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Estudio de cultura material: huellas de uso en edificios
coloniales guatemaltecos
Resumen
Mario Alfredo Ubico Calderón1
Los edificios coloniales guatemaltecos, especialmente templos, conventos y monasterios
construidos en Santiago, Capital del Reino, hoy La Antigua Guatemala, que fueron
abandonados después de 1773 y permanecieron sin ser reconstruidos, han sido escenarios
de múltiples usos a lo largo de su historia, este trabajo trata de algunos de esos edificios y
los usos que sus ocupantes, originarios como posteriores, le han dado a diversos espacios,
lo cual es posible determinar por medio del estudio de las huellas de uso, existentes en la
superficie de muros, pisos y techos.
Palabras clave: arquitectura colonial, Santiago de Guatemala, La Antigua Guatemala,
reusos edificios antiguos.
Abstract
The colonial buildings Guatemalans, especially churches, convents and monasteries arose
in Santiago , capital of the Kingdom , today La Antigua Guatemala that were abandoned
after 1773 and remained not be rebuilt have been the scene of multiple uses throughout its
history, this work deals some of these buildings and their occupants applications originating
as post , have given to various spaces , which can be determined by studying the footprints
of existing use on the surface of walls , floors and ceilings.
Keywords: colonial architecture, Santiago de Guatemala, La Antigua Guatemala, reuses
old buildings.
_________________________________________________________________________
Introducción
El estudio de las edificaciones como cultura material es una actividad compleja, que tiene,
en el caso de las huellas de uso, problemas por la falta de evidencia clara; mientras que en
otros casos, esa evidencia es exigua y necesita un estudio especializado. También incide la
falta de experiencia del arqueólogo en este tipo de estudios lo que ocasiona una toma de
Maestro en Restauración de Monumentos y Centros Históricos. Facultad de Arquitectura Universidad de
San Carlos de Guatemala -USAC-. Licenciado en Arqueología. Escuela de Historia USAC. Arquitecto . Facultad
de Arquitectura. USAC. Docente en el Área de Arqueología e Investigador en el Instituto de Investigaciones
Históricas, Antropológicas y Arqueológicas de la Escuela de Historia. USAC.
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registro arqueológico que, en el mejor de los casos incluye una descripción minuciosa del
edificio, dejando de mencionar en ocasiones aquellas raspaduras, manchas y otros muchos
detalles que, no siendo propios de la arquitectura, corresponden al ámbito de las huellas de
uso.
En entregas anteriores, efectué estudios en edificios coloniales titulados: Apuntes de
mensiocronología: los monumentos de La Antigua Guatemala (2012), y el segundo,
Introducción al estudio de las unidades estratigráficas murarias: teoría, metodología y
ejemplos en obras coloniales guatemaltecas (2013), de tal manera que, la complejidad de
estas edificaciones hace posible efectuar otros estudios como por ejemplo el de
cronotipologías, o el presente que trata de huellas de uso. Acerca de este último tipo de
estudios, se conoce que dichos edificios fueron usados después de su abandono, para
satisfacer necesidades que ya no fueron las que motivaron la construcción de esos
edificios, de tal manera que han quedado improntas de diverso tipo, de interés para los
arqueólogos.
Los objetivos planteados fueron: conocer acerca de las huellas de uso, establecer
inferencias sobre su origen y las funciones que las originaron, así como plantear una
metodología mínima para efectuar este tipo de análisis; los mismos, en buena parte, se
cumplieron.
Se hace la observación que en este documento se alude a las improntas singulares, es decir,
aquellas notorias, por lo que no fue agotado el tema de investigación en esos monumentos,
tomando en consideración que existe información de archivo pendiente de ser analizada,
máxime aquella del siglo XIX, asimismo adicionales revisiones de los paramentos de los
muros, pisos y techos en esos monumentos.
En este trabajo fueron usados algunos materiales documentales del Archivo General de
Centro América –AGCA-.
A) Arqueometría, arqueología y estudios de huellas de uso
Los análisis de huellas de uso tradicionalmente han sido enfocados al estudio de material
lítico (Castillo Bernal 2004) y cerámico (Sanhueza 1998); sin embargo, los artefactos
arqueológicos de diversos materiales como madera, hueso, malacológico entre otros, son
susceptibles de ser estudiados a partir de este enfoque, por lo que se deben tener en
consideración algunos aspectos fundamentales, enumerados así:
-Todos los artefactos elaborados de cualquier material durante su uso sufren alteraciones.
-Los materiales al ser trabajados para lograr una forma adecuada, por medio de una
tecnología específica, a fin de satisfacer una necesidad, sufren igualmente alteraciones que
no se deben confundir con huellas de uso. Es lo más parecido a lo que Risch (2002: 27)
denomina “huellas de fabricación”.
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-Los materiales luego de desechados pueden estar sujetos a daños y alteraciones por estar
en contextos donde pueden sufrir golpes, rayones, fracturas y, en general, degradación que
no se puede considerar enteramente huellas de uso con valor cultural.
-En el caso de los espacios arquitectónicos, definidos por cerramientos en forma de muros,
pisos y techos, el uso de esas edificaciones posibilita la detección de huellas de uso,
sinónimo en este trabajo de huellas de ocupación; por lo que la detección de estos rasgos es
importante para conocer acerca de sus ocupantes.
Una edificación es también un objeto cultural que presenta la característica de su gran
dimensión, de tal manera que es posible conocer en el piso, paramentos de muros y otros
elementos arquitectónicos lo que se conoce como “huellas de uso”, originadas por los
ocupantes. En este caso se utilizará ese concepto para referirse a las evidencias dejadas en
la obra física por las personas, al ocupar esos ambientes.
Si un edificio fuera concluido y no se usara, entonces no tendría evidencia in situ de
ninguna ocupación; pero si originalmente fue utilizado, entonces se podría tipificar,
preliminarmente, las huellas de uso siguiendo un criterio basado en la morfología de los
espacios, varios de ellos tienen la particularidad que su forma permite intuir la función, en
otros no. Adicionalmente, habrá otros indicadores in situ de la presencia humana, en
principio, haciendo un esfuerzo de tipificación con base en la experiencia propia, las
huellas en edificaciones pueden clasificarse, sin que ello se considere exhaustivo, del
siguiente modo:
Inicialmente existen dos grandes grupos, las huellas de procesos constructivos y las huellas
de uso propiamente dichas.
