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Las representaciones sociales
en los procesos de comunicación
de la ciencia
SILVIA DOMÍNGUEZ-GUTIÉRREZ
MESA 5
En el presente trabajo se señala cómo en las sociedades contemporáneas, la
formación de las representaciones sociales de la ciencia tienen como fundamental
trasfondo los procesos de comunicación social. Se hace énfasis en que los diferentes
medios de comunicación ejercen una influencia considerable en la formación de las
representaciones que de la ciencia tienen las personas.
Se incluyen tres secciones estrechamente relacionadas entre sí,
conformadas, primero, por un breve acercamiento a los conceptos principales que
alude la teoría de las representaciones sociales; una segunda parte está se refiere a
algunos procesos de comunicación social en la producción de las representaciones
sociales, y una última sección aborda a las representaciones sociales en los procesos
de comunicación de la ciencia.
1. Representaciones sociales: breves aproximaciones conceptuales
Menciona Jodelet (1989:25) que existe siempre “la necesidad de saber a qué
atenerse” ante el mundo que nos rodea, puesto que es necesario adaptarse, actuar
en él, controlarlo física e intelectualmente y resolver los problemas que nos
plantea; por tal motivo, se construyen representaciones ya que ante este mundo de
objetos, personas, sucesos e ideas, no se está equipado únicamente de
automatismos, ni se está aislado en un medio eminentemente social, sino que se
comparte con otros, se apoya en ellos para comprenderlo, afrontarlo y controlarlo.
Agrega: “Por eso decimos que las representaciones son sociales y por eso son tan
importantes en la vida cotidiana. Ellas nos orientan en la manera de designar y
definir conjuntamente los diferentes aspectos de nuestra realidad diaria, en la
manera de interpretarlos, influir sobre ellos y, en caso contrario, tomar una
posición ante ellos y defenderla” (ibid:25).
La observación de las representaciones sociales podría parecer tarea fácil,
señala la autora, puesto que circulan en los discursos, en las palabras, en los
mensajes, en los medios de comunicación, cristalizadas en las conductas y las
disposiciones materiales o espaciales; más en realidad son fenómenos complejos,
siempre dinámicos y determinantes en la vida social; en su riqueza fenoménica se
pueden apreciar diversos aspectos o elementos, algunos de los cuales son, en
ocasiones, estudiados de manera aislada, como los elementos informativos,
cognitivos, ideológicos, normativos, creencias, valores, actitudes, opiniones,
imágenes, etc. No obstante, estos elementos están organizados bajo el espacio de
un saber que dice algo sobre el estado de la realidad, y es tarea de la investigación
científica dar cuenta de esa totalidad -en la medida de lo posible- describiendo,
analizando, explicando sus dimensiones, formas, procesos y funcionamiento.
Emile Durkheim (1895) fue el primero en identificar a las representaciones
colectivas como producciones mentales sociales; más es Serge Moscovici (1979)
quien renueva el análisis, enfatizando en la especificidad de los fenómenos
representacionales en las sociedades contemporáneas, caracterizadas por la
intensidad y la fluidez de los cambios y las comunicaciones, el desarrollo de la
ciencia, la pluralidad y la movilidad social.
1
Una de las características importantes de las representaciones sociales,
consiste en que son una forma de conocimiento socialmente elaborada y
compartida, con una orientación pragmática y orientada a la construcción de una
realidad común en un conjunto social. Es el saber del sentido común o saber “naïf”,
que se distingue del conocimiento científico y no obstante ésta forma de
conocimiento se considera un objeto de estudio tan legítimo como el científico, por
su importancia en la vida social y por su aporte en la clarificación de los procesos
cognitivos y las interacciones sociales.
Una enunciación propuesta por Mª Auxiliadora Bachs (1984), sintetiza, de
cierta forma y de una manera más cercana a nuestro lenguaje, los conceptos
vertidos por Moscovici y Jodelet, quienes son los que más han abonado al campo
teórico de las representaciones sociales.
