Download Interiores - Oxford University Press España

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Vive la experiencia en
www.odioelrosa.com
Después de una grave lesión,
Dani intenta reiniciar su vida
deportiva en la colonia sostenible
de Nueva Atenas. Allí encuentra
la inspiración para escribir
Historia de Alan…
Pero las heridas del pasado
vuelven a abrirse cuando
Dani lleva la rebeldía
de su nuevo personaje
a la realidad.
C
llegué
era de noche.
Hacía tanto frío que
UANDO
mi aliento, tras formar
una nube de vapor en
el aire, cayó a mis pies
Ana Alonso
Javier Pelegrín
3
OR3_ALAN_CUBI_X_9788467393811_06.indd Todas las páginas
9 788467 393811
Historia de Alan
Accede a esos contenidos para seguir
disfrutando del mundo de Odio el Rosa
y de las creaciones de todos los lectores
que han contribuido a engrandecer
esta historia con su imaginación.
1
ODIO EL ROSA
Encontrarás la primera pista en las
ilustraciones con marcadores de realidad
aumentada incluidas en este libro.
3
Una historia, seis libros
y un conjunto de webs
llenas de secretos
Historia de Alan
CAPÍTULO 1
Pues la aventura continúa en el universo
transmedia de Odio el Rosa. Entra en las
webs y blogs de la saga y participa
en la Utopía corsaria de Alan
(www.utopiavolante.com).
Descubre en la web de Odio el Rosa cómo
acceder al contenido que hay detrás de las
ilustraciones del libro que llevan este símbolo.
5
¿Te ha gustado Historia de Alan?
R A+
Ana Alonso
Javier Pelegrín
3
3
28/4/16 12:52
Vive la experiencia en
www.odioelrosa.com
Después de una grave lesión,
Dani intenta reiniciar su vida
deportiva en la colonia sostenible
de Nueva Atenas. Allí encuentra
la inspiración para escribir
Historia de Alan…
Pero las heridas del pasado
vuelven a abrirse cuando
Dani lleva la rebeldía
de su nuevo personaje
a la realidad.
C
llegué
era de noche.
Hacía tanto frío que
UANDO
mi aliento, tras formar
una nube de vapor en
el aire, cayó a mis pies
Ana Alonso
Javier Pelegrín
3
OR3_ALAN_CUBI_X_9788467393811_06.indd Todas las páginas
9 788467 393811
Historia de Alan
Accede a esos contenidos para seguir
disfrutando del mundo de Odio el Rosa
y de las creaciones de todos los lectores
que han contribuido a engrandecer
esta historia con su imaginación.
1
ODIO EL ROSA
Encontrarás la primera pista en las
ilustraciones con marcadores de realidad
aumentada incluidas en este libro.
3
Una historia, seis libros
y un conjunto de webs
llenas de secretos
Historia de Alan
CAPÍTULO 1
Pues la aventura continúa en el universo
transmedia de Odio el Rosa. Entra en las
webs y blogs de la saga y participa
en la Utopía corsaria de Alan
(www.utopiavolante.com).
Descubre en la web de Odio el Rosa cómo
acceder al contenido que hay detrás de las
ilustraciones del libro que llevan este símbolo.
5
¿Te ha gustado Historia de Alan?
R A+
Ana Alonso
Javier Pelegrín
3
3
28/4/16 12:52
convertido en
diminutos cristales de hielo.
Historia de Alan
Ana Alonso
Javier Pelegrín
Ilustraciones de Esther Lecina
1
1
Oxford University Press es un departamento de la Universidad de Oxford.
Como parte integrante de esta institución, promueve el objetivo
de excelencia en la investigación y la educación
a través de sus publicaciones en todo el mundo.
Yo no sabía que
existía un frío
así, capaz de
Primera edición: abril de 2016
Diseño de colección: Felipe Samper
© del texto: Ana Alonso y Javier Pelegrín, 2016
© de las ilustraciones: Esther Lecina, 2016
© de esta edición:
Oxford University Press España, S. A., 2016
Publicado en España
por Oxford University Press España, S. A.
