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CUADRANTEPHI No. 17
Junio - diciembre de 2008, Bogotá, Colombia
El concepto de autonomía en la fundamentación de la metafísica de las costumbres
de I. Kant
Carlos Andrés Moreno Urán
Katherine Esponda Contreras
Departamento de Filosofía
Universidad del Valle
Cali, Colombia
[email protected]
Resumen
El objetivo central de este artículo es indagar por el concepto de autonomía que
Immanuel Kant ha expuesto en su libro Fundamentación de la metafísica de las
costumbres. En aras de alcanzar dicho objetivo dividiremos el ensayo en tres momentos
principales: el concepto de autonomía en relación con el concepto kantiano de dignidad;
el concepto de autonomía en relación con la idea de heteronomía; y por medio del
concepto de libertad explicaremos cómo la voluntad recibe la caracterización de ser
autónoma. De esta manera, abordaremos el concepto por separado en estas tres
relaciones, para, al final, sintetizar las principales ideas que presentó Kant en su libro.
Abstract
The main objective of this article is to inquire of the concept of autonomy outlined by
Immanuel Kant in his book Grundlegung zur Metaphysik der Sitten. In order to achieve
this goal, we will divide the article in three moments: the concept of autonomy in
relation to the Kantian notion of dignity; the concept of autonomy in relation to the idea
of heteronomy; through the concept of freedom we will explain how to get the
characterization of autonomy. In this way, we will address the concept in three different
relationships, separately, to synthesize, in the end, the principal ideas presented by Kant
in his book.
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CUADRANTEPHI No. 17
Junio - diciembre de 2008, Bogotá, Colombia
Presentación
Este ensayo tiene por objeto indagar en torno al concepto de autonomía que Immanuel
Kant ha expuesto en su libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres1. Para
lograr este objetivo dividiremos el ensayo en tres momentos principales: (1) el concepto
de autonomía en relación con el concepto kantiano de dignidad; (2) el concepto de
autonomía en relación con la idea de heteronomía; y (3) por medio del concepto de
libertad explicaremos cómo la voluntad recibe la caracterización de ser autónoma. De
esta manera, abordaremos el concepto por separado en estas tres relaciones, para, al
final, sintetizar las principales ideas que presentó Kant en su libro.
1. Introducción: la Fundamentación y Kant
El punto de partida de la reflexión kantiana es, necesariamente, la moralidad común. Es
indiscutible la existencia de valoraciones morales de los hechos, actos y situaciones que
se dan entre los seres humanos. Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo de la
Fundamentación consiste en hallar el principio moral que subyace a la razón humana.
Su método de investigación es analítico, ya que parte del concepto común de moralidad
y propende por una reflexión en torno a un concepto de “razón” que le resulta evidente:
el llamado al respeto de la dignidad humana. Dado que Kant tiene la pretensión de
defender una idea universal sobre aquello que subyace a nuestros juicios morales de la
cotidianidad, no puede partir de un hecho particular como lo es su propio contexto
histórico-político. Entonces, busca un punto de partida con validez universal, un hecho
de razón previo a la experiencia moral. Kant supone a priori este hecho de razón y
afirma que siempre está allí y que desde éste vemos, experimentamos y juzgamos el
mundo. Por ello, según Kant, cuando emitimos un juicio moral, debe existir por
necesidad un parámetro con el que medimos el mundo, a saber, el imperativo categórico.
Si nos preguntamos cuál sería el interés que tuvo Kant para llevar a cabo esta
investigación, es necesario afirmar que el autor tuvo el interés práctico de dar acceso y
duración al precepto moral. Así, la formulación del imperativo categórico significa
1
KANT, I., Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres (Edición Bilingüe), Ariel, Barcelona,
1999.
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determinar de manera teórica las intuiciones morales que están presentes en la
cotidianidad, es decir, pasar de un plano intuitivo a un plano reflexivo aquello por
medio de lo cual juzgamos nuestras acciones morales. En la Fundamentación,
brevemente, Kant se propone encontrar el principio supremo de la moralidad, y su
método será el siguiente: partiendo del análisis del conocimiento moral vulgar, buscará
el Principio de la moral, de manera sintética 2 , esto es, considerando el imperativo
categórico en relación a la voluntad, pero no como algo derivado de ésta. En últimas, la
investigación servirá para dilucidar el concepto de moralidad, concepto que hace parte
de un aspecto importante en nuestras vidas.
