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La música, entre las matemáticas y el alma La música, entre las matemáticas y el alma Vera Schütz* Resumen En este texto se presenta una reflexión sobre la naturaleza de la música como expresión de las subjetividades culturales, pero además se relacionan sus características constitutivas con las matemáticas y con el cerebro humano. Nos habla de la interdependencia entre la música y las expresiones simbólicas y estéticas. Es, entonces, una invitación a pensar la comunicación que se da a través de la música. * Terapeuta ocupacional, Universidad del Rosario. Comunicadora social, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Especialista en Técnicas de Facilitación Neuromuscular Propioceptiva, Hospital Militar. Actualmente es decana de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. 93 Vera Schütz A través de su historia y mediante todas sus formas variables, la música ha tenido siempre un significado trascendental. Las primeras manifestaciones musicales tuvieron una función bien definida, servir de acompañamiento a las oraciones y a otras muchas actividades. Para los pueblos primitivos tuvo, y tiene, una importancia mágica, llegando a veces a significar la vida y la muerte. Los guerreros de las tribus congregaban a los hombres para batallar y disponían sus ánimos para la guerra mediante aullidos salvajes y estruendos de tambores. Cada cultura ha establecido la naturaleza y el empleo de su música para el tratamiento de la enfermedad, y a ella se le han atribuido poderes terapéuticos, místicos, incluso en las culturas que se precian de racionalistas. Los hombres creían que la música curaba las enfermedades ahuyentando los malos espíritus, absolviendo los pecados, introduciendo valores morales y éticos en sus vidas, aplacando a los dioses y equilibrando los cuatro humores que, se suponía, determinaban el temperamento humano. Actualmente todavía existen tribus primitivas que emplean la música como elemento mágico para curar enfermedades. Los pueblos egipcio, hebreo y griego creían que la música venía del cielo y la usaron en sus ritos religiosos. Las decoraciones en los murales de templos y pirámides egipcias cuentan acerca de la antigua música egipcia. La Biblia habla de la música hebrea y en la antigua Grecia los poetas escribían la letra y la música de sus canciones y creían que la música ejercía un poder tan grande en los sentimientos del hombre que podían hacerlo bueno, malo, fuerte o débil, y hasta se llegó a prohibir que se tocara cierto tipo de música. A través de los siglos las canciones empezaron a formar parte de la vida diaria del hombre. Cada cultura ha tenido su propia música para el amor, el trabajo, la cacería, los bailes, los entierros. En cada una hay canciones de cuna, canciones infantiles y antífonas patrióticas que hablan de grandes hazañas de héroes reales o legendarios. La fe y las distintas creencias religiosas han dado origen a la mayor cantidad de creaciones musicales. La música siempre ha desempeñado un papel importante en la historia del hombre. Esto se debe en parte a que, como lo señalaron los griegos, produce un gran efecto en los sentimientos humanos. La música nos conmueve, nos puede inducir a la alegría, el gozo, la tranquilidad, el reposo, el vigor y hasta a la excitación corporal y el frenesí. La música es al mismo tiempo un arte y una ciencia, por lo cual debe ser apreciada emocionalmente y comprendida intelectualmente. Como ocurre con cualquier arte y con cualquier ciencia, no existen límites a su perfeccionamiento ni a su comprensión. La música como ciencia posee unas leyes generales y por ser el arte de los sonidos debe ser escuchada con inteligencia. Durante mucho tiempo la música, como el lenguaje, fue cultivada por transmisión oral a través de generaciones antes de que se inventara un método siste- 94 La música, entre las matemáticas y el alma mático de escritura. En las civilizaciones más desarrolladas, el deseo de registrar leyes (científicas y no científicas), poesía y otros documentos perdurables, dio inevitablemente origen al problema de cómo escribir la música. La cuestión era dar con un sistema de símbolos que pudiera definir tanto la altura de un sonido como el ritmo de una melodía, elementos estructurales de la música que tienen como base leyes físicas y lógica matemática. Según los Upanishads, libros sagrados del hinduismo, el cosmos es una gran música que se expresa en las más variadas formas del pensar; se dice que el Universo entero posee una música cósmica propia, en virtud del ritmo que la origina como todo cuanto existe, ya que hasta la materia más burda subsiste como tal gracias a los ritmos y vibraciones atómicas que la componen. La simple observación de la naturaleza nos ofrece ya los primeros testimonios de la presencia del ritmo en el Universo: la alternancia de los días y las noches, el continuo vaivén de las olas del mar, los latidos del corazón, la respiración, todo sugiere que el ritmo está