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EL RETO HISTÓRICO Y POLÍTICO DE LATINOAMÉRICA Y EL
CARIBE: EL REPLANTEAMIENTO DE SU DESARROLLO Y SU
ECONOMÍA
AUTOR:
RUBÉN DARÍO UTRIA1
E-mail:
[email protected]
Ex Asesor Internacional de la CEPAL/Naciones Unidas en Planificación del Desarrollo Nacional por más de 20 años.
Colombiano, Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas y Vicepresidente de la
Asociación de Economistas de Latinoamérica y el Caribe. Ex Consultor ocasional del Banco Mundial y el BID y ex
profesor del Instituto de Planificación Económica y Social de las Naciones Unidas y en varias universidades nacionales
y del extranjero.[[email protected]]
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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EL RETO HISTÓRICO Y POLÍTICO DE LATINOAMERICA Y EL CARIBE:
EL REPLANTEAMIENTO DE SU DESARROLLO Y SU ECONOMÍA
Ponencia presentada en el XII Encuentro Internacional de Economistas
Sobre Problemas de la Globalización y el Desarrollo
La Habana Marzo 1-5 de 2010
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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ABSTRACT
Después de dos siglos de atraso e independencia frustrada y 25 años de aplicación sistemática y
sumisa del “Consenso de Washington” y sus políticas económicas y sociales, Latinoamérica y el
Caribe (LAC) en su conjunto se encuentran en general en un proceso de estancamiento y retroceso
económico cualitativo, incapacidad para superar el subdesarrollo y para construir una sociedad
humanista, justa, participante y creadora; así como para liberar su correspondiente economía.
Todo esto como consecuencia de la incapacidad de los “modelos” tradicionales de desarrollo
y últimamente los impactos de la Globalización competitiva y asimétrica para superar el exiguo
dinamismo de la economía, el desempleo y el subempleo estructurales, la pobreza en ascenso, las
desigualdades sociales extremas, el desbarajuste de los servicios sociales, el colapso de los
asentamientos humanos, la deficiente calidad y el atraso en las infraestructuras y otros problemas
críticos como la dependencia externa, la violencia y la delincuencia, y hasta los conflictos
diplomáticos. A esta situación ha venido a sumarse la consolidación y agudización de la crisis
financiera y económica norteamericana y su “efecto dominó” sobre gran parte de la economía
mundial, incluida la de LAC. Con ello han quedado amenazados sus exportaciones y sus precios,
así como la inversión extranjera realmente benéfica y el crédito privado interno y de los
mecanismos financieros multinacionales.
Ante este adverso panorama, corresponde a la región iniciar un proceso de reflexión sobre
las opciones estratégicas elementales posibles para enfrentar la situación, las cuales podrían
sintetizarse en tres: (i) Más de lo mismo; (ii) Ajustes cosméticos a su modelo neoliberal y su
“capitalismo salvaje; y (iii) El replanteamiento de las teorías y políticas económicas en boga, en
procura de un nuevo pensamiento social y económico y un camino nuevo y propio para el
desarrollo. Teniendo en cuenta las citadas restricciones y lastres estructurales, hay que reconocer
que la situación ha llegado a un punto insostenible que nos obliga a repensar y replantear los
paradigmas vigentes, al menos, en cuanto respecta al curso del desarrollo nacional y la economía.
Para enfrentar este reto los latinoamericanos y caribeños debemos comenzar por
preguntarnos ¿Qué nos ha pasado en estos 200 años?, ¿Nos han faltado recursos y potencialidades?,
¿Ha fallado nuestra dirigencia política?, ¿Nos han anclado los saldos feudales y coloniales? ¿Nos ha
castrado la dependencia externa?, ¿Nos ha faltado una teoría eficiente del desarrollo?, ¿Y como
podemos liberarnos del subdesarrollo y encontrar nuevos caminos para nuestros pueblos?
Ante este desafío, se hace evidente que la opción de seguir soportando los impactos adversos
del “Consenso de Washington”, no sólo entrañaría una actitud de inaceptable conformismo
económico y político, sino que consolidaría la situación de estancamiento y dependencia externa, y
agudizaría aun más el conflicto social y político. Por su parte, la opción de los ajustes paliativos en
la aplicación de dicha doctrina —como lo proponen Williamson, Stiglitz, Krugman, Rubini y otros
destacados neoliberales del Norte y lo repiten irreflexivamente la mayoría de economistas de la
región— ha probado ser inocua, y aun perjudicial.
Por esta vía de análisis, la tercera opción —el replanteamiento de los modelos y objetivos
económicos, sociales y políticos del desarrollo— aparece como la única capaz de permitirle a la
región encontrar su propio camino. Este ejercicio debe comenzar por el replanteamiento de nuestro
ordenamiento social y del paradigma vigente del desarrollo nacional, para humanizar y dignificar al
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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primero; e imprimirle dinámica sistémica y societaria al segundo, para que la sociedad juegue al
tiempo el rol de sujeto, objeto y beneficiaria. Y a partir de esta nueva visión, identificar la nueva
economía que garantice la creación de la riqueza necesaria. Esta tarea no será fácil, porque hay
muchos escollos científicos que superar y muchas fuerzas exógenas y endógenas que vencer. Pero
este es un reto histórico y político que los países de la región no pueden seguir eludiendo.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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INDICE
Primera Parte: EL RETO
Abstract
1. Introducción
2. ¿Por qué repensar el desarrollo y la economía de LAC?
3. El nuevo contexto histórico para el replanteamiento
3.1 El escenario científico y tecnológico
3.2 El escenario ambiental
3.3 El escenario cultural
3.4 El escenario político
3.5 El escenario económico
4. La crisis económica mundial y su naturaleza sistémica
Segunda Parte: EL REPLANTEAMIENTO
1. El replanteamiento del desarrollo y la Economía de Latinoamérica y el Caribe
1.1 Limitaciones y falacias del paradigma vigente
1.2 Hacia un nuevo enfoque conceptual y político del desarrollo nacional
2. Hacia una nueva sociedad
2.1 La dignidad humana
2.2 La solidaridad humana y social
2.3 Educación y capacitación
2.4 La justicia
2.5 Integración, cohesión y organización
2.6 La democracia
2.7 La empatía con la naturaleza
2.8 La dignidad nacional
2.9 Solidaridad internacional
10. El Estado
11. La liberación nacional
3. Hacia una nueva economía
3.1 Desarrollo y aprovechamiento del talento humano y la creatividad
3.2 Desencadenamiento de la cuantiosa potencialidad económica de los recursos naturales
3.3 Recuperación del agro
3.4 Modernización y desarrollo científico y tecnológico
3.5 Compatibilidad de la producción con la naturaleza y sus recursos
3.6 Agregación de valor a la producción, industrialización y sustitución de importaciones
3.7 Integración sistémica de las actividades productivas
3.8 Ordenamiento territorial de los emplazamientos productivos
3.9 Aprovechamiento de la estratégica localización geográfica de la región
3.10 Integración económica regional
3.11 Seguridad energética
3.12 Seguridad alimenticia
3.13 Manejo ambiental de la minería
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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3.14 Disciplina fiscal
3.15 Tasas de capital y cambio
3.16 Gasto militar
3.17 Defensa efectiva de los intereses sociales y nacionales
3.18 Liberación de la dependencia externa
3.19 Planificación prospectiva
4. Los esfuerzos necesarios y los costos políticos del replanteamiento
4.1 Obstáculos por superar
4.2 Estudios a realizar
4.3 El imperativo de un consenso latinoamericano y caribeño
5. Bibliografía
Palabras clave de indexación: Reto histórico, LAC, replanteamiento, desarrollo, economía.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Primera Parte:
EL RETO HISTÓRICO Y POLÍTICO DE LATINOAMERICA Y EL CARIBE:
EL REPLANTEAMIENTO DE SU DESARROLLO Y SU ECONOMIA
1. INTRODUCCIÓN
Después de dos siglos de atraso e independencia frustrada y 25 años de aplicación sistemática y
sumisa del “Consenso de Washington” y sus políticas económicas y sociales, Latinoamérica y el
Caribe (LAC) en su conjunto se encuentran en general en un proceso de estancamiento y retroceso
económico cualitativo, incapacidad para acelerar el desarrollo y para superar el creciente conflicto
social y político. Asimismo, están regresando al viejo y desventajoso modelo económico agroexportador. Ello a pesar de que varios países aumentaron sus exportaciones e incrementaron su PIB
al impulso del alza transitoria de los precios internacionales de algunas de sus materias primas.
Todo esto como consecuencia de la incapacidad de los “estilos” de desarrollo y las políticas
económicas neoliberales aplicados, para superar el exiguo dinamismo de la economía, el
desempleo y el subempleo estructurales, la pobreza en ascenso, la inequitativa distribución del
ingreso, el desbarajuste de los servicios sociales, el colapso de los asentamientos humanos y otros
problemas críticos como la violencia y la delincuencia organizada. A esta situación ha venido a
sumarse la consolidación y agudización de la crisis financiera y económica norteamericana y su
“efecto dominó” sobre gran parte de la economía mundial —incluida la de LAC— que está
conduciendo a la recesión. Con ello han quedado amenazados sus exportaciones y sus precios, así
como la inversión extranjera realmente benéfica y el crédito privado interno y de los mecanismos
financieros multinacionales.
Ante este adverso panorama, corresponde a la región iniciar un proceso de reflexión y
examinar las opciones estratégicas elementales posibles para enfrentar la situación, que podrían
sintetizarse en tres: (i) Más de lo mismo; (ii) Ajustes cosméticos al modelo neoliberal; y (iii) El
replanteamiento de las teorías y políticas económicas en boga, en procura de un nuevo camino.
Teniendo en cuenta la incapacidad estructural de dicha doctrina para garantizar el desarrollo
de la región, así como su imposición hegemónica externa, hay que reconocer que la situación ha
llegado a un “punto de quiebre” que obliga a decisiones críticas. Esta consideración ya está siendo
planteada por numerosos académicos, economistas, investigadores del desarrollo nacional y
políticos y dirigentes populares de la región; y no son pocos los cuestionamientos que se formulan
en los países industrializados y otros del Tercer Mundo al neoliberalismo económico y su
globalización imperial, incluyendo los de los destacados economistas y políticos que promovieron e
implantaron estas teorías y políticas. Sin embargo no hay que soslayar las voces que siguen
proclamando las virtudes de dichas fracasas doctrinas; y las que intuyen el fracaso y avizoran la
crisis, pero piden calma y paciencia porque el modelo en boga “solo requiere pequeños ajustes
cosméticos”. A este respecto el ex presidente de Brasil, Fernando Enrique Cardozo (2009, 4)
afirma: “Dada la interconexión de la economía global, la profundidad y duración de la crisis son
imprevisibles. No todo lo que ocurre es negativo. De la misma forma en que la globalización no
significó el <fin da historia>, si se producirá su transición hacia una nueva etapa, impulsada por
una inter-relación más dinámica entre sociedad y política, economía e cultura. En el mismo
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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sentido el ex presidente del Gobierno Español, Felipe González (2009, xiv) sostiene que “Además,
y aunque la crisis sea sistémica, hay que asumir que no hay alternativas al sistema como en los
viejos tiempos de la política de bloques ideológicos, no hay contraposición entre economía de
mercado como modelo y estatización de la economía al viejo estilo comunista. Tampoco son
alternativas creíbles las utopías regresivas en circulación que están llevando al fracaso a los que
las intentan. Por tanto, hay que hacer las reformas necesarias en el propio sistema. Por emplear un
lenguaje distinto: habría que reformar el modelo, no el sistema, introduciendo elementos
regulatorios claro y no excesivos, instrumentos de gobernanza globales y nacionales coherentes
con el sentido de las reformas. Pocas normas, claras y que se cumplan, como aconsejaba Don
Quijote a Sancho Panza cuando se aprestaba a gobernar la ínsula Barataria”.
Ante este desafío, se hace evidente que la opción de seguir soportando los impactos adversos
del “Consenso de Washington”, no sólo entrañaría una actitud de inaceptable conformismo
económico y político, sino que consolidaría la situación de estancamiento y dependencia externa, y
agudizaría aun más el conflicto social y político. Por su parte, la opción de los ajustes en la
aplicación de dicha doctrina —como lo proponen ahora Stiglitz (2006), Krugman (2003), Sach
(2005) y otros destacados neoliberales del Norte— ha probado ser inocua, debido al la
inconsistencia científica, política e histórica de dicha doctrina, su dogmatismo estructural y el
agresivo fundamentalismo de sus promotores y ejecutores; así como su compromiso insalvable con
el neoimperialismo y sus grandes empresas transnacionales. La ineficacia de esta medicina se
muestra fehacientemente en los Estados Unidos, Europa y Japón, así como en LAC y África.
Por esta vía de análisis, la tercera opción —el replanteamiento de los modelos y objetivos
económicos, sociales y políticos del desarrollo— aparece como la única capaz de permitirle a la
región construir un nuevo camino, su propio camino, como bien lo señaló hace más de un siglo el
ilustre académico venezolano Andrés Bello, lo promovieron con tesón el peruano José Carlos
Mariátegui y el colombiano Antonio García; y lo buscan hoy por vías y énfasis diferentes Cuba,
Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros países, como Argentina, Uruguay, Paraguay Brasil.
Cuatro poderosas razones principales imponen hoy a los países de la región latinoamericana
y caribeña el reto político e intelectual de hacer un alto en su rutina de atraso y dependencia, para
reflexionar sobre su destino histórico y replantear y reorientar su desarrollo y su economía, así
como sus respectivas políticas y estrategias.
La primera es el rezago y el estancamiento. Hace 40 años la mayoría de los países de la
región tenían economías más sólidas y dinámicas que los países asiáticos que hoy se han convertido
en potencias económicas o marchan aceleradamente hacia este logro. Es el caso, por ejemplo, de
China, India, Corea, Taiwán, Malasia y Vietnam. Lo mismo puede decirse —en cierta medida y en
otro contexto histórico y político— de los países europeos y Japón, los cuales se encontraban
entonces con sus economías destruidas y su población amilanada profundamente por los trágicos
impactos de la Segunda Guerra Mundial.
Ante la inaplazable necesidad de analizar este fenómeno y encontrar nuevos enfoques y
caminos, es inevitable esclarecer qué fue lo que los asiáticos y europeos hicieron bien, y qué es lo
que los latinoamericanos hicimos y seguimos haciendo mal, obviamente sin dejar de tener en cuenta
los respectivos contextos históricos y políticos internacionales. Este desfase significa que mientras
los latinoamericanos y caribeños permanecemos estancados o crecemos económicamente a ritmos
vegetativos y erráticos, ellos lo hacen a ritmos acelerados, estables y relativamente endógenos,
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generándose así una brecha cada vez mayor. Al respecto —y entre muchos otros interrogantes—
debemos preguntarnos: ¿Qué nos pasó a los latinoamericanos y caribeños?, ¿Nos afectaron los
saldos y lastres feudales y coloniales aun persistentes?, ¿No transformamos oportuna y
suficientemente nuestras sociedades?, ¿Fallaron las teorías y modelos de desarrollo aplicadas?,
¿Nos faltaron recursos naturales?, ¿Nos falló la ayuda externa?, ¿Nuestros pueblos han sido menos
capaces?, ¿No hicimos los esfuerzos y sacrificios que hicieron los europeos y los asiáticos?,
¿Fuimos incapaces de construir un camino propio para nuestro desarrollo? ¿Nuestros dirigentes han
sido ineptos o malintencionados?, ¿Las dictaduras, el armamentismo, la subversión, el
paramilitarismo, el narcotráfico y la corrupción consumieron nuestras energías?; ¿El
neocolonialismo aniquiló nuestras sueños e ideales?, y muchos interrogantes más.
La segunda razón la constituyen las falacias y desmanes del neoliberalismo económico y
político. Más de 25 años de aplicación de dichas doctrinas y prácticas en la región están dejando un
balance adverso que solo muy pocos países —y por caminos y resultados distintos— están
comenzando a superar: El desarrollo económico se estancó ya que según la CEPAL en el período
1990-2002 la región creció a un ritmo de solo 2.6% anual, mientras que entre 1945 y 1980 lo hizo al
5.5%. Además, aumentó la dependencia externa y el endeudamiento; las nuevas estrategias y
políticas económicas han conducido a la desruralización, la desindustrialización y la urbanización
incontrolada; las economías nacionales involucionaron hacia el modelo primario-exportador; se han
deteriorado gravemente los ecosistemas y sus recursos naturales; los Estados-nación han sido
debilitados y despojados de su función regulatoria, a tiempo que la soberanía y la seguridad
nacionales han sido vulneradas; campean y crecen la pobreza y la informalidad laboral, y las
desigualdades sociales se ensancharon; los servicios sociales —como la salud, la educación, la
seguridad social, la recreación y el transporte público— fueron privatizados y convertidos en
mercancías de difícil acceso para la gran mayoría de población; se desmontaron las conquistas
sociales logradas en 50 años mediante grandes sacrificios de los trabajadores; se cooptaron y
debilitaron el sindicalismo y las organizaciones populares; se judicializó la protesta popular y se la
anatematizó y asimiló al “terrorismo internacional”; la violación de los derechos humanos se ha
generalizado y en algunos casos institucionalizado; se han agudizado los conflictos sociales y
políticos; y una atmósfera de frustración y descontento recorre el continente. Y, también, se ha
acentuado el bloqueo económico y político contra la heroica Cuba y se extiende la amenaza a los
países que han comenzado a plantear cambios políticos y económicos, como Venezuela, Ecuador y
Bolivia. Al respecto habrá que preguntarse: ¿Cómo pudo perder la región medio siglo en su proceso
histórico de desarrollo?, ¿Cómo llegó a convertirse la región en la de mayor desigualdad social en el
mundo como lo ha constatado la ONU?, ¿Por qué habiendo abierto sus economías, liberados sus
mercados, privatizado las mayores empresa públicas y los servicios sociales y enajenado los
mejores activos económicos nacionales, la región no logró desarrollo económico suficiente y
sostenible, como lo prometieron los profetas del neoliberalismo?, ¿Han fracasado el neoliberalismo
y su capitalismo salvaje?; ¿Pueden aun los países de la región esperar algo del capitalismo, y menos
del capitalismo periférico imperante en la región?; ¿O ha llegado la hora de formularnos nuevas
teorías, replantear nuestras metas y construir nuevos y propios caminos de crecimiento, progreso y
desarrollo?
La tercera razón se relaciona con el nuevo ciclo de crisis económica que comenzó en los
Estados Unidos y amenaza arrastrar al resto de la economía mundial, incluida la latinoamericana y
caribeña. Como es ya vox populi, no se trata simplemente de una crisis hipotecaria, bursátil y de
confianza en los mercados sino, fundamentalmente, de la explosión incontrolable de las burbujas
económicas producidas por la aplicación desenfrenada de las doctrinas neoliberales y la deificación
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del mercado. La compulsiva sed de ganancia fácil indujo el traslado de parte importante de la
producción industrial a China y otros países asiáticos; y la necesidad de contrarrestar la masiva
pérdida de empleos domésticos condujo a la creación de una peligrosa burbuja en la actividad
constructora de viviendas, en torno a la cual se creó artificialmente una significativa corriente de
demanda basada en créditos laxos (subprime) que finalmente no pudieron ser honrados por los
nuevos adquirentes. Se abrió paso así a una grave crisis del sistema hipotecario, que está trayendo
aparejada la de los sistemas bancario y bursátil. Y últimamente a los de los propios gobiernos. Por
su parte, la citada reducción de empleos y el endeudamiento de los consumidores (1.5 veces el
ingreso real) inducido por un mercado anárquico e irresponsable —inspirado en el evangelio
neoliberal— debilitaron la demanda interna y precipitaron la desaceleración de la economía, que
hoy todos los expertos la asocian a la recesión y la stangflacion, que el propio gobierno acaba de
reconocerla. Frente a esta grave situación —y en el desespero irreflexivo— el gobierno
norteamericano y los organismos de orientación de la economía están bajando aceleradamente las
tasas de interés, introduciendo subsidios e inyectando grandes dosis de capital provenientes de
emisiones inorgánicas y nuevos endeudamientos para pagar previos endeudamientos, inflando aun
más la burbuja financiera y bursátil. Al mismo tiempo el sector privado renegocia con nuevos
créditos y grandes descuentos las obligaciones que la población no puede cubrir, mientras que las
bajas tasas de interés están precipitando la salida masiva de capital en procura de mayor
rendimiento. Esto se suma al fuerte endeudamiento federal, y los peligrosos desbalances fiscal y
comercial que contradicen las recetas del evangelio neoliberal y el FMI. Frente a este desastre, que
algunos reputados economistas lo consideran como “el más grave desde la recesión de comienzos
de los años treinta”, el gobierno de Washington y sus principales gurúes neoliberales han
comenzado a acudir al Estado como tabla de salvación ante el fracaso, dejando así en evidencia la
falacia de la deificación del mercado y “la infalibilidad de su invisible mano”.