Una de las principales tesis que podemos rastrear aquí tiene que ver con el análisis que
hace Kant de la necesidad que tiene la filosofía moral de establecer con claridad los
conceptos que tienen relevancia en nuestros actos; tal necesidad no sólo consiste en
enseñarnos el contenido de la ley moral (nuestros derechos y deberes) puesto que ya los
conocemos, ni en mostrarnos qué es lo bueno y qué es lo malo, sino que procura que el
ser humano se haga consciente de la existencia de la ley moral y de que ésta se origina
en nuestra propia persona que, siendo libre y autónoma, hace uso de su razón. Con ello,
al hacernos conscientes de la ley moral, sería natural que quisiéramos actuar por mor de
ella misma. De esta forma encontramos en la Fundamentación la reflexión kantiana
sobre la máxima moral que debe guiar nuestra acción, en la cual la autonomía tendrá un
lugar especial. De este modo, el concepto de autonomía será abordado a continuación
desde la relación que establece éste con otros tres conceptos, a saber: dignidad,
heteronomía y libertad.
2. Concepto de autonomía en relación con la dignidad del ser humano
2
El método sintético también suele llamársele progresivo y se caracteriza por dos aspectos muy
particulares: primero, porque va del fundamento a lo fundado; segundo, porque no tiene apoyo en ningún
hecho (Faktum) y por lo tanto en su base sólo encontramos la razón misma. Claramente se distingue del
método analítico tal como lo expone el mismo Kant en sus Lecciones de Lógica: “[e]l método analítico se
opone al sintético. Aquél comienza con lo condicionado y fundamentado y continúa hacia los principios
(a principiatis ad principia). Éste, en cambio, va de los principios a las consecuencias o de lo simple a lo
compuesto. El primero podría denominarse regresivo, el segundo progresivo. Observ. El método analítico
se llama también el método de la invención. El método analítico es más adecuado al propósito de la
popularidad, el método sintético es más adecuado, sin embargo, al propósito de la elaboración científica y
sistemática del conocimiento”. KANT, I., Lógica, Un manual de lecciones, Akal, Madrid, 2000, §117, p.
180.
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Partamos de la siguiente reflexión kantiana:
La autonomía es, pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y
de toda naturaleza racional3.
Cuando Kant explica la tercera formulación del imperativo categórico afirma que es la
voluntad humana aquella que se auto-legisla. Esto quiere decir que la voluntad no se
somete a una ley exterior, sino que está en capacidad de darse a sí misma la ley moral:
sólo en la medida en que es una voluntad auto-legisladora está “sometida” a su propia
ley. Teniendo presente esto, Kant nos dice que la razón por la cual dicha voluntad es
capaz de auto-legislarse es que ésta no depende de ningún tipo de interés ulterior que la
lleve a actuar moralmente, sino que es independiente de cualquier resorte como
fundamento subjetivo. Esto conduce a que el imperativo categórico sea incondicionado
puesto que “no se funda en ningún interés”. En síntesis, el ser humano en tanto que es
un ser racional, no está constreñido por el deber a leyes impuestas externamente, sino
que, por el contrario, “está sometido a su propia legislación” 4 . Esto lo constituye
precisamente como ser racional y lo diferencia de otro tipo de seres vivos. Su voluntad,
en tanto que es autónoma, se da su propia ley, por lo que el imperativo categórico, en su
tercera formulación, determina que el ser humano (en uno mismo y en los demás) debe
tratarse siempre como un fin, nunca meramente como un medio. Esto en últimas quiere
decir que nunca se debe instrumentalizar a la persona en sí misma ni ella debe
instrumentalizar a otros para conseguir fines ulteriores o intereses subjetivos.
