más fundamental que el componente formal de los
argumentos válidos. Para decirlo en pocas palabras: considérese el argumento que va de
“Juan es soltero” a “Juan es no-casado”, o “este objeto es completamente verde” a “este
objeto no es completamente amarillo”. ¿Es un argumento válido?, ¿Es un caso de
consecuencia lógica? Responder que sí es aceptar la concepción modalista de la lógica;
se trata de un argumento válido debido a que no es posible describir una situación en
que Juan sea soltero y no sea un no-casado. Cabe agregar que esta imposibilidad se debe
a la incompatibilidad semántica de los predicados “ser soltero” y “ser casado”. Y es esta
incompatibilidad la que le dice a Dretske que es válido el argumento que va de “x es una
cebra” a “x no es una mula disfrazada de cebra” 1 ; En definitiva: el problema de Gettier,
si se lo considera un genuino problema, se ve agravado con la aceptación de la
concepción modalista de la validez lógica; el problema surge justamente, porque si bien
los argumentos son válidos, carecen de una cierta función epistémica sustancial; cosa
que de ellos se espera y es por ello que estos casos son problemáticos; es así que estos
casos nos enfrentan a un verdadero problema, hay una tensión real para el modalista
lógico preocupado por la teoría del conocimiento, especialmente, cuando pretende
conservar el análisis tripartito y no se divisan en el horizonte una caracterización
rigurosa de la noción de justificación. El problema surge, según entiendo, cuando
tenemos pretensiones con respecto a la lógica que van más allá de la teoría matemática,
cuando consideramos sus conceptos como las contrapartes formales de ciertas
intuiciones epistemológicas (como puede ser la de “argumento válido”); en definitiva,
1
Una incompatibilidad semántica similar a la que se apela en el tratamiento del escepticismo en casos
famosos como “si x es un jilguero, x no es un canario” (Stroud; 1984) o “si estoy leyendo esta ponencia,
entonces no soy un cerebro en una cubeta viajando hacia alfa centauro” (Nozick; 2000), o “si lo que veo
es un granero, entonces lo que veo no es una imitación facsimilar hecha en papel maché de un granero”
(Goldman; 1976).
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cuando tenemos una visión más amplia de la lógica. Esta visión amplia de la lógica nos
conduce
a
clasificar
argumentos
en
“epistémicamente
significativos”
y
“epistémicamente no significativos”; y esto nos conduce al mismo tiempo a caracterizar
mejor la noción de “justificación”. Este movimiento sugiere cierta familiaridad entre el
modalismo lógico, la definición tripartita y la preocupación central en la noción de
justificación. Como la adición del Principio trae problemas (el problema de Gettier),
surge la opción de abandonarlo. No puede aceptarlo porque no hay instancias en que su
supuesta aplicación satisfaga las fuertes restricciones que le impone a la noción de
justificación (razones concluyentes en Dretske, por ejemplo); razón por la cual, nuestra
creencia en la proposición deducida no está realmente justificada. Si lo aceptara (al
Principio), volvería a caer en el problema de Gettier.
Hasta aquí he intentado dar con una articulación no arbitraria entre la concepción
modalista de la validez lógica y el tratamiento del problema de Gettier desde la postura
tomada respecto a él con el abandono del Principio de Cierre. Para ver mejor esto,
podemos tratarlo en contraste con la posición opuesta a la modalista: la concepción
quiniana (García-Carpintero; 2001). La diferencia con la modalista consiste en tener una
visión deflacionaria o nula respecto al carácter modal de la relación de consecuencia
lógica; no hay, así, una característica modal irreducible en los argumentos lógicamente
válidos. Otra idea familiar a ésta es la de negar una virtud epistémica de la teoría lógica;
ésta no constituye una “teoría de la inferencia” ni tiene la pretensión de modelar ciertos
procesos cognitivos. Dicho de forma salvaje: una proposición deducida no es
equivalente a una proposición justificada. Pero mientras que el modalista ve en esta
afirmación un cúmulo de casos problemáticos para el conocimiento (entendido según el
análisis tripartita), el quiniano ve una afirmación natural.
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Volviendo a los ejemplos anteriores, para el quiniano no hay implicación lógica en
“si x es una cebra, x no es una mula disfrazada de cebra”, puesto que carece de la
propiedad formal o formal-estructural; es decir: no es una instancia de una estructura
válida como lo es “si x es en cebra, entonces x es una cebra o x es una mula disfrazada”.
Aquí el caso propuesto por Dretske (Dretske; 1970) sencillamente se cae, puesto que la
creencia inferida se yergue sobre un argumento inválido. Lo mismo puede decirse
respecto de los casos presentados por Nozick (Nozick; 2000) y Goldman (Goldman;
1972). Ahora bien, ¿sucede lo mismo con el caso Gettier originario? La respuesta es no.
El paso inferencial de este ejemplo es formal-estructuralmente válido en la medida de
que se trata de una introducción del cuantificador existencial, tomando a Jones como
constante y a los hombres como el dominio de la cuantificación. Debido a esto, el
quiniano sólo se ve afectado por un subconjunto de los casos problemáticos, evitando
así, los casos representativos del escepticismo sobre el mundo externo (razón también
argüida por los críticos del Principio para su rechazo). Por otro lado, para el quiniano
que niega el carácter epistémico de la lógica, no habría por qué considerar la aplicación
de una regla sintáctica como la contraparte de un proceso cognitivo que tenga la
característica de ser epistemicamente significante, no hay nada en la aplicación de una
regla lógica que oficie como un mecanismo de justificación por sí mismo. Adoptando
esta posición, el quiniano no tiene por qué dar entrada al problema de Gettier. Aunque
esto no es tan claro si lo aplicamos a estos casos particulares; igualmente es más
probable que el quiniano simplemente rechace la definición tripartita además de una
concepción amplia de la lógica. Aquí no puedo dar una respuesta clara. El modalismo,
sin embargo, se las ve atado de manos por su familiaridad con el análisis tripartita y la
necesidad de endurecer la justificación; este endurecimiento hace inviable la aplicación
del Principio, razón por la cual se lo abandona.
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Referencias Bibliográficas
Dretske, F. [1968] Reasons and Consequences, Analysis, Vol. 28, No. 5, pp. 166-168
------------- [1970] Epistemic Operators, The Journal of Philosophy, Vol. 67, No. 24,
pp. 1007-1023
------------- [2005] The Case Against Closure, en, Setup-Sosa (eds.) (2005), pp. 1326.
Etchemendy, J. [1990] The Concept of Logical Concequence, Cambridge, MA:
Harvard University Press.
García-Carpintero, M. [2001] La adecuación del análisis modelista de
consecuencia lógica, Ágora: Papeles de Filosofía, Vol. 20, Nº 1, pp. 9-47.
Gettier, E. [1963] Is Justified True Belief Knowledge?, Analysis, Vol. 23, pp. 12123.
Goldman, A. [1976] Discrimination and Perceptual Knowledge, en The Journal of
Philosophy, Vol. 73, No. 20, pp. 771-791.
Klein, P. [2000] A Proposed Definition of Propositional Knowledge, en Sosa-Kim
(eds.) (2000), 60-66.
Nozick, R. [2000] Knowledge and Skepticism, en Sosa-Kim (eds.) (2000), pp. 79102.
Setup, M; Sosa, E. (eds.) [2005] Contemporary Debates in Epistemology,
Blakwell Publishing.
Sosa, E.; Kim, J. (eds.) [2000] Epistemology: An Anthology, Blakwell
Publishing.
Stroud, B. [1984] The Significance of Philosophical Scepticism, Oxford University
Press.
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