íntimamente relacionado con cualquier movimiento que se repita con regularidad en el tiempo. Este ritmo puede apreciarse hasta en la conversación cotidiana, pero es en la poesía en donde las palabras y las sílabas están más o menos agrupadas con riguroso orden y donde somos especialmente conscientes de la existencia de ritmo. En la música, donde el ritmo probablemente consigue su más alta sistematización consciente, este pulso regular, tiempo o tempo, aparece en grupos de dos o tres, y sus correspondientes combinaciones compuestas. El primer tiempo de cada grupo es el que lleva el acento; la unidad métrica entre un acento y el siguiente es el compás, que en la escritura musical se determina empleando líneas verticales que atraviesan el pentagrama. Todo guarda una rigurosa matemática y como tal se puede evidenciar al plasmarla en un pentagrama. La melodía, en su sentido físico, no es más que una sucesión de sonidos. Por lo tanto, ciñéndonos literalmente a esta definición, incluso una escala podría denominarse melodía. Pero una melodía es, sin duda, algo más. Ese «más» es lo que da vida y sentido interior a una sucesión de sonidos. La escala o unas notas en sí no constituyen una melodía, sino un esqueleto. Es la cualidad interior lo que conforma una melodía. Es una perfecta combinación entre matemáticas y alma. Las cualidades de tensión y relajamiento deben guardar proporciones justas y equilibradas; el análisis de gran número de melodías demuestra que una línea melódica ascendente se equilibrará tarde o temprano por otra descendente y viceversa –nuevamente se impone una secuencia matemática y geométrica–. Este equilibrio es lo que hace que una melodía sea fluida y natural y es lo que le infiere alma a una estructura exacta. Al leer una partitura encontramos secuencias de tiempos (ritmo), divididas en notas largas y cortas, rápidas o lentas, y en silencios, que sumadas siempre 95 Vera Schütz dan una cantidad exacta, aun en los ritmos asimétricos. Encontramos equilibrios entre notas agudas y graves haciendo contrapeso geométrico. Encontramos combinaciones verticales de tres sonidos (tríadas) formando acordes que se rigen por una estricta escala tónica. Estas tríadas mayor y menor pueden ser aumentadas o disminuidas según los intervalos entre las notas, pero siempre darán una quinta perfecta. Vemos entonces que la estructura musical es estricta y su teoría una ciencia exacta que se puede comprobar mediante su escritura. Y nos preguntamos: ¿cómo algo en esencia tan rígido es, a su vez una de las manifestaciones más humanas del hombre? ¿Cómo algo tan lógico es capaz de mover y generar tantos sentimientos? ¿Qué le infiere al alma? «La música es el lenguaje básico del cerebro. Y es que el cerebro es un órgano musical que trabaja con oscilaciones de aire –sonidos– organizados por el tálamo, que es el gran director de la orquesta; la música es una interpretación que el cerebro hace de las vibraciones del aire».1 Y la música es una forma de comportamiento humano que ejerce una influencia única y poderosa. Psicólogos, sociólogos y antropólogos han estudiado la conducta humana comprometida con la música. En casi todas las culturas ha sido una de las actividades grupales que más satisfacciones ha dado, no sólo por su atracción sensorial única sino por ser comunicación no verbal. Se deriva principalmente de las emociones positivas, ésas que llevan a los individuos a acercarse. La música, en sí, constituye un motivo de acercamiento: las personas, a través de la música, subordinan los intereses propios a los del grupo. Así mismo, la música, utilizada como terapia, induce a modificar la conducta de manera suave e insistente pero dinámica a la vez. Constituye una comunicación tan especial que durante miles de años fue considerada mística y hasta sobrenatural. La música es modelada por la cultura pero a su vez influye en esa cultura de la cual forma parte. Es comportamiento humano estructurado siempre según un ritmo, y es un fenómeno humano que existe sólo en términos de interacción social. El ritmo es el que organiza y proporciona energía, es el elemento fundamental y sin él no existiría la música. Por sí solo establece el orden temporal y proporciona un caudal de energía y emociones. El ritmo, cuya base es precisa y puntual, es a su vez el alma de la música. Las actividades rítmicas obran como un vínculo de unión entre las personas. Cuando el ritmo se expresa en sonidos de percusión, la actividad muscular se estimula; la música de los pueblos primitivos es de percusión y va acompañada de danzas con mucho movimiento. Los tempi ligeros, los staccati, las armonías complejas y disonantes y los cambios repentinos en las dinámicas tienden a incrementar y estimular la actividad física y, 1 96 Rodolfo Llinás, en UN Periódico, abril 18 de 2004. La música, entre las matemáticas y el alma posiblemente, a reducir la actividad mental. En cambio hallamos la reacción opuesta en los pasajes melódicos como sonidos suaves. Los tempi lentos, suaves, legati, las