En esta loca carrera las economías desarrolladas del mundo están quedando amenazadas,2
como en el mientras que en las atrasadas —incluyendo las de LAC— se configuran dos impactos
preocupantes: Por una parte, la desaceleración y la recesión en Estados Unidos y otros países
industrializados están afectando seriamente el volumen de las exportaciones de las commodities a
esos mercados; y por otra, la desvalorización del dólar ha comenzado a depreciar las reservas
internacionales de los países de la región —depositadas tradicionalmente en la banca
norteamericana— y la desviación de los productos alimenticios hacia los biocombustibles ha
comenzado a encarecer significativamente los precios de aquéllos.
La cuarta, finalmente, consiste en que, como consecuencia de este dramático escenario, los
pueblos de la región están comenzando a levantarse democráticamente y el péndulo político está
moviéndose hacia el centro y las izquierdas. Si este fuera el caso —como parecen evidenciarlo
Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina, Brasil, Uruguay, Salvador y Paraguay— estos
positivos esfuerzos no podrán cohesionar y orientar a sus respectivas sociedades y encauzarse hacia
la reconstrucción de sus economías e imprimirle un rumbo sólido y cierto mientras no cuenten con
una nueva visión política, un renovado pensamiento económico y un camino propicio, que les
permita superar el atraso y el neoliberalismo que lo estimula; ni fortalecer sus sociedades y sus
economías, ni transitar con paso firme en el iniciado siglo XXI. Sin estos instrumentos políticos y
económicos de superación, esos corajudos pueblos y los que se sumen más adelante a la nueva
epopeya liberadora latinoamericana y caribeña podrían desorientarse y ver pronto frustrados sus
propósitos y esfuerzos. Frente a esta nueva realidad es preciso preguntarse: ¿Se necesitan nuevos
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Este es el caso de España, Portugal, Grecia, Italia, Irlanda, Hungría y otros países europeos.
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enfoques y paradigmas del desarrollo y la economía nacionales?, ¿Cuáles serían los rasgos
principales de esta nueva visión?, ¿Cómo iniciar y concretar el repensamiento del desarrollo y la
economía de la región?
Imaginar y construir esta nueva utopía —que entraña también la concepción de una nueva
sociedad— y construir este nuevo pensamiento político-económico y sus respectivas políticas y
estrategias constituye el grande y prioritario reto de la región latinoamericana y caribeña. Se trata de
idear nuevos caminos y metas basados en una nueva sociedad humanista, integrada, participativa,
educada, justa, solidaria, equitativa, comunitaria e inspirada en valores, actitudes, motivaciones e
ideales que privilegien la dignidad y los derechos humanos, la solidaridad social, los intereses
auténticamente nacionales y sociales, la paz y la cooperación internacional, la defensa de la
naturaleza y sus recursos. Se requiere una economía al servicio de la sociedad y no al contrario, que
destierre la pobreza, la explotación, la desigualdad social y la exclusión; que integre a toda la
población y libere, desarrolle y exalte el talento humano y la capacidad creativa individual y
colectiva; una globalización solidaria y una competitividad equitativa, sin explotación colonialista y
respetuosa de las autonomía y seguridad de nuestras naciones; que integre a los pueblos y no
simplemente al capital transnacional; una economía sólida, con efectiva capacidad competitiva y de
pleno empleo, producción limpia y equilibrada territorialmente, que incorpore todos los recursos
naturales, preserve el medio ambiente y se comprometa con la mitigación del calentamiento global;
un comercio internacional equitativo e impulsador del desarrollo económico de los pueblos y una
clara e institucionalizada responsabilidad social y nacional del capital, la ciencia y la tecnología. Y,
obviamente, todo esto lleva aparejada la toma de conciencia de los dirigentes y pueblos de la región
sobre el esfuerzo deliberado, inteligente, organizado, disciplinado y sacrificado que debe ser
realizado en la construcción del nuevo desarrollo nacional y la nueva economía.
No son pocas las propuestas e iniciativas que están emanando de la región, ni lo son las
importantes experiencias que nos brindan los países asiáticos que han encontrado ya o están
encontrando su propio camino. Todas estas ideas y vivencias —y otras nuevas— pueden
constituirse en insumos invaluables que deben ser contextualizados, analizados y tenidos en cuenta
como materia prima en esta desafiante epopeya de la construcción del nuevo y propio camino: El
camino propio de Latinoamérica y el Caribe. ¡Y he aquí el gran reto intelectual de los economistas,
los estrategas del desarrollo y los académicos en general de Latinoamérica y el Caribe!
En el marco de este empeño y como contribución inicial al debate que debe precederlo,
aparecen a continuación dos temas clave para el ejercicio del replanteamiento, propuestos más con
propósitos metodológicos y de referencia que e ideológicos. Estos son: (i) algunos aspectos del
escenario histórico de referencia, incluidos la naturaleza y los impactos de la actual crisis financiera
y económica internacional; y (ii) algunos elementos básicos a tener en cuenta en el diseño de la
sociedad deseada para la región, su “modelo” de desarrollo y su correspondiente economía, así
como un nuevo paradigma del desarrollo nacional. Debido a este carácter de sugerencias simples
propuestas para el debate, deliberadamente el presente ensayo no incluye un diagnóstico
convencional estadísticamente fundamentado de la realidad de la región, sino que apunta hacia una
visión de futuro, a la identificación de un conjunto de ideas alternativas para el ejercicio de repensar
y replantear los enfoques vigentes de la sociedad regional, su economía y su paradigma de
desarrollo nacional en busca de de una transformación humanista y liberadora.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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2. EL CONTEXTO HISTÓRICO PARA EL REPENSAMIENTO
En el contexto histórico mundial y de Latinoamérica y el Caribe en el cual deben ser analizados y
vislumbrados los nuevos procesos del desarrollo y la economía de la región se destacan —al
menos— cinco nuevos escenarios determinantes principales, los cuales han condicionado y siguen
condicionando y en gran medida determinarán el futuro próximo de la región: (i) El científico y
tecnológico; (ii) El ambiental; (iii) El cultural; (iv) El político; y (v) El económico. Todos estos
escenarios inciden de diversas maneras e intensidades en el futuro y la prospectiva del desarrollo y
la economía de la región.
2.1 El escenario científico y tecnológico
Está constituido por el fenómeno más trascendente de la historia contemporánea y sus derivaciones.
Éste es la presencia de una nueva ciencia que, superando las limitaciones cartesianas del pasado, se
presenta y opera como única, integrada, sistémica y sin fronteras en la búsqueda, la profundización,
el perfeccionamiento y la difusión del conocimiento. Consecuentemente, es multidisciplinaria,
interdisciplinaria, transdisciplinaria y, por tanto, multidimensional. Esta nueva ciencia ha
permitido y seguirá impulsando un sorprendente desarrollo tecnológico que ha conducido a una
Tercera Revolución Industrial que —además de ampliar asombrosamente la capacidad de
generación de riqueza a las empresas y países que la están incorporando— está dejando atrás todos
los sistemas tradicionales de producción y abre paso a nuevos enfoques de la generación del valor,
la productividad, las relaciones sociales de producción, el desempeño del trabajo, la generación de
empleo, la organización de los procesos productivos y muchos otros aspectos fundamentales de la
producción y de la economía en general.3 Todo esto a partir principalmente de la nanotecnología, la
ingeniería genética, la física cuántica, la robótica, la electrónica, la modelística computacional, las
imágenes diagnósticas, las telecomunicaciones, las teorías de los Sistemas y del Caos y muchas
otras innovaciones científicas y tecnológicas.
Varias derivaciones de esa concepción adquieren una función determinante: Una es el nuevo
desempeño del talento humano, el conocimiento científico y la capacidad innovativa y su dinámica
continua e indetenible, que exige a los países un elevado y estructural nivel de desarrollo científico
y tecnológico, proceso sociocultural éste que debe ser endógeno en buena medida. Otra consiste en
que sólo unos pocos países cuentan con este grado de desarrollo y estas capacidades de innovación
tecnológica, lo cual significa una ampliación geométrica de la brecha tecnológica tradicional y la
consecuente desigualdad en la producción, la productividad y la capacidad competitiva en el
mercado mundial. Con esto se agudiza aún más la inequidad tradicional en los términos de
intercambio comercial internacional y se consolidan la dominación y la dependencia de todos los
países subdesarrollados. Otra —y muy grave por cierto— es que ese desarrollo científico y
tecnológico está permitiendo una manipulación masiva y e implacable de los valores, actitudes,
motivaciones y pautas de conducta y de consumo de los pueblos de la región y del mundo, por parte
de las potencias desarrolladas y sus grandes empresas transnacionales de actividades industriales,
comerciales y culturales. Esto les permite crear nuevos y alienantes estados de conciencia e
imaginarios colectivos, que facilitan su control mediante poderosos medios de comunicación y
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Para una extensión del tema véase, por ejemplo, Rubén D. Utria (2005)
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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sofisticadas tecnologías de la telecomunicación. Este fenómeno —que históricamente se activaba a
través de la cooptación de las élites y con base en el púlpito y la educación— hoy se ejerce en forma
directa e incontrolable sobre toda la sociedad, a través de la televisión, la radio, el cine, la prensa y
la Internet, que penetran compulsivamente en todos los ámbitos de la vida cotidiana tanto social
como íntima. Ya en varios países la captura y la movilización del electorado político está
haciéndose cibernéticamente mediante las llamadas “redes sociales”. Y otra derivación es que tal
desarrollo científico y tecnológico ha ampliado la capacidad militar y policiva que se ha traducido
en un nuevo sistema de poder mundial coercitivo y de prácticas imperiales de control político,
económico y cultural; y, también, de un nuevo sistema de represión interna en los países, que les
permite a los grupos dominantes controlar tecnológicamente la acción de los partidos y grupos
sociales de presión y frenar y desviar a la fuerza las tentativas de cambio social y político.
Por las características de este escenario pueden preverse de antemano las limitaciones que
la gran mayoría de los países de la región tienen hoy para intentar salvar una de las brechas más
decisivas en los procesos del desarrollo nacional contemporáneo, como lo es el conocimiento
científico y tecnológico. La situación se complica si se tiene en cuenta que este conocimiento se
encuentra monopolizado y protegido con celo por los países ricos, y que cualquier esfuerzo de
actualización implica la capacitación previa de más de una generación, inversiones cuantiosas y una
gestión muy eficiente.
2.2 El escenario ambiental
Está constituido por un cuadro lamentable de uso inadecuado y depredación sistemática de los
recursos naturales en todos los países de la región; y últimamente por los impactos catastróficos
iníciales del calentamiento planetario y las imprevisibles alteraciones climáticas.
La región cuenta prácticamente con todos los recursos necesarios para asegurar su
progreso y desarrollo, que incluyen la extensa prodigiosa selva tropical amazónica, un valioso
conjunto de bosques tropicales y un fabuloso patrimonio hídrico que incluye algunos de los ríos
más grandes del mundo, miles de cursos y cuerpos de agua, cientos de casquetes nevados; dilatadas
extensiones de tierras fértiles de todos los climas, cuantiosas potencialidades de generación
energética, un incalculable patrimonio minero, un rico acervo faunístico y una biodiversidad de las
mayores del mundo; así como dilatados y ricos litorales en dos océanos. Su variada y desafiante
geografía, que contiene todos los pisos térmicos y sus respectivos climas y dispone de atractivos
microclimas, playas, paisajes y monumentos arqueológicos y naturales maravillosos, representa
una gran potencialidad para la recreación local y el turismo internacional.
Por todos estos y otros atributos, Latinoamérica y el Caribe contienen una de las mayores
reservas de recursos naturales del mundo que, además, funcionan como proveedores de aire limpio
y recuperado y base de estabilidad climática para todo el hemisferio norte, así como para la captura
de CO2 para la mitigación del calentamiento planetario. Todo este patrimonio puede beneficiar —y
ya viene haciéndolo― no solo a la región sino también para el resto de la economía mundial.
No obstante, el atraso cultural y científico y el afán desmedido de lucro han venido
diezmando sistemáticamente este patrimonio. En unos casos por explotación industrial irrespetuosa
de la naturaleza y sus recursos, y en otros por la pobreza extrema que obliga a campesinos y
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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pobladores marginales urbanos a deteriorar compulsivamente tierras, vegetación, fauna y aguas. En
este sentido es lamentable el deterioro hídrico y de grandes regiones producido por la deforestación
masiva y la extracción minera antitécnica. También por la urbanización acelerada y concentrada
acompañada de la incapacidad económica y de gestión pública de los centros urbanos para proveer
la infraestructura y las prácticas conservacionistas para la preservación ambiental.
A esta situación se agrega ahora la amenaza de los impactos catastróficos del calentamiento
planetario y la consecuente desestabilización climática mundial, proceso de alteración ambiental
generado a primera vista por el exceso de emisiones de gases de invernadero y otras de efecto
térmico, así como por la depredación general de los recursos naturales y sus efectos climáticos.4
Aunque aun se carece de estudios más precisos y detallados, los científicos pronostican que el
calentamiento de los casquetes polares y continentales hará subir significativamente el nivel del
mar, amenazando catastróficamente a buena parte de las tierras y asentamientos de todo el mundo
ubicados en los litorales y conformados por territorios insulares, incluidos los de LAC. Asimismo,
estiman que grandes extensiones de tierra agrícola continentales y andinas serán destruidas por las
intensas lluvias, las inundaciones, la sedimentación y la sequía, con consecuencias graves para la
economía y la seguridad alimenticia Y, también, que las alteraciones climáticas —a golpes de
lluvias prolongadas y torrenciales y subsiguientes sequías extremas— destruirán áreas urbanas
continentales enteras y su infraestructura y sus servicios sanitarios, y arruinarán la producción
agrícola y estimularán la presencia de plagas y vectores de graves enfermedades. Como lo pregona
con insistencia el ex vicepresidente norteamericano Al Gore (2006, 11) basado en la opinión de más
de 200 científicos: “La crisis climática es, realmente, dañina. De hecho es una verdadera
emergencia planetaria.”
Este sombrío panorama, abalado por los científicos, representa un grave desafío para la
estabilidad y la aceleración del desarrollo de los países de la región y, por tanto, constituye una
amenaza seria que debe ser adecuadamente percibida y manejada con la suficiente anticipación.
Este escenario es altamente preocupante puesto que los países de la región no disponen de los
recursos financieros y tecnológicos para enfrentar la emergencia.
2.3 El escenario cultural
Este aparece constituido por dos fenómenos principales: Una compleja diversidad en el proceso
histórico tradicional y una fuerte tendencia hacia un cambio cultural inducido desde afuera.
Con respecto al primero, y desde el punto de vista antropológico y sociocultural, este
escenario es muy diverso, como lo son su diversa geografía, las múltiples diferencias étnicas, los
disímiles procesos histórico-culturales, los estadios de desarrollo socioeconómico y otros factores
afines pertinentes. En efecto, la geografía y su abrupta morfología han determinado una amplia
diversidad —altiplánicos, inter-andinos, costeños, isleños, mediterráneos, llaneros, selváticos, etc.
— cada uno con ciertas características culturales bien marcadas por el piso térmico, el clima, el
paisaje y otros factores. Y la diversidad de etnias ha hecho otro tanto: indígenas, mestizos, negros,
blancos, etc. También han contribuido las migraciones africanas y europeas y los desplazamientos
4
También hay quienes piensan que en la generación del fenómeno puede estar contribuyendo también la dinámica propia
del sistema planetario y no solo a razones antropogénicas. Véase al respecto, por ejemplo, Crowley, Thomas J.; North, Gerald R.
(1988), Abrupt Climate Change and Extinction Events in Earth History. Rev. Science 240 (4855): 996-1002, ISSN 1095-9203
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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masivos internos de población, así como las diferencias en sus condiciones socioeconómicas. Más
allá de la aparente unidad sociocultural de la región, todos estos elementos han contribuido a
configurar un panorama cultural diverso y complejo, que debe ser estudiado y debidamente tenido
en cuento en el propuesto replanteamiento del desarrollo y la economía de la región. Se trata de una
seria dificultad que debe ser adecuadamente abordada, porque no caben aquí las generalizaciones
simplistas y los esfuerzos deben ser encaminados más bien hacia el conocido concepto de unidad
dentro de la diversidad.
En la práctica y para los fines de la aceleración del desarrollo, se trata de un escenario en
general heterogéneo que abarca desde los países altamente influenciados por los europeos —como
Argentina, Uruguay, Chile y áreas del sur de Brasil— hasta los de mayoría indígena —como
Bolivia, Ecuador, Perú, Guatemala— pasando por los de origen africano e hindú —como la
mayoría de los caribeños y costeños colombianos y los de población mestiza, que constituyen la
mayoría. Otro tanto sucede con los idiomas, ya que en la región se habla español, portugués, inglés,
francés, papiamento, creole y un gran número de lenguas precolombinas.
No obstante, y en relación con el segundo fenómeno, en los últimos decenios ha venido
produciéndose una significativa alteración de este panorama, derivada de la intensa penetración
económica, política y cultural de las potencias industrializadas. En cuanto a lo sociocultural
presenta un conjunto de nuevos valores, actitudes motivaciones e imaginarios colectivos tanto
nacionales como regionales derivados del atraso y el subdesarrollo de los países. Ha habido
modernización acelerada pero sin las transformaciones sociales estructurales conexas, con
excepción de Cuba gracias a su exitosa gestión educativa. En general, todas estas expresiones
socioculturales tanto en los países como en la región han conservado durante la vida republicana la
impronta de los saldos feudales y coloniales. En los últimos 50 años ha habido modernización
constante, pero no como resultado de un proceso interno de renovación cultural y de surgimiento de
nuevos y auténticos valores, sino inducida desde los países hegemónicos: Europa en el Siglo XIX y
Estados Unido en el Siglo XX.
A partir de la segunda posguerra mundial el escenario cultural en LAC es impregnado por
valores y actitudes consumistas y la incorporación a la vida cotidiana de las pautas norteamericanas
de consumo —automóviles, artefactos electro-domésticos, equipos de sonido, video y
comunicación, música alimentos procesados industrialmente, comida industrialmente procesada,
licores importados y hasta vestido— todo al estilo del país del norte e implantado mediante un
formidable sistema de publicidad comercial. Pero paralelamente sobreviven los valores y actitudes
de atraso y la sumisión a los círculos tradicionales de poder y su ideología,
Con el consumismo se implanta en la región también —particularmente en los estratos de
ingresos medios y altos— el afán de lucro y la búsqueda obsesiva del dinero fácil y, con ello, la
deificación del “éxito fácil y rápido” y en varios círculos sociales la adicción a los paraísos
artificiales de las drogas estupefacientes. Estos valores logran penetrar en amplios sectores de las
nuevas generaciones y en la mayoría de los países constituyen el norte de la educación y la principal
motivación individual. Para sustentar e impulsar estas motivaciones se ha implantado también una
“cultura” de farándula, sexo y heroísmo violento, mediante la cinematografía, el video, la música,
los deportes extremos y la publicidad, todo lo cual se ha constituido en una nueva actividad
empresarial capitalista: la llamada industria cultural. Al impulso de de estos fenómenos, buena
parte de los sectores de ingreso medio están plegándose a la cultura del arribismo, la cooptación y la
entrega fácil al establecimiento económico y político, mientras que amplios grupos de los de bajo
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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ingreso —y con un trasfondo de frustración generado por la pobreza, la exclusión y la desigualdad
social— se desvían hacia la delincuencia organizada en pandillas de jóvenes que utilizan la
violencia y el crimen como instrumento expresivo de rebeldía, desfogue emocional y también como
medio de subsistencia económica. Esta circunstancia ha generado el campo propicio para el
narcotráfico y la drogadicción que afecta a varios países de la región.
Con estos nuevos valores, actitudes y motivaciones también han surgido nuevas formas de
microorganización social, nuevos liderazgos y nuevos ídolos, particularmente en las grandes
barriadas urbanas y se ha venido acrecentando la delincuencia común y el crimen organizado en
casi todos los países. Todo ello agravado por la presencia del narcotráfico y sus mafias criminales.
Estos y otros fenómenos conexos han determinado una sustitución abrupta de la cultura tradicional
por esta nueva que algunos han comenzado a llamar “cultura pop” y que ha producido una ruptura
con las tradiciones culturales de la región.
Teniendo en cuenta esta amplia y compleja heterogeneidad cultural y etnocultural, esta
superficial modernización y este alto grado de penetración cultural externa, puede decirse que
cualquier intento de integración habrá de encontrar dificultades.
2.4 El escenario político
En este campo LAC presenta un complejo conjunto de fenómenos de índole política que han
logrado en los últimos 25 años alto grado de unidad y coherencia mundial, tanto en su dimensión
global como en su expresión nacional en la mayoría de los países.
El primero es la presencia y la acción de un nuevo sistema de poder mundial de naturaleza
monopolar, derivado del colapso político de la Unión Soviética en 1985 y la asunción de la
hegemonía global por parte de los Estados Unidos y sus grandes corporaciones transnacionales.
