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EPIDEMIE: Seis países europeos juntos para analizar los efectos dels
plantas invasoras en los ecosistemas insulares mediterráneos
La doctora Anna Traveset del Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (CSIC-UIB)
coordina el grupo que trabaja en Mallorca y Menorca, donde se han detectado más de
doscientas especies exóticas naturalizadas
Que las especies desaparecen, se extinguen, es ley de vida. No obstante, asistimos hoy en
día a una verdadera oleada de desapariciones de especies y buena culpa de la rapidez con
que se extinguen la tiene el hombre. Según algunos estudios, de no poner remedio, el año
2050 podría haber desaparecido una cuarta parte de la flora y la fauna actuales
(principalmente las de los bosques tropicales).
La primera causa de pérdida de diversidad es, evidentemente, la destrucción directa de los
hábitats de las especies, pero la segunda causa, siendo indirecta, hace verdaderos estragos.
Se trata de la introducción en los ecosistemas naturales de especies que les son ajenas,
denominadas también alóctonas o exóticas, muchas de las cuales se comportan como
especies realmente invasoras, es decir con una gran capacidad para desplazar a las especies
nativas.
Este fenómeno de antropocoria no es tampoco nuevo. Baste recordar que casi toda la fauna
actual de las Illes Balears fue introducida por el hombre durante el cuaternario y que fue
precisamente esta introducción la causa de que todas las especies que habitaban el
archipiélago antes de la llegada del hombre se extinguieran.
En cualquier caso, son muchos los científicos que consideran que las invasiones biológicas
son hoy día no sólo una de las principales amenazas para la biodiversidad, sino también un
peligro potencial de plagas con las subsiguientes consecuencias economómicas.
La especie introducida artificialmente en un ecosistema puede depredar literalmente a las
especies autóctonas. Un caso típico seria el del ferreret (Alytes muletensis), arrinconado en
las zonas más inaccesibles de los torrentes de la Serra de Tramuntana de Mallorca ante la
presión depredadora de la serp de garriga o culebra de cogulla (Macroprotodon
cucullatus). Una especie introducida puede también competir con una autóctona por el
alimento o por el hábitat. Un ejemplo claro de hoy día es la gaviota común, una especie en
expansión debido a la generación de residuos por parte del hombre y que compite por el
alimento con el milano real (milana) (Milvus milvus), una rapaz en franca regresión.
Finalmente, en el caso de los vegetales, la especie introducida puede modificar la
composición del suelo o ser muy competitiva en la colonización de este suelo por presentar
una elevada tasa de reproducción vegetativa. Es el caso, por ejemplo, de las especies del
género Carpobrotus, en el caso de plantas terrestres, o de la Caulerpa taxifolia, en el caso
del bentos marino. Existe otra posibilidad todavía: que la especie introducida compita por
los polinizadores y/o dispersores de las semillas, reduciendo el potencial reproductivo de
las especies nativas.
Si todos estos problemas son graves a nivel planetario como claras amenazas que son al
mantenimiento de la biodiversidad, en el caso de las islas el problema es alarmante
precisamente por la fragilidad de los ecosistemas insulares. Algunos datos lo manifiestan.
En Tahití, la planta ornamental Miconia calvescens ocupa ya un 75% de la superficie de la
isla.
Si nos situamos en nuestro ámbito geográfico, las más de 5.000 islas del Mediterráneo
presentan un 38% de flora endémica, una característica lógica si tenemos en cuenta que la
insularidad es un factor muy importante de creación de nuevas especies por deriva genética.
Pero al mismo tiempo, dado que los ecosistemas insulares son frágiles y las especies que
los conforman han evolucionado sin tener que hacer frente a una competencia
interespecífica como la que se presenta en tierras continentales, las islas son mucho más
sensibles a la colonización de especies ajenas a sus ecosistemas. Un solo dato lo pone de
manifiesto: mientras en toda la cuenca mediterránea las especies exóticas suponen un 1%
de la flora, en el caso de las islas esta proporción llega ya al 10%.
En todas estas islas, a la introducción de especies destinadas a la agricultura, a la
ornamentación de jardines públicos y/o privados, debe añadirse otras “puertas de entrada”.
Buena parte de estas islas están hoy día muy bien conectadas con el continente y han
desarrollado una potente industria turística.
Detener la invasión
Con el objetivo de analizar el proceso de invasión de estas especies introducidas en los
ecosistemas insulares del Mediterráneo, empezó en 2001 el proyecto Exotic plant
invasions: deleterious effects on mediterranean island ecosystemes (EPIDEMIE). El
proyecto se gestó en realidad en el año 2000 y está coordinado desde el Natural
Environment Research Council (Reino Unido).