-Huellas de procesos constructivos: este tipo de huellas no son de uso de los ocupantes,
existen edificaciones que no han sido concluidas y han empezado a ser usadas, en otros
casos existen trabajos de alguna envergadura que se han desarrollado en medio de espacios
con ocupantes; estos casos generan huellas de procesos constructivos que desaparecen al
finalizar los trabajos, pero en otros casos permanecen, máxime cuando los ocupantes y
trabajos son abandonados abruptamente. Lo importante es no confundir este tipo de huellas
con las que son de uso propiamente dicho.
-Huellas de uso: este tipo de huellas se clasifican en dos modalidades genéricas: aquellas
que modifican las superficies por pérdida de material y otras que constituyen adición de
materiales a esas superficies.
En el caso de las primeras, o sea las que modifican las superficies, tienen su origen en
diversas acciones: impacto, calcinación, extracción, abrasión, esgrafiado, frotado,
irradiación, aunque existen otras modalidades. Las de adición de materiales como el
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pintado, barnizado, ahumado, carbonizado, pegado, mojado, salpicado, asperjado entre
otras, posibilitan igualmente alteraciones en los paramentos.
En general, todas esas acciones afectan de diverso modo, ocasionando desintegración,
desprendimientos, pérdida cromática, manchado, entre otras modalidades. Asimismo, existe
no solo intensidad, sino amplitud de las huellas. Las huellas en general
tienen
básicamente, dos orígenes, uno natural y otro antrópico.
-El análisis de paramentos, para determinar estadios constructivos, no necesariamente
coinciden con las huellas de uso; es por ello que se hace necesario considerar ambos
procesos, a fin de conocer la secuencia construida a través del tiempo y la ocupación u
ocupaciones de la edificación, de tal manera que se pueda inferir información acerca de los
ocupantes.
Al hacer una analogía con el material lítico, en el cual los objetos de piedra presentan
evidencia de su ejecución así como del uso dado (Mirambell, 1994:107), los objetos
arquitectónicos, en general, son entes de mayor complejidad que también presentan huellas
de su construcción, huellas de uso y deterioro cuando se encuentran sujetos a intemperismo
o condiciones adversas.
Luego de los anteriores planteamientos, es posible conocer el contexto de los edificios,
estudiados en esta ocasión, situados en la otrora Santiago, Capital del Reino, hoy La
Antigua Guatemala.
B) Entorno geográfico-natural
La Antigua Guatemala, se encuentra asentada en el valle de Panchoy, el cual forma parte
del altiplano central de Guatemala, a una altitud aproximada de 1500 metros sobre el nivel
del mar, rodeada de montañas cercanas en tres de sus lados, norte, oriente, poniente y hacia
el sur; a mayor distancia, se encuentra el volcán de Agua. Este valle se caracteriza por un
suelo compuesto de multitud de deposiciones de materiales areniscos y limosos,
procedentes de las montañas cercanas y de su acarreo por las aguas pluviales de cada
invierno. Existen afloramientos de rocas volcánicas de tipo basáltico de gran dureza, así
como fuentes de agua, célebres desde la Época Colonial.
C) Entorno histórico-social
Antes de la venida de los españoles a estas tierras, habitaban diversos grupos indígenas que
desarrollaron un modo de vida basado en la agricultura; que tenía en la mano de obra
humana su principal fuente de energía, Los centros poblados del tipo disperso poseían
centros ceremoniales y administrativos, lo cual fue una norma en todo el altiplano
guatemalteco por muchos años. Cuando se concreta la dominación militar de estas tierras,
en el año 1524 y siguientes, se somete sedes de importantes cacicazgos como sucedió en
Zaculeu, Gumarcaj, Iximché y otros más, donde habitaba la elite de importantes grupos
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indígenas; de tal manera que las poblaciones pasaron a ser administradas por los
conquistadores, por medio de un complejo mecanismo político-administrativo que tuvo su
referente jurídico en la Leyes de Indias; pero en la práctica, con muy raras excepciones, el
manejo inadecuado de esas leyes, ya por incapacidad o por negligencia y en muchas
ocasiones por corrupción, propició desmanes en detrimento de los grupos dominados.
En Santiago de Guatemala, existieron cuatro parroquias, siendo ellas la del Sagrario
Catedral surgida en 1524, inicialmente en el primer asiento de Iximché; luego de 1527 a
1541, en el asiento de Almolonga y finalmente, a partir de 1542, en Panchoy. En este
último lugar, surge la segunda parroquia en San Sebastián en el año 1585; después, la
tercera llamada de Los Remedios en 1641 y, finalmente, la de Candelaria en el último
cuarto del siglo (Ubico 2011:7), aunque esta última era doctrina dominica desde muchos
años antes.
En Panchoy, la ciudad prosperó, aunque los periódicos terremotos fueron siempre
momentos adversos, en los cuales hubo daños materiales y pérdida de vidas; sin embargo,
los pobladores continuaron viviendo allí, aunque sufrieron en los siglos XVII y XVIII
terremotos destructores acaecidos en los años 1651, 1689, 1702,1717, 1751, 1757 y
finalmente el sucedido el 29 de julio de 1773; fecha en la cual la ciudad fue gravemente
dañada por dicho evento telúrico, al grado de ser nuevamente cambiada de lugar, esta vez
el traslado de la Capital del Reino fue a un amplio valle situado a unos 25 kilómetros en
línea recta hacia el nororiente, donde se hallaba un pueblo denominado de la Asunción,
situado en las faldas del cerrito del Carmen, pequeña elevación donde se hallaba una
ermita dedicada a N. S. del Carmen.
D) Naturaleza de los monumentos
De los monumentos estudiados en esta oportunidad en sus huellas de uso, el más antiguo es
el templo parroquial de N.S. de Los Remedios, luego prosigue el monasterio de Santa
Clara que es una obra de los primeros años del siglo XVIII, igualmente el convento de La
Recolección, se agrega el monasterio de Capuchinas que corresponde a la tercera década
del siglo XVIII y, finalmente, el Colegio de San Jerónimo (La Real Aduana)- que fue
inicialmente construido como una sede del colegio mercedario de San Jerónimo, para luego
pasar a ser sede de la Real Aduana, porque los interesados no solicitaron permiso al Rey
para llevar a cabo esta construcción. Con la ruina acaecida en 1773, estos lugares fueron
abandonados, y algunos pasaron a manos privadas, pero luego retornaron a control del
Estado.