Parque Empresarial San Fernando, Edificio Atenas
28830 San Fernando de Henares (Madrid)
ISBN: 978-84-673-9381-1
Depósito legal: M-10565-2016
Impreso en España
cortarte la respiración,
de
congelarte por
Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción
total o parcial de este libro, ni su grabación y/o digitalización
en ningún sistema de almacenamiento, ni su transmisión
en ningún formato o por cualquier medio, sin el permiso previo
y por escrito de Oxford University Press España, S. A.,
o según lo expresamente permitido por la ley, mediante licencia
o bajo los términos acordados con la organización de derechos reprográficos
que corresponda. Las cuestiones y solicitudes referentes a la reproducción
de cualquier elemento de este libro, fuera de los límites
anteriormente expuestos, deben dirigirse al Departamento de Derechos
de Oxford University Press España, S. A.
No está permitida la distribución o circulación de esta obra
en cualquier otro formato. Esta condición debe imponerse
y obliga a cualquier adquirente o usuario.
3
dentro de los
pulmones. Pero
existe; existe en
Nueva Atenas,
igual que otras tantas cosas que nunca se
me habría ocurrido imaginar.
No esperaba encontrarme un camino de
rosas. Óscar me lo había advertido: la
adaptación resultaría tan dura que más de
una vez me llevaría a plantearme si todo
aquello era una gran equivocación. Y sí, algunas veces lo pensé; pero en cada una de
esas ocasiones, me bastaba bajar la mirada hacia mi pierna lesionada para disipar
mis dudas.
La rehabilitación comenzó al día siguiente
de mi llegada. Estaba preparado para el
dolor, contaba con él. Para lo que no estaba listo, en cambio, era para el esfuerzo
mental. En el mundo de las grandes franquicias deportivas como Kine, la recuperación después de una lesión es un proceso pasivo. Las máquinas lo hacen todo por
ti: masajean, estimulan el músculo con la
dosis precisa de corriente eléctrica, escanean, ajustan, liberan factores de crecimiento del tejido allí donde es necesario…
El jugador no tiene que hacer nada más
que resistir.
Aquí, sin embargo, las cosas son mucho
más primitivas, al menos en apariencia.
5
No hay máquinas rehabilitadoras, ni infrarrojos para calentar los tejidos, ni corrientes eléctricas. La tecnología que emplean
los médicos conmigo es microscópica: miles de nanoherramientas trabajan infiltrándose en mi masa ósea y en mis fibras
musculares mientras yo repito los movimientos que me indican. Esos movimientos, además de resultar de una exigencia
casi insoportable para un jugador lesionado, requieren una atención sostenida durante cada sesión. Nunca son los mismos,
cambian de manera constante. Cuando
termino un circuito de ejercicios me encuentro mentalmente agotado. Los primeros días me iba derecho a dormir a mi cabaña (al menos allí dentro nunca hace frío).
Pero después de una semana, Óscar me
dijo que estaba listo para participar también en los entrenamientos del equipo.
Las siestas tendrían que acabarse. Había
ido a Nueva Atenas para jugar, y ya era
hora de que jugase, me dijo.
Recuerdo que lo miré como si hubiese
perdido el juicio. Y ciertamente, sus ojos
pensativos y azules bien podrían haber
sido los de un loco. Sin embargo, había en
ellos una profundidad que, no sé por qué,
me tranquilizó. Mirar a los ojos de Óscar
se parece un poco a contemplar el mar: te
pierdes en su inmensidad, dejas de pensar en ti y el miedo, en ese momento, desaparece. Es casi magia.