La información que sobre el impacto que las plantas invasoras producen en los ecosistemas
era hasta ahora mínima por no decir nula. Fue por este motivo que investigadores de seis
países europeos se unieron para impulsar una investigación en común. Los centros
participantes en el proyecto EPIDEMIE son:
Centro de Ecología e Hidrología del NERC (Reino Unido)
Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals, de la Universitat Autònoma de
Barcelona.
Institut Mediterrani d’Estudis Avançats, centro mixto CSIC-UIB.
Departamento de Estudios Ambientales de la University of the Aegean (Grecia).
Departamento de Botánica y Ecología Vegetal de la Universidad de Sassari (Italia).
Escuela de Agricultura y Ciencias Forestales de la University of Wales (Reino Unido).
Departamento de Geografía Física y Ecología de Ecosistemas de la Lund University
(Suecia).
Instituto Mediterráneo de Ecología y Paleoecología de Marsella (Francia).
Uno de los primeros objetivos era saber cuáles eran las especies más invasoras en estas
islas y analizar su distribución relacionándola con parámetros climáticos, biogeográficos,
ecológicos y socioeconómicos. El proyecto se obliga a realizar mapas de distribución en
cada isla para las veinte especies invasoras más importantes, una lista que puede ser más
exhaustiva dependiendo de cada equipo de trabajo. Se trata de relacionar una determinada
distribución de la planta con el tipo de hábitat, con la proximidad de zonas habitadas, con la
proximidad de vías de comunicación, etc. En definitiva, lo que se persigue es entender el
porqué de una determinada distribución y delimitar la importancia que en ella tienen los
factores humanos, ambientales, económicos, etc.
A partir de los datos anteriores, los correspondientes equipos en cada una de las islas
objeto de estudio se concentran en tres especies que destaquen especialmente por su
carácter invasor. En este punto ha sido necesario un consenso previo de los equipos de
investigación. Se han tenido que elegir especies que no fueran solo invasoras para una o
algunas islas, sino para la totalidad del área estudiada. Finalmente, las especies ecogidas
por su gran poder invasora son: los agrios (vinagrella) (Oxalis pes-caprae), el árbol de los
dioses (ailant) (Ailanthus altisima) y las distintas especies del género Carpobrotus (C.
edulis, C. acinaciformis), conocidas popularmente como bàlsam o patata frita.
En el caso de cada una de estas especies el proyecto incluye experimentos de introducción
para discernir en qué hábitats tienen más posibilidades de germinar y establecerse. Se
llevan a cabo este tipo de experimentos en tres hábitats diferentes: en campos de cultivo, en
sistemas dunares y en máquia. Estos tipos de pruebas precisan de un seguimiento
exhaustivo. De hecho el equipo de investigadores seguirá controlando estas plantaciones
hasta los dos años posteriores a la finalización del proyecto, con el objetivo de asegurarse la
erradicación total de las plantas que hubieran germinado.
En concreto, el equipo ha realizado en los dos últimos años experimentos de introducción
en treinta parcelas para cada una de las tres especies invasoras. En el caso de las Illes
Balears, los experimentos se han llevado a cabo en Mallorca y Menorca. Evidentemente,
los experimentos se han llevado a término en cada una de las islas y archipiélagos
estudiados: Cerdeña, Córcega, Lesbos, Creta y las Islas d’Hyères.
Otro de los objetivos del proyecto es medir las implicaciones socioeconómicas de la
invasión de plantas exóticas. El responsable de este trabajo es un equipo del Reino Unido
que ha realizado encuestas a diferentes grupos de población: agricultores, turistas,
veterinarios, etc., para saber el grado de conocimiento que sobre el problema tiene cada
grupo. Al mismo tiempo se analizan y calculan los costos en cada isla para la erradicación
total de las especies invasoras.
Finalmente, un último objetivo del estudio consiste en establecer modelos futuros de
expansión de las especies invasoras en relación a las condiciones que señalan los modelos
climáticos: en general, un aumento en las temperaturas y cambios en el régimen de lluvias
para toda la zona mediterránea.
A manera de síntesis podemos decir que el proyecto busca proporcionar a los gestores del
medio ambiente en cada una de las islas estudiadas, los instrumentos necesarios para
identificar las especies peligrosas, la información necesaria para reducir los riesgos de
invasión; los datos para prevenir el impacto ambiental y económico provocado por las
plantas exóticas introducidas y poder predecir escenarios futuros en base a modelos teóricos
que permitan adoptar medidas correctoras a priori y estrategias válidas de gestión.
