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Licenciado Pablo César Groux Canedo Ministro de Culturas del Estado Plurinacional de Bolivia Bueno muchas gracias, muy buenas tardes al auditorio, un saludo y un agradecimiento muy particular muy especial al Embajador Diego Tettamanti, muy honrado por su invitación, muy honrado compartir esta mesa con usted, un cariño respetuoso a una compañera, una luchadora, una hermana, la Embajadora Leonor Arauco, un saludo a los Embajadores, Embajadoras que nos acompañan esta tarde y también a quienes concurren a esta disertación. Esta disertación quiere narrar e interpretar de alguna manera aquello que no solo el Estado Plurinacional de Bolivia esta viviendo afortunadamente, si no que narra la experiencia social, cultural, política y económica de los países de Latinoamérica como los principales protagonistas de este tiempo, de este momento. Estamos evidentemente recordando el día de hoy quinientos veinte años de uno de los hechos históricos más injustos que ha vivido la humanidad. Injustos en el sentido de que se han consolidado a partir de 1492 una negación del ser de miles de hombres de mujeres que hoy podemos identificar orgullosamente como indígenas. Hace algo más de seis años el hecho histórico que conmovió al mundo entero fue por el reconocimiento que el mundo tenía de las condiciones socioculturales de nuestro continente y en particular de Bolivia, fue les decía, la elección como presidente de un indígena Aymara, dirigente cocalero, Evo Morales Ayma. Aquello que debiera haber sido evidentemente en una noticia probablemente de primeras planas, trascendió el mundo entero por la particularidad de que un país al que se le reconocía con muchas diferencias, con muchas desigualdades, con muchos problemas económicos, sociales y políticos, había apostado por un representante de un sector mayoritario de la sociedad pero en definitiva un indio. Ese indígena, hoy presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, recién comenzado su mandato y apropósito de un acto de reconocimiento cultural que se realizaba en el Palacio Quemado, el Palacio de Gobierno boliviano, me convoco a su despacho para lanzarme una pregunta de fondo; me dijo “¿Qué es cultura?”. Mis recursos, mis herramientas teóricas y académicas alcanzaron para responderle al presidente, “Presidente La cultura es todo, la cultura es como vestimos, que lengua hablamos, que comemos, como nos divertimos y como nos entristecemos, como transcurrimos cada uno de nosotros y en comunidad y en colectividad en nuestra vida” Evo Morales entonces me miró y me dijo “La cultura es entonces como la bola blanca de billar, distribuye todo el juego y si se cae paga doble, hay que cuidar la cultura, hay que trabajar la cultura”. En aquel entonces el Estado boliviano era reconocido como aquellas repúblicas, yo diría a estas altura, como las viejas repúblicas que asumían la cultura como una mercancía más, que subordinaban su jerarquía al interior del Estado a una subsecretaría, a un Viceministerio, pero en ese caso saliendo del tiempo más oscuro del neoliberalismo en Bolivia, esa subsecretaria dependía de un Ministerio de Desarrollo Económico. Nada más claro para describir cual era la interpretación que se le daba a la cultura que no era otra cosa que una herramienta, una mercancía, un objeto más que podía negociarse y que por lo tanto podía tener una valoración distinta en la percepción de unos y otros ciudadanos. A partir de ese momento se tomo una primera valiosa definición para lo que debiera ser luego una afirmación del Estado Plurinacional. Se decidió que aquella instancia de Estado tenga el denominativo en plural y entonces hoy, el Ministerio que está a mi cargo, es un Ministerio de Culturas, como un primer claro reconocimiento a la existencia de una diversidad de expresiones colectivas comunitarias y también individuales. Esa identidad sobre la cual debíamos basar la construcción de una institucionalidad, tenía que ser recuperada, tenía que ser valorada, en por lo menos cinco escenarios en los cuales la identidad es fundamental, esa identidad tenía que ser recuperada en el escenario político, en lo económico, en nuestra sociedad como tal, en una reconstrucción de la historia, casi un redescubrimiento de la historia y la temporalidad, y finalmente en lo que significaría la gestión de lo cultural. La descolonización se asumía a partir de ese momento entonces como un principio de gobierno, un principio político, un principio doctrinal e ideológico. La descolonización se asumía a partir de ese momento en Bolivia como un verdadero objetivo de liberación en todos los escenarios pero fundamentalmente en un objetivo de liberación de identidad. Durante esos cinco siglos en los que América había asumido que el 12 de octubre era el día de la raza, en los que todos los pueblos indígenas, originarios y campesinos de esa América Latina no