Los monumentos son, en general, de grandes dimensiones, complejos de crujías que
sirvieron a diversas órdenes religiosas, a excepción del templo parroquial de Los Remedios,
que fue sede de una de las cuatro parroquias que tuvo Santiago, Capital del Reino de
Guatemala en la Colonia. Cuando las autoridades coloniales concretaron la orden del
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traslado de la ciudad después de la ruina, estos edificios quedaron en parte abandonados,
siendo algunos reusados efímeramente, mientras que otros fueron utilizados para otros
menesteres, ajenos a las funciones originales.
Como será detallará a continuación, esos monumentos construidos en su mayor parte de
mampostería con cubiertas de bóvedas, artesón y teja, luego de la ruina sufrieron mucho a
consecuencia de factores naturales como antrópicos, pero hoy día siguen en pie a pesar de
la incidencia de esos factores adversos a lo largo de los siglos XIX y XX. Se hace ver que
parte de esos procesos dañinos todavía inciden en esos monumentos. Ver Anexo 1
Localización de los monumentos estudiados.
E) Metodología usada
La identificación de huellas de uso en edificios coloniales hizo necesario que se considerara
dos grandes estudios: uno de gabinete en archivo, para determinar por medio de
documentación de los siglos XIX y XX los usos a que estuvieron sometidos estos edificios,
y otro de campo que registró las evidencias in situ que esas ocupaciones dejaron en los
paramentos de muros, techos y pisos, de tal manera que se pudiera, finalmente, contrastar
ambas informaciones y extraer conclusiones en torno a las huellas observadas.
La detección de las huellas de uso fue por medio de ensayos no destructivos, básicamente
análisis visual, documentando por medio de fotografía y dibujo lo hallado, ubicarlas en un
plano general; y describiendo detalladamente esas huellas, a fin de establecer el origen de
las mismas. Ese tipo de estudios evidenció no solo complejidad, sino diversidad de huellas,
las que, en principio, se diferenciaron en huellas de construcción y las de uso propiamente
dicho. Posteriormente, las de uso se dividieron en huellas de origen colonial que a su vez se
dividen en huellas antes de 1773 y posteriores a esa fecha pero anteriores a 1821, y luego
las del periodo republicano.
F) Los monumentos estudiados
Capuchinas
El antiguo monasterio de religiosas capuchinas titulado, Nuestra Señora del Pilar de
Zaragoza es un complejo arquitectónico construido en la tercera década del siglo XVIII, en
el primigenio lugar del Colegio de Niñas de la Presentación, comúnmente llamado el
“Niñado”; esta edificación obrada de mampostería tuvo un templo cubierto de bernegales y
un claustro mayor de altos y bajos, igualmente abovedado en el primer nivel, con
corredores que tienen robustos pilares; cuenta con otras instalaciones, entre ellas el
llamado Edificio Cilíndrico, construcción adosada al norte del conjunto monumental. Este
conjunto arquitectónico sufrió daños con los terremotos de 1751, 1757 y, finalmente, con el
acaecido en 1773. En este último evento, el templo y planta alta del claustro mayor
sufrieron graves daños, y hubo desperfectos en el resto de instalaciones; sin embargo, por
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ser generalizado el daño en la ciudad, las autoridades de aquel entonces decidieron el
cambio de sede pasando Capital del Reino emplazada en Panchoy, al Valle de la Ermita.
Huellas de uso detectadas en este edificio
Inicialmente se debe considerar que el conjunto monumental de Capuchinas básicamente
está integrado por tres grandes áreas: el templo, el claustro y anexos y, finalmente, el
Edificio Cilíndrico. En el templo, que quedó prácticamente destechado desde 1773 y con
gran acumulación de ripio en su interior, no se detectó a primera vista alteraciones, a
excepción del sotocoro, lugar que presenta evidencia de haber sido usado como área de
vivienda, allí se observó hollín en algunos puntos. Las intervenciones con fines de
conservación del edificio, principalmente la limpieza a que ha sido sometido, eliminó en
buena parte huellas de uso.
En el claustro, se puede apreciar que los paramentos de crujías y pilares que definen
corredores en torno al patio, han permanecido únicamente con limpieza superficial; no han
sido blanqueados como la mayoría de salones donde existen oficinas. Hay pocos ambientes
donde aún se conservan huellas de uso.
Luego de la ruina de 1773 la planta baja del
claustro quedó en buenas condiciones, no así, la alta cuyo techo colapsó. Aunque el lugar
no fue enteramente abandonado, posteriormente las religiosas capuchinas cedieron por un
tiempo el uso de las instalaciones para que funcionara allí la Real Fábrica de Pólvora
(Ubico 2010:10) que se hallaba, en 1824, en poder de Sebastián Maldonado y continuaba
arrendado para la fabricación de pólvora(AGCA B-4263-194-5v.); justamente esta
actividad de fabricar pólvora fue la que menos huellas de uso dejó en el monumento, a
excepción de un gran bloque de piedra que presenta tres oquedades; esta piedra aparece en
los inventarios de la Fábrica de Pólvora de Guatemala, hasta que dichas instalaciones son
trasladadas a la Nueva Guatemala, poco después del año antes mencionado. La piedra de
tres morteros no fue llevada al nuevo asentamiento, permaneciendo hasta hoy en Las
Capuchinas
Algo más se conoce de este lugar, y es que para el año 1867 se utilizar Capuchinas como
escuela (Ubico 2010:23)
El interior de los salones, como se mencionó con anterioridad, evidencian que fueron
blanqueados para adecuarlos a usos de oficina, al igual que los paramentos interiores de las
bóvedas de cañón corrido que sirven de techo.
La planta alta, que fue desmantelada después de la ruina de 1773, durante parte del siglo
XIX y posiblemente algunos años del siguiente, fue usada para el secado de café; el lugar
presentaba un relleno de mezclón con pendientes hacia el patio, todas las crujías de la
planta alta mostraban ese mezclón y pendiente, de tal manera que pudiera lavarse el café y
evacuar las aguas servidas hacia el patio, de donde salía mediante otro drenaje a la calle.
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El tercer gran sector del complejo arquitectónico de Capuchinas en el Edificio Cilíndrico,
mismo que se encuentra en el sector norte y está constituido, en lo básico, por una
edificación de planta circular de tres niveles incluido un sótano, cuya forma no tiene
émulos en la Antigua Guatemala, es una obra colonial que presenta evidencia de ser una
construcción posterior al claustro al cual se adosa; asimismo, presenta evidencia que no
fue usada originalmente, porque no llegó a concluirse. Manifiesta usos efímeros, como será
descrito más adelante.
