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SEMILLAS DE ECONOMÍA ALTERNATIVA ¿CONSTRUYENDO OTRO MUNDO?* José Ángel Moreno Economistas sin Fronteras Resumen Abstract En los países desarrollados se da un fenómeno protagonizado por sectores minoritarios, pero muy dinámicos, de la sociedad civil: un fenómeno expansivo, pero quizás no suficientemente percibido todavía por la corriente principal del análisis socioeconómico académico. Una realidad que crece revelando cada mañana nuevos brotes, condensando paulatinamente gramos de masa crítica transformadora, con la esperanza de contribuir por la vía de la actividad económica práctica a la construcción de un nuevo mundo. Se trata de una serie multiforme de actividades, iniciativas, entidades que quieren hacer de la actividad económica una vía de ayuda para la transformación social. Hablamos, por tanto, de prácticas pequeñas, probablemente marginales, pero de una ambición desbordante. Un conjunto fuertemente heterogéneo del que solo se intentará apuntar algunas modalidades, sin otro objetivo que la descripción. In developed countries, a phenomenon is occurring led by minority but very dynamic sectors of civil society. It is an expanding phenomenon, but it is perhaps not yet sufficiently perceived by the mainstream of academic socioeconomic analysis. It is a growing situation, revealing new shoots every day and gradually condensing grams of transforming critical mass, with the hope of contributing to building a new world through practical economic activity. It is a multiform series of activities, initiatives and organisations intended to make economic activity a way of assisting social transformation. We are therefore talking about small and probably marginal practices but overwhelming ambition. It is a strongly heterogeneous group for which I will merely attempt to note some forms by way of simple description. 1. Introducción Sirva como comienzo de estas páginas la advertencia de su carácter puramente descriptivo. Pretenden solo dar cuenta –y a trazos muy gruesos– de un fenómeno protagonizado por sectores minoritarios, pero muy dinámicos, de la sociedad civil en los países relativamente desarrollados1: un fenómeno expansivo, pero quizás no suficientemente percibido todavía por la corriente principal del análisis socio económico académico. Una realidad que crece –al decir del clásico– como la hierba en la noche: revelando cada mañana nuevos brotes, condensando paulatinamente gramos de masa crítica transformadora, con la esperanza –quizás vana– de contribuir por la vía de la actividad económica práctica a la construcción de un nuevo mundo. Con la seguridad de que se trata de un camino lento, difícil y rutinariamente prosaico, lejos de la seducción de atajos deslumbrantes, pero presidido por esa vieja utopía de preservar y mejorar la vida, acrecentar la libertad, fortalecer la igualdad, impulsar la fraternidad… Agradezco las sugerencias y opiniones de Lucía Rodríguez y Elena Novillo (técnicas de Economistas sin Fronteras), Carmen Valor (profesora de la Universidad Pontificia de Comillas y socia de Economistas sin Fronteras) y Marcos de Castro (presidente de la Zona Centro de FIARE). * Por lo que no se tomarán en consideración iniciativas específicas de los países pobres o emergentes, aunque en algunos casos (sobre todo en América Latina), muchas de las prácticas aquí referidas tienen una fuerte implantación. 1 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 291 La responsabilidad ética de la sociedad civil Se trata de una serie multiforme de actividades, iniciativas, entidades que –además de contribuir a resolver problemas sociales muy tangibles– quieren hacer de la actividad económica una vía de ayuda para la transformación social. Hablamos, por tanto, de prácticas pequeñas, probablemente marginales, pero de una ambición desbordante. Un conjunto fuertemente heterogéneo del que solo se intentará apuntar algunas modalidades, sin otro objetivo que la descripción: como un rudimentario ensayo taxonómico de un entomólogo admirado por el fragor entusiasta de un enjambre aparentemente tranquilo y uniforme en la distancia, pero hiperactivo y lleno de variedad cuando se observa de cerca; movido por un extraño frenesí que le hace especialmente atractivo a los ojos de quien se siente fascinado por la vida. 2. Sociedad civil y prácticas económicas alternativas La involucración de la sociedad civil en actividades económicas situadas al margen de la economía y de las empresas convencionales2 no es, desde luego, un fenómeno nuevo. Pueden encontrarse sus orígenes más directos en las múltiples iniciativas cooperativas y mutualistas surgidas a comienzos del siglo XIX en Europa y Estados Unidos, casi siempre de la mano del movimiento obrero y con un carácter esencialmente defensivo frente al capital, pero también en muchos casos con la voluntad de constituirse en bastiones de un sistema económico alternativo. Actuaciones que, por encima de innumerables avatares, han ido creciendo, diversificándose y complejizándose intensamente a lo largo del tiempo, extendiéndose fuera del ámbito obrero tradicional. Cabe apreciar en esta evolución un punto de inflexión a partir de la década de 1980. Como consecuencia de la crisis de los 70 y del intenso cambio en las políticas económicas y sociales y en la práctica empresarial (la llamada «revolución neoliberal») aplicadas generalizadamente desde finales de esa década, surge en muchas organizaciones y personas comprometidas socialmente el convencimiento de que es necesario reorientar su trabajo hacia la búsqueda de actuaciones directamente económicas que posibiliten la atención de las necesidades más urgentes de amplios sectores de la población en situación de desempleo estructural y de creciente exclusión social. Algo a lo que se añadieron razones como el desencanto que produce en esos años el descrédito del sistema de economía de planificación centralizada, la creciente conciencia de las contradicciones ecológicas, sociales, económicas y humanas del sistema económico dominante o la también creciente evidencia de la pérdida de capacidad de actuación de las administraciones públicas frente a los condicionamientos de la globalización y frente a la imparable capacidad de los grandes poderes económicos para colonizar el ámbito de la política y de la democracia en beneficio de sus intereses. Son factores que no han hecho sino reforzarse con el estallido de la crisis actual, multiplicadora de los efectos y de las implicaciones políticas de la crisis anterior y que ha actuado como claro mecanismo reactivador de este tipo de iniciativas, intensificándolas, pero también radicalizando en muchos casos su perspectiva crítica3. Las que, sea cual sea su forma jurídica, se caracterizan por la búsqueda de rentabilidad como finalidad prioritaria. Víd. sobre esto Comín y Gervasoni (2011). 