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Sublime Gracia para el Corazón de la Mujer Introducción Si quieres aprender algo y recordarlo para siempre, aquí hay una pista: conviértelo en canción. Cuántas de nosotras aprendimos el abecedario escuchándolo y luego cantando esto (cante unas pocas líneas de la Canción del Alfabeto o reproduzca una versión de YouTube—busque en línea “canción del abecedario”). Quienes pertenecían al Club de Mickey Mouse hace décadas, probablemente todavía cantan cuando deletrean la palabra E-N-C-Y-C-L-O-P-E-D-I-A en inglés. (Reproduzca la versión de YouTube de Jiminy Cricket, buscando en línea “Mickey Mouse Club E-N-C-Y-C-L-O-P-E-D-I-A”, o cántela usted misma.) Hace muchos siglos,cuando Moisés quiso que el pueblo de Israel recordara lo que Dios les había mandado y prometido, y que lo pudieran recordar mucho después de que él estuviera en el cielo, ¡les enseñó una canción! Aún hoy, el pueblo de Dios puede leer la canción que Moisés le enseñó a Israel en Deuteronomio 32. Las canciones son mentalmente “pegajosas”. Las recordamos. Entonces, ¿qué pasa con esta? (Repita, cante o reproduzca la primera estrofa de Sublime Gracia. En YouTube y en otros sitios en la web hay disponibles varias versiones.) Profundizando La mayoría de nosotras conoce esas palabras de memoria, ¿verdad? La letra se queda con nosotros. Sin embargo, espero que esa letra signifique más que (cantando, si es posible) A, B, C, D, E, F, G. Espero que signifique más que (nuevamente, cante, si es posible) E-N-C-Y-C-L-O-P-E-D-I-A. Esta letra, y los versículos de Efesios en los que están basadas, están en el corazón mismo de la fe cristiana. ¡Escucha! (Lea Efesios 2:8–9) ¿Captaste eso? ¡“Es don de Dios”! Nuestra relación con Dios viene a nosotras como su regalo de gracia. Nosotras no llevamos nada a la fiesta. No contribuimos con nada a lo fundamental. De hecho, no podemos hacerlo, incluso si hiciéramos nuestro mayor esfuerzo, empezando ahora y trabajando en nuestros corazones por toda la eternidad. ¡La vida con Dios es un regalo de su gracia sublime! Sin embargo, quizás no es una gran sorpresa que muchas de las personas que están a nuestro alrededor consideren esto una fea verdad. De manera sutil o no, se rebelan contra ella. Piensan: “¿Qué? ¡Seguramente eso no puede ser cierto!” “Me he esforzado por lo que tengo. Yo misma me he convertido en la persona que soy hoy. Llevo una vida mejor que la mayoría de las personas. ¡No soy una ´miserable´! He hecho mi mejor esfuerzo. ¡Dios no me puede pedir más! (¿¡O sí?!)” Sí. Sí puede. Sí. ¡Sí pide! Un Dios santo requiere vidas santas de sus criaturas. Nosotras somos sus criaturas, pero estamos lejos de la santidad—por dentro y por fuera. Llevamos vidas egoístas. Vivimos como si fuéramos lo más importantes. Con tal que sirva a nuestros propósitos, ponemos en segundo plano los mandamientos de nuestro Señor Jesús y las necesidades de quienes nos rodean. Incluso cuando oramos, adoramos y suplimos las necesidades de los demás, a menudo lo hacemos por razones impías. Queremos sentirnos bien con nosotras mismas. Queremos que nuestros vecinos o amigos nos admiren. Queremos convencer a Dios de que estamos bien y de que él debe seguir bendiciéndonos, o tal vez incluso bendecirnos un poco más. En resumen, damos para recibir y probablemente hay pocas personas en esta sala que disfrutarían viendo una radiografía de sus motivaciones de la semana anterior proyectadas en una pantalla para que todos las vean. Es cierto, y es realmente una mala noticia. Además, eso hace la gracia de nuestro Padre celestial aún más increíble. La Biblia nos dice que cuando todavía éramos rebeldes, aún pecadoras, Cristo Jesús murió por nosotras (lea Romanos 5: 8). La cruz de nuestro Salvador hizo posible la sublime gracia de Dios. ¡La resurrección de nuestro Salvador hace imparable la sublime gracia de Dios! ¡La muerte misma no puede frenar la cascada de perdón, vida y paz que fluye hacia cada una de nosotras desde la tumba vacía de Jesús! Ahora mismo, incluso mientras estamos aquí sentadas, la sublime gracia de Dios está obrando en nuestras vidas, y transformándonos en siervas desinteresadas del Salvador. Escucha las conexiones que hace Pablo en Efesios 2:8–10. (Lea este pasaje despacio. Luego léalo otra vez.) Esa es la gracia de Dios. ¡Y es verdaderamente sublime! Para llevar a casa (Día de la Madre) Hoy honramos a las madres, abuelas, tías, esposas, mentoras, coaches y a todas las mujeres que marcan una diferencia en nuestra iglesia y en nuestras familias. Dios con su gracia le da a esas mujeres la habilidad de amarnos, guiarnos y enseñarnos. Lo más importante es que ellas nos recuerdan y nos animan a confiar en la sublime gracia, la extraordinaria misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Ellas nos aseguran que podemos tomar en serio esta gracia, podemos dejar que nos inunde y consuele nuestros corazones y luego los desborde y se convierta en vidas de amor y servicio. Cuando cada una de ustedes se vaya hoy, recibirá un (nombre el regalo de Sublime Gracia para el Corazón de la Mujer que distribuirá). Que este regalo siempre te recuerde que Dios te ama. ¡Sí, a ti! Es su gracia, ¡y es sublime para siempre! Para llevar a casa (Ministerio General de las Mujeres) Conociendo la sublime gracia de nuestro Salvador, vivimos vidas con significado y propósito. Vidas sublimes de amor alimentado por el amor sublime y transformador de Dios. No nos lo hemos ganado. No lo merecemos. Pero la gracia sublime de Dios es nuestra ahora y lo será por toda la eternidad. ¡Qué diferencia marca, una diferencia sublime! Hoy cada una de ustedes recibirá un (nombre el regalo de Sublime Gracia para el Corazón de la Mujer que distribuirá). Que este regalo siempre te recuerde que Dios te ama. ¡Sí, a ti! Es su gracia, ¡y es sublime para siempre! © 2016 CTA, Inc. Sólo se permite fotocopiar o reproducir por algún otro medio mecánico o electrónico al comprador original, si es para uso dentro de la iglesia u otra organización cristiana, pero no para reventa. La Escritura ha sido tomada de la Biblia versión Reina Valera © 1960. #AGR6DASP