Son la forma de conocimiento del sentido común propio a las sociedades
modernas bombardeadas constantemente de información a través de los medios
de comunicación de masas. Como tal siguen una lógica propia diferente, pero no
inferior a la lógica científica y se expresan en el lenguaje cotidiano específico
de cada grupo social. En sus contenidos encontramos sin dificultad la expresión
de valores, actitudes, creencias y opiniones cuya sustancia es regulada por las
normas sociales de cada colectividad. Al abordarlas tal cual ellas se manifiestan
en el discurso espontáneo, nos resultan de gran utilidad para comprender los
significados, símbolos y formas de interpretación que los seres humanos utilizan
en el manejo de los objetos que pueblan su realidad inmediata. Deben ser
estudiadas en sí mismas y no a través de la conducta y, al hacerlo de esta
manera, podemos prever los comportamientos de los grupos frente a los objetos
estudiados (1984:16).
De lo anterior, se desea enfatizar dos aspectos: 1) Como sistemas de
interpretación, las representaciones sociales orientan y organizan las conductas y
las comunicaciones sociales; intervienen en procesos tan variados como la difusión y
la asimilación de conocimientos, el desarrollo individual y colectivo, la definición de
las identidades personales y sociales, la expresión de los grupos y las
transformaciones sociales. Y 2) Como fenómenos cognitivos, engarzan la
pertenencia social de los individuos con las implicaciones afectivas y normativas,
con la interiorización de las experiencias, de los modelos de conducta y de
pensamiento socialmente inculcado o transmitido por la comunicación social.
Desde este punto de vista, las representaciones sociales son abordadas a la
vez como el producto y el proceso de una actividad de apropiación de la realidad
exterior al pensamiento y la elaboración psicológica y social de esta realidad; en
otras palabras, son modalidades de pensamiento bajo aspectos constituyentes (los
procesos) y constituidos (los productos obtenidos), que obtienen la especificidad de
su carácter social.
Precisamente, representar o representarse, se entiende como un acto de
pensamiento por el cual un sujeto se relaciona con un objeto, que puede ser una
persona, cosa, evento material, psíquico o social, idea, teoría, etc., y este objeto
puede ser real, imaginario o mítico; no hay representación sin objeto. Es así como la
representación mental, la pictórica, la teatral o política, reemplaza al objeto, está
en su lugar, lo hace presente cuando el objeto está lejano o ausente, y es entonces
que la representación mental del objeto es su sustitución simbólica.
2
Es importante notar que como contenido concreto del acto de pensar, la
representación social lleva la huella del sujeto y de su actividad, aspecto que
remite al carácter constructivo, creativo, autónomo de la representación, que
implica una parte de re-construcción, de interpretación del objeto y de expresión
del sujeto.
Resumiendo, las representaciones sociales deben ser estudiadas mediante la
articulación de elementos afectivos, mentales, sociales, a través de la integración
de la cognición, el lenguaje, la comunicación, la consideración de las relaciones
sociales que afectan a las representaciones, y la realidad material, social e ideal
sobre las que intervienen (Moscovici, 1979, 2001).
Este breve panorama conceptual de la teoría de las representaciones
sociales, proporciona un acercamiento a sus características fundamentales. No se
pretende ahondar, por el momento, en esta vasta producción teórica, sino más bien
enunciar rasgos principales con el propósito de enlazarlos con los procesos de
comunicación social que, como ya se dejó ver a través de las líneas y párrafos
anteriores, están íntimamente interrelacionados y no podrían existir la primera sin
los últimos y viceversa, aspecto que se verá a continuación.
2. Procesos de comunicación social en las representaciones sociales
Una premisa fundamental en el estudio de las representaciones sociales es el
de una interrelación, que a su vez trae implícita una multitud de relaciones, entre
ellas: 1. La correspondencia entre las formas de organización de la comunicaciones
sociales, y 2) las modalidades del pensamiento social, visto desde el punto de vista
de sus categorías, de sus operaciones y de su lógica.
Algunos estudiosos hacen hincapié en algunas de estas interrelaciones, o
desarrollan la relación de forma diferente de acuerdo a la atención prestada a la
conexión entre comunicación social, por un lado, o a la estructura social, por otro.
