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Por Edgardo Ricciuti
ISLAM:
CARACTERÍSTICAS, CONFLICTOS INTERNOS Y
DILEMAS DE TRANSFORMACIÓN
Resulta un desafío interesante abordar al Islam. Hoy más que nunca, representa un
tema de vital importancia para la interpretación de la realidad de muchos países de
Oriente medio. La importancia de dichos países por sus recursos energéticos, es
incuestionable tanto para las naciones del bloque occidental, como para los del
bloque oriental. Revelando y analizando sus orígenes y su primer devenir, se
intentará ofrecer una perspectiva útil para el esclarecimiento de su actual situación, a
la luz de los fenómenos políticos, violentos o no, que se verifican hoy, en el mundo
árabe.
El vigor originario del Islam, se basa en su pretensión de situarse en la cúspide de las
causas reveladoras del Dios único, a través de su profeta Mahoma. Los preceptos
incuestionables de la revelación divina, habían sido transmitidos por Dios a otros
pueblos mediante profetas que anticiparon a Mahoma. No obstante, y según el propio
Mahoma, estas normas habían sido o tergiversadas por los seguidores póstumos, o
desobedecidas, lo que desvirtuaba de raíz a la práctica de las religiones monoteístas
que precedieron al Islam, como el Hebraísmo y el Cristianismo.
Su monoteísmo es absoluto, rechazando la veneración de todo ídolo y objetando el
dogma cristiano de la Trinidad, en cuanto Dios no genera y no puede ser generado,
además de no poder encarnar para manifestarse y mucho menos, morir y resucitar.
La doctrina de Mahoma era de simple comprensión, basándose en la bondad y la
potencia de Allah como creador del hombre y en el deber del mismo de adorarlo. El
Islam se apoya sobre cuatro pilares fundamentales: la oración, la limosna, el ayuno
del Ramadán y el peregrinaje a la Meca. Además, la comunidad musulmana, posee
un compromiso que le acomuna entorno a la conversión de los infieles, basado en la
Jijad, o guerra santa que se libra en contra de los “paganos” que rechazan la
conversión, por ser considerados “enemigos de Allah”. Es importante aclarar que no
deben ser obligados a la conversión aquellos que pertenecen a credos que posean un
“Libro Sagrado”, como los judíos, los cristianos y los zoroástricos. El nuevo credo, no
deterioró tradiciones ancestrales de las tribus arábigas, más bien el profeta se cuidó
de perturbar en sus cimientos tal estructura social en lo que se refiere a las prácticas
y tradiciones más cotidianas. El éxito para la cohesión de las poblaciones de la
península arábiga entorno al Islam, se sustentó en el nexo sustancial entre la religión
y el derecho, factor que condicionaría por siempre la unicidad entre el Estado y la
religión. El establecimiento de tal fusión, condicionará radicalmente la natural
evolución del Estado como ente regulador y ordenador, en cuanto, lo axiomático de la
Fe, puede dificultar la introducción de cambios necesarios para el progreso de la
sociedad. Es difícil pensar, dadas las condiciones de atraso y fragmentación política
en clanes de la península arábica en los siglos VII y VIII, en la conformación de un
ordenamiento político basado en la razón. El origen del califato, como sistema de
control y organización política, posee profundas raíces teístas, siendo su éxito político
atribuible a la valoración de sus preceptos metafísicos aplicados a la realidad, y no a
la importancia intrínseca que supone el poder político, como instrumento para el
ordenamiento de la sociedad. Esta característica es muy frecuente en los orígenes de
las civilizaciones. El instrumento más efectivo para la cohesión de voluntades
dispares, se encuentra en la utilización de valores inaprensibles para el intelecto que
se fusionen entorno a manifestaciones sobrehumanas. Lo inaprensible para la razón,
como los aspectos de fe, puede difícilmente ponerse en entredicho, cosa muy útil en
la conformación y mantenimiento de un orden político fundacional, cuya legitimidad se
sustenta en la voluntad de Dios, o en este caso específico, de Allah.
La fe y la política se acoplan perfectamente en el mundo islámico, tanto como para
considerar al Islam como una religión política, o sea la expresión teísta natural que
funge de base para cualquier manifestación organizacional de la sociedad en función
política. El Islam nace como religión y como modelo institucional en contemporánea,
lo que ha originado un paralelismo entre lo que el mundo occidental denomina lo
secular y lo espiritual. No existe rivalidad ni controversia porque ambas se
retroalimentan en la búsqueda de un objetivo común y compartido.
El cristianismo sobrelleva un devenir muy diferente al Islam, por una pretensión en la
época medieval de erguirse como poder temporal basándose en argumentaciones de
índole teológico.
La evolución de la controversia entre el poder temporal y el poder espiritual,
acompañaría en muchos aspectos, a la historia de Occidente, pasando por una
separación de lo espiritual y lo político a medida que procesos como el Humanismo,
el Renacimiento y la Ilustración dejaran huellas indelebles el la cultura occidental. Si
bien resulta difícil aceptar una total separación entre ambas esferas en el mundo
occidental, no se puede negar la existencia de una laicidad muy pronunciada que
caracteriza en muchos aspectos el devenir político de los países que compartieron su
historia en este proceso de disociación.