Más de doscientas especies
Muchas de las especies exóticas localizadas en las Illes Balears por el equipo de
investigadores proceden de Sudáfrica y del continente americano. Algunas son asiáticas. Se
trata de especies que en su mayoría son utilizadas en ornamentación. La lista de estas
especies supera los dos centenares y su detección es uno de los objetivos del estudio de una
tesis doctoral nacida en el si del proyecto EPIDEMIE, que realiza la bióloga Eva Moragues,
codirigida por la doctora Anna Traveset y el doctor Joan Rita, del Laboratori de Botànica
de la UIB. Para el conjunto de las islas mediterráneas estudiadas, la lista de especies
alóctonas introducidas aumenta hasta las 250.
La gran mayoría de estas doscientas especies localizadas en el archipiélago balear se
encuentran naturalizadas a partir de jardines públicos y privados. Otras, sobre todo
gramíneas y leguminosas, han sido introducidas a partir de su cultivo. Finalmente, alguna
especie ha sido introducida con el objeto de realizar una tarea muy específica. Es el caso
del jacinto de agua, utilizado en depuración de aguas residuales y que se está mostrando
con una especie muy invasora.
En cualquier caso, algunas de estas especies exóticas han iniciado una modesta expansión.
El caso del Ailanto, procedente de Asia, es paradigmático: ocupa solo los márgenes de las
carreteras y afecta gravemente a los bosques de ribera. Sin embargo, en la isla de Lesbos
supone una auténtica plaga.
En las Illes Balears, en cambio, sobre todo en Menorca donde antaño fue plantada, se
comporta como más invasora la chumbera (figuera de moro) (Opuntia ficus indica), que
coloniza el litoral rocoso.
Especies invasoras que se ayudan entre ellas
Una de las observaciones más impactantes del proyecto EPIDEMIE ha sido la confirmación
de que las ratas (también los conejos), que normalmente son unas pésimas dispersoras de
semillas ya que su tracto digestivo las destroza, ayudan a la dispersión de las especies del
género Carpobrotus. Las semillas de estas planas son extremadamente pequeñas y pasan a
través del tracto digestivo enteras. Este hecho supone un problema en todas las islas e
islotes que han sido colonizados por ratas.
Cabe destacar que ambos vectores de dispersión, ratas y conejos, son especies invasoras. En
resumen, una especie animal invasora ayuda a una especie vegetal invasora. Es lo que
constituye un “complejo de invasión” (invasional meltdown): un caso de mutualismo fatal
para los ecosistemas insulares.
La reproducción de muchas plantas autóctonas se ve afectada por la colonización invasora
de las especies de Carpobrotus. De hecho uno de los proyectos satélites del EPIDEMIE se
ha centrado en determinar si las vistosísimas flores del Carpobrotus compiten con las
plantas autóctonas por el servicio de los insectos polinizadores. Este estudio en concreto ha
sido llevado a cabo en las islas d’Hyères, en el sur de Francia, y en Mallorca. Los
resultados indican que las flores de Carpobrotus pueden alterar la atracción que presentan
otras flores de algunas especies autóctonas estudiadas, en concreto el cuernecillo de mar
(trévol femella) (Lotus cytisoides), el jaguarzo morisco (estepa borrera) (Cistus salviifolius),
la albaida (botja de cuques) (Anthyllis cytisoides) y la estepa morisca (estepa llimonenca)
(Cistus monspeliensis).
Otro de los proyectos satélites en el que trabaja el grupo de investigadoes de EPIEMIE en
Balears consiste en observar los efectos alelopáticos del Carpobrotus sobre la germinación
de las semillas de especies autóctonas. Los primeros resultados, aunque el estudio se inició
hace poco tiempo, ya indican que el exudado de las hojas en descomposición retrasa la
germinación de las semillas de otras especies.
En Balears, pues, las especies de Carpobrotus son las más agresivas: su reproducción
vegetativa, muy rápida, provoca la colonización de grandes extensiones en poco tiempo.
Además, modifican las pautas de polinización de los insectos que, sintiéndoos más atraídos
por sus flores, reduces las visitas a algunas de las especies autóctonas. Finalmente, estas
especies del género Carpobrotus parecen poder modificar las condiciones del suelo
afectando a la germinación de las semillas de otras planas.
Según la doctora Anna Traveset, el Carpobrotus tendría que ser declarado plaga y prohibir
de forma tajante su entrada en Balears. “ Hoy en día –indica la doctora Traveset- es absurdo
que aun se permita la entrada en el archipiélago no sólo del Carpobrotus, sino también de
todas esas plantas invasoras. Es absurdo que todavía muchas rotondas de las carreteras en
Balears estén plantadas con Carpobrotus o que especies invasora formen parte del séquito
de plantas ornamentales que podemos encontrar en jardines públicos”.