Para el presente escrito se retoman los aspectos o procesos de la comunicación
social, percatándose de los múltiples vínculos con otras mediaciones.
Moscovici (1979, 2001) ha insistido particularmente en el papel de la
comunicación social porque juega un papel fundamental en los cambios e
interacciones que propician la construcción de un universo consensuado y porque
reenvía a los sujetos a los fenómenos de influencia y de pertenencia social,
decisivos en la elaboración de sistemas intelectuales y sus formas prácticas en la
vida cotidiana.
•
•
La incidencia de la comunicación es examinada por el autor a tres niveles:
A nivel de emergencia de las representaciones cuyas condiciones afectan los
aspectos cognitivos. Entre estas condiciones se encuentran a) la dispersión de la
información concerniente al objeto representado y que son desigualmente
accesibles según los grupos; b) la focalización sobre ciertos aspectos del objeto
en función de los intereses y la implicación de los sujetos, y c) la presión a la
inferencia debido a la necesidad de actuar, tomar posición u obtener el
reconocimiento y la adhesión de los otros. Estos elementos diferencian el
pensamiento natural en sus operaciones, su lógica y su estilo.
A nivel de procesos de formación. La objetivación (materialización de ideas
abstractas, -correspondencia de cosas con palabras o imágenes-) y el anclaje
3
•
(asignación de significado al objeto representado) que dan cuenta de la
interdependencia entre la actividad cognitiva y sus condiciones sociales, el
agenciamiento de sus contenidos, los significados y la utilidad que le son
conferidos.
A nivel de las dimensiones de las representaciones que hacen referencia a la
construcción de la conducta: opinión, actitud, estereotipos sobre los que
intervienen los medios de comunicación (televisión, cine, prensa, radio) y otras
agencias de socialización (familia, escuela, etc.). Los medios, según los estudios
sobre su audiencia, presentan propiedades estructurales diferentes
correspondientes a la difusión, la propagación y la propaganda. La difusión está
en relación con la formación de las opiniones; la propagación con la de las
actitudes, y la propaganda con la de los estereotipos (Moscovici,1979, 2001;
Jodelet, 1984). Así, la comunicación social, bajo sus aspectos interindividuales,
institucionales y de masas, aparece como condición de posibilidad y de
determinación de las representaciones y del pensamiento social.
Como también apunta Ibáñez (1988) es, en efecto, en los procesos de
comunicación social donde se origina principalmente la construcción de las
representaciones sociales: esto no puede sorprender a quienes saben de la
importancia que tienen los medios de comunicación de masas para transmitir
valores, conocimientos, creencias y modelos de conductas. Tanto los medios que
tienen un alcance general, al estilo de la televisión, como los que se dirigen a
categorías sociales específicas1, desempeñan un papel fundamental en la
conformación de la visión de la realidad que tienen las personas sometidas a su
influencia.
Existe, no obstante, una modalidad de la comunicación social cuya influencia
es igualmente capital pero no ha recibido la misma atención que los medios de
comunicación; se trata de la comunicación interpersonal, y más concretamente de
las innumerables conversaciones en las que participa toda persona durante el
transcurso de un día cualquiera de su vida cotidiana. “Es obvio que estamos
inmersos en un permanente transfondo conversacional que constituye como una
dimensión más de nuestro marco ambiental” (Ibáñez, 1988:179). Puesto de otra
manera, en casa, en el trabajo, en la escuela, en la calle, en los bares, en las colas
del cine, en el supermercado, etc., se entablan conversaciones (habitualmente
intrascendentes, más o menos convencionales y ritualizadas, más o menos
prolongadas) que pueden interesar o no, pero en estas conversaciones no solamente
afloran representaciones sociales (se podrían enunciar como cierto tipo de
“mediaciones”) sino que en ellas se constituyen literalmente las representaciones
sociales.