Cuando me presenté en el primer entrenamiento de equipo, no tenía ni idea de lo
que Óscar había reservado para mí. Suponía que me haría observar a mis compañeros para familiarizarme con sus características deportivas, porque era evidente que
no estaba listo aún para jugar. ¿Cómo iba
a estarlo? Apenas podía dar diez pasos seguidos sin muletas, y mi cojera era imposible de ocultar. En esas condiciones, ¿quién
iba a exigirme que corriese detrás de un
balón?
No tardé en descubrir la respuesta a esa
pregunta: Óscar Shelley, por supuesto.
Nada más llegar al vestuario, me pidió que
me preparase para salir al campo. Y lo más
curioso fue que ninguno de mis nuevos
compañeros reaccionó con sorpresa. Tampoco parecían demasiado impresionados
7
por el hecho de que una gran estrella del
fútbol mundial (es decir, yo) fuese a jugar
con ellos. Me saludaron con cordialidad,
como habrían saludado a cualquier novato
recién llegado al equipo.
Quizá nadie se daba cuenta de que el solo
hecho de sentarme para cambiar mi pantalón de calle por el de la equipación suponía una tortura para mí; y sin embargo,
Óscar tenía que saberlo. Lo sabía y, aun así,
quería que saltase al campo. ¿Para qué?
¿Era una especie de prueba?
—Esto no lo estamos haciendo para que
me demuestres nada —dijo Óscar plantándose delante de mí con su sonrisa melancólica—. Es el siguiente paso en tu recuperación, de acuerdo con el equipo
médico que te atiende. Estás listo, Dani,
aunque tú creas que no.
Lo miré sin decir nada, pasmado. ¿Quién
era aquel tipo, una especie de mago? Estaba claro que me había leído el pensamiento. ¿Tendría algún dispositivo telepático
especial fabricado por los científicos marginales de Nueva Atenas?
—Vamos, no me mires con esa cara —continuó, ensanchando su sonrisa—. No te estoy diciendo esto solo para tranquilizarte.
Aquí las cosas no funcionan así.Yo siempre
voy a decirte la verdad, no puedo evitarlo.
Aunque quisiera engañarte, no sabría
cómo hacerlo. Llámalo deformación profesional.
En el fondo sigo siendo un matemático, y
los matemáticos le tenemos a la verdad un
respeto casi religioso. No puedes unir con
un signo igual dos expresiones que no significan lo mismo. No sé si me entiendes.
Le entendía, o más bien, le creía, aunque
no supiese exactamente de qué me estaba
hablando. Es lo que pasa con Óscar, que
resulta muy difícil dudar de él. Su sinceridad te desarma.
Me temblaban las piernas cuando empecé a calentar en la banda. Supliqué mentalmente que los demás no se dieran cuenta, o que lo atribuyesen al frío.
Mis compañeros ya estaban en el terreno
de juego. No me miraban, nadie parecía
prestarme especial atención. Ni siquiera
9
Óscar. Sentado en el banquillo, se encontraba absorto dibujando una jugada en su
tableta.
Después de unos minutos de correr arriba
y abajo por la banda y de hacer flexiones,
empecé a sentir que los músculos me ardían. En cuanto a la rodilla, no me dolía.
Me llené los pulmones de aire, cerré un
instante los ojos y, sin pensármelo más, entré en el campo.
Cuando toqué el primer balón, no tuve
que pensar nada. Mis piernas pensaban
por mí. Un cambio de ritmo, un autopase
mientras, con la mirada, buscaba al compañero mejor posicionado. Después, otro
pase en su dirección, ¡con la pierna
lesionada!
Lo admito, no fue el mejor pase de mi vida,
pero llegó adonde yo quería que llegara.
¡Lo había conseguido! Aquella pierna que,
según todos los especialistas de Los Ángeles, no volvería a ser la misma, había
cumplido su misión. Había chutado en la
dirección correcta. Con energía, con un
ángulo aceptable, casi con precisión.
Miré hacia el banquillo y mis ojos se encontraron con los de Óscar. Una sonrisa
imperceptible afloró a su rostro serio, de
gentleman inglés.