2 3 292 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] Semillas de economía alternativa: ¿construyendo otro mundo? | José Ángel Moreno En este contexto, se viene produciendo a lo largo del período señalado un patente crecimiento de iniciativas económicas de la sociedad civil, a instancias en muchos casos de una convicción cada día mayor acerca de la necesidad de actuar en ese terreno para mitigar problemas que no encuentran solución ni en la esfera de la economía convencional ni en la de la simple política. Una auténtica efervescencia que no ha dejado de crecer desde entonces y que tiene un carácter cada vez más caleidoscópico. Iniciativas de carácter práctico, pero que nacen al calor de una también creciente reacción ante el modo de vida y la concepción del bienestar dominantes: modo y concepción en los que la economía ocupa una posición desequilibradamente hegemónica y que hacen depender unívocamente el bienestar y el progreso del crecimiento económico y de la producción mercantil. Por eso, en esta reacción ocupa un lugar central la redefinición del carácter, del peso y de la posición de la dimensión económica en el conjunto de la sociedad y en la forma de vida4. Así, las iniciativas que aquí se reseñan surgen en el marco de esta reacción general, muy emparentadas con (y deudoras de) planteamientos teóricos de carácter más amplio que, desde la perspectiva crítica señalada, tratan de apuntar alternativas al modelo socioeconómico y al estilo de vida dominantes5. Pero lo hacen con una perspectiva decididamente práctica, buscando alternativas al paradigma civilizatorio a través de nuevos modelos de empresa, de consumo y de inversión: modelos en los que la actividad económica pasa a desempeñar una función radicalmente diferente y esencialmente instrumental. Se trata, desde luego, de prácticas indudablemente minoritarias todavía y aún marginales frente a la economía convencional, pero de importancia económica (y mucho más social) en aumento y que de hecho parecen alcanzar ya unas cifras (de facturación, de empleo, de personas y colectivos involucrados) que, aunque difícilmente precisables, no pueden considerarse despreciables. De hecho, no lo son ya en muchos casos para las empresas convencionales, que cada vez más penetran en sus campos de actuación característicos, buscando mejoras de imagen y nuevos nichos de negocio, al tiempo que distorsionando sustancialmente su filosofía original y sus efectos sociales. Es necesario, por ello, diferenciar claramente estas incursiones empresariales con las iniciativas aquí consideradas, que tienen tanta menos autonomía (y tanto menos potencial transformador) cuanto mayor sea la influencia y el grado de control en ellas de las empresas convencionales. Desde esta perspectiva, y aunque el universo analizado está conformado por realidades muy diferentes (entre las que se incluyen actividades que no cuestionan los fundamentos del sistema imperante), se dedica la atención de estas páginas a aquellas prácticas que, además de tratar de resolver problemas muy concretos, tienen una ambición más amplia: combatir las causas sociales de los problemas y fundamentar sus actuaciones en base a principios alternativos a los que guían la actividad económica «normal». Iniciativas voluntarias de la sociedad civil Víd. a este respecto Fernández (2014). Economía del buen vivir, democracia radical, economía ecológica, economía feminista, decrecimiento, soberanía alimentaria, economía del bien común… 4 5 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] 293 La responsabilidad ética de la sociedad civil que encaran el orden establecido con una mirada crítica, que se caracterizan por una decidida voluntad de contribuir en alguna medida a su transformación y que aspiran a ayudar a avanzar hacia una sociedad más justa, equitativa y sostenible. Iniciativas que desarrollan su actividad en el campo económico, pero introduciendo en su funcionamiento criterios sociales a los que subordinan la lógica puramente económica, que, en consecuencia, no priorizan la rentabilidad como finalidad última (aunque busquen la rentabilidad necesaria para la sostenibilidad) y que se esfuerzan por actuar en el mercado combatiendo el determinismo económico, el absolutismo del beneficio y la mercantilización creciente de la sociedad y de la vida. Y que lo quieren hacer desde la convicción de que los cambios efectivos requieren de un trabajo pragmático y sostenible en la realidad económica, generando adhesiones a través de realizaciones concretas y eficaces, en las que se resuelven problemas y necesidades esenciales, al tiempo que se comparten vivencias y se generan ilusiones colectivas. Con la ambición de contribuir a construir una sociedad diferente a través de la generación de relaciones de producción, distribución, consumo y financiación basadas en la justicia, la reciprocidad y la ayuda mutua: relaciones caracterizadoras, en definitiva, de una economía al servicio de la persona y de la comunidad. Prácticas, en esta perspectiva, que comparten un sustrato ideológico común, cimentador de lo que cabe considerar en cierta medida un movimiento, que viene siendo caracterizado, entre otras muchas menos generalizadas, por denominaciones como economía alternativa, economía solidaria o –quizás la más habitual en la actualidad– economía social y solidaria: una denominación que se acepta crecientemente por los analistas y los actores de estas prácticas como «idea fuerza aglutinadora»6 de todas las iniciativas de este tipo. Rasgos esenciales de esta base ideológica compartida son aspectos como los siguientes: sistemas de decisión y organización democráticos, voluntad de transparencia y de equidad, empoderamiento de las personas, orientación ética de la actividad, búsqueda de la cooperación por encima de la competencia, preocupación preferente por las personas más necesitadas, respeto ambiental, focalización en la generación de empleo, atención