En el Anexo 2, Complejo Arquitectónico de Capuchinas: El Claustro (fotografía 1), es
posible visualizar diversas evidencias del uso dado a la edificación; entre ellas sobresale un
grafiti existente en el ambiente anexo a la portería; este consiste en la representación del
templo abovedado y un número: 270 pintado con líneas negras, así como vestigios de otra
representación tan borrosa que no se puede interpretar. Se cree que estos dibujos
corresponden al siglo XVIII.
En el corredor del gran claustro, existe el blanqueado antiguo, aunque presenta manchas,
producto de la moderna colocación de cinta adhesiva para fijar rótulos; en las impostas de
las pilastras hay huellas de hollín, que son contemporáneas al ser colocadas allí, velas
encendidas sin el cuidado correspondiente. Existen, además, hacia el paramento exterior sur
del sistema de pilastras que soportan la segunda planta abovedada, huellas en forma de
anchas líneas negras, las cuales son el vestigio de la aplicación sin cuidado de un
preservante color oscuro a las piezas de madera de un apuntalamiento colocado allí en el
año 1976 (fotografía 2), el cual al ser retirado, dejó esas huellas. Prácticamente todos los
ambientes de la primera planta fueron encalados en más de una ocasión, por lo que si
alguna vez hubo evidencias, las mismas han quedado borradas. En un patio pequeño
situado justo al norte del gran claustro, al cual se llega por un corredor abovedado donde se
encuentra la gran piedra de tres morteros (Fotografía 3), se puede observar las improntas de
lo que fue un estanque de regular tamaño, el cual fue suprimido (Fotografía 4). Destaca la
existencia del sistema de dotación de agua que tuvo. También, hacia la esquina nororiente
del patio, existe igualmente evidencia de supresión de parte de una caja de agua.
En el caso del Edificio Cilíndrico que aparece en el anexo 2, Complejo Arquitectónico de
Capuchinas: el Edificio Cilíndrico, parte de sus ambientes han sido identificados desde una
perspectiva estrictamente arquitectónica, y merece especial atención lo señalado por Annis
(1968:181) quién hace ver que: “este edificio estaba en construcción, o en un estado de
construcción en suspenso en 1773”.
Años más tarde, y desde un punto de vista
arqueológico (Ubico 1997), se llegó a la conclusión que dicho edificio no fue usado,
tomando en consideración la situación que presentan diversos detalles como la carencia de
puertas y ventanas, la inexistencia de los marcos de esos elementos, la ausencia de hollín en
los nichos porta velas de las celdas, la falta de piso en el baño y ausencia de blanqueados
finales para finalmente habilitar el uso de esos espacios.
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Aunque Annis, llegó a definir los espacios principales como las celdas, sala profundis,
refectorio, cocina y baño, que aparecen identificados en el plano ya indicado. Esa
inferencia se basa en los siguientes detalles: refectorio (numeral 1), por hallarse entre la
sala profundis y la posible cocina, también presenta vestigios de banca corrida; Sala
profundis (numeral 2), por encontrarse entre el refectorio y las celdas; existe una mesa de
mampostería, pero sin acabados finales; se detecta una salida de agua; cocina (numeral 3),
aunque este espacio presenta apenas evidencia de una bóveda de plano inclinado, del tipo
que se encuentra en lugares de cocina, no existe más detalle; unas gradas permiten bajar al
sótano del edificio; baño (numeral 4) cuyas evidencias in situ son elocuentes; el detectar
tubería metálica en ese baño posibilitó que se asociara ese detalle con un fogón cercano,
con el que tiene comunicación (numeral 6), aunque este espacio presenta blanqueado y un
trabajo en forma de apoyo de mampostería similar a un roleo, es un detalle inusual en un
fogón que se presume podría constituir el lugar donde era calentada agua para dicho baño;
Annis no analizó el pequeño espacio que se encuentra a mano izquierda, justo antes de
ingresar a lo que sería la sala profundis, bajando por la escalera en forma de “S” que del
patio circular conduce a la indicada sala profundis.
En esta oportunidad, se amplía lo que hace algunos años, expuse (Ubico 1997), al estudiar
esta edificación desde un punto de vista arqueológico, específicamente el área que
menciono como el “horno”. Esta vez las evidencias estudiadas de nuevo, permiten inferir
que ese pequeño espacio fue modificado posteriormente a su construcción, específicamente
su techo de bóveda fue perforado, para colocar ductos evacuadores de humo, fueron
construidos arcos de ladrillo para adecuar el espacio como horno para la quema de
cerámica. Este tipo de hornos de parrilla, de la variante que presenta sustentación por
medio de arcos, son del tipo romano que usan arcos mencionado por Coll Conesa y García
Porras (2010) (Ver Anexo 2). Complejo Arquitectónico de Capuchinas: el Edificio
Cilíndrico –ambiente horno de cerámica-.
Santa Clara
Este complejo arquitectónico empezó a ser erigido en los primeros año del siglo XVIII, así
se conoce que en 1714 aún se obraba en el templo (AGCA A1.20-9932-1442-5). Se supone
que este templo fue concluido poco después, dado que soportó el terremoto del 29 de
septiembre de 1717, el cual casi no le afectó, quedando en pie y en buen estado, era una
obra pequeña y de artesón, según el cronista Ximenez (1930, T. II: 356). Sin embargo, el
área conventual si sufrió estragos, quedando inutilizada. Esa situación obligaría a una
nueva construcción mayor y de mejores materiales. Para el año 1720, lo poco que había que
intervenir en el templo era un hecho, con lo que dicho recinto prosiguió en uso (Luján
1982:241).
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Según Pardo Zamora y Luján, (1968:214), otro proceso constructivo se verifica años
después, al ser construido un templo obrado de bóvedas, construcción que fue una realidad
en 1734.