Estas conversaciones distan mucho de tener el prestigio de los objetos
“nobles” que tienen las preferencias de las ciencias sociales. La conversación
constituye una continua y repetida aportación de material para formar
representaciones sociales, ya que se trata de un continuo flujo de imágenes,
valores, opiniones, juicios, informaciones, que impactan sin que ni siquiera se de
uno cuenta de ello. Sánchez-Ruiz nos recuerda que la comunicación es un proceso
histórico, social y cultural en el cual se producen significados y se construyen
sentidos. “Cuando de comunicación humana hablamos, nos referimos al proceso de
producción de sentido mediante el intercambio de señales y mensajes entre sujetos
humanos” (Sánchez-Ruiz, 2004:15). Esto quiere decir que en los procesos de
1
Revistas de divulgación científica, por ejemplo.
4
comunicación se otorgan
situaciones, productos, etc.
significados
a
determinados
hechos,
relaciones,
Por otra parte, es obvio que ni los contenidos ni los contextos
conversacionales son idénticos para los diversos grupos sociales. Los grupos a los que
pertenece una persona, los lugares que ésta ocupa en la sociedad, le predisponen a
entrar en ciertos contextos conversacionales en lugar de otros y a verse expuesta a
ciertos contenidos conversacionales preferentemente a otros. Aparece así uno de
los mecanismos por los cuales las diferentes inserciones sociales originan
representaciones sociales dispares.
Sin embargo, la importancia que revisten las comunicaciones sociales para la
formación de las representaciones sociales no debe hacer olvidar la incidencia de
otras fuentes de influencia. Por ejemplo, las inserciones sociales no intervienen
solamente a través de la exposición selectiva a distintos contenidos
conversacionales, sino que ejercen también una influencia sobre el tipo de
experiencia personal que se establece en relación al objeto de la representación.
Esta experiencia –variable según las distintas ubicaciones sociales- condiciona
la relación con el objeto, así como la naturaleza del conocimiento que se alcanza
sobre él. Todos estos elementos contribuyen a la configuración de la representación
social, entrelazando sus efectos con los que provienen de las comunicaciones
sociales.
3. Las representaciones sociales en los procesos de comunicación de la
ciencia
Uno de los aspectos clave en la percepción pública de la ciencia, es la
interacción entre ciencia y sociedad a través de procesos de comunicación social de
la actividad científica. La circulación de información científica en la sociedad debe
entenderse en el contexto de las prácticas de un circuito de comunicación pública
de la ciencia (con instituciones y mecanismos de difusión y reparto del saber, por
ejemplo). Las modalidades más conocidas son las de la divulgación y el periodismo
científico, pero también involucra al bagaje de conocimientos que imparte el
sistema de enseñanza formal en sus diferentes niveles, así como la información
incorporada en productos, procesos y prácticas socio-políticas.
La circulación de información científica en la sociedad implica una serie de
procesos mediante los cuales el conocimiento, los códigos y valores de la ciencia y
la tecnología se transmiten a la sociedad, se incorporan al acervo cultural y
devienen en cierto uso cotidiano de la ciencia construyendo representaciones
sociales diversas sobre ésta, no necesariamente articuladas entre sí, aunque
tampoco del todo desarticuladas, ya que tienen como fondo común las prácticas
culturales.
La comunicación, como proceso, forzosamente tiene que comprenderse en el
contexto de condiciones históricas, sociales, geográficas, políticas, culturales, etc.;
no es posible considerarla en pleno siglo XXI como un fenómeno aislado, sino hay
que pensarla y comprenderla desde las mediaciones (Martín-Barbero, 1987; 2002).
5
Por mediación se podría entender “como un proceso estructurante que
configura y orienta la interacción de las audiencias y cuyo resultado es el
otorgamiento de sentido por parte de éstas a los referentes mediáticos con los que
interactúan” (Orozco-Gómez, 2003:23). De hecho, las mediaciones (que en términos
de Martín Barbero [2002] son todo lo que rodea e incluye al ser humano: la cultura,
la sociedad, la escuela, la familia, los medios de comunicación, etc.) son más que el
trabajo de traspasar conocimientos científicos a través de materiales que sean
posibles de leer, aprender o comprender por los receptores.