Al considerar al ser humano como una voluntad auto-legisladora, es decir, autónoma,
debe tratársele siempre como un fin y no meramente como un medio. Esto permite
pensar en la posibilidad de que exista, aunque sea en términos ideales, un “enlace
sistemático de seres racionalmente unidos por leyes objetivas comunes”, en otras
palabras, un reino de los fines, un reino de voluntades autónomas que deben ser
consideradas siempre como fines en sí mismos y nunca meramente como medios. El
argumento de Kant llega a considerar la existencia de este tal reino de los fines en donde
el cumplimiento del deber es autónomo, porque el sujeto moral se auto-legisla y las
leyes morales hacen referencia a, y tienen por fundamento, ese fin último que es el ser
3
4
Ibídem, (§436) p. 203.
Cf. Ibídem, (§432) pp. 193-4.
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humano como ser racional. De esta manera Kant afirma: “[l]a moralidad consiste, así
pues, en la referencia de toda acción a la legislación únicamente por la cual es posible
un reino de los fines”5. Lo anterior se entiende como que sólo el imperativo categórico
debe concebirse como ley moral, y ello conlleva a que sólo el ser racional es capaz de
auto-legislarse a la luz de este imperativo categórico; por tanto, se hace persona moral o
actúa moralmente. En este sentido, sólo para la humanidad es posible la moralidad.
Como ya lo habíamos mencionado, el actuar moral, de cara al imperativo categórico, no
tiene como fundamento ningún resorte o interés subjetivo sino que su fin último es la
misma voluntad racional. Kant nos menciona antes de §435 que en la ley moral subyace
la idea de la dignidad del ser racional. El ser humano, en tanto que es un ser racional, es
una voluntad autónoma, puesto que está en capacidad de darse su propia ley moral, ley
que puede considerarse como objetiva. En últimas, es un sujeto moral porque se somete
a la ley de la moralidad. Considerar al ser humano bajo las categorías anteriormente
expuestas le confiere dignidad a su existencia y esencia.
Veamos qué significa para Kant tener dignidad: Kant plantea una diferenciación entre
precio y dignidad. Ambos son valores que se refieren a dos órdenes totalmente distintas.
Aquello que tiene precio puede ser sustituible por otra cosa que sea su equivalente en
valor. Por el contrario, hay otras existencias que no tienen precio y se encuentran por
encima de esas otras cosas que sí lo tienen; no tienen equivalentes en valor, por lo cual
no son sustituibles, y, en este sentido, poseen dignidad. La dignidad es pues aquel valor
interior que posee todo ser racional en tanto que se constituye a sí mismo como un fin
último, como auto-legislador de su voluntad y como un ser capaz de autonomía moral.
En palabras de Kant: “aquello que constituye la condición únicamente bajo la cual algo
puede ser fin en sí mismo no tiene meramente un valor relativo, esto es, un precio, sino
un valor interior, esto es, dignidad”6.
Para Kant lo único que tiene dignidad es la humanidad en tanto ésta es capaz de
moralidad. El sujeto moral posee dignidad y en pro de ella debe ser tratado del modo
como se expresa en la segunda formulación del imperativo categórico:
5
6
Ibídem, (§434) p. 199.
Ibídem, (§435) pp. 199-201.
5
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Obra de tal modo que uses la humanidad en tu propia persona como en una
persona de cualquier otro siempre a la vez como fin, nunca meramente
como medio7.
El ser racional, así como la humanidad en general, posee dignidad en tanto se autolegisla bajo leyes morales objetivas. Esta legislación (llamada moralidad) a su vez posee
dignidad, es decir, un valor interior que es incondicionado y no relativo. La actitud que
debe tomar el ser humano dotado de razón frente a la ley moral es una actitud de respeto
de su dignidad. Así, para que el ser racional tenga dignidad es necesario que esté en
capacidad de auto-legislarse autónomamente, que sea miembro del reino de los fines y
que se conciba como un posible legislador universal. La autonomía constituye aquello
que nos hace pertenecer al reino de los fines y participar de la moralidad universal,
puesto que nos sometemos a la ley moral a la vez que nos la damos a nosotros mismos
desde un ejercicio puro de la razón práctica. Ésta es, en últimas, la que nos confiere
dignidad y nos hace acreedores de respeto.