Este nuevo poder impera en forma decisiva, aunque su primacía ha comenzado últimamente a
debilitarse como consecuencia de la crisis económica en marcha, el surgimiento de la competencia
de nuevas potencias —como la Unión Europea y China, la persistencia de Japón y el resurgimiento
del nacionalismo capitalista ruso— y el rol cada vez más dominante de las grandes corporaciones
translaciones y su desempeño supranacional y sus intereses económicos apátridas. Esta
circunstancia es determinante para Latinoamérica y el Caribe puesto que los Estados Unidos
continúan concibiendo y tratando a la región como su “patrio trasero” y porque las oligarquías
nacionales siguen siendo sus aliados en la defensa de sus intereses y privilegios locales comunes. Si
bien unos cuantos países se están rebelando contra esta dominación, la influencia política y
económica, así como el poder militar de penetración e intervención siguen intactos, y aún
incrementándose en la medida en que se extiende la aplicación de la estrategia de la “guerra contra
el terrorismo”.
El segundo fenómeno político es la crisis de los partidos tradicionales, que —con las
excepciones de rigor— consiste en el debilitamiento cada vez mayor de sus ideologías originales,
sus maquinarias electorales, la pérdida del compromiso con sus respectivos países y pueblos y el
agotamiento de sus liderazgos tradicionales; todo ello acompañado de ineptitud, clientelismo y
corrupción en el gobierno, cooptación de sus líderes y asesores por parte de los Estados Unidos y
las corporaciones transnacionales y los empresarios nacionales, así como un desprecio por las
reivindicaciones populares y los intereses nacionales, un expreso desden por el progreso y el
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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desarrollo del país, y una inocultable vocación para el uso de la violencia de clase para garantizar y
preservar los privilegios.
El tercero es la presencia —aunque en proceso de debilitamiento— de movimientos
insurgentes armados, como consecuencia de la persistencia de conflictos sociales y políticos
internos no resueltos a lo largo de la vida republicana. La mayoría de éstos han sido de carácter
campesino que a través de guerrillas se enfrentan aun hoy al Estado en varios países en procura de
cambios políticos, como en Colombia y México; y que en el período de las dictaduras militares
combatieron contra éstas en Bolivia, Nicaragua, Salvador y Guatemala; y en Argentina y Uruguay
lo hicieron abiertamente en áreas urbanas. También operó temporalmente una guerrilla en
Venezuela que fue fácilmente cooptada por el establecimiento tradicional, y otra en Perú que fue
militarmente sometida. Con excepción de los de Colombia y México, estos movimientos han sido
sofocados o reducidos mediante la acción militar basada simultáneamente en fuerzas regulares y
amplios contingentes paramilitares, con el apoyo financiero y la asesoría militar de los Estados
Unidos.
El cuarto es el fenómeno histórico de la Revolución Cubana, que desde 1959 y después de
derrotar militarmente la cruel y mafiosa dictadura de Batista, gobierna con éxito y ha resistido
heroicamente por 50 años el bloqueo económico y militar más prolongado de la historia mundial y
la agresión externa permanente por parte de la potencia del norte. En todo ese tiempo Cuba ha sido
la fuente explícita o implícita de inspiración de los movimientos subversivos de la región.
El quinto es la militante “derechización” de las élites de la región y “fascistización” de la
mayor parte de los partidos tradicionales y sus dirigencias. Esto abrió la puerta en los decenios de
los setenta y ochenta a férreas y criminales dictaduras militares, y también a gobiernos autoritarios
que solo operaban mediante el “estado de sitio” y las “leyes de emergencia”, prácticas enmarcadas
en la doctrina de la “Seguridad Regional”. Y en los últimos años en muchos países se han instalado
a nombre de la democracia regímenes autoritarios que —al amparo de la “guerra contra el
terrorismo” y otros pretextos como el de la “seguridad democrática”— apelan a la represión para
frustrar los cambios sociales y políticos. En desarrollo de este propósito se pusieron en marcha en
varios países fuerzas irregulares denominadas indistintamente “contras”, “paramilitares”,
“escuadrones de la muerte”, “fuerzas oscuras” y “grupos cooperantes”, que han sembrado el crimen
con plena impunidad y la complicidad del establecimiento político y económico. Todo ello con el
resultado del genocidio de partidos políticos completos, la eliminación selectiva de líderes sociales
y políticos mediante la desaparición forzada, el asesinato a cargo sicarios profesionales, el
desplazamiento masivo de campesinos y familiares de víctimas y el despojo violento de tierras a
sus legítimos propietarios. Paralelamente, en otros países de la región el poder político vegeta en
manos de gobernantes ineptos que se limitan a mantener el statu quo económico y político.
El sexto fenómeno lo constituye el impacto político de la implantación de las doctrinas
neoliberales en la región por más de 25 años. No solo ha tenido efectos adversos en el campo
económico —como se expone más adelante— sino también en el terreno político. A su impulso, los
países de la región han enajenado sus activos de mayor valor estratégico en beneficio de grandes
empresas transnacionales, han permitido y legitimado la penetración del capital extranjero
parasitario y especulativo, particularmente en los sistemas financiero y comercial. También han
entregado el control de sus economías al ponerlas bajo la supervisión del FMI, el Banco Mundial y
otros organismos afines, han entregado sus recursos naturales y su biodiversidad, han dejado
vulnerar la soberanía y autonomía económica y política y han permitido la fuga de capitales
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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nacionales. En el campo sociopolítico los trabajadores han perdido 50 años de luchas
reivindicatorias, como resultado de la privatización de los servicios sociales, la precarización y
degradación del trabajo, la pérdida del poder adquisitivo y la elevación sistemática del costo de
vida. Y con el debilitamiento y la cooptación del sindicalismo, la satanización de las
reivindicaciones populares, la judicialización de la protesta social y la utilización de “la guerra
contra el terrorismo” para la represión social y política, los pueblos han visto debilitarse sus
democracias y estancadas sus esperanzas de cambios y aceleración del desarrollo. Mientras tanto,
varios millones de desplazados y víctimas de la violencia deambulan desesperanzados en varios
países, sin derecho efectivo a la reparación de los perjuicios sufridos y el castigo de la justicia para
sus victimarios. En algunos países muchos de estos victimarios ocupan posiciones de gobierno y de
representación política.
El séptimo lo constituyen los conflictos fronterizos de larga data aun no resueltos y que en
algunos casos últimamente están siendo utilizados para enfrentar a países y pueblos hermanos e
impedir así las tentativas de cambio político e integración económica. Recientemente se ha
alentado desde afuera la confrontación bélica y Colombia perpretó una agresión militar territorial a
Ecuador, alegando el derecho que le concede la doctrina de la “guerra preventiva” del presidente
Bush, para perseguir a las guerrillas.
El octavo lo integran tres fenómenos interrelacionados: Uno es la presencia del
narcotráfico en varios países, con sus cultivos ilícitos, su infiltración en la economía, su masivo
“lavado de dinero”, su organización mafiosa, sus salvajes crímenes y su infiltración en el gobierno y
demás órganos políticos de varios países de la región; otro es el voluminoso contrabando de toda
clase de artículos foráneos derivado del narcotráfico, que compiten ventajosamente en el mercado
con la producción nacional de los países; y el otro es el intenso tráfico oficial y clandestino de
armas que consume parte importante de los presupuestos nacionales e incentiva la violencia y la
delincuencia y provee de armas a las mafias de narcotraficantes y a los grupos paramilitares y otros
fuera de la ley. Las consecuencias más costosas de este tráfico han sido los sangrientos
enfrentamientos entre dichas mafias y la fuerza pública y los actos masivos de terrorismo en
Colombia a fines de los años ochenta y comienzo de los noventa, y la cruenta ofensiva de las mafias
mexicanas en la frontera con Estados Unidos.
El octavo fenómeno lo constituye el armamentismo en la mayoría de los países que, con
diversos pretextos, los obliga a desviar cuantiosos recursos nacionales que deberían ser aplicados
con prioridad a la infraestructura para el desarrollo y los servicios sociales y paralelamente
conducen a la represión de los sectores populares. En los últimos años el gasto militar en la región
ha significado 2.4% del PIB en los últimos 10 años con un aumento del 45%, según el Banco
Mundial.
Finalmente, el décimo consiste en que, con la iniciación del nuevo siglo, el péndulo político
de la región ha comenzado a moverse democráticamente y con diversas características hacia el
centro y la izquierda, creando expectativas político-sociales en los sectores populares y la
respectivas reacciones defensivas de las clases dirigentes del resto de la región. Con todo ello están
emergiendo mutuas desconfianzas entre algunos gobiernos y nuevas tensiones en la estabilidad
política regional y en desarrollo de la contención de esta nueva tendencia un presidente elegido
constitucionalmente ha sido derribado del poder por los militares; y en dos países —Panamá y
Chile— las derechas políticas han recuperado electoralmente el poder, mientras que en Colombia
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éstas siguen consolidándose a pesar de las aspiraciones de cambio político que animan a amplios
sectores de la población.
Si bien es prematuro afirmar que Latinoamérica y el Caribe se enrumban por un camino de
transformaciones políticas, si puede pensarse que el establecimiento político tradicional ha
comenzado a crujir al impacto de las frustraciones y efectos adversos del neoliberalismo
económico, de los conflictos sociales y políticos internos no resueltos, el subdesarrollo, la pobreza,
la desigualdad y la exclusión, así como de los abusos del país hegemónico. Sin embargo no deja de
preocupar la circunstancia de que para orientar y encauzar estas nuevas fuerzas políticas la región
no cuente aun con nuevos paradigmas ideológicos, propuestas y caminos propios para construir su
desarrollo y su economía, y que esta circunstancia conduzca de nuevo a un proceso de instalación
de dictaduras. Y esta preocupación adquiere mayor validez si se tienen en cuenta la confusión
política y la desorientación ideológica que se observa en los sectores populares como consecuencia
del fracaso político del llamado “campo socialista” y la perspectiva de debilitamiento político y
económico acelerado del nuevo imperio.
2.5 El escenario económico
Tras casi 30 años de firme vigencia de las doctrinas neoliberales y la globalización económica en
los países de la región, este escenario presenta síntomas de un proceso acelerado de inestabilidad y
transición.
Su aplicación unánime y sumisa, enmarcada en el “Consenso de Washington” e impulsada
por el gobierno norteamericano, el FMI, el Banco Mundial y otros organismos conexos, se tradujo
—como fue anunciado en el capítulo introductorio— en el debilitamiento de los Estados nacionales
y su función reguladora e interventora de la economía, el desmonte drástico de los mecanismos de
protección de las economías nacionales, la enajenación de las empresas más rentables y de mayor
valor estratégico en manos de grandes corporaciones transnacionales, la masiva quiebra de
empresas industriales nacionales, la conformación de nuevos monopolios mediante las fusiones de
empresas, la libre entrada y salida del capital extranjero, la poca generación de empleo y la
degradación y precarización de éste, la consecuente reducción del poder de compra de los
trabajadores, el aumento incontrolado de las importaciones y el desplazamiento de la producción
manufacturera y agroindustrial nacional, la fuga de capitales y muchos otros efectos adversos. Todo
esto bajo las más agresivas prácticas de “capitalismo salvaje” y de aprovechamiento de las
flaquezas y abyecciones propias del capitalismo periférico típico de los países de la región.
Estos cambios fueron introducidos bajo la prédica y la gestión de un arrogante grupo de
jóvenes economistas y estrategas del desarrollo económico formados principalmente en la
denominada Escuela de Chicago y en la Universidad de Harvard, quienes —al amparo de las
dictaduras de la época— impusieron sus ideas con expreso fundamentalismo y el silenciamiento, la
exclusión y el marginamiento de sus colegas opositores, a quienes se apostrofó maniqueamente
como retardatarios y “dinosaurios”. En esta campaña la CEPAL y sus propuestas iniciales fueron el
blanco propiciatorio. Con estas ideas y esta actitud se tomaron por asalto todos los cargos públicos
y privados importantes, así como los más acreditados centros académicos y círculos de asesoría y
consultoría económica de la región y saturaron con su prédica fundamentalista los medios de
comunicación.
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La nueva doctrina y sus estrategias y políticas produjeron en corto plazo un cambio
significativo en la trayectoria de crecimiento y de sustitución de importaciones que caracterizó la
economía regional durante casi 30 años, justificado con la promesa de que el libre comercio y la
globalización de la economía y las nuevas exportaciones conectarían pronto y favorablemente a los
países con las corrientes más intensas y nichos del mercado, los capitales y la tecnología mundiales.
Sin embargo “los ríos de leche y miel” prometidos no han llegado hasta ahora, y el crecimiento
económico descendió del 5% en promedio al 2% en el período dominado por el nuevo evangelio
económico neoliberal.
Tampoco se hizo realidad la quimera del libre y competitivo acceso a los mercados
internacionales al impulso de la Globalización de la economía y el mercado, debido a varias
razones. En primer lugar, la persistencia de las asimetrías en la oferta productiva y la inequidad de
los términos de intercambio comercial. En segundo lugar, porque la competitividad globalizada
opera sobre bases de un alto valor agregado de origen científico y tecnológico, que solo las grandes
potencias y sus empresas transnacionales pueden lograr. Y en tercer lugar, porque dichas grandes
potencias han acumulado gran capacidad en la producción industrializada subsidiada y de altas
productividad y eficiencia de las materias primas que —con diversos matices— los países de la
región producen todavía casi en forma preindustrial.
El balance del período evidencia que los países que más aplicaron la nueva doctrina les fue
mal, mientras que los que reaccionaron a tiempo lograron defender sus economías; las balanzas
internacionales se tornaron negativas, la inyecciones de capital extranjero promovidas por las altas
tasas de interés condujeron a la apreciación artificial de las monedas nacionales; el endeudamiento
aumentó y provocó desastres financieros nacionales en países como México, Argentina, Brasil y
otros, el desarrollo humano declinó, la producción manufacturera cedió terreno a los productos
importados; las actividades agropecuarias no pudieron competir con la producción altamente
tecnificada y subsidiada de los Estados Unidos y la generada a menor costos en los países asiáticos.
Sólo muy recientemente algunos países con buena producción de alimentos y materias primas
industriales han podido comenzar a beneficiarse; y no precisamente por las estrategias neoliberales
sino por la colosal demanda que el ritmo acelerado de desarrollo y crecimiento de China, India y
otros países asiáticos está generando, así como la derivada de la frenética producción de
biocombustibles emprendida por los países industrializados ante los altos precios del petróleo
alcanzados hasta hace poco. Pero no debe dejar de considerarse que economías como la
norteamericana, la canadiense y la australiana, y algunas asiáticas y africanas pueden muy pronto a
entrar a competir con los países de la región en la producción de las citadas commodities, ahora que
éstas han alcanzado precios atractivos.
Al concluir estos seis lustros de neoliberalismo económico, las economías de los países de
la región han experimentado un nuevo proceso de colonización y dependencia, que se expresa en
una profunda penetración del capital extranjero y el predominio de las grandes empresas
transnacionales de Estados Unidos, Europa y Japón. Todo ello caracterizado por la apropiación de
los mejores activos empresariales, las fuentes energéticas y mineras, los bancos y corporaciones
financieras, las más grandes empresas comerciales, las fábricas y ensambladoras de vehículos, los
laboratorios farmacéuticos, la infraestructura básica, los servicios urbanos y los servicios médicos,
los fondos de pensión, las telecomunicaciones, los medios de comunicación, la asesoría técnica, las
industrias culturales y de entretenimiento y otros activos de gran valor estratégico. Por esta vía,
dichas transnacionales también han capturado en gran medida el Estado y los mecanismos de
decisión política y económica, y han penetrado y vulnerado las respectivas culturas nacionales.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Además, casi todos los países de la región han vuelto al modelo agro-minero-exportador que estaba
siendo superado por procesos de industrialización, lo cual significa un retroceso histórico de alta
significación.
Ahora y con gran sorpresa de muchos incautos, las “burbujas” hipotecaria y financiera de
los Estados Unidos y sus repercusiones sobre Europa, Japón y otros países están dejando al
descubierto las falacias del neoliberalismo económico. Es decir, que el país que nos impuso en la
región sus doctrinas y prácticas parece resultar ahora la mayor víctima de su propio invento. Esto no
sería grave si los efectos de este desastre —ya confirmado por la FED, el FMI, el Banco Mundial y
la propia Casa Blanca, así como reconocido por la OECD, el Foro Económico Mundial y
numerosos académicos neoliberales como Krugman (2003) y Stiglitz (2006) y muchos
contestatarios— no tuviera graves repercusiones para Latinoamérica y el Caribe y el resto de la
economía mundial. Pero es ya una percepción generalizada que LAC sufrirá creciente e
intensamente su impacto, en un momento en que sus economías nacionales se encuentran
debilitadas y vulneradas y sus Estados nacionales despojados de su poder de intervención.
3. LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL Y SUS NATURALEZA SISTÉMICA
La profunda crisis financiera y económica que desde 2007 ha comenzado a afectar a los Estados
Unidos y que ya empezó a manifestarse en Europa puede constituirse en el mayor factor
perturbador del escenario económico de Latinoamericano y caribeño y, por eso, merece una
descripción y un análisis especial.
Este fenómeno ya está teniendo serios impactos en la mayoría de los países de la región y de él
depende en buena medida la configuración del futuro panorama económico de la región. Aunque se
ha originado en los Estados Unidos, se le otorga a este fenómeno alcances mundiales, se le asigna
básicamente una naturaleza de simple “crisis financiera”, y su análisis se centra en la explosión de
la “burbuja hipotecaria” y no en la eventualidad de una crisis sistémica del modelo económico
capitalista neoliberal y su globalización o, peor aun, de una crisis estructural del capitalismo
como la vislumbrada por Wallerstein (2007), o de la posibilidad de una crisis de civilización, como
lo afirma Dierkxsens (2008).
Al analizar a fondo el fenómeno y con un enfoque integrado y sistémico, se tiene la
sensación de que la explosión de dicha “burbuja” es uno de los efectos de una crisis más profunda
y no su causa. Se está haciendo creer que se trata simplemente de un traspié financiero coyuntural
de algunos bancos y empresas de la economía real, del cual se puede salir fácilmente mediante un
programa de refinanciamiento selectivo por parte del gobierno, algunos ajustes regulatorios del
mercado, el reforzamiento del libre comercio mundial y la consolidación de los mecanismos
internacionales establecidos en Breton Wood. También hay quienes reducen el fenómeno a las
consecuencias del libertinaje, los excesos y desmanes propios del libre mercado Todo ello con
salvavidas para los banqueros, amonestaciones a los grandes industriales, endoso de las pérdidas al
contribuyente, traslado de los perjuicios a los pequeños ahorradores e impunidad institucionalizada
para los causantes del desastre. Al menos eso es los que han venido haciendo los Estados Unidos y
algunos países europeos antes y después del reciente cónclave del G-20 de Washington; y es
también lo que el Congreso norteamericano ha venido exigiéndole a las tres grandes empresas de la
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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industria automoviliaria como condición para lanzarles el salvavidas.5 Pero se omite el hecho de
que no solo opera la burbuja del sector privado sino también la del gobierno —el cuantioso y
desbocado endeudamiento externo, el excesivo déficit fiscal, el creciente desbalance comercial, el
absurdo y desmedido gasto militar, la incontrolada emisión sin respaldo, y otros desaciertos— que
puede estar próxima a estallar con consecuencias imprevisibles para toda la economía mundial y el
valor de las reservas internacionales de la gran mayoría de los países.
Lo sucedido hasta ahora parece indicar que no se trata de una simple crisis coyuntural de los
subsistemas financieros norteamericano, británico, alemán, español y de otros pocos países, debido
a prácticas irresponsables en el manejo del crédito; sino, más bien, de una crisis estructural de
todo el sistema capitalista —particularmente en su actual versión neoliberal globalizante— que ha
comenzado en Estados Unidos y que, por comprender su economía el 25% del PIB mundial y por
efectos de la “globalización”, está teniendo ya la correspondiente repercusión en todos los países
que aplicaron las doctrinas y prácticas neoliberales, de acuerdo a la intensidad y profundidad de tal
aplicación. Aunque aparentemente el desastre parece operar básicamente en el subsistema
financiero, también operan procesos críticos en, entre otros, los subsistemas de la economía real, el
institucional, el social y el político, como corresponde al funcionamiento de todo sistema complejo,
como lo es el de la economía.6
En el primero —el subsistema financiero— ha estallado la burbuja generada por la
voracidad especulativa, la anarquía generada por la desregulación de la economía y la
irresponsabilidad propias del mercado capitalista neoliberal, al impulso del crédito sin capacidad de
amortización o subprime, con la consecuente paralización del subsistema hipotecario y la quiebra
en cadena de numerosas corporaciones de ahorro y crédito para vivienda, fondos de pensión y
numerosos bancos, así como en sus efectos letales en el mercado bursátil.