veían reflejada su presencia en una conmemoración tan fastuosa e importante había venido madurando en esos pueblos que resistieron culturalmente todo este tiempo el hecho de ser reconocidos tal y como eran. Estaba claro que todo ese tiempo republicano del que todavía venimos celebrando dos siglos de independencia, no había resuelto, cuando menos en Bolivia pero también en otros países del continente, varios problemas y en cambio los había encubierto, los había matizado. Había hecho que la economía tenga una ecuación simple pero dramática, aquellos que eran indígenas casi debían ser pobres por definición y la estadística de mi país marcaba exactamente eso. En 2001 el último censo de población y vivienda que hemos realizado en Bolivia (en noviembre próximo realizaremos el siguiente) se introdujo una pregunta fundamental para redefinirnos como tales. La pregunta de la boleta era la auto identificación con algún pueblo indígena en Bolivia. Y el resultado del relevamiento estadístico del censo dio cuenta de que los bolivianos y las bolivianas se identificaban con treinta y seis pueblos indígenas originarios campesinos y treinta y tres lenguas en ejercicio. Parecía increíble pero iniciando el siglo XXI por primera vez, una acción casi caprichosa había hecho que de manera individual descubramos que somos diversos, que tenemos treinta y seis expresiones indígenas y treinta y tres lenguas, pero lo más importante de aquello era que esa población indígena representaba el sesenta y cuatro por ciento del total de la población boliviana. Las estadísticas económicas, macroeconómicas que venían acompañando este dato lamentablemente daban cuenta que la pobreza en Bolivia equivalía al sesenta y cuatro por ciento de su población. Y de ese sesenta y cuatro por ciento evidentemente en la población indígena, las mujeres eran quienes sopesaban la mayor carga de este drama que significa la pobreza. La República entonces en cerca de 180 años de vida, no había hecho en lo económico más que consolidar o prolongar una administración económica estrictamente colonial. Los indígenas tenían que seguir siendo sometidos, tenían que seguir siendo mano de obra y tenían que continuar siendo pobres. La jerarquía política, este otro escenario en el que decidimos trabajar en materia de descolonización también daba cuenta muy concreta de dos datos dramáticos. Nuestra Acta de Independencia en 1825, no consignaba a ningún indígena, a ningún originario, se había borrado todas las luchas épicas que habían encabezado héroes indios Y entonces la conclusión al inicio del Siglo XXI, parecía estar marcada por otra lamentable ecuación, los indios no pueden tener poder, los indios por definición tienen que someterse al mandato de los blancos y cuando más por supuesto, de los criollos y mestizos. Había una negación rotunda al indígena en el escenario económico, condenándolo a ser pobre y una condición rotunda y clara en la historia al indígena en el escenario político, condenándolo a la subordinación y negando cualquier aspiración de poder. La sociedad había marcado también otro escenario en el que los indígenas tenían que sopesar una condición mínimamente malograda. La forma comunidad no era apreciada sino solamente en los aspectos de distribución parcial de la propiedad sobre la tierra, y aquella reforma agraria que se llevó adelante en Bolivia a mediados del Siglo XX, prácticamente había minimizado la propiedad comunitaria tradicional tan sabia de los Pueblos indígenas, por la propiedad individual. La consigna la tierra es para quien la trabaja, a estas alturas del tiempo había consolidado el individualismo, incluso en aquellos escenarios en los que el individualismo no existía por definición, por cosmovisión. El resultado era que esa sociedad había quedado o había sido amenazada por una fragmentación en cuanto a su cohesión en tanto comunidad y un fortalecimiento del individualismo. Que se traducía por supuesto y que se traduce, por supuesto, en hechos muy importantes para la supervivencia de la comunidad como es la propia propiedad sobre la tierra. El derecho que se tiene sobre la tierra. En cuanto a ese todo que es lo cultural, la cultura, no solo Bolivia sino que yo diría el mundo entero, ha atravesado una transición, que como recién leía en el último trabajo de Vargas Llosa, respecto precisamente de la cultura y el espectáculo. Había degradado en una lectura como la tendrá Vargas Llosa, por supuesto, en quitarle a la elite el privilegio de lo CULTO, de su apropiación en cuanto a su exquisitez estética, por la pacificación y mercantilización del esparcimiento, o lo que conocemos como el espectáculo. Pero en ninguno de estos dos escenarios de degradación de la cultura como tal, se tomaba en cuenta la sabiduría, la ritualidad, la virtud, la habilidad de aquellos que por esos otros motivos habían pretendido ser desaparecidos de este escenario. Aquí es donde