destacada al entorno local y vocación de trabajar al servicio del bien común7. Es una voluntad de identidad y de movimiento compartido que tiene una manifestación muy clara en las múltiples plataformas, redes o espacios sociales comunes que ya desde hace años –aunque de forma todavía incipiente y con diferente fortuna– muchas de estas experiencias están tratando de conformar a todos los niveles (sectorial, local, regional, nacional e internacional)8. Algo en lo que puede radicar en no escasa medida el potencial transformador de estas iniciativas, inevitablemente dependiente de su facilidad de colaboración con otras inspiradas por el mismo espíritu, de su capacidad de integración en espacios económicos de mayor amplitud que puedan compensar los problemas derivados de la escasa dimensión de La expresión es de Pérez de Mendiguren et al. (2009). Víd., por ejemplo, la Carta de Principios de la Economía Solidaria de REAS (www.economiasolidaria.org) para aceptar a una entidad en su seno: equidad, trabajo, cooperación e intercooperación, sostenibilidad ambiental, ausencia de fin de lucro y compromiso con el entorno. Víd. sobre esto Askunze (2007) (http:// www.economiasolidaria.org/files/ecosol_dic_ed.pdf ), Askunze (2013) y del Río et al. (2014). 8 En el caso español, la red más importante es REAS (Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria), que agrupa a muchas de las redes españolas de este movimiento. En su web (www.economiasolidaria.org) puede encontrarse abundante información sobre redes nacionales e internacionales de este tipo. En REAS se integran 15 redes territoriales y sectoriales que aglutinan a más de 300 entidades, involucrando a más de 14.000 personas y generando ingresos anuales de más de 220 millones de euros (Askunze, 2013). 6 7 294 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] Semillas de economía alternativa: ¿construyendo otro mundo? | José Ángel Moreno casi todas ellas y puedan generar así las sinergias adecuadas para fortalecerlas y para posibilitar su crecimiento, la expansión de la base social que atienden y, en definitiva, el incremento de su significación económica y social. 3. Cuatro formas de actuación Debe advertirse, ante todo, que por razones de espacio se centrará la atención en las prácticas económicas desarrolladas por la sociedad civil desde el lado de la oferta, dejándose de lado algunas modalidades de indudable importancia, pero ya suficientemente conocidas, como las que constituyen la economía social9 o la actividad económica tradicional de las entidades no mercantiles (ONG, asociaciones, fundaciones…). Con esta drástica reducción, se limita el campo de observación a cuatro formas de intervención en la economía que están registrando una especial expansión a lo largo de las dos últimas décadas: las empresas sociales o solidarias, la economía colaborativa, las finanzas alternativas y los mercados sociales. Campos con delimitaciones todavía imprecisas, en los que se producen frecuentes solapamientos y sobre cuyo conocimiento constituye un obstáculo determinante la carencia de cifras integradas. 3.1. Empresas sociales o solidarias Se trata de un nuevo modelo de empresa que viene consolidándose en algunos países de Europa y Estados Unidos desde la década de 1990: son las llamadas, entre otras denominaciones, «empresas sociales» «empresas solidarias» o «empresas de emprendimiento social». Dotadas en algunos países de figura mercantil específica10, frecuentemente adoptan la forma jurídica de cooperativas o asociaciones no mercantiles, pero siendo habitual también que tomen la forma de fundaciones, sociedades limitadas y aún anónimas. En el caso español, algunas modalidades de este tipo de empresas se solapan con las recogidas dentro de la economía social, como las empresas de inserción11. Sea como fuere, en general, son entidades que desarrollan su actividad económica asumiendo el compromiso con principios como la promoción de la igualdad, la creación de empleo (especialmente para aquellas personas en situación o riesgo de exclusión social), el comercio justo y responsable, el respeto con el medio ambiente o el compromiso con el entorno, tratando de fortalecer el capital social, mejorar la cobertura de necesidades básicas insuficientemente cubiertas y potenciar el desarrollo personal de las personas implicadas y el desarrollo local. Empresas, en este sentido, presididas ante todo por objetivos sociales y por una visión fuer Categoría de reconocimiento legal en muchos países y que en España (Ley 5/2011 de 29 de marzo) incluye las diferentes modalidades de cooperativismo, mutualidades, cofradías de pescadores, sociedades laborales, centros especiales de empleo, empresas de inserción social y determinadas asociaciones y fundaciones. Víd. www.cepes.es. 10 Es el caso de las benefit corporations en Estados Unidos (http://www.benefitcorp.net/), las community interest companies en el Reino Unido, las sociétés coopératives d’interêt collectif en Francia, las sociétés à finalité sociale en Bélgica o las cooperative sociali en Italia. Víd. sobre esto Defourny y Nyssens (2006). 11 Empresas que tienen como fin la incorporación al mercado laboral de colectivos en situación de desventaja social o exclusión, desarrollando para ello proyectos personales de inserción mediante una formación dirigida mejorar sus condiciones de empleabilidad. En 2012 existían en España 167 empresas de este tipo, con una facturación total de casi 63 millones de euros, 2.435 trabajadores en inserción y 2.128 trabajadores asalariados (www.cepes.es). 