3. Concepto de autonomía en relación con el de heteronomía
Ahora partamos de una segunda reflexión kantiana:
Si la voluntad busca la ley que ha de determinarla en algún otro modo que en la aptitud
de sus máximas para su propia legislación universal, y por tanto si busca esa ley,
saliendo de sí misma, en la constitución de cualquiera de sus objetos, resulta siempre
heteronomía. La voluntad no se da entonces la ley a sí misma, sino que se la da el objeto
por su relación a la voluntad. Esta relación, descanse en la inclinación o en
representaciones de la razón, deja que se hagan posibles sólo imperativos hipotéticos:
debo hacer algo porque quiero otra cosa8.
Kant afirma que es la voluntad humana aquella capaz de auto-legislarse. Esto quiere
decir que la voluntad no se somete a una ley exterior, sino que está en capacidad de
darse a sí misma la ley moral a través de un uso exclusivo de la propia razón práctica.
Sólo en la medida en que es una voluntad auto-legisladora está sometida a su propia ley,
expresando así la supremacía de la razón. De igual manera, Kant afirma que dicha
7
8
Ibídem, (§429) p. 189.
Ibídem, (§441) p. 213.
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voluntad se auto-legisla porque no depende de ningún tipo de interés ulterior que la
lleve a actuar moralmente, como lo dijimos anteriormente, es independiente de
cualquier resorte como fundamento subjetivo. De este modo, el imperativo categórico
es incondicionado puesto que “no se funda en ningún interés”, y el ser humano, en tanto
que es un ser racional, no está constreñido por el deber a leyes externas, sino que “está
sometido a su propia legislación”.
Debemos decir entonces que la autonomía es el principio por medio del cual la voluntad
se hace partícipe de la moralidad, es en virtud de lo cual es posible que ésta (la voluntad
racional) formule un imperativo categórico. Cuando la voluntad toma por ley alguna
que no está dada por su propia razón práctica sino por un objeto exterior que la
determina, ésta actúa moralmente por motivos subjetivos e intereses particulares
(conforme al deber), más que por mor del deber mismo. Debemos entender que la
heteronomía significa una falta de autoridad imperativa, que es la fuente de todos los
principios espurios.
Para poder entender el concepto de autonomía desde su diferencia con el de
heteronomía, es necesario explicar en qué consiste la supremacía de la razón en Kant;
nos remitimos aquí a las explicaciones que ofrece Rawls sobre la filosofía moral
kantiana9. Es importante aludir a la diferencia que propone Rawls sobre lo racional y lo
razonable a propósito de los rasgos de los agentes morales ideales. Éste explica: “Kant
usa la expresión vernünftig para expresar una concepción completa de la razón que
abarca los términos razonable y racional tal como nosotros a menudo los usamos”10 los
cuales caracterizan dos formas de la razón práctica: pura y empírica. La primera, la
razón pura práctica, es expresada en el imperativo categórico, mientras que la segunda,
la razón empírica práctica, se expresa en los imperativos hipotéticos. Para Rawls, “los
términos razonable y racional nos recuerdan lo completa que es la concepción kantiana
de la razón práctica, una concepción que comprende las dos formas de la razón”11. Así,
podemos asociar el imperativo categórico con el uso de la razón pura práctica, lo
9
RAWLS, John, Lecciones sobre la historia de la filosofía moral, Paidós, Barcelona, 2001.
Ibídem, p. 181.
11
Ibídem, pp. 181-182.
10
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razonable, y los imperativos hipotéticos con el ejercicio de la razón práctica empírica, lo
racional.
La voluntad es autónoma cuando ejerce su poder imperativo sobre la acción, es decir,
cuando actúa por mor del deber, otorgándose a sí misma las máximas de acción
derivadas de un uso exclusivo de la razón pura práctica, sin dependencia de ningún otro
objeto. Por el contrario, la heteronomía se da cuando la voluntad no es capaz de ejercer
esa autoridad imperativa y la acción depende de influjos externos, ulteriores. ¿Cómo
expresar la supremacía de la razón desde esta perspectiva? Para Kant ello se expresa en
la autoridad imperativa que posee la razón práctica como voluntad autónoma, en un uso
superior, pero a la vez único de la razón pura práctica, sin depender de objetos de la
razón externos para legislarse sobre la base de la ley moral.