Este gran proceso constructivo ejecutado involucró templo y conjunto monacal. Según
Luján (1982), se cree que esta edificación fue construida por el Maestro Mayor Diego de
Porres. Este conjunto arquitectónico soportó los terremotos de 1751 y 1757 sin mucho
quebranto; sin embargo el terremoto de 1773 sí ocasionó daños de consideración, lo cual es
descrito en la relación de González Bustillo (Rubio 1989:225) del año 1774 del siguiente
modo:
El de las Monjas Claras, y su Iglesia, cuya portada enfrenta a la plazuela de
San Pedro, dice el Ingeniero, que reconoció quarteadas las paredes, caido lo
mas de las celdas, y muros, y arrasadas las bovedas de su Iglesia
A partir de ese momento, el edificio ya no sería reconstruido, siendo abandonado por sus
ocupantes originales, al ordenarse el traslado de la ciudad al valle de la Ermita.
El estudio de sus huellas de uso permitió reconocer, básicamente, dos grandes conjuntos de
evidencias, aquellas propias de la Época Colonial y las dejadas después por usuarios o
visitantes, en la época republicana. Aparte de multitud de grafitis y anotaciones de
visitantes inescrupulosos, se tienen las principales evidencias de esas huellas en lo
siguiente:
En el Anexo 3 Complejo Arquitectónico de Santa Clara, es posible observar en la base del
muro testero, en su parte exterior, el reúso de basas de piedra; este tipo de elementos son
parte esencial en la construcción de corredores de viviendas, sirven de base para columnas
de madera portantes de techos (fotografía 1); mientras que en el interior del claustro,
existen en las cuatro esquinas arcos segados donde otrora hubo altares, en las impostas de
cada arco existen huellas de pintura roja con motivos fitomorfos (fotografía 2). Al
proseguir el recorrido por los corredores, en la parte sur existe un cubo de escaleras, cuyas
gradas están muy destruidas, aun así se puede apreciar la impronta de un tramo de esas
escaleras obradas en mampostería que forman un arco (fotografía 3); el descanso entre
tramos ocurre justo encima de una puerta que comunica con la huerta; en este último lugar
existe una pequeña edificación, hoy aislada, que es una cocina antigua con su bóveda de
planos inclinados construida de mampostería, este espacio tiene los paramentos interiores
de sus cuatro paredes y bóveda ennegrecidos por el hollín, en esas superficies los visitantes
han escrito muchos “recuerdos”, al esgrafiar usualmente nombres y fechas.
De nuevo en el claustro, en la esquina surponiente, se puede apreciar improntas de un
techo que tuvo cubierta de teja, que es posterior al abandono del edificio; son notorios los
mechinales del entrepiso de madera que originalmente tuvo este lugar (fotografías 5,6).
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San Jerónimo
Se conoce que a los pobladores del barrio de San Jerónimo, se les concedió en julio de
1719 una cuarta parte de tributos por cuatro años, para la obra de su templo, junto a San
Antón (AGCA A3.16-17517-939-35); sin embargo, se sospecha que ese recurso fue para
efectuar grandes reparos y la construcción de partes del templo a raíz de los daños que
ocasionó el terremoto de 1717.
Es de señalar que la ermita del barrio de San Jerónimo es una construcción anterior al
conjunto monumental de antiguo Colegio de San Jerónimo; este último, por no contar con
licencia del Rey, fue finalmente usado como Real Aduana; de tal manera que en ese
complejo arquitectónico, es posible conocer una construcción del siglo XVII que es la
ermita y otra del siglo XVIII que corresponde al Colegio.
La obra del edificio del Colegio de San Jerónimo fue llevada a cabo a mediados del siglo
XVIII, mientras que el cambio de uso a Real Aduana fue en 1765 (Pardo; Zamora; Luján
1968: 140).
Según la relación de González Bustillo de 1774, se conoce algo de la destrucción acaecida
en este lugar a consecuencia del terremoto de 1773, allí hubo ruina parcial de los muros del
Colegio que servía de Aduana y grietas en algunas bóvedas (Rubio 1989:217).Ver Anexo 4
Complejo arquitectónico San Jerónimo –Real Aduana-. Este edificio se encuentra casi
completamente destechado, sin embargo, a pesar de posteriores terremotos, sus muros se
encuentran en pie, aunque con graves daños varios de ellos. Estos espacios fueron usados
anteriormente por personas que se sirvieron de los muros para confinar viviendas con
cubiertas de materiales como teja o lámina, de esa manera es posible ver algunas
improntas en varios lugares (fotografías 1, 2 y 4). Presenta en su esquina suroriente un
recinto que tiene un elaborado sistema hidráulico, que se cree, es el vestigio de un baño
(fotografía 4). Mientras que hacia la esquina norponiente, se encuentra la ermita del barrio
de San Jerónimo, que es una construcción más antigua que el complejo arquitectónico, es
decir esta capilla ya estaba construida cuando es erigido el colegio. En esta ermita se
encuentra la capilla de Jesús Nazareno, imagen que se encuentra hoy día, en el templo
mercedario antigüeño (Ubico 1999).
Recolección
Según Juarros (1981:104), los religiosos recoletos hicieron presencia en Guatemala por el
año 1687, aunque llevaron a cabo actividades propias de su ministerio, fue posible hasta el
año 1700, previa autorización de la Corona, el fundar un convento de su Orden. A partir de
ese momento da inicio un complejo proceso por llevar a cabo la construcción de templo y
convento.
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De acuerdo a lo vertido por Pardo, Zamora y Luján (1968:187), fue en el año 1708 cuando
la construcción del complejo conventual, constituido de claustros que conformaron
espacios útiles como celdas, enfermería, biblioteca entre otros, se concretó. Fue hasta el
año 1715 cuando el gran templo recoleto fue estrenado.
Un momento especialmente perjudicial para el complejo arquitectónico fue el terremoto
sufrido el 29 de septiembre de 1717. En aquella ocasión, el maestro Diego de Porres
(Luján1982:219) expuso que el templo había perdido su cúpula, dos bóvedas del crucero y
la portada, también presentaba rajaduras en las bóvedas del cuerpo del templo; no obstante,
los importantes daños descritos para el año 1720, Luján (1982:239) menciona una nueva
declaración del mismo Porres y del maestro carpintero Diego de Medina, la cual permitió
conocer que el templo tenía nuevamente cúpula, habían sido reconstruidas las dos bóvedas
colapsadas y resanadas las bóvedas del cuerpo del templo.
A consecuencia del terremoto del 4 de marzo de 1751, ese lugar "...padecio gravisima
ruina dho Collegio y su Ygla ..." de tal manera que el Cabildo otorgó 1000 pesos, (AGCA
A1-30347-4004).