9 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] 295 La responsabilidad ética de la sociedad civil temente comprometida con ellos, en las que la orientación al mercado es un instrumento y en las que la innovación y la habilidad para movilizar capacidades y recursos y para convertir obstáculos intrínsecos en ventajas competitivas constituyen un requisito imprescindible para la viabilidad12. Algo para cuyo éxito parece esencial también la cooperación con entidades semejantes, el trabajo en red y el esfuerzo en la construcción de un ecosistema favorable13. En conjunto, se trata de un conjunto con límites todavía muy borrosos y con acepciones sensiblemente diferentes según las distintas corrientes de análisis14. En Europa predomina la aproximación de EMES15, que las define como empresas creadas por un colectivo de personas con la finalidad prioritaria de generar beneficio para la sociedad16 y en las que el interés económico de los inversores (y la distribución de beneficios) está sujeto a determinados límites. Una modalidad de empresa, por tanto, en la que la misión consiste ante todo, más que en la consecución de beneficios, en la satisfacción de necesidades sociales sustanciales y que no supedita los objetivos sociales y/o ambientales a los económicos, si bien no desprecie estos últimos, que constituyen la garantía de su sostenibilidad. Pero rechaza la maximización del beneficio (en muchos casos, con renuncia explícita al carácter lucrativo), dedicando la mayor parte posible de los excedentes a la consolidación de la propia empresa, a nuevos proyectos o incluso a causas u organizaciones externas de interés social. De otro lado, y aunque no es una condición general, suelen ser empresas en las que el poder de decisión no reside totalmente en los propietarios del capital, sino que se comparte en alguna medida con las partes interesadas más significativas (comunidad, trabajadores, clientes…). 3.2. Economía colaborativa Es este un fenómeno muy reciente y todavía insuficientemente delimitado, que está experimentando un intenso crecimiento y que se materializa en buena medida fuera de los circuitos mercantiles convencionales: se trata de lo que se viene llamando economía colaborativa o economía en/de colaboración, economía de acceso, consumo colaborativo o consumo conectado, entre otras denominaciones17. En esencia, consiste en un tipo de intercambio directo (y frecuentemente no monetario) entre pares o iguales (productor y consumidor o propietarios/productores de productos o servicios que se desean intercambiar) orientado más a la utilización y a la colaboración (a compartir usos) que a la propiedad y que teóricamente permite a los participantes –además de establecer relaciones sociales– conseguir ingresos y acceder a bienes y servicios, aunque no se tenga disponibilidad económica para ello o a precios inferiores a los del mercado convencional. Víd. sobre esto Chliova et al. (2012). Vernis e Iglesias (2010). 14 Sobre las diferencias en los enfoques dominantes en EEUU y en Europa, puede verse Economistas sin Fronteras (2013b) y Kerlin (2006). 15 EMES es una red europea de investigación sobre economía social y solidaria. Puede verse información en www.emes.net 16 Lo que constituye una diferencia básica con la economía social. 17 Sobre su importancia, no es posible contar con datos mínimamente objetivos, pero hay bastantes estimaciones que permiten intuirla: la revista Forbes estimaba que a finales de 2013 alcanzaba en EEUU una cifra de 3,5 billones (americanos) de dólares, con un crecimiento en ese año del 25 %. Cañigueral (2012) cita otra estimación que cifra el volumen global en 2012 en 4,9 billones (americanos) de dólares, además de diferentes datos de iniciativas puntuales en España. Datos de interés sobre España se pueden encontrar también en http://www.slideshare.net/acanyi/pay-as-you-live-estudio-avancar-enero-2014. 12 13 296 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] Semillas de economía alternativa: ¿construyendo otro mundo? | José Ángel Moreno Nada nuevo en sí mismo: algo tan viejo como el comercio en especie y la ayuda mutua, pero que se ha visto radicalmente transformado y potenciado por Internet, que permite relaciones de intercambio entre personas que no se conocen y que pueden vivir muy alejadas entre sí, pero que también facilita la consolidación de prácticas de intercambio de proximidad, espacios comunitarios de intercambio que fortalecen las relaciones de vecindad y los lazos sociales. En este sentido, la nueva economía colaborativa se desarrolla en buena medida con la ayuda de plataformas digitales, a través de las que se lanzan convocatorias abiertas para la realización de tareas, la consecución de financiación o el intercambio de bienes y servicios. Sin duda, la crisis (con sus efectos de desempleo y empeoramiento de condiciones económicas) parece haber sido un factor claro de impulso de este tipo de iniciativas. Pero laten también tras muchas de ellas razones no solo económicas: cuestionamiento de los valores materialistas, desconfianza de la mitología del crecimiento, desencanto frente al Estado provisor, preocupación por la sostenibilidad ambiental y por el desarrollo personal, necesidad de sentido y de pertenencia a una comunidad, voluntad de defensa y de desarrollo del entorno local… Todas esas razones que –como recuerda Lucía del Moral-reflejan rupturas fundamentales con el orden establecido, que están en la base de la crisis sistémica de nuestro tiempo y que son las que prestan toda su significación social a estas prácticas18. Como es normal en un campo emergente y tan poliédrico, se han planteado diferentes intentos clasificatorios. Para Juliet Schor19, hay cuatro grandes modalidades de consumo colaborativo: intercambio de bienes o servicios (donde cabe encuadrar la modalidad de los bancos de tiempo20), recirculación (de bienes ya usados), optimización de activos21 y consecución de recursos prescindiendo de intermediarios (por ejemplo, recursos financieros22, recursos de cuidado o recursos formativos –los denominados sistemas de «conocimiento abierto»–). También en todo este panorama coexisten prácticas económicas de muy diferente carácter: desde las que tienen únicamente una finalidad económica, de abaratamiento, incluso en ocasiones con fin de lucro explícito (y a veces impulsadas por –o convertidas en– empresas convencionales en busca de nuevos nichos de mercado)23, hasta las presididas por objetivos de construir tejido cívico, regidas por valores solidarios, cooperativos, democráticos y respetuosos del medio ambiente: prácticas que aspiran a consolidar pautas de intercambio y producción no mercantilizadas, dirigidas al empoderamiento y al desarrollo de personas y comunidades. Del Moral (2014). Schor (2014). Cañigueral (2014) plantea una clasificación diferente y no ceñida solo al campo del consumo: consumo colaborativo, producción contributiva, finanzas participativas y conocimiento abierto. 