armonías simples y las leves variaciones de la dinámica musical nos llevan a la actividad física, incluso tienden a suavizarla o disminuirla, pero inducen a la fantasía estética y a la actividad contemplativa. Si consideramos un adagio típico advertimos que la energía corporal diminuye; es como si su propósito fuera lograr una respuesta contemplativa. La música es comunicación, pero muy a menudo es, o actúa como, mensaje no verbal. Es el significado sin palabra lo que otorga su poder y valor. Aun cuando en nuestra cultura experimentamos y comprobamos a diario que la música posee un gran poder para lograr una comunicación profunda, es poco lo que sabemos acerca de sus exactas cualidades en ese sentido en otras culturas; no es fácil para los europeos (p.e.), organizar los ritmos y, menos aun, comprender cómo se comunican los nativos africanos mediante su música de tambor. A menudo, en nuestra vida diaria, no advertimos o no captamos el significado de gran parte de la comunicación no verbal que existe. No nos damos cuenta de que algunas de las comunicaciones más habituales y valiosas se establecen sin palabras debido a la imposibilidad de ser verbalizadas. ¿Cómo expresar con palabras un beso, una sonrisa, una mirada de desaprobación con el ceño fruncido, o una mirada comprensiva? ¿Cómo diríamos con palabras los sentimientos que evocan el himno nacional, una marcha, un vals de Strauss, la cuarta sinfonía de Brahms, un preludio de Bach, un bambuco para los colombianos o un canto jodel para los alpinos? El mejor sustituto verbal de la música –sin palabras– es siempre más pobre que ésta. Así pues, la música es un tipo de comunicación muy íntima que la humanidad aprecia y fomenta profundamente. Brinda un conjunto estructurado de componentes, motores emocionales y sociales mediante los cuales las personas se unen. Por su misma naturaleza acerca a las personas con el propósito de funcionar de manera íntima. Compromete al individuo de modo tan completo y singular, que siente la proximidad del otro y se alivia la soledad dolorosa. No es punitiva y, casi en ningún caso, amenazadora. Cambia los estados de ánimo por lo general de manera positiva, es casi siempre una expresión de buena voluntad, un llegar a otros. No se puede decir que hay música buena y música mala. Toda la música en sí es valiosa en la medida que produce, de acuerdo a factores intrínsecos de cada ser, comunicación, y mueve profundos sentimientos y emociones. Sale del alma y llega al alma, y toda, sin excepciones, tiene una rigurosa estructura matemática. Es, en últimas, una perfecta combinación entre pensamiento lógico y sentido común, entre racionalidad y espiritualidad. 97 Vera Schütz En realidad, la clave del mundo se halla en el ritmo, y los privilegiados que a través de la música lo perciben experimentan el gozo inefable de la comunicación con el Universo. La música transmite mensajes complejos, completos y profundos. Se trata de las emociones que imprimió el compositor y que vuelven a salir a flote cada vez que esa música es interpretada. La música comunica, pero escapa de las palabras –existió antes que las palabras– y se hace del lado de las experiencias sensoriales; por eso parece tener algo en común con las formas, los aromas y los sabores. Y aunque la construcción musical llega a parecerse a la construcción del idioma, la música es menos directa que la lengua, y por eso tiene la facultad de expresar aquello que escapa a ser nombrado. El mensaje de la música está en todas partes, en las notas, en la ausencia de las mismas –es decir, en los silencios–, en el espacio y en el oyente que la recibe y cuya alma hace de caja de resonancia; las emociones plasmadas por el compositor son reproducidas, de formas muy variadas, por el intérprete, quien imprime además sus propios sentimientos, y son experimentadas una vez más por el oyente, quien a su vez ha añadido emociones íntimas, asociadas a vivencias y a significaciones conscientes e inconscientes. Oyente que, como lo expresó Pitágoras hace veintiséis siglos, la recibe en el alma porque ella y él están en consonancia con el Universo. Lo que la música nos significa es aquello que recrea, el ritmo primario de la vida y del Universo –una vez más–, los sonidos de nuestro entorno y las emociones humanas. Cuando nos compenetramos con la música es cuando experimentamos emociones sin un motivo racional. La música trasciende la comunicación animal, nuestra comunicación animal, porque es eminentemente espiritual. Y en este ensayo hay ya un gran contrasentido, pues se ha excedido en palabras tratando de explicarla y justificarla, cuando la música es pura emoción; simplemente escuchemos, simplemente sintamos… Bibliografía Enciclopedia Salvat de los Grandes Compositores. Volumen I. Pamplona, Editorial Salvat, 1981. LLINÁS, Rodolfo. El cerebro y el mito del yo. Bogotá, Norma, 2003. SETH, Vikram. Una música constante. Barcelona, Anagrama, 2000. THAYER, Gaston E. Tratado de musicoterapia. Buenos Aires, Paidós, 1971. 98