Para el Islam las diferencias entre lo político, lo social, lo cultural y lo religioso, son de
tal sutileza que se pone en duda su real existencia.
PRINCIPALES DIFERENCIAS INTERNAS
La muerte del Profeta en el año 632 d.C., planteó para sus seguidores diferentes
dilemas de carácter político-religioso. La legitimidad de su persona, nunca estuvo en
duda mientras vivió, ejerciendo el poder de manera absoluta, promulgando leyes,
declarando guerras, estableciendo alianzas y proclamando armisticios o la paz con
clanes rivales de la península arábiga, según la conveniencia política del momento.
No obstante, nunca se autoproclamó legislador, gobernador o juez, sino enviado o
mensajero de Allah (rasúl Allah), lo que generó el vínculo entre leyes morales
supraterrenales, dictadas por un “Ente metafísico” y las reglas o los acuerdos de
convivencia social que caracterizaría la nueva realidad histórica.
En campo político la herencia de Mahoma fue exigua, por no decir inexistente, según
muchos, al no definir de forma clara no sólo su sucesor inmediato, sino las directrices
para la prosecución de su proyecto político-religioso, hecho que produjo la génesis de
disputas facciosas, en el seno de la religión islámica, que, por los acontecimientos
políticos que se viven hoy en Irak y por la enemistad a lo largo de la historia entre los
bandos, hace prever una difícil solución entre las diversas formas de interpretar el
legado del Profeta.
Según la visión de los sunnitas1, Mahoma no habría dejado instrucciones sobre quien
debía ser la guía de la comunidad, por lo que después de una aclamación
gerontocrática se designó a Abú Bakr como regente y “khalìfat rasùl Allah “, o sea
califa del mensajero de Dios.
La creencia de los chiítas2 sugiere, en cambio, que el profeta, poco antes de su
muerte, haya manifestado su deseo de que le sucediese su primo Alí. Una conjura
tramada por el círculo íntimo del Profeta, fue lo que impidió que Alí ocupase su cargo.
Según sus partidarios, era éste el que reunía el mayor respeto y admiración como
guía espiritual para la prosecución de los dictámenes de las escrituras. No obstante
los integrantes del partido de Alí, verían hecho realidad su deseo en un futuro
cercano, con su elección como cuarto califa, la fractura entre los bandos sería
irreconciliable, puesto que a esta lucha se le sumaba las pretensiones al poder de la
tribu de los Omeya, que habían logrado llegar al poder con Othman como tercer
califa, y que después del asesinato de Alí, proseguirían en el mismo por un periodo
que va del año 661 al 750 d.C.
Otro de los grupos que participaron en los inicios de la cultura árabe fueron los
Kharijitas, que más allá de diferencias de fondo en cuanto a la legitimidad de los
califas que poseían las facciones precedentes, apuntaban a una total y absoluta
pureza entre las directrices del Corán y la obra del califa.
Según su doctrina, el califa se deslegitima automáticamente como consecuencia de
cualquier violación a la ley religiosa, lo que permite su remoción incluso con la fuerza.
DISYUNTIVAS EN ÉPOCA MODERNA
En el siglo XIX, se verifica un proceso de reinterpretación de la realidad musulmana,
iniciado por pensadores como Gamàl al-Dìn al-Afgànì y Shaykh Muhammad 'Abduh.
El impacto de la modernización europea frente al mundo islámico, produce el
1
El término sunnitas deriva de “Sunna” que podría interpretarse como comportamiento, tradición o como
“lo que debe hacerse según la tradición” para cohesionar la estructura social de las tribus de la península
arábiga, antes del surgimiento del Islam. El profeta utilizaría, posteriormente con éxito las costumbres de
la “Sunna” como instrumento, para la proliferación de sus preceptos religiosos, haciendo digeribles las
nuevas pautas del Corán.
2
El término chiíta deriva del árabe shí’at Alí que significaría partido de Alí, como el grupo que se
conformo alrededor de una visión legitimista en torno a un criterio dinástico.
surgimiento de perspectivas orientadas hacia sus orígenes, es decir se piensa en un
retorno a las raíces de la religión en sus aspectos morales, dejando de lado los
sectarismos que dividían al mundo islámico; se incluye al proceso de reflexión, una
apertura en los sectores científico e industrial, como la fórmula para frenar la
expansión occidental y el avance de sus ideas. En pocas palabras, se trató de
“liberar” al Islam de interpretaciones rígidas para que su convivencia con los
adelantos tecnológicos, logrados por Occidente, fuese congruente y estable. En
campo moral, „Abduh consideraba importante, para aminorar la rigidez de los
fundamentalismos, hacer de la ijtihàd su principal instrumento. Este podría
interpretarse como la capacidad, la razón o el juicio que tiene cada individuo en
asumir sus decisiones, es decir, la capacidad de interpretación individual e
independiente, dentro de los parámetros de la fe islámica sin la mediación de grupo
alguno. En campo intelectual, el esfuerzo por redescubrir la ley divina a la luz de la
nueva realidad, aportaría los instrumentos necesarios para la realización y el
desarrollo del mundo islámico, sin caer en isomorfismos culturales con Occidente.