Tenemos dos usos de la razón: el racional y el razonable. La supremacía de la razón se
da cuando prima la razón pura práctica, a la hora de guiar la acción, sobre la razón
empírica práctica, es decir, cuando la ley moral es previa a cualquier concepción de lo
bueno y de lo malo para cualquier voluntad particular. Para Kant, la ley moral es una
idea de la razón (a priori) anterior a cualquier idea que el sujeto moral conciba como lo
bueno o lo malo. Rawls hace referencia a la siguiente cita de Kant:
el concepto de lo bueno y lo malo tiene que ser determinado, no antes de la ley moral
(para lo cual ese concepto parecía deber ser colocado como fundamento), sino sólo
(como aquí ocurre) después de la misma y por la misma12.
Lo que se quiere resaltar aquí es que la ley moral está antes que cualquier objeto de la
razón que exprese una concepción particular de lo bueno y de lo malo. Así se da la
autonomía de la razón práctica y no la heteronomía, que es cuando se piensa en la
posibilidad de una concepción del bien previa o anterior a la concepción de lo justo. En
otras palabras, la supremacía de la razón se da cuando la voluntad es capaz de crear el
precepto moral desde un uso exclusivo de la razón pura práctica sin dejarse influir por
otros objetos de la razón (concepciones de lo bueno) en un uso de la razón práctica
empírica. De ahí que Kant considere el imperativo categórico de manera universalmente
12
KANT, I., KP 5:62 y ss. Citado en: Ibídem, pp. 214-245.
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válida como la única expresión de la ley moral. La autonomía sería, pues, el principio
supremo que posibilita auténticas acciones morales, mientras que la heteronomía es la
fuente de todos los principios que, pretendiendo ser morales, resultan ser para Kant
espurios.
4. Autonomía en relación con la idea de libertad
Después de pensar el concepto de autonomía en relación con otros dos conceptos, a
saber, dignidad y heteronomía, resulta necesario pensar una última relación, la relación
entre la autonomía y la idea de libertad. En Kant encontramos que por medio del
concepto de libertad es posible explicar cómo la voluntad recibe la caracterización de
ser autónoma. Así afirma: “la voluntad es un tipo de causalidad de los seres vivos en
tanto que son racionales y la libertad sería la propiedad de esta causalidad de poder ser
eficiente independientemente de causas ajenas que la determinen”13.
Líneas atrás hemos explicado cómo la voluntad es autónoma, si por ella comprendemos
que los sujetos, al ser racionales y razonables, guían sus máximas de acción por medio
del imperativo categórico, y actúan moralmente. El concepto de libertad nos permite
comprender qué significaría entonces el actuar autónomo, en tanto Kant considera a la
libertad como la característica esencial de la voluntad autónoma. Kant lo sugiere
preguntándose lo siguiente: “¿[q]ué podría ser entonces la libertad de la voluntad sino
autonomía, esto es, la propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma?”14. Por lo
cual, libre es la voluntad que dictamina su propia ley de acción moral. A través de un
uso exclusivo de su razón, la voluntad autónomamente encuentra la ley moral bajo la
cual determinará sus máximas de acción. Esto quiere decir también que su acción
tampoco estará determinada por leyes ajenas a las dadas desde el propio uso de la razón.
Así, “una voluntad libre y una voluntad bajo leyes morales son lo mismo”15.
Ahora bien, en tanto que estamos hablando en torno a la idea de la ley moral, y teniendo
presente que ésta es una idea universal, es necesario que pensemos la libertad como algo
13
KANT, I., Op. Cit (1999), (§446) p. 223.
Ibídem., (§446) p. 223.
15
Cf. Ibídem., (§447) p. 223.
14
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atribuible a todos los seres racionales. Teniendo en cuenta que la ley moral es una ley
universal, puesto que se considera desde la perspectiva de todos los seres racionales, y
en tanto la voluntad se encuentra en capacidad de autolegislarse, lo universal de la
moralidad debe ser pensado a su vez en la idea de libertad. Así, la libertad debe ser
entendida como la propiedad que tiene la voluntad de todos los seres racionales, y no
solamente como la experiencia particular de uno o de cualquier sujeto moral.
Recordemos que Kant propuso desde el inicio de la Fundamentación que el
conocimiento debe provenir desde las más puras fuentes de la razón práctica y no
derivarse de experiencias particulares.