20 Espacios sociales (no necesariamente físicos) y sin fin de lucro en los que los miembros «intercambian servicios que se valoran de forma igualitaria (una hora por una hora), independientemente del tipo de servicio prestado» (Schor, 2014). En esta perspectiva, son esencialmente sistemas de intercambio de productos, servicios, habilidades y conocimiento por tiempo, en los que el tiempo de cada participante se valora igual. Para facilitar los intercambios, muchos bancos de tiempo han desarrollado monedas sociales: unidades de cambio inicialmente válidas exclusivamente para el banco de tiempo en cuestión, pero que se pueden compartir con otros bancos y con otras redes de intercambio. Muy próximos a esta figura son los denominados LETS (Local Exchange Trading Systems), que para algunos autores engloban también a los bancos de tiempo: sistemas de trueque que utilizan monedas sociales no necesariamente basadas en el tiempo de trabajo y que construyen gracias a ellas mecanismos de crédito mutuo (Gisbert, 2014). Sobre el concepto de las monedas sociales puede verse Oliver (2014), así como las webs http://www.vivirsinempleo.org y http://www.consumocolaborativo.com, muy útiles también sobre todo lo aquí señalado. 21 Sistemas para compartir el uso de activos (coches, espacios físicos, herramientas, electrodomésticos…). Una variante es el coworking: compartir espacio (o utensilios) de trabajo. 22 Entre los que destaca el cada vez más extendido sistema de crowdfunding. 23 Por ejemplo, las numerosas empresas convencionales (algunas de volumen muy importante) que trabajan en el ámbito del consumo de segunda mano, en el intercambio de activos e incluso en el crowdfunding. Víd. al respecto Blázquez (2014) y Martín (2014a y b). 18 19 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] 297 La responsabilidad ética de la sociedad civil No parece probable que las primeras, por ingeniosas que resulten, puedan abrir camino hacia alternativas al paradigma económico dominante, pero sí las segundas, que pueden conducir hacia la expansión de una economía que opera sin dinero y al margen de los circuitos oficiales, con peligros indudables (ocultación fiscal, barreras relacionales, informáticas y culturales, adecuada remuneración del trabajo, problemas de gestión y de gobierno –sobre todo cuando aumenta la escala–, reducción del potencial productivo y de generación de empleo…)24, pero también con un potencial transformador que, aunque difícilmente predecible, puede no ser en absoluto despreciable. El potencial que deriva del fomento de una economía orientada no solo por criterios económicos, consciente de la importancia de los contenidos relacionales y afectivos que pueden subyacer a los intercambios, gestionada de forma muy participativa, basada en la reciprocidad, en la solidaridad, en la cooperación y en la paridad (es decir, en el valor prioritario de las personas), defensora de la sobriedad, de la cercanía y del entorno local, generadora de cohesión social y de sentido de comunidad y que quiere contribuir, más que a objetivos económicos, a construir nuevas formas de organización social y vital. 3.3. Finanzas alternativas También en el ámbito financiero se viene registrando una verdadera explosión de iniciativas alineadas con la tónica general que se está describiendo. Iniciativas que tratan de recuperar el sentido social de la actividad financiera y del propio dinero, para ponerlos al servicio de la sociedad a través del apoyo a proyectos de especial utilidad social (y ambiental) y del emprendimiento de personas desfavorecidas normalmente excluidas del sector financiero convencional. Introduciendo, por ello, criterios éticos, sociales y ambientales en su filosofía. Algo, por otra parte, esencial para posibilitar el éxito de las restantes iniciativas aquí comentadasLas formas de actuación que vienen desarrollándose son muy variadas. Obligado es señalar que también aquí conviven experiencias de muy diferente carácter: desde las claramente lucrativas o las de carácter filantrópico y reputacional impulsadas por entidades financieras tradicionales hasta las presididas por objetivos sociales y por una voluntad decidida de fomentar prácticas económicas alternativas renunciando al beneficio (o a su prioridad)25. a) Entidades de inversión social Se incluyen en esta categoría múltiples iniciativas de inversión colectiva o grupal en proyectos sociales, habitualmente con la denominación de «fondos sociales» o «fondos de capital riesgo social», en general de desarrollo muy reciente y, por tanto, en fase todavía de consolidación y con carencias regulatorias acusadas. Normalmente, adquieren la forma de fondos de capital riesgo26, y si no es así (pueden ser fondos de Víd. al respecto Valor (2014). No se incluyen en esta reseña las cajas rurales y restantes cooperativas de crédito tradicionales ni las entidades microfinancieras. Las primeras, de considerable importancia en muchos países, porque forman parte del conjunto de la «economía social» y porque por su propio crecimiento (y los procesos de integración en que están inmersas en muchos países) están experimentando en muchos casos un progresivo alejamiento de su misión inicial y un paulatino alineamiento con el sector financiero convencional. En cuanto a las muy relevantes entidades microfinancieras (y pese a su creciente extensión a países desarrollados), constituyen un fenómeno prioritariamente centrado en los países pobres y menos desarrollados, por lo que caen fuera del foco de atención de este trabajo. Tampoco se hace referencia al ya mencionado crowdfunding. 26 En esencia, fondos que invierten en empresas no cotizadas o en proyectos económicos de entidades no empresariales. 24 25 298 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] Semillas de economía alternativa: ¿construyendo otro mundo? | José Ángel Moreno inversión, empresas mercantiles, empresas sociales, fundaciones o asociaciones), suelen actuar de forma similar, complementando frecuentemente la financiación (normalmente, inversión en capital o en deuda, pero también préstamos y donaciones) con asesoramiento y, en ocasiones, apoyo en la gestión. Aunque mayoritariamente buscan algún tipo de rentabilidad económica, no priorizan totalmente a ella sus decisiones e incluso en ocasiones la rechazan por principio: es el caso de los llamados «fondos filantrópicos» y, en general, la denominada «inversión de impacto», modalidades ambas que priorizan el rendimiento social, reinvirtiendo los posibles excedentes o dedicándolos a otros proyectos, causas o entidades de interés social27. En la escena financiera mundial hay muchos fondos de este tipo28 (aunque es difícil comprobar la medida