A través de las mediaciones, y por ende de las representaciones sociales, se
da cuenta de las articulaciones entre los sectores, las prácticas y las
representaciones hegemónicas (que pretenden dominio sobre la sociedad) y los
sectores, las prácticas y las representaciones subalternas (los dominados). Se
articulan y relacionan en el sentido que tanto unos como otros salen transformados:
los que no tienen el poder, por ejemplo, no padecen la dominación, sino que
terminan trabajando a favor de ella.
Entonces, el concepto de mediación está íntimamente vinculado al de
hegemonía, que indica una relación de poder que no sólo se visualiza en cuestiones
políticas y económicas, sino que puede observarse fundamentalmente en procesos
culturales e ideológicos y, por supuesto, comunicacionales (Huergo, 2001). Y
obviamente, que también repercute esta visión en lo correspondiente a la ciencia
(quién la detenta, quién hace las políticas públicas de ciencia, quién dicta cuánto
del presupuesto –PIB- hay que destinar a ella, quién hace ciencia, en dónde, cómo,
por qué y para qué, etc.).
El surgimiento de grupos sociales críticos hacia el magro desarrollo
científico-tecnológico de nuestro país—y otros con niveles similares de desarrollo—
ha impulsado en gran medida el interés por la percepción y las actitudes públicas
hacia la ciencia y la tecnología. Se puede decir que en los últimos cuarenta años los
problemas relativos a la percepción pública de la ciencia y “cultura científica” se
han convertido en objeto del interés de las instituciones (aunque no en términos
deseables, especialmente en nuestro país) y de todos aquellos actores relacionados
con los procesos de innovación y desarrollo.
De acuerdo a Albornoz y Cols. (2003), en los últimos quince años se ha ido
configurando un escenario en el cual se ha convalidado el presupuesto de que la
participación democrática en el mundo moderno necesita de una mayor
comprensión de la ciencia y la tecnología por parte de los ciudadanos. Tal situación
favoreció que prosperaran discursos que sostienen la crucial importancia de que el
público esté informado, conozca y comprenda la ciencia, lo cual implica un
conocimiento sobre la naturaleza y la dinámica de la investigación científica. El
denominador común de estas propuestas indica que toda la sociedad debiera ser
partícipe de los logros científicos, y que además, toda la sociedad debería estar en
condiciones de discutir los dilemas que la investigación científica plantea.
Por otro lado, la cultura científica no es un atributo de individuos sino de
sociedades, y aunque las sociedades están formadas por individuos, no se podría
asegurar que cada individuo “representa” a la sociedad y, por lo tanto, al conjunto
de su cultura, sino que cada uno de ellos mantiene una relación con la sociedad que
es irreductible tanto a la sociedad como al individuo.
6
En este sentido, la cultura de la ciencia, y por ende de la tecnología, no
consiste solamente en un depósito de conocimientos codificados que incorpora el
individuo, sino que también implica otras dimensiones no menos relevantes, por
ejemplo, distribución de información y conocimiento en la cultura general; la
dimensión cuantitativa del sistema científico (recursos humanos, inversión,
organizaciones, patentes, etc.); mecanismos de sustentabilidad de la institución
científico-tecnológica, y la orientación de éstas actividades.
Asimismo, se ha señalado que el científico es un trabajador de los signos y
que la ciencia es un espacio social de permanentes transacciones y negociaciones
comunicacionales (Huergo, 2001); por lo tanto, la comunicación no sólo es uno de
los aspectos fundamentales del estudio histórico-social de la ciencia, sino que es
una de las cuestiones básicas para toda acción que tienda a devolver la relación
entre la ciencia y la sociedad.
La ciencia es producto de un conjunto complejo de actividades sociales
realizadas por individuos que están inmersos y comparten ámbitos históricos,
sociales, políticos; ámbitos en que las representaciones de la realidad producidas
por el quehacer científico cargan, además, los conflictos e intereses sociales que les
dan vida y que tienen como límite las posibilidades del conocimiento y de la
producción de “verdades” en un lugar y una época determinada.