En virtud de lo anterior, todo ser racional que posea una voluntad tal como se ha
descrito, debe ser pensado en relación con la idea de libertad, idea bajo la cual ha de
ceñir sus máximas de acción a la ley moral. La voluntad libre es aquella que se
considera a sí misma autora de sus principios de acción, los cuales se encuentran en
total independencia de influjos ajenos, de intereses particulares o ulteriores que motivan
su actuar y se considera como “libre en cuanto a razón práctica”16. Pensar la voluntad
autónoma en los términos anteriormente expuestos implica pensar lo libre que ésta es,
es decir, la voluntad de un ser racional y consciente de que es él mismo la causa de todo
aquello que tiene que ver con sus acciones. Desde un uso exclusivo de su razón
hallamos las causas de su actuar, su interés práctico de la ley moral.
5. Conclusiones
Nos gustaría recoger las ideas que hemos presentado en estas pocas líneas a propósito
de la concepción kantiana del concepto de autonomía. Si bien es éste un concepto clave
en cualquier reflexión ético-política en la cual se pretenda defender las ideas del respeto
al ser humano, en su dignidad como ser dotado de razón, es un concepto que adolece de
cierta oscuridad en el esbozo hecho por Kant en la Fundamentación. Sin embargo, hay
ciertas ideas que después de hacer un ejercicio de reflexión podemos decir nos han
16
De esta manera, la definición de la voluntad propiamente dicha, pasa por la necesidad de considerar la
idea de libertad: “la voluntad de éste [de todo ser racional] puede ser una voluntad propia sólo bajo la idea
de la libertad”. Ibídem, (§448-20) p. 227.
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quedado ciertamente claras. Serán éstas las que sintéticamente esbozaremos aquí con el
fin de redondear todo lo expuesto y proponer una posible definición concreta.
Primero, debemos recordar que Kant relaciona el concepto de autonomía con el uso que
hace la voluntad de la razón pura práctica sobre la empírica práctica para encontrar la
ley que gobierna y con la cual mide sus acciones y valoraciones morales. Un uso de la
razón que resulta ser libre en tanto no se ve motivado, influido o constreñido por
intereses egoístas, particulares o ajenos a una actitud propiamente razonable del ser
humano. Ahora bien, el imperativo categórico, siguiendo a Kant, está conformado por
tres modos diferentes17 de representar la ley moral, tal vez no los únicos modos, pero sí
refieren a la única ley moral. Cada una de estas formulaciones se presenta a sí misma,
pero a su vez a las otras dos, de tal modo que en cada formulación se expresa el carácter
universal del imperativo categórico. Formular el imperativo categórico en tres
representaciones distintas se podría explicar en lo siguiente: teniendo en cuenta que esta
ley moral es una idea de razón y no de la experiencia, la pregunta pertinente se referiría
a cómo hacer para que todo sujeto racional la entienda y la haga suya por medio de la
propia razón. Si se quiere hacer asequible al entendimiento humano esta idea de la razón
17
Con el fin de obtener mayor claridad, consideramos pertinente explicar de manera muy breve y concisa,
en qué consiste la formulación del imperativo categórico, a la cual estamos haciendo referencia,
intentando responder a la pregunta: ¿por qué presentar el imperativo categórico en tres formulaciones?
Textualmente Kant responde que lo hace así para acercar una idea de la razón a la intuición y así al
sentimiento (§436). De esta manera Kant nos explica que las tres afirmaciones del imperativo categórico
que propone constituyen tres analogías de la ley moral: la primera, compara la ley moral con leyes de la
naturaleza, resaltando el carácter de universalidad de la ley moral; poner una máxima de acción como ley
universal válida para todo ser racional. La segunda compara al ser humano, en tanto que ser racional, con
un fin en sí mismo, un fin último, fundamento de la misma ley moral y fundamento de todo fin ulterior
y/o subjetivo. Es decir, el fundamento de la acción moral es la dignidad de la ley moral, por un lado, y el
ser racional, por el otro. La tercera nos dice que existe la posibilidad de constituir un reino de los fines, si
nosotros como humanidad estamos en capacidad de constituirnos como seres auto legisladores autónomos,
cuyas máximas de acción deben concordar con una legislación universal: este reino de los fines como un
reino de la naturaleza. Entendemos pues que hacerlo más inteligible no es otra cosa que el ser racional
compare su acción con estas tres formas para saber si sus acciones son moralmente aceptables, puesto que
el mismo Kant afirma que el enjuiciamiento moral debe hacerse desde la fórmula universal del
imperativo categórico. Proporcionar a la ley moral acceso significa que sea inteligible, comprensible,
aceptable, convenible para el sujeto moral. De esta forma, sugerimos una muy intuitiva interpretación de
lo anterior, atreviéndonos a decir que las tres formulaciones sirven para evaluar la acción moral desde tres
diferentes perspectivas; es como si en cada caso uno tuviese que preguntarse: ¿la máxima que elijo para
determinar mi acción, puede ser elevada para ser considerada como ley universal? ¿En la acción que llevo
a cabo para satisfacer un interés personal o subjetivo instrumentalizo a los otros a me instrumentalizo
como mero medio y no como un fin? ¿Autónomamente yo elijo la máxima sobre la cual guío mi acción?