en que invierten realmente en economía social y solidaria y no en proyectos convencionales), e incluso varias redes internacionales para facilitar la colaboración29. En España (y al margen de las iniciativas desarrolladas por entidades financieras tradicionales, en muchos casos con criterios de acción social), merecen destacarse los casos del Fondo Social CREAS30, del Fondo Capital Riesgo ISIS España31 y del proyecto de Fondo de Inversión ISR de empresas de economía social de CEPES Andalucía32. b) Entidades financieras éticas Ante la dificultad de muchos colectivos (y particularmente entidades y proyectos alineados con la economía social y solidaria) para acceder en condiciones razonables a la financiación bancaria, y en el contexto también del creciente rechazo que en muchos sectores esta última viene despertando, han ido surgiendo desde en las últimas décadas numerosas iniciativas ciudadanas que quieren desarrollar la actividad financiera con un carácter integralmente ético y primando los criterios sociales y ambientales sobre el rendimiento económico de los proyectos financiados. Las más relevantes son las que asumen plenamente la condición de bancos, pero también deben mencionarse todas aquellas que no han pretendido o podido alcanzar ese carácter, limitándose a la función de entidades suministradoras de financiación (sin poder captar ahorro de los clientes). En este último caso, y al margen de las entidades microfinancieras no bancarias, se trata, en general, de entidades de dimensión muy modesta, que toman la forma jurídica de asociaciones, fundaciones, sociedades limitadas, mutuas o cooperativas y que captan sus (reducidos) recursos a través de donaciones privadas, subvenciones públicas o aportaciones de socios y simpatizantes. Tienen una voluntad explícita de contribuir a la construcción de una economía más Sobre los fondos filantrópicos, víd. Economistas sin Fronteras (2013b). Sobre la inversión de impacto, que en gran parte se solapa con la categoría anterior, víd. Ruiz y Martín (2012). 28 Se estima que a finales de 2013 existían en el mundo alrededor de 100 fondos de este tipo. Víd Economistas sin Fronteras (2013b). 29 Pueden encontrase referencias en Economistas sin Fronteras (2011a). 30 http://www.creas.org.es/creas-fondo-social/creas_fondo-social/. 31 http://www.fundacionisis.es/index.htm. 32 Para este proyecto y para los fondos anteriormente citados, víd. Economistas sin Fronteras (2011a). 27 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] 299 La responsabilidad ética de la sociedad civil justa, sostenible y solidaria y focalizan su actuación en la financiación de organizaciones y proyectos normalmente excluidos de la financiación bancaria, procurando la máxima transparencia en sus operaciones. Algunas de las entidades más significativas de este tipo en el caso español son el proyecto FIARE (Fundación para la Inversión y el Ahorro Responsables, nacida en 2001, pero desde 2005 convertida en cooperativa), la cooperativa Coop57, FETS (Finanzas Éticas y Solidarias), Oikocredit España (delegación española de una importante cooperativa internacional de origen holandés), Rufas (Red de Útiles Financieros y Alternativos Solidarios), GAP (Grupo de Apoyo a Proyectos, integrado en Rufas), Enclau, las CAF (Comunidades Autofinanciadas) o la red de finanzas alternativas que impulsa REAS33. Pero, ciertamente, las entidades más relevantes de esta categoría son las que, en términos rigurosos, constituyen la «banca ética»: entidades con orígenes diversos, que comparten los principios indicados anteriormente y que asumen normalmente la forma de sociedades limitadas, cooperativas o fundaciones, pero que disponen de licencia bancaria oficial (con condiciones diferentes en cada país) y que, en consecuencia, pueden desarrollar toda la operativa bancaria (aunque voluntariamente rechacen realizar muchas operaciones habituales en la banca normal). Son entidades que, desde el convencimiento de la importancia del papel del sector financiero en la construcción de una sociedad más justa y sostenible, pretenden impulsar la transformación social a través de un modelo de banca económicamente viable, pero guiada por valores éticos que no pueden subordinarse a la rentabilidad. Una banca, además, muy vinculada casi siempre a organizaciones sociales y cuyo desarrollo depende decisivamente de la existencia de una masa crítica de ahorradores responsables que quiera canalizar a través de ella sus ahorros. Como en casi todas las prácticas examinadas en estas páginas, no hay un consenso absoluto en torno a la acepción de banca ética: en los países pobres y en vías de desarrollo se utiliza para aquellos bancos especializados en luchar contra la pobreza y la exclusión financiera, cuya modalidad dominante son las entidades bancarias microfinancieras (que en ciertas condiciones pueden considerarse un tipo de bancos éticos especializados), en tanto que en los países desarrollados, suele utilizarse la acepción con un sentido más exigente para bancos generalistas (aunque también existen bancos especializados en determinados campos o colectivos). Desde esta perspectiva, se considera que la banca ética debe cumplir con los siguientes principios de funcionamiento: • Ausencia de ánimo de beneficio o fuertes restricciones al reparto de beneficios y reinversión total o muy mayoritaria de los excedentes (lo que no obsta para que deban aspirar a la eficiencia, garantía de su viabilidad y de su sostenibilidad). Puede verse sobre ellas, respectivamente: www.proyectofiare.com; www.coop57.coop; www.fets.org/es-es; www.oikocredit.es; www.consumoresponsable.org/ criterios/rufas; www.gap.org.es; www.enclau.org; www.economiasolidaria.org/category/temas/caf; http://www.economiasolidaria.org/finanzasalternativas. 