En la ya mencionada relación de González Bustillo de 1774 (Rubio 1989:221), está
descrito, con algún detalle, el daño sufrido por las instalaciones recoletas del siguiente
modo:
En el Colegio de Misioneros Apostolicos halló el Ingeniero arruinada su Iglesia,
amenazando inminente riesgo las bovedas, que quedaron en pie, y en la misma
conformidad las celdas de los Religiosos.
Sin duda alguna, el templo recoleto sufrió la caída del resto de sus bóvedas por los
terremotos habidos años después, especialmente los sucedidos en 1830, 1821,1862 y
1917-18.
Según Annis (1968:105):
Las ruinas de La Recolección han sufrido también de una variedad de
depredaciones del hombre. En época más temprana de este siglo, se quitaron
las arcadas para hacer una piscina en el primer claustro, y se han retirado
materiales para construir muros alrededor de terrenos agrícolas. En un
tiempo se servían de ambos claustros para deportes y para las ferias locales,
y se hizo una pista para carreras de caballos en el campo detrás del convento,
en 1934. Utilizaban la sacristía como fábrica de jabón, y el refectorio como
establo y para guardar carretas. Nunca se han quitado los montones de
mampostería arruinada de la iglesia, los cuales no son únicamente el
resultado de los terremotos de 1773. Los años, la intemperie, los terremotos
posteriores y el hombre, han sido responsables de lo que se ve hoy. Cargas
Estudios Digital No 7, noviembre 2015
Estudio de cultura material: huellas de uso en edificios coloniales guatemaltecos
de pólvora destruyeron algunas de las columnas y bóvedas, según se dice, en
parte porque amenazaron ruina, y en parte para asegurar que no se
reconstruirían cuando se mandó abandonar la ciudad. Cualquiera que fuera la
causa de su estado actual, la ruina es impresionante e interesante.
En el lugar es posible encontrar varios tipos de evidencias. Al observar el Anexo 5
Complejo Arquitectónico de La Recolección, se detectó no sólo huellas de uso sino
depredación. En el interior del templo, hacia la parte media del cuerpo lado sur, hay una
puerta que comunica el interior con el claustro mayor, justo encima de dicho vano existió
un frontón del tipo roleo pareado, que fue mutilado a propósito(fotografía 1). Ahora, al
estudiar el complejo arquitectónico, es posible observar lo que Annis detectó como
refectorio; en ese espacio abovedado existen cortes en las impostas, indicadores de la
colocación de tabiques, destacando que esos cortes son muy precisos y no meras
mutilaciones efectuadas de prisa y sin cuidado; asimismo, el piso tiene un empedrado, el
cual es evidencia de un piso posterior (fotografía 2,3); hacia la esquina surponiente, existe
un espacio de sólida construcción, que tiene su techo de bóveda con perforaciones; estas
oquedades no son originales, es decir, no se hicieron al momento de construir dicha bóveda
sino son intrusivas, de tal manera que a un uso original se le dio otro, que evoca los hornos,
aunque no existe evidencia in situ de sistemas de arcadas o un espacio a propósito para un
fogón y otras evidencias que permitan pensar en un horno para la quema de
cerámica(fotografía 4). Las perforaciones en la bóveda evocan un detalle existente en
bóvedas de baños mozárabes (Navarro; Jiménez, 2008), pero no se observan instalaciones
hidráulicas, lo que dificulta la plena identificación de esa función. En otro sector del
complejo, justo en la esquina norponiente, existe un amplio cubo de escaleras; en ese lugar,
en el paramento sur, existen cuatro pequeñas ménsulas de madera que fueron soportes de
alguna pintura de grandes dimensiones, la cual adornó dicho espacio. Aún son visibles en
la parte superior perforaciones de las fijaciones del mencionado cuadro (fotografía 5).
Los Remedios
Esta edificación religiosa, actualmente abandonada, se encuentra localizada al sur de La
Antigua Guatemala. Consiste en un templo de una sola nave que antiguamente estuvo
cubierto de artesón y teja, con capilla mayor cubierta con cúpula de medio punto. Hacia el
norte del cuerpo del templo, presenta tres capillas; la más cercana al presbiterio llamada del
Santo Cristo aún conserva su cúpula; mientras que la siguiente capilla muy destruida
llamada de San Lázaro, se encuentra al poniente y adjunta a la anterior. Finalmente, en un
espacio de por medio, hay una tercera capilla, que al parecer nunca se terminó de construir
y es la del Rosario. Este templo presenta un campanario de cubo hacia el norte, justo debajo
del cual se yergue el baptisterio.
La sacristía se encuentra hacia el sur de la capilla mayor, aunque la evidencia in situ es casi
inexistente, asimismo, se localiza la casa cural.
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Mario Alfredo Ubico Calderón
El templo de N. S. de Los Remedios sufrió gran daño con el terremoto del 29 de julio de
1773, por lo que la capilla mayor muy dañada fue abandonada. Todas las capillas
igualmente ya no fueron usadas y se reusó el cuerpo del templo y el baptisterio, lo cual
implicó el cerramiento de algunos vanos situados hacia el norte y oriente.
El templo parroquial de N. S. de Los Remedios, parcialmente rehabilitado, siguió
funcionando varios años hasta 1815, cuando cesa enteramente sus funciones en el
primigenio lugar, al ser trasladada la sede de esta parroquia al templo mejor conservado de
La Escuela de Cristo.
Para el año 1824, se conoce que los cofrades habían, al parecer, arrendado a Josefa
Palacios la casa parroquial y el atrio de Los Remedios (AGCA B-4263-194).
El templo, a partir de ese momento, quedó a merced de intemperismo, depredación y
vandalismo, desafortunadamente olvidado de todos.
Huellas de uso detectadas en este edificio
De acuerdo a Cruz (2006: figura 8), en el interior del templo, después de la ruina de 1773,
fueron enterradas no menos de 763 personas, según los libros de entierros de los años 1785
a 1815. Se habla de entierros en el interior del templo, aún después de su abandono.
Cuando se observa el Anexo 6, Antiguo templo de Los Remedios, es posible conocer que
en el presbiterio, paramento norte de la capilla mayor, existe evidencia de motivos
fitomorfos pintados en colores negro y rojo (fotografía 1). Este recurso era usual cuando no
existían retablos, y a veces era complemento de algunos altares. Es un trabajo elaborado
durante la Colonia, y únicamente se detectó en este sector del templo.