surge entonces el concepto de ese proceso de cambio que vive Bolivia, esa revolución que tiene dos elementos fundamentales, es una revolución democrática y es una revolución cultural. Democrática en el sentido de respetar la voluntad limitando la violencia, pero resistiendo firmemente aquella decisión ha sido concretamente mayoritaria, históricamente mayoritaria. Recuerden ustedes que el principal antecedente que tiene la elección en 2005 de Evo Morales como presidente, se fije en el año 2002. El Embajador de estados Unidos ante Bolivia, una semana antes de que se celebren esas elecciones, advierte públicamente que Quien vote por el cocalero, por el indígena, está arriesgando la economía y la integridad de Bolivia. Ese fue un primer momento de revolución democrática silenciosa y reflexiva en el país, porque el cocalero que tenía una expectativa de voto no mayor al 8% acabó e segundo lugar en la elección de 2002 con un 23% de los votos y dejando sin posibilidad a otros candidatos conservadores y neoliberales, de aspirar libremente al ejercicio del poder. Los tres años que siguieron entre 2002 y 2005 a Bolivia fueron realmente dramáticos, fue la explosión de la resistencia, la explosión de la violencia y el abuso del poder sobre los ciudadanos. El neoliberalismo, esa visión conservadora de la cultura, de la política, de la economía y de la sociedad había llegado a la decadencia, una decadencia que toda sociedad lo sabe, tenía que ser asumida con coraje y con mucho dolor al mismo tiempo porque costó muchas vidas. Fueron tres años dramáticos, fueron tres años de violencia, de conflictos, de muertes pero fueron tres años de resistencia. Finalmente en 2005, aquello con lo que comenzaba esta exposición, 54% de los Bolivianos electores le daban una mayoría absoluta a Evo Morales, y es Evo Morales el que plantea el período de la revolución cultural. Hacer la transformación no sólo en los aspectos clásicos de la administración del estado, la economía y la política, sino sobre todo, en la cabeza de los bolivianos y las bolivianas. Esa revolución, en seis años comienza a marcar hitos que incluso haciendo todos los esfuerzos por guardar distancia con el compromiso que tenemos con este proceso, no dejan de llamarnos la atención. Una definición de recuperar, de nacionalizar las empresas del estado que habían sido obviamente en tiempos neoliberales, vendidas, privatizadas; transforma la economía de los Bolivianos y hoy solamente como un dato de tener en 2002, 1200 millones de Bolivianos en reservas internacionales netas, encontramos un país que ha alcanzado en las últimas semanas los 13.500 millones de reservas internacionales netas. Un ingreso per. cápita que llegaba a los U$S 280.- hoy tiene un ingreso de U$S 2200.- Es decir, una definición con otra perspectiva, con una valorización de aquellos sectores que son efectivamente los que le dan identidad, fuerza y trabajo a un país, modifica la economía. Modifica la política. Hoy esa asamblea legislativa que se conocía como el Congreso en mi país, tiene una evidente presencia indígena activa, propositiva y que ha comenzado a construir ese otro estado que yo creo, ahora sí les pertenece. Tenemos finalmente una sociedad que transita de un racismo recalcitrante, a una sociedad que comienza a superar los últimos problemas de intolerancia que teníamos. Ya en lo institucional, ya en lo concreto, se crea por supuesto, un Ministerio de Cultura, deja de ser un Viceministerio. Un Ministerio que asumiendo su responsabilidad en este proceso de cambio tiene dos instancias que en definitiva son dos conceptos. Uno de ellos es el Viceministerio de interculturalidad y el otro, un Viceministerio de descolonización. Qué buscan estas instancias, estas herramientas del poder ejecutivo. En el caso de la interculturalidad, modificar aquellos prejuicios que distanciaban la identidad de unos respecto de la identidad de otros; modificar aquella distancia que existía en los habitantes de una región respecto de otra y modificar aquella distancia que existía y que había que hacerlo en términos concretos entre los que más tenían, respecto de los que no tenían prácticamente nada. Ese viceministerio, ese concepto de interculturalidad, se basaba en una expresión muy fuerte, muy linda que debiéramos aplicar los pueblos latinoamericanos. Necesitamos presentarnos para tener el gusto de conocernos, necesitamos saber quiénes somos para ponernos en valor, para respetarnos, para apreciarnos. Y ese pequeño circuito se lo hace a través de esas expresiones innatas de los habitantes, de los ciudadanos, de los artistas y no artistas que están permanentemente resistiendo todos estos años en función de su identidad cultural. El día de mañana, la ciudad de Buenos Aires, estará apreciando acerca de quince mil bolivianos inmigrantes que han tenido que apelar a pasar la frontera para mejorar sus condiciones de vida, pero que en ningún