O ¿la acción que realizo es por deber o conforme al deber?
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pura práctica, debe formularse desde estas tres perspectivas para hacer más inteligible lo
que el imperativo categórico expresa.
Pero volvamos al concepto sobre el que estamos reflexionando aquí. Cuando decimos
que el ser dotado de voluntad es libre en el uso que hace de su razón, cuando encuentra
la ley moral a través de la reflexión que hace desde sí mismo, queremos aludir entonces
a que tal voluntad es autónoma. Ahora bien, cuando no se ve libre de los influjos ajenos
y constriñe la acción a una egoísta, decimos en consecuencia que tal voluntad es
heterónoma. La heteronomía se expresa cuando la voluntad hace suyas leyes derivadas
de objetos externos a sí misma y guía su acción con base en ellas, lo cual no da muestras
del carácter racional (en sus dos usos de la razón, siguiendo a Rawls) que debe definir
por naturaleza al sujeto moral tal como ha sido descrito por Kant. Y es que este uso
exclusivo de la razón que debe hacer el ser humano para encontrar la ley moral es algo
que le hace distinto y distinguible de otros seres vivientes, es aquello que le confiere la
dignidad de ser persona, aquella capacidad de autolegislarse autónomamente.
Para cerrar, en Kant encontramos la expresión de lo que deberíamos ser como sujetos
morales. El hecho de enunciar esta idea en los términos del “deber ser” no demeritaría o
empañaría la labor hecha por el autor al tratar de reflexionar en torno a ese principio
moral que subyace a las acciones, valoraciones y consideraciones morales que en la
misma cotidianidad experimentamos. Antes bien, como idea regulativa funciona para
cualquier marco de reflexión de corte constructivista, en tanto ello permite fijarse una
idea de lo que debería ser el mundo social para, comparativamente, llegar a construirlo
en la medida de las posibilidades. Es cierto, no actuamos siempre así, de manera
autónoma o razonable, para utilizar el término acuñado por Rawls, sin embargo,
debemos decir que tampoco Kant creyó ciegamente que fuese así; creemos que fue
consciente de la fragilidad de la voluntad humana, de lo “humanos” que somos, de lo
sensible pero igualmente de lo egoísta que puede llegar a ser el hombre, de cuán lejos
podemos estar de ser tan virtuosos como deberíamos. Esto tampoco significa que la
abstracción que nos presenta Kant sea aceptable en su totalidad; hay que ser conscientes
de que la vida humana, en tanto es contingente, debe tener un campo de reflexión que
posibilite pensar ciertas situaciones complejas que se salen de los parámetros de lo
12
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normal. Tal vez Kant se queda corto para ello, para las situaciones extremas, fuera de la
norma, los casos que se salen de lo convencional. Sin embargo, esto viene por
consecuencia de un pensamiento que se dedica a construir formalmente la manera
adecuada de cómo debemos vivir; por ello Kant no pierde validez.
Bibliografía
KANT, Immanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres
(Edición Bilingüe), Ariel, Barcelona, 1999.
KANT, Immanuel, Lógica, Un manual de lecciones, Akal, Madrid, 2000.
RAWLS, John, Lecciones sobre la historia de la filosofía moral, Paidós,
Barcelona, 2001.
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