La adición de decoración estucada con motivos fitomorfos y antropomorfos es visible en
las capilla del Santo Cristo y de San Lázaro, esta última presenta ángeles en el arranque de
sus arcos portantes de bóvedas vaídas, que alguna vez tuvo este lugar (fotografía 2). Al
igual que la evidencia anterior, esta decoración forma parte del monumento y, por lo tanto,
se remonta a la última parte del siglo XVII y principios del siguiente. Este es un ejemplo
de una decoración llevada a cabo, básicamente, en el momento de construir esos espacios.
En la capilla de N.S. del Rosario es posible indicar que es una obra del siglo XVIII
inconclusa, esto debido a la carencia de techo que se intencionó de bóvedas, las que no
llegaron a ser erigidas; de haber existido este tipo de techo, estarían los vestigios de
pechinas in situ lo cual no ocurre (fotografía 3). En los paramentos interiores de esta capilla
existen evidencia que hubo extracción de salitre, algo muy común en el siglo XIX; esta
actividad consistía en raspados que llegaron a ocasionar la pérdida de repellos, morteros y
ladrillo por el afán de retirar las eflorescencias en esos paramentos, lo que comúnmente se
llama salitre, de utilidad para la fabricación de pólvora, así como extracción de materiales
de construcción, fundamentalmente piedra (fotografía 4).
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Estudio de cultura material: huellas de uso en edificios coloniales guatemaltecos
Existe una pequeña área de planta cuadrada, justo debajo del campanario de cubo, el cual
se yergue hacia el costado norte de la portada del templo; en este pequeño recinto, aparte de
su uso original que fue baptisterio, después de la ruina funcionó como capilla y después del
abandono, como cocina, a juzgar por los vestigios de hollín que se observan en sus
paramentos. Igualmente existen muchas pintas en forma de recuerdos de visitantes de
diversas épocas (fotografía 5).
En la mayoría de muros que no tienen acabado final a base de blanqueado, donde
únicamente hay repello o material compositivo expuesto, se pueden apreciar oquedades de
forma comúnmente circular, colocadas a distancias regulares; dichos agujeros son
improntas de apoyos de andamios, mientras que en paramentos blanqueados donde se
observan estos orificios, son usualmente rectangulares o cuadrados, dependiendo del lugar
y su altura pueden ser apoyos de retablos. Estas perforaciones pueden ser huellas de
construcción. En este templo, se pueden apreciar apoyos de retablo en el paramento del
muro testero de la capilla mayor.
G) El caso de las edificaciones prehispánicas
Hasta aquí el estudio de los edificios coloniales, pero ¿qué sucede con los edificios
prehispánicos?; el estudio de huellas de uso en edificios prehispánicos está condicionada
por varios factores, entre ellos se pueden citar los siguientes: el que esas construcciones, de
acuerdo a Ubico (1991:33), en su gran mayoría, para la costa sur y altiplano guatemalteco,
están constituidas de basamentos, plataformas, montículos, muros de contención y otras
formas que no ofrecen espacios protegidos del intemperismo. Estas formas de arquitectura
sirvieron para la sustentación de ranchos de materiales perecederos en buena parte de la
época prehispánica; aunque en el Clásico, se usó cal en el altiplano y más en el Postclásico,
las construcciones en este periodo utilizaron techos de materiales precederos y los muros de
algunas de esas edificaciones quedaron, al igual que sus pilastras, sujetas a las inclemencias
del medioambiente, con lo que la posibilidad de preservar evidencias se redujo al máximo.
Se conoce, en el caso de Iximché, de algunas pinturas y grafiti en paramentos
prehispánicos, pero en avanzado estado de destrucción.
En las tierras bajas mayas, donde la tradición de arquitectura monumental arranca desde el
Preclásico, igualmente, existe una arquitectura, cuyo mayor esfuerzo fue lograr grandes
plataformas y bases de sustentación, donde el espacio interior protegido de las condiciones
de humedad y calor propias de esos lugares, fue limitada. En realidad, muchos de las
edificaciones tenían como espacio útil un rancho; en otros casos, avanzado el periodo
Clásico, fue más notorio el uso de espacios cubiertos de mampostería que tenían a su vez
dos características: su masividad y espacio interior pequeño, así sucede con los llamados
palacios; sin embargo, el estudio de paramentos en sus huellas de uso se limita porque
muchas de esas construcciones, luego de un tiempo de utilidad, fueron cubiertas por otras
obras y no se volvieron a utilizar lo cual era tradición en la sociedad maya; de tal manera
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Mario Alfredo Ubico Calderón
que cualquier reúso en esta arquitectura resulta muchas veces de actividades intrusivas, aún
dentro del periodo prehispánico, en cualquier otro caso es frecuente la destrucción por
saqueo.
En este estudio, no se considera la pintura de amplios paramentos como huella de uso, sino
más bien como huella de construcción, es decir parte integrante de las edificaciones
originales; sin embargo evidencias de representaciones tipo grafiti han sido descubiertas en
paramentos de construcciones (Hermes et. al. 2001) que han sido cubiertas por otras
construcciones, solo de esa manera ha sido posible su preservación y documentación. Este
tipo de manifestaciones gráficas están asociadas a la construcción de las obras o a
momentos muy cercanos a esos procesos. Como se puede visualizar, son conceptos
diferentes, los edificios mayas, luego de su abandono, usualmente no fueron vueltos a usar,
mientras que las obras coloniales, por generar espacios techados de amplias dimensiones
que protegen del sol, lluvia y otros factores climáticos adversos, fueron usados y reusados a
lo largo del tiempo, en muchos casos, luego de colocarles nuevamente techo.
H) Consideraciones finales
Los monumentos coloniales, por sus características de espacialidad y reúsos a lo largo de la
Colonia y época republicana, ofrecen una compleja presencia de huellas de uso, algunos de
esos usos han generado huellas de difícil interpretación.
Esos monumentos son objeto de investigación actualmente, porque no se conocen a
cabalidad y la información documental es escasa o inexistente, aparte que no se ha revisado
toda la que existe. En algunos casos, es clave la revisión de documentación para identificar
adecuadamente huellas de uso.
A veces no existe una clara diferenciación entre una huella de uso y otra de construcción,
debido a que el uso implicó una readecuación en la construcción.
Se considera una huella de construcción aquella dejada por los autores de las edificaciones
en el proceso de hacerla realidad, por ejemplo, las oquedades donde se afianzó andamios,
mientras que aquellas surgidas posteriormente como el tapiado de vanos, son igualmente
huellas de nuevos usos que implicaron huellas de construcción posteriores.