Por otra parte, el entendimiento público de la ciencia no puede ser visto
como un lujo en la era de la información. Diversos estudios (Manzini, 2003)
muestran que las sociedades alfabetizadas científicamente son más fuertes
económicamente, ya que una ciudadanía mejor informada puede ser más innovativa
y más crítica de los productos y servicios de la ciencia y la tecnología. El efecto se
observa en mejor salud y mejoramiento general en los estándares de vida de los
miembros de una sociedad.
La efectiva comunicación de la ciencia ha llegado a ser, consecuentemente,
un imperativo socio-económico en los países en desarrollo. El discurso sobre la
comunicación de la ciencia tiene que considerar temas epistemológicos.
Dependiendo de la concepción sobre la naturaleza de la ciencia se harán las
estrategias de comunicación sobre ésta; si la ciencia es simplemente vista como un
cuerpo de conocimientos, la comunicación estará caracterizada por transmitir la
información de los expertos o científicos al público en general, pero de manera
pasiva.
Según acota Manzini (2003), este paradigma reduce al público en un
recipiente acrítico del conocimiento científico. Si la ciencia es vista como un
esfuerzo racional en proceso para descubrir el trabajo físico, por ejemplo, el
público estará empoderado críticamente de este proceso científico. El ver a la
ciencia como un proceso, en lugar de como un producto, la desmitifica y abre las
puertas a las personas ordinarias para que vean por ellas mismas y como
participantes, este proceso de descubrimiento. En este sentido, las
representaciones sociales que de la ciencia tengan las personas siguiendo el segundo
presupuesto epistemológico, estarán más orientadas a cuestiones prácticas,
cercanas y concretas de las situaciones diarias que involucran a la ciencia, en lugar
de verla como algo distante y lejana, fuera de la vida cotidiana sin involucrar a los
usuarios de ésta.
7
El tema del conocimiento público de la ciencia en sociedades multiculturales
-de acuerdo al rol de la ciencia en una economía global basada en el incremento del
conocimiento- necesita ser abarcado, también, desde una perspectiva de justicia y
equidad social. Por consiguiente, el cómo la ciencia pueda ser comunicada de una
manera justa y equilibrada, dependerá, entre otras cosas, de las políticas públicas,
de la participación ciudadana, de la educación y de una estrecha relación con los
medios. En algunos casos ha parecido conveniente que se ocultaran ciertas
relaciones históricas, culturales, económicas y políticas, entre otras, para sostener y
legitimar situaciones de poder sobre los sectores populares.
La comunicación puede contribuir a devolver transparencia a esa relación a
través de una concepción y una práctica comunicacional que pueda distanciarse de
la simple difusión y, desde luego, del ocultamiento. Un acercamiento “maduro” de
la comunicación pública de la ciencia, como bien dice Manzini (2003) no intenta
detentar a la ciencia como una herramienta de poder hegemónico, para ejercer el
dominio sobre la llamada comunidad no-científica; tal aproximación sólo exaltaría el
status quo de la aprehensión general de la ciencia dentro de las comunidades.
Ahora bien, si hacemos caso de la gran variedad de estudios, por ejemplo los
realizados por la National Science Board’s Science and Engineering Indicators
Survey2 (Nisbet y Cols., 2002) que proveen evidencia acerca de que los diferentes
medios –periódicos, programas de televisión en general, programas televisivos sobre
ciencia y revistas científicas- sí afectan la percepción, de manera diferente, que de
la ciencia tienen las personas, entonces se está en posibilidades de utilizar los
primeros en pro de la última.
Las influencias de estos medios son directas, pero también indirectas,
mediadas a través de los efectos del conocimiento científico. La lectura de los
periódicos, el ver programas científicos en la televisión, y el leer revistas
científicas, todos ellos promueven—en principio—percepciones positivas de la
ciencia, pero dado el relativo tamaño de la audiencia, el impacto del ver los
programas de televisión en general, permanece como el hallazgo más sobresaliente
y asombroso. La televisión es el medio, apuntan Martín B. y Rey (1999) y Martín B.
