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El control neuronal del lenguaje Alicia García Bergua En todos los mamíferos la corteza cerebral incluye unas neuronas llamadas por su forma células piramidales; sus axones (las fibras que conducen los impulsos neuronales hacia el exterior) se dirigen a estructuras más profundas del cerebro. En la región correspondiente a la región motora de la corteza cerebral, estas neuronas de salida son particularmente grandes y dirigen sus axones al tallo cerebral y a la médula espinal. Allí, a través de ellos, se ponen en contacto o hacen sinapsis con las dendritas (las fibras neuronales que conducen los impulsos hacia el interior de la neurona) de las neuronas internas premotoras y con las de las neuronas motoras responsables de la activación de los músculos. El encéfalo de un mamífero típico recibe impulsos que provienen directamente de las neuronas de la región motora de la corteza cerebral. Éstas están distribuidas ampliamente y algunas de ellas envían sus impulsos a las neuronas motoras que controlan directamente los músculos de la cara y la mandíbula (al músculo facial y al trigémino) En los mamíferos que no son primates hay pocos axones en la corteza cerebral que hagan contacto directo con las neuronas motoras. En el caso de los simios, los axones neuronales de la región motora de la corteza cerebral son numerosos y abarcan toda la médula espinal hasta la parte ventral. En el encéfalo hay un patrón similar: los axones de la corteza motora no sólo se conectan con otras regiones neuronales, sino directamente con las pertenecientes al núcleo de neuronas motoras que controlan el músculo facial, del trigémino y el hipogloso. La consecuencia en los primates de las conexiones directas de las neuronas de la corteza motora es un aumento en el control del movimiento de las manos y los dedos. Esta expansión de las conexiones neuronales en los primates es resultado de un proceso embrionario y evolutivo en el que hubo cambios en el cerebro y un desplazamiento en las conexiones neuronales debido a la reducción relativa de las proporciones entre la superficie del cerebro, el encéfalo y la médula espinal. En general, este desplazamiento se debe a un cambio de proporciones de todo el organismo. Un desplazamiento embrionario de las conexiones neuronales análogo, aunque distinto, debió provocar también en los humanos una gran capacidad de desarrollar las conexiones neuronales de la región motora de la corteza cerebral con el encéfalo y la médula espinal, y en especial con el núcleo de músculos de la cara y la lengua. Además, los axones de la región motora de la corteza que se extendieron más en los seres humanos, debieron llegar a núcleos de neuronas que controlan músculos torácicos, abdominales y pélvicos sobre los que inclusive los primates carecen de control. Dos de estos núcleos de neuronas son importantes para hablar: las neuronas motoras del nucleus ambiguus que controlan el movimiento de la laringe a través de los músculos que mueven sus paredes cartilaginosas provocando una alteración en la tensión de las cuerdas vocales y las neuronas motoras que controlan los músculos costales que intervienen en la respiración. Los neurólogos han supuesto desde hace mucho tiempo que los daños en la región motora de la corteza cerebral suelen provocar mutismo. Los simios carecen de estas conexiones del nucleus ambiguus que permiten controlar la laringe y por eso tienen también dificultades de vocalizar a partir de asociaciones aprendidas. Es ya conocido que a los primates se les suele enseñar lenguaje de señas y no sólo por la falta del aparato fonológico necesario para producir los sonidos del lenguaje. (Ver aquí en Cienciorama ¿Nuevos hallazgos sobre el lenguaje?). Bibliografía Terrence W. Deacon, The Symbolic Species, The Co-evolution of Language and the Brain, W. W. Norton, Nueva York, Londres, 1997.