En el segundo —la economía real— contribuyen al desastre las consecuencias adversas del
traslado masivo durante los últimos 20 años de las actividades productivas norteamericanas y de
algunos países europeos a las periferias internacionales como China, India, Corea, Taiwan, Malasia
y Singapur y otros enclaves industriales y comerciales del Pacífico asiático; así como al norte y el
sur de África y varios países latinoamericanos y caribeños utilizados para el maquilaje. En su
afán irrefrenable de lucro, los empresarios norteamericanos y un importante sector de los europeos
trasladaron a dichas periferias sus fábricas; y, para ello, transfirieron buena parte de su tecnología y
gran parte de su capacidad financiera y gerencial, y entregaron “en bandeja” los propios mercados
centrales a dicha producción. En esta forma sacrificaron el empleo local en sus propios países, 7
desfinanciaron las empresas locales, cedieron el mercado de materias primas y productos
intermedios y generaron capacidad competitiva rival por parte de dichas periferias. Todo ello para
maximizar el lucro a base de salarios e impuestos mínimos y prebendas en subsidios fiscales,
infraestructuras y servicios. Esta estrategia ya había sido aplicada en Japón, Corea, Taiwán, Hong
Kong y otros enclaves asiáticos a comienzos de la posguerra.
Se hace referencia a la reunión de los 7 países más ricos y unos cuantos “emergentes” en Noviembre de 2008 y el
aplazamiento del salvamento financiero solicitado por la GM, la Ford y la Crysler por parte del Congreso en sus sesiones del 18 y 19
de Noviembre del mismo año.
6
Se alude aquí al comportamiento típico de los sistemas en general y a los sistemas complejos, en conformidad con las
teorías General de los Sistemas y del Caos.
7
En Estados Unidos se han perdido 1.200.000 de puestos de trabajo en los primeros 10 meses del 2008; y la tasa de
desempleo es la más alta en los últimos 14 años, con el 11 % de las personas que buscan trabajo.
5
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Todo esto significó un impacto demoledor sobre el subsistema productivo en Estados Unidos y
demás países centrales involucrados en la producción outsourcing, que se tradujo en pérdida masiva
de empleo local, reducción del poder de compra y subconsumo y la consecuente contracción de la
producción.8 Mientras tanto, y para paliar esta situación —y también para incrementar la
acumulación— se apeló a la acción dinamizadora de la construcción de vivienda basada en un
irresponsable mecanismo de crédito a costa de altos riesgos de incumplimiento en la amortización
por parte de una clientela progresivamente empobrecida por el desempleo y la disminución de su
ingreso. A esta situación contribuyó otra perla del neoliberalismo económico: la privatización
especulativa de las infraestructuras y los servicios públicos y asistenciales, la precarización del
trabajo y la minimización de los salarios, así como la vulneración de la seguridad social, la
agresividad especulativa del mercado en general y varias otras prácticas propias del “capitalismo
salvaje”, transnacional y globalizado.
En el tercero —el subsistema institucional— el aniquilamiento y la satanización del Estado
y su función reguladora de la economía en general dejaron a la sociedad en manos de la
individualista y perversa “invisible mano del mercado”. Como lo demuestra la experiencia histórica,
ésta opera impulsada principalmente por varios factores adversos: la voracidad y la
irresponsabilidad del empresariado financiero y comercial capitalista neoliberal, la corrupción
gerencial, la ausencia de espíritu schompeteriano de los industriales, el funcionamiento volátil de la
bolsa, las políticas pro-cíclicas, la voracidad del gasto público y su desvío fascista hacia la guerra, 9
la satisfacción de apetitos imperiales, y otros fenómenos afines. Todo esto con la secuela de la
pérdida de la confianza en las instituciones financieras, los círculos empresariales y la dirigencia
política,10 con lo cual se fue vulnerando uno de los más sensibles fuertes de apoyo del sistema
capitalista y su mercado, como lo es la confianza pública. Y esto se está constituyendo en una
circunstancia letal para un sistema financiero que, como el norteamericano, se ha tornado bastante
artificial debido al colosal endeudamiento, la masiva emisión inorgánica, el manejo mafioso de las
grandes empresas con sus fraudes gerenciales, y las políticas irresponsables de las autoridades
financieras y económicas, así como los cuantiosos gastos de las dos guerras en las que el país se
encuentra absurdamente embarcado y sin salida.
En el cuarto —el subsistema social— la desestabilización del trabajo, la pérdida de empleos,
la precarización de los ingresos, la vulneración del sistema de pensiones, la privatización
especulativa de los servicios sociales, y en general el desmonte de las conquistas sociales de los
últimos 75 años, generaron y siguen generando un nuevo frente de lesión: el descontento y el
disenso sociales derivados de la citada falta de confianza en las instituciones y el liderazgo político,
la frustración colectiva y la gestación de una explosiva inconformidad social que —como lo enseña
la historia en estos casos— puede conducir más al fascismo y el populismo que a la revolución.11
Este panorama se ha venido complicando con los catastróficos embates de la naturaleza derivados
El subconsumo es letal para una economía como la norteamericana en la cual éste representa el 75% del PIB. Como dicha
economía consume el 75% del PIB mundial, el subconsumo allí afecta significativamente al resto de la economía mundial.
9
Buenos ejemplos son la Guerra del Golfo y las invasiones a Afganistán e Irak y las amenazas bélicas a Irán, así como las
constantes agresiones a varios otros países asiáticos del Oriente medio.
10
Según las últimas encuestas solo el 37% la sociedad norteamericana confía ya en sus instituciones, lo que significa el
menor grado de confianza en toda la historia de ese país.
11
La crisis del capitalismo de fines de los años 20 y comienzos de los 30 desembocó en Europa en los regímenes nazifascistas de Hitler, Mussolini y Franco, y posteriormente a la Segunda Guerra Mundial.
8
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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del cambio climático y la depredación ambiental, que vienen asestando continuos y costosos
desastres naturales en los Estados Unidos y otros países.12
En el quinto —el subsistema político— las cosas tampoco resultaron bien en el escenario
neoliberal norteamericano porque, bajo el dogma del endiosamiento del mercado y la imposibilidad
doctrinaria de la intervención del Estado, una vez perdido el control político de la producción y el
mercado, los gobiernos se quedaron sin instrumentos para actuar oportuna y correctivamente. Ante
el desastre y la necesidad de improvisar un mecanismo de rescate, el único camino expedito ha sido
el endeudamiento desbocado y la acelerada emisión inorgánica para salvar a los banqueros, así
como el traslado de los costos y pérdidas a la sociedad y particularmente a los sectores de menor
ingreso.
Todo el adverso cuadro anterior ha dejado ver el irresponsable manejo político de los países
embarcados en las doctrinas neoliberales, y esta situación ha comenzado a tener serias
consecuencias en la estabilidad política de los países. Ya en las recientes elecciones los Estados
Unidos se vieron enfrentados a un abrupto e imprevisto relevo político en la Casa Blanca, impuesto
por sectores sociales inconformes afectados por la crisis, y un fenómeno similar viene avanzando en
la clase empresarial. Todo esto con consecuencias imprevisibles de disenso y caos, solo
controlables si el presidente Obama logra éxito en su propuesta inductiva de “cambio político y
social” y “audacia de la esperanza”. En Latinoamérica los pueblos ya vienen pasando cuentas de
cobro a la dirigencia neoliberal,13 pero la falta de una alternativa al “consenso de Washington” y de
eficiente liderazgo público, puede conducir a la frustración de los cambios, el populismo
demagógico, o al golpismo fascista y el regreso democrático de los gobiernos conservadores de
siempre.
Por el alto grado de influencia hegemónica de la economía norteamericana sobre la mundial,
su funcionamiento transnacional e imperial y por el acelerado proceso de “globalización” a su favor
—no solo económica, sino también cultural y política— los efectos del desastre se están
esparciendo ya por todo el planeta, particularmente en los países que con mayor profundidad y
abyección aplicaron las doctrinas neoliberales. La actual situación financiera crítica de Grecia,
Islandia e Irlanda, los fundados temores de los analistas sobre los casos de Portugal, España,
Hungría, Letonia y otros países, y la creciente agitación socioeconómica en España, Grecia, Francia
e Italia, así como el abrupto cambio de gobierno en el Reino Unido, parecen reflejar la metástasis de
de la crisis norteamericana; y bien pueden constituir la punta de iceberg que amenaza a la economía
europea.
Pero este preocupante escenario no debe conducir a confusión. Es indudable que el sistema
capitalista está en crisis, pero también lo es que aun le quedan los recursos tradicionales —incluidos
el fascismo y la guerra total— que le permiten alargar su crisis. Sobre esto no debe haber
equivocaciones. Las izquierdas no pueden confundir alegremente la actual crisis financiera y
económica con el fin del capitalismo, aunque —en el marco histórico del colapso del reciente
imperialismo bipolar— no es descartable que la crisis actual de los Estados Unidos y sus aliados
capitalistas pudiera ser la contrapartida tardía de la implosión del comunismo. Tampoco pueden
Buenos ejemplos de este fenómeno son los desastres del Katrina y otros huracanes, que destruyeron a New Orleans y
lesionaron otros estados del Golfo, el centro y el oeste; las inundaciones en los valles centrales; los tornados que constantemente
destruyen cientos de miles de edificaciones y cultivos; las grandes inundaciones en el centro del país; los extensos y voraces
incendios en California, y otros traumas.
13
No hay duda de que los nuevos gobiernos de Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Paraguay, Chile, Ecuador,
Nicaragua surgieron como reacción a las políticas neoliberales.
12
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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ilusoriamente las derechas pretender salvar el capitalismo con parches aislados de apariencia
socialista, o con aislados instrumentos keynesianos. El verdadero socialismo no fue concebido para
sustituir ni apuntalar al capitalismo. Las medidas intervensionistas que están proponiendo la Casa
Blanca, la FED y actualmente las autoridades económicas de la Unión Europea no constituyen
socialismo, sino recursos estratégicos recurrentes del capitalismo para salvar a los banqueros
deshonestos y traspasar las pérdidas a los contribuyentes y en particular a los estratos medios y
populares. Tampoco sirven los apresurados proyectos de infraestructura y energía porque todos
ellos demandan un largo período de maduración.
Por todas las consideraciones anteriores y otras conexas, el enfrentamiento de la crisis exige
un planteamiento, un análisis y unas alternativas de inequívoca naturaleza sistémica. Y este
ejercicio deberá tener adecuada incidencia en el rumbo del propuesto replanteamiento del desarrollo
y la economía de la región.
* * * * *
Es en torno al adverso escenario económico dejado por 3 decenios de neoliberalismo y este
nuevo ámbito de inestabilidad e incertidumbre en la economía mundial, en el que hay que iniciar la
búsqueda de los nuevos caminos para LAC. Es decir, la tarea de construir el nuevo pensamiento
para su desarrollo y su economía. Aportes invaluables en este empeño son los interesantes trabajos
de investigación y propuestas de los académicos, economistas, planificadores del desarrollo y
demás científicos sociales latinoamericanos y extranjeros estudiosos de realidad y el destino de
Latinoamérica y el Caribe, que han venido trabajando en la búsqueda de un camino propio para la
región.14
14
Al respecto es preciso mencionar, entre otros, a Roberto Verrier, Atilio Borón, Theotonio dos Santos, Arturo Huerta, Osvaldo Martínez,
Rubén D. Utria, Raúl Alameda, Jhon Saxe-Fernández, Edgar Reveiz, Orlando Caputo, Esther Aguilera, Beethoven Herrera, Oscar Ugarteche, Jan
kregel, Pavel Rondón, Julio Gambina, Eduardo Sarmiento, Norman Girvan, Osvaldo Sünkel, José Antonio Ocampo, Francois Houtart, Eric Toussaint;
así como a los fallecidos maestros Raúl Prebish, Antonio García. José Carlos Mariátegui y otros.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Segunda Parte
EL REPLANTEAMIENTO DEL DESARROLLO Y LA ECONOMÍA
DE LATINOAMÉRICA Y EL CARIBE
1. HACIA UN NUEVO CONCEPTO DEL DESARROLLO DE NUESTRAS NACIONES
1.1 Limitaciones y falacias del paradigma vigente
Este concepto juega un papel determinante en el estudio de la realidad de los países de nuestra
región y en el propósito de construir un nuevo pensamiento sobre su desarrollo y su economía.
El término desarrollo —referido en general al progreso de las naciones— constituye uno de
los más usados y abusados de la literatura económica académica y política internacional de los
últimos 60 años. Aunque en verdad se limita a la dinámica de crecimiento cuantitativo de la
respectiva economía nacional —expresada en función de la tasa de crecimiento del Producto Bruto
Interno— en la práctica y para todos los fines del estudio socioeconómico y sociopolítico la
academia, los organismos internacionales y los políticos lo han es extendido indebidamente al
conjunto de procesos de transformación, modernización y progreso de las respectivas sociedades
nacionales.
Es además el aspecto conceptual menos estudiado de toda la temática del desarrollo nacional
y su contenido y sus alcances sólo han evolucionado superficialmente y en forma incremental en los
últimos 60 años. En efecto, entre 1948 y 1960 se concibió solo como el desarrollo de la economía o
“desarrollo económico”, expresado en términos de la tasa de incremento anual de la producción. En
1962, a raíz del programa del Presidente Kennedy para la región denominado “La Alianza para el
Progreso”, se le adicionó el adjetivo social y se habló entonces de “desarrollo económico y social”.
Entre 1979 y 1980 se le agregó el adjetivo ambiental en respuesta a las propuestas de la Primera
Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente y se comenzó a hablar de “desarrollo económico,
social y ambiental”. Entre 1980 y 1985 se le adicionaron los adjetivos regional y urbano y habló
entonces de “desarrollo económico, social, ambiental y regional y urbano”, en respuesta a los
conflictivos impactos de la urbanización en torno a las grandes ciudades. Entre 1995 y 2000 se le
adicionó el adjetivo político, en razón del fracaso de las políticas y el fallido desempeño de los
políticos, y se habló entonces de “desarrollo económico, social, ambiental, regional/urbano y
político”. Y a comienzos del actual decenio se comenzó a tomar conciencia en algunos círculos
académicos y políticos sobre la crisis de este enfoque incrementarista y algunos empezaron a hablar
de “desarrollo” a secas, mientras que otros desviaron la atención hacia la necesidad de mitigar las
desigualdades sociales y la pobreza.
No obstante este via crucis conceptual, hoy después de 60 años se continua confundiendo el
desarrollo nacional —de la sociedad nacional— con el simple incremento cuantitativo de la
economía —básicamente la producción— estructura ésta que apenas constituye una parte del
complejo proceso de desarrollo de las sociedades nacionales, como debería saberse. Por este largo
camino se llegó a un enfoque esencialmente economicista del desarrollo nacional.
Esta situación ha introducido imprecisión confusión en el análisis del fenómeno del
desarrollo de los países en el último medio siglo y ha permitido desviar el concepto hacia el
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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crecimiento de la economía, que constituye sólo una de las varias estructuras funcionales de la
sociedad, con el desarrollo orgánico y estructural de ésta y del respectivo país. Al mismo tiempo ha
disfrazado la realidad social, económica, ambiental, territorial y política de las sociedades naciones
—particularmente del Tercer Mundo— especialmente en los siguientes aspectos: el desempeño de
los diversos sectores de la economía y su contribución real al progreso de la sociedad, la
distribución de la riqueza producida, el manejo estratégico del territorio nacional como contexto
espacial socioeconómico, la eficiencia en la gestión pública y privada, la soberanía política
nacional, la preservación de los recursos naturales y principalmente, los procesos cualitativos de
transformación social derivados del crecimiento económico y del adecuado desempeño de los
recursos humanos, territoriales, ambientales, económicos, políticos, etc. Con base en esta falla
conceptual e instrumental los economistas, los políticos y los organismos internacionales han
venido interpretando y manejando la dinámica social, política y económica de los países y hasta la
Academia Sueca ha laureado una larga lista de economistas. En esta última crítica quizá se exceptúa
el premio para Amartya Sen (2000), quien basa su noción del desarrollo nacional en el ejercicio de
las libertades humanas.
1.2 Hacia un nuevo enfoque conceptual y político del desarrollo nacional
Iniciado el nuevo siglo y un nuevo milenio, las sociedades contemporáneas y sus respectivas
naciones —incluidas las latinoamericanas y caribeñas— necesitan un nuevo instrumento conceptual
que les permita entender y manejar los complejos procesos involucrados en su tránsito hacia la
convivencia, el progreso y la supervivencia, así como a la satisfacción de sus más preciadas
aspiraciones y la realización biológica, social, emocional, cultural, política, intelectual y espiritual.
Si bien el desafío fundamental de la vida y de todos los seres vivos ha sido y seguirá siendo la
supervivencia, para los seres humanos este reto no sólo tiene un sentido biológico y vegetativo
como en los animales y las plantas; sino que adquiere también —y fundamentalmente— un sentido
cualitativo de realización individual y colectiva y trascendencia. Sobrevivir si, pero con dignidad,
equidad, libertad y en constante progreso material y espiritual. Además, trascender históricamente
en el espacio, el tiempo y en el ámbito de su propia comunidad y —por extensión y a través de la
sociedad nacional— en el concierto de las naciones. Esta necesidad de sobrevivencia y progreso
material, intelectual y espiritual es el gran desafío de la humanidad de ayer, de hoy y del futuro:
sobrevivir, progresar y perfeccionarse para poder enfrentar los desafíos que cada coyuntura
histórica le plantea; y, mediante ello, progresar y trascender. Y por esta vía lograr la realización
individual y colectiva y la conquista de un destino histórico ascendente y halagador.
En el caso de la humanidad no se trata simplemente de una necesidad, sino también —y
fundamentalmente— de una poderosa e incontenible compulsión. Ello es así, porque ésta tiene al
mismo tiempo dos tipos de desafíos. Por un lado, los retos exógenos que son también dos: el
primero, la conservación y la sostenibilidad del medio natural y el valioso e irremplazable
patrimonio de recursos naturales, incluido el planeta todo, y de hábitat humano individual y
colectivo; y el segundo, enfrentar el afán de conquista y dominio de las naciones más fuertes, que
con diversos pretextos y métodos siempre han emprendido — y siguen haciéndolo— sojuzgar a las
naciones y grupos sociales débiles. Y, por otro, los endógenos, que son los que surgen de la propia
naturaleza humana, empeñada siempre en superar sus problemas básicos de la sobrevivencia, el
bienestar y el progreso; y los retos idealistas que —como los molinos de vientos de Don Quijote—
surgen de su propio espíritu imaginativo, creador y desafiante y su necesidad congénita y vital de
avanzar cada vez más hacia delante y hacia arriba. Es decir, avanzar cuantitativa y cualitativamente
en un afán desenfrenado de conquista material e intelectual de nuevas y mejores condiciones de
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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vida, mayor poder, mayores horizontes de conocimiento del universo biótico, físico, social,
económico, político e histórico que le rodea, así como de medios disuasivos para retener lo
conquistado y superar a todo eventual adversario supuesto o real. Este doble sentido del desafío ha
sido y quizá seguirá siendo el gran impulsor material e intelectual de la humanidad.
En este doble afán de sobrevivencia y progreso y la intensa lucha que todo esto lleva
aparejada, la humanidad y cada una de las sociedades nacionales parecen cumplir una nueva versión
política y socioeconómica de los prodigiosos procesos evolucionistas de los que tan lúcidamente
habló Charles Darwin (2007) hace 130 años en relación con el origen de las especies. Es decir, se
cumple en el plano social y cultural la constante transformación de los organismos vivos para
adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes de su hábitat y su entorno, para superar así cada
nuevo reto planteado por el mundo en que viven y el que les rodea, a la manera de la historia de
Arnold Toynbee (1963). Es en esta forma como todas las sociedades nacionales presentes han
podido sobrevivir y avanzar hasta ahora; y es de esta capacidad para evolucionar progresando y
superando cada nuevo desafío, que sigue dependiendo la supervivencia de éstas en el futuro. Las
que no pudieron hacerlo fueron quedando rezagadas a lo largo del transcurso de la historia; y
probablemente lo mismo acontecerá en el futuro con aquellas que sean incapaces de enfrentar y
superar estos retos históricos y políticos. Es en este marco filosófico e histórico y en el contexto de
los escenarios descritos inicialmente sobre los cuales los países de la región necesitan plantear sus
propósitos de desarrollo.
Así, en el ejercicio de reformulación conceptual que nos anima, resulta absolutamente
necesario intentar una aproximación conceptual y metodológica a ese complejo, unitario, societario
y sistémico universo del fenómeno del desarrollo nacional. Para ello podría partirse de las
siguientes hipótesis principales: 15
(i)
El desarrollo de una nación consiste básicamente en la capacidad creadora acumulada de su
respectiva sociedad para entender y enfrentar con éxito los grandes problemas y desafíos
sociales, ambientales, políticos y económicos que cada coyuntura histórica le plantea, así
como para generar la riqueza necesaria para financiar el logro de este objetivo supremo.