Lejos de lograr sus objetivos, todos los esfuerzos hermenéuticos emprendidos por
estos pensadores, resultaron vanos; los conflictos sociales internos de cada país,
fuertes influencias nacionalistas y la expansión colonialista occidental, reforzaron, a
diferencia de la idea de la ijtihàd, la búsqueda de la jihad, o sea la guerra contra todos
los infieles.
Esta idea parece tomar fuerza en las últimas décadas, alimentada por la propagación
del retorno al fundamentalismo por obra de Sayyd Qutb, Abù al-A'là Mawdùdì, y 'Alì
Sarì'àtì, quienes advertían de la penetración occidental al mundo árabe, a través de
falsedades ideológicas como el Nacionalismo y el Comunismo, carentes, según estos,
de la más pura espiritualidad. El rechazo a sendas creencias ideológicas, es
intrínseca a la naturaleza misma de la cultura islámica ortodoxa, en cuanto podría
verificarse una sustitución de la devoción religiosa que se entrelaza con las
estructuras sociales, típicas del Islam, con nuevos fervores basados en “ídolos”
terrenales. Los nuevos fundamentalistas, no anhelan nuevas revelaciones, sino el
restablecimiento de la Umma3, según las reglas estrictas emanadas del Profeta. Esta
“Comunidad” fungiría como el ente purificador, a través de grupos de voluntarios
dirigidos por líderes que interpretan, en base al Corán, los designios divinos; el fin
último sería el establecimiento de un Estado Islámico con un gobierno que sea íntima
y totalmente influido por Dios. El control sobre la obra y la moral de los gobernantes
será tarea de Dios y la Umma, que se encargaría de castigar severamente toda
traición a los mandatos del Corán. La realización del Estado islámico, eliminaría de
forma total la diferencia entre lo religioso y lo político a favor del primero, factor muy
anhelado por todos los grupos fundamentalistas principalmente por dos razones: la
primera porque dicha estructura, ostentaría una gran similitud con aquella de la época
3
La Umma es una palabra de origen preislámico; su significado se asocia a la comunidad en sentido
religioso. Después del mensaje del profeta, su significado se refuerza entorno a los valores del Islam,
adquiriendo una connotación fundacional para los nuevos fundamentalistas, que ven en esta la base ideal
y autóctona desde la cual puede relanzarse la esencia del islamismo. Muchos orientalistas la asocian al
significado de la palabra Nación.
de Mahoma, vista como la ideal en la historia del Islam; la segunda porque la
disolución de lo político a favor de lo religioso, aleja de forma indiscutible motivos de
conflicto por razones de carácter nacionalista, haciendo más factible el difícil proyecto
del califato que uniría al mundo árabe.
La complejidad que arroja la realidad islámica, radica esencialmente en el contraste
entre la evolución de su civilización y la intransigencia de pautas morales de algunos
grupos. Resulta interesante apreciar como la propagación de estos grupos, coincide
con cambios estructurales de carácter social y político muy pronunciados. La
resistencia a los cambios en las diferentes culturas representa la manifestación, en
sus cimientos, del cambio mismo; Europa lo vivió en la época de la inquisición; no
obstante, y salvando las distancias, ninguna forma de control, pudo frenar al
Renacimiento e, influido por este, al futuro desdoblamiento entre lo secular y lo
espiritual. El reto de adaptar su realidad social, política y económica, a un cambio
ineludible, será tarea exclusiva de sus fuerzas vivas, en un esfuerzo de
reinterpretación y adaptación a la realidad circundante. Occidente ha pasado y sigue
pasando a través de turbulencias que la ponen constantemente a prueba. El
reinventarse perennemente para conciliar los cambios sociales con los valores éticos,
resulta familiar para la cultura occidental; nuestra crisis es intrínseca a nuestra
civilización. La forma de absorber dichos cambios por el mundo árabe, está por verse,
aunque si nos basamos en los preámbulos, podemos prever que serán muy
turbulentos.
TEXTOS CONSULTADOS:
COMBA, R. (1978). Il Medioevo. Torino: Loescher Editore.
DJAÏT, H. (1990). Europa y el Islam. Madrid: Libertarias/Prodhufi, S.A.
KONZELMANN, G. (1983). Maometto, il profeta guerriero che fondò l’Islam. Milano:
Gruppo Editoriale Fabbri.
SALEH MAHARI, A. (2002). El sendero hacia el Islam. Caracas: Servicios Gráficos
Litho X Press, C.A.
THE CAMBRIDGE MEDIEVAL HISTORY. (1966) . By Cambridge University Press.
Volume II.