(2002), que más radicalmente va a desordenar la idea y los límites del campo de la
cultura, con sus tajantes separaciones entre realidad y ficción, entre vanguardia y
kitsch, entre espacio de ocio y de trabajo.
Hoy el flujo televisivo se constituye en la metáfora más real del fin de los
grandes relatos, por la equivalencia de todos los discursos -información,
drama, publicidad, o ciencia, pornografía, datos financieros-, la
interpenetrabilidad de todos los géneros y la transformación de lo efímero
en clave de producción y en propuesta de goce estético. Una propuesta
basada en la exaltación de lo móvil y difuso, de la carencia de clausura y la
indeterminación temporal (Martín B. y Rey, 1999:26)
2
Sólo se menciona esta fuente, pero en la realidad existen muchísimas investigaciones empíricas que
dan cuenta de resultados similares, que de señalarlas en este trabajo, tomaría bastante espacio y
tiempo, lo cual no es el propósito por el momento.
8
Algunas de las debilidades de nuestras sociedades civiles son los largos
“empantamientos” políticos y una profunda “esquizofrenia cultural” en la élites, los
que recargan cotidianamente la desmesurada capacidad de representación que ha
adquirido la televisión. Se trata de una capacidad de interpelación que no puede ser
confundida con los ratings de audiencia, agregan los autores, no porque la cantidad
de tiempo dedicado a la televisión no cuente, sino porque el peso político o cultural
de la televisión no es medible en el contacto directo e inmediato, pudiendo ser
evaluado solamente en términos de la mediación social que logran sus imágenes. A
través de las imágenes de la televisión es donde la representación de la modernidad
se hace cotidianamente accesible a las mayorías: son ellas las que median el acceso
a la cultura moderna en toda la variedad de sus estilos de vida, en la que están
incluidas, por supuesto, la ciencia y la tecnología.
Las imágenes negativas de la ciencia en la televisión parecen cultivar
reservas hacia ésta, aunque también la ciencia en la televisión aparece algunas
veces como omnipotente, con esperanza hacia el futuro y como promotora de
esquemas competitivos relacionados con “promesas” en la ciencia. Aunque es de
notarse que los efectos directos de la televisión sobre estas reservas, se refuerzan a
través de las relaciones negativas de las mediaciones con el conocimiento científico
(Nisbet y Cols. 2002).
Entonces, si se toman en consideración estos hallazgos, aunados con los
trabajos de Orozco (2001), Martín B.(2002), Quiroz (2003), y Fuenzalida (2005), se
puede utilizar la imagen (en la televisión, por ejemplo, aunque se puede extender a
otras pantallas) con propósitos de empoderamiento y postura crítica de las
audiencias, a favor de una representación positiva de la ciencia, empezando, por
ejemplo, con el análisis de las imágenes de los científicos y sus hallazgos mostrados
en la televisión, revistas, periódicos, cine, desde la educación básica hasta la
educación superior.
A la escuela debe importar, principalmente plantearse urgentemente una
profunda reorganización por la que cruzan tanto el mundo de los lenguajes y las
escrituras, con la transformación de los modos de leer, esto es, lecturas de la
pluralidad y heterogeneidad de textos, relatos y escrituras (orales, visuales,
musicales, audiovisuales, telemáticos, etc.) que circulan en la actualidad; o de lo
contrario, morirá en la obsolescencia. Esta es una de entre las varias opciones que
proponen varios estudiosos de la comunicación –entre ellos los arriba citados-, pero
que se puede traslapar, considerando sus especificidades por supuesto, al terreno
de la popularización de la ciencia, fundamentada principalmente en los procesos,
más que en los productos.
Teniendo como sustento lo anteriormente señalado, queda por añadir,
aunque no son palabras finales ni lo pretenden ser, que el estudio de las
representaciones sociales sobre ciencia se considera importante y necesario; una
aproximación consiste en partir de lo que “saben” o “creen que saben” las
personas, para la planeación de estrategias comunicacionales efectivas a través de
la educación formal, no formal e informal.
9
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C.P. 45070, ZAPOPAN, JALISCO, MÉXICO
[email protected]
[email protected]
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