(ii)
La superación de desafíos, aspiraciones y problemas que involucra el desarrollo nacional
son de diversa naturaleza y su jerarquización y prioridades para enfrentarlos varían
según las características específicas de cada sociedad, su estadio de desarrollo, su
respectivo sistema sociopolítico y económico, el tamaño y las características de su
población, sus valores socioculturales, el grado de conciencia social y política, el momento
histórico por el cual atraviesa, y otros factores y circunstancias conexos. También varía en
función del entorno internacional imperante y la posibilidad y capacidad de cada país para
insertarse consciente y deliberadamente en éste y beneficiarse de tal inserción, así como para
defender sus intereses fundamentales frente a las potencias hegemónicas del momento. En
este marco conceptual puede partirse de la base de que la condición de “país desarrollado”
se deriva de la acumulación de dicha capacidad en enfrentamiento de los mencionados
desafíos y problemas básicos. Mientras que el grado o “nivel de desarrollo” se relaciona con
los niveles de consolidación y acumulación de ésta. En correspondencia, la condición de
“país subdesarrollado” —o atrasado— y los correspondientes “grados de subdesarrollo” se
relacionan con los grados de ausencia de tal capacidad. Y por analogía este concepto es
aplicable a los contextos subnacionales de escalas regional, municipal, urbana y rural, en el
Para una extensión del tema véase: R. D. Utria “El Desarrollo de las Naciones: Hacia un Nuevo Paradigma” Sociedad
Colombiana de Economistas. Edit. Alfaomega Colombia S.A. Bogotá 2002.
15
29
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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sentido de que las sociedades y comunidades de éstos generalmente presentan las mismas
ventajas o dificultades, según el caso, para superar sus desafíos y problemas básicos. 16
(iii) En la conformación de dicha capacidad y su ejercicio es la sociedad en su conjunto la que se
desarrolla, y no simplemente su economía, o cualquiera otra estructura particular, por
importante que ésta parezca; y esta circunstancia convierte a dicha sociedad en sujeto,
objeto y beneficiaria de los procesos del desarrollo.
(iv)
Una vez desarrollada la sociedad, este logro —fundamentalmente humano y societario— es
lo que hace posible la generación y la liberación de las energías generadoras e impulsoras, la
movilización de los recursos naturales, económicos y políticos y la capacidad creadora
individual y colectiva; así como la modernización, el crecimiento y el desarrollo de las
estructuras sociales, políticas, económicas, territoriales, ambientales y de toda otra índole
que inciden en el desarrollo nacional.
(v)
Una vez desarrollada la sociedad, este logro —fundamentalmente humano y societario— es
lo que hace posible la generación y la liberación de las energías generadoras e impulsoras, la
movilización de los recursos naturales, económicos y políticos y la capacidad creadora
individual y colectiva; así como la modernización, el crecimiento y el desarrollo de las
estructuras sociales, políticas, económicas, territoriales, ambientales y de toda otra índole
que inciden en el desarrollo nacional.
(vi)
Dicha sociedad y sus estructuras, procesos y actividades conforman un conjunto holístico,
integrado, mutidimensional, de alta complejidad y de funcionamiento sistémico; y por
ello, son múltiples y de diversa naturaleza los factores, procesos y eventos que inciden en el
fenómeno del desarrollo, y todas las relaciones entre éstos operan en una dinámica circular
—no lineal— de índole sistémica. (véanse Grafico 1: El sistema de Subsistemas del
Desarrollo Nacional; y Gráfico 2:La Interrelación Sistémica de los Cambios en el
Desarrollo)
(vii) Para asegurar la efectividad y la sostenibilidad de los esfuerzos y recursos involucrados en
los procesos del desarrollo nacional es necesario que éstos sean de naturaleza básicamente
endógena y persistente en el tiempo, sin perjuicio de que ciertos factores ocasionales
exógenos puedan aportar una contribución positiva.
(viii) El desarrollo de una nación tiene un único propósito: la constante transformación de ésta
en busca del progreso y el bienestar sociales, concebidos indeclinablemente estos últimos en
función del ser humano y el respeto a su dignidad y sus derechos, tanto en su dimensión
individual como colectiva; y por esta vía, integrarse a la comunidad internacional con
anhelos de convivencia,
solidaridad, cooperación y paz. Por esta razón su
desencadenamiento no constituye un punto final y definitivo, sino una condición dinámica
en permanente confrontación con los retos de cada coyuntura histórica.
(ix)
Debido a la diversidad de los individuos y los grupos —así como a sus respectivos recursos
y potencialidades individuales y colectivas— que conforman las sociedades nacionales, los
procesos del desarrollo y su dinámica requieren estar acompañados de condiciones efectivas
de integración, inclusión, convivencia, participación, justicia y equidad sociales, ya que
éstas constituyen parte esencial de los logros básicos del desarrollo nacional.
Y por extensión —y guardadas las debidas proporciones— también lo podría ser en relación con un individuo o un grupo
social, cuando éstos no disponen de la capacidad, las destrezas, los recursos y las oportunidades para resolver sus problemas de
subsistencia, bienestar e integración benéfica a la sociedad.
16
30
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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(x)
(xi)
(xii)
Una
vez
desar
rolla
da la
socie
dad,
este
logro
—
fund
amen
talme
nte
huma
no y
socie
tario
— es
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que
hace
posib
le la
gener
ación
y la
liber
ación
de
las
energ
ías
generadoras e impulsoras, la movilización de los recursos naturales, económicos y políticos
y la capacidad creadora individual y colectiva; así como la modernización, el crecimiento y
el desarrollo de las estructuras sociales, políticas, económicas, territoriales, ambientales y de
toda otra índole que inciden en el desarrollo nacional.
Dicha sociedad y sus estructuras, procesos y actividades conforman un conjunto holístico,
integrado, mutidimensional, de alta complejidad y de funcionamiento sistémico; y por
ello, son múltiples y de diversa naturaleza los factores, procesos y eventos que inciden en el
fenómeno del desarrollo, y todas las relaciones entre éstos operan en una dinámica circular
—no lineal— de índole sistémica. (véanse Grafico 1: El sistema de Subsistemas del
Desarrollo Nacional; y Gráfico 2: La Interrelación Sistémica de los Cambios en el
Desarrollo)
Para asegurar la efectividad y la sostenibilidad de los esfuerzos y recursos involucrados en
los procesos del desarrollo nacional es necesario que éstos sean de naturaleza básicamente
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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endógena y persistentes en el tiempo, sin perjuicio de que ciertos factores ocasionales
exógenos puedan aportar una contribución positiva.
(xiii) El desarrollo de una nación tiene un único propósito: la constante transformación de ésta
en busca del progreso y el bienestar sociales, concebidos indeclinablemente estos últimos en
función del ser humano y el respeto a su dignidad y sus derechos, tanto en su dimensión
individual como colectiva; y por esta vía, integrarse a la comunidad internacional con
anhelos de convivencia,
solidaridad, cooperación y paz. Por esta razón su
desencadenamiento no constituye un punto final y definitivo, sino una condición dinámica
en permanente confrontación con los retos de cada coyuntura histórica.
(xiv) Debido a la diversidad de los individuos y los grupos —así como a sus respectivos recursos
y potencialidades individuales y colectivas— que conforman las sociedades nacionales, los
procesos del desarrollo y su dinámica requieren estar acompañados de condiciones efectivas
de integración, inclusión, convivencia, participación, justicia y equidad sociales, ya que
éstas constituyen parte esencial de los logros básicos del desarrollo nacional.
(xv)
Para el logro de los anteriores objetivos y como garantía de la supervivencia de la especie
humana y la vida toda, el desarrollo de la sociedad debe estar regido por el respeto,
consciente, deliberado e irrestricto de la naturaleza y sus recursos, lo cual condiciona
ecológicamente todas las actividades económicas, sociales y de ocupación y manejo
territoriales. Esto significa producción económica y actividad social limpias, asentamientos
ecológicamente compatibles y mitigación del calentamiento planetario y el cambio climático
derivado del calentamiento global.
(xvi) Dadas la unidad planetaria y la interconexión y la dinámica sistémicas de la historia, la
economía y demás actividades humanas, el desarrollo de las naciones requiere una
atmósfera internacional de convivencia, reconocimiento de la diversidad, cooperación y paz
interna y externa; así como de respeto a la soberanía de los pueblos.
(xvii) El desencadenamiento de los procesos del desarrollo nacional y su consolidación y
sostenibilidad constituyen el más grande e inaplazable desafío histórico de las naciones
del Tercer Mundo, incluidos los países latinoamericanos y caribeños; y el dilema para éstas
es desarrollarse o sucumbir como naciones dignas y libres, bajo la dominación implacable
de las potencias industrializadas.
(xviii) Para que los valores, las actitudes, motivaciones y aptitudes positivos, así como el
desencadenamiento de la capacidad creadora de los individuos y los grupos surjan y se
consoliden, el fenómeno del desarrollo nacional requiere una auténtica atmósfera de
libertad individual y colectiva, y su ejerció efectivo con la debida responsabilidad social.
Los anteriores postulados entrañan en su conjunto un nuevo y más objetivo paradigma del
desarrollo de las naciones, que postula el rol protagónico de la sociedad nacional y todos sus
miembros en generación y dinámica de este fenómeno, interpreta su naturaleza compleja,
multidimensional e indivisible y su dinámica sistémica, le imprime el compromiso de
compatibilidad con la naturaleza, le asigna una función ideológica precisa sus objetivos y metas, y
le imprime un contenido profundamente humano y social.17
Es en este amplio, holístico, multidimensional, complejo y sistémico enfoque conceptual —
u otro similar— en el cual los países de la región podrían comprender y fundamentar sus propósitos
de desarrollo. En esta forma podría superarse las falencias del enfoque tradicional de “desarrollo
17
Como puede observarse, este enfoque se diferencia con el de los economistas (crecimiento del PIB), el del
PNUD (“Desarrollo Humano”) y el de Amartya Sen (“Desarrollo y Libertad).
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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económico”, que no nos permite visualizar e incorporar la fuerza dinámica de cambio,
transformación, progreso y movilización consciente y deliberada de la sociedad.
2. HACIA UNA NUEVA SOCIEDAD
En conformidad con lo expuesto en el capítulo precedente, si el desarrollo nacional es un fenómeno
fundamentalmente societario en el cual la sociedad nacional es al mismo tiempo objeto, sujeto
ejecutor y beneficiario de éste, dicha sociedad se constituye en el actor determinante de los procesos
del desarrollo nacional. Ella y sus estructuras orgánicas, sus capacidades y destrezas, su ideología,
sus valores, sus actitudes, sus motivaciones, sus fortalezas, sus debilidades y demás características y
atributos deben constituir el tema central de cualquier intento de construcción del nuevo paradigma
del desarrollo nacional. En el caso que nos ocupa: el replanteamiento conceptual y político del
desarrollo y la economía de Latinoamérica y el Caribe.
Para dignificar a nuestros pueblos y para los fines del desarrollo nacional, nuestros países
necesitan un nuevo concepto de sociedad o de orden social que supere el viciado enfoque vigente
impuesto principalmente por el lastre colonial, el capitalismo y su doctrina neoliberal. Como es
sabido, según este enfoque las sociedades nacionales son en la práctica meras fuentes de materias
primas, mercados demandadores de mercancías y servicios, contingentes de trabajadores formales e
informales y masas electorales para el afianzamiento del mercado y los privilegios de las fuerzas
sociales en el poder. Asimismo, como bases territoriales de influencia económica, geopolítica y
militar de las respectiva potencia hegemónica. Desafortunadamente, y en general, así son
concebidos por las clases dominantes nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños y así son
obligados a funcionar y sobrevivir. Por estas razones el replanteamiento debe comenzar por el gran
debate del tipo o modelo de sociedad que los países de la región requieren para liberarse,
desarrollarse y progresar. Es decir la identificación de un proyecto político de nueva sociedad.
No existe en la actualidad en la región —ni en el mundo— un proyecto de sociedad
relativamente consensuado sobre lo que debe ser la sociedad presente y su proyección en la
prospectiva del Siglo XXI. Y es difícil que esto se logre en el corto y mediano plazos debido a,
entre otros, los siguientes factores principales: (i) la incertidumbre derivada de la actual crisis
económica internacional que afecta a buena parte de los países; (ii) las modificaciones que están
operándose en los ordenes económico, político y geopolítico en el plano mundial; (iii) el impacto
político del reciente colapso del comunismo estatista; (iv) la creciente dilusión del “sueño
americano” en los Estados Unidos, la crisis financiera del modelo “Estado Benefactor” europeo; (v)
la insurgencia de las sociedades teocráticas del oriente medio y Asia Central; (vi) las
reivindicaciones de los pueblos indígenas y otras minorías; (vii) los movimientos en torno a la
consigna “otro mundo es posible” de los Foros Sociales (2002) y otros fenómenos afines; (viii) el
descontento social y político de muchos pueblos, incluidos los desarrollados; y (ix) el caos
ideológico y religioso que avanza actualmente en el mundo. También es difícil en la práctica la
identificación de dicho proyecto debido a la diversidad y especificidad de los procesos históricos
nacionales, estadios de desarrollo, culturas, intereses nacionales o de clase y otros factores
determinantes que caracterizan actualmente el escenario sociopolítico del mundo y la región.
En efecto, constituye en este momento una aventura intelectual y políticamente riesgosa
intentar escoger entre —por ejemplo— el capitalismo salvaje, el pragmatismo ecléctico chino, el
socialismo siglo XXI (Dietrich, (2007), las propuestas de los impulsores del Foro Social Mundial de
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Porto Alegre (2002), el Comunitarismo (Alameda y otros, 2006), la teocracia medioeval de los
ayatolahs y los talibanes, y otras propuestas menores. Y esta circunstancia constituye otra faceta
interesante de la crisis ya que, como lo anotó el filósofo italiano Antonio Gramsci (1946), todo lo
viejo se desploma y no ha nacido aun lo nuevo, en su descripción de la crisis de la segunda
posguerra.
La incertidumbre al respecto aumenta en los círculos políticos y académicos de la región y
el mundo en medio de la citada crisis que afecta hoy a la economía internacional en particular y al
capitalismo en general. Y la expectativa crece en muchos círculos políticos y académicos en la
medida en que avanza impetuosamente la nueva sociedad china, con sus elevadas y sostenidas tasas
de crecimiento económico; sus notables progresos en materia de modernización, desarrollo
científico y tecnológico y progreso social; sus inmensos recursos de capital de inversión; sus
cuantiosas acreencias y horros en los países ricos; su capacidad de penetración en el mercado
mundial y su probada y creciente capacidad gerencial pública y privada; la incorporación anual de
cientos de millones de pobres a la economía y la sociedad; y otros sorprendentes éxitos económicos,
sociales y geopolíticos. Todo ello en una apuesta ecléctica que parece tomar lo bueno del
capitalismo y del socialismo y combinar nacionalismo y proteccionismo con penetración masiva
del capital externo y globalización comercial. A este respecto resulta muy interesante y necesario
observar el resultado de este aparente artilugio ideológico y político, para absolver los numerosos
interrogantes y aclarar las dudas que vienen planteándose en el debate internacional sobre el tema.
Por estas razones el presente ensayo no apunta al diseño del nuevo paradigma sino, apenas y solo
con fines ilustrativos, a la identificación de algunos de los factores más relevantes.
Al margen de estas dificultades y en cuanto respecta al Tercer Mundo y concretamente a
Latinoamérica y el Caribe, el gran reto en este campo no es simplemente la concepción y puesta en
marcha de una nueva economía, como lo piensan los economistas convencionales; sino la
concepción y construcción de una nueva sociedad profundamente humana, integrada, justa,
pacifista y genuinamente democrática y participativa. Esto es así porque la economía no es una
actividad autónoma sino una de las estructuras funcionales de la sociedad. Y en este caso se trata de
una sociedad de seres humanos con sentido de dignidad, espiritualidad, derechos y
responsabilidades y noción de destino histórico; así como con funciones vitales ineludibles que
cumplir y satisfacer y aspiraciones y sueños individuales y colectivos por lograr. Constituida por
seres humanos que sienten, tienen instintos, compulsiones, anhelos, expectativas y necesidades
sentidas por satisfacer; que piensan, profesan afectos, sueñan, disponen de talento y capacidad
creativa y tienen implícita o explícitamente un proyecto de vida individual y colectivo por realizar;
y que constituyen familias, amistades y grupos de actividades y diversas otras forma de relacionarse
e integrarse. También —y principalmente— tienen una racionalidad, así como sentimientos,
opiniones, simpatías, fobias y conflictos; y por su condición humana no son susceptibles de
discriminación y tienen unos derechos humanos y ciudadanos que deben ser respetados,
consolidados e institucionalizados. Al mismo tiempo adquieren valores y pautas de conducta,
asumen actitudes, motivaciones y despliegan destrezas y con base en estos atributos se lanzan en
busca de la solución de sus problemas, la satisfacción de sus necesidades de bienestar, solidaridad y
libertad, el logro de sus expectativas y anhelos intelectuales, profesionales y espirituales; y luchan
por sus intereses y convicciones ideológicas, religiosas y culturales. Por estas y otras características
y atributos, los individuos y la sociedad nacional en pleno tienen compulsiones naturales hacia “la
libertad, la igualdad y la fraternidad” —como lo proclamaron los revolucionarios franceses y
estadinenses hace más de dos siglos y lo acogieron numerosos pueblos del mundo— y tienen una
capacidad potencial decisiva para impulsar o para desentenderse el desarrollo nacional y para la
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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conquista de su destino histórico. Y esta circunstancia es vital para la estabilidad y el progreso de
toda la sociedad. Toda esta vitalidad debe traducirse en participación consciente, deliberada y
organizada, tanto individual como colectiva, y en este desempeño la sociedad se libera de sus lastres
y queda en condiciones de convertirse —como se anotó— en dueña de su propio destino, así como
en objeto, sujeto y beneficiaria de su propio desarrollo. Asimismo debe traducirse en el efectivo
acceso de todos y cada uno de los ciudadanos a los siguientes derechos: el acceso al sistema de
creación y distribución de riqueza; los servicios de salud, educación, seguridad social, justicia,
seguridad y protección ciudadana; así como el acceso a la tierra para trabajarla, la ciudad con todos
sus espacios y servicios y actividades para disfrutarla, y a las condiciones de vida ambientalmente
sanas y seguras. Todo ello dentro de las limitaciones y holguras que el nivel de desarrollo
económico pueda permitir, y con alto sentido de equidad y de justicia.
Paralelamente la nueva sociedad deberá incluir respuestas adecuadas a varios fenómenos
extra sociales y relativamente exógenos, que ejercerán sobre ella impactos y efectos determinantes y
le impondrán características especiales como los siguientes: (i) La llegada de la Tercera Revolución
Industrial, la cual ―gracias a grandes y trascendentales progresos científicos y tecnológicos―
modificará a fondo los medios, formas y relaciones de producción en todos los sectores de bienes y
servicios, incluidos el desempeño del trabajo humano, su valoración y las relaciones
socioeconómicas derivadas; (ii) El rol fundamental que jugará el conocimiento científico y
tecnológico como base de todas las actividades sociales, hasta el punto de que los especialistas del
tema hablan al respecto de la sociedad del conocimiento; (iii) El importante desempeño de la
información y las telecomunicaciones en todo el funcionamiento de la sociedad; (iv) El carácter
predominantemente urbano y metropolitano de la población y su impacto en el sistema de
asentamientos humanos y la provisión de la infraestructura y los servicios; (v) El cambio del
modelo energético determinado inicialmente por la crisis de la disponibilidad de combustibles
fósiles convencionales —ya en marcha— y luego por la introducción de fuentes energéticas
alternativas ya en comienzo de implantación, así como de sorprendentes soluciones definitivas del
problema; (vi) la disminución de las horas de trabajo semanal y el consiguiente aumento de la horas
de descanso y ocio; y (vii) Los impactos del cambio climático como consecuencia del calentamiento
planetario los cuales, según las predicciones de los científicos, tendrán efectos catastróficos sobre la
mayor parte del territorio de los países, la infraestructura y los servicios instalados, la agricultura, la
preservación de los recursos naturales y el funcionamiento y la sostenibilidad de los asentamientos
humanos.
Esta noción de la nueva sociedad y su funcionamiento lleva aparejados numerosos conceptos
y atributos determinantes que deben concretar las características y objetivos sociales anteriormente
descritos, entre los cuales podrían mencionarse los siguientes:
 La dignidad humana, que se relaciona con el reconocimiento de las supremas calidades del ser
humano en sus dimensiones individual y colectiva, que lo elevan por encima de las otras
especies y de cualesquiera otras consideraciones económicas, políticas y religiosas; así como de
sus valores, actitudes, motivaciones y destrezas intelectuales y laborales y otros atributos
positivos conexos. Esta dignidad apunta también hacia la defensa de los intereses sociales y
nacionales, y la conquista de un destino histórico de supervivencia y superación. Y en el campo
político se concretan en el respeto a los Derechos Humanos, los Derechos ciudadanos y la
autodeterminación de los pueblos.