En el caso de los monumentos estudiados, salvo nueva documentación que fuera localizada
en el futuro, los usos identificados por medio de la propia evidencia como de lo descubierto
en documentos, se consideran apenas actividades humanas que lograron usos que quedaron
plasmados en la materia en diversas formas, las más radicales por medio de supresiones o
adiciones; en otros casos por medio de alteración de superficies o adición de sustancias
como la pintura.
-El contenido del Anexo 7 Cuadro síntesis de huellas de uso es apenas un aporte de
síntesis de una problemática compleja, que sin duda tiene más facetas que considerar.
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Estudio de cultura material: huellas de uso en edificios coloniales guatemaltecos
El estudio integral de una edificación no solo se debe efectuar desde una perspectiva
arquitectónica, sino de la arqueología de la arquitectura en sus modalidades de análisis
murarios, mensiocronología, huellas de uso y, en lo posible, recurriendo a cronotipologías.
La hipótesis que se trató de comprobar es: “En edificaciones antiguas es posible detectar e
identificar el origen de las huellas de uso que presentan estas edificaciones en sus
ambientes interiores y exteriores, tanto de las actividades primigenias para las cuales fueron
destinadas como los reúsos habidos a lo largo del tiempo partiendo de la premisa que toda
actividad humana deja huellas en la materia y, por lo tanto, el tipo de improntas permite
conocer el destino dado a esos espacios pudiendo establecer, en ciertos casos,
temporalidades.” Con los ejemplos antes expuestos, fue posible comprobarla con razonable
certeza, sin embargo la complejidad es notoria.
En el caso de las edificaciones coloniales, se tiene, además del estudio in situ, valiosa
documentación cuando esta existe; sin embargo, el estudio del edificio en sí es
problemático; se puede observar que existen espacios como el Edificio Cilíndrico de
Capuchinas, donde el estudio de evidencias carece de documentación histórica, y, por lo
tanto, se valoran las inferencias a partir del estudio de cultura material. La problemática de
ese sector construido gira fundamentalmente en torno a la Época Colonial, pero en algunos
puntos de ese edificio existen reúsos tardíos que son fácilmente identificables, no así el
momento colonial, que presenta mayor dificultad de interpretación.
Ciertamente muchas actividades dejan huellas, sin embargo algunas por su biodegrabilidad
pueden desaparecer con el tiempo o por el producto de condiciones naturales adversas. La
destrucción de las edificaciones, o cuando menos de sus acabados, eliminan evidencias.
Respecto de las temporalidades a las cuales adscribir huellas, cuando esas acciones son
coloniales, se pueden detectar por medio del tipo de alteración, aunque, si existe un
continuum colonial en el siglo XIX, algunas veces esa particular situación provoca duda al
asignarle un momento cronológico a determinas huellas de uso; en esos casos, es necesario
el estudio del comportamiento cronotipológico y mensiocronológico, para determinar
acercamientos temporales.
Plantear una metodología de análisis implica, inicialmente, contar con planos de los
edificios a estudiar, así como aplicar una identificación de ambientes con sus seis lados
(usualmente cuatro muros, aunque en casos especiales pueden ser más, piso y techo; en
estos casos, igualmente se puede complicar, dado que en ocasiones no son superficies
enteramente lisas), a través de la elaboración de una ficha técnica que recoja esos seis lados
desplegados en forma bidimensional. Asimismo, hacer un recorrido sistemático de las
edificaciones y tomar registro de las huellas existentes, usando una matriz de
categorización de huellas de uso diferenciando las huellas de construcción y estableciendo
relaciones de causa a efecto, tomando en consideración que los usos generan a veces
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huellas de construcción, registro fotográfico y dibujos, de ser necesarios, así como análisis
de evidencias. Esta metodología genérica habrá que adecuarla a casos muy diversos, que
ameritan enfoques diferentes. Ver Anexo 7 Cuadro Síntesis Huellas de Uso.
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ANEXO 1 LOCALIZACIÓN DE LOS MONUMENTOS ESTUDIADOS
LA ANTIGUA GUATEMALA SEGÚN EL AGRIMESOR RIVERA, 1774
Plano base: Lutz, 1981. Digitalizó. M. Ubico.
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ANEXO 2
COMPLEJO ARQUITECTÓNICO CAPUCHINAS: EL CLAUSTRO
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ANEXO 2 COMPLEJO
CILÍNDRICO
ARQUITECTÓNICO
CAPUCHINAS:
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EL
EDIFICIO
COMPLEJO ARQUITECTÓNICO CAPUCHINAS: EL EDIFICIO CILÍNDRICO. AMBIENTE HORNO DE CERÁMICA
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ANEXO 3 COMPLEJO ARQUITECTÓNICO DE SANTA CLARA
FOTOGRAFIAS: MARIO UBICO C.
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ANEXO 4 COMPLEJO ARQUITECTÓNICO SAN JERÓNIMO –REAL ADUANA-
FOTOGRAFIAS: MARIO UBICO C.
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ANEXO 5 COMPLEJO ARQUITECTÓNICO DE LA RECOLECCIÓN
PLANO BASE: ANNIS, 1968
FOTOGRAFIAS: MARIO UBICO C.
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ANEXO 6 ANTIGUO TEMPLO DE LOS REMEDIOS
PLANO BASE Y FOTOGRAFÍAS: MARIO UBICO C.
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ANEXO 7 CUADRO SÍNTESIS HUELLAS DE USO
POR MODIFICACIÓN DE SUPERFICIES
POR ADICIÓN DE MATERIALES
ELABORÓ: MARIO A. UBICO C.
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MODELO DE FICHA DE ANÁLISIS DE PARAMENTOS
Paramento interior techo
Muros
Piso
Elaboró. M. Ubico C.
Esta Ficha técnica para trabajo de campo consiste básicamente en el desplegado bidimensional de los paramentos de una
edificación tridimensional, por lo que en la parte media se puede apreciar los muros. Si el ambiente es de planta cuadrada los
muros corresponden a un cubo, pero si es un paralelepípedo rectángulo entonces dos muros son rectángulos y dos cuadrados.
En la parte superior, se puede apreciar el techo y en la inferior el piso. Este esquema se puede modificar en ambientes
especiales donde la forma básica deja de ser cubos o paralelepípedos, de tal manera que siempre ofrezcan todas las
superficies donde fue posible que se plasmaran huellas de uso.
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