33 300 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] Semillas de economía alternativa: ¿construyendo otro mundo? | José Ángel Moreno • Solidaridad y compromiso social: generación de valor social como finalidad esencial. • Actuación basada en una responsabilidad social corporativa exigente y en la política ética específica de cada entidad. • Voluntad de transparencia. • Gobierno democrático y con limitaciones a las participaciones individuales, para impedir posiciones de control. • Consideración del crédito como un derecho. • Orientación prioritaria a sectores, colectivos e iniciativas con difícil acceso a los circuitos financieros tradicionales, con una especial atención a la lucha contra la pobreza y el desempleo y a la financiación a entidades o proyectos con un impacto social o ambiental claramente positivo, rechazando toda otra financiación, así como la operativa en ámbitos de moralidad cuestionable (de acuerdo con el ideario ético del banco), como es el caso de toda actividad de carácter especulativo. Se trata de un rasgo rotundamente diferenciador frente a la banca convencional: los recursos financieros no pueden destinarse más que a finalidades de utilidad social nítida. En los países desarrollados, este criterio de prioridad se centra (aunque no exclusivamente) en entidades e iniciativas de carácter social, ambiental, cultural o solidario, soliendo reservarse a empresas, organizaciones sociales y proyectos y descartándose en general los créditos personales (aunque hay excepciones). • Oferta de instrumentos para el ahorro y la inversión financiera responsable, en muchos casos complementada con otras actuaciones de fomento (divulgativas y formativas, básicamente) y frecuentemente también con la posibilidad de que los impositores puedan decidir los destinos de su ahorro y de que puedan optar por renunciar total o parcialmente a los rendimientos. • Exigencia de garantías diferentes a las de la banca tradicional: la viabilidad del proyecto, la certeza de su compromiso ético/social/ambiental, grupos de solidaridad que actúan como avalistas… Aunque con orígenes en algún caso muy anteriores, el crecimiento significativo de la banca ética es relativamente reciente, intensificándose su expansión desde la década de 1980. Su desarrollo, por otra parte, ha sido hasta el momento muy desigual según los países, de acuerdo con las facilidades regulatorias y los apoyos públicos, pero también con la cultura del país y el nivel de conciencia social en los ahorradores. En la actualidad, y aún siendo todavía un fenómeno marginal en el conjunto del sector financiero, se trata ya de una realidad significativa y de importancia creciente, con un número de entidades y clientes y un volumen de negocio que rebasa lo simplemente testimonial34. Sobre los principales bancos éticos europeos, puede verse Economistas sin Fronteras (2006). 34 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] 301 La responsabilidad ética de la sociedad civil En España no opera todavía ningún banco plenamente nacional: sí lo hace el holandés Triodos Bank35, a través de su filial española, y la ya mencionada FIARE36, que opera desde 2005 como agente de Banca Popolare Ética37 y en el marco en la actualidad de un proceso de integración con dicha entidad que la convertirá (se espera que septiembre de este mismo año) en sucursal bancaria española del banco italiano, con oficinas en Bilbao, Madrid y Barcelona. 3.4. Mercados sociales Es obligado mencionar, finalmente, otro tipo de iniciativas que comparten muchas de las características de las anteriores, pero que tienen un especial interés por su pretensión de configurarse como sistemas de articulación de todas ellas. Son los denominados «mercados sociales»: espacios económicos (normalmente no físicos, aunque puedan organizar puntualmente encuentros en forma de ferias o mercados de duración definida) que conforman sistemas de producción e intercambio que no requieren necesariamente de dinero de curso legal, pero que superan el trueque simple (a través de modalidades de dinero social) y en los que prevalecen relaciones de equidad y solidaridad, posibilitando el intercambio entre bienes, servicios y tiempo38. En este sentido, incluyen formas de economía colaborativa y bancos de tiempo, pero con el objetivo de integrar prácticas de múltiple carácter (de producción, de distribución, de consumo y de financiación), posibilitando en esa medida la construcción de circuitos económicos alternativos de mayor dimensión y de mayor transversalidad. Espacios que tratan de facilitar la intercooperación entre los colectivos y las personas que participan –emprendedores, consumidores e inversores–, de forma que pueda fortalecerse y desarrollarse con la mayor intensidad posible, abarcando así mayores ámbitos de la actividad económica, compartiendo recursos y excedentes y posibilitando que sus participantes puedan cubrir en ese espacio común una parte cada vez mayor de sus necesidades económicas. Ese es su objetivo básico: conformar «una red de producción, distribución y consumo de bienes y servicios y de aprendizaje común que funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios, en un territorio determinado, constituida tanto por empresas y entidades de la economía solidaria y social como por consumidores/as individuales y colectivos». Y siempre «como medio –y no como fin– al servicio del desarrollo personal y comunitario»39. Mercados, por tanto, con una base esencialmente local (en España funcionan ya bastantes: Aragón, Euskadi, Navarra, Cataluña, Madrid…), que pueden utilizar (total o parcialmente) monedas sociales específicas y que pueden ayudar sustancialmente a superar dos de las debilidades básicas de este tipo de iniciativas: la pequeña dimensión y el aislamiento. Algo esencial para fortalecer su sin duda difícil viabilidad económica, en la medida en que posibilita el de www.triodos.com; www.triodos.es. Desde 2005, una cooperativa que pretende constituirse como un ambicioso proyecto ciudadano, integrada en REAS, con 4,7 millones de euros de capital social e incluyendo en su seno casi 5.000 socios cooperativistas, articulados por redes territoriales, tanto personas físicas como un amplio conjunto de 531 organizaciones sociales (entre las que figura Coop57) de apoyo (datos a fin de marzo de 2014) (www.proyectofiare.com). 37 www.bancaetica.it. 38 Cfr. Lowy (2000). 39 Ortega (2000). Una definición muy semejante es la de REAS, que puede verse en http://www.konsumoresponsable.coop/mercado-social/herramientas-de-mercado. 