 La solidaridad tiene que ver con los lazos de adhesión que deben amalgamar e integrar a todos
los miembros de la sociedad nacional frente a la defensa de los derechos individuales y
colectivos y de los intereses sociales y nacionales, el sufrimiento, las calamidades, las
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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situaciones de enfermedad e incapacidad; así como a las limitaciones de ciertos grupos
específicos, como la niñez, los enfermos, la ancianidad, la discapacidad, la desadaptación social
y otras limitaciones. En razón de su dignidad humana ningún miembro de la sociedad debe
quedar abandonado en sus momentos de infortunio.
 La educación y capacitación. Se trata de la formación destinada al desencadenamiento de las
capacidades creativas y potencialidades de los individuos y grupos sociales; a la comprensión
del universo físico, social, económico y político del universo en el cual la población se
encuentra inmersa; a la liberación de todos los lastres y complejos culturales; al despertar y la
consolidación de la actitud emprendedora; al acceso a todas las formas de conocimiento
científico y tecnológico, la capacitación profesional para el trabajo; y, fundamentalmente, a la
positiva y constructiva formación intelectual, espiritual y actitudinal del ser humano como
persona de bien. Para tales efectos la educación y la capacitación debe estar efectivamente
abierta para todos, y ser continuada y acumulativa a lo largo del ciclo de la vida. Es mediante
este tipo de educación que los individuos y la sociedad en su conjunto pueden concretar el
ejercicio de la dignidad; adquirir el sentido de la convivencia solidaria, afectuosa y pacífica y la
paz; y puede desplegar todos sus recursos y potenciales para el desarrollo. Esta dotación le
permite desarrollar el sentido de responsabilidad y la actitud emprendedora; así como garantizar
la convivencia, la cooperación y la solidaridad internas e internacional. Y apunta hacia la
generación de una sociedad dotada de la información, los conocimientos y las competencias
intelectuales, laborales y espirituales necesarias para participar consciente, deliberada y
organizadamente en los procesos de generación de riqueza y de toma de decisiones y demás
actividades del desarrollo nacional.
 La justicia. Ésta apunta a la regulación de las relaciones sociales y al manejo y mitigación de
las tensiones internas de la sociedad derivadas de la diversidad de intereses, conductas y
características individuales y grupales. Opera con base en el reconocimiento de la igualdad de
todas las personas ante ley, el respeto a los derechos humanos y ciudadanos, el cumplimiento de
los compromisos, la responsabilidad ante los deberes; y en la presencia de un Estado de
Derecho que resguarde y aplique la ley. Se inspira en la equidad y en la noción del respeto a los
derechos de los demás, no sólo en el ámbito local y nacional sino también en el internacional.
Cuida de la seguridad ciudadana con la delincuencia y otras formas de agresión. Su
institucionalización y aplicación imparcial, con oportunidad y prontitud permite a los individuos
y la sociedad la protección contra la agresión y la lesión indebida de los intereses individuales y
sociales y de la delincuencia común y la estabilidad del orden público. Así como vivir y
progresar en convivencia y paz. Factor de la mayor importancia a este respecto es la corrupción
pública y privada, hoy generalizada e institucionalizada en muchos países de la región y que
drena alrededor del 20% del PIB. También la acción criminal de las mafias del narcotráfico, el
comercio de armas y el contrabando, así como los perpetradores de crímenes contra los
derechos humanos y el derecho internacional humanitario.
 La integración, la cohesión y la organización sociales. La primera permite la vinculación
funcional de todos miembros de la población a los organismos y procesos de pertenencia y
organización social y comunitaria; al sistema de producción y distribución de la riqueza, a
través de un empleo digno y un salario justo y remunerador; los servicios sociales, urbanos y
habitacionales; y los sistemas de protección y seguridad sociales. También al conjunto de
oportunidades de trabajo, educación y realización personal y las posibilidades de poder realizar
los respectivos proyectos individuales de vida. Todo ello sin discriminación por razones
políticas, etnoculturales, socioeconómicas, de género e inclinación sexual. La segunda le otorga
sentido de pertenencia y de propósitos y acción a los individuos y los grupos, factores que
deben ser suficientemente amplios y flexibles para asegurar la cabida de los intereses y
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aspiraciones fundamentales de la sociedad. Estos atributos deben asegurar la superación de las
desigualdades sociales y superar las condiciones extremas que lanzan a tantas personas por las
vías de la marginalizad y la delincuencia. Por otra parte, toda sociedad constituye en la práctica
un sistema organizacional en el cual la población adhiere a organizaciones, se agrupa y se
organiza —o en situaciones adversas es encasillada— por razones de funcionalidad económica
y profesional, afinidad, cohesión y conveniencia, ya sea con fines sociales, cultuales,
ideológicos o religiosos. En ellas puede encontrar ambiente propicio para la solidaridad y la
cooperación y también apoyo y protección. Éste es el caso de los gremios, los sindicatos, los
partidos políticos, los clubes deportivos y artísticos, las religiones y otros. En el seno de éstas
surgen los liderazgos y las dinámicas de participación. En una sociedad avanzada esta
incorporación debe ser libre o con condicionantes compatibles con la dignidad y los derechos
humanos y ciudadanos y debe encaminarse a suministrarle a la población oportunidades y
vínculos de participación y superación. Estos organismos son útiles en la medida en que
representan más genuina y directamente a la población y sus intereses específicos y su utilidad
desciende en la medida de que su universo de representación es menor. Por esto está abriéndose
cada día más espacio para las organizaciones comunitarias, que son aquellas que provienen de
las bases mismas de la sociedad.
 La democracia. En el plano conceptual convencional éste atributo se relaciona principalmente
con tres factores: (i) La capacidad efectiva de participación ciudadana en la función pública,
tanto en el gobierno como en la veeduría y la fiscalización a su desempeño, en el ejercicio de la
oposición y en general en la toma de decisiones; (ii) La elección popular de los gobernantes y
miembros de los cuerpos de representación popular; (iii) Los derechos ciudadanos y la garantía
de la libertad de pensamiento, opinión, ideología, religión y organización política; los
contrapesos que deben existir en los tres frentes del poder público: el ejecutivo, el legislativo y
el de la justicia para controlar el desempeño de cada uno de éstos y garantizar la armonía que
debe existir entre ellos. Este enfoque de la sociedad democrática es conocido en amplios
círculos como “democracia liberal” y es —al menos en la teoría— el más extendido en los
países de la región. Reputados politólogos como el italiano Giovani Sartori (2008) han descrito
las diferentes formas y facetas ―inclusive en veinte lecciones― de la democracia en el
presente; y el Premier británico Winston Churchil (1950) solía definirla diciendo que es tal vez
el peor sistema de gobierno pero que es el mejor que conocía. En general existen muchos
enfoques de la democracia, que van desde la llamada “democracia griega” que privilegiaba a un
reducido y exclusivo número de ciudadanos a costa de la esclavitud y la segregación y
explotación de las grandes mayorías nacionales y el sometimiento militar de países vecinos
enteros— hasta la “democracia representativa” en la que el pueblo elector delega en forma
generalmente incondicional las funciones señaladas en representantes políticos del poder
ejecutivo y en los cuerpos colegiados (congreso, asambleas regionales, concejos municipales),
pasando por otras formas autoritarias disfrazadas de democracia. En la práctica todos estos
propósitos y condicionamientos se concretan en la práctica en democracias oligárquicas y/o
autoritarias —que son las que predominan en la mayoría de los países de la región— y cuya
misión fundamental es la consolidación y perpetuación de los privilegios de la clase dominante.
Para que la sociedad logre constituirse realmente en democrática es condición sine qua non
que, en general, se apliquen cabalmente los citados principios, la postulación y elección de
dignatarios sea plenamente libre, y ausente de coacción, fraude electoral y violencia por parte de
los gobernantes y políticos involucrados; que éstos cumplan estrictamente el estatuto electoral;
y que los medios de información y comunicación actúen con imparcialidad y transparencia y no
simplemente como empresas comerciales ávidas de lucro. Así, los anteriores y otros atributos
contribuyen a la conformación y el funcionamiento de una sociedad democrática. Pero su mayor
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responsabilidad debe ser la superación de las desigualdades sociales, la defensa de los intereses
ciudadanos y nacionales y las oportunidades efectivas de trabajo e ingreso, progreso y
realización personal para toda los miembros de la sociedad. Para ello, y como lo definió con
gran precisión el economista y sociólogo colombiano Antonio García (1951), una auténtica
democracia debe ser simultáneamente —al menos— política-electoral, económica, social,
solidaria y cultural y debe apuntar hacia la defensa de los verdaderos intereses generales de toda
la sociedad y de la nación. Para todo esto la nueva democracia debe ser deliberada, consciente,
organizada y efectivamente participante. Al respecto vale la pena considerar la propuesta de
democracia participante del Socialismo Siglo XXI de Heinz Dieterich (2007).
 La empatía con la naturaleza y el respeto a ella. Por razones de supervivencia del planeta y la
vida misma, toda sociedad nacional debe ser respetuosa de sus recursos naturales y preservadora
del hábitat humano; y debido a la unidad e indivisibilidad de la naturaleza y la dinámica
planetaria, es imperativo contribuir internacionalmente a la defensa ambiental de todo el
planeta. Esta actitud debe fundamentarse en la toma de conciencia sobre la ineludible
dependencia que existe de estos factores y la vida, la seguridad y el bienestar de la especie
humana; y la convicción de que no existe por ahora —y quizá nunca— un planeta de reemplazo
si destruimos el que habitamos como lo sostienen Bárbara Ward y René Dubos (1972). Los
grados de contaminación ambiental, la destrucción de los recursos naturales y la generación de
gases de invernadero y la emisión de calor ya han alcanzado grados extremos y están
provocando desastres naturales originados en alteraciones climáticas derivadas del
calentamiento planetario que pueden lesionar y hasta arruinar las economías y afectar la salud y
la seguridad de la población en muchos países, como lo ha expuesto académica y políticamente,
entre otros, el ex vicepresidente norteamericano Al Gore (2006). Y los países de la región ya
están comenzando a soportar los catastróficos efectos. Como van las cosas ninguna sociedad
podrá estar segura ni podrá mantener y dinamizar su desarrollo y, por esto, todas las sociedades
de la región tienen que otorgarle la mayor atención y prioridad a la preservación ambiental y la
mitigación del calentamiento global.
 La dignidad nacional se relaciona con el sentido de pertenencia a la tierra y al pueblo de origen
y adopción, y la exaltación de la defensa de la soberanía y la autodeterminación, así como de los
intereses nacionales, territoriales, económicos, políticos y culturales. Se expresa en el amor al
terruño, los símbolos patrios y el orgullo militante de pertenecer a una nación y su sociedad, así
como en la actitud de defensa deliberada y permanente de dichos intereses. Generalmente este
concepto se extiende y desglosa a los niveles territoriales subnacionales regionales, locales y
comunitarios, en expresión de la diversidad dentro de la unidad nacional.
 La solidaridad internacional. Por razones de convicción y dignidad humanas y como
estrategia de defensa, las sociedades nacionales de la región están forzosamente obligadas a
cultivar entre ellas la solidaridad internacional, así como con las demás sociedades del mundo.
Esta solidaridad debe expresarse en relaciones fraternales, cooperación para el desarrollo y
ayuda mutua en todas las circunstancias que lo demanden.
 El estado, como instrumento central del poder político y económico y como representante de la
sociedad y “administrador del bien común” que es, debe estar orientado y capacitado para hacer
efectivos todos los atributos constitutivos de la nueva sociedad. Por tanto, se requieren
modificaciones significativas en la función y la ideología de los estados nacionales de la región.
 La liberación nacional. Resulta obvio que la concepción y construcción de la nueva sociedad
requiere, como condición sine qua non, la liberación de la dependencias política y económica
externas, así como el rechazo a toda intervención hegemónica contraria los intereses sociales y
nacionales de cada país. Esto, a menos que se trata de la integración deliberada y voluntaria de
varios países para conformar una comunidad económica y política en pro de la cooperación
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económica y política, como en el caso de la Unión Europea o la Comunidad Andina de
Naciones.
Es en este orden de ideas que debe procurarse la concepción y la construcción de la nueva
sociedad para los países de la región. Lograr y consolidar estos atributos es parte fundamental de la
construcción del nuevo pensamiento latinoamericano y caribeño.
3. HACIA UNA NUEVA ECONOMÍA
Para el logro de la superación del subdesarrollo y el atraso social, político, económico, ambiental y
cultural los países latinoamericanos y del Caribe necesitan construir y consolidar una nueva
economía cuyos fines principales sean, entre otros: (i) La generación de la riqueza suficiente para
financiar en forma sostenible el bienestar y el progreso de toda la población y la construcción y
operación de la infraestructura y los servicios de la producción, el consumo y el desarrollo social,
así como para constituir los recursos en divisas necesarios para la importación de los bienes de
capital y los insumos no producidos en el país y para las constituir las reservas financieras
internacionales; (ii) La generación de empleo productivo y remunerador para toda la población en
condiciones de trabajar —el pleno empleo— y que la incorpore efectivamente y con equidad a los
procesos de generación y distribución de la riqueza producida; (iii) La integración internacional con
el resto de las economías de la región, incluyendo convenios especiales con países vecinos y afines
y tratados comerciales equitativos con comunidades económicas y países extra-regionales; (iv)
Poner esta nueva economía al servicio de la sociedad y los intereses nacionales, para superar el
malhadado paradigma contrario según el cual la sociedad y los intereses nacional deben estar al
servicio de la economía; y (v) La liberación de la economía nacional frente a la dependencia externa
y las presiones indebidas de gobiernos empresas transnacionales e instituciones financieras
internacionales.
Para estos fines, la nueva economía debe operar fundamentalmente con base las siguientes —
entre otras— políticas instrumentales:
 Desarrollo y aprovechamiento del talento humano y la creatividad y sus grandes
contingentes de trabajadores manuales e intelectuales. Los países de la región han venido
desperdiciando uno de los recursos de mayor valor estratégico, como lo es la capacidad creativa
y la disciplina de los latinoamericanos y caribeños. Paralelamente ha venido perdiendo gran
parte de sus profesionales y técnicos más capaces y mejor preparados, los cuales son atraídos
por los países industrializados o se ven obligados a emigrar a ellos en busca de oportunidades de
trabajo y realización personal. El buen desempeño de los inmigrantes y el importante aporte en
transferencias de sus ahorros que hacen a sus respectivos países son buena prueba de esos
atributos. Este recurso bien manejado, mediante programas eficientes de identificación y
retorno de talentos y estímulos adecuados para éstos puede llegar a contribuir significativamente
en la economía nacional, particularmente si el desarrollo de la creatividad individual es
estimulado sistemáticamente desde la niñez temprana y consolidado en la educación media.
 El desencadenamiento de la cuantiosa potencialidad económica constituida por sus
grandes recursos naturales que hoy adquieren un alto valor económico y geopolítico, los
extensos territorios colmados de tierras, agua, bosques, paisajes y localización estratégica
comercial. La región y cada uno de los países disponen de importantes recursos naturales,
particularmente tierra, agua, bosques, plantas medicinales, pesca, biodiversidad y minerales y
energéticos. Sin embargo, este rico y estratégico patrimonio no se encuentra debidamente
incorporado a la economía, es deficientemente aprovechado y en general es gravemente
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depredado. Por esta razón muchos de ellos se ven obligados a importar energía eléctrica,
combustibles, alimentos, maderas, productos piscícolas y marinos, fármacos derivados de los
recursos botánicos y silvícolas, y muchos otros rubros. La nueva economía tendrá que
incorporarlos y agregarles valor para abastecer el mercado interno y generar la riqueza necesaria
para el progreso y el bienestar y para liberarse de costosas importaciones. 18
 El aprovechamiento prioritario de los amplios mercados internos nacionales, los cuales en
buena parte de los países constituyen una masa crítica de mercado suficiente para garantizar la
dinámica de crecimiento económico. Varios de éstos cuentan con población suficiente para
sustentar un mercado interno para su propia producción en desarrollo de políticas de
industrialización estratégica, particularmente si se las acompaña de ampliación de del ingreso
familiar. Los de alta y mediana población tienen mercados potenciales superiores a los que los
países europeos tenían al terminar la Segunda Guerra Mundial, y los pequeños —como los
centroamericanos y caribeños— tienen acuerdos de integración de mercados que pueden
permitirles superar las restricciones de demanda interna, si se disponen a hacer efectivos dichos
mecanismos de integración. Varios de los asiáticos cumplían esta condición demográfica y la
aprovecharon con eficacia y hoy son potencias industriales, tales como Korea, Taiwan, Hong
Kong antes de su retorno a China. Por ello puede decirse que los países de la región no están
aprovechando esta ventaja estratégica.
 La recuperación del agro. La economía regional ha venido relegando la agricultura con un
triple perjuicio. Por un lado el abandono de un recurso productivo clave para garantizar la
seguridad alimenticia y el nivel razonable de precios en el mercado interno, así como para la
producción de diversas materias primas. Por otro, la disminución de empleo para la población
campesina, la cual ha venido desplazándose sistemáticamente hacia las áreas urbanas en donde
no encuentra trabajo ni adecuados servicios sociales y habitacionales. Y por otro porque en
muchos casos los países tienen que acudir a la importación de alimentos. Como es fácil
recordar, la apertura económica de los años 90 arruinó gran parte de la agricultura de la región.
Entre las estrategia de recuperación vale la pena considerar la propuesta de Tomaso Casciello
(2010) de “vuelta al campo mediante una agricultura familiar”, de productividad baja y
mediana, organización comunitaria y prácticas cooperativistas.
 Modernización, del desarrollo científico y tecnológico. Con el aporte de la segunda mitad del
siglo pasado, en el siglo que se ha iniciado ha surgido una nueva ciencia que está dando origen a
una Tercera Revolución Industrial.19 Este fenómeno está llamado a transformar radicalmente los
conceptos y procesos de producción en todos los campos. La electrónica, la informática, la
energética, la física cuántica, la ingeniería genética, la robótica, las imágenes diagnósticas, las
nanociencias y los nuevos materiales —entre muchos otros nuevos aportes científicos y
tecnológicos— están generando un cambio fundamental en la economía, particularmente en la
amplia y asombrosa gama de productos por generar, el desempeño del trabajo humano, la
versatilidad de los productos y del impacto sobre la civilización contemporánea y los valores,
las actitudes y las motivaciones de la población sobre la producción y el consumo. Los países
que no se percaten de esta nueva y desafiante realidad quedarán irremediablemente relegados. Y
es por eso que la región tiene que enfrentar desde ya este contundente desafío.
Por ejemplo, en Colombia las tierras de vocación agrícola constituyen el 12% del territorio pero solo el 4.6% están
cultivadas, según el IGAC (1995); cuenta con 2.900 kilómetros de litoral marino en el Atlántico y el Pacífico y una rica plataforma
oceánica; y tiene un desempleo abierto del 12% (DANE, 2009) y más de 4 millones de campesinos desplazados de sus tierras. Sin
embargo importa 10 millones de toneladas de alimentos (DANE, 2009).
19
Para una extensión del tema véase Rubén D. Utria: El Desarrollo Científico y Tecnológico y su Planificación: Un Enfoque
Conceptual y Metodológico. COLCIENCIAS, Documentos de Asesoría. Bogotá, 2005.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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 La compatibilidad de los sistemas de producción, consumo y ocupación del territorio y sus
recursos naturales con la preservación de la naturaleza y sus recursos y el hábitat
humano, así como la contribución efectiva a la mitigación del cambio climático y sus
adversos efecto. En general los recursos naturales de la región se encuentran seriamente
afectados por la contaminación física y química, la depredación avanzada y simultáneamente la
emisión de calor y gases generadores del efecto de invernadero están contribuyendo al
calentamiento planetario. Con algunas excepciones, buena parte de los empresarios productores
y los desarrolladores urbanos no han tomado conciencia de sus responsabilidades ambientales y
su obligación de generar una producción limpia. El desplazamiento de las industrias
contaminantes hacia las periferias internacionales por parte de los países industrializados
estimula el ingreso en la región de tecnologías contaminantes y emisoras de gases
inconvenientes. El debilitamiento de los organismos de control ambiental que los países de la
región han experimentado en los últimos 25 años al impulso del neoliberalismo económico ha
facilitado entre retroceso.
 La agregación de valor a la producción, industrialización y sustitución de importaciones.
Al impulso de las doctrinas neoliberales y la globalización, la economía de la región ha venido
involucionando en los últimos treinta años hacia el tradicional modelo agro-minero exportador,
y convirtiéndose en importadores netos de bienes y servicios. Este significa énfasis en
actividades minero-extractivas y agricultura tradicional, que son actividades que generan poco o
ningún valor agregado a la producción. La gran mayoría de los países importan numerosos
productos que podrían ser producidos en el país, no solo de bajo contenido tecnológico sino
también de media y alta tecnología. Los primeros estudios de la CEPAL de los años cincuenta y
sesenta demostraron que existía suficiente capacidad instalada en los países y que con modestas
inversiones y adecuados esfuerzos de desarrollo tecnológico podían sustituir parte importante de
las importaciones, particularmente en los rubros de materiales procesados, herramientas,
pequeños y medianos equipos artesanales e industriales, llantas y repuestos para automotores,
productos químicos, abonos, cableado eléctrico y alambres de cercado y usos domésticos, hilos
y tejidos, confecciones, vidrios y cristales y demás insumos para la construcción, agroquímicos,
fármacos, papel y otros rubros, además del ensamblado de vehículos y la producción de bienes
de capital de mediana tecnología. Los países que siguieron las recomendaciones del citado
organismo lograron en alrededor de 20 años iniciar un proceso sólido y sostenible de
industrialización y agro-industrialización inicialmente para su mercado interno y después para la
exportación de los excedentes. Así lograron Brasil, México, Argentina y Colombia avanzar en
su desarrollo económico por 40 años. Para retornar al camino extraviado, las economías de la
región deben apuntar a una estrategia que combine la modernización con la industrialización,
aprovechando la revolución industrial, los mercados nacionales y el regional y la amplia oferta
de capital extranjero que se vienen desplazando de los países industrializados al impacto de la
actual crisis económica y financiera.
 La integración sistémica de las actividades productivas. En general las economías de la
región son desarticuladas intersectorial e intra-sectorialmente, carecen de integración espacial
orgánica, no generan los eslabonamientos productivos pertinentes y no disponen de las alianzas
estratégicas necesarias para la minimización de los costos. El resultado es ineficiencia,
desperdicio de recursos y dependencia de las importaciones, pérdida de competitividad. La
superación de estas limitaciones exige planificación eficiente integrada de la producción.
 El ordenamiento territorial de los emplazamientos productivos con fines de eficiencia
económica de localización y distribución estratégica territorial. Por falta de una planificación
regional y urbana en los últimos 60 años, la localización de los emplazamientos productivos —
así como los asentamientos y los mercados generados por éstos— se ha producido un cúmulo de
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problemas y conflictos en los centros urbanos, debidos a la urbanización acelerada y
concentrada y paralelamente al abandono de regiones y zonas de alta potencialidad derivada de
sus recursos y hasta su propia localización estratégica. Este fenómeno tiene, además, incidencia
importante en los costos de producción (deseconomías), particularmente en el transporte, la
infraestructura vial, la saturación y congestión de las ciudades, el abandono de tierras y
recursos, las desventajas de localización para las exportaciones y otras externalidades. Por esta
razón este factor de la distribución territorial de la producción adquiere la mayor importancia y
debe abordarse mediante un eficiente ordenamiento territorial encaminado a organizar
racionalmente el especio socioeconómico nacional, la organización de redes y clusters y la
preservación ambiental. Como resultado de la inexistencia de un esquema nacional de
ordenamiento territorial del desarrollo, las actividades productivas se implantan sin racionalidad
siguiendo las tendencias generalmente caóticas del mercado, con desatención de las
restricciones ecológicas y de las deseconomías en el transporte y demás desventajas de la
ausencia de integración estructural de la producción.
 El aprovechamiento de la estratégica localización geográfica de la región y su acceso
directo a los mercados de Norteamérica, Europa y el Oriente para una participación
remuneradora y equitativa en la economía globalizada. Con excepción quizá de México, los
países de la región no han aprovechado las ventajas económicas comparativas y competitivas y
las oportunidades geopolíticas que les ofrece su localización geográfica. En general la ubicación
de los emplazamientos productivos no responde a una estrategia exportadora ni importadora de
insumos y la infraestructura vial y de transporte no apunta al aprovechamiento de los dos
océanos, el canal interoceánico y otras ventajas.
 Integración regional. Las nuevas economías y su nueva capacidad tecnológica de producción
requieren mercados de varios cientos de millones de habitantes. Esta consideración se torna
evidente en los casos de Estados Unidos y Europa y no tiene otra solución que la integración de
los mercados de grupos de países y, ojalá, regiones y subregiones enteras. Además esta
integración trae consigo otra ventaja: el poder de penetración competitiva y de negociación
comercial. Nuestra región requiere indispensablemente concretar los esfuerzos de integración
económica que han venido frustrándose durante los últimos 40 años, debido principalmente a
las presiones y obstáculos interpuestos por las grandes empresas transnacionales y la falta de
conciliación interna entre los intereses de los sectores productivos de los países, así como por la
ausencia de adecuada intervención de los gobiernos.
 La seguridad energética. Este factor es clave para la marcha eficiente de todas las actividades
productivas y, por tanto, debe otorgárseles alta prioridad en la inversión a los sistemas de
generación, transmisión, distribución y consumo. Debido a las implicaciones adversas de la
energía de origen fósil para el calentamiento global y la contaminación, es preciso iniciar cuanto
antes la búsqueda y el aprovechamiento de fuentes alternativas.
 La seguridad alimenticia. Compromiso fundamental de una buena economía nacional es la
garantía de que cubrirá adecuada y prioritariamente la demanda de alimentos de toda la
población. Esta garantía incluye la producción de alimentos en condiciones de alta calidad y
exentos de todo tipo de contaminación, alteración genética inconveniente, procedimientos de
manipulación y preparación que afecte la salud de los consumidores y otros factores sanitarios y
médicos conexos.
 El manejo ambiental en la minería. Con excepción de la gran minería industrializada, esta
actividad se adelanta artesanalmente en la mayoría de los países, con grave impacto depredador
sobre grandes extensiones de tierras y aguas y condiciones inhumanas y altamente peligrosas
para los trabajadores. Esta situación es particularmente adversa en la minería del carbón, el
estaño, el oro y las piedras preciosas, en donde con frecuencia los mineros queda atrapados en
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los túneles, se contaminan en los ríos, se mueren de silicosis y otras enfermedades profesionales
conexas. Por su parte la gran minería, generalmente extranjera, también desatiende sus
obligaciones ambientales.
 Disciplina fiscal. Toda economía eficiente requiere rigurosa disciplina en el gasto fiscal que
garantice el volumen adecuado de ingresos, los programas de inversión y gasto, el buen manejo
del déficit, el equilibrio de la balanza de pagos, la disponibilidad de divisas, el servicio de la
deuda interna y externa, la disponibilidad de las reservas internacionales y otros aspectos afines.
Igual atención debe otorgarse a la política cambiaria para que ella coadyuve a la actividad
exportadora y al manejo estratégico de la deuda externa,20 la capacidad de importación, la
disponibilidad de divisas y otros aspectos conexos. Asimismo, este amplio concepto de
disciplina fiscal incluye el régimen de impuestos, para que este garantice el ingreso público y
sea socialmente equitativo, progresivo, estimulador de la inversión en actividades prioritarias
para el desarrollo nacional, y no introduzca discriminaciones entre los empresarios e
inversionistas, no otorgue privilegios innecesarios e inconvenientes al capital extranjero y no
permita el traslado indirecto y sistemático de los impuestos de la producción y el capital a los
sectores de ingresos medios y bajos, como es usual en la gran mayoría de los países de la
región.
 Tasas de capital y de cambio. Estos dos factores requieren la mayor consideración. El costo
excesivo y usurero del capital encarece la producción y solo puede ser enfrentado por las
actividades de mayor productividad y rendimiento, con el consecuente marginamiento de
empresarios medios y pequeños que constituyen la inmensa mayoría en los países de la región.
Esto es más grave cuando, como sucede en la mayoría de los países de LAC, no existen
sistemas adecuados de microcrédito. Por su parte la política monetaria puede sobrevaluar las
monedas nacionales y desestimular las exportaciones, como también está sucediendo en la
región, particularmente como consecuencia del alza de los precios internacionales de algunas
materias primas, como el petróleo y varios minerales. Los fondos de ahorro de divisas en el
exterior “para emergencias futuras” —de bajo rendimiento— que están siendo recomendados
por organismos internacionales para conjurar la llamada “enfermedad holandesa” carecen de
sentido si los países tienen que endeudarse a tasas más altas para sus gastos e inversiones en
divisas y si tienen alto déficit de bienes de capital. En este caso no se trata de una “enfermedad”
sino de una oportunidad para modernizar la producción nacional.
 Gasto militar. Este factor sigue constituyendo un freno para el desarrollo de los países y
generando tensiones políticas en LAC. Según el Instituto Sueco para el Estudio de la Paz —
SIPRI— (2010), En 2009 este gasto aumentó 50% en relación con el año 2000 y está
significando el 2.4 del PIB regional en un momento en que no existen conflictos bélicos. Esta
situación debe ser superada.
 La defensa efectiva de los intereses sociales y nacionales frente a la penetración del capital
extranjero y las empresas transnacionales, para evitar la enajenación de activos nacionales de
alto valor estratégico, el monopolio y el control de las actividades financieras y de
comercialización, el desplazamiento de empresarios y productores nacionales, el desempleo
neto que se genera con sus prácticas intensivas de capital, el retorno inequitativo de utilidades,
la fuga de capitales nacionales para inversiones en otros países y otras prácticas inconvenientes.
Esta actitud de defensa debe estar presente hoy más que nunca frente a la actual crisis
Se alude al aprovechamiento de las reservas nacionales en dólares y otras divisas depositadas en los grandes
bancos norteamericanos, europeos y japoneses, que desde hace mucho tiempo están recibiendo rendimientos irrisorios
—generalmente del 0.5% al 3%— mientras que los países están pagando por su financiamiento externo dos o tres veces
dicho rendimiento. Ya varios de los países de la región, como Venezuela, Argentina y Bolivia vienen acudiendo a este
recurso estratégico.
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económica de naturaleza sistémica que afecta a los países ricos y amenaza la estabilidad del
capitalismo. A este respecto debe tenerse presente que la región tiene poco futuro mientras se
mantengan las actuales características de la globalización comparativa, porque ella está
concebida para privilegiar productos de alto contenido tecnológico y alto precio. Otro tanto
puede decirse, en general, de los “tratados de libre comercio” Éstos son sanos y convenientes
cuando se trata de países de igual o parecido nivel de desarrollo, pero son perjudiciales cuando
siguen los preceptos del “libre comercio” en boga, por la iniquidad de los términos de
intercambio y porque inviabilizan la industrialización nacional e introducen productos agrícolas
altamente subsidiados en los países de origen.
 La liberación de la dependencia externa que ha asfixiado las economías nacionales desde la
Colonia y que continúa saqueándola en los últimos 30 años a través de las políticas neoliberales,
incluidos los inequitativos tratados de libre comercio. Este objetivo involucra la liberación de la
economía regional del capital transnacional expoliador y de las doctrinas neoliberales y los
compromisos del “Consenso de Washington”, para ponerla al servicio de la sociedad. Esto
significa superar la dependencia externa extrema impuesta, la implantación de monopolios
extranjeros, la captura de las actividades productivas, comerciales y financieras nacionales por
parte de las grandes transnacionales, el predominio de las materias primas de exportación, la
enajenación de los activos económicos de mayor valor estratégico, la precariedad de los
salarios, la escasa generación de empleo y su precarización, la liquidación de la seguridad
social, el desmonte de las conquistas sociales de los trabajadores y otros perjuicios. Por otra
parte, nadie discute la contribución que la inversión extranjera directa (IED) puede realizar en la
aceleración del desarrollo económico de los países pobres y, consecuentemente, debe contarse
con una estrategia defensiva y equitativa para contar en la región con este recurso. En este
propósito es necesario corregir el indebido actual desempeño de las grandes empresas
transnacionales que opera básicamente en la siguiente forma: (i) Constitución de abusivos
monopolios que condenan a la quiebra a los productores nacionales. Éstos generalmente operan
en condiciones de altas mecanización, intensividad de capital y elevada productividad,
derivadas de las ventajas de sus altas escalas de producción. Este fenómeno trae aparejado el
desplazamiento de grandes contingentes de pequeños productores locales, que no son
reemplazados en la economía nacional; (ii) Invierten en proyectos de extracción e importación
minera para sus casas matrices, pero no crean nuevas empresas ni invierten en frentes de mayor
valor estratégico para la economía nacional —como la industria— sino preferentemente en los
sectores financiero, de telecomunicaciones y en grandes centros comerciales, mediante la
compra de empresas nacionales ya establecidas y exitosas; (iii) En el comercio se limitan a la
venta de artículos importados con el consiguiente impacto sobre la balanza comercial, y cuando
se trata de productos nacionales les asignan marcas propias de la respectiva transnacional para
aumentar su poder competitivo y monopólico; (iii) La escasa o negativa generación de empleo,
debido a su producción intensiva de capital y liberadora de mano de obra, impacto que viene
acompañado de la elevada pérdida de empleos en el frente de los competidores arruinados:
pequeños industriales y proveedores, así como tenderos de barrio y trabajadores independientes;
(iv) Acaparamiento del crédito disponible en el sistema financiero nacional —porque “son
clientes grandes, ofrecen mayores garantías y facilitan a los dueños de los bancos la fuga
subrepticia de capital”; (v) Ejercen presiones indebidas en el sector público en procura de
jugosas exenciones tributarias, privilegios en el mercado, garantía de estabilidad jurídica, y otras
prebendas, concedidas bajo el pretexto de generar “confianza inversionista y seguridad jurídica”
a la inversión extranjera. Estas concesiones entrañan una vergonzosa discriminación a los
empresarios nacionales y fortalecen el poder monopólico de las empresas transnacionales; y (vi)
Están apoderándose de los medios de comunicación —telecomunicaciones, prensa, radio, etc.
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— y de la industria cultural, con lo cual están conformando un nuevo y peligroso sistema de
penetración política y cultural en los países de la región.
 Planificación prospectiva. La construcción y puesta en marcha de una nueva economía para la
región y cada uno de los países no puede ser un ejercicio improvisado y de ejecución errática.
Se trata de una actividad estructural de la mayor importancia que debe ser planificada en forma
altamente eficiente y con base en el mayor respaldo político. Los países europeos superaron la
devastación de su economía producida durante la guerra mediante disciplinados planes
quinquenales nacionales de desarrollo. La URSS se convirtió en gran potencia usando la misma
estrategia. China ha basado su acelerado y vertiginoso desarrollo económico y social con base
en sucesivos planes quinquenales; e India viene construyendo su nueva economía en la misma
forma. En LAC la planificación nacional del desarrollo impulsada y asesorada por la CEPAL
permitió durante 30 años un crecimiento sostenido del 5 % e impulsó un interesante proceso de
industrialización. El actual estruendoso fracaso de “la mano invisible del mercado” de los
últimos tres decenios debe servir en la región para repensar sobre la reincorporación de este
estratégico instrumento.
El punto de partida en el proceso de construcción de esta nueva economía es la definición de un
marco ideológico que la fundamente y oriente política y operativamente, para que opere con
efectividad en función de los intereses sociales, nacionales y regionales; y concrete el objetivo
supremo de su liberación de la dependencia externa. Para alcanzar este logro será preciso que se
trate de un proyecto nacional de economía técnicamente válido, políticamente viable y
eficientemente ejecutable. Esta última condición entraña su debida pertinencia a la diversidad de
escenarios económicos nacionales y puede involucrar una estrategia de transición y progresividad.
Como en el caso del modelo de sociedad, ya tratado, el análisis objetivo del desempeño
histórico de las economías capitalista y comunista y sus respectivos logros, beneficios y perjuicios
para la humanidad, así como su crisis actual, ya permite identificar las respectivas ventajas y
desventajas de ambos sistemas; así como sus respectivas capacidades e incapacidades para crear
riqueza y distribuirla, para generar formas y procesos efectivos de integración y desarrollo sociales
en condiciones de respeto a la dignidad humana y de auténticas democracia y libertades ciudadanas.
Esta circunstancia especial que brinda la presente coyuntura mundial puede permitir la búsqueda de
alternativas de modelos eclécticos válidos y viables para dicha opción ideológica, que combinen y
maximicen las ventajas y beneficios, y minimicen las desventajas y costos y sacrificios de la
sociedad latinoamericana y caribeña en su lucha histórica por la liberación, el desarrollo y el
progreso.
En efecto, en la perspectiva y el conocimiento que hoy se tiene del desempeño de las
economías de los dos sistemas político-económicos, las disyuntivas básicas no parecen ser
forzosamente entre “mercado salvaje” y estatismo restrictivo, ambos con sus grandes omisiones y
errores históricos, y entre las iniciativas privada y estatal. El problema de las opciones gira, quizá,
en torno a la posibilidad de combinar coherentemente los atributos positivos de ambos sistemas en
una estrategia ecléctica y dosificada que permita aprovechar la iniciativa, la participación y la
creatividad individuales y colectivas de la población y, al mismo tiempo, superar las desigualdades
e injusticias sociales e impulsar y acelerar el desarrollo económico y social. Se sabe bien que estas
estrategias eclécticas y conciliatorias son difíciles de concretar en una región tan diversa y dispersa
como la nuestra; y porque no se trata de sociedades nacionales unitarias, integradas y regidas por la
concertación y el consenso, sino fraccionadas en clases y grupos sociales con intereses económicos
y políticos dispares. En este escenario las clases y grupos dominantes actúan con todos los medios a
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su alcance por el dominio del poder, la defensa drástica de sus intereses y el freno o la frustración
de las reformas sociales, económicas y políticas.21 A esta situación se agrega la interferencia
adversa de los grandes carteles financieros, industriales y comerciales transnacionales ―en alianza
con los nacionales― y las manipulaciones políticas de las potencias hegemónicas, fenómenos éstos
que anulan los recursos y potencialidades nacionales para superar el atraso y el subdesarrollo.
Por otra parte, la definición de una opción de esta naturaleza debe estar precedida de la
solución varios problemas científicos y académicos relacionados con ciertas fallas de la teoría
neoclásica, como —entre otras— la relativa al “equilibrio general del mercado” y la ausencia de
consideración para los aspectos sicológicos y sicosociales de las preferencias económicas (Legrenzi
y Ruminiati, 2005), la naturaleza y la dinámica sistémicas del funcionamiento de la economía
(Utria, 2002); así como la no incorporación de nuevos enfoques de la economía, tales como el
experimental, el evolucionista, el cognitivo, el neuroeconómico y el behavioral (Viale, 2005).
No obstante esta compleja situación, la observación de la experiencia histórica de la
segunda mitad del siglo XX y los comienzos del presente permite constatar que existen caminos
alternativos con posibilidades de relativo éxito que podrían ensayarse. A este respecto, y solo con
fines ilustrativos, podría decirse lo siguiente: Los países nórdicos han venido ensayando con
positivos resultados una economía de capitalismo social que permitió en los últimos 50 años
acelerar el desarrollo económico y social en condiciones de relativa equidad. Los países de la
Europa Occidental lograron superar la devastación de la guerra y acelerar el desarrollo social con
base en un modelo que se esfuerza en la promoción del el bienestar social, el empleo y la equidad.
China ensaya con éxito una economía dirigida a impulsar un proceso de modernización y desarrollo
económico y social acelerado. Todos estos logros deberían ser objeto de estudio y reflexión en
nuestra región. Ello, aunque por excepcional y relativamente reciente, esta experiencia no permite
aun llegar a conclusiones definitivas. India, debilitada por el colonialismo recientemente superado y
agobiada por el lastre de una cultura ancestral paralizante, avanza con éxito en la construcción de
una nueva economía transformadora y productiva. Y en la región Cuba —a pesar de 50 años de
implacable bloqueo económico y político, poca disponibilidad territorial y periódicos desastres
naturales— ha logrado construir una economía de servicios que le ha permitido asegurar al pueblo
equidad, empleo para todos y excelentes servicios de salud, educación, integración y solidaridad
social, recreación, seguridad ciudadana y otros afines. Todas estas consideraciones permiten
concluir que podrían encontrarse caminos y modelos económicos alternativos, sin dejar de tener en
mente las posibilidades futuras de una sociedad y una economía poscapitalistas.
Esta definición es urgente e inaplazable porque la economía mundial se debate hoy en una
profunda crisis que debe ser debidamente enfrentada, antes que sus impactos afecten
irreversiblemente a la región. Como se anotó inicialmente, ya no es posible continuar haciendo
“más de lo mismo” porque, como se sabe, el comunismo como sistema colapsó hace 25 años al
impacto de su propia implosión por debilitamiento y agotamiento internos y el desgaste de la
“guerra fría”. Y el capitalismo ya ha comenzado a implosionar por fallas internas y al impacto de
los abusos del mercado inducidos por el “capitalismo salvaje”. La actual crisis financiera y
En la práctica en Latinoamérica y el Caribe no existe propiamente la “lucha de clases” sino,
fundamentalmente, el sometimiento de una clase sobre las otras, a través del empleo del Estado, las relaciones sociales
de la producción y otros instrumentos. Los movimientos subversivos pasados y actuales son muy pocos y se encuentran
debilitados y marginados.