momento han dejado de lado aquello que tienen dentro, no que traen fuera. Hoy un compatriota me decía a propósito de esta festividad que favorece la interculturalidad, “parece Ministro que nosotros no sólo hemos cruzado con nuestra maletita la frontera, sino que dentro teníamos muchas otras cosas que ahora le llamamos Cultura, y por eso bailamos, y por eso festejamos y por eso queremos mostrarles a los bonaerenses, la estética de nuestra matriz cultural”. La interculturalidad también la entendemos nosotros como una herramienta que permita un acceso democrático a aquellos bienes culturales que conocemos habitualmente, libros, cine, música. Si eran vistos en tanto mercancía por supuesto que tenía un valor agregado que impedía que las grandes mayorías accedan a ellos. Hoy se está trabajando y se vienen ejecutando políticas que pretenden achicar esas diferencias. Finalmente, esa interculturalidad para los países latinoamericanos está manifestando una nueva lectura de nuestro patrimonio histórico, natural, arqueológico y arquitectónico. Un solo ejemplo que nos compete a todos, el “Cápac Ñan” o el camino principal del Inca. Seis países atravesados por un hilo conductor, un camino en el que por supuesto además de insumos, han circulado lenguas, rituales, cultura y expresiones. Esa es la dimensión cultural que tiene la región más allá de los estados, tal vez el legado más pesado, más duro que tenemos de la colonia y a tiempo de celebrar nuestra independencia, hayan sido las fronteras. La interculturalidad es una herramienta que trabaja para descolonizar, y la otra herramienta por supuesto, la que es colonización en tanto par esa descolonización que es esa búsqueda permanente, reflexiva, dialogada, debatida de identidad, va a fortalecer la interculturalidad, no la va a anular. La descolonización va a cambiar los estados en tanto instituciones que administran territorios concretos, los va a hacer por lo menos honestos en su lectura del territorio y de los habitantes. Por eso es un Estado Plurinacional, por eso tiene un Ministerio de Culturas, porque es a partir de la lectura de la identidad, es decir, de la descolonización, que se puede cambiar la administración, la institucionalidad. Y hoy, hoy en la mañana, el Presidente Evo Morales, precisamente reflexionaba sobre este hecho y decía que hemos pasado de ese estado colonial mendigo, que como muchos de nuestros estados, cada fin de año apelaba al fondo monetario internacional para seguir incrementando nuestra deuda pero para pagar sueldos; a un Estado Plurinacional digno que ha mejorado su economía y que tiene la soberanía consolidada para poder administrarse a si mismo. La descolonización entonces, no sólo trabaja en el escenario de identidad cultural e histórica, sino también transforma la institucionalidad y al transformarla, transforma el Estado y la economía. La descolonización finalmente, es una manera de identificar y luchar contra aquellos problemas endémicos de una formación social frustrada, trunca, como la que he intentado narrar en mi exposición. Por lo tanto la descolonización es la que da lugar al hecho de enfrentar con leyes, con normas, el racismo por ejemplo, la xenofobia, o el machismo o la visión patriarcal de las instituciones. En este sentido es que entendemos en Bolivia que este proceso que afortunadamente respeta y valora la democracia puede aportar en su propia experiencia, a otros países a otras sociedades, a otras comunidades hermanas. Creemos que estamos consiguiendo consolidar una suerte de método que respeta la identidad y que trabaja en la integración para poder reinventar nuestra historia. Estamos comenzando un siglo en que podemos los Latinoamericanos sentirnos optimistas. Hemos dado los primeros pasos de un camino que va a ser largo, pero que está dando estos pasos con firmeza, con seguridad. Bolivia nunca más volverá, eso está absolutamente claro, a ese tiempo previo, a ese tiempo de la nada, a ese tiempo insulso en el que negábamos aquello que observábamos con objetividad, con mucha objetividad porque el pueblo y la gente están ahí, pero no la veíamos, no la valorábamos. Seguramente aquello no volverá nunca más, no será solamente Evo Morales una anécdota de esta historia, sino que será el inicio de un tiempo en el que el valor de recuperar nuestra identidad nos permitirá evidentemente hablar de una liberación concreta, una liberación que en la historia se leerá con toda seguridad, como la reinvención de una humanidad distinta, una humanidad equitativa. El próximo 21 de diciembre David Choque Huanca y Evo Morales han convocado al lago Titicaca a los Pueblos indígenas del mundo. Seguramente en ese momento escucharás aquello a que aspiramos en tanto pueblo y que en voz del Presidente Evo Morales se escucha como una humanidad sin oligarquía, una humanidad sin monarquías, una humanidad sin jerarquías. En eso estamos trabajando… Muchas gracias.