35 36 302 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] Semillas de economía alternativa: ¿construyendo otro mundo? | José Ángel Moreno sarrollo de las iniciativas integradas, su capacidad de acceso a capas más amplias de población, la mejora de su calidad de gestión y de la propia eficacia de la red, a través de la posibilidad de incorporar servicios auxiliares de todo tipo para las entidades integradas (representación institucional, consultoría, auditoría socio-ambiental, logística de distribución y de aprovisionamiento, gestoría, formación, comunicación, bolsa de trabajo…). Pero algo fundamental también desde la perspectiva de su potencial de transformación económica y social40, que –no lo olvidemos– constituye un componente crucial en la finalidad en estos mercados, nacidos no tanto por motivos estrictamente económicos como con la ambición de demostrar que es posible desarrollar en la práctica alternativas de economía justa, participativa, sostenible y socialmente responsable frente a la economía dominante; alternativas que por su propio carácter ejemplar pueden constituir instrumentos de cambio. Desde este punto de vista, tienen un particular interés las diferentes fórmulas que en muchos países se están ensayando para integrar diferentes mercados sociales en unidades económicas más amplias: redes o plataformas de mercados sociales locales que, si vencen las nada despreciables dificultades de gestión, pueden multiplicar sus efectos económicos y sociales, con el horizonte de consolidar verdaderos mercados sociales a nivel nacional e internacional. En el caso español, es uno de los objetivos centrales de la ya mencionada REAS, que impulsa mercados sociales locales, así como un proyecto de coordinación de todos ellos a nivel estatal41, siempre con la condición de que las unidades productivas, comercializadoras o financieras integradas en cada mercado cumplan con sus principios42 y con una especial atención a la economía solidaria, a las empresas de inserción, a los productos o servicios de entidades con compromiso social, al comercio justo y a los productos ecológicos. 4. Apunte final Todas las anteriores son solo algunas facetas de una realidad seguramente todavía poco significativa económicamente, pero que se expande continuamente, en paralelo (y como reacción) al descrédito creciente de una economía convencional que parece ineludiblemente abocada a generar, desigualdad, exclusión, injusticia y deterioro ambiental y espiritual. Ciertamente, es una realidad que no debe magnificarse ni mitificarse: de momento, no es más que un conjunto poco coordinado de prácticas pequeñas –muchas, minúsculas– con no pocas debilidades y que no deja de presentar aspectos problemáticos: como sus ocasionales complicidades con la economía informal e incluso con la economía oculta, las barreras de Víd. sobre esto Comín y Gervasoni (2011). Con el impulso de REAS, el 14 de febrero de 2014, se constituyó la Asociación de Redes de Mercado Social de ámbito estatal, como primer paso hacia la constitución de una Cooperativa de Servicios del Mercado Social. Entre todas las organizaciones fundadoras, entre las que figura REAS, suman más de 50.000 personas socias, 10.000 trabajadores y más de 1.500 entidades. La web de referencia de la iniciativa es www.konsumoresponsable.coop, espacio de información, formación, denuncia y catálogo de productos y servicios para facilitar la compra desde cualquier lugar a los oferentes integrados en la plataforma. 42 Aparte de criterios sociales, éticos y ambientales inherentes a la concepción de la economía social y solidaria, los tres siguientes: 1) Cada componente de la red se compromete a consumir el máximo dentro de esta. 2) Cada componente de la red se compromete a producir el máximo para esta. 3) Cada componente de la red contribuye a crear o desarrollar otras iniciativas vinculadas a esta, depositando sus ahorros en los instrumentos financieros alternativos de la red y reinvirtiendo así una parte de los excedentes en el crecimiento de la propia red. 40 41 Mediterráneo Económico 26 | ISSN: 1698-3726 | ISBN-13: 978-84-95531-66-7 | [291-307] 303 La responsabilidad ética de la sociedad civil entrada que presenta para personas de bajo nivel cultural, las dificultades que entraña su filosofía de gobierno democrático y participativo y sus frecuentes carencias de gestión, así como su vulnerabilidad ante la penetración en sus confines de la empresa (y de la gran empresa) convencional, la capacidad de instrumentalización por esta de su imagen o incluso su muchas veces inadvertida funcionalidad para la estrategia de recortes sociales del Sector Público, que a veces encuentra en entidades de este variopinto conjunto aliadas inconscientes para mitigar los posibles costes sociales que podría generar la eliminación o reducción de labores públicas. Sombras, sin duda, de un fenómeno todavía insuficientemente conocido y valorado, pero que no deberían ocultar sus indudables luces: por una parte, las inocultables realizaciones que en no pocos casos ha conseguido ya, pese a sus escasos recursos; pero también y sobre todo su demostración de que no es imposible compatibilizar la actividad empresarial con una responsabilidad social auténtica, su capacidad para movilizar recursos, esfuerzos, ilusiones y solidaridad en colectivos o ámbitos para los que la despiadada economía convencional no parece dejar oportunidades o, en definitiva, las posibilidades que abre para intuir que quizás sí es posible otra forma de economía y, por tanto, otra forma de vida y otro modelo de sociedad. ¿Acabarán diluyéndose esas expectativas –probablemente desmedidas– ante la eventual incapacidad de supervivencia de estas iniciativas en el feroz mercado en el que quieren desenvolverse o quizás al calor de una progresiva asimilación del sistema ante el que se revelan? No faltan, desde luego, experiencias en la historia para que no cunda el optimismo. Pero no hay que olvidar un factor diferencial frente a episodios anteriores: nunca como hasta ahora han podido contar los proyectos alternativos con la potencia y la capacidad de sinergias que aporta la tecnología. En todo caso, no deja de ser esperanzador el hálito de esperanza que traen a un mundo en el que domina como nunca el desaliento y la falta de sentido. Posiblemente, solo con eso han cumplido ya una misión histórica. Referencias bibliográficas Askunze, C.: «Empresas de Economía Solidaria»; REAS Euskadi. Disponible en www.economiasolidaria.org/reaseuskadi. Askunze, C. (2007): «Economía Solidaria»; Celorio, G. y López de Muniain, A., coords.: Diccionario de Educación para el Desarrollo. Bilbao, Hegoa. Disponible en http://www. economiasolidaria.org/files/ecosol_dic_ed.pdf. De la Cuesta, M.; Muñoz, M. J. y Ruza, C. (2010): «Financiación con criterios de sostenibilidad»; en Fernández, M. 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