A partir de ese momento me entregué a
fondo. Jugué el resto del partido como si la
pierna nunca se me hubiese roto, como si
fuera el Dani Arenas de antes. No digo que
realmente lo sea: la lesión está ahí, y va a
estar ahí el resto de mi vida. Pero no es el
obstáculo insalvable que me dijeron. La
nanoterapia que me han aplicado desde
que llegué a Nueva Atenas está dando sus
frutos, y mi rodilla funciona. Ahora, soy yo
el que tiene que aprender a utilizarla de
una forma nueva, sin sobrecargarla demasiado. Pero sé que lo voy a conseguir. Desde aquel primer partidillo de entrenamiento con los compañeros, estoy
convencido de que lo voy a lograr.
En el minuto nueve de la segunda parte
envié un balón al poste. Algunos de mis
compañeros de equipo aplaudieron, y lo
más curioso es que no había ironía ni burla en su gesto. Solo apoyo, el respaldo de
11
unos camaradas que, aunque me acababan de conocer, sabían lo que aquel tiro a
puerta significaba para mí.
Cuando terminó el partidillo, nos reunimos en una pequeña cantina que hay enfrente del estadio. La estufa de leña del
rincón estaba encendida, y el fuego se reflejaba en los vasos transparentes alineados sobre el mostrador.
En medio del bullicio general, me encontré hablando con Razván, un media punta
cuya calidad me había sorprendido.
—¿Llevas mucho tiempo jugando aquí? —
le pregunté.
Él se quedó pensando un momento antes
de contestar.
—Ya va para siete años. Se lo debo todo a
este club. A Óscar.
—Es una persona muy especial, está claro
—observé—. Pero Razván, tú, con tu técni-
ca y tus condiciones físicas, podrías estar
jugando en cualquier equipo de la Liga de
Oro.
Razván ladeó la cabeza y me miró con aire
divertido.
—¿Sí, tú crees? ¿Tú crees que alguno de los
grandes estaría dispuesto a fichar a un jugador con trastorno bipolar diagnosticado?
Me asombró el tono alto y despreocupado
con el que formuló la pregunta. Probablemente todos los que estaban alrededor lo
oyeron. Nadie, sin embargo, miró hacia nosotros ni interrumpió su conversación
para escuchar la nuestra. Era evidente que
todos en el club estaban al tanto del problema de Razván.
—No sé mucho de esa enfermedad —le
confesé—. Pero por lo que he oído, debe
de ser difícil vivir con ella.
—Era más difícil antes de venir aquí. En
Nueva Atenas he encontrado una neuróloga experta en técnicas de meditación que
13
me ha ayudado mucho. Ahora me las arreglo con dosis de medicación mínimas. Y lo
mejor es que no tengo que ocultar lo que
soy ni lo que me pasa. Todo el mundo lo
sabe, y cuando tengo un brote, me
ayudan.
Mis ojos flotaron sobre los otros jugadores
que conversaban alegremente junto a la
barra del bar, al tiempo que vaciaban sus
vasos de batidos proteicos.
—¿Todos los que juegan aquí tienen problemas? —pregunté.
—¿Problemas como el tuyo o el mío? —
Razván se echó a reír—. No, hombre, no.
Espero no decepcionarte, pero los únicos
realmente defectuosos del equipo somos
nosotros dos. Los demás pueden ser un
poco raritos, pero sus cuerpos funcionan
como relojes. Eso sí, dudo de que a alguno
de ellos lo quisiese un club como Kine. Demasiado «alternativos» para una gran
franquicia.
—¿Alternativos? ¿Qué quieres decir con
eso?
Una sonrisa enigmática iluminó el rostro
algo tosco de Razván.
—Ten paciencia. Lo irás descubriendo
poco a poco —me dijo—. Ya irás viendo
que aquí nadie se ajusta a la imagen del
futbolista modelo que la gente tiene en la
cabeza. Muy pronto entenderás lo que
quiero decir.
15