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y a atreverse valientemente a lo que otros no
habrían ni siguiera lejanamente soñado23.
El primer biógrafo de don Bosco,
Don Lemoyne, también escribió la primera biografía de Mamá Margarita. En ella
ilustra muy detalladamente el papel de esta
madre al educar a sus hijos en el sentido de
Dios, siendo así, ella misma una matriarca
o profetisa, como otras mujeres de la Biblia.
Comenta el biógrafo: «El amor de Dios, el
horror al pecado, el temor de los castigos
eternos, la esperanza del paraíso no se aprende tan bien ni se graba tan profundamente
en el corazón como de los labios maternos
[…]. La instrucción religiosa que imparte
una madre […] hace que la religión se convierta en naturaleza y el pecado se aborrezca
por instinto, como por instinto se ama el
bien. Ser bueno se convierte en un hábito y
la virtud no cuesta gran esfuerzo […]. Margarita conocía la fuerza de semejante educación cristiana»24.
23 Cf. A. GIRUADO, DON BOSCO, maestro de vida espiritual. Servid al Señor con
alegría. Editorial CCS, Madrid 2012, p. 9-14. 24 G.B. LEMOYNE, Scene morali di familia esposte nella vita di Margherita Bosco,
relato ameno ed edificante, Torino, Tipografia e Librería Salesiana, 1886. P. 17-18.
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C S R F P
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B I B L I A
Como los hombres bíblicos tenían momentos de profunda oración y diálogo con
Yahvé, así mismo vivía y aprendía Don Bosco en la escuela de Mamá Margarita. Comenta Lemoyne en el capítulo sexto de su
escrito: «Dios estaba en la cumbre de todos
sus pensamientos y además estaba siempre
en sus labios […]. Dios te ve: era la gran
máxima con la que les recordaba que estaban siempre bajo los ojos de aquel gran Dios
que un día los juzgaría. Si les permitía ir a
jugar a los prados cercanos, los despedía diciendo: Recordad que Dios os ve. Si alguna
vez los veía pensativos y temía que tuviesen
en el alma algún pequeño rencor, susurraba en seguida al oído: Recordad que Dios
os ve y ve también vuestros más escondidos
pensamientos […]. Con los espectáculos de
la naturaleza avivaba también en ellos continuamente la memoria de su Creador. En
una bella noche estrellada salían al aire libre
y les mostraba el cielo y decía: Es Dios el que
ha creado el mundo y ha puesto allá arriba
tantas estrellas. Si es tan bonito el firmamento, ¿cómo será el paraíso? Al llegar la primavera, ante un bonito campo o un prado todo
teñido de flores, al elevarse una aurora serena o ante el espectáculo de una bella puesta
del sol exclamaba: ¡Cuántas cosas bonitas ha
hecho el Señor para nosotros!»25. Tal era la
fe ardiente que Mamá Margarita trataba de
inculcar en el corazón de sus hijos, poniendo
en él a Dios, al Creador, al Providente, al Redentor, al tierno Padre. Tal fue el corazón de
Don Bosco. La Biblia la aprendió “leyendo
y escuchando, mirando y contemplando”
todo lo que le decía y hacía la madre, Mamá
Margarita.
Elevados sobre esta sólida base religiosa,
dice Aldo Giraudo, los demás «ingredientes»
de la pedagogía menuda de Mamá Margarita resultan eficaces para la construcción de
aquella excepcional personalidad de Juan: el
sentido del trabajo, la vida espartana (sobria,
esencial, laboriosa), el sentido del deber, la
25 Idem, p. 28-30.