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económica —que no es la causa del problema, sino su efecto 22— ya ha comenzado a debilitar las
demás estructuras del sistema en los países capitalistas más desarrollados y probablemente en todos
los demás. Y, por otra parte, los países de la región están enfrentados a dos desafíos históricos:
Sucumbir en el proceso irreversible de la ampliación geométrica de la brecha científica y
tecnológica a favor de los países ricos, que ya están aprovechando la Tercera Revolución Industrial;
y no poder responder adecuadamente a la amenaza del calentamiento planetario y sus catastróficos
efectos, ya en marcha, debido al subdesarrollo.
4. LOS ESFUERZOS NECESARIOS Y LOS COSTOS POLÍTICOS DEL REPLANTEAMIENTO
Construir académica y políticamente el nuevo pensamiento necesario y convertir en realidad esta
nueva utopía no será fácil para la región: poderosos obstáculos deberán ser superados, complejos
estudios tendrán que ser realizados y altos costos políticos deberán ser afrontados.
4.1 Obstáculos por superar
Son numerosos y de índole diversa los escollos que deben ser superados en el proceso de
replanteamiento. Entre ellos vale la pena mencionar los siguientes: los informativos y estadísticos,
los políticos y los geopolíticos.
4.1.1 Restricciones informativas y estadísticas
Algunos de los de naturaleza informativa, estadística y procedimental son los siguientes:
(i)
Quizá el mayor obstáculo inicial es la ausencia de conciencia política y académica para
entender la necesidad y la urgencia del replanteamiento propuesto. Nuestro
acondicionamiento mental y emocional de que todo nos debe ser dictado desde afuera no
nos ha permitido pensar autónomamente como región y como países miembros. Al mismo
tiempo habrá que hacer frente a un doble efecto inercial de tipo cultural e ideológico que
tiende a oponer resistencia, por una parte, al cambio cultural que entraña la entrada en
vigencia de una nueva sociedad solidaria, integrada y participativa, así como a una nueva
economía al servicio de la sociedad y no al revés. Y, por otra, al cambio ideológico que
significa la renuncia a intereses, principios y prácticas políticas aprendidos en la academia y
defendidos en la arena político-partidista y que, además, determinan relaciones de poder.
(ii)
Al mismo tiempo, se carece en general en la región de los datos estadísticos realmente
necesarios. Aunque cada país dispone de algunos de éstos e invierten importantes recursos
para elaborarlos esto no es suficiente, por el carácter generalmente macro que las cifras
tienen y porque los censos no son confiables y en muchos países ni siquiera son oficialmente
aprobados. También porque en general dichos datos no apuntan propiamente hacia los
propósitos del desarrollo nacional y las políticas publicas, y es frecuente la interferencia de
los gobiernos para acomodar la información a sus intereses político-electorales. Por su parte
los organismos regionales y mundiales se esmeran en coleccionarlos, completarlos,
procesarlos y publicarlos, pero las fallas de origen, el carácter comparativo de los estudios y
la intención política de éstos, reducen su utilidad práctica para los fines de una objetiva
comprensión de las condiciones y tendencias del desarrollo y la formulación eficiente de las
Para una extensión del tema véase Rubén D. Utria: La Naturaleza Sistémica de la Actual Crisis Económica
Mundial. XI Encuentro Internacional de Economistas Sobre la Globalización y Problemas del Desarrollo. Memorias. La
Habana 2009.
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políticas. Todo esto refleja el poco esmero de los países para disponer de la estadística
necesaria y los métodos de procesamiento e interpretación objetiva de su realidad y para
intentar su mejoramiento.
(iii) Mucho tiene que ver en esta situación la interferencia indebida que organismos como el
FMI, el Banco Mundial, el BID y otros organismos financieros internacionales ejercen en la
definición de la prioridad, la selección y la interpretación de la información estadística
económica y social de los países. La CEPAL cumplió una labor positiva durante sus
primeros decenios de actividad y a ella se debe en gran parte la institucionalización de los
estudios estadísticos en todos los países de la región. Hoy continúa esmerándose en este
campo, pero las deficiencias de la información proveniente de los países no facilitan su
trabajo.
(iv)
La frustración de los estudios científicos que algunos organismos oficiales y centros
académicos y ONG realizan sobre la economía y el desarrollo social, particularmente
referido a sectores, regiones y problemas específicos. Generalmente estos estudios son
alterados en sus conclusiones, no publicados, o no difundidos y en muchos casos
anatematizados, de acuerdo con los intereses políticos de los patrocinadores.
(v)
En este intento de identificación de escollos no podría dejarse al margen la responsabilidad
que la academia de los países de la región tiene en estas falencias. Con algunas excepciones
muy meritorias, las universidades en general no vienen cumpliendo su función analítica y
crítica de la realidad de sus países y de la región en su conjunto, ni están aportando luces
para la formulación de un nuevo pensamiento. Si bien es cierto que al impulso del
neoliberalismo económico han incorporado la investigación científica y tecnológica en su
quehacer económico, lo vienen haciendo más como moda y como medio de ingreso —a
través de contratos financiados por empresas privadas y entidades públicas— que como
actividad científica propiamente tal y afán intelectual emancipador. Esto es particularmente
cierto en el campo de las ciencias sociales. No obstante, y como consecuencia de esta
situación, existen algunos esfuerzos institucionales e individuales plausibles y valiosas
contribuciones de académicos brillantes, pero que no han logrado el impacto necesario
porque operan en forma dispersa. En este último sentido vale la pena destacar, por ejemplo,
la labor que viene realizando el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)
para la integración del trabajo científico social en pro de un pensamiento alternativo y los
centros de investigación de las universidades Autónoma de México y de Buenos Aires.
4.1.2 Escollos políticos e ideológicos
Debido a su contundente impacto, en este campo merecen mencionarse, entre otros, los siguientes:
(i)
La vigencia predominante de las doctrinas y prácticas neoliberales. No obstante los
graves perjuicios ocasionados a la región ya identificados, éstas continúan vigentes en la
gran mayoría de los países, inclusive en los que tienen gobiernos de centro-izquierda. Son
bien conocidos estos perjuicios en todo el mundo, incluido su propio patrocinador —los
Estados Unidos y sus empresas transnacionales— y toda la economía internacional está
siendo afectada por la actual crisis económica y financiera. Ésta, como ha sido expuesto,
tiene naturaleza sistémica y no sectorial y coyuntural y se origina en las doctrinas y prácticas
neoliberales, particularmente las derivadas del llamado ”capitalismo salvaje”. Mientras
permanezcan en vigencia y en boga tales teorías y prácticas los países de la región seguirán
condenados a frenar su desarrollo económico, profundizar las desigualdades sociales e
incrementar su dependencia externa.
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(ii)
El lastre ideológico del colapso del comunismo soviético. Aparte de dejar al mundo en
manos de una sola potencia imperial y sin posibilidades de un contrabalance político y
geopolítico en las relaciones internacionales de poder, este fenómeno ha generado un pesado
lastre ideológico que sicológicamente viene cerrando las puertas en muchos círculos
intelectuales y académicos y de la opinión pública, a cualquier iniciativa en pro de un
pensamiento económico y político alternativo. Asimismo, se afirma falazmente que
cualquiera otra doctrina ajena al capitalismo ―el libre comercio y la globalización de la
economía― es solo una versión disfrazada del “estatismo stalinista”. Además, no obstante
su contundente refutación por la historia y la política y la alteración geopolítica del poder
económico mundial en marcha, los dueños y áulicos del poder en la región y en los países
siguen predicando “el fin de la historia” del profesor Fukuyama (1992); y, por tanto, la
inutilidad de un nuevo pensamiento y un sistema alternativo. Esta estrategia ha hecho
extensa mella en la academia y en el electorado, así como en la gente de la calle, y ha
debilitado la fuerza de los movimientos políticos de izquierda.
(iii) La inexistencia del nuevo pensamiento. Como ya fue mencionado, existen muchos
esfuerzos y propuestas dispersas sobre el tema. Pero todas ellas tienen y tendrán poco peso
mientras no surjan de un esfuerzo cooperativo y coordinado de todas las fuerzas que anhelan
un cambio político en la región y en cada uno de sus países. Hay muchas y diversas
propuestas ideológicas ―ya mencionadas― como la del “Socialismo Siglo XXI” 23 y “El
Comunitarismo” (Alameda y otros 2205), y de mecanismos de integración y acción como la
“Alternativa Bolivariana (ALBA)”, la Unión de los Países Suramericanos (UNISUR), las
propuestas del Foro Social de Porto Alegre, y la “OEA sin Estados Unidos y Canadá” que
acaba de acordarse en Cancún. Pero aun nada concreto, estudiado científicamente,
concertado democráticamente, ni surgido de la propia entraña de los pueblos, e impulsado
por una nueva generación de políticos y dirigentes sociales y comunitarios, sociólogos,
politólogos, economistas y estrategas y planificadores del desarrollo. Y tampoco se
vislumbra un liderazgo eficiente y unificado capar de catalizar los anhelos de cambio de la
comunidad latinoamericana y caribeña. Al contrario, arrecian los conflictos entre países
hermanos, se sobrevaloran las diferencias etnoculturales, gobiernos democráticamente
elegidos son derrocados impunemente,24 se afianza la dependencia externa y el territorio
regional comienza a ser mancillado con nuevas bases militares extranjeras.
(iv)
Las resistencias externas e internas. Un pensamiento emancipatorio, como el que se
necesita, será seriamente resistido con todas los medios —incluida la violencia— por las
potencias dominantes y sus socios criollos; y la historia latinoamericana y caribeña está
plagada de dolorosos antecedentes al respecto. La implantación masiva de dictaduras
militares, las invasiones directas a los países, el infame bloqueo de más de 50 para años para
castigar y empobrecer al pueblo cubano, el financiamiento y el entrenamiento de
contingentes paramilitares y brigadas de muerte, el interminable accionar criminal de las
mafias del narcotráfico y muchos otras interferencias e intervenciones externas son
elocuentes ejemplos. Sin embargo, superar este tipo de obstáculos ha sido y seguirá siendo
el requisito de los grandes avances de la humanidad que la historia no rebaja a los pueblos.
Y la región no tiene por que ser menos.
Los expositores más lúcidos de esta propuesta son Heinz Dieterich Steffan en su libro El Socialismo del
Siglo XXI. Editado por la Fundación para la Investigación y la Cultura. Bogotá 2007. ISBN 958-9091-77-6; e István
Mészaros en su libro Socialismo o Barbarie: La alternativa al orden social del Capital. Ediciones desde abajo,
Difundir Ltda. Bogotá 2009. ISBN 978-958-8454-06-1.
24
Se alude al caso del gobierno democrático de Honduras en 1009.
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4.1.3 Escollos geopolíticos
Hacen presencia obstaculizadora también poderosos factores de naturaleza geopolítica entre los
cuales se podrían citar los siguientes:
(i)
La función de patio trasero de Latinoamérica y el Caribe. A lo largo de la historia del
continente americano nuestra región ha sido considerada por la potencia del Norte como su
“patio trasero” según expresión ya generalizada en los Estados Unidos y en LAC. Esto
significa que la región es la reserva interior de mercado, recursos productivos y escenario
geopolítico de apoyo militar de dicha potencia. Esta función tenderá a ampliarse en la
medida en que ésta continúe perdiendo su poder hegemónico mundial y sus dificultades
económicas y políticas internas se agudicen. Ello entrañaría un severo obstáculo adicional
para las reivindicaciones de la región.
(ii)
La presión de las potencias emergentes. La anterior situación y el celo de control de su
área de influencia tenderán a agudizarse en la medida en que las nuevas potencias
emergentes —China, Rusia, India, y en menor escala Irán y otros países del cercano oriente
y Asia Central— aceleren su estrategia de penetración económica, política y cultural en
Latinoamérica y el Caribe. En este caso es previsible que la potencia del Norte acuda a todos
los recursos a su alcance para mantener e incrementar su control político y militar.
(iii) La batalla mundial por el control de los recursos naturales estratégicos. En la medida en
que el agotamiento de los recursos naturales de las grandes potencias comiencen a escasear
—como ya ha comenzado a suceder ya sea por agotamiento físico o por dificultades
tecnológicas— la presión de los altos precios determinará mayor interés y celo competitivo
entre dichas potencias en relación con los recursos de la región. Esto puede entorpecer los
esfuerzos de liberación y desarrollo de nuestros países, porque entre grandes potencias la
competencia se define con instrumentos de poder y cooptación y sometimiento de los países
débiles. Esta misma situación puede producirse en la medida en que recursos básicos como
el agua, tierras para la producción de alimentos y biocombustibles, bosques capturadores de
C02, nuevos metales y otros minerales afines comiencen a escasear en el planeta, como lo
prevén numerosos científicos. Como es sabido, hay quienes pronostican que las guerras del
futuro serán por el agua, los energéticos y el control de los bosques tropicales.
(iv)
La geopolítica de los efectos del calentamiento global. Si los impactos del cambio
climático ya en marcha continúan mostrando su agresividad contra los países
industrializados, regiones menos generadoras de calentamiento y en relativo menor deterioro
ambiental —como Latinoamérica y el Caribe— podrían ser objeto de atención geopolítica
de refugio ante dichos efectos cada vez más catastróficos. Esta situación podría también
entorpecer los propósitos liberadores de la región.
(v)
La región latinoamericana y caribeña como uno de los últimos refugios del capitalismo.
El debilitamiento de este sistema en Japón, su insostenibilidad en la mayoría de los tigrillos
asiáticos, la creciente agudización de su crisis en Europa, la guerra anti-occidente en el
medio oriente y Asia Central y los avasallantes avances del modelo económico de China e
India, así como los inequívocos síntomas iniciales de implosión del sistema en los Estados
Unidos, abren la posibilidad de que nuestra extensa y rica región latinoamericana y caribeña
pueda llegar a ser considerada como uno de los refugios del capitalismo para protegerlo y
afianzarlo aquí. En este caso las posibilidades de un repensamiento liberador y
transformador serían menores.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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4.2 Estudios a realizar
El pensamiento alternativo que se requiere no puede ser improvisado ni demagógico; y debe
inspirarse, entre otros, en los siguientes compromisos:
(i)
Ser genuinamente latinoamericano y caribeño, no en cuanto a la originalidad de las ideas
sino en cuanto surja de la intelectualidad, la sensibilidad y las aspiraciones de los pueblos.
(ii)
Inspirado y fundamentado en los principios de la dignidad humana, los derechos humanos y
ciudadanos, la solidaridad humana y social, el Estado de Derecho y la democracia auténtica.
(iii) Comprometido con la comprensión, el respeto a la naturaleza y la preservación de sus
recursos y particularmente con la producción limpia, el control de la contaminación y la
mitigación del calentamiento global.
(iv)
Elaborado con bases científicas y tecnológicas profundas, apoyado en el análisis de la
historia y los métodos de la prospectiva y enmarcado en una ideología coherente, válida y
viable y reivindicadora de los derechos y las aspiraciones de los pueblos de la región.
(v)
Debido a la amplia y profunda diversidad de las sociedades nacionales de la región, las
propuestas deben ser suficientemente generales para cubrirlas a todas y generar suficiente
consenso y adhesión ecuménica; y suficientemente específicas para cada tipo de situaciones
concretas.
(vi)
El esfuerzo creativo debe estar proyectado en la perspectiva del siglo XXI y el contexto
social, político, territorial, ambiental y geopolítico de la realidad de la región.
(vii) Asimismo, debe ser un pensamiento regido por los conceptos de la convivencia interna y
externa, y la cooperación y la solidaridad internacionales.
Para el desarrollo de los anteriores requisitos y compromisos el estudio de contener, entre otros, los
siguientes temas estructurantes: (ver detalle en el Anexo 1)
 Análisis crítico de los antecedentes y características históricas y políticas del desarrollo de la
región y sus países, así como de la conformación y funcionamiento de sus respectivas
sociedades nacionales
 El nuevo tipo de sociedades nacionales
 El nuevo enfoque conceptual de desarrollo nacional
 La nueva economía y sus funcionamiento
 La integración de la región
 Las relaciones internacionales de la región y de los países
 Las vías alternativas y los escenarios viables sociológicos, económicos y políticos para la nueva
concepción de la sociedad, el desarrollo nacional y la economía en la perspectiva del Siglo XXI.
4.3 El imperativo de un consenso latinoamericano y caribeño
La superación de de esta situación no podrá lograrse fácilmente en forma aislada por cada nación o
grupos de éstas. La búsqueda del nuevo camino implica forzosamente una auténtica y eficiente
integración regional y ambos objetivos requieren ineludiblemente el consenso. Es decir, un
consenso latinoamericano y caribeño que reemplace y supere las limitaciones y excesos del
capitalismo y el “consenso de Washington” y demás formas de dependencia ideológica y
económica.
En su afán de detener los cambios sociales y políticos, la región ha sido estratégicamente
dividida política y económicamente desde la Colonia y esta situación ha sido estimulada e impuesta
sistemáticamente a lo largo de la vida republicana de todos los países de la región por las potencias
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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dominantes. También la han promovido e instaurado retardatarias oligarquías nacionales las cuales,
en su estrategia de consolidación, han establecido alianzas defensiva de intereses comunes con la
potencia hegemónica de turno. En este marco estratégico, se han fortalecido los nacionalismos
conflictivos entre varios países y estimulado los egoísmos e intransigencias de los diversos gremios
de productores al interior de los países. Asimismo —y aunque a veces con propósitos laudables de
integración subregional― se ha promovido con fines estratégicos políticos y económicos la
formación de bloques económico-geográficos que, en ciertos casos, contribuyen más a fraccionar
que a integrar la región.25 En el plano nacional se atizan las confrontaciones de intereses sectoriales
de agricultores contra industriales y comerciantes, y comerciantes contra industriales y agricultores;
así como entre productores de las diversas provincias nacionals.Paralelamente, los apetitos
individuales, gremiales y de clase han conspirado con persistencia contra el destino integrador de la
región y le han abierto paso a la intervención disociadora y fragmentadora proveniente de las
potencias hegemónicas. Asimismo, un nuevo fraccionamiento está generándose en la región por dos
nuevos fenómenos: el viraje político de varios gobiernos hacia la izquierda y el centro-izquierda; y
el religioso resultante de la activa penetración de las doctrinas protestantes.
En general este tipo de fenómenos no es privativo de LAC sino que ha estado presente a lo
largo de la historia de las naciones con las mismas características anotadas, e impuesto por los
diferentes y sucesivos imperios que han dominado el mundo. En la historia reciente ha surgido un
caso excepcional: La Unión Europea está logrando estos dos objetivos como resultado de un
complejo y laborioso proceso de 40 años de búsqueda progresiva de consensos de sus gobiernos y
sus pueblos, quizá inspirados en la necesidad vital de poner fin a sus permanentes y devastadoras
confrontaciones bélicas. Sin embargo, la actual crisis económica internacional parece amenazar este
interesante ensayo histórico.
En la región, la suicida división ha persistido a pesar de los insistentes intentos de
integración económica promovidos por la CEPAL, la UNCTAD, la CAF, el BID y otros
organismos internacionales y regionales. Estos esfuerzos sólo han logrado en la práctica la
integración de las grandes empresas transnacionales, como en el caso de las grandes productoras de
lácteos, alimentos y fármacos, ensambladoras de vehículos, productoras de electrodomésticos y
varias otras.
Esta trayectoria histórica muestra la existencia de dos frentes conspirativos contra la
integración regional: uno exógeno activado por las potencias dominantes, las cuales consideran la
región como su “área de influencia” propio “patio trasero”; y otro endógeno, operado por las
respectivas oligarquías nacionales. Cada uno de ellos requiere una confrontación diferente: El
primero demanda modificaciones en el sistema internacional de poder, que haga favorable la
integración regional y esto solo será posible como resultado de su debilitamiento derivado de su
crisis, o de la presión política de los gobiernos y los pueblos de la región. El segundo involucra la
toma de conciencia de las dirigencias nacionales y el surgimiento de una voluntad liberadora y
reivindicatoria en la población y sus organizaciones democráticas. Y estos dos factores solo pueden
surgir de una nueva conciencia política de los pueblos de la región como un todo y su movilización
organizada hacia la búsqueda de su integración económica, cultural y finalmente política, como lo
soñaron los fundadores de los países de la región.
25
Este es el caso, por ejemplo, de los grupos “México y Centroamérica”, “Grupo del Caribe”, “Grupo Andino”, “Unisur”, etc.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Así, el punto de partida lo constituye el consenso ideológico en torno al desarrollo y la
economía nacionales. Y la presente propuesta de replanteamiento intenta apuntar hacia la
construcción de dicho consenso.
[El reto histórico de